Historia de la Aqueología Sudamericana

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Javier Nastri

entre civilizados y bárbaros hizo posible las secuencias efectivamente planteadas, a la vez que significó un obstáculo para el planteamiento contundente o completo de una secuencia. En este último aspecto cabe, no obstante, señalar diferencias entre los autores. No es casual que Debenedetti aceptara la cronología de Uhle a diferencia de Boman. Este último consideraba indiferenciadamente los rasgos estilísticos en la medida en que creía que los mismos resultaban del mero capricho de los artesanos (Boman 1991:106); y en este sentido asignó erróneamente a los calchaquíes las urnas de Arroyo del Medio por el simple hecho de ser recipientes para el entierro de párvulos. Al igual que mostraran Lyman y O´Brien en relación con la arqueología norteamericana de la segunda década del siglo XX (Lyman y O´Brien 1999), el gran logro de la época estuvo dado por el desarrollo de interpretaciones basadas en nuevas clasificaciones de los objetos. En el caso de Pampa Grande la clasificación de los materiales se vinculaba con la distinción entre “razas” con diferentes “grados de civilización”. No obstante dicho gradiente nunca se aplicó en la clasificación cerámica. De esta manera el contraste entre alfarería fina/alfarería tosca fue la única distinción que aparecía clara14, y frente a la ausencia de superposiciones bien definidas se optó prudentemente por una secuencia estructurada en torno a un solo reemplazo de población. Uhle, en cambio, logró el establecimiento de una secuencia “completa” al basarse en una discriminación estilística más fina. Su enfoque de segunda mano, “desde afuera”, que le permitía abordar el noroeste como una unidad, facilitó la construcción de la secuencia pues pasaba por alto las diferencias regionales internas, como la ausencia de cerámica santamariana en La Rioja y los valles catamarqueños del sur y su contraparte: la escasa cerámica “draconiana” en el valle de Santa María. Los comienzos del siglo XX fueron testigos de la difusión internacional de formas estandarizadas de excavación, análisis y representación (Podgorny 2003) desde la arqueología clásica. Arroyo del Medio, Pampa Grande y La Paya son buenos ejemplos de la recepción en Argentina de esas tendencias mundiales. Pero por más que la excavación normalizada portaba un potencial informativo enorme en relación a la cronología, el mismo no estaba garantizado de antemano en todos los casos y, lo más importante: no era independiente de la forma de clasificación de los objetos. Para Lyman y O´Brien el descubrimiento fundamental para la práctica de la arqueología americanista residió en la demostración de que cambios culturales de un tipo diferente al de las transiciones paleolítico-mesolítico-neolítico podían ser visibles analíticamente (Lyman y O´Brien 1999:76). Ese gran cambio ocurrió de manera accidental cuando Kroeber advirtiera en el curso de su trabajo

Es de destacar en esto la alternativa que significó el comentado aporte de Outes en torno a la clasificación de la cerámica del noroeste (Outes 1907), donde empleó el término doméstico para referirse a la cerámica tosca; con lo cual introducía un interpretación funcional antes que “evolutiva”.

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