TLM 122
8/7/08
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SUBASTO MI VIDA A BUEN PRECIO l cantautor norteamericano Fred Neil, que en los años de esplendor de la Bleeker street neoyorkina y el folk contestatario compuso un himno protoecologista llamado "Delfines", cuando decidió que había ganado lo suficiente con los derechos de autor se retiro a dónde nadie lo podía buscar. Se ha pasado casi cuarenta años desaparecido en alguna parte de los cayos de Florida, contemplando efectivamente delfines pasar y no quedar, hasta que se dió noticia hace poco de su muerte, ya de viejo. Desconozco cómo se las ingeniaron para descubrir su cadáver, si estaba en paradero ignoto. Este hombre vendió, como digo hace casi cuarenta años, su vida y su nombre en el mundillo, todo, pasando voluntariamente a no llamarse nada y a vivir lo que le restaba comulgando cada mañana con la hostia sagrada solar y yéndose a dormir con los pies eternamente salados.
E
solar y acostarse al ocaso con los pies eternamente salados. No conocemos de nadie que haya hecho como supermán, retirarse al olvido de los casquetes polares por ver de encontrar la kriptonita, y en cambio sabemos de muchos que quieren ser otros bajo un cocotero, mirando a una precisa ninguna parte allá donde el acero marino blande enjambres de delfines y con el cuerpo suspendido de una vida reducida al mínimo. Es lo mismo que dije cuando una impertinente guía noruega medio nazi pretendía convencerme de que Oslo (pronúnciese "Uslo") era el lugar donde había más calidad de vida del mundo, según los organismos burocráticos que se encargan de medir eso por datos tan apetecibles y divertidos como casas de socorro por habitante, etc. "Será por eso que todos los nórdicos están deseando salir de aquí para irse a un lugar vivible, que es más o menos lo contrario de la calidad de vida".
Este ejemplo poco original, que ha sido imitado por supuesto muchas veces antes y después, ha sido seguido ahora, dice la prensa, por un señor australiano que ha puesto en las subastas de "e-bay" todo lo que tiene, vida, empleo, casa y amigos, no sé si también ha subastado su nombre de soltero o su infancia o sus buenos recuerdos. Mientras cierro estas líneas la puja había alcanzado los trescientos mil dólares por el paquete completo. Con ese dinero el señor de Australia pretende olvidarse del Gran Desengaño amoroso y que el mundo a su vez lo olvide, irse a vivir a cualquier parte donde lo lleve el primer avión, siempre que sea cálido, y que otro lo suplante en todo donde él solía. Está bien traída la idea. ¿Cuántas veces no hemos estado todos a punto de tomar un camino? Tomar un camino, en canónico castellano, es echar por el de enmedio, el que lleva a comulgar durante el orto con la hostia sagrada
En Murcia quizás en un tiempo pudimos desaparecer del mundo a ver pasar delfines, como aquellos que mataban al Rey, pero en Murcia ya nos ha sido presentada demasiada gente y aquí no hay quien pare. Desde que mi vida emocionalmente quedó partida por su mitad, estoy en una absurda tesitura: hago como que sigo en el vagón de la buena sociedad, pero en realidad estoy ya en el que se desenganchó de la locomotora y va parando muy, muy lentamente. Así que vendo mi vida a buen precio. No tengo grandes posesiones, pero quizás se puedan encontrar algunos discos muy buscados en mi colección y un pequeño préstamo por pagar en Cajamurcia, pero tendré la precaución de adjuntar en la subasta mi excelente relación con su presidente ejecutivo de la caja Carlos Egea, quien a lo mejor, si está de Dios, lo condona. ¿He oído que alguien me ofrece doscientos millones? ■
LA MURALLA 10