2007

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EDITORIAL

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Con gratitud a Leonardo Lozada Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas, compañero del alma, tan temprano. Miguel Hernández

Con estos versos comienza la extraordinaria Elegía del poeta Miguel Hernández, quien como un sencillo hortelano quiere regar con sus lágrimas la tierra que ahora ocupa su compañero, muerto tan temprano; creo que son una expresión de lo que hemos vivido con la partida de nuestro amigo Leonardo Lozada Paz (19692007), un activo miembro de la Rama Secular SS.CC. A mí me sorprendió la noticia de su muerte en Santiago de Chile. Esa noche yo regresaba de Viña del Mar, donde había visitado a Juan Laura y su esposa Claudia Peña. Me invitaron para que los acompañara a la consulta médica de Claudia, que tiene cinco meses de embarazo (justamente ese día el doctor les iba a comunicar el sexo de su hijo). Así que entré con ellos a la sala de ecografía. Fue una experiencia hermosa poder mirar a ese pequeño de 21 semanas y 420 gramos de peso nadando en el océano de su madre, con las manitos cerca del rostro. Qué conmovedor ver a mis amigos contemplando con tanta dicha a su hijo (el doctor les mostró que su bebe era varón). Le agradecí a Dios por el regalo de la vida. Estaba todavía maravillado por lo vivido, cuando al abrir mi e-mail recibí como un golpe helado el fallecimiento de Nano. Fue inevitable imaginar que un día también el buen Nano estuvo en el vientre de su madre como el pequeño Pablo (así se llama el hijo de Juan y Claudia). Qué misterio nos desborda cuando venimos y cuando nos vamos de esta vida terrena, ¿quién es capaz de comprender el sentido de la vida? Recuerdo cuando Nano ingresó al postulantado de la Congregación el año 1996, con su trato amable y su sonrisa plena, tan atento, tan confiable y tan amigo. Unos años después se integró a la comunidad de Plaza Francia de la Rama Secular del Sector Perú, desde donde se caracterizó por ser un hombre comprometido con su fe, que supo confiar en Dios en las adversidades de la vida. Los que tuvieron la dicha de disfrutar del regalo de su auténtica amistad, saben bien que era alguien que se sentía fuertemente vinculado a nuestra familia religiosa, que buscaba vivir el carisma con su cercanía, espiritualidad y servicio. Fue querido por sus compañeros de trabajo en Lima, que lo vinieron a despedir como se despide a una persona buena. Desde estas páginas quiero agradecer de todo corazón a su familia de Arequipa, por habernos permitido tener a un hermano tan bueno. Que el Señor los consuele en sus penas, que el recuerdo de Nano los fortalezca. Nano estará siempre con nosotros; quizás juntos cantaremos como el poeta: «Volverás a mi huerto y a mi higuera… que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero».

P. Raúl Pariamachi ss.cc.

N U E S T R A

F A M I L I A


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