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Historia de las relaciones entre los Estados y las Confesiones Religiosas

y con mayor o menor efectividad también sobre la eclesiástica, a la que mediatiza y controla de mil modos. La obra de Teodosio perdurará, pues, durante cientos de años: el Imperio romano fue desde él oficialmente cristiano, y lo serán después, como veremos, el Sacro Imperio y los Reinos medievales, territorios de una larga disputa —en el seno del pensamiento monista— entre las jerarquías política y religiosa por alcanzar el control del poder. Una disputa que dejó y deja huellas en toda la historia universal.

1.5. La formulación del dualismo por Gelasio I Sin embargo, el monismo no es la doctrina de la Iglesia, ya que Jesucristo había pronunciado una frase que constituye, desde entonces, la base doctrinal del dualismo: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Es necesario saber calibrar hoy el significado de aquellas palabras. Fueron pronunciadas en un mundo en que prácticamente todos los países civilizados y conocidos eran monistas y estaban regidos por monarcas “divinizados”; se dirigieron a judíos, un pueblo que había sido gobernado tradicionalmente por una monarquía instaurada por el propio Dios y dirigido religiosamente por profetas y sacerdotes también de origen divino, y que se hallaba entonces sometido políticamente al Imperio romano, un poder pagano del que Israel esperaba liberarse gracias a la acción de un Mesías-Rey. En ese contexto, Jesús enseña la legitimidad de la existencia de ambas sociedades, la distinción y la separación del poder político y el religioso, y el respeto y la obediencia a ambos por separado por parte de los miembros tanto de la sociedad religiosa como de la sociedad política. Durante los tres primeros siglos de su historia, la Iglesia vivió en las catacumbas. Y cuando Constantino la liberó y Teodosio la declaró oficial en el Imperio, acogió a sus liberadores con entusiasmo comprensible, y no tuvo inicialmente capacidad de reacción frente a la nueva situación que se le presentaba. La protección imperial permitió celebrar los primeros concilios ecuménicos, fue eficaz frente a las primeras herejías, y ofreció a los papas y a los obispos un innegable apoyo. Pero ni aún a corto plazo podía la Iglesia legitimar el cesaropapismo más allá del entusiasmo inicial. Caído el Imperio de Occidente en el año 476, quedaron separados el uno del otro el papa en Roma y el emperador oriental en Constantinopla. El momento histórico era propicio, y el papado no tardó en aprovecharlo: en el año 494, el Papa Gelasio I formuló oficialmente la doctrina dualista como la propia de la Iglesia (LOMBARDÍA-FORNÉS, ORLANDIS). El papa, en efecto, dirigió en dicha fecha una carta al emperador Anastasio, en la que expone la tesis dualista, a partir de la enseñanza de Jesús: por voluntad de Dios existen dos autoridades, una espiritual y otra temporal, a las que está enco-


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