Brent Weeks
El camino de las sombras
Capítulo 11
Mama K cruzó las piernas con esa provocación casi inconsciente que solo estaba al alcance de una cortesana experimentada. Había quien tenía el hábito de revolverse en la silla. Mama K tenía el hábito de seducir. Con una figura que era la envidia de la mayoría de sus chicas, podría hacerse pasar por una mujer de treinta años, pero la maestra de los placeres no se avergonzaba de su edad. De hecho había celebrado una fiesta por todo lo alto con motivo de su cuadragésimo cumpleaños. Pocos de quienes le habían dicho que eclipsaba a sus propias meretrices mentían, pues Gwinvere Kirena había sido una cortesana de las que marcan una época. Durzo sabía de una docena de duelos librados por ella, y de al menos la misma cantidad de nobles que le habían propuesto matrimonio, pero Gwinvere Kirena nunca quiso encadenarse a nadie. Conocía demasiado bien a todos los hombres que conocía. —Este Azoth te tiene realmente de los nervios, ¿no es así? —preguntó Mama K. —No. —Embustero. —Mama K sonrió con sus labios rojos y voluptuosos y sus dientes perfectos. —¿Qué me ha delatado? —preguntó Durzo, poco interesado en realidad. Sí que estaba nervioso, con todo. De repente las cosas se habían salido de madre. —Estabas mirándome los pechos. Solo me miras como a una mujer cuando estás demasiado distraído para mantener la guardia alta. —Volvió a sonreír—. No te preocupes; me parece entrañable. —¿No descansas nunca? —Eres un hombre más sencillo de lo que te gusta creer, Durzo Blint. En realidad solo tienes tres refugios a los que acudir cuando el mundo te supera. ¿Quieres que te diga cuáles son, mi gran y fuerte ejecutor? —¿Este es el tipo de cosas de las que hablas con tus clientes?
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