Victor hugo
¡Qué ingenua es esta pobre la Herme! añadía Jehanne. ¿No os dais cuenta, hermana, que este monstruito no tiene menos de cuatro años y que le apetecería más un asado que vuestro pecho? En efecto, no era ya un recién nacido aquel monstruito (nos cos taría mucho encontrar otro nombre para él). Era una masa angulosa y en movimiento envuelto en un saco de tela con la marca de micer Guillaume Chartier, obispo de París por entonces, y del que nada más asomaba la cabeza; una cabeza deforme en la que únicamente se veía un bosque de cabellos rojos, un ojo, la boca y los dientes. El ojo lloraba, la boca chillaba y se diría que los dientes estaban prestos para moder. Aquel conjunto se debatía en el saco, ante el asombro del gentío cada vez más numeroso que se iba renovando continuamente. Doña Aloïse de Gondelaurier, señora noble y rica que llevaba de la mano a una preciosa niña de unos seis años y que llevaba un largo velo prendido del cucurucho dorado de su tocado, se detuvo al pasar ante la tarima para observar un momento a la des graciada criatura mientras su linda niña Flor de Lys de Gondelaurier, vestida de seda y terciopelo, deletreaba, indicándolo con su dedito, el letrero clavado en la made ra de la tarima: Niños Expósitos. Realmente dijo la dama, retirándose disgustada, yo creí que aquí sólo se exponían niños y dio media vuelta a la vez que echaba en el plato un florín de plata que tintineó entre las demás monedas atrayendo todas las miradas de las pobres beatas de la capilla ÉtienneAudry. Momentos más tarde el grave y letrado Robert Mistricolle, pro tonotario del rey, pasó por a11í con un enorme misal bajo un brazo y apoyada en el otro su mujer (Doña Guillemette la Mainesse), Ilevando así, a ambos lados, sus dos reguladores, el espiritual y el temporal. ¡Un niño expósito! dijo después de examinar el objeto; seguro que to han encontrado junto al muro del río Flageto(2.) 2. Río del infierno en la mitología griega. Sólo se le ve un ojo observó la señora Guillemette; en el otro tiene
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