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R eflexiones Cristianas Un bello don opacado

El matrimonio no es algo fácil; doy testimonio de eso. Presenta desafíos que recuerdan una dramática novela de ficción, con la única diferencia de que todo es real y que los esposos son los sobrevivientes. Lo que les mantiene unidos es la santidad del matrimonio y la familia. Los cristianos creemos que la familia es el plan de Dios, como también lo dice la Biblia y lo expresan tan claramente las doctrinas de la Iglesia. Creemos firmemente, que el matrimonio fue el don que Dios les dio a Adán y a Eva durante la creación y debía ser algo hermoso, sagrado e íntimo y uno de los actos supremos de la creación: “hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gén. 2:23). Pero el pecado opacó gravemente este don. El estado de perfección que existía entre Adán y Eva, que Dios quería que sirviera de modelo para todas las generaciones, cambió. En su lugar, produjo dolor y sufrimiento interminables. De todas las creencias cristianas, ninguna es tan atacada día a día como la del matrimonio y la familia. Solo tenemos que ver las redes sociales o la tv para ver cuán distorsionada es la imagen de la vida familiar que allí se presenta. Relaciones extramatrimoniales, incesto, abuso, mentiras, engaños, materialismo; todo esto es parte integral de las escenas. La infidelidad conyugal es exhibida como algo fascinante y atrayente, que casi no tiene consecuencias. Las noticias destacan los problemas crecientes de las familias y poco se preocupan por soluciones duraderas. Los documentales nos llevan a los hogares de “personas reales” para mostrar el dolor y la angustia de la vida diaria de una persona determinada. La sociedad absorbe de manera enfermiza todo lo que ve y lo repite, derramando su amargura frente a las nuevas generaciones, que llegan a pensar que es “normal” ser parte de una familia disfuncional. Un aspecto importante, pero a menudo no tenido en cuenta de la doctrina del matrimonio como lo dijo Rodrigo Yáñez, “son territorios donde se concentra la agricultura familiar campesina de Chile y donde existen altas tasas de pobreza”. Como dato, por los índices de pobreza por ingreso, de acuerdo a la misma Casen, nuestra región tiene el porcentaje del 11,6 %, superando el promedio nacional que equivale al 6,5%. y la familia, es que “el creciente acercamiento familiar es uno de los rasgos distintivos del último mensaje evangélico”.

Con estos datos a la mano, esta es una señal de alerta importante porque, transversalmente hablando, la región era considerada por años “el granero de Chile”, y ese mote está quedando poco.

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Urge establecer nuevas políticas públicas para mejorar el acceso a la alimentación no sólo en la región, en particular en los sectores rurales, donde, según el propio estudio, añade que “en los hogares de comunas rurales se presentan las mayores alzas en inseguridad alimentaria severa, pasando de 2,7% en 2020 a 5,3% en 2022”.

Más allá de los problemas que generó el Covid, los encierros, y otros factores externos, no se puede descuidar este ítem, en el cual se insiste que es un llamado de atención.

Cuando Cristo le dijo a sus discípulos: “Id y haced discípulos a todas las naciones” (Mat. 28:19), no solo se estaba dirigiendo a predicadores profesionales o médicos misioneros. Se estaba refiriendo a todos, incluyendo a las familias. “Para que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste”

(Juan 17:21).

Pastor César Montecinos

Mg.en Teología

Iglesia Adventista del 7° día

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