Viajar es un placer pero, viajar, ¡también te escalda!
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por aquellas fechas. No en balde se había formado como perito en la escuela de Valencia, llegando a ser operador de la Telefónica después de unos cursos en sistemas de conmutación —utilizados por el año setenta y dos en sus centrales, para ir destinado a una de las de este monopolio: la del centro del barrio de Sarriá de Barcelona, el emblema de la compañía nacional de telefonía española de aquel barrio tan culé como pajarito.
Unos meses después cambió de empresa; se fue a Citesa, asociada a la ITT americana y a una de sus filiales españolas como la Standard Eléctrica de Madrid, donde realizó los cursos de una duración de seis meses en centralitas telefónicas privadas del sistema americano pentaconta-mil y, en España, en aquellos momentos éstas estaban en plena expansión, instalándose en bancos, hoteles, cuarteles, hospitales, etc. Años más tarde, al comienzo de los ochenta, la empresa empezó a sustituir éste tipo de centralitas hechas con relés por las electrónicas y digitales, con lo cual la reducción de espacio y de personal empezó a hacerse evidente.
Con el afán de expandirse hacia todo el mundo la política comercial de la empresa hizo que el departamento empezara a exportar a todas partes. Sudamérica y África fueron los