rebajas teologicas de Diaz Alegria

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liberación le abre posibilidades de progreso en la vía de una actitud cristiana que no esté en contradicción con lo que realmente corresponde al verdadero Jesús. Hay que tener en cuenta que el anti-marxismo (y más en general el anti-socialismo) tradicional de los católicos puede actuar como elemento "ideológico" reaccionario a través de disfraces sutiles, aparentemente anti-conservadores. En la mentalidad católica pueden coexistir actitudes inconformistas en la esfera consciente con fuertes cargas reaccionarias que actúan en el inconsciente. Un inconsciente colectivo reaccionario es muy potente dentro del mundo católico. De aquí que la opción política (libre y humanamente responsable), por parte de católicos (de cristianos en general), de una praxis socialista y marxista, sea, donde se dé, un elemento positivo e importante para ir modificando ese inconsciente colectivo reaccionario, que es un obstáculo para que los creyentes, personal y comunitariamente, puedan referirse real y verdaderamente a Jesús. Una praxis política de signo socialista-marxista es un camino eficaz para liberarse de la ideología "cristiano-conservadora". Por esta razón puede suponer un enriquecimiento cualitativo del cristiano, en tanto que cristiano. También la comunidad eclesial, como tal, quedará sin duda enriquecida por la libre multiplicación en su seno de cristianos que se abren al marxismo y al comunismo o socialismo. Por otra parte, una praxis política socialista, sinceramente asumida, puede ser ocasión de múltiples experiencias, que enriquecen la vivencia del cristianismo. Todo esto me lleva a hacer memoria aquí de un cristiano extraordinario, Alfonso Comín, muerto el 23 de julio de este año 1980. Fue un admirable propugnador, teórico y práctico, de la plena posibilidad de que un cristiano sea comunista y un comunista cristiano. Fue un convencido de la fecundidad que había de tener (y está teniendo), para el [216-217] cristianismo y para el comunismo, la multiplicación de cristianos que, en plenitud de su fe, son comunistas a carta cabal. Era algo que él veía y vivía, y, no obstante, una penosa enfermedad, que duró siete años, trabajó denodadamente por convencernos de ello, con un fuego sereno y una entrega incomparable. Alfonso Comín fue un cristiano de ardiente fe. Esto, en su personalidad, es lo primero y está a la base de todo. Pero la fe de Comín no es cualquier fe. Es una fe cristiana escatológica. La fe de los profetas bíblicos y la del Jesús de carne y hueso, que predica la inminencia del Reino. Educado en el catolicismo conservador e integrista, la llama de su fe acabó abrasando la envoltura ideológica de aquel cristianismo convencional. Se acercó en Málaga al mundo de los pobres. Y su adscripción a la tradición emancipatoria del movimiento obrero fue irreversible. En ese sentido, fue definitivamente marxista. Con un marxismo tan abierto y crítico como lo fue su cristianismo. Pero también tan irrenunciable como éste, aunque a un nivel distinto. Aceptó el hecho del conflicto de clases, impuesto por la realidad objetiva, y lo vivió desde el amor cristiano, optando por los explotados contra los explotadores. Para él un cristiano consecuente tenía que estar presente en la lucha de clases, alineado con los de abajo. Ésta fue una convicción que permaneció en él hasta el fin. Estaba convencido de que para la causa de Jesús (que es la liberación de los pobres oprimidos) era importantísimo que llegara a verse por todos experimentalmente la posibilidad de ser marxista sin ser ateo. Esto, según Alfonso Comín, era importante para el marxismo, para su efectividad como elemento positivo del movimiento revolucionario hacia una tierra nueva, en que la explotación del hombre por el hombre pertenezca al pasado. Comín era un marxista no dogmático, para el que no había textos inmutables en el marxismo. Pero el Manifiesto comunista era una palabra liberadora, aunque hubiera que discutir una por una sus afirmaciones. El Capital de Carlos Marx no era para Alfonso un texto definitivo, sino un libro que había que dejar siempre abierto, [217-218] como instrumento de búsqueda. Según Alfonso Comín, la matriz marxista debe ser ampliada y enriquecida (también depurada) gracias a un pluralismo de culturas revolucionarias y de conocimientos científicos, fruto de una investigación libre. Pero Marx no ha muerto. A Comín le parecía que la corriente proveniente del cristianismo puede ampliar y enriquecer el movimiento histórico revolucionario que viene del marxismo. De aquí su empeño en ser cristiano en el Partido Comunista (PSUC y PCE) y comunista en la Iglesia. Y su trabajo porque pudieran serlo muchos con él. Superficialmente, esto podría considerarse anecdótico. (Y Alfonso Comín fue enormemente respetuoso con las opciones políticas de sus hermanos de fe. Nunca pretendió que los cristianos tuvieran que ser forzosamente comunistas). Pero, en un sentido profundo, la plena y fácil posibilidad


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