La Revista - 01 Junio 2014

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DOMINGO 1 DE JUNIO DE 2014

LA REVISTA

Luces de esquina a esquina OTRAS DISQUISICIONES Víctor Hurtado Oviedo

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emprano aprende uno lo bueno de leer en los ómnibus: que la lectura siempre avanza. Entonces, ya de niño, uno convierte los viajes en una biblioteca móvil, en vez de blanquearse el cerebelo observando bobamente cómo los postes regresan de adonde estamos yendo, o en vez de consolar la propia dispepsia escuchando (en radio inicua) cómo brama de dolor algún bolero asaltado por la voz horrísona de Alejasno Fernández, cuyos grandes méritos son: 1) ser el único sordo que aprendió a cantar; 2) ser el único desorejado que merece orejas de burro. Potrillo-asno: desentonación transgénica. Reencarnación fallida: Pedro Infame. Mulo «romántico», jumento-sentimiento. La carrocería da la lata; y, sobre muelles más vencidos que la Selección de Fútbol, avanza el bus bailongo por estas calles de alegría. El ómnibus cursa su destino bajo el imperio de un chofer hirsuto: señor licenciado, aunque sea por la Dirección de Tránsito. Todo es luz, belleza y armonía; cantan los pájaros de las bocinas en las bandadas de los embotellamientos; de auto a auto, a viva voz, la calle se reforesta de árboles genealógicos, y la pista se cocina en un hollín de barro. El cubismo de las ventanas nos regala un paisaje cementéreo. Todo es primor, euritmia y paz, pero iríamos más seguros si, para conducir, el gran timonel no se hubiese quitado los zapatos. Esto sí se llama usar la multimedia. De pronto, con ansias de victoria, acelera ese padre descalzo, hijo incivil del Poverello de Asís. Pues nos ampara san Francisco, llegaremos de milagro. Mi libro salta cual coro en videoclip: solo falta «Luis Miguel»,

el chancho trinador, que traquetee otro bolero. Se hace un ovillo la ilación de la lectura. Ese bache nos ha vuelto al párrafo anterior, más no importa: la voluntad –como el asiento– es de hierro. No habrán de vencernos los sobresaltos lunares de la pista. El sedente José Lezama Lima decía que no debemos viajar mucho y que mucha gente ignora cuántas cosas se aprenden yendo del comedor a la cocina; habría que añadir que otras tantas sea prenden leyendo de esquina a esquina en un ómnibus, inquieto subibaja de dos puertas. La calle es el río urbano del saber. ¿Qué no se ha leído en un bus? ¿Cuál metafísica se ha resistido a meses de persistencia trashumante? ¿Qué novelón craso ha sido más largo que la suma de los viajes de quien carece de automóvil? Calle, maestra vía. Un día feliz compramos el Manual de retórica de Bice Mortara Garavelli, dama italiana que demuestra, con su nombre verdadero, la poca imaginación de los pseudónimos. Leer aquel libro con asombro era como ponerse, en el ómnibus, el cono del silencio. De ida y vuelta, día a día, noche a noche, robábamos sombras a las luces del techo para que doña Bice nos dotase de los trucos del buen decir; las tres virtudes del discurso (la adecuación al público, la pureza gramatical y la claridad de la expresión); las cuatro maneras de hacer figuras (por adición, substracción, substitución y translación); las figuras de la dicción y las figuras del pensamiento; las metáforas, los metaplasmos, las epanalepsis, las antífrasis, las sinécdoques, las anadiplosis y todas las figuras de los rétores antiguos. Doña Bice nos enseñaba tam-

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Los ómnibus pueden ser aulas de retórica.

bién la historia de la retórica, que comenzó con protoabogados griegos y reclamones que alegaban en juicios de pertenencia en Siracusa, hace –no más– dos mil quinientos años, porque un tirano había revuelto la propiedad de las haciendas y ahora venían los viejos dueños por ellas. ¿Quiénes

   Mi libro salta cual coro en videoclip: solo falta «Luis Miguel», el chancho trinador, que traquetee otro bolero.

demostrarían mejor los «legítimos derechos» sino los abogados? Ellos ya habían urdido mañas verbales que luego amanecerían en los casilleros de la retórica. Todo comenzó con juicios de propiedad y terminó en consejos de belleza: si hasta parece engaño tanta ironía. La maestra nos enseñó a leer, pero los viejos y cansados ómnibus –cruceros de los humildes– nos educaron en persistir. El que resiste gana. Lo que nos dieron los libros vino gratis, con los pasajes. Realmente, nadie sabe cuánto se aprende de esquina a esquina.

sedente José Lezama Lima decía que no debemos viajar mucho y que mucha gente ignora cuántas cosas se aprenden yendo del comedor a la cocina…

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