Something unusual and beautiful is happening in the local Church

“Do you realize how blessed you are to be in this archdiocese at this time?

The Lord is really blessing this local Church, doing things that he is not doing elsewhere.”

In the last two months, I’ve heard those sentiments at least a half dozen times, coming in a variety of contexts, but in ways that have always rung true to me. I have been grateful for these reminders, and indeed feel blessed to be here.

When I first came to the archdiocese, the listening sessions that we held highlighted that this local Church is blessed with lay Catholics who desire to exercise leadership in our parishes, schools and institutions, as envisioned at the Second Vatican Council. I recently saw that illustrated convincingly as more than 1,300 people gathered to celebrate the 30th anniversary of the Catholic Community Foundation. The CCF traces its roots to a collaboration between Archbishop John Roach and lay leaders who saw the need for an independent foundation that would support Catholic activities in the archdiocese. Archbishop Roach was ahead of his time in trusting the leadership of the foundation to lay Catholics, and the abundant fruits of his wise decision continue to be seen.

The CCF has grown substantially from those early days. It continues to serve as an excellent vehicle for supporting our parishes, schools and institutions and for addressing the basic needs of our neighbors as we together strive to live out the beatitudes. There are similar Catholic foundations around the nation, but I know of none that carries out its mission more effectively than the CCF. We have indeed been blessed.

That sense of being particularly favored was certainly felt as well when more than 1,700 of the faithful of our archdiocese gathered recently in Minneapolis for our Activated Disciple workshop and joined me in praying for a new outpouring of the Holy Spirit. As Professor Mary Healy, Jeff Cavins, Father Michael Becker and Bishop Joseph Williams spoke that day, the presence of the Holy Spirit was palpable. I bet I was the proudest bishop in the country as we listened to testimonies from our brothers and sisters about how the Holy Spirit had been leading them to share the Gospel in the weeks since they had completed the School of Discipleship and its 40-Day Challenge. As I left the venue that afternoon for an evening Mass, there were still hundreds waiting to be prayed over. This is anything but “business as usual”; we’re living in an extraordinary — and blessed — moment.

That wave of grace continued the following Saturday as we gathered at the Cathedral for the Vigil of Pentecost. The ecclesial unity that only the Spirit can bring was evident as the readings of the extended vigil were proclaimed by representatives of our Vietnamese, Latino, Hmong, Polish and West African communities. The joy exuded by the Karenni choir was particularly memorable for me, knowing that their home country of Myanmar, still wracked by political unrest, had just suffered the added damage of tropical Cyclone Mocha. In the midst of the Church that they loved, they found the solace that only the Paraclete, the consoler, could bring — and they shared it with the rest of us.

I was particularly grateful for the prayer experience that followed the Mass. I once again detected the extraordinary openness to the Holy Spirit that has characterized our vigil celebrations ever since en la arquidiócesis. El arzobispo Roach se adelantó a su tiempo al confiar el liderazgo de la fundación a católicos laicos, y se siguen viendo los abundantes frutos de su sabia decisión. we gathered at St. Peter in Mendota in 2019 for the formal announcement of the calling of our Archdiocesan Synod. The presence once again of so many young people associated with St. Paul’s Outreach and NET Ministries, both based in our archdiocese, as well as so many families from the Community of Christ the Redeemer and the People of Praise, reminded me that this local Church is particularly well-equipped to discern the movements of the Holy Spirit.

Like every faith community since the time of the Acts of the Apostles, we face challenges, real challenges. But, as in the past, the Lord continues to raise up an army of witnesses to spread the good news. I presided at a wedding of a young couple this week and I was moved by their commitment, and that of their peers, to live out and share our faith.

Moreover, we’ve been blessed in recent weeks by the ordination of four new priests and 11 new transitional deacons, and we are rightly celebrating in these days the religious professions of a number of young women from this local Church who are responding generously to Christ’s call to a life of poverty, chastity and obedience.

Also, we can’t forget that earlier this spring, we had the consecration of four women as consecrated virgins living in the world, and two more consecrations are to be celebrated in the next few weeks.

Something unusual and beautiful is indeed happening in our Church. We know that the Lord expects more from those who are given more. Please join me in praying that we might be able to continue responding to the amazing opportunities that the Lord is giving us. As we sang at the Pentecost vigil, “Holy Spirit, you are welcome here!” me recordó que esta Iglesia local está particularmente bien equipado para discernir los movimientos del Espíritu Santo.

Misa vespertina, todavía había cientos esperando que oraran por ellos. Esto es cualquier cosa menos “negocios como de costumbre”; estamos viviendo un momento extraordinario y bendecido.

Se dan cuenta de lo bendecidos que son de estar en esta arquidiócesis en este momento? El Señor realmente está bendiciendo a esta Iglesia local, haciendo cosas que no está haciendo en otros lugares”.

En los últimos dos meses, escuché esos sentimientos al menos media docena de veces, en una variedad de contextos, pero en formas que siempre me han parecido verdaderas. He estado agradecido por estos recordatorios y, de hecho, me siento bendecido de estar aquí. Cuando llegué por primera vez a la arquidiócesis, las sesiones de escucha que realizamos destacaron a esta Iglesia local como bendecida con los católicos laicos que desean ejercer el liderazgo en nuestras parroquias, escuelas e instituciones, como se previó en el Concilio Vaticano II.

Recientemente vi que ilustró de manera convincente como más de 1.300 personas se reunieron para celebrar el 30th aniversario de la Fundación de la Comunidad Católica. El CCF tiene sus raíces en una colaboración entre el arzobispo John Roach y líderes laicos que vieron la necesidad de una fundación independiente que apoyara las actividades católicas

La CCF ha crecido sustancialmente desde esos primeros días. Continúa sirviendo como un excelente vehículo para apoyar a nuestras parroquias, escuelas e instituciones y para abordar las necesidades básicas de nuestros vecinos mientras nos esforzamos juntos por vivir las bienaventuranzas. Hay fundaciones católicas similares en todo el país, pero no conozco ninguna que lleve a cabo su misión con mayor eficacia que la CCF. De hecho, hemos sido bendecidos.

Ese sentimiento de ser particularmente favorecido ciertamente también se sintió cuando más de 1500 fieles de nuestra arquidiócesis se reunieron recientemente en Minneapolis para nuestro taller de Discípulos Activados y se unieron a mí para orar por un nuevo derramamiento del Espíritu Santo. Mientras la profesora Mary Healey, Jeff Cavins, el padre Michael Becker y el obispo Joseph Williams hablaban ese día, la presencia del Espíritu Santo era palpable. Apuesto a que era el obispo más orgulloso del país mientras escuchábamos los testimonios de nuestros hermanos y hermanas sobre cómo el Espíritu Santo los había estado guiando a compartir el Evangelio en las semanas desde que completaron la Escuela de Discipulado y su Desafío de 40 días. Cuando salí del lugar esa tarde para asistir a una

Esa ola de gracia continuó el sábado siguiente cuando nos reunimos en la Catedral para la vigilia de Pentecostés. La unidad eclesial que solo el Espíritu puede traer fue evidente cuando las lecturas de la vigilia extendida fueron proclamadas por representantes de nuestras comunidades vietnamita, latina, hmong, polaca y de África occidental. La alegría que exudaba el coro de Karenni fue especialmente memorable para mí, sabiendo que su país de origen, Myanmar, todavía asolado por la inestabilidad política, acababa de sufrir el daño adicional del ciclón tropical Mocha. En medio de la Iglesia que amaban, encontraron el consuelo que sólo el Paráclito, el Consolador, podía traer, y lo compartieron con todos nosotros.

Estuve particularmente agradecido por la experiencia de oración que siguió a la Misa. Una vez más detecté la extraordinaria apertura al Espíritu Santo que ha caracterizado nuestras celebraciones de vigilia desde que nos reunimos en St. Peter en Mendota en 2019 para el anuncio formal del llamado de nuestro Sínodo Arquidiocesano. La presencia una vez más de tantos jóvenes asociados a St. Paul’s Outreach y NET Ministries, ambos radicados en nuestra arquidiócesis, así como de tantas familias de la Comunidad de Cristo Redentor y del Pueblo de Alabanza,

Como toda comunidad de fe desde la época de los Hechos de los Apóstoles, nos enfrentamos a desafíos, desafíos reales. Pero como en el pasado, el Señor continúa levantando un ejército de testigos para difundir las buenas nuevas. Presidí la boda de una pareja joven esta semana y me conmovió su compromiso, y el de sus compañeros, de vivir y compartir nuestra fe. Además, hemos sido bendecidas en las últimas semanas con la ordenación de cuatro nuevos sacerdotes y 11 nuevos diáconos, y con razón celebramos en estos días las profesiones religiosas de varias jóvenes de esta Iglesia local que están respondiendo con generosidad a la llamada de Cristo. a una vida de pobreza, castidad y obediencia. No podemos olvidar, además, que a principios de esta primavera tuvimos la consagración de cuatro mujeres como vírgenes consagradas vivas en el mundo, y se van a celebrar dos consagraciones más en las próximas semanas.

De hecho, algo inusual y hermoso está sucediendo en nuestra Iglesia. Sabemos que el Señor espera más de aquellos a quienes se les da más. Únase a mí en oración para que podamos continuar respondiendo a las increíbles oportunidades que el Señor nos está dando. Como cantamos en la vigilia de Pentecostés, “¡Espíritu Santo eres bienvenido aquí!”