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El siglo XVIII: primeros contactos con Occidente Después de siglos en completo aislamiento, la isla fue redescubierta por marinos holandeses en 1722, el domingo de Pascua de Resurrección. A partir de ese momento, comienza a difundirse la imagen de una isla llena de misterios, en tanto el desolado paisaje parecía el peor escenario para el desarrollo de una sociedad compleja, con expresiones monumentales similares a las de una alta cultura de la América precolombina o del Viejo Mundo. En las bitácoras de los propios holandeses, quienes desembarcaron por algunas horas, se registra la existencia de enormes estatuas y, al mismo tiempo, la falta de árboles y de cuerdas necesarias para su construcción y traslado, lo que los lleva a pensar que estaban hechas de barro, con algunas incrustaciones de piedras. Cuarenta y ocho años después llegó el capitán español Felipe González y Aedo. En 1774, desembarcó el famoso capitán inglés James Cook, acompañado por los naturalistas alemanes Johann Reinhold y Georg Forster y por el pintor escocés William Hodges, quienes dejaron valiosos testimonios de la isla en esa época. En 1786, el almirante francés Jean-François de Galup, conde de La Pérouse, visitó la isla por 24 horas, dejando animales y semillas para la agricultura isleña, las que fueron consumidas rápidamente. Sin embargo, estos primeros contactos no afectaron mayormente a la isla ni la supervivencia de la población y su cultura. El siglo XIX estaría marcado por los impactos más negativos, que llevarían a la pérdida de buena parte de las tradiciones y formas ancestrales de organización, ritos y ceremonias de los rapanui. Veri a Motu, fotografía de K. Routledge, 1919.

RAPA NUI | El Ombligo del Mundo

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