Psicomagia

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lo que me era permitido comprender en sueños. Porque ¿de qué sirve recibir enseñanzas si no las aplicas cuando te encuentras ante las dificultades cotidianas? Una enseñanza no se hace operante, no adquiere toda su fuerza transformadora, hasta el momento en que es aplicada. ¿Podría dar un ejemplo de aplicación a la vida diaria de un principio recibido en sueños? Bueno, como decía, el sueño lúcido me enseñó a enfrentarme al monstruo. Está permitido huir mientras uno no sienta las fuerzas necesarias para hacerle frente; pero hay un momento en que debes mirarlo a los ojos. Entonces frecuentemente sucede que el monstruo así desafiado se convierte en aliado. Nuestro miedo alimenta la animosidad del adversario, mientras que nuestra voluntad de hacerle frente con amor lo desarma, es decir, le hace cambiar de orientación. Cuando estaba en México rodando La montaña sagrada, se produjeron rumores escandalosos: como rodábamos delante de una catedral, se comenzó a decir que había celebrado misas negras allí mismo. También se murmuraba que ridiculizaba al ejército y a la policía mexicanos... Un día se presentaron dos policías diciéndome: «El ministro tal quiere verlo». Me llevaron al despacho de ese ministro, el cual, poco más o menos, me dijo: «Escuche, Jodorowsky, el presidente le conoce bien y admira su trabajo; tiene usted en él a un amigo. Pero tenga cuidado: un gobierno puede ser un gran amigo, pero, si se le contraría, puede convertirse en un enemigo temible... No haga aparecer ningún uniforme en la película, suprima todos los símbolos religiosos y vivirá tranquilo». En México, estas palabras, en boca de un ministro, equivalían a una amenaza de muerte. Aquella noche, al volver a casa, oí voces que gritaban en el jardín: «Jodorowsky, ten cuidado o te despellejamos...». Había en México un grupo paramilitar llamado Los Halcones que se encargaba de los trabajos sucios. Comprendí que aquello podía acabar mal y, al día siguiente, llevé a toda mi familia a Estados Unidos, decidido a terminar allí el rodaje. Sin embargo, me oponía a que ese ministro siguiera siendo para mí un enemigo y que en mi inconsciente permaneciera el recuerdo de una amenaza de muerte. Una vez terminada la película, reuní todas las buenas críticas de La montaña sagrada publicadas en Europa y Estados Unidos, regresé a México y pedí una audiencia con el ministro, que para entonces resultó estar enojado conmigo porque me había marchado con todo mi equipo. Y, tendiéndole los recortes de prensa, le dije: «Mire lo que mi película hace por México; en todo el mundo se habla de este país». Al ver que me había atrevido a meterme otra vez en la boca del lobo, sonrió y me dio una palmada en la espalda: «Muy bien, Jodorowsky, eres valiente, te felicito». ¡No sólo no me puso más dificultades, sino que hasta me hizo regalos! Es una anécdota verídica que muestra en qué medida es saludable a veces atreverse a desafiar al monstruo. El principio esencial es, en la medida que puedas, no dejar nunca una cuenta pendiente con un enemigo. Porque si quedan cosas larvadas, el odio se nutre de sí mismo, con peligro de proliferar. Una bomba con la mecha muy larga puede tardar años en explotar; pero el día en que se produce el descalabro los daños son cuantiosos. Por lo tanto, es mejor desarmar la bomba, no dejar amenazas de muerte sueltas a nuestro alrededor o en nuestro inconsciente. Pero no hay que matar al adversario: es mucho mejor convertirlo en un aliado.

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