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sábado 20 de febrero de 2016

artesanía

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En Caracas

Movíamos un pueblo de gente de papel

O

Gladys Urbina es una tejedora de sueños que canta y cuenta

riunda de Río Chico, estado Miranda, Gladys Urbina lleva muchos años en Caracas realizando proyectos artísticos y culturales. Ha explorado diferentes formas de hacer arte. Sus días transcurren entre hilos, música, cuentos y poesía. No cree en limitaciones ni sigue patrones. Es capaz de tejer y conversar con su interlocutor aunque no haga contacto visual, pues asegura que “los dedos tienen ojos”. La escritora Mercedes Franco ha dicho de la artista que “lo primero que se respira en la palabra de Gladys Urbina es la libertad. La libertad de los caminos abiertos, de las flores danzando en el viento, del viento moviendo los cabellos, los árboles”. Esta valoración de Franco, se reveló el día de nuestro encuentro en el Museo de Bellas Artes, en Caracas. Entre cafés y dulces iniciamos la conversación para Todasadentro. Gladys pregunta si puede ponerse cómoda y quitarse los zapatos. Ante lo obvio, ambas descalzas, nos sentimos dichosas e hicimos una especie de ritual para conectarnos con la tierra, los árboles y las aves. Dos gatos que siempre estuvieron cerca fueron testigos de lo que allí aconteció. -¿Qué la llevó a ser artesana? -Lo de artesana me nace por querer hacer cosas con mis manos, además de pensar que la vida sólo es sustentable con la creación. Desde niña escribía canciones, cuentos, hacía ropa y muñecas de papel. Como mi hermana y yo no teníamos muchos juguetes, durante una tarde de juegos se nos ocurrió fabricar gente de papel. Total, “Gente de papel” terminamos denominando al grupo de muñecas y muñecos que, para nosotras, tenían toda una dinámica social. Las mujeres eran madres y los niños iban a la escuela. Hablaban, se movían, hacían cosas, tenían vida. A cuatro manos movíamos un pueblo de gente de papel. -¿Fue el tejido lo primero que aprendió? Sí. Yo tenía siete años de edad, aproximadamente. Vivía en Río Chico, tenía

Escribir para los niños es una virtud

una vecina llamada Rosa, quien era una mujer alta, delgada, morena, mística y muy refinada. Ella hacía unos edredones hermosos con agujas de ganchillo y pabilo beige (el único color que existía para aquel entonces). A mi hermana y a mí nos encantaba como tejía, por eso un día le pedimos que nos enseñara. Accedió y nos dio agujas de crochet, pabilos y una lección de tejido que nunca olvidamos. Con los años, me enserié más en esto del tejido y empecé a elaborar piezas para mí y para los demás.

Salto a una marca

Fue el comienzo de un salto hacia la creación de un espacio productivo propio. Gladys Urbina decidió denominarlo Mezklote diseños, “que se escribe con k, en la búsqueda de un nombre

que fuese pegajoso y que a la vez definiera mi trabajo, el cual es una mezcla de texturas y de hilos”. La empresa de Urbina fabrica gorros, bufandas, collares, zarcillos, chales, ponchos, trajes de baños, pareos y trabaja con reciclaje de piedras, semillas e indumentaria. “Hacer un Mezklote es entrelazarse, es agarrarse de manos como los hilos que se abrazan entre sí. Es unirse al otro en la amistad, a pesar de las diferencias que puedan existir”, señala. -¿Un diseñador siempre debe innovar? -Cuando se estudia diseño de moda como en mi caso, en las instituciones te dicen que todo está creado. Pienso que se debe inventar y agregar elementos. La inventiva es importante. Invito a la gente

a que innove, a que no se copie de otros. Es muy lindo establecer una identidad. Afortunadamente ya he alcanzado un nivel en el que alguien ve una pieza mía en una feria, o una tienda y me comenta: “Gladys, supe que ese collar era tuyo porque tenía una rosa en el centro, por ejemplo”. Tenemos que encaminarnos hacia la originalidad. EnVenezuela hay mucho talento emergente.

Para “esos locos bajitos”

-¿De qué manera incursiona en la escritura de cuentos infantiles? -Realicé un taller de narrativa con el profesor Julián Márquez, en la Casa de las Letras Andrés Bello, y escribí una historia sobre un gato llamado Osithón. Fue Julián quien vio en mí el potencial para escribir cuentos para niños.


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