Somos lo que escribimos

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Somos lo que Escribimos Rodolfo Zamora Damonte https://es-la.facebook.com/rodolfozamoradamonte

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Rodolfo Zamora Damonte (San Juan, 1981). Escritor y músico. Licenciado en psicología, utiliza el arte como herramienta terapéutica. Apegado a la literatura y siempre amasando y horneando nuevas creaciones.

Nota de la editorial: se ha respetado la ortografia, puntuación... y el léxico utilizado por el autor.

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Somos lo que Escribimos

Hoy escribo, ayer escribí, mañana escribiré. Lo hago, lo hice y lo haré alterando un poco, al menos, los tiempos verbales y animándome aun cuando mi ánima no tenga ganas. Si relato tan bien sucesos, anécdotas o simples hechos de mi pasado ¿por qué no he de escribirlos también? Antes máquina de escribir, más antes papel y lapicera o lápiz, hoy computadora y en el futuro, seguramente, de nuevo el papel, la lapicera o lápiz. Un alto porcentaje no lo tiré, lo deseché porque tal vez no manifestaba bien lo que quería decir o por qué no era yo el que estaba en ese papel, era un sujeto más preocupado en los márgenes que en la tinta. Pero no quemé, para eso hubo gente de mierda que lo hizo con libros enteros, solo los dejé por ahí, para que un nieto inquieto los descubra dentro de varias décadas y diga “el abuelo estaba loco”, o “el abuelo era inentendible”, o, simplemente, “el abuelo escribía”. Somos lo que vivimos, somos lo que damos, somos lo que queremos, somos lo que dañamos, somos lo que sufrimos, somos lo que deseamos, somos lo que escribimos. 3


Testamento de los Hijos de Puta con conciencia

No fue fácil afrontar las imágenes del horror, del espanto y la falta de misericordia, no fue fácil pero lo logramos… Por las mañanas tomábamos el té juntos y salíamos a trabajar por las anchas calles de esa ciudad, luego llegábamos y cortábamos pedazos de carne para colgar en nuestras propias sienes a fin de recordar lujurias privadas… Más tarde apuntábamos a los niños para que no crecieran y nos mataran en nuestra vejez, también buscábamos a los más viejos para que no quedaran rastros de las generaciones que fracasaron, solo al final del día nos dedicábamos a sacar cuentas, siempre en rojo, siempre… Cerca del final nos dimos la mano en busca de compañía pero no lo logramos, nos sacamos las uñas para competir con lo único que nos quedaba, uno quería ser el último, el último de verdad… El final fue el final de los pobres, los mendigos, los vagabundos, nuestro propio final, sentenciado por nosotros mismos, no fue fácil decretarlo, pero lo hicimos y hasta el día de hoy no nos arrepentimos de haber pisado hasta nuestras propias cabezas 4


rebosantes de ignorancia, maldad y bizarra estupidez, no fue fåcil pero lo logramos‌.

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Puntos puestos

Tendría veinte o veintiún años, no reí, pero de seguro que no me entristeció lo que observé. Siete u ocho personas en la calle, alrededor de alguien tirado, pleno centro. Un impresionante charco de sangre rodeándolo. Esas personas lo abanicaban pero no había más respuesta que terribles convulsiones. El accidentado era un cura. Había salido corriendo desesperado de la iglesia donde oficiaba misa a diario. Los feligreses habían quedado estupefactos. Al parecer, entre las hojas de la Biblia había un papel escrito a mano. Tinta roja. Excelente caligrafía. Un espasmo de espanto en la ya de por si espantosa fisonomía del sacerdote. Una amenaza escrita en una hoja blanca entre las hojas de la Biblia del cura con tinta roja y excelente caligrafía. Una mujer amenazaba al cura por teléfono y un buen día se metió en el relicario y puso el papelillo en la biblia de tapas azules. Hablaba de una invocación mal hecha. De un acto sexual y el reflejo de velas negras en un espejo. De gotas de sangre y un millón de pruebas a presentar en la justicia. Y en la prensa también. Y en el arzobispado también. Lo amenazaba por una hija. Una hija de ella que se había acostado con el. A cambio de 6


algunos billetes. Por treinta era el acto sexual común. Por cincuenta el sadomasoquista. Po cien, la fiesta negra. La partusa. El delirio. Las quemaduras e infinitas vejaciones. Un día la chica no volvió bien. Murió al día siguiente. Solo había estado con el cura. La madre de la muerta recibió amenazas. Calló unos meses. Un día robo el celular del cura. Sesenta y dos fotos y siete videos atesoraba en la tarjeta de memoria. Ya no le pertenecían. Se preocupo al perderlo. Y mucho mas cuando a los dos días encontró en ese papel dentro de su Biblia la amenaza de la madre de la joven a la que había golpeado, quemado y violado brutalmente, ese papel le advertía de la publicación en todos los medios de ese material con la consiguiente denuncia a la policía, ante eso desespero, corrió unas cuantas cuadras y al ver el camión cisterna que día a día se llenaba con la mierda de la comunidad se tiro bajo sus ruedas para irse a otra vida, otro mundo. Le habían puesto los puntos.

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Como estar de vacaciones

Creo que primero fue una luz brillante, ¡no!, la primera fue la verde, un verde mas bien claro. Impactó en mi ojo derecho y posteriormente todo mi campo visual fue de ese color. Fueron unos pocos segundos, luego hubo una torrencial oscuridad. Juro que no tuve miedo, simplemente quedé sorprendido, obnubilado ante una situación tan novedosa para mí. Muy de a poco, pero progresivamente, se empezó a iluminar el pasillo, digo pasillo porque efectivamente lo era. Un largo pasillo parecido a un hospital público hecho mierda, de esos que abundan en el interior de esta gran y baqueteada nación, con carteles ilegibles para mí a ambos lados y esa luz pedorra al final con la que se había llenado de guita Víctor Sueiro. Por mis hijos juro que no sentí más que resignación al ser mi muerte tan poco original. Ni mi muerte podía ser original. Era realmente un bajón, como esa sensación del domingo a la noche, ¿ves?, ¡algo así! Lo único que atiné a hacer fue caminar hacia la puta luz, ¿qué mas iba a hacer?, ¡ir para atrás?, ¡nunca!, no lo hice en la cancha, ¿lo iba a hacer en un pasillo de mierda?, ¡no! Caminé y de repente la luz se apagó y de nuevo se oscureció todo 8


completamente, me quedé quieto. Ahí algo de temor sentí pero era un miedo práctico, ¿me entendés?, no me quería caer a un pozo o algo así, por estúpido que suene; no me quería matar de un golpe, boludeces que se le ocurren a uno en situaciones límite, que se le va a hacer… La cuestión es que deben haber pasado unos dos minutos de incertidumbre cuando sentí que mi cuerpo se ponía en posición horizontal, como acostado y luego de un ruido onda chasquido de dedos aparecí sobre una camilla de lata, tipo morgue, de hecho creo que era una autentica morgue, eso me llamó la atención ya que si había llegado hasta ahí no había sido de manera violenta. De repente una mina increíblemente hermosa, en ropa interior negra, muy alta, rubia, ojos verdes y labios carnosos, me hablaba como en alemán o alguno de esos idiomas de cortes abruptos. Obviamente no entendía nada y para colmo luego de unos pocos minutos la mina se fue y apareció un chabón con túnica blanca, larga barba negra (evidentemente teñida ya que pasaba fácil los sesenta) y un papel en la mano que de manera casi administrativa procedió a leer, por suerte en castellano:

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“Señor, usted murió ayer, por razones de congestionamiento administrativo no se pudo realizar el acta ese día, ante esto le pedimos disculpas. Hoy, luego del respectivo análisis de su vida hemos llegado a la decisión de que se quede hasta la próxima audiencia de análisis en el patíbulo o sitio transicional de almas divididas en porcentajes de maldad y bondad casi exactos según cánones divinos, al cual será conducido por nuestra secretaria en este momento. Sin otro motivo o particular, y hasta la próxima audiencia de análisis de vida, finaliza nuestra comunicación”

Apenas dijo eso se esfumó, ¡desapareció!, como un truco de magia. La secretaria era la mina linda, me llevó hasta una puerta verde y en ese idioma raro que te conté, parloteó algo y también se esfumó no dándome tiempo ni siquiera para mirarle el culo. Donde entré era una simple habitación como de hotel: una cama, mesita de luz, mesa grande, par de sillas, alfombra beige en el piso, teléfono en la pared, una tele mediana sobre una mesa para teles medianas y una puerta que era el baño. No había ventanas ni ningún tipo de calefacción o refrigeración. Apenas entré la puerta se cerró sola y la tele se prendió sola. Aparecía en la pantalla un tipo de traje, delgado, con bigotes, en una típica 10


escenografía de noticiero de cable. Sin preludio alguno y mientras leía un papel dijo:

“ Esta es su habitación en el patíbulo, es la número un millón sesenta y dos. A partir de ahora este será su lugar hasta la próxima audiencia de análisis de vida. Hasta entonces habitará aquí, en los horarios de desayuno, almuerzo, merienda y cena un servicio de habitación le traerá las respectivas comidas y/o colaciones. Solo de seis a siete de la tarde podrá salir de la habitación y socializar con otros residentes del lugar. A esa hora la puerta se abrirá sola pudiendo usted salir si así lo desea. A la exacta hora deberá volver, si no lo hace voluntariamente una fuerza lo traerá por el aire hasta aquí y será sancionado con sanción a considerar oportunamente. El teléfono de la habitación sirve solo para un pedido absolutamente necesario por día, no más de eso. Mediante ese servicio usted puede pedir alimentos, bebidas, material de lectura, material audiovisual y artículos de limpieza. Nada más. Y lo que pida será analizado en cuando a lo necesario que sea, de no considerarse de esa manera no se le acercará lo solicitado a su habitación.

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Sus contactos sociales durante el tiempo permitido son de su responsabilidad, no hay prohibición alguna en ese sentido. Al producirse la próxima audiencia de análisis de vida usted será autorizado a asistir a la misma durante todo el tiempo que dure. De no darse un resultado que avale su salida del patíbulo volverá a esta habitación sin producirse cambio alguno en su ya usual rutina. Dicho esto y sin más que decir termina esta comunicación sin antes decirle que a continuación verá unos cuantos videos de sucesos que por obvias razones no ha visto y luego podrá disponer de ochenta canales con programación típica de sus años de vida. Recuerde; usted está en el patíbulo, por ende; reflexiones. Hasta pronto”

Luego, aparecieron en la tele dos videos; el primero era de mi velorio. Toda la filmación era desde arriba. Se veía mi féretro, mi cadáver con el único traje que tenía y la típica postura de manos cruzadas

sobre el pecho. Algunos lloraban, otros ni siquiera

hablaban. Los más saludaban a mis familiares más cercanos, tomaban café y se iban. Era como un video de cámara de seguridad de algún lugar no muy dinámico. Muy aburrido y, para colmo, en blanco y negro. 12


El otro video era de mi entierro, tan o mas pedorro que el del velorio, encima filmado desde muy lejos. La gente tirando flores encima del jonca y este bajando hasta abajo (¿sino dónde?). Lo único que me llamó la atención fue no ver a mis hijos. Seguro que por ser tan pequeños les ahorraron la impresión, que se yo… En fin…desde ese primer momento hasta ahora, pasó un tiempito considerable. Hubo una sola audiencia que siguió con ese porcentaje tan reñido entre lo malo y lo bueno que hice en vida por lo tanto y, como verás, sigo acá. No está tan mal; comida no falta, si uno pide libros, música o un poco más de morfi o bebida te lo dan. En este ratito que uno sale puede conocer gente interesante, ¡ojo que también cada pelotudo que ni te cuento!. Vos recién llegás, es tu primer día, vas a ver que te acostumbrás bastante rápido, no hay que laburar ni preocuparse por casi nada, es como estar de vacaciones pero sin fecha de reinicio de actividades, ¿entendés?

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En estas vacaciones…

El año ha finalizado y los más respetados mandatos sociales de cada dia nos obligan a descansar. Es enero y/o febrero el tiempo en que podemos hacerlo (antes no sería tradición ni costumbre, excepto semana santa y vacaciones de invierno para los agraciados que las tienen). Por ende (“¿por dónde?”, preguntaría mi vecina con ascendientes lituanos) debemos poner en seria consideración nuestros ahorros del año (si es que no los de “toda la vida”) para veranear con la familia. Deberemos elegir el lugar, tarea complicada aunque en absoluto imposible si en la tele nos hablan maravillas de Carlos Paz, Mar del Plata, La Serena o Miramar. La tele jamás podría estafar nuestro GPS careta, tampoco nuestro vecino elitista que gana seis veces mas que nosotros.. Si vamos a cualquiera de las dos primeras opciones hasta tendremos el honor de ver alguna obra de talentos inconmensurables de la talla de Carmen Barbieri, Yayo, el flaco Pailos o la mas operada de las Xipolitakis. Obviamente nuestros 5 sentidos estallaran de fulgor al ver cualquiera de esas luminarias y los 150 o 200 morlacos por cabeza no serán más que una anécdota. Todo lo que ahorramos durante el año al no 14


acudir a espectáculos de artistas locales nos servirá para ver esas obras dignas de un Darío Fo, si es que no un mismísimo Tato Pavlovsky. Obviamente, si tenemos hijos, tendremos que satisfacer su incipiente instinto consumista y empezar a considerar un “bife veraniego” ante el recurrente y ya insoportable “comprame…” cuando en los últimos días de las vacaciones, al mirar nuestra billetera, nos percatemos de lo pelotudos que hemos sido al comprar infinidad de huevadas que no usaremos nunca más y posiblemente ni siquiera lleguen a nuestro hogar. Y si no tenemos hijos tendremos que viajar si o si con nuestros amigos que si o si tendrán que viajan con nosotros para no veranear en nuestra aburrida provincia (no tiene el mismo target una foto en Rodeo que en Necochea, gordo…te ponen infinidad mas de “me gusta” en un álbum de “Vacas en Pinamar Town” que un triste “Días en Iglesia”). Finalmente se producirá nuestra vuelta a casa…posiblemente silenciosa, seguramente deprimente, certeramente involuntaria. Nuestros hijos dormirán en la parte trasera del auto, alguno lo hará adelante imposibilitando meterle mano a la patrona. La música nos resultará triste, una princesita Karina sonará a 15


Teresa Parodi, un Derek López parecerá R.E.M, el mismísimo flaco Pailos nos sonará a uno de las últimas conferencias de Félix Luna. La avenida Circunvalación será la puerta a la rutina, volveremos a verle la cara a la vecina (que aún siendo madrugada tal vez pregunte “¿por dónde?”)Dejaremos para el otro dia ordenar todo lo que llevamos y la mierda que trajimos, nos costará un poco dormirnos y comenzaremos a desear nuestras próximas vacaciones, tanto como la nueva obra de la tetona griega.

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Fotos

Realmente no quería ese muchacho estar justo ahí, justo en ese lugar de mierda del que se había imaginado lo peor pero, aún así, al verlo en “vivo y directo” no llegaba ni a la quinta parte del máximo horror que había temido. Los gritos de su novia se escuchaban cerca, eran gritos de dolor, de humillación, alguien que no alcanzaba a ver con sus ojos cerrados por golpes le decía “¿La escuchás?, es tu hembrita, se la están cogiendo tres”, el muchacho estaba atado, de tantos voltios que habían pasado por su cuerpo sentía un temblor que ya creía que era propio de su humanidad. De repente su novia calló y él también, la secuencia los encontró recibiendo un insoportable viento, aire en las caras y luego un empujón al vacío, las voces de miles de compatriotas gritando los goles de Kempes, la patria vestida de fiesta, la mierda humana clamando “algo habrán hecho”, sus fotos ampliadas surcando la plaza.

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Carne y Sangre 1

De adolescente me gustaba correr riesgos muy absurdos, creo que esa era la constante de muchos de los jóvenes que conocía y que conozco. La diferencia era que mis riesgos eran, creo, mucho más estupidos que la media. ¿Cómo podría explicarlo?...un tanto mas bizarros que la mayoría, basados en cuestiones un poco delirantes. Se me vienen a la cabeza dos hechos distantes entre si pero a la larga relacionados; el uno ocurrió a mis quince, el otro a mis diecisiete. Obviamente empezare por el primero… Resulta que en segundo año del Nacional no me lleve ninguna materia a marzo así que estuve todo el fukin verano al re pedo. En febrero ya no me aguantaba a mi mismo así que la imaginación llegaba a niveles extremos en cuanta invención de situaciones a disfrutar o, al menos, vivir. De esa manera llegue a proponerle a un amigo que inventáramos un rumor, un chamuyo social, masivo, que afectara al menos unos minutos de toda la comunidad, que saliera en la radio, la tele, los diarios y hasta… ¡que se yo!, los diarios personales de las chicas amantes

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de Sara Key (o como mierda se escribiera). Pensamos en algo político, ambos íbamos a reuniones del PC, algo creímos entender pero nos preguntamos “¿Que diría Ernesto de nosotros?”, y la obvia autorespuesta fue “¿Solo hagan eso si es en pro de la revolución”?, obvio que no lo era, a menos que hinchar los huevos se enmarcara eso. Desistimos del área política. Pensamos en inventar la muerte de alguien famoso pero ¿quién puta era famoso en este pueblo del orto?, decidimos no gastar pólvora en chimango. También se nos ocurrió poner en duda la sexualidad de alguien pero en cierto modo ninguno de nosotros podíamos arrojar la primera piedra en ese momento. Casi al borde de la desilusión pensamos en lo que finalmente concretaríamos: INVENTAR NUESTRA PROPIA BRUTAL MUERTE. Ideamos dejar en casa de mi amigo una nota, con manchas de sangre y todo, que decía lo siguiente:

“Señores Padres: Somos de la secta “Dios no es destino, es carne y sangre” y de manera casual elegimos anualmente a

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dos muchachos jóvenes para entregarlos en sacrificio a Dios. Su hijo y su amigo fueron elegidos este año, tengan en cuenta que esto es por y para Dios, que todo lo sabe y todo nos da. Obviamente sus hijos no aceptaron con naturalidad esto y, tal vez, sufrieron más de la cuenta al enterrarles nuestros cuchillos en sus vientres y darles el tiro calibre 38 final en sus impiadosas y jóvenes cabezas. Debido a que esta impura sociedad no acepta nuestra doctrina nos mantenemos en la más absoluta clandestinidad. De hecho esta nota la escribimos con guantes de látex para no dejar rastro alguno. La sangre que observan en todo el papel es de ambos muchachos, como prueba de que es cierto lo que decimos. Comprenderán que para no ser atrapados los cuerpos fueron ya incinerados y no hay forma de hallarlos. Sepan disculpar, va por Dios”

Con una papa hicimos hasta un supuesto sello de la secta y la sangre era realmente nuestra. Nos pinchamos los dedos y chorreamos todo el papel. Nos mandamos mudar por ahí a tomar cerveza, jugar a los videos, visitamos nuestras amigovias, continuamos bebiendo, arrojamos piedras y basura al lago del parque, rompimos una 20


farola de la plaza Peñaloza con un palo, corrimos y corrimos, hicimos un par de “ring-rajes” pero al tercero nos consideramos ya adultos para seguir con eso. Luego fuimos a la plaza del barrio Libertadores y nos dormimos en el césped, nos

despertó el placero y fuimos a desayunar a un drug store que olía de lunes a lunes, las 24 horas, a mierda. Tomamos un café con semitas y mientras, escuchamos por la radio la noticia:

“Los padres del joven denunciaron a la supuesta secta de asesinarlo brutalmente a el y su amigo, la policía investiga y hace rastrillajes en este momento en toda la provincia. Sobre todo en iglesias y supuestos lugares relacionados con sectas o grupos de religiones……!

Recuerdo que nos alegramos mucho al comprobar que efectivamente nuestro chamuyo era social, ¡era una fukin noticia en los medios! En esos primeros minutos ni siquiera nos preocupamos por nuestros padres, no imaginamos su preocupación, su miedo, su tristeza ni su ira. Solo nos concentramos en que 21


habíamos logrado nuestro objetivo. Decidimos robarnos de la heladera un par de latas de cerveza, casi nos vio el gordo que atendía pero lo conseguimos. Fuimos bebiendo por la calle y al pasar por una casa de electrodomésticos vimos en un televisor a nuestros viejos llorando ante las cámaras, mi madre gritaba en el pecho de mi viejo y decía “Hijos de puta, hijos de puta”, los padres de mi amigo explicaban como podían lo sucedido. De repente aparecieron nuestras fotos en la pantalla, no me gusto para nada que pusieran la de mi comunión, ¡peinado al costado, con camisa y corbata, rosario y biblia en mano! Mi amigo salía en una notable pose incomoda al lado de su anciana y repulsiva abuela (bigotes y pelo violeta mal teñido, incluidos). Solo esa vergüenza, esa humillación, ese devastador “quemo” nos hizo regresar a casa y contar toda la verdad de nuestro chiste. Mis padres, al verme, me abrazaron pero al escuchar mi explicación tuve que correr velozmente y encerrarme en

mi habitación por casi dos días para evitar la paliza, casi no zafo ya que muy cerca estuvieron de romper a patadas la puerta. Quien no zafo fue mi amigo, quien me contaron al tiempo que

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fue golpeado sin cesar por sus papitos y, para colmo, le prohibieron juntarse para siempre conmigo. De la misma rápida manera que la noticia había llegado a los medios, llego también la verdad de la milonga y durante un año mas o menos algunos transeúntes me reconocían y decían casi en mi nariz “Miserable”, “Mentiroso”, pero ahora que recuerdo bien, creo que la inmensa mayoría gritaba “Pelotudo”.

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El otro hecho fue casi terminando el quinto año del Nacional (¿qué otro lugar podía albergar calaña como nosotros?) y juro que lo recuerdo todo, absolutamente todo, cada detalle de lo que paso. El inicio fue casual, insólitamente diría. Acababa de comprar un faso en el barrio ferroviario y, como siempre, me lo iba fumando por la parte de atrás del cementerio. Me gustaba ese camino, era muy oscuro, me salvaguardaba de la cana, a su vez me ponía en sumo peligro y tenía un tinte extraño, hasta macabro. Olía siempre a podrido y a flores, como en todo cementerio municipal. Una parte de la tapia era muy baja y justo al pasar por ella una 23


pareja de pibes aun más jóvenes que yo se estaban trepando para meterse. Obviamente imagine que se disponían a tener un buen polvo, como hacían cientos de parejas sin plata o ganas de ir a un telo, pero al pasar por detrás de ellos me llamaron: -¡Eh!, ¿nos ayudas?-dijo el pibe. -¿A que?

-Tenemos que sacar un cajón, te damos diez pesos si querés, ¿te parece?

Obviamente acepte la propuesta mas por lo raro que por la guita así que apague el faso, trepe la tapia y me reuní con la parejita. La minita no hablaba, era tipo dark, muy ojerosa, algo encorvada, muy flaca, pelo muy lacio, no valía un mango. El pibe se le parecía pero aparentaba ser más vivaracho.

-La cosa es así…nos ayudas a sacar una tapa, el cajón que esta adentro y listo. Te pagamos y te vas, ¿si?-dijo el pibe, único locutor de la pareja

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-Dale, vamos…-dije seguro.

Caminamos un trayecto muy corto, parecían conocer muy bien el lugar y lo que buscaban, apuntaban cual exploradores con sus linternas. Al llegar a destino ambos se arrodillaron, pusieron las linternas en el suelo y murmuraron con perfecta simultaneidad algo así como un rezo u oración. En un momento se tomaron de la mano y se dieron un abrazo. El chabón dijo “Te quiero hermana”, ella siguió igual de silenciosa e inexpresiva. Se levantaron y uno a cada lado, con martillos sacados de sus mochilas se miraron y dijeron “1,2 y 3”, martillando las puntas varias veces con igual procedimiento. A las cinco o seis veces la tapa cedió y ahí el pibe me llamo con un gesto para ayudarles con el mármol. Lo bajamos con cuidado y con otro gesto me pidió ayuda, esta vez con el cajón. Lo fuimos sacando de a poco, era pesado, olía muy mal, parecía nuevo. En un momento casi se nos cae, pero logramos ponerlo en el piso. El chico me dijo:

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-Ahora ayúdanos a hacer palanca con esto, la abrimos, te pagamos y te vas…-me paso una especie de ganzúa bastante grande, hizo de nuevo el conteo y a la tercera vez la tapa se aflojo. Salio un olor repugnante que me produjo una o dos arcadas. Me levante rápidamente y tape mi nariz con ambas manos. El pibe se levanto, saco del bolsillo la plata y dijo “Gracias, chau” y volvió a sentarse junto al jonca. No se por que, seguro que por morbo pero me quede como atornillado esperando ver lo que hacían los hermanos. De repente salí de mi autohipnotismo cuando la chica abrió la boca y dijo con aguda voz y ojos psicópatas “Andàte” .Casi en el acto me retire pero antes de saltar la tapia mi morbo me hizo quedarme, esconderme tras un árbol a unos diez o quince metros de la pareja. La luz era poca pero gracias a las linternas que llevaban se podían apreciar sus movimientos casi con detalle. No creo haber quedado tan estupefacto nunca mas en lo que va de mi vida como en esa ocasión. Los locos de mierda abrieron la tapa, se agacharon rápidamente hacia dentro del cajón y comenzaron a arrancar como animales pedazos de carne del muerto, primero de la cara, luego, sacando las prendas y guardándolas en sus mochilas, de todo el cuerpo. Comían al finado como los leones o

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tigres morfan las cebras u otro bicho en esos documentales de la tele. De repente la minita se levanto, lo mismo hizo el hermano, se tomaron las manos y la flaca, mirando hacia dentro el féretro dijo: “Porque te amamos, te llevaremos desde ahora siempre en nuestro interior, papá”. Luego de la frase, no pude mas y salte la tapia, inmediatamente vomite y corrí rumbo a la avenida, a las luces de la ciudad, ahí vomite de vuelta y camine con cierto temblor en las piernas hacia mi casa. Hasta imaginé las posibles pestes que podían llegar a tener en sus organismos los hermanos al hacer lo que hicieron. Soñé varias veces, hasta no hace mucho, con los hermanos, su necrofagia, sus posibles pestes…

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Es de no creer o como dicen las viejas entre chotas, chupavelas y escépticas “creer o reventar” pero mas o menos dos años luego de lo del cementerio, apareció en todos los medios una noticia que hablaba de dos hermanos adolescentes que en medio de un ritual de una secta llamada “Dios no es destino, es carne y sangre” dos hermanos

se

habían

suicidado

y

previamente

devorado

mutuamente partes de sus cuerpos como parte de un sacrificio. En las notas del diario Sara Key (o como mierda se escriba) de la joven se podía leer que un tiempo atrás ambos hermanos habían profanado la tumba de su padre, también devorándolo. La coincidencia me sorprendió mucho y, reconozco, que me molesto mucho leer en la noticia que la minita comentaba que al profanar la tumba del viejo habían sido ayudados por un “Pelotudo”.

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Cantata del gigoló desagradecido

No sé como empezó todo esto pero si se como lo termine. Fue un jueves, tipo seis o siete de la mañana, ella se iba a su empresa, yo me quedaría durmiendo hasta el mediodía pero ya no quise mas, de verdad…ya no lo soporte. No podía tolerar ni un minuto mas sus varices, sus rollos transpirados por nuestro sexo deseado solo unidireccionalmente, su aliento a cigarrillo o, mas bien, a enfisema pulmonar cada puta mañana luego de besarme todo el cuerpo, su maquillaje, sus puteadas si no encargaba a tiempo el catalogo Tiffanis a Nueva York o si no pedía el desayuno Greko´s con dos días de anticipación. Creo que llegué hasta a odiar sus regalos; el Audi, los dos Rolex, los trajes, las entradas VIP para Pink Floyd, U2 y la final del mundial o, incluso, los tres mil euros por cada acto sexual (una noche llegué a cuatro y sus correspondientes doce lucas). Simplemente no lo soporte mas y la asesiné despiadadamente, puse veneno en su vaso de Gin Tonic mañanero que siempre le servía y murió en el baño mientras meaba, pude escuchar un quejido y el ruido seco de su cabeza en el piso. Le di unos cincuenta mil dólares al médico que la examinó, el certificado dijo infarto masivo, como no tenía familia 29


no hubo bardo así que continué mi vida de único heredero como si nada. A veces me aterroriza su fantasma por debajo de las sabanas de seda pero estoy avanzando en terapia con ese tema. Ya tengo casi cuarenta años, soy argentino nativo novio de una belleza que no llega a los veinte años, también argentina y que siguiendo la costumbre de este palacio siempre, por las mañanas, me sirve un Gin Tonic.

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27 años, 27 oraciones, 27 puntos

Ese muchacho recién soplaba las velas. Velas que estaban sobre una torta de cumpleaños. Cumpleaños número 27. Había leído que muchos de sus ídolos habían muerto a esa edad. También que muchos de ellos eran verdaderos genios. Él se consideraba un artista. Más precisamente de la música. Música, si se quiere, experimental-no comercial. En la línea de bandas como Gong, Soft Machine o Henry Cow. Si bien no quería ser como estos exponentes, seguía sus métodos de composición y hasta de presentación en vivo. Luego de soplar las 27 velas sintió una extraña sensación. Un presentimiento. No tuvo que dejar de hacer el amor en el momento pero su pensamiento viró hacia otro lado. El lado de la superstición. Del pensamiento mágico. Y consideró que si moría a los 27 años quedaría en la historia como algunos de sus ídolos, como un genio del “Club de los 27”. No quiso esperar todo el año para comprobarlo. No quiso esperar todo el año para matarse. Raudamente se dirigió a su habitación. Sacó de su gaveta su revólver. Solo tenía una bala. Se disparó a la altura de la sien. Falló. No se mató. No era un ídolo. Menos aún un genio: era un estúpido. Y aparentemente tenía Parkinson. 31


San Luis, Argentina

En el momento menos pensado llegó ella a su mente. Lo devastó en el buen sentido. En el perfecto sentido de la palabra devastación. Pensó en ella toda esa noche de junio. Hacía frío, terrible frío, terrible viento “chorrillero”. Él no tenía muchos abrigos, solo una campera de cuero (negra, obvio) y algunos pares de medias con agujeros (entre todos los pares

se tapaban

solidariamente los agujeros). No pensó demasiado y fue corriendo por las calles con veredas angostísimas de esa ciudad que lo tenía como estudiante universitario. No sabía muy bien su dirección pero llegó a la puerta, dudó antes de golpear (eran más de las tres de la mañana de un día de semana). Lo hizo. Al rato se prendió la luz y ella se asomó somnolienta por la ventana. Abrió, no mediaron muchas palabras. Se besaron largamente (como buen primer beso postergadísimo). Fueron, de manera errante, buscando un sillón, una cama. La encontraron, estaba destendida, estaba tibia porque ella hacia escasos minutos la había dejado así. El resto fue deseo consumado, placer casi instantáneo, él 18 años, ella 19. Ninguno habló demasiado antes de la despedida. La ciudad era chica pero la juventud no. Solo se vieron “de pasada”. Ella se 32


casó, él también. Ella tuvo hijos, él también. Dudosamente recordarán sus nombres. Si el lugar, si la noche, si la cama tibia, si la ciudad, si la juventud.

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Esos diálogos con la vieja La “vieja”, la mamá, la madre siempre está. Inclusive cuando ya no está. No es que a este psicólogo-escritor-músico (nada mas por el momento) le haya dado un súbito ataque de Edipo pero si me pongo a pensar (aún con este brutal calor que nos invade) podría mencionar los diálogos con mi vieja como “fundadores”, “fundacionales” o, si se me permite, “basamentos” de ideologías, contra-ideologías, identificaciones y contra-identificaciones que uno ha ido teniendo desde pibe hasta hoy. No es que uno tire por la borda lo que vivencia con el padre, “viejo” o papá pero hoy me referiré a la “mami” (mañana, tal vez, piense en el “tátele”). De niño recuerdo haber realizado las clásicas preguntas “incomodas” (o al menos yo las consideraba incomodas y ahora clásicas)

sobre

como

venimos

al

mundo,

como

naci

(específicamente yo, el origen del resto de la humanidad tal vez no me generaba curiosidad y/o morbo) o acerca de los extraños ruidos provenientes de la habitación de mis viejos a la siesta cuando creían que yo no entraría a buscar alguna huevada necesaria para interrumpirlos. Tengo la imagen de que las respuestas de la vieja se daban casualmente mientras estaba pasando el trapo de piso, haciendo la comida, planchándome el 34


guardapolvo, contando la moneda que le dejaban los catálogos de cosméticos o escribiendo, así como yo ahora pero con una Silverette a la que siempre se le trababa alguna letra (generalmente una ineludible) o mientras repasaba su parte para alguna obra de teatro. Las respuestas eran, digámosle, “correctas” pero imagino que suponían un esfuerzo doble. Seguir haciendo lo que estaba haciendo y, a su vez, responderle de la mejor manera al niño inoportuno. Luego de adolescente, típicamente reservado, ella se dirigía más a mí que yo a ella. No debe haber sido muy agradable el “charlar” con un ensimismado joven de mechas largas, con Divididos y Los Redondos al palo y una infernal cara de culo que sin mediar palabra alguna la invitaba a retirarse de la habitación. Así y todo de esa época recuerdo haber dialogado mucho con mi madre (en mis “buenos días”) sobre música y literatura, esos fueron nuestros puntos en común. Tal vez el haberme despertado en mi infancia con los Beatles, Peter Frampton, Serrat, Silvio Rodríguez o Aretha Franklin preparó ese terreno pese a mis infantiles puteadas mañaneras. Evaluar Abbey Road, Let it Be o el impresionante “Álbum Blanco”, rivalizar acerca de “que libro era más interesante” 35


(incluso desde mi por entonces enorme ignorancia) matizo el vinculo y le dio de manera definitiva la “impronta” como para hablar con mi vieja…de algo, en esas épocas en las que uno se sume en una silenciosa pelotudes. Luego vinieron diálogos de corte político en donde la militancia zurdona de uno motivaba en la vieja un temor que ella no había tenido en los setenta , e irremediablemente eso era lo principal para contradecirla y hacer lo que quería (evidentemente asumo la culpa de no haber considerado mucho su frecuencia cardiaca en esos días, menos aun su naciente hipertensión). Finalmente vinieron nuestras charlas de adultos en las que uno quiso imponerse como tal pero en el medio de las mismas apareció un edipico “haceme un flan” o “plánchame la camisa” y uno, así, ha seguido siendo hijo y ella madre, hasta hoy. Uno siempre recurre a la vieja hasta para “ponerse al dia” con las noticias, incluso sabiendo que en ciertas cosas jamás coincidiremos. Uno precisa ese dialogo otrora fundacional y vertiginoso, hoy cálido y rayano en los “bueyes perdidos”, sino luego la vieja ya no está, ya se fue….seguramente a la habitación con el viejo de donde vienen esos ruidos que aun no me sabe explicar.

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Negativa, Inevitable, Cotidiana

Ella tenía la particularidad de hacerle sentir a los transeúntes el desgarro de 16 o 17 ocasos, a nadie le interesaba realmente sobre sus desgracias, solo importaban sus impresionantes piernas y trasero aunque como no era prostituta solo la mirada lasciva era su compañera negativa-inevitable-cotidiana. Yo la miré en más de catorce oportunidades, me hubiese encantado tocar sus piernas, besarlas y lamerlas, a mi hermano menor también pero como la timidez siempre nos jugó una mala pasada un día decidimos matarla. Ella vivía en esa esquina así que su ubicación sería sencilla, sus padres no estaban nunca y su hermano vivía en la entrada de la facultad de derecho. Era sábado y nos dirigimos ahí con nuestro auto prestado por papá, vigilamos su posible salida y cuando esperaba el taxi para ir a la matinée la interceptamos pegándole con un palo en el medio de su angelical cabeza-cabellera-fontanela ya cerrada mucho tiempo atrás. La subimos al baúl del auto y conducimos rumbo a la iglesia protestante en construcción. Al llegar notamos que ella aún dormía del manso golpe propinado, la bajamos y antes de que despertara decidimos cumplir con nuestro deseo, por 37


ello, yo tome una pierna, la derecha, y mi hermano la izquierda, tocamos, besamos y lamimos con éxtasis, sin preocuparnos por la comodidad ya que al cortarlas cada uno fue a un sitio diferente a realizar el acto. Lo que realmente nos impresionó fue su despertar y su desesperación al comprobar que no tenía sus miembros inferiores donde debían estar sino en nuestros miembros superiores, agarrándolos y besándolos. Sus gritos impidieron que nos siguiéramos divirtiendo, le tapamos la boca con varias vueltas de cinta adhesiva y prendimos una fogata. Una vez encendida tiramos las piernas al fuego, sentimos que ella lloraba al ver sus piernas perderse en el humo. Habíamos llevado alcohol para desinfectarle las heridas por no sé que acto altruista, vaciamos un litro en un balde y se lo arrojamos en sus nuevos muñones, queríamos que siguiera viva un rato más pero también queríamos abrirle su estómago. Lo hicimos y creo que se desmayó ya que no volvimos a oírla, sus órganos eran entre rosados y bordó. La policía llegó y nuestra diversión concluyó con una noche detenidos, nuestro papájuezresponsabledelordenimperante nos quitó toda posible amenaza de antecedente y retornamos a casa, a nuestros estudios, a nuestras normales vidas, sin tener que

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preocuparnos mĂĄs por el ĂŠxtasis sexual que nos provocaba esa maldita estatua de la esquina.

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Como si lo comentara Macaya Se trata de un jugador de 33 años, con experiencia comprobada pero que en esta oportunidad como buen zaguero (por izquierda) se juega esa carta que ha deseado mucho tiempo, inclusive se lo ve ciertamente enamorado de la causa. Hay algo en sus ojos, durante las recientes conferencias de prensa, que nos indica que “Tate” quiere permanecer en esos brazos, en esa piel y fundirse ahí hasta que le digan “adiós” o, más negativamente; “estás despedido”. Jugó otros partidos pero este es “el partido”, quiere ganarla, ¿entiende?, pero no como trofeo, sino por amor. ¿Amor?, ¿Tate?, si, no se sorprenda ante esto, casi me animaría a decir que es la vez que más ha amado pese al corto tiempo que lleva en esta institución. Veamos como rinde… Apenas iniciado el encuentro el zaguero muestra muy buen nivel, casi extasiado se dirige al área pero cuando está a punto de definir, ¿cómo le explico?, se… ¡autolesiona!, ¡si!, créame que se autolesiona, como aquella vez en que Palermo se corto los ligamentos solito, solito, que bárbaro…No es ni remotamente parecido a lo del Titán pero impide la definición que el mismo Tate tanto ha deseado. Lo bueno es que reacciona y se manda para adelante sin más dudas que…una sola duda si me lo 40


permite, pero de esas que en estas situaciones son vitales. Así que el jugador vuelve pero…tal vez no me lo crean…vuelve al ataque pero también ¡a autolesionarse!, esta vez parece ser la factura por una lesión antigua, tipo crónica, no le entra mucho aire (esos vicios que tienen algunos profesionales, incluso, siendo, justamente pro-fe-sio-na-les). Por lo tanto el zaguero vuelve a desperdiciar una ocasión de consumar su deseo. Esto es realmente increíble…muy pocas veces visto, y encima, ¡se ríe! Y con esto seguramente genera total confusión y hasta enojo del otro lado, ese lado que tanto ama, ¿acaso estamos frente a un autentico espécimen de imbécil consumado en su imbecilidad?, no lo sé pero… ¡atentos! Tate parece recuperarse y su estrategia se vuelve más

suave,

más

delicada,

será

un

golazo

y…es

¡!!Goooooooooooooooooool! bellísimo gol dice Tate luego del partido, incluso afirma que le hubiese encantado hacer dos o tres mas pero que el tiempo no se lo permitió (desde aquí agregaríamos el contexto también). Tate está feliz, si, un muchacho usualmente no muy feliz que digamos, tiene en su rostro y en su alma la felicidad pintada, antes y después de este encuentro.

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Eureca I Los recitales de Eureca (con “c” y no con “k” por insólitas pero reales amenazas de una fábrica de acrílicos y témperas) no eran algo verdaderamente común. Los disfraces en escena, las letras por momentos escatológicas, luego de protesta, mas tarde humorísticas, las pseudo teatralizaciones en escena, esa insolita mística que rodeaba a la banda por algunos de sus integrantes que habían enloquecido (literalmente) otros que estaban en proceso de hacerlo y otros tantos a los que nunca más se les había visto el rostro. Discos grabados de modo independiente, hechos a mano y regalados a quien los quisiera. Recitales en casas, campo, calle, escuelas en cuatro provincias, pseudónimos de sus integrantes, por lo general enmascarados o irreconocibles por los bizarros disfraces. Todo eso había hecho a Eureca un extraño y poco conocido mito o, si se me permite, culto. Por ciertas averiguaciones que realicé al tener amigos en común con uno de los “eurecos” (así se hacían llamar) supe que el vinculo entre los miembros de su última formación era ya inexistente y que las tensiones en la banda eran notorias incluso en escena, le pedí a mi jefe de redacción que me enviara a cubrir un recital 42


que hacían en un teatro de subsuelo bibliotecario en el centro de la ciudad con la posibilidad de cubrir la previa y el after del toque. Fui autorizado a regañadientes ya que no solo no sería un evento masivo sino que tampoco lo era la banda y, encima, tenían algunas canciones protestonas contra el gobierno, el cual mantenía-financiaba-pautaba y, ocasionalmente, humillaba al diario en el que trabajaba. Pero ahí fui. El recital era un 23 de febrero a las 22 horas. Por lo que pude averiguar los Eureca estarían ahí una hora antes para probar sonido así que, junto con mi amigo fotógrafo, estuvimos ahí a las nueve de la noche. Obviamente los integrantes de la banda no se hicieron presentes hasta casi una hora después. II En ese momento los Eureca eran tres; Liquid Len; líder desde el vamos del grupo aunque con ciertos problema de liderazgo, Harold Haroldhay; algo así como el “corazón” de la banda debido a su teatralidad y simpatía en escena (no así por su escases de oído musical) y un extraño nuevo miembro, un tipo muy alto (dos metros fácil), autodenominado Edipo Príncipe. Este muchacho, de unos 25 años aproximadamente se había incorporado hacía escasos meses, era tal vez el tercer o cuarto recital con el grupo y el 43


primero en mas de diez años de Eureca que no había aceptado la “rotación de instrumentos” que proponían los otros casi de canción en canción. Él solo tocaba el bajo, y lo hacía muy bien a diferencia de sus compañeros que hacían “de oído” desde las violas hasta los silbatos. Como ya parecía no importarle a nadie el acatamiento a norma alguna Edipo Príncipe hacía básicamente lo que quería. Durante mi corta entrevista este fue el único que no respondió ninguna pregunta, incluso haciendo ademanes de marcada molestia por mi sola presencia. Liquid y Harold si, aunque a los diez minutos pude apreciar notorias caras de culo en ambos. Luego de esto me pidieron cortésmente que me tomara el palo, y así lo hice. La sala estaba casi llena, no supe si había expectativas definidas, identificables, pero en cada recital de Eureca estaba siempre presente la posibilidad de que algo, llamémosle, extraño, ocurriera; un nuevo instrumento “casero” (por lo general elementos en desuso que sonaban algo), una nueva canción con letra bizarrísima, alguna insólita teatralización sin sentido, una lectura o discurso totalmente fuera de contexto (y de lógica), etc…Esas eran las “posibilidades” y, de hecho, en la primer media hora de toque todo eso apareció condensado para el ¿deleite? del público,

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siempre a cargo de Len o Haroldhay ya que Edipo permanecía inmóvil con la vista baja tocando el bajo (valga la bajeza de mi descripción). Aproximadamente a los cuarenta minutos de iniciado el recital algo realmente espeluznante ocurrió, algo que no solamente yo aún recuerdo como si fuese ese mismísimo día, dudo que alguno de los presentes lo haya olvidado…Estábamos ahí y vimos, tal vez, lo más impresionante y desagradable que veremos hasta nuestra muerte, aunque nunca se sabe…

III Al día siguiente del hecho me tocó redactar para el diario algunos testimonios de los presentes, algunos de ellos fueron:

“Estaba todo bien hasta que el flaco que tocaba el bajo lo estrelló contra el piso y empezó a romper todo, incluso a pegarles a los otros dos de la banda. Al principio creímos que era parte del show pero cuando la violencia del tipo fue en aumento quedamos atónitos” (Fernanda) “Yo me di cuenta que estaba todo mal cuando vi a Liquid y Harold irse corriendo…el bajista siguió rompiendo todo lo que 45


tenía a mano; instrumentos, pies de micrófonos, amplificadores, incluso descolgó el telón del escenario y tiró los pedazos de los instrumentos contra algunos spots de la iluminación” (Diego) “Cuando terminó de romper todo y masivamente nos estábamos yendo del teatro todos, el flaco nos pidió por favor que lo escucháramos, incluso llamó a los otros Eureca que estaban con nosotros para que subieran de nuevo al escenario. Decía que nos explicaría por qué había roto todo. Muy poco convencidos regresaron al escenario los otros dos y nosotros nos quedamos. En eso empezó a hablar” (Julieta) “Antes de hablar y dar su explicación el chabón llamó del otro costado del escenario a su madre. Casi instantáneamente apareció una mujer de unos setenta años, muy encorvada y con aspecto de enferma. Edipo la tomó de la mano luego de abrazarla y miró fijamente al público por unos cuantos segundos. Finalmente empezó su discurso” (Eduardo) Afortunadamente me encanta la piratería, los archivos “inéditos” de todo evento al que voy así que absolutamente todo lo que ocurrió esa noche lo grabé y gracias a eso hoy puedo transcribir textualmente lo que Edipo Príncipe dijo:

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“Gente…no sé si debería pedirles disculpas por los destrozos, creo

que no…es mi forma de expresarme contra este sistema infame, contra esta sociedad que me ha devastado, que me ha destruido…es el único mecanismo de expresión que conozco para poder hacerlo y espero que eso también lo entiendan ustedes (dirigiéndose a Len y Haroldhay, atónitos de pies a cabeza y viceversa) Yo soy un sobreviviente de tanta mierda…mi madre,

aquí presente también, la absoluta exclusión hemos padecido toda nuestra puta vida…por eso no me queda, no nos queda más que la destrucción como expresión, como modo de protesta, y me refiero a una destrucción absoluta, hoy, siempre, para siempre…” Dicho esto Edipo Príncipe sacó del bolsillo izquierdo un revolver, un 38 y ante la dulce mirada de su madre le disparó en la sien derecha. La mujer cayó desplomada al suelo del escenario. La gente empezó a correr aterrada hacia afuera del teatro, los otros Eureca también pero uno de ellos, Liquid Len, no pudo huir de la segunda bala disparada por Edipo, impactó en su nuca y también cayó muerto en el acto. Harold, siempre un tanto despistado, salió corriendo al costado del escenario que no tenía salida y desde allí se escucharon los dos tiros que acabaron con su vida. Solo dos o tres personas quedamos observando la masacre. Hoy me pregunto

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qué, exactamente, me motivó a poner en riesgo mi vida de ese modo y la posible respuesta es mi oficio de periodista, muy joven por entonces. Al verlo acercarse con su arma corrimos como el público hacia afuera pero mi amigo fotógrafo no sobrevivió a la huida; un tiro impactó de lleno en su cabeza. En el momento en que Edipo tomó mi brazo para liquidarme y disparó la bala no salió. Insultó, golpeó el tambor del arma y eso me permitió soltarme de su fría mano y escaparme. Desde afuera se pudo escuchar ese disparo que no me había matado; fue el que utilizó el bajista para suicidarse.

IV Pasaron 10 años de aquella trágica noche. Recuerdo que hasta medios extranjeros cubrieron la noticia y me entrevistaron sobre lo sucedido. El haber estado ahí no solo me marcó psíquicamente para todo el viaje sino que también nutrió enormemente mi carrera periodística y como escritor; publiqué a los dos años un libro sobre el hecho en sí entrevistando a algunos de los presentes, a familiares y amigos de la banda, médicos forenses, psicólogos, psiquiatras, abogados, etc.…Ese libro me catapultó no solo a nivel de “autor de un best seller” sino también como eterno invitado a 48


programas radiales y televisivos ante sucesos similares donde masacres colectivas fuesen la temática convocante. Tres años luego presenté el segundo libro; la historia de Eureca desde sus orígenes y compré a los familiares de Liquid Len y Harold Haroldhay todos los derechos de autor. Mediante un generoso contrato con una empresa discográfica logré la edición masiva de los cuatro discos que habían realizado de manera independiente y de ese modo la banda pasó a ser, de verdad, un “mito”, una “banda de culto”. Se los vio en la tapa de un número de Rolling Stone y hasta se realizó un documental

de tres

episodios, transmitidos con muy buen rating por la Televisión Pública, en ese laburo fui el guionista y uno de los productores. Hoy, me encuentro en el mismísimo teatro de la tragedia. Me apresto a realizar una modesta presentación de la reedición de aquel primer libro al que le debo mi fama llamado simplemente “Eureca”. Unos 50 invitados o, si se me permite, espectadores, presenciarán este acto: 21 periodistas, 12 músicos, 4 escritores, 6 amigos y 4 familiares de Liquid y Harold, mi madre, mi arma y yo.

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