SoloHumo ::revista de fanfics yaoi:: nº1 julio 2010

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Parece que fue ayer cuando surgió la idea de hacer una revista de fanfics y, voilà, hoy es un hecho de más de 250 páginas. ¿Qué vas a encontrar aquí? Yaoi, mucho yaoi. A tus personajes favoritos —y a los que se añadirán a tu lista de favoritos a partir de ahora— en situaciones comunes con lemon de por medio, en universos alternos, siendo estudiantes, empresarios, padres e incluso juguetes, a las parejas que son y a las que deberían ser (invitamos con gusto a los autores originales a darse un paseíto por la acera de enfrente...) y, en definitiva, una buena ración de yaoi para pasar el calor veraniego de buen humor. Y como todo esto no se ha hecho solo, creemos que no hay mejor momento ni lugar para agradecer todo el apoyo recibido que el editorial del primer número. Allá vamos: Gracias. Nos gustaría dedicar especialmente este estreno a todas las autoras (sí, inexplicablemente todas son chicas) que con sus fics e ilustraciones han hecho esto posible, confiando en nosotras a ciegas ante un nuevo proyecto. A todas ellas: si os tuviéramos delante, os haríamos la ola.

Y como suele decirse al comienzo de los fics: ¡A leer!

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el foro” Nuestro foro se presenta como un punto de encuentro entre los lectores, un cara a cara entre vosotr@s y los autores de los fics e ilustraciones. Pásate por allí y déjanos tus comentarios, opiniones, ideas, ánimos… Entra en www. solohumo.com y únete a nosotros en esta comunidad fanfickera y altamente yaoista.


Tp Culpable, de Muscari....................................................................................... pág. 6 Ecuánime, de chibiichigo. .............................................................................. pág. 8 Entre buses, caídas y desgracias, de K-RO. ............................................... pág. 9 Heart to heart, de K-RO.................................................................................... pág. 11 Mi vecino, de Muscari...................................................................................... pág. 19 Mundo de juguete, de K-RO. ........................................................................... pág. 20 Ponte en mi lugar, de Khira........................................................................ pág. 29 Winner, de A_nonima....................................................................................... pág. 40 Quizás, de A_nonima........................................................................................ pág. 46 The sweetest fox, de Muscari. ...................................................................... pág. 56 The worst possible person, de chibiichigo. ........................................... pág. 57

+13 Ante todo, de Envidia..................................................................................... pág. 60 Como no debería haber sido, de RukiaU.................................................... pág. 66 Cuando el semáforo se pone verde, de Keiiah - traducción: Envidia.... pág. 70 De vidas y momentos, de Envidia................................................................ pág. 90 El osito de Itachi, de RukiaU...................................................................... pág. 93 La resurrección del clan Uchiha, de Naruko......................................... pág. 95 Necesidad, de RukiaU...................................................................................... pág. 100 Ninjas, de Dark Phinx. .................................................................................. pág. 103 Pokerface, de chibiichigo........................................................................... pág. 105 Rotten, de chibiichigo.................................................................................. pág. 107 Un kilo de tomates, por favor, de Naruko................................................ pág. 111 Vuelta, vida, Naruto, de Envidia. ............................................................. pág. 114


+16 Control, de Envidia. ...................................................................................... pág. 126 Crash, de Envidia............................................................................................ pág. 132 Inevitable, de RukiaU.................................................................................. pág. 137 Infiel, de Naruko. .......................................................................................... pág. 138 Invincible, de GmT......................................................................................... pág. 146 Ónix negro o Escarlata, de Jannideath.................................................. pág. 154 Platos sucios, de Muscari............................................................................ pág. 160 Preguntas, de Eruka...................................................................................... pág. 165 Seme o uke, de Naruko. ................................................................................... pág. 169

+18 Acerca del fuego, de RukiaU........................................................................ pág. 175 Contundente, de A_nonima. ......................................................................... pág. 179 El segundo botón, de Naruko...................................................................... pág. 187 En la oscuridad, de Gossa.............................................................................. pág. 197 Kyuubi Boy, de Haku. .................................................................................... pág. 207 Lazos, de RukiaU............................................................................................. pág. 225 Paternidad, de A_nonima............................................................................ pág. 229 Pennis, pennis, pennis, de Naruko. ......................................................... pág. 244 Tentación, de RukiaU.................................................................................... pág. 256



Culpable Autora: Muscari

Un leve crujido entre sus dedos hizo que éstos se paralizaran de golpe, igual que el resto de su cuerpo. Tras unos segundos, los separó lo menos que pudo y lo más lentamente posible, mientras la creciente voz en su interior suplicaba por que tal sonido no significara lo que, en un primer momento, hacía parecer. Arrugó su entrecejo, temeroso, frunció la comisura de su boca conforme apretaba aquel objeto, provocando que la carne en contacto directo con el mismo se volviera completamente blanca. Tragó saliva. Sus pupilas, contraídas, se desviaron de manera fugaz hacia la puerta de la amplia sala de estar en la que se encontraba. Una sala que cumplía, en primera instancia, una función expositiva en aquella descomunal residencia. En última recibidor de visitas, la suya en particular. Era por ello que él no había podido apreciar su interior sino a través de la cristalera acondicionada para tal fin, desde el amplio patio interno de la vivienda —uno de tantos en la misma— al que daba, otra maravilla que repartía luz a todas las estancias de aquella ala por medio de un techado metacrilado. Jamás, en los varios años que llevaba visitando el lugar, había obtenido el permiso para entrar en él y evaluar todo lo que contenía de cerca. Mas la curiosidad era mala compañera. Sí que lo era, cuando actuaba como su única compañera. Y aquella horrible figura de porcelana, sobre el estante del mueble de roble que se elevaba en el centro de la pared frontal, había sido su primer objetivo. Quería saber qué era. Su forma, a tal distancia, era poco definida y deseaba —no, necesitaba— conocer qué imagen imitaba. Cuando fue consciente del repentino e implacable interés que surgió para con ella, se ubicaba ya en frente del armario, y sus dedos, habiendo adquirido vida propia, la sostenían. No tenía idea de qué tipo de porcelana era, él no entendía de esas cosas, pero, para formar parte de aquel conglomerado de piezas de coleccionista y obras de arte, debía ser valiosa y, más importante, costosa. Un sudor frío comenzó entonces a descender por su sien, sintió cómo el oxígeno dejaba de fluir en su cerebro, uno quizás no lo suficientemente bueno como para merecerlo, y se mareaba tenuemente. Tuvo miedo. Miró con desespero a ambos lados, certificando que no hubiera nadie cerca, tratando, quizás, de hallar algo que le ayudara a arreglar aquel estropicio, resultado de su efímera y nefasta intromisión. No había nada, y la primera solución que se le ocurrió fue soltarla de nuevo en el mismo lugar del que la hubo tomado. Colocó la base y mayor parte del objeto en la repisa, y el quebrado sobre el reborde resquebrajado, tratando de encajar lo mejor posible uno con otro. Varios intentos después, quitó dedo a dedo manteniendo, al final y únicamente, la punta del índice en la esquina superior. Asomando su lengua por la comisura de su boca, reflejo de la concentración que dominaba su ser, dejó de ejercer presión progresivamente. Sonrió: lo estaba consiguiendo. La pieza permanecía ensamblada, rehaciendo a la perfección el original y dejando apenas visible la delgada línea que hacía patente su rotura. Estaba por suspirar aliviado, convencido y agradeciendo de librarse de la que, ineludiblemente, se habría ganado de ser descubierto, cuando no fue necesario un ruido que le hiciera percatarse de la aparición de alguien, en el exterior. Por el rabillo del ojo pudo apreciar, demasiado tarde, como una figura se situaba en el quicio de la puerta, y se cruzaba de brazos. Se sobresaltó; su dedo avanzó milímetros, luego los retrocedió. La pieza cayó, produciendo un opaco y seco sonido al chocar contra el tapiz que recubría el suelo. Sus pupilas siguieron su descenso en picado, y la observó sobre la tela, con la boca entreabierta y una ceja elevada. Miró al recién llegado, y después posó los ojos sobre su propia figura, sobre su brazo alzado y el dedo estirado. Lo escondió, bajó el brazo y lo llevó tras su espalda. Sonrió forzado: aquello era exactamente lo que parecía. —Este... —dudó, desviando sus ojos hacia otro lado— ya estaba suelto —afirmó. La mirada que se clavaba en su persona era severa. La veía pero, sobre todo, la sentía. Las orbes del otro hicieron el mismo recorrido que las suyas antes, posándose sobre la parte que yacía entre sus pies, en el suelo, para después subir lentamente y detenerse en sus ojos.

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Notas: Que tener tiempo (o sacarlo del resto de obligaciones) en verano es muy malo... casi tanto como el resultado xd. Aunque espero que les haya gustado, de alguna forma. Muscari

—Las cosas no se sueltan solas —la falta de entonación en tal acusación hizo que un escalofrío recorriera, de arriba abajo, la anatomía del blondo. —Eso es lo que yo pensé —estiró su espalda, tratando de quitarse peso de encima—, pero tal vez… no sea porcelana de la buena, teme. Habrán timado a tu madre, qué sé yo. El azabache le observó, quedo. Escasos cinco minutos de soledad habían sido suficientes para que Naruto pudiera mostrarse en toda su esencia, y que ésta se reflejara en el mobiliario de la casa. El mobiliario indicado. Sonrió satisfecho para sus adentros. Dejó caer los brazos, que estuvieran cruzados a la altura de su pecho aún, y caminó hacia el interior de la estancia, provocando que el rubio retrocediera mecánicamente, mostrando en su rostro cierto desespero. Se detuvo a medio metro del otro, que arrugaba su semblante a la espera de lo que viniera, sabiendo que no podría tratarse de algo que llevara a buen fin. Flexionó sus rodillas, cogió la pieza que yacía entre ambos cuerpos y se elevó, tomándose todo el tiempo del mundo en el proceso, aumentando la inquietud en su amigo y el regocijo en sí mismo. Volteó el trozo de porcelana en sus dedos, captando la mirada de un Naruto que balbuceaba y reía entrecortada y nerviosamente. Vio en su reacción un calco casi exacto de sí mismo. Una reacción provocada por la misma incontrolable curiosidad, despertada por la presencia de aquella nueva e indescriptible pieza que su madre, Mikoto, colocara allí pocos días antes. Su forma poco precisa, sus colores irreconciliables, chocante por completo con el resto de elementos de la elegante sala, no lograba sino llamar la atención de quien posara su vista en ella. Y él había caído también en su extraño poder de atracción. ¿El resultado? Había sido el mismo que el obtenido por el Uzumaki: una figura de fina, aunque no por ello más estética, porcelana rota. Algo que Mikoto buscara durante varios años para añadir a su interminable colección. De fabricación limitada y difícil obtención. La más anhelada para ella. Calma y bondad eran los rasgos más identificativos de su madre. Pero ésta olvidaría entendimiento alguno de saber que sus preciadas miniaturas de porcelana habían sido objeto de asedio. Desvió sus ojos a la figura que descansaba sobre el estante de madera, reflejándose en el espejo que se situaba tras ella y que le devolvía una imagen de la que él formaba parte, para después posarlos de nuevo en el fragmento que seguía en sus dedos. Ser diana de la furia materna no estaba entre sus planes. —Tienes idea, dobe, del disgusto que se llevará mi madre cuando sepa qué ha pasado con su... —aquello podía ser, perfectamente, cualquier cosa— camello. La expresión, cargada de pánico, que se dibujó en el rostro de Naruto al escuchar sus palabras, le confirmó que cualquier sospecha por parte del rubio acerca de la verdadera causa de la rotura del “camello”, y por consiguiente de su parte de culpa en la misma, había sido eliminada. Al final, dejar a Naruto solo en su casa sí tenía sus beneficios. Tal vez, pudiera aprovecharlos en alguna otra ocasión más.

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Ecuánime Autora: chibiichigo

Habría querido decir algo, demostrar su turbio sentir de alguna forma, pero no hizo nada. Se quedó ahí, mirando cómo la silueta del hombre a quien deseaba decirle “no te marches” se iba poco a poco desdibujando en el horizonte de arena, tan imparcial como si se tratara de un mero espectador de una vida ajena. Sabía que sería definitivo: un adiós y no un hasta luego, una despedida eterna. Entendía que esa lacerante sensación de tener las palabras prendidas a su garganta y no ser capaz de pedirle que esperara, que no se fuera… Que le concediera una última noche, un último beso… una última mirada. Sí, esa sensación de deliberada impotencia no escaparía de su cuerpo jamás, que le perseguiría por largo tiempo y le atravesaría como puñales cada vez que recordara esa penetrante mirada, esos negros cabellos que enmarcaban su varonil rostro, esa embriagadora fragancia atormentándole por cada beso no dado, por cada caricia a medias, por la ausencia de cordialidad no recriminada por parte de ninguno. Espera… Eso era lo que rogaba el pelirrojo en silencio, sabiendo que jamás serían escuchadas esas ruines plegarias dedicadas a un dios pecador. Lo deseaba con cada fibra de su ser, con cada resquicio de su humanidad escondida en una caótica existencia, pero sabía que no lo podía tener: una manzana prohibida que había yacido frente a sus ojos, inalcanzable para sus manos. Eso era lo que le gustaba más de él, por retorcido que le pareciera incluso a sí mismo. Era un sentimiento casi morboso, pero que le cosquilleaba suavemente en el vientre creando un rancio regocijo teñido de oropimente. Permaneció ahí, inmóvil incluso cuando su amante no se había vuelto más que un punto borroso en el apacible paisaje que contemplaba aguardando una oportunidad para poder decirle adiós desde lo nebuloso de su ser. Le deseaba una suerte silenciosa en su empresa, pese a que sabía que no la conseguiría mientras mermaba los sentimientos arremolinados en su interior, sintiéndose vulnerable muy a su disgusto. La razón le decía que no había motivos para sentirse mal: el Uchiha nunca le había mentido, jamás le había prometido que ese tiempo de paz entre guerras fuera a durar por siempre. Desde el principio sabía que sólo se trataba de una parada obligada para reunir los trozos de lo que alguna vez había sido, pero que ni por poco pintaba para ser el destino final; el azabache tenía otro propósito, otra meta… Algo que hacía latir su corazón pero que se encontraba quizás a cientos de kilómetros de él; pero aun a sabiendas de eso le había aceptado en su lecho y poco a poco en su ya marchito corazón. Quizás le había amado, pero de eso tampoco podía estar seguro. De todas formas, ¿qué importaba ya? Se había marchado y no volvería sus pasos atrás para recorrer de nueva cuenta esas inhóspitas dunas. Sería infantil e ingenuo pensar que algo así ocurriría; una esperanza sin fundamentos que no tardaría más en nacer que en morir… Él no volvería, eso le quedaba claro. Ya no habría más caricias por debajo de la mesa, ni más noches en vela por su causa. Se habían acabado las miradas cómplices al pasar por los pasillos y esa pasión mal dibujada entre dos seres que habían sido arrebatados de sus sentimientos. No más insulsos cariños cargados de hipocresía por ambas partes. Ya no más mentiras que dejaban un sabor dulzón en el paladar. De nuevo su existencia echaría en falta las alegrías y las tristezas, las sorpresas y los desasosiegos, el calor humano y la falacia de sentirse querido… Mientras se perdía de vista para siempre, no pudo evitar un vago suspiro de añoranza que murió antes de nacer de sus labios. No le había dicho adiós, no le había pedido que esperara… Su ecuanimidad le protegía de amarrarse a alguien. Le pedía seguir adelante.

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Entre buses, caídas y desgracias Autora:

K-RO

Naruto no era un pervertido. Bien, de acuerdo, conocía a muchos: como su abuelo, por ejemplo; o sus maestros —Kakashi-sensei y ese pervertido de closet de Ebisu— incluso Sarutobi-jiichan. También lo usaba para su propio beneficio, como cuando amenazaba a su abuelo con chivarse que no iban a las termales solamente a tomar un baño. Pero Naruto, en definitiva no era un pervertido. Cabeceó y casi se fue de frente si no fuera por el férreo agarre que tenía sobre el pasamanos del bus. Detestaba que las clases comenzaran tan temprano, era casi inhumano y una completa tortura pensar siquiera que alguien como él —totalmente incapaz de hacer procesos mentales antes de las nueve— podía llegar entero y consciente al instituto a las siete de la mañana. Otra estación y más gente entró al abarrotado transporte; Naruto fue golpeado, empujado y juraría que alguien le tiró del cabello antes que el camión siguiera su camino. Gruñó. Naruto era más pequeño que la media de su edad, hecho que estaba en su contra cuando era rodeado por un mar de gente igual de somnolienta y malhumorada que él. Sacudió la rubia cabeza para despejarse y clavó la mirada azul en la ventana; afuera llovía y el paisaje grisáceo no ayudaba nada a mantenerse despierto. Muy por el contrario, la monotonía de las gotas chocar contra la ventana lo adormecía todavía más. Bajó la mirada para enfocarla en sus zapatillas de deporte anaranjadas; removió con el pie izquierdo el pastoso barro que se formaba con el tráfico de gente subiendo y bajando. Un destello rosa atrapó su atención. Casi llegando a la puerta trasera, con su uniforme marinero impoluto, Sakura-chan se sujetaba con una mano mientras con la otra sostenía un pequeño libro que evidentemente la absorbía. Naruto negó, incrédulo a que su amiga pudiera estar tan concentrada a esa hora insana. Pero claro, Sakura era la chica más lista de su clase. Un movimiento poco natural terminó de despertarlo; un par de pasos más allá, un sujeto con evidente cara de pervertido —y, podían asegurarlo, Naruto bien sabía cuál era exactamente ese gesto ´ttebayo— se desplazaba lentamente hacia atrás del autobús, para detenerse escasamente detrás de la chica. Ahora bien, Naruto había probado de primera mano los ganchos de la muchacha de pelo rosa. Sakura, si quería, podía reducir a un hombre adulto a una masa informe de carne y sangre. Se estremeció, Tsunade-obaachan y sus malditas clases de defensa personal. Por otro lado, esta era la perfecta oportunidad para presentarse como un galante caballero en defensa de su dama. Naruto rió bajito para sí mismo imaginándose un idílico paisaje medieval. Afirmándose en su decisión, comenzó a abrirse paso a base de codazos y atropellos hacia el indecente sujeto que todavía seguía detrás de Sakura-chan. Fue entonces que todo se fue a pique. Con un paso en falso, resbaló en el barro que tan animadamente había revuelto, gritó —de una manera bastante indecente, tenía que agregar— y se apoyó en lo primero que estuvo a su alcance para no caer. Para su eterna vergüenza, se había sostenido del trasero de alguien. En esa fracción de segundo en que le tomó darse cuenta y soltarse —con otro chillido de esa misma forma poco digna—, tomó nota de varias cosas. En primera: Lo extraño que resultaba haber intentado hacerle al héroe y terminar cometiendo el mismo crimen.

Notas: Tengo que admitirlo, escribí esta historia por puro ocio. Y para descargar tensiones. Tengo un puñado de borradores en mis manos que no quieren cooperar, cada cual peor que el anterior, me hacen desear golpearme contra las paredes hasta que se quiebre (la pared o mi cráneo, lo que suceda primero) al final llegué a la conclusión que necesitaba escribir algo con lo que no me rompiera la cabeza. Aun así, me he divertido un montón escribiendo, todavía tengo una sonrisita boba de ‘fic recién terminado’ que suelo tener. Para esta historia me he inspirado en mí misma (dios mío, ¿es que eso puede sonar mas pretencioso?) más bien, en un fic mío ya escrito, perteneciente a mi reciente incursión al fandom de literatura (léase: HP) decidí que si mis magos favoritos tenían un restregón en el transporte público, mis ninjas favoritos merecían la misma oportunidad. Espero que os haya gustado. Muchas gracias por leer. Gracias a Ayann por ayudarme con el titulo y resumen ¡Ella sabe mucho más de esas cosas que yo! Un saludito a la dulce Noe, que desde su piso de chicas solteron-… eh, mujeres trabajadoras, me está echando porras siempre, a su panda de chicas superpoderosas y al Noe´s Team que también se dedica a echarme prisas de vez en cuando ¡un beso a todas!

K-RO

En segunda: Que odiaba el transporte público y, si de él dependía, jamás en su vida volvería a subirse a un bus. En tercera —y completamente mortificado: Que ese trasero, enfundado en pantalones oscuros; redondo y bien formado, era bastante atractivo.

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Se maldijo a sí mismo, maldijo a sus parientes, sus maestros y hasta maldijo a Kyūbi, el gato. Deseó, desde su posición en el suelo, haberse roto el cuello o por lo menos, golpeado la cabeza para caer en un bienvenido coma. Pero no, seguía dolorosamente consciente; todo el autobús había volteado a mirarlo, incluyendo a la persona a la que había tocado con tal impunidad. Y Naruto de verdad, deseó que la tierra abriera una grieta y poder esconderse ahí el resto de sus días. Unos ojos oscuros, afilados y penetrantes le miraban con presunción y algo remotamente parecido al humor. —¿Tantas ganas me tienes, usuratonkachi? Su pesadilla de la secundaria baja. Uchiha Sasuke.

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Heart to Heart Autora: K-RO

Ahí estaban, detrás de la cancha de basquetbol, un lugar lo suficientemente apartado para que pudieran hablar con discreción. Hacía largo rato que las clases habían terminado ya y la práctica del equipo había concluido también. Sasuke tenía por costumbre quedarse después para entrenar por sí mismo, como el atleta disciplinado y solitario que era. Naruto a su vez tenía la costumbre de esperarlo pacientemente sentado en las gradas, gesto que fácilmente podía ser interpretado como el de dos mejores amigos. Sasuke estuvo muy agresivo en esa práctica en particular, había estado a punto de ser mandado a la banca después que arrojó el balón con demasiada fuerza, rebotó contra el aro y golpeó a Neji en la nariz. Ahora, apretaba los puños contra los tirantes de su mochila hasta el punto que los nudillos se le volvieran blancos, y era lo único que podía hacer para no soltarle un puñetazo a su estúpido novio. Uzumaki Naruto, su pareja desde hace —hoy exactamente— un año. Su mejor amigo desde primero de instituto, el niño de quien se había enamorado desde que lo vio en la ceremonia de bienvenida, rodeado de la lluvia de las flores de cerezo, todo luz, color y encanto, todo sonrisas y sonrojos, todo gritos y voluntad, todo Naruto. Desde un inicio había estado en contra de esconder su relación, aunque el rubio le había convencido de que era lo mejor mientras todavía fueran estudiantes, pero eso no le restaba los deseos de ladrarles quién era su pareja a todas esa chicas que insistían en tener una cita con él, ni tampoco los asesinos impulsos de lanzarse a la yugular de quien se acercara con otras intenciones a Naruto. Su novio era una persona demasiado amable, que siempre buscaba la manera de conciliar, de buscar la manera en que todos salieran beneficiados. Sabía que no existía ninguna persona igual que él: tan real, sincero, honesto y noble. Pero aquello había sido la gota que derramó el vaso, que quisiera obligarlo a aceptar el obento que Sakura le había ofrecido. Su negativa desató la réplica del rubio, lo que a su vez derivó en una pelea acerca de lo insensible y frío que era. Nadie tampoco se extrañó por esa riña; sus personalidades tan disímiles siempre eran causa suficiente para tener esas rencillas desde que se conocieran. Pero aquella no fue una simple pelea de todos los días para Sasuke: la chica de pelo rosa siempre había sido una espina clavada en su relación, una llaga que se estaba volviendo más grande y comenzaba a supurar. Todo había comenzado como un triángulo amoroso de telenovela: en un principio Naruto estuvo enamorado de Sakura, ella a su vez había quedado prendada del moreno desde que lo conociera, y Sasuke había amado a Naruto desde siempre. A su vez, Sakura y Naruto habían terminado siendo buenos amigos y aunque Sasuke la apreciara como tal, era evidente que no compartía los lazos profundos que ella y su novio tenían. Los tres conformaban un grupo dispar aunque homogéneo. Y a pesar de que el rubio había renunciado a sus sentimientos por Sakura y después, lentamente dado cuenta de los propios sentimientos de Sasuke, que correspondió felizmente; su compañera aún intentaba conquistar su corazón ya enamorado. Pero todo era culpa de Naruto, que insistía en guardar como el más alto secreto su noviazgo, incluso de su mejor amiga. Él decía, medio en broma, medio en serio; que deseaba llegar con vida a terminar el instituto. —Yo se lo diré cuando sea el momento. La verdad es que Sasuke estaba empezando a hartarse de esa situación. Se cruzó de brazos, esperando lo que el rubio tenía para decir, el otro jugueteaba nervioso sin atreverse a mirarlo. —Sasuke… Ahí estaba, la disculpa que estaba esperando. Compuso una envanecida sonrisita. —Sigo pensando que debiste aceptar el almuerzo que Sakura-chan preparó. Si el escalofrío que recorrió la espalda de Naruto era indicador de la mueca que estaba colocando en ese momento, Sasuke estaba haciendo una muy buena imitación del monstruo de Frankenstein. Naruto no era más torpe porque no se entrenaba. De alguna forma en su lógica retorcida sabía que lo culpaba a él de la presente situación. Y ahí estaban, a punto de comenzar otra trifulca. ¡Por Haruno Sakura! ¡En su aniversario! Rubio idiota. No era que esperara alguna cursilería boba en ese día, ni él ni su compañero eran de ese tipo, pero definitivamente no había sido jamás la idea pasárselo discutiendo y menos por una razón tan tonta.

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A menos que… —¿Por qué? —preguntó en tono mordaz. —¿Eh? —¿Por qué? —repitió, en un tono más alto—. ¿Por qué la insistencia a que acepte ese estúpido obento? —si era algo de lo que se estaba imaginando, correría la sangre. —No digas eso —su todavía novio le dio una sonrisa pequeña para intentar ablandar su gesto—, Sakura-chan te lo ha traído con mucho cariño. Sasuke pudo respirar un poco más tranquilo. Así que no se trataba de Naruto aún enamorado de la chica de pelo rosa, aun así necesitaba ponerle un alto a esto. —Fue por eso por lo que no acepté. No es que quiera lastimarla —explicó, a la única persona a la que le daría razones—, pero definitivamente no quiero darle alguna idea equivocada. Si sigues insistiendo en que acepte sus detalles, terminarás pidiéndome que salga con ella. Silencio. —¿Naruto…? —A Sakura-chan le gustas. Sasuke parpadeó perplejo. —¿Qué estás diciendo? Naruto suspiró y se dejó caer en el pasto fresco, ensuciándose los pantalones. Sabía que eso era algo que Sasuke nunca haría. Él, con su pulcra camisa blanca, los impecables pantalones de lino oscuro con la línea del planchado perfectamente marcada y sus zapatos escolares de un negro lustroso, jamás haría algo tan descuidado como sentarse simplemente sin fijarse dónde. Es que eran tan diferentes. Y esa oración le hizo doler el pecho y formó un nudo en su estómago. Tan diferentes sus formas de vida. Naruto era huérfano desde que tenía memoria, había crecido en un paupérrimo orfelinato, acompañado por niños igual de solos y famélicos que él, con una educación mediocre y muchas ilusiones rotas. En un ambiente tan hostil; Naruto estaba acostumbrado a pelear por lo que quería con uñas y dientes, también estaba acostumbrado a la desoladora sensación de quedarse en el intento. Fue adoptado hace un par de años por una respetada y al mismo tiempo, peculiar pareja: Senju Tsunade, médico talentosa cuyo único defecto era su amor por la bebida; y Uzumaki Jiraiya, escritor de novelas eróticas de gran acogida en el mundo de los adultos pervertidos —como Kakashi-sensei—, ambos le procuraron un hogar y aunque admitían que estaban lejos de ser padres, jugarían más el papel de guías con ese muchacho lleno de sueños. La brisa de primavera le acarició la cara y le revolvió el pelo, haciendo despegar las rosadas flores que inundaban el colegio todos los años; recordándole incluso que si se encontraba en esa escuela, no era por su brillante mención académica, sino porque el viejo director era amigo de sus tutores. Decir que él y Sasuke eran tan diferentes como el día y la noche resultaba tan cierto que incluso era risible: Uchiha provenía de una acomodada familia, con un padre estricto aunque preocupado, una madre dulce y gentil; y un hermano mayor que fungía como su más alta barrera y al mismo tiempo, como un celoso guardián; y no solo eso: de los mejores de su clase, gran deportista y de un físico muy atractivo. Respaldado por el poder de su clan, el moreno podía tomar cualquiera de las miles de posibilidades que se le cruzaban enfrente y aún así sería el camino correcto. El pelinegro no sabía de oportunidades perdidas y puertas cerradas. Sasuke no conocía el amargo sabor del rechazo. Ambos eran conscientes, pero callaban. Y aunque Naruto podía asegurar con férrea voluntad que jamás nadie alcanzaría su corazón como aquel arrogante imbécil, también era dolorosamente sapiente de su realidad. Un amor destinado al fracaso. Sasuke era listo, por eso él lo sabía. Siempre encontraba una solución para todo, pero aquí no había ninguna salida. Sasuke siempre cumplía su palabra, pero no podía prometer la eternidad. —A Sakura-chan le gustas —repitió. Y alzó los ojos, Sasuke conocía aquella mirada que le desgarraba el alma y lo dejaba sin defensas; una mirada que hacía la cuestión a la que todos los días trataba de dar una respuesta. “¿Estamos haciendo la cosa correcta?”

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Lo siguiente de lo que Naruto fue consciente fue del peso de Sasuke prácticamente echándosele encima. Tan abrupto que le sacó el aire. A cuatro patas, el pelinegro lo besaba con furia, raspándose los zapatos y ensuciándose los pantalones, lo tomó de las solapas y pegó pecho contra pecho para sentir el corazón desbocado del rubio y para que sintiera cómo de presuroso latía el suyo propio. Temblaba como una hoja movida por el viento. Estaba asustado; porque no eran más que dos niños jugando a amarse, sin saber nada de la vida y sin saber tampoco lo que deparaba el porvenir. También estaba furioso, sentía bullir la bilis en oleadas amargas por su esófago y querer transformarse en hirientes reproches que lastimaran tanto a Naruto como él se sentía de dañado en ese momento. Quería decirle que era un cobarde. Quería decirle que si esa era la manera como iba a pelear por ellos mejor que se largara, porque no necesitaba un compañero que reculara a la primera oportunidad. Y al mismo tiempo no podía hacer otra cosa que acariciarle la cabeza para indicarle que seguía ahí, que a pesar de todo, lo entendía; porque él se sentía igual. Apoyó su frente contra la otra, dejando entrever entre las profundidades de sus ojos oscuros todos los sentimientos que Naruto despertaba en él. —No seas tonto —dijo, antes de besarlo suavemente—. Tú sabes que lo que sentimos es correcto. —Naruto… Sa-Sasuke-kun. La femenina voz no fue más que un pequeño hálito, pero en sus oídos sonó tan atronador como el grito de un titán, como el trueno que anuncia la tormenta, el preludio al desastre. Se levantaron de su posición en el suelo: Sasuke tan estoico como siempre, elegante y erguido, sin expresión. El rubio, por el contrario, era un manojo de nervios y tartamudeos de excusas vanas sin la menor coherencia, la culpa explícita en todos sus rasgos. Sakura hizo oídos sordos a los balbuceos de Naruto, todavía trataba de dar alguna explicación lógica al hecho de haber encontrado a sus mejores amigos en esa situación tan comprometida. Besándose. Buscó con su verde mirar los ojos del chico de quien estaba enamorada: Uchiha Sasuke, alto, gallardo y apuesto. El pelinegro era amable, pero distante y en más de una ocasión le había lastimado su fría indiferencia. Había pasado días y noches languideciendo por la decepción que le provocaba no saber qué cosa podía hacer para entrar en su mundo distante y su duro corazón de escarcha. Ella era la chica más cercana a Sasuke-kun, siempre pensó que al menos tenía cierta ventaja. Miró sus labios, los que tanto había deseado besar. Lo imaginó cientos de veces en sus sueños, cómo él se inclinaría sobre ella y la tomaría suavemente de los hombros, la miraría directo a los ojos antes de besarla con dulce lentitud. Ahora jamás probaría los labios del moreno. Debido a él. ¡Debido a Naruto! ¿Cómo era posible? Uzumaki fue la primera persona a quien le confesó sus sentimientos acerca de Sasuke. Era su mejor amigo, a quien podía confiarle cualquier cosa. ¡Naruto no podía hacerle esto! ¡No podía quitarle a Sasuke-kun! Se limpió las amargas lágrimas que le escurrían por las rosadas mejillas. No sabía si lloraba de pena o de rabia. —Sakura-chan —el rubio dio un paso hacia ella, pero el pelinegro le tomó de la mano e impidió que siguiera avanzando. Entonces estalló. —¡Naruto, te odio! —gritó en infantil arrebato, para luego correr en dirección opuesta. —¡Sakura-chan! —el más pequeño intentó seguirla, pero se detuvo porque su compañero no lo soltaba—. Sasuke, suéltame. —¿Para qué? —preguntó el otro, secamente, sin soltarlo. —¿Cómo que para qué? —forcejeó un poco contra el agarre del otro—. Necesito explicarle. —¿Explicarle qué? —volvió a preguntar con la voz helada—. Se enteró, no de la mejor manera pero ya lo sabe. No hay nada que hacer al respecto. Naruto siguió tirando para liberarse, desesperado. Sasuke lo tumbó y lo presionó con el peso de su cuerpo, sujetando las muñecas arriba de su cabeza. —¿Qué vas a explicarle? —repitió, sus ojos relampagueando de silenciosa cólera—. ¿Qué es lo que quieres decirle? ¿Que lo que vio no es cierto? ¿Que no es real? —¡No! —gritó ofuscado.

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—¡Entonces dime! —exclamó de igual forma. —¡Necesito disculparme! —¿¡Por qué! —¡Por haberme enamorado de ti! Se quedó helado ante la confesión, lentamente lo soltó y ambos se levantaron del pasto, mirándose con recelo. El mayor chistó con ira y entre dientes dejó salir: —Ve por ella si es lo que quieres. Es evidente que ella es más importante que yo. —Sabes que eso no es cierto —el rubio se defendió. —Entonces demuéstralo —atacó con crudeza—. Déjala marchar. Quédate aquí, conmigo. Naruto frunció el ceño. —No puedes hacerme esto. El pelinegro se encogió de hombros con fingida indiferencia. —Dices que soy lo más importante para ti, muéstramelo. El rubio se mordió los labios. ¿Qué hacer? ¿Seguir a Sakura, su mejor amiga, que estaba sufriendo por su causa? ¿O quedarse con Sasuke, su novio, a quien había herido sin querer? Ambos eran importantes, ambos tenían lazos muy fuertes con él, pero solo podía escoger a uno. Sasuke se arrepintió de sus palabras en el momento en que las dijo, pero no iba a retractarse ahora. Incluso cuando estaba siendo un celoso idiota. Intentó encontrarse con los ojos de color lapislázuli, pero Naruto rehuía su mirada y su rostro mostraba una total congoja. “Él va a escogerla —pensó acremente—. Él va a escoger seguir a Sakura”. Ajeno a su triste pensar, su rostro compuso la impávida careta que siempre lo caracterizó, preparándose para la definitiva marcha de su novio. Naruto… se sentó. Sorprendido, balbuceó. —¿Naru…? Los ojos del color del cielo lo encontraron, tristes pero calmos, la tormenta había pasado y solo quedaban los resquicios de su destrucción. —Me dijiste que escogiera, por lo que… El corazón de Sasuke flotó. Naruto lo había elegido a él, a pesar de estar comportándose como un idiota. Aún estando asustado, aún confundido seguía aferrándose a él. Su fe era total e incondicional y no podía más que mostrar gratitud a la deidad que le había permitido conocer a ese muchacho de tan puro corazón. Volvió a tomarlo por la solapas y levantarlo, para envolverlo en un abrazo cálido y aplastante. Demostrándole sin palabras lo feliz y agradecido que estaba por ese voto de confianza. Lo besó de nuevo. Lo besó una y otra vez. —Vamos a buscarla, juntos. ~O~ Corrió tan rápido como pudo, hasta que el aire golpeando en sus oídos le impidió escuchar sus pensamientos, en algún lugar había dejado caer la mochila, que contenía el maldito obento que preparó esa mañana. Estúpida Sakura. Cuando se le acabó el aire y tuvo que detenerse, no supo dónde estaba. Una mirada más minuciosa le dijo que se encontraba a dos calles del parque central. Temblando, se dirigió hacia allí. Las imágenes de lo que había visto se repetían en su cabeza, como un carrete de película que funcionaba mal. Se abofeteó mentalmente, tratando de exorcizar esos pensamientos. Pero volvía una y otra vez al cuadro del pelinegro besando con desesperación al rubio. “Tal vez —pensó un poco recelosa— todo sea un error. Quizás yo he visto mal”. Pero no había manera de malinterpretar ese suceso, ninguna forma de equivocarse, había mirado la cara de Sasuke cuando besó al rubio: llena de paz y calidez. Le parecía increíble que alguien como Naruto pudiera hacerle sentir eso al príncipe de hielo que era Uchiha Sasuke. Se abofeteó, ahora realmente. Eso había sonado como si menospreciara a Naruto, y ella jamás haría algo como eso. Era su mejor amigo, ella lo admiraba muchísimo; su tesón y su valor; su manera de abrazarse a la vida.

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Y ella le había dicho esas cosas tan crueles y luego, huido como una chiquilla. Avanzó entre los infantiles juegos, para dejarse caer en una banca y volver a dejar que las lágrimas le dieran un poco de consuelo. Estaba tan confundida. ~O~ Sasuke oteó la acera de enfrente, hacía algunas calles que él y Naruto se habían separado para recorrer más terreno, cuanto antes encontraran a Sakura, más pronto podrían explicarle. La verdad, es que esperaba encontrarla primero, tenían varias cosas que hablar. Volviendo sobre sus pasos, divisó la inconfundible cabellera rosada. Sakura se hallaba sentada en una apartada banca del parque, no parecía haberlo visto. —¿Puedo sentarme? —preguntó con suavidad. Notó el sobresalto en los hombros menudos, los ojos grandes y temblorosos se enfocaron en él, pero se hizo a un lado para dejarle espacio. Por varios minutos no hablaron: ella porque no sabía qué decir, él porque esperaba que ella lo hiciera primero. La muchacha se encontraba atónita y abochornada. Se dio cuenta de que rara vez se había quedado a solas con el chico. Naruto siempre se había encontrado con ellos, haciendo conversación y llenando de ruido sus reuniones, mientras el moreno se limitaba a escuchar cualquier cosa que tenía para decir. Ahora lo tenía ahí, a dos palmos de distancia. Y en lo único en lo que podía pensar era en preguntarle acerca de ese beso, acerca de lo que significaba Uzumaki Naruto en su vida. Pero algo se lo impedía; no quería ofenderlo con alguna pregunta indiscreta. Más importante; en el fondo de su ser, no deseaba escuchar aquellas palabras. Rió de sí misma; pequeña patética Sakura. Nada que hagas cambiará lo que ha sucedido. Sasuke también se dio cuenta que en pocas ocasiones había hablado en privado con Sakura; generalmente era el rubio quien llevaba la voz cantante, mientras él se relegaba a tolerar todas las tonterías que decían. También notó que no tenía la más mínima idea de cómo dirigirse a una chica. Sakura era su amiga también, no era su intención lastimarla. Esperó un momento más a que ella trajera el tema a colación, pero al ver que no lo hacía, suspiró suavemente y en un susurro preguntó. —¿Realmente odias a Naruto? La rudeza de esas palabras golpeó el corazón de la chica. No, ella no odiaba a Naruto; se sentía herida y traicionada por ambos, estaba enojada porque pensaron que no sabría comprenderlo y tuvo que enterarse de esa manera tan cruel. Su corazón estaba roto, y sus ilusiones se habían resquebrajado, pero sorprendentemente descubrió que sobreviviría. Porque los amaba a ambos, procuró enfocarse en eso para no derrumbarse de nuevo. —No —dijo, categóricamente—. No lo odio Esa afirmación pareció relajarlos un poco, pero no lo bastante para dar por acabada la plática. Ya estaba comenzando a atardecer y aún seguían en ese tenso silencio. Al final, rindiéndose, hizo la cuestión. Seria doloroso y sufriría con ello, pero necesitaba romper un ciclo para poder comenzar con otro. —¿Por qué Naruto? —musitó abatida. Sasuke se debatió el responderle, significaría desnudar parte de su intimidad y bien sabido era que su arisca personalidad no le permitía abrirse a nadie. —Le preguntas a la persona equivocada —contestó al cabo. Ante la mirada confusa de la chica prosiguió—. No le preguntas a las flores por qué siguen la luz del sol, ni a las aves el porqué de su canto, esas son cosas que ya forman parte de su naturaleza. Alzó la mano, como tratando de alcanzar las primeras estrellas del cielo nocturno. —Ni siquiera yo podría decirte cuándo ni cómo. Es solo que pasó. No sé si puedas entenderlo. Oh, por supuesto que lo entendía, y eso lo hacía más difícil. —¿Por qué lo ocultaron? El moreno le clavó los ojos negros con algo parecido al reproche. Recordó todos los días que había tenido ganas de tocar a su novio, tomar su mano o besarlo en público y tuvo que contener su deseo. Todas las veces que leyó la duda en las pupilas de Naruto: su inseguridad y sus miedos. Sus propias dudas y fantasmas.

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Hubo días tan duros. —Conoces a Naruto, siempre es último dentro de sus prioridades. Él tiene implantada la idea que en cuanto mi familia se entere, me retirarán cualquier apoyo que pueda tener de ella y harán lo posible por separarnos —se abstuvo de decir que eso era muy probablemente lo que sucedería—. Piensa que es mejor que esperemos a terminar por lo menos la secundaria alta. Se frotó con dos dedos el puente de la nariz, la verdad es que esos recuerdos lo cansaban mucho. —Pero también… debido a ti. Sakura no podía decir que estuviera sorprendida por esa afirmación. —Porque estoy enamorada de Sasuke-kun… —jamás pensó que acabaría diciendo sus más profundos sentimientos de esa manera tan superflua. —Sí —el moreno no pareció advertir su tono afligido, sumergido en su propia congoja. Hundió la cara entre las manos. —Tú lo amas —no fue una pregunta. Y se sintió tonta por esa observación tan estúpida. Por supuesto que Sasuke amaba a Naruto, porque no había ninguna otra forma en que el pelinegro hubiera accedido a las peticiones del rubio si no lo amara. —Sí —afirmó el mayor. Y ya que estaba sincerándose, dijo lo que llevaba encerrado dentro de sí desde hacía mucho tiempo—. Y la verdad es que no me interesa en lo más mínimo lo que mi familia pueda decir. Pero si no me vuelvo un hombre pronto, no habrá manera en que pueda proteger a Naruto. Y este es el camino más corto para hacerme independiente cuanto antes. Sakura se mordió el labio para no gemir. Afortunadamente todavía tenía la cara cubierta por sus manos, porque ser consciente de ese nivel de entrega quebraba en pedazos muy pequeños su deseo. Pero estaba bien, porque hacía falta destruir antes de crear otra cosa. —Sasuke… Ambos se levantaron de la banca. Naruto se acercaba lentamente; su uniforme estaba desarreglado después de haber corrido por toda la ciudad. En su hombro cargaba su mochila y la de la muchacha. Su boca sonreía, pero sus ojos celestes mostraban su pena. —He sido muy egoísta, ¿verdad, Sasuke? Su novio negó con la cabeza. —Solo estabas siendo tú, tonto. Sus pasos cautelosos se detuvieron enfrente de la chica, le tendió su maleta y susurró: —Lo siento mucho, Sakura-chan. Ella tomó lo que le ofrecía, alzó la mano y frotó gentilmente el blondo cabello. —Lo siento yo también. —No, yo… —Está bien —interrumpió, la verdad es que si oía otra disculpa de Uzumaki, se echaría a llorar de nuevo. —Pero… —Naruto, si te disculpas de nuevo, te golpearé —lo amenazó, intentando volver un poco las aguas a su cauce. La sonrisa volvió un poco a los ojos claros del muchacho. —Seguro, Sakura-chan. —Es tarde —el moreno interrumpió—. Te llevamos a tu casa. Ella asintió. Los tres caminaron en cómodo silencio a la casa de la chica. Ante su puerta, susurró quedamente una despedida y abrió la puerta sin mirar atrás. La verdad era que no quería verlos pronto. Prefería poner un poco de distancia mientras la herida sanaba lentamente. Subió a su habitación, los observó a través de la ventana. Caminando hombro con hombro. Sus dos amigos, dos hombres que lo compartían todo. No todos lo entenderían, ella misma por el momento no lo hacía, pero su amistad era más grande que eso. Llegaría el día en que podría darles su más sincera felicitación. Y ser feliz por ellos. —¡Sakura! —su madre la llamó desde la cocina—. Baja a cenar. Se frotó por enésima vez los ojos, estaba cansada de llorar. Se metió al baño para adecentarse un poco. Bajando las escaleras, no pudo evitar pensar en que esperaba que ese día llegara pronto. ~O~

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—Sakura-chan seguía molesta.

Notas:

—No estaba molesta, dobe.

Estoy agotada.

—¿Crees que ella me odie?

Realmente. demasiado.

Sasuke se detuvo, tomó su mano sin importar que estuvieran en plena avenida y dijo fieramente: —Ella no te odia. Deja de pensar estupideces. Naruto parpadeó un par de veces, luego se carcajeó de manera escandalosa, doblándose por el hilarante ataque. —Tienes una manera muy curiosa de hacer sentir mejor a las personas, Sasuke —dio un apretón a la pálida mano que sostenía y siguió su camino. —Sólo dale un poco de tiempo —el moreno continuó, en un tono más gentil al ver que su novio se encontraba mejor. —¿Sasuke? —¿Mh? —Yo también te amo. Fue el turno de Sasuke para detenerse, pero no lo miró. Sabía que Naruto los había escuchado, sin embargo, hubiera preferido que ambos ignoraran ese hecho. —Solo recuerda, Naruto, que lo que dije es verdad. Me importa un pimiento lo que mi padre, mi madre o Itachi dirán. Yo solo… quiero estar contigo. —Y yo quiero estar contigo, Sasuke —el rubio contestó suavemente, pero luego recordó algo de suma importancia—. ¡Ah! ¡Sasuke! —¿Qué? ¿Qué ocurre? —¿¡Qué ocurre! ¡Hoy es nuestro aniversario! —miró sospechosamente a su pareja—. ¿Lo olvidaste? Un golpe seco aterrizó en la blonda cabeza. —¿¡Por qué me has golpeado! —Cállate. —No importa que lo hayas olvidado, Sasuke —afianzando aún más su mano, comenzó a correr hacia su departamento— ¡Vamos! Te prepararé la cena. Es mi regalo para ti. —Siempre que no se trate de ramen —dijo el otro con aire aburrido. —¡El ramen es delicioso! —¡Que no, coño! Y mientras corrían de la mano. En un presente turbio y un futuro que todavía no estaba decidido. Sasuke sintió en sus pantalones la pequeña cajita del anillo que pensaba obsequiar a su amor. Su manera de decirle que sin importar el cómo, seguirían juntos en el camino que eligieron.

He

vivido

Este es el one-shot que más se me ha dificultado escribir; el muy *censurado* me ha dado montones de dolores de cabeza desde que nació (muy gentilmente, la inspiración vino a las 3:00 am) pero me siento muy contenta de haberlo terminado. ¿Qué más? Pues nada, estoy cansada y me encantaría seguir divagando acerca de mis últimas tendencias de hacer fics tipo “SakuSasuNaru” sin caer en convertir a la kunoichi en una *censurado*. ¿Piensan que lo he conseguido? Esta Sakura en particular me ha parecido muy madura. Algo torpe (aunque bueno, todos son torpes, son niños, compréndanlos) y con una reacción bastante humana. Pero esa es mi opinión, yo solo soy la autora. Por otra parte, El SasuNaru me gustó. Tratar los miedos e inseguridades (aunque de una manera un poco por encima, por lo que estoy viendo al releer) de una pareja tan joven (cualquier pareja, no solo una homosexual) da mucho material para trabajar. Pero (de nuevo) estoy agotada, de modo que lo dejare hasta aquí. Muchas gracias por leer. K-RO

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Mi vecino Autora: Muscari

Aquella voz aguda llama tu atención. No es agradable, parece de una de esas niñas que estuvo corriendo detrás tuyo, molestándote y diciéndote lo bien que lo habías hecho, a pesar de que tú no has actuado en la obra porque ni siquiera era una representación de tu escuela. Pero no es eso lo que despierta tu curiosidad, sino que está hablando sola: con claras variaciones en su tono se pregunta y se contesta a sí misma. Se reprocha. Caminas hacia la habitación de disfraces que hay tras el escenario, en silencio, y te escondes tras un biombo opaco. No tienes por costumbre espiar niñas; más bien es al contrario, incluso huyes de ellas, pero ésta resulta llamativa, y no tienes nada mejor que hacer, no al menos hasta que el resto de chillonas, que esperan fuera del colegio a que sus mayores las recojan, se hayan marchado. No quieres que te presenten a tus “suegros”. Tsk... Toda la aldea es “suegro” tuyo. Te asomas, necesitas observarla, saber qué provoca aquel sucio vocabulario, tan inadecuado para una niña de siete años. ¿Dónde lo habrá aprendido?, te preguntas, como lo hace tu madre cuando escucha ese tipo de palabras a los niños mayores que juegan en la plaza central de la aldea. Sin embargo, sólo atinas a verla de espaldas; va vestida con una camisita naranja y una falda, que está enganchada por detrás, dejando a la vista unas braguitas, estampadas con zorritos. Te sonrojas. Extraños gustos, pero gracioso trasero. Respingón. Desvías la mirada ligeramente, sintiendo cómo se calientan tus mejillas, y vuelves a observarla. No sabes quién es, y su cabeza está envuelta en un pañuelo, por lo que no puedes ver cómo es su pelo, para asegurarte de que no se trata de esa rubia pegajosa ni de la chica de extraño pelo rosa con doble personalidad que te incordiaron antes de que salieran a escena; y eso que era la primera vez que las veías. La verdad, no te suena de nada, ni recuerdas haberla visto actuar, aunque tampoco es que prestaras mucha atención. Pero tal vez era una de las niñas de relleno que había al fondo. Se mueve, con sus manos en las caderas, haciendo que la pierdas de vista. Inconscientemente, sales de tu escondite: quieres verla. Y, de repente, una voz, detrás de ti, trae el silencio a tu mente, a su boca: “Naruto” Ella se da la vuelta rápidamente. Te mira, sus ojos se abren con sorpresa y acto seguido empieza a gritar aún más exaltada que antes, aunque tu tiempo se ha congelado en el momento en el que has escuchado ese nombre. Cuando te das cuenta, ya está delante de ti, con el entrecejo arrugado y sus grandes ojos celestes echando chispas. Y te habla. “Si le dices a alguien que me has visto así, te mataré, teme” vecino.

Te rodea y se dirige maldiciendo en voz baja hacia aquella voz. A esa persona sí que la conoces: es Iruka, tu Y, reaccionando por fin, te despides también. “Se te ven las bragas, usuratonkachi”

Su rostro se vuelve rojo, tal vez de ira, o de vergüenza, e intenta correr hacia ti para golpearte, pero Iruka le sujeta y se lo lleva a rastras, mientras los insultos vuelven a ser perfectamente audibles en aquella habitación. Le dedicas una sonrisa de superioridad y burla que, cuando ambos desaparecen tras la puerta, se borra de tu cara por un hecho desconcertante. piernas.

Y no es que ese niño estuviera vestido de chica. Es que te sonrojaste y tus manos temblaron cuando viste aquellas Las piernas de tu ruidoso vecino de arriba.

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En la ciudad de Konoha, la capital del país del Fuego, vivía Jiraiya, un famoso juguetero, el mejor de todos; cuyas creaciones eran tan excelsas y llenas de realismo que incluso nobles y gobernantes de las Cinco Grandes Naciones hacían encargos especiales para sus hijos. Jiraiya era un hombre muy, muy alto; de largo y abundante cabello, el que con el tiempo se había vuelto blanco; de manos grandes, callosas y toscas del trabajo; pero con un tacto gentil y delicado y por sobre todas las cosas, con un enorme corazón. Desde siempre, Jiraiya había sido cautivado por el mágico poder de los juguetes; simple madera o tela que podía ser transformada en un compañero de juegos para transportar a los niños a mundos fantásticos y aventuras épicas que los alejaran del mundo corrupto y podrido que sus almas puras tenían que soportar. Él tenía tanta dedicación y amor por sus juguetes como se les tendría a un niño, siendo que él y su esposa fueron dolorosamente marcados con la pérdida de su único hijo. Él tomó a sus juguetes como sus cientos de retoños, queriéndolos y cuidándolos hasta que les llegaba el momento de pertenecer a alguien más. De entre todos ello; estaban sus pequeños, los más amados: aquellos de los que no se desprendería aunque le ofrecieran todo el oro de los Cinco Países. A los que les había construido un mundo fantástico de ensueño. Estaba la pequeña jardinera Ino junto a la bella bailarina Sakura; con sus vestidos de encaje y su cabello real trenzado. Y la hermosa doncella Hinata; viviendo en la alta torre del hermoso castillo que también era su prisión. Su monotonía era rota solamente una vez al año, cuando —como en el Tanabata1— bajaban del cielo cientos de palomas blancas que creaban un pulcro camino hacia abajo, para reunirse con Neji, su amado y su guardián. En el estante de la izquierda se hallaban la simpática ardilla de peluche Lee y su compañero de madriguera; Gaara, el mapache. Pareciera que al animalillo de cola anillada no le agradaba su hiperactivo compañero, pero la verdad es que siempre terminaban cuidándose uno al otro. Debajo de ellos estaban el cachorrito Kiba junto a su mejor amigo, la arañita Shino, cuyas ocho patitas articuladas eran movidas por Kankurō, el marionetista. Casi llegando a la repisa más alta se encontraban la pastora Temari, que con su cayado arrastraba al perezoso ciervo Shikamaru. Pero de todos ellos, indudablemente el más excelso era el joven gobernante de ese mundo de juguete. El príncipe Sasuke, que se encontraba solo en el estante más alto. Sasuke era un muñeco de porcelana, blanca y suave como el más puro algodón. Con sus mejillas arreboladas como melocotón y su pelo negro y suave. Con sus ojos de vidrio oscuros y profundos como la noche sin estrellas. Con su fino ropaje de seda y terciopelo. Era con mucho el mejor juguete que Jiraiya había hecho jamás. Sasuke era serio y formal, pero arrogante y altivo. Hermoso pero de corazón duro. El príncipe del mundo de juguete era arisco y frío, pero se encontraba tan solo… Jiraiya pensó que Sasuke debía sentirse triste, sin un acompañante como todos los otros muñecos; así que tomó sus herramientas dispuesto a fabricarle al orgulloso príncipe un compañero. Primero creo a Sai, el pintor, que con su pelo oscuro y sus ojos negros era casi igual a Sasuke; de no ser por la sonrisa que el juguetero le dibujó. Sai sonreía así no tuviera ganas de hacerlo, lo que provocaba la irritación del pequeño regente. Después hizo a Kakashi, el espantapájaros. Pero al terminarlo creyó que sería un mejor compañero para el delfín Iruka, de modo que ambos fueron colocados juntos. Jiraiya pensó que podría crear un compañero perfecto para Sasuke; por lo que se tomó días enteros diseñando formas y colores de decenas de juguetes que podría fabricar. Incluso su esposa bromeó con él por su actitud tan terca. “Todos necesitamos un compañero en la vida”, había dicho cuando su Tsunade sugirió que si no era capaz de crearle un compañero adecuado, quizá era porque Sasuke no necesitaba un acompañante. Así pasaron algunos años, y mientras la tienda crecía en tamaño y fama, nuevos juguetes fueron añadidos a ese mundo de fantasía. Algunos para quedarse a vivir ahí, otros tantos de paso. Pero el príncipe Sasuke siempre permaneció solo, en el estante más alto.

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Mundo de Juguete Autora: K-RO

Sasuke supo que algo no iba bien cuando miró al viejo Jiraiya-sama toser e inclinarse sobre la mesa de trabajo. El hombre, que antaño fuera gigante como un roble y macizo como una roca, a duras penas podía sostenerse en pie, mientras su rostro tomaba el color de las fresas maduras por el esfuerzo que hacía al toser, para luego volverse de tintes azules por la falta de aire. Cayó de rodillas al piso, aún con el acceso de una tos ronca y seca que parecía provenir desde lo más profundo de sus pulmones y que parecía hacerlo sufrir tanto. Atraída por el ruido Tsunade-hime; su esposa, se acercó corriendo y se arrodilló al lado de su marido pasando la mano pequeña por su espalda en un vaivén sin interrupción, intentando sofocar un poco el episodio de tos. Ayudó a levantarle, mientras le reprendía por pasar el día entre virutas de madera y olores de tintura. La verdad era que la salud del juguetero ya no era la mejor; ambos eran viejos y se acercaban al final de sus días. Los ojos de vidrio de Sasuke brillaron de preocupación al cerrarse la puerta y quedarse a oscuras. ~O~ Tsunade-sama apareció a la mañana siguiente; una mujer bella a pesar de la edad, con dos largas coletas de pelo rubio botando contra sus pechos. A Sasuke le gustaba Tsunade. Era agradable oírla canturrear mientras cosía nuevos vestidos para las muñecas, o mientras cepillaba la felpa de los animalillos de peluche. La mujer no hizo mayor movimiento al encender la luz. Se paseó despacio por los anaqueles, tomando algún juguete de cuando en cuando. —Parece tan triste —Hinata susurró, desde la ventana de su palacio. Se detuvo, tomó a Sasuke y le atusó el pelo. Cuando el príncipe miró su rostro, no pudo menos que estar de acuerdo con la pequeña doncella. Los rasgos de Tsunade resguardaban tanto dolor… Sus ojos, del color de las avellanas en otoño, parecían sufrir tanto… Abrió la boca, pareciendo querer decir algo. Luego estrujó al pequeño Sasuke casi hasta el punto de quebrarlo, y le dejó en el mismo sitio donde lo había tomado. Y casi corriendo, salió del local. ~O~ A los juguetes no les gusta la oscuridad, el estar enclaustrados. Prefieren la brillante luz del día, mientras son exhibidos orgullosamente a la espera de una familia. Y en esa oscuridad, pasaron muchos días, sin que su creador ni su esposa aparecieran. Y en esa oscuridad, los juguetes se volvieron tristes e intranquilos, al contemplar un día tras otro, encerrados en ese lugar. ~O~ Ese día en especial, mientras Ino y Sakura peleaban como siempre, la puerta se abrió. Todos esperaron, en expectativa, a la persona que en ese momento entraba a la juguetería. Tsunade cargaba con un enorme baúl, casi tan grande como ella. Pendía con dificultad entre sus brazos, mientras paseaba la mirada buscando un sitio donde colocarlo. Al final, lo dejó en el piso, justo en medio de la habitación. Se dejó caer, como si estuviera rota. Apoyando las manos sobre su regazo y estrujando la falda hasta el punto de parecer querer romper la tela, abrió la tapa y revolvió su contenido, como buscando algo. En ese baúl se hallaban montones de piezas, pedazos de proyectos que jamás se concretaron, trozos de madera a medio tallar, ropa a la mitad de la costura y herramientas de todo tipo. Sacó el único juguete completo que se hallaba dentro. Un pequeño muñeco, hecho de trapo, que levantó con una sonrisa triste y dejó en el estante más alto, junto a Sasuke. El príncipe inspeccionó al recién llegado e hizo una mueca de puro desprecio: estaba sucio, y olía a guardado. De burdas costuras, había sido remendado tantas veces que incluso su cara se encontraba zurcida, de lado a lado cada una

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de sus mejillas. Con su ropa sencilla de algodón, sus manitas redondeadas, sus ojos azules de botón y su cabello rubio de estambre; no se parecía en nada al elegante Sasuke y sus trajes majestuosos, la pulcra carita de porcelana, su regio porte y su seria expresión, con sus zapatos de lustroso charol y sus calcetitas blancas y su pelo de verdad. —Qué inapropiado —dijeron Sakura e Ino, mientras acicalaban los volantes de sus elegantes vestidos de seda. Éste, felizmente inocente a la mala impresión que estaba dando, saludó alegremente a Sasuke. —¡Hola, me llamo Naruto! ¿Quién eres tú? Sasuke lo ignoró, esperando paciente el momento en que Tsunade se diera cuenta de su error y quitara de su presencia a esa molestia de borra. —¡Hey! ¡Hey! Te estoy hablando. ¿Es que eres sordo? —el muñequito preguntó. —Guarda silencio, usuratonkachi. —¿¡Cómo me has llamado! ¡T-tú, idiota! Sasuke ignoró el insulto, era mejor no cruzar palabra con semejante molesto muñeco ruidoso. Tsunade-hime, ajena a la indignación de Sasuke, iba de un lado hacia otro, arreglando la juguetería para abrirla. El muñeco se preguntó dónde estaba su creador, siendo que era él quien llegaba todas las mañanas a abrir su negocio. —Ah, Tsunade-obaachan al fin me ha sacado de ese horrible cofre. ¡Ahí no hay nadie con quien platicar ´ttebayo! —dijo felizmente, balanceando la cabeza de rizos amarillos y dejando caer polvo en la pulida superficie del estante de Sasuke. —Para de hacer eso —el príncipe bisbiseó—. Cuando Jiraiya-sama venga te quitará de aquí y no quiero que dejes tu polvo ensuciando. Al acto, el otro pequeño se detuvo con la cabeza agachada y los brazos largos colgando a sus costados, con el estambre de su pelo cayendo sobre su rostro. Y en esa escalofriante postura, a través de la cascada de su pelo artificial, se volvió hacia el pelinegro. Los ojos azules le observaban de una manera tan intensa que Sasuke no pudo evitar el temblor que le recorrió. —En ese caso Sasuke-ōjisama, tendrás que esperar un largo rato. ~O~ El diminuto muñeco rubio pronto hizo migas con el resto de juguetes. Gritaba a todo pulmón y se reía a carcajada limpia. Hacía bromas tontas y a veces, contaba historias. Se llevaba bien con todos; desde el revoltoso Kiba, hasta las estiradas Ino y Sakura. Incluso hacía reír a la tímida Hinata. —¡Es en serio, Hinata-chan! Allá afuera hay una niña igualita que tú. Con los mismos ojos blancos. Solo que su cabello es más largo y más oscuro. Tal vez algún día venga y te lleve con ella. ¡Y a Neji también! —agregó temblando ante la mirada iracunda del guardián de la doncella. Hinata rió quedito, cubriendo su rostro con el abanico de papel para que no se notara demasiado su sonrojo. —Ha-Has visto muchas cosas afuera, Naruto-kun. Naruto ladeó la cabecita, dejando que el sol se reflejara en sus ojos de botón. Luego mirando sus manitas sin dedos dijo —Eso es porque soy un juguete muy, muy viejo, Hinata-chan. —Claro que eres viejo, sólo hay que ver los remiendos que tienes. Por eso estabas en ese baúl, porque nadie iba a comprarte de todas formas. Sasuke sonrió con petulancia, jactándose en su interior por la burla hecha al otro juguete. Pero, contrario a lo que esperaba, Naruto no contestó con estridentes exclamaciones de protesta, ni con exagerados ademanes de enfado como había hecho hasta ahora a las provocaciones de Sasuke. Simplemente se limitó a mover las piernas que colgaban del estante, mirando interesado sus zapatitos con listones. —Quién sabe. Tal vez tengas razón, Sasuke. Aturdido, apenas alcanzo a contestar —Además, Hinata no está a la venta. Ninguno de nosotros lo está. Solo somos exhibidos, es por eso que estamos en la parte de atrás. De nuevo, Naruto no respondió. Y Sasuke no pudo decir nada tampoco porque en ese instante, la campanilla anunciaba la llegada de un cliente. Sasuke se extrañó por ello. A pesar de que Tsunade iba y abría la juguetería igual que todos los días, hasta el momento nadie había entrado a comprar algo en realidad, y Sasuke pensó que eso se debía a que Jiraiya-sama aún no volvía.

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Una niña —en realidad una damita casi a punto de ser presentada en sociedad— entró acompañada de su padre. Se dirigieron a Tsunade-hime con respeto, e intercambiaron algunas palabras antes que la rubia dirigiera a la jovencita hacia donde se encontraban ellos. Tomó a Hinata y se la entregó. El pelinegro abrió los ojos con incredulidad, al notar el increíble parecido entre la chiquilla que había venido y su amiga; las mismas facciones delicadas y los mismos ojos enormes y claros. —¿En serio puedo quedármela? —preguntó, sosteniendo a la muñequita entre sus pálidas manos, igual de sorprendida. —Claro que si, Hanabi-chan. Mi esposo hizo a Hinata y a Neji inspirados en tu familia, me parece que el mejor lugar para ellos ahora es contigo. —Para nosotros es todo un honor, Tsunade-san —el hombre que acompañaba a Hanabi hizo una educada venia e hizo el amago de buscar algo dentro de su chaqueta. Pero Tsunade lo detuvo con un movimiento de su mano —No me debe nada, Hyuuga-san. Esto es un obsequio para Hanabi-chan. —Pero… —la niña quiso también protestar, pero luego atrajo a su pecho a Hinata, sonriendo suavemente de felicidad—. Muchísimas gracias, Tsunade-sama. No fue hasta después que el ostentoso castillo estuvo resguardado en una caja de madera, y Neji junto con Hinata reposando en un pañuelo de seda que la joven damita sostenía con cuidado, que Sasuke quiso entender qué era lo que sucedía. Tuvo la intención de ponerse de pie, gritar y reclamar que no permitiría que sus amigos fueran llevados. Lo había oído cientos de veces de Jiraiya-sama; ellos no estaban en venta y por lo tanto, nadie podía llevárselos. ¿Cómo era que Tsunade-hime hacía algo así? —Déjalos. La voz que salió de Naruto no era ya ese siempre vivaz y alegre sonido, sino algo más oscuro y lúgubre que erizaba la piel y no daba pie a réplicas. —Déjalos —repitió—. Hanabi-chan cuidará ahora de Neji y Hinata-chan. —No puedo permitir eso —el príncipe dijo, desesperado—. Cuando Jiraiya-sa… —Es que no lo entiendes —volvió a interrumpir, sin inflexiones—. Ero-sennin no va a venir más. Sasuke rió. Rió por la ignorancia del muñeco de trapo. Rió de desesperación. Y rió de puro miedo. —¿Cómo puedes decir eso? Tú, imbécil. ¿Cómo te atreves? El muñeco de trapo, que hasta ese momento no había dirigido la mirada hacia su compañero, volteó sin girar el cuerpo, y le dedicó una sonrisa amable con su boca zurcida. Una sonrisa que al príncipe le supo tan amarga… —Jiraiya está soñando. Y no va a despertar. Él está dormido… igual que Minato-chan. ~O~ Si Sasuke hubiese tenido la capacidad, hubiera gritado de pura rabia. Ahí, sin la facultad de moverse por su propia voluntad, no tenía otra alternativa que observar en una desesperante primera fila, cómo era que sus camaradas eran llevados de su hogar. Hinata y Neji sólo fueron el comienzo. Montones de personas habían desfilado por sus puertas, y una tras otra, atendidas por Tsunade-hime, les fueron obsequiadas las creaciones en las que Jiraiya había puesto tanto empeño. A su lado, callado como un muerto, Naruto guardaba silencio. ~O~ llevaba.

Tsunade se arrodilló en el pasto fresco, alisó un poco la tela de su falda y entregó uno de los ramos de flores que Acarició con sus manos la fría superficie, siguiendo los relieves y murmurando sin prisas.

—Minato-chan, un ángel que el cielo nos prestó. Descansa en paz. No necesitaba alzar la vista, pero era completamente consciente de la tumba que se hallaba apenas un poco más atrás, menos desgastada y más reciente. Necesitó de toda su fuerza de voluntad para levantarse de su posición y llegar a ella. —Jiraiya —sollozó—. Tú, idiota. Lloró, gritó y arrojó con furia las maltratadas flores que todavía llevaba. Descargó toda su rabia y todo su miedo en la helada lápida de mármol.

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Se llevó las manos a la boca para acallar sus gritos, sin poder detener las lágrimas. Se había quedado sola, volviéndose loca de dolor. Se restregó los ojos con su manga, furiosa consigo misma; juntó toda su fuerza de voluntad para dar la vuelta y con paso raudo, salir del cementerio. Nada quedaba en Konoha para ella: su familia estaba rota, sus sueños nublados, su amor se había ido. No soportaría la pena de quedarse en aquella villa, solamente se quedaría en ese pueblo lleno de recuerdos el tiempo suficiente para dar por acabada la obra de su esposo. El proyecto en que llevaba una vida trabajando. Su mundo de juguete. Hyuuga Hanabi no fue la única que recibió un presente de su parte, de una y mil formas los habitantes de ese minúsculo universo habían sido creados basados en personas que de las mismas mil formas distintas habían representado algo en la vida de su marido. Inuzuka Hana por ejemplo: se había quedado prendada de Kiba desde que lo vio la primera vez, junto con Shino. Y Maito Gai, que había llorado de felicidad con un crepúsculo artificial de fondo al recibir a la hiperactiva ardillita Lee y su arisco compañero de guarida. Todos sus tan preciados juguetes estaban siendo obsequiados a las personas que —estaba segura— sabrían amarlos tanto como su creador. —Tsunade-obaachan —le llamaron tres jovencitos, los reconoció a pesar de los años que habían transcurrido desde la última vez que se habían visto: Konohamaru, Moegi y Udon, que junto con su hijo formaron una pandilla dedicada a hacer travesuras y sacar de quicio a la aldea al completo, incluso cuando en aquel entonces aún no superaban el metro y medio—. ¡Tsunade-obaachan! —gritó Konohamaru con toda la fuerza de sus pulmones. —Konohamaru-chan, no grites de esa forma —Moegi, la única chica y por tanto, la que traía equilibrio y razón a aquel puñado de muchachitos idiotas, le recriminó suavemente. Luego inclinó un poco la cabeza en presencia de la mujer mayor—. Tsunade-sama, hemos venido a Konoha tan pronto supimos lo de Jiraiya-sama. Udon, de la misma forma ofreció sus respetos. Pero fue Konohamaru el que la sorprendió, tomándola entre sus brazos y afianzándola, ofreciéndole su apoyo de manera silenciosa. Fue ese simple acto: el de un mocoso al que antaño había regañado, golpeado y educado, quien ahora se presentaba ante ella como un joven hecho y derecho; el que la hizo llorar de nuevo. Konohamaru había sido el mejor amigo de Minato, ver la magnífica persona en la que se había convertido la llenaba de maternal orgullo. Guió a los tres muchachitos a la tienda, mientras reían y recordaban viejos tiempos en que vivían aventuras todos los días. —¡Es Sasuke! —Moegi y Udon pronunciaron en coro al ver al muñeco de porcelana. —Tsunade-sama, ¿también vas a obsequiar a Sasuke? —la niña preguntó, con una sonrisa. Desde siempre había admirado el bonito muñeco que Sasuke era. —Supongo que sí —Tsunade respondió, no estaba muy segura de querer quedarse con el pequeño príncipe. La mejor obra de Jiraiya no hacía más que profundizar la herida. El único que no regalaría por ningún motivo sería a su viejo y tan querido rubio muñeco de trapo. —… Naruto —escuchó entre sus pensamientos, volteó hacia Konohamaru, que era quien había hablado, arqueando la ceja en pregunta. —¿Puedo quedarme con Naruto? —volvió a cuestionar con una mirada esperanzada. —Konohamaru… —dudó la mujer mayor—. Realmente no voy a dar a Naruto. —¡Por favor! —pidió con fervor. —No creo que… ¡Niños! Al escuchar el grito, Moegi y Udon, que habían trepado al anaquel más alto y tomado a Sasuke, forcejeando para quitárselo de las manos al otro; soltaron al mismo tiempo al príncipe de porcelana. Y Sasuke cayó. ~O~ Tsunade tomó al diminuto pelinegro, mirando con tristeza la resquebrajadura de su cuello, que era donde se había concentrado el impacto, haciendo una telaraña de grietas que ocupaba casi por completo su hombro izquierdo. No había nada que hacer ya, ella no tenía el conocimiento para reparar a Sasuke. Así que besando su fría frente, y murmurando una disculpa, lo volvió a colocar al lado de Naruto.

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De todos los juguetes que un día habían habitado ese cuarto, pocos quedaban por acomodar ya: pensaba dar a Ino y Sakura a Moegi; y Udon podía quedarse con Sai. Sintió tristeza por Konohamaru, que no aceptaría ningún obsequio de su parte más que al blondo Naruto, pero ella no estaba dispuesta a desprenderse del único recuerdo que quedaba de su hijo. ~O~ Sasuke era antes que todo, soberbio. Un juguete altanero y arrogante; para él, que siempre había sido tratado con deferencia, verse en ese estado tan lamentable era su más grande deshonra, un insulto. No podía creerlo, ahora era poco más que basura, un muñeco roto que sólo merecía ser desechado. Naruto, ese molesto muñeco viejo, seguía sentado a su lado, sin hablarle. Pero se acercó un poco más y posó una sus manos sin dedos en la cabeza de Sasuke. Lanzó un manotazo, no necesitaba la lástima de nadie y menos de aquel que no hacía otra cosa que aumentar su cabreo. No le había pasado por alto la negativa de Tsunade-hime de deshacerse de Naruto, pero parecía muy dispuesta a obsequiarlo a él. ¡Era el colmo! Una vergüenza que fuera el otro quien parecía tener preferencia por encima suyo. Maldijo entre dientes, ser comparado con ese… ese… ¡Naruto! ~O~ Sucedió durante una noche de luna llena, fría como pocas y oscura como siempre. Sasuke se hizo un ovillo, intentando resguardar el poco calor que podía tener. Tan vacía, la sala le parecía tan vacía sin sus amigos haciendo bullicio, poniendo a prueba su paciencia con el escándalo que montaban todas las noches. Algo suave cayó sobre su cabeza, Naruto estaba de pie a su lado. Había arrojado su chaqueta sobre el cuerpo de Sasuke, quedando en los pantalones sencillos de tirantes y la camisa que había sido blanca, pero que actualmente estaba un poco percudida. —Cúbrete —dijo, sonriendo como siempre—, tiemblas como un pollito. El príncipe arrojó la chaqueta de algodón con furia —¿¡Por qué no te largas y me dejas tranquilo! El rubio recogió la prenda y volvió a ponerla sobre los hombros del moreno —Porque estás solo. ¿Por qué más? Sasuke, sorprendido, no supo responder, pero tampoco se movió para deshacerse de la chaqueta. —Solo —repitió, mientras se acercaba y se sentaba a su lado— y dolido. Como Minato-chan. “¿Minato?”, se preguntó. No era la única ocasión en que había oído ese nombre, pero que él supiera, ningún juguete fue nunca llamado así. —¿Quién es Minato? —curioseó. Y Naruto le miró. Le miró con una mirada vieja y una sonrisa sabia. Del tipo de sabiduría que solamente da el dolor. —Te voy a contar —comenzó—, una historia de hace mucho tiempo. Cuando todavía el viejo Ero-sennin no creaba a ninguno de vosotros. ~O~ “En aquel entonces, el único en la vida de Ero-sennin era su hijo, el pequeño Minato. Pero él nació con una enfermedad que no tenía cura. Minato-chan no dejó que eso lo detuviera, vivió su vida tanto como pudo vivirla, e hizo muchos amigos con los que creó lazos irrompibles. Pero al final, ni su vitalidad, ni su esperanza hicieron alguna diferencia. Y conforme crecía se volvió más débil y delicado, al grado que ya no podía salir de casa. El amigable niño pronto se vio en la soledad que da la enfermedad, sus amigos lo visitaban tanto como podían, pero todos sabían que de ahí en más, ya nada sería igual. Jiraiya pensó que lo que su hijo necesitaba; más que medicinas y visitas de doctores, era un amigo con el que pudiera ser él. Tener miedo y gritar su rabia, llorar tanto como lo necesitara sin ser juzgado. Así que son sus inexpertas manos comenzó a fabricar un pequeño muñeco de trapo. Compró tela y la confeccionó, decidió que sería como su hijo: con sus mismos ojos azules y su mismo cabello dorado. Decidió también que ese pequeño sería tal vez quien le diera a su muchacho el consuelo que su esposa y él no sabían darle.

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Minato se emocionó mucho con la idea. —Todos necesitamos un compañero —dijo, con la sonrisa brillante que no había perdido su vitalidad—. Tú tienes a mamá y yo necesito un compañero propio. Al poco, el esperado juguete fue terminado. Tsunade se encargó de coser las ropas sencillas que vestiría, y bordar con cuidado la cara menuda y pegar los ojos azules de botón. Minato recibió gustoso el obsequio, al que llamo Naruto por el ingrediente de su comida favorita. Tal como su padre lo esperó, el niño encontró compañía y sosiego jugando con Naruto. Jiraiya imaginó que su hijo no era el único niño necesitado de compañía, por lo que dedicó el resto de sus días en fabricar juguetes que hicieran felices a los niños. Naruto adoraba a Minato, era amable y gracioso, hablaba mucho y le contaba sus secretos, jugaban juntos todo el tiempo y la sonrisa del muchacho era para él, lo mejor. Empero al cabo, el delicado cuerpo de Minato recayó en cama. Ya jamás volvió a levantarse de ella, entre sus manos, Naruto lo vio dormir por última vez”. ~O~ —Minato-chan se sentía solo y tú también te ves igual que él ´ttebayo, así que ¡yo te haré compañía! Todos necesitamos un compañero en la vida. ¡No me importa si estás roto! Yo seguiré a tu lado. —¿Es que eres idiota? Estúpido muñeco viejo —Sasuke volteó la cara para que no fuera evidente su bochorno. El silencio se apoderó del cuarto, lo cual era raro desde que Naruto había ido a dar ahí. Cuando no lo soportó, volvió el rostro bruscamente, cruzándose con la cara de Naruto. Con sus labios específicamente. Su compañero retiró su faz, satisfecho. —Un hechizo —dijo—, ahora tenemos un lazo. Y ni siquiera tú, Sasuke-ōjisama, puedes romperlo. El pelinegro parpadeó perplejo, sorprendido por la actitud del otro, pero Naruto volvió a su postura inicial, y no dijo ya más nada. El príncipe arrugó con sus manos delicadas la chaqueta que todavía estaba en sus hombros, arrugando el ceño y murmurando entre dientes maldiciones contra su compañero de estante. Tocó las grietas de su cuello y hombro; y por primera vez en esos días, esbozó una diminuta sonrisa. “Un compañero”. ~O~ Itachi escuchó la campana del establecimiento sonar en cuanto entró, frunció elegantemente el ceño al mirar los anaqueles vacios y pensó que se había equivocado de dirección. —¿Puedo ayudarte? —una voz femenina preguntó. Itachi era un niño muy listo, así que alzó la barbilla y dijo con voz clara —Estoy buscando un juguete, como regalo para mi hermanito. Pero no veo ningún juguete aquí. Tsunade se puso la mano en la boca para que el niño no mirara su sonrisa, estaba segura que el orgulloso chiquillo se sentiría ofendido por eso. —¿Cuál es tu nombre? —Uchiha Itachi —anunció con orgullo. La rubia se inclinó hasta quedar a su altura —Itachi-kun, he vendido todos los juguetes, así que tendrás que buscar en otro lugar. El chaval hizo un mohín de disgusto, le habían dicho que ese lugar vendía los mejores juguetes y él quería lo mejor para su hermano pequeño. Distraído, paseó la negra mirada por los estantes, hasta que topó de frente con dos juguetes que se hallaban muy juntos sentados en la repisa más alta. Un muñeco de trapo y un príncipe de porcelana que se parecía mucho a su hermano pequeño —Quiero ver ese juguete —ordenó, con su voz más grave. La mujer no se extrañó del interés de Itachi por Sasuke, puesto que ambos eran muy parecidos: piel blanca, pelo oscuro, las mismas facciones. Pensó que su interés se iría en cuanto le dijera que Sasuke se encontraba roto, como había pasado con las personas que habían preguntado por él.

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rotas.

Pero a Itachi no le importó, él siempre había tenido un especial interés en las cosas

Tsunade se dirigió a bajar a Sasuke, pero cuándo lo tomó, notó que éste tenía un brazo entrelazado con el de Naruto, negándose a soltarlo. Eso y que la sencilla chaquetilla de algodón perteneciente al rubio, ahora había pasado a los hombros del pelinegro. “¿Qué demonios?” —¿Sucede algo? —el niño volvió a preguntar con sus modales impecables. Tsunade sonrió un poco y bajó ambos muñecos para mostrárselos a Itachi. Este reclamó que solamente estaba interesado en el muñeco de pelo negro, pero la dama fue contundente: sólo podría llevárselos si ambos iban juntos, ya que eran compañeros y se entristecerían de estar separados. —Así que, Itachi-chan, llévatelos, pero mantenlos juntos. La rubia se negó a recibir un centavo por ambos juguetes, e Itachi salió de ahí con la firme idea que había cerrado un trato con una loca. “Te lo dije, viejo idiota. No podías hacer un compañero para Sasuke, porque en realidad creaste a Sasuke para ser el compañero de Naruto”, Tsunade pensó, mientras veía alejarse al muchacho con ambos juguetes en la mano. Llegando a casa, Uchiha Itachi se dedicó a observar con ojo objetivo al muñeco más viejo que había llevado. Era guapo, después de todo. Incluso se parecía al mejor amiguito de su hermanito pequeño. Los dejó en su habitación, mientras salía para buscar al par de revoltosos. Que sin duda estaban en la cocina con su madre y la de su amiguito, ambas encantadas por sus niños de brazos. “Más te vale que cumplas tu promesa, estúpido muñeco viejo”

Notas: Ah! ¿Qué puedo decir? Adoro las muñecas de trapo, amo escribir y amo a Sasuke y Naruto, de preferencia, juntos. He intentado darle fin a este fic en incontables ocasiones, pero al final siempre acababa haciendo otra cosa, pero súbitamente llegó la inspiración para terminarlo. Tal vez no sea lo que estéis acostumbrados a leer, pero lo que es yo, he terminado teniéndole mucho cariño a MJ. Tal vez este no sea mi mejor trabajo, pero le he puesto el corazón y espero que os guste tanto como a mí me ha gustado escribirlo. Esto es todo, muchas gracias por leer. K-RO

“Yo siempre cumplo mis promesas, Sasuke-ōjisama”

1 Tabanata: 七夕, Tanabata) o Festividad de las estrellas derivada de la tradición china Qi xi (“La noche de los sietes”). La fiesta celebra el encuentro entre Orihime y Hikoboshi. La Vía Láctea, un río hecho de estrellas que cruza el cielo, separa a estos amantes, y sólo se les permite verse una vez al año, el séptimo día del séptimo mes lunar del calendario lunisolar. Ya que las estrellas sólo aparecen de noche, la celebración suele ser nocturna. Al igual que Qi xi, Tanabata se inspira en el famoso cuento asiático de la princesa y el pastor. Orihime (織姫, Princesa Tejedora) era la hija de Tentei (天帝, Rey Celestial). Orihime tejía telas espléndidas a orillas de la Vía Láctea (天の川, Amanogawa). A su padre le encantaban sus telas, y ella trabajaba duro día tras día para tenerlas listas. Pero algo afligía a la princesa, porque a causa de su trabajo nunca podía conocer a alguien de quien enamorarse. Preocupada por su hija, Tentei concertó un encuentro entre ella y Hikoboshi (彦星, Pastor de las Estrellas), quien vivía al otro lado del río Amanogawa. Cuando los dos se conocieron, se enamoraron al instante el uno del otro, y poco después se casaron. Sin embargo, una vez casados Orihime descuidó sus tareas y dejó de tejer para Tentei, al tiempo que Hikoboshi descuidó su rebaño y dejó que las estrellas se desperdigaran por el Cielo. Furioso, Tentei separó a los amantes, uno a cada lado del Amanogawa, prohibiendo que se vieran. Orihime sintió la pérdida de su marido, y le pidió a su padre el poder verse una vez más. Tentei, conmovido por las lágrimas de su hija, permitió que los amantes se vieran el séptimo día del séptimo mes, siempre que Orihime tuviera terminado su trabajo. Sin embargo, la primera vez que intentaron verse se dieron cuenta de que no podían cruzar el río, dado que no había puente alguno. Orihime lloró tanto que una bandada de urracas vino en su ayuda y le prometieron que harían un puente con sus alas para que pudiera cruzar el río. Si un año ese día está lloviendo, las urracas no pueden venir y los dos amantes tienen que esperar hasta el año siguiente.

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Ponte en mi lugar Autora: Khira

Era un día de invierno normal y corriente en Shohoku, a excepción de la intensa lluvia que caía sin parar desde primera hora de la mañana. Las gotas repiqueteaban en los ventanales del gimnasio haciendo un ruido incesante y sordo, y de vez en cuando algún rayo resplandecía a lo lejos. Sin embargo los jugadores del equipo de baloncesto del Shohoku no prestaban atención alguna a la tormenta; todos estaban concentrados en los ejercicios de pases y tiros que el nuevo capitán, Ryota Miyagi, había ordenado realizar. Todos menos uno: Hanamichi Sakuragi, que estaba obligado por prescripción médica a únicamente realizar ejercicios sencillos y básicos durante un tiempo tras su regreso al equipo después de la rehabilitación. —Esto es indignante —se quejó por tercera vez en lo que iba de tarde—. Un genio como yo no debería estar haciendo esto otra vez. —Un genio lesionado, sí —replicó Ayako, de pie junto a él. —¡Yo ya no estoy lesionado! —Tus médicos no opinan lo mismo. —Mis médicos no tienen ni idea. En especial ese estúpido fisioterapeuta de... —Me da igual —le interrumpió la asistente—. El entrenador Anzai está de acuerdo con ellos en que no debes forzarte mientras aún te duela la espalda, así que harás lo que yo te diga. —¡Pero Ayako...! De pronto un balón pasó rodando junto a ellos. Rukawa se acercó a buscarlo y mientras lo recogía le lanzó una mirada de desprecio al pelirrojo. —Ya cállate, idiota —gruñó—. Estás molestando. —¡Maldito zorro! —Hanamichi se puso de pie de un salto, furioso—. ¿A quién llamas idiota? —A ti —respondió Rukawa, impasible—. ¿O no eres tú el que se va tirando de cabeza sobre las mesas? Sakuragi enrojeció completamente de la ira. Los demás miembros del equipo, temerosos de una nueva disputa entre ambos, sobre todo ahora que el pelirrojo no debería pelear, se apresuraron a intervenir —Sakuragi, vuelve a sentarte —ordenó Ayako, abanico en mano. —Rukawa, vuelve al centro de la cancha —ordenó Ryota. Los dos rivales se miraron un momento con odio y a continuación obedecieron a sus superiores. Pero antes de que Rukawa se alejara demasiado, Sakuragi dijo en voz alta y clara para que se le oyera bien: —No te preocupes, Ayako. A mí no me afecta lo que ese antisocial de mierda pueda decir sobre mí. Se hizo un silencio atronador en el gimnasio. Literalmente, porque lo único que se escuchó durante varios segundos fueron un par de truenos. Pero Rukawa, que se había detenido momentáneamente dando la espalda a Sakuragi, reanudó su camino sin volverse. El equipo al completo suspiró aliviado. Sin embargo, todos se quedaron pensando en lo mismo: después del estupendo partido que jugaron Sakuragi y Rukawa en el campeonato nacional, parecía que después de eso se iban a llevar mejor. Pero nada más lejos de la realidad. En cuanto el pelirrojo regresó a los entrenamientos —aunque con una presencia casi meramente testimonial—, los insultos y disputas entre ellos se reanudaron. O mejor dicho, se incrementaron. Y lo más curioso de todo era que ahora era Rukawa quien provocaba a Sakuragi. El entrenamiento terminó media hora después de ese incidente. Ryota recordó que el sábado tenían partido amistoso con el Kainan y después los chicos se fueron a duchar mientras las chicas recogían cestas y marcadores. —Bueno, yo ya me voy —le dijo Ayako a Haruko, su segunda asistente—. Tú esperas a Sakuragi, ¿verdad? —Sí —asintió Haruko, un poco sonrojada. Aún no se acostumbraba a que todos supieran que estaba saliendo con Hanamichi. —Hasta mañana pues. —Hasta mañana.

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Haruko esperó pacientemente a que Sakuragi saliera de las duchas. Cuando lo hizo el primero, el pelirrojo aprovechó que estaban solos en la cancha para besar tiernamente a su novia en los labios. —Ey, no hagas eso —le recriminó Haruko, mucho más sonrojada que antes. —¿Por qué no? —¿Y si mi hermano hubiera entrado de improviso al gimnasio para buscarme? Sakuragi lo pensó durante unos segundos. —Ok, no lo volveré a hacer —sonrió—. Soy muy joven para morir. —Oye, ¿qué tal la espalda, Hanamichi? —preguntó Haruko—. ¿Hoy te ha dolido un poco menos? —Sí, hoy casi no he notado molestias... —mintió. En realidad cada dos por tres sentía pinchazos muy dolorosos en el lado izquierdo de la espalda, realizara el ejercicio que realizara. Los médicos le habían dicho que era normal después de una rehabilitación tan dura y que no tenía que preocuparse, que el dolor desaparecería poco a poco. Pero empezaba a impacientarse... De repente tuvo que dar un paso hacia delante porque alguien le había empujado por un costado. Había sido Rukawa, que había salido el segundo de los vestuarios. —¡¿Pero qué coño haces?! —le gritó Sakuragi nuevamente a la espalda del zorro. —Estorbas, idiota —dijo simplemente Rukawa antes de salir del gimnasio. Sakuragi apretó los puños pero no dijo nada más de él, no a solas con su novia. —Bueno, ¿nos vamos a casa? — preguntó tendiéndole una mano. —¡Claro! Salieron del gimnasio y se encaminaron hacia casa de la muchacha, no sin antes desplegar un paraguas bajo el que se apretujaron los dos. Tras varios minutos de silencio, Haruko se atrevió a comentar el tema que tenía a su chico de los nervios. —¿Qué te pasa con Rukawa? Antes no os llevabais tan horrible. —No lo sé —respondió sinceramente Hanamichi—. Es él que no deja de pincharme con lo de la lesión. Nunca pensé que fuera tan cruel. —Tú también te metes mucho con él por lo de que no tiene amigos —le recriminó la chica—. Y eso también es cruel. —¡Pero es que ahora siempre empieza él! —¿Entonces reconoces que antes empezabas tú? —Grrr... no... Bueno, tal vez... Llegaron a casa de Haruko y se despidieron. Haruko le dejó el paraguas a Hanamichi para que no se empapara. De camino a su casa, Sakuragi pasó por un parque por donde había atajado muchas veces, aunque nunca lo había visto así, a oscuras y con todos los árboles y arbustos brillantes a causa de la lluvia. Era muy bonito. De pronto reparó en la figura conocida de un chico sentado en un banco, inmóvil y por supuesto completamente empapado. Primero pensó en pasar de largo, pero luego lo pensó mejor y se acercó a él. —¿Qué te pasa, zorro? ¿Se te ha olvidado el camino a casa? Rukawa le miró un segundo y luego desvió la vista de nuevo hacia el suelo. —Piérdete, idiota. Sakuragi estuvo a punto de golpearle la cabeza con el paraguas, pero se controló y decidió por una vez hacer lo que le pedía el chico más bajo. —Ok. Hasta mañana, capullo. Se dio media vuelta dispuesto de verdad a marcharse y dejarle tranquilo, pero entonces escuchó de nuevo algo que le hizo rabiar a más no poder. —¿Mañana también vas a venir al entrenamiento? ¿Para qué, para hacer de chico florero? Si antes de lesionarte ya servías para poco, ahora eres un inútil total. El pelirrojo se giró, tiró el paraguas al suelo y golpeó fuertemente a Rukawa en la cara. Kaede no tardó en devolver el golpe. Estuvieron así varios minutos golpeándose, hasta que terminaron cogiéndose mutuamente de las solapas del uniforme y con la nariz sangrando.

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—¿Y tú qué, eh? —gritó Sakuragi—. ¡Prefiero ser un inútil que un apestado como tú! ¡Nadie se te acerca, y no es de extrañar! ¡Eres insoportable! Rukawa le miró con furia infinita. Se soltó y golpeó a Sakuragi en el estómago. Sakuragi iba a responderle el golpe cuando de pronto se oyó un chasquido y una extraña luz salida de la nada les cegó a ambos por un instante. Tropezaron y cayeron al suelo de culo. —¿Q-qué ha sido eso...? —preguntó Sakuragi unos segundos después mientras se levantaba—. ¿Un rayo...? Parecía que Rukawa iba a responderle otra vez con un insulto mientras se levantaba, pero se paró y se quedó a medio camino, con la cara completamente blanca. —¿Qué te pasa? —se extrañó Hanamichi. Rukawa no contestó, en lugar de eso terminó de levantarse un poco más despacio. Seguía lloviendo, y ambos estaban empapados hasta las orejas. Sakuragi recogió su paraguas, se secó la sangre de la nariz con una manga, y echando un último vistazo a Rukawa, se marchó definitivamente del lugar. Llegó a su casa cinco minutos después. —¡Estoy en casa! —gritó Sakuragi al entrar. Extrañamente nadie le contestó. «Qué raro…», pensó mientras se descalzaba y dejaba el paraguas en el paragüero. Pasó al interior de la vivienda buscando algún rastro de su madre o de sus dos hermanas, pero estaba vacía. En la cocina encontró tres papelitos donde cada una de ellas le explicaba que cenaría fuera y que no esperase despierto. «Ni que se hubieran puesto de acuerdo…» Suspiró y se dispuso a preparase él mismo la cena. Mientras el ramen se calentaba en el microondas llamó por teléfono a Yohei para invitarle a dormir a su casa, pero nadie contestó. «En fin... pues esta noche a dormir solo en casa…», pensó mientras colgaba. Cenó mirando la televisión y un rato después se fue a acostar. Mientras, en la oscuridad de su habitación, un muchacho de cabello oscuro y ojos azules se revolvía en la cama sin poder dormir. Afuera se escuchaban voces y eso era algo a lo que no estaba acostumbrado, ya que normalmente sus padres se la pasaban viajando y la mayoría de las noches dormía solo en esa gran casa. Sin embargo sus padres le habían anunciado nada más llegar él que se habían terminado los viajes durante una larga temporada. Pero no era esa inesperada noticia o la presencia de más gente en la casa lo que tenía a Rukawa desvelado. Lo que pasaba era que cada vez que se movía un poco sentía un gran dolor en cierta parte de su cuerpo. «No lo entiendo…», pensó desconcertado. «¿Por qué me duele… la espalda?»

A la mañana siguiente, Sakuragi encontró de nuevo tres notas en la nevera de su madre y sus hermanas que le decían que ya se habían ido a trabajar y que no volverían hasta la noche. Le extrañó, pero en ese momento no le dio más importancia. Había dormido estupendamente. La espalda no le había dolido en toda la noche, y deseó que continuara así incluso en el entrenamiento. Antes de salir de casa para ir al instituto estuvo esperando hasta casi el último momento para que como cada día Yohei pasara a recogerle, pero su amigo no apareció. Enfadado por casi llegar tarde a clase por ese motivo, Sakuragi encaró a Yohei en el primer descanso. —Ey, Yohei —dijo sentándose en el pupitre de delante con la silla al revés—. ¿Por qué no has pasado a buscarme? —¿Perdona? —preguntó el chico moreno con una ceja alzada. —Claro que te perdono, pero podrías haberme avisado y así no te habría esperado… —Quiero decir —le interrumpió Yohei—, ¿por qué tendría que pasar por tu casa a buscarte? —Y yo que sé, pero lo llevas haciendo desde secundaria... —No sé de qué me estás hablando, Sakuragi... Hanamichi iba a explicarse mejor pero cayó en la cuenta de cómo le había llamado Yohei. —¿Por qué me has llamado por mi apellido? —inquirió preocupado.

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—¿Y cómo tendría que llamarte? —Por mi nombre, Yohei, somos amigos… —¿Amigos? —¡Sí, amigos! ¡Desde secundaria! ¡¿Es que se te ha olvidado?! —se exasperó—. ¡¿Qué demonios te pasa, Yohei?! —Sakuragi, nosotros efectivamente fuimos juntos a Wako, pero nunca hemos pasado de simples conocidos… Sinceramente, no entiendo qué mosca te ha picado… El pelirrojo sí que no entendía nada. Lo que más le confundía era que conocía a Yohei, y la expresión seria que tenía indicaba que no le estaba gastando ninguna broma. —Nada, déjalo… —murmuró finalmente—. Olvida lo que te he dicho... —Ok… Regresó a su pupitre y allí pasó el resto de la mañana como en trance hasta que sonó el timbre que indicaba la hora del almuerzo. Salió del aula detrás de Yohei y comprobó entre atónito y preocupado que éste se reunía con el resto de su ejército y ninguno de ellos ni siquiera le había mirado. «¿Qué rayos está pasando aquí? ¿Todos se han olvidado de mí o qué?» Entonces vio pasar a Haruko por el pasillo acompañada de sus inseparables amigas Fuji y Matsui y salió corriendo a su encuentro. —Hola Haruko, no vas a creerte lo que me ha dicho Yohei… —dijo mientras la cogía de ambas manos. —¡Kyaaa! —exclamó la muchacha soltándose muy sonrojada—. ¿Pero qué haces, Sakuragi? —¿T-tú también? —preguntó Hanamichi, estupefacto—. ¿Tampoco recuerdas que soy tu novio…? —¿M-mi qué? —exclamó Haruko. —¿Su qué? —exclamaron sus amigas. —N-nada… —se apresuró a corregir—. Supongo que sólo nos conocemos del equipo de baloncesto… —Pues claro, Sakuragi, no sé a qué ha venido esto... abajo.

Hanamichi bajó la cabeza y sin decir nada más pasó de largo a las tres muchachas y siguió su camino pasillo «No entiendo nada…», era lo único que se repetía en su cabeza.

Llegó a la cafetería y se encontró con una escena que le confundió aún más. Rukawa, en lugar de almorzar solo en un rincón como era habitual, estaba sentado en una de las mesas centrales rodeado por chicos y chicas de su clase que no paraban de reír y hablar con él. Al menos el zorro estaba como siempre, o más bien, también parecía sorprendido por el mismo motivo. Y en verdad que lo estaba. Rukawa ya había alucinado de buena mañana con que su padre insistiera en acompañarle en coche al colegio, cuando ni siquiera estaba enterado de que acudía en bicicleta. Y luego una vez en clases, se había encontrado con que de pronto todos sus compañeros le hablaban como si le conocieran de toda la vida, y más extraño aún, como si fueran sus amigos. Tanto que no había podido librarse de ellos ni para almorzar, aunque la verdad no le había puesto mucho empeño. Las miradas de Sakuragi y Rukawa se cruzaron un instante, y sin decirse nada ambos supieron que algo no andaba bien. En el entrenamiento todo siguió igual. De pronto era Rukawa a quien todo el mundo hacía más caso, pero no sólo basquetbolísticamente hablando. Ryota y Mitsui no paraban de hacer bromas con él y en cambio a Sakuragi apenas le habían saludado al entrar en el gimnasio. Sakuragi, olvidado en un rincón sin contar siquiera con la compañía de Ayako, botaba el balón con la mano izquierda mientras observaba el entrenamiento y se preguntaba si el mundo se había vuelto loco o solo él. En la cancha los jugadores del Shohoku estaban practicando pases largos. Un jugador pasaba el balón desde medio campo y otro lo recogía en la línea de triples y encestaba con un tiro en bandeja. Cuando le tocó encestar a Rukawa, por supuesto lo hizo, pero al poner de nuevo los pies en el suelo sintió un dolor tan agudo en la espalda que se le doblaron las piernas y cayó arrodillado. —¡Rukawa! —exclamaron sus compañeros. —¿Qué pasa, te has hecho daño al lanzar? —preguntó Ryota acercándose a él.

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—N-no… —mintió. Y estaba claro que mentía porque se le había quedado la cara más blanca que el papel. A Sakuragi aquello le era muy familiar y de repente él también palideció. «No será que le duele… ¿la espalda?» Pero enseguida meneó la cabeza, diciéndose que no tenía por qué ser la espalda, podría dolerle cualquier otra parte del cuerpo. Sin embargo algo en los movimientos de Rukawa al levantarse le recordaba tanto a los suyos propios cuando le daban tirones en… Un momento... ¿Por qué a él ya no le dolía la espalda ni siquiera haciendo ejercicio? Mientras Sakuragi intentaba encontrar una explicación lógica a la repentina desaparición de los dolores que le habían acompañado durante meses, el entrenamiento se reanudó. Ryota mandó cambiar de ejercicio: ahora se trataba de ir corriendo en parejas por toda la cancha efectuando pases hasta que uno llegaba a la canasta y encestaba con un tiro bajo el aro. Empezaron Ryota y Mitsui, luego Yasuda y Shiozaki, a continuación Kuwata y Sasauka, y cuando le tocaba el turno a Ishi y Rukawa, el segundo se detuvo a media pista y el balón que tenía que recibir se perdió por una banda. —¿Rukawa? Kaede se giró hacia Ryota con el gesto más serio que de costumbre. —Lo siento, no me encuentro bien —reconoció—. Me voy a casa. —Claro, como quieras… El chico de ojos azules se descalzó las zapatillas y salió por la puerta de los vestuarios. Ryota mandó continuar con la práctica, y nadie se fijó en que Sakuragi seguía los pasos del zorro unos minutos después. Hanamichi se encontró a Rukawa ya cambiado y sentado en uno de los bancos, con la mano derecha en su hombro izquierdo, el rostro tenso y la respiración entrecortada. —¿Te duele la espalda, verdad? —preguntó Sakuragi ya seguro. Al oír su voz Rukawa se sobresaltó un poco y eso hizo que le diera un nuevo tirón y se encogiera con el rostro más crispado aún. —Mierda… —musitó. —¿Desde cuándo te duele? —preguntó Sakuragi acercándose más. No hubo respuesta. —Rukawa, esto es serio, necesito saber desde cuándo te duele. Algo en el tono de voz del pelirrojo instó a Rukawa a contestar. —Desde ayer por la noche. «Desde que a mí no me duele…» Y entonces el pelirrojo cayó en la cuenta de algo más. «Ayer por la noche Yohei ya no me cogió el teléfono y desde entonces que no veo a mi familia… Y hoy mi ejército me ignora y él en cambio parece el chico más amigable del instituto…» —¿O no eres tú el que se va tirando de cabeza sobre las mesas? —No te preocupes, Ayako. A mí no me afecta lo que ese antisocial de mierda pueda decir sobre mí. —¿Mañana también vas a venir al entrenamiento? ¿Para qué, para hacer de chico florero? Si antes de lesionarte ya servías para poco, ahora eres un inútil total. —¿Y tú qué, eh? ¡Prefiero ser un inútil que un apestado como tú! ¡Nadie se te acerca, y no es de extrañar! ¡Eres insoportable! —Es como si se hubieran intercambiado nuestros problemas… —murmuró Sakuragi en voz alta. Rukawa le miró sin entender. —¿Qué dices, idiota? —¡A mí ya no me duele la espalda pero me he quedado sin amigos! ¡Y tú te has lesionado de repente y a cambio ya nadie pasa de ti! ¡Y todo esto desde que ayer nos peleamos en el parque!

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—¿A dónde quieres llegar? —preguntó Kaede sin parecer demasiado escéptico, pues todo lo que había dicho Sakuragi era verdad. —Ya te lo he dicho. Es como si se hubieran intercambiado nuestros problemas. —¿Y cómo? ¿Magia? —preguntó irónicamente. —Pues no lo sé. Pero habrá que hacer algo. Se quedaron en silencio unos segundos. “¿El qué?”, era la pregunta que ambos se hacían. Finalmente Rukawa se levantó, cogió su mochila y se dispuso a salir de los vestuarios. —¡Eh, zorro! —exclamó Sakuragi—. ¿A dónde vas? —A mi casa, idiota —respondió Rukawa como si fuera obvio. —Pero... ¿y qué hacemos con esto? Rukawa se encogió muy levemente de hombros para que no le diera otro tirón. —Ya veremos. «¿Ya veremos? —repitió mentalmente el pelirrojo—. ¿Cómo puede estar tan tranquilo?» —Oye, no pensarás jugar el partido contra el Kainan, ¿verdad? —preguntó. —Claro que sí. —¿Pero qué dices? ¿No ves que ahora eres tú el lesionado? —Quizás esta lesión sólo está en mi cabeza. —¿Eh...? Pero Rukawa no se explicó más. «¿Qué vamos a hacer?», se preguntó Sakuragi cuando se quedó solo en el vestuario.

Y llegó el día del partido contra el Kainan. Sakuragi no había podido convencer a Rukawa de que no jugara, aunque la verdad no había insistido mucho, pues había estado ocupado intentando averiguar dónde puñetas se había escondido su familia. Hacía cinco días, concretamente desde la noche de la pelea en el parque con el zorro, que sólo sabía de ellas por notitas en la nevera. El gimnasio del Kainan estaba lleno a rebosar. No era extraño pues, aunque era un amistoso, en ese partido se enfrentarían los que eran considerados los dos mejores equipos de Kanagawa del momento. —¡Qué nervios! —se le escapó a Kuwata al salir de los vestuarios y ver el ambiente. —Tranquilo, esta vez les ganaremos —dijo Mitsui—. ¿A que sí, Rukawa? Rukawa asintió con gesto ausente. Sakuragi, sentado en la grada encima del banquillo —se había hecho a la idea de que nadie se creería que su lesión había desaparecido y ni había insistido para jugar ese partido—, le miró preocupado. Se levantó y aprovechó un momento en que nadie les miraba para bajar y llevárselo de vuelta a los vestuarios sujeto de un brazo. —¿Qué quieres, idiota? —preguntó Kaede soltándose de él de malas maneras. —No deberías jugar —dijo Hanamichi—. No con mi lesión en tu espalda. —¿Y a ti qué más te da? ¿No acabas de decir que es mi espalda? —Pero, ¿y si cuando encontremos la manera de volver a la normalidad, me devuelves la lesión agravada? Rukawa le miró fijamente. —Sí, ya me doy cuenta de lo raro que ha sonado eso... —suspiró el pelirrojo. —Ya te dije que quizás lo que nos está pasando sólo está en nuestra cabeza. —Y yo he pensado sobre eso, y que mis amigos y mi novia se hayan olvidado de mí no son imaginaciones mías. Rukawa, en serio, no deberías jugar. —Ya déjame en paz, idiota —gruñó dándose la vuelta para salir. —¡Espera!

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Sakuragi le siguió pero en ese momento el árbitro ya estaba llamando a los jugadores y Rukawa se le escapó en dirección al centro de la cancha. El pelirrojo bufó hastiado. Le echó una miradita al entrenador Anzai sin saber si chivarse o no, pero pensó que si la lesión de Rukawa le empezaba a doler el viejo se daría cuenta y se marchó a la grada. Mientras, en la cancha… —Cuánto tiempo, Rukawa —le dijo Nobunaga Kiyota al que consideraba su mayor rival. —Mm. —Que sepas que he mejorado mucho desde los nacionales. Esta vez vas a morder el polvo. «Este tío no cambia… sigue siendo un bocazas», pensó Kaede. El árbitro indicó que comenzara el partido antes de que el mono salvaje pudiera continuar alabándose a sí mismo. Como ahora Rukawa era el más alto del equipo le tocó saltar por el balón, y eso hizo que sintiera una fuerte punzada de dolor al efectuar el salto. «Mierda…» El balón lo tocó Takasago, que aún no se había retirado igual que Maki y Mitsui, y cayó en manos de Kiyota, quien no perdió el tiempo y salió disparado en dirección a su canasta. Rukawa a pesar del dolor salió tras él pero no llegó a tiempo para impedir que el más bajo encestara. —Ya son dos a cero —le dijo Nobunaga con una sonrisa de superioridad. —Idiota... En la jugada siguiente Shohoku encestó pero sin la colaboración de Rukawa. El moreno tampoco participó demasiado en el juego los siguientes diez minutos por culpa del dolor que apenas le dejaba moverse con libertad. En la grada, Sakuragi se preguntaba cómo era posible que nadie aparte de él se diera cuenta de que el estúpido zorro no estaba en condiciones de jugar. Además, el partido tenía un ritmo muy fuerte. En una jugada, Kiyota fintó a Rukawa y por un momento pareció que había conseguido librarse completamente de él, pero el chico de ojos azules apareció nuevamente para bloquearle el paso ya muy cerca de la canasta. —¡No vas a impedirme tirar! —dijo Kiyota deteniéndose sin dejar de botar el balón. «Ya lo veremos…» Y de pronto Rukawa sintió como si una mano le agarrara del hombro, y un segundo después esa mano le pellizcaba tan fuerte que el dolor fue insoportable. —Ugh… Kiyota pasó a Rukawa sin darse cuenta de que le había cambiado la cara y encestó. Pero al girarse para vanagloriarse de los dos puntos conseguidos a su costa fue testigo, él, Sakuragi, y todo el gimnasio, de cómo el número 11 del Shohoku se desplomaba en el suelo boca abajo. —¡Rukawa! —exclamaron sus compañeros mientras empezaban a correr hacia él. El árbitro detuvo el partido inmediatamente y también se acercó al desvanecido muchacho. Le tomó el pulso y llamó a los sanitarios que aguardaban a un lado de la cancha. Sakuragi, que al principio se había quedado paralizado al ver caer al zorro, reaccionó y de un salto se bajó de las gradas para acudir hacia el grupito que se había formado a su alrededor. Los sanitarios le habían dado la vuelta con cuidado y uno de ellos le estaba abriendo los ojos para inspeccionarlos con una especie de pequeña linterna. —Parece que sólo se ha desmayado. El árbitro y los dos entrenadores suspiraron aliviados. No hacía mucho que en televisión había salido el caso de un futbolista que se había desplomado en pleno partido con parada cardiorrespiratoria y fallecido por una tromboembolia pulmonar. —Vamos, muchacho, reacciona… —decía el sanitario palmeando suavemente la mejilla de Rukawa. Pero Rukawa no reaccionaba. Sakuragi, de pie a un par de metros, pero pudiendo observar todo gracias a su privilegiada altura, sintió una opresión muy extraña en el pecho al contemplar a su compañero de equipo tendido en el piso inconsciente, con la piel de la cara tan pálida y sus negros cabellos alborotados y mojados por el sudor. —¿Llamamos a una ambulancia? —preguntó el árbitro. —No, de momento le llevaremos en camilla hasta la enfermería del instituto.

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Dicho y hecho, los sanitarios desplegaron una camilla y colocaron en ella a Rukawa para llevárselo. Sakuragi tuvo una sensación de déjà vu muy angustiante. El partido se reanudó unos minutos después pero sin la presencia de Rukawa ni la del entrenador Anzai, que se había ido junto con su jugador estrella. Sakuragi decidió esperar un poco y luego también se marchó del gimnasio en busca de la enfermería donde habían llevado al zorro. Cuando llegó la puerta estaba cerrada y no se atrevió a entrar sin llamar. Colocó los nudillos en la puerta pero antes de golpearla suavemente escuchó la voz del viejo, y sorprendentemente parecía muy enfadado. —Creí que eras más responsable, Rukawa. ¿Por qué lo has ocultado? ¿No te das cuenta de que la lesión puede ser muy grave? ¿Tan importante era este partido amistoso para ti? A pesar de que le estaba metiendo la bronca a Rukawa, Sakuragi se alegró de escuchar la voz de su entrenador porque eso significaba que el zorro ya estaba despierto. Pero se quedó de una pieza cuando escuchó lo siguiente. —Venga, no llores. Voy a llamar a tu casa para que tus padres vengan a recogerte y no tengas que volver en tren. Sakuragi se apartó de la puerta y se escondió tras un pilar. El entrenador Anzai salió acompañado de uno de los sanitarios y unos segundos después Sakuragi entró en la enfermería. No quedaba nadie más aparte de Rukawa en la enfermería. Efectivamente el zorro estaba llorando en silencio, tumbado en la única camilla del lugar, otra vez con su mano derecha sobre el hombro izquierdo. Cuando vio a Sakuragi entrar se secó las lágrimas rápidamente y volteó a mirar la pared contraria a la puerta. —Yo también lloraba a veces cuando me dolía mucho —dijo de pronto Sakuragi rompiendo el silencio que se había formado—. Sobre todo por las noches. Rukawa no dijo nada pero su expresión pareció relajarse. —Tenemos que hacer algo, zorro. Esto no puede seguir así. En una mesita había un periódico. Sakuragi tuvo una corazonada y lo cogió y lo abrió por la página del tiempo. Rukawa le miraba atentamente sin comprender por qué el pelirrojo se había puesto de repente a leer el periódico. —¡Aquí lo tengo! —exclamó Hanamichi orgulloso—. Esta noche volverá a hacer tormenta. Quedemos en el mismo parque y con un poco de suerte… —¿Con un poco de suerte, qué? —preguntó Rukawa no muy convencido. Le parecía mucho tentar a la suerte a que les cayera otra especie de rayo encima. —No lo sé, pero no perdemos nada probando. —Dime una cosa, idiota. ¿Por qué tanto interés en recuperar tu lesión? —No es mi lesión lo que quiero recuperar, imbécil. Quiero a mis amigos. —¿Aunque te cueste estar lesionado de nuevo y no poder jugar? Sakuragi no tuvo que pensarlo. —Sí. Rukawa se quedó en silencio unos segundos más. —Está bien... —accedió finalmente—. Esta noche a la misma hora, en el parque.

Llovía a cantaros, igual que cinco días atrás. Sakuragi y Rukawa estaban frente a frente en medio del parque, sin saber qué hacer. La situación era muy incómoda. —¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Sakuragi rascándose la cabeza. Rukawa iba a encogerse de hombros pero lo pensó mejor y se quedó quieto. La espalda le dolía una barbaridad. —A ver… —murmuró Hanamichi pensando en voz alta—. Es la misma hora, el mismo lugar, casi la misma tormenta… Y nos estábamos peleando cuando sucedió… Así que digo yo que para invertir la “cosa” esta habrá que hacer algo… no sé… Algo contrario a pelearse, ¿no? —¿Algo como qué? —preguntó Kaede alzando una ceja. De repente Sakuragi se ruborizó y Rukawa le leyó el pensamiento. —Ni hablar —dijo también con un sospechoso tono carmín en sus mejillas.

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Entonces Sakuragi se acercó mucho a él y lo cogió de los hombros. —Oye, zorro, esto me hace tanta gracia como a ti —casi gritó—. Pero tenemos que intentarlo, ¿no? ¡Quiero recuperar a mis amigos! ¡Así que deja de poner pegas y bésame! Rukawa no dijo que de acuerdo pero no se movió, lo que Sakuragi tomó por un sí. Así que respiró muy hondo, sin apenas creerse lo que estaba a punto de hacer, e intentó juntar sus labios con los del zorro. Y se quedó en un intento, porque en el último momento Rukawa se liberó y Sakuragi le dio un beso a las gotas de lluvia que caían sin parar. —¡Maldito zorro! —se quejó—. ¡Estate quieto! ¡A mí tampoco me hace gracia besarte pero…! —No es eso —interrumpió Rukawa, aún más sonrojado—. Es que… no quiero devolverte la lesión. —¿Qué…? —exclamó el pelirrojo desconcertado. —Bueno, en realidad lo que no quiero es que todo vuelva a ser como antes… Sakuragi tardó unos segundos en comprender lo que Rukawa quería decir. —Entiendo... Ahora todos te hacen caso y te tratan como un amigo... Lo que no quieres es volver a estar solo... Kaede respiró hondo y continuó: —Eso es. Tú no has cambiado, y con tu personalidad seguro que puedes recuperar a tus amigos aunque tengas que empezar de cero... —Pero Rukawa... ¿es que no lo ves? Esta amistad que dices que no quieres perder es artificial. La verdadera amistad se forja con el tiempo. Y tú tampoco has cambiado, lo que significa que podría ser que tus nuevos “amigos” se cansen de ti por tu actitud. —Cambiaré —dijo convencido Rukawa. —¿De verdad que te quedarías con mi lesión por ellos...? —Sí. Sakuragi comprendió por primera vez lo mucho que le dolía a Rukawa la soledad que él mismo se había buscado. Más que la espalda. —Lo siento, pero no puedo hacerlo. Esa es mi lesión y no te dejaré cargar con ella —Rukawa iba a replicar pero el pelirrojo se le adelantó—. A cambio te prometo que te ayudaré a cambiar y a forjar tus propias amistades. El moreno le miró sorprendido. —Y ahora, besémonos de una vez. Sakuragi se aproximó nuevamente a Rukawa, y esta vez el moreno no se apartó. Se miraron fijamente a los ojos varios segundos que parecieron eternos, completamente sonrojados, hasta que finalmente sus labios se unieron en un suave pero firme beso. A Sakuragi le sorprendió mucho lo suaves que eran los labios del zorro. Aquello no era desagradable como se había temido en absoluto, al contrario, sin pretenderlo realmente se encontró profundizando aquel beso con el consentimiento silencioso de Rukawa, quien también estaba encantado y disfrutando como nunca. Y de pronto ocurrió lo mismo que la otra vez. Se oyó un chasquido, una extraña luz les cegó por un instante y cayeron al suelo. —¿Estás bien? —exclamó Sakuragi levantándose, deteniéndose al sentir de pronto un dolor familiar en la espalda—. Vaya, ya te echaba de menos... —musitó irónico. Una mano se ofreció inesperadamente para ayudarle. Sakuragi se quedó un poco descolocado al principio pero después aceptó la ayuda que le ofrecían para levantarse. Al hacerlo se encontró de nuevo frente a frente con Rukawa, quien le miraba con un desconocido brillo en los ojos. —Zo-zorro… —susurró. A Sakuragi le costaba respirar. Tenía el rostro de Rukawa nuevamente a apenas unos centímetros, y aunque sabía que ya no había razón alguna para besarle... no había nada que deseara más en ese momento. Y de pronto se estaban besando por segunda vez, abrazados, con fuerza, como si fuera lo último que iban a hacer en esta vida. El pelirrojo era incapaz de pensar en nada que no fuera el dulce sabor de la boca del zorro o el calor de su cuerpo pegado al suyo...

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Al cabo de unos minutos tuvieron que separarse por falta de aire. Se quedaron quietos sin dejar de mirarse a los ojos, respirando agitados. Increíblemente fue Rukawa quien habló primero. —¿Y ahora qué...? —preguntó temeroso de la respuesta. —No lo sé... —murmuró el pelirrojo. Cogió aire—. Pero... ha sido increíble —se atrevió a reconocer. —Sí... —convino Rukawa. —Quizás podríamos... no sé, empezar de cero... y conocernos algo mejor antes de seguir adelante con esto... ¿no crees? —preguntó Sakuragi sonrojado. —¿Y tu novia...? —¿Mi novia...? —de pronto Sakuragi abrió los ojos con sorpresa. ¡Se le había olvidado que salía con Haruko!—. Yo... hablaré con ella —prometió. —Está bien... —Bueno, me tengo que ir… Quiero comprobar si mi familia por fin ha “vuelto” a casa... Sakuragi vio la tristeza aparecer en los ojos azules de Rukawa. —¿Las cosas también te iban mejor en casa...? —aventuró. —Sí... —murmuró Rukawa—. Pero bueno... quizás es hora de poner de mi parte para que sigan así… —Así se habla... —Sakuragi sonrió y le dio un pequeño beso en la mejilla—. Hasta mañana, zorrito... Rukawa se sonrojó violentamente al escuchar el tono con que Sakuragi le había llamado “zorrito”…

Un nuevo día en Shohoku. Como siempre —a excepción de los últimos cinco días—, a la hora del almuerzo Sakuragi se encaminó a la cafetería acompañado por sus inseparables amigos Yohei, Takamiya, Noma y Ookusu. Nada más entrar localizó a un chico alto y moreno sentado solo en un rincón. Se sonrojó un poco al recordar lo ocurrido la noche anterior, pero había hecho una promesa y la cumpliría. —Chicos, hoy nos sentaremos con Rukawa —anunció. —¡¿Qué...?! —exclamaron sus cuatro amigos a la vez. —Lo que oís. Y no quiero quejas u os daré un cabezazo mortal a cada uno. Y sin decir nada más, se aproximaron a la mesa de Rukawa y se sentaron a su alrededor. —Ehm... hola Rukawa —saludó Sakuragi. —Hola Rukawa —saludó el resto un poco cohibidos. Rukawa dudó un poco pero finalmente decidió que él también tenía que colaborar. Además ayer había hablado con sus padres —les tuvo que esperar despierto hasta las doce a que llegaran— y la cosa había ido bastante bien: le habían prometido dejar de viajar tanto. —Hola —dijo secamente. Sakuragi sonrió e iba a iniciar una conversación cuando de repente apareció Haruko con sus amigas. —¡Hanamichi! —exclamó la chica—. ¿Cómo es que no me has buscado en todo el día? —Y-yo... Lo siento Haruko, he estado muy liado esta mañana y... —Bueno, no pasa nada —sonrió la muchacha—. ¿Puedo sentarme a tu lado? Y sin esperar respuesta se acomodó entre Sakuragi y Yohei, muy pegadita al primero. Rukawa le dirigió una mirada glacial a ambos y sin decir nada se levantó y salió de la cafetería. —¡Rukawa, espera! —exclamó Sakuragi levantándose para perseguirle para sorpresa de todos. Lo alcanzó a mitad de un pasillo, le jaló de un brazo y le obligó a detenerse. —¿Qué te pasa? —le preguntó en voz muy alta atrayendo la atención de todos los alumnos que pasaban por allí—. ¿Por qué te has ido así? ¡Eso no ayuda a hacer amistad con nadie, por si no lo sabías! —¡Ya lo sé, idiota! —exclamó Rukawa. —¿Entonces?

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—¡Que no soporto verte con ella! —confesó—. ¿Aún no te habías dado cuenta? —¿Qué...? —en otras circunstancias, Sakuragi habría tardado más en procesar esa información, pero después del beso de la noche anterior…—. ¿Por eso estabas tan borde conmigo desde las vacaciones...? Rukawa no contestó, pero la respuesta resultaba evidente. —Lo siento, no tenía ni idea... —Déjalo, no importa... —gruñó Rukawa dándose la vuelta para marcharse, pero Sakuragi le detuvo de nuevo. —Sí, sí que importa. Lo siento. Y dicho esto le plantó nuevamente un fogoso beso en los labios, sin importarle al parecer que estuvieran en medio de un pasillo concurrido y que muchos alumnos les estuvieran mirando con la boca abierta. —¡¿Hanamichi...?! Ambos chicos se separaron y miraron hacia la persona que había llamado al pelirrojo. Haruko estaba a dos metros de ellos junto a sus amigas, con las manos tapándose la boca de la sorpresa. —Haruko... tenemos que hablar... —suspiró el pelirrojo mientras Rukawa le agarraba posesivamente de la cintura. Pero inesperadamente la muchacha se relajó y suspiró con resignación. —En realidad yo también tenía que comentarte algo, Hanamichi... Y para sorpresa de todos y deleite de muchos, Haruko se abrazó a Fuji y le dio un pequeño beso en los labios. A Sakuragi por poco se le cayó la mandíbula al suelo. —Si quieres podemos hacer algo los cuatro juntos... —susurró Haruko sin apartarse de Fuji. —Ni hablar —se adelantó Rukawa abrazándose más a su pelirrojo—. Y nosotros ya nos vamos. Verdad, ¿Hana? —Ehm... sí —balbuceó Sakuragi. Y se dejó arrastrar por su zorrito lejos de allí. —Oye, ¿qué te pasa? —preguntó Rukawa cuando ya estaban en el patio viendo que su pelirrojo parecía aún en shock—. ¿Es que prefieres el yuri al yaoi? —Claro que no —reaccionó Sakuragi, divertido por ese tono molesto. A continuación le lamió una oreja y susurró—. Yo te prefiero a ti. Y si quieres que te lo demuestre vamos a tu casa, zorrito... Rukawa se sonrojó otra vez hasta las orejas, pero accedió.

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Winner Autora: A_nonima

Mirara donde mirara sólo veía una vasta extensión verde, perfecta y cuidada. Apretó los pies contra el fresco césped; sintiendo las hojas pinchar, sin hacerle daño, en las plantas desnudas de los pies. Alzó la cabeza hacia el despejado cielo tomando una gran bocanada de aire limpio. Las manos en los bolsillos, sujetando la corbata que se había quitado escasos minutos antes y guardaba allí. Un extremo que sobresalía del bolsillo se agitaba, golpeando su muslo, cuando empezó a soplar viento. Estaba hecho un desastre y lo sabía. La camisa blanca colgada arrugada formando bolsas, un faldón por fuera de los pantalones y la mitad de botones desabrochados. Las mangas arremangadas y el chaleco del traje abierto. No recordaba dónde había dejado la chaqueta y los zapatos pero esperaba que alguien se acordara de recogerlos y guardarlos. La ropa le había costado un dineral. Por instinto se llevó la mano a la cabeza, para pasar los dedos entre sus cabellos en un gesto que le relajaba y se había vuelto natural en él, en cambio topó con su cuello cabelludo sin encontrar interferencia. Igualmente pasó los dedos por donde antaño luciera una exuberante melena sintiendo las duras cerdas de pocos centímetros ofreciendo resistencia contra sus dedos. Aun no podía creerlo. Había huido de la boda. Estaba en el altar con el anillo en la mano a punto de dárselo a la novia cuando se había topado con un par de ojos azules. Con sus ojos azules… Entonces titubeó. La novia tuvo que llamarle la atención dos veces antes de seguir su mirada y encontrar lo que tanto le había perturbado. La comprensión y la culpa apareciendo en su rostro. No dijo nada pero la conocía lo suficiente para saber que ella le había invitado. Precisamente a él. Sin decir nada continuó con la ceremonia con los labios apretados, sintiendo todo el tiempo esa mirada posada sobre su persona. El nudo en la garganta, que había alcanzado límites insospechados al término del acto, se quebró solo para maldecirla en el cuarto trasero de la vicaría. Le increpó por actuar a sus espaldas y haber elegido precisamente ese día para ponerse en contacto con el castaño. “Tienes que hablar con él”, le había exigido. Su máscara cedió al recordar que el castaño había venido acompañado por su esposa embarazada. No le importó lo que pensarían los invitados, lo que sucedería en el convite que se celebraría posteriormente, salió de la iglesia sin ver ni oír a nadie. I don’t wanna talk About the things we’ve gone through Though it’s hurting me Now it’s history No quiero hablar de cosas que nos pongan tristes aunque todavía me hieren ahora es otra historia. I’ve played all my cards And that’s what you’ve done too Nothing more to say No more ace to play He jugado todas mis cartas, y tú también ya no hay nada que decir ya no quedan más ases para jugar.

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Se encaminó hacia una arboleda para cobijarse del sol. Sentado bajo un amplio pino recostó la espalda contra su tronco llevándose a los labios una ramita caída. ¿Cuándo fue la última vez que se permitió ver a Kaiba? Algunos días parecía que el tiempo no había pasado. Se despertaba añorando el cuerpo amado, sintiendo casi físicamente su ausencia. Otros en cambio sentía como si hubiera vivido varias vidas desde su separación y le sorprendía que el rostro del espejo no estuviera arrugado y cano. ¿Cuatro? ¿Cinco años? Su vista vagó por el paisaje verde. En cierto sentido el perfecto campo de golf le recordaba a su relación. En la superficie impecable, sin rastro de mácula. Cuidado a diario para que ni una triste mala hierba estropeara la coherencia verde. No obstante, improductivo. Estéril. Como la relación de dos hombres. Al principio no le habían dado importancia. Las largas veladas pasadas en compañía nunca se vieron manchadas por la imposibilidad de un descendiente. No necesitaban a nadie más en su mundo, todo era perfecto. Seto estaba hambriento de amor, deseoso de expresar sentimientos profundamente reprimidos durante largos años. Y él estaba ávido por recibirlo y devolverlo incrementado. Vivieron en un mundo aparte. Valoró cada segundo compartido, maravillado por la perfección con que sus cuerpos encajaban. Construyó su nueva vida en torno a él, en la necesidad de complacerle y la convicción de quien vive sus días idolatrando un amor. Qué desengaño. I was in your arms Thinking I belonged there I figured it made sense Building me a fence Estaba en tus brazos pensando que pertenecía a ellos en sentido figurado construyéndome una valla. Building me a home Thinking I’d be strong there But I was a fool Playing by the rules Me refugiaba en mi hogar, pensando que sería fuerte allí, pero estaba loco jugando con esas reglas. A lo lejos vio cómo un carro de golf se acercaba en su dirección. Se preguntó curioso a quién habrían enviado en su busca y qué excusa habrían dado por su ausencia. Distraído por esos pensamientos se entretuvo arrancando varios tallos, destrozándolos entre los dedos hasta que el coche estuvo lo suficiente cerca para ver a su ocupante. —Te dejaste la chaqueta en el camino. Debió haberlo adivinado. —Gracias por recogerla, Yugi. —Todos te están esperando. Tristan no esta muy feliz contigo y el espectáculo que montaste. Encogió los hombros pasando por alto la referencia al amigo ausente. No le sorprendía, no se había portado con mucho tiento. —¿Vas a volver sin darme problemas? Espero que seas razonable y hayas tenido tiempo de ordenar tus ideas. —¿Por qué lo ha hecho, Yugi? ¿Por qué precisamente hoy? Yugi suspiró. Salió del vehículo y caminó hasta el rubio, tomando asiento a su lado. —Ella te quiere… debió pensar que no encontraría una oportunidad mejor de juntaros a los dos.

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—¡Serenity es una idiota! —bufó arrancando puñados de hierba con ambas manos—. Juntar a un amante despechado con su ex-pareja y la esposa de este en su boda. Igual imaginó que sería divertido que saliera en las noticias. “Padrino trastornado arremete contra los novios e invitados con la espada de la tarta”… El más bajo rió con voz suave. —Igual pensó que esta era la última oportunidad que iba a tener —respondió en cambio—. Todos tememos que ahora que te marchas no sepamos muy seguido de ti. Te vas muy lejos. Joey desvió la mirada. Desde que la empresa donde trabajaba abrió sucursales por Europa estaba esperando un traslado. Finalmente, apenas unas semanas antes, le habían comunicado el nuevo destino asignado. Ya tenía listas las maletas y un estudio alquilado por un año. —¿No te gustaría aclarar las cosas con él antes de irte? ¿Qué había que aclarar? Todo estaba claro y atado. Le había dado la patada, se había casado y ahora estaba criando una caterva de estúpidos niños Kaiba. De hecho, una noche de insomnio incluso había hecho un gráfico. —Tu hermana está muy preocupada —insistió Yugi inclinándose hacia él—. Está llorando como una magdalena, ha dejado la camisa de Tristan para el arrastre. ¿Quieres que recuerde que su hermano, el padrino, se marchó de la iglesia enfadado con ella en el día más importante de su vida? No quedará muy bonito que ni en una foto del reportaje de bodas salga la novia sonriendo… Tiró el puñado de hierba que tenía en la mano a su acompañante pero la brisa evitó que una sola brizna cayera sobre él. —Bastardo manipulador, sube al coche. The gods may throw a dice Their minds as cold as ice And someone way down here Loses someone dear Los Dioses lanzarán los dados sus mentes, frías como el hielo y alguien aquí abajo va a perder a alguien querido. En su vagabundear no había ido muy lejos, la Iglesia y el hotel donde se celebraba el convite estaban dentro del complejo hotelero al que pertenecía el campo de golf. Se colocó los zapatos en el trayecto de regreso, esforzándose en evitar pensar demasiado en Kaiba. Esperaba que hubiera tenido la decencia de marcharse al ver que no deseaba hablar con él. Pero siempre olvidaba que ahí arriba debía haber alguien que le odiaba. El mal nacido estaba esperándolo en la entrada del salón donde se celebraba el convite. Junto con su mujer. Se detuvo a un par de metros de ellos, abrochándose el chaleco y la chaqueta, ignorándolos. Kaiba susurró unas palabras al oído de la mujer, con voz urgente. Pocos minutos después la Sra. Kaiba abandonaba la sala con gesto altivo y contrariado. —Enhorabuena —dijo Joey con voz contenida—. Es lo que procede, ¿no? —continuó ante el gesto interrogativo del otro—. Está embarazada… otra vez. —Joey… —¿Por qué estás aquí, Kaiba? —preguntó sin segundas intenciones. Con verdadera curiosidad. —Serenity me invitó. Resopló realmente divertido. —Debe ser fascinante tener el consentimiento de mi hermana para venir a burlarte de mí. ¿Qué quieres? —Quiero que hablemos. Aclarar las cosas… Esta vez fue una risa real la que expresó el rubio. De repente todo el mundo quería que hablara. Hablar, hablar, hablar… Hablar estaba sobrevalorado realmente. —Muy bien —aceptó volteando para ver al castaño, manteniendo las distancias—. Hablemos entonces… ¿Qué te parece si empezamos por tu vida sexual? ¿Es buena en la cama?

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—No es necesario ser vulgar. Elevó las palmas a la altura de su cabeza para que no notara lo perturbado que estaba por tenerlo tan cerca. —Solo es curiosidad —se defendió—. Son las reglas, ¿no? Echarle estas cosas en cara a un antiguo amante, actuar ofendido y altanero... ¿Debo hacer las típicas preguntas? ¿Te hace en la cama las cosas que yo hacía?... ¿Te… te besa como yo te besaba? —Joey, no hagas eso… Cerró los ojos, llevándose la mano al rostro y buscó apoyo en una mesa. —¡Es que no lo entiendo! —explotó—. ¿Por qué ahora? ¿No hay otros días? ¿Qué…qué esperas de mí? ¿Qué esperas que haga? Esto… que estés aquí, que me hables es muy duro y difícil. No puedo soportarlo… ¿Tanto me odias?... Sabes que no lo he superado… que aun me duele… But tell me does she kiss Like I used to kiss you? Does it feel the same When she calls your name? Pero dime, ¿ella te besa como yo solía hacerlo? ¿Sientes lo mismo cuando ella dice tu nombre? Somewhere deep inside You must know I miss you But what can I say Rules must be obeyed En tu interior debes saber que te hecho de menos no importa lo que diga las reglas deben obedecerse. En un suspiro el castaño estuvo a su lado, sosteniéndolo. El contacto fue tan abrumador, tan… ofensivo. Se movió instintivamente, le empujó con más fuerza de la necesaria. Asombrado tanto por el acto como por su reacción. Fue como una descarga, todo su cuerpo se puso tenso, rechazando el contacto en otro tiempo tan anhelado. Pero ese no era ya el hombre que él había amado, ni siquiera el que una parte de él aún se empeñaba en amar. Le pertenecía a otra persona. —Basta, Kaiba. Basta. He aguantado más de lo necesario, hasta yo tengo un límite. —Solo escúchame, Joey —pidió el castaño acercándose de nuevo, aunque en esta ocasión evitó tocarlo—. No creas que tú eres el único, también es duro para mí. —¡Pues hazlo fácil y vete! —¡NO! —gritó testarudo—. Eres… eras una persona muy importante para mí. Hasta ahora he respetado que me odiaras y no quisieras saber nada de mí, pero ya no más. No quiero perderte. —Tú no has perdido nada, Kaiba. Tú ganaste. Tienes esposa e hijos. ¿Qué más quieres? —Te quiero a ti… —susurró. Si aun guardaba alguna esperanza, el rostro desencajado y el cuerpo en tensión, clara evidencia de rechazo, del rubio debería haber terminado de despejar cualquier posibilidad. —¿Cómo…? —Quiero recuperar lo que tuvimos… antes de nuestra relación. No pienses mal —aclaró. Aunque su rostro sombrío ocultaba algo más—, valoro profundamente tu amistad. Puede sonar cruel y egoísta pero quiero que formes parte de mi vida. Tú me conoces mejor que nadie, confío en ti… fuiste mi mejor amigo —terminó tomando la mano del rubio. Joey lo permitió.

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The judges will decide The likes of me abide Spectators of the show Always staying low Los jueces decidirán todo lo que he aguantado los que solo miran nunca ganan. The game is on again A lover or a friend A big thing or a small The winner takes it all El juego vuelve a empezar un amante o un amigo algo grande o algo pequeño el ganador se lo lleva todo. Miró la mano que sostenía la suya. el amor.

Seto había sido su primer amor, su primera vez. Su primer todo. Un hombre nunca olvida la primera vez que hace

Despacio retiró la mano que le sostenía. A su espalda alcanzaba a oír la charla de los invitados, los gritos pidiendo a la pareja de recién casados que se besara. Sintió que estaba muy lejos de toda esa algarabía cuando alzó los ojos para encontrar los azules del otro. Algunas veces, sobre todo al principio de su ruptura, imaginaba que Seto volvía arrepentido a él. Que lloraba y le suplicaba por volver a su lado. Era extrañamente reconfortante planificar lo que cada cual diría en esas ocasiones. En algunas se mostraba digno, repudiaba al castaño y lo enviaba al infierno. De vez en cuando le aceptaba sin dudar. Otras pensaba que se hacía de rogar y dejaba que Seto volviera a ganarse su confianza con cientos de gestos, regalos y románticas declaraciones. Recreándose en esos detalles. Lo que nunca imaginó es que el castaño únicamente quisiera que volvieran a ser amigos. Lo había amado demasiado, aun lo amaba, para que eso fuera posible. —No puedo… —contestó herido—. Lo que me pides es demasiado. Te quise tanto que no puedo ser simplemente tu amigo porque así lo quieras. No puedo volver atrás. —No quise hacerte daño —se excusó Kaiba. Y se dio cuenta que era cierto. En realidad nunca le había culpado a él por lo que pasó. Culpó a la sociedad, a la mujer que lo sedujo y a las personas que, conociendo la relación que tenían, se callaron y no le contaron lo que sucedía, pero jamás a él. El amor es así de egoísta. Ser amigos no sería suficiente. No podría permanecer a su lado y conformarse con eso. Querría más. Y el no poder tenerlo no sería justo para él. —Me rindo —musitó para sí mismo. —Dentro de unos días me iré de la ciudad, y no creo que vuelva en mucho tiempo —le explicó despacio, dejando que la mente lúcida de Kaiba entendiera—. Da igual lo que quieras, Kaiba, las cosas son como son, es mejor así. —Si tú tan solo quisieras… —¿Si quisiera qué? Sabes lo que quiero, Kaiba, no nos avergüences a ambos obligándome a decirlo en voz alta. Yo… ahora solo tengo que entrar en esa sala y brindar por mi hermana y mi amigo... Y después blandir una espada —añadió como idea de último momento. Sonrió mirando a la puerta de donde venía el sonido. Es cierto, hacía mucho tiempo que no sentía que pertenecía a toda esa alegría, pero si se esforzaba podía volver a unirse a ellos. Sólo debía rendirse y dejarse llevar. —Tú ganaste… —suspiró mirando por última vez al castaño—. Adiós, Seto. Abrió la puerta doble entrando en la sala, varios niños pasaron corriendo frente a él forzándole a quitarse de su camino con agilidad. Rodeó varias mesas de invitados saludando a conocidos aquí y allá. Llegó hasta la mesa principal y sonrió a su hermana que se levantó en cuanto lo vio. La abrazó sin decir nada y antes de darse cuenta tenía en la mano una copa de champán e iniciaba un brindis en honor de los novios.

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Notas:

I don’t wanna talk If it makes you feel sad And I understand You’ve come to shake my hand

Debiera estar escribiendo “Seducir a Kaiba”, pero de vez en cuando siento la imperiosa necesidad de hacer que esos dos acaben muy mal, y como no quiero irme por las ramas me evado escribiendo estas pequeñas historias. Como siempre muchas gracias a SYRY, grandiosa Beta y animadora ella.

No quiero hablar si te pone triste y ya veo que quieres que seamos amigos. I apologize If it makes you feel bad Seeing me so tense No self—confidence But you see The winner takes it all The winner takes it all...

La vida es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar.

Me disculparás si verme tan tenso te hace sentir mal No me fío ya ves el ganador se lo lleva todo el ganador se lo lleva todo…

A_nonima

Seto lo observó todo desde la puerta, donde permaneciera desde que el rubio se despidiera de él. A su lado su esposa permanecía en un ofendido silencio mirándose las uñas aburrida. Seguramente no esperaba eso cuando le comunicó que iba a ir a la boda de unos amigos e insistió en acompañarlo. —¿Podemos irnos ya a casa? —repitió llevándose una mano al abultado abdomen donde se gestaba su hijo. Sí… era tiempo de regresar a casa. Asintió con la cabeza, y eso fue suficiente para que la mujer se adelantara y emprendiera el camino de salida. Volvió la vista atrás una vez más, viendo al rubio sonreír mientras recibía un beso de su hermana y apretaba la mano de su cuñado. ¿Quién había ganado realmente? Dejó que las puertas se cerraran. Cerró los ojos esperando encontrar alguna lágrima en ellos, pero ni siquiera podía tener ese desahogo. Seto Kaiba no tenía permitido sentir. —Adiós, Joey…

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Quizás Autora: A_nonima segunda parte de <<Winner>>

Se enderezó en el asiento, desabrochando el cinturón con el avión aún en marcha. Impaciente apremió a la azafata, una nerviosa joven que llevaba cinco años trabajando para él, y que nunca había visto a su jefe tan agitado. Bajó en dos saltos las escaleras del jet privado y corrió hasta el coche que le esperaba a pocos metros. —¡Al 201 de Clark Avenue! —ladró al chófer—. ¡Tiene diez minutos para llegar allí! En la autopista marcó una vez más el número del móvil, pero el contestador repetía incesante que no se encontraba disponible. Un doloroso resquemor le apretaba el pecho desde que recibiera su llamada el día anterior… ¿o fue el anterior a ese? Estaba tan cansado y ofuscado que ya ni sabía en qué zona horaria estaba. “Mañana a las cinco me caso. Desearía que estuvieras aquí, pero lo comprenderé si no es así”. No esperó a que le respondiera y su teléfono comunicó desde entonces. Volvió a comprobar la hora en su reloj, notando nervioso que llegaba con el tiempo justo. Maldijo el día en que se dejó convencer para permitirle continuar su vida en otro país. Maldijo el día en que no notó que sus mensajes y llamadas se espaciaban cada vez más, y que empezaba a hablar con demasiado entusiasmo de su compañero de trabajo. Las luces de la ciudad empezaban a encenderse. Torció el gesto cuando pasó bajo el cartel luminoso de Las Vegas, recordando cuando le decía que le parecía tan romántico y divertido casarse allí, en una ceremonia oficiada por Elvis. Él reía divertido y le preguntaba con quién se casaría, recibiendo por respuesta cientos de besos y una afirmación convencida de que sería con él, sólo con él. Que nunca amaría a nadie como lo amaba a él. Y le gustaba tanto que se enfurruñara cuando le decía que eso era imposible. Cuánto añoraba los espontáneos gestos de cariño. Los abrazos y besos sin motivo… El corazón le latía desbocado cuando llegó a la capilla. La típica capilla de bodas de Las Vegas que siempre aparecía en esas series y películas que tanto le gustaban y por las que trasnochaba pese a sus reproches. No pudo reprimir el gesto de desagrado al ver el cartel que anunciaba: Ceremonia con Elvis en capilla con tour de 1hr. de fotos en limusina Recorriendo Las Vegas Con un Elvis cantando... ¡¡¡¡¡¡¡¡la mejor de todas!!!!!!!! Todo se volvió negro para él. Una furia irracional le nubló la mente conforme avanzaba hacia el interior. Hizo caso omiso de las parejas que allí esperaban, casi atropellando a la recepcionista que trataba de evitar su entrada a la boda en curso. Quiso gritar al ver el letrero con la luz encendida, más al oír la burda imitación de Elvis que le llegaba a través de las puertas cerradas. En su lugar hizo a un lado a la insistente mujer y entró como un poseso al interior de la improvisada iglesia, sobresaltando a quienes esperaban dentro. “Elvis” interrumpió su canción, y las cuatro personas que le escuchaban se volvieron a mirar quién había entrado. Ignoró al adolescente de color y a la chica rubia que ejercían de padrinos y testigos y fulminó a la chica morena que llevaba el ramo de flores en la mano. —¡Detén esta patraña inmediatamente! —gritó enajenado, avanzando hacia el estrado. El novio se colocó frente a la chica, devolviendo la dura mirada sin el menor atisbo de temor. Ante los ojos castaños, Seto Kaiba se detuvo titubeando. El dolor en su pecho se intensificó al tiempo que recorría la estilizada figura del joven rubio y no se detuvo ni siquiera al, prácticamente devorar con la vista, los antaño conocidos y amados rasgos. —No puede ser… —susurró. La novia empujó con suavidad al rubio, sin poder ocultar la satisfacción que sintió al ver al castaño. Le entregó el ramo a su amiga y corrió desde el estrado a los brazos del sorprendido hombre, que sólo atinó a sujetarla sin abandonar su escrutinio. —¡Oh, papá! ¡Has venido! ¡Has venido!

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En los segundos siguientes la realidad perdió todo sentido y por más que trató no le encontró ninguno. Un nuevo tumulto se oyó, procedente de la entrada, y una nueva sensación se extendió por todo su cuerpo. Seto Kaiba era un hombre de intelecto y sutil raciocinio, de modo que únicamente pudo atribuir a esa parte primitiva de su cerebro, a su cerebro reptil, el presentimiento de quién sería quien entrara por la misma puerta que él. Y no tuvo que esperar mucho. De la misma colérica y teatral manera que él pocos minutos antes, un doble, más adulto, del rubio novio entró como una tromba en la sala. —¡Detened esta patraña inmediatamente! —vociferó plantado con los brazos en jarras—. ¡Joseph Taylor! ¿Qué demonios crees que estás haciendo organizando esta estúpida boda? ¡Y no contento con eso traes a tu hermano a Las Vegas! ¡Os la habéis cargado! Ante el tono furioso el novio torció el rostro en algo que sólo se podía calificar como disculpa, mientras el otro chico sonreía sin el menor asomo de culpa, dirigiéndose al recién llegado. —Te dije que nos pillaría, Josh —dijo—. Vamos papá, ¿es esta forma de presentarte ante tu consuegro? ¿Qué va a pensar de nosotros? —… Joey… —llamó al hombre que durante tantos años había deseado volver a ver. —… Seto… En el instante que sus ojos se encontraron el peso de todos esos años separados le vinieron encima como una pesada losa. Sólo el calor de su hija entre sus brazos le aseguraba que no estaba soñando. Lentamente una triste sonrisa curvo los labios de Joey. —Hola Seto —musitó con ojos tristes—. Ha pasado mucho tiempo. —Joey —repitió adorando la forma en que su boca pronunciaba su nombre. —Lamento interrumpirles —intervino la recepcionista, apareciendo tras Joey con una recortada bajo el brazo—. Pero hay parejas esperando. Y si no van a continuar con la ceremonia les agradeceríamos que se marcharan. Descuidadamente, levantó el arma con ambas manos, produciendo un siniestro ruido metálico al quitar el seguro y cargar el arma. —No se admiten devoluciones —continuó con tono profesional—. Y por supuesto, esperamos que abonen el importe de los desperfectos.

Hola viejo dime cómo estás, los años pasan y no hemos vuelto a hablar y no quiero que te pienses que me he olvidado de ti.

—¿Tú tampoco tenías idea de esto? Era de madrugada cuando finalmente lograron convencer a Kisara, la reticente hija de Seto, a que pospusieran la boda y hablaran antes de cometer una tontería. El joven Joseph resultó ser más inteligente y pragmático. Con suaves palabras y serena actitud logró convencerla para pensar las cosas con calma y oficiar la boda más tarde con la presencia y beneplácito de sus padres. Algo que Seto no pensaba permitir. Menos al descubrir que, a sus diecinueve, el novio era casi cinco años menor que su hija. ¿En qué demonios estaba pensando Kisara? Ahora, sentados en un reservado del bar del Hotel Bellagio, Seto lidiaba con antiguos sentimientos al tener frente a él a Joey. El tiempo había sido generoso con el rubio. Su rostro mostraba la plenitud de sus más de cuarenta años, pero la única marca de la edad eran las arrugas que se dibujaban en sus ojos y en la comisura de los labios al reír. El pelo corto y la ropa informal de buena confección mantenían la ilusión de juventud, que parecía brillar a su alrededor. Las modernas gafas de pasta negra completaban el cuadro del atractivo hombre de mediana edad en que se había convertido. Seto sabía que su presencia era impecable, pero se preguntó cómo resultaría a los ojos de su acompañante el convencional traje sastre y los cabellos canos en las sienes que había adquirido.

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—Ha sido toda una sorpresa descubrir que tú eres el padre del… novio de mi hija —a pesar del tiempo, aún le costaba pensar que su hija no era ya la niña que se sentaba en sus rodillas y le decía que se casaría con él. Sólo imaginar que ahora esas palabras eran para otro hombre… —Kisara es una chica… hmmm… interesante, y diferente de lo que podía esperar. Sonrió ante la diplomacia del rubio. La verdad es que a veces se preguntaba cómo había criado a una niña tan impulsiva y sentimental. —La hemos consentido demasiado. Al ser la única chica nos desvivimos por ella. Joey bajó la mirada ante el uso del plural por parte de Seto, encubriendo el gesto al coger el vaso de licor de la mesa para beber de él. —Antes no bebías… —musitó Seto obteniendo otra sonrisa triste del rubio. —Antes no hacía muchas cosas. De nuevo se quedaron en silencio. En otra época Seto había amado esos silencios cómodos en los que se sumergían a veces, disfrutando de la anormal calma del hiperactivo rubio. No obstante esa época había pasado y este silencio tenía poco de cómodo. —¿Joseph es…? —El hijo de Tristan y Serenity —completó el otro recostándose más cómodamente en el sillón. —Lamenté mucho su pérdida. Fue una tragedia que murieran en ese accidente. Los ojos de Joey se humedecieron por los recuerdos, pero en esta ocasión la sonrisa que le regaló estaba llena de ternura. —Aún duele pensar en ellos, Joseph era muy pequeño en aquel entonces… —titubeó, buscando los ojos azules con su mirada húmeda—. Recibí tu carta. Muchas gracias, nunca pude agradecértelo. Sin pensarlo, sin proponérselo siquiera, Seto tomó la mano de Joey que descansaba en la mesa entre las suyas. Ambos temblaron ante el contacto, incapaces de apartar los ojos uno del otro. Cuando se enteró de la muerte de la única hermana de Joey y de su marido estuvo tentado de abandonarlo todo e ir en su busca. Empleó a sus abogados para preservar que el seguro de vida y el patrimonio de ambos fueran íntegramente abonados a una cuenta para el hijo del matrimonio. Y eso fue lo único que se atrevió a hacer, aquella fue una época dura también para su familia, no tuvo el valor de abandonar a las personas que le habían apoyado y amado y entonces le necesitaron. —Ojalá hubiera… —No, Seto —le interrumpió Joey apartando la mano de las suyas—. Te agradezco lo que hiciste, pero los hubiera no existen. No habría soportado que estuvieras allí. —Nunca tuve ocasión de disculparme. —¿Disculparte por qué Seto? ¿Por dejar de amarme? Eso no es culpa de nadie —prosiguió antes de que el castaño tuviera ocasión de contradecirle—. Son cosas que pasan. No somos los primeros ni los últimos a los que les ha ocurrido algo así. Además, mira todo lo que nos ha regalado la vida. Tienes una familia envidiable y pronto serás el dueño del mundo —Seto sonrió ante la referencia al poder de su empresa, que dominaba el mercado a nivel mundial, y tenía ingresos que competían con los presupuestos de países desarrollados— y yo también tengo a mis hijos. ¿Quién lo hubiera pensado, eh? Seto recordó entonces al muchacho de color que había ignorado en un primer momento en la capilla. Un irracional arrebato de celos le llevó a repasar cada gesto del joven desde que llamara papá a Joey. Sus rasgos, aunque suavizados, eran claramente afroamericanos; piel oscura, labios llenos y pelo crespo. Pero sus ojos mieles y su sonrisa eran las de Joey. Joseph era su sobrino, idéntico a él, pero su esencia estaba en cada gesto, cada actitud, del otro chico. —¿Cuántos? —aunque dolía quería saber, porque a esas alturas saber era mejor que nada. —Oh, sólo Joseph y a Shane. Adopté a mi sobrino legalmente un año después de la muerte de sus padres, y Shane… Bueno, él fue una sorpresa inesperada. Ese demonio es un quebradero de cabeza, ahora entiendo mejor a mis padres. Se sorprendió al poder sonreír. Quería preguntar mas cosas; aparentaba unos catorce años… ¿Cómo era su madre? ¿Cuándo se había casado? ¿Por qué?.... ¿Había dejado atrás todo lo que sintió por él? Especialmente esta última le quemaba los labios. Pero sabía que no tenía derecho. Nuevamente se perdió en los ojos de Joey, queriendo grabarlo en su memoria, hasta que fueron interrumpidos. —¿Señor Kaiba? A pesar de saber que no era él, el parecido entre su sobrino y el Joey de sus recuerdos era perturbador. Se descubrió no pudiendo ser todo lo desagradable que quería con el hombre que le había quitado el amor de su hija.

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No hombre, no. Crío. Era un niño de diecinueve años. Y se atrevía a querer casarse con su hija. —¿Sí, Joseph? —respondió, encontrando el tono seco que usaba en las juntas. —Ésta es la copia del acuerdo pre-matrimonial que enviamos a sus abogados esta mañana —le dijo sin dar muestras de incomodidad, pasándole una voluminosa carpeta—. Dentro también encontrará mi expediente académico y médico, así como las cuentas de mi economía y del préstamo universitario. No tengo antecedentes penales, pero como no tiene forma de saber si le miento me he tomado la libertad de añadir el teléfono de mis profesores, de las comisarias de las ciudades donde he vivido y demás datos de interés que pueda necesitar. Sin salir de su asombro, Seto abrió la carpeta al azar, encontrando dentro una relación ordenada alfabéticamente. —Kisara me comentó que en el pasado tenía el hábito de investigar a sus amigos, así que decidí adelantarle el trabajo. Si desea enviar a algún detective a comprobar mis referencias es libre de hacerlo, pero le ruego que no deje que ella se entere. No se toma bien estos gestos de protección. Para cualquier otra cosa que desee saber estoy a su disposición. No obstante, no se confunda, pensamos casarnos mañana mismo aún sin contar con su aprobación. De reojo vio como Joey se tapaba la boca con la mano para disimular una sonrisa. —¿Crees que haya olvidado algo, papá? —Sólo que a los siete años te rompiste un brazo al caerte de un árbol —añadió suavemente el rubio mayor tomando otro trago de su vaso—. Y que llevaste aparato de dientes hasta los quince. Aparte de eso… nada que recuerde ahora mismo. Joseph le devolvió la sonrisa a su padre, antes de inclinarse frente a Seto y despedirse cortésmente. —No tengo idea de a quién ha salido ese chico —comentó Joey sin molestarse en ocultar su risa—. No a mí, desde luego. —¿Estás seguro que sólo tiene diecinueve años? El rubor de orgullo y satisfacción que cubrió su rostro hizo palpitar el corazón de Seto. —Es de los primeros de su promoción —confió con paternal orgullo—. En el instituto se saltó varios cursos, y en un año terminará la carrera de derecho. Hace casi dos que trabaja como becario en un bufete de abogados del centro. —En el de mi hija —corroboró Seto descubriendo el nombre de Kisara en la lista que hacía referencia a jefes y puestos de trabajo. —¿Por qué nunca me comentó nada de ella? —se preguntó Joey extrañado. Seto pensaba lo mismo. Notando en ese momento que su hija nunca le había mencionado el nombre de ese compañero con el que se llevaba tan bien. Decidido cerró la carpeta y sacó su móvil. —¿Qué vas a hacer? —preguntó Joey, censurándole con la mirada—. No tendrás intención de investigarlo, ¿verdad? —Por supuesto que sí —confesó sin el menor tinte de arrepentimiento—. Pero en realidad ahora llamo a un organizador de bodas. ¿Crees que logre convencerlos de que la pospongan un par de meses? Lo único que logró conseguir fueron un par de días. Cuando un agobiado organizador tomaba medidas para los trajes, Joey le preguntó por qué aceptó con tanta facilidad ese enlace. —Porque un Kaiba —dijo Seto, lanzándole una mirada que hizo que las piernas le temblaran— siempre consigue lo mejor.

Yo por mi parte no me puedo quejar, trabajando como siempre igual, aunque confieso que en mi vida hay mucha soledad.

Aquel fue el día más largo de la vida de Seto Kaiba. Improvisar una boda con cuarenta y ocho horas resultó mucho más complicado de lo que hubiera imaginado. Por supuesto, pensaba celebrar una ceremonia decente a su regreso a Japón, donde invitar a socios y personalidades a las que era imposible reunir con tan poca antelación. Por ahora se conformaría con una íntima boda occidental en la capilla del Hotel Bellagio, pero nadie le privaría de ver a su hija con el Kimono Shinto tradicional. Los tres varones Kaiba arribaron esa misma mañana; todos altos, fuertes y orgullosos. No podían negar la procedencia de sus genes. Seto se sintió herido en su orgullo paterno al comprobar que Hisahito, el primogénito, y Masato, el tercero, ya conocían a Joseph y estaban más que complacidos de que entrara a formar parte de la familia. Solo Tsubasa,

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el menor, se mostró lacónico y reticente a la hora de ser presentado. Tal vez fuese la afinidad de caracteres o la cercanía de edades, Tsubasa cumplía en breve los dieciocho años, pero a las pocas horas el hijo de Joey logró vencer la reserva inicial de su futuro cuñado, habiendo obtenido su aprobación para la boda. Aquello era una traición en toda regla. ¿Acaso era él el único que pensaba que Joseph no merecía a Kisara? Cuando llegó el turno de presentar a Joey resultó un tema distinto. Aunque todos sus hijos se mostraron cordiales y educados con él, tuvo la sensación de que entre los mayores corrió una especie de comunicación de la que no se sintió partícipe. Joey también pareció incómodo en su presencia, y evitó toda la mañana permanecer demasiado tiempo en la misma habitación que ellos. El joven Shane resultó totalmente opuesto, con absoluta confianza y espontánea chulería se presentó a sí mismo, incluyéndose en cada conversación que podía. Una vertiginosa sensación de déjà vu le recorrió cuando Shane y Tsubasa decidieron que no se caían bien a los pocos minutos de conocerse. Casi escupe el café que bebía al oír al primero murmurar por lo bajo algo que parecía un “ricachón consentido” y al segundo responder un “perro idiota”. La calma no duró más allá, el resto de la mañana se encontró inmerso en cientos de preparativos y detalles de última hora que parecían imprescindibles, y tan importantes que la boda no se podría celebrar sin cada uno de ellos. En un momento de calma logró encerrarse en su suite para vestirse y tener unos momentos de paz. Frente al espejo repasó las canas y el estado de su aspecto en general. Aquel día, por primera vez en años todos sus hijos estaban reunidos, incluso su hermano se había presentado con su familia en el último minuto. Los años no le habían tratado mal, podía dar gracias por todo lo que la vida le había dado. Únicamente había perdido una parte de sí mismo en el camino, una que nunca recuperaría. Y saber eso le había privado de todos sus sueños y deseos.

En el fondo tú y yo somos casi igual y me vuelvo loco solo con pensar.

—Esto es genial mamá, no puedes ni imaginar la enorme habitación que me han dado. Papá no para ni un segundo... Soy menor de edad, no dejan que me acerque al casino…Le diré que te llame cuando termine la ceremonia… Sí, sí… muchas fotos, seguro…jajaja. Cuídate. Shane apagó el móvil y sacó su PSP para matar el rato hasta que lo llamaran. Al levantar la vista se encontró con la mirada azul índigo de Seto Kaiba fija en él. Tragó saliva pensando, con mayor acierto del que podía suponer, que no era del agrado del hombre. Se enderezó arreglando el esmoquin a medida que vestía, y que aún se preguntaba cómo había logrado el mayor conseguir con tan poca antelación, y adoptó su mejor pose rebelde. Esa que había visto en las fotos de su padre de joven. Los ojos fríos que lo miraban se volvieron dolidos y lejanos, y en ese instante sintió una incomprensible simpatía por él. A veces pecaba de orgulloso, pero no podía permanecer indiferente ante el sufrimiento que veía con tanta claridad en el castaño. —¿Puedo ayudarlo en algo? —Te pareces mucho a tu padre. Lo conocí cuando era… éramos… jóvenes. Shane sonrió halagado. Eran pocos los que lo notaban, siempre señalaban el evidente parecido entre su hermano adoptivo y su padre antes que el suyo, a pesar de ser él su hijo biológico. —Gracias —dijo. Alguien que usaba tanta calidez para hablar de su padre no podía ser una mala persona. En la iglesia ya había intuido que se conocían, pero no recordaba que apareciese en ninguna de las fotos de cuando su padre vivía en Japón. —¿También era usted amigo del tío Yugi? ¿Y del tío Tristan? —Se podría decir que sí. Fui campeón antes que él del duelo de monstruos. —Uuuuuff. Papá intentó enseñarme una vez, pero esos juegos tan viejos nunca me han llamado la atención. Sin duda Seto se estaba volviendo mayor, últimamente la facilidad con que herían su orgullo era pasmosa. —Tu madre… —eso era lo que realmente quiso preguntarle desde que colgara—. ¿No vendrá? —Está trabajando en el Líbano de corresponsal —respondió. —Que contrariedad. De haberlo sabido habría organizado un vuelo para ella.

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El chico no replicó y ambos quedaron sin saber qué más decir. Seto lo miraba tratando de idear cómo continuar esa conversación y sonsacar la información que realmente quería conocer. Y Shane empezaba a sentirse incómodo frente a aquel extraño sujeto. —¿Tienes alguna foto suya? —Shane hizo ademán de llevarse las manos al bolsillo. —No tengo aquí mi cartera —confesó, mostrando el videojuego en cambio. —Será mejor que vayas en busca de tu hermano —admitió dándose por vencido—. Estaría mal visto que el padrino llegara tarde. —Josh me mataría —rió —Si no te atrapa antes mi hija. Shane exageró un escalofrió y una mueca de terror, ganando una sonrisa de Seto. Con una mano en su bolsillo, y la otra por encima de los hombros del adolescente, lo acompañó para cumplir con su papel. Tampoco a él le gustaría ser el receptor del enfado de su neurótica hija.

Quizás, la vida nos separe cada día más, quizás, la vida nos aleje de la realidad, quizás, tú buscas un desierto y yo busco un mar, quizás, que gracias a la vida hoy te quiero más.

Y tal como empezó todo terminó rápidamente. La boda fue perfecta. Ataviada con un sencillo vestido de seda francés, Kisara caminó hasta el altar del brazo de Seto. Llevaba el pelo rizado y recogido, con un fino tocado de plumas y un elegante velo corto que dulcificaba sus rasgos, acabado en el mismo encaje que la pequeña cola del vestido. Un elegante diamante azul con forma de lágrima, regalo paterno, reposaba entre sus senos, brillando en la misma tonalidad que sus ojos. En el altar Joseph la esperaba más nervioso de lo que su familia lo había visto nunca, luciendo un traje blanco, con chaleco y corbata azul a juego con la novia. Sentado en el banco opuesto Seto notó que Joey dejaba dos asientos reservados, ocupados por la alargada caja que había recibido ese día por mensajero. Todos los varones Kaiba lloraron ese día, viendo como su única hermana e hija se casaba para formar su propia familia. Al pronunciar los votos Seto recordó su boda, los sentimientos que lo acompañaron aquel día mientras unía su vida a la mujer que le dio el regalo más valioso, sus hijos. Una mujer a la que había estado agradecido pero que nunca había podido amar como merecía. Cuando los novios se besaron, miró al lado contrario, donde Joey se sentaba. Él también lo estaba mirando. Y en ese instante supo que pensaban lo mismo. Durante ese momento echaron un vistazo al pasado, un intervalo de una vida que nunca volvería. Seto recordó el sabor de los labios de Joey y éste rememoró cómo latía el corazón del castaño cuando dormía sobre su pecho. Cuando volvieron a la realidad se dieron cuenta de la distancia, no física, eso era una nimiedad, que los separaba. Era irónica la forma en que la vida te da cosas y te las quita con la misma facilidad. Si mereció la pena dejar al hombre que ahora estaba delante de él por tener a sus hijos, era algo que ninguno de los dos permitiría dudar a nadie. Ambos vivían y morían día a día por sus hijos. Pero si sólo pudieran dar marcha atrás… Pero los “pudieran” son como los “hubiera”. Un momento perdido jamás se recupera, y los recuerdos se desdibujan con la edad. Las cosas buenas no fueron tan buenas, ni las malas tan malas. El paso del tiempo los había colocado a cada uno en su lugar; para, en una pirueta fulminante, volver a plantarlos cara a cara. Y ambos eran felices. Esa felicidad, que trabajaron por alcanzar y mantener. El grito de los invitados saludando a los novios los devolvió a una agridulce realidad, durante un momento habían compartido un dolor que, ni todo el tiempo del mundo, borraría. Ahora era tiempo de otros de ser felices.

Hola viejo dime cómo estás, hay tantas cosas que te quiero explicar, porque uno nunca sabe si mañana esté aquí.

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En la pista los novios se mecían, aquello no podía considerarse un baile, suavemente. Los ojos fijos en el rostro amado, las frentes descansando juntas, las manos entrelazadas junto al corazón. El resto de invitados bebía, comía y bailaba con mayor o menor acierto. En una especie de palco, elevado sobre los demás, Seto Kaiba observaba sus movimientos sintiendo el peso de la soledad en los huesos. Observó la mesa principal, en cuyo centro la caja que Joey llevó a la Iglesia mostraba su contenido. La espada que regalara el restaurante a Tristan y Serenity como recuerdo de bodas y que el rubio había guardado todo ese tiempo. Con un nuevo baño de plata, ahora además mostraba la fecha de la boda de su hijo. Un detalle que había hecho llorar al novio. Un movimiento brusco en una de las mesas de invitados le hizo fruncir el ceño. Tsubasa y Shane competían uno contra otro en algún absurdo juego que no alcanzaba a distinguir, mientras lanzaban bravatas al aire. Era como ver el pasado. —Es siniestramente perturbador, ¿verdad? Seto se volvió hacia Joey que traía un par de copas y una botella de champán consigo. Ambos observaron con ceño fruncido a los dos jóvenes unos minutos. —El destino tiene un retorcido sentido del humor —corroboró Seto. Observó como Joey abría la botella y servía el ambarino licor en las copas, pasándole una después. —Por las coincidencias retorcidas —brindó— y por los novios. Apuraron la mitad de la copa de un trago y se sentaron a seguir bebiendo. Una antigua balada, una canción de amor cantada con voz desgarrada, llenó el lugar, y en un impulso, Seto se levantó y le tendió la mano a Joey. Nunca sabría qué provocó que el otro la aceptara. En aquel lugar, reservados de ojos y oídos indiscretos, dos hombres bailaron en brazos uno del otro en respuesta a la nostalgia de sus corazones. Al principio fue incómodo, habían olvidado cómo moverse juntos, sus cuerpos habían cambiado y existían espacios vacíos que no se rellenarían. Pero poco a poco todo volvió a ser como recordaban, se adaptaron al cambio. La canción terminó y otra la sustituyó pero a ninguno le importó, ellos bailaban en otro tiempo. Seto guió su mano en una caricia por la espalda de Joey, y éste escondió el rostro en su cuello, permitiéndoselo. El pelo castaño le hizo cosquillas en el rostro, llenando sus ojos de lágrimas que no derramaría. —Nunca dejé de amarte —susurró Seto, abrazándolo más estrechamente. —Lo sé —contestó. —Deseé tantas veces ir en tu busca… dejarlo todo y rogarte que me perdonaras… —No lo habría hecho. —Eso fue lo que me detenía a última hora —rió con voz rota—, siempre te gustó llevarme la contraria. —Como si yo fuera el único cabezota orgulloso… —le recriminó en tono cariñoso, igual que tantas veces hiciera.

A veces hemos ido marcha atrás y la razón siempre querías llevar, pero estoy cansado, no quiero discutir.

La música se detuvo y las luces en el salón se apagaron. Siendo los últimos en la pista de baile Joseph colocó un mechón de pelo de Kisara tras su oreja, besando la misma después. Susurró unas palabras y la novia sonrió. Separándose de él y tomándolo de la mano se marcharon. Joey y Seto no se dieron cuenta de nada de esto, se movían a su propio ritmo saboreando el final de su reencuentro. —Desearía poder volver a ser los que éramos —dijo Seto. —No es bueno quedarse anclado en el pasado, Seto. Ahora miro adelante. Para Seto el futuro se presentaba solitario y angustioso. Volver a ver a Joey había reabierto heridas, que llevaban más de la mitad de su vida supurando. Era triste ver que al final él había resultado ser el más herido por su separación. Triste, pero justo. —¿No hay posibilidad para nosotros en tu futuro?

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Joey se quedo sin aire y Seto se arrepintió en el acto. Estaba rompiendo las reglas, a fin de cuentas lo que ahora tenían era mejor que nada. —Perdóname… Un leve beso fue la respuesta de Joey. Algo se rompió dentro de Seto. Su rostro se desfiguró en angustia, viendo impotente como se le escapaba de entre las manos. No quiso ser visto de esa manera, pero Joey le conocía de una manera que jamás había permitido, ni deseado, abrirse a nadie. El abrazo salvaje con que estrechó al rubio le fue regresado, ignoraba si por lástima o algo más, pero no estaba interesado en descubrirlo. Se encontraban en un tiempo prestado. Igual que en el pasado la pasión rugió en sus venas. Atrapó la cara del rubio forzando un beso, sin darse cuenta que no era necesario. Los labios que se abrieron, recibiéndolo, no eran los de antaño, como todo lo demás en él se había operado un ligero cambio. Pero seguían siendo suaves y dulces, y todo su ser se estremeció ante el descubrimiento. Pero lo bueno no dura para siempre…

En el fondo tú y yo somos casi igual y me vuelvo loco solo con pensar.

—Perdóname —repitió alejándose del rubio. —Si no lo hacías tú, lo hubiera hecho yo —Joey sonrió y volvieron al presente. Los años, las canas y el paso de la vida volvieron a hacerse presentes, recordándoles quiénes eran. Seto rellenó las copas, entregándole la suya a Joey. Desde abajo les llegaba el ruido del equipo de limpieza, pero ambos deseaban posponer la separación todo el tiempo que pudieran. En pocas horas uno se marcharía a la otra punta del planeta, y posiblemente no volvieran a verse en mucho tiempo. Quedaban muchas cosas por contar, pero este no era ni el momento ni el lugar para recuerdos tristes. —¿Crees que les vaya bien? —el castaño desprendió la rosa que llevaba en el ojal de la chaqueta y se puso a darle vueltas entre los dedos. —¿Ahora vas a tener dudas sobre la elección de tu hija? ¿No es un poco tarde para eso? —Son demasiado jóvenes, sobre todo Joseph. —Yo era más joven que él cuando me obligaste a vivir contigo. —Nosotros éramos distintos —dijo Seto, sonriendo al recordar aquellos días—. Estábamos hechos de una pasta más dura. —Les irá bien —Seto hubiera deseado tener la misma firme certeza que él, pero su propia experiencia le inclinaba a creer lo contrario. —Es duro saber que mi hija se ha convertido en una mujer. —Si te sirve de consuelo, estoy convenido que no han esperado a la boda para tener relaciones. —No lo decía en ese sentido —gruñó, irritado ante la sonrisa lasciva del rubio—. Y no es algo que quiera saber. ¡Ni siquiera quiero pensar en ello! No podía enfadarse con el rubio cuando reía de esa manera, libre y desenfadada. Eso no había cambiado, y se alegró de poder volver a oírla. De poder ser partícipe de ella. —Nunca pensé que volvería a tomarte el pelo. —Ni yo que echase de menos tus ridículas pullas. —Siempre pensé que faltaban más risas y humor en tu mansión. —No fue lo único que faltó. Lentamente habían terminado la botella. Una delgada línea de amarillos, naranjas y rosas iluminaba el cielo anunciando el amanecer. Era hora de dar por terminada la fiesta. —¿A qué hora sale el vuelo de los chicos?

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—A las tres —respondió Seto dejando la rosa sobre una mesa—. Creo que iré a dormir unas cuantas horas. Me marcharé tras despedirlos… Te veré en unas horas. Fue una huida. Seto sabía que no podría acompañar al rubio hasta su cuarto y no suplicarle para que le dejara entrar. Nunca en su vida se había contenido tanto. La gente tiende a pensar que las personas que lo tienen todo no deseaban nada más, pero él siempre había sido ambicioso y egoísta. No se conformaba con lo que tenía. Quería más. Joey permaneció casi una hora más en el mismo lugar sin moverse. La sonrisa que mostrara todo ese tiempo se borró en cuanto Seto se marchó, dejándole solo. Recogió la flor que Seto dejó allí, llevándosela a los labios tras aspirar su aroma. Un sollozo rompió el silencio mientras el rubio la apretaba contra su pecho. —Sólo pídemelo, idiota…

Quizás, la vida nos separe cada día más, quizás, la vida nos aleje de la realidad, quizás, tú buscas un desierto y yo busco un mar, quizás, que gracias a la vida hoy te quiero más.

Aquella tarde Kisara y Joseph se embarcaría en un vuelo privado hasta New York, donde comenzarían su viaje de novios tras arreglar un par de asuntos relacionados con sus trabajos. Seto esperaba que tras terminar sus estudios, su hija y su yerno decidieran regresar a Japón. Tenía planes para ellos. Riendo, Jospeh la tomó en brazos para subir la escalinata hasta el avión, mientras sus hermanos y padres los veían a pocos metros. Tras ellos, Seto se marcharía en otro vuelo privado junto a sus hijos. La perspectiva del viaje acompañado de sus hijos varones otorgaba un leve consuelo a su viejo corazón. Ver partir a su hija lo gastó. Fue como si envejeciera cinco años de golpe. Decirle adiós a Joey le añadió otro lustro más. La despedida fue seca y tensa. Seto reconoció el desafío en los ojos de Joey, pero no entendió qué esperaba de él. Quizás, a la luz del día, viera el beso que le diera la noche anterior con otros ojos. Lo único seguro es que estaba enfadado con él. La azafata cerró la compuerta de embarque, y se disponía a sacar su portátil cuando el móvil sonó. Había olvidado apagarlo. No reconoció el número, pero lo cogió de todas formas. —¿Diga? —¿Cuándo perdiste las agallas, Kaiba? El tono brusco le sorprendió. Miró por la ventanilla, para asegurar que no estaba alucinando. Desde donde despidieran a sus hijos Joey miraba hacia el avión, con un teléfono al oído. —O debe ser la edad, que te ha vuelto un imbécil. —¿Joey? ¿Qué? —Llevo toda la vida mirando por encima del hombro. ¿Sabes por qué, Kaiba? —Seto negó con la cabeza inútilmente. Desde esa distancia Joey no era capaz de distinguir el movimiento, pero tampoco le hacía falta—. Siempre he tenido la convicción de que no me dejarías marchar… De que un día, tarde o temprano, vendrías a por mí. Siempre te he buscado a mi espalda, Kaiba, siempre te he esperado. Cada vez que oía mi nombre y me volvía, esperaba que tú estuvieras ahí. Y siempre me he odiado por eso. —No comprendo… —musitó el castaño. El corazón le latía con tanta fuerza que temía estar teniendo un ataque, y que esa conversación fuese producto de su imaginación. —No, claro que no. A ti siempre hay que decirte las cosas claramente. Si no, no entiendes. Sujetó el brazo de la azafata, ordenando que pospusieran el despegue. —Nunca tuve valor suficiente para enviarte mis condolencias. Aunque no me creas, lamenté la muerte de tu esposa, Seto. —Gracias… —dijo sin entender el cambio de conversación. No era raro que Joey supiera de la enfermedad de su esposa, meses luchando contra un cáncer que se la llevó finalmente casi ocho años atrás.

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Notas: Esta canción llevaba mucho tiempo rondándome por la cabeza, antes incluso de escribir Winner, y me pareció apropiada para esta segunda parte. Soy de la opinión que segundas partes no son buenas, pero total, me contradigo en tantas cosas que una más no me va matar. La dirección a la que va Kaiba realmente existe, y celebran bodas con Elvis. Siempre he deseado casarme en Las Vegas, si alguna vez llego a ir creo que incluso me casaría con el primero que pasara por la calle si no logro convencer a algún conocido (total, si al regresar a España no lo valido no sería legal... creo. Ya me enteraría XD) Y en el Hotel Bellagio también celebran bodas (aunque más sosas y convencionales. Es el que suele salir en las películas —como Ocean’s eleven— con los chorritos de agua). Muchas gracias a SYRY que me betea en tiempo record estando superliada. Y gracias también a ti por leer. La vida es como una caja de bombones. Nunca sabes qué te va a tocar. A_nonima

—¿Y sabes por qué no pude? Porque me sentía sucio al pensar que ahora eras libre y volverías a mí… Pero no lo hiciste, ¿verdad? Nunca haces lo que espero. —Joey… —Esperaba merecer algo más que un beso de compasión, Kaiba. Parece que me equivoqué contigo. Seto forcejeó con el cinturón de seguridad, poniéndose en pie. —Pero Shane… su madre… —Aamori siempre supo que era un homosexual convencido. Ya te dije que Shane fue una sorpresa inesperada… ¿Recuerdas lo que me preguntaste antes de besarme, Kaiba? Siempre fuiste un cretino impaciente, si me hubieras dejado te habría contestado. Dentro de la cabina el aire le faltaba. No podía esperar más, ya había esperado como un idiota demasiado tiempo. Y como siempre necesitó que alguien le escupiera la verdad a la cara para reconocerla. —Si me hubieras dejado… Te habría contestado, que quizás… Seto Kaiba se consideró como un empresario que sacaba el máximo beneficio de la mínima ocasión. Tal vez Joey tuviera razón y la edad le hubiera vuelto un poco senil para no reconocerla en un principio, pero no pensaba dejar pasar esta milagrosa oportunidad. Si Joey le brindaba el más imperceptible resquicio para perdonarle, se aferraría a ella con uñas y dientes.

Hola viejo dime cómo estás, los años pasan y no hemos vuelto a hablar y no quiero que te pienses que me he olvidado de ti.

Sus hijos vieron cómo abandonaba el avión. En cuanto se puso en movimiento desabrocharon sus propios cinturones y se apiñaron en torno a las ventanillas, viendo a su padre correr con una vitalidad y energía que hacía tiempo que no mostraba. Cualquiera que lo viera así pensaría que era su hermano, no su padre. Joey se quedó en su sitio sin moverse, viéndolo correr hacia él. Pero cuando Seto llegó a su lado y lo abrazó abandonó su reserva, entregándose a un desenfrenado beso que arrancó exclamaciones en todos los presentes. Tsubasa observaba con ojos como platos cómo su padre le comía la boca a otro hombre sin la menor pizca de decoro. Hisahito y Masato se miraron por encima de su cabeza, compartiendo una sonrisa de complicidad. Segundas partes nunca son buenas; pero dicen que a la tercera, va la vencida.

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The sweetest fox -el zorro más dulceAutora: Muscari

Todos los que pasaban por delante le dedicaban una mirada, algunos incluso se detenían a observarle con mayor detalle, con total descaro. Le elogiaban, y eso no le agradaba. Le querían, de eso tampoco cabía duda, tan obvio... Ahora era que llegaba a comprender el motivo, y repentinas ansias le invadían, subiendo desde su estómago hasta su garganta, atorándola del recelo. Se debía a esos enormes ojos, abiertos por completo y que en ese instante le miraban fijamente, como si nada más existiera a su alrededor. Su color azul era tan profundo, su brillo aún más cautivador. El tono de su piel, tostada y marcada en las mejillas por finas líneas simuladoras de bigotes. Aquellas líneas, que junto con la mueca de su boca, curvada en una naciente sonrisa, y la expresión general de su rostro, suscitaban tal sensación de delicia que se le hacía imposible vencer la necesidad imperiosa de acercarse. Porque, sin importar el empeño que pusiera en ello, resultaba por completo inútil. Debía ser suyo. Sentía cómo le llamaba silenciosamente a través de ese contacto visual, cómo le pedía que le sacara de allí, que le alejara de todas las garras que amenazaban sin descanso con alzarse sobre él y poseerle. Sasuke, decía. Sasuke. Y Sasuke, respondiendo a tal ruego, bajó el escalón del acerado y se dispuso a cruzar la carretera que le separaba de donde él se encontraba. Las voces de los que les rodeaban, la música de las casetas de fiesta que iba dejando atrás, incluso la intensa luminosidad proveniente de las miles de bombillas acondicionadas a lo largo de todo el puente sobre el que estaban ahora comenzó a disiparse, quedando en su horizonte simplemente ellos dos, el uno para el otro. No le perdió de vista, ni cuando le empujaron ni cuando estuvo a punto de caer de bruces al suelo; hacerlo habría supuesto el despedirse de manera definitiva de la posibilidad de alcanzarle antes que cualquier otra persona lo suficientemente decidida como para vencer el reparo a aproximarse, y no conformarse sólo con mirarle. Llegó a él, y se observaron mutuamente unos segundos, creyó incluso notar cómo su sonrisa se había ampliado, reflejando alivio por saberse a salvo. Alzó su brazo, como hipnotizado por aquellas orbes, y tocó aquel pelo de aspecto alborotado, sintiendo una pequeña descarga eléctrica al establecer el contacto, para desviar luego sus dedos hacia las orejas que sobresalían de entre las rubias hebras. Se inclinó levemente, cerrando sus ojos por inercia, e inspiró el aire que le rodeaba. Dulce, como creía nunca haber conocido aroma. Embriagador. Llenó sus pulmones de aquel olor, tras lo que abrió sus párpados y se aseguró de que no hubiera ninguno más tras ése. Complacido, le cogió y sacó del lugar en el que estaba, haciendo ver a todos los que posaban sus ojos sobre ellos que él ya había encontrado dueño. Dibujó en sus labios una media sonrisa soberbia, consciente de la envidia que despertaba en el resto de presentes. —Son dos cincuenta. Sosteniéndole en una mano y notando como la euforia comenzaba a fluir en su interior, introdujo la otra en uno de los bolsillos de su pantalón y le entregó el dinero exacto al tendero de aquel puesto de feria. Luego, apretando el palo en el que se encontraba ensartado y pegándolo a su cuerpo, sin borrar de su rostro aquel gesto, retomó su caminar para alejarse del molesto bullicio. Con su premio, nada más tenía que hacer allí. Aquel apetecible zorro de caramelo sería desde ese momento el componente central de su colección de piruletas.

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Notas: Uhm... Supongo que con un “si parecía lo que no era, me conformo” lo digo todo, xd, ya que precisamente eso era lo que pretendía, así que sólo me queda esperar que “eso que pareciera ser” fuese exactamente lo que yo quería dar a entender, je. Un saludo a coleccionistas piruletas, xd.

los de

Muscari


The worst possible person Autora: chibiichigo

Cuando Sakura se lo preguntó la primera vez, no supo qué contestar. Lo primero que pensó fue: ‘Porque sí’, y así se lo hizo saber. No volvieron a tocar el tema aquel día, por lo cual el rubio pensó que se había zanjado la cuestión. Claro, la respuesta era groseramente obvia y clara a los ojos de cualquiera. Si quería a Sasuke, era porque así era. Porque era guapo. Porque siempre lo escuchaba. Porque era el mejor entre las sábanas. Porque sí. Sólo porque sí.

Cuando Sakura se lo preguntó la segunda vez, la primera respuesta no parecía del todo adecuada. Es decir, sí quería a Sasuke… de eso no le quedaba la menor duda, pero los ojos verdes e interrogantes de su amiga le pedían una contestación que no estaba seguro de comprender. —No lo he pensado. ¿Por qué? —aceptó, al tiempo que se llevaba desinteresadamente a la boca un platón de ramen. —Curiosidad. La sonrisa condescendiente que le otorgó la chica, aunque al principio no se dio cuenta, lo dejó meditabundo. Pero lo dejó pasar.

La noche en que la de mechas rosas posó la pregunta por tercera vez sobre la mesa, con tal delicadeza que apenas la sintió venir, se congeló en su puesto. —Sakura-chan, ¿por qué me haces preguntas tan complicadas? —se quejó mientras revolvía nervioso su cabello. —Porque no paras de hablar de él. Te pareces a mí a los doce años —rió suavemente. Naruto infló los mofletes y se quedó pensativo unos momentos. Muchas cosas habían pasado en el transcurso de los últimos ocho años; como el hecho de que Sasuke y él hubiesen terminado siendo pareja después de ser rivales y enemigos acérrimos. Sí, aquellos años de secundaria, donde Sakura moría por su azabache habían quedado en el olvido. Tan lejos de su realidad que resultaba cómico remembrarlos. —No me había dado cuenta —concluyó el trigueño tras cavilarlo unos momentos—. ¿De verdad hablo tanto de él? Sintió cómo los colores subían indiscretamente a sus mejillas mientras su interlocutora asentía con cierta diversión. —Sí, así que vamos, dime por qué te gusta tanto. —Te lo he dicho ya. Porque sí. —Naruto, ése no es motivo. Debe existir algo que te haga amar a Sasuke más que otra cosa —dijo la de cabello rosa con aspecto maternal. De verdad que se divertía poniendo en dilemas existenciales al rubio. En vista de que ésa no era una razón válida, se detuvo a meditar el chico, debía existir algo más que lo hiciese querer a Sasuke como lo quería. Sólo no la sabía. Si recapitulaba un poco podía ver que, en realidad, el Uchiha era su antítesis. Jamás hacía más ruido del estrictamente necesario para andar con sigilo, ni hablaba de lo que pensaba o sentía. Siempre era él, Naruto, quien conversaba horas y horas sobre tal o cual cosa, recibiendo como única respuesta el asentimiento de la cabeza ébano frente a él o monosílabos que evidenciaban el desinterés de su pareja. Incluso parecía que para Sasuke, Naruto no era más que una mascota. Por otro lado, era un amante increíble. Nadie como Sasuke para probar todos y cada uno de sus puntos erógenos y hacerlo gemir hasta que su garganta quedaba rasposa. Eso era un enorme punto a su favor, sólo que no podía basar su relación o su amor en ese detalle. ¡Y mucho menos cuando el muy cretino sólo lo tocaba cuando le venía en gana! Tampoco cuando nunca le decía palabras agradables o se interesaba por si le dolía o deseaba aquella intromisión. Vamos, que ni por sus sentimientos le preguntaba. Parecía que, para el moreno, él no era nada más que un enorme consolador que utilizaba a placer. Aunque aquello, si debía poner las cosas sobre la balanza, era muy frecuente.

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Notas: Para el Staff de SoloHumo con todo mi agradecimiento por tomar mi trabajo en cuenta y por tener en buen concepto a esta pequeña historia. <3 Un gran abrazo. chibiichigo

En honor a la verdad, tampoco podía decir que fuera una buena persona. Nada más alejado de su pareja que aquel precepto. De hecho, ahí era todo lo contrario. Era demasiado gruñón, mandón y orgulloso como para ser considerado accesible. Detestaba darles el paso a los peatones cuando él iba al volante y siempre tenía un insulto nuevo para dedicarle a él o a cualquiera que pasara a su lado en el momento menos indicado. Tampoco se esforzaba por entablar una buena relación con nadie, o por parecer algo más que un cerdo prepotente con problemas de estreñimiento. Y, ya si se iba a cuestión de gustos era otra cosa. Ahí no tenían nada en común. Absolutamente nada. A Naruto le gustaban las comedias, mientras que para Sasuke, el gore resultaba un género lo suficientemente atractivo como para tener que hacer alusión a él en cada película. En opinión suya, si no había por lo menos una escena sangrienta, era tiempo perdido. Tampoco le gustaba el ramen. De hecho lo odiaba. Prefería comer como conejo, a base de frutas y verduras. Y era vanidoso hasta casi caer en la megalomanía. Se miraba al espejo todo el tiempo mientras analizaba que su cabello se viese cuidadosamente despeinado. ¡Carajo, eso era lo más afeminado que había visto! Por fuerza tenía que tener colonia puesta, e incluso tenía una para cada día de la semana. Se preocupaba por su apariencia más que cualquier otra persona, aunque claro, era imposible saberlo si no se quitaba la máscara de indiferencia. En cambio, para Naruto era totalmente indiferente su atuendo, sus modales en la mesa o cualquier cosa relacionada con su higiene personal. Vamos, que hasta olvidaba bañarse en ocasiones. En definitiva, no había nada siquiera medianamente razonable que fungiera como argumento para contestar esa mal habida pregunta. Sasuke y él eran polos opuestos. El Uchiha era tan él que ni siquiera podía encontrarle puntos buenos fuera de la cama. Era odioso, grosero, sádico, impaciente, patán y un completo y total cretino. Lo mandaba callar siempre. Peleaban con tanta frecuencia que casi podía ser considerado patología. En resumen, el Uchiha era una mala persona. No, era la peor persona que había pisado la tierra. Salió de su ensimismamiento momentáneo y miró a Sakura, que permanecía expectante. Sonrió con socarronería. —Lo amo porque es la peor persona posible con la que pudiese estar. Sí, aquella era la única verdad. Sasuke era la peor persona… pero ¡Ah, cómo disfrutaba estar a su lado!

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Ante todo Autora: Envidia

—Esto es una mierda. Sakura frunció los labios en un intento de controlar la sonrisa de burla que pugnaba por salir. —Qué pronto te rindes, dobe. Si lo llego a saber no habría ni empezado. —Ni se te ocurra, bastardo. No pienso dejar que Sakura me gane —contestó con una sonrisa torcida al ver el ademán del Uchiha de tirar la hoja que tenía entre las manos. Del otro lado de la mesa llegó un resoplido de la kunoichi. —Hn… Es lo más probable —comentó el moreno echando una ojeada por encima del hombro del rubio con su habitual tono indiferente. Naruto fue a pegarle un puñetazo pero Sasuke se apartó ágilmente unos centímetros hacia atrás y le sujetó el brazo con una mueca altiva en los profundos ojos negros. ‘Usuratonkachi’, pronunció de forma que pudiera leerle los labios. Naruto se soltó con un tirón brusco volviendo a centrarse en las preguntas. Había sido una misión relativamente sencilla aun a pesar del gran número de efectivos mandado por Tsunade (los antiguos componentes de los equipos siete y diez) sumado a los dos ninjas enviados por la Arena, y aunque no les había resultado difícil realizar la misión sí había sido una tarea larga esperando el momento adecuado para llevar a cabo la infiltración en la Villa de la Lluvia. Por eso, tras cuatro días y ya de vuelta y a medio camino entre el País del Fuego y la Villa de la Arena, la noche se les había echado encima y habían decidido pasarla bajo techo. Aunque recientemente había vuelto a restituirse el País de la Lluvia como una sola entidad, las discrepancias entre organizaciones de los dos antiguos países seguían manteniéndola como una zona inestable. No fue fácil, por tanto, encontrar un lugar donde poder pasar la noche y alejarse del eterno clima lluvioso que, según se acercaban al País del Viento, se hacía más cálido produciendo una pesada sensación de asfixia. Cuando por fin encontraron una pequeña pensión con sitio para ellos (todas las anteriores habían resultado estar ocupadas por familias huidas de su hogar) entraron sin dudarlo aun a pesar del destartalado aspecto de la vivienda. En esos momentos lo vieron como el sitio más acogedor del mundo y en el improbable caso de que para alguno de ellos no fuera así, después de las violentas amenazas de Ino (que no auguraban nada bueno si no encontraban pronto un maldito sitio donde pasar la noche y guarecerse de la lluvia) hizo bien al no abrir la boca al entrar al edificio. Fue entonces cuando les informaron de que sólo había tres habitaciones individuales disponibles. Gaara, nada acostumbrado a la continua lluvia y de un tétrico mal humor que parecía crecer a cada hora que pasaba, se las había apañado para quedarse con una aludiendo a su cargo de Kazekage, mientras que a Chōji se le había adjudicado la otra en cuanto vieron el tamaño de las camas dobles, apenas treinta centímetros más grandes que las convencionales. Y en cuanto a Sai… bueno, ninguno de ellos estaba dispuesto a dormir en la misma cama que él hasta que entendiera a fondo las diferencias entre el concepto de dos compañeros compartiendo cama en una misión y el de dos personas que se acuestan juntas. —No pasa nada. He investigado sobre el tema y creo que sabré hacerlo. Además, es una forma de estrechar nuestros lazos y… —Sai —le llamó Sakura—. No. —Entiendo que puedas sentir vergüenza, pero lo normal es que después de… —¿Quieres que te lo haga entender a la vieja usanza? —preguntó acercándose a él con una sonrisa. —Hn… ya conozco ese gesto —se alejó un par de pasos hacia atrás levantando las manos en un ademán pacificador que usaba siempre que Sakura perdía definitivamente la paciencia y sonriendo en lo que trataba de ser una mueca tranquilizadora. Se giró y ensanchó su sonrisa al descubrir a Shikamaru y al Uchiha a sus espaldas, apoyados en la pared—. Bueno, tampoco tengo ningún problema, de cualquier modo va a ser una experiencia nueva y… El gruñido de Naruto, que parecía proceder de lo más profundo de su pecho, cortó su charla cuando Sai se giró claramente hacia Sasuke dejando al Nara en un segundo plano. —Tu habitación, Sai —intervino la Haruno arrastrándolo del brazo hasta situarle delante de una descolorida puerta. La anciana mujer encargada de enseñarles las habitaciones carraspeó y pidió que la siguieran hasta las dobles, al otro lado del pasillo, y después de darles toallas e informar de que las sábanas estaban limpias se marchó escaleras abajo. Las únicas que habían refunfuñado entonces habían sido Ino y Sakura, más por no perder la costumbre que por tener algún tipo de problema, por lo que los demás las habían ignorado. Acostumbrados a compartir mucho más que lecho,

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Naruto, Sasuke, Temari y Shikamaru no vieron ningún inconveniente en compartir habitación esa noche. El problema llegó entonces. Quizá si Ino no hubiera querido ver todas las habitaciones y no hubiera descubierto el pequeño baño privado de una de ellas en lugar del aseo común del final del pasillo no hubieran llegado a ese punto. Las kunoichis en seguida habían intentado hacerse con la habitación con la intención de disfrutar de un largo y relajante baño a solas (al menos en el caso de Ino y Sakura), y cuando empezaron a discutir sobre la posibilidad de jugarse el cuarto Naruto tuvo que hacer la burlona (y estúpida) observación de que en ese caso Sakura ya podía despedirse. Todos sabían que la Haruno había heredado mucho de Tsunade, pero bromear acerca de su suerte en el juego era, sin ninguna duda, el más sagrado tabú a no ser que quisieras una muerte rápida y aun así dolorosa. Aunque quizá la misión había resultado más cansada para ella de lo que creían, porque en lugar de hacer uso de su descomunal fuerza bruta contra Naruto, le correspondió con un brillo malicioso en la mirada y la inocente frase lanzada al aire de que al menos ella tenía las agallas de arriesgarse, lo que tocó en el acto la fibra sensible del rubio. —Je… ¿Me estás llamando cobarde? —Tómatelo como quieras. —Tsk… Luego no vengas a rogarme que te ceda la bañera. —Ya veremos —sonrió ella con amenaza. Ese fue el momento decisivo para que Sai, siempre dispuesto a interactuar con sus compañeros y a estrechar sus lazos de amistad intentando ayudar, metiera baza en el asunto. —Los compañeros no deben discutir, aunque sea por tonterías —las kunoichis le miraron. Definitivamente Sai era un caso perdido. Tras días de inacabable lluvia, lucha y muchas horas sin dormir, una habitación con baño privado no era, desde luego, ninguna estupidez—. Creo que por eso mismo debería quedarse la habitación la pareja con más compenetración. En eso radica el trabajo en equipo, la confianza y la amistad. Lo leí en un libro —confesó al cabo de unos instantes de pesado silencio con una sonrisa—. No se le da la suficiente importancia y creo que habría que recompensarlo. —… Sai… —empezó Ino después de unos segundos—. ¿Cómo piensas averiguar el… Err… nuestro ‘grado de compenetración’? Después del regreso de Sasuke (tan inesperado y silencioso como fue su partida) lo más lógico habría sido devolver a Sai a lo más profundo de la Raíz, pero Tsunade, después de que el anbu expresara su claro deseo de permanecer en el equipo de Naruto y Sakura, decidió mantenerlo en su nuevo puesto para así aumentar la vigilancia sobre el Uchiha. Por tanto eran ya muchas las misiones cumplidas por Sai, y los demás shinobis ya habían aprendido a no buscarle ninguna lógica a sus excentricidades. —Con esto —respondió él con seriedad al tiempo que de su macuto sacaba varios libros y revistas acerca de las interacciones personales. A su favor había que decir que el anbu se tomaba muy en serio eso de intentar comprender a los demás y ‘aprender a comunicarse de forma abierta y natural’ con ellos, como decía el título de uno de los manuales. Empezó a rebuscar en una de las revistas y después arrancó dos hojas. Los demás se acercaron a mirar. Se trataba de uno de esos test que las kunoichis se habían hartado de hacer en su niñez en donde alguien contestaba las preguntas y la otra persona intentaba averiguar sus respuestas para luego comprobar cuánto sabía de ella y saber así cómo era su amistad de profunda, aunque evidentemente su uso no se limitaba a ese único aspecto. Ino y Sakura cruzaron una mirada y disimularon una risita. No alcanzaban a contar las veces que habían discutido sobre quién tenía razón al contestar acerca de cuál sería el sueño de Sasuke, su recuerdo de infancia más feliz o su técnica ninja favorita. —No sé si quiero saber de dónde has sacado esto —dijo Naruto tomando una de las hojas. ‘¿Cuál es su color favorito?’. ‘¿Cuál es su arma ninja favorita?’. ‘¿Cuál es la naturaleza de su chakra?’. ‘¿Cuál fue su primera misión?’. Las preguntas iban aumentando de dificultad hasta convertirse en otras más complejas que, Naruto estaba seguro, no sabría responder ni siquiera sobre sí mismo. —Esto va a ser muy problemático… —susurró Shikamaru leyendo por encima de su hombro. —Me las dio Kakashi-sensei —respondió sin inmutarse ante los rostros de desagrado, incredulidad y, en el caso del Uchiha, indiferencia. Arrancó las hojas de manos de Temari y Naruto y sacando su inseparable tinta y pergamino se dispuso a hacer copias de los cuestionarios. —Deberías alejarte de las enseñanzas de Kakashi-sensei —gruñó Sakura—. Sigue así y lo próximo que te dará para leer será el Icha-icha si es que no lo ha hecho ya. Sai acabó de escribir y volvió a guardar la tinta y el pincel en su mochila en medio de un elocuente silencio en el que no respondió a la pregunta implícita de Sakura. —No hay mejor forma de averiguar vuestra compenetración que viendo cuánto sabéis sobre vuestra pareja. Cuanto más la conozcáis más cercanos seréis, por lo que la confianza entre vosotros será mayor —dijo de forma mecánica repartiendo

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una hoja a cada uno sin deshacerse de su exasperante sonrisa—. Eso también lo leí en un libro. Ahora responded a vuestras preguntas con sinceridad y después contestaréis las de vuestro compañero. Sai sonreía como si fuera la mejor solución que podía habérseles ocurrido. Resignados, bajaron a la pequeña sala de estar, se sentaron alrededor de una mesa y se dispusieron a rellenar los formularios ante la recelosa mirada de los dueños del lugar. Shikamaru suspiró sin creerse que realmente estuvieran haciendo eso. ¿Cómo habían dejado que pasara…?

—Agh… Si no fueras tan complicado —gruñó Naruto entre dientes pasándose una mano por el pelo. Dirigió una mirada de soslayo al Uchiha, quien había dejado el papel boca abajo sobre la mesa y se dedicaba a mirar por la pequeña ventana de la sala ignorándole. Ya había anochecido completamente y el aire caliente, húmedo y pesado se colaba en la estancia pero al Uchiha no parecía afectarle. Era el único que había permanecido impasible durante toda la misión. Era en esas ocasiones cuando Naruto no podía evitar preguntarse qué clase de entrenamientos había recibido Sasuke con Orochimaru. Seguramente nunca lo sabría. —Ni se te ocurra hacer trampa, Naruto —bufó Sakura frunciendo el entrecejo al percatarse de que no apartaba la vista del moreno. Naruto se giró hacia ella. —Tranquila, no pretendo darte motivos para que me mates, lo que sin duda ocurriría si trucara esto. Aunque… en realidad te iría mejor, así podrías decir que has perdido por mis juegos sucios en lugar de admitir tu incapacidad para las apuestas —se burló enseñando los dientes. —Na-ru-to —gruñó levantándose con el puño en alto. Ino tiró de su falda para que se sentara de nuevo. —Céntrate, frontuda, si perdemos será por tu falta de concentración. —Tsk… Podéis seguir discutiendo todo lo que queráis —intervino Temari con suficiencia. Sakura soltó un par de gruñidos más mientras murmuraba algo entre dientes. Shikamaru, sentado a su lado, llegó a distinguir perfectamente las palabras ‘maldito muerde almohadas’, ‘Ino-cerda’ y ‘confabulación’. Viendo que su perspectiva de terminar rápido con esa estupidez y poder ir a descansar peligraba, decidió ponerle fin. —A ver… —comenzó con su acostumbrada dejadez— ¿habéis acabado ya? —observó cómo Ino y Sakura apuraban sus últimas respuestas mientras Naruto y Temari releían las suyas. Al otro lado de la mesa el Uchiha jugueteaba con el lápiz. Llevaba casi el mismo tiempo que él esperando a que los demás acabaran y Shikamaru podría asegurar casi con toda probabilidad que a ambos les importaba lo mismo qué maldita habitación tener. Sus miradas se cruzaron y Shikamaru le dirigió una vaga sonrisa de comprensión que el Uchiha correspondió con un leve movimiento de cabeza. —Se acabó el tiempo —anunció Sai inclinándose sobre la mesa sonriendo. Sasuke le alargó su papel con un elegante movimiento de la mano y, mientras el anbu recogía el resto de cuestionarios y los demás rompían a hablar, se estiró como un gato y dedicó una prepotente mirada al rubio en respuesta a la sonrisa de sorna que le dirigía. —¿Has dudado mucho, bastardo? —En absoluto, dobe, así que el resto depende de ti. Ni sueñes que vas a poder echarme la culpa por tus resultados. —Hm… —murmuró mientras observaba a Sai comparando las respuestas. En frente de ellos Ino y Sakura discutían sobre quién elegiría en qué lado de la cama dormir y Naruto deseó ser como Chōji o Gaara, que se habían encerrado en sus habitaciones hacía ya rato tras echar, en el caso del Kazekage, una siniestra mirada de advertencia a Shikamaru. —Va a ser divertido verte mordiendo el polvo frente a Sakura —dijo el Uchiha mirando al frente. Después se giró hacia él esbozando por primera vez en lo que iba de misión una pequeña sonrisa sarcástica y un latigazo de calor recorrió la columna vertebral de Naruto. —Pareces demasiado seguro de que vamos a perder, Sasu-chan —respondió con total claridad. Entrecerró los ojos con regocijo al ver cómo Sasuke tensaba la mandíbula pero no decía nada. Sonrió de medio lado y se lamió el labio con lascivia al identificar el oscuro brillo en los ojos contrarios. Sin duda prometían venganza y deseó, más que nunca, encontrarse ya en su habitación retorciéndose contra esa nívea y adictiva piel. —Sé que vas a perder. Por un momento sus pensamientos abandonaron la habitación y volvieron a centrarse en el montón de hojas delante de Sai. —Je… y yo —musitó estirándose y haciendo crujir su espalda. Sonrió y se giró observando cómo Ino tironeaba a Sakura del pelo para molestarla—. Ni siquiera he sabido qué poner en ‘¿cuál es tu sabor favorito?’.

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Su estudiado tono alegre quedó eclipsado por el grito de amenaza de la Haruno. —… No le des más importancia de la que tiene, usuratonkachi —susurró Sasuke al cabo de unos segundos para después girarse hacia el anbu en el momento justo en que éste levantaba la vista de los papeles. —Esto ya está —anunció. Sakura sonrió con confianza inclinándose hacia delante y Naruto le dedicó una mueca menos socarrona de lo que le hubiera regalado en otra ocasión—. Tanto Sasuke como Shikamaru han acertado todas las preguntas por lo que ambos tienen un ciento por ciento —empezó formal, sin rodeos y sin parar de sonreír. Dos metros más allá Naruto sintió cómo algo se retorcía dentro de él—. Ino y Sakura tienen ambas un noventa por ciento, Naruto un setenta y dos y Temari un sesenta y tres, por lo que Ino y Sakura se quedan con la habitación. —Agh… mierda —suspiró el rubio volviendo a pasarse una mano por el pelo sin siquiera ver la enorme sonrisa de Sakura. —Chúpate esa, Naruto. Reaccionando, le dirigió una sonrisa retorcida mientras miraba de una forma nada disimulada al Uchiha. —Prefiero otras cosas, gracias. Sin duda alguna Naruto también había heredado muchas cosas de Jiraiya además del Rasengan y el pacto con los sapos. Sonrió interiormente por un momento al pensar en la pequeña habitación y en la casi imperceptible tensión del moreno a sus espaldas. Difícilmente pudo contener un escalofrío de placer. Habían sido demasiados días sin un poco de intimidad. —Yo hubiera apostado por ti, picha corta, nunca pensé que la fea te ganaría. Creía que conocerías mejor al Uchiha —le dijo sonriendo Sai. Naruto se encogió levemente de hombros sin decir nada mientras se miraba las manos, pensativo. Toda la excitación anterior fue sustituida por la misma sensación de asfixia que le había sobrecogido al saber los resultados, como si un gran agujero negro proveniente de sí mismo empezara a tragarle desde dentro. —¡Así se hace, frontuda! —Lo que tú digas Ino-cerda, pero ahora voy a darme un baño, todavía tengo manchas de sangre. —¡Entonces yo elijo lado de la cama…! —gritó mientras la seguía escaleras arriba. Tras levantarse y decir que ella también iba a darse un baño, Temari se despidió y abandonó la estancia. Poco después dos hastiados Sasuke y Shikamaru y un inusualmente silencioso Naruto se pusieron en pie para ir así mismo a limpiarse la sangre ajena y el sudor, mientras un sonriente Sai decía que le esperaran. —El capitán Yamato dice que entre los hombres que se bañan juntos se crean vínculos de compañerismo y… La voz de Sai se perdió escaleras abajo.

La noche seguía siendo calurosa, lo que constituía el motivo definitivo para que Naruto, acostumbrado al clima suave de Konoha, no pudiera dormir. Sentado sobre el duro colchón y dejando caer su peso en la mano derecha sobre la cama había perdido ya la cuenta del tiempo que llevaba despierto. Contempló el cuerpo semidesnudo de Sasuke tumbado boca abajo a su lado, con el fino rostro vuelto hacia él y la pausada respiración chocando contra la cama. Sus ojos se deslizaron por la espalda desnuda, donde recientes marcas de arañazos sobresalían en la pálida piel. Una oscura y posesiva sonrisa de satisfacción se extendió por su rostro. Con cuidado, alargó la mano libre y con las yemas de los dedos empezó a seguir los arañazos de forma descendente hasta su cadera. Cuando llegó al final no se detuvo, sino que pasó a delinear las finas cicatrices que cruzaban su espalda de forma irregular de un color aún más pálido que su piel, lo que las confería un aire irreal. Apenas rozándole recorrió todas las marcas con un cariño infinito, el rostro completamente serio por la concentración. Conocía ese cuerpo mejor que el suyo. Cada marca, cada huella y cada curva, pero eso no bastaba. Trazó por última vez los arañazos hasta la mitad de su espalda y después retiró la mano con suavidad. Fue entonces cuando se fijó en la penetrante mirada del Uchiha clavada en él. —Duérmete, dobe. Naruto permaneció unos instantes en tranquilo silencio contemplando nuevamente el pálido y elegante cuerpo. —No quería despertarte. —Entonces duérmete y deja de pensar en eso.

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Naruto esbozó una extraña sonrisa y después llevó una mano al oscuro cabello, deslizándola entre las suaves hebras desparramadas sobre la almohada, acariciando ligeramente la nuca y dejando que los mechones resbalaran entre sus dedos. —Naruto —le llamó con un suspiro. El rubio parecía perdido en sus pensamientos y no había apartado la mirada del negro cabello, jugando con los reflejos y volviendo a recorrer, ocasionalmente, su espalda—. Naruto —volvió a llamarle, esta vez más fuerte. Reaccionando, la mano se congeló enterrada en su pelo y sus ojos, de un azul turbio debido a la oscuridad, estuvieron sobre los suyos en un instante—. No eran más que unas estúpidas preguntas. Lentamente Naruto desenredó la mano de entre su pelo y apoyó el brazo sobre su pierna flexionada. Después habló con calma, sus ojos fijos en algún punto de la habitación en penumbra. —Y tú te las sabías todas —Sasuke se incorporó y apoyó la espalda sobre el simple cabezal de la cama, completamente atento a los gestos y palabras de Naruto y con los ojos ligeramente entrecerrados—. Han sido tres años, Sasuke, tres malditos años. Normal. Era normal que incluso ahora siguiera echándoselo en cara y Sasuke nunca se lo reprocharía. —… lo entiendo. No estaba preparado para el repentino ataque de furia. —No, no lo entiendes, ¡no entiendes una mierda, joder! Han pasado tres años y lo sabes todo sobre mí, ¡todo! ¿Y yo qué? ¿Qué sé yo sobre ti, Sasuke? —esbozó una mueca de burla que tenía algo de macabro—. Nunca te he preguntado nada y tú a mí tampoco, pero aún así lo sabes, tú siempre lo sabes. Hubo unos instantes de silencio antes de que Naruto siguiera hablando, esta vez con más coherencia y con una calma fría que, ahora sí, había convertido su sonrisa en amenazadora. —Cien. Has llenado muchos vacíos, ¿verdad? Podía recordar sin ningún problema (y estaba seguro de que jamás lo olvidaría) el día que Sasuke regresó a la Hoja. Llovía, y los guardias de turno imaginaron lo peor cuando vieron aparecer, procedente del bosque, la figura de Uchiha Sasuke caminando hacia ellos. No empuñaba armas, aunque tampoco es que las necesitara para matar, por lo que ambos adoptaron una pose defensiva preparados para entrar en combate y decididos a no dejarle pasar a Konoha. No sirvió de nada. Sasuke se detuvo a cinco metros de las grandes puertas y se quedó quieto, esperando. Para cuando Naruto llegó no se había movido del sitio y el cuerpo de élite le rodeaba a una distancia prudencial. Lo único que se oía era el chapoteo de la lluvia al caer. Naruto buscó su mirada y los ojos de Sasuke, inescrutables, se posaron en él. No tenía una actitud humillada. Simplemente estaba ahí, parado, con el agua bajando por su rostro y la mirada alzada. Tampoco ostentaba una postura amenazante. Naruto fue el primero en llegar hasta él. Nadie intentó detenerle aunque de haberlo hecho no creían que lo hubieran conseguido. Sakura fue la segunda y, aun a pesar de la ventaja que le había sacado el rubio, la primera en tocarle. Su puñetazo le hizo girar el rostro y cuando volvió a mirar al frente ambos le dedicaron una sonrisa. Alivio. Alegría. Esperanza. Seguridad. Sus ojos seguían clavados en Naruto y aunque no abrió la boca no hicieron falta palabras. Naruto. Naruto. NarutoNarutoNaruto. Y el rubio no tuvo ninguna duda, ni entonces ni ahora. Sasuke guardó absoluto silencio acerca de ‘ese tiempo’ y nunca dijo una palabra sobre lo que fuera que hiciera después de asesinar a Orochimaru, como tampoco admitió nunca el motivo de su regreso, pero eso Naruto lo sabía. Lo supo entonces y lo sabe ahora. Por su parte nunca preguntó nada. Ni una palabra. Aceptó todo lo que Sasuke le ofreció sin pedir más pero sin conformarse con menos. Porque Naruto consentía todo lo que Sasuke deseaba y Sasuke simplemente no podía vivir sin él, pero el rubio parecía haber llegado a su límite. No iba a aguantar más silencios después de comprobar que el Uchiha había llenado todos los suyos, todas las ausencias, y el moreno fue perfectamente consciente de eso. Cerró los ojos antes de dejar salir su voz. —El ramen. Mi sabor favorito es el ramen. Los segundos seguían pasando sin que Naruto dijera nada, así que abrió los ojos. El rubio le devolvió la mirada y poco a poco empezó a esbozar una sonrisa a medio camino entre la burla y la ternura. Hizo el amago de decir algo, pero en su lugar cerró la boca. Sasuke volvió a cerrar los ojos para no mirarle. —Dos preguntas. Voy a contestarte a dos preguntas. Casi podía oír las estimaciones mentales del rubio mientras pensaba a toda prisa. Sabía que para él era un número muy bajo pero no estaba dispuesto a ofrecer más. Nunca, jamás se había sentido tan desnudo y el hecho de vestir únicamente unos pantalones no tenía nada que ver. Era consciente de que acababa de otorgar un poder enorme a Naruto

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Notas: Quería probar a relatar un día a día cualquiera, cómo se entienden y relacionan aun después de todo lo pasado, cómo estallan y chocan sus personalidades, cómo Naruto movería montañas por Sasuke y cómo se dejaría a sí mismo en un segundo plano por él, porque Sasuke no quiere hablar y Naruto siempre piensa en él antes que en sí mismo, pero no estoy del todo contenta (y quien dice todo dice nada, xD) con cómo ha quedado. Aun así no me apetece retocarlo más, al final ha acabado ocupando el doble de lo que quería pero acortarlo solo lo iba a empeorar, I think. No sé si en algún momento lo editaré para cambiar algo.

y no estaba completamente convencido de haber querido hacerlo. Se estremeció cuando sintió sus dedos recorriendo su pecho, volviendo a surcar su piel siguiendo viejas cicatrices. No sabía si el rubio era capaz de notar la tensión de sus músculos, pero si lo hizo no comentó nada al respecto. Cuando habló lo hizo con un tono calmo y pensativo. —… ¿Piensas volver a marcharte? Sasuke permaneció un instante en silencio. —Eso no forma parte del test de Sai. —Lo sé. Una pregunta. Una respuesta. Esa es mi pregunta. El Uchiha sonrió con burla. Naruto no era tonto y no se había detenido en el significado más literal de su promesa. Dos preguntas. Le contestaría dos preguntas, y una de ellas ya lo había hecho, pero no había conseguido engañarle. Aun así podía haber preguntado cualquier cosa. Cualquiera. —Nunca. Fue plenamente consciente de cómo cambiaba sutilmente la forma en que Naruto tocaba su piel. —Perfecto. Eso es todo lo que necesito saber —susurró el rubio mientras pasaba una pierna sobre su cuerpo y se sentaba sobre su cintura—. Perfecto —repitió contra sus labios. El moreno sonrió contra el cuello contrario mientras ambos jadeaban. Definitivamente habían sido demasiados días sin un poco de intimidad. —Gracias… —musitó a la altura de su mandíbula. El rubio simplemente sonrió, consciente de que consentía todo lo que Sasuke deseaba y de que Sasuke no habría podido sobrevivir sin él.

Si hay alguien que haya llegado hasta el final (xDDDD) muchas gracias. Envidia

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Como no debería haber sido Autora: RukiaU

Amarás a Dios sobre todas las cosas Un shinobi apenas es dueño de su propio cuerpo. Sus ojos existen para avistar el peligro, sus piernas funcionan para correr a interponerse entre el enemigo y su objetivo, su voluntad es moldeada como arcilla por cada sílaba que sale de boca del Hokage. Su vida es poco más que un medio para prolongar las vidas de otros. Lo único que existe para un shinobi es su villa y las personas que la habitan, y cada pensamiento, cada respiración, cada movimiento de su cuerpo debe estar destinado a protegerlas. Cuando Uchiha Shisui fue convocado a una reunión secreta del clan y recibió órdenes de espiar a su mejor amigo, Uchiha Itachi, tuvo que aceptar la misión a pesar de que fuera a espaldas de la villa y en contra de sus propios deseos. Porque para un shinobi la villa es su alma, pero para un Uchiha el clan es su Dios.

Santificarás las fiestas Sólo una semana después de que el clan asignara a Shisui la misión de espiar a Itachi, los dos shinobis fueron ascendidos a ANBU. Era una tradición entre los ANBU no felicitar nunca a los ninjas que pasaban a formar parte de la organización. Todos ellos sabían que el efecto principal de ese ascenso era situarse un paso más cerca de la muerte y, aunque ninguno la temía, consideraban mal augurio cualquier tipo de celebración en honor de los recién llegados, incluso las palabras de ánimo más tímidas. En casa era diferente. Cuando Shisui comunicó la noticia a sus padres éstos le abrazaron extasiados, y su madre pasó el resto del día exhibiendo una sonrisa tan amplia que Shisui y su padre empezaron a temer que la mandíbula se le desencajara. Ella no era Uchiha de nacimiento y a su padre nunca le habían interesado demasiado los formalismos del clan, pero ambos sabían que formar parte de una escuadra ANBU prácticamente garantizaba la entrada al Cuerpo de Policía de Konoha, al que Shisui había deseado pertenecer desde que era niño. Esa tarde Shisui fue a visitar a Itachi, arrepentido de su decisión inmediata de evitarlo indefinidamente para no arriesgarse a descubrir algo que se viera obligado a delatar. Cuando Itachi le felicitó por su promoción y él bromeó diciendo que si algún otro ANBU les hubiera escuchado ya estarían grabando el nombre de Shisui en el monumento de piedra del cementerio, Itachi esbozó esa mueca que Shisui había aprendido a reconocer como una sonrisa, y éste decidió que encontraría la manera de demostrar (al clan y a sí mismo) que Itachi no era un traidor. Fuera como fuera.

No codiciarás los bienes ajenos Shisui sabía que Itachi lo amaba de una forma similar a la manera en que se suele querer a un hermano mayor, quizás con algo más de intensidad y un matiz diferente por los bordes, pero también era consciente de que su corazón pertenecía a Sasuke, y mientras éste existiera Shisui nunca llegaría a ocupar más que un segundo lugar. Al principio se había sentido celoso de que ese crío con el que competía por la atención de Itachi ganara la mayoría de sus silenciosas batallas, pero cuando las cosas empezaron a cambiar y las palabras amor fraternal empezaron a parecer inadecuadas para expresar lo que sentía por su amigo, que fuera Sasuke el que le arrancaba más sonrisas dejó de importar, con tal de que Shisui consiguiera algunas de esa escasa modalidad que Itachi parecía haber inventado sólo para él. Y, sin embargo, los celos se reavivaban cada vez que veía a los dos hermanos volviendo de entrenar, Itachi con la expresión suavizada y un brillo orgulloso en los ojos que a Shisui también le hubiera gustado despertar. Pero entonces Itachi lo miraba y el brillo cambiaba a uno de callada admiración que casi parecía no estar ahí pero lo estaba, y Shisui pensaba que quizás el corazón de Itachi también fuera un poco suyo.

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Honrarás a tu padre y a tu madre En una familia en la que la endogamia era la norma y donde contraer matrimonio con alguien de fuera era visto por algunos casi como una traición, la madre de Shisui siempre había sido como un reducto de normalidad, una muestra de cómo era la vida al otro lado de los límites del distrito. Como Shisui empezó a entender el día en que cruzó las grandes puertas que los separaban del resto de Konoha para dirigirse por primera vez a la academia ninja, los Uchiha parecían vivir en un mundo propio, con leyes que resultaban incomprensibles para los demás niños de la escuela y costumbres a las que incluso su madre aún no se había conseguido acostumbrar. Esa era la razón de que, desde que tenía memoria, fuera a ella a quien acudiera cada vez que necesitaba consejo sobre algún asunto relacionado con la familia, sabiendo inconscientemente que una extraña que hubiera vivido tanto tiempo entre los Uchiha era la persona que mejor podría llegar a conocerlos. Cuando Shisui, violando su juramento de mantener las órdenes del clan en secreto, le habló de lo que debía hacer, buscando más un desahogo que cualquier comentario que pudiera servirle de ayuda, ella le acarició la mejilla con una sonrisa triste en la cara y le sugirió que siguiera su corazón. Shisui asintió, aunque el problema, si bien no lo dijo en voz alta, era que no estaba seguro de cuál era el camino que su corazón prefería hacerle seguir. Cuando unas horas después se encontró con Itachi para ir juntos hasta la torre del Hokage y, mientras caminaban, sus dedos se rozaron sin querer, se dio cuenta de que empezaba a comprenderlo.

No cometerás actos impuros Debería haberse sentido nervioso, incómodo y raro. Debería haberle preocupado que ambos fueran chicos y casi como hermanos (¿no sería incesto?). Debería haber pensado en lo que estaba metido él y en lo que el propio Itachi podía estar metido antes de acortar los pocos centímetros que los separaban y besarlo. Debería haber sido difícil, pero había resultado fácil, natural y correcto. Itachi debía de haber descubierto que Shisui lo quería besar aún antes de que éste se diera cuenta, porque no tardó en devolverle el beso y en cuestión de segundos ambos rodaban por el suelo, devorando con torpeza la boca del otro como si fuera su única oportunidad de hacerlo. Shisui había imaginado que en un momento así lo demás se evaporaría y sólo existirían ellos dos, lejos de ese mundo al que estaban acostumbrados y que últimamente se había empezado a desmoronar. Pero aún tenía miedo, él seguía siendo un traidor e Itachi esa sombra escurridiza que cada vez parecía más difícil de comprender, y sin embargo ahí estaban sus labios, el calor húmedo de su boca, el movimiento apresurado de sus manos y, joder, en el fondo lo demás tampoco importaba mucho.

No hurtarás El pánico se apoderó de Shisui cuando un día regresó a su habitación y los papeles en los que había anotado los progresos de su investigación sobre Itachi habían desaparecido. Lo primero que se le ocurrió fue que el propio Itachi se los había llevado. Los dos habían pasado la mañana allí, hablando de nada, tonteando y llegando tan lejos como era posible con la ropa puesta y cierta tendencia de la puerta de la habitación a abrirse sola. Quizás Shisui había salido un momento, Itachi había descubierto en su ausencia unas hojas en las que aparecía su nombre y había decidido quedárselas, o alguien había aprovechado el momento en que Shisui lo había acompañado hasta la calle para entrar por la ventana y robárselos, o puede que —y esperaba que no fuera así— Itachi supiera lo que Shisui estaba haciendo y hubiera ido hasta su casa sólo para deshacerse de las pruebas. Cuando encontró los papeles en un montón bajo la cama, el lugar en que los había ocultado descuidadamente la noche anterior para luego olvidarlo, se sentó en el suelo de madera, releyó las notas hasta memorizarlas y después, sin dudarlo un segundo, realizó varios sellos con las manos hasta que se formó una pequeña llama y los incineró. Ahora el único lugar que guardaba información sobre Itachi era su cabeza, y cualquiera que deseara conseguirla sólo podría hacerlo con su consentimiento. Es decir, la única información que el clan tendría sobre Itachi sería sólo la que Shisui decidiera facilitarles.

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No consentirás pensamientos ni deseos impuros A veces Shisui imaginaba que desobedecía al clan. Empaquetaba algunas cosas, corría en busca de Itachi y lo convencía de que lo dejara todo y huyera con él, a algún lugar en el que el apellido Uchiha no significara nada y Konoha sonara a país de cuento de hadas. Otras veces no se limitaba a imaginar. Cogía una de sus mochilas y la llenaba de armas y rollos de pergamino, la cargaba sobre uno de sus hombros y se subía al alféizar de la ventana, esperando a que la calle quedara desierta por un instante para poder salir sin ser visto y desaparecer entre las sombras. Sin embargo, nunca llegaba más allá. No por lo que significaba abandonar la villa sin permiso, ni por el miedo a ser atrapado por los ninjas de Konoha o repudiado por el clan, sino por la posibilidad de que, cuando pidiera a Itachi que lo acompañara, éste le dijera que no. Por eso la mayor parte del tiempo se limitaba a soñar despierto, como siempre que su escuadra ANBU estaba fuera de servicio e Itachi y él pasaban las tardes dormitando sobre la hierba, tardes que Shisui aprovechaba para fingir que se encontraban a muchos kilómetros de allí, en un sitio en el que ninguno de los dos estaría traicionando al otro. Sólo en esas ocasiones era Itachi el primero que se acercaba a él para besarlo, como si supiera perfectamente en qué estaba pensando —Itachi siempre sabía— y quisiera disculparse porque la respuesta a la pregunta que Shisui no se atrevía a formular seguiría siendo negativa. Eran esos momentos los que impedían que Shisui se marchara solo.

No dirás falso testimonio ni mentirás Sí, Itachi era leal al clan (nunca le había escuchado decir cuánto le gustaría escapar de allí, de ellos y de sus estúpidas normas, tradiciones y limitaciones, de esa vida planificada que parecía quererlo asfixiar). No, no lo había visto comportándose de forma extraña (no había llegado tarde a sus citas, no parecía tenso o ausente cuando estaban solos, no lo miraba de esa forma en que a veces lo miraba). No, no creía que planeara nada (no lo había descubierto en medio de la noche leyendo pergaminos prohibidos en la sala secreta de reuniones del clan, nunca). No, Shisui no estaba mintiendo por él (no lo quería).

No tomarás el nombre de Dios en vano Hubo una vez en la que hubiera dado la vida por su clan. Aún lo haría para proteger a las personas que lo formaban, pero no por el clan como un algo unificador en el que había dejado de creer. Ya no sabía si Itachi había dejado de ser su Itachi, o simplemente Shisui veía sólo las pistas que podían conducirlo a considerarlo culpable; no estaba seguro de si su amigo estaba trabajando a espaldas del clan, o era la continua presión de esas personas la que lo hacía comportarse de forma diferente. Estaba cansado de mentir a ambos lados, y ya no estaba dispuesto a mantener promesas que no podía soportar no romper. Antes de salir de casa esa noche, Shisui escribió una nota en la que renunciaba a su misión. En unas horas se encontraría con Itachi y se lo confesaría todo, y a la mañana siguiente se ocuparía de que su mensaje llegara a manos de la persona adecuada. Y, a pesar de las consecuencias que pudiera tener esa acción, dejaría de ser un traidor. Si eso significaba tener que dejar de ser un Uchiha, que así fuera.

No matarás Itachi estaba esperándolo sobre el puente. Shisui se acercó a él con pasos lentos, decidido a acabar con la farsa pero temeroso de la posible reacción de su amigo. Bajo ellos, las aguas del Nakanonawa fluían lentamente, teñidas de negro por la oscuridad de la noche. Empezó a hablar. Le contó lo que el clan le había pedido que hiciera, lo que había descubierto sobre Itachi y cómo había decidido no revelar nada, e hizo un vano esfuerzo por justificarse con excusas que no incluyeran la palabra amor. Le explicó que todo había terminado, y que al día siguiente nada de eso le volvería a preocupar. Le prometió que no le importaba cuál fuera la verdad, y entonces se detuvo y volvió la mirada de nuevo hacia el agua, esperando una respuesta con el pulso acelerado.

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De repente Itachi estaba entre sus brazos y le hablaba en susurros apresurados, preso de un leve temblor que distrajo a Shisui de sus palabras por unos segundos, para olvidarlo rápidamente cuando empezó a escuchar y descubrió el horror de lo que estaba diciendo. Siguieron abrazados después de que Itachi callara, después de que Shisui comprendiera cuál era su deber y aceptara lo que iba a ocurrir a continuación, después de que se odiara a sí mismo por no haberse dado cuenta de lo que su amigo estaba sufriendo. Y, cuando se separaron y Shisui miró elocuentemente hacia el río (nada tendría sentido si quedaban evidencias de que se había tratado de un asesinato e Itachi era descubierto), no pudo evitar sentir una extraña calidez por el hecho de que la llave del Mangekyō Sharingan de Itachi fuera él. No hubo beso de despedida. Shisui entró en el agua e Itachi se arrodilló en la orilla, de forma que todo lo que tuviera que hacer fuera sujetarlo para que su cabeza no saliera a la superficie. Shisui intentó no luchar cuando Itachi empujó su cuerpo hacia abajo con una mano y pasó la otra por su pelo antes de ayudarse también de ella, y se limitó a quedarse quieto mientras deseaba que todo hubiera terminado. A su alrededor el mundo no tardó en volverse azul oscuro, y su último pensamiento coherente antes de que la falta de oxígeno nublara su cerebro fue preguntarse si Itachi lloraría por él. Deseaba creer que no.

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Cuando el semáforo se pone verde Autora: Keiiah Traducción: Envidia

Un poco menos de dos años atrás, dejé el pueblo de mi niñez para estudiar en la Universidad de Tokio. Cuando la noticia de que había sido aceptado llegó, fue una sorpresa para mi familia, amigos y vecindario. La universidad era extremadamente prestigiosa por ser la mejor de Japón, y todo el mundo estaba orgulloso de que alguien de su ciudad natal fuera a asistir allí. Realmente nunca había conocido a nadie de mi pueblo que hubiera ido a esa universidad. Mi vecino le dijo a mi madre que, hace algún tiempo, uno de los hijos del profesor de mi instituto había sido aceptado también, y su familia entera se había mudado a Tokio. Era común para la gente de los pequeños pueblos de la zona rural mudarse a las grandes ciudades por las mejores posibilidades, pero no todo el que se mudaba sobrevivía al nuevo estresante y vertiginoso ambiente. Me mudé a Tokio solo. Mis padres dijeron que vivir en Tokio era demasiado caro y trasladarse allí sería demasiado conflictivo. Tenían una amplia y espaciosa casa tradicional japonesa en el campo, así que, ¿qué mejor que permanecer ahí y jubilarse, mientras sus hijos se mudan y generan sus ingresos? Mi hermano, Itachi, vive en Osaka tras haberse graduado en Kioto. Envía dinero a nuestros padres cada mes. Es una gran comodidad para ellos, haberse librado de sus dos hijos y disfrutar de su jubilación. Mi padre tenía un pequeño hotel en nuestro pueblo que hospedaba a muchos turistas de las ciudades cada año. Había acumulado suficientes ahorros para enviar a sus dos hijos a la universidad y vivir en un paraíso después de retirarse. Ahora, uno de mis tíos cuida de su negocio. De cualquier modo, ¿por qué atraería un pequeño pueblo como mi ciudad natal a tantos turistas desde la ciudad? Sorprendentemente el pueblo era un popular lugar de escapada. Parecía que los botes de pesca y la idea de gente pescando de verdad era un concepto muy extraño para aquellos de ciudad. Cada turista demandaba fotos suyas en frente del muelle de pesca, y cuando yo iba al instituto solía ayudar como guía turístico y llevar una cámara conmigo. Algunas veces, mi amigo Naruto me acompañaba, y llegaba a gustar tanto a los turistas que pedían hacerse una foto con el alegre chico rubio. (Por no mencionar que, de hecho, Naruto era descendiente de caucásicos y eso lo hacía todavía más especial). Ahora que vivo en la ciudad, a menudo siento que observo el mundo pasar en un lento movimiento; sí, eso es, porque mientras todo el mundo se desplaza lentamente, yo permanezco quieto. La gente está siempre apresurada por alcanzar algún lugar, corriendo de un sitio para otro sin un rumbo fijo. Verdaderamente debería verse lo que es estar en el metro en hora punta. No es una buena experiencia, pero te obliga a apreciar sinceramente el significado de disminuir la velocidad. Pero, de nuevo, la gente de ciudad nunca lo entiende. Los pocos amigos que he hecho aquí en la universidad a menudo me dicen que me tomo las cosas con calma. Siempre he pensado que mi educación en el campo me hizo de esta manera, al menos relativamente. Pero pronto me di cuenta de que quizás esa no era la causa. No era una persona tranquila y relajada por naturaleza. De hecho, fui un niño tenso durante mi crecimiento. Siempre sentí que vivía a la sombra de mi hermano, quién era un excelente estudiante, y sentía la necesidad de actuar de forma perfecta todo el tiempo. Esa era justo la forma en que crecí. Así que se me ocurre que, dado que yo no era una persona relajada y tranquila por naturaleza, algo, alguien durante el camino, debía haberme cambiado. Una noche de sábado, estaba asombrosamente libre de la cantidad de trabajo de la facultad, y mientras miraba fijamente la brillante pantalla de televisión de mi pequeño apartamento, de repente caí en la cuenta. Mientras veía un típico drama sobre un chico que quiere suicidarse pero que es salvado por las imprudentes pero sinceras y apasionadas palabras de un irritante compañero de clase, de pronto se convirtió en algo bastante obvio. Todo había sido culpa de Naruto.

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Notas: Empecé a escribir este fic en el verano de 2008. No sé por qué tardé tanto, pero aquí está, finalmente he decidido subirlo. Esta historia está inspirada en ‘Norweigian Wood’ de Haruki Murakami y ‘Goodbye Tsugami’ de Banana Yoshimoto. Ambas novelas tratan sobre los jóvenes y cómo se adaptan al mundo adulto, cómo se mudan del campo a la ciudad, y cómo afrontan la vida y sus retos. Ambas son buenas lecturas, ¡echadles un ojo! En cuanto a esta historia en sí, bueno, ya lo veréis. ¡Espero que os guste! Keiiah


La razón por la que nunca me enfado cuando olvido coger un paraguas en un día lluvioso; cuando el perro orina en el lugar equivocado; cuando una tienda cierra justo cuando yo llego… todas esas cosas con las que la gente de ciudad se irrita nunca me afectan. Cada vez que amenazo con irritarme por algo, recuerdo y sé que podía ser mucho peor. Nada, nadie, podría ser más irritante que ese rubio amigo con el que crecí. Para algunos debe ser difícil de creer cuando lo oyen, pero la primera vez que conocí a Naruto, no me importó. De todos los rostros japoneses de mi clase de la guardería, Naruto era el único niño con pelo rubio y ojos azules. Sin siquiera intentarlo, destacaba sobre el resto de la clase. En ese tiempo, los pensamientos que a menudo pasaban por mi mente eran: ¿Qué estaba haciendo ese extranjero en nuestro pueblo? ¿Era un turista? Naruto no tenía ningún amigo en la guardería. Ocasionalmente, le permitían unirse junto a otros niños en el cajón de arena, o quizá en unos pocos juegos, pero normalmente era dejado fuera. Y no se puede culpar a los otros niños por excluir a Naruto, porque no había otro niño con unos rasgos remotamente similares a los suyos viviendo en el pueblo. Para ellos Naruto era diferente, y no podían evitar asustarse de él. Es por eso que nunca me importó cuando veía al chico rubio sentado solo en los columpios mientras todo el mundo juagaba al pilla-pilla. Nunca me importó cuando todos los niños fanfarroneaban felices sobre sus meriendas mientras Naruto comía solo en una esquina. Nunca fue mi responsabilidad ser simpático o mezquino con el chico. Nunca hablé con él. Si quería participar, debía participar con los otros, no conmigo. En ese tiempo, en la guardería, yo tenía cinco años, y nunca reconocí la existencia del rubio. Pero entonces, cumplí seis. En mi sexto cumpleaños, mi familia invitó a un montón de gente del pueblo a celebrarlo. Nuestra casa era grande. Tenía un amplio jardín que estaba elegantemente decorado al estilo tradicional japonés, cortesía de mi madre, y un montón de diferentes habitaciones con alfombras de bambú y puertas correderas. No había forma de que nuestros invitados no entraran. Sí, todo el mundo cabía en nuestra casa, así que todos los niños de mi guardería fueron invitados. Pero a pesar del tamaño de la casa, había una persona que los niños pensaban que nunca entraría. No había ninguna duda en sus mentes, Naruto nunca cabría. Naruto estaba invitado junto a su familia porque vivían a tan solo dos casas de mí. La verdad es que nunca supe que vivía tan cerca hasta ese día. Mi madre me contó que el padre de Naruto, Namikaze Minato, trabajaba para el alcalde, y su familia era muy respetada en nuestro pueblo. Entonces pregunté a mi madre por qué en primer lugar estaban viviendo en nuestro pueblo; después de todo no eran japoneses. Pero ante esto, mi madre sólo me sonrió. Me dijo que se lo preguntara a Naruto yo mismo. Decepcionado por su respuesta, de pronto me vi obligado a recluirme en mi habitación. Una de las niñas de mi guardería, Sakura, me arrolló para preguntarme si quería jugar al escondite alrededor de la casa con los otros niños. Yo solo meneé la cabeza y subí por las escaleras. Se oía un ruido de pisadas arrastrando los pies según me acercaba a mi habitación. Frunciendo el ceño, caminé hasta acercarme y permanecí al otro lado de la puerta, imaginando las posibles razones por las que habría esos sonidos en mi habitación cuando todo el mundo estaba en el piso de abajo. En mi mente sólo había una respuesta: había un ladrón. Hice una pausa y consideré mis ideas sobre el ladrón. ¿Tendría él o ella un cuchillo? ¿Debía más bien pedir ayuda? De cualquier modo mis ideas fueron interrumpidas cuando tomé la decisión de entrar a mi habitación. Ya correría si el ladrón tenía un arma. Abrí rápidamente la puerta de un empujón y moví mis ojos con nerviosismo. No había ningún ladrón. En su lugar, había una pequeña figura acurrucada bajo mis mantas. ¡Hay alguien en mi cama! Yendo con cautela al lateral de la cama, sujeté la manta y sentí a la figura bajo ella tensarse con alarma. Con un movimiento ligero, quité las cobijas. Sorprendentemente, en mi cama no había sentado otro que el marginado de la guardería: Naruto. Mis ojos se agrandaron mientras trataba de comprender qué estaba pasando. El rubio sonrió tímidamente rascando la parte de atrás de su cabeza. —Estaba buscando el baño, pero pensé que me metería en problemas si me pillaban y… —el rubio se fue apagando mientras se preguntaba si necesitaba dar más detalles. Me sobresaltó ligeramente oír al chico rubio hablar con un perfecto acento japonés. Nunca pensé que sería capaz de hacerlo.

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No se me ocurrió en ese entonces que simplemente podía haberle pateado fuera de mi habitación. Lo que me pareció más relevante primero fue que todavía tenía muchas preguntas para el rubio sin responder desde que mi madre se negara a darme mis respuestas. Me senté en la cama al lado del rubio y estudié su rostro con cautela. Él inclinó la cabeza, confuso ante mi silencio. Entonces, hablé. La pregunta parecía completamente al azar en ese momento, pero los comienzos siempre son al azar, ¿no? —¿Por qué tu familia vive aquí? —pregunté, mi voz sonando con curiosidad y mi tono más suave de lo que debía ser. Al momento, Naruto sonrió; la sonrisa se convirtió en una mueca vergonzosa, y una pequeña risa entre dientes fue liberada. Había un tenue sonrojo de felicidad en sus mejillas, y nuestros ojos se encontraron. Nunca olvidaré la forma en que su rostro resplandeció como si fuera la persona más feliz sobre la Tierra. Fue la sonrisa más bonita que nunca había visto, y en mis veintiún años de vida ninguna otra sonrisa ha rivalizado nunca con la que Naruto me dio ese día. Me sorprendió, pero al mismo tiempo me atrajo como nada más podía. Amé la sonrisa de Naruto. Ese día, nunca le dije a Naruto que saliera de mi habitación (aunque lo hizo en un determinado momento porque realmente necesitaba ir al baño). Por el contrario, se sentó junto a mí en la cama y me dijo por qué, aún como una persona con rasgos caucásicos, vivía aquí en la zona rural de Japón. Por lo visto, Namikaze Minato era un huérfano americano adoptado por una cariñosa pareja japonesa. El padre de Naruto se identificaba a sí mismo como un completo japonés, siendo tan desenvuelto con el lenguaje como familiar con respecto al país y la gente. Naruto mismo nunca se vio como otra cosa que japonés gracias a su padre. Naruto me dijo que estaba extremadamente feliz de que me hubiera interesado en sus asuntos, su existencia, y que yo había sido la primera persona que le preguntaba algo como eso. Desde ese día nos volvimos buenos amigos, y mientras el tiempo pasaba, crecimos juntos. Cuando me marché a Tokio, Naruto se quedó. Solicitó y fue aceptado en una universidad cercana de una pequeña ciudad colindante. Por las mañanas, cuando tenía clase, viajaba en autobús hasta la estación de tren de la ciudad vecina y andaba el resto del camino hasta el campus. La universidad a la que iba era la única que solicitó durante nuestro último año en el instituto. Ese año, el alcalde de la ciudad, Sarutobi, cayó muy enfermo, y Naruto decidió quedarse para ayudar a cuidarle. Era muy amigo del viejo hombre, y no podía soportar la idea de marcharse mientras su amigo estaba enfermo en la cama. Durante el frío mes de diciembre del año pasado, Sarutobi murió. Yo trabajaba a tiempo parcial en las Torres Records en Shibuya los lunes, miércoles y sábados de tres a ocho como uno de los miembros de la plantilla a cargo de la sección de libros y revistas. El trabajo era más agitado durante las horas más ajetreadas del día, donde todo el mundo parece tener la necesidad de comprar un par de libros de inglés para simular tener una gran cultura e impresionar. Sin embargo, durante las lentas horas alrededor de las dos de la tarde de los días de entre semana, cuando los trabajadores de oficina vuelven al trabajo y los estudiantes están todavía en la escuela, me pasaba todo el día sentado sin mucho que hacer. Algunas veces, Shikamaru venía a visitarme durante las lentas horas de trabajo para sentarse conmigo en la tienda. Shikamaru era un amigo y compañero de clase, y a veces, compartíamos nuestro conocimiento sobre clases a las que ambos asistíamos y nos echábamos una mano el uno al otro con el trabajo. Normalmente teníamos distintas perspectivas sobre un mismo tema, lo que hacía muy útil para ambos la acción de compartir nuestro conocimiento. Ocasionalmente, otro miembro de la plantilla de empleados de la sección de CD o DVD, Kiba, se unía a nuestra pequeña reunión enfrente del área de libros de inglés de la tienda. Algunas veces, Kiba traía un poco de comida con él, y compartía con nosotros su botín. Permanecíamos quietos en círculo, nuestras espaldas dobladas, comiendo en secreto mientras nadie nos observaba. Había ocasiones en las que Kiba nos intentaba llevar a rastras a Shikamaru y a mí a un club. Kiba estaba soltero, y le gustaba así. Cuando tenía suerte, encontraba a alguna chica en uno de los clubs y se acostaba con ella. Sin embargo, Shikamaru tenía una novia llamada Ino, y se atenía estrictamente a la regla de que no le estaba permitido bajo ninguna circunstancia entrar a ningún club sin su novia. Ino era una mujer con muchísimo orgullo, y algunas veces, Shikamaru me daba lástima. Durante los dos años que he estado en Tokio, he permanecido soltero, no porque no hubiera suficientes chicas bonitas en el distrito —demonios, hay un exceso de suministro— sino porque me veo a mí mismo incapaz de encontrar tiempo y energía para cosas como las relaciones. Creo que entre estar concentrado en mis estudios, mi trabajo, y el tiempo que gasto hablando con Naruto vía mensajes de texto, realmente no tengo tiempo que desviar para prestarle atención a alguna chica.

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Así que cada vez que Kiba intentaba arrastrarnos a ambos a un club, Shikamaru encontraba una rápida ruta de escape abandonando la tienda (lo que funcionaba todo el tiempo que Kiba y yo estábamos de empleados), y yo seguía a Kiba, pero sólo para pedir una bebida y charlar sin prestar atención con algunos otros que pronto se marchaban. La parte de la charla era tolerable, y la de la bebida estaba bien, así que me iba con Kiba. A veces, algunas chicas se acercaban e intentaban conocerme. Nunca fui demasiado grosero con ellas, pero siempre les dije que no estaba interesado. Siempre que iba al club, me marchaba antes que Kiba. Algunas veces llamaba a Shikamaru sólo para ver qué tal le iba y si Ino le había acusado de oler a alcohol y chicas otra vez. Hubo una vez en la que Shikamaru vino a visitarme a la tienda mientras estaba contestando un mensaje al rubio idiota en mi teléfono móvil. Shikamaru me preguntó quién era aquel con el que hablaba, y le hablé sobre mi amigo de la infancia. —¿Dónde está ahora? —me preguntó, y le conté la decisión de Naruto de quedarse en casa. —¿Por qué lo preguntas? —inquirí. La siguiente cosa que Shikamaru me dijo creó un gran impacto en mí, y hasta este día, lo recuerdo claramente. Fue algo que verdaderamente nunca me había ocurrido hasta entonces. Todo ese tiempo en el que había estado en Tokio, observando los días pasar y tratando de que la velocidad a la que todo se movía no me dejara atrás, parecía haberme vuelto confuso. Las cosas que hacía parecían más y más insignificantes, y me sentía más y más pequeño, intimidado por la repentina expansión del mundo en que vivía. De pronto, ya no estaba en el pequeño pueblo pesquero, sino que vivía en una de las ciudades más grandes del mundo. De repente no tenía ningún amigo y no conocía a nadie, y tuve que reconstruir mi vida partiendo de cero. ¿Me había convertido en uno de esos sin vida que son aplastados bajo el pesado peso de la estresante sociedad? Cuando veía a esa gente completamente vestida de negro sorteándose unos a otros por la calle, siempre había pensado que yo estaba al margen de eso. Ese día, Shikamaru me dijo: —Esa sonrisa era la sonrisa más feliz que he visto en tu cara desde que te conozco. Después de eso, pareció producirse una corta pausa en la que el mundo repentinamente dejó de moverse. Miré a Shikamaru, digiriendo lo que acababa de decir, y después bajé la vista hasta mi móvil y apreté con cautela el botón de ‘enviar’. Se oyó un quedo ‘bip’ de mi teléfono móvil, indicando que el mensaje había sido enviado, y de repente el mundo volvió de nuevo a la vida. ¿Sabes, bastardo? En serio deberías regresar aquí y visitarnos alguna vez. Pockey te echa de menos. Ha estado ladrando cada mañana frente a tu casa, pensando que todavía estás ahí dentro, ¿sabes? Piensa que todavía estás dormido mientras se supone que deberías estar yendo a la escuela, como cuando estabas aquí. Algunas veces te espera quieto por la noche, meneando el rabo frente a tu puerta, esperando a que vengas y le lleves a dar un paseo. Tienes suerte de que yo esté todavía aquí. Me duele verlo esperándote así todas las noches. Te he reemplazado oficialmente. ¿Celoso? Como sea, ¡regresa durante el verano o algo! No te creo cuando dices que no tienes tiempo en verano. ¡Pockey realmente te echa de menos! Sin amor, Naruto. Domingo, 20:53 De hecho, y a diferencia de alguien que yo conozco, tengo que trabajar durante el verano para ahorrar. No puedo vivir de las raciones de mis padres, ya sabes. A veces mis calcetines se rompen y necesito reemplazarlos. ¿De dónde va a venir el dinero? Desde luego no de mi estómago. Además, necesito estudiar durante el verano o de lo contrario me quedaré atrás. Y respecto a Pockey, bueno, después de todo no confiaría en nadie que no fuera tú para cuidarlo. Y no, no estoy celoso. Estoy seguro de que siempre seguiré siendo el único y verdadero amo de Pockey. Puede que sea tu amigo, pero sigue perteneciéndome. Ahora no bombardees mi bandeja de entrada con mensajes, porque tengo que soportar ver mi teléfono vibrar cada cinco minutos, abrirlo, leer tu mensaje, poner los ojos en blanco, y cerrarlo. Y trato de volver a mis estudios hasta que cinco minutos después, ahí va de nuevo el teléfono. También sin amor, Sasuke. Domingo, 20:56

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Pronto vino el verano, y empecé a trabajar también los viernes. Era mi tercer verano en Tokio, ya que acababa de empezar mi tercer año de universidad en abril. Me graduaría después de mi cuarto año. Las cosas habían ido mejorando. Lo hice muy bien en mis estudios en mi segundo año en la universidad, y abordé el verano y mi trabajo de verano con una actitud muy optimista. Naturalmente, creía que ese verano sería un verano normal, al igual que los dos últimos veranos que había pasado aquí en Tokio. Sin embargo, lo que no sabía era que la vida normal que llevaba, al igual que cualquier otro estudiante universitario, estaba a punto de ser completamente sacudida. En un abrasador y soleado día de Julio, recibí un mensaje de Naruto. ¡Voy a ir a visitarte a Tokio! Después de eso, había contestado rápidamente, preguntándole cuándo iba a llegar y por qué venía tan de repente. Me dijo que se aburría y estaba libre, así que pensó que tal vez debería venir y visitarme ya que yo era gilipollas y me negaba a ir a casa. Llegaría… Esta noche. Tras leer el mensaje, llamé a mi jefe por teléfono y le dije que ese día faltaría al trabajo. Después, cogí la cartera, la metí en el bolsillo, y salí del apartamento con el móvil fuertemente aferrado en la mano. Cuando llegué a la estación de tren de Shinjuku, corrí inmediatamente para comprobar el horario de llegada de los trenes de ese día, descubriendo que sólo había un tren procedente de mi pueblo natal y que llegaría a las nueve. En aquel momento eran solo las cinco, y el sol todavía no se había puesto. Tenía cuatro horas de sobra. Abriendo de un golpe mi móvil, llamé al número de Shikamaru. —Shikamaru, soy Sasuke. —Ah, ¿Sasuke? Hola. ¿Qué te ha hecho llamar? Se oía el sonido de alguien hablando en un segundo plano al lado de Shikamaru. —¿Te acuerdas del amigo del que te hablé? ¿Naruto? —Sí, ¿qué pasa con él? —Viene esta noche. Llega a las nueve. —Oh, eso es genial. —Tengo cuatro horas para matar. ¿Estás ocupado? —Me encantaría conocerlo, Sasuke, pero ahora mismo estoy con Ino y tengo que colgar. Por el tono de culpa del perezoso genio, entendí perfectamente lo que quería decir: Estoy con Ino y tengo que colgar, no se me permite estar al teléfono mientras ella está aquí. —Oh, bien, gracias de todos modos, adiós. —Adiós. Y según Shikamaru lo dijo, la línea se cortó. Suspiré y miré a mi alrededor. No había forma de que pudiera esperar en la calle durante otras cuatro horas. Tampoco había nada que hacer en casa. Y además, de cualquier forma, me sentía demasiado inquieto en ese momento como para quedarme sentado en casa. Necesitaba alguien con quien hablar. Sin pensar que alguna vez tuviera que recurrir a eso, llamé a Kiba. —¿Kiba? —Ey, Sasuke, ¿qué hay? —¿Tienes turno hoy? —Nah, hoy he trabajado por la mañana. ¿Por qué? —Tengo un amigo de mi pueblo, Naruto, que viene a visitarme. Su tren llega a las nueve. Necesito matar el tiempo. ¿Estás libre para salir? —Ah, ya veo. Sí, ya estoy fuera. ¿Dónde estás ahora? —Shinjuku. —¡Muy bien! Voy a la estación.

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Después de que Kiba llegara, fuimos a un pequeño restaurante de fideos y me senté en uno de los altos taburetes en frente del mostrador. Kiba pidió miso ramen para ambos y decidió añadir varios platos extra para poder comer así durante más tiempo. —Así que, ¿cómo es Naruto? Pareces bastante excitado por verle. —Hace como dos años desde la última vez que le vi. —En realidad no has contestado a mi pregunta —comentó Kiba y soltó una pequeña risa entre dientes—. He oído algo sobre él de Shikamaru. —¿Qué te ha contado? —pregunté. —Oh, ya sabes, solo esto y aquello. Sé que tu amigo y tú sois muy cercanos —Kiba asintió—. Así queeee, ¿cómo es? Suspiré. —Naruto es mi amigo de la infancia. Es mi mejor amigo. No es japonés desde un punto de vista étnico. Es ruidoso, irritante, y lleva siempre ropa de colores muy chillones. La verdad es que no tengo ni idea de por qué me relaciono aún con él. La imagen de los ojos azules de Naruto mirándome, su característica sonrisa estampada en el rostro, surgió en mi mente. Inconscientemente, el inicio de una sonrisa tiró de la comisura de mis labios. Mis ojos fueron desenfocándose gradualmente mientras miraba fijamente hacia arriba a ningún sitio en particular. ¡Naruto venía de visita! ¡Iba a poder verle! Una gran cantidad de recuerdos que había estado reteniendo detrás de un gran dique en mi cabeza fueron soltados de repente, abriéndose paso a través de los gruesos muros e impulsándose a toda velocidad. Recuerdos de Naruto y yo jugando a los exploradores en las colinas; de cuando jugábamos a videojuegos juntos; de cuando conducíamos a los turistas por la ciudad; de cuando consolaba a Naruto porque había suspendido un examen; de cuando ambos aprobamos los exámenes finales en el instituto… Fue como si de repente el tiempo me pasara como un torbellino. Antes de que me diera cuenta, mi cuenco de ramen había llegado y Kiba ya había separado los palillos, listo para empezar su comida. Justo cuando iba a hundir mis palillos en mi cuenco, Kiba me dio su opinión. Lo dijo mientras mezclaba los ingredientes en su tazón, como si simplemente se le hubiera escapado de la boca sin su consentimiento. —Creo que está bien enamorarte de tu mejor amigo. Después de eso, empezó a sorber sus fideos, y mis palillos cayeron al suelo. Un poco avergonzado, le pedí a la camarera otro par de palillos. Eran sobre las nueve cuando volví a la estación de Shinjuku. Kiba había decidido acompañarme ahí para esperar a Naruto. Y esperamos. Realmente esperamos. Eran ya las nueve y media en el momento en que miré mi reloj, y después eché un vistazo al de la estación para asegurarme de que el mío estaba bien. La gente salía ordenadamente en fila en un ritmo constante. A veces, había más gente cuando más abarrotado estaba el tren que llegaba, pero otras, había alrededor de una docena de personas saliendo al mismo tiempo. En seguida estuve seguro de que el grupo de gente que acababa de pasar de largo era del tren en el que Naruto iba. Me levanté y pregunté a una mujer de unos cincuenta si había tomado el tren que yo creía, y ella asintió. Examinando rápidamente a la gente que en ese momento estaba en la estación, traté de detectar a alguna persona con el pelo rubio. No hay mucha gente con pelo rubio natural, y normalmente es fácil decir si el pelo de alguien lo es. Especialmente el pelo de Naruto, porque es un color muy penetrante y le gusta llevarlo de punta. Pregunté a Kiba si había visto a alguien que encajara con la descripción que le había dado de Naruto. Kiba movió la cabeza disculpándose. Nos sentamos y esperamos otro rato, y cuando comprobé de nuevo la hora ya eran las diez, y yo estaba empezando a sentir pánico. ¿Dónde estaba Naruto? Saqué rápidamente el móvil y empecé a escribir a Naruto a un ritmo apresurado. Esperaba con nerviosismo la respuesta. —No te preocupes —la voz de Kiba irrumpió repentinamente y reventó la burbuja en la que mi mente se había sumergido. Levanté la vista de la pantalla del móvil y le miré—. Probablemente haya perdido el tren —dijo Kiba pensativo. Asentí ante lo que decía agradeciendo su intento de tranquilizarme, pero en mi cabeza había situaciones mucho peores que no podía dejar ir. —Podría haber pasado algo malo —dije seriamente.

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—Por otro lado, podría haber pasado algo bueno. Relájate, colega. Naruto responderá —Kiba sonrió y me palmeó ligeramente en el hombro. Muchos minutos después, el móvil vibró y saltó de mis manos debido a mi sorpresa por el súbito movimiento. Tirándolo hacia arriba en el aire como si fuera una patata caliente, intenté cogerlo. Tras asegurarlo en mi mano de nuevo, me di cuenta de que había recibido una respuesta de Naruto. Mi corazón empezó a palpitar más rápido, preguntándome qué era lo que había pasado que había retenido a Naruto. Abriendo cautelosamente el móvil con ambas manos, me quedé contemplando el mensaje que Naruto había enviado. No podía recordar que pasó exactamente a continuación. Tenía una colección de imágenes de mí mismo levantándome repentinamente de mi asiento, mirando con los ojos muy abiertos la pantalla del teléfono, y dirigiéndome de forma rápida y directa a una taquilla abierta, exigiendo un billete para un tren a mi ciudad natal de inmediato. De pronto sentí una oleada de emoción, y simplemente supe, no había ninguna duda al respecto, que tenía que regresar y ver a Naruto en ese instante. La certeza me golpeó en la cabeza como una plancha de hierro. Y no había sido golpeado así de fuerte en mucho, mucho tiempo. Kiba.

No fue hasta que me calmé en el último tren de la noche que iba en dirección a mi ciudad natal que me acordé de Pockey ha muerto. Sábado 22:44

Era bien pasada la medianoche cuando llegué a la estación de tren de la ciudad cercana a mi pueblo. No había ningún tipo de transporte hasta el pueblo durante esas horas de la noche, lo que significaba que tenía que coger un taxi. Sin embargo, cuando empujé la puerta de salida de la estación de tren, fuera había una solitaria figura sentada en un banco. La figura de Naruto estaba encorvada y sus ojos clavados en el suelo. Cuando oyó el chirrido de la puerta al abrirse, levantó la vista con sus grandes ojos azules y nuestras miradas de encontraron. Había un rastro seco de humedad en la mejilla de Naruto. Por un momento, hubo un silencio entre nosotros mientras pensábamos sobre lo que deberíamos decir. Naruto fue el primero en romper el silencio. —Pensé que estaba dormido —comenzó a decir—. Le dejé solo por la mañana, aunque encontré raro que no estuviera ladrando como de costumbre, como tu despertador personal, ya sabes. Y lo comprobé de nuevo esta tarde, dándome cuenta de que no se había movido. Naruto hizo una pausa. Yo contuve la respiración. —Su cuerpo estaba frío. Asentí, sintiendo que algo se rompía en mi cuerpo mientras realmente empezaba a comprender el hecho de que el perro con el que Naruto y yo habíamos crecido estaba muerto. Reduciendo la distancia entre nosotros, Naruto extendió los brazos y me atrajo en un abrazo, sus brazos heridos alrededor de mi cuello. Sentí que ese gesto era algo que ambos habíamos estado necesitando durante mucho, mucho tiempo, algo de lo que habíamos carecido en nuestras vidas durante dos años. Enrollé los brazos alrededor de la cintura de Naruto, y permanecimos ahí por quién sabe cuánto tiempo, familiarizándonos con la presencia del otro. No fue hasta ese momento que me di cuenta de cuánto había echado de menos tener a mi rubio amigo cerca. Parecía como si en esa cálida noche de verano, el hielo de mi corazón que había recolectado durante mi estancia en Tokio se fundiera de una sola vez. Sentí el cálido aliento de Naruto mientras respiraba en uno de los lados de mi cuello, y de repente, me di cuenta de que eso era lo que siempre había sentido en la ciudad. El tipo de emoción que sentía cuando iba a comprar provisiones, cuando ayudaba a un cliente a encontrar el libro deseado, cuando comía solo en un pequeño restaurante. Siempre había pensado que estaba confuso, al pasar de vivir en un pequeño pueblo a vivir en una gran ciudad. Siempre pensé que tenía problemas de adaptación, eso era todo. Pero esa noche, mientras los brazos de Naruto rodeaban mi cuello y ambos nos encontrábamos tan cerca por primera vez en dos años, de repente caí en la cuenta de todo, como si alguien hubiera vertido un balde de agua fría sobre mi cabeza. Aquí, en mi ciudad natal, tenía amigos, y tenía familia. Aquí, tenía los recuerdos de mi niñez grabados en cada esquina en la que había estado con Naruto. Aquí estaba todo lo que había consolidado durante mis primeros dieciocho años de vida.

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Y me mudé a Tokio, donde no tenía nada. Donde no tenía amigos, ni familia, ni conocía a nadie. Ahí, reconstruí mi vida desde cero. Ahí, había tenido que empezar de nuevo. Estaba solo. Y, sin embargo, había una parte de mí que se negó a empezar de nuevo completamente. Tenía una vida. Había personas que eran importantes para mí. No había forma de que pudiera vivir como hacía antes. Algo me había impedido hacerlo. claro.

Mientras Naruto se apartaba lentamente, retirando sus brazos, sus ojos azules fijos en mí, se volvió súbitamente

Naruto dio un paso atrás, apartando la vista de mí con esfuerzo y bajando la mirada. Se removió un poco como si estuviera nervioso por algo. —Pockey realmente te echaba de menos, bastardo —murmuró en voz baja, su voz suave y sus ojos todavía fijos en el suelo—. No estabas ahí cuando murió. Ya le hemos enterrado en vuestro jardín. No respondí, sabiendo que Naruto no había terminado de hablar al continuar removiéndose. —Todos vamos a estar ahí para honrar su muerte por la mañana —continuó Naruto—. Maldita sea, bastardo, ¿no notaste cuántas veces te dije que Pockey te echaba un montón de menos? —súbitamente la voz de Naruto se alzó un poco—. Te lo dije muchas veces, en cada mensaje que te mandaba. ¡Y tú ni siquiera pensaste en volver! Te dije que Pockey te echaba jodidamente de menos muchísimas veces. ¿Por qué tienes que ser tan gilipollas? ¿Cómo demonios entraste en esa universidad tan pija? Como cuestión de hecho, no me di cuenta de que Naruto seguía recordándome cada semana que Pockey me añoraba. Hacía rato que había pillado el punto de que sí, Pockey me echaba de menos, y no entendía por qué Naruto tenía que decírmelo tantas veces. —Sabía que me añoraba —dije en voz baja, incapaz de formar cualquier otra respuesta. Naruto sólo me miró fijamente con los ojos muy abiertos. El rastro de humedad que se había secado formaba una pequeña marca en su mejilla. —No, no lo sabes. De pronto, la voz de Naruto estaba muy calmada. —Porque era yo el que más te echaba de menos. Hubo un tenso silencio mientras nos contemplábamos el uno al otro, ambos sorprendidos por lo que Naruto había dicho. Un instante después de la declaración de Naruto, empezó a balbucear sobre cómo sus padres me habían echado también de menos y cómo, de hecho, Pockey fue el que más me añoró. Una pequeña sonrisa se extendió lentamente por mis labios, una sonrisa que, estaba seguro, no había mostrado en mucho tiempo. La sonrisa de Naruto. Había un pequeño sonrojo en sus mejillas. —Y yo también te he añorado. A continuación, Naruto me devolvió la sonrisa. Su sonrisa se ensanchó y sus ojos se arrugaron, y el matiz rosa de sus mejillas se mantuvo. Su rostro me recordó a aquel que me atrajo la primera vez, el que vi en mi sexto cumpleaños. En ese momento, pensé para mi mismo: podría mirar ese rostro sonriente para siempre. Esa noche, Naruto había conducido hasta la estación de tren, así que me llevó de vuelta a nuestro pueblo. Cuando aparcó el coche frente a nuestra casa, salimos, y él se giró hacia mí. —Ey, ¿qué te parece si vamos al muelle? Asentí aturdido y seguí al rubio, quien andaba dando ligeros brincos. Pronto, estaba saltando. —Naruto… —dije, cuestionando su elección de movimiento. —¿Qué? Estoy contento de verte. Corrió hacia delante otro trecho antes de detenerse en frente del mar. El sonido de las olas rompiendo contra las rocas llenaba mis oídos. Parecía que había pasado una eternidad desde que oyera ese relajante, reconfortante sonido con el que crecí. Naruto avanzó un paso sobre el muelle, mirando hacia el oscuro horizonte. Yo seguí detrás de él. Una vez que hube puesto el primer pie en el muelle, Naruto inspiró profundamente y de pronto saltó hacia delante, corriendo hasta el final del muelle, donde había una pequeña caseta, inicialmente construida como atracción para los turistas. (Era un muelle de pesca, después de todo).

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Corrí tras él. Había una sonrisa en mi rostro cuando alcancé el final del muelle, donde Naruto estaba. Se había sentado en el banco, balanceando sus piernas adelante y atrás, esperándome. —No he estado en el muelle en mucho tiempo —dijo Naruto con una sonrisa. Eso me pilló por sorpresa, porque Naruto había estado viviendo ahí durante los dos últimos años. —¿Por qué? —le pregunté. —Pensaba: ‘la próxima vez que pise el muelle, tendré que tener a Sasuke conmigo’ —sonrió triunfalmente. Suspiré ante las palabras de mi amigo, pero mantuve la sonrisa. —Y no he escuchado tu voz en años, Sasuke —dijo Naruto, sus ojos azules brillando en la oscuridad como el sutil resplandor de las olas en la inmensidad del océano. —Nunca me llamaste —contesté. —¡Eso es porque siempre me devolvías los mensajes! —¡Porque tú me escribías primero! —Sí, así que te contestaba…Oh, tío, ¡debí haberte llamado! —Hablar contigo era muy caro. —Pero sabes que te encanta —dijo Naruto con un brillo pícaro. El cielo estaba lleno de estrellas mientras nuestro entorno estaba muy oscuro. No pude evitar una exclamación de asombro, porque no había visto un cielo así en mucho tiempo. —¿Celoso? —dijo Naruto de pronto—. Yo lo veo cada noche —sonrió descaradamente. —Estoy de vuelta por ahora. —¿Cuándo te vas a ir, entonces? —se levantó del banco y se puso a mi lado, mirando hacia el mar y escuchando el romper de las olas. —Probablemente en algún momento durante la tarde de mañana. Tengo que trabajar el lunes. —Hmm, eso es muy pronto —dijo Naruto. Hubo un silencio meditabundo entre nosotros mientras ambos comprendíamos qué hacer a continuación. —Dime, Sasuke —empezó Naruto, su voz firme al tiempo que clavaba su mirada en algún punto desconocido sobre la superficie del mar. Me giré hacia él, mi expresión curiosa. La resolución de Naruto pareció flaquear un poco mientras se medio volvía hacia mí, solo para girar y observar lo que fuera que estuviera mirando antes, en línea recta. Bajó la vista hasta las manos en su regazo antes de cerrarlas y convertirlas en puños. Me pilló por sorpresa cuando, súbitamente, los ojos de Naruto estuvieron viendo directamente a través de mi alma. —¿Puedo… quedarme a dormir en tu casa esta noche? La pregunta fue pura. Lo que mi mejor amigo esperaba era puro. Nunca habíamos estado separados desde que cumplí seis años, y sin embargo, no nos habíamos visto el uno al otro durante dos años. Conocí a Naruto por primera vez en mi cama, y ahora íbamos a pasar la noche ahí. No había otras intenciones, porque ahora, ya no dábamos por hecho la presencia del otro. Eran casi las dos en punto de la madrugada cuando regresamos a mi casa. Antes, les había dicho a mis padres que regresaría tarde por la noche para que así no pensaran que había un ladrón, y ellos ya se habían ido a dormir con anterioridad. La casa estaba en calma cuando entramos. Naruto se dejó caer sobre mi cama casi inmediatamente después de entrar a mi cuarto, tumbándose boca abajo como una enorme estrella de mar, ocupando todo el espacio. —¿Has traído algo para cambiarte? —pregunté, abriendo un par de cajones para ver si mis padres habían vendido toda mi ropa. Naruto sacudió la cabeza. Había un par de camisetas y unos pocos pantalones cortos en uno de los cajones (así que realmente vendieron la mayor parte de mi ropa), y cogí un conjunto de prendas para tirárselas a Naruto. Aterrizaron sobre su cabeza. Naruto y yo teníamos tallas similares. Apropiándose de las prendas de su cabeza, Naruto examinó la ropa. —Están recién lavadas —comentó. —Probablemente cortesía de mi madre.

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—La verdad es que simplemente podía haberlas dejado pudrirse en tu cajón. Dejar que las termitas las consumieran —dijo Naruto en tono divertido, y sacó la lengua. —Las termitas comen madera, imbécil. —Algunas veces podrían morder tu ropa, nunca lo sabrás. —No hay termitas en mi cajón, muchas gracias. Procedí a quitarme la camiseta para cambiarla por la ‘recién lavada’. Sentí los ojos de mi amigo en mi espalda, pero le quité importancia y cogí la nueva camiseta. —¿Te vas a cambiar aquí? —dijo Naruto con un atisbo de sorpresa. —¿Qué? Ninguno de nosotros ha tenido nunca problemas con eso. Todavía sin camiseta, me giré para encarar a Naruto y sonreí intencionadamente con socarronería. No dije una palabra, pero él entendió lo que estaba pensando. Había una pequeña pizca de rosa extendiéndose por las mejillas de Naruto. —Quita esa petulante sonrisa de tu cara, bastardo. Y entonces mi amigo procedió a mirar a cualquier parte menos a mí. Reí entre dientes y me puse la camiseta nueva. Provocar a Naruto era más divertido de lo que recordaba. —Y solíamos bañarnos juntos —dije, divertido, y empecé a cambiarme los pantalones. Naruto me lanzó una mirada de ‘me estás vacilando’ antes de apartarse con mal humor y quitarse su propia camiseta. Esa noche, tumbado en la cama con Naruto a mi lado, fue una noche que recordaría en los días venideros. Fue una noche que me hizo sentir como si hubiera tenido muchísimo sueño, pero que a la vez me pareció que no había dormido nada. Había pasado una hora desde que ambos nos tumbáramos en la cama, y mis ojos estaban todavía abiertos mientras contemplaba fijamente el techo con la mirada perdida. Parecía que Naruto se había sumergido en el sueño tan pronto como su cabeza golpeó la almohada, aunque el regular sonido de su respiración no fuera ninguna indicación. Desde que Naruto era pequeño, siempre había tenido el hábito de abrazar cosas mientras dormía. Necesitaba algo que abrazar mientras estaba durmiendo, y era tan simple como eso. Esa vez se me había olvidado por completo, ya que la visita a mi ciudad natal y el dormir junto a Naruto había sido algo completamente improvisado. Nada de eso estaba planeado. No había puesto un cojín extra al lado de Naruto para que lo abrazara durante la noche. Lo que significaba que él tendría que encontrar una alternativa al típico almohadón que solía tener. Lo que explicaba mi actual apuro mientras el rubio se arrimaba a mi hombro con sus brazos rodeando mi cuello por segunda vez en la noche. No era como si no fuera cómodo. En el pasado, había habido muchas veces en las que Naruto carecía de cojín mientras dormía y decidía usarme a mí como almohadón temporal. Me había ido bien en el pasado, y esa noche no fue diferente. Lo que me mantuvo despierto fue la forma en que Naruto se movía y frotaba su frente en la unión de mi hombro y mi cuello de vez en cuando, y luego murmuraba algo que no podía oír, el sonido amortiguado por la tela de mi camiseta. Continuó durante una hora, y de vez en cuando, una sensación de hormigueo bajaba por mi columna vertebral. Justo cuando pensaba que finalmente me había acostumbrado a la estrecha proximidad, Naruto decidió girar la pierna al otro lado de la cama y poner su muslo en mi pierna. Me congelé, mirando fijamente al techo. Después de haber estado conteniendo el aliento, lo expulse de una sola vez como si estuviera suspirando en voz alta. La verdad, no creía que fuera a dormir lo más mínimo. —¿Sasuke? Hubo un silencio que fue como una eternidad mientras trataba de asimilar el shock que de pronto había invadido mi mente. ¿Era Naruto? —Sasuke, ¿estás despierto? Dios mío, es Naruto. Gruñí como respuesta. —¿Estabas dormido? —le pregunté en un tono irritado. Traté de levantar los miembros de Naruto de mi cuerpo haciendo palanca, pero descubrí que estaba pegado a mí como una sanguijuela. —Podías haberme pateado fuera de la cama —replicó. Bien, realmente eso no contestaba mi pregunta.

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Ambos estuvimos callados por un momento, pensado sobre qué podríamos hacer a continuación. Yo había estado fallando al intentar dormirme durante la última hora, y no encontraba el dormir como una opción particularmente posible en ese momento. De repente sentí más caliente la parte de mi cuello en la que la cabeza de Naruto estaba. Me llevó unos pocos segundos darme cuenta de que Naruto debía haber estado hablando. —¿Has dicho algo? —pregunté en voz baja. —Sasuke, mientras no estabas, supón que yo… —empezó Naruto, e hizo una pausa, como si pensara cómo debía formular lo que iba a decir—. Supón que yo… me hubiera enamorado de ti… sólo supón, ¿vale? No estoy diciendo que realmente esté enamorado de ti, pero… supón, supón que lo hiciera… si te lo dijera, ¿te cabrearías? Hubo un momento de completo silencio en el que nada se movió. Podía sentir los tensos brazos de Naruto, congelados alrededor de mi cuello, como si estuviera nervioso por la respuesta que se suponía que debía darle. Me moví y me giré hacia Naruto para encararle a él en lugar de al techo. Apoyando la cabeza en mi codo, miré a Naruto, quien me observaba y esperaba. Bajo la luz de la luna que brillaba a través de la ventana, había un etéreo resplandor en el rostro de Naruto. Su pelo rubio brillaba como si reflejara la suave luz, y sus cerúleos ojos azules estaban más azules y vivos de lo que nunca los había visto, especialmente desde que estaba tan cerca de él. Su expresión era de máxima seriedad. No había ni un atisbo tras su rostro o el tono que había usado que me dijera que estaba bromeando. Naruto me preguntaba si estaba bien o no que me quisiera. En mi mente, era como si él estuviera pidiéndome permiso, lo que significaba que realmente estaba enamorado de mí. De súbito, caí en la cuenta. “Creo que está bien enamorarte de tu mejor amigo”. Mi silencio pareció decepcionar a Naruto, ya que bajó los ojos y se alejó con sutileza de mí hacia la pared. Esa acción me sacó de mi ensueño mientras empezaba a evaluar la situación actual. Volví a mi posición anterior mientras miraba fijamente el techo. —Esa es una pregunta estúpida —dije, antes de que pudiera controlar lo que salía de mi boca. Sonó más malicioso de lo que había querido, pero no pude evitar no hacer nada al respecto, porque siempre insultaba a Naruto de tal manera o con tal tono y viceversa. Sin embargo, el cuerpo hecho un ovillo a mi lado se estremeció ligeramente por lo que había dicho, y me encontré a mí mismo sintiéndome culpable. Lo que mi amigo había preguntado era una cuestión que le había llevado muchísimo tiempo reunir el valor suficiente para siquiera decirla en voz alta, y todo lo que yo dije como respuesta fue que era algo estúpido. Muy amable, Sasuke, muy amable. Como para compensar mis propias faltas, me moví acercándome a la pared cerca de la cual Naruto estaba ovillado, dándome ahora la espalda. Aparte del jadeo de sorpresa de Naruto, la habitación estaba en silencio mientras enrollaba un brazo alrededor de la cintura de Naruto y reposaba el otro sobre su cabeza. Los rubios mechones de Naruto se sentían suaves entre mis dedos. Empujé a Naruto más cerca de mí y apoyé mi frente en la parte posterior de su cuello. Ninguno de nosotros sabía qué decir o hacer en esa situación, y seguramente Naruto no sabía cómo demonios interpretar lo que estaba haciendo. Después de todo, yo todavía no había contestado a su pregunta. Pasaron cinco minutos y ninguno de nosotros hizo ningún movimiento que cambiara la proximidad entre ambos. El tenso ambiente que parecía haberse forjado sin habernos enterado, fue resquebrajándose como la pintura de un viejo cuadro, y pronto, Naruto se relajó en mis brazos. Al final, ambos estuvimos más cómodos aceptando un sentimiento de desconocimiento flotando en el aire y dejándolo simplemente… flotar, en lugar de abordarlo directamente. —Teme... —dijo Naruto en voz baja sin moverse. Hice un bajo sonido ronco para mostrar que lo había oído. Hubo una pausa antes de que Naruto continuara—. Estoy realmente contento de que no hayas mostrado interés en ninguna chica, incluso en Tokio. —¿Por qué dices eso? No había ni una pizca de sorpresa en mi tono de voz, pero sabía que Naruto tenía razón. Siempre estaba demasiado absorto en mi móvil y en la presencia de Naruto en él como para tener novia. Naruto rodó para encararme, su cara brillando bajo la luz de la luna entrando por la ventana. Me contempló fijamente un momento antes de desviar la mirada a algún punto al azar de la habitación, ojos indecisos como si estuviera en una profunda meditación. Me tomó por sorpresa, sin embargo, cuando Naruto rozó su frente con la mía y cerró los ojos. —Porque —comenzó despacio, como si estuviera saboreando el momento— entonces, podrías enamorarte de mí. No supe decir si estaba bromeando o no, pero de repente, la cálida noche de verano pareció volverse más y más caliente mientras sentía a Naruto acercarse más de lo que ya estaba. Notaba mi cara acalorarse. Casi pensé que iba a besarme, pero justo cuando me preparé a mí mismo para eso, los ojos fuertemente cerrados y el cuerpo en tensión, de súbito Naruto se alejó.

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Fue como si mi reacción fuera toda la confirmación que él necesitaba. Me volví para mirarle, preguntándome brevemente de qué iba todo eso. Él me sonrió burlón, una mano en el aire, pareciendo despedir el asunto como diciendo que no me lo tomara demasiado en serio. —Bueno, he terminado de joder tu mente por hoy. Esto es por ser un gilipollas y no venir de visita —dijo con un amargo tono de burla. Genial, ahora estoy confundido. —Imbécil. El rubio se arrimó a mí otra vez, pero esta vez, en lugar de romper todas las normas comunes con respecto al espacio personal, sólo puso su cabeza en mi hombro con cariño, una posición mucho más cómoda. Le eché un vistazo hacia abajo, sin ser del todo capaz de comprenderle. Mi cerebro estaba en un completo embrollado y no había forma de que pudiera empezar a pensar en una noche como esa sobre cómo me sentía con respecto a mi mejor amigo. Suspiré. Tendría que dormir en esa posición. Eran ya las tres en punto de la madrugada. Sabía que mi madre se pondría en pie a las seis para hacer sus ejercicios matinales y luego preparar el desayuno. No iba a conseguir dormir mucho. Mi madre tenía la costumbre de levantar a todo el mundo si a las siete no estaban ya despiertos. Y con eso, mis ojos empezaron poco a poco a cerrarse. Lejos en la distancia, me pareció escuchar un quedo murmuro en la oscuridad. Me siento dormir con una sonrisa en los labios mientras las palabras apenas se registran en mi mente. Sólo muy levemente. Pero teme, me estás abrazando. Cuando me desperté, la luz del sol brillaba intensamente por la ventana, tan intensamente que tuve que alzar un brazo para proteger mis ojos. Empecé a incorporarme, pero me di cuenta de que había un peso sobre mi cuerpo que me frenaba. Ah, cierto. Me froté los ojos y aclaré un poco mi mente, tratando de recordar que había pasado la noche anterior. Mientras me adaptaba a la luminosidad, me di cuenta de que había vuelto a casa por primera vez en dos años. Me sentí un poco nostálgico al despertar en el lugar donde me despertaba cada día desde que podía recordar. También me sentí un poco extraño al despertarme con el hombre que era mi mejor amigo, que seguramente estuviera enamorado de mí, a mi lado y entrelazado conmigo por la mañana. Haciendo caso omiso de esos pensamientos por un momento, me pregunté sobre la hora. Debía ser más pronto que las siete de la mañana porque mi madre no aguantaba dejar dormir a la gente después de las siete. Tenía que tener el honor de sacudir a todo aquel de la casa que continuara durmiendo a esa hora. ¿Podría manejarme habiendo tenido sólo tres horas de sueño o así? Normalmente solía tener algunas más. Debía haber sido por el rubio. Eché un vistazo al reloj que colgaba en uno de los lados de la pared, y mi mandíbula quedó colgando por el shock. ¡Eran las diez! Despacio, tratando de no despertar a Naruto que continuaba profundamente dormido, despegué los brazos de mi pecho y levanté la pierna derecha para que se desenlazara de las suyas. Incorporándome, inspiré profundamente. Bien, era el día de Pockey. Hubo un suave golpe en la puerta, y me enderecé mirándola. —Adelante —grazné con voz ronca, todavía incapaz de usar mi voz por acabar de despertarme. La puerta se abrió y la cabeza de mi madre se asomó. —¡Oh, Sasuke! ¡Buenos días! —dijo alegremente—. No te he visto en un tiempo. Tu rostro se ha vuelto más fino, hmm, más anguloso. Quizá hayas perdido tu gordura de bebé —dijo, comentando sus observaciones. —Bueno días… y madre, ¿por qué no has venido a levantarnos a las siete? —pregunté con curiosidad. Ella rió tontamente, y deseé no haber preguntado. —¡Os veíais muy lindos durmiendo todo abrazaditos en la misma cama! Simplemente no he podido despertados —dijo con una sonrisa en la cara—. Bueno, ¡ahora vístete! He preparado el desayuno. Vamos a hacer un pequeño oficio en honor del querido Pockey sobre las once, ¿de acuerdo? —con esto, cerró la puerta sin hacer ruido y escuché sus pasos mientras bajaba por las escaleras. Naruto se revolvió un poco en su sueño y se pegó a mi brazo.

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—Sasuke… ¿Estaba ese imbécil durmiendo realmente? Miré a Naruto, notando que sus ojos todavía estaban cerrados, y había una mirada de satisfacción en su rostro. —Ramen… Puse los ojos en blanco. Decidiendo lavarme y despertar después a Naruto, finalmente me alejé de la cama y dejé a Naruto hablando en sueños y buscando a tientas algo a lo que arrimarse. Encontrando la almohada, la agarró enérgicamente de debajo de su cabeza y se pegó a ella, su cabeza cayendo en el colchón con un quedo ‘puf’. Al parecer el shock causado por la pequeña caída fue al final suficiente para despertar al idiota, que retiró un brazo de la almohada y empezó a atender su cabeza, gruñendo en voz baja. Mi colchón no era tan duro, la verdad. Divertido, me dirigí al baño, dejando al idiota en la habitación para que se recuperara de su drama matinal. —¡Sasuke! —una voz habló desde el pasillo. Levanté la vista de mi cuenco de sopa de miso. —¡Sasuke! —la puerta de la cocina se abrió, revelando a un jadeante rubio que lucía como si hubiera corrido una maratón bajando las escaleras. Miré a Naruto, mandándole una mirada inquisitiva. Su rostro estaba ligeramente colorado y su cuerpo subía y bajaba como si estuviera sufriendo una hiperventilación. —¿Has…? —comenzó—. ¿Te he… dicho algo esta noche? —¿En qué momento de la noche? —¡Bastardo! ¡Cuando estábamos durmiendo! —alzó un poco la voz. —¿…sí? —¡QUÉ! —durante el segundo siguiente, el rostro de Naruto se calentó y se puso como el color de un tomate. Situó ambas manos en su cabeza, cerrando los puños alrededor de su pelo y cayó al suelo de rodillas, su frente en las tablas de madera, murmurando algo sobre que no había sido un sueño. Después de calmarse, se puso de nuevo lentamente en pie y me miró, su rostro todavía ligeramente sonrojado (como había estado desde el principio), pero su respiración ahora más regular. Nuestros ojos se miraron fijamente, y pareció pasar una eternidad antes de que ninguno de nosotros dijera algo. Mientras contemplaba sus cerúleos ojos azules, las escenas de la noche anterior atravesaron brevemente mi mente. Los recuerdos de la noche anterior que volvía a visitar se combinaban con los sonidos de mi madre lavando los platos en el fregadero. Por un breve momento, sentí que me congelaba. “Creo que está bien enamorarte de tu mejor amigo”. ‘Aturdido’ podría ser una de las palabras para explicar cómo me sentí en ese momento. Porque entonces, podrías enamorarte de mí. ¿Podía… sentirme atraído por Naruto? Nunca fui particularmente lento cogiendo las cosas al vuelo cuando era niño o un adolescente creciendo. De hecho, normalmente podía decir, en un radio de diez millas, si alguna chica se había enamorado de mí. Naruto siempre me decía que si alguna vez quisiera encontrar una novia bonita y decente, podría conseguirla fácilmente. Sin embargo, nunca me molesté en entretenerme con la idea de tener novia, posiblemente debido al hecho de crecer con todas las puertas abiertas nunca fue algo particularmente atractivo. La idea de que pudiera sentirme alguna vez atraído por Naruto, nunca, jamás, se me había ocurrido. Al menos no en ese sentido. Siempre supe que realmente me gustaba su sonrisa, desde el primer día que la vi. Supe que me había sentido atraído por ella. Supe que quería verla una y otra vez. Pero nunca pensé que hubiera algo más que eso. Ahora que me fijaba en el Naruto de pie a pocos pasos de mí, llevando una camiseta unas pocas tallas demasiado grandes para mí y por lo tanto demasiado grande para él, con un par de pantalones cortos que acababan justo por encima de sus rodillas, con una generosa porción de lisa y bronceada piel de su hombro dejándose ver, me di cuenta de que la forma en que se veía la ropa en él no era exactamente mal recibida. No me di cuenta de que le había estado mirando fijamente hasta que Naruto empezó a tartamudear. —¿Qu-qué? —dijo tímidamente. Aparté la mirada y en su lugar contemplé el cuenco intacto de la sopa de miso.

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Hubo una pequeña pausa. Solo porque quizás a lo mejor probablemente me sintiera ligeramente atraído físicamente por Naruto, no significaba que también le quisiera de la forma en que él me quería, ¿o sí? …y si te lo dijera, ¿te cabrearías? Miré de nuevo a Naruto. Estaba jugueteando con sus dedos, otro gesto nervioso. —No me cabrearía —dije de pronto. Se me cayó la cuchara en la mesa después de oír lo que salió de mi boca. Con cautela, la cogí y la puse en el cuenco junto a la sopa de miso. Inclinando la cabeza hacia un lado con una nota de confusión en el rostro, Naruto parpadeó. —¿Qué? Suspiré mentalmente. Ya no había vuelta atrás. —Tu pregunta de la noche anterior —expliqué—. No me cabrearía. La boca de Naruto de transformó en una ‘O’ de entendimiento mientras asentía dos veces con la cabeza. Unos pocos segundos más tarde, lo que había dicho se registró en su cerebro y sus ojos azules se abrieron imposiblemente. —¿De verdad? ¿No lo harías? Sentí una vena latiendo en mi frente. No quería repetirlo por mí mismo. —Dobe —dije simplemente. Levantándome de la mesa, recogí las cosas. Pareció resolver el problema, porque en cuanto volví de la cocina tras haber colocado los platos en el fregadero, Naruto estaba gritando tan alto que el vecindario entero podía oírle. —¡NO soy un dobe! El corto oficio en honor de la muerte de Pockey tuvo lugar a las once y media, y duró alrededor de unos quince minutos. Unos pocos amigos y vecinos, así como mi familia y Naruto, asistieron, y nos quedamos durante cinco minutos en silencio con las cabezas bajas y los ojos cerrados. Después, realicé un pequeño discurso sobre Pockey y sobre cómo había sido un perro magnífico. A medio camino, se volvió más deprimente porque miré a Naruto, recordando de pronto todo el tiempo que los tres pasamos juntos, y que nunca volvería a ser así. Sin embargo, Naruto me dio una pequeña sonrisa de consuelo. —Sasuke-kun, ¿cuándo te irás de nuevo? —me preguntó mi amiga Sakura después del oficio. Sakura solía formar parte del grupo de amigos con el que salíamos cuando éramos pequeños. También fue a la guardería con Naruto y conmigo. Ella y otra chica llamada Hinata eran buenas amigas, y a menudo se nos unían cerca del muelle o en el parque. Ahora que lo pensaba, era realmente raro. Sakura había dejado atrás hacía mucho tiempo su enamoramiento de cuando éramos más jóvenes, y ahora acudía a una escuela médica privada en el área de Kansai. Hinata, por otro lado, quien realmente admiraba a Naruto, iba camino de heredar el negocio de su padre después de graduarse en la universidad. Su primo, Neji, que había salido de la universidad sin un rumbo fijo y estaba tomando cursos de postgrado, estaba ayudando en la empresa y gestionaba una de las cadenas en la ciudad cercana. Y entonces, Naruto se había enamorado de mí. Un extraño sentimiento, en ese momento, mientras me reencontraba con los viejos amigos de mi infancia, se desbordó en mi interior. El sentimiento de haber sido dejado atrás, de algún modo, porque a pesar de mi estatus como estudiante de una de las mejores universidades de Japón, seguía sin estar muy seguro sobre qué quería hacer. Fue especialmente impactante cuando quedé con Sakura y Hinata, quienes estaban ya en un camino determinado. —Me voy esta tarde —repliqué. Sentí una mano sobre mi hombro. —Sasuke —dijo una profunda voz. Me di la vuelta dándome cuenta de quién era, y di al propietario de la voz un asentimiento de cabeza. Era mi padre. Ambos raramente nos hablamos, pero a menudo asentimos para reconocer la presencia del otro. Estaba ligeramente sorprendido de que mi padre hubiera venido intencionadamente a hablar conmigo. Se inclinó sobre su bolsillo y sacó algo que parecía un trozo de tarjeta. —Te he comprado el billete de tren antes de tiempo. Naruto-kun me dijo que estabas planeando irte esta tarde —su rostro estaba desprovisto de mucha emoción, pero eso era normal. —Gracias —repliqué, todavía algo sorprendido, y también confuso sobre cuándo había tenido tiempo Naruto de contarle a mi padre mi horario (¿y cuándo había tenido mi padre tiempo de correr para comprarme el billete?). Justo entonces, Naruto brincó a mi lado. —¿Sorprendido? —preguntó, obviamente refiriéndose al billete—. Me sé tu horario de memoria, ya sabes.

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Y sonrió descaradamente. No pude reprimir una pequeña sonrisa. Era cierto, nuestras continuas sesiones de mensajes en nuestros móviles debían haber sido útiles de alguna forma. Se lo agradecí nuevamente a mi padre y seguí a Naruto a través de la concurrencia de personas que todavía quedaba después del oficio. Naruto se giró hacia mí con una sonrisa. —Ey, ¿quieres ir a comer? —me preguntó. —Qué, ¿me estás pidiendo una cita? —le provoqué. Hubo una pausa mientras Naruto parecía procesar lo que dije, y se detuvo en seco. Caminé junto a él y me giré para mirarlo con una expresión de curiosidad. —Sasuke, ¿de verdad estás bien con esto? —me preguntó sorprendentemente bajo. ¿Bien con qué? Quise preguntar. Pero ya lo sabía. Simplemente estaba posponiendo el asunto, dejándolo en espera, y no quería pensar sobre ello. Viendo mi falta de respuesta, Naruto continuó. —Porque voy en serio. Y si tú no, sería como si te estuvieras burlando de mí. Entendí completamente lo que Naruto quería decir, y eso hizo mucho más difícil el tomar una decisión. —Está bien si te da asco, puedo entenderlo, se te acaba de confesar un chico —dijo. Naruto pensaba que yo era esa clase de persona. —Naruto, sabes que no soy así… El rubio suspiró, y hubo un breve silencio entre nosotros. —Lo siento —se disculpó. Hizo una pausa antes de que un débil sonrojo cubriera sus mejillas, y se rascó la parte de atrás de su cabeza—. Es sólo que no puedo creer que te dijera que estaba enamorado de ti en mitad de la noche. —Yo tampoco. Estábamos en el camino de fuera de mi casa. Naruto se giró en dirección a la suya. —Y… he estado intentando decirte eso… —comenzó despacio—. He intentando decírtelo antes, pero siempre terminaba borrándolo antes de poder enviar el mensaje. —¿Qué es eso? De repente fue como si Naruto no me hubiera estado contando un montón de cosas. —Um, bueno, ya sabes, Sasuke, lo declaré el año pasado. Noté cómo mis ojos se agrandaban cuando me di cuenta de qué quería decir. —Espera, entonces todos… —Sí, todos lo saben. —¿Conocen tus sentimientos por mí? —Creo que tu madre se lo figura. —Así que, ¿significa que todo el mundo está bien con eso? —Nah, no es tan perfecto. Algunas personas creen que sólo lo digo y que en realidad no es verdad. O quizá creen que soy así porque soy rubio —la expresión de Naruto era desconcertante. —Naruto, ¿estás seguro de que el colegio va ir bien? —pregunté, ahora ligeramente preocupado. Naruto siempre había estado sujeto a una silenciosa discriminación. Ahora que no sólo era rubio, sino también homosexual, no cabía duda de que las cosas iban a empeorar de alguna forma. —Sasuke —dijo defendiéndose y apretando mi brazo para tranquilizarme—. No es así. Y tengo buenos amigos en la escuela. ¿Recuerdas a Chouji, Shino y Lee, que te he mencionado antes? Está todo bien, pero gracias por preocuparte por mí. Esta vez, Naruto sonrió sinceramente, sus ojos arrugándose mientras se encaminaba hacia su coche, que había aparcado fuera de su casa. —¿Comemos? —preguntó. Incluso en ese momento, estaba sorprendido por cómo Naruto podía saltar por muchos temas de conversación, uno detrás de otro.

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Comprobé mi billete de tren. Salía a las tres. —Claro —contesté. En el coche, Naruto me preguntó qué pensaba si él se mudase a Tokio. —¿Qué pasa con la universidad? —pregunté, confuso por su pregunta. —No, me refiero a… —parecía como si quisiera quitar la mano del volante y rascarse la parte de atrás de la cabeza, pero se detuvo en el último momento y su mano permaneció sobre el volante—. Di, si me mudara a Tokio, ¿podría compartir un apartamento contigo? Le miré de reojo, y después observé la distancia ante mí. —Por supuesto —repliqué. Naruto sonrió agradecido. —¿Estás planeando mudarte? —pregunté por curiosidad. —Todavía no estoy seguro —contestó—. Estoy pensando en transferirme… —¿Adónde? Naruto masculló una respuesta que no logré capturar. —Atuescuela. —¿Huh? —A la Universidad de Tokio —dijo Naruto y suspiró. —¿Qué? ¿De verdad? —observé a mi amigo, ligeramente shockeado—. ¿Cómo? Ya no eres estudiante de primer año. Naruto inspiró profundamente. —El decano de la Facultad de Ciencias de mi escuela conoce al decano de la tuya —comenzó—. Me echaron un par de cables y pude hacer el examen de selección para la transferencia de los estudiantes de segundo año. —¿Y pasaste? —Sí. —Pero a ese ritmo estarás desperdiciando dos años. El año que viene yo seré estudiante de último curso. —Sí. —¿Por qué? —Ya lo sabrás. Fue mi turno de suspirar. Cuando Naruto quería mantener algo en secreto, podía ser realmente testarudo. Y yo estaba demasiado ocupado por el hecho de que Naruto hubiera sido capaz de transferirse a mi universidad como un estudiante de segundo año a pesar de haber completado tres años de educación superior en la universidad cercana a nuestro pueblo. Normalmente, la universidad permitiría la transferencia de estudiantes de primer año que hubieran pasado el examen de selección y la entrevista de antemano, pero muchos tenían problemas con este proceso. Naruto tenía otro tipo de obstáculo diferente. Era inteligente. Pero aún así, ¿una transferencia que no sigue las reglas acostumbradas? Va más que un año adelantado en su educación. Las clases van a ser muy fáciles para él los próximos dos años, y sobre todo, no va a transferirse a una universidad cualquiera; ¡va a hacerlo a la universidad más prestigiosa de Japón! Naruto, una vez más, desafía todas las reglas. —Por cierto, Sasuke —la voz de Naruto me sacó de mi burbuja. —¿Sí? —¿Puedes prometerme que me responderás, ya sabes, a eso, pronto? —¿Te refieres a mi respuesta a tu confesión? Le eché una mirada y no pude resistir que una sonrisa socarrona tirara de las comisuras de mis labios. Un matiz rosado apareció de nuevo en las mejillas de Naruto por dios sabe cuántas veces en ese día. Juro que no quería tomarle el pelo. Simplemente era… un poco divertido… provocarle… —Lo estás haciendo a propósito —dijo tajante. —No, no lo hago. —Sí, lo haces —dijo, mirándome brevemente antes de devolver su atención a la carretera.

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Naruto y yo intercambiamos una sonrisa y un asentimiento de cabeza antes de que me diera la vuelta para irme dentro del compartimento del tren. Sin embargo, mi amigo rubio situó una mano en mi codo al minuto siguiente, haciéndome girar para encararle de nuevo. Me atrajo en un cortísimo, breve abrazo antes de dejarme ir con una sonrisa, moviendo la mano y diciéndome adiós. Dándose rápidamente la vuelta, se marchó. Era como si Naruto no quisiera que yo fuera el primero en dar la espalda. Era como si Naruto no quisiera verme marchar. Era como si Naruto quisiera ser el que se marchara. Los días volvieron a su ritmo normal después de que volviera a Tokio. Iba a trabajar, enviaba mensajes a Naruto, volvía a casa, estudiaba un poco, enviaba mensajes a Naruto, salía a comer con Kiba y Shikamaru, luego era arrastrado a algún club por alguna razón, enviaba mensajes a Naruto y después me iba… y luego el mismo tipo de cosas se repetían de nuevo. Pronto, me encontré a mí mismo anhelando regresar a casa, anhelando ver a mi rubio amigo y caminar hasta el muelle a su lado, viendo la puesta de sol… Me paré a mí mismo antes de que mis pensamientos se volvieran demasiado cursis. —Ey, Sasuke —dijo una voz detrás de mí. Coloqué el libro que estaba sosteniendo en la estantería y me di la vuelta para identificar la voz. —Shikamaru —saludé con un asentimiento. —¿Cómo va el trabajo? —preguntó, recorriendo con un dedo la estantería mirando los títulos en inglés. —Como siempre. ¿Y cómo va tu trabajo de verano? —No tan emocionante como tu improvisado viaje de verano de regreso a casa. —Genial, ahora sé exactamente cómo ha sido tu trabajo de verano —repliqué, poniendo los ojos en blanco. —No, en serio, mi trabajo bien. ¿Cómo va la meditación? —Bueno, estaba pensando que… —hice una pausa y mire a mi alrededor para asegurarme de que no hubiera nadie que pudiera escuchar—. Que la razón por la que no me he interesado en ninguna chica durante todo el tiempo que he estado en Tokio, o en toda mi vida, es, de hecho, porque soy gay. Hubo una pequeña pausa mientras Shikamaru me miraba fijamente y yo le devolvía la mirada, esperando una respuesta dramática. —…No jodas —contestó Shikamaru, inexpresivo. —Oh —hubo una pausa mientras lidiaba con lo que Shikamaru acababa de decir—. Así que lo sabías. ¿Ahora qué? —La pregunta era si querías o no salir con tu mejor amigo, no si eras o no gay. ¿Por qué no piensas en la respuesta a la pregunta correcta antes de volver a preguntar? —No, tú preguntaste. —Lo que sea. Un silencio flotaba en el aire mientras ambos permanecíamos de pie en la sección de inglés de las Torres Records, mirando al azar los títulos de los estantes. De repente, asentí comprendiendo. —Gracias, Shikamaru. —No hay problema —dijo con una sonrisa. Después de que mi turno terminara, bajé andando por los abarrotados caminos de Shibuya para llegar a la estación de tren, en dirección a casa. Como cualquier otro día, tomé exactamente el mismo camino del trabajo a casa, y una multitud de extraños moviéndose a diferentes velocidades cruzándose unos con otros mientras el tiempo pasaba. Todo el mundo, todas las cosas parecían desdibujarse ante mí aunque intentaba centrarme en los alrededores. Era ese tipo de día. Sí, bienvenido a la normal, aburrida vida de un universitario en Tokio. Había vivido así dos años en Tokio. El interés que tenía en la gran ciudad por sí misma como algún tipo de turista había disminuido después de la primera semana, y empezó a volverse aburrido. Dos años. Así. Hasta el verano de ese año, cuando de pronto recibí una sorpresa de parte de Naruto. Y después la sorpresa fue seguida de más sorpresas hasta que lo único en lo que podía pensar eran esas determinadas sorpresas que Naruto había tenido bajo la manga durante dios sabe cuánto tiempo. Tropecé accidentalmente mientras caminaba con un hombre de mediana edad que fumaba a la entrada de la estación de tren. El área designada a los fumadores estaba repleta de gente que acababa de salir de trabajar, con la necesidad de una calada rápida. Nunca he estado particularmente interesado en los cigarrillos, aunque era muy popular ahí, toda la gente, desde jóvenes chicas a ancianos, parecía fumar ahí. En mi pueblo, la costumbre de fumar estaba reservada a una pequeña porción de ancianos. Todos los demás apenas prestaban atención a la práctica.

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Disculpándome murmurando un quedo ‘perdóneme’ inclinando la cabeza, continué mi camino mientras deseaba regresar a casa lo más pronto posible. Se acercaba el final de septiembre y el tiempo, aunque todavía cálido, ocasionalmente tenía unas pocas ráfagas de viento. Podía sentir el final del otoño a la vuelta de la esquina. Recordé vagamente la conversación que tuve con Naruto sobre su transferencia a mi universidad. Me pregunté si iba a llegar pronto. Ya lo sabrás, había dicho Naruto, terminando al instante con mi cadena de preguntas. Rasqué la parte de atrás de mi cabeza con suavidad mientras atravesaba las puertas y subía andando las escaleras hacia el andén. Pasando la máquina expendedora, me paré brevemente para comprarme una bebida. Había cinco paradas antes de que llegara a la estación más próxima a mi casa. Después de eso, había otros diez minutos caminando hasta mi apartamento. Sonreí levemente mientras esperaba el tren, pensando qué haría después de llegar a casa. Enviaría un mensaje a Naruto, comería las sobras de la noche anterior para cenar, leería ese libro que había comprado dos días atrás, y después me iría a dormir. Adoraba un día sencillo. Mañana, iría a mis clases y después trabajaría en mis tareas. Con suerte, recibiría noticias de Naruto en poco tiempo. Después de todo tenía que venir pronto, ¿no? No me llevó mucho tiempo reflexionar para admitir para mí mismo que añoraba muchísimo al rubio. Mientras que si eso hubiera pasado un par de meses atrás, simplemente habría repelido el asunto y… bueno, contemplado el teléfono durante los cinco minutos siguientes esperando una respuesta de Naruto. Sí, bueno, las cosas habían cambiado, después de todo, y yo lo había reconocido para mí mismo. El paseo hasta mi casa parecía más largo de lo normal mientras, con mi típica camiseta negra, el frío viento de otoño aumentaba la intensidad de su presencia al tiempo que el sol se ponía. La noche se volvió más fría de lo que yo o mi camiseta habíamos esperado y como resultado coloqué las manos sobre mis brazos y me abracé a mí mismo, intentando mantenerme lo más caliente posible. Sentí como si estuviera en una maratón corriendo hacia la línea de meta mientras me acercaba a la entrada de mi apartamento. Buscando con prisa las llaves en mi bolsillo, las metí en la cerradura y abrí de una patada la puerta. Fue muy agradable refugiarse en el calor de mi apartamento después de tener la piel expuesta ante el frío viento de la noche. Todo iba perfecto hasta que me detuve a medio paso de la entrada, justo a un metro de la entrada a mi sala de estar. Algo estaba definitivamente mal, aunque no podía identificar exactamente el qué. Me giré lentamente para mirar la puerta, estaba cerrada, con cerrojo. Todo estaba bien en ese aspecto. Recorrí con los ojos brevemente la zapatera, sin encontrar que faltaran zapatos. No, no había nada malo todavía. No fue hasta que miré al suelo de la entrada donde estaban los zapatos que justo me acababa de quitar que me paralicé. Ahí había… otro par de zapatos no muy lejos de los míos. Eso… no era normal. Como a cámara lenta, alcé la cabeza para mirar la entrada del salón. Por alguna razón, parecía que mis pies hubieran adquirido vida propia y comenzaron a moverse. Antes de que pudiera darme cuenta, estaba en la entrada de la sala de estar, y sin duda, la vista que asimilé desde esa perspectiva era para contemplar. Asomando por el final del sofá había una mata de pelo rubio que iba en todas direcciones. Naruto estaba tumbado ahí, su cuerpo repanchingado en posición relajada, sus ojos cerrados. Me dirigí lentamente hacia él, con cuidado de no despertarlo. Me arrodillé al lado del sofá y contemplé el tranquilo rostro del hombre dormido. Debía estar cansado del viaje del pueblo a Tokio. ¿Por qué no me había informado de que venía? Podía haber ido a recogerle a la estación. Además, no podía creer que hubiera entrado en el apartamento así como así. Debía haber sabido dónde guardaba la llave de repuesto. Debía haber adivinado que la llave de repuesto estaba en el mismo sitio donde a mis padres les gusta poner la suya, justo debajo del tiesto de la planta que tienen fuera de la casa. En mi apartamento, había una planta de maceta que había puesto yo mismo, principalmente por la costumbre y porque el complejo de apartamentos era lo suficientemente amable como para destinar un pequeño espacio individual a cada casa justo fuera de su puerta. Mi mano acarició suavemente el rostro de Naruto con cuidado de no despertarlo. Sin embargo, a pesar de mis esfuerzos, Naruto se agitó y murmuró algo ininteligible. Continuaba igual que la última vez que lo vi, pensé para mí mismo observando al rubio, y eso había sido casi dos meses atrás. Su pelo rubio seguía yendo en todas direcciones, pero continuaba sorprendentemente suave al tacto. Y su piel, tan lisa como siempre, parecía brillar en la tenue luz de mi apartamento. Había menos de un pie de distancia entre nosotros, y todavía, sentía como si el vacío fuera tan grande como el océano. Finalmente el día había llegado, y era como si siempre hubiera estado esperando que ocurriera. Shikamaru tenía razón. La pregunta era si podía o no convertirme en el novio de Naruto, si Naruto podía o no gustarme de esa manera, no si yo era o no era gay. Y justo ahora, definitivamente mi respuesta era… Mis pensamientos fueron interrumpidos tan pronto como el rubio durmiente ante mí se removió de nuevo. Esta vez, sin embargo, sus ojos se movieron levemente antes de abrirse lentamente para revelar el cerúleo azul. Sí, y sus ojos eran los mismos de siempre, más que ninguna otra parte de él. Esa chispa en esos ojos tan azules era algo que esperaba que nunca, jamás desapareciera. Naruto miró brevemente a su alrededor al tiempo que se adaptaba al nuevo entorno, y de repente, sus ojos aterrizaron en mí. Hubo un destello de reconocimiento mientras lentamente se incorporaba. No apartó su vista de mí

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mientras lo hacía, incorporándose con la mano sobre el sofá. Mientras examinábamos los ojos del otro, sentí como si una fuerza enterrada en lo más hondo del mundo se hubiera movido, y algo importante en nuestras vidas hubiera cambiado. De súbito, sin avisar, me eché hacia delante y presioné mis labios sobre los de Naruto. No fue apasionado ni brusco, simplemente casto y dulce, un simple roce de labios, ninguna de las partes profundizó el beso. Nos apartamos rápidamente, nuestras miradas examinándose de nuevo. No creo que haya mirado nunca a los ojos de Naruto a una distancia tan corta, ni que los haya visto tan intensos. Parecía estar tratando de encontrar sus respuestas, atravesando mis ojos y mirando directamente mi mente con su intensa mirada. Yo estaba completamente paralizado mientras esperaba, sin querer molestar a Naruto en su búsqueda. Ni siquiera me di cuenta de que estaba conteniendo la respiración, pero al parecer lo hice, porque cuando el rostro y la postura de Naruto se relajaron, exhalé un suspiro de alivio. Una sonrisa se abrió paso en los labios de Naruto como siempre hacía. No pude hacer otra cosa que devolvérsela. De repente, hubo mucho que hacer. Naruto necesitaba deshacer las maletas y nosotros resolver nuestra vida y cómo íbamos a dormir, por encima de todo, tenía millones de preguntas que hacer. Pero antes de todo eso, el estómago de Naruto gruñó. —Ugh, lo siento, no he comido desde mediodía. Me reí ligeramente entre dientes. En efecto, eran más de las siete, y yo estaba también un poco hambriento. Aunque originalmente había planeado comer las sobras de comida de la noche anterior, no daría para los dos. —Entonces vamos a cenar —sugerí. Levantándome, me dirigí a mi habitación para dejar mi bolsa. Asegurándome de que la cartera y el teléfono estuvieran en mis bolsillos, regresé al pequeño salón, donde Naruto permanecía de pie. —¿Preparado? —pregunté. Naruto sonrió como respuesta. —Lo he estado desde siempre —dijo. Una pequeña sonrisa se deslizó sobre mis labios; había añorado al estúpido rubio. Mientras salíamos, Naruto caminaba a mi lado. De pronto, se giró hacia mí. —Así que, ¿es esto una cita? —preguntó. Aunque su cara parecía inocente, había un atisbo de malicia en su voz. Sin embargo, a pesar del tono juguetón, supe que la pregunta iba en serio. Continué caminando y permanecí en silencio por un momento antes de volverme hacia Naruto. —¿Quieres que lo sea? Sentí literalmente el puchero de Naruto aún a pesar de no estar mirándole a él, sino al camino frente a mí, esperando para cruzar. —Ya sabes la respuesta, bastardo… Ante eso, no pude evitar sonreír. Tenía razón. Quizá quería una respuesta o dos de vez en cuando por mi parte. —Muy bien —empecé— es una cita. Me giré hacia Naruto para observar su respuesta, pero antes de que pudiera siquiera captar un atisbo de su rostro, él ya había corrido hacia delante y cruzado la calle. —¡Eres muy lento, Sasuke! —dijo mientras hacía una mueca. Casi suspiré ante sus infantiles payasadas, pero no obstante, sentí mis pies más ligeros mientras seguía a Naruto cruzando la carretera de la misma manera. Mientras alcanzaba el otro lado de la calle, el semáforo se había puesto verde otra vez y coches de muchos colores diferentes pasaban zumbando a mi lado. Observé cómo los coches conducidos por extraños iban en un continuo flujo, como el agua fluyendo a través de un río; la forma en que los coches pasaban era muy similar a la forma en que la gente te sortea en las concurridas calles de Tokio, y esa vez, me sentí como si verdaderamente superara ese sentimiento. Sentí como si finalmente hubiera atravesado el camino. Dándome la vuelta, sonreí ante la vista de Naruto, quien se estaba impacientando esperándome. —Sí, lo siento, soy un poco lento —dije. Aunque estaba hecho para esperar, Naruto simplemente sacudió la cabeza, una sonrisa despreocupada en su rostro. Tomó mi mano y empezó a caminar hacia delante. —No importa —dijo— porque ahora estás aquí.

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Notas: Mi primera traducción… larga y complicada. Me he tomado alguna libertad con las traducciones, si hay alguna duda con los regionalismos preguntad :). Ahora sí, a partir de aquí todo pertenece a su autora. Envidia

Todo pareció encajar en su lugar en ese momento; el mundo, que había estado rompiéndose en pedazos durante mucho tiempo, de pronto había sido armado de nuevo. Toda la confusión que había sentido desde que me mudé a Tokio casi tres años atrás se había ido repentinamente, y ahora, sé porqué. Mientras caminaba al lado de Naruto, quien parloteaba sin rumbo sobre su viaje en el tren a Tokio, me descubrí a mí mismo pensando en todo lo que creía que había entendido de mi vida aquí, y me di cuenta de que no importaba, porque mi vida había cambiado. Esa era la forma en que debía haber sido desde el principio. Yo, Naruto, y el mundo.

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De vidas y momentos Autora: Envidia

—Dios… —jadea Sasuke dejándose caer de espaldas y tapándose los ojos con el antebrazo. Naruto, a su lado, sonríe levemente mientras nota los últimos restos del cosquilleo producto del orgasmo recorriéndole las piernas. —Estoy muerto —rezonga dando un profundo suspiro, y Sasuke esboza una media sonrisa torcida por sus palabras sin cambiar de postura. Durante un par de minutos lo único que se oye en la habitación son las agitadas respiraciones de ambos mientras poco a poco van recuperando su cadencia normal y el fru-frú de la sábana cuando Naruto gira sobre la cama y se medio incorpora apoyando un codo en el colchón y la cabeza en la mano para observar al moreno. Adora ver a Sasuke así. En su pecho aún pueden verse rastros de sudor y con la poca luz que entra a través de la ventana puede distinguir el pelo de su nuca ligeramente húmedo. Le encantaría enterrar el rostro en su cuello y aspirar su olor, pero se contiene. A Sasuke no le gusta que lo toquen tras el sexo, y aunque nunca lo ha dicho textualmente Naruto sabe de sobra que es una de las reglas no escritas. El pálido pecho sube y baja lentamente al ritmo de su respiración, y la visión de la muñeca que tapa sus ojos vuelta hacia él le resulta de lo más erótica. —Sé que he estado genial —dice, sólo para ver cómo reacciona. No puede resistirse, y alzando la mano libre desliza dos dedos suavemente por su pecho y acaba por posar la mano sobre su estómago. Suelta una queda carcajada al ver cómo se tensa la mandíbula de Sasuke por el contacto, pero cierra la boca cuando alza ligeramente el brazo que cubre sus ojos y le lanza una mirada lacónica. Adora los ojos de Sasuke después del sexo. No sabe si es cosa suya, pero le parecen más brillantes, más profundos y, quizás, más vivos que de costumbre. Siente que se queda sin respiración. Por desgracia Sasuke vuelve a dejar caer el antebrazo sobre ellos y Naruto maldice internamente mientras, a la deficiente luz de las farolas de la calle, observa cómo una pequeña sonrisa de burla se extiende por sus labios. —No te lo creas tanto, usuratonkachi… —dice con voz ligeramente ronca—. Sigues sin tener nada de aguante. Naruto sabe que no debe caer en sus piques, pero no puede evitar contestar deseoso de que siga hablando. La verdad es que también adora lo áspera que suena su voz en esas ocasiones, tras los largos gemidos y los jadeos a media voz. Le resulta obscenamente morbosa. —¿Sigues…? —pregunta con ironía soltando una risa abrupta—. Siempre he tenido mucho aguante, bastardo, tanto entre tus piernas como en los entrenamientos. La sonrisa burlona de Sasuke aumenta unos milímetros con lentitud. —En los entrenamientos —repite ronroneando con sarcasmo—. Claro. —¿Acaso piensas lo contrario…? —inquiere Naruto en un tono engañosamente calmo apretando muy levemente los dedos contra su piel. Sonríe consciente de que Sasuke va a seguir hablando para deleite de su libido. —Tú sabrás, dobe… Todavía recuerdo el entrenamiento en el País de la Ola. ¿O fui yo el que acabó con los músculos tan agarrotados que tuviste que cargar la mitad de mi peso durante el camino de regreso? Naruto aprieta los labios antes de formar una mueca que puede pasar por sonrisa. Desde luego el maldito bastardo tiene razón. Si cierra los ojos todavía puede sentir el olor a sudor, a tierra y al propio Sasuke y el contorno de sus hombros bajo su brazo. —No te rías tanto, bastardo —contraataca con una sonrisa provocativa que el Uchiha no puede ver—. No fui yo quien acabó amordazado contra el suelo el día que formaron los equipos de genin. Una carcajada escapa de su boca sin que pueda contenerse al rememorar el momento, pero la corta bruscamente al ver que la sonrisa de Sasuke no ha desaparecido. Sin duda es una mala señal. —Al menos me desaté. Más te costó a ti librarte de la cuerda de Kakashi en la prueba de los cascabeles. Naruto sonríe lentamente al vislumbrar a Sasuke y a sí mismo tanto tiempo atrás, y su sonrisa se amplía al pensar en aquel chico serio, distante y solitario que una vez conoció. Bajo sus dedos siente la templada piel de Sasuke, y el deseo de aferrar su muñeca y apartar el brazo de su rostro crece hasta que cree que no va a poder controlarlo. Necesita ver su cara y contemplar su expresión, aunque seguramente sea totalmente impasible. A veces piensa que el pasado le atormenta de tal forma que es imposible que pueda seguir conteniendo sus sentimientos por siempre y que algún día

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acabará por no soportarlo más. Así, piensa, Sasuke nunca podrá seguir adelante. Siente la violenta necesidad de decirle que ha cambiado, que aunque siga serio, distante y confuso no está solo. Ya no. —Ya, la verdad es que me costó lo mismo que a ti el separarte aquella vez. Sabe que no es cierto, que tras el accidentado beso ambos se alejaron al instante, pero no puede evitar sacar ese recuerdo a flote. —Je, si eso te hace sentir mejor puedes seguir engañándote. —Como si no te hubiera gustado —sonríe con malicia—. Sé que incluso entonces lo disfrutaste… —susurra inclinándose sobre él y dejando que su aliento choque contra su cuello. Siente cómo un ramalazo de placer recorre su espalda cuando ve a Sasuke tragar saliva. —… Te das más aires de los que te convienen, Naruto… Otro escalofrío recorre su columna ante la forma en que el Uchiha ha paladeado su nombre. —¿Cuándo me he dado yo aires…? —pregunta deslizando lentamente la mano por su estómago y haciendo que su piel se encoja involuntariamente a su paso. Naruto tiene la sensación de que esta vez Sasuke tarda unos segundos más en contestar. —… Contra Haku. Una llegada triunfal propia de ti, usuratonkachi, al igual que tu cagada al encerrarte dentro de los espejos. —Lo que tú digas, pero fue gracias a mí que consiguiéramos sa… —Naruto calla de golpe al tiempo que ante sus ojos vuelven a pasar aquellas terroríficas imágenes. Su lengua se ha movido demasiado rápido, tanto que ni siquiera ha sido consciente de lo que decía hasta que los recuerdos invadieron su mente. Claro que fue él quien logró que escaparan de la prisión que eran los espejos, pero sólo porque Sasuke… Sasuke… La mano de Naruto tiembla levemente sobre la pelvis contraria y siente como si volviera a estar sujetando el cuerpo inmóvil y cada vez más frío del Uchiha de doce años. Se ha puesto lívido y Sasuke, con calma, retira por fin el brazo de su rostro y lo deja resbalar hacia atrás hasta que acaba sobre la almohada al lado de su cabeza. Naruto no se da cuenta. Ante sus ojos sólo vuelve a estar aquel duro suelo de hormigón y la sangre de Sasuke mezclándose con el agua. —… mí. Naruto parpadea de golpe consciente de que Sasuke ha hablado pero sin haber escuchado una sola palabra. — ¿Eh…? —pregunta confuso. Y esta vez puede jurar que no son imaginaciones suyas; los ojos de Sasuke tienen un brillo extraño que no logra identificar. —Tú me salvaste a mí —repite con tranquilidad—. En el examen. De Orochimaru, de Gaara… Naruto cierra los ojos y deja caer su cabeza hacia delante hasta apoyarla en el hombro desnudo de Sasuke y esconder el rostro contra su costado. —Lo siento —murmura aun sin saber muy bien por qué se disculpa. Quizá por ese momento de debilidad, o por haber roto otra de las normas no escritas y haber sacado uno de los temas que ambos siempre evitan cuidadosamente, o puede que porque ha reconocido la mirada de incomodidad al nombrar a Orochimaru. Sasuke no dice nada, pero Naruto puede sentir la tensión de sus músculos. —Así que… —comienza rompiendo el silencio e intentando volver al desenfadado clima anterior—. Se podría decir que me debes una, bastardo. Esta vez también tiene la sensación de que tarda más en responder. —… No puedo deberle nada a alguien que acabó arrastrándose por el suelo tras vencer a Gaara. Naruto sonríe mordaz cuando contesta. —Tampoco es que tú salieras mejor parado de tu enfrentamiento con el pirado de la arcilla. Sasuke no contesta, y cuando el rubio alza la cabeza para mirarle le ve con la vista clavada en el techo y con el rostro inexpresivo. Tan lejano. —No estabas allí —dice al fin sin ningún tipo de sentimiento en su voz. —… Suigetsu me lo contó, ya sabes lo grande que tiene la boca. Naruto tiene ganas de golpearse contra la pared. No debería haber hablado de ese tiempo. En ese instante se juega la mano a que Sasuke se está preguntando qué más cosas de esa época ha averiguado por su cuenta. El silencio vuelve a reinar en la habitación, y a través de la ventana semi abierta se cuela el escándalo de varias voces y el ruido de cristales rotos. El murmullo de las risas y de pasos inestables se hace cada vez más débil hasta que se apaga por completo, y Naruto piensa por enésima vez que debe buscar un nuevo piso, uno más grande y en otro lugar.

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Pero no demasiado grande, cavila, porque si no la sensación de vacío sería mayor. Quizá eso sea lo que le sucede a Sasuke en el barrio Uchiha. A Naruto le parece demasiado grande para dos, y no quiere imaginar cómo debe ser el haber vivido durante tanto tiempo ahí solo. Quizá por eso Sasuke prefiera pasar las noches en su casa. —Realmente… —comienza—. Realmente el tiempo que pasamos como genin, en el mismo equipo, juntos… —reflexiona el rubio en voz alta— fue muy corto. Sabe que no debería decir eso, sobre todo porque fue Sasuke quien puso fin a esos tiempos, pero no quiere detenerse. No deja de ser verdad, han estado más tiempo separados que juntos y, aunque duele, sabe que si no admiten todo su pasado —el de ambos, juntos aunque separados— nunca va a dejar de hacerlo. Necesita saber qué piensa hacer Sasuke al respecto para actuar él en consecuencia. Avanzar a su lado o frenarle cuando caiga, sea lo que sea Naruto va a estar ahí para él. Lleva tanto tiempo esperando este momento —el estar los dos juntos— que sabe que ya nada más le importa. Se acomodará al ritmo que Sasuke necesite sin ningún problema. Al cabo de lo que a él le parece una eternidad, los oscuros ojos se posan sobre los suyos y Naruto se siente preparado para lo que sea. Sasuke esboza una sonrisa ladeada que a Naruto le sabe a culpa y dolor antes de hablar. —… Fue la mejor época de nuestras vidas. Algo cálido se extiende rápidamente por todo el cuerpo de Naruto y siente un violento impulso que le incita a devorar a Sasuke y borrar esa mueca de su boca. —No —corrige con voz ronca—. Tan sólo fue una de las mejores. La mano de Sasuke se alza hacia él y Naruto siente los largos dedos acariciándole la nuca. Sasuke le atrae hacia él y le besa recorriendo su boca con agilidad. Cuando le separa, Naruto puede ver una sonrisa torcida que le hace estremecer. Una pálida mano le empuja suavemente del pecho hasta hacerle chocar de espaldas contra el colchón y al momento siguiente siente la tibia piel de Sasuke sobre la suya mientras se sienta en su cadera. —Creo que es hora de poner a prueba tu aguante… —murmura recorriendo su cuerpo con la vista. Naruto esboza una sonrisa mientras estira el brazo y hunde la mano en su pelo obligándole a inclinarse sobre él. —Adelante —dice contra sus labios. ‘Siempre hacia delante’.

Notas: Para Oyuki. Envidia

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El osito de Itachi Autor: RukiaU

Itachi tiene un osito. No tiene nombre. Ser conocido como “El osito de Itachi” es suficiente. Es un nombre que infunde respeto entre los otros peluches. Itachi duerme con su osito. Siempre. A veces hace cosas con él. Cosas distintas a dormir. Es su osito. Puede hacer con él lo que quiera. Lo que quiera. El osito no ha sido siempre de Itachi. Al principio pertenecía a Sasuke. Entonces, un buen día, Itachi mató a su clan para poder robar el osito a su hermano. Sasuke en realidad no persigue a Itachi para vengar a su familia: quiere recuperar el osito. Por eso Itachi empezó a dormir con él. Con el osito. A Sasuke, después de demostrarle su amor fraternal, siempre lo mandaba a dormir a su propia cama. Itachi dormía con su osito para protegerlo de las sucias garras de su hermano. Esa era la única razón. Era. Una noche, Itachi tuvo un sueño erótico con su osito. Es que es un osito muy sexy. En el momento más intenso del sueño, un grito lo despertó. Las noches en Akatsuki son siempre muy interesantes. Entonces, Itachi se incorporó y miró al osito, que reposaba plácidamente a su lado. El osito le devolvió la mirada con sus ojos de plástico. Itachi estaba seguro; el osito lo miró. Lo miró de forma sexy. Y ahí estaban los dos. De noche. Juntos. Sobre la cama. Itachi aún sintiendo los efectos del sueño en su cuerpo, el osito emitiendo sus vibraciones sexys... Total, el osito no se lo iba a contar a nadie. Tampoco es que el osito se queje. Al osito, las atenciones de Itachi le gustan. Pero sólo las de Itachi. Los otros Akatsukis también se sienten atraídos por el osito. Es muy muy sexy. Deidara hizo una escultura del osito y la puso en su habitación, al lado de la cama. Sasori fabricó una marioneta en forma de oso. Sin embargo, no consiguió que fuera tan sexy como el osito. Hizo otra y otra y otra, y seguía sin lograrlo. Al final, Sasori murió de depresión. Cualquier evidencia que contradiga esto es completamente falsa. A veces, los otros Akatsukis secuestran al osito para hacerle cosas malas. Al osito sólo le gustan las cosas malas de Itachi.

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Por suerte, Itachi siempre lo rescata antes de que los demás hagan realidad sus fantasías sexuales con él. Las fantasías sexuales con el osito, claro. Las fantasías sexuales que conciernan a Itachi pueden ser satisfechas en cualquier momento por el propio Itachi. Es una suerte ser miembro de Akatsuki. También es una suerte que el osito no sea celoso. Pero ¿por qué tendría que serlo? Sabe que Itachi sólo lo quiere a él. Es su osito. Su nombre es, y siempre será, “El osito de Itachi”. Por eso, el osito de Itachi es un osito feliz.

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La resurrección del clan Uchiha Autora: Naruko

—Oh, vamos. No es para tanto —la voz de Kakashi contenía una nota de burla y desdén—. Creo que estás exagerando, Naruto. —No, tú no lo puedes comprender porque no sabes lo que estoy teniendo que soportar —Naruto contrajo los labios contrariado ante la manifiesta realidad—. No puedo aguantar más esta situación. Sasuke tiene que dejar de hacer eso o me voy a volver loco. ¡Me voy a volver completamente loco! —Mah, a mí no me parece tan mal lo que hace —cruzó los brazos encogiéndose de hombros despreocupadamente—. Quiero decir, cuando decidisteis iros a vivir juntos ya sabías que tarde o temprano ocurriría algo así, ¿no? Es el único sueño que Sasuke no ha llegado a cumplir. Está en todo su derecho de intentar hacerlo realidad. —Pero no de esta manera —gimoteó el rubio con un movimiento frenético de cabeza—. No es que yo sea un experto en el tema, pero estoy casi seguro de que para llegar a eso se necesitan como mínimo dos personas, una de ellas mujer… ¡Y nosotros somos hombres! No basta simplemente con desearlo. ¿Acaso no se da cuenta? —Creo que ese es el problema, Naruto —indicó pacientemente con una de sus miradas de flojera patentadas—. Él cree que es real. —¡Pero cómo va a ser real! —replicó incrédulo—. Por dios, físicamente es imposible… ¡Imposible! —Mah, cálmate —le palmeteó suavemente el hombro—. Seguro que encontraremos una solución. A ver… ¿Desde cuándo dices que está así? —Dos semanas más o menos —refunfuñó—. Desde que Obaa-chan nos designó aquella misión. Naruto inspiró hondamente preparado para contar su relato. —Debíamos ir al país del Agua y conseguir un pergamino secreto que anteriormente habían robado a un grupo jounin de nuestra aldea. La ciudad estaba festejando la elección del nuevo kage, por lo que tuvimos que infiltrarnos en la celebración con una técnica de transformación. Ambos decidimos que lo mejor para pasar desapercibidos era ocultarnos como una pareja de recién casados. Discutimos sobre quién de los dos haría el papel de mujer, pero ya sabes que la paciencia no es una de las virtudes de Sasuke, así que decidió hacerlo él. Una vez ya transformado en mujer, se le ocurrió colocarse una de esas barrigas postizas de espuma que se les coloca a los maniquís de embarazadas… mismo.

Con las manos hizo varios movimientos circulares alrededor de su vientre, indicando el protuberante tamaño del

—Decía que eso le daría más realismo al personaje —agitó una mano en el aire desdeñosamente—. El caso es que logramos recuperar el pergamino sin ningún problema, pero desde entonces… Sasuke no se la quiere quitar. La lleva debajo de la ropa como si fuera una embarazada. —Embarazada, ¿eh? —Eso he dicho. —¿Pero sigue transformado en mujer? —No, no… en su estado natural. —¿Con forma de hombre y… embarazado? —Sí, sí, hombre y embarazado. —¿Y sale a la calle con eso puesto? —Por supuesto que sale, no hay ninja en el mundo que consiga quitárselo. —¿Y la gente no dice nada? —Nada —gimoteó al borde del llanto—. La gente no se atreve a pronunciar una sola palabra desde que le hizo el Tsukuyomi al vendedor de fruta porque según él, miraba con malos ojos a su bebé. Una gran gota se deslizó por la sien de Kakashi. —¿Y has intentado hablar con él del tema? Naruto dejó de caminar de un lado a otro como lo había estado haciendo desde que comenzaron a hablar, para mirar a su sensei en silencio unos segundos.

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—Bueno, intenté que se lo quitara… —Teme, estás ridículo con esa cosa. —¿Ridículo y sexy? —No, sólo ridículo. Quítatelo. —Pero no lo conseguí —agonizó—. Y ahora ni siquiera me deja acercarme a él. Dice que si ya no le encuentro atractivo, use mi mano —con la misma hizo un movimiento ascendente y descendente bastante explicito—. Llevo dos semanas durmiendo en el sofá, sin sexo y es como si me hubiera crecido la virginidad de nuevo. —Mah, a tu edad es normal tener la libido fuera de control. Seguro que tenéis un montón de juguetes sexuales… úsalos —insinuó, pero Naruto no hizo por escucharlo. —Y ahora le ha dado por decir que va a ser un niño, y se llamará Itachi como su hermano —suspiró con acritud—. Al principio pensaba que estaba bromeando, así que le seguí el juego y le propuse que lo llamáramos Minato como mi padre. Alzó el rostro y con un dedo señaló un punto amoratado en su cuello que ni siquiera el Kyuubi había sido capaz de curar. —¿Ves esta marca? —resaltó—. Pues aunque él lo niegue, el kunai no fue lanzado por accidente. Iba directo a la yugular. —Bueno, habéis intentado mataros el uno al otro muchas veces. Se podría decir que ya se ha vuelto algo cotidiano en vosotros —indicó despreocupadamente—. La gente tiende a coger vicios, Naruto. Si el de Sasuke es llevar eso puesto, ¿qué problema hay? —No, si yo no tengo ningún problema con eso —negó lentamente con la cabeza—. Pero me temo que esto se ha convertido en algo más grave que un vicio malsano. —Sasuke, no quiero discutir contigo a menos que eso te ponga, porque entonces podemos discutir mucho… ¿pero no crees que ese cojín está resultando ser una obsesión malsana? Acepté que quisieras dormir con él puesto, que trajeras aquella mecedora para embarazadas que evita los dolores de espalda, que compraras el saca leche y la crema anti-estrías, pero definitivamente no pienso asistir al curso de “Cómo un dobe-idiota puede ser padre primerizo sin morir en el intento por su pareja”. Entre otras cosas, porque tú eres el que lo imparte, y llámate desconfiado, pero no puedo dejar de estar inquieto sabiendo que quieras realizarlo en el mundo Tsukuyomi, con todas esas cruces y katanas a mi alrededor. Me hace sospechar que si algo sale mal seré dolorosamente torturado... Detén todo esto o tendrás que escoger; la barriga o yo. —La barriga. —¿Qué? No lo dirás en serio, bastardo. Definitivamente has perdido la cabeza. Sasuke, sé realista, sólo es un maldito cojín. No estás embarazado, ni siquiera puedes quedarte embarazado. ¡Eres un hombre! —Si esa es la opinión que tienes del niño, me haré cargo de que lo sepa al nacer. Morirás en cuanto aprenda a enfundar una katana. —¡Me sacó a rastras de la casa! —bramó indignado—. Dijo que me fuera, que no me necesitaba, que él solo se bastaba para mantenerlo como buen padre soltero. ¡Y que el hijo no era mío! Sus pensamientos y todo raciocinio dejó de tener sentido en cuanto la furia comenzó a masificarse en Naruto, que exaltado, comenzó de nuevo a caminar frenético por el campo de entrenamiento. —¡¿Que no es mío?! —gritó indignado y con el rostro enfurecido—. ¡¿Y de quién iba a ser si no?! ¡No hay nadie en la aldea lo suficientemente estúpido como para atreverse a colocarle los tobillos en las orejas sabiendo que al más mínimo error te va a incrustar un Chidori en el pecho! Eso, en el mejor de los casos… Kakashi simplemente cabeceó afirmativamente corroborando sus últimas palabras. —Por el amor de dios, simplemente es un cojín. Un cojín del demonio blando y enfermizo —prosiguió el rubio al borde de la locura—. ¡Hasta me hizo poner la mano sobre su barriga para que sintiera las patadas! Kakashi-sensei, yo no tengo nada en contra del algodón, ¡pero odio esa maldita almohada! —Mah, tranquilízate —lo calmó—. Estás tenso. —Estaba relajado hasta hace dos semanas —gruñó. —Lo primero es intentar hacerle entrar en razón. Hacerle ver que su barriga no es real. —Lo intenté —aseveró desesperado—, pero el bastardo siempre está cerca de algo afilado. ¿Ves esta herida? —dijo señalándose una ceja partida—. Le dije que me acompañara a ver a Obaa-chan, que necesitaba ayuda médica para su enajenación mental, y me tiró el mando a distancia a la cabeza. Con saña, eh, con saña. Dice que no piensa hacer ninguna misión mientras esté de baja por paternidad.

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—Es bastante comprensible… —se mofó. —El otro día me despertó de madrugada gritando como un poseso que quería fresas con nata. Tuve que vestirme y bajar al supermercado. Por suerte conseguí la nata, pero las fresas… las fresas… ¡Maldita sea, no estamos en época de fresas! ¿De dónde demonios quiere que las saque? Por su culpa ahora ni siquiera puedo ir al baño… —se miró la entrepierna y sus ojos se llenaron de lágrimas—. Tsunade-obaa-chan dice que me recuperaré en un par de semanas… ¡Pero me la ha tenido que escayolar! Su maestro tosió varias veces en un intento de ocultar su regocijo, más por la cara de angustia de Naruto que por el terrible dolor que debía haberle producido eso. —La cosa es más grave de lo que pensaba entonces… —afirmó el copyninja—, todo apunta a ser un embarazo psicológico. —¿Embarazo psico qué? —cuestionó alzando sus finas cejas—. ¿Qué demonios es eso? —Que todo está en la mente —señaló con un dedo su sien—. Verás, el embarazo psicológico normalmente lo sufren aquellas mujeres, y algunos perros, que por extrañas circunstancias no pueden tener hijos. Y su deseo de ser madre termina convirtiéndose en una obsesión. Anhelan tener descendencia de forma desesperada, podría decir que hasta obsesiva, tanto que su cuerpo comienza a manifestar cambios similares a los que suelen darse en un embarazo normal. Nauseas, antojos, subida de peso, incluso sensación de movimientos fetales. —¿Insinúas que Sasuke sufre trastornos de mujer, o de perros? —interrumpió el rubio estupefacto por la reciente información. Su maestro curvó felizmente su único ojo visible. —No. Por extraño que te parezca… el embarazo psicológico también puede afectar a los hombres. Es raro, pero no imposible. —¿Y esto no tiene cura? —preguntó alarmado—. Quiero decir, ¿qué ocurrirá cuando se dé cuenta de que del cojín no va a salir nada más que un posible peluche? —Eso es lo más difícil de todo —prosiguió—. Cuando el embarazo no se lleva a cabo es muy probable que el paciente se sumerja en una gran depresión o incluso le cree un fuerte trauma. Y tú sabes lo propenso que es Sasuke a coger traumas —advirtió—. Lo recomendable en estos casos es que tratemos de comprender sus problemas y aconsejarle que adopte alguna terapia de grupo. Darle comprensión es algo crucial para que el paciente se recupere —se llevó una mano al mentón, pensativo—. ¿Has probado a colocarte tú otro cojín de esos de embarazadas? —¿Yo, para qué? —preguntó confuso. —Comprensión, Naruto, comprensión. Tal vez si te ve a ti con otra igual, se dé cuenta de que no es real y decida quitársela por su propia voluntad. Si había algo cierto sobre su sensei, a parte de que siempre llegaba tarde a todos los sitios y leía pornografía barata, era que sus consejos eran sabios, y Naruto nunca los desperdiciaba. Y definitivamente tenía que haber algo en su defensa, algo eficaz que lograra disuadir a Sasuke de su embarazo. Y comenzaba a quedarse sin ideas. Los problemas extremos requerían de soluciones extremas. —¿De verdad crees que funcionará? —preguntó tan dubitativo como esperanzado. Kakashi simplemente se encogió de hombros. —Mah, si no funciona míralo por el lado positivo… serás el padre de un precioso osito de felpa.

Tres horas después… En el descansillo, frente a la puerta de su casa, Naruto se detuvo para recuperar el aliento y aderezar sus ropas. Se miró la barriga, ahora abultada por el gran cojín que escondía tras la ancha camiseta naranja, y suspiró. Aquello batía su marca personal de estupideces. ¿Pero qué otra cosa podía hacer? Hablar con Sasuke, sin hacer uso de la violencia, se había convertido en algo imposible. Y ya ni siquiera con la violencia. Arrebatárselo por las buenas había quedado como opción descartada cuando el bastardo sacó a relucir la mugrienta armadura esquelética esa que le rodeaba constantemente. Como para acercarte… si el Susanoo estaba revestido en llamas. Un regalo de su hermano, decía que era. ¡Pues ya podía haberle regalado un poquito de sentido común! Decidido introdujo la llave en la cerradura y rebasó la entrada. No le sorprendió encontrarlo recostado sobre su silla para embarazadas viendo la televisión, rodeado de comida

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y con una gran bolsa de patatas entre su pecho y el abultado vientre. A este paso lo que le iba a crecer eran las calorías y el colesterol. —Sasuke —lo llamó con decisión desde la entrada. Sin embargo éste continuó comiendo con gula, como si su vida dependiera de ello sin prestarle la más mínima atención. Naruto gruñó y dio un paso adelante para que su protuberante abdomen fuera más visible. —Yo también estoy embarazado. Aquellos ardientes ojos negros se dispararon hacia su posición y lo examinaron a través de sus largas pestañas negras. De repente prestaba mucha atención. De arriba abajo, escudriñando el vientre, penetrante, inquisidor, como si fuera un escáner. Cuando se creyó satisfecho, alzó el rostro y sus miradas se encontraron. Pero no dijo nada. Naruto esperó y esperó. Quizás alguna burla, algún que otro insulto, o posiblemente un kunai lanzado con tirria hacia su dirección, pero Sasuke se limitó a mirarlo con gesto serio e inescrutable. —¿No vas a decir nada? —insistió el rubio ante su mutismo. Los ojos de Sasuke se hicieron más inquietantes, más brillantes, más hermosos. Mirada que sólo se producía cuando tenía un kilo de tomates en mano, o soñaba que Itachi moría de forma lenta y dolorosa. Ninguna de las dos opciones era factible ya que su venganza había sido cumplida años atrás, y la despensa estaba llena de rojizo fruto, por lo que las alarmas en la cabeza de Naruto comenzaron a sonar a todo volumen. Cuando las comisuras de su perfecta boca se alzaron casi imperceptiblemente y un sonido que casi podía ser clasificado como una risa brotó de sus labios, Naruto no tuvo duda alguna. Sasuke se estaba riendo, señal inequívoca de la llegada del holocausto o de haber tenido una brillante idea con altas probabilidades de rozar lo malvado. —Bien —musitó finalmente Sasuke con cierto regocijo. Sus ojos brillaron con repentina ambición—. No esperaba que un idiota como tú lograra conseguir una hazaña así, pero en ese caso, la llamaremos Mikoto, como mi madre. —¡ARGGGGGGGGG! ¡Maldito seas mil veces! Con un violento movimiento el rubio se despojó de su cojín, y en un par de zancadas se colocó frente a Sasuke. Lo agarró con fuerza de un brazo, obligándolo a alzarse en dirección al dormitorio. —Muy bien, bastardo —musitó enronquecido—. Si es un hijo lo que quieres, juro que lo tendrás.

9 Meses después… Con cansancio abrió los ojos, y parpadeó varias veces intentando centrar su visión. Notó cómo un paño secaba cuidadosamente su frente perlada en sudor, y sonrió complacido. —¿Dónde está? —musitó sin apenas fuerzas. —Lo has hecho muy bien, Sasuke —susurró el rubio tiernamente en su oído—. Ahora descansa, yo me ocuparé de todo. —Dámelo. Con cuidado Naruto posó sobre sus brazos un menudo cuerpo arropado con una manta azul. Era muy liviano y blandito, extremadamente blando como el algodón. Sólo se le veía la redonda cara, muy redonda y de un extraño color marrón oscuro. Los ojos parecían dos pequeños botones, al igual que su pequeña nariz en forma de triangulo. La boca sin embargo era rosada y dibujaba una eterna y artificial sonrisa de falsa alegría. Incluso casi podía asegurar que había sido cosida con hilo. Inquieto, Sasuke retiró la manta y su respiración se cortó de golpe al contemplar absorto las dos redondas y peludas orejas sobresaliendo pronunciadamente de su cabeza. El bebé era… …un osito de felpa. —¡Nooooooooooo! —Sasuke se incorporó sobre la cama con un violento movimiento, bañado en sudor. Y al instante se miró las manos constatando que entre ellas no había nada parecido a un peluche. Había sido un sueño, un cruel y macabro sueño. —¿Qué pasa? ¿Ocurre algo, ttebayo? —musitó un adormilado Naruto a su lado. Sasuke centró su inquisidora y roja mirada en él, y de forma arrebatada lo zarandeó de las solapas.

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—¡Desgraciado, dame un hijo ahora mismo!

Notas:

Un año y cientos de intentos después, entre ellos varios peluches y un maniquí de bebé que nadie sabía de dónde había salido, Sasuke consiguió por fin su ansiado deseo.

Aclarar que es algo verídico el que los hombres puedan padecer embarazo psicológico al igual que las mujeres. Como dice el sabio de Kakashi, es raro, pero no imposible. Escayolarle la entrepierna va a resultar poco cuando se entere Sasuke que le han puesto ese nombre al niño.

El pequeño Itachi-kun. —¿Cómo dice que se va a llamar? —preguntó la enfermera que rellenaba los formularios de recién nacidos. —Minato —susurró confidencialmente Naruto. De reojo observó a Sasuke, el que orgulloso mostraba su pequeño retoño a Kakashi y añadió—. Pero no se lo diga a él.

Naruko

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Necesidad Autora: RukiaU

Sasuke estaba cansado de esperar. En el tiempo trascurrido desde que la luz del dormitorio que estaba acechando había dejado de brillar, había imaginado doce maneras de asesinar a Itachi usando sólo una cuchara, descifrado el código secreto en que estaba escrito el diario de Kakashi (aunque al principio pensó que había cogido por error una de las novelas eróticas de su sensei, al final sí resultó ser su diario), pasado unos minutos intentado superar el trauma, tenido un debate interno sobre la conveniencia de alertar a las autoridades sobre el contenido del escrito o intentar vender la idea a un guionista de cine (seguramente, de cine porno), e ideado varias mejoras para hacer más realista el muñeco de sí mismo que dejaba ante la ventana de su habitación, en un lugar bien visible desde la calle, cuando quería salir sin que su club de fans lo persiguiera. Naruto debía haberse dormido ya. Hacía casi una hora que no sentía ningún movimiento en la habitación, y normalmente, si estaba despierto, en ese periodo de tiempo su compañero comía al menos una vez. A no ser que se hubiera llevado el hornillo para calentar el ramen a la cama (y Sasuke creía que, desde que durante una misión Naruto prendió fuego a la tienda en la que ambos dormían, lo de cocinar tendido se había acabado), el otro ninja estaba indudablemente inconsciente. Perfecto. Sin hacer ningún ruido que pudiera alertar a su víctima, Sasuke saltó ágilmente desde el tejado del edificio sobre el que se encontraba hasta la ventana que llevaba vigilando desde el anochecer, y entró en la oscura habitación. En efecto, Naruto estaba dormido. Sasuke se quedó mirándolo unos momentos, envidiándolo. Después de la lectura que le había acompañado durante la espera, no creía que fuera capaz de descansar con esa calma durante mucho tiempo. A no ser (y ese pensamiento fue acompañado de una sonrisa diabólica, de modo similar a como sonreiría Itachi si durante su infancia alguien le hubiera hablado de eso llamado expresiones faciales), a no ser que consiguiera lo que había ido a buscar. Oh, sí. Eso, sin duda, resolvería muchas cosas. Recordando de pronto que era un Uchiha, y que los Uchiha no sonríen, ni siquiera mientras planean hacer el mal, borró esa expresión de su cara y sacudió ligeramente la cabeza, intentando concentrarse en su objetivo. Sin hacer ningún sonido, anduvo un par de pasos hasta situarse justo al lado de la cama. Una vez allí activó su sharingan para poder ver con claridad lo que la oscuridad de la habitación le impedía observar con detalle. Naruto, como era de esperar, seguía dormido. Bien. Si era posible, Sasuke se las arreglaría para que no se despertara durante la mayor parte del proceso. No es que no quisiera que Naruto se enterara; era bastante difícil que algo así pasara desapercibido. Sin embargo, cuanto más tiempo siguiera inconsciente menos resistencia ofrecería y más fácil le resultaría a Sasuke hacerse con la suya. Después de todo, Naruto era el responsable de su actual situación. Era su culpa por no darle a Sasuke lo que necesitaba. ¿Tan difícil era? Cualquier otro habitante de la aldea hubiera satisfecho sus deseos sin dudarlo ni dos segundos. Ni uno. Sasuke sabía positivamente (no porque él hubiera aceptado nunca, simplemente estaba muy acostumbrado a ello) que algunas chicas hasta le pagarían a él por algo así. ¿Y cómo reaccionaba Naruto? Lo único que hacía era protestar, intentar pegarle y preguntarle en un tono lo bastante alto como para que lo oyera todo el club de fans (aunque a Sasuke no le importaba demasiado lo que pensaran los demás, Tsunade los había reñido al día siguiente por traumatizar a la mitad de la población de Konoha) si lo que le ocurría era que se sentía solo porque Orochimaru ya no le hacía compañía en la cama. Después de un infructuoso intento de asesinato (Orochimaru no es algo que se quiera recordar sin violencia de por medio), varias peleas y una explosión que nadie sabía muy bien cómo había tenido lugar, Naruto seguía negándose a complacerlo, y Sasuke seguía negándose a rendirse. Sabía que sólo era cuestión de tiempo que Naruto sucumbiera. Y eso, estaba seguro, iba a ocurrir esta noche. Justo cuando Sasuke se disponía a inclinarse sobre la cama y tomar lo que había decidido hacía tiempo que era suyo por derecho (cualquier cosa que desee un Uchiha le pasa a pertenecer en el acto), Naruto habló. —No te muevas ni un centímetro. Sorprendido, Sasuke obedeció. Naruto abrió los ojos y lo miró fijamente, sin ningún rastro de sueño en su mirada. —¿Cómo...? —preguntó Sasuke, a su pesar. Estaba seguro de que el otro estaba dormido, y era imposible que sus movimientos lo hubieran despertado. Naruto se incorporó, apoyándose sobre los codos, y puso los ojos en blanco. —No puedes ocultar tu chakra tan bien como crees. Sé que estás ahí desde hace horas.

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Ahora fue Sasuke el que deseó poner los ojos en blanco, aunque se resistió. Una cosa era ser descubierto al lado de la cama de su supuestamente inconsciente compañero de equipo pasada la media noche, y otra hacer una mueca. —No seas imbécil. Si lo hubieras sabido habrías hecho algo al respecto. —Pensaba que sólo me estabas espiando. No me imaginaba que llegarías a esto —contestó Naruto, molesto. —¿Entonces por qué fingías estar dormido? —Porque sé de lo que eres capaz —murmuró Naruto, dando la impresión de contestar contra su voluntad. Sasuke pensó en decirle que se contradecía a sí mismo, pero no merecía la pena entretenerse con algo así. Cuanto menos tiempo perdieran hablando, mejor. —Terminemos con esto de una vez —dijo Sasuke, sentándose al lado del otro chico. —¡No! —gritó Naruto, retrocediendo hasta apoyar la espalda contra la cabecera de la cama. —Naruto... —susurró Sasuke, afectuosamente, acercándose a él con lentitud. Naruto lo miró con odio, pero no se apartó. Quizás había decidido dejar de ofrecer resistencia, quizás le disuadía el kunai que Sasuke acariciaba insistentemente con la mano derecha. Sasuke prefería pensar que se debía a lo primero. —¡He dicho que no! —gritó Naruto, a pesar de todo. Sasuke suspiró. Estaba prácticamente seguro de que Naruto sólo seguía negándose porque le divertía ver su frustración. ¿No se supone que eran amigos, a pesar de todo? ¿Y no era eso algo que hacían los amigos? Vale, quizás no todos los amigos, pero ellos no eran amigos normales. Además, si fuera Sakura la que se lo estuviera pidiendo, pensó mientras sentía una punzada de celos en el estómago (no, los Uchiha no sienten celos. No era más que una ligera incomodidad, fruto de imaginar a otra persona tocando algo de su propiedad), Naruto no tardaría en satisfacer sus deseos. El rosa era un color de pelo verdaderamente estúpido. Sasuke respiró hondo. Pensar en las ventajas de ser Sakura no era algo propio de un Uchiha. Actuar para conseguir lo que desea, sí. —Naruto —repitió, mientras pasaba una pierna por encima de Naruto y se arrodillaba sobre él, sujetando los muslos del otro chico entre sus rodillas. Naruto lo miró sorprendido cuando Sasuke se inclinó y, tras un titubeo casi imperceptible, levantó una mano para acariciar suavemente las marcas de sus mejillas con los dedos. Sasuke notó complacido la turbación que algo tan insignificante provocaba en su amigo, e ignorando la forma brusca en que el otro había retirado la cara, se acercó aún más a él y acercó los labios a su oído. —Lo necesito —le susurró, rozando como sin querer el lóbulo de su oreja. Bajo él, Naruto se estremeció. —Sasuke, yo... —murmuró. Sasuke se echó hacia atrás para poder ver la cara de Naruto. Cuando sus ojos se encontraron, Naruto dejó de hablar y tragó saliva ruidosamente, pero no bajó la mirada. Tras unos segundos de silencio, Sasuke decidió hacer lo último que aún no había probado, lo único que sabía que sería infalible. Tragándose el orgullo que le quedaba, pronunció las dos palabras que le darían la victoria. —Por favor —pidió, y notó la sorpresa en los ojos de Naruto, aunque éste no dijo nada. Sasuke resistió el impulso de sonreír. Sólo unos segundos más, se dijo a sí mismo, y por fin sería suyo. Lo sentía. —Si lo hago —habló al fin Naruto, haciendo que Sasuke contuviera la respiración— quiero que después te quedes aquí. Sasuke frunció el ceño, algo confuso por la petición, pero no era el momento de negociar. —Si eso es lo que quieres... —contestó, mordiéndose el labio inferior con impaciencia. Ambos se miraron a los ojos durante unos momentos, hasta que Naruto suspiró y, finalmente, cedió. —Toma —dijo, quitándose de la cabeza el gorro con el que siempre dormía y entregándoselo a Sasuke. Éste, intentando ocultar su emoción, lo cogió con cuidado y se quitó de encima de Naruto, sentándose en el otro extremo de la cama con la prenda de ropa apoyada sobre sus rodillas. Al fin lo había conseguido. Sabía que sólo sería por una noche, y que a la mañana siguiente tendría que devolvérselo a su dueño, pero en ese momento nada le importaba. Después de la espera, la incertidumbre, los nervios, por fin era suyo. El gorro de Naruto, que tanto le recordaba al osito que había tenido de pequeño. El objeto cuyo olor tanto añoraba por las noches. Lo único que podía ayudarle a conciliar el sueño. La razón de sus desvelos. Su gorro. Sasuke se levantó y se dirigió hacia la ventana, aferrando con fuerza el objeto de sus deseos. —¡Sasuke! —lo llamó Naruto, justo cuando apoyaba una mano sobre el alféizar y se disponía a salir. —¿Hn? —contestó Sasuke, volviéndose.

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—Prometiste que te quedarías —susurró Naruto, con las mejillas algo coloreadas. Sasuke evaluó durante unos momentos sus posibilidades de negarse, salir de la habitación y llegar hasta su casa antes de que Naruto (o, en su defecto, alguna fan del turno de noche) lo atrapara, pero decidió que no merecía la pena. Ya tenía lo que había ido a buscar, y no se arriesgaría a perderlo. —Está bien —contestó finalmente. Con un gesto ágil, retrocedió sobre sus pasos y volvió a la cama, quitándose los zapatos y la camisa por el camino, y dejándolos caer en el suelo. Naruto se hizo a un lado y Sasuke se tendió junto a él, dándole la espalda. Ignoró la mirada de Naruto, clavada en su nuca, y se hizo un ovillo alrededor del gorro, mientras lo sujetaba con fuerza. —No intentes quitármelo mientras duermo —dijo con un murmullo apenas inteligible, mientras perdía poco a poco la consciencia. Lo último que oyó antes de caer dormido fue la risa de Naruto, extrañamente acogedora. La respiración de Sasuke era cada vez más lenta y regular. Naruto contemplaba la espalda de su compañero con una mueca burlona. Cuando estuvo seguro de que el otro dormía, se acercó más a él y le rodeó la cintura con un brazo, apoyando la mejilla contra un hombro desnudo. Entonces, y sólo entonces, se permitió sonreír. Conservar ese estúpido gorro durante tanto tiempo había merecido la pena.

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Ninjas Autora: Dark

Phinx

No había manos suaves. No había perfecta piel de durazno. No había cabellos de seda. Eran ninjas, no muñecas de porcelana. Pero aún así, no podía pensar en algún placer mayor. Sus manos grandes y duras, llenas de cayos por manejar armas, acariciaron su desnuda espalda. Enterró la boca en la hendidura de su cuello y él pudo oler su cabello. Era sudor, tierra y Naruto, nada más. No había esencias de madera, de cítricos, de flores, ni siquiera el aroma del shampoo de Pakun. Quizá si Sasuke no hubiese estado tan concentrado en sentir los labios ligeramente secos besar su manzana de Adán, hubiese podido observar algunas puntas abiertas en los cabellos, muestra del descuido. Se sentiría orgulloso de dicho descuido. Porque cada minuto que Naruto había olvidado su cabello, lo había recordado a él. A Sasuke. Abrió un poco más las piernas y el contacto se volvió todavía más íntimo. No eran sólo sus miembros duros y necesitados, eran la lujuria y el deseo contenidos por años presionados uno junto al otro. Y era simplemente delicioso. Naruto deslizó sus manos por sus brazos, provocándole un escalofrío. Sasuke podría indicar el momento preciso en que Naruto sintió el hueso mal soldado en su antebrazo, por la forma tan cuidadosa y delicada de su tacto. Sasuke no era una niña para sentirse conmovido por atenciones semejantes, pero sabía que detrás de esa sutileza, había un dejo de culpabilidad. Había sido Naruto quien, algún día hace algunos años, había roto ese brazo. Paseó las yemas de sus dedos por el estómago de Naruto, en esa curiosa cicatriz, apenas perceptible, justo arriba del sello. De no haber sido él quien la provocó, quizá no hubiese sido capaz de encontrarla. Rodeó con sus piernas las caderas de Naruto, intensificando el ritmo. Necesitaba sentirlo cerca, necesitaba hacerle saber que él no era el único que había acabado los entrenamientos entre sábanas manchadas. Se frotó contra él, para que lo supiera. El gemido que escapó de los labios de Naruto fue un cómplice ‘yo también’ en los oídos de Sasuke. Sasuke le quitó la playera a Naruto, descubriendo una espalda demasiado parecida a la suya: ancha, fuerte y llena de cicatrices, recuerdos de batallas pasadas. Se abrazó a ese torso —quemado por el sol, picado por los mosquitos, golpeado por los enemigos— y mordió uno de los hombros desnudos. Algo le decía que su respiración en ese momento era bastante similar a la de Naruto en ese momento —rápida y entrecortada— pero no le importaba en ese momento, menos si lo hacía sentir tan caliente como la respiración de Naruto contra su oreja lo hacía sentir a él. Arañó ligeramente el estómago de Naruto, sintiendo cómo los músculos se contraían bajo su toque. Aventuró su mano todavía más abajo, dentro de los pantalones, hacia el miembro exitado y caliente, que envolvió entre sus dedos. Pudo observar la mandíbula de Naruto cuando éste echó su cabeza hacia atrás, en expresión de placer puro. Ni las facciones de Naruto ni las suyas eran las mismas de hace unos años, ya no eran unos niños. Tal vez había perdido muchas cosas en el camino, pero si ese era el sacrificio que tenía que pagar por tenerlo aquí y ahora, tal como siempre quiso, lo volvería a hacer. Sabía, sabía, que Naruto pensaba lo mismo. Naruto se mordió el labio, reuniendo suficiente voluntad como para interrumpir las caricias, supuso Sasuke. Y así fue. Lo empujó, recostándolo en la cama. Las manos de Sasuke se aferraron a los pantalones de Naruto y lo arrastró contra él. Eran dos cuerpos calientes, sudorosos y jadeantes. Parecía una batalla, como todas aquellas en las que se enfrentaron tantas veces. Y lo era, era una batalla privada. Cualquier

Notas: No sé cuántos fics he leído sobre personajes que son físicamente perfectos, sin importar si son samurais, ninjas, soldados o cualquier cosa. Los primeros son buenos, pero después de un tiempo me cansó. Así que escribí esto. Espero que puedan fingir no darse cuenta de que no tiene trama. Y que les guste, claro :) Dark Phinx

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ninja sabía que en una batalla —en la guerra— no había ganadores. Pero en ésta, su batalla, era lo único que habría. Dos cuerpos necesitados, dos deseos insatisfechos por fin reunidos. Los dedos de Naruto acariciaron sus pezones, arrancándole gemidos. Su lengua recorrió su torso, desde su cuello hasta perderse en su ombligo. Y un poco más abajo. Deshizo el nudo del lazo que sostenía sus pantalones y la forma tan demandante en la que estrujó su trasero le indicó que levantara las caderas. Así lo hizo, pronto se encontraba desnudo en una cama que era demasiado angosta para dos. Algo húmedo y tibio envolvió su miembro expuesto. Su boca. Elevó sus caderas, moviéndolas rítmicamente, para joderla. Porque esa boca era suya y si alguien tenía el derecho de joderla, era él. Esa boca —sus insultos, sus palabras de aliento, sus reclamos, sus preguntas— siempre había sido suya. Pero Naruto también tenía su lado egoísta. Sólo con Sasuke. Sólo con él era demandante, caprichoso, siempre deseoso de más. Por eso abandonó su miembro, no sin antes lamerlo sensualmente, ni de morder juguetonamente la punta. Pero lo hizo. Sus manos ásperas separaron las piernas de Sasuke, quien cedió fácilmente. La lengua jugó con su entrada, humectándola, abriéndose paso entre los músculos. A su lengua siguieron sus dedos, suficiente estímulo para que Sasuke arañara la espalda. Quizá también dejaría cicatrices, cicatrices de las cuales no se arrepentiría. Pudo ver los ojos azules mirándolo de entre sus piernas, con traviesa malicia. Supo que era el momento, por la forma de su sonrisa y la punta de su miembro en su entrada. De una sola embestida se sumergió en el cuerpo de Sasuke, haciendo que arqueara su espalda. Sus cuerpos se acomodaron uno sobre el otro. Fue Sasuke el primero en moverse, en pedir más. Naruto se movía frenéticamente contra él, en búsqueda de placer, mientras Sasuke entierra una de sus manos en los glúteos de Naruto, la otra acaricia su miembro desatendido. Sasuke puede ver que en esos ojos sigue existiendo algo de la inocencia, de la picardía, de lo que sea que era Naruto cuando eran niños. Pero ahora también hay determinación, hay deseo, hay nostalgia y melancolía. Sasuke supone que sus ojos son muy similares. Y es en ese momento, cuando Sasuke se da cuenta que Naruto no está hecho para estar detrás del escritorio de Hokage, ni para usar esas ridículas ropas. Naruto está hecho para estar desnudo y entre sus piernas. Quizá el segundo mejor lugar donde Naruto puede estar es bajo Sasuke. Aunque eso no es algo que le piense decir. No es algo que el destino haya hecho o predestinado, fueron ellos quienes lo decidieron. Con sus palabras, con sus batallas, con sus cicatrices. No hay promesas de amor eterno, ni ideales románticos murmurados al oído. No hay nombres, no hay palabras, simplemente porque no hacen falta. Decir algo, cualquier cosa, sería romper lo que tienen ahora: la armonía de gemidos y jadeos; el lenguaje de su cuerpo. Por un momento todo deja de existir, incluso Naruto, incluso él mismo. Sólo hay placer y satisfacción. Lo siguiente que sabe, es que sus músculos se han contraído, haciendo que Naruto llegue al orgasmo justo después de él. Y Naruto se desploma sobre Sasuke, en una cama que todavía es demasiado angosta para dos. No había manos suaves. (Tal como no había “felices para siempre,” porque hay cosas que simplemente no existen). No había perfecta piel de durazno. (Tampoco había promesas de amor eterno, porque los dos saben que el amor no dura para siempre —al menos eso esperan). No había cabellos de seda. (Sólo había el aquí y el ahora, y eso era todo lo que necesitaban). Porque eran ninjas, no muñecas de porcelana.

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Pokerface Autora: chibiichigo

Carraspeó discretamente, afinando la garganta para el momento que tuviera que hacer uso de su voz. Se ajustó un poco la corbata, sintiendo cómo sus ropas entallaban el delicado cuerpo que poseía. A su alrededor, hombres de todas las edades compartían y reían, manteniendo claro, el orden en cada una de sus actitudes. En un mundo como aquel no se podía perder la etiqueta ni hacer alarde de malas costumbres. Se acercó hasta un grupo de caballeros que bebían y fumaban cerca de una terraza, con gracia y buenos modos. Era parte de un ritual de seducción eterna, movido en un mundo donde las apariencias lo eran todo y la buena presencia podía obrar los milagros más grandes. Un juego donde él era el principal actor. Sasuke Uchiha, el hijo menor de una familia hecha de espejos donde el corazón de todos estaba tocado por algo tan frío, tan intangible y gélido que no daba espacio al cariño. La estrella de aquella noche, la eminencia entre las eminencias del salón. Aquel joven superdotado que, con la instrucción de su madre, había aprendido a dominar el arte de la galantería y que actuaba siempre del modo más educado y correcto en un mundo de cristales que no permitía equivocaciones. Había recibido una educación suficiente para saberse dirigir a las personas, para mantener el nombre de su estirpe en alto y jactarse de ser mejor por tener una sangre más pura. Para demostrar que la moral de los grupos más conservadores era lo correcto. —La homosexualidad no es más que un vacuo método de protesta contra todo aquello que, como sociedad, hemos construido —intervino en la plática, acalorada y llena de decoros. Por supuesto, ante el comentario, los asistentes le dedicaron una sonrisa y un apretón de manos. Nadie como un Uchiha para zanjar asuntos de forma tan sutil. Se encontraban en uno de los clubes más exclusivos del país, destinado a que las clases nobles y de alta alcurnia se distendieran de las preocupaciones. Un patio de recreo donde, con la ayuda de un whisky y un puro, se cerraban los tratos más importantes para la vida de la nación. El verdadero centro de poder económico del cual dependía la bolsa de valores. —Así es —comentó uno de los líderes políticos de derecha más eminentes que había, al tiempo que exhalaba el pútrido aroma de su puro—. Es verdaderamente una pena que la juventud esté tan corrompida por los medios. Es por ello que digo que la homosexualidad no es más que un mito; una niñería a modo de protesta. —Eso mismo está expuesto en uno de los tratados de los nuevos científicos. Afirma que la preferencia sexual va sólo como la ciencia marca. ¡Sería todo un escándalo que un par de jovenzuelos desorientados pusieran en tela de juicio lo que eminencias como Darwin dijeron! —se refirió el director del Departamento Gubernamental de Ciencia y Tecnología. —Concuerdo con usted, señor Sarutobi —habló agradablemente el ébano, mientras entregaba una cordial sonrisa al pequeño grupo que bebía y fumaba a su lado—. Desgraciadamente las personas en mi generación no se interesan más por los principios de la moral y las buenas costumbres. Están tan inmersos en aquella sandez de la libertad sexual que promueven tanto los partidos de la izquierda… Una verdadera lástima. —Oh, joven Uchiha. Usted es de lo que ya no hay —terció otro anciano, de aspecto cordial al mismo tiempo. Al tiempo, dedicó una extraña mueca al de cabellos noche, donde las cuarteaduras de su cara se evidenciaron—. Ojalá hubiese más personas tan centradas como usted. —Se lo agradezco mucho —devolvió el gesto, mientras daba un modesto sorbo a su bebida—, pero os puedo asegurar, estimado señor, que no es para tanto. Todo se lo debo a las enseñanzas de mis padres. —Pues debo añadir que Fugaku y Mikoto hicieron una espléndida labor con Itachi y con usted. Tan buenos mozos, y tan centrados… —Sí. Es por ello que, siempre hay un lugar para los Uchiha dentro del partido. Son la cabeza de este país… El motor que ha de guiar a todos los jóvenes perdidos hacia un mejor camino. Son los jóvenes Sasuke e Itachi; que ya a nosotros nadie nos escucha —y agregó el político, evidentemente molesto—. ¡Con aquella bobería de nuevas tendencias! —Estoy seguro que puedo hablar por mi hermano y por mí al momento de deciros que sería para nosotros un honor tomar las riendas de la nación. Caminaba de regreso a casa, demasiado obnubilado como para desear tomar una carreta. Era una de esas noches donde se antojaba caminar en compañía de las estrellas. Pensaba en todo lo ocurrido en el club. En sus padres y sus enseñanzas… En aquella faceta suya que era exhibida cual vestido en un aparador.

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Había entrado en el círculo más selecto de empresarios y políticos incluso antes de nacer, pero le había costado lo suyo forjarse un nombre propio. Sí, había utilizado el apellido paterno, tan odiado a nivel personal pero tan útil para la élite social; aunque aquello no le había dado garantía alguna. Sólo a base de trabajo y esfuerzo la aceptación le había llegado. Sería todo lo que su padre no lo había creído capaz, gracias a aquella danza de mentiras y de dimes y diretes. Demostraría a todas aquellas personas lo que era capaz, pasando encima de quien fuera necesario para erigirse como dirigente de un país. Colocaba estandartes en contra de la preferencia sexual, echando más leña al ego de los conservadores; peleando constantemente contra sí mismo para seguir con su esquizoide personalidad. Tan contrariado y tan amarrado a dos posturas que se encontraban. —Hasta que llegas, mentiroso de pacotilla —le plantó un furioso beso un ser que salía de las sombras de su estudio. Y el otro lo contestó, esforzándose por deshacerse de sus prendas y las de su atacante con tal vehemencia que no parecía él. Tan bestial y pasional que no lograba controlar sus arranques carnales al entrar en contacto con la boca de un pelirrojo. ¿Dónde habían quedado sus irreprochables modos y su galantería? Justo del otro lado de la puerta. En aquel momento, podía permitirse ser él. Sin caretas ni mentiras; sin eufemismos ni palabras agradables al oído. Todo podía esperar al día siguiente porque él, él era uno de esos tantos homosexuales que proclamaba detestar. Nada más que un farsante de dos caras que disfrutaba llegar a casa y acostarse con su amante. Un pelirrojo de ojos claros y mirada penetrante, hijo nada más y nada menos que del líder político con el que había charlado aquella tarde.

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Rotten Autora: chibiichigo

Despertó con el sudor frío que a últimas fechas había perturbado su sueño, y con una incesante y molesta idea en la cabeza que hacía las veces de verdad absoluta dentro de su existir: Estaba podrido por dentro. La vida le había arrebatado a corta edad todo aquello por lo que había sentido un lazo y, en ese mismo momento totalmente movido por el odio había decidido otorgarle a él lo único que parecía enteramente suyo: su alma. A cambio de poder probar el agridulce sabor de la venganza todo dentro de él había pasado a formar parte de un demonio, siendo la única prueba visible el pentagrama de su ojo derecho, siempre cubierto. Todo lo había dado a cambio de ese instinto casi canino de fidelidad a la Reina Victoria y por el deseo de ver la humillación dibujada en la cara de todos aquellos que habían destrozado a su familia… y sobre todo las ilusiones de un niño el día de su cumpleaños. Por extraño que pareciese, su vida había comenzado tan pronto la había perdido. Se había convertido en la cabeza de la casa Phantomhive y con ello todas las responsabilidades que su familia había tenido en la Familia Real se habían fijado en él: Ciel Phantomhive se había convertido en el dueño y señor de todo lo que por derecho de sangre le correspondía a la corta edad de diez años que, a juzgar por su actitud, parecían treinta. —Mi amo —llamó a la puerta y se introdujo en la habitación un hombre alto de cabellos negros y frac—, me sorprende verlo despierto tan pronto. —Sebastian, necesito un té —pidió fingiendo serenidad el todavía niño, a sabiendas de que era algo totalmente falto de sentido. El demonio que hacía las veces de su mayordomo –cosa bastante irónica si se paraba a pensarlo, ya que finalmente a cambio de unos pocos años de servicio su alma pasaría a estar en su poder– se acercó y con la misma parsimonia y armonía que todas las mañanas colocó en la taza de porcelana importada el humeante líquido. —Aquí está —se lo entregó con una plástica sonrisa en el rostro. Ciel, aunque acostumbrado a ella no pudo evitar sentirse incómodo; su sueño le había resultado perturbador—. Su agenda para hoy es… —Cancela la agenda para hoy, que no estoy de humor para atender a nadie —pidió con rudeza innecesaria en la voz, sobresaltando por un breve instante a su más allegado ser. —Amo, es bastante raro en usted, por no decir totalmente fuera de sitio, que desee tomar un día libre —se excusó Sebastian, hablando con seguridad y amabilidad casi empalagosa. El chico solamente le dirigió una mirada fulminante con el ojo izquierdo. —Haz lo que te ordeno —pidió, más en un atípico tono de súplica. Ni siquiera el menor comprendía qué era aquello que le comprimía el corazón y le impedía pensar o actuar con claridad cuando todos los principios de raciocinio y de buenos principios le indicaban que debía restarle importancia. El mayordomo, quizá por la nota que había utilizado el Phantomhive, evitó hacer preguntas o comentarios al respecto pero no logró reprimir el sadismo dibujado en la sonrisa de su rostro. Salió a cumplir lo exigido, haciendo una reverencia y pensando en lo que seguiría en el día.

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El conde había pasado casi toda la mañana en su estudio, fingiendo trabajar en los asuntos de la compañía Phantom sin lograr concentrarse del todo en su tarea pero sin la apatía suficiente como para dejar todo botado. La reflexión que había tenido, así como la evidente desmejora en su calidad de sueño, le impedían tener alguna otra actividad cerebral, lo cual era patéticamente molesto. Asimismo, a su actual situación no ayudaba la presencia de Sebastian cada pocos minutos haciendo alarde de su practicada cordialidad ni mucho menos —por irónico que llegue a sonar— sus ausencias que parecían interminables. Para bien o para mal el demonio mayordomo de la familia Phantomhive, es decir él, se había convertido en algo casi indispensable para su remedo de existencia… Eso le apestaba. —¿A mi amo se le ofrece algo? —Sí —contestó todavía de mala gana el de cabellos grisáceos mientras dejaba los papeles sobre el escritorio y los miraba fijamente—. Quiero un strudel de manzana con nueces… —¿Puedo preguntar —inició el sirviente con recato, pero sin ocultar el extraño regocijo que le causaba el estado de su amo— si el amo tiene algo malo? ¿Ocurre algo en que yo pueda ayudarle?

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Ciel consideró la situación rápida, pero profundamente, antes de contestarle. Verdad inexorable era que Sebastian sería el único ser con quien podría sincerarse sin temor a que su secreto fuese revelado a terceros, finalmente el de frac compartía con él esa carga, sin embargo incluso tras varios años no llegaba a confiar plenamente sus sentimientos al de cabellos oscuros: A final de cuentas, Sebastian era el poseedor de su alma, un demonio a quien en nada le interesaría su opresión en el pecho. Tras sopesar todo aquello, decidió que podía ser franco por esa única ocasión con lo más cercano que tenía a un confidente. Después de todo, no podía guardarle nada al adulto. Suspiró y, pidiéndole que se acercara para no tener que alzar la voz más de lo estrictamente necesario, se confesó de la misma manera que se confiesa un creyente ante un párroco. —Sebastian, tengo un problema —dijo avergonzado y evitando mirar a su interlocutor. Éste le miraba con firmeza, actitud propia de un mayordomo que atiende las necesidades más secretas de la persona a quien sirve—: siento como si algo dentro de mí se pudriera poco a poco e irremediablemente. —¿Se está usted, amo y señor mío, arrepintiendo del contrato que porta en el orbe derecho? —el tonillo amable se convirtió en algo similar a una amenaza de pronto. —No —negó el de mechones marengo demasiado pronto. Eso, claro, no representaba una mentira sino una verdad a medias. Desde que había hecho el contrato aquel, había sido consciente de que no habría marcha atrás y su necesidad de elevar el nombre de la casa de los preferidos de la Reina pero… quizás no había considerado que a la larga el precio podría ser demasiado elevado. —Eso me alegra —la sonrisa pacífica del ébano volvió a hacer acto de presencia, acercándose lo suficiente para permitirse tocar el hombro del niño afligido—. ¿Qué es entonces aquello que siente?, ¿su corazón? Se encogió de hombros, procurando no decir nada que no considerara oportuno de momento. No que no le hubiera dado el respectivo momento reflexivo a esa posibilidad, aunque fuese aterrador darse cuenta de la poderosa verdad escondida en aquellas para nada casuales palabras. Tuvo que reprimir un estremecimiento: la sagacidad de Sebastian le resultaba incomprensible, sobre todo porque le era imposible negar rotundamente aquello. —Ponle pasas a mi postre —pidió zanjando el tema. No tenía ánimos ni mucho menos necesidad de seguir prolongando esa breve pero infructuosa charla que le había hecho sentir más miserable. El más alto, de nuevo haciendo una reverencia salió dejándolo solo, ahondando la sensación de miseria que se agolpaba irracionalmente en su pecho. Y así transcurrió el resto del día.

——

Se preparaba para meterse a la cama, como cada noche ayudado del de traje de pingüino, sintiendo cómo poco a poco recobraba la calma. Se había logrado convencer, no sin esfuerzos, de que había sido sólo un mal día y que todo pronto volvería a estar tan fríamente calculado dentro de su vacío existir y podría decir sin temor a equivocarse que todo estaba bien en su cabeza de nuevo. Todo aquello iba, en el preciso momento que pusiera la cabeza sobre el almohadón de plumas, a formar parte del pasado de un día gris en Inglaterra… esperaba. Sebastian lo escrutaba con la mirada, teniendo suficiente decoro para no decirle nada pero haciéndole sentir de nuevo un gran desasosiego. Sabía casi con tanta seguridad como que el pasto era verde que el demonio había escondido, tras el pasmoso silencio, una verdad que había temido… Después de todo la naturaleza de Sebastian, por más que lo ocultara, no dejaba de ser demoniaca. Si estaba a su lado era por el deseo casi obsesivo de degustar su alma —que él mismo creía insípida o inexistente para fines prácticos— y no por una verdadera lealtad. —Espero que el joven amo se encuentre mejor tras este día libre y mañana logre comenzar revitalizado para efectuar sus actividades —misteriosamente, en especial si se atenía a los acontecimientos que le habían aquejado todo el día, estar al lado del mayordomo le reconfortaba. Era siniestramente irónico todo aquello: La persona que le causaba un tremendo desasosiego era el único que podía volver a sosegar su corazón. —Así será —se envolvió en las sábanas y, tras quitarse el molesto parche que tenía en el ojo, cerró ambos y se dispuso a terminar el día. Escuchó al sirviente dirigiendo sus apagados pasos hasta la puerta que daba al pasillo antes de preguntar, casi como si se supiera la respuesta: —¿Algo que pueda hacer por usted, amo mío, antes de retirarme por hoy? Por única respuesta obtuvo el pasmoso silencio que simbolizaba nada menos que la duda y, aprovechando la oscuridad que inundaba la pieza se colocó la mano enguantada en la boca y sonrió con burla, mostrando los afilados dientes que poseía. Pasados unos momentos, escuchó el débil pero inequívoco sonido de un “sí”.

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—Ven a mi lado, por favor —la voz de Ciel había cambiado de tono. Ya no parecía más el centrado adulto que sabe qué es lo que quiere y necesita, sino el desprotegido niño que ha sido dejado a merced de las injurias de la vida a una edad demasiado temprana como para defenderse. Se escuchaba suplicante. —¿Acaso mi amo me está dejando ver su debilidad? —preguntó ya no como mayordomo, por mucho que se esforzara en seguir utilizando las formalidades propias, sino como el demonio que se comienza a saborear un alma. —Tómalo como quieras… Finalmente tú sabes qué es lo que ocurre dentro de mí incluso mejor que yo —la manera en que el Conde respondió evidenciaba algo que los dos sabían demasiado bien: Ciel era propiedad de un demonio, y no al revés. No era algo, sin embargo, de lo que se hablara frecuentemente entre ellos; se consideraba algo parecido a un tabú que sólo por esa noche habría de ser roto. —Tiene toda la razón —la lengua del más alto, que yacía parado a un costado de la cama mirando la espalda del portador del alma que degustaría en unos años, relamió sus labios en un rápido y viperino movimiento, cosa que no se habría permitido a sí mismo más que en ese raro momento de verdades intrínsecas. —Acuéstate a mi lado —pidió el de cabellos grafito con un exagerado tono de autosuficiencia que evidenciaba su desolación. El de mechas negras obedeció y permaneció estoico frente al líder de la casa Phantomhive. Pasados unos minutos, los brazos de Sebastian se permitieron recorrer sigilosos la espalda del más joven, que no hizo amago alguno por detenerle. Sentía dentro de él algo que se había esforzado en reprimir: La necesidad de afecto, porque podía ser que el Conde Ciel Phantomhive fuese tratado como adulto al punto de creerlo él mismo, pero seguía siendo muy a su pesar un crío de doce años de edad. En silencio, fue dejándose arrastrar por los hábiles dedos del demonio, siendo brutal e irremediablemente seducido por la efimeridad del calor corporal que amainaba la soledad. Quería, y a la vez no, ser conducido a un estado que le resultaba desconocido para lograr olvidar todo aquello que le oprimía. Deseaba no desear al ébano tanto como estaba haciéndolo. Comenzó a sentir el vaho del adulto en la oreja, y acercándose con desmedido deseo a su boca. Él mismo deseaba que el contacto se consumara; sentir la suave y cálida boca de Sebastian era lo que necesitaba —o mejor expresado, lo que quería— en ese momento de incertidumbre. Se acercó inconsciente y torpemente a eso labios, sintiéndolos inesperadamente fríos al primer contacto. Estuvo a punto de separarse, pero el sabor dulzón y embriagante que le proferían le hacía desear no hacerlo. Poco a poco, como si de una danza de suaves caricias se tratara el pijama del más joven y el atuendo del mayordomo fueron despojados y arrojados al suelo de mármol. La tierna torpeza de Ciel profería un toque de diversión al demonio que había tomado las riendas de la situación. No intercambiaron palabras y las miradas de ambos intentaron cruzarse lo menos posible durante todo ese tiempo, justo hasta que un par de fríos y húmedos dedos se acercaron a la todavía tímida y pura entrada. Ciel clavó ambos ojos llenos de sorpresa en Sebastian, quien simplemente dio una conciliadora sonrisa antes de irrumpir violentamente en él. Un lastimero gemido escapó de la boca del chico, dada la espontaneidad del acto del mayor, antes de que una boca ajena le impidiera quejarse un poco más. La lengua del ébano había comenzado de nueva cuenta una sensual danza erótica en la suya, luchando por tener el control en su boca y por más que el pequeño se lo impedía no lograba menguar la fuerza apasionada y avasalladora de aquel que se había posicionado ya encima de él. Los dedos del mayordomo fueron poco a poco ensanchando la zona en donde habría de ocurrir la penetración, con seguridad a pesar de la mirada suplicante —y que tanto le encantaba apreciar— de un Ciel totalmente orillado por las circunstancias. Y del mismo modo que los había introducido, los sacó de golpe causando el rechinido de los dientes del dolorido infante que no quería darle al demonio la satisfacción de quejarse. —Esto podría dolerle un poco —dijo sardónico mientras apreciaba con la burla y la parsimonia marcadas en cada fibra de su cuerpo los ojos extremadamente abiertos de un pequeño que siempre se había esforzado por hacerse el adulto. Suspendió un poco la actividad, hasta observar un poco de mejora en su amo y comenzó a embestirlo con suavidad y ternura. Intentaba controlarse a sí mismo, sabiendo que por ser su primera vez no podía excederse en el furor de sus acciones. Quería que Ciel Phantomhive gimiera, disfrutara y rogara por más con una voz que sólo había escuchado en sus sueños más impropios. De poco en poco el menor comenzó a moverse en círculos mientras que las embestidas subían de intensidad. El sudor invadía ambos cuerpos, los jadeos generaban que las respiraciones se volvieran descompasadas y agitadas, la soledad de los dos y las pasiones carnales experimentadas se fusionaban en una sola cosa que no tenía nombre pero se acercaba inequívocamente al placer. Ambos cuerpos se buscaban sin desear encontrarse y hacían uno solo durante breves instantes. Un demonio que conocía un alma que habría de devorar y un alma que, a causa de lo raquítico de su condición, deseaba ser devorada mientras todavía le quedase un mínimo resquicio de decoro. Los dos eran uno, y ese uno eran los dos.

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—— —¿Se encuentra mejor, amo? —preguntó el de frac, dejando ver su cara entre la penumbra mientras recogía con decoro sus cosas. Podía todavía ver al de cabello marengo desnudo, a su merced, con los muslos medio abiertos mostrando unos delgados hilillos blancos y una entrada ensanchada y con tonos rojizos a causa de la fricción. —Sí —habló débil, sacudiendo agostado la cabeza. Le costaba hablar todavía a causa del golpeteo de su corazón y de lo agitado de su respiración—, has hecho bien tu trabajo, Sebastian, ahora puedes retirarte. —Muchas gracias, amo. Recuerde que yo soy un mayordomo natural —sonrió y salió del cuarto sin ver atrás. La noche había sido larga y el día siguiente sería igual. El Conde Phantomhive vio partir a su mayordomo, a su demonio y a su más allegado compañero; aquel a quien temía y de quien dependía enteramente. Fue entonces cuando lo supo: sí, era una persona podrida desde el tuétano. No sentía amor ni afecto por nada, y a cada día la soledad lo corroía más. Estaba podrido, pero eso ya carecía de sentido.

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Un kilo de tomates, por favor Autora: Naruko

Se suponía que iba a ser un hermoso día. El cálido sol resplandecía en las calles de Konoha, los niños jugaban felices en el parque, los ninjas comenzaban sus misiones y entrenamientos, algunas mujeres se agrupaban en su cotilleo matutino, y los más desafortunados, como yo, nos aburríamos haciendo la compra en la tediosa cola de una frutería. ¿Que cómo llegué a parar aquí? Todavía no sé si fue porque Sasuke me obligó con una larga retahíla de insoportables reniegos y varias bolas de fuego disparadas hacia mi posición, o accedí para dejar de escuchar sus estupideces, cansado de que la precaria zona de mi pelvis sufriera quemaduras de tercer grado. Contradecir a Sasuke era como dejar que Ero-sennin te arrastrara al más impúdico burdel de la ciudad. Una muy mala idea. Aunque como última instancia, también se podía tener en cuenta que había agotado toda la reserva de ramen de mi despensa, y no tenía más remedio que salir a comprar. Pero esa misma mañana, mientras yo esperaba con una paciencia impropia en mí en la cola de la frutería a que el dependiente me despachara, se colocó tras de mí un nuevo cliente, trayendo consigo una letal información. —Hola, Naruto. Giré el rostro por encima de mi hombro y a penas tuve que tomarme tiempo en descubrir el rostro que se escondía tras la portada abierta del último tomo Icha Icha para adultos. —Kakashi-sensei, ¿qué te trae por aquí? —Creo que lo mismo que a todos —inclinó el libro erótico que siempre leía, para que pudiera ver cómo curvaba felizmente su único ojo visible—. Comprar un poco de fruta. —Ahh. Si no lo llega a mencionar podía haber seguido creyendo de por vida que tenía la máscara pegada como una segunda piel y se alimentaba de aire. —Me he enterado de que Sasuke sufrió algunas heridas en la última misión y le han mandado reposo en casa. ¿Cómo se encuentra? —¿Te refieres a ese insoportable e insondable pozo de necesidades? —farfullé molesto—. No dejaba de molestarme con que fuera a hacerle un recado y le eché codeína en su café. Ahora duerme a gusto en el sofá. Me pareció ver una gota deslizándose lentamente por la frente de mi sensei. Llámame sádico o cruel, pero sufriendo como yo sufría diariamente el terrible carácter del bastardo, esas pequeñas cosas eran las únicas que lograban equilibrar la balanza de nuestras habituales disputas. —Es indudable lo bien que os va juntos —respondió sin mucha convicción. Me encogí de hombros indiferente. Ni bien, ni mal, con Sasuke no había un término medio de relación. Un día nos queríamos matar y segundos después sudábamos uno en brazos del otro en nuestra batalla personal por dominar y ser dominado. A pesar de llevar conviviendo juntos como pareja más de dos años, todos los días era una explosión constante de sentimientos contradictorios. La cola avanzó, y ambos dimos dos pasos hacia delante. —¿Y qué es lo que vas a comprar? —me preguntó curioso al cabo de unos segundos. —Un kilo de tomates. Aún recordaba lo afanoso, repetitivo e incluso agresivo que se había puesto Sasuke cuando me exigió encarecidamente, a gritos desde el sofá, que no se me ocurriera entrar en casa sin haberle comprado su kilo de tomates. Parecía un yonki drogadicto enganchado a la fructosa. Tarde me di cuenta de que lo había dicho en voz alta, y pronto llegaron las bolas de fuego hacia mis sensibles zonas bajas. No llegué a comprender cómo, aún herido, conseguía reunir tanto chakra. No tuve más remedio que recurrir a las pastillas que me dio Obaa-chan para casos extremos.

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Viva la codeína y todos sus efectos secundarios. —Son muchos tomates —meditó instantes después mi profesor retomando el tema—. ¿Son todos para ti o para el pozo insoportable de necesidades? —Para el bastardo —afirmé con un resoplido—. Aunque seguro que mañana me vuelve a amenazar con que le compre otro kilo. Luego dice que soy yo el que tiene una obsesión malsana con el ramen. Intuí como se formaba una sinuosa sonrisa bajo la máscara de mi sensei. —Realmente le tienen que gustar mucho. Desde luego. Tanto como la venganza. Aunque ya no le quedara nada por lo que vengarse, a él le gustaba seguir soñando que se vengaba de alguien, bañarse pensando en la venganza, planificar su próxima venganza, comer tomates mientras planeaba más venganza… Era otro de sus vicios malsanos. La cola volvió a avanzar y ambos volvimos a dar otros dos pasos hacia delante. Tan sólo quedaba una clienta por despachar para que llegara mi turno. —Comprendo que le gusten tantos los tomates —prosiguió mi sensei tras de mí, retomando con desinterés su lectura—. Tienen muchas proteínas, es un buen antioxidante para los músculos, además, ayuda a prevenir el cáncer de próstata, de pulmón, de colon, el cervical, la infertilidad masculina, el colesterol alto y… alguna otra cosa más. De nuevo giré el rostro por encima de mi hombro, esta vez con asombro. ¿Para tantas cosas servían los tomates? La información realmente me impresionó. Incluso hasta comencé a meditar seriamente si empezar a comer yo también un poco de ese fruto divino. ¿Estaría informado Sasuke de toda esa nutrición beneficiosa? —Eso es verdaderamente informativo, Kakashi-sensei —respondí agradecido. Mi profesor curvó de nuevo su ojo felizmente y dimos otro paso más. Hasta que por fin llegó mi turno. —¿Qué desea? —me preguntó el dependiente. —Un kilo de tomates, por favor. —Enseguida. Mientras el joven maniobraba con una bolsa de papel y mi futuro alimento, Kakashi-sensei aprovechó la distracción para acercar su rostro hasta mi oído y poder susurrarme confidencialmente. —Acabo de recordar otra peculiaridad del tomate —insinuó socarronamente tomándose su tiempo para continuar, escogiendo las palabras exactas—. Estudios científicos demuestran que el tomate tiene una connotación muy nutritiva en el terreno sexual. Debido a su alto contenido antioxidante, durante las relaciones habrás podido comprobar cómo logra aumentar considerablemente la producción de semen al eyacular, lo hace más líquido y mejora el riego sanguíneo. Por lo que la dureza del pene en erección llega a ser realmente espectacular. Las últimas palabras me hicieron fruncir el entrecejo enérgicamente. ¿Más semen? ¿Más líquido? ¿Más dura? Los recuerdos de alegres y desinhibidas noches en nuestro dormitorio cruzaron a gran velocidad por mi mente. —Bastardo, no puedo creer que después de cinco veces aún quieras más. ¿Es que acaso no se te agotan las reservas? ¿Cómo puedes tenerla todavía tan dura? Sonrisa prepotente dibujándose de medio lado. —Los Uzumakis no tenéis ni la más mínima resistencia comparados con los Uchihas. Somos una raza superior. —¡Teme, haré que te tragues esas palabras! Pero lo que me tragué aquella noche fue otra cosa… mucho más dura. —Y eso no es todo —la voz de mi sensei continuaba resonando a mi espalda—. Seguir habitualmente una dieta rica en glucosa, como son los tomates, ayuda a que el semen tenga un sabor más agradable… ¿Sabor agradable? —¿No te ha gustado? —me preguntó con un tono ligeramente arrogante. Saboreé con desconcierto el líquido blanquecino que había sido derramado en mi boca. —No es eso. Es solo que… sabe raro. Entre suave y salado.

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—Inténtalo otra vez, seguro que la siguiente sabe mejor.

Notas:

—Oe, me estoy dando cuenta de que tienes los cojones muy pequeños para todo lo que almacenas ahí dentro. No estarás utilizando algún genjutsu, ¿no?

Lo citado en esta historia sobre los beneficios nutricionales de los tomates es algo verídico. Los actores de vida alegre y miembro entrepiérnico intranquilo lo toman mucho para esas escenas comprometidas en las que dar la talla es lo más importante en su profesión. No todo es oro lo que reluce…

Ardí en las llamas del infierno. Literalmente. No se contentó atacándome con las habituales bolas de fuego. Esa noche me hizo el Amaterasu. Maldita sed de venganza… —Aunque, claro está, eso es cuestión de gustos —fue lo último que escuché decir a mi sensei cono fin de su charla instructiva después de que mis pensamientos volvieran de Ramenlandia—. Ahora ya sabes la importancia que tiene comer muchos tomates. ¿Por qué crees que Sasuke come tantos? Despacio, giré el rostro para darle una mirada que anunció una opinión bastante clara de lo que pensaba de aquella idea. El bastardo había estado haciendo trampas constantemente. Lo sabía, Sasuke siempre había sabido las cosas beneficiosas que daba a su masculinidad comer tantos tomates y aún así alardeaba de su virilidad y resistencia como si lo consiguiera por merito propio.

Naruko

Bastardo engreído. Por el gran Hokage que esta vez se iba a enterar de quién era Uzumaki Naruto. —Aquí tiene su kilo de tomates. La alegre voz del dependiente consiguió sacarme de mis cavilaciones. Tras pagar, agarré la bolsa de tomates, observé su interior unos segundos, y tras coger una de esas rojizas hortalizas, la mordí con ansia. —Me las pagarás… —murmuré entre bocado y bocado—. Bastardo tramposo, esta noche veremos quién de los dos aguanta más… Y mostrando una maquiavélica sonrisa, alcé la mano en modo de despedida saliendo de la tienda. —Gracias por todo, Kakashi-sensei. Tenía mucho que comer hasta llegar a casa, y algo en qué pensar para detener esas llamas del infierno. —¿Qué le pongo? —le preguntó de nuevo el dependiente. Kakashi alzó la mirada del libro y curvó su ojito feliz. —Otro kilo de tomates, por favor.

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Vuelta, vida, Naruto Autora: Envidia

ESA NOCHE —¿Qué es eso? —¡Fuego! ¡Hay un incendio! Esa madrugada Konoha despierta con el olor a quemado. Las llamas se alzan descontroladas en la parte más alejada de la Villa y para cuando las primeras personas llegan al lugar ya es imposible sofocar el fuego. De cualquier forma hubiera resultado imposible salvar nada. Seguramente si el incendio hubiera comenzado en cualquier otro barrio los vecinos lo hubieran detectado en seguida, pero hace ya mucho tiempo que nadie frecuenta el abandonado distrito Uchiha. Es el propio Sasuke uno de los primeros en llegar desde la otra punta de Konoha. No hace ni dice nada y las personas congregadas alrededor de la casa tardan en notar su presencia precisamente por esa razón. Cuando descubren su silueta a la luz de las llamas nadie le dirige una palabra, y si bien hay quien intenta acercarse a él, se alejan al contemplar la total indiferencia de su rostro, como si no sintiera absolutamente nada. El corro de curiosos crece y varía a lo largo del día. El fuego continúa devorando la vivienda sin piedad, pero dado que el principal interesado en intentar salvar alguna pertenencia sigue anclado sin mover un solo músculo, nadie intenta nada. La Hokage se limita a mandar un escuadrón para controlar el perímetro e impedir que en el peor de los casos el fuego se extienda más allá de la residencia Uchiha, pero a finales de julio el ambiente es cálido y no sopla casi viento. —¡Joder! —exclama Kiba al contemplar los destrozos de la vivienda. A su lado Ino le da un fuerte codazo y le reprocha su falta de tacto mientras el Inuzuka se defiende y berrea que no ha faltado el respeto a nadie. Su discusión se alarga durante el escaso tiempo que Akamaru tarda en intentar acercarse a las llamas por todos los medios posibles ladrando alegremente y Kiba, Ino y Chōji tienen que unir fuerzas para sujetarle. Casi todos los shinobis compañeros del Uchiha se acercan por la zona atraídos por la noticia. Shikamaru suspira un ‘qué problemático’ antes de darle un golpe en la espalda en algún tipo de apoyo moral mientras Hinata, que contempla a su lado el fuego (que a estas alturas ha perdido parte de su esplendor, aunque sigue devorando todo hasta los cimientos), se dirige a él con su timidez habitual. —Lo… lo lamento mucho, Sasuke-kun. Si n-necesitas cualquier cosa no d-dudes en contar conmigo. Antes de que se marche junto a su primo, Sasuke asiente con la cabeza en un tosco gesto de agradecimiento, y es sin duda la interacción social más destacada que realiza en lo que va de día. Neji tuerce el gesto, pero no dice nada. Desde su vuelta el Uchiha se ha comportado con una indiferencia rayana en lo insolente y el Hyūga sabe que se está ganando su fama con tanto empeño que sin duda debe ser algo deliberado, pero desde luego él no piensa intervenir. Sin llegar a tocarla rodea con un brazo los hombros de Hinata y la conduce entre la multitud echando una última mirada atrás al Uchiha. En poco tiempo empezará a anochecer y él sigue en el mismo sitio desde esa madrugada, como si algo le impidiera moverse o apartar la vista del edificio calcinado. —… lo he visto con mis propios ojos, no se ha movido desde que ha llegado y nadie sabe exactamente cuándo lo ha hecho… Podría llevar ahí desde el principio. —Je… ¿insinúas que ha incendiado su propia casa? —La Villa tiene la obligación de compensar este tipo de pérdidas a los menores. —… el patrimonio Uchiha sigue prácticamente intacto, ¿para qué iba a necesitar destruir su propia casa? —… es imposible, llevaba tres días fuera en una misión y hay quien asegura que cuando comenzó el incendio acababa de regresar. —No ganaría nada con eso. —… no entiendo cómo le permiten realizar misiones. —Es cierto, he oído que estaba en la torre de la Hokage. —Es evidente que esto ha sido obra de alguien de Konoha. Todo el mundo sabe que no es bien recibido por aquí, más de uno se la tiene jurada por habernos traicionado. —… tendrían que haberlo colgado cuando regresó. —¿Qué más da quien haya sido? Tiene lo que se merece y no creo que haya quien opine lo contrario. Debería haber muerto junto a todos los Uchiha, no es más que un maldito traidor que...

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Y es en esos momentos cuando Sakura, temblando de rabia, se gira y golpea a uno de los que se encuentran a sus espaldas cortando en el acto los susurros. Aunque queda fuera de su ángulo de visión, Sasuke oye perfectamente el grito de dolor y el ruido sordo de un cuerpo cayendo violentamente al suelo, pero es como si todo sucediera en algún otro plano de la realidad muy lejano a él. —Si alguien más tiene algo que decir, adelante —gruñe la pelirrosa con voz llena de ira. Y es el pistoletazo de salida para que todos los presentes desaparezcan hasta que sólo queda Sasuke con Sakura a su lado. Ella permanece en silencio hasta que anochece completamente, entonces roza levemente su helado brazo con la mano y se da la vuelta en dirección a su hogar. Mientras tanto él permanece con el semblante impasible que tanto ha incomodado al resto de habitantes de la Villa desde que regresara. Los susurros y murmuraciones le acompañan allá donde va y es algo que tenía asumido que iba a ser así. En cierto modo siente una oscura y morbosa satisfacción cada vez que oye los mordaces comentarios, y una parte de él casi lamenta que Sakura les haya puesto fin. Es estimulante escuchar el odio de sus voces. Un movimiento entre las sombras llama su atención y con rapidez posa su fría mirada sobre el individuo, que se paraliza en el acto. Es uno de los ninjas enviados por Tsunade que, sin duda, debe estar harto de vigilar un montón humeante de madera y cenizas. Sasuke no le quita la vista de encima y observa con regocijo su nerviosismo, cómo cambia el peso de un pie a otro y cómo intenta rehuir su mirada. Esboza mentalmente una sonrisa de burla cuando el ninja, incapaz de soportar el vacío de sus ojos, desaparece entre la oscuridad dejando su puesto. —Eso no está bien. Aunque ha reconocido la apática voz, ladea levemente el rostro para enfocar a la nueva figura surgida de las sombras. —El primer paso para llevar a cabo una integración social es tratar de ser amable y alcanzar un ambiente cómodo para poder llevar a cabo una conversación distendida —Sasuke contiene una sonrisa sarcástica. Ese rarito de Sai le hace cada vez más gracia, pero lo que menos le apetece en esos momentos es tener que soportar sus instructivas charlas sobre cómo dejar de ser un bastardo para la Villa y convertirse en el encantador y comunicativo vecino que según el anbu toda la gente quiere que sea. Pobre Sai. Cierra los ojos antes de dirigirse hacia él con cansancio. —Piérdete. Su voz suena ronca y por primera vez toma conciencia de la cantidad de tiempo que lleva sin hablar. Apenas ha abierto la boca en lo que ha durado su última misión y menos aún desde que regresara y se encontrara con el agradable espectáculo. Un cosquilleo le recorre la columna vertebral y hace que se estremezca levemente debido a la adrenalina cuando piensa en cómo brillaba el fuego. Sonríe levemente y frente a él Sai se encoge de hombros y desaparece entre los árboles. Con lentitud vuelve a enfocar los restos del último hilo material que le une a su familia y observa los últimos rastros del fuego mientras le invade una retorcida alegría. Si le consideran un monstruo por no mostrar sentimientos no quiere imaginar lo que le llamarían si supieran lo que siente al deshacerse de lo último que le queda de su hogar. Sin duda tendrían que inventar un nuevo término para describirle, pero no le importa. Una parte de su mente juega con la posibilidad de dejar que se enteren y aumentar así el desprecio que sienten por él, pero decide dejar la reflexión para otro momento. Una calma como hacía mucho no sentía le invade por completo y en esos instantes no cambiaría esa sensación por nada. Un nuevo escalofrío de placer recorre su espalda y debe hacer un esfuerzo para volver a serenarse. Sin duda tiene mucho que agradecer, aunque probablemente no lo haga. Con la sombra de una sonrisa se da la vuelta y echa a andar en dirección al centro de Konoha. Las calles están desiertas y deben ser las tantas de la noche. Siente los músculos entumecidos pero sigue avanzando con el silencio que sólo años de entrenamiento pueden proporcionar. Pronto sobrepasa el centro de la Villa y deja atrás las últimas viviendas hasta llegar a los campos de entrenamiento. Sin detenerse un instante atraviesa la valla y se interna en el campo número tres hasta llegar al centro del mismo. Sigue exactamente igual que en sus recuerdos. Con tranquilidad, apoya la espalda en la áspera madera y mete las manos en los bolsillos. Después, todo calma y elegancia, alza la mirada al cielo negro y cierra los ojos cuando una suave brisa le acaricia el rostro y le revuelve el pelo. Es el mismo lugar donde Kakashi ató a Naruto y donde se convirtieron oficialmente en genins. Ahora, casi cuatro años después, todo parece estar en el mismo sitio exceptuando que es noche cerrada y que Naruto no se encuentra amarrado al tronco, sino tumbado con su acostumbrada despreocupación encima de él, las manos cruzadas por detrás de la cabeza y los ojos fijos en el cielo. El tiempo pasa sin que Sasuke hable. Sólo escucha el ruido de algún grillo y el susurro de las hojas movidas por el ocasional y casi imperceptible viento. También, si aguza el oído, puede oír la tranquila respiración de Naruto, y está convencido de que si todavía no ha dicho nada es porque el rubio sabe que acabará por hacerlo él. Deja que transcurran unos minutos más antes de romper finalmente el silencio. —… Muy sutil, dobe.

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Sin duda aún deben circular por su cuerpo los últimos restos de adrenalina, porque si no nunca habría vuelto a ese maldito tono tan familiar. Una ráfaga de viento más fuerte que las anteriores le revuelve el cabello y agita su ropa. Naruto no dice nada, pero Sasuke se jugaría lo poco que le queda a que sus labios han esbozado una sonrisa de añoranza, mezcla de recuerdos y dolor por el nombre pronunciado casi igual a la que él tiene en el rostro. Sabe que no debería acercarse de esa forma a él, pero Naruto, incansable, al final ha dado con la forma de destrozar su barrera y volver a meterse, literalmente, en su vida. —Lo que tú digas… bastardo. Casi llegas tarde. Naruto se incorpora y, flexionando una pierna, deja reposar el brazo en la rodilla, con el puño fuertemente cerrado y la mirada perdida en la oscuridad frente a él. No espera que el moreno responda y efectivamente no lo hace. Sonríe de medio lado por su mutismo y después, casi con dejadez, dobla el brazo, alza el puño y lo abre, y el Uchiha atrapa el pequeño objeto que cae con un rápido movimiento apenas visible debido a la velocidad. Cuando abre la mano, una llave plateada brilla sobre la palma. —Felicidades… Sasuke. Naruto no intenta disimular el leve tono arrogante de su voz y, completamente seguro de su victoria, aguarda unos segundos antes de bajar del tronco de un salto, meter las manos en los bolsillos y comenzar a caminar. Sabe que esta vez Sasuke tampoco dirá nada pero no le importa. El Uchiha espera unos instantes antes de seguirle, como si en el último momento fuera a ser capaz de dar media vuelta e irse por donde ha venido pero sabe que ya no tiene opción y que, por esa noche, ha perdido irremediablemente el control de la situación. Con un pequeño impulso se separa del tronco y, silencioso, sigue la figura de Naruto con un agridulce sentimiento de rendición. La sonrisa segura e insolente que ve en el rostro del rubio cuando lo alcanza y confirma que le sigue es lo único que consigue sacarle de ese estado de resignación, y aunque esa noche se sabe en clara desventaja vuelve a aparecer ante sí el límite que no piensa cruzar más claro y firme que nunca. —No hagas de esto más de lo que es —le advierte. Con rabia observa cómo aumenta la leve sonrisa del rubio y le entran unas irrefrenables ganas de agarrarle y golpearle hasta hacerla desaparecer, aunque seguramente ni aun así lo lograría. —Haré de esto exactamente lo que quiero que sea. Y la respuesta, mezcla de amenaza y segura promesa, le convence, como si lo de ese día no hubiera sido ya demostración suficiente, de que ya no hay nada que vaya a detener al rubio en su intento por conseguir lo que quiere. Siente un nuevo escalofrío al pensar en lo que ha perdido y en la carga que por fin se ha quitado, que le ha quitado de encima, y casi sin que pueda controlarlo, su voz escapa en un murmullo bajo a través de sus dientes apretados. —Gracias —la frialdad de su voz no parece hacer efecto en Naruto, quien se gira hacia él y esboza otra sonrisa que brilla peligrosamente en la noche. —No hay de qué —responde, y Sasuke puede ver un atisbo de burla, determinación y desafío en los oscuros ojos azules, y más seguro que nunca comprende que ambos tienen la misma férrea determinación a salirse con la suya sin importar lo que deban hacer para conseguirlo ni a qué ni a quién deban devastar por el camino, aún siendo ellos mismos. —Claro —repite con una sonrisita irónica—. No hay de qué.

ENTROMETIDA —¡Sasuke! —aunque ha notado su chakra hace unos minutos, el Uchiha ha continuado caminando. Oye perfectamente cómo le llama, pero él se desentiende y sigue andando con la esperanza de ser ignorado. Quizá de haber sido cualquier otro día y en cualquier otra circunstancia se hubiera parado y respondido educadamente a la llamada. Quizá—. ¡Eh, Sasuke! —pero en esos precisos momentos no está dispuesto a dejarse ver, menos aún por ella. Reacio a darse la vuelta continúa su camino entre la gente con ese porte altivo que tanto le caracteriza. Cuando instantes después oye pasos apresurados a sus espaldas y un gruñido entre dientes que dice algo así como ‘ese jodido palo que lleva metido por el culo’, reduce muy levemente la velocidad hasta ser alcanzado. —Tan encantador como siempre —comenta con burla. —… Sakura —musita él a modo de saludo sin siquiera girarse hacia ella. Después reanuda sus rápidos pasos con indiferencia y a su lado Sakura contiene una sonrisa, aunque de todas maneras el Uchiha no la hubiera visto. Caminan por espacio de unos diez minutos en los que la kunoichi se mantiene a su lado sin perder el ritmo con frustrante facilidad y él no ve el momento en que se vaya. El ameno parloteo unidireccional (las misiones, el tiempo, los próximos exámenes de ascenso a jounin, etc.) por parte de la chica acaba dando lugar a un denso silencio que el Uchiha agradece. Siempre ha considerado a Sakura si no tan desquiciantemente habladora como el dobe en sus tiempos de

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genin, sí lo suficientemente locuaz como para crisparle los nervios, y lo que menos necesita en esos instantes es tenerla pegada a él lo que queda de tarde. A lo mejor, con un poco de suerte, termina por cansarse y/o enfurecerse (siendo mucho más probable la segunda opción) por su mutismo y deja de seguirle. Hace ya unos minutos que Sakura ha dejado de hablar, abandonando al fin la misión de arrancarle alguna palabra al Uchiha y él empieza a creer que no todo puede acabar mal. Ha costado que guardara silencio y a veces juraría que lo hace con el único propósito de exasperarle, aunque sin duda alguna prefiere mil veces a la Sakura actual que a la niña irritante y enamorada que dejó cuando desertó de la Villa. —Has vuelto a pelearte con Naruto, ¿verdad? ‘O quizá no’ gruñe mentalmente al reparar en el tono complacido de la kunoichi. El cómo ha logrado fijarse en el cardenal de su mandíbula cuando se ha cuidado de no girarse hacia ella en ningún momento es un misterio, pero aún así no se sorprende. Algunas veces Sakura puede ser frustrantemente observadora. —Hn —medio gruñe a modo de respuesta. Y él que había creído que no se daría cuenta. Puede ver de soslayo la sonrisa mezcla de diversión y maldad que aflora a sus labios y por enésima vez maldice por haberse encontrado, de entre todas las personas posibles, precisamente con ella. Algunas veces Sakura puede ser sorprendentemente maquiavélica. —¿Qué has hecho esta vez? —… —Sasuke —le llama demandando una respuesta. —Hn —y esta vez sí que es un gruñido. No sabe cómo pero de pronto ambos se encuentran ante la casa del usuratonkachi. El Uchiha saca su juego de llaves y abre la puerta sin pronunciar una palabra. Sakura le sigue al interior de la vivienda sin dudar un instante y él debe recordarse a sí mismo que pese a todo sigue sin ser su casa. Seguramente de dejarla fuera al día siguiente tendría nuevos moratones que lucir, esta vez cortesía de la Haruno. Con un suspiro se dirige al interior del pequeño hogar y se sienta en la silla que siempre ocupa y que ha acabado haciendo suya por el uso. Mientras tanto Sakura se pasea a su alrededor observando el cálido lugar. Al cabo de un par de minutos Sasuke rompe el silencio y habla con voz cansada. —¿Qué es lo que quieres, Sakura? Ella chasquea la lengua mientras se sienta en frente del Uchiha y deja un grueso montón de papeles, en los que todavía no se había fijado por haber estado evitando todo contacto visual con ella, sobre la mesa. —En realidad buscaba a Naruto. Shikamaru necesita tener estos papeles en regla para mañana y Tsunade-sama ha dicho que se encargue Naruto de ellos ya que si tantas ganas tiene de ser Hokage puede empezar ayudando con el papeleo, pero no le encuentro por ninguna parte. —Hn —musita Sasuke pensando en la gracia que eso le va a hacer al dobe y el mal humor que él va a tener que aguantar. Ah, no. Es cierto. Naruto no volverá a pasarse por allí en un par de días, como hace siempre que discute en serio (y sin duda alguna ‘discutir’ es un eufemismo) con él, así que probablemente esta vez no tenga que aguantar su justificado cabreo. —Es por algo que le has dicho, ¿verdad? —Sakura, realmente no creo que esto sea de tu incumbencia. —Lo es cuando el hecho de que encuentre o no a Naruto porque vosotros hayáis tenido otra estúpida pelea hace que me toque a mí cargar con el muerto. —Hn. —¿Qué le has dicho? —Nada que no sea verdad. —Sasuke… —gruñe ella como advertencia. —Sakura, si tantas ganas tienes de saberlo sigue buscándole y pregúntaselo. Ve por lo del asunto de Shikamaru y haz que la verdadera razón que te incita a buscarle es esa, me es totalmente indiferente y ten por seguro que no pienso desmentirlo, pero a mí déjame en paz. Ahora. Sakura entrecierra los ojos en un gesto a todas luces peligroso que el Uchiha ya ha aprendido a reconocer pero que aún así no hace que se sienta ni mucho menos intimidado. Lo que ocurra entre el rubio y él es cosa suya y tiene claro que está dispuesto a luchar por esa intimidad con uñas y dientes, al menos en lo que a él respecta. Que luego Naruto no dude un segundo en contárselo es otra cosa, pero él no es nadie para exigir su silencio. Él no es nadie para exigirle nada, no después de todo lo que ha hecho y de todo lo que arrastra a sus espaldas, y eso es justo lo que le ha vuelto a recordar esa mañana.

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Claro, conciso y seguramente hiriente, a Sasuke nunca se le han dado bien las evasivas ni los rodeos. Nunca ha tenido nada que ocultar y nunca ha escondido sus intenciones, y, desde luego, no es algo que vaya a empezar a hacer ahora, ni siquiera cuando contempla el rostro dolido y furioso a partes iguales de Naruto, que recibe sus palabras desnudas, tan frías, reales y despiadadas como son en realidad, como el propio Sasuke. Y lo que él recibe a cambio es el puño de Naruto contra su mandíbula, tan repentino, impetuoso y descontrolado como el mismo rubio es. No pudo evitar una sonrisa sarcástica al hacer la comparación mental. Fugazmente pasa ante sus ojos la pelea de hace unas pocas horas. Él está sentado en el borde de la cama leyendo nuevamente los pergaminos con los términos acerca de su vuelta a Konoha cuando de pronto aparece Naruto de la nada sentándose a su lado. Aunque es su casa raras son las veces en las que el rubio entra a su habitación, y cuando lo hace no puede esperarse nada bueno, eso ya debería saberlo. —Hola, bastardo. Naruto se sienta en la cama sin dudar un instante para después dedicarse a observar el rostro de marfil del Uchiha como si no hubiera nada más interesante ante sus ojos, y mientras tanto él no le dice nada. Ni una maldita palabra. No le habla, no le mira, pero tampoco le echa. Sasuke ignora su presencia aún cuando el rubio se acerca tanto a él en una clara y manifiesta violación de su espacio personal que, juraría, puede oír los latidos de su corazón. El rubio está o muy nervioso o muy excitado, aunque conociéndole seguramente sea una mezcla de ambas cosas. Si todo se hubiera reducido a una simple cuestión de sexo no hubiera habido tantos problemas. Sasuke le dirige al fin una mirada de soslayo que retira al descubrir la arrugada camiseta agarrada firmemente en el puño derecho y el fuerte pecho al descubierto con los últimos rastros del agua de la ducha, y es en esos momentos cuando se pregunta a qué demonios ha estado jugando. Debía haberle echado desde el principio. Naruto se inclina sobre él y siente su caliente respiración en el cuello. Es un movimiento rápido y a él le fallan los reflejos. Justo a punto de levantarse siente la lengua del Uzumaki recorriendo su mejilla, dejando tras sí un rastro de abrasante calor. —Naruto —advierte con desmedida dureza. Incluso a él su voz le suena terriblemente fría y carente de sentimientos, y el rubio, tras vacilar unos instantes con los ojos cerrados y completamente inmóvil, se deja caer de espaldas sobre la cama y se cubre los ojos con los antebrazos. —… Esto es patético —murmura. Sasuke no quiere saber a qué se refiere y en su lugar, tras ponerse de pie, recoge la camiseta del colchón y la lanza sobre su cuerpo. —Vístete, Naruto. —¿Por qué? —pregunta con ira mientras se incorpora con rapidez. Sasuke se mantiene en silencio y Naruto entrecierra los ojos. Quiere golpearle, dañarle, hacerle reaccionar. Que grite de dolor. Que muestre algo. Y Sasuke lo sabe. Lo ve claramente en la rabia de su mirada. Y por eso, cuando se levanta con furia y se dirige hacia él no intenta esquivarle. Deja que le empuje bruscamente contra la pared y alza el rostro esperando el golpe, pero en su lugar Naruto se inclina y entierra la cara en su hombro y muerde su cuello. —… No puedes engañarme —susurra con voz ronca—. No sé qué más tengo que hacer para que me veas. —Naruto —gruñe, pero tiene que interrumpirse cuando el rubio se pega a él y empieza a deslizarse por su cuerpo. —No puedes esconderlo, Sasuke —continúa—. Entonces, ¿por qué? Se ha separado levemente de él y le encara con dureza, su brazo presionando el pecho contrario encajado bajo su cuello impidiendo cualquier movimiento, y Sasuke no entiende por qué se lo pone tan difícil. —Vamos, Sasuke… responde —ronronea en su oído. Tiene su mirada clavada y se siente completamente desnudo ante él. Odia sentirse tan sometido aunque aborrece aún más el remolino de furia, anhelo y dolor que son sus ojos. —… No me mereces —responde finalmente con fría indiferencia deshaciéndose del agarre del rubio sobre su pecho. Por un momento ve su cara de incredulidad antes de que la comprensión se adueñe de ella, y, ahora sí, le golpea fuertemente con el puño cerrado. Despacio, Sasuke gira la cara hasta volver a enfocarle pero ya no hay nadie delante de él. Una sonrisa de amarga satisfacción se extiende lentamente por su rostro. Parpadea y de pronto vuelve a tener ante sí el rostro de Sakura. —Sigues siendo un bastardo. Sasuke ve el leve brillo de rencor en su mirada y esboza una media sonrisa de superioridad. Todo sería mucho más fácil si Naruto también lo viera, si también él creyera que es el bastardo que pretende ser. Así entendería por fin que Sasuke no lo merece, que no merece nada de lo que le da, ni siquiera la amistad que él mismo se obliga a delimitar para la frustración del rubio. Así dejaría por fin que Sasuke se fuera y se desharía finalmente de esa estúpida necesidad que

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tiene de él. Pero no lo hace, y para Sasuke es demasiado fácil abandonarse a él y fingir que no ha pasado nada y dejar que suceda todo lo que Naruto quiera que pase. Por eso debe recordárselo, recordárselo a todos, antes de que a él mismo se le olvide. —Eso es algo que ambos ya sabemos, Sakura, así que no montes el espectáculo como si fuera algo nuevo que desconocieras —responde obsequiándola con una fría sonrisa desde el otro lado de la mesa. Ella se levanta y apoya ambos puños cerrados sobre la desgastada madera haciéndola crujir, mirándole con tanta intensidad como Naruto hace y aguantando la mirada vacía del Uchiha durante tanto tiempo que finalmente su máscara de indiferencia acaba por vacilar apenas un instante pero lo suficiente como para que lo note. Entonces ella ablanda la mirada y suaviza la voz, mezcla de tristeza y ternura. —Así no vas a conseguir nada, Sasuke. Naruto no piensa dejarte ir y cuanto antes te hagas a la idea, mejor. Algunas veces Sakura puede ser punzantemente comprensiva. —Sin duda alguna esto sigue sin ser de tu incumbencia —dice agrandando la helada sonrisa. La advertencia es tan palpable que resulta imposible de ignorar. —Lo es siempre que vosotros estéis de por medio —pero desde luego ella nunca le ha temido. —Me conmueves, Sakura, pero no necesito que nadie seque mis inexistentes lágrimas. No es la primera vez que el usuratonkachi y yo peleamos y te aseguro que he recibido golpes peores. Si no está con Shikamaru lo más probable es que ande por ahí con Lee o el chico perro, así que puedes continuar con tu búsqueda, pese a todo no tiene tantos amigos y con alguno de ellos estará. Ella deja de apoyarse sobre la mesa y se endereza sin apartar la mirada de los ojos negros. —Imbécil —susurra—, ¿te crees que si estuviera con alguno de ellos no lo habría encontrado ya? Es muy fácil saber cuándo os habéis peleado, ¿sabes? —pregunta con sarcasmo esbozando una sonrisa irónica—. Naruto no es capaz de estar bajo el mismo techo que tú cuando te golpea, igual que luego no es capaz ni de mirarnos a la cara. Sasuke levanta una ceja y está a punto de abrir la boca para hablar cuando ella le interrumpe con brusquedad: —Tú nunca le has puesto la mano encima —y Sasuke capta la represalia dentro de la respuesta a la pregunta no formulada como si se lo estuviera gritando a la cara. Sakura se levanta y tras alisar su falda y pasarse los dedos por el cabello se dirige a la puerta. Él no tiene nada que decir. —Debe ser muy duro sentir que estás fallando a la persona que más te importa —dice Sakura en voz baja antes de salir. Lo siguiente que se oye es la puerta cerrándose tras ella con suavidad, y Sasuke no sabe si lo dice por Naruto o por él mismo. Quiere golpear hasta destruir todo por completo, pero en su lugar apoya el codo en la mesa y la frente en la mano y suspira profundamente. Algunas veces Sakura puede ser profundamente dañina. Al cabo de un rato se levanta decidido. Hace demasiado tiempo que debía haber tomado esa decisión. Saca las llaves del bolsillo y tras mirarlas un instante las lanza sobre la mesa, y el ruido sordo que hacen al golpear la madera resuena con fuerza en la casa vacía. No va a necesitarlas.

—¡Sasuke! ¡Eh, Sasuke! Esto empieza a ser un déjà vu constante. Por suerte esta vez también ha sentido su chakra mucho antes de oír su grito, así que para cuando Sakura aparece a su lado él ya lleva un rato esperándola apoyado despreocupadamente en la pared, completamente inmóvil. —¿Qué quieres ahora, Sakura? —y ya ni siquiera pretende sonar amable. —Tsk… —murmura ella ante la falta de cortesía—. Fui a hablar con Tsunade-sama y ha encargado a Naruto nuevos documentos a cambio de permitir que los entregue más tarde, y le advierte de que su indulgencia tiene un límite, así que ya puede darme las gracias. Shikamaru me ha pedido que tenga al día las fichas médicas de todos los aspirantes para la próxima reunión de los exámenes de ascenso a jounin así que estoy hasta arriba de trabajo, no te importa dejarlos con los otros, ¿verdad? No me sobra el tiempo, precisamente —pregunta con una sonrisa que no admite réplica poniendo el fajo de pergaminos en las manos de Sasuke—. Shikamaru dirá lo que quiera de Temari y lo problemática que es, pero está claro que se le está pegando —gruñe—. Si llego a saber que…

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Sasuke contiene un bufido y espera en actitud indiferente a que Sakura deje de hablar. Aunque ya ha repetido que no tiene un minuto que perder unas cinco veces como mínimo en lo que lleva de monólogo no deja de hacerlo y es ahora cuando él se convence de que, efectivamente, lo hace por el puro afán de mortificarle. Una parte de él piensa que se merece todo eso y más, pero nunca lo admitirá en voz alta. Aguarda sin inmutarse a que Sakura se rinda, cosa que sabe que no tardará en hacer, y es que puede contar con los dedos de una mano las veces que él ha perdido la paciencia y con la otra las veces que Sakura no lo ha hecho. Al final ella se despide con una sonrisa inocente y un fuerte y sospechosamente alegre ‘¡gracias, Sasuke!’ que hace que algunas de las personas que se encuentran alrededor se giren a mirarles. Entonces Sakura se acerca levemente a él y susurra: —Me alegro de que por fin hayas solucionado lo de Naruto —para después guiñarle un ojo y desaparecer de un salto con una sonrisa perversa. Sasuke debe hacer un gran esfuerzo para no destrozar las hojas que tiene en las manos ya que, sin duda alguna, eso sólo acarrearía más problemas al dobe. Con furia, entrecierra los ojos y mira en la dirección en la que ha desaparecido la kunoichi preguntándose cómo es posible que se haya fijado en ese leve e insignificante cojeo al andar cuando en todo momento ha estado parado. Aprieta con fuerza la mandíbula y gruñe entre dientes antes de girarse y encaminarse de nuevo a casa de Naruto, y es que algunas veces Sakura puede ser indudablemente retorcida.

EL FIN Cuando la puerta se cierra a sus espaldas Sasuke duda apenas un segundo antes de tomar una dirección. Se mueve deprisa para evitar que alguien le vea y no tener más encuentros indeseados, y en poco tiempo está en lo más alto de la montaña de los Hokages con la Villa entera a sus pies. Durante un segundo se queda inmóvil. No se le ha pasado por la cabeza que Naruto pudiera no estar ahí, pero la evidencia es clara; en la cima no hay otra presencia que la suya propia y la larga sombra producto del sol poniente. No se gira ni busca indicios de la posible presencia del rubio. Quizá no lo conozca lo suficiente como para adivinar adónde ha ido pero sí sabe que nunca huiría de él. Si no está en la montaña es porque nunca ha ido ahí. Puede que quiera estar solo pero no es un cobarde que se esconda. No es como él. Cierra los ojos con calma y apenas pasan cinco segundos cuando los vuelve abrir. Silencioso, desaparece de la cima con una mueca segura en el rostro. Han pasado cuatro años y el tiempo ha borrado la sangre de la tierra. Ahora, de no ser porque le es imposible olvidarlo, Sasuke no podría reconocer entre la joven hierba el lugar donde tiempo atrás abandonó a Naruto cubierto de sangre y roto por dentro para seguir su propio camino. Le encuentra sentado de espaldas a él, completamente inmóvil y en silencio. Se detiene a pocos metros por detrás y aunque sus pisadas apenas han producido un leve sonido completamente inaudible por el estruendo de la cascada sabe que es consciente de su presencia y que, como siempre, esperará a que él hable primero, porque Naruto es el de las acciones y él el de las palabras. —… Sakura te está buscando. Percibe un pequeño movimiento en el hombro del rubio, aunque lo mismo podría ser un espasmo por llevar mucho tiempo en esa postura que el asentimiento indiferente de que le ha oído y ya puede largarse. No quiere verle, y cuando Naruto quiere algo se empeña a fondo en conseguirlo, eso Sasuke lo tiene claro, así que espera un par de minutos antes de volver a hablar, buscando la forma, sin importarle lo retorcida que pueda llegar a ser, de conseguir su atención. —… Las llaves están encima de la mesa. Bingo. Naruto se gira con tanta rapidez que el Uchiha apenas es consciente del movimiento. —No vas a irte —y aunque hay seguridad y desafío en su voz, Sasuke puede ver el pánico brillar durante un instante en su mirada. ‘No vas a ser tan cabrón de dejarme solo otra vez’ dicen sus ojos ‘No aquí, bastardo’, y Sasuke siente su corazón latir con fuerza ante el brillo posesivo del profundo azul. Ya casi lo tiene. —Entonces sólo hay una forma de que regrese. Los ojos de Naruto vuelven a oscurecerse mientras, lentamente, se gira hacia delante dándole de nuevo la espalda. —No voy a volver contigo —musita. Sasuke aprieta la mandíbula y en un instante se encuentra al lado del rubio, sentado con cómoda calma a pocos centímetros de él. Se dedica entonces a observarle, el gesto de indiferencia de su rostro, el atractivo perfil y los suaves

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rasgos de la fuerte mandíbula, y no puede explicarse cómo ha logrado pasar tanto tiempo manteniéndose alejado de él. Mientras tanto Naruto no aparta la vista de enfrente, sus ojos perdidos en la puesta de sol que ha teñido el cielo de rojo y azul y su piel de oro exactamente igual que aquella vez aunque él no lo recuerde. Apenas es consciente del involuntario movimiento de su mano cuando la voz de Naruto le hace tomar conciencia de su acto y la detiene en el aire, a medio camino del cuerpo del rubio y el suyo propio. —No me toques. Y tras convertirla en un fuerte puño la baja hasta volver a apoyarla en el suelo. Apenas puede reprimir una mueca irónica al pensar en cómo han cambiado las tornas y que si le hubieran preguntado apenas unas horas antes hubiera jurado que jamás escucharía esa frase de los labios del rubio. Suspira, y tras estirarse para adoptar una postura más cómoda (los brazos extendidos hacia atrás y las manos apoyadas en la tierra) cierra los ojos y levanta el rostro hacia el cielo, dejando que la luz del sol lo bañe hasta que desaparece por el horizonte. —… Vete. Y aunque la voz de Naruto suena desapasionada Sasuke esboza su media sonrisa de superioridad cuando abre los ojos y repara en cómo sus dedos se crispan ligeramente sobre la hierba en un indiscutible gesto de rabia contenida, y los vuelve a cerrar dispuesto a sacarle de su estado de indiferencia. —No vas a irte, no me toques, vete —enumera sin abrirlos y con la altiva sonrisa bailándole aún en los labios con arrogancia—. No puedes ordenar tanto y esperar que te haga caso si no me ofreces algo a cambio. —… Lo primero no era una orden. —¿Una amenaza? —pregunta con burla enfocándole con la mirada entornada. —Un hecho, y ahora lárgate, no estoy de humor para aguantar tu maldita bipolaridad. —Las llaves están encima de la mesa. —Y te daría las mías si con eso consiguiera que te fueras de aquí, pero como sé que no vas a hacerlo, ¿por qué no nos haces un favor a los dos y te marchas de una puta vez? Sasuke sonríe al ver cómo Naruto va perdiendo cada vez más el control y esa sonrisa arrogante parece ser el detonante definitivo. Con un gruñido rabioso Naruto se abalanza sobre él y ambos ruedan un par de metros por el impulso hasta que se detienen, el Uchiha boca arriba en la hierba y Naruto sentado a horcajadas sobre él. El rubio tiene la respiración agitada y por un momento la confusión se refleja en sus ojos, como si no pudiera entender cómo han acabado así. Parece completamente paralizado, quizá por la memoria de una situación anterior tan parecida que recuerdo y realidad se confunden y pasado y presente se contraponen con tal precisión que si no fuera por los rasgos más finos y adultos del moreno, Naruto juraría que todo está exactamente igual. Bajo él el Uchiha le mira con la misma soberbia que entonces, como si fuera quien estuviera arriba y no al contrario, y el rubio vuelve a sentir el mismo cosquilleo en el brazo que cuatro años atrás le hizo levantarlo y dejarlo caer con fuerza contra la pálida piel. … Por desgracia no debe viajar tan atrás en el tiempo para recordar la última vez que le golpeó sin encontrar resistencia, y los remordimientos le recorren con tanta intensidad que deshace la presa de sus puños alrededor de la camiseta de forma brusca y repentina como si quemara. Los ojos del Uchiha, directos e impenetrables, siguen clavados en los suyos y Naruto debe hacer un gran esfuerzo para no inclinarse hacia él. Le quiere, le quiere tanto que haría cualquier cosa por él. Se miran en silencio durante unos instantes y finalmente Naruto empieza a echarse hacia atrás. De improviso y con cierta violencia, Sasuke se incorpora y une sus bocas sin ningún atisbo de duda al tiempo que lleva la mano a su nuca y agarra su pelo. Apenas bastan dos segundos para que desaparezca cualquier razonamiento lógico de la mente del rubio y en un instante ha empujado al Uchiha de nuevo contra el suelo y lo aplasta con su cuerpo mientras recorre su boca de un extremo a otro de una forma más que posesiva, recorriendo cada rincón y mordiendo la lengua contraria. La mano libre del moreno le acaricia lentamente la mejilla antes de bajar por su espalda hasta detenerse en su trasero, que aprieta mientras, aún dentro del beso, suelta un ronco e incitante gemido. Rueda, consiguiendo atrapar el cuerpo de Naruto bajo el suyo y en seguida las manos del Uzumaki se cierran en torno a su cintura pegándole todo lo posible a él, rozando sus entrepiernas. El rubio suelta su boca para morder su cuello y cuando aprisiona la mandíbula del Uchiha éste se tensa involuntariamente sobre él con un jadeo a medio camino entre el dolor y el placer. En un instante Naruto se desembaraza de Sasuke, las manos que antes atraían con desesperación ahora rechazan con fuerza haciendo que la espalda del moreno choque bruscamente contra el suelo con un golpe seco. Sin duda ha tenido que doler. —Je… ¿quién es ahora el bipolar?

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Tiene los ojos brillantes y la respiración tan agitada como la del propio Naruto, quien no consigue explicarse cómo ha vuelto a acabar encima de él y cómo el bastardo puede seguir sonriendo. —Vete —repite con los dientes apretados. Desde su altura puede ver el moratón de la mandíbula, ahora ligeramente enrojecido tras la acción de sus dientes y las marcas en la garganta que el cuello de la camiseta no logra ocultar, lo que desde luego no ayuda a que se serene. —No voy a irme —responde con calma. Es increíble cómo hasta en ese momento las diferencias entre ellos son tan palpables. Para subrayar sus palabras Sasuke estira los brazos a ambos lados de su cuerpo quedando en una posición tan cómoda y natural como si ese fuera el lugar en el mundo más confortable para él; tumbado en medio del valle donde estuvo punto de matar a su mejor amigo, con el ruido de la cascada como fondo y con Naruto sobre su cintura. Lo peor, piensa Naruto, es que seguramente ése sea realmente el sitio donde Sasuke quiere estar. Bajo su cuerpo, en medio del lugar que más recuerdos le trae y más le tortura, donde empezó (acabó) todo y con él, siempre con él. Lo suficientemente cerca como para no olvidar lo que hizo pero lo bastante lejos como para no seguir adelante. Siempre en el límite. Vuelven a mirarse fijamente unos segundos antes de que el rubio haga ademán de levantarse, momento en que el Uchiha vuelve a hablar. —Pensaba que esto era lo que querías. No ha levantado la voz y el tono ha sido definitivamente indiferente pero la burla brilla en sus ojos casi con desprecio. ‘Pensaba que no eras un cobarde’. Naruto compone una sonrisa amarga antes de hablar con acritud. —No así. No voy a darme por vencido pero no pienso ser tu capricho de una hora. Búscate a otro que te ayude con el calentón. Sasuke expulsa el aire entre los dientes de forma abrupta para, acto seguido, hablar con burla y desdén. —… No pienses. Nunca entiendes nada. Naruto esboza una sonrisa escéptica y maldice interiormente al moreno por ser siempre tan ambiguo, aunque en ese momento sus actos y palabras no dejen lugar a dudas de lo que intenta decirle a su retorcida manera. Parece que finalmente ha decidido cruzar el límite pero aun así no puede evitar recelar. Todavía no ha visto el día en que el Uchiha cese en lo que se propone, y verle abandonar la encarnizada batalla personal que se ha creado entre ellos (uno para acercarse, el otro para distanciar) le resulta raro, antinatural, y no piensa seguir con eso sin la seguridad de que el Uchiha no va a arrepentirse, de que no va a levantar de nuevo los muros que tanto le costó derribar en torno a él en cuanto se descuide. Le quiere. Lo quiere todo. Le quiere entero y para siempre. —No puedes estar hablando en serio —bajo él Sasuke sigue con la mirada entornada y el mismo semblante de tranquilidad—. ¿Qué es esto, una tregua? —pregunta irónico. El Uchiha abre los labios en una ligera mueca de burla. —Iba a llamarlo rendición, pero me gusta más tu término. Los ojos de Naruto fulguran antes de hablar con lentitud, sin dejar de enseñar los blancos dientes en una sonrisa, con un tono calmo y peligroso. —No es lo mismo tregua que rendición. —Lo sé. —Las treguas siempre tienen fin. Sasuke sigue sonriendo, lo que crispa aún más los nervios de Naruto. —Y en cualquier momento el enemigo rendido puede levantarse y traicionarte por la espalda. ¿Qué prefieres? El tono ha sido ácido y la pregunta a todas luces retórica, pero el rubio encuentra innecesario decir que ya le ha perdonado, que lo ha perdonado todo, por otra razón. Sasuke ya lo sabe, desde el principio, sólo le falta perdonarse a sí mismo. El rubio responde con un claro tono de amenaza que no pasa desapercibido para el moreno. —Por tu bien espero que no vayas a volver a sacar ahora el maldito tema de que no te merezco. —Tsk —Sasuke vuelve a sonreír mientras se medio incorpora apoyando las manos en el suelo y juntando más su cuerpo al de Naruto—. O si no… ¿qué? Creo que se te han acabado las casas ajenas que quemar. En lugar de contestar, el rubio se inclina hacia adelante hasta juntar su frente con la del Uchiha y cierra los ojos perdiendo de vista la sugerente sonrisa contraria. Definitivamente el moreno ha abandonado su distanciamiento y Naruto piensa encargarse de que no vuelva otra vez a él. Sonríe, y cuando vuelve a abrir los ojos el naranja y el azul se mezclan en su pupila y su respiración comienza a acelerarse conforme aumenta su excitación.

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—Nunca vas a irte de nuevo. La contestación de Sasuke muere en su garganta cuando Naruto se desliza hasta su cuello y lo lame de forma ascendente. —Nunca vas a sentir el deseo de irte de nuevo —susurra en su oído. Sasuke Uchiha no consigue recordar la última vez que renunció a una batalla, que se rindió sin haber vencido. No puede recordar la última vez que abandonó una lucha y entregó sus armas, pero ahora, mientras Naruto recorre su cuerpo desnudo, reconoce que no se siente perdedor. Ya ha anochecido completamente y dos figuras se retuercen en la hierba entre jadeos, gemidos roncos y palabras a media voz. Ése es el lugar donde ambos quieren estar. Para siempre.

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Control Autora: Envidia

—¡Naruto! ¿Estás ahí? Era Kiba. El rubio abrió la puerta y una pequeña bola beige salió disparada al encuentro del castaño. Éste se agachó y tomó en brazos al cachorro clon de Akamaru que ladraba escandalosamente y movía la cola con velocidad de un lado hacia otro mientras el verdadero y enorme Akamaru bostezaba perezosamente a sus espaldas. —Tío, llego tarde y ya está todo preparado. Muchas gracias por quedarte con él, ¿eh? ¡Te debo una! —gritó acelerado al tiempo que se daba rápidamente la vuelta para marcharse. Nunca lo admitiría, pero a pesar del paso de los años el abandonado barrio Uchiha seguía dándole escalofríos. Estaba deseando volver a la civilización, a las luces, risas y ruido de la gente. —Y una mierda… Me vas a deber mucho más, so capullo. —¿Eh? El castaño se giró hacia la puerta de la mansión recorriéndola con la vista y fijándose por primera vez en un desaliñado Naruto. Llevaba la ropa descolocada, el pelo despeinado y detrás de él podía verse el desorden generalizado del interior de la vivienda. Kiba lanzó un silbido de admiración. —Yo que tú recogería todo antes de que llegara Sasuke, tío. ¿Es que quieres morir o qué? —Kiba… —gruñó Naruto con un tic en el ojo—. Aquí el único que va a morir eres tú. ¡Todo esto ha sido por tu culpa! —hizo un gesto con el brazo señalando a sus espaldas. —¿Pero qué dices? No intentes cargarme el muerto, tronco. —Ha sido culpa de ese… esa cosa del demonio —siseó furioso señalando al futuro regalo del sobrino del Inuzuka. El perro soltó un agudo ladrido y movió alegremente el rabo—. No ha dejado un maldito rincón de la casa sin revolver, ha tirado muebles, ha mordido cosas y ha estado en habitaciones en las que sólo Sasuke entra. ¿Y adivinas quién se va a comer el marrón? —gruñó con amenaza. —… ¿Tú? Naruto se rió de forma siniestra. —No… Te aseguro que no. Kiba sonrió nervioso. —Tío, Naruto… me están esperando… seguro que el Uchiha tampoco se va a enfadar tanto… —¿Te crees que soy imbécil? —Un par de sillas volcadas no van a hacer que te mate. —¡¿Pero tú te oyes?! —empezó a gritar el rubio con histeria—. ¡Es su casa, y es un fanático del orden!… No, joder, no… ¡Es un maldito enfermo del orden! ¡Voy a morir! —¡Joder, pues le explicas que ha sido un accidente y ya está, macho! —¿Accidente? Accidente es lo que te va a pasar a ti… —murmuró entrecerrando los ojos. —Mira, Naruto… —intentó hablar con calma—. Tú… Bueno… Eres el único a quien le dice más de dos palabras seguidas, e incluso te deja pasarte por su casa y tal… ¡Si alguno de los dos tiene alguna posibilidad de sobrevivir eres tú! ¡¿Qué quieres, que me mate?! Era cierto. Pese a que tras su regreso el Uchiha seguía igual de abierto y comunicativo que antes de su partida, seguía llevándose mejor con él que con los demás. O bueno, al menos eso creía. Nunca, ni siquiera cuando eran genin, había estado muy seguro de si el Uchiha le consideraba como un amigo. Hombre, se lo había corroborado en el Valle del Fin antes de intentar matarle y desde luego le toleraba más que a los demás, estaba claro, pero eso no le salvaría de la furia que le entraría al descubrir que él había metido un perro en su casa. —… ¿en serio quieres que conteste, Kiba? El castaño decidió eludir la pregunta. Puso cara de hastío y Naruto tuvo claro que de no haber tenido al cachorro en brazos se habría tirado del pelo.

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—¡Tsk…! ¡Entonces hazlo por él! No querrás que le vuelvan a echar por traidor, ¿no? O por asesino… Sería todo por tu culpa, y además perderías a tu amado amigo Kib… Err… Olvida esa parte… Tío, está claro que el estirado ese tiene pequeños problemas con su genio y con lo de querer vengarse de la gente, pero hasta ahora lo ha hecho muy bien… Lleva un tiempo muy tranquilo sin intentar matar a nadie, ¡dale un voto de confianza, tronco! …También era cierto, pero Naruto desconfiaba seriamente del autocontrol del Uchiha con respecto a eso de ‘no voy a matar a nadie por mirarme mal, dobe’. Tarde o temprano el moreno estallaría y Naruto suplicaba internamente porque no lo hiciera con él, aunque dejar a Kiba correr el riesgo no es que fuera muy legal. Por mucho que le pesara era cierto que él tenía más oportunidades de ‘sobrevivir’ o lo que fuera. —…No intentes usar tu maldito chantaje emocional conmigo, Kiba. El castaño parecía a punto de echarse a llorar. —¡Por favor, por favor, por favor, Naruto! ¡No puedes decirle que he sido yo, tío! Me degollará lenta y dolorosamente y no lo lamentará jamás, lo sé, te juro que lo sé. Te lo suplico, por favor, ¡por favor!, te invitaré a ramen lo que queda de mes. —Kiba… —¡Dios, de año, lo que queda de año, pero no le digas que ha sido mi culpa! Naruto suspiró con cansancio. Puede que Kiba tuviera razón y con un poco de suerte el Uchiha se contentara con lanzarle un par de chidoris. Quizá, incluso, no llegara ni a desenfundar la katana. ¿Qué era lo peor que podía pasar? En el fondo estaba realizando una buena obra social al hacer que desahogara su frustración con él en lugar de hacer volar media Konoha por los aires. Deberían darle el título de Hokage sólo por eso y aún así le deberían favores. De todas las cosas estúpidas que había hecho sin duda esa era la más suicida. —Tsk… está bien —suspiró con resignación. —Tío, Naruto, gracias, ¡gracias! Te juro que visitaré tu tumba todos los días de mi vida. Antes de que el rubio pudiera cambiar de parecer el Inuzuka desapareció entre las últimas luces de la tarde. Naruto entró con serenidad en la casa y cerró la puerta dejándose caer sobre ella con un único y certero pensamiento en mente. Era hombre muerto.

Sasuke Uchiha se detuvo a pocos metros de su, por llamarlo de alguna forma, hogar. Había anochecido hacía unos minutos y lo único que deseaba era encerrarse en casa y olvidarse del mundo. Avanzó los pocos metros que le separaban de la vivienda sin manifestar muestra alguna de sorpresa por las luces encendidas. Hacía ya unos meses que el dobe había cogido la maldita costumbre de esperarle a la puerta de su casa cuando volvía de misiones largas, y por mucho que gruñera y despotricara contra la ‘estúpida manía’ el rubio había seguido haciéndolo ignorando sus amenazas. A la sexta noche de encontrarle sentado en las escaleras de la entrada a altas horas de la madrugada había terminado por permitir que le esperara dentro del edificio. Siempre supo que pelear contra Naruto en ese aspecto era una batalla perdida. El jodido usuratonkachi siempre conseguía salirse con la suya. Con cansancio subió los dos escalones que precedían a la entrada y una vez dentro cerró la puerta apoyando la espalda contra la lisa superficie de madera. Cerró los ojos e inspiró profundamente, notando el cambio de temperatura del interior de la vivienda. El ruido de pasos aproximándose le hizo abrir un ojo, y observó con desgana cómo el rubio avanzaba hacia él con una sonrisa burlona en los labios y los ojos entrecerrados. Seguramente verle así de cansado por estar unos pocos días fuera debía ser una gran fuente de estímulo para su ya de por sí enorme ego. Uchiha Sasuke reventado por una misión. Hasta a él le sonaba patético. Viendo cómo aumentaba su sonrisa el moreno apartó la vista de su rostro. Intentar explicarle al Uzumaki que su cansancio era algo psicológico no resultaba una opción. Se hubiera dado de cabezazos contra la pared antes que admitir delante del rubio lo dura que estaba resultando para él la rehabilitación que le había sido impuesta como castigo y re-aceptación en la Villa. —… ¿Cómo estás? Oh, sí. No necesitaba mirarle para ver su sonrisa de burla. Hasta su voz destilaba ironía. Notó cómo su capacidad de aguante y autocontrol rozaba peligrosamente su límite. Esa noche no estaba de humor. —Hmpf. El rubio lo interpretó como ‘bien’. Ya eran demasiados años de entendimiento como para conocer la amplia gama de bufidos del moreno. Ensanchó su sonrisa para provocarle.

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—¿Estás seguro? —… Al no obtener respuesta se acercó aún más al Uchiha en un intento de descifrar su expresión. Algo no iba bien. Normalmente a esas alturas habría intentado arrearle ya el primer puñetazo o, como mínimo, le habría jurado una muerte lenta y dolorosa. Si alguien ostentaba el récord en velocidad al acabar con la paciencia de Sasuke era él, y se sentía profundamente orgulloso. Entrecerró los ojos al reparar en las facciones cansadas del moreno y en las leves ojeras que destacaban en la pálida piel. El Uchiha le devolvió la mirada con dureza. —Estoy perfectamente. La respuesta fue como un latigazo y Naruto hizo una mueca despectiva ante el tono áspero que le había dirigido. —Ya no sabes ni mentir. El moreno le apartó con desdén y se dirigió a las escaleras sin siquiera detenerse por el caos que reinaba a su alrededor. Naruto le alcanzó antes de que pudiera poner un solo pie en las mismas y le empujó contra la pared con rudeza. —Eres tan jodidamente orgulloso… —siseó con rabia. —Ya te he dicho que estoy bien —contestó arrastrando las palabras. Su voz era una amenaza tan clara que Naruto no dudó en que sería capaz de rajarle con su katana en ese mismo instante. No le importó. —¡Vete a la mierda! —espetó. El moreno entrecerró los ojos lentamente mientras éstos parecían oscurecerse por segundos. Era como tener un cartel con la palabra peligro a dos centímetros de distancia—. Si estuvieras bien ahora mismo estarías intentando partirme la cara por todo este desorden en lugar de huir con el rabo entre las piernas —gruñó. El Uchiha cerró los ojos y suspiró de manera imperceptible mientras hacía un gran esfuerzo por relajarse. Al cabo de medio minuto volvió a hablar. —¿Esa es la imagen que tienes de mí, dobe? —… Pensaba que eras lo suficientemente listo como para saber que sí —se burló—. Eres incapaz de soportar que algo esté descolocado y siempre tienes que tener todo bajo control. Sabes que puede ser una enfermedad, ¿verdad? —… Jodido usuratonkachi —bufó el Uchiha. No pasó por alto que había ignorado deliberadamente el doble sentido de su pregunta. ‘…en lugar de huir con el rabo entre las piernas’. Naruto sonrió levemente con burla antes de llevar la mano a su rostro y delinear con las yemas de los dedos un corte de la mejilla. —… ¿Cómo fue la misión? —Hn —el moreno se encogió de hombros con indiferencia al tiempo que le alejaba levemente de su cuerpo. Hubo unos segundos de silencio antes de que Naruto volviera a hablar. —… ¿Quién fue contigo? —¿Vas a ir a pegarles a sus casas o qué? —se burló. —¿Significa eso que hay motivos? —preguntó entrecerrando los ojos. El Uchiha se hubiera golpeado a sí mismo en ese instante. A veces olvidaba la capacidad del rubio de hacerse el imbécil y sin embargo ser excepcionalmente espabilado para otras cosas. ‘Demasiado’ gruñó mentalmente—. Dime, Sasuke, ¿hay motivos para hacerlo? —esbozó una sonrisa siniestra, la cual, si la ofreciera en público, acarrearía más de una petición formal para lograr la expulsión del contenedor del Kyuubi de la aldea alegando peligrosidad. —No, Naruto, no hay motivos —contestó con una mueca mientras le hacía a un lado para, acto seguido, dirigirse al salón y dejarse caer con cansancio en el sillón, acomodando ambos brazos sobre el respaldo. —Je… siento decírtelo pero mientes como el culo, Sasuke. El rubio se posicionó en medio de la estancia, en frente mismo del Uchiha. Éste echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos con una expresión de derrota en la cara. —Si ya sabes la respuesta, ¿para qué preguntas? Al cabo de unos segundos de silencio abrió los ojos y le buscó con la afilada mirada. El rubio seguía parado en medio de la sala, al lado de un cojín roto y lo que hasta hacía poco tiempo había sido un pantalón en perfecto estado. Una mezcla de rabia y tristeza asomaban a su rostro y volvía a tener esa mirada enturbiada que aparecía cuando le miraba a escondidas. Tuvo que hacer un esfuerzo para que sus puños no se crisparan sobre el sofá. Odiaba, odiaba profundamente no saber lo que pensaba. Sintió cómo la rabia se extendía rápidamente por su cuerpo y antes de darse cuenta había comenzado a hablar. —Tsk, veo que eres capaz de cerrar tu enorme bocaza. Podrías hacerlo más a menudo, para variar.

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—¿Qué intentas decirme con eso, Sasuke? —Naruto entrecerró los ojos lentamente, y más que nunca pareció un animal a punto de saltar sobre su presa. El Uchiha esbozó una sonrisa torcida al tiempo que se echaba hacia delante y apoyaba los brazos en las rodillas, desafiándole. —Que no necesito una jodida niñera que resuelva mis problemas a mis espaldas. —No entiendes nada —escupió con rabia. —No, quien no lo entiende eres tú —siseó con amenaza. Antes de que Naruto pudiera reaccionar tenía al Uchiha a diez centímetros de él. Su diestra le agarraba fuertemente por la pechera de la camiseta y podía sentir claramente la tensión de su cuerpo—. Tengo lo que me merezco por abandonar la Villa. Sobre mí cuelgan cargos de alta traición y era perfectamente consciente de eso cuando regresé. No necesito tu ayuda y mucho menos tu compasión —susurró con desprecio. Le soltó bruscamente pero antes de poder siquiera girarse, un fuerte puño estampándose en su mandíbula le hizo caer de nuevo en el sillón con Naruto sentado a horcajadas sobre él. —Jodido imbécil… —susurró con fiereza mientras le agarraba fuertemente de la camiseta a la altura del pecho, inmovilizándole con su cuerpo—. Nunca he sentido compasión por nadie y mucho menos por ti. Me es indiferente que no vayas a hacer nada con todos esos capullos que intentan joderte la vida, ¿entiendes? Je, definitivamente yo no soy tan buena persona y no voy a permitir que lo hagan, y si para ello tengo que ir a sus casas a romperles las piernas, lo hago, y me importa una mierda que te guste o te deje de gustar. No voy a dejar que te jodan vivo por mucho que tú pienses que eso es lo que mereces —hizo una pausa antes de susurrar con los dientes apretados—. Nadie, nadie puede tocarte, en ninguno de los sentidos. Hubo unos segundos de incómodo silencio antes de que el Uchiha hablara con premeditada burla ante esa burda confesión de sentimientos por parte del rubio. —Je… ¿Así es como consigues a tus novias? —No, así es como callo la boca a los bastardos arrogantes como tú con complejos masoquistas. —Pues no veo que hayas cerrado muchas bocas con tu discursito —se burló. —Cállate —gruñó el rubio al tiempo que, agarrándole fuertemente por la nuca, se acercaba a él. —Je… esto es lo más inteligente que haces en lo que va de noche, usuratonkachi. —… Y no va a ser lo último —jadeó antes de hundirse en su boca. La mano que le sujetaba con fuerza por la camiseta empezó a descender por su torso mientras la otra, la que agarraba fuertemente su cabello, le empujaba más hacia él. Sasuke jadeó dentro del violento beso mientras sentía cómo la mano del rubio se introducía por debajo de su camiseta y se aplastaba contra su piel, clavándole los dedos en las costillas. Dirigió sus propias manos a la camiseta de Naruto, sacándosela por la fuerza e interrumpiendo el contacto de sus bocas. La lanzó hacia atrás mientras se abalanzaba sobre su cuello, lamiéndolo sensualmente antes de morderlo con fuerza. Descendió lentamente hasta su hombro, notando la tensión del cuerpo contrario bajo sus dientes antes de volver a morder con brutalidad mientras Naruto, todavía agarrándolo por la nuca, lo aplastaba más contra él de forma posesiva. Pronto el Uchiha notó el sabor metálico de la sangre en su boca. Naruto tiró de su nuca hacia atrás con cierta violencia hasta hacerle levantar la cabeza y obligarle a que le encarara para después abalanzarse sobre sus labios e introducirse en su boca, comenzando una encarnizada lucha para someterle. Había comenzado un vaivén de ásperos movimientos que le hacían deslizarse con fuerza sobre la cintura del Uchiha mientras sus dedos se deslizaban sobre la negra camiseta luchando por rasgarla. Cuando finalmente consiguió su objetivo se separó jadeando de la boca del moreno y se puso en pie arrastrándole con él. Estaba completamente descontrolado. Para cuando se quisieron dar cuenta, ambos estaban en la habitación del Uchiha. El cuerpo de Naruto reposaba sobre la cama y su pecho desnudo se alzaba y descendía rápidamente debido a su agitada respiración. Sus brazos descansaban doblados sobre el colchón, a la altura de su cabeza, y su boca entreabierta jadeaba levemente. Le era imposible apartar la vista de Sasuke, quien de rodillas sobre la cama acababa de deshacerse de los jirones de camiseta que aún colgaban de su pecho y empezaba a quitarse los pantalones con morbosa lentitud sin apartar la mirada de él. —Ven… —ordenó con voz ronca una vez se hubo deshecho de la prenda. El Uchiha se dejó caer sobre él, atrapando al instante su boca y mordiendo sus labios hasta hacerle rozar el dolor. Había en sus acciones cierta violencia disimulada que sin embargo no eclipsaba la elegancia y sensualidad de sus movimientos. Naruto suspiró mientras sus cuerpos se rozaban sin cesar con un ritmo rápido y potente. Cansado del sometimiento al que el Uchiha le había relegado, en un instante el rubio intercambió sus posiciones situándose sobre el cuerpo contrario esbozando una sonrisa salvaje. Se deslizó por su pecho, tocándole y marcándole como nadie nunca había podido hacer mientras Sasuke le agarraba del pelo y seguía el movimiento descendente del rubio por su cuerpo.

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Naruto se restregaba contra él con fuerza, queriendo fundirse con el pálido cuerpo. Apoyó, jadeante, la frente en los suaves músculos del abdomen y levantó la vista hacia el Uchiha. Su rostro tenía la seriedad de siempre pero los ojos brillaban con expectación y deseo, incitándole a seguir. Su gesto altivo y prepotente desencadenó un violento escalofrío que le recorrió la espina dorsal. —Sasuke… —jadeó antes de perderse nuevamente en su cuerpo. Descendió por su piel notando el sabor salado propio del sudor mientras el moreno le dejaba tomar el control. Clavó con fuerza los dientes en su cintura para después volver a subir a su garganta y morder con fuerza a la altura de la nuez, marcándolo. Sonrió al ver la sangre en la pálida piel. Y cuando Sasuke recorrió su espalda con las yemas de los dedos en una sensual caricia y dirigió su caliente respiración hacia su oído y lamió lentamente su mejilla, Naruto creyó que se moría. —Narutomhmm… —ronroneó en su oído. Después deslizó nuevamente las manos por su espalda hasta llegar al pantalón. Lo desabrochó mientras le besaba lentamente recorriendo su húmeda boca con la lengua de una forma sensual y provocativa que hizo que Naruto no pudiera evitar preguntarse dónde demonios había aprendido a besar así. Cuando se hubo desecho de las últimas prendas que cubrían al rubio le dio la vuelta bruscamente, sentándose a horcajadas sobre él y apresando sus muñecas con fuerza a cada lado de su cabeza. Fue un movimiento tan repentino que ni lo vio venir, aunque en el fondo Naruto sabía que era cuestión de tiempo que el Uchiha abandonara su momentánea pasividad. Sasuke esbozó una sonrisa ladeada antes de observar al rubio de arriba abajo desde su privilegiada posición. Se relamió el labio inferior en una mueca lasciva y se inclinó sobre su cuello, mordiéndolo y marcándolo con fuerza al tiempo que se deslizaba sobre su cintura simulando potentes embestidas y rozando ambos sexos. Naruto no pudo evitar gemir mientras Sasuke soltaba una corta y temblorosa risa burlona, lo que provocó que le entrara un irresistible deseo de estamparle otro puñetazo. Era imposible no ver cuánto disfrutaba mirándole desde arriba, teniéndole a su merced. —Eres… un bastardo, ¿lo sabías? —gruñó con voz ronca. —Y a ti te encanta —susurró con arrogancia al tiempo que descendía unos quince centímetros y dirigía las falsas embestidas hacia su trasero. Naruto creyó volverse loco de placer y forcejeó en un intento de liberar sus manos para poder recorrer la nívea piel del Uchiha y luchar por el dominio, pero el férreo agarre al que estaban sometidas sus muñecas se lo impidió. —¿Ves? —se burló con voz ronca una vez finalizados sus frustrados intentos de liberación—. Te encanta tener el control. Sasuke sonrió con incitación antes de soltar a Naruto y volver a intercambiar sus posiciones en un rápido movimiento. —¿Qué…? —preguntó toscamente sin respiración, sorprendido por el brusco cambio de posiciones. Sasuke ensanchó su media sonrisa y abrió las piernas, haciendo que Naruto resbalara hacia adelante y se apoyara en su pecho para no caer, ambos pegajosos por el sudor—. ¿Me estás vacilando? —inquirió con un jadeo. Ni siquiera sabía cómo era capaz de hablar coherentemente con todas las sensaciones que le recorrían en ese instante, sintiendo el sexo del Uchiha friccionando contra el suyo, la pálida mano masajeando ambos a la vez. —En absoluto —contestó el moreno con un profundo ronroneo, sonriendo aún más ante la cara del rubio y deslizándose ásperamente bajo él, continuando con el rozamiento entre sus pelvis. Naruto parecía dudar entre arrearle otro puñetazo por tanta prepotencia o tirarle directamente de la cama por burlarse de él. No podía asimilar que el Uchiha se le estuviera ofreciendo sin reservas. El Sasuke orgulloso e indomable que él conocía no dejaría que nadie entrara en él, en cualquiera de los sentidos, sin haber luchado primero. Tenía que haber truco por alguna parte. —Agh… Vete… a la mierda —contestó sin respiración al tiempo que, con dificultad, se incorporaba para apartarse de él. —Qué romántico, dobe —se burló el moreno sin aliento. Viendo que el rubio tenía clara intención de levantarse le sujetó por la muñeca—. ¿Desde cuándo hago yo bromas? —¿Y desde cuándo te abres de piernas? Con cuidado soltó su agarre y sonrió levemente, sin deshacerse del todo de ese punto de arrogancia que teñía todas sus sonrisas. Después habló con cierta burla, como si dijera algo obvio que Naruto ya debería saber. —… No me importa. Si es contigo no me importa. Y seguramente aquello fuera lo más vergonzoso dicho nunca por el Uchiha, pero a Naruto le sonó asquerosamente sexy y provocativo. Se lanzó con hambre sobre su boca, mordiéndola y desgarrando la piel. Sasuke se retorcía bajo su cuerpo y Naruto se dio cuenta de que cuanto más brusco era él, más alto gemía. Sonrió de forma salvaje mientras se deslizaba hasta su cuello y lo marcaba sin piedad, y cuando empezó a deslizarse con fuerza sobre su cintura sintió las manos de Sasuke agarrando su pelo y arañando su espalda. No fue consciente de en qué momento cruzó la línea que separa la pasión y la brutalidad, pero a Sasuke no pareció importarle. Nunca en su vida había estado tan excitado. Bajó la mano hasta la pálida cintura, con los ojos brillando estimulados por lo que estaba por venir. Sasuke le dirigió una sonrisa llena de soberbia antes de engancharle bruscamente por la nuca y colarse en su boca, imponiendo un ritmo que el rubio apenas podía seguir. Abrió aún más las piernas para facilitarle el acceso, y cuando sintió el primer y húmedo dedo dentro de él gimió tirando del pelo de Naruto y echándole la cabeza hacia atrás.

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Notas: Bien...mi primer one-shot (mi primer escrito, en realidad). Me ha costado sudor y lágrimas y aún no estoy satisfecha con el resultado pero... no hay por donde pillarlo, lo he retocado taaaantas veces que creo que en vez de mejorarlo lo he empeorado aún más. Envidia

Pudo oír el gruñido del rubio por el dolor de su nuca mientras introducía otro dedo en su interior. Por su parte Sasuke tiró aún más de su cabello hasta conseguir que expusiera totalmente la garganta a su hambrienta boca. Mordió su mandíbula y lamió su cuello de un extremo a otro asegurándose de marcarlo completamente de arriba abajo. Quería más. Necesitaba más. Por eso, cuando sintió un tercer dedo en su interior no pudo evitar clavar las uñas en su espalda y susurrar contra su cuello incitándole a seguir. —Vamos… Y Naruto entró en él de un solo movimiento. El rubio sintió cómo se le nublaba la vista y el jadeo de Sasuke pareció llegar de muy lejos. Cuando fue capaz de abrir los ojos descubrió la mirada burlona y excitada del Uchiha, que se pasaba la lengua por el labio. —Adelante, Naruto… Enséñame lo que sabes hacer. Pese a todo no sonaba como una orden. Y cuando Sasuke se incorporó y mordió su labio inferior tirando de él supo que haría cualquier cosa que le dijera. Empezó a embestirle con fuerza, movido por los ásperos gemidos y por sus propias sensaciones. No se sorprendió por la forma en que encajaban sus cuerpos, como si estuvieran hechos el uno para el otro. Él eso ya lo sabía. Embistió fuertemente, buscando ese punto que sabía que haría gritar de placer al Uchiha mientras éste gemía en su oído, lenta, sensualmente. Y cuando por fin se arqueó con un ronco gemido y clavó las uñas en su espalda sólo pudo pensar en darle más, en darle todo. Más fuerte, más rápido, más profundo. Notaba su cuerpo moviéndose acompasado bajo él y oía su nombre escapar de sus labios. Nunca le había sonado tan bien. La mano de Sasuke se enredó en su pelo y apenas bastaron unas pocas embestidas más para que se corriera con un hondo gemido que coreó casi al instante enterrándose por última vez dentro de él. Tembloroso, salió de su interior y se dejó caer sobre su cuerpo, apoyando la frente en su hombro sin que ninguno dijera una palabra. Poco después se echó al otro lado de la cama tumbándose boca arriba y tapando ambos ojos con el antebrazo. Sentía que el silencio le asfixiaba y cuando ya creía que no lo soportaría más Sasuke giró hasta quedar tumbado sobre él para después besarle de forma suave pero posesiva. —Besas fatal, dobe —se burló contra sus labios. Naruto respondió a su leve sonrisa con otra más ancha antes de volver a rodar ambos sobre la cama intentando no ser quien quedara tumbado. Por segunda vez en la noche Sasuke se dejó dominar, y cuando Naruto esbozó una sonrisa mezcla de burla y victoria sentado sobre su cadera y se tumbó sobre su cuerpo aferrándose a su cintura no pudo evitar burlarse imitando su voz. —Siempre tienes que tener todo bajo control. Sabes que puede ser una enfermedad, ¿verdad? Como castigo Naruto le mordió con fuerza en el hombro antes de apoyarse en su pecho y suspirar profundamente. Mucho tiempo después, tanto que Sasuke pensaba que Naruto ya se había dormido, oyó su voz en medio de la oscuridad. —Sé que nunca huirías de nuevo. Por toda respuesta Sasuke enterró la mano en su cabello y acarició levemente su espalda con las yemas de los dedos.

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Crash1 Autora: Envidia

—¡Venga, hasta luego! —Adiós, Chōji —se despide Shikamaru en medio de un bostezo. Después mete las manos en los bolsillos del pantalón y echa a andar en dirección contraria alejándose del Ichiraku y siguiendo al resto de sus compañeros, que se despiden del Akimichi con algún grito, asentimientos de cabeza y levantando una mano en el aire. Ya es casi de noche y las farolas están encendidas. Al final la comida se ha alargado hasta convertirse prácticamente en cena y la conversación ha avanzado entre cuencos de ramen, risas y el entrechocar de los vasos de sake. Cada vez es más difícil encontrar tiempo fuera de las misiones para pasar un rato juntos, y cuando consiguen reunirse al final la cosa siempre va para largo. —Bueno tíos, yo también me voy, tengo que ver a Ino —suelta Kiba dando una palmada en la espalda a Shikamaru a modo de despedida. Alza el pulgar y señala a la calle comercial de Konoha que están a punto de dejar atrás. —¿A Ino? —pregunta Naruto, dos pasos más adelante, dándose la vuelta y andando de espaldas mientras mira al castaño con una sonrisilla burlona en los labios—. No sabía que te fueran las rubias, Kiba —comenta alzando sugerentemente una ceja y moviendo la cabeza de forma que su pelo, sin la prisión de la cinta, se mueve libremente en una más que clara indirecta. —Imbécil, tengo que recoger el ramo de flores que encargué para Hinata —gruñe sin evitar una sonrisa por el descaro del otro. —¿También Hinata? Jugar a dos bandas está muy mal, Kiba. —Mira quién habla —responde el castaño con una sonrisa maligna y un elocuente gesto hacia los costados del rubio. Naruto gira la cabeza a ambos lados, primero hacia Sasuke, que camina a su izquierda y les dedica una mirada lacónica elevando levemente una ceja antes de volver a mirar al frente, y después hacia Sai, situado a su derecha con una seria cara de concentración que revela sus esfuerzos por entender la conversación y no perderse nada. La verdad es que resalta escandalosamente en medio de los dos, ambos con ese pelo tan negro y el rostro tan inexpresivo, y una sonrisa depredadora se extiende lentamente por sus labios. —Hay sitio para cuatro… e incluso cinco —añade con rapidez mirando a Shikamaru. —Tsk… —Naruto y yo mantenemos una sana y sincera relación de amistad exenta de cualquier carácter sexual o sentimiento amoroso de tipo romántico —explica Sai, serio, volviéndose hacia Kiba. Éste sonríe intentando contener la risa y Naruto se echa a reír con escándalo mientras vuelve a girarse hacia delante y hace un guiño insinuante al anbu. —No digas eso, Sai, me partes el corazón… Kiba y Naruto vuelven a estallar en carcajadas y Sai, confuso, se gira hacia Shikamaru en busca de una explicación. —… Olvídalo Sai, es demasiado problemático —gruñe éste con desgana. Definitivamente el viejo del Ichiraku no debió invitarles a esa última ronda de sake. Kiba y Naruto son como esponjas. —… Lo siento, pero de cualquier forma nunca podrías gustarme —dice el anbu continuando con sus explicaciones, volviéndose hacia Naruto y recuperando su típica sonrisa—. Tienes el pene demasiado pequeño para mi gusto. Las risas del rubio paran de golpe mientras que las de Kiba se redoblan. Shikamaru curva ligeramente los labios y observa a Naruto, tratando de decidir a partir de su gesto si acabará pegándole un ‘puñetazo amistoso’ a Sai. No, seguramente no. Aunque Kiba es otra historia. A su lado el Inuzuka sigue riendo a mandíbula batiente doblado por la mitad, claramente encantado por esa información acerca de los atributos de Naruto. —¡…bía que Ino exageraba! —aúlla entre risas—. Yo que tú tendría cuidado… A pesar de tanta parafernalia seductora va a resultar que eres un pésimo amante. ¡Así cualquiera te levanta al Uchiha…! En menos de un segundo los puños de Naruto están apretados y su mandíbula completamente tensa. Por un momento sus ojos se vuelven rojos y Sasuke y Shikamaru se inclinan imperceptiblemente hacia él dispuestos a pararle en caso de que pierda el control y se abalance sobre el Inuzuka, que sigue doblado por la mitad y no se da cuenta de nada. —Bocazas —susurra Shikamaru para sí con tensión mientras siente cómo le recorre un sudor frío. ‘Problemático’ no alcanzará a describir la situación en caso de que Naruto se desate.

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Crash: quebrar, colisionar. Cualquiera me sirve como título. [Envidia]


—En fin… —suspira Kiba intentando calmarse pero aún con una risa floja— en serio, tíos, me largo que voy a llegar tarde y si Ino tiene que dejar la tienda abierta un minuto de más por mi culpa seguro que me masacra. ¡Ya nos veremos! Levanta la mano y se da la vuelta mezclándose entre la gente deshaciendo todo el camino andado y soltando aún alguna carcajada que en la distancia suena como un ladrido. Está claro que tiene un fuerte e inconsciente instinto de supervivencia, porque Shikamaru está seguro que de haberse quedado un segundo más con ellos sería Naruto el que le masacraría. Suspira intentando eliminar la tensión de los dos últimos minutos. Todos, del primero al último, son una maldita panda de problemáticos. —¿Qué…? Sasuke niega levemente con la cabeza y Sai, dócil, deja la pregunta en el aire. Ha notado el cambio de Naruto sin ningún problema, pero no entiende a qué ha sido debido. De cualquier modo se queda callado. Aquél parece uno de esos momentos que Sakura ha bautizado sin palabras como ‘abre la boca y te destrozo’ y que él ya ha aprendido a reconocer. Siguen andando en silencio internándose poco a poco en los barrios residenciales hasta que Naruto vuelve a hablar. —Así que nunca podría gustarte, ¿eh? —pregunta con una sonrisa entrecerrando los ojos. Su voz trasluce cierta maldad y tiene un brillo retador en la mirada, como si estuviera desafiando a alguien—. ¿No crees que antes de opinar deberías probar, Sai? —inquiere inclinando su cuerpo hacia el anbu y posando una mano en su pecho que desliza hasta casi tocar la piel que asoma bajo la corta camiseta. Shikamaru, por detrás de ellos, desvía la vista hacia el Uchiha. Continúa caminando al lado de Naruto con las manos en los bolsillos y tan estudiadamente ajeno a las acciones del rubio que no puede ser algo natural. El Nara suspira con cansancio y levanta la vista al oscuro cielo. Kiba no debería haber abierto su enorme bocaza pero Naruto tampoco debería dejarse llevar por sus palabras y forzar la situación hasta esos extremos para demostrar que haga lo que haga, Sasuke no se alejará de él. Al final algo acabará por romperse y Shikamaru reza por no estar en medio cuando suceda. —No hace falta, la verdad es que no eres mi tipo. —¿Tú crees…? —pronuncia Naruto acercándose un poco más a él. Sonríe, pero sus ojos destilan una inusitada frialdad. —Sí. Eres demasiado difícil de entender. Aunque si lo que dice Kiba es cierto y Sasuke te deja, a él le daría otra respuesta. Tien… Sai calla de golpe cuando Shikamaru agarra su muñeca y tira de él hacia atrás. El Nara no necesita mirar el rostro de Naruto para saber que en esta ocasión tampoco acabará pegándole un puñetazo amistoso al anbu. Si sugerir que el Uchiha podría dejarle de lado es tentar a la suerte, hacer la misma insinuación en menos de veinte minutos es como firmar una sentencia de muerte. Más de media Villa lo sabe; Naruto puede encajar cualquier comentario sin perder la calma o el buen humor, pero si le tocan a Sasuke la cosa cambia. —Creo que deberíamos irnos ya —comenta con voz calmada retrocediendo un par de pasos todavía con la muñeca de Sai aferrada entre sus dedos—. Sasuke, Naruto… Hace una vaga inclinación de cabeza hacia ellos como despedida y después echa a andar hacia una de las calles laterales con el anbu caminando firmemente a sus espaldas. Sasuke espera a que el rumor de sus pasos desaparezca completamente para comenzar a andar en la dirección contraria. —... Vamos. Naruto sonríe al identificar el pequeño cambio de dirección del moreno y sin mucho esfuerzo se pone a su altura, comenzando a hablar con el frío distanciamiento con que trataría a un extraño. —Pensaba que te dirigías a tu casa. —Si lo prefieres puedo ir a la mía —responde con arrogancia sabiendo de antemano la respuesta del otro. Naruto aprieta los dientes mientras una rabia rencorosa crece dentro de él. La entrada al complejo Uchiha está cerrada para todo aquél que no sea su heredero, y Sasuke nunca le ha abierto las puertas de su casa. Que se auto invite a la suya sólo puede traducirse como una propuesta de sexo, y ambos saben que Naruto jamás rechazará algo así. Nunca se cansará del cuerpo del moreno y, además, no se arriesgará a que éste busque saciarse en otro lugar. De todas formas sabe que esa noche no sólo busca su cama. Aprieta la mandíbula con tanta fuerza que siente cómo sus dientes chirrían, pensando que Sasuke sigue siendo un tramposo manipulador. —¿Tanto miedo tienes de que vaya a buscar a Sai? —pregunta con una sonrisa oscura consiguiendo separar los dientes. Sabe que lo que Sasuke quiere es controlarle, y esa protección hacia el anbu hace que se le revuelva el estómago. Por eso habla con burla, intentando controlar esos celos enfermizos y ese miedo invencible que a veces se adueñan de él sin que pueda evitarlo. Siempre usa demasiado el corazón, y al final acaba perdido. —¿Tanto miedo tienes de que yo vaya a buscarle? —responde con el mismo tono burlón, frío e indiferente que Naruto usa. El rubio se muerde la lengua sin llegar a contestar, aunque sabe que es cierto. Si en esos momentos arde en deseos de destrozar a Sai se debe al irrevocable temor de que Sasuke pueda irse con él o con quien sea.

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—Siempre le has protegido —dice de pronto, en un intento de suavizar la conversación llevándola por otros derroteros y así tranquilizarse—. Aquella vez en la guarida de Orochimaru. Antes de que Sakura le matara a golpes hiciste desaparecer todas las dudas sobre él con ese jodido tono frío e indiferente, como si hablaras por hablar en lugar de querer limpiar su nombre. Observa la sonrisa fría que se extiende lentamente por los labios de Sasuke mientras sin duda alguna recuerda ese momento. —No sé de dónde has sacado que esa vez intentara protegerle. Ni a él ni a nadie. Tampoco a ti. Naruto se echa a reír con una risa seca y nada alegre al tiempo que tuercen hacia una calle más pequeña. Quizá si no estuviese demasiado pendiente de no dejarse llevar por sus emociones se habría dado cuenta de que Sasuke conduce la conversación hacia donde quiere, buscando exaltarle. —Ya… porque mi vida no es más que un capricho en tus manos, ¿verdad? —la tensión vuelve a crecer poco a poco entre ellos y Naruto aprieta los puños cuando recuerda la aparición de Kabuto y Orochimaru, perfectamente calculada para detener la pantomima del Uchiha y frenar aquel supuesto ataque—. Qué excusa más triste. Su voz tiembla en el último momento como si fuera a añadir algo más, pero al final ese ‘bastardo’ se queda en lo más profundo de su garganta. No puede actuar con tanta normalidad en esos momentos. Está demasiado concentrado en no perder el control en mitad de la calle como para esforzarse en intentar aparentar que todo va como siempre. Sasuke sonríe antes de contestar con tono ausente. —Orochimaru creía todo si le convencías de la forma adecuada… —Orochimaru tuvo más de lo que merecía —espeta Naruto con los dientes apretados, todo él en alerta por las ambiguas palabras de Sasuke y la clara provocación que conllevan. Doblan hacia la derecha y entran en la calle de Naruto, más angosta que la anterior. —¿Insinúas que lamentas su muerte? —Lo único que lamento es no haber podido matarlo con mis propias manos —gruñe Naruto con un odio intenso. La indiferencia de Sasuke empieza a sacarle de quicio y mientras suben las escaleras hacia su apartamento siente que va a estallar de un momento a otro—. Le arrancaré la piel a cualquiera que te toque. Sasuke sonríe y espera a que Naruto entre para cerrar la puerta a sus espaldas y contestar totalmente consciente de la provocación que van a ser sus palabras. —No puedes impedírmelo, Naruto. No puedes controlarme. Avanza adentrándose en la estancia pasando al lado de un paralizado Naruto que no tarda mucho en girar sobre sí mismo y agarrarle por la pechera de la camiseta mientras busca el modo de rebatir esa aplastante realidad. ‘No puedes impedírmelo, Naruto. No puedes controlarme.’ Sasuke sonríe con insolencia sabiendo que ha elegido las palabras adecuadas, y gira deliberadamente la cabeza para mirar por la ventana, observando el cielo negro y la luz artificial de las farolas que impiden que la vivienda quede completamente a oscuras. La mano de Naruto asciende rápidamente hasta su nuca y se enreda con fuerza en sus cabellos, tirando de ellos y obligando a Sasuke a encararle. Enfrenta esos ojos oscuros que le miran con fiereza por lo osado de su gesto, y da un par de tirones cuando el Uchiha intenta apartar la mirada como quien controla un caballo desbocado. —Eres mío. Tú eres mío —sisea contra su rostro. Y Sasuke lo sabe, aún cuando Naruto no es del todo consciente de la inmensidad de sus palabras y esa posesividad le corta la respiración y siente que le ahoga. No puede evitarlo, pero odia sentirse tan atado a alguien. No puede permitirlo, no puede, porque si pierde a Naruto lo perderá todo y no está dispuesto a pasar por eso otra vez. Así que responde de la única forma que sabe, inclinándose sobre Naruto y mordiéndole la boca, haciendo que al instante el rubio se sacuda y se lance sobre él aplastándole contra la pared, intentando demostrar así que es Naruto quien le necesitaba a él y no al contrario. Es en esas ocasiones, a solas, cuando se deshacen de toda máscara y no tienen por qué controlar sus movimientos. Se tratan con rudeza, lastimando la carne contraria y arrancándose la ropa a tirones. Es una lucha, piel contra piel, y los latigazos de placer y dolor se suceden con tanta velocidad que ya apenas pueden distinguir unos de otros. No importa si Naruto se desata entonces. Tras la seguridad de esas cuatro paredes puede dejar salir a su monstruo interior, porque Sasuke siempre está ahí para hacerle frente. Al fin y al cabo sólo un monstruo puede encarar a otro, y ambos lo son, siempre lo han sido. Sasuke jadea cuando siente la mano de Naruto ascendiendo por su pierna, tocándole con esa descarada lascivia que pretende corroborar sus anteriores palabras y, sobre todo, hacerle gemir. Pero Sasuke conoce sus intenciones, así que contraataca dándole justo lo que quiere, y con una media sonrisa invisible agarra su nuca y acerca la boca a su oído, gimiendo baja y roncamente.

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Pronto las manos de Naruto se mueven más rápido por su cuerpo, sacando la camiseta a empellones y tocando los lugares que sabe que le hacen estremecer. Sasuke va perdiendo cada vez más el control de su propia voz, y sus jadeos ya no son sólo para calentar a Naruto. Frustrado, libera una de las manos que el rubio había estado reteniendo por la muñeca contra su cuerpo y con rapidez aferra sus cabellos tirando hacia atrás, despegando los colmillos de Naruto de su cuello antes de que logren atravesar la piel. El rubio gruñe y le enseña los dientes como un animal, pero Sasuke lo ignora y le arrebata la camiseta sacándola con rudeza. Se abalanza sobre él y le rodea con los brazos, posando una mano en su cadera y la otra abierta sobre su espalda, apretando con tanta fuerza que está seguro de que dejará moratones. Aún así, sigue sin ser suficiente. Naruto es inabarcable, y Sasuke siente que por mucho que haga nunca va a poder tenerlo por completo. Y si no puede tenerlo tiene que reducirlo y hacerlo caer a sus pies, porque si no, siente que Naruto será capaz de tragarle. Con un movimiento rápido atrapa con sus dientes el lóbulo de su oreja y aprieta sin piedad. El gemido del rubio es instantáneo, largo, vibrante y profundo, y Sasuke sabe que Naruto es consciente de que hasta él ha notado sus piernas temblar. El moreno esconde una sonrisa torcida en el cuello contrario y aprovecha ese momento de debilidad de Naruto para hacerle retroceder, consciente de que la sensación de sometimiento hará que el rubio se enfurezca. Naruto gruñe cuando su espalda choca violentamente contra la pared con un golpe seco que bien puede ser también el de algún hueso roto. Al segundo siguiente ya tiene a Sasuke sobre él clavando con fuerza los dientes en su hombro y arañándole la cintura mientras cuela los dedos por la cinturilla del pantalón para bajárselos de golpe. —Joder… —jadea con voz enronquecida cuando el moreno pega su cuerpo al suyo y empieza a deslizarse retorciéndose contra él hasta arrodillarse ante sus piernas. Una ráfaga roja pasa ante sus ojos en el instante en que el Uchiha desliza una uña por su miembro, clavándola y dejando la piel enrojecida, y Naruto siente un dolor y placer tan agudos que nota que pierde la cabeza. La sonrisa soberbia de Sasuke le hace tomar conciencia de la situación. No va a dejar que sea el Uchiha quien le haga gemir. Será él quien le hará jadear, estremecer y retorcerse. Su sangre hierve al pensar en la burla de Kiba, e intenta con todas sus fuerzas recuperar el control de su cuerpo e ignorar la talentosa boca de Sasuke sobre su miembro y las uñas clavándose en sus muslos. Necesita verle bajo él, entregado y sometido a su voluntad. Necesita atar a Sasuke a él de alguna manera para que nunca, jamás, se vaya. Y para eso no puede dejar que tome el control. De un solo movimiento proyecta la pierna hacia delante, golpeando a Sasuke en el pecho y haciendo que caiga hacia atrás con un siseo de dolor. Con la mandíbula apretada se lanza sobre él, sin importarle que pueda hacerle daño al caer o que ambos estén sobre el duro suelo. Tampoco sería la primera vez que no llegan a la cama. Le besa con rabia, buscando hundir en él los sentimientos de miedo y desazón que el propio Sasuke le provoca, y aprieta las manos contra la pálida piel y las desliza hasta arrancarle el pantalón y los bóxer. Mete abruptamente dos dedos dentro del moreno, y disfruta con el escalofrío que recorre el cuerpo contrario. Él es el único que puede herirle así. Le besa con furia y siente cómo Sasuke le tira con fuerza del pelo, intentando apartarle y hacerle girar. Anticipándose a su movimiento, Naruto cierra la mano libre en torno al antebrazo del Uchiha y lo aparta de él presionándolo contra el suelo. Saca los dedos y vuelve a introducirlos con fuerza lo más hondo posible, haciendo que Sasuke cierre los ojos y apriete la mandíbula echando la cabeza hacia atrás. Naruto se inclina hacia delante y pasa la lengua por su cuello lamiendo los tendones en tensión. No va a dejar que se aparte jamás de él. Ya ha vivido demasiado tiempo con esa agónica sensación de asfixia ante su ausencia y con una vez es suficiente. Se sitúa entre sus piernas y eleva la vista hacia Sasuke, que vuelve a mirarle con esos ojos impenetrables y con el gesto altivo de un rey. La parte de él que mantiene la cordura y piensa que eso no está bien, que no debería ser así, desaparece ante esa mirada. Todavía no le ha sometido, y Naruto vuelve a sentir cómo la rabia se adueña de él. Necesita tenerle. Necesita que grite su nombre. El rubio se inclina repentinamente sobre su pecho, y Sasuke esboza una sonrisa sardónica al saber lo que viene a continuación. Cruza los brazos por detrás de la ancha espalda al tiempo que Naruto entierra el rostro en su cuello y se introduce dentro de él con brusquedad, lo que hace que su mueca cambie a una de triunfo sin que el rubio lo vea. Sus dedos se crispan levemente sobre su espalda y se muerde ligeramente el labio por el dolor sin que desaparezca su sonrisa. Naruto cree que ha ganado teniéndole bajo su cuerpo, pero Sasuke sabe que en realidad él es el ganador tras haberle provocado para que pierda el control y se vuelque tan desesperadamente en él. Así es más fácil. Ése es el Naruto que él necesita. Sin sentimentalismos, rudo, y con esa cara de ‘voy a matarte a polvos’ que le hace estremecer. No quiere delicadeza ni ternura. No quiere que Naruto le diga que le quiere ni que le prometa amor eterno. Así es más fácil mantener el control sobre sus propias emociones. Así es más fácil no hundirse en él. Naruto sale por fin de la guarida que es el pálido cuello y Sasuke nota perfectamente su respiración agitada y el pelo húmedo por el sudor separándose de su garganta. Sabe, sin embargo, que algo anda irremediablemente mal cuando en vez de empezar a embestirle, Naruto se alza sobre sus brazos y encara su rostro.

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‘Mierda’ piensa en cuanto los calmados ojos azules están sobre los suyos.

Notas:

Naruto junta sus frentes y cierra los ojos frunciendo levemente el ceño.

Lo tenía empezado desde hace mucho tiempo, y he querido quitármelo de encima antes de empezar con otras cosas. Moñas y estúpido, pero estaba harta de un Sasuke todopoderoso y posesivo compulsivo.

—Sasuke… ‘¡Mierda, mierda, MIERDA!’ Tiene ganas de levantar los brazos y apartarle de él. De gritarle qué coño cree que está haciendo y, quizá, pegarle un par de puñetazos. Sin embargo algo se rompe dentro de él en el instante en que alza apenas dos centímetros los brazos y los separa de la cálida piel y, rendido, deja que se deslicen sin fuerza hasta que caen al suelo. —… yo… —continúa Naruto para después detenerse y apretar los ojos, frustrado. Y Sasuke siente cómo cae de la cima que ha coronado con su victoria, hundiéndose en un mar que le envuelve pero que le salva del golpe y que no le dejará salir pero que no permitirá que se ahogue. Tosco y cálido, todo Naruto. Pero el mar es demasiado grande, y él demasiado pequeño. Sasuke también cierra los ojos y, sin ser casi consciente, levanta el brazo y acaricia el rostro de Naruto, deslizando los dedos entre su pelo y acariciando con el pulgar su mejilla. Naruto es dolorosamente palpable, ferozmente real. —Sasuke… —vuelve a susurrar, y su voz se quiebra en la última sílaba. Y no puede evitar pensar que en realidad ha sido Naruto quien lo ha manejado todo desde el principio, y no él con sus constantes provocaciones y su aparente indiferencia. Al final todo se rompe, no importa cuánto trate Naruto de mantener esa supuesta seguridad en su capacidad de mantenerle a su lado ni cuánto intente él resistirse a Naruto. —… Lo sé —contesta notando la cálida respiración sobre su boca—. Tú también eres el único para mí. Por suerte, se dice Sasuke a sí mismo cuando Naruto sonríe con cariño y se empieza a mover hundiéndose en él, sabe nadar.

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¡Un saludo! Envidia


Inevitable Autora: RukiaU

—Sasuke —le oyó decir, y la manera en que sus labios parecían haber acariciado las sílabas justo antes de expulsarlas de la boca le hizo detenerse y mirarlo. —Naruto —contestó él a su vez, y el otro pareció dejar de respirar durante unos segundos. Esos ojos que no se había permitido añorar recorrían sus facciones con una intensidad casi dolorosa, pero Sasuke no podía apartar la mirada de ellos. —Sasuke —repitió Naruto, esta vez casi susurrando, y él no pudo evitar dar un paso en su dirección. —Naruto. Sasuke era vagamente consciente de que no estaban solos; sus compañeros esperaban una orden suya para decidir si atacar o continuar su camino, y el grupo de ninjas de Konoha debía estar mirándolo con diferentes grados de estupor, pero en ese momento nada importaba. Sólo importaba esa voz. —Sasuke. Esa voz que, por un instante, parecía convertirle en todo lo que Naruto deseaba que fuera, en aquello que el otro aún creía que Sasuke era. Tan noble y bueno como él. Tan suyo. —Naruto. Sasuke sabía que su voz sonaba inexpresiva, sobre todo al compararla con la amalgama de deseo, esperanza y dolor que teñía la de Naruto, pero se preguntó si él también pronunciaba su nombre de esa manera. Como si el otro le perteneciera, o al menos debiera pertenecerle. —Sasuke —escuchó otra vez, y tuvo que hacer un esfuerzo para no imitar el movimiento de esos labios con los suyos. Se dio cuenta de que su sharingan se había activado automáticamente, revelándole que su autocontrol era más frágil de lo que él creía. Intentó serenarse, pero la siguiente vez que dijo su nombre... —Naruto. ...su voz le traicionó y algo en su entonación hizo a Naruto suspirar anhelante. Sasuke no recordaba que ninguno de los dos se hubiera movido, pero ahora estaban apenas a un metro de distancia, y sabía que si extendían los brazos podrían tocarse el uno al otro. —Sasuke —volvió a decir Naruto, con la voz más ronca, al mismo tiempo que hacía amago de apartar un mechón de la cara de Sasuke, pero su mano se retiró antes de rozarlo. Si Sasuke no fuera un Uchiha, en ese momento las rodillas le habrían estado a punto de fallar... —Naruto... ...aunque la forma en que Naruto se estremeció al oírle susurrar le hizo ver que no sería el único al que le ocurriría. Sasuke hizo un esfuerzo para controlar su respiración. Era demasiado. De repente sintió el impulso de abalanzarse sobre Naruto y cubrirle la boca con las manos, porque era consciente de que no sería capaz de aguantar más. Porque sabía que si esos labios volvían a abrirse y a pronunciar su nombre... —Sasuke. ...ya no podría evitarlo. Sasuke se corrió. Muy fuerte. A pesar del rubor que debía de estar extendiéndose por sus mejillas, del sonido (no era un gemido, ¿de acuerdo?) que había escapado por su garganta y de las miradas de los demás, que estarían preguntándose qué era lo que acababa de ocurrir, no podía apartar la mirada de los ojos azules que lo observaban con las pupilas cada vez más dilatadas, del temblor casi imperceptible que sacudía los labios de Naruto, de la forma en que apretaba los puños con fuerza como si no pudiera contener... Oh. Sasuke creyó percibir una leve señal de pánico en los ojos del otro ninja cuando se permitió esbozar una media sonrisa cansada. —Naruto. Ahí estaba.

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Infiel Autora: Naruko

Nerviosismo. Un estado de trastorno en el que tu cuerpo sufre espasmos, temblores, ansiedad, sudor frío… entre muchos otros síntomas. Tu corazón late más deprisa y tu respiración se acelera para poder llevar más oxígeno a tus músculos, los que a su vez se tensan, y cuando toda esa rigidez se acumula aparece la sensación de mareo. Una emoción que surge cuando creemos estar en peligro, y tu cuerpo se prepara para enfrentarse a esa amenaza. Luchar o huir. ¿Pero cómo enfrentarte a esa amenaza cuando lleva por nombre Uchiha Sasuke? Naruto miró por enésima vez las llaves de casa que sostenía entre sus dedos. Las acercó hacia la cerradura pero como las diez anteriores veces se echó para atrás en su intento por traspasar el umbral. No, realmente no estaba preparado mentalmente para esa situación. Rebasar la puerta significaba encontrarse de frente con la verdad y la mentira, y sabía que cualquiera de las dos le haría mucho daño. Lo destruiría con un golpe amargo en su corazón. —Esto es una estupidez. Ya soy un adulto y tengo que ser sincero con mi pareja en este tipo de cosas —pronunció decidido recobrando su valentía, mas no se movió ni un centímetro de la puerta notando cómo las miles de finas gotas comenzaban a acumularse en su frente y resbalaban por su sien—. Y lo seré, un adulto responsable y sincero… a partir de mañana. Hoy voy a mentir a ese bastardo, lo mismo que lleva él engañándome a mí todo este tiempo. No, por naturaleza los Uchihas no eran personas que se tomaban bien las malas noticias, ni siquiera las buenas. Palabras como: tranquilidad, equilibrio, reflexión, razonamiento, y todo lo derivado con entrar en razón no tenían lugar entre sus virtudes, ni siquiera existían en su diccionario personal. Cuando algo lo enfurecía, aseguraba arrasar con cada uno de sus enemigos en un combate sangriento y si su contrincante también ardía en un mar de ira, el holocausto inminente estaba asegurado. Tranquilidad, calma y respiraciones pausadas. Aún no estaba todo perdido. Todavía quedaba la posibilidad, por remota que fuera, de que le diera una explicación lógica para aquello. No iba a condenarlo sin pruebas irrefutables de su engaño. Y para ponerlo a prueba y ejecutar a la perfección su plan, comenzaría fingiendo una piadosa mentira. ¿Pero cómo? Si todas las veces que había intentado ocultarle algo a Sasuke, este se había dado cuenta y se lo había sonsacado en el primer nivel de interrogación de siete que disponía. No, Naruto era incapaz de mentir sin que sus ojos le delatasen. —Maldito seas, bastardo… —lloriqueó a punto de perder toda su entereza. Hizo tintinear las llaves en el aire mientras intentaba tranquilizarse. Se frotó con irritación la entrepierna mientras respiraba pausado dándose ánimos internamente. Aunque todo lo que pudiera hacer contra su nerviosismo era en vano. —Si se rasca lo mato, si se rasca lo mato… Miró con aspereza la bolsa de plástico que portaba en la otra mano, en la que almacenaba su remedio y la ilusión de salir bien parado de esa situación. No pudiendo evitar recordar de dónde la había sacado dos horas atrás… Flash Back —Siéntate, mocoso —le indicó la Hokage acomodada tras la mesa del escritorio. El grave semblante que mostraba hizo despertar las alarmas internas del rubio frente a ella. Sí, debía tratarse de un tema muy serio para que se mantuviera sobria a aquellas horas de la mañana—. No pongas esa cara. Tu reconocimiento médico ha salido bien. Estás sano como un roble… —¿Y por qué tu cara me dice lo contrario? —rebatió confuso. Tsunade chasqueó la lengua con molestia apoyando los codos sobre la mesa e intercalando los dedos. —Porque sí te he detectado una anomalía, y resulta ser un tema bastante delicado, Naruto. El aludido tragó saliva con dificultad notando la garganta seca y una desconcertante sensación de vacío en el estómago. ¿Acaso se iba a morir? El picor de su entrepierna se volvió más intenso. —Obaa-chan, no me asustes. Si me voy a morir, dímelo. Lo afrontaré con dignidad.

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Si pensaba que la media sonrisa que se dibujó en los carmines labios de la vieja le iba a tranquilizar, estaba muy equivocado. —No, Naruto. Tú no vas a morir, pero lo que tienes entre las piernas sí lo tiene que hacer… y cuanto antes, mejor — dictaminó con brevedad. Horror. Pánico total y parcial de todos los miembros de su cuerpo, la entrepierna la primera. ¿Insinuaba que se la tenían que cortar? Bajón emocional, sudor en las palmas de las manos, temblores alarmantes en sus piernas y encogimiento supremo de extremidad pélvica ante un diagnóstico mutilador. ¿Pero… por qué…? Si hacía escasas horas que funcionaba a su rendimiento normal. Arriba y abajo, descargando y volviendo a cargar soldaditos. ¡Si estaba hecho un toro en la cama! No podían decirle que de la noche a la mañana se tendría que desprender de ella, con el cariño que le tenía. ¡Maldita sea, todavía no la había usado lo suficiente! —Mi… mi… ¿polla? —cuestionó vacilante—. ¡Ohh dios, ohh kami-sama! ¿Tengo gangrena? —perdió al instante el color de su cara. Ni siquiera la palidez de Sasuke se podía comparar al nuevo y alarmante tono que adquiría su tez—. ¡Se me va a caer, se me va a caer a cachos! —¡Yo no he dicho nada de eso, mocoso! No te confundas. A tu escaso miembro no le ocurre nada fuera de lo normal en las estadísticas masculinas. El problema más bien recae en lo que tienes alrededor de ella, en el circo que comienza a desarrollarse en tu ingle —dictaminó revisando en una ojeada su historial clínico—. Phthirus pubis, es la enfermedad que has cogido. También denominado como el piojo del pubis o más coloquialmente hablando como… ladillas. —¡¿Ladillas?! —gritó levantándose de sopetón e hiperventilando con nerviosismo. No sabía exactamente qué es lo que eran, pero sonaba bastante mal en conjunto—. ¡¿Y qué coño es eso?! —Verás, es un parásito diminuto de color amarillento que tiende a refugiarse en el pelo, cerca de la piel, en forma de pequeños puntos blancos pegados a la raíz —indicó mostrándole un libro ilustrativo con algunas imágenes de esos bichos indeseables—. Las ladillas se alimentan de sangre, lo que ocasiona un picor bastante molesto y que el infectado no deje de rascarse creando irritación e infección de la piel. Claro, de ahí venía ese picor inhumano y las ganas locas de arrancarse la piel de sus bajos fondos a tiras. En su organismo comenzaba a crearse una nueva civilización independiente y con inteligencia propia. ¡Joder! —Te voy a recetar una crema bastante eficaz para deshacerte de esos incómodos inquilinos —prosiguió la Hokage—. No te olvides de cambiar las sábanas de cama, toallas y toda la ropa que pudo estar en contacto desde la infección, para poder así evitar la re-infestación. En el caso de que quieras mantener relaciones sexuales, ten en cuenta que los preservativos no detienen el contagio de ladillas, por lo que es recomendable no mantener sexo durante algo más de una semana, hasta que tu pequeña civilización particular haya expirado. Tsunade se levantó caminando hacia una estantería de donde cogió uno de los tantos medicamentos que almacenaba, junto un curioso artefacto que posteriormente ofreció al joven ninja. —Esto es el ungüento que te tienes que poner dos veces al día. Y además, tienes que pasarte esto por el vello púbico. Le entregó el artilugio y Naruto lo miró desconcertado, como si le fuera a atacar en cualquier momento ese extraño cepillo con púas de metal. —¿Qué demonios es esto? —Un peine antiparásitos —se lo arrebató de las manos, mostrándole en un resuelto movimiento ascendente y descendente cómo se utilizaba—. Con la pomada morirán las liendres pero son tan pequeñas que cuesta bastante retirarlas. Por eso necesitas este peine. Mientras estaba ahí sentado, en problemas, Naruto no pudo evitar pensar por qué Dios le había olvidado, y en caso contrario, por qué le apetecía tanto jugar con él. ¿No había nadie más desgraciado con el que divertirse en la aldea? —Pero, no lo entiendo… ¡¿Cómo he podido coger eso?! —exclamó palpándose la entrepierna por encima de la ropa. Tal vez Kami-sama realmente no fuera un hombre, sino una mujer. Una a la que no le gustaran mucho sus hábitos pecaminosos y el yaoi. —Normalmente la transmisión se realiza, en la mayoría de los casos, por contacto sexual. Aunque también, en raras ocasiones, se puede contagiar al usar prendas de ropa que hayan estado en contacto con algún portador infectado. Si había algo a tener en cuenta sobre Naruto, era que todo el mundo conocía el escaso vestuario del que disponía. El chándal naranja o el naranja, nada más. Y podía asegurar que no se había colocado prendas de otra persona desde… nunca. Con lo cual, llegaba a la conclusión de que la infección tenía que haber sido provocada por contacto sexual. Pero eso era imposible… —Obaa-chan, tiene que haber otra explicación. No puedo haberlo cogido por contagio sexual, yo sólo… bueno, tú sabes la relación que mantengo con Sasuke. Soy una persona fiel —aseveró rotundo.

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—Lo sé, Naruto. Por eso te he dicho que es un tema delicado. Todo indica a que ha sido Sasuke quien te las ha pegado a ti… y a él se las ha tenido que pegar alguien ajeno a vuestra relación —evaluó la mujer sacando conclusiones—. ¿Estás seguro de que él comparte tu misma opinión sobre la fidelidad? —¡¿Insinúas que me está poniendo los cuernos?! —inquirió con voz insegura, frunciendo con desagrado sus finas cejas. No, Sasuke no era de esa clase de personas promiscuas. Llevaban ya varios años saliendo juntos y nunca había dado la sensación de que le fallara como amante. Todos los días, a todas horas, en cualquier momento en el que se miraran, se desataba entre ellos un fuego insaciable que no terminaba hasta los tres primeros orgasmos. En ese sentido estaba más que completa la satisfacción sexual de ambos. Claro que, una relación tan efusiva no pasó demasiado tiempo inadvertida para toda la aldea, ni para el club de fans del moreno, las que aún continuaban manifestándose en contra y haciendo sacrificios masivos frente a la puerta de su domicilio. —Presuntamente infiel, Naruto —aclaró la vieja con un resoplido—. En cualquier caso sería recomendable que Sasuke también viniera a hacerse una revisión médica. Y si se detecta que también tiene ladillas en la entrepierna saldremos de dudas. Pero Naruto ya no escuchaba nada. Se mantenía inmóvil y aparentemente ausente, de hombros hundidos, vista perdida y mente bloqueada sobre la idea de que su novio realmente le estuviera siendo infiel a sus espaldas. Si cabía tan sólo una mínima posibilidad, también cabía el engaño. Lo mejor era corroborarlo en persona. Y cuanto antes. —Hijo de… —murmuró conteniendo la ira que comenzaba a inundarlo—. No, no se lo voy a decir. Voy a comprobarlo yo mismo, y como ese bastardo tenga un zoo en la entrepierna van a rodar cabezas. Fin del Flash Back —Si se rasca me lo cargo… —volvió a murmurar con la mirada fija sobre la puerta del domicilio que compartían juntos. Cerró los ojos e inspiró hondamente varias veces recobrando su entereza. Para cuando consiguió tranquilizarse y aparentar un rostro sereno, metió la llave sobre la cerradura dando un sonoro clic. Ya no había vuelta atrás. Cerró la puerta a sus espaldas y a paso apresurado se lanzó en busca y captura del supuesto infiel, al que encontró bien acomodado sobre el sofá, mirando con desgana la televisión y con un refresco en mano. —Llegas tarde —le gruñó Sasuke como saludo nada más verlo entrar al salón, girando el rostro para dedicarle una recelosa mirada—. ¿Dónde estabas? Su excusa quedó en el aire mientras se acercaba hacia él y lo observaba detenidamente. La imagen de Sasuke buscando consuelo en los brazos de otra persona pasó como fugaz pensamiento por su mente y con ella se desató la incipiente angustia, los celos y la furia. —Por ahí… —musitó en un tono bajo y desabrido sin dejar de escrutarlo minuciosamente con los parpados entornados. Se notaba la tensión en cada uno de sus músculos y el rostro atenazado por una corrosiva tirantez. El moreno enarcó una ceja, aturdido, notando el cambio brusco y esquivo en el comportamiento de su pareja. Apagó la televisión con el mando a distancia, dejó la bebida encima de la mesita baja frente al sofá, y se levanto con calma. —¿Te ocurre algo? —cuestionó acercándose hacia él. Se acomodó el pantalón que había quedado arrugado, rascándose con despreocupación en el proceso la ingle por encima de la tela. Una ráfaga de rojo sobre azul cruzó rápidamente en sus ojos y la mano en la que Naruto portaba la bolsa de plástico se cerró fuertemente haciendo crujir sus nudillos al tiempo que su semblante se endurecía en una mueca de profundo odio. Por un momento, creyó que su corazón dejaba de latir. Sasuke se estaba rascando, era la prueba irrefutable para confirmar que sí le ponía los cuernos con otro. “Nada que tú no me estés confirmando”, quiso haberle escupido, pero un amago de náusea ahogó sus palabras. Le faltaba la respiración y comenzaba a marearse. Mientras él disfrutaba de un amor sincero, ese maldito bastardo lo había estado engañando, haciéndole creer que era la persona más importante para él y correspondía a sus sentimientos. ¡Todo mentira! Sintió un nudo asfixiarle en la garganta junto a unas ganas locas de llorar. Mas no lo hizo, se tragó cada una de sus lágrimas dispuesto a averiguarlo todo, hasta el final, aunque la verdad fuera hirientemente dolorosa. El daño ya estaba hecho. —Desnúdate —exigió airado, conteniendo la furia que amenazaba con hacerle perder totalmente su compostura. —¿Qué?

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—¡Que te bajes los malditos pantalones! —gritó al tiempo que se inclinaba y sus manos tironeaban con fuerza en la prenda de su compañero, consiguiendo bajársela hasta los tobillos. Para desgracia del moreno aquel no había sido el mejor día elegido para no llevar ropa interior. Naruto corroboró al instante la infección. —¡¿Pero a ti que coño te pasa, usuratonkachi?! —con un movimiento cortante, Sasuke empujó al rubio por los hombros, haciendo que este cayera de culo al suelo y subiéndose de nuevo la ropa—. Estás muy raro desde que has entrado. Desde el suelo, Naruto no hizo ademán por levantarse. Farfullando una maldición entre dientes, inclinó el rostro encogiendo las piernas, las que abrazó a la altura de su pecho. ¿Amor?, cuestionó su subconsciente, una palabra que seguramente Sasuke nunca había experimentado, una de las tantas mentiras tejidas alrededor de su mundo de fantasía. No, Sasuke nunca lo había amado. En su mente, volvió a resonar una y otra vez la voz ansiosa que exigía una explicación. ¿Desde cuándo…? Durante todo este tiempo no había notado ningún cambio significativo en la relación. Nada que le pudiera poner en alerta frente a una tercera persona en discordia. Pero de nuevo volvía a equivocarse, y su ingenuidad no le dejó ver que tristemente se había cansado de él y la chispa del amor se había apagado. Entonces… ¿Por qué simplemente no se lo había dicho? ¿Tan poca confianza depositaba en él después de tantos años? ¿Por miedo a hacerle daño? ¡Claro que le hubiera dolido! … pero lo habría aceptado. Porque Sasuke era su vida, y lo quería tanto que por su felicidad habría hecho cualquier cosa. Pero ahora… era demasiado tarde. Había perdido toda la confianza en él, le había mentido, engañado y traicionado. ¿Amor?, nunca lo había habido. —Sasuke… ¿tú me quieres? —le preguntó intentando que el tono de voz no le temblara. Por dentro la sangre le bullía a un alto grado de candencia. Elevó el rostro decidido, clavando la mirada en la de su compañero—. ¿Eres feliz conmigo? El moreno frunció el entrecejo no comprendiendo a qué venían de repente esas preguntas, pero lo que más le costaba entender era esa mirada que le dedicaba su novio, tan triste y desilusionada, como muriendo por dentro. Contrariado, cruzó los brazos sobre su pecho manteniéndose en silencio. —Contesta —insistió. El tono de Naruto cada vez se volvía más exigente y hasta podía asegurar que estaba frenando con grandes esfuerzos sus impulsos por saltar y comenzar una ardua pelea. Sasuke dobló ligeramente el rostro mirándolo indagador, intentando deducir la causa por la que Naruto había llegado en ese estado atípico a casa. —Sí —afirmó como breve contestación, más pendiente de la reacción de Naruto que de la propia confirmación de sus palabras. —Pues no te creo —espetó mordaz negando con el rostro—. Nunca me lo dices, nunca te he escuchado pronunciar un te quiero, ni me abrazas, ni me besas. Apenas me demuestras tus sentimientos, si dejamos a un lado el sexo —aclaró—. No sé lo que piensas de nuestra relación, ni si realmente es lo que tú esperabas. ¿Lo tienes todo? ¿Nuestra vida juntos es como te la imaginabas? —Más o menos —contestó desconcertado con leve un encogimiento de hombros. —Más o menos… —repitió el rubio con una amarga sonrisa. Se levantó del suelo con aparente calma, hasta que frente a él… explotó—. ¡Cabrón! ¡¿Es que ni siquiera lo vas a negar?! —¡¿Pero negar el qué, dobe?! —replicó enérgico—. ¡Dilo ya de una vez! —¡Que me estás poniendo los cuernos con otro, desgraciado! —gritó exaltado cogiéndolo bruscamente de la camiseta para acercarlo amenazante. Un punzante dolor atravesó su pecho mientras su rostro se contraía en una mueca rabiosa y doliente, abrasado por las crudas lágrimas que descendía por sus mejillas. —¿Qué? —¡Ya me has oído, bastardo! —lo soltó empujándolo en el proceso para que se alejara lo máximo posible de él—. ¡Si lo tienes todo junto a mí por qué vas a buscar otros brazos que te consuelen, por qué me eres infiel, qué es lo que te ata a mí! —¿De dónde has sacado esa idea? —cuestionó el moreno sorprendido, pero Naruto parecía no querer continuar con aquella conversación. Con un despectivo aléjate de mí, se había dado media vuelta, encaminando sus pasos hacia el dormitorio para encerrarse—. ¡Ehh, no huyas, vuelve aquí! ¡Naruto! Lo siguió por toda la casa hasta entrar tras él en el dormitorio, frenando en seco su avance para observar inquieto cómo el rubio daba frenéticos pasos por la habitación como un animal enjaulado, quitando bruscamente todas las mantas que cubrían la cama de matrimonio y tirándolas al suelo. No dudó en caminar hacia él y apresarle uno de los brazos para girarlo con energía.

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—Quién te ha dicho algo así —exigió más que preguntó con un ligero tono de impaciencia en la voz. El color de sus ojos dio un cambio radical mostrando un furioso y alarmante tono carmín con tres aspas negras—. Habla. Y las palabras llegaron en forma de puños. La rabia y la incomprensión que llevaba arrastrando durante dos tediosas horas terminó sobrepasando su, ya de por sí, poca calma. Rodeado del chakra rojizo del demonio, Naruto arremetió frenéticos movimientos de brazos y patadas contra el moreno, que a duras penas frenó y esquivó cada uno de ellos. Sin ser consciente de que en una pelea cuerpo a cuerpo contra un usuario del Sharingan, el que puede leer tus movimientos, la derrota estaba asegurada. Sasuke apresó sus muñecas, estampándolo de espaldas contra la pared para inmovilizarlo. —¡Habla, maldita sea! —volvió a gritar cerca de su rostro. —¡Porque te estás rascando la entrepierna, teme! —confesó envuelto en un mar de angustia. Las lágrimas brotaban incontrolables de sus ojos, humedeciéndole el rostro desolado—. ¡Tienes una jodida plaga de ladillas en la polla! Tú me las has pegado a mí y a ti te las ha tenido que pegar otra persona. ¡Me estás siendo infiel…! El rostro de Sasuke se arrugó atónito durante largos segundos, asimilando las palabras. Confuso, soltó las manos del rubio llevándolas a su propio pantalón para deshacer el nudo de la cinturilla y separarlo lo suficiente para poder observarse la ingle detenidamente. Tras varios segundos de desconcierto, hizo lo mismo con el pantalón de Naruto. —Joder… —murmuró finalmente percibiendo los curiosos y diminutos inquilinos en ambas entrepiernas. En su rostro se podía leer con claridad un dubitativo: ¿Cómo han llegado ahí…? —No se te ocurra hacerte el desentendido —gruñó con frialdad el rubio frotándose con pesadez los parpados, eliminando la humedad—. Esto lo has provocado tú y tu amante. —¡Pero qué amante, idiota! Yo no te he puesto los cuernos con nadie —sentenció ceñudo con varias venas sobre la frente. —¡¿Y cómo explicas esto, ehh?! ¡Cómo! —gritó alterado. Le temblaban los labios y su frente estaba surcada por un sinfín de arrugas. Naruto inclinó el rostro soltando un triste lamento—. Deja de mentirme. Si ya no quieres continuar conmigo… lo entenderé. Si quieres estar con otra persona… yo… yo… —Deja de decir estupideces —lo interrumpió con un tono calmado y compasivo, comprendiendo por fin el razonamiento y lo que había llevado a su novio a tomar esa actitud recelosa. Y en el fondo le resultaba lógica. Tantos años tras él, buscándolo sin descanso para obligarlo a volver a Konoha, a cambiar sus objetivos en la vida, a mostrar sus sentimientos y a aceptarlo como pareja. Naruto realmente le quería y esos celos no eran más que sus inquietudes y temores ante la idea de poder perderlo. Y en el fondo toda la culpa de aquella desconfianza la tenía él. Por crear esa confusión en Naruto y no expresarle claramente sus sentimientos. Sí, ya iba siendo hora de demostrárselo a ese dobe, aunque no fuera muy dado a enfatizar sus emociones. Con lentitud alargó las manos, rodeándole los hombros para estrecharlo entre sus brazos y ceñirlo a su cuerpo. —Yo no te soy infiel —murmuró acariciándole la espalda durante largo rato hasta que el cuerpo de Naruto dejó de estremecerse en cada sacudida y comenzó a corresponderle, escondiendo el rostro en la curvatura de su cuello y aferrándose con desesperación a su cintura. »No necesito a nadie más —le volvió a susurrar cálidamente al oído mientras frotaba los sedosos cabellos dorados de la nuca en una tierna caricia. Y tras un titubeo casi imperceptible prosiguió—. Sólo te quiero a ti, usuratonkachi. Percibió como el cuerpo del menor se tensaba bajo su abrazo y al instante alzaba el rostro para mirarlo boquiabierto. —Has dicho que… tú has dicho… —balbuceó sin sentido mordiéndose el labio inferior, no dando crédito a sus palabras. Los ojos se le desorbitaban y la mandíbula le caía hacia abajo tontamente ilusionada—. ¡Has dicho que me quieres…! — atinó a decir con sorpresa—. …es la primera vez que me lo dices. Sasuke entrecerró los ojos, intentando reprimir la sonrisa que brotaba rebelde sobre sus labios. Sí lo había dicho, y para su sorpresa esas palabras le habían provocado una desconcertante sensación de agrado. Aunque no tanto como el rostro iluminado con el que le miraba Naruto. —Dilo otra vez —insistió el rubio con una sonrisa bobalicona, y un brillo casi cegador resplandeciendo de sus ojos azules—. Dime que me quieres, Sasuke. El moreno suspiró contrariado rodando los ojos, con un leve rubor cubriendo sus mejillas se apartó de él caminando hacia la cama. —Ya tienes bastante con una —protestó. —Venga, teme —reclamó siguiéndolo de cerca. Le dio un empujón para que cayera de espaldas sobre el lecho y se colocó a horcajadas sobre sus muslos, con ambas manos a cada lado de su rostro—. Dilo otra vez con esa voz tan sexy, que lo voy a grabar en el móvil como tono para recibir llamadas.

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Sasuke sintió la imperiosa necesidad de usar alguno de sus dolorosos jutsus contra Naruto, pero aplacó su ansia con una de sus miradas fulminantes. —Ni de coña. Naruto dio un profundo y tranquilizador suspiro esbozando una grata sonrisa. Qué estúpido había sido al pensar que Sasuke había dejado de quererlo. Aunque no se lo demostrara de la forma que a él le gustaba, sabía que el alma y el corazón del Uchiha sólo tenían un dueño. Se inclinó para reclamar sus labios impetuosamente, ladeando el rostro para comprimir, devorar, atraer y degustar sin medida con furiosos besos y abrasadoras caricias a Sasuke, que las recibía gustoso y cada vez más hambriento y desbocado, hundiendo la jugosa lengua entre roncos y excitados gemidos, sucumbiendo al placer. No fue consciente de cuando sus camisetas se unieron a la decoración del suelo, ni de cuando sus cuerpos se habían alineado para frotar sus duras entrepiernas en un vaivén enloquecedor. Naruto tan sólo notaba como la mano del moreno en su nuca le atraía con impaciencia para aprisionarle fuertemente contra sus labios, mientras la otra se colaba bajo su pantalón y le apretaba las nalgas con deseo. —En el fondo sabía que era imposible que me pusieras los cuernos —afirmó Naruto con un mohín arrogante y satisfecho sujetándole el rostro con ambas manos para separarse a duras penas de esos adictivos labios—. No es por presumir, pero no hay nadie que tenga tanto aguante como yo en la cama, y tú no vas a dejar que nadie sepa que te gusta ser el pasivo. Tu reputación y la de tu trasero están en juego. Las finas cejas de Sasuke se arrugaron peligrosamente, las venas de su frente palpitaron con indignación, los miles de tics nerviosos sobre sus ojos le dieron un aspecto neurótico y la brillante luz rojiza de sus pupilas confirmaba el gran esfuerzo que estaba haciendo intentando aniquilarlo con la mirada. Con las verdades al descubierto, se removió adusto bajo él intentando levantarse, pero la fuerte presión que ejercían las manos del rubio sobre sus hombros no se lo permitió. —Era una broma, teme —sujetó su rostro besándolo de nuevo pero esta vez con calma y dulzura—. Aunque sigo sin entender cómo las hemos cogido. Yo no te he sido infiel y tú tampoco a mí… —meditó pensativo rascándose la ingle—. En cualquier caso lo que tenemos que hacer ahora es desparasitarnos o este picor va a acabar con nosotros… Le volvió a regalar uno de sus efusivos besos en la boca antes de levantarse resuelto para salir de la habitación y volver instantes después con la bolsa de plástico donde portaba la crema medicinal. —Quítate toda la ropa —le propuso en tono juguetón acercándose a él con lentitud, cual felino ante su presa; destapando la crema que vertió considerablemente sobre las palmas de su mano y frotó entre sus dedos—. Verás como esto te gusta. Sasuke sonrió socarrón, pero al instante eliminó la mueca recordando que él normalmente no sonreía y menos degeneradamente. Con parsimonia se desprendió de todas las prendas, recostándose de nuevo sobre la cama, enredando las piernas con las de Naruto cuando se volvió a colocar a horcajadas sobre él. —¿Tú no te lo pones? —preguntó tras ver como Naruto aún continuaba cubierto con el pantalón. —Ya lo he hecho en el hospital. Expandió bien la crema sobre sus manos antes de colocarlas en la entrepierna desnuda de su amante. Acariciándole el vello rizado del pubis, la base de su miembro y los testículos en un suave y exótico masaje. —Huele raro —indicó el moreno olfateando el curioso aroma que desprendía el ungüento. —Es una mezcla de varios aceites esenciales, raíz de menta e hinojo. ¿Te gusta? —No… —refutó ásperamente con su habitual tono seco. Reprimiendo un mohín de enfado, Naruto continuó masajeando lentamente toda la zona infectada escuchando instantes después de trasfondo la respiración errática que comenzaba a emitir Sasuke junto a algún que otro débil gruñido de excitación. —Pues para no gustarte parece que tu hombría sí lo disfruta —inquirió burlón. Efectivamente, aquello entre sus manos comenzaba a cobrar vida, endureciéndose con cada insinuante roce de sus dedos. Hasta que de pronto, todo el cuerpo del moreno se le tensó. —Escuece —indicó Sasuke frunciendo el entrecejo con desagrado encogiendo el vientre. —Será la tensión que la tienes acumulada toda en la punta —aseveró Naruto sin dejar de esparcir el ungüento por toda la ingle. Sí, ya sabía que esa medicina escocía a rabiar si se utilizaba en grandes dosis, y por eso quería regocijarse un rato en el sufrimiento de Sasuke. Para hacerle pagar por toda la innecesaria tensión que le había provocado la inseguridad y los celos. Un poco de escozor y sufrimiento no le venían mal…

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—Naruto… —gruñó en un tono alarmantemente amenazador. Su entrecejo cada vez se arrugaba más y más mientras la piel de la entrepierna se irritaba tornándose roja. Alargó una mano reteniendo la muñeca del rubio para que dejara de frotarle—. Me escuece mucho. —No me digas que este es todo el aguante que tienes —rió maliciosamente tocando el orgullo del mayor, no obstante, detuvo la fricción. En el fondo odiaba tener conciencia y ser tan buena persona—. Está bien, pasemos entonces a jugar un poco con esto… Y de la bolsa sacó el extraño peine con púas de metal, el mismo que seguía dando la impresión que atacaría en cualquier momento. —¡¿Qué coño es eso?! —Haces demasiadas preguntas, teme. Y evitando la respuesta comenzó a peinar el vello oscuro de la ingle sin reparos, consciente de la mirada estupefacta que le dedicaban esos ojos negros y la cara desencajada. —Ale, ya está —concluyó dando por finalizada su hazaña. Naruto le sonrió inocentemente mientras se levantaba encaminando sus pasos hacia el cuarto de baño. —¡Ehh! ¿A dónde vas? —exigió el moreno señalando su inminente erección—. Aún no hemos terminado, dobe. —Me temo que sí hemos terminado, baka —aclaró el rubio girando el rostro por encima del hombro, con un brillo de maldad reflejado en sus pupilas—. Hasta que no pase una semana y el circo de ladillas se nos vaya de aquí abajo, no podemos hacerlo, o nos volveremos a reinfectar. Son órdenes de la vieja. Ira, frustración y cólera para abastecer a medio campo enemigo sobresaliendo en cantidades industriales de Sasuke. ¿Una semana? No, eso sí que no… antes arrasaba Konoha entera. Furioso, Sasuke alzó un brazo al aire concentrando una cantidad importante de energía eléctrica. El cielo de la aldea se tornó negro y los rayos acudieron entre las nubes hacia su jutsu, uno aún más poderoso que el Chidori, la técnica más temida de todas. —¡Kirin! oO oO oO Oo Oo Oo Tres días después… —¡Siguiente! —anunció la Hokage con tono malhumorado despachando al último ninja frente a ella y anotando todos los datos del reporte en sus informes sentada frente a una pequeña mesa. No, no se encontraba en su habitual ubicación tras el amplio escritorio de su despacho. Tsunade estaba acomodada en una de las improvisadas aulas de la academia ninja repartiendo misiones. Naruto dio un paso al frente al tiempo que la Hokage elevaba la mirada. —Ohh, Naruto. Justo a la persona a quien quería ver. Tengo una misión para ti —espetó mordaz cogiendo un pergamino y entregándoselo al joven ninja—. Vas a ir a reparar el destrozo que un misterioso rayo en plena estación de verano ha causado, la destrucción de mi edificio de Hokage. Y no se te ocurra negarte ni hacerme el más mínimo desplante, algo en mi intuición femenina me dice que tú y tu novio habéis tenido mucho que ver en ese incidente. Naruto dejó escapar una risita nerviosa mientras se rascaba la nuca dorada con alteración, desviando la mirada hacia atrás, donde Sasuke le esperaba recostado contra la pared junto a los demás ninjas pendientes de recibir misión. —A propósito, ¿has descubierto ya cómo cogió las ladillas el vengador? —le preguntó la mujer cambiando de tema. Observó el rostro contraído que formaba el ninja sacudiendo ligeramente la cabeza en negación. —Por ahora no —susurró confidente acercándose a la vieja—. Pero desde aquello Sasuke me tiene durmiendo en el sofá —la vieja enarcó una ceja mirándolo extrañada para que prosiguiera—. Nunca juegues con la excitación de un Uchiha, y mucho menos se te ocurra dejarlo adrede en ese estado. Los cabrones nacen con el gen del orgullo y sobre todo con el del rencor. —Ohh… Y ambos desviaron disimuladamente la mirada hacia el moreno que en aquellos momentos hablaba con Kakashi. —Te devuelvo la ropa que me prestaste —dijo Sasuke con su habitual tono carente de emociones, pasándole una bolsa de plástico a su antiguo sensei y haciéndole una débil mueca de agradecimiento.

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—De nada, aunque el uniforme no era mío, es de Iruka. Pero no te preocupes, ni siquiera se ha dado cuenta de que se lo cogí prestado. —Hn. Mientras esperaba en la cola, Sasuke hizo crujir sus nudillos pensando cuál de las quince formas de aniquilar a su odioso club de fans con tan sólo un parpadeo sería la más efectiva. No podía consentir de nuevo que a cada mínima ocasión osaran colarse en los baños termales masculinos para robarle toda la ropa que posteriormente vendían en una subasta. Aunque iba a ser demasiado sospechoso tanta muerte junta. Suerte que aquel día Kakashi se cruzó en su camino, pudiendo prestarle un uniforme jounin. Cuatro días atrás para ser exacto. —¿Qué colonia usas? —cuestionó el moreno saliendo de sus cavilaciones tras percibir una fragancia conocida. —Es una crema exfoliante con esencia de menta e hinojo que me dio Iruka… —indicó Kakashi encogiéndose de hombros—. ¿Por qué? —Tan sólo… me resulta familiar. —¿Sí? Pues no sé… Y pensativos, cada uno por su lado, deslizaron una mano a sus respectivas entrepiernas para rascarse la ingle con despreocupación. Tal vez la verdad estuviera más cerca de lo que pensaban.

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Invincible Autora: GmT

Es tarde. Lo sé. Ya pasan de las once de la noche y justo mañana tengo una importante junta a las siete, y aún así, yo sigo despierto, no puedo despegar mi mirada de la pantalla de mi computadora, la cual ya lleva más horas encendida de las que nadie recomendaría... pero es inevitable, porque hoy recibiré otra de sus visitas, y, como siempre, el muy maldito no llega puntual. —No hay palabras que puedan describir todo lo que siento por ti… —continúo leyendo este poema que me he encontrado por la red, pero enseguida pienso que es demasiado idiota hasta para el más imbécil de los románticos, y es que si no hay palabras para describir lo que siento, ¿entonces por qué demonios no mejor me quedo callado? Al menos eso me ahorraría el tiempo y el esfuerzo de intentarlo. Por ese tipo de cosas es que hay tanto pobre en el mundo. Se ponen a sentir babosadas en lugar de hacer algo productivo. Suspiro de forma pesada y me reclino sobre mi cómoda silla de piel... sólo para darme cuenta de que es mucho más cómoda cuando lo tengo a él sentado sobre mí, a horcajadas y besándome como tan bien sabe hacerlo. Cuando lo tengo a él arrodillado entre mis piernas, chupando y succionando mi pene como tan bien le he enseñado a hacerlo. Cuando lo tengo a él sentado sobre mi escritorio, masturbándose ante mis ojos porque yo así se lo he ordenado. Sí, es en esos momentos cuando mi silla se vuelve más cómoda, con todo y que él... es el perro. El maldito y pobretón perro de Joey Wheeler, ése que dijo que llegaría para antes de las diez y que entonces me dejaría joderle todo lo que yo quisiera hasta quedarme seco (aunque es probable que no lo dijera con esas exactas palabras). Ése mismo que no comprendo casi nunca y me desquicia casi siempre pero al que miro y escucho atento como si realmente me importara, ése por el que me estoy aprendiendo este maldito poema que lo único que me provoca es querer vomitar, pero que sé que para él será un gesto (asquerosamente) romántico cuando se lo susurre al oído mientras lo tome entre mis brazos... Después de todo, ésa es la forma más fácil de poder meterme entre sus piernas. I memorized all the words for you Memoricé todas las palabras para ti But if you only knew how much that’s just not like me Pero si tan solo supieras que eso no es nada parecido a mí I wait up late every night just to hear your voice Espero despierto cada noche sólo para escuchar tu voz But you don’t know that’s nothing like me Pero tú no sabes que no es así como soy yo No comprendo cómo fue a pasarme esto. Yo no estoy hecho para esta clase de cosas. El día de San Valentín, desde mi muy certero, aunque para algunos, crítico punto de vista, no es más que un negocio que deja muchísimas ganancias a los creadores de ridículas tarjetas con palabras melosas y corazones pintarrajeados en ellas, y, si no fuera porque todavía me mantengo lo suficientemente cuerdo, hasta yo me metería en el negocio; el amor no es para mí más que un concepto sobreexplotado, sobre valuado y absurdamente necesario para aquellos cuyas patéticas vidas les obligan a tener alguna imagen idealizada y hermosa sobre el tema, con el fin de no sentirse todavía más miserables de lo que ya son. Deberían de aprender de mí, el gran Seto Kaiba jamás caería en un juego tan estúpido como lo es el amor. La gente se vuelve idiota cuando está enamorada. Pero yo no soy como los demás, yo lo tengo todo, poseo todo cuanto deseo, yo no espero a nadie, la gente me espera a mí; yo no trato de impresionar a nadie, la gente se muere por una oportunidad para impresionarme a mí... ¡Yo soy Seto Kaiba! Y él es el perro. Así que no entiendo ni siquiera cómo demonios sucedió. Un día discutimos. Nada nuevo. Pero en esa ocasión fue diferente, porque en medio de su rabia y guiado, como siempre, por sus estúpidos impulsos... me besó. El muy descarado se empujó contra mí, sujetó mi rostro entre sus manos como si no supiera que no debe de tocarme pues me contagia de su suciedad, y entonces devoró mis labios. Sentí su saliva en mi boca y su lengua hasta mi garganta.

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Por supuesto, yo le hice pensar que él tenía el control, pero el del control era yo. Siempre soy yo. Yo mando y la gente me sigue, yo ordeno y la gente besa mis pies. Por eso fue él el que se quedó sin respiración. Fue él el que me miró sonrojado y luego salió corriendo del lugar, completamente atemorizado por mi presencia. Pobre animal, ya lo tengo completamente dominado. Sólo tengo que darle un gran ramo de flores, unas palabras bonitas, fingir que le escucho... y listo, es como un perro en celo. Aunque, debo reconocer... que me da algo de curiosidad su persona. Sólo un poco. Así que llegué a investigar algunas cosas como: dónde vive y cómo, con quién, qué hace en sus ratos libres, dónde trabaja y haciendo qué, en dónde se junta con sus molestos y ruidosos amigos... Sorprendentemente esa información no fue suficiente para satisfacer mi curiosidad, y a veces me molesto cuando me sorprendo queriendo saberlo todo sobre él, cada cosa que hace, cada preferencia que tiene, cada deseo que se imprime en su corazón, cada idea absurda que pasa por su mente, cada sueño que le hace balbucear mientras duerme... Es molesto porque no soy una persona curiosa por naturaleza. Si hay una pelea a mi lado lo que menos me interesa es el motivo de la riña o el desenlace de la misma, lo único que me importa es el insoportable ruido y el molesto escándalo. Si alguien murió, se accidentó o enfermó, en verdad, no me importa. Cruel, sí, pero ésa es la verdad. No, no soy una persona curiosa. Mi curiosidad nació con ese beso, creció con las primeras sonrisas que se atrevió a dirigirme A MÍ, el temido Seto Kaiba, y se transformó en verdaderos deseos por saberlo todo sobre él desde la primera vez que estuvimos juntos. Desde la primera vez que lo hice mío... Pero estoy seguro de que es porque no quiero meter a cualquier saco de pulgas a mi cama. Yo siempre investigo a mis amantes... es sólo que el perro necesita de una investigación más profunda y exhaustiva... tal vez porque es amigo de Mokuba y no quiero que le enseñe malas mañas. Nadie puede venir a mi casa a causar el caos en medio del orden que yo he impuesto. Alguien toca a mi despacho y entonces sé que ha llegado. Vuelvo mi vista a la pantalla de mi laptop y observo la hora, sí, ha llegado, pero lo ha hecho más tarde incluso de lo habitual. Y con pasmosa certeza me doy cuenta de que no me importa... seguramente porque el sueño se me ha espantado con este espantoso poema que espantaría hasta un fantasma si estos existieran. El perro cree en fantasmas... ridículo. You know I wonder have you already figured out ¿Sabes? Me pregunto si ya has sospechado All these things that I try to hide todas estas cosas que intento ocultar All this time I’ve been hoping you don’t find out Todo este tiempo esperando que no descubras All these things that I hide on the inside todas estas cosas que escondo en mi interior Mi mayordomo me avisa de su llegada y yo me dirijo a la sala donde le veo tan condenadamente sonriente como siempre, con sus ropas gastadas, su mirada transparente y su aire confiado y vago, completamente descuidado. No sé qué mierda le vi. Estoy seguro de que amantes más atractivos he tenido... lo que pasa es que él sabe bien cómo mover el culo. —Llegas tarde, perro —le reclamo sin poder contenerme, y es que quiero escucharle. Escuchar su falsa molestia por la forma en que le hablo, escuchar sus absurdas excusas de por qué llega tarde, escucharle algún comentario idiota que él querrá hacer pasar por inteligente. Debo reconocer, que a veces es algo divertido, pero el muy maldito se queda callado, porque ya conoce mi juego, porque ya me conoce a mí, y en lugar de eso sonríe de esa forma que me desespera tanto, de esa maldita forma como si me dijera “soy superior a ti, sólo que todavía no te enteras”, pero claro que no es superior a mí. Nadie es superior a mí, porque yo soy el gran Seto Kaiba. No digo nada, siguiéndole el juego de ‘quedémonos callados hasta ver quién aguanta más’, después de todo, puedo dejar perfectamente que él se crea esa estupidez... al final será él el que me terminará rogando para que me lo folle en cualquier rincón. Se me acerca, aun sonriente, sabe que me ha molestado que no me diga nada, pero parece que no podría importarle menos. Y yo empiezo a olvidar mi molestia cuando sus suaves manos acarician delicadamente mi cuello. Son apenas ligeros roces, pero me hacen estremecer; sin embargo, lo oculto, y lo oculto bien, porque él no puede enterarse de que aquella caricia tan idiota me ha gustado.

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Yo soy quien debe de tener el control. Así que para demostrárselo lo tomo con fuerza por la cintura y lo jalo contra mí, besándole de inmediato de manera intensa y decidida. Escucho su jadeo de sorpresa salir de su boca y acariciar mis labios, pero es apenas un segundo antes de que corresponda mi beso y puedo ahora sentir su lengua acariciándose contra la mía, de forma frenética y exigente. Él suele ser muy exigente a la hora de besar. Le gusta que esté completamente concentrado en lo que hago y a mí me gusta que se entregue por completo a mí cuando lo hace. Así me demuestra que sabe quién es su amo. Y su amo soy yo. Nos separamos poco a poco, buscando tomar algo de aire y ahora me mira ansioso, directo a los ojos, esperando. Yo sé lo que quiere, y sé que puedo dárselo. Es ahora o nunca. Así que prefiero no retrasar lo inevitable, pues ése es un camino seguro al desastre. Un poco de cursilería nunca mató a nadie de todos modos. —Mientras el mundo sean tus ojos... —comienzo a susurrarle con mi tono de voz bajo y controlado, ése que sé que él encuentra sensual y que no puede resistir— ...estaré sujetando tus deseos —mis manos acarician suave y delicadamente sus manos, subiendo por sus brazos, pegando su cuerpo al mío, despacio, siempre muy despacio, respirando de manera pausada y marcada, dejando que mi aliento acaricie su oído—, mientras tu placer sea mi alegría, estaré debajo de tus sueños —y mi nariz aspira profundamente el aroma varonil y fresco que desprende de su cuello—, mientras tu amor me pertenezca... —y me despego de él ligeramente para poder mirarle de forma directa a sus brillantes ojos— ...estaré ahí regalándote mi vida. Increíble... soy un excelente actor, si hasta parece que se lo dicho en serio. Yo que siempre creí que la actuación era sólo para seres inferiores. Sé que le ha gustado, como siempre. Puedo notarlo en la forma en como se muerde el labio inferior y en la forma en como su cuerpo se estremece en medio de mi abrazo. Os lo dije... él está por completo a mi merced. Nadie puede resistirse a mi ¡Yo soy el irresistible Seto Kaiba! Decido entonces que es mejor continuar con esta ridiculez y le dirijo a mi habitación. Esta noche le tengo preparada una sorpresa. I want to make sure everything is perfect for you Quiero asegurarme de que todo es perfecto para ti If you only knew that that’s not like me to follow through Si tan sólo supieras que esa no es mi manera de hacerlo Maybe even give up on these dead end dreams just to be with you Tal vez incluso me rendiría en estos sueños moribundos sólo para estar contigo But you don’t know that’s nothing like me pero tú no sabes que no es así como soy yo Le tapo los ojos con la venda que saco del bolsillo de mi camisa sin permitir queja alguna de su parte ya que lo callo con mis labios, así que a él no le queda más que sonreír en medio de mi beso y rendirse. Qué fácil es manipularlo. Abro la puerta de mi recámara y observo una vez más que todo esté perfecto, tal y como yo lo había dejado, pero me tomo unos cuantos segundos para preparar los detalles finales. Él parece impacientarse y eso me agrada, así que lo hago esperar un poco más de forma innecesaria, y mientras aprovecho para observar su figura. ¿Cómo es que no me había dado cuenta mucho antes de lo atractivo que es? Por supuesto, tampoco es como que sea un adonis ni nada por el estilo, pero tiene unas largas piernas, una cintura estrecha y unos abdominales bien marcados, tiene un trasero firme y redondeado, unos brazos musculados por el ejercicio que hace y un cuello delicioso y apetecible, y sus labios, esos labios provocativos, carnoso, invitantes... —Kaiba, ¿qué tanto haces? Ya me voy a quitar la venda —sí, es demasiado impaciente. Molesto por no poder hacer mi santa voluntad y mirarlo un poco más, soy yo el que se le adelanta y le quita ese trozo de tela de los ojos, lo cual es maravilloso porque así puedo verlos brillar al ver la habitación. He puesto velas por todas partes y un camino de pétalos de margaritas blancas se ve trazado hasta la cama donde reposan unos cuantos más. Sé que las margaritas blancas son sus favoritas. Me lo dijo una vez.

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Yo por supuesto no le prestaba atención, estaba trabajando en un proyecto importante para las empresas. Pero soy un genio y puedo hacer mil cosas a la vez, y mi memoria es tan privilegiada que, ni modo, ésa inútil información se quedó grabada en mi cabeza sin que yo lo desease. Afortunadamente, al menos por ahora sirve muy bien a mis propósitos. Él va a caer rendido a mis pies. Con exasperante lentitud voy quitando su ropa. Esas molestas y estorbosas telas que seguramente compra en los mercados de ropas usadas. Su guardarropa entero debe de valer incluso menos de lo que vale una de mis corbatas, pero aún así siempre huelen bien, sorprendentemente huelen a limpio y a una mezcla de olores cítricos... huelen bastante como él. No puedo evitar observar cada pedazo de piel que queda al desnudo, su pecho bien bronceado y finamente marcado. Él alza sus brazos para que yo pueda quitarle la camisa que trae puesta y al sacarla de su cabeza su cabello queda desordenado, y eso no podría ser más perfecto. Me mira nuevamente directo a los ojos y yo me inclino para besar su mejilla mientras mis manos acarician su espalda. ¿Qué demonios estoy haciendo? ¿Un beso en la mejilla? ¡Un beso en la mejilla! Y lo peor de todo es que continúo. Mis besos siguen siendo malditamente castos. Le beso en la frente, le beso en sus párpados cerrados, sintiendo contra mis labios el largo de sus pestañas, le beso en el puente de la nariz... y el muy infeliz vuelve a sonreír ante esto. Lo odio. Pero más me odio a mí mismo por continuar con este estúpido juego. Ya basta de ternura y de romanticismo. Aquí el que pone las reglas soy yo. Empiezo mejor a besar su cuello, con fuerza, incluso lo muerdo, aunque me desespero al notar que no lo hago tan fuerte como podría, pero al menos sí lo suficiente como para dejar una marca en su deliciosa piel. Quiero que sepa quién es su dueño, cada que se mire al espejo, cada que alguien le pregunte quién le hizo aquello, cada que sienta cierto dolor en la zona. Que no se le olvide quién tiene el control sobre quién. Pero él empieza a acariciar mi pelo de forma lenta y dulce y a gemir de manera sutil... y eso me tranquiliza. Y rayos. Vuelvo a darle un maldito beso en la mejilla. I can’t be held responsible No puedo mantenerme responsable This is all so new to me esto es tan nuevo para mí Just when I think I’m invincible Justo cuando pienso que soy invencible You come and happen to me tú vienes y me sucedes a mí Ahora beso su cuello una vez más y bajo por su pecho, que sube y baja de manera lenta y acompasada aún. Todavía no es hora de ir más allá. Y él lo sabe y lo disfruta seguramente más que yo. Porque yo empiezo a volverme loco. Necesito hacerlo mío ya. Pero mi cuerpo no me obedece, mi cuerpo se niega a ir más aprisa y mis manos siguen acariciando lenta y tortuosamente, mi lengua se entretiene más de lo que debería en chupar uno de sus pezones, empecinada en endurecerlo por completo y disfrutarlo cuanto se le da la gana luego. No es mi culpa. Es culpa de mi cuerpo. Pero no importa. Esto es sólo parte de mi manipulación, mi cuerpo lo sabe y colabora, así que yo haré lo mismo y le seguiré el juego. Si no lo empotro contra la pared y lo violo ahí mismo no es porque no pueda, es porque es más divertido obtenerlo de esta manera. Hacerle pensar que quiero hacerle el amor en lugar de sólo follármelo por diversión. Qué iluso es. Siento sus manos que, curiosas, viajan a través de mi cuerpo. Las siento recorriendo mi espalda y trasladarse a mi abdomen, las siento subir por mi pecho, llegar a mis hombros y pasar a mi cuello, sus dedos enredándose en mi cabello y entonces dejo de besar su piel para levantar mi cabeza y mirarle a los ojos y luego a sus labios, y puedo notar que está ansioso, los tiene entreabiertos y su lengua pasa por ellos, humedeciéndolos con lentitud. Por supuesto que sé que es una

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clara invitación, pero yo no voy a tomarla. Ahora que sé que él está deseoso haré lo que me plazca. Así que lo tomaré de los brazos y lo arrastraré hasta mi cama, le desgarraré las ropas y lo disfrutaré a mi antojo. Eso haré... en cuanto pueda quitar mi vista de sus malditos e hipnotizantes labios. —Kaiba... bésame —me suplica, ¡claro que me suplica! Eso no podría ser una orden ni aunque yo le permitiese semejante descaro, ¡a mí nadie me da órdenes! ¡Yo soy el todopoderoso Seto Kaiba!— bésame —me repite en un susurro. Y yo lo hago. Pero sólo porque se me antoja hacerlo, no porque él quiera. Y porque es patético escucharle suplicarme de esa manera. No cabe duda de que no es más que un perro. El beso es lento, cuidadoso, nuestras lenguas apenas se rozan, pero sus labios aún así saben a gloria. Él pega su cuerpo completamente al mío y mueve su boca un poco más, la abre e introduce ahora sí su lengua en mi cavidad, y nos besamos con una pasión que se incrementa poco a poco, y de pronto me siento succionado por él y muerde mis labios, ¡el muy perro muerde mis labios!, y en revancha yo muerdo los suyos. Entonces empieza a frotarse contra mí. Puedo sentir su semi erección rozando contra la mía una y otra vez de manera ansiosa y por eso siento cómo va creciendo. Tiene muy poco autocontrol. Nuestro beso se rompe porque él se separa de mí para besar ahora mi quijada, desliza su húmeda lengua por mi garganta y ahora disfruta de mi cuello. I wonder have you already figured out Me pregunto si ya has sospechado All these things that I try to hide todas estas cosas que intento ocultar All this time I’ve been hoping you don’t find out Todo este tiempo esperando que no descubras All these thing that I hide on the inside todas estas cosas que escondo en mi interior Sus manos empiezan a desabotonar de manera presurosa mi camisa. Ja... como si yo fuese a dejar que él me desnude sólo porque le place. Por supuesto que no y por eso es que yo mismo me quito la prenda. Sus labios, sus dientes, su lengua, su aliento, sus manos, sus dedos, sus uñas... lo siento todo. Todo queriendo complacerme a mí. Él está aquí sólo para brindarme placer. Es mi puta personal. Sólo mía y de nadie más. Como debe de ser. Porque yo obtengo todo lo que quiero y nadie más puede tocar lo que me pertenece. ¡Porque yo soy el increíble Seto Kaiba! Sus manos están ahora en mis piernas mientras su boca está entretenida en mi ombligo, y siento a las primeras que se deslizan firmemente hasta mis muslos, siento cómo pasan a mi trasero, y lo aprietan. Definitivamente es un descarado. Entonces vuelven al frente y desabrochan mi cinturón con lentitud. Lo avienta a cualquier parte cuando finalmente me lo quita, seguramente el muy idiota no sabe cuánto cuesta. Desabrocha mis pantalones y se detiene, ¡¿por qué mierda se detiene?! Le miro de forma fría y amenazante, tiene que continuar porque yo se lo ordeno con mi mirada... así que él me mira desde abajo, porque claro que ahora está arrodillado frente a mí, después de todo, ése es el lugar al que pertenece. Me sonríe con picardía y noto su lengua salir de entre sus labios y lamer mi ropa interior, y aún así, aún con la tela como barrera, pude sentir su toque y su calor, su rastro de saliva... y eso me hizo estremecer. ¡Demonios! ¡Mi cuerpo es un idiota! Baja mis pantalones hasta mis tobillos y mientras sube va lamiendo mis piernas y el muy imbécil me produce cosquillas, pero yo no dejo que mi garganta produzca sonido alguno. Él no tiene por qué saber que sí tengo cosquillas. He evitado por todos los medios posibles que la gente se entere de un dato tan comprometedor como aquél. Las cosquillas son sólo para mortales. Yo… soy un dios. Por lo que todo sigue su camino sin contratiempos. Él baja mi ropa interior con lentitud y la deja también hasta mis tobillos. De pronto me siento ridículo.

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Todavía traigo los zapatos puestos. Pero me olvido de eso cuando siento su lengua pasearse por mi erección. Y la lame a todo lo largo, una y otra vez antes de meter la roja punta a su boca y ahora siento cómo la succiona. Eso es, perro, chúpala así. Y no sé si sólo lo he pensado, o si es que en verdad se lo he dicho en voz alta. Pero es que incluso pareciera que él nació para esto, y sin embargo, fui yo el que le enseñó todo lo que sabe. Antes de mí no hubo ningún otro hombre en su vida. Yo lo sé. Repentinamente se la mete toda cuanto puede en la boca, pero no completa porque es demasiado grande, y aún así abarca con sus manos lo que no puede meterse más allá de la garganta y su lengua de pronto hace un movimiento espectacular. —¡Ahhhh...! —creo que alguien ha gritado de placer. Tuvo que ser él. Yo no grito de placer. Sí, claro que fue él. Es sólo que no sé cómo demonios lo hizo con mi polla incrustada hasta su esófago. Mis manos se enredan en sus suaves hebras y le empujo a mi entrepierna, señalándole el ritmo que yo deseo. —Sigue... sigue así, Wheeler... sigue... —le ordeno, aunque creo que mi voz no ha sonado del todo imperativa, porque el aire escapa por mi boca y eso lo vuelve difícil, aunque no por eso ha dejado de ser una orden en vez de un ruego. Y entonces él se empieza a mover más y más rápido, y acaricia mis testículos y no deja de chupar y de succionar y de lamer. Y yo cierro los ojos. Me sobresalto un poco cuando siento la tierra temblar. No es de sorprenderse, en Japón hay muchos terremotos. Éste debe de ser uno leve porque no escucho nada cayendo en la habitación, sólo mis rodillas temblando ligeramente debido a los movimientos de esas malditas placas tectónicas que deciden hacer de las suyas en el peor de los momentos. perro. en mí.

El temblor me ha distraído y para cuando abro mis ojos me doy cuenta de que ya he eyaculado en la boca del Ni cuenta me he dado, pero aún así él está sonriendo. Supongo que realmente piensa que ha logrado un orgasmo Me pregunto si también notó el temblor. Se supone que los perros son sensibles a esa clase de cosas.

Él ahora está desabrochando mis zapatos y se deshace por completo de mi ropa. Ahora estoy completamente desnudo y me siento raramente expuesto, así que me apresuro a desnudarlo a él. Se deja hacer todo lo que yo quiero, por supuesto. No tiene voluntad cuando se enfrenta a mí. ¡Yo soy el extraordinario Seto Kaiba! I can’t be held responsible No puedo mantenerme responsable This is all so new to me esto es tan nuevo para mí Just when I think I’m invincible Justo cuando pienso que soy invencible You come and happen to me tú vienes y me sucedes a mí Está al fin en mi cama, justo como yo lo quería, completamente desnudo, acariciándose contra los pétalos de flores y contra las sábanas de seda que mandé traer del extranjero expresamente para esta ocasión. Gime al sentir mi cuerpo presionando contra el suyo y empezamos a acariciarnos. Volvemos a besarnos y puedo notarle ya completamente duro, mi mano atrapa su pulsante miembro y noto cómo él tiembla y jadea. —Kaiba... —por supuesto, soy lo único en lo que puede pensar en estos momentos, pero aún así dejo de acariciarle en esa zona y recorro el resto de su cuerpo, memorizándolo y memorizando todas y cada una de sus reacciones... sólo porque soy un ser supremo y me gusta saberlo todo. Su placer no me interesa... y no necesito demostrarle nada. ¡Yo soy el genio de Seto Kaiba!

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I memorized all the words for you Memoricé todas las palabras para ti But if you only knew how much that’s just not like me Pero si tan solo supieras que eso no es nada parecido a mí Ya estoy nuevamente excitado, mi pene está listo para atacar y hacerle gritar por la euforia y mi lengua se ha encargado de humedecer su entrada. Lo oí jadear mientras mi húmedo músculo entraba y salía de él, y después lo hicieron mis dedos cubiertos de un lubricante de consistencia espesa que se encargó de dejarlo completamente listo. No quiero batallar para poder insertarme en su estrecha cavidad. No me gusta perder ni mi tiempo ni mucho menos mis energías en cosas tan ridículas como aquellas. —Hazlo, Kaiba... quiero sentirte... hazlo... —se lo dije... les dije que no le quedaría más que seguir suplicando por mí. Me adentro de manera deliciosamente lenta, porque disfruto sentir cada milímetro de sus calientes paredes internas apresando mi carne, sentir cómo se contrae, cómo tiembla, cómo nace en él poco a poco la urgencia por tenerme completamente dentro de él. Pero ni siquiera la mitad de mi erección está adentro cuando mi ansiedad me obliga a dar un fuerte empujón para llenar al fin su interior. Y él dobla su espalda y sí, grita... y luego empieza a gemir, y a jadear, y a respirar con fuerza, y a rogar por más, y a suplicar que no me detenga porque yo he empezado a moverme dentro de él. Y se siente delicioso. —Más... más... más fuerte Kaibah... ¡Kaiba!... Sus piernas empujan mis caderas, su cuerpo está completamente apretado contra el mío. Su piel está sudorosa, caliente, suave y roza contra mi propia piel. Y yo no dejo de moverme, cada vez más fuerte, con mayor brusquedad, de manera salvaje de pronto. No tengo por qué andarme con cuidados, puedo hacer lo que me plazca. ¡Yo soy el invencible Seto Kaiba! Now I’m waking up Ahora estoy despertando I’ve finally had enough of this wreck of a life finalmente he tenido suficiente de esta vida ruin How I never thought I’d survive Nunca creí que sobreviviría Now I’m taking back all I gave up for that ahora estoy tomando de regreso todo lo que perdí por eso Leave my pain behind deja mi dolor atrás Wash these stains from my life lava estas manchas de mi vida —Seto, Seto... ahhh... Seto... Ahora dice mi nombre. Le he vencido. Él gime mi nombre. Ya no es Kaiba, es Seto. Seto. Seto. Y por eso YO soy superior. —Eres mío —le digo al oído y no dejo de embestirlo. Una y otra y otra vez. —Soy tuyo... sólo tuyo... Seto... —me responde. Y yo tiemblo. Y sigo moviéndome porque quiero que lo diga de nuevo. Y luego más rápido, casi de manera desenfrenada porque él grita así cada vez más alto, grita mi nombre... y a mí me agrada escucharlo. Pide por más, jadea que no me detenga, sigue diciendo que soy suyo y repite mi nombre una y otra vez. Siempre una vez más. Y me doy cuenta de que soy un verdadero estúpido. Porque de pronto el que desea más soy yo, el que no quiere que se detenga soy yo... El que tiene dueño soy yo.

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—Joey... Joey... Joey... ¡Y el que no deja de invocar su nombre soy yo! Y como siempre, de perro se transforma en mi cachorro y ya no puedo distinguir cuáles son sus gemidos y cuáles son los míos, de pronto ya no puedo distinguir quién grita más fuerte el nombre del otro... y en el momento justo en que nuestros cuerpos se estremecen con increíble fuerza y el orgasmo pone nuestras mentes en blanco, casi podría jurar que el que gritó más alto... fui yo. Just when I thought all was lost Sólo cuando creía que todo estaba perdido You came and made it all okay tu vienes y lo haces todo bien. I can’t be held responsible No puedo mantenerme responsable This is all so new to me esto es tan nuevo para mí Just when I think I’m invincible Sólo cuando pienso que soy invencible You come and happen to me tú vienes y me sucedes a mí Y de pronto me siento vulnerable, e indefenso e idiota. Y aún dentro de él, con mi respiración agitada y mis extremidades temblorosas, le miro directo a su rostro y él me dirige una sonrisa cansada y satisfecha y una mirada cariñosa. Sus perfectos ojos miel están brillando y sus labios susurran un suave “te amo” que no alcanza a llegar a mis oídos pero que he podido sentir perfectamente. Y soy yo el que cae rendido ante él. Justo cuando me creo invencible... él siempre logra hacerme entender que el invencible en realidad es él. El verdadero poder detrás del poderoso Seto Kaiba. I memorized all the words for you Memoricé todas las palabras para ti But if you only knew how much that’s just not like me Pero si tan solo supieras que eso no es nada parecido a mí

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Ónix Negro o Escarlata Autora: XxJanniDeathxX

Rivalidad. Así es como comenzó todo. Como una supuesta rivalidad. Compitiendo por todo hasta en los más mínimos detalles. Siempre superándome y yo siguiéndote. Hasta el momento en que decidiste correr a la par conmigo. Iguales. Todos veían mis intentos por alcanzarte y los tuyos por ignorarme, pero aun así no éramos conscientes de esa cercanía casi adictiva que afloraba innata en nuestros cuerpos. Empezamos con la competencia, con llamar la atención del otro, caminar de igual a igual acompañándonos, pero por sobre todo, protegiéndonos mutuamente. Vínculo. Un lazo invisible que me une a ti es tu oscuridad. Irónico, ¿no? Pero esa, además de otras razones, es por la que te sigo. Quiero evitar que caigas en el encierro. En ese horroroso manto de odio y maldad. Te fuiste y te seguí, pero ya no era para avanzar juntos sino para detenerte. Hacer que entendieras que lo que ibas a perder seria irremplazable. No podría ser Hokage sin salvarte. ¿Cómo podría vivir con la culpa todos los días? ¿Acaso existe la posibilidad de ignorar todo tu dolor para yo cumplir mis metas? ¿Me creíste capaz? Y ahí es cuando me doy cuenta de que me respondes. No con palabras o monosílabos. No hay gestos en tu cuerpo que me den una contestación excepto ellos. Tus ojos. Nadie, no hay nadie en el mundo que sea capaz de leer esos ojos color ónix negro más que yo. No existe quien pueda responderte de la misma forma. Es un don y lo sabes. Y tu respuesta me hiela. Me deja sentir lo helado del ambiente. Porque en ellos, además de tu réplica, están tus emociones. Puedo verlas. ¡Puedo sentirlas! Y me confunden. No. No te creo capaz. Pero dentro de esa frase también gritas otras cosas con tus sentimientos. Soledad. Frustración. Melancolía. Rabia. Pero de todas esas emociones la que me dejó paralizado fue… el miedo. Tengo miedo. mirada.

Pero entonces, si tienes miedo, ¿por qué no te vienes conmigo? ¿Por qué no vives conmigo? Pregunté con la Y otra vez tus respuestas me descolocan. No puedo. Ya es tarde.

Esa mirada, con aquella respuesta, hace que mis ojos se humedezcan. Porque aquella frase imaginaria está bañada de esa emoción que los dos ocultamos celosamente, a pesar de saberlo siempre. Cariño. ¿Por qué negarlo? ¿Tanta vergüenza nos da? Ya somos adultos. Tuvimos que madurar más rápido que un niño normal. A pesar de nuestros dieciocho años seguimos comportándonos como críos respecto a este tema. Descifras mi mirada, lo que estoy pensando. Y me respondes, esta vez con tu voz. —No es vergüenza, es temor. —¿A qué? —pregunto aun sabiendo la respuesta. —A sabernos desnudos —susurraste mientras te acercabas lentamente—. Desnudos y vulnerables —me dices ahora con tu mirada oscura y penetrante. Cada paso que das con tu cuerpo es un retroceso en el mío. ¿Temor? ¿Dudas? Aún no lo analizo bien. Pero sé que tu cercanía me hiere, sobre todo cuando me acaricias. Porque cada roce tuyo significa más distancia. ¿En qué sentido? Pues ambos lo sabemos. Te quiero. Me quieres. Te deseo y tú me deseas. Me desnudas con la mirada y yo te penetro con mis palabras. ¿Qué nos detiene? Algo tan banal y trascendental a la vez. Soy hombre. Un hombre. Un chico que jamás podrá darte hijos. Y cada vez que recuerdo esas palabras saliendo de tu boca mi garganta se anuda y el corazón se me desgarra. Porque aunque nos amemos jamás llenaré el propósito de renacer tu clan. Lo sabes, pero aun así te acercas, me acorralas en un árbol de tronco ancho mientras tus manos pasan de mi cadera a

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los muslos. Agacho la mirada y tú te percatas. Odias que haga eso aun sabiendo mis motivos, por ello elevas tu derecha y sujetas mi mentón desviando mi mirada hacia tus ojos. Veo en ellos y aquí es cuando me enferma tener ese maldito don. Te deseo. ¡Yo también! ¡No sabes cuánto! Pero no debemos. Al menos yo… siempre soy el que resulta más herido. —Deséame. Vive mi ilusión —suspiraste luego de lamer con gula el lóbulo de mi oreja. ¿Ilusión? Quieres que sea parte de un retorcido sueño. ¿Para qué? ¿Para terminar un día solo y vacío en una cama? ¿Despertar y encontrar que el calor que compartía mi almohada ya no está? ¿Caminar por la aldea mientras paseas con tu mujer y tus hijos? ¿Para ver cómo renaces tu vida y consigues ser feliz sin mí? Soy un idiota. Porque mientras pienso en todo esto, te estoy besando con toda la pasión que mis labios pueden desbordar. Sientes mi frustración y en un acto impulsivo me sujetas de los muslos, me alzas y presionas mi cuerpo con el tuyo mientras me besas con más rudeza. Mis piernas rodean tu cintura y nuestros miembros alzados son clara señal de la lujuria que emana el ambiente. Tus manos acarician de manera firme todo mi cuerpo consiguiendo que de mi boca emanen suspiros entrecortados por tu lengua que se mueve airosa por toda mi cavidad bucal. Me pregunto irónico, ¿deseas memorizarla? Es lo más seguro. Porque después de esta batalla de cuerpos, este momento quedará como un simple recuerdo. Te separas de mis labios respirando irregularmente. Tu vista se conecta con la mía y puedo ver una vez más al verdadero Sasuke Uchiha. Tu rostro brillando en medio de esta oscuridad con pequeños rastros de sudor bajando por tu sien. Tus labios sonrojados por la fuerza ejercida en el beso. Un vaho de aire brilla mientras respiras creando una atmósfera sombría y retorcida. Pero lo que más llama la atención son tus ojos, entrecerrados sin ese aire prepotente, negros cual piedras de ónix pulido y brillante. Con aire casi ingenuo los cierras por completo y te acercas para besarme lentamente casi delineando tus labios sobre los míos. Grabando su textura, el sabor y la forma. Cada pliegue de esa piel expuesta es memorizado. Cierro mis ojos hundiéndome en ese ensueño pero una pregunta me hace caer de lleno a la tierra. —¿Te casarás con Hinata? —murmuraste quedito sabiendo que el silencio de ese bosque ampliaba mi capacidad auditiva. Dude en contestarte. ¿Me creerías si te digo que lo había olvidado? Sí, hasta yo no me creería. Pero es la verdad. Mi cariño hacia ella es el de una hermana, lo que nunca tuve. Estuvo conmigo mientras tú te marchaste. Cuando me dejaste solo. Como un maldito perro abandonado. Mis amigos, aquellos que pensé eran de fantasía, se hicieron reales. Me rodeé del cariño de tanta gente, pero no estabas tú y Hinata lo entendía. No me dejaba solo, se esmeraba en distraerme, que viera las cosas de otra forma. Que, a pesar de tu partida, la vida continuaba. Es tanta mi gratitud hacia ella que, a pesar de no sentir lo mismo, acepté su propuesta de ser pareja. Con el tiempo vi en ella tu reemplazo, algo estúpido y hasta egoísta, pero no me dejaste más opciones. Cuando me dijiste que no estarías conmigo por renacer tu clan, decidí separarme de tu camino y vivir el mío. Con ella a mi lado. Veo tu rostro imperturbable. Esperas mi respuesta. —Sí —solté firme y sin lugar a dudas. Aquella contestación tal vez no te la esperabas pues tu rostro reflejaba asombro, ira y por sobre cualquier emoción, tristeza. De forma inconsciente activaste el Sharingan y me observaste con el rostro más gélido de lo normal, buscando por todos los medios posibles que me retractara de mis palabras. Pero sabías que no mentía ni tampoco buscaba celarte. Sabías que tenía motivo para seguir con ella. Tú mismo me lo dijiste. —¿Acaso es por lástima? —preguntaste con la voz cargada de ironía. —No —respondí en el acto—. Ella me dará lo que tú no puedes darme, Sasuke —silencié tu intento de réplica con mis dedos—. Me dará amor —finalicé. Silencio. ¡Lo sabía! Sabía que te quedarías callado. Aun con tus iris escarlata puedo ver a través de esa mirada escrutadora y fría diciendo “tienes razón” y eso te frustra al extremo de tirarme al piso y subirte encima para después despedazar con un kunai mis ropas de Anbu hasta dejarme completamente desnudo. Tu Sharingan gira descontrolado mientras realizas esfuerzos monumentales para no matarme. Mi actitud te fastidia. Ves que no tengo interés en defenderme ni tampoco de hacer algo en tu contra. Te sientas sobre mi entrepierna y restriegas tu trasero en ella. Sabes que eso me calienta y no lo quieres evitar. Tu mano sube hasta mi cabello y lo tiras con fuerza haciendo que mi espalda se arquee quedando mi cuello desprotegido. Tus instintos vampíricos resaltan tu belleza mientras muerdes con rabia y pasión mi débil cuello en un intento desesperado por marcarme. ¿Por qué? ¿No era que esta noche nos diríamos adiós? ¿No se suponía que hoy terminaban estos arrebatos para mañana volver a la aldea como amigos? Notas que cavilo en mi mente, alzas tu rostro para observarme y te enfureces por mis pensamientos.

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Mi rostro muestra claramente la frase “no servirá de nada”. Y como si eso fuese un detonante te desnudas rápidamente para quedar en las mismas condiciones que yo, notando cómo recorro tu cuerpo con la mirada, intentas desviar mi atención para que no note tu sonrojo. Gimo bajo pues tus manos están presionando mi virilidad. Bajas lentamente mientras recorres mi cuerpo con tu lengua. Es excitante. Me conoces. Sabes que me encanta tu fetiche con mis pezones que se rigen erectos al recibir las caricias de tu exquisita lengua. Mis manos se mueven solas hasta tus hebras azabaches. Las acaricio lentamente sintiendo su suavidad, además… sé que te encanta. Vuelves a bajar hasta llegar a mi ombligo, hundes tu lengua en él simulando una penetración, acaricias el sello que reconozco como lugar “sensible”. Continúas tu camino y ahora llegas a mi miembro que late con fuerza debido a la excitación. Lames su punta con cuidado como si fuera a desaparecer… No entiendo tu cambio de actitud. Estabas furioso por mi respuesta y ahora me complaces hasta el capricho más insignificante. Estás al tanto de lo que pienso y mi actitud te vuelve a enfurecer. Sigues sin entender que me duele estar así contigo. Y por ello te ofuscas y muerdes mi pene con saña. Grito ronco y excitado. Si al final soy un vil masoquista. Mi grito te ha complacido y vuelves a lamer delicadamente ahora, las marcas que dejaron tus insinuantes colmillos. Chupas delicadamente la piel circundante jalándola con los dientes sacando más de un suspiro de mi boca. Te observo. Tus ojos aun muestran el Sharingan. Mirada fría color escarlata. ¿Todavía estás furioso? Cuando muevo mis labios para cuestionarte abres la boca y te metes mi miembro hasta el fondo. Mi gemido debió oírse por todo el bosque. Tu boquita caliente, húmeda, succionaba con avidez mi hombría. Ver tu rostro, escuchar el sonido de la succión, observar tu cabeza subir y bajar por mi longitud mientras tu brillante pelo rozaba mis muslos, fue suficiente para que explotara en tu boca. Mis ojos se entrecerraron por el placer, busqué tu mirada hasta conseguir el enfoque necesario para mi lucidez y lo que vi fue motivo más que razonable para volver a empalmarme. Tu boquita húmeda y roja por la succión, tus mejillas sonrojadas, tus ojos rojos cristalizados y con un hilillo de semen escurriendo por tu boca. ¿Acaso no es razón suficiente? Retiras el semen que cae de tus labios con tus dedos y los diriges a mi entrada. No me quejo, de hecho hago caso omiso del dolor, sé que te calienta ver mi orgullo al tope y en venganza metes tres de golpe. Sólo te observo y desvías la mirada. Vuelvo a leer tus emociones. Culpabilidad. Mueves tu rostro enérgicamente como tratando de despejar tus pensamientos y te impones rápidamente alzando mis piernas hacia tus hombros y acercando tu miembro a mi entrada algo irritada por la anterior profanación de tus dedos. —Dímelo —te escuché susurrar. Tu pregunta me descoloca ¿Qué quieres ahora? Me tendrás por completo por última vez ¿Qué más quieres? ¿Que me humille? Levantas la mirada escarlata que choca con la mía. Y mi asombro no tiene precedentes cuando veo lágrimas deslizarse por tus mejillas. —Dímelo, Naruto —gemiste mientras entrabas con fuerza en mi interior—. Di que quieres tenerme, di que me necesitas —reclamabas ronco mientras permanecías quieto esperando que me acostumbrara. Pero no pude contestarte. No debo contestarte. Si lo hago nos haremos ilusiones, pensaremos que el mundo no es tan malo, no cumpliremos nuestras metas. ¡No podemos estar juntos! —Sasuke… —murmuré quedo. En un acto lleno de angustia me penetraste con tanta fuerza que sentí como en mi interior algo se desgarraba. Pero el dolor de mi entrada no era nada comparado con la tristeza que ceñía como un puño mi corazón al verte llorar. Tus ojos se volvieron oscuros nuevamente pero esa oscuridad provenía de la desesperación y resignación de nuestros corazones. Yo ya lo había aceptado. Sólo faltabas tú. En un intento por motivarme y para que te acariciara, te inclinaste hasta rozar mis labios. —Naruto… —delineabas mis labios con tu lengua mientras embestías con rudeza contra mi cuerpo al punto de parecer dos animales en celo. Gemías mi nombre con sensualidad, procurando calentarme en el proceso, tus intenciones yo las entendía perfectamente. Querías un beso, uno rudo que desgastara hasta la última gota de saliva y te dejara sin rastro de aire en los pulmones. Y si soy sincero, no quise negarme a tu capricho. Alcé mis manos hasta tu hermosa y oscura cabellera, y jalé de ella con fuerza mientras te forzaba a besarme. Tus manos se aferraron con potencia a mis caderas empecinado en adentrarte más y más en mí. ¡Exquisito! Ya no puedo negarlo, te deseo demasiado. El placer nubla mis sentidos y siento la necesidad de venirme nuevamente. Una de mis manos baja por tu espalda logrando que te arquearas cual felino en busca de aire. ¡Demasiado sexy! Te observo mientras acaricio con verdadera parsimonia tus músculos fibrosos, tu pecho nacarado, ese cuello altivo y soberbio, a pesar de tus penetraciones fuertes que me obligan a arañarte en el proceso y eso te derrite. Siento como te tensas al igual que yo, nuestras respiraciones se vuelven entrecortadas, toscas, viriles. Gimes mi nombre en un audible jadeo y yo no puedo evitar gritar el tuyo, mientras las aceleraciones ya no tienen forma ni concordancia. Me partes en dos y me avisas que ya no aguantas más mientras tus ojos me dicen que aunque pasen mil años jamás habrá alguien que me desee como tú me deseas a mí.

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Un par de embestidas más y siento tu esencia caliente chorreante en mi interior, llenándome. Pero yo aún no logré llegar al final pues tú me lo impediste presionando la punta de mi pene con tu pulgar. Dolía horrores. ¿Por qué demonios haces eso? ¿Es que no te basta con ser la última vez? ¡Eres un bastardo! —Aún no… quiero… que te corras dentro de mí —expresaste débil mientras salías de mi interior y sin preparación alguna te empalabas en mi erección. Me senté como acto reflejo en un intento por detenerte. El grito que plantaste lo acallé con mi boca devorando la tuya. Me acomodé mejor sentándome y apoyando mi espalda en el mismo árbol que me acorralaste. Tus lágrimas salían desbordantes, sin duda es doloroso. Yo tengo a Kyuubi para curarme, pero tú…. —Quieto, Sasuke —te sostuve al ver tu intento de moverte. —Déjame —jadeabas mientras buscabas la forma más rápida de recuperar el aire—. Quiero ver… tu rostro lleno de placer —susurraste mientras acariciabas las marcas de mis mejillas. No dejé que te movieras hasta que estuvieras completamente relajado. Sé cómo te gusta y si quieres que lo disfrute sólo debo ver tu rostro marcado por la lujuria para gozarlo. Es uno de mis placeres más ocultos: el ver a Sasuke Uchiha sonrojado, jadeando por que le dé con fuerza y lo marque como mío. Sí…. Nadie creería que en esta relación tú eres el uke. —Naruto… por favor… muévete… —me suplicaste avergonzado, pero no consigo moverme. El ver tu rostro tan vulnerable mientras tus ojos me imploran atención, es algo que me considero incapaz de profanar. A veces mi inocencia llega a ser absurda. Después de tanto tiempo sigo viéndote virgen e inmaculado. Ves mi indecisión y ya no sabes cómo actuar. —¿Crees que es una pérdida de tiempo? —me preguntas con una sonrisa desconsolada. Si me preguntaran qué personalidad del famoso Sasuke Uchiha prefiero, respondería con toda seguridad que “todas menos ésta”… ésta en la que eres tan vulnerable y débil. Un niño ingenuo que cree en la felicidad y la vida junto con un amor eterno. Yo conozco ese lado que muchos llamarían cursi, pero la realidad es que no es cursi sino inocente. Todo adulto que no disfrutó de su niñez termina por tener esas creencias muy en el fondo de su ser. Tú eres uno de esos casos… igual que yo. —Naruto… yo… —Te amo, Sasuke —y me retracto interiormente. Ver tu sonrisa sincera y lágrimas cayendo hasta tus muslos sólo por expresar lo que siento, hacen que no quiera sentir esto… pero no puedo arrancarlo de mí. Ya no—. A pesar de todo… — mis manos sujetaron tus caderas de manera firme y te levanté poco a poco hasta que de súbito te bajé por mi extensión logrando arrancarte un ronco y largo gemido—. A pesar de todo… y el dolor que esto signifique… yo te… te seguiré amando —susurré entrecortado en su oído mientras aceleraba los movimientos. Escucharte gemir mi nombre en verdad es ir un paso hacia el cielo. Tus movimientos se vuelven frenéticos, saltas sobre mi miembro como una puta en celo. Maravilloso... Tu estrechez única y asfixiante, rozando lo místico. Cálida y húmeda por, seguramente, hilos de sangre que escurren de tu interior. Te escucho gritar, te agitas con erotismo y me vuelvo loco. Eres mi todo y yo tu cable a tierra. No quieres que esto termine porque sabes que si alcanzas el clímax nunca más me tendrás de esta manera… Seremos amigos, nada más. No habrá derecho a roce, ni a suaves caricias, tampoco a los besos escondidos en algún callejón o parque y menos las extenuantes sesiones de sexo puro y salvaje. No quedará nada, todo habrá que olvidarlo. —¡No quiero! —vuelves a ver directamente mis ojos, tus perlas ónix oscuro se vuelven a humedecer. ¡No llores mi gatito! ¡No sufras! Yo estaré cerca como el fiel amigo que siempre fui. Te apoyaré cuando lo necesites. Te daré mi hombro para que llores. Velaré por tu felicidad aun cuando esté lejos de mí. —Ya… ya es hora… Sasuke —presiono con más fuerza tu cadera mientras mi mano derecha se dirige a tu rígido miembro. Te revuelves al sentir mi tacto, te aferras al saber que pronto todo va a terminar. Siento tus uñas clavadas en mi espalda y tus labios buscando los míos. Te masturbo frenéticamente y te revuelves con ansia. Ya no más. Ya no puedo esperar más... —Me corro, Naruto, lléname… lléname con tu esencia por última vez —me dices al mismo tiempo que tu leche mancha mi pecho y parte de mi rostro con potencia. Tu entrada se contrae con fuerza casi de manera dolorosa y no espero más. Exploto en tu interior, bañando tus entrañas con mi marca más íntima. Lames con ternura los restos de mi rostro y te aferras a mi hombro cerrando los ojos. Nos quedamos quietos. Juntos. Abrazados. Y solos.

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Siento que despiertas. Puedo sentir tu mirada oscura penetrando mi mente. Sabes que la partida es dolorosa y por eso te sientes aliviado de que aún no abra los ojos. Te conozco demasiado. Te levantas rápido y con velocidad digna de ti te vistes en un par de minutos. ¿Con qué objetivo? Para que no vea las marcas que esta noche te he dejado. Ya cuando no siento movimiento alguno abro mis ojos y te observo detenidamente. Te ves incómodo. Tal vez sea porque aún no cubro mi desnudez o quizá sea por las marcas en mi pecho y cuello. Aunque por tu rostro desviado puedo deducir que son ambos. —Fuiste rápido —te comento casual. —Sí —me contestas indiferente. Aunque por dentro te sientas morir. Te conozco más de lo debido, mi pequeño gatito. —Será mejor que te vistas, puede venir alguien… dobe —me recordaste débilmente. —… —no te contesto porque entiendo tus intenciones al decirme ese apodo. No quieres que esto termine mal. Aún quieres conservar mi amistad. No tienes idea de cuánto me hace feliz saber eso. Me visto rápidamente con la muda que tengo en la mochila, debemos volver en una hora. Yo para entregar el informe de la misión a Tsunade y llegar a una reunión con Kakashisensei, a la cuál lamentablemente no debía faltar. Al igual que yo, tú debías regresar para preparar los últimos detalles de tu compromiso. Me dispongo a retirarme, pero tu brazo me detiene. —Naruto… —me miraste cálidamente, por última vez, con esos ojos de perla negra. Ónix brillante y pulcro que me dicen tantas cosas. —Debemos irnos, teme. Nos están esperando, dattebayo —te avisé con la intención de irnos antes de que nos arrepintiéramos. Marchamos lentamente. Cada paso más difícil que el otro, en un silencio absoluto. Tanto así que no nos dimos cuenta del transcurrir del tiempo hasta que empezó a amanecer. Las puertas de Konoha abiertas de par en par con varios shinobis de la aldea, esperándonos. Entre ellos Hinata y… tu prometida, nuestra compañera Sakura. A pocos pasos de llegar tuve un último deseo y te lo comunique. Y tú, para mi sorpresa, consentiste sin dudar. La gente se amontonó para aplaudirnos y desearte sus buenos deseos a pesar de todo lo ocurrido. Vi cómo Sakura se acercaba temerosa a darte un beso que, aunque no correspondiste, tampoco lo rechazaste. Mientras Hinata me abrazaba contenta sabiendo que mi meta al fin estaba cumplida. Hoy me conmemorarán como Hokage de la Aldea de Konoha y también anunciaríamos tu pronto matrimonio con Sakura-chan. Te quiero, Sasuke, se feliz porque a pesar de tus errores y delitos, te perdonamos. Sufriste, peleaste y tuviste tu castigo. Ahora sólo debes buscar tu felicidad. Sólo espero que, a pesar de la distancia, nuestro lazo no se rompa. Mientras tú cumplas tu promesa, yo viviré para ti. “Prométeme que sin importar cuantos milenios pasen, tú y yo siempre seremos los mejores amigos, mi querido Sasuke-teme”. “Te lo prometo, mi amado dobe”.

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Notas: Bueno, este fue mi primer lemon yaoi. En un principio estaba bastante nerviosa y la forma de relatar pues, decidí que fuese una especie de interacción entre el personaje y tú. En primera persona, para ser más clara. Además era una manera de dejar las cosas algo inconclusas pues no se sabía a ciencia cierta cuáles eran los pensamientos de Sasuke y es lo que se aclara en la “continuación” de esta historia llamada “Por una Familia”. Agradezco a mi pareja que me apoya 100% en mis escritos, criticándome constructivamente… Y recordándome a cada rato que yo me parezco a cierto personaje. ¿Podrán adivinar de cuál se trata? XxJanniDeathxX



Platos sucios Autora: Muscari

¿Por qué? Si él vivía feliz así, ¿por qué tenía que hacerlo? Si a alguien no le gustaba o le resultaba desagradable la solución era muy sencilla: que no entrara. Además, era algo que no tenía sentido. Antes de que acabara el día todo volvería a estar prácticamente igual que lo había estado en la mañana, igual que el día anterior e igual que el de antes del anterior. Era un esfuerzo infructífero completamente. Pero, ¿alguien más lo veía de esa manera? No. Sólo él era poseedor de esa visión de la vida tan… dejada. Y sucia. Pero era una suciedad que no hacía mal a nadie, ni tampoco a él, entonces, ¿dónde estaba el problema? Lo suyo era una suciedad limpia, porque no es que sufriera el síndrome de Diógenes ni nada parecido; aunque algunos de sus amigos hubieran calificado su casa como “estercolero municipal” no lo era ni mucho menos. Él no se dedicaba a acumular basura, ni su piso apestaba a basurero. Sólo había envases de ramen por aquí, botes por allá, un poco de polvo en las estanterías y alguna pelusilla despreciable en las esquinas, debajo del sillón, los muebles y enganchadas en las patas de las sillas. Así que, al final, todos habían optado por quedarse en la puerta de su casa cuando iban a llevarle alguna cosa o recogerle para ir a cualquier sitio; ellos habían terminado comprendiendo que decirle que recogiera su piso era igual de inútil que el propio hecho de recoger el piso. Claro, todos, menos uno. —Eso lo hace más acogedor. Así se nota que hay alguien viviendo aquí, vaya que sí —le había dicho una vez a su azabache amigo, en uno de los intentos de éste para que el otro acondicionara a la vida humana su cuchitril, como lo había definido. —¿Acogedor? Si con eso te refieres a que quien nos “acoja” sea toda la mierda que acumulas, sí que lo es. —¡Teme! —¡Límpialo de una puñetera vez, usuratonkachi! Porque “aceptar” lo que uno en concreto le “llevaba” en la puerta de casa sería una indecencia que la vieja Tsunade habría castigado en el mejor de los casos colgándoles a ambos de los mismísimos en la azotea de la torre Hokage, para que estuvieran bien a la vista y el resto se diera por enterado de lo que pasaría si alguien más cometía la misma desfachatez que ellos. Y ese uno, y él también, apreciaba en demasía esa parte de su cuerpo como para arriesgarse de esa manera, de modo que cuando iba no le quedaba más remedio que sortear todos los obstáculos que se encontraban dispuestos desde la puerta de la casa del rubio hasta la cama. Hasta que el estado del entorno pudo con sus deseos carnales. —Haz lo que quieras, dobe. Esta noche se lo cuentas a la señora Pelusa que tienes en tu cuarto, quizás duermas mejor con ella, porque yo no vuelvo hasta que todo esto no esté impecable. Tres días habían transcurrido desde que se lo dijera. La primera noche creyó que mentía, que acabaría llegando a las tantas diciendo “Estás avisado, dobe”. Se durmió y él no había aparecido. A la segunda no había dormido, pasó toda la noche de brazos cruzados en el colchón, soltando improperios y maldiciones a diestra y siniestra contra el teme y su maldita manía del orden y la limpieza pura. A la tercera, anoche, se acostó a las ocho de la tarde para descansar el máximo posible; al día siguiente le esperaba una dura jornada de limpieza integral en su casa. Pero no lo hacía porque hubiera pasado tres noches, ¡tres noches!, con sus amaneceres y anocheceres a dos velas. Oh, no. No lo hacía porque su cuerpo necesitara un achuchón para funcionar correctamente hasta el siguiente. Oh, no, no. Lo hacía por orgullo. Y por venganza. Oh, sí. Porque Sasuke creería que se había salido con la suya, que había recogido toda su basura, ¡mierda, que no es basura!, por necesidad y temor a que no volviera nunca más. Sin embargo, Naruto no hacía las cosas por nadie. Bueno, no esta vez. Su orgullo le había llevado a planear en escasos segundos un simple motivo para todo aquello: engañarle. Muahahaha. Reía maliciosamente con la mandíbula desencajada conforme metía en una bolsa todos los envases que encontraba en el salón. Cuando vea que lo he limpiado todo como él me pidió y vuelva para recompensarme, se quedará con las ganas, vaya que sí. Y será él quien me suplique. Ahahaha. En su mente imaginaba al Uchiha de rodillas, rogándole por sus atenciones mientras él se erigía victorioso ante el azabache cual superhéroe de cómic frente su archienemigo derrotado. Tanto se había metido en su papel, que se encontraba subido en el sofá con las manos en sus caderas y riendo como un auténtico desquiciado.

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Al ser consciente de su situación, dio un rápido vistazo en derredor y saltó del sofá con una expresión lunática en su rostro y la intención de terminar la limpieza. Sólo quedaba una parte del salón y la cocina. Tardaría poco, los únicos platos que había eran los de los últimos días, o dos semanas, durante los que el Uchiha había estado allí alojado en régimen de media pensión, entendiéndose como cama, desayuno y cena. Ahora que lo recordaba, todo esto había surgido a raíz de que, hacía esas tres noches, se habían acabado los platos limpios y el azabache no había tenido dónde cenar. —Esa es otra de las razones por las que siempre como ramen, vaya que sí. Puedes comprarlo envasado y no tienes que preocuparte de lavar los platos —explicó el rubio ante un atónico moreno que miraba la pila de platos, vasos y cubiertos amontonada en el fregadero de la cocina. —Me largo —había sido la escueta respuesta de éste. —¡Teme! Si quieres cenar puedes hacerlo en la cazuela, vaya que sí —dijo Naruto provocando un tic enfermizo en uno de los ojos de Sasuke. Después de eso se habían enfrascado en una lucha acerca de la tutoría sobre la obligación de lavar los platos. (...) —Es TU casa, deberías lavarlos TÚ —argumentó el azabache. —Pero los usaste TÚ, Sa-su-ke te-me. Así que deberías hacerlo tú —contrarrestó el rubio. —Un invitado NUNCA limpia su plato —dijo mostrando una sonrisa de superioridad el Uchiha. —¡Baka! Tú no eres un invitado, ¡sólo vienes por mi culo! ¡Deberías agradecerme que además te dé de comer, vaya que sí! (...) Pero señora Pelusa no le hubo escuchado esa noche cuando le contaba sus penas de pareja. Porque eran pareja, solo que estaban mejor por separado. Imagínate, tener que lavar los platos todos los días. ¡Ni loco! Aunque no podía negar que le agradaba la idea de que los platos se acumularan no sólo por la cena y el desayuno, sino también por los almuerzos. Y no sólo por unos días, o dos semanas, sino todos. Encontraría una solución a lo de tener que lavarlos. Podría tirarlos directamente. O comprarlos de plástico, así me saldría más barato, vaya que sí. Soltó la bolsa de basura y cogió un trapo para limpiar la ventana del salón. ¡Wo, si hace sol! Pensé que había amanecido nublado, pero sólo es el polvo. ¡Genial! Así podré lavar toda la ropa y secarla hoy, ya no tengo recambio para mañana. Terminó de secar los cristales, recogió la bolsa y cruzó el salón en dirección a la cocina con una sonrisa en sus labios. Tarareando una canción, se puso un delantal que tenía guardado en el fondo del último cajón y se lo ató, dispuesto a presentar batalla a la resistente grasa afincada en los platos. Pero, cuando cogió el primero, de repente hubo algo que no cuadró en su cabeza. Había cruzado el salón, desde la ventana a la cocina. Extrañado, con una ceja enarcada y la boca medio abierta, se asomó a la estancia y su boca se abrió más aún. Oe, ¿dónde está la mesa? ¿Y mi sofá? ¿¿Y mis sillas?? Se introdujo en la sala y, caminando hasta el centro, giró sobre sí mismo en un intento de encontrar los muebles que le faltaban en alguna otra parte del lugar. Pero no estaban. Volvió corriendo a la cocina y miró el fregadero. Pero los platos seguían ahí. ¡Mierda! ¿Por qué no se han llevado los platos también? Regresó al salón y, horrorizado, vio cómo toda la estancia volvía a estar repleta de basura, más incluso de la que había antes de la limpieza; a duras penas si podría salir pisando el suelo. Por el rabillo del ojo notó como, cerca de la puerta, había algo que se movía. No quiso quedarse a averiguar qué era, saltó hacia la ventana con la intención de abandonar la vivienda, pero ésta estaba cerrada. Trató de abrirla y una sensación de pánico empezó a crecer en su interior al verla atascada. Escuchó un ruido a sus espaldas y se giró rápidamente. Había algo, no cabía duda. Algo que se desplazaba bajo la basura y que se acercaba a él. Giró de nuevo hacia la ventana y ejerció presión con toda su fuerza, pero una sustancia pegajosa en el mango le impedía moverlo. ¡Maldición! Un siseo demasiado cercano le hizo erizar el vello de la nuca y, justo cuando algo se ceñía peligrosamente sobre sus tobillos, saltó y cruzó como pudo en dirección al pasillo que llevaba a su habitación, dirigiendo un vistazo a lo que fuera que había intentado atacarle. Donde él había estado escasos dos segundos antes se alzaba ahora una enorme y aterradora serpiente, cuyas fauces se abrían amenazadoras, dispuestas a lanzarse en menos de un abrir y cerrar de ojos sobre la presa que trataba de escabullirse y engullirlo de una sola vez. No puede ser. Retrocedió espantado en dirección a su habitación, sin apartar los ojos del hueco de la puerta, esperando que de un momento a otro apareciera por allí el inmenso reptil. Creyó escuchar repiques lejanos, como opacados, cuando, de entre la basura y en su dirección, surgieron decenas de serpientes. Cascabeles. Corrió el tramo que le separaba de su cuarto y cerró la puerta bruscamente. Su respiración estaba acelerada, su mente funcionaba a un ritmo vertiginoso diciéndole que no era posible, que tenía que ser imaginación suya. Está muerto. Muerto. Es imposible que sea él. No puede ser él. No puede haber vuelto a por Sasuke. —Naruto-kun —dijo una voz aguda a su espalda.

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El rubio se congeló. Es su voz. No pudo girarse, no fue capaz; trató de convencerse de que no debía tener nada que temer. —Cuánto tiempo, Naruto-kun —la voz sonaba cruelmente divertida—. ¿Ya pensabas que no volveríamos a vernos? ¿O sí? Porque el miedo se había hecho con el control de su cuerpo, de sus emociones; sin darse cuenta había empezado a temblar. Acabamos con él definitivamente. Nos deshicimos del cuerpo. Muerto. Desaparecido para siempre. —¿Seguro? Porque ahora mismo estoy aquí, Naruto-kun. Vamos, date la vuelta. Compruébalo por ti mismo —soltó una inhumana risa y, tras ella, se escuchó un quejido dolido, desesperado. Sasuke. El rubio apretó los ojos, dejando salir unas lágrimas de ellos, esperanzado en que, al abrirlos, todo aquello habría sido... cualquier cosa, menos lo que era en ese momento. Un ardor comenzó a surgir en su estómago, propagándose velozmente al resto de su cuerpo. Kyuubi. No le dejaré. Le mataré. Le destrozaré. Lo que haga falta. Sobre mi cadáver, pero no volverá a llevárselo. Envuelto en una creciente capa de tonalidad grana se volteó, buscando con sus ojos carmesíes al viperino ser que aún hoy se atrevía a colarse en sus pesadillas. Sin embargo, no había nada. Sólo una ventana llena de polvo, un trapo mojado en su mano y un espléndido sol brillando al otro lado del corredor exterior. Estaba en el salón, de nuevo. Su mesa, su sillón y sus sillas estaban donde siempre. Todo limpio. Y él sin delantal. Pero su pulso seguía temblando, su respiración acelerada y entrecortada, y Kyuubi despierto. ¿Qué había sido aquello? Él estaba allí, había estado allí. Orochimaru... Debía seguir allí, seguramente estaba jugando con él. Buscó desesperado con su mirada alguna seña que le dijera que era real, o irreal. Algo que tranquilizara su desazón, algo que le dijera que Sasuke... —Dobe. Se giró. Al otro lado de la ventana abierta estaba Sasuke, con semblante más serio de lo normal, preocupado. —Sasu... ke. Se miraban. No dijeron nada. El azabache estaba apesadumbrado y el rubio dejaba escapar silenciosas lágrimas, por la impresión, mientras intentaba asimilar qué había sucedido. Por qué Sasuke se encontraba frente a él, ahora. Con esa expresión. En un parpadeo el Uchiha entró en la vivienda y se acercó dubitativo al Uzumaki, mordiéndose levemente su labio inferior. Se había pasado. Se le había ido de las manos. Cuando lo planeó no pensó que el rubio reaccionaría de aquella manera, le había asustado, había logrado hacerle llorar. Se acercó y le rodeó con sus brazos, atrayéndole hacia sí mismo con la pretensión de tranquilizarle, de hacerle saber que estaba allí, que era él realmente. Llevó una mano a su nuca y acarició sus cabellos, separando su cabeza para poder observarle. Naruto había cerrado sus ojos, pero alguna lágrima siguió cayendo por su, aunque ahora tenuemente pálida, bronceada piel. Acercó sus labios y besó sus mejillas, recorrió la salada senda hacia sus ojos, enjugando la humedad y juntando finalmente sus frentes, para soltar un nervioso suspiro. —Naruto... —dijo el azabache en un quedo susurro. —Él —habló débilmente el rubio. El azabache le contestó negando con la cabeza y el rubio alzó la suya encontrando dos pozos negros que le observaban afligidos—. Tú... —volvió a pronunciar. Ahora, el ojinegro contestó con un lento asentimiento. Naruto empezó a comprender. La repentina desaparición de sus muebles. La superpoblación de basura. Las serpientes. Orochimaru. Genjutsu. Había caído, por completo; todo había sido falso, una ilusión. De Sasuke. Bastardo. Un nuevo sentimiento de destrucción apareció en su cuerpo. Pero esta vez no era Kyuubi. Era él mismo. Sin dejar de observar a Sasuke y viendo como éste volvía a morderse el labio, apretó su puño, frunció su ceño y le golpeó con todas sus fuerzas en la boca, haciéndole caer hacia atrás. —¡Teme! ¡A qué demonios estabas jugando, Sasuke-baka! —Tsk. Ha sido por tu culpa, usuratonkachi —respondió el azabache, sobándose la mandíbula y escupiendo algo de sangre. —¿Mi culpa? ¿Llamas “mi culpa” a haberte inventado esa técnica para asustarme? ¡Qué pretendías, imbécil! —gritó el rubio.

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—¡Si no fueras un maldito puerco esto no habría pasado! Puerco asustadizo... —se defendió el azabache, aún en el suelo. Esa reacción sí debía haberla previsto. Cuando el rubio se enterara de lo que había hecho y por qué, no pararía hasta hacérselo pagar. —Eres un bastardo, teme —dijo el rubio apretando nuevamente sus puños y acercándose peligrosamente al azabache, que se levantó de un salto—. ¿No tenías otra manera de hacer que recogiera mi casa? ¡¡Mi casa, vaya que sí!! —La anterior no funcionó. Así que pensé que si era un poco más... radical, comprenderías el caso. —¿Y por qué te crees que he limpiado todo esto? ¿Por gusto, teme? —Tsk. ¿Me crees tan estúpido, dobe? He visto por la ventana tu escenita vanagloriadora. Sé lo que estabas pensando mientras recogías —susurró el azabache de manera provocativa mientras se acercaba insinuante al rubio, hasta quedar a escasos milímetros de su oído—. ¿De verdad pensabas que funcionaría, zorro? —Yo... esto... N-no sé de qué estás hablando, Sasuke-teme. ¡Y no me llames zorro! ¡No soy un maldito zorro, mierda! —espetó el rubio tratando de alejarse del azabache. Le había descubierto. Su perfecto e ineludible plan había tardado en resquebrajarse menos tiempo del que había tardado en concebirlo. Todavía estoy a tiempo de ganarle. Sasuke había vuelto a acercarse, y Naruto trataba de no emitir los gemidos que éste le provocaba conforme paseaba sus manos por su cuerpo. Sí, podría haber tratado de frustrar sus intenciones, pero todavía no lo había conseguido. ¡Vas a conocer el autocontrol de Uzumaki Naruto, vaya que sí! —Cuando estamos en la cama sí que te gusta, mi zo-rro —el azabache había comenzado a repartir leves mordidas por su cuello y clavícula mientras introducía las manos bajo su ropa, palpando toda la piel que encontraba en su camino y descendiendo una de ellas dentro del pantalón del rubio. —Ummm —a la mierda el autocontrol. El rubio profirió un profundo gimoteo cuando el otro atrapó entre sus dedos su repentinamente avivada erección mientras las atenciones a su cuello tampoco cesaban, produciéndole un revuelo de sensaciones que le hicieron olvidar cualquier reclamo para con el azabache y dejándose hacer. En verdad había tenido suerte de haber llegado justo en aquella ridícula actuación del de ojos celestes, lo cual le había venido de perlas para disimular, pues su primitiva intención no era “revitalizar” el sentido de la pulcritud en Naruto, sino más bien uno propio. Su sentido libidinoso. Habían sido los tres días más largos que recordaba en mucho. Se había acostumbrado demasiado a compartir ese tiempo con el rubio, ese pequeño espacio, su vida, aunque sólo fuera “a medias”. No pensó que le costaría tanto pasar unos días lejos de lo que se había convertido en su rutina, pero al segundo ya añoraba en exceso el calorcito que el rubio le proporcionaba en las frías noches, su compañía al despertar. No podía negarlo, no lo estaba haciendo para demostrarle al dobe que no tenía fuerza de voluntad ninguna y que le tenía sometido completamente a su capricho. Él lo deseaba incluso más que el mismo rubio, tenerle cerca, sentirle. Demostrarle que le necesitaba a través de sus actos como no había podido hacerlo en tres eternas y solitarias noches. Soltó el miembro del blondo y sacó sus manos de debajo de su ropa obteniendo un quejido de disconformidad por parte del menor. Atrapó sus labios y le besó con intensidad y necesidad acumulada, sujetándole por la cintura y empujándole en dirección al pasillo, camino de la acogedora habitación. A su vez, Naruto le había rodeado con sus brazos y comenzado a despojarle de la barrera textil que frustraba los intentos de fundirse el uno con el otro allí mismo. Quería aquello. Quería poseer todo el tiempo del mundo para tenerle de esa manera, sin tener que esperar a que fuera de noche para volver a estar a su lado. Quería llegar a casa y no encontrarla vacía. Quería ver un montón de platos enorme en su fregadero que indicara que allí también había actividad diaria. Quería que se notara que allí vivía alguien, como el rubio había dicho. Que le ayudara a que no se acumulara tanto polvo en la suya. Quería una vida compartida. —Sasuke... —gimió éste contra su pecho conforme le arremetía guiado por el placer y el deseo de obtener más. Y lo haría. El rubio quería. Lo había visto en sus ojos cuando le observó tras la ventana. Lo tuvo claro cuando estuvo dispuesto, una vez más aunque fuera una ilusión, a vencer cualquier peligro que amenazara su existencia. Y no quería perder la oportunidad de verlo de nuevo día a día; instante tras instante no dejar pasar aquellas pequeñas cosas que el Uzumaki tenía y que, inconscientemente, le decían que jamás se arrepentiría de lo que sentían. Ambos dejaron salir de lo más hondo de su ser un delicioso suspiro de satisfacción cuando, agotado por el esfuerzo, el azabache dejó de embestir el cuerpo del rubio una vez alcanzado su punto máximo de placer. Salió lentamente del cuerpo del otro y, antes de dejarse caer a su lado, le besó dulcemente. Cuando estuvieron lado a lado, Naruto se giró y le abrazó como si tuviera miedo de perderle, apoyando su cabeza en su pecho y dando cortos besitos en su piel. —Te quiero, Sasuke —dijo, apretando su cuerpo contra el del otro. —Naruto, yo... —quiso decirlo, pero algo se estrujó en su interior y no fue capaz. También te quiero, dobe, pensó, abrazándole con más fuerza, sin embargo las palabras no salían.

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—... —el rubio se entristeció, había esperado poder escuchar la misma declaración, pero quizás se había equivocado. Dilo, Sasuke, suplicó para sí mismo. —Hoy me quedaré a almorzar —pronunció al final el Uchiha, esperando que el otro captara el trasfondo de su mensaje. Pudo notar cómo una sonrisa se dibujaba en el rostro del otro. Sí, definitivamente tendría que comprar platos de un solo uso. O quizás un lavavajillas, vaya que sí.

Notas: Recuerdo cómo fue que salió este fanfic. Fue hace como año y medio, cuando debía comentar un artículo de Legislación Arqueológica. En realidad mi intención primaria era que fuese algo un poco más subido de tono, Orochimaru ni siquiera iba a hacer aparición, pero creo que resultó mejor de lo que en principio debía ser. Muscari

Aclaración final: Orochimaru está muerto, el que aparece en esta historia podría definirse como “Kabutomaru” u “Orochikabuto” xd, porque es el cuerpo original de Kabuto dominado por las células que él se implantó de Orochimaru. En esta historia, Sasuke ya volvió a la aldea. Una vez regresado apareció de nuevo Orochikabuto, se volvieron a enfrentar bla bla, y Sasuke y Naruto le mataron. Nada, esa era toda la reseña, sólo para que entendieran un poco el contexto xd).

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Preguntas Autora: Eruka

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? Groucho Marx Las preguntas no son nunca indiscretas. Las respuestas, a veces sí. Oscar Wilde O vives o estorbas. Una filosofía tan sencilla no debería ser fácil de transgredir, e incluso, un ideal tan —drástico— egotista no debería ser, en todo caso, más que una voluntaria normativa que rigiese su vida. Una vida sencilla, con dos preguntas como hipotético epicentro: ¿Qué si no les gusto?, ¿qué si no llego a ningún lado? Gaara —su nombre— sabía que sobarse en miles de arrumacos con Sasuke no era más que la válida respuesta a otro tipo de preguntas, mucho más sexuales que existenciales, y a su vez, mucho más literales. Acostarse con Sasuke Uchiha, o la pregunta de si hacerlo o no, no tenía más respuestas que sí o no, y casi siempre era sí. Porque entre él y su —¿pareja, amante?— compañero de banco había tanta tensión en el aire, y bien dicho en todas partes, que cuando Gaara terminó arrojándose con arrebatada pasión animal, Sasuke también supo que él, así de desgraciado y frígido como era, tenía, como deber y prioridad, que acostarse con el de cabellos bermejos. Y entonces venían más y más preguntas. ¿Cómo? Sasuke, la primera vez, al menos, se la metió hasta el fondo hasta que ninguno pudo gritar más que sandeces relacionadas con el otro. ¿Dónde? En los sucios baños del último piso, casi siempre vacíos y que fungían como el necesario picadero de la preparatoria. ¿Cuándo? Hacía tres días, durante el segundo periodo. ¿Por qué? Porque estaban —ambos— hormonales y lo suficientemente calientes como para ignorar que, en teoría, se desagradaban. No que repentinamente uno amara al otro, o siquiera que se aguantaran. Para Gaara, Sasuke Uchiha seguía siendo el bastardete que se sentaba al lado y que desde el jardín de infantes se había encargado de demostrar ante toda la escuela una supuesta supremacía. Y para Sasuke, Sabaku no Gaara aún era el sarcástico y solitario muchacho que apenas recordaba haber notado en secundaria. El único cambio operado era que ahora sabían por qué demonios no podían estar en la misma habitación sin sentir la incomodidad que ahora, a bien, reconocían como calentura de adolescentes. —¿Así que te gusta la mariquita Uzumaki, eh? —inquirió burlón, cuestionable si se tomaba en cuenta que el empotrado contra la pared del sucio baño era él. —Bastante… tal vez lo presente a mis padres —repuso sin interés el bruno, sin dejar claro si era una de sus respuestas sin flexión que eran en realidad una burla o una sincera contestación. —Apuesto a que les encanta… con sus cabellitos de mierda de sol y sus ojazos de mar… ¿cómo es que deberían llamarle a esa nenaza con pantalón? —Guapo —de nuevo, al pelirrojo no le quedó claro si Sasuke hablaba o no en serio—. No sé de qué hablas tanto, pensé que te ponía de malas hablar mientras te follo. —¿Tres días y ya te sientes avezado de mis costumbres en la cama? —interrogó. Aunque le jodía que en parte tuviera razón. En general prefería que quien le cogía, o a quien estuviera cogiendo mantuviera la mente en el acto y se limitara a, como mucho, gruñirle en la oreja. —En la cama no sé, pero dentro de este mugrerío creo que es bastante obvio, no me dirás que en la cama te conviertes en una puta de lujo habladora, ¿o si? —el monótono tono, una vez más, le impidió saber si el Uchiha trataba de bromear o si lo que intentaba era avergonzarle. Tal vez eran las dos, con lo retorcido que era seguro podía con ambas. —¿Ya te aburriste de este sitio? —interrogó en cuanto el otro terminó de descargarse dentro de su cuerpo y él manchaba la pared casi con la misma gracia con la que comía. —Me da lo mismo —repuso el moreno, aunque su rostro le podía mostrar lo que la voz no; un cierto y baladí anhelo.

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—Puedes pasarte a casa hoy —repuso al final de una aburrida batalla en su interior. No es como si el de cabellos ébano le fuera a pasar piojos o algo así, por lo que si ya habían compartido fluidos y otras guarrerías, compartir cama —u otro desafortunado mueble— no debería significar tanto problema. —¿No temes que te pase algo? —interrogó, aludiendo —supuso Gaara— a la falta de preservativo en sus encuentros. —Con lo que se te ve, es más seguro que yo te pase algo a ti —repuso el taheño, subiéndose los pantalones del Instituto. En realidad, su vida sexual había empezado también hace poco, pero al menos tenía algo más de experiencia que el Uchiha, que realmente hasta hacía unos días habría jurado que era frígido. —Mejor pasa tú a mi casa, mañana no habrá nadie —la oración de un inesperado matiz infantil, le pareció al ojiagua un motivo perfecto para burlarse, expresándolo así. —¿Y bostezarás para pasarme el brazo por los hombros? —Sí, y luego te meteré la polla en la vagina… que con esa cadera, es lo único que cabría esperar bajo los pantalones —la cruel afirmación le sacó un muy leve sonrojo, que supo bien disimular cuando abrió la puerta para regresar —bien separados— al aula. Mientras regresaba al susodicho lugar, dejó divagar un poco su mente en el encuentro de ese día. Como siempre que se trataba de Sasuke, parecían aflorar en su mente preguntas tal si fueran capullos de camelias antes de emprender un estilizado suicido en el agua. ¿Por qué la pregunta sobre ese rubio molestoso de primer año? En realidad, pudo haber preguntado de cualquiera, pero quizás la cercanía que parecían tener esos dos había influido un poco en la estructuración de su pregunta. Pero fuera de eso, ¿por qué las repentinas ganas de confluir en una antipática charla con alguien que en realidad no le significaba más que una buena cogida diaria? Las dos preguntas quedaron momentáneamente olvidadas mientras tomaba apuntes de la última clase (luego de disculparse por su alargada ausencia), pero apenas la campana sonó, y a su lado Sasuke se ofreció a explicarle algo al mencionadísimo rubio, sintió en sus venas algo realmente parecido a ese absurdo sentimiento que los otros mortales llaman celos. Con un buen golpe mental de la otra personalidad que habitaba dentro de él (y a quien llamaba cariñosamente shukaku), se permitió achacar ese sentimiento a la posesividad habitual que él, como ser humano egocéntrico, se permitía. Camino a su casa, despejó de su cabeza la idea de un enamoramiento bobo y poco personal, con ideas más divertidas como aborto, eutanasia y genocidio. —¡Gaa-chan! —la voz poco común de uno de sus compañeros lo aterrizó fuera de sus ensoñaciones sobre viejitas desconectadas y mocosos aspirados sin ruido, y con poco interés volteó a ver a Sai, el idiota con el que compartía clase de lengua. —¿Hmn? —su átona interjección, comodín de cualquier pregunta o llamado, salió aburrida de sus labios, y esperó con cierta paciencia hasta que el moreno y pálido muchacho se puso a su nivel. —¿El Uchiha folla tan bien como se ve? —la directa pregunta no lo tomó por sorpresa. Después de todo, el chico frente a él nunca se había caracterizado por ser realmente cerebral en el sentido de la prudencia. Y sin embargo, la posterior sonrisa, más parecida a una parodia de villano malvado, viniendo de Sai, logró desconcertarlo del todo. ** —Teme… ¿de verdad es necesaria toda esta parafernalia? —la pregunta de su amigo (y nada más) rubio, le llamó la atención no por el tono agudo y chillante o la incredulidad, sino porque había usado una de esas palabras que el blondo calificaba como “difíciles”. —Sí, dobe —repuso lacónico, arrojándole directamente a la cara la supuesta parafernalia, que no era más que la cantidad acribillante de objetos para realizar la maqueta que tendrían que tener ya lista. —Me he dado cuenta —comentó repentinamente, con una de esas ideas absurdas que, en ocasiones, le saltaban a la mente. Sasuke soportaba a Naruto con sincero agrado, no sólo porque eran amigos desde hacía años, sino también porque el dobe, entre todos sus miles de irritantes defectos, tenía la honrosa virtud de ser realmente abierto de mente— de que tú y Sabaku salen juntos al baño casi al mismo tiempo. —¿Y a qué conclusión has llegado? —interrogó, pegando a su sistema solar alterno un poco práctico pseudo planeta. —Creo que tú y él tienen algo que ver —repuso, entre sonrojado y seguro. —¿Te tardaste tres días para darlo por hecho? —se burló, pintando una fina línea alrededor de su nuevo planeta.

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—Vale, vale… te estás liando con el pelirrojo y te mueres por echárselo en cara a la gente, ¿no es así? —interrogó. —Pues sí, es verdad —admitió sin mayor tapujo que no mirarle a los ojos. —¿Y por qué no se lo dices? —inquirió. —Así están bien las cosas, tonto —con un último pincelazo cuidadoso, dio por terminado su parte del trabajo, y hasta entonces levantó la vista hacia el de ojos claros. —¿A él le gustas? —interrogaba, curioseando como siempre mucho más allá de donde sus narices debían. —Por supuesto —respondió con su usual altanería, mirando reprobatoriamente como Naruto arruinaba la parte más sencilla de la maqueta: el gigantesco Sol—. En cuanto lo sepa, todo será más sencillo —Naruto no sonrió ante el último comentario, sabiendo perfectamente que no, una relación entre dos entes tan parecidos y opuestos a un tiempo sería difícilmente sencilla. O quizás no, rectifico al escuchar una risilla burlona que su compañero soltó de pronto, como regocijándose antes de tragarse al canario entero. ** Estúpido Sai, sus estúpidas mariconerías diarias y sus malditas palabras que le habían dado una poco saludable bofetada de realidad. Y de paso, estúpido y maldito él, que había escogido el peor día del año para ponerse a escucharlo. —Ya estoy aquí —avisó secamente cuando el Uchiha le abrió la puerta, dándole paso a una salita sombría. —Pasa —pese a todos sus constructos mentales anteriores, en los que había jurado a Calipso y todo lo demás que se empolvaría al Uchiha una última vez y después adiós, no pudo evitar babear un poco (siempre metafóricamente hablando) al observar el muy desnudo y apetecible pecho de Sasuke frente a sus ojos. —No sabía que ser exhibicionista formara parte de tus enredados defectos —comentó, entrando con confianza. —Alguno debía tener —repuso, siguiéndolo hasta sentarse ambos en un sillón duro y efigie contraria a la comodidad. —Tómate tu tiempo, Sasuke… no es como si llevara prisa —siseó cínicamente, algo desesperado porque el moreno acabara con ese circo e hicieran lo que había venido a hacer, dejarse hacer o, mínimo, ver como se hacía. “Dime… ¿Sasuke te gusta realmente tanto?”, las dichosas palabritas de Sai, tan claras en su mente, le sacaron una mueca de molestia, tan tosca que por un momento descompuso su perfecto rostro. El moreno, de cualquier modo, empezó por sacarle la camiseta negra que llevaba, dejando visible su torso saludablemente marcado para no parecer ni una niña ni un fisicoculturista repugnante. Sasuke tenía esa forma de verlo, que le causaba cierto cosquilleo en —no, no en el estómago— el falo, excitándolo tanto que era realmente indispensable que empezara a tocarlo de una vez… —¿Quieres que yo te penetre…? —los labios de Uchiha sobre su oreja eran un buen aliciente para un estilizado suspiro, y sin embargo, frunció el ceño al notar de nueva cuenta una pregunta más en aquella superflua relación. Sí, no. En realidad, y ahora lo notaba, siempre era sí. —Sí —el problema real con las preguntas y respuestas no era que hubiera o no una pregunta específica, sino el hecho de que las respuestas eran, de un modo u otro, siempre confusas. Un sí puede fácilmente ser un no, y un “es guapo” puede ser un “¿estás celoso?”, también, un “no, Sasuke no me gusta tanto”, puede convertirse con la rapidez de una liebre en un “¿qué no es obvio?”. Sin embargo, su sí, su sí a quiero o no que me cojas tú, no era una alegoría de otros sentimientos, ni tampoco era mutable en ridículas medias verdades. Era un sí limpio de connotativas. Y Sasuke entendió. Bajando por su pecho, toqueteando con sus labios helados por el clima propio del otoño que vivían, le provocaban escalofríos, pero sus manos sobre la espalda Uchiha no eran imperceptibles para el otro, pues también gemía al mismo compás que él. Sin gruñidos en su oreja, sin gemidos con significado, al menos no uno más alejado de lo que quería expresar: “lo estoy disfrutando”.

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Notas: Mi segundo SasuGaa real, supongo que mi absoluta devoción por el SasuNaru y el SaiGaa han podido intervenir un poco, quiero decir, que no ha quedado como yo quería porque no es una pareja de la que acostumbre escribir. Pero era para el cumpleaños de Chibitan y ella lo vale, xD. Eruka

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Una última mirada antes de que el bruno le penetrara sin demasiada ceremonia fue, de todos modos, la respuesta a dos preguntas, formuladas por sí mismas en las caricias anteriores. Un “a quién le importa” para dos cuestiones: ¿Te gusto?, ¿esto tiene futuro? Un orgasmo final para completar un circuito de preguntas y respuestas que, finalmente, no hallarían respuestas en ellos dos. Gaara nunca diría sí o no sin estar seguro de no decir más, y Sasuke tampoco lo haría hasta estar consciente que sus respuestas, finalmente, no le importaban a nadie. La pregunta no es el problema, el problema es quien responde.


Seme o uke Autora: Naruko

La postura correcta Sasuke siempre se había considerado un hombre de carácter fuerte, hostil, implacable e impetuosamente dominante. Autoridad y persuasión, el amante perfecto y sueño de toda kunoichi. Por el lado contrario, Naruto se consideraba un hombre apasionado, romántico, tenaz y espontáneo. Dulzura y simpatía, los requisitos perfectos para el marido de tus hijos. Tan distintos como atrayentes. Dos hombres con buenas cualidades y muy atractivos. Cualquier mujer de la aldea habría hecho lo imposible porque se fijaran en ella, de no ser por un pequeño detalle. Los dos eran gays. Así que, era lógico que esas chicas desilusionadas y al borde del suicidio dieran por hecho que si alguna vez Sasuke y Naruto se acostaban juntos, sería algo impresionante. Y de hecho fue… impresionantemente malo. Tumbados uno al lado del otro sobre la cama, desnudos y en el más estricto silencio, observaban un tanto tensos las pequeñas motas de moho del techo, sus ropas esparcidas por el suelo o las miles de arrugas que surcaban en la sábana que tapaba sus cuerpos. Cualquier cosa era buena de observar, menos a su acompañante. ¿Qué había fallado? Ellos se complementaban bien, se gustaban, el vínculo que les unía era fuerte y la atracción inminente. Sobre el papel, el sexo entre ellos debería haber sido lo máximo. Pero para sorpresa de ambos, aquel primer encuentro había resultado ser un fracaso. Un mal polvo. Uno muy malo. —Siempre podemos volver a probar —dijo Naruto vacilante, no creyéndose ni él mismo sus palabras. Sasuke, que hasta en ese momento se había mantenido inmutable, giró el rostro lentamente para devolverle una mirada aprensiva y de rotunda negación. Por lo menos en algo estaban de acuerdo—. No, mejor que no. Y la tensión volvió a cubrir el ambiente. Quizás parte de culpa en aquella situación la tuvieran los nervios, o el ansia con el que habían comenzado por poseer el uno al otro y que había eliminado prácticamente todos los juegos preliminares. Al final, Naruto se vio sometido ante Sasuke. Pero según el rubio “porque él quiso”, cualquier parecido con la realidad era pura coincidencia. Sin embargo, la acción de entrar y salir aparentemente sencilla se volvió extrañamente compleja. No había control, ni conexión, ni deseo, y lo que es peor, sí había dolor, agonía y sufrimiento. Lo que derivó a que tras varios minutos y varias posturas, llegara lo más temido por todos los hombres. El gatillazo. Por parte doble. No, ninguno de los dos se sentía cómodo con lo que hacía, y por lo tanto, nunca alcanzaban el ansiado orgasmo. A mitad de faena la pérfida erección perdía toda su dureza y quedaba flácida. A pesar de que, cada uno por separado se atrajeran como imanes y se les levantara como postes. —No te preocupes. Esto le pasa a cualquiera —prosiguió Naruto intentando ablandar la cruda realidad—. Si quieres podemos hablarlo. —No —gruñó el moreno con su habitual tono hosco dándole la espalda a su compañero. Muerto de la vergüenza y golpeado internamente en su soberbio orgullo, lo que menos le apetecía en aquel momento era hablar del tema. Tan sólo que Naruto recogiera sus ropas, se fuera de casa y haciendo gala de su habitual imán para todo aquel shuriken o kunai tres kilómetros a la redonda, sufriera un fatídico accidente que lo dejara inconsciente de por vida. Lo que más rápido resultara. —Lárgate de una vez.

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Naruto bufó irritado, incorporándose sobre la cama. —Por lo menos ahora sé que no eres la máquina sexual que dices ser. Un tic nervioso comenzó a parpadear frenéticamente en el ojo izquierdo de Sasuke, junto a la vena palpitante de su frente. —¿Qué quieres decir con eso, dobe? —refutó ominosamente arrastrando las palabras, frunciendo el entrecejo con indignación y girando para enfrentarlo. —Maldita sea, Sasuke, reconoce que eres malo en la cama. El cuerpo del moreno se tensó visiblemente, apenas unos segundos, al instante reaccionó incorporándose al lado del rubio, fulminándolo con la mirada para que viera en sus ojos el peligroso rojo propio del Sharingan. Nadie le decía eso a un Uchiha y salía con la cabeza en su sitio. —No hay nadie mejor en la cama que yo —aseveró ronco y áspero emanando chakra maléfico de su cuerpo en cantidades industriales. El ego hundido volvía a resucitar—. La culpa es tuya. Nadie conseguiría estimularse con ese olor que sueltas a ramen barato. —¿Insinúas que…? Ohh, eso sí que no. ¡Eso sí que no, bastardo! —Naruto se incorporó a su vez con el mismo semblante desafiante—. ¡Quiero la revancha! —¡Si así te callas! oO oO oO Oo Oo Oo 5 minutos después… —¿Lo reconoces ahora, teme? —¡Cállate! El segundo intento fallido de la noche. Algo extraño, llamémoslo “X”, ocurría entre ellos y no lograban comprender qué era exactamente lo que hacía que la chispa fogosa y desenfrenada con la que comenzaban, se esfumara de repente. Dadas las circunstancias tampoco era el momento idóneo para descubrir el fallo, a menos que fueras suicida y decidieras enfrentarte por voluntad propia ante un Sasuke frustrado, cabreado y gruñendo peligrosamente a la espera de esa primera palabra o movimiento sospechoso que desencadenara el arrancamiento de tu cabeza. No obstante, si había alguien en la aldea con suficiente valor para enfrentarse a la muerte, ese era Naruto. —Tal vez no seamos nosotros, sino el entorno en sí —reflexionó en voz alta intentando encontrar una explicación. Miró por el rabillo del ojo a su compañero y tras cerciorarse de que no le saltaban chispas de las manos o estaba preparando ninguna técnica de fuego, prosiguió—. Ero-sennin me dijo una vez que al sexo había que echarle imaginación. Tal vez si hiciéramos la postura del trapecio, o la catapulta, o la variante de la medusa… ¿La variante de la medusa? Sasuke ya se veía siendo una anémona y flotando en una copulación muy húmeda bajo el mar. Al instante sacudió enérgicamente la cabeza eliminando esos pensamientos inútiles. ¡Basta! ¡Él era un genio! Y los genios no tenían ningún punto débil. —Ponte de cara a la pared, usuratonkachi. oO oO oO Oo Oo Oo 3 minutos después… —Pues no, de pie sigues siendo igual de malo que en la cama. El tercer intento fallido de la noche. La medusa no debía de ser un animal con una vida sexual muy activa.

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El rostro de Sasuke se contraía en múltiples tics nerviosos al borde del homicidio o de sufrir una crisis nerviosa y de identidad. Se miró con horror su miembro flácido no dando crédito a lo que había ocurrido tres veces seguidas. ¿Sería causa del estrés? ¿Que había cambiado de marca de calzoncillos recientemente? ¿La ansiedad? ¡Ansiedad la que tenía ahora y que antes no tenía! Psicosomático, por narices tenía que ser algo psicosomático… ¿pero qué demonios estaba diciendo? Si ni siquiera sabía qué coño era eso. No cabía duda, debía tratarse de un trauma profundo de su etapa de entrenamiento con Orochimaru. Descubrirlo en el laboratorio tumbado sobre la camilla, abierto de patas y extendiendo considerablemente su lengua hasta llegar a introducírsela él mismo en ese lugar tan estrecho, principalmente oculto y en su caso virginal, le había creado irreparables daños mentales. Además de sufrir durante un mes de urticaria. Eso definitivamente le mata las hormonas a cualquiera. Pero en aquel momento lo que menos quería era acordarse de su maestro, afortunadamente decapitado por él mismo, sino de su problema viril. Esto se había convertido en una cosa personal entre Sasuke y el agujero consolador de Naruto. ¡De Sasuke al agujero consolador de Naruto…! —Sasuke, reconócelo. Eres impotente y necesitas ayuda de profesionales —le dijo el rubio en actitud compasiva. —No voy a acostarme con un chapero —dictaminó irritado frotándose las sienes con desesperación. —¿Chapero? ¡Yo me refiero a la de médicos, idiota! —aclaró—. Tal vez si comenzaras a tomar viagra… Ohh, eso sí que no. Esas eran palabras mayores. Aún no había llegado a esa etapa de la vida, que va antes de la muerte. El problema no era conseguir una erección, sino que traspasados unos minutos la cosa no cayera en picado. —¿Y si cambiamos de roles? —le propuso el rubio como si de repente hubiera tenido la idea de su vida. Sasuke torció el rostro mirándolo con una mezcla de desconcierto y aversión. —¿Quieres que yo sea la mujer? —cuestionó arrugando las cejas con incredulidad. —No perdemos nada por intentarlo… ¿no? —… oO oO oO Oo Oo Oo 5 minutos después… —¡Joder!… hn… argg, mmm —el moreno se mordió los labios en un intento frustrado por no dejar que sus gemidos, no demasiado decentes para un Uchiha, inundaran la habitación. Antes muerto que reconocer las incontables sensaciones placenteras que se extendían como una marea abrasadora por todo su cuerpo. —Te dije… que esta era… —jadeo, suspiro, embestida—… la postura correcta. La fulminante mirada que le dedicó el moreno hizo que Naruto ampliara su sonrisa, sintiéndose por primera vez triunfador ante él, y golpeara con más fuerza en su interior. Disfrutando de cada expresión en su rostro excitado, de los suculentos gemidos y la masculinidad que continuaba desprendiendo a pesar de tener las rodillas en las orejas. Asombroso, ser el único privilegiado en contemplar el rostro de Sasuke en éxtasis puro era simplemente fascinante. Una embestida más y el cuerpo pálido bajo él tembló desazonado, echando la cabeza hacia atrás, soltando un vehemente rugido a la vez que cerraba los ojos con fuerza. Para mala suerte de Sasuke, no solo debía admitir que Naruto era bueno, sino que encima había encontrado una zona en su interior extremadamente placentera. Debía tratarse de algún tipo de jutsu. Acupuntura, tantra, lo que demonios fuera, pero definitivamente el dobe no podía ser mejor que él. —Eres… delicioso, teme —jadeó variando levemente la postura. Le instó a enredar las piernas en su cintura, mientras él se inclinaba para poder golpear con más fuerza sobre ese punto recientemente descubierto y que obligaba al moreno a gritar como un poseso—. Esto es… mejor que el ramen. —Cállate —gruñó ronco y fatigado con irregular respiración, mordiéndose el labio inferior, reprimiendo los gemidos que reñían por hacerse oír y frotando enérgicamente su dura erección.

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No sabía qué era más bochornoso, si haber fallado durante tres veces seguidas hasta encontrar el placer en la postura opuesta o darse cuenta de que le gustaba ser el pasivo con Naruto. Una fuerte y peligrosa palpitación recorrió su miembro por entero cuando los afilados dientes del rubio se clavaron con saña en un hombro. Y probablemente también sadomasoquista. —Sa… Sasuke… —jadeó acaloradamente en su oído, dando a entender sin palabras que estaba a punto de llegar a su límite. Supo por la fuerte opresión del anillo de carne que no era el único. Las embestidas se volvieron inestables, descoordinadas, rudas, la respiración irregular y acelerada, dejando salir enloquecedores jadeos mientras las contracciones de placer los conducían al éxtasis total. Envuelto en una embriagada neblina, Naruto hizo lo imposible por mantener los ojos abiertos y coincidir con la mirada de su amante, llegando a distinguir una ráfaga de rojo sobre negro en los ojos de Sasuke antes de que el fuego estallara en sus vientres y el orgasmo final los devorara a ambos. Con un ronco aullido, Naruto se derramó en el interior del moreno, al tiempo que este esparcía su semilla entre los dos vientres. Al final lo habían conseguido. Naruto cayó agotado sobre Sasuke, orgulloso y satisfecho, respirando con dificultad, disfrutando las sacudidas que aún seguían estremeciendo su cuerpo. Momentos después sintió las manos de Sasuke presionando levemente sobre sus hombros junto al susurro cálido en su oído recordándole sus kilos de más, haciéndole volver a la realidad para perder el cálido contacto con ese cuerpo fuerte cuando salió con cuidado de su interior y se recostó a su lado. De nuevo volvían a estar en la misma posición que las tres veces anteriores, pero a diferencia de las otras, esta vez en sus rostros lucía una satisfecha sonrisa. La de Sasuke, según él, en contra de su voluntad. Sí, esa era la postura correcta. El moreno cerró los ojos soltando un extenuante suspiro, relajado y adormecido. Nunca antes había dejado que nadie se tomara tantas libertades con su cuerpo, y en el fondo, el orgullo seguía dolido porque Naruto hubiera solucionado a la primera lo que él no pudo en un principio. Pero había valido la pena, aunque dado su vanidoso carácter nunca lo fuera a reconocer en voz alta. El problema ahora era cómo continuar junto a Naruto en esa pasiva postura sin que resultase evidente su entera satisfacción. Bueno, ya pensaría en algo. A punto estaba de dejarse abrazar por el sueño cuando la voz del rubio lo desveló. —Neh, Sasuke —añadió alegre tras recuperar el aliento—. ¿Lo repetimos otra vez o ya no puedes más? El aludido abrió los ojos e inconscientemente formó una sonrisa de medio lado. Bueno, mientras Naruto siguiera pensando que eran retos y no por vicio… —Si así te callas… Y tuvieron su quinta ronda. Días después de seguir esa rutina, Naruto comprendió por qué le habían puesto a Sasuke ese nombre.

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Acerca del fuego Autora: RukiaU

En el segundo y penúltimo día de batalla, un jutsu destinado a otro ninja alcanzó el pecho de Namizake Minato, y de repente sus pulmones comenzaron a arder. Cuando despertó en el hospital, treinta horas más tarde, recibió con alivio la noticia de que la guerra había terminado. La villa no empezó a regresar a la normalidad hasta varias semanas después, cuando fue dado de alta y pudo incorporarse a sus labores como Hokage, pero ni él ni Konoha llegarían nunca a recuperarse por completo; las marcas dejadas por el fuego perdurarían por muchos años en los muros de la ciudad, al igual que él no se desharía jamás de esa leve sensación de que algo se quemaba en su interior cada vez que respiraba, y hasta el día de su muerte en ocasiones tosería ceniza. A la ciudad, sin embargo, se le notaba más el dolor. Una Konoha sin los Uchiha y aquellos cuyas vidas habían arrastrado consigo era sólo la mitad de su Konoha. Minato había luchado por impedir lo inevitable, hasta el último momento; pero, a pesar de su juramento de defender la ciudad, casi se sentía agradecido por haber resultado herido y no tener que continuar matando a algunos de los suyos para preservar la vida del resto. Siempre había desconfiado de la idea de prevenir muertes a costa del asesinato de inocentes, aunque sus enemigos (si es que alguno lograba escapar vivo) sabían que en el campo de batalla era letal. Sin embargo, por ello nunca le gustó una sola de las posibles soluciones al problema con los Uchiha, cada una de las cuales llevaba parejo, de una manera u otra, el derramamiento de sangre. La última esperanza para Konoha, que no para los Uchiha, había sido un muchacho de dicha familia que había actuado como agente doble para intentar detener la rebelión, pero finalmente el engañado había sido el bando de Minato. Él lo comprendía; conocía el sabor de la traición a los tuyos, y cuán difícil era seguir viviendo después. Tras la derrota, los pocos supervivientes de la que desde entonces sería llamada familia maldita de Konoha desaparecieron, y aunque durante mucho tiempo se rumoreó que habían sido acogidos en el País del Rayo, que aún mantenían a algunos de sus espías entre los ANBU y que no tardarían en intentar otro golpe de estado, a todos los efectos fue como si se los hubiera tragado la tierra. Poco a poco, Konoha empezó a sanar. Minato no había podido evitar que sangrara, pero al menos la herida no parecía infectada. No fue hasta varios meses después, exactamente una semana antes que el día en que su hijo hubiera cumplido los ocho años, cuando Minato soñó con Uchiha Itachi por primera vez. Abrió los ojos en medio de la noche y reparó en que se sentía extrañamente turbado, pero aunque sabía que había estado soñando no recordaba nada. Sin embargo, cuando se levantó para refrescarse la cara y vio su propio reflejo en el espejo del cuarto de baño, apenas iluminado por un débil rayo de luna, comprendió como en un destello que su sueño había tratado sobre él, el ninja que había estado a punto de detener la guerra a cambio dar muerte a toda su familia. Aunque apenas se habían visto en un puñado de ocasiones, todas ellas para hablar de la misión de espionaje del joven, Minato había pensado algunas veces en él desde la revuelta, si bien siempre para decirse a sí mismo que no lo culpaba de lo ocurrido; sin embargo, la sensación que tenía ahora al evocarlo era distinta, demasiado parecida a la sombra de ciertas cosas que no se había permitido experimentar desde la muerte de su esposa. Confuso y adormilado, le quitó importancia a sus pensamientos y volvió a la cama, conciliando el sueño casi de inmediato. Sin embargo, tres noches después los sueños volvieron, y la primera fue la única vez que no conseguiría recordar. Itachi lo miraba, en silencio, y Minato no era capaz de apartar los ojos de él. Parecía mayor de lo que recordaba, aunque su aspecto seguía siendo el mismo; quizás fuera sólo su cerebro, engañándolo sobre la verdadera edad del chico e intentando convencerle de que lo que estaba pasando estaba bien. Pero Minato sabía que no era así, sino que Itachi era un enemigo, un hombre y demasiado joven, y que ninguno de los dos debería disfrutar tanto que Minato comenzara a recorrer el cuerpo desnudo del otro con la lengua. Itachi jadeaba con cada uno de sus movimientos, pero a pesar de las miradas ansiosas que el joven no dejaba de dirigirle, Minato le había asegurado una cosa, y estaba decidido a cumplir su promesa; esa noche, la única parte de Minato que lo tocaría sería el músculo que en ese momento se hundía en el hueco de su ombligo, haciendo que el cuerpo de Itachi temblara bajo su boca y le arrancara un gemido con sabor a sudor. La vibración sobre su piel hizo que Itachi arqueara aún más la espalda, intentando hundir esa lengua de nuevo en su estómago, pero Minato alzó la cabeza, fijó la mirada en sus ojos negros, apenas entreabiertos, y les dedicó una sonrisa de complicidad. —Todavía no he terminado contigo. Le despertó un grito; tardó en darse cuenta de que había sido suyo. Se dio la vuelta en la cama, incómodo, y permaneció mirando al techo durante más de media hora, perplejo y enfadado con su cuerpo por hacerle sentir como si hubiera vuelto a los quince años. Su respiración se negaba a volver a la normalidad, al menos mientras siguiera pensando

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en el sueño, pero no podía dejar de hacerlo, al igual que no podía controlar lo que su subconsciente decidiera mostrarle mientras dormía. No significaba nada, acabó decidiendo, y no merecía la pena pensar en ello; lo más probable era que no volviera a ocurrirle nada similar. Unos días después casi lo había olvidado; era momento de visitar el cementerio. Siempre iba primero a verla a ella; de Kushina nadie se acordaba, aunque había muerto sólo unas horas antes de que todo terminara. Cada vez que la visitaba llevaba flores diferentes; nunca había conseguido memorizar cuáles eran sus preferidas, aunque ella se lo había repetido decenas de veces; sin embargo, saber que algunas veces escogía las correctas le consolaba. Después era el turno de su hijo, el de ambos, que al contrario que su madre recibía tantas visitas de los aldeanos que su tumba casi parecía un lugar de peregrinación, especialmente en esa fecha. Él, convertido en héroe antes de cumplir el día de vida, era quien los había salvado del zorro de nueve colas, el Kyuubi, conteniéndolo en su cuerpo y muriendo con él para salvar Konoha. El hecho de que había sido Minato el que había sellado al demonio en el interior del bebé era bien conocido, pero en vez de despertar el desprecio de los habitantes de la villa sólo había obtenido veneración por haber sido capaz de sacrificar a su propio hijo por ellos. Minato, sin embargo, era de los pocos que sabían que todo había sido un terrible error, y que el que debía haber muerto a cambio de sellar al demonio tendría que haber sido él. Su Naruto, como habían decidido llamarle a partir de un personaje de la mejor novela de su maestro Jiraiya, también fallecido durante el ataque del Kyuubi , tendría que seguir vivo, y aunque a veces Minato se permitía ser egoísta e imaginaba un mundo en el que el jutsu no hubiera fallado, o él hubiera decidido abandonar la ciudad a su suerte y escapar con el niño, la realidad era que Konoha dependía de él, y era su deber mantener con vida la ciudad que su hijo había salvado con su vida. A veces, y eso era lo único que todavía lograba hacerle llorar, presentía que Naruto lo hubiera querido así. Sin embargo, si pudiera volver a elegir, no sabía si Konoha pesaría más que la vida de su familia. En su interior, muy en el fondo, creía que Itachi había hecho lo correcto. Las noches siguientes no le extrañó volver a soñar con él, pero sí que hacerlo le consolara. Sin embargo, todo se lo achacó al hecho de haber pasado tanto tiempo sin estar con una mujer, demasiado afectado por la pérdida de Kushina como para que sus necesidades físicas llegaran a anteponerse en un solo momento a su dolor. Intentó centrarse en la reconstrucción de Konoha y las visitas de los altos dignatarios extranjeros cuyos países pretendían confirmar su alianza con Konoha, pero los sueños persistían. Tras varias semanas, se decidió a darles fin y se dejó seducir por una ninja médico que llevaba insinuándole su admiración por él de formas cada vez menos sutiles durante algo más de un año. Esa madrugada se refugió en los brazos de Itachi, arrepentido, y le juró que jamás volvería a tocar a alguien que no fuera él. La siguiente vez que visitó a Kushina se sintió tentado de contárselo todo, pero no fue capaz. Sin embargo, dejó que Naruto le escuchara, ahorrándole los detalles que no eran adecuados para los oídos de un niño, pero haciéndole partícipe de sus miedos. Acabó cantándole en voz queda una nana, aquella que Kushina tarareaba durante su embarazo siempre que quería que el bebé se calmara y dejara de dar patadas. Al meterse en la cama deseó como tantas otras veces tener la oportunidad de soñar con su hijo; sólo quería ver cómo sería a sus ocho años, oírlo reír y escuchar su voz. Nunca funcionaba. Itachi sostenía su mano. O él la de Itachi; no importaba. El sol estaba bajo, pero no sabía si anochecía o se trataba del amanecer. Itachi estrechaba con fuerza sus dedos. —Duele —dijo Minato, pero no se refería a su mano, y sabía que el otro tampoco lo entendería así. —Lo sé —respondió Itachi. Tardó unos minutos en volver a hablar, pero parecieron segundos; quizás fueran segundos—. ¿Nunca deja de hacerlo? —A veces —Minato apartó la vista del horizonte para mirarlo. Él no se movió—. Cuando estoy aquí. Itachi asintió, y por un momento Minato creyó que iba a sonreír, pero no lo hizo. Itachi, estaba aprendiendo Minato, jamás sonreía. Puede que debiera haberse asustado cuando los sueños empezaron a cambiar, cuando el sexo dejó paso a las conversaciones o a un simple estar juntos, pero para entonces casi lo echaba de menos las noches en las que no aparecía. Sin embargo, cada vez estaba más claro que no se trataba de una mera necesidad física de su cuerpo, sino que se trataba de Itachi por alguna razón. Quizás lo similar de sus situaciones hacía que proyectara sus deseos en él. Quizás lo traía a sus sueños porque creía que era el único que lo comprendería. Quizás... no, él no era real, o al menos estaba lo suficientemente lejos para que el de sus sueños no lo fuera, pero según pasaban los meses sentía que el vínculo que los unía se hacía cada vez más fuerte, y a veces se preguntaba si Itachi, estuviera donde estuviera, también lo sentiría. Konoha, poco a poco, se fue olvidando de los Uchiha. Él cada día pensaba menos en otra cosa e, igualmente, cada vez le costaba más esfuerzo no desear que llegara el momento en que despertar no fuera necesario. No dejó que su

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trabajo se resintiera; intentar comportarse como el mejor de los Hokages era lo único de la vida real que seguía valiendo la pena, y no estaba dispuesto a llevar a Konoha a la perdición por una fantasía salida de sus sueños. Pero, a veces... Sin que apenas se diera cuenta, los meses se convirtieron en un año, y luego otro, y luego otro, y, con el paso del tiempo, Minato dejó de desear que Itachi se fuera. Al principio no fue nada. El aire de la noche, que había hecho deslizar las sábanas y acariciado su espalda desnuda, provocando que se le erizara la piel de la nuca, posiblemente debido a la frialdad. No importaba que no hubiera ninguna ventana abierta por la que pudiera entrar la brisa, ni que el ambiente fuera especialmente cálido para la estación. Sin embargo, un cosquilleo subía a lo largo de su columna, una promesa de algo que amagaba con tocarle pero no lo hacía, y que a pesar de ello seguía viajando sin rozarle en dirección a su cuello. Él estaba tenso, expectante, sabedor de que no se encontraba solo pero aun así fingiendo que dormía. De repente sintió algo húmedo y templado ejercer una ligera presión entre sus omóplatos, y no pudo seguir haciéndose el dormido. —Eres tú —susurró Minato, y una risa disimulada y un beso en el hombro izquierdo se lo confirmaron. Era curioso oírlo reír cuando nunca había visto su cara haciendo lo mismo, pero aun así le parecía un sonido hermoso. Se dio la vuelta para mirar a Itachi y lo hizo rodar, hasta que fue el otro el que estaba atrapado entre él y la cama. Minato sonrió y se acercó aún más para morder juguetonamente su cuello, haciendo que sus cuerpos se rozaran justo en los lugares adecuados para obligar a Itachi a gemir. —Anoche no viniste —susurró, todavía con la cara apretada contra su cuello, y esforzándose por captar cada matiz de su aroma. —Eres tú el que a veces no viene —respondió Itachi. Minato frunció el ceño. No, él nunca haría eso. Si dependiera de él, nunca se alejarían—. A veces lo haces pero es como si no estuvieras, y sé que luego no lo recuerdas. —No —dijo, apoyándose sobre un brazo y mirándolo a los ojos—. Yo nunca te olvidaría. Itachi le hizo bajar la cabeza y besarlo, pero Minato deseaba que le dijera que sabía que nunca lo olvidaba, que pensaba en él a cada instante y que cada momento lejos de él se sentía morir, pero Itachi nunca le decía lo que él quería oír, sólo lo que pensaba de verdad. Entonces, decidió Minato, le demostraría que él era su todo; y, como si de un sueño se tratara, de repente las piernas de Itachi rodeaban su cintura y Minato estaba en su interior, y todo era correcto, cálido y placentero, y lo único que importaba, lo único real, era el cuerpo que se movía al unísono con el suyo. Lo único que deseaba olvidar Minato era la palabra despertar. Un día de marzo del año en que Naruto hubiera cumplido los dieciséis, un ANBU que acababa de volver de una misión rutinaria en el País del Rayo informó que se rumoreaba que los Uchiha habían reunido un ejército para atacar Konoha, y que el hijo de Uchiha Fugaku, cabeza del clan hasta su fallecimiento en la rebelión de Konoha, estaba al mando. Minato consiguió escuchar la noticia sin delatarse. Más tarde, cuando por fin estuvo solo, salió a la terraza y gritó. No dijo nada en particular; tampoco sabría qué. Simplemente, la idea de Itachi acercándose a Konoha era demasiado para ser soportada en silencio. Ni siquiera sabía cómo sentirse al respeto; si los Uchiha planeaban intentar hacerse con Konoha de nuevo, él no podía permitirlo, pero temía matar a Itachi por error, o que otros lo hicieran. Además, si de verdad querían ganar esta guerra, seguramente sus ninjas estarían mejor preparados que la vez anterior, y aunque en esa ocasión la batalla había sido corta Konoha había estado a punto de caer. Los Uchiha comprendían por entonces una parte pequeña de la población, pero muy pocos de ellos eran civiles, y el resto se encontraba entre los mejores ninjas; eso sin contar con el factor sorpresa, que había estado a su favor. Aunque muchos habían muerto, Minato sabía que no se embarcarían en una empresa tal sin aliados fuertes, por lo menos tanto como Konoha. Por primera vez en ocho años la ciudad se enfrentaba a una verdadera amenaza, y Minato no sabía si lograría salir victoriosa. En el fondo tampoco estaba seguro de querer que lo hiciera. Nuevos espías fueron enviados; algunos confirmaban los rumores, y añadían todo tipo de detalles inquietantes. Otros, los más, decían que se trataba de una falsa alarma. El Consejo estaba de acuerdo; los Uchiha estaban muertos, o al menos derrotados de por vida, su regreso era imposible. Sin embargo, Minato no pensaba lo mismo. Incluso si el Itachi con el que compartía sueños no fuese real, si bien cada vez estaba más convencido de que sí lo era, sabía que lo que conocía de él era auténtico, y lo creía capaz de conseguir cualquier cosa. Por eso, cuando apenas dos semanas después de que fueran avisados de los rumores sonó la señal que indicaba que Konoha estaba siendo atacada, Minato apenas se sorprendió. La ciudad ardía incluso antes de que empezaran los primeros combates. Minato dio la orden de evacuar inmediatamente a todos los civiles y llevarlos a los refugios de las montañas; aunque le fuera imposible proteger a todos los ninjas, necesitaba saber que parte de su gente estaría a salvo. Hubo una reunión de urgencia en la Torre del Hokage, donde cada uno de los escuadrones ANBU fue asignado a una zona de la ciudad, y los jounin también recibieron la orden de separarse e intentar que su barrera no tuviera puntos débiles. De todas maneras, antes de que todos los ninjas salieran a enfrentarse con los enemigos el combate ya se había trasladado al interior de los muros de Konoha. Finalmente, el único que quedó en la torre fue Minato, incapaz de formar parte de la batalla. Haría todo lo posible para que Konoha ganara, pero no saldría a enfrentarse con los Uchiha, no correría el riesgo de herirlo a él. En su lugar, bajó hasta el vestíbulo de

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la torre y esperó, esperó a que Konoha rechazara al invasor o se produjera un milagro, Itachi entrara en la habitación y le prometiera no alejarse de su lado nunca. Los gritos del exterior eran fáciles de ignorar, y el color rojo fuego que había adquirido el cielo apenas se atisbaba desde las ventanas. Sólo importaba la puerta que había frente a él, y que ésta se abriera. Y la puerta se abrió y él entró, y Minato sintió que el corazón se le paraba por un instante. Itachi. Era tal como lo recordaba, pero no. El Itachi de sus sueños siempre había tenido la misma edad, pero se había hecho a la idea de que ya sería mucho mayor; sin embargo, apenas parecía haber crecido. Seguía teniendo la piel y el pelo de los Uchiha, aunque algo en ellos parecía distinto, y sus ojos seguían siendo igual de negros. Seguía siendo tan hermoso como en sus sueños. Y, aun así, algo... algo estaba mal. De repente lo comprendió. —Tú no eres Itachi —dijo, horrorizado. No, claro que era su Itachi. Era Itachi, y había venido para quedarse con él para siempre. Era así como debían ser las cosas, era el final que ambos se merecían después de tantos años. El joven habló. —Itachi era mi hermano. No, no, no. Así no era como tenía que acabar. Quizás Itachi aún no había llegado, quizás estaba fuera, buscándolo. Seguramente creía que Minato estaba combatiendo; no sabía que lo estaba esperando allí. En cualquier momento aparecería, y esa copia de él que lo miraba tan inexpresivamente se marcharía y no volvería a hablar de Itachi en pasado, como si no existiera, como si Minato ya nunca pudiera decirle que lo amaba. —¿Dónde...? —empezó, pero no estaba seguro de querer continuar, de que quisiera oír la respuesta. El hermano de Itachi lo miró en silencio durante unos momentos, y entonces se llevó una mano a la espalda y desenvainó lentamente una larga espada, manchada de óxido y sangre. —Itachi era un traidor —dijo en un tono casi de tristeza, mientras comenzaba a caminar hacia Minato. Éste sintió que las rodillas le empezaban a fallar—. Cuando se descubrió que trabajaba para Konoha le cortaron la cabeza, justo antes del golpe de estado. Nos obligaron a todos a mirar. Y, sin más, la espada se movió hacia él, y Minato tuvo medio segundo para decidir si merecía la pena apartarse del recorrido de la hoja y enfrentarse a él, si merecía la pena seguir viviendo. Y decidió. No eran tan diferentes. Apenas los distinguían la longitud del pelo, sus mejillas y ese algo en la forma de la cara, y todo ello podía ser camuflado con el más sencillo de los genjutsus. El resto parecía idéntico a la versión que llevaba años apareciéndose en sus sueños; compartían ese mismo aire de fragilidad que casi contradecía su cuerpo fuerte y musculoso, la blancura de esa piel en la que deseaba nadar, ese olor a él que asomaba por debajo del de la sangre, esos ojos, ahora cerrados pero igual de oscuros. Y sus labios, sus labios parecían más perfectos que nunca. Y ahora eran solo suyos. Para siempre. Con infinito cuidado, Minato recogió el pálido cadáver del suelo e, ignorando el crepitar del fuego que empezaba a rodear el edificio, lo llevó en brazos hacia el interior. —Lo hemos conseguido, mi amor —le susurró al oído antes de besarlo con ternura. Serviría.

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Contundente Autora: A_nonima

Las calles van cambiando, desdibujadas por la velocidad que imprime a su carrera, mientras se mete por callejones y atajos tratando de llegar cuanto antes a su casa. Los oídos le zumban y el costado y las pantorrillas le duelen, pero no se detiene. Jadea casi ahogado por el ritmo vertiginoso que se obliga a mantener, pero no se detiene. Mira hacia atrás, pero en la oscura noche no ve a nadie. Ninguna sombra se mueve entre los haces de luz que proyectan las farolas, ni tan siquiera alcanza a oír el motor lejano de algún coche. Corre como si le persiguiera el mismo diablo, con la mente en blanco y la sangre rugiendo en sus entrañas. Le cuesta un minuto dar con las llaves y varios más hasta que consigue meter la correcta en la cerradura del portal. Abre de una patada, respingando al oírla cerrarse de golpe, mientras sube las escaleras aferrado al pasamanos, saltando los escalones de tres en tres. Lleva preparada la llave de su casa al llegar a la tercera planta, y solo cuando ha entrado y cerrado la puerta se permite volver a respirar, dejándose caer al suelo. Siente que va a vomitar. Esconde el rostro entre las manos, apoyando los codos en las rodillas, reprimiendo el impulso de hacerlo. Se limpia la nariz y la boca con el dorso de la mano, desabrochando los botones de la camisa del traje que le prestara su padre, y junta ambas frente a su rostro para tratar de detener el temblor. Qué vergonzoso. Él y su maldita impetuosidad… Se acomoda para no arrugar la chaqueta, descansando la cabeza en la puerta, exhalando un profundo suspiro y recuerda… recuerda…

**FLASHBACK** El gimnasio de la escuela parecía otro lleno de adornos de papel y brillantes luces de colores. Las películas americanas de instituto ciertamente habían hecho mucho daño a las generaciones adolescentes de todo el mundo. Aunque celebrar una fiesta era una buena idea hacerlo en el instituto no lo era tanto, vigilados por los profesores y vestidos para una fiesta no se sentía cómodo. Por enésima vez se recolocó la corbata que le había prestado el vecino y alisó la parte delantera de su chaqueta azul. Desechó compararse con sus compañeros que vestían trajes nuevos —algunos algo extravagantes— para la ocasión. El viejo traje de su padre cumplía los requisitos para la fiesta y no encontraba sentido a comerse la cabeza por algo que no tenía remedio. Esquivando la zona donde las parejas hacían cola para hacerse una foto se dirigió a una de las mesas redondas donde esperaban sentados sus amigos. —Hey, chicos —saludó elevando la voz para hacerse oír, sentándose en un lugar vacío junto a Duke—. Qué elegantes. —Y tú qué guapo, Joey —le alabó Tea que vestía un sencillo vestido blanco, de corte palabra de honor, largo hasta los tobillos. —Yo siempre estoy guapo, Tea —respondió reclinándose contra el respaldo de su asiento, adoptando una pose que creía seductora mientras alzaba las cejas. —Cómo no —rió Yugi que vestía un traje negro, con la única concesión a la informalidad de un lazo púrpura en lugar de corbata. A su lado Yami lucía una indumentaria similar, solo que él si llevaba corbata. Todos en la mesa exhibían ropas similares, con la excepción de Duke que vestía un traje blanco de tres piezas con camisa negra al más puro estilo de Fiebre del Sábado Noche. —¿Al final Kaiba no ha venido? —preguntó tomando un diminuto emparedado del centro de la mesa. Sabía a rayos. —Ya sabes cómo es —respondió Tristan, que seguía el ritmo de la música tamborileando con sus dedos—. Demasiado estirado para estar aquí.

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Asintió decepcionado, le hubiera gustado verle una última vez antes que se marchara. En un par de días viajaría con su hermano a América a abrir esa nueva sucursal de la que siempre hablaba. Después de eso seguramente podía despedirse de volver a verlo junto al resto del grupo. —Es una lástima que no haya venido, ¿verdad? —le pinchó Duke pasando el brazo por sus hombros, acercándose confidente—. Te vas a aburrir mucho en esta fiesta sin él. Un traicionero sonrojo pintó sus mejillas al tiempo que rezaba porque los demás no le hubieran oído. —¿Qué gilipolleces andas diciendo? —protestó, tal vez demasiado deprisa. —Solo digo que no tendrás a nadie con quien pelear —se defendió el moreno mostrando los dientes en una sonrisa malintencionada—. Todos sabemos lo mucho que te gusta discutir con él… —No lo digas en ese tono —susurró clavándole el codo en el estómago. —¿Qué tono? —jadeó por el golpe, divertido—. Yo siempre hablo así. —Jodido pervertido… —masculló entre dientes. Esperaba no resultar tan evidente para el resto, pero lo cierto es que desde hacía un tiempo disfrutaba demasiado de sus peleas con Kaiba. De un modo más bien impropio. Qué tópico, ¿no? Al menos no estaba tan desesperado para fingir una pelea con tal de ponerle las manos encima. Aún. Putas hormonas. Duke siguió burlándose de él, pero no le prestó atención. Dejó vagar la mirada por el gimnasio, tal vez tratando de grabar en su mente esos últimos momentos como estudiante. El nutrido grupo que bailaba en el centro, las mesas semivacías, los aperitivos rancios… Inevitablemente supo el momento en que él entró, causando una pequeña conmoción. E irremediablemente recorrió su figura mientras caminaba hacia la mesa que ellos ocupaban. La calidad del traje negro resaltaba entre los demás y hacía que sus hormonas se revolucionasen de nuevo. Devoró la figura amparándose en la distancia, memorizando el cuerpo esbelto y bien formado, los pómulos altos y la mandíbula cuadrada, e incluso se permitió un fugaz vistazo a los atrayentes ojos azules. Tragó en seco desviando la vista antes de perderse en su ensoñación y aparentó comer otro — asqueroso y repugnante— bocado cuando llegó a su lado. De reojo observó como se sentaba junto a Yami y barría a los ocupantes de la mesa con la mirada. —Yami, pandilla, perro… —saludó el recién llegado abarcándolos a todos. —Llámame perro otra vez, Kaiba, y te arrancaré los huevos —respondió Joey automáticamente, dándole énfasis a sus palabras con un gesto de la mano, como si tirara de algo. —¿Qué haces aquí, Kaiba? —intervino Yugi antes que empezaran a discutir—. Pensamos que no vendrías. —¿Y perder la oportunidad de disfrutar mis últimos momentos con vosotros? —respondió sarcástico. Seguramente Mokuba lo obligó. —Bonito traje —comentó Duke. Ambos cruzaron miradas serias, una sonrisa tensa formándose en los rostros. —Decidí dejar el blanco para otra ocasión. Interesante elección, Deblin. Duke no pudo evitar una leve mueca de disgusto pero el rubio estaba más interesado en aprovechar ese comentario para volver a repasar a Kaiba. El traje y la camisa negros, la corbata de un intenso color rojo sangre. Por algún motivo evocó a su Dragón Negro de Ojos Rojos. Y no pudo evitar sonrojarse ante la avalancha de pensamientos lujuriosos que propició esa conexión. Más aún al verse atrapado por Kaiba. En aquel momento notó que Duke mantenía el brazo por encima de sus hombros, prácticamente echado encima. Con un movimiento reflejo se lo quitó de encima, levantándose rápidamente. —¿¡Y si bailamos un poco!? —propuso en voz alta. Tea se apresuro a levantarse pero los demás declinaron la propuesta. Kaiba ni siquiera se molestó en mirarle, tomando un sorbo de su copa de ponche. De modo que se dejó arrastrar hasta la pista por una encantada Tea, mezclándose entre sus compañeros, bailando, riendo y haciendo el payaso mientras trataba de borrar a Kaiba de su mente. **FIN FLASHBACK**

Masajea el puente de su nariz, estirando las piernas. Empuja un zapato con la punta del pie contrario hasta quitárselo y luego repite el gesto con el opuesto. Algo más calmado se queda observándolos con expresión vacía.

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No pensar en nada estaba bien. El silencio de la noche fue roto por el sonido del teléfono. Desde su posición mira aprensivo en su dirección, dejando que sonara una y otra vez. Cuando el ruido cesa suspira aliviado unos minutos. Al poco empieza a sonar de nuevo. Deja que suene y suene. Al ver que no tienen intención de dejarlo en paz se dirige hacia él exasperado. —¿¡Quién!? —pregunta. —Finalmente contestas… Reconoce la voz sin problemas. Traga el nudo que se ha formado en su garganta, sabiendo que era buena idea colgar, pero sabiendo igualmente que no iba a hacerlo. —¿Estabas borracho?

**FLASHBACK** Un rato más tarde, cansado de bailar, se dirigió hacia la mesa de las bebidas a buscar algo que calmara su sed. Con un vaso de té helado en la mano se giró al sentir unos golpecitos en el hombro. —Mira lo que hemos traído —dijo Tristan mostrándole un par de botellas de alcohol. A su lado Duke sonreía al verter una generosa cantidad de un licor blanco en un vaso. —¿Estáis locos? —los amonestó lanzando miradas alrededor para comprobar que no hubiera ningún profesor cerca. —Están fuera fumando —le tranquilizó el moreno—. ¿Quieres un poco? Se lamió los labios mirando la botella, un recuerdo de su padre le pasó por la mente unos instantes antes que girara la vista hacia Kaiba; que seguía sentado en el mismo lugar mirando su reloj, ajeno a todo, y asintiera. —Ponme un buen lingotazo. Era solo un poco de alcohol, cada persona tenía derecho a cometer sus propios errores. **FIN FLASHBACK**

—No —responde. ¿Por qué siempre lo negamos cuando estamos borrachos? Ya no, por lo menos, piensa. Y si lo había estado se le había pasado…—. ¿Y tú? **FLASHBACK** Todo era tremendamente divertido. Sentía el cuerpo extraño, sabía que la sensación de optimismo y libertad se debía en parte a la bebida pero aún era bastante consciente de sus actos y no veía ningún problema. Tris y Duke estaban en un rincón con un brazo por encima de los hombros del contrario, diciéndose cuánto se querían, que eran los mejores amigos. Estaba eufórico, las luces eran más brillantes y todos mucho más atractivos. Dio un respingo al sentir una mano en su trasero, alejándose rápidamente le mostró a Duke el dedo corazón de su mano derecha y se marchó antes que volviera con sus jueguecitos. Cierto es que tropezó con un par de compañeros en su camino pero no tuvo nada que ver con las copas que se había tomado. El lugar estaba bastante concurrido. Eso era. —Hola —saludó entusiasmado sentándose al lado de Kaiba. El castaño que estaba manteniendo lo que parecía una conversación con Yami se volvió a mirarlo extrañado—. ¿No comes? ¿Te vas a quedar sentado toda la noche? ¿Por qué no vienes a bailar con los demás? Vio como un músculo de la mejilla se le movía en un tic y se quedó fascinado observándolo por si volvía a repetirse.

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—Estás borracho. —He tomado algo —aceptó quitándole importancia—. ¿Quieres? Se la he tenido que quitar para que no enfermen. Se dio la vuelta buscando a sus ebrios amigos, justo a tiempo de verlos comerse la boca uno a otro y desaparecer tras el improvisado escenario. Bufó aguantando una carcajada al darse la vuelta. Alguien iba a estar jodido mañana. Dos ojos de penetrante azul lo escudriñaban. Con dedos torpes abrió la botella y sirvió una buena medida en el vaso que el castaño tendía hacia él. ¡Había aceptado! Por algún motivo ese gesto le pareció enormemente significativo. —Salud… **FIN FLASHBACK** —Yo no fui el que se bebió una botella entera. Un largo silencio sigue a esa declaración. La mano que sostiene el auricular empieza a sudar y tiene que cambiarlo a la otra y secársela en el muslo. —¿No vas a decir nada, Wheeler? —Tú eres quien ha llamado —contraataca con voz débil. —¿Era alguna especie de burla? **FLASHBACK** Tumbo la botella vacía empujándola de una mano a otra distraído. —En serio, Kaiba, creo que eres un tío cojonudo —sonrió el rubio acercando su silla a la del otro—. Con solo dieciocho años eres un genio, presidente de una empresa y tienes una fortuna inmensa… Una ceja castaña se alzó ante esa afirmación. —… si solo no cargaras esa maldita personalidad. ¡Eres una nulidad social! —terminó entre risitas. La ceja volvió a bajar, arrugándole el ceño, al ir a reunirse con su gemela. —Pero aunque no lo creas a mí me caes bien. ¡De puta madre! —siguió sin advertir las señales de peligro—. Hemos tenido nuestros más y nuestros menos, claro. Pero forzosamente con el tiempo te he tomado aprecio. Eso es porque somos parecidos. —En tus sueños. Levantándose Kaiba dio por terminada la conversación. —¡Hey! ¡Espera! **FIN FLASHBACK**

—Yo no bromeo con cosas así…

**FLASHBACK** —¡Espera te digo! Lo alcanzó en mitad del gentío, sujetándolo por la muñeca. Kaiba dirigió la vista a la mano con que lo sujetaba y luego lentamente subió hasta encontrar sus ojos. Podía notar que no estaba nada contento. —Suéltame —ordenó muy lentamente. La vibración de su voz fue directamente a su pene. Ahí estaba él, con una persona que lo consideraba escoria en el mejor de los casos, rodeados de cientos de compañeros de clases y duro como una piedra.

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Y era genial. Sonrió, sintiéndose confiado gracias al alcohol. —Creí que esta noche habías venido por un poco de diversión. —Suéltame —repitió. Frunció los labios en un leve puchero, aprovechando el estar rodeados para acercarse lo más posible a él. —Dije en serio que me caías bien. —Wheeler —un nuevo aviso. —Joder, me encanta tu voz —confesó cerrando los ojos—, parece hecha para el pecado… Su sonrisa se amplió al notar la expresión pasmada del otro. ¡Lo había conseguido, le había dejado sin palabras! Si no estuviera más interesado en dejarle sin otra cosa se regodearía más en la situación. —Y no solo tu voz —susurró lamiéndole desde la barbilla hasta la punta de la nariz, pasando por sus labios. Sintió la tensión en el cuerpo del otro, y afirmó su agarre pegándose más a él para que no se le escapara. —Wheeler, ¿qué demonios haces? —susurró rígido. —¿No es obvio? —rió—. Te estoy haciendo una oferta… —¿¡Una…!? Entonces una pareja cercana tropezó contra el rubio arrojándole a los brazos del castaño. Oyó una risilla, la chica miraba hacia él sonriendo socarrona. Parpadeó sin apartar la vista de ella, Kaiba le empujó separándolo de él. De repente la fiesta no parecía tan divertida ni brillante. Se dio cuenta que a su alrededor varias personas lo espiaban pendientes de su reacción. Tragó saliva mirando a derecha e izquierda. Sin darse cuenta habían ido a parar a la pista de baile… Rodeado por sus compañeros. Otra risa. Mierda. La mirada de Kaiba estaba fija en él, a la espera de una explicación. Una que él no tenía. ¿Qué cojones iba a decir? —Esto… yo… —la música sonaba demasiado alta y hacía mucho calor. Notaba el sudor acumularse en su frente y bajo sus axilas y correr por su espalda. Empezaba a ponerse nervioso, mucho. Cada vez más personas se detenían a mirarlo. Así que hizo lo único que se le ocurrió, se dio la vuelta y se marchó. Y cuando salió del gimnasio echó a correr y no paró hasta llegar a su casa. **FIN FLASHBACK**

—… El silencio al otro lado de la línea se torna opresivo. ¿Ahora es cuando se supone que debe disculparse? ¿No puede el bastardo irse a otro continente dejando las cosas como están? —Mira, Kaiba, yo… —¿Sigue en pie? —hablan a la vez. —… ¿Qué? De nuevo silencio por la línea ¿Lo había dicho realmente? —Tu oferta —llega finalmente, con suavizad, la voz—. ¿Sigue en pie? ¿O era una oferta de tiempo limitado? —Sí… sigue en pie… —Entonces abre la puerta.

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El corazón le retumba en el pecho cuando cuelga el teléfono. El camino de regreso hasta la entrada de su casa parece eterno, tiene la mano entumecida cuando agarra el pomo. Es una broma, se repite, abriré y al otro lado no habrá nadie. Pero al otro lado está Kaiba en todo su esplendor. ¿Cuánto llevaba ahí? Da un paso atrás para que el otro entre, dejando que este cierre la puerta a sus espaldas. Se observan unos instantes en silencio; hasta que Joey apoya las manos en los hombros de Kaiba y empuja la gabardina, quitándosela y abandonándola en el suelo. Oye el ruido del móvil caer sobre esta y se ve siendo empujado hasta la pared, acorralado. Se dice “pregúntale por qué ha venido” pero entonces sus labios resbalan contra los suyos y nada más importa, porque las palabras pueden esperar. Enrosca los brazos en su cuello, sintiendo las manos del otro colarse por su camisa abierta y arañarle la espalda al acercarlo. Comparten el mismo aire en un beso lánguido, disfrutando el primer roce, probándose uno a otro. Una lengua se desliza sobre el labio del contrario, y luego vuelve a recorrerlo a la inversa. Siente un escalofrío viajar por su espalda, una mano lo precede bajando hasta su trasero y cerrándose como una garra sobre este. Le provoca colando una pierna entre las suyas, frotándola contra su erección. Jadea, la boca entreabierta. Él aprovecha y toma ventaja, introduciendo la lengua en su boca, que está caliente. Como ellos. Si antes pensó que su voz estaba hecha para el pecado ahora se da cuenta que todo en él lo está. Sus pestañas le hacen cosquillas en el rostro cuando desvía su atención al cuello. —Cama… —articula Kaiba dejando de torturarle por un momento. Joey asiente y lo lleva hacia su dormitorio como puede, con él pegado a sus espaldas. Una vez dentro le abraza, los labios del castaño en su cuello y su nuca, las manos cruzadas sobre su pecho impidiéndole ir. Kaiba solo tiene que agarrar la camisa y quitársela junto a la chaqueta, ya que él mismo desabrochó los botones al llegar tras su carrera. Se estremece al sentir la frialdad de la suave tela a su espalda. Una mano se cierra sobre un pezón estimulándolo, y la otra desabrocha el cinturón y la cremallera bajándole los pantalones, que caen hasta los tobillos por su propio peso. Gira el rostro tratando de alcanzar los labios de Kaiba. Exhala un sonido estrangulado cuando los largos dedos de este se cierran sobre su erección, y al encogerse en un movimiento reflejo siente el miembro de Kaiba clavarse en su trasero. Y las cosas se ponen salvajes. Tira de su corbata, sacándosela de la cabeza mientras el otro abre como puede los botones de la chaqueta y la camisa negras. Joey le muerde el cuello, apretándose contra él, desabrochando la cremallera, metiendo la mano dentro del pantalón. Gruesa, piensa. Y ese pensamiento le llena de miedo y expectación. No quieren esperar. Se lanzan sobre la cama y la ropa que había desperdigada en ella, levantando un poco de polvo. Cuando la camisa sale volando choca contra la lámpara de su mesita de noche tirándola al suelo y rompiéndola. Pero nada de eso importa. Finalmente Kaiba está desnudo como él, entre sus piernas, restregándose como un animal en celo. Y es jodidamente bueno. Sujeta su nuca con fuerza al besarlo, gimiendo desinhibido. Muerde la lengua que recorre su boca, disculpándose juguetón más tarde. Prorrumpiendo en sonidos que no se creía capaz de articular. Entre jadeos le pide más, le acaricia, le besa, grita exaltado al sentir las dos erecciones juntas. Kaiba gime su nombre coreándole, separando sus piernas, alzándolas un poco, penetrándole. Duele, pero no le pide que se detenga porque le gusta así. A ambos. Clava los dientes en el cuello del castaño, las uñas en la espalda. Más tarde encontraría sangre bajo ellas y Kaiba luciría esas marcas durante varios días. La voz de Kaiba acaricia su oído al llamarle para que se relaje. En respuesta vuelve la cara hacia la suya mordiéndole el lóbulo de la oreja, sintiendo los músculos tensos del otro. —Háblame… —ruega. Sintiéndose un pervertido cuando la voz cascada y queda se desgrana en promesas de placer.

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Diciéndole lo que va a hacer, cuánto va a durar y cómo lo va a disfrutar. Se rompe, entrecortada, cuando empieza a moverse, pero no deja de susurrar junto a su oído. Únicamente cuando vuelven a compartir un beso calla. Se mueven rítmicamente, ambos cuerpos acoplándose en algo que raya en la perfección. Ambos piensan así, que es perfecto. Lento al principio, hasta que Joey descubre que lo disfruta. El cuerpo sudoroso, el miembro en su interior, los dientes de Kaiba brillando como perlas en la noche. —¡Más! —exige inconforme con el suave movimiento. Kaiba lo complace penetrándolo violentamente. La cama cruje bajo el peso de ambos. Joey sonríe elevando su voz, viendo luces por la fuerza con que a veces cierra los ojos por el placer. Aferrado a las sábanas, a la espalda desnuda del castaño, gime, grita, araña y besa. Enreda los dedos en sus cabellos, despeinándolo, asombrado de poder sentirse más y más caliente. —Acaríciame… —le suplica tomando una de sus manos y llevándola hasta su erección, que palpita anhelando un contacto más profundo que el roce contra su estómago. Kaiba ríe, exudando algo primitivo y sádico junto con el sonido. —No, no… —protesta al sentir el calor del otro alejarse, saliendo de su interior. Entonces se encuentra boca abajo sobre la cama, las manos de Kaiba en sus caderas, alzándolo y volviendo a entrar en él. —Di mi nombre… —pide el castaño; agarrando un mechón de cabellos rubios, con fuerza sin hacerle daño. Ahoga el sonido de su voz contra la almohada cuando Kaiba roza algo en su interior que le deja temblando. Su interior se contrae en respuesta y esa vez es Kaiba quien tirita contra su espalda y él quien ríe. —Seto… —lo llama en un susurro ronco. —… Dilo de nuevo, Joey… —… Seto… El poder de tenerlo, rendido simplemente con esa acción, es casi tan bueno como el sexo. Casi. Apoyando los brazos en la cama se impulsa hacia atrás yendo a su encuentro. Los nombres se convierten en gimoteos, la mano de Kaiba finalmente cerrándose sobre su pene, que salta ansioso. Grita. Solloza por el estímulo sobre su carne, no pudiendo aguantar más. Kaiba lo intuye y aumenta las embestidas en su interior, el movimiento sobre la erección que sostiene. Siente que algo en su interior estalla y el placer sale de su cuerpo, quedando débil y tembloroso. Y aún es capaz de sentir los aguijonazos del placer cuando es Kaiba quien termina, llenando su interior con su semilla. Boquea estremecido incapaz de ninguna otra acción. A su lado Kaiba permanece acostado de espaldas en similares circunstancias. Durante un tiempo lo único que se oye en el cuarto son sus respiraciones agitadas. Y luego nada… Está incómodo echado de lado con la nariz casi rozando la pared, pero cualquier movimiento lo colocará sobre Kaiba en la estrecha cama individual. Y ya no tiene ninguna excusa para no hablar y preguntarle: “¿Por qué?”. El repentino tacto en sus piernas lo sorprende a punto de dormirse. Mira a su costado y atrapa a Kaiba limpiando los restos de su encuentro con la arrugada sábana. Intrigado permanece quieto permitiéndoselo. Cuando termina con el rubio se limpia a sí mismo y vuelve a echarse mirándolo. —Gracias… —musita Joey azorado. —No, gracias a ti —responde Kaiba con intención. La sonrisa que le brinda es extraña y contagiosa y se descubre devolviéndola y rompiendo a reír divertido. Ambos ríen y la tensión se esfuma. Han tenido sexo. Y lo único en que piensa es en que debieron hacerlo mucho antes. En el reducido espacio le parece normal que su espalda se pegue al pecho de Kaiba y que este le rodee con su brazo. De hecho lo relaja. Igual que el suave aliento del moreno en su nuca. Le gusta y le gusta mucho. —¿Cómo hemos acabado así? —musita adormilado Joey, tiempo más tarde—. No lo entiendo.

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Notas:

—Eso es porque eres un poco obtuso —responde Kaiba besándole un hombro.

Para Syry. Feliz cumpleaños.

—¿El obtuso soy yo? —protesta girándose a mirarlo ceñudo—. Yo diría que tú eres el obtuso.

La vida es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar. A_nonima

—Tú eres obtuso —replica Kaiba, una de las comisuras de sus labios curvada en una sonrisa burlona—. Yo soy abstruso. Gruñe en desacuerdo, su réplica muriendo cuando les llega, bajo, el sonido de un móvil. Kaiba se levanta y va a buscarlo desnudo, sin el menor pudor. Joey no aparta la vista de su trasero hasta que desaparece. Es cierto, recuerda, se marcha a América. Se sienta, resintiendo la actividad anterior, cubriéndose con el cobertor que mantiene el calor y olor de ambos cuerpos. Al menos conservará un grato recuerdo. No quiere decir nada cuando el castaño regresa, le hace sitio, pero no puede evitar que el beso que comparten tenga sabor a despedida. —Me gustaría volver a repetir esto —dice Kaiba logrando que una parte de él se alegre por la nueva oportunidad y otra reclame amargada que es mejor dejarlo en un solo encuentro. —Cuando quieras —responde sin embargo con una sonrisa. Porque lo desea. Aguanta la mirada azul unos instantes, sintiéndose devorado por su intensidad. Sonríe al sentirle acariciarle el hombro con inusitada suavidad. —Tu oferta… ¿hasta cuándo está vigente? Parpadea. —Hasta que te marches — contesta mirándolo de reojo. —Eso es muy pronto —replica el castaño—. ¿Y después? Inspira y expira. Dejando la pregunta en el aire unos segundos. —Podría ser ilimitada si quisieras… —se arriesga. Es su última jugada, mostrará todas sus cartas. Le mira esperando la respuesta, y esta llega en forma de un beso voraz. Y de pronto está siendo aplastado en la pared, las piernas apoyadas en los antebrazos de Kaiba, sostenido en un precario equilibrio, y él moviéndose de nuevo en su interior. Hay formas, piensa sonriendo cuando el castaño gime su nombre, siempre hay formas…

Instituto Domino, a la mañana siguiente… Se removió inquieto notando algo duro y metálico clavarse en su costado. Tenía la boca pastosa, un gusto amargo en ella, limpió el rastro de babas resecas en la mejilla con la mano, mirando alrededor aturdido para ver dónde se hallaba. Le dolía todo. Lo que se clavaba en su costado era uno de los soportes del escenario de la fiesta. Y no era lo único que le molestaba. La cabeza iba a matarle y notaba un ligero malestar que no lograba ubicar. Maniobró para sentarse y un latigazo de puro dolor terminó de despertarlo. ¡Joder! ¡Leches! ¡¿Qué mierda era eso?! de…

Estaba sentado sobre lo que parecía una chaqueta blanca manchada… manchada

—¡Sangre! —exclamó y su grito provocó que un bulto cercano a él se moviera y emitiera un gemido agónico de protesta—. ¡¡Sangre!! —repitió al descubrir que provenía de sus piernas. De entre ellas y bastante más arriba, siendo más específicos. Incluso resacoso no le costó trabajo forjar la conexión. El alma se le cayó a los pies al ver quién era el bulto que se quejara momentos antes. Y por el aspecto que presentaba causante de su situación. —¡¡Cabrón!! —resonó el grito por toda la escuela—. ¡¡Me has partido el culo!!

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El segundo botón Autora: Naruko

Y finalmente aquel día había llegado. El día de la graduación, el instante más esperado por todos los estudiantes, el momento en el que dejas atrás tus sueños de niño para alcanzarlos como un hombre. Elegir una carrera, decidir qué quieres ser en la vida, y si has sido constante en los estudios durante los tres años de secundaria, aspirar a una buena universidad. Naruto no podía decir que sus notas fueran brillantes. Qué demonios, rara vez aparecía su nombre inscrito en el ranking de clasificaciones, su mejor marca personal rondaba el número cuarenta. Memorizar datos nunca fue su punto fuerte, aunque se esforzara en poner todo de su parte, él era una persona más bien movida por impulsos. De ahí que siempre hubiera logrado entrar en cualquier preparatoria promovido por una beca de deporte. La resistencia física era su mejor don. Con añoranza cruzó la ahora vacía y solitaria aula que había sido como una segunda casa para él durante los tres últimos años hasta llegar al gran ventanal. La vista que le ofrecía el tercer piso del instituto de Konoha le hizo sonreír amargamente. Entre risas y algún que otro llanto, muchos alumnos se despedían en el que sería su último día como compañeros de clase. Ya no volverían a sentarse en sus pupitres, a compartir anécdotas e inquietudes con sus amigos, a reunirse juntos en las horas de comida. El fin de la secundaria también daba terminación a la etapa adolescente de cada estudiante. Muchos seguirían sus estudios en diferentes universidades repartidas por todo el país, a cientos de kilómetros de sus casas. Una nueva vida, un entorno diferente. Ya no volverían a verse con regularidad, el tiempo y la distancia los forzaba a separarse, aunque Naruto siempre los tendría presentes en su corazón. Porque amigos como aquellos, sólo se presentaban una vez en la vida. —¿Qué haces aquí? El alboroto está abajo. El rubio se giró con cierta sorpresa y una amistosa sonrisa curvó sus labios. Especialmente Sasuke. Frío, irritable, egocéntrico y bastardo como ningún otro. Sasuke era algo así como su mejor amigo a la vez que su mayor rival. Raramente hablaba ni ofrecía consejos, no mostraba sus emociones y parecía no conocer la palabra amabilidad, pero hacía tiempo que Naruto había dejado de preguntarse por qué seguía siendo su amigo incondicional a pesar de todas sus diferencias. Y es que Sasuke cubre una necesidad muy intensa dentro de él en la que prefiere no pensar demasiado. Aunque Naruto no es tonto, y sabe perfectamente de qué se trata. Pero no lo dirá porque tiene miedo a ser rechazado, porque él es el único amigo que tiene Sasuke. Y por eso valora su amistad más que ninguna otra. Porque sabe que él es el único. —Lo sé —comentó despreocupado Naruto sin apartar la vista del patio donde los grupos de estudiantes habían comenzado a dispersarse—. Pero algo me decía que te encontraría aquí. Eres tan antisocial… —Yo lo llamo simplemente de interfaz poco amigable. —¿Poco? —se mofó—. He conocido serpientes más amigables que tú. A menudo Sasuke dice que no necesita amigos, que sólo son un lastre, que esos sentimientos innecesarios hacen débiles a las personas. Pero Naruto lo conoce bien y sabe que no lo dice en serio. Con los años ha aprendido a ver por debajo de la coraza que su amigo se empeña en levantar, un muro infranqueable que sólo Naruto consigue rebasar. Y Sasuke lo odia por eso. Con lánguido paso y manos metidas en los bolsillos, el moreno cruzó el aula aproximándose a la ventana. Su silencio no extraña a Naruto pues Sasuke raramente entabla una conversación por iniciativa propia a no ser que esta comience con insultos u ofensas hacia su persona, por lo que sus conversaciones quedan clasificadas a un monólogo completo íntegramente de Naruto. Y aunque el rubio siempre tiene algo nuevo y según él brillante que contar, esta vez no lo hará, porque lo que Naruto más desea en ese momento es escuchar su voz. La voz grave, silbante y masculina de Sasuke. Tal vez porque sabe que tardará mucho tiempo en volver a escucharla y quiere guardarla a fuego en su memoria. —Han pasado rápido estos últimos tres años. Aún no me creo que todo haya terminado. —Hn.

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La escueta respuesta, casi un gruñido, de su compañero tampoco sorprende a Naruto. Es su habitual contestación cuando el tema tratado no le interesa. Cosa que suele suceder muy a menudo. Pero afortunadamente Naruto sabe qué hacer para escucharle articular más de dos palabras seguidas. —Iruka-sensei me dijo que te aceptaron en la Tōdai. Y quizás esta vez más promovido por la costumbre de llevarle la contraria Sasuke no responde, se limita a sonreír de medio lado con un gesto triunfador. Aunque en sus ojos claramente se puede leer ¿de qué te sorprendes, idiota? Era obvio que me aceptarían. Naruto resopla y su ceño se frunce ligeramente. La Tōdai —Tokio Daigaku— es una de las universidades más antiguas y prestigiosas del país. Está compuesta por cinco campus y diez facultades, y aunque allí se enseñan casi la totalidad de las disciplinas académicas, es conocida especialmente por su facultad de literatura y derecho, la carrera que Sasuke ha elegido. Naruto quiere estudiar humanidades por lo que también ha presentado su solicitud en la Tōdai, pero sus notas no son tan buenas como las de Sasuke, por lo que no tiene esperanzas de ingresar en ella, ni siquiera con una beca de deportes. Sólo la élite logra pasar el examen de acceso. La universidad de Shindai en Kōbe, o Handai en Ōsaka, son sus siguientes opciones. Pero ambas se encuentran muy lejos de Tokio. Muy lejos de Sasuke. —Te vi haciendo el examen de ingreso, ¿acaso un idiota como tú pretende entrar en la Tōdai? —insinuó Sasuke con un deje de burla—. Olvídalo, es algo imposible para ti. Naruto apretó los puños con fuerza intentando calmar la opresiva y desagradable sensación en su pecho. No es la primera vez que Sasuke se burla de él, en definitiva suele ser desagradable con todo el mundo, y aunque Naruto ya está acostumbrado a sus puyas, nunca deja que su amigo sepa cuánta influencia tiene sobre sus emociones. Por lo que pronto compuso su mejor sonrisa, intentando parecer indiferente con éxito. —Bastardo, ¿qué te hace pensar que no entraré en la Tōdai? —farfulló constriñendo los brazos a su torso—. Cualquier facultad estaría deseando que ingresara en ella. —No con tus notas, usuratonkachi. —Eso nunca ha sido un impedimento para mí —dijo al tiempo que esbozaba una amplia sonrisa. Juntó las manos e hizo amago de batear una pelota—. He oído que necesitan bateadores para el equipo de béisbol. Sólo espera a que escuchen el nombre de Uzumaki Naruto, cualquier universidad estará encantada de darme una beca en deportes. —Buscan profesionales, no idiotas descerebrados. —¡Eh! ¿Qué insinúas, bastardo? Yo soy todo un profesional cuando me lo propongo. Sasuke rodó los ojos con sufrida paciencia. De ninguna manera iba a entrar en un argumento infantil con el dobe. Giró el rostro hacia la ventana y distraído contempló a unos pocos alumnos rezagados. Todos parecían tener mucha prisa en abandonar secundaria. —Esta tarde se celebrará en Shibuya la fiesta de despedida —indicó repentinamente Naruto con manifiesto entusiasmo—. ¿Irás? Sasuke cruzó los brazos sobre su torso y alzó la ceja izquierda con suspicacia, su ceja mortal como le gusta llamarla a Naruto. Es un claro gesto de negativa. —No se me ha perdido nada allí. —¿Alguna vez se te pierde algo en algún sitio? —apostilló con sarcasmo—. Vamos, será divertido. Chouji nos arrastrará al tugurio más grasiento de toda la ciudad y se pasará la mitad de la noche en el baño por indigestión de barbacoa. Shikamaru se echará una siesta en los sofás del karaoke. Sakura-chan e Ino pelearán por ir a la discoteca de moda, después pelearan por ver quién consigue al chico más guapo, y después por ver quién se sube a la tarima más alta. Kiba hará alguna comparación sobre las hormonas femeninas y las caninas, y Lee cambiará sus habituales mayas verdes por unos vaqueros... ¡Lee con vaqueros! —enfatizó con una sonora carcajada—. Tienes que venir sólo por ver eso. —Desde luego pareceréis una manada recién sacada del circo. —Me alegra saber que sigues conservando tu sentido del humor, si alguna vez lo tuviste. —No es humor, es una realidad. Por eso no tienes amigos, quiso replicar Naruto. Pero entonces él apostillaría lo innecesaria que era la amistad, la falta de madurez, los valores primordiales de un hombre adulto o cualquier royo antisocial de los suyos. Y la verdad, Naruto no tenía ganas de entrar en una discusión inútil con Sasuke cuando aquel probablemente sería el último día que compartieran juntos.

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Por lo que simplemente resopló por lo bajo un —amargado—, cerró los ojos y dejó que el tiempo transcurriera mientras disfrutaba en silencio de su compañía. El último día. Es ahora o nunca, resonó en su fuero interno. Naruto sacudió la cabeza intentando acallar a su mente, la que le gritaba, la que le exigía con impetuosa necesidad cumplir ese deseo que a lo largo de los años cada vez se había hecho más frecuente, más anhelado, inalcanzable. Un deseo que intentó desechar al instante. No era posible. Valoraba más su amistad que intentar hacerlo realidad. —Así que has dejado que te quiten todos los botones. Naruto abrió los ojos y confuso desvió la mirada hacia el rostro pétreo de Sasuke. Los ojos ónice examinaban con atención su chaqueta del uniforme escolar e instintivamente Naruto se miró la propia. Una sonrisa ancha y jubilosa recorrió su rostro al comprender su comentario. —No todos —argumentó mostrando uno sobre la palma de su mano—. Aún me queda uno. —Es una tradición estúpida. —No lo es —Naruto entornó los ojos buscando los recuerdos que más atesora en su mente—. No son sólo botones, cada uno de ellos tiene un significado importante: amistad, respeto, cariño, admiración, representan parte de tu vida y es un orgullo que alguien quiera arrebatarte tan sólo uno. Demuestra lo mucho que te aprecian y la promesa de que nunca te olvidarán. Una costumbre arraigada en años que aún en la actualidad quedaba presente. El día de la graduación los estudiantes batallaban por conseguir un sólo botón de la persona que más admiras o estimas, y se consideraba toda una hazaña que al finalizar el día tu chaqueta no luciera ninguno, eso demostraba la popularidad del alumno. Pero no todos guardaban el mismo significado. —Este es el segundo botón —señaló el rubio con orgullo—. Muchas chicas han intentado quitármelo, así que tuve que arrancármelo yo mismo. El segundo botón se consideraba la pieza más importante de toda la prenda. Durante años ha sido señalado como símbolo de amor dada su ubicación, el más cercano al corazón, y muchos estudiantes lo utilizaban para declarar sus sentimientos a la persona amada. Si esa persona te corresponde, recibirá con gusto el pequeño botón, de lo contrario, habrás sido rechazado. Por eso la mayoría de estudiantes intentan conservar ese botón e impedir que se lo arrebaten, porque prefieren entregárselo ellos mismos a la persona a quien más estiman, y así, confesar su amor. —¿Acaso lo guardas para alguien especial? —se mofó Sasuke con recelosa mirada—. Qué infantil. Él por supuesto, conserva todos y cada uno de los botones de su chaqueta intactos, impolutos. Nadie había tenido el valor de acercarse y mucho menos intentar arrebatarle alguno, ni siquiera su club de fans. Pero claro, Sasuke solía tener ese efecto en la gente. Bastaba una sola de sus miradas para disolver cualquier tentativa. —Claro, olvidaba que el señor Uchiha témpano de hielo, no malgasta su tiempo en frivolidades como son los sentimientos. Para eso primero deberías saber lo que son. Sasuke sonríe por la ácida réplica, pero Naruto no le devuelve el gesto. Y por un instante le parece ver cómo los ojos de Naruto pierden algo de vida, se opacan, y resultan más tristes que de costumbre. El botón vuelve a quedar oculto en el bolsillo mientras su mirada huidiza queda perdida en el horizonte. Algo le preocupa, sus expresiones siempre han sido tan claras como un libro abierto. Pero Sasuke no pregunta porque sabe que Naruto no tiene intención de hablar. De lo contrario, ya lo habría hecho por iniciativa propia. De cualquier forma, está bien así. Mañana comienza una nueva vida en otra ciudad, alejado de todo lo que ha conocido hasta ahora. Y Sasuke no quiere llevarse preocupaciones innecesarias allá donde va. —¿Cuáles son tus siguientes opciones? —pregunta con elaborado desinterés. Naruto arquea una ceja confuso, y él se apresura a añadir—. Universidades, dobe. A cuántas más te has presentado. Naruto ríe mansamente antes de estirar los brazos y desperezarse con calma. —¿De verdad crees que no entraré en la Tōdai? —Es obvio que no lo harás.

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—¿Y si lo consigo? —Entonces le pediré a Dios que me fulmine antes de tener que soportarte otros tres años más pegado a mí. —Mejor dale las gracias. No encontrarías a nadie que lograra soportar tu mal carácter más de cinco segundos, bastardo. A pesar del constante tira y afloja, no hay rencor ni maldad en ninguna de las palabras. Insultos, provocaciones, lucha, competitividad, eran conceptos que formaban parte de sus vidas cotidianas. Visto desde fuera, cualquiera hubiera jurado que se odiaban a muerte, que no se soportaban, que eran completamente incompatibles, por eso muy poca gente comprendía por qué a pesar de sus muchas diferencias, seguían siendo muy buenos amigos, los mejores. En el fondo se parecían más de lo que a primera vista dejaban entrever. —¿Lo lamentarías? —retoma Naruto con un poco más de seriedad, sin especificar en su pregunta. Sasuke no es un genio por nada y sabe perfectamente de lo que habla. —Por supuesto que no. ¿Quién en su sano juicio echaría de menos a un dobe como tú? De ser sincera, la respuesta habría sido como un cañón disparado a razón para hundir tu barco, pero Naruto sonríe alegremente al reconocer en los gestos de Sasuke una huidiza sonrisa que casaba perfectamente con la clara burla bailando en sus ojos negros. Es un bastardo orgulloso, tanto que ese defecto no le permite asentir, reconocer abiertamente sus sentimientos, y el mecanismo de defensa de sus palabras le hace camuflar en su ofensa un indudable: claro que lo haré, idiota. —¿Recuerdas los primeros días de secundaria? —dijo Naruto al tiempo que esbozaba una amplia sonrisa—. Eras tan odioso y repelente, siempre tan perfecto, tan arrogante, con todas esas chicas a tu alrededor… dios, como te odiaba — resopló—. Claro que sigues siendo el mismo bastardo odioso, repelente, arrogante y con todas esas chicas a tu alrededor. En ese sentido no has cambiado mucho que digamos. —¿Y qué me dices de ti, usuratonkachi? —replicó cruzando altivamente los brazos sobre su pecho—. Fanfarrón, idiota, terco, hiperactivo, bueno para nada y con una voz tan irritante que destroza los nervios a cualquiera. —¡Eso no es verdad! Dicen que tengo una voz preciosa. —La persona que te dijo eso no era amiga tuya. —¡Teme! Se enzarzan de nuevo en una de sus tantas disputas verbales por ganarse el respeto del otro, aunque esta vez Naruto no pone demasiado empeño. Su mente vaga en sus recuerdos, anclada en satisfacer su anhelo. No lo vas a volver a ver, escucha con clara precisión. Hazlo ahora o laméntalo para siempre. Con un reniego y un brusco movimiento de cabeza, el rubio se aparta dándole la espalda a su compañero. No puede, han sido los mejores amigos por mucho tiempo, y el miedo aplastante de estropear con sus deseos la conexión profunda que existe entre ellos, frena todas sus iniciativas. Naruto no quiere equivocarse, no quiere cometer un fatal error que abra alguna grieta en lo que hasta ahora se ha basado su relación de amistad con Sasuke. Eso lo estropearía todo, y él, se sentiría miserable por el resto de su vida. Pero la grieta inevitablemente se abrirá con su separación. Por mucho que quiera negarlo, por mucho que se aferre a la idea de que ni el tiempo ni la distancia lograrán romper sus lazos, Naruto sabe que el comienzo de una nueva vida originará nuevas amistades, nuevos círculos sociales, nuevas responsabilidades y prioridades. Y él dejará de ser el principal. Entonces, ¿por qué no intentarlo? Si todo sale mal, el tiempo podrá curar la herida. —Sasuke… —murmura sintiendo cómo un opresivo nudo se cierne en torno a su garganta. El corazón le late tan rápido que parece amenazar con salirse del pecho en cualquier momento—, ¿me odiarás por querer cumplir un sueño que he deseado desde hace mucho tiempo? Sasuke arquea una ceja confuso. —¿Ganarme en una pelea? —ironiza. Naruto gruñe, mitad molesto mitad risueño. Se gira hacia él tragando saliva costosamente y posa las manos sobre sus hombros, comprimiéndolos con delicadeza, temeroso de que pueda escapar, ofenderse y ser rechazado. No hay vuelta atrás, hazlo de una vez.

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Naruto aproxima su rostro ladeándolo ligeramente, tan cerca que sus bocas a penas quedan a escasos centímetros de la otra. Exhala ligeramente, calentando los ansiados labios de su compañero antes de cerrar los ojos, huyendo de esa mirada perpleja que le devuelve, y depositar sobre sus labios un beso suave, liviano, una tierna caricia que pronto le sabe a poco. Pero sus pretensiones de profundizar el contacto quedan truncadas cuando de pronto siente cómo una mano se aferra a sus cabellos y tira hacia atrás, cortando todo contacto. —¿Qué estás haciendo? —murmura Sasuke en tono bajo pero autoritario. —Ya te lo dije, cumplir un deseo —susurra a su vez, un tanto intimidado al verse reflejado en una muy intensa mirada. —¿Y desde cuándo tus sueños han dejado de reproducir curvas femeninas? —cuestiona con duda. —No te confundas bastardo, yo no soy gay. —Claro, porque esto que acabas de hacer no es nada gay —ironiza. —Esto es diferente —replica—. Además, no es la primera vez que nos besamos. El ceño de Sasuke se frunce con brío. —Aquello no fue un beso. Te caíste encima de mí, idiota —reprocha recordando ese inoportuno momento en el que Naruto, danzando en torno suyo como siempre, fue empujado por un compañero y cayó sobre él en mitad de la clase. —Bueno, si te hace sentir mejor puedes pensar que ahora me he vuelto a caer encima de ti. Y por primera vez Naruto se siente triunfador. Sasuke está estupefacto, no concibe lo que escucha, y por supuesto no tiene palabras con las que contrarrestar. Ver su rostro aturdido no tiene precio. Naruto quiere jactarse, decirle lo ridículo que se ve, pero presiente que Sasuke está a punto de golpearlo o hacer algo violento, e instintivamente retrocede preparándose para la batalla. Pero para su sorpresa tras el aturdimiento llega la asimilación, y tras esto un suspiro que le hace cerrar los ojos y masajearse las sienes con pausa. —¿Sasuke? —duda su amigo. —Cállate, estoy pensando. Y antes de que Naruto lograra formular otra pregunta, las manos de Sasuke lo han agarrado por la nuca y lo atraen hacia él con energía. Sus cuerpos chocan, y su gemido de sorpresa muere contra la boca del moreno, que imperiosa, se hace con el control. Le besa, muerde, avasalla e invade con ferocidad, Naruto apenas es capaz de discernir lo que está ocurriendo y mucho menos de corresponder con la misma intensidad a esos besos húmedos y calientes con los que lo devora, los mismos besos con los que ha soñado noche tras noche durante años. Desarmado y abandonado al deseo, Naruto se sumerge en la boca de Sasuke y con desesperación muerde sus labios, robándole el aliento, impregnándose de su esencia. Sus manos hasta ahora inertes cobran vida, rodean con firmeza la cintura de su compañero y lo arrastran hacia atrás para ir a chocar contra un pupitre, donde aprovecha para hacerse fuerte contra su cuerpo. —Sasuke —susurra ansioso sin dejar de besar y lamer esos labios adictivos. Le resulta todo tan irreal que prefiere no abrir los ojos para descubrirse en un falso sueño. Casi con desesperación se aferra a él y desliza una pierna entre las suyas, friccionando su dura entrepierna contra el muslo, tan ansioso por aliviar la presión como por no hacer obvio cómo trata de montar la pierna del bastardo. El calor mezclado en placer comienza a nublarles el juicio. Sasuke desplaza sugestivamente las manos por los costados del rubio, firme y ansioso. Asciende a sus hombros y sujeta la chaqueta del uniforme, la que aparta con un resuelto movimiento y tira al suelo, haciendo lo propio con la suya. Retoma las caricias desde su pecho y desciende hasta tener sendas nalgas de Naruto en sus palmas, las que aprieta y con las que le insta a acercarse y alinear sus cuerpos, justo al punto donde quiere llegar. Los gemidos no se hacen de rogar con el roce de sus erecciones, tortuosamente placentero aunque sea a través del pantalón. Conscientes de que si la cosa no progresa verdaderamente pronto, ellos van a terminar antes de que siquiera hayan comenzado. Naruto, el más atrevido de los dos, cuela sigilosamente una mano bajo la camisa de Sasuke y palpa con total desenvoltura su torso, desde los pequeños y erizados pezones, el borde de las costillas, al firme y marcado vientre. Su viaje pronto llega al pantalón, donde con lenta danza, roza sinuosamente las yemas de los dedos a lo largo del borde. Quiere abrirlo, pero no está seguro de si Sasuke le cede permiso. Su pregunta es respondida silenciosamente segundos después cuando nota las manos de Sasuke en su cinturilla, intentando abrir el cierre del pantalón. Definitivamente hoy los dioses están de su lado.

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O quizás no. Naruto sofocó un gruñido gutural, casi un rugido, cuando la mano de Sasuke logró colarse con precisión entre su piel y el uniforme, agarrando tras su ropa interior el erguido pene que comenzó a masajear con energía. La sensación era devastadora, hasta mil veces mejor que cuando él se tocaba a sí mismo. Y saber que era el verdadero Sasuke, y no el de sus sueños, el causante de tanto placer, no hizo más que llevar su excitación al límite. —¡Espera! —gritó estremecido por la violenta sacudida que arremetió ardientemente su cuerpo. La respiración se disparó junto con las contracciones de su ingle. Tensión, calor, placer, estaba a punto de explotar—, no lo hagas tan fuerte o voy a... voy a… Pero Sasuke no se detiene y sigue masajeando con brío. —¡Joder! Eyaculó con fuerza derramando su semilla blanca y espesa sobre la mano de Sasuke, sin poder reprimir un largo y profundo gruñido. Su mano libre, igual que una garra, se aferró al hombro de su compañero mientras su cuerpo continuaba sacudiéndose convulso, mecido por los últimos coletazos del orgasmo. Desfallecido, dejó caer la cabeza hacia delante e intentó recordar cómo se respiraba adecuadamente. —Eso ha sido muy rápido —escuchó pronunciar con sorna cerca de su oído. —Cállate, soy joven y tengo mucha energía acumulada —musitó recobrando el aliento. Espoleado y con el orgullo herido, Naruto desabrochó el primer botón del pantalón de su amigo, descorriendo la cremallera. Deslizó la ropa interior y un desesperado gruñido escapó de su garganta con la primera vista de su desnudez, incapaz de apartar sus ojos anclados sobre esos pálidos muslos, los negros rizos, o más concretamente del miembro enhiesto, ansioso, y agraciadamente dotado. Su pene que a penas había comenzado a relajarse después del orgasmo, comenzó a endurecerse de nuevo. —¿Vas a pasarte toda la tarde mirándome o te decides a hacer algo? —¿Puedo sacar una foto? —preguntó esperanzado. —Naruto —gruñó peligrosamente. El rubio hizo un puchero desechando la fabulosa idea de sacar el móvil y guardar una instantánea de aquel apoteósico momento. Sasuke no se lo permitiría ni aunque le prometiera por todo el ramen del mundo que sería exclusivamente para su único disfrute en esas noches frías y solitarias a miles de kilómetros de su facultad. Hastiado por la pausa, Sasuke busca la mano derecha del rubio y la coloca sobre su hombría. Por suerte no tiene que indicarle lo que quiere que haga, y esta se cierra en torno al grueso eje, iniciando un tortuoso vaivén. Es consciente de que un aula no es el lugar más apropiado donde hacer este tipo de cosas, y que en cualquier momento los pueden descubrir algún alumno rezagado o tutor de guardia, pero eso también le añade morbo al asunto. Extasiado, se muerde los labios y arquea la espalda, acompasando sus caderas al placentero movimiento. —Sasuke —susurra el rubio al oído. Entreabrió los labios y con apremio besó el cuello, la mandíbula, el mentón, dibujando un camino de besos hasta sus labios, donde mueren pequeños jadeos contra su boca—. ¿Me dejarías meterla? El moreno se paralizó al escuchar la pregunta. Frunció el ceño y con los ojos desorbitados se dirigió al rubio. —¿Meterla? —dudó. Sólo por si acaso el idiota no insinuaba lo que él estaba pensando, y existía algún otro rollo raro sexual que implicara meter algo en algo y no necesariamente por detrás. Como su polla en la boca por ejemplo. Eso lo aceptaría sin dudar. —Sí —arrulló Naruto—. Meterla… Naruto le agarró por la cintura y con energía le hizo girarse de cara al pupitre, presionando sobre su espalda, obligándolo a inclinarse hacia delante al tiempo que le bajaba del todo los pantalones. En ese instante Sasuke no tuvo la más mínima duda. Meterla significaba meterla. En su idioma o en cualquier otro. —¡Naruto! —gritó tratando de incorporarse. Eso era ir demasiado lejos. De ningún modo lo iba a permitir. Notó como las manos calientes se apresaban de sus nalgas, masajeándolas, pellizcándolas, acariciándolas con ímpetu, separándolas sin decoro, e instintivamente todo su cuerpo se tensó. Pero lo que comenzó a rozar su entrada en nada se asemejaba al dolor. Sofocado, Sasuke se mordió los labios en un intento por impedir que los gemidos, poco honrados para un Uchiha, desahogaran su pecho con el roce de esa lengua hábil y húmeda acariciando su estrecho ano.

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—¿Qué estás…? —con cada lamedura, un estremecimiento azotaba su cuerpo—. Naruto —articuló a gruñir. —Confía en mí. Me detendré si te resulta incómodo. —Esto ya es bastante incómodo, dobe. —Pero te gusta, ¿verdad? La mirada que le dedicó Sasuke por encima del hombro le advirtió de que si hacía otro comentario como ese, confirmando lo evidente, pasaría muchos meses en cuidados intensivos del hospital. Con el ego hinchado por sus aciertos, el rubio continuó lamiendo y dilatando con su lengua el estrecho pasaje. Si tan sólo tuviera a mano uno de los múltiples kit de supervivencia que le llevaba regalando el viejo Ero-sennin desde los doce años… ¡Pero qué demonios! ¡Claro que lo tenía a mano! Rápido echó un vistazo a su alrededor, ignorando el gruñido de protesta de arriba por haberse detenido y localizando la chaqueta del uniforme a sus pies. Alargó una mano murmurando incoherencias por lo bajo hasta soltar una pequeña exclamación de victoria. —¡Aquí está! Por encima del hombro Sasuke atinó a ver un pequeño paquete de lubricante junto con un preservativo. —¿De dónde has sacado eso? —dudó el moreno arrugando su entrecejo mitad curioso mitad acusador. —No preguntes. Es mejor que no lo quieras saber. Rasgó el paquete y se untó los dedos generosamente con la cítrica sustancia antes de comenzar a impregnar el carnoso contorno e introducir cuidadosamente un primer dígito. Fue cauteloso en su sondeo pues tenía una cosa clara, si quería que Sasuke le dejara llegar hasta el final tenía que conseguir que la preparación previa fuera lo menos dolorosa posible. Naruto aprovechó ese momento para retomar con la mano libre las caricias sobre su miembro, masajeándolo sin prisa. El coro de gemidos que le regaló el moreno le informó agradablemente que no iba mal encaminado. Se animó entonces a empujar el dedo más allá del primer nudillo, y fascinado comprobó como el anillo de carne lo tragó al instante en su totalidad, incluso parecía haberlo estado esperando desde hace mucho tiempo. Su propio pene palpitó ansioso ante la posibilidad de hacer lo mismo. —¿Otro más? —preguntó jadeante y ronco. Identificó el gruñido desde abajo como una respuesta positiva. Y de no ser así, la verdad, Naruto no estaba seguro de poder detenerse ante semejante espectáculo. Volvió a untarse los dedos de lubricante antes de introducir ambos. Sasuke apretó los dientes, pero no pronunció queja alguna. La sensación era tan incómoda como extraña, pero soportable. Su mente le preguntó por tercera vez qué demonios estaba haciendo, por qué le permitía tantas libertades con su cuerpo al rubio idiota, pero el intenso y nuevo placer descubierto no le dejó tiempo para meditarlo. De la molesta intromisión había pasado a una necesidad extrema. Quería a aquel intruso dentro, y lo quería ahora. —¿Uno más? —dudó Naruto. —Sí —gruñó ansioso. Cuando un tercer dedo intentó invadirle, su cuerpo se crispó y las piernas le temblaron amenazando con no continuar sosteniéndolo. Pero como con las dos anteriores veces, terminó acostumbrándose. La mano de Naruto continuaba masajeándole atenta su sexo, mientras su boca por lo general tan ruidosa, se dedicaba a besarle el cuello y la nuca. Hipnotizándolo, seduciéndolo, hasta el punto de perder por completo el norte. —Sasuke —jadeó casi desesperado en su oído. El moreno giró el rostro por encima de su hombro buscando aquellos ojos azules tan vivos, tan hermosos, vislumbrando en sus densas pupilas un profundo deseo, febril y angustiado. Alzó una mano y a tientas la colocó sobre los revoltosos cabellos dorados, instándole a inclinar el rostro para poder cazar sus labios antes de cabecear afirmativamente dándole permiso. Naruto extrajo los dedos, y con manos temblorosas destapó el preservativo colocándoselo a lo largo de su duro eje. Volvió a impregnarse los dedos con el poco lubricante que quedaba y embadurnó con él la funda de látex. —Me detendré si es muy doloroso —indicó antes de colocar la punta sobre el estrecho esfínter y comenzar a presionar lentamente, luchando por no ir demasiado rápido ni demasiado lento. Lo tomó por la cintura y con ambas manos elevó ligeramente sus caderas para un mayor desliz. Sasuke apretó los puños mientras el dolor se extendía como un latigazo por toda su columna. Calor, le ardía el trasero y casi estaba seguro de que se lo estaba desgarrando a pesar de que el idiota ponía todo el cuidado posible.

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Ahogó un reniego y a punto estuvo de decirle que parara, que el dolor era demasiado intenso, quiso golpearlo con todas sus fuerzas y decirle que definitivamente no tenía ni puta idea de sexo, pero para cuando se quiso dar cuenta su amante lo había empalado por completo, y con pequeñas y precisas sacudidas, comenzaba a moverse en su interior. Y todo su mundo se volvió del revés. Del dolor duro y lacerante pasó rápidamente a un incomprensible placer devastador, y conforme más se iba relajando, tomando todo lo que Naruto tenía para él, más se intensificaba el goce. Llenándolo de una pasión desgarradora, asfixiante. Sasuke gimió enardecido cuando la dura polla de Naruto golpeó un punto enloquecedor en su interior e instintivamente curvó la espalda buscando de nuevo ese mismo ángulo. Más fuerte, más rápido, más profundo eran las demandas de su compañero y que Naruto cumplía gustoso con una sonrisa satisfecha en los labios. Comenzó a masturbarlo de nuevo al compás de sus caderas mientras pulsaba con destreza sobre ese indeterminado lugar que había encontrado tan fácilmente y obligaba a Sasuke a gritar como un poseso, a arquearse y revolverse ebrio de placer. ¿Por qué demonios no habían hecho esto antes? —¡Sasuke! —gritó al sentir como las paredes de su interior comenzaban a apretarse y convulsionarse entorno a su pene. Aceleró sus embestidas, y tras un par de bruscos impulsos, el orgasmo le fue arrancado de lo más profundo de su ser. Se estrechó con fuerza a su compañero, atándolo a su pecho, y con un grito ahogado se derramó en su interior al tiempo que Sasuke erguía violentamente la espalda y esparcía su semen sobre el pupitre. Exhaustos, ambos cayeron contra la mesa aún con la respiración descompasada y el pulso en sus sienes. Con cuidado Naruto salió de su interior, pero no osó moverse de su posición, al contrario, se abrazó con más fuerza a la espalda de Sasuke con un angustioso nudo en la garganta ante la idea de tener que separarse de él, de que aquel efímero instante desapareciera para siempre. Lo sintió moverse bajo él y apresuró a detenerlo. —Sólo un poco más —rogó. —Idiota, ¿acaso piensas adherirte a mí como un mono? —¿Puedo? —preguntó esperanzado. —Naruto… —amenazó. El rubio suspiró, y de mala gana se separó de su amigo, ayudándolo a incorporarse. Pero en cuanto sus miradas quedaron una frente a la otra la vergüenza y el recuerdo de lo ocurrido tiñeron de rojo sus mejillas y desvió sus miradas al lado contrario. Y en silencio, uno de espaldas al otro, se recolocaron la ropa. Definitivamente no podía terminar aquí. Sus sentimientos no podían morir y enterrarse en esa aula. —Sasuke, yo… —Cállate, no lo digas —murmuró con el mismo desasosiego golpeándole el pecho. No es momento para sentimentalismos. Comienza una vida para ambos, aquí termina el mundo que hasta ahora han conocido y cada uno debe conseguir por separado el hombre que ellos han soñado ser. Pero es incapaz de moverse, de dar un solo paso hacia la salida—. No quiero oírlo. Pero Naruto nunca le ha hecho caso, y desesperado se lanza en un abrazo por la espalda, hundiendo su rostro en la curvatura de su cuello. —Siempre —susurra, tomando el aliento que le da las fuerzas para seguir—, siempre he estado enamorado de ti. Desde hace mucho. Desde el primer día, tú has sido especial —confiesa a media voz y sus palabras pasan a ser el reflejo de sus emociones—. Por eso, quiero que me esperes. Te prometo que conseguiré llegar a la Tōdai cueste lo que cueste. —Idiota. Sasuke sonríe, y con calma se aparta de él no sin antes pegar un pequeño tirón a sus ropas y ofrecerle algo a Naruto en mano. Naruto no fue capaz de darse cuenta del detalle hasta al cabo de unos instantes, cuando abre la palma y encuentra en el centro un pequeño y ovalado objeto. Es el segundo botón de su chaqueta. Sasuke le corresponde. Ilusionado y con una sonrisa de oreja a oreja, alza el rostro pero Sasuke ya no se encuentra en el aula. Ha desaparecido.

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Cierra de nuevo la palma con fuerza llevándosela a los labios, y las lágrimas que ha estado aguantando anegadas en sus ojos comienzan a caer mojando lentamente sus mejillas. —Definitivamente lo conseguiré —murmura en un tono bajo y profundo, decidido—, así que no se te ocurra olvidarme. Algo en su pantalón comienza a vibrar al tiempo que emite un estrambótico sonido y Naruto no acierta a coger el móvil hasta casi el último tono. Sobre la pantalla reconoce el nombre del viejo. —¿Ero-sennin? —pregunta tras descolgar. Jiraiya-sensei, coloquialmente conocido como Ero-sennin. Respetado autor de numerosos libros eróticos a cada cual más degenerado, y tutor legal de Naruto de nacimiento tras la muerte de sus padres, se apresura anunciar con voz turbada.

Notas: Hermosa y arraigada tradición nipona la de entregar sus botones del uniforme escolar el último día de graduación. Una curiosa demostración de sentimientos sin palabras. Naruko

—Muchacho, no te lo vas a creer. Acaba de llegar a casa una carta de la facultad de Tokio. Tokio, resuena en su fuero interno. Naruto cierra los ojos y se prepara mentalmente para lo peor. Sabe que la Tōdai no entra dentro de sus posibilidades. Ya es oficial su rechazo. —¿Y qué dice? —murmura con desánimo. —¡Te han aceptado! —grita lleno de júbilo Jiraiya—. Maldita sea, lo has conseguido. —¿Lo he conseguido? —cuestiona incrédulo. No es hasta la tercera vez que Jiraiya le confirma que le han concedido la beca en deportes que Naruto asimila las palabras. Presto, se gira hacia la ventana justo en el momento en que Sasuke cruza el patio hacia la salida. —¡Lo he conseguido! —eufórico abre la ventana, pero su segundo grito de alegría queda retenido en sus cuerdas vocales mientras lo contempla desaparecer. Del bolsillo de su chaqueta saca su botón, el que no consiguió entregar a su dueño, y lo une junto al nuevo. —Bueno, será más divertido entregárselo cuando me vea aparecer por allí. A fin de cuentas, nada nunca logrará separarlos.

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En la oscuridad Autora: Gossa

Konoha estaba desierta, algo normal a esas horas de la madrugada. Se vislumbraba alguna que otra solitaria luz en las ventanas, pero no se oía ruido alguno salvo el del ulular del viento. Sasuke avanzaba por las calles de la aldea. Vestía su uniforme de Anbu, algo bastante habitual en él en los últimos tiempos. No obstante no llevaba consigo la máscara, no creía que fuera a necesitarla en un simple paseo. Caminar era algo que solía hacer desde meses atrás cuando no podía conciliar el sueño, lo que sucedía demasiado a menudo para su gusto, sobre todo últimamente. Nunca se había caracterizado por dormir bien, más bien todo lo contrario, sobre todo después de la debacle de su clan. Aún antes, siendo niño, se pasaba muchas noches dando vueltas en la cama e intentando dormir. Naruto solía decirle durante las misiones en las que compartían tienda que dormir tan pocas horas probablemente tuviera algo que ver con su carácter tan agrio. Naruto... Frunció el ceño imperceptiblemente. Al final había tenido que reconocer, aunque sólo fuera por el bien de su estabilidad mental, que la principal causa de su insomnio en los últimos tiempos se debía a él. En especial, a un sueño que había tenido la última vez que había dormido más de cuatro horas seguidas, y que se había convertido en un delirio repetitivo durante demasiadas noches. El sueño era bastante simple. Transcurría en el Valle del Fin durante su pelea con Naruto hacía más de tres años. Podía decirse que era un sueño recurrente para él, y aunque era una visión cuando menos desagradable y descorazonadora para él, no había alcanzado el nivel de pesadilla enloquecedora hasta hacía poco. La razón de que el sueño se convirtiera en pesadilla era que en la visión de la batalla, Naruto moría. No permanecía tendido en el suelo, inconsciente pero vivo. Moría, y él lo veía morir, y sabía que era él el que lo había matado. En el sueño también llovía, y él también caía arrodillado incapaz de soportar el dolor de su costado. Pero en el sueño Naruto abría los ojos, en un primer momento rojos y con pupilas rasgadas, para después del primer pestañeo diluirse en su azul habitual. Pero notaba que se estaban apagando, sabía que no volverían a abrirse después de que se cerraran. Y Naruto le miraba, y le sonreía, una sonrisa extraña, una sonrisa que no alcanzaba a recordar con claridad pero que hacía que el corazón se le rompiera, y veía como sus labios se movían pero de ellos no salía palabra alguna, y entonces sentía su mano rozándole la mejilla, acariciándole hasta llegar al mentón, para luego caer al suelo y quedar inmóvil mientras los ojos se cerraban por última vez y Naruto seguía sonriendo, y había lágrimas en aquellos ojos, y aunque los suyos permanecían secos sentía un dolor desgarrador, un dolor insoportable que hacía que se despertara empapado en sudor, con los ojos desorbitados y respirando agitadamente, agarrando la sábana con los puños cerrados hasta casi desgarrarla. El sueño se había repetido más veces desde aquella ocasión, y aquella noche también (esa era la razón de que hubiera salido todas las demás veces; se había levantado, se había refrescado la cara y el cuerpo para liberarse del sudor que le envolvía y después de enfundarse en su traje de Anbu había salido a las calles vacías). Sólo que esta vez su turbación era mayor. Algo había cambiado en su visión. En el sueño no era Naruto quien alzaba el brazo y le acariciaba, era él mismo el que alargaba la mano, y sabía que no era Naruto quien lloraba, era él, y Naruto le miraba con la misma sonrisa, sólo que esta vez la recordaba claramente; una sonrisa tierna, que dejaba entrever una emoción similar al afecto, aunque mucho más intensa, y seguía diciendo algo que no alcanzaba a escuchar, y finalmente cerraba los ojos y su cabeza caía de lado y sabía que había muerto. Había sido más vívido que de costumbre, había sentido la lluvia, había sentido cómo se desvanecía el calor de la piel de Naruto... Incluso había sentido la sangre y el agua deslizarse y empapar sus ropas, cómo la vida desaparecía del cuerpo inerte tendido debajo de él. Esa noche Sasuke se había despertado gritando en la cama de su habitación. El corazón amenazaba con salírsele del cuerpo y sentía un dolor sordo en el pecho. Y levantándose, tembloroso, había decidido que necesitaba un poco de aire puro con urgencia.

Notas: Este fic se escribió antes de ciertas partes del manga hubieran salido, así que puede considerarse un “what if…” tras la escena en la que Naruto y Sasuke se encuentran tres años después, pero antes de que Sasuke hubiera derrotado a Orochimaru para formar su propio grupo. Gossa

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Desde su adolescencia no había tenido ese tipo de pesadillas desgarradoras. En aquella época eran pocas las noches tranquilas que le permitían descansar aunque sólo fueran unas cuantas horas. Eran similares a las que había tenido en los años inmediatamente posteriores a la muerte de sus padres, y aunque estas ensoñaciones nunca habían desaparecido por completo de su vida, no iban en aumento en su intensidad, como parecía que le estaba ocurriendo con la recreación de la lucha en el Valle del Fin. Después de observar el cuerpo inmóvil de su hermano, y vista cumplida su venganza, se había encontrado solo en el mundo y sin ningún objetivo. En cierta manera se sentía vacío, pero no se arrepentía de lo que había hecho. Puede que la venganza le hubiera maldecido de por vida, pero el único final justo para lo acontecido hacía años en el distrito Uchiha había de ser el que finalmente había ocurrido. Ahora Sasuke tenía una casa vacía a la que regresar, innumerables recuerdos casi borrados por el paso del tiempo y una antigua vida a la que nunca había tenido intención de regresar; de hecho siempre había sabido que la lucha con Itachi acabaría con la muerte de ambos. Se había resignado a su destino el día en el que había despertado en el hospital creyéndose inmerso en una horrible pesadilla que, muy a su pesar, resultó ser cierta. Hacía casi un año que había regresado y apenas recordaba la lucha entre los ninjas de la aldea y Orochimaru, pero sí recordaba claramente que cuando se había despertado, Naruto le estaba arrastrando a duras penas. Sentía como la sangre manaba de sus numerosas heridas, sobre todo de una especialmente profunda que le atravesaba la espalda. Tenía las piernas entumecidas y no se sentía capaz ni de alzar el brazo para retirar el pelo que se le pegaba a la cara, en una amalgama de sangre y sudor... y lágrimas, por poco que le gustara la idea y por mucho que destruyera su imagen de estoico vengador. Recordaba su encuentro final con Itachi. En un claro de un bosque sin nombre, ambos se reunieron. No cruzaron palabra. Itachi le miraba con parcial interés, mientras Sasuke intentaba que todo el dolor y el odio que sentía no se translucieran en su mirada, aunque algo debió de surgir, ya que Itachi le miró algo más altivamente si cabe. Maldito bastardo... Activó entonces su Mangekyou Sharingan y se abalanzó tras él. Oía gritos y sonido de lucha detrás de él... Puede que los ninjas de Konoha les hubieran dado alcance por fin. No le importaba. Todo se había precipitado cuando sintió un chakra muy poderoso a pocos kilómetros de la guarida de Orochimaru. La razón única de su existencia estaba delante de él. Sabía que iba a morir, y con un poco de suerte Itachi se iría con él. Recordaría el rostro de su padre y volvería a ver a su familia con la cabeza alta, con su deber cumplido y su honor restaurado. No se arrepentía de nada. Recordó brevemente sus tiempos en el equipo 7, su periodo más tranquilo y, admitámoslo, más feliz desde que sus padres hubieran muerto. Recordó a Naruto. Su rivalidad, su amistad, la fe ciega e inagotable que tenía en él, la cual había traicionado en repetidas ocasiones. Y justo antes de que Itachi y él convergieran en el aire, deseó una vez más que las cosas no hubieran sucedido así. Si su clan estuviera vivo, las cosas podrían haber sido distintas, no habría sido consumido por el odio y no estaría a punto de matar a su propio hermano, podría estar entrenando con el usuratonkachi, escuchando sus insultos y charlas vacías y viendo como reía y como sus ojos irradiaban más vida que cualquier otro ser que hubiera visto nunca. Pero las cosas no habían sucedido así. Ellos estaban muertos, él estaba vivo. Tenía que vengarles. Se liberó de los sentimientos inútiles como tantas otras incontables veces a lo largo de su larga vida, cerró su corazón excepto para albergar odio y sus puños se encontraron con los de Itachi instantes después que la herencia de su clan se reflejara en sus ojos, sendas aspas girando incesantemente en un mar de sangre en el que pronto se sumergieron ambos hermanos. Y lo siguiente que recordaba era contemplar el cuerpo sin vida de Itachi. Mareado por la pérdida de sangre, se derrumbó, exhausto, abatido, con una sensación bien distinta de la que habría esperado sentir en aquel momento de aparente triunfo. Mientras el Sharingan se desactivaba por iniciativa propia y oía un rumor de pasos lejanos que, francamente, no le importaban lo más mínimo en ese momento, se desplomó y todo a su alrededor se volvió negro. La condición de Naruto mientras le arrastraba no había sido mucho mejor, su sangre se entremezclaba con la suya, goteaba de su rostro y de un costado, y tenía el brazo derecho totalmente destrozado. Juraría que en sus leves momentos de consciencia había oído farfullar algo sobre los estúpidos Uchiha y otros improperios (al menos eso parecía) dirigidos hacia su persona. Aunque estos últimos eran bastante más ofensivos que el otorgado a la totalidad de los miembros de su clan. Al recobrar el conocimiento en el hospital, el mismo que hacía tantos años, pero esta vez despertándose con su objetivo cumplido, se encontró a Tsunade contemplándole seriamente, con cierta hostilidad aunque también con interés, a Sakura mirándole con ojos tristes y atentos, pero con una leve sonrisa en los labios, y a Naruto sentado en la cama de al lado, con el brazo en cabestrillo y observándole fijamente con una expresión neutra y mirada insondable, para al segundo siguiente esbozar una amplia sonrisa, como era habitual en él. Y Naruto simplemente se había comportado igual que antes. Después de proclamar a voz en grito lo estúpido que había sido y la suerte que tenía de seguir vivo, se recostó de nuevo en su cama y suspiró con fuerza. Al salir del hospital, apenas vigilado, algo que extrañó a Sasuke, se presentó ante el concilio de ancianos, como Tsunade le había ordenado. No tenía especial interés en lo que tenían que decirle, pero una vez en Konoha creyó más prudente asistir. Básicamente se trató de un interrogatorio sobre sus razones para haber traicionado a la aldea. Preguntas a las que contestó con sobriedad y sinceridad, ya que francamente no le importaba lo que pudieran hacer o pensar aquellas

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personas. Y tampoco era necesario, ya que el veredicto final, tras saber que finalmente había matado a Itachi, fue permitirle la vuelta a la aldea, siempre y cuando jurara que era leal a Konoha y que algo como lo ocurrido en el pasado no se repetiría. En su opinión eran estúpidos si volvían a confiar en él con tanta rapidez, pero al fin y al cabo los Uchiha eran uno de los clanes más poderosos de Konoha, y no podían permitirse desperdiciar al último poseedor del Sharingan que existía; o al menos eso es lo que creían ellos. Tsunade fue la única que no parecía enteramente de acuerdo con la decisión final, pero se limitó a asistir a la audiencia y plantear ciertas preguntas sobre Orochimaru, sus guaridas y todo lo que hubiera conseguido averiguar sobre Itachi en aquellos tres años. Tenía la sensación de que su animadversión hacia él tenía raíces personales, tanto por su relación con Jiraiya como con Naruto, sobre todo por lo que le contó este último poco después. De hecho tenía la neta impresión de que éste había aplacado de alguna manera a la Godaime. Tras responder satisfactoriamente a todas las preguntas exigidas y escuchar su juramento, le habían dejado marchar y volver al complejo Uchiha. Curioso, se dijo a sí mismo. En fin, un problema menos... Ahora podía decidir lo que hacer y no tendría problemas. Se dio cuenta de que no le desagradaba tanto estar otra vez en Konoha... y que en cierta manera le agradecía a Naruto que le hubiera arrastrado (literalmente) de vuelta. Este pensamiento le desconcertó, pero después de todo lo que había pasado, consideró que tenía derecho a plantearse lo que quedaba de su vida como mejor quisiera, y sobre todo recapacitar sobre lo que había sucedido y visitar las tumbas de su clan para rendirles el homenaje que merecían y contarles el desenlace final de su trágica historia. Tras unas semanas de reposo y cierta tranquilidad en la soledad del complejo Uchiha, logró reconciliarse en cierta manera con sus recuerdos y se permitió rememorar su vida en aquel lugar. Excepto las interrupciones, un tanto molestas, de Sakura e Ino, que parecían seguir sin comprender nada de nada, no tuvo apenas visitantes. Naruto le visitaba con frecuencia, pero se limitaba a hablar sobre los cambios sufridos en Konoha, las misiones que había realizado, y los progresos que habían hecho los restantes Genins, ahora casi ascendidos en su totalidad al rango de Chuunin o Jounin. Sasuke mostraba poco interés, o eso aparentaba, pero se fue informando de las novedades y estado de la aldea. Sólo fue cuestión de tiempo que les ofrecieran ingresar en los Anbu tanto a Naruto como a él. Ambos aún eran oficialmente Genins, pero sus actividades pasadas y sus actuaciones en la última gran batalla, al menos para Naruto, les garantizaron el ingreso. Además el escuadrón estaba falto de miembros por el aumento de misiones de espionaje y reconocimiento, y se requería su servicio para misiones de alto nivel. Y con el ofrecimiento comenzó el entrenamiento. Solían entrenar a menudo, y ambos estaban secretamente admirados de comprobar los adelantos del otro, aunque no lo admitirían nunca. Seguían discutiendo como antes, aunque parecía que Naruto había madurado bastante y él mismo se había vuelto aún más reservado. Los años de entrenamiento con Orochimaru no habían mejorado su ineptitud social ni su expresividad precisamente. No era estúpido ni mucho menos, sabía que sentía aprecio por su compañero. Incluso desde el principio, aunque no lo admitiera, se había sentido en parte identificado con él, y la lástima que le había despertado estando en la academia se había tornado en respeto al comprobar su potencial oculto. Había arriesgado su vida por él, algo que aún ahora no entendía... Si su objetivo había sido siempre matar a Itachi, en esa milésima de segundo en que se interpuso entre él y las agujas de Haku en el País de la Ola, por primera vez en su vida, ese objetivo había quedado relegado a un segundo puesto. Durante el examen de Chuunin le hizo entrar en razón frente a Orochimaru, después frente a Gaara le impresionó profundamente, y fue sólo tras su reencuentro con Itachi cuando la envidia que sentía y la frustración por quedarse rezagado respecto a él y no poder llevar a cabo su misión le superaron. Había comprobado la diferencia de poder entre ambos, y el quedarse en Konoha no habría servido para alcanzar su meta. El ansia de poder y el dolor de recordar el fin de su clan y revivir forzosamente la muerte de sus padres se hicieron demasiado insoportables, y acabó traicionando a la aldea, y a Naruto. A pesar de todo, no alcanzaba a entender por qué el centro de sus desvelos era Naruto. No podía decir que lamentara lo ocurrido, sabía que tenía que hacerse, y aunque bajo el dominio del sello maldito de Orochimaru y sediento de poder, Sasuke había actuado todo lo consciente que podía haber estado en esa situación. Si el imbécil se hubiera ido como le había dicho, ninguno de los dos habría sufrido el menor daño. Claro que si hubiera ocurrido así, Naruto no habría sido Naruto. Suspiró mentalmente. La verdad era que el usuratonkachi era todo un carácter; la única manera de detenerlo había sido herirlo. Gravemente. Casi había acabado con su vida. Pero de alguna manera no lo hizo. Sabía que el otro Genin había conseguido desviar su Chidori, pero algo le decía que aún habiéndole acertado de pleno, no habría conseguido matarle. Ya en aquel momento había intuido algo por fin... el Kyuubi... al igual que en su siguiente encuentro, había comprobado que en Naruto, como siempre había supuesto, había mucho más de lo que se podía esperar. —¡Sasuke-teme! Perfecto, pensó Sasuke con cierta fatiga. Su principal fuente de preocupaciones hacía una de sus espectaculares entradas, y desde que había aprendido a ocultar su chakra le era casi imposible predecir cuándo iba a aparecer. Resultaba

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más que evidente que era una de las pocas personas que toleraba y que disfrutaba del tiempo que pasaba con él, pero en el estado mental en el que se encontraba, cansado, frustrado y confundido, no creía que lo mejor fuera tener una conversación potencialmente peligrosa para la integridad física de ambos. En cuanto a la integridad mental sólo temía por la suya; a veces dudaba de que Naruto estuviera cuerdo del todo. “Y lo dice una de las personas más inestables emocionalmente después de Gaara…”. Estupendo, el pequeño Itachi despertaba. A veces se preguntaba si todos sus antepasados habían tenido que convivir con esa pequeña e irritante voz que él había bautizado como aniki-teme. Se dio la vuelta lentamente, y manteniendo su rostro inmutable le vio acercarse a grandes zancadas. Al igual que él, seguía vistiendo el traje oscuro de Anbu, consistente en unos ceñidos pantalones negros y una camiseta sin mangas del mismo tono. Aunque en el caso de Naruto, la posibilidad de camuflarse gracias a las vestimentas se diluía debido al tono de su pelo, de un rubio brillante, y que ahora llevaba un poco más largo que en su época de Genin. No era un color de pelo especialmente indicado para pasar desapercibido. Claro que nunca se había caracterizado precisamente por eso desde que se había convertido en Genin, y aún antes... Sasuke sonrió de forma ligera mentalmente (eso era bueno, internamente podía sonreír aunque por fuera su cara se mantuviera impasible). Se le acercó. Se había detenido a un par de pasos y le mostraba unos dientes perfectos con su sonrisa habitual. —¿Qué haces despierto tan tarde? —Hn. Naruto sonrió aún más, algo que antiguamente no habría hecho después de esa contestación, más bien habría empezado a insultarle y a señalarle con el dedo. Parecía que desde que había vuelto ya no le molestaban tanto sus gruñidos de respuesta o silábicas contestaciones. —Supongo que no podías dormir. Yo tampoco, así que decidí salir a dar una vuelta. Hace una noche estupenda. Sasuke no pensaba que la noche fuera ni remotamente agradable, sobre todo con el viento frío que venía del norte y que helaba hasta los huesos, pero se limitó a asentir con la cabeza. Como si le hubiera leído el pensamiento, su compañero se metió las manos en los bolsillos ante una ráfaga de aire especialmente fuerte. —¿Ibas a algún sitio? —No. Simplemente andaba, necesitaba pensar. Ante tal respuesta, el rubio arqueó las cejas casi imperceptiblemente. Poco después una sonrisa zorruna se dibujó en su rostro. Sasuke le miró interrogativamente. —¿Por qué no entrenamos? Hace tiempo que no lo hacemos... La verdad era que desde que ambos habían ingresado en los Anbu, solían entrenar la mayor parte de los días si no estaban ocupados en alguna misión, pero después de la última de ellas y del papeleo consiguiente, habían estado casi una semana sin entrenar. La idea animó a Sasuke, siempre le habían gustado esas peleas de entrenamiento, Naruto representaba un enemigo formidable, mucho más que en los principios del equipo 7, y ante un reto como aquel no se rendía fácilmente. Aunque solía vencer la mayoría de las veces, solía ser debido a golpes de estrategia más que a fuerza propiamente dicha, y sus duelos estaban bastante igualados. Pero teniendo en cuenta el rumbo de sus pensamientos últimamente, no sabía si sería tan buena idea como parecía... Naruto debió leer la duda en su rostro, aunque Sasuke estaba absolutamente seguro de que no lo había variado un ápice (años de experiencia, los Uchiha nacen preparados para tener la expresividad de un muro de piedra), y se apresuró a decir: —¡Ahhh, vamos, Sasuke, un poco de ejercicio nos vendrá bien, así quizás podamos dormir algo! A no ser que tengas miedo, claro... de que te deje tirado en el suelo sin moverte. —Dudo mucho que eso llegue a pasar algún día, usuratonkachi. —Podría dejarte inmóvil en el suelo hasta que me suplicaras que parara, y lo sabes... —alzó las cejas sugerentemente. Sasuke se sobresaltó ligeramente y le miró sorprendido. Desde que había regresado, se había percatado de que la influencia del Sannin Jiraiya se hacía notar en Naruto en otros aspectos además de los puramente físicos. Ciertos comentarios le hacían pensar que el alumno seguía los pasos del maestro en otros campos además de los referentes a técnicas ocultas y ninjutsu. La mayoría de las veces los comentarios pervertidos solían ir dirigidos al propio Sasuke, aunque en alguna ocasión su objetivo había sido Sakura, la cual se había ruborizado de manera bastante cómica, al menos para Naruto, hasta que se vio proyectado varias decenas de metros mientras arrancaba la hierba del suelo después de un impacto de un puño de acero contra su cara. Menos mal que la pared de un granero cercano le impidió continuar su avance. Incluso una vez con Neji (eso le había perturbado de verdad) había hecho alguna que otra insinuación sobre las aplicaciones de uno de sus genjutsus en otros aspectos más banales... aunque la expresividad del Hyuuga, que rivalizaba con la suya, por mucho que le pesara, sólo se había visto afectada por un ligero alzamiento de cejas y un fruncimiento de ceño, momento que Naruto aprovechó para guiñarle un ojo en un aparente intento de flirteo y desternillarse de risa.

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Interesante cómo se acordaba de esos detalles, se dijo el Uchiha asombrado. Generalmente los comentarios dirigidos a él eran sobre lo bien que le quedaban los pantalones del traje o sobre ciertos movimientos que hacía mientras entrenaban, pero siempre eran seguidos de una risa escandalosa. Tenía la ligera sospecha de que Naruto disfrutaba viéndole indignarse todo lo que le permitía su sangre Uchiha, y aunque esto último no le hacía demasiada gracia, sí que disfrutaba a cierto nivel de la atención que suscitaba en su compañero, sobre todo después de los comentarios hechos a Neji. De hecho no le había hecho demasiada gracia aquella insinuación sobre la posible aplicación del Byakugan para estudiar y aplicar puntos de presión en ciertos sitios... —Quizás seas tú el que tenga que rogarme que pare... o que continúe, quién sabe... —dijo en voz alta, mirándole de manera insinuante a la vez que sus labios se curvaban imperceptiblemente. La expresión de Naruto había merecido la pena, tenía la boca abierta y los ojos de par en par. Una lástima que no tuviera un sentido del humor más pronunciado, incluso podría haberse reído. Mientras éste se recuperaba del shock y sus mejillas adquirían un interesante color rosado, Sasuke, con su media sonrisa, satisfecho aunque algo desconcertado por lo que acababa de decir, se giró y se dirigió hacia el bosque. —¿Vienes? El zorro se quedó mirando como su amigo se deslizaba sinuosamente entre las sombras en dirección al bosque, los fuertes brazos brillando con la luz de la luna llena y sus cabellos agitados de manera rebelde por el viento. Aún boquiabierto y en cierta manera cautivado por la belleza del hombre que tenía delante, cuando al fin recobró la movilidad se apresuró a seguirle con una sonrisa en los labios, presintiendo que quizás no fuera algo tan malo el haber tenido insomnio aquel día. Llegaron al lugar cerca del río en el que (parecía que hubieran pasado décadas) Sakura y ambos se habían enfrentado a Kakashi para obtener los dos cascabeles. Sólo se escuchaba el rumor del río y el movimiento de las ramas de los árboles y de las hojas mecidas por el viento. Una luna llena se recortaba en el cielo, haciendo que la visibilidad no fuera un problema. Cada uno se posicionó en una parte del claro, alejados una decena de metros. —¿Preparado, dobe? Naruto le miró con un mal disimulado gesto de enfado. Perfecto, parecía que las viejas costumbres no habían perdido del todo su efecto con el paso del tiempo, notó el Uchiha con satisfacción. Flexionando las piernas y adoptando una pose de ataque, ambos se miraron durante unos momentos para poco después saltar al unísono y encontrarse en el aire. Estaba perdiendo. Era innegable. Era más probable que Gaara durmiera una noche seguida que Sasuke consiguiera golpear a Naruto. Sí, sus patadas y puñetazos entrechocaban entre sí en la mayoría de las ocasiones, pero era incapaz de sortear la defensa de Naruto, y éste era el único que había conseguido impactar limpia y certeramente. El Uchiha simplemente le rozaba, pero ningún ataque lograba alcanzar a su objetivo. Atribuía su propia incompetencia a su estado anímico. Además de enfrentarse al causante de sus más inquietantes y perturbadores desvelos. La pelea continuaba. Giro, golpe en las costillas, patada esquivada... un puñetazo bastante contundente, que no supo predecir a tiempo, le dejó sin respiración el tiempo suficiente para que el rubio le propinara una patada giratoria en el costado que le impulsó varios metros e hizo que diera con sus huesos en el duro y frío suelo. Quedó tendido durante unos instantes, con el rostro arañando la tierra, hasta que logró incorporarse ayudado por manos y rodillas. —Oh. ¿Te he hecho daño? —sintió más que vio la sonrisa sardónica en los labios de Naruto—. Parece que el maravilloso Uchiha se ha convertido en un debilucho... ¿O será que simplemente soy más fuerte que él? ¿Qué piensas, Sasuke-kun? Se le nubló la vista. Sólo veía rojo. Por su mente sólo pasaba derrotar a su contrincante y hacerle comer sus palabras. Normalmente, se habría limitado a levantarse y mirarle con su actitud arrogante habitual, puede que incluso le hubiera replicado en tono mordaz algo que habría hecho que se cambiaran las tornas y no fuera a él al que le hirviera la sangre. Pero en ese momento estaba agotado, confundido, enfurecido, y su acción inmediata fue concentrar todo su chakra en su mano, tal como le había enseñado Kakashi. El Chidori se alzó en ella. Se incorporó y con una velocidad pareja a la del chillido de los mil pájaros, se lanzó contra Naruto. Éste había observado sus movimientos esperando la airada respuesta o la total indiferencia que se imaginaba obtendría de su amigo. La verdad es que estaba sorprendido por el giro que estaba tomando la pelea; Sasuke estaba excesivamente distraído, su defensa tenía agujeros por todas partes y parecía que sus golpes no contenían su fuerza acostumbrada. Suponía que se debía a la falta de sueño y a lo que quisiera que rondara su cabeza. Se había percatado de su extraño comportamiento hacía semanas, pero teniendo en cuenta que Sasuke nunca se había comportado con normalidad en toda su vida, no sabía exactamente a qué achacar su insólito comportamiento. Había pretendido alterar a su estoico amigo, y quizás sonsacarle algunas respuestas, pero ahora tenía la impresión de que quizás no hubiera sido la mejor de sus ideas...

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En milésimas de segundo Sasuke pasó de estar arrodillado en tierra a cargar contra él; Naruto había llegado a vislumbrar un resplandor azulado, y ahora que le veía acercarse abrió los ojos estupefacto... Afortunadamente sus reflejos no tenían nada que envidiar a los del ninja frente a él, y se agachó justo en el momento en el que el Chidori atravesaba el lugar en el que su hombro habría sido perforado limpiamente de no haberse movido. En su lugar, el empuje de Sasuke le hizo arremeter contra un árbol que estaba a sus espaldas, cuyo tronco se vio fulminado en un instante y, con un gran estruendo, hizo que el enorme ciprés se precipitara contra el suelo del bosque; la onda de la explosión hizo que varios árboles a su alrededor levantaran sus raíces del suelo y que la hierba circundante apareciera totalmente chamuscada. Un profundo silencio siguió al impacto producido por el árbol caído. Naruto se había sentado con las manos apoyadas a ambos costados y le miraba con asombro. Por su parte, Sasuke se quedó inmóvil mirando el tocón del árbol, lo único que había sobrevivido a la destrucción producida por su ataque. No podía creerse lo que había hecho... —Vaya... —se giró, lentamente, hacia el otro ninja— es todavía más potente que la última vez que me lo mostraste, has debido mejorar en éstos últimos meses... —mientras hablaba se había levantado, y se limpiaba el pantalón de los restos de tierra—. Bueno, creo que has ganado tú... aunque la verdad —le miró con cierto enojo, aunque teñido de cierto cómico reproche—, no hacía falta que me atacaras tan en serio... Deberías controlar tus ataques de rabia, Don “tengo un palo metido por el culo que me molesta demasiado al andar”. Se acercó y le dio una palmada en la espalda —Creo que por hoy es suficiente, teme, vámonos a casa, puede que por fin podamos dormir después de darnos una buena ducha —se rió como si hubiera hecho la mejor broma del mundo. Echó a andar mientras cruzaba los brazos detrás de la cabeza, en el despreocupado ademán que se había convertido en una seña personal para él a lo largo de los años. —Naruto... El interpelado se giró y dos inocentes orbes azules le miraron. —Cómo... cómo puedes... Se hizo el silencio. Naruto esperaba pacientemente que su compañero hablara, parecía algo expectante, aunque ligeramente desconcertado. —Casi te destrozo el hombro... ¿Cómo puedes tomarte algo así tan a la ligera? Pestañeo. Doble pestañeo. Movimiento ondulante de la mano, como restándole importancia a todo aquel asunto. —Nah, simplemente te dejaste llevar. A mí me pasa muchas veces... Imaginaba que te cabrearías, pero no creía que tanto... En cierta manera fue culpa mía, ya sabes que me cuesta mantener la boca cerrada. No como a otros... —dijo con sorna. Sasuke estaba trastocado. Una vez más no entendía nada, y le entraron unas incontenibles ganas de pegarle un puñetazo para hacerle entrar en razón. No le había alcanzado con el Chidori por unos centímetros y el maldito estúpido... inconsciente... no sólo no montaba en cólera y le miraba con desprecio y rabia, sino que encima creía que la maldita culpa había sido suya... —¡Maldito imbécil! —rugió—. Podría haberte herido gravemente, podría haberte matado, ¿no te das cuenta? Los brazos que seguían cruzados detrás de la dorada cabellera descendieron lentamente y se situaron a los costados. Parecía que el exabrupto por fin hacía que todo aquello entrara en la mente, desde el punto de vista de Sasuke, poco o nada instruida del rubio ninja. —Es igual que... igual que cuando... —el moreno tragó saliva intentando deshacer el nudo que se le había formado en la garganta—. ¿Por qué, Naruto? ¿Por qué me seguiste? ¿Por qué continúas siguiéndome? ¿Por qué demonios no me dejaste marchar y te olvidaste de mí? —su voz había adquirido un mayor volumen según hablaba y, teñida de emoción, sobre todo rabia y desconcierto, se alzó poderosa en el claro del bosque. Sus preguntas no recibieron respuesta. Naruto le observaba, atento. No parecía dispuesto a darle una respuesta; aunque Sasuke no lo supiera, el otro ninja estaba más que interesado en todo lo que el Uchiha tuviera que decir, y prefirió mantenerse en silencio, sabiendo que el que éste perdiera la compostura era algo que no sucedía muy a menudo, y que bien pudiera ser que todo aquello resultara provechoso para su siempre impasible rival. —¿Por qué? Naruto se limitó a mirarlo. Sasuke respiraba agitadamente. Toda su confusión acumulada, su frustración, no hacían más que aumentar. Y allí estaba el objeto de sus quebraderos de cabeza. Observándole fijamente, sólo eso. Parecía que la camiseta del traje de Anbu se pegaba más a su cuerpo, y la confusión de Sasuke aumentó al descubrirse con la mirada fija en los músculos que se intuían y que ya había tenido ocasión de admirar otras veces, al percatarse del poder y la fuerza latente en el hombre que tenía delante, poder para luchar, poder para turbarle y confundir su corazón como nadie había hecho nunca antes.

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Con un grito airado, se abalanzó sobre él, un movimiento rápido pero tosco para un Uchiha. Naruto no se esperaba algo así e interceptó el puño dirigido a su mentón alzando un brazo, mientras con el otro intentaba agarrar a Sasuke para lanzarlo o al menos retenerlo. El Uchiha giró todo su cuerpo hacia la derecha y dirigió un codazo al costado del contenedor del Kyuubi, pero éste se había percatado del movimiento y había retrocedido de un salto, sin perderle de vista y observándole con la misma seriedad e intensidad. No podía detenerse, esa mirada le irritaba de una manera incomprensible, todo en él hacía que se alterara. Era la única persona capaz de enfurecerle de ese modo, sentía como todo su ser se removía. Empujándose con las dos piernas saltó como si de un leopardo furioso se tratara y embistió a Naruto con toda su fuerza. Escuchó su gruñido de sorpresa y ambos rodaron por el suelo. Hacía tiempo que había dejado de ser una pelea entre ninjas; no había gracilidad en sus movimientos, sólo los torpes golpes de dos hombres enfrentándose llevados por el delirio. Rodaron por el suelo, un amasijo de manos y piernas, los golpes se sucedían sin cesar, algunos conseguían dar en el blanco, otros rozaban su objetivo y muchos se perdían en el aire. Las piedras se clavaban en brazos y piernas mientras creaban un sendero de destrucción a su paso; pero ninguno de los dos se percataba de tan nimios detalles, ambos se encontraban totalmente perdidos en la presencia del otro. Finalmente Sasuke consiguió inmovilizarlo a duras penas. Se situó a horcajadas encima de su cintura y agarró firmemente cada una de sus muñecas hasta situarlas en la tierra a ambos lados de su cabeza. No sabía cuándo, pero su Sharingan se había activado por sí solo, haciendo que cada detalle se acentuara aún más. Naruto respiraba agitadamente e intentaba incorporarse inútilmente, hasta que comprendió que por el momento esa tarea resultaba imposible, al menos hasta que el pálido ninja que tenía encima de él lo creyera oportuno. Tendió la cabeza en el suelo y se le quedó mirando, su rostro inescrutable aunque enrojecido por el esfuerzo. Algunos mechones rebeldes se le pegaban a la frente y le brillaban los ojos, aunque Sasuke no alcanzó a reconocer la peculiar emoción que palpitaba en ellos; simplemente le observaban, impertérritos, desafiantes, esperando su próximo movimiento. Así se quedaron varios segundos, Naruto estático y sin moverse, Sasuke reteniéndole y observándole, todo su cuerpo en tensión (¿no debería ser al revés?, se le pasó rápidamente por la mente), jadeando por el esfuerzo y clavando su mirada sin fondo en el rostro que tenía delante. Sus pechos ascendían y descendían en un intento de recuperar el aliento. El Sharingan seguía activo, y percibía todo a su alrededor con más fuerza: el viento que soplaba y hacía que el cabello rubio se agitara de manera perceptible, las gotas de sudor que perlaban su frente, el recorrido de un hilo de sangre que manaba de un pequeño corte en la sien izquierda... el azul de sus ojos, los carnosos labios entreabiertos... Sentía la calidez que emitía a través de las manos que agarraban sus muñecas... y allí estaba, él, el legendario Sasuke Uchiha, como hipnotizado, observando fijamente a su mejor amigo y rival, incapaz de apartar la vista, cautivado por la visión que sus privilegiados ojos se empeñaban en grabar en su mente. La expresión de Naruto tornó en una de ligero desconcierto y confusión, aunque seguía mirándole, demasiado callado e impasible. Probablemente esperaba que la pelea continuara, hasta que uno de los dos, y no él precisamente, recobrara el sentido común y se detuviera, o hasta que uno de los dos, y esperaba que tampoco fuera él, perdiera el conocimiento, lo cual le calmaría y terminaría con esa lucha, que ya nada tenía de pelea de entrenamiento. El moreno continuaba con su escrutinio. Le gustaba esa posición. Le gustaba la sensación de poder sobre Naruto. Le gustaba que no se resistiera. Le gustaba... oh, dios... Estaba harto... Se inclinó, eliminó los escasos centímetros que separaban sus rostros, y le besó. Fue por puro instinto, ningún pensamiento había pasado por su mente, simplemente siguió su intuición, como tantas otras veces, y conectó sus labios con los del rubio. Algo que, se daba cuenta ahora, llevaba queriendo hacer desde hacía mucho tiempo. No fue un beso tierno, fue duro, forzado, y apartó sus manos, que hasta entonces inmovilizaban a Naruto, y las usó para sujetarle nuevamente, pero ésta vez aprisionando la cabeza que yacía en el suelo, mientras continuaba el demandante beso con un ansia que rayaba el frenesí. en él.

Allá va el fino hilo que me ataba a la cordura. O a la heterosexualidad, pensó con una dosis de sarcasmo inusitada

No sabía cómo reaccionaría Naruto, pero por el momento, necesitaba esto. Y se dispuso a sacar cuanto pudiera del momento, hasta que recibiera un puñetazo en la cara o se viera apartado a un lado. Aunque tenía la sensación de que podía no ocurrir ninguna de las dos cosas. Sabía que su instinto solía acertar, y a cierto nivel se daba cuenta de que el vínculo que les unía había cambiado, su naturaleza se había transformado en algo distinto y se había vuelto aún más fuerte de lo que antes había sido... Así que no se sorprendió demasiado cuando sintió que dos manos, en lugar de golpearle con fuerza, rodeaban sus mejillas y le atraían aún más hacia unos labios que se abrieron súbitamente. Y mientras Naruto se incorporaba y ladeaba la cabeza para tener mejor acceso, sintió que una húmeda lengua se abría paso entre ellos. Era bastante tosco, pero en la lucha por el dominio, parecía que Naruto tenía ciertas ventajas. Se escuchó a sí mismo gimiendo cuando el talentoso músculo recorrió sus labios y sintió unos leves mordiscos en el inferior. En ese momento de “debilidad”, Naruto se incorporó totalmente y, mientras una de sus manos se sumergía en sus cabellos con más fuerza de la estrictamente necesaria, la otra, en contraste con el feroz movimiento, trazó una línea

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ascendente por su pecho mientras le empujaba firmemente hacia atrás. El inesperado movimiento hizo que ahora el Uchiha fuera el que estaba tumbado boca arriba, revirtiendo así sus posiciones, mientras Naruto dominaba totalmente el beso y se amoldaba completamente a su cuerpo, manteniéndole inmóvil y aumentando la temperatura de ambos con el roce de sus torsos y otras partes de su fisonomía más comprometidas. Sus manos se enredaron en el sedoso cabello rubio, disfrutando de su tacto, masajeando lenta y posesivamente el cuello sobre el que se derramaba. Elevó su cuerpo, ansiando tener más contacto con el cuerpo que le mantenía firmemente anclado al suelo. Sus caderas se encontraron y mientras él se quedaba sin respiración, Naruto emitió un gruñido gutural y se apartó, mirando fijamente a Sasuke con unos ojos que al fin habían recobrado su expresividad. De hecho la habían superado con creces, sus pupilas se habían dilatado y el deseo había oscurecido el azul natural hasta convertirlo en índigo. Sasuke le devolvió la mirada. No sabía cómo aparecería ante Naruto, pero el rostro que se alzaba ante él era arrebatador. La viva imagen de la pasión, las mejillas levemente sonrojadas, los insondables ojos azules teñidos por el anhelo, los perfectos labios entreabiertos... Labios que en ese momento dibujaban una sonrisa levemente socarrona. —¿Era realmente necesario que intentaras partirme la cara para acabar así? Ante eso poco tenía que decir, así que se limitó a dedicarle la patentada mirada asesina que los Uchiha habían perfeccionado durante generaciones, aunque probablemente perdería fuerza al estar tendido de espaldas y tremendamente agitado tras haber recibido, en su no demasiado humilde opinión, el mejor beso de su vida. La sonrisa se ensanchó. —Nah, tampoco importa... pero podríamos haber acabado todas nuestras peleas así, me gustaría aún más entrenar contigo. El mismo sentimiento que había iniciado la pelea atenazó el corazón de Sasuke, y éste apartó la mirada con rostro serio. Recordó lo que había originado todo... esto; el recuerdo de la pelea en la que casi le mata. En la que le atravesó el pecho con sus manos. Lo que podría haber vuelto a ocurrir esa noche. Escuchó suspirar a Naruto y sintió cómo una mano le rozaba tiernamente la mejilla, pero no fue hasta que escuchó su nombre susurrado con suavidad que dirigió su mirada una vez más a aquel insondable océano que formaban los iris de su compañero, para verse totalmente sumergido en ellos como si realmente se tratara de un mar tangible. —Escucha, tú no tuviste la culpa de aquello —ambos sabían a qué se refería—, estabas bajo la influencia del sello de Orochimaru —la rabia asomó al rostro de Naruto y lo endureció— y ahora ya no existe. —No es cierto. Recobró la atención de Naruto, que le miró con cierta curiosidad. —Lo hice porque quise. Porque ansiaba el poder, fui hacia él voluntariamente, y lo volvería a hacer si retrocediera en el tiempo. —Lo sé —fue la simple respuesta del rubio, como si estuviera afirmando que el fuego quemaba y el agua mojaba. Sasuke le miró sorprendido. Era enervante la capacidad del otro ninja para perdonar y olvidar. No comprendía... —¡Maldita sea, Naruto, te atravesé el pecho con mis manos! ¡Te habría matado! —gritó furioso y perdiendo parte de su serenidad y frío exterior. —Pero no lo hiciste. Esa es la realidad. No me mataste, ni entonces ni cuando te encontré casi tres años después... Siempre supe que no descansarías hasta cumplir tu venganza, y deseaba ayudarte, pero sabía que tú no pensabas así. Confiaba en ti entonces, y confío en ti ahora... —le dedicó una sonrisa que Sasuke reconoció inmediatamente. Era la misma que había visto en sus sueños, comprensiva y radiante, hermosa como no había podido serlo al verlo inerte justo antes de morir en su pesadilla... Tan llena de adoración y... amor... que el corazón dejó de latir en su pecho durante unos instantes y su interior, tan perfectamente equilibrado y ordenado hasta hacía poco tiempo, se desmoronó tan fácilmente como un castillo de naipes. Cerró los ojos con fuerza e inhaló profundamente. No se merecía ser perdonado, no se merecía esas palabras, no se merecía a Naruto, ni su amistad... ni su amor... —No puedo... No fue capaz de terminar la frase. Unos resueltos labios le silenciaron (quién hubiera dicho que hablar sin parar sólo fuera una de las muchas habilidades de aquella activa boca), incitándole a responder y besarla profunda y carnalmente, destilando una pasión sin límites. Descendieron tras unos breves segundos de lucha por su mejilla, apenas rozándola, para descender por su mentón y su cuello lentamente. Sintió más que escuchó la profunda inhalación de Naruto, seguida de un gruñido complacido, único aviso antes de que sintiera como unos dientes se clavaban, implacables, en el pulso de su garganta, el cual se aceleró aún más mientras algo similar a una descarga eléctrica le recorrió el cuerpo al sentir una rugosa lengua lamer lentamente la zona agraviada. Y la experimentada boca descendió aún más hasta clavarse ferozmente en su yugular, casi rompiendo la piel. Se arqueó como impulsado por una fuerza invisible y emitió un grito ahogado fruto de la intensidad de las fuertes y contradictorias sensaciones, dolor seguido de placer.

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Las manos de Naruto recorrían su costado y su abdomen a partes iguales, acariciando los músculos en tensión que allí se encontraban, masajeando, recorriendo los contornos de su cuerpo a veces suavemente, a veces casi arañando, con los mismos patrones de movimiento y enviando señales contrarias a todos los nervios de su cuerpo que hacían que Sasuke enloqueciera por momentos. Siempre se había considerado fuerte y totalmente en control de sus emociones, sobre todo durante el periodo en que permaneció lejos de Konoha. Aún con su objetivo cumplido sus defensas continuaron erguidas, y con la aparente vuelta a la normalidad (toda la que le permitía su complicada existencia), había conseguido mantenerse sosegado y reservado, ajeno a sentimientos inútiles. Pero parecía que con la realización final de que sentía algo más que afecto por su compañero y el posterior beso, su corazón estaba indefenso ante el flujo de profundas sensaciones que se encontró experimentando. También con la respiración entrecortada, el rostro de Naruto se alzó después de la dulce tortura a la que le había sometido y mientras sus manos seguían trazando perezosos círculos por debajo de su camiseta, se acercó hasta que sus alientos se entremezclaron. Las pupilas que le contemplaban con un centelleo depredador eran rasgadas, el azul teñido en sus contornos por un resplandor rojizo, las marcas de sus mejillas más pronunciadas y los colmillos sobresaliendo levemente en la salvaje sonrisa que enmarcaba su rostro. Le estaba estudiando, silencioso, con una quietud que para Sasuke parecía preceder la tormenta, pero que por el momento le permitía intentar recobrar la razón e intentar emprender alguna acción además de la de actor pasivo, aunque receptor, en aquella obra. —Eres perfecto... —oyó murmurar con voz ronca, mucho más áspera que la habitual. Si sus mejillas ya estaban arreboladas, ahora deberían estar a punto de arder. La sonrisa de Naruto creció y adquirió una connotación peligrosa aunque irresistible. Realmente debería plantearse tener algo que decir en todo aquello. Hacer más que decir, un Uchiha no se sometería tan fácilmente a nadie. O eso le gustaba pensar... Quizás si consiguiera apartar la mirada unos instantes podría recomponerse e intentar, cuando menos, conseguir un atisbo de control sobre la situación. —Si disfrutaste con esto, lo siguiente te va a encantar... No, definitivamente parecía que su cerebro se iba a tomar unas vacaciones indefinidas. Al menos debería ser capaz de controlar sus cuerdas vocales para no emitir los vergonzosos sonidos que había creído escuchar. Si es que eran realmente suyos... A quién quieres engañar... Una mano traviesa recorrió su costado, acariciando después sus abdominales. Sin que Naruto desviara la mirada de su presa, pues así se sentía Sasuke en aquel momento, sus dedos rozaron la cintura de su pantalón, casi sin tocarlo, para después descender y posarse demasiado levemente en la constreñida tela. Se quedó sin respiración y sus ojos se agrandaron al tiempo que su cabeza se hundía en la tierra y su espalda se arqueaba. Sintió como una ávida mano rasgaba su camiseta con excesiva facilidad y exponían su febril cuerpo al viento helado, mientras la presión aumentaba... —Ejem... Los ojos de Sasuke se abrieron alarmados y se dirigieron a un lugar situado a su derecha. ¿Cómo no le había sentido antes? Bueno, mejor olvidar esa pregunta, resultaba obvio por qué sus sentidos no estaban precisamente enfocados en detectar presencias no deseadas... Naruto masculló algo no muy agradable contra su cuello, aunque no parecía tener intención de soltarle. Ambas manos se dirigieron, posesivas, a sus caderas, y se mantuvieron allí. Sasuke mantenía su mirada fija en el único ojo visible bajo la capucha de Kakashi, encolerizado por haber sido interrumpidos precisamente en ese momento. Se sentía como si le hubieran tirado un cubo de agua helada encima, aunque aún seguía teniendo cierto “problemilla” entre manos... —Me envía Tsunade. Se requiere a los dos Anbu Sasuke Uchiha y Naruto Uzumaki para una misión de Rango A en el País del Remolino. Debéis presentaros en las puertas de la aldea dentro de dos horas, donde se os informará de los detalles de dicha misión. Estaba seguro de que el maldito bastardo estaba sonriendo bajo la máscara como nunca en su vida. Intentó recobrar el aliento aún tendido en el suelo y, a regañadientes, intentó incorporarse. Naruto captó el movimiento y el moreno tuvo la impresión de que no tenía la menor intención de levantarse. Sin embargo, por fin, apoyándose en las manos se irguió y, manteniendo una mirada abrasadora que prometía acabar lo que había empezado, se levantó totalmente y miró con cara de muy pocos amigos a su antiguo sensei, el cual sostenía su sempiterno libro, aunque era bastante difícil que pudiera leerlo con la oscuridad de la noche. Sasuke se levantó también a duras penas y se desembarazó de los restos de su camiseta, que ahora le cubría únicamente parte de la espalda y los hombros. Estaba completamente rota. Se dirigió a Naruto ligeramente asombrado y éste le sonrió con superioridad. Frunció el ceño... Oh, aquello le iba a costar caro... Poco a poco el riego fluía de nuevo a su cabeza y no a otras partes más placenteras aunque menos útiles en aquellos momentos, y una venganza iba tomando forma en su mente.

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El desafío brilló en los ojos de ambos. El poseedor del Sharingan estaba recobrando el sentido y no iba a permitir que le volvieran a sorprender... Aquello no había acabado ni mucho menos, estaba claro que dos podían jugar a ese juego, y una de las características de Sasuke era que aprendía muy deprisa. Eso sí, había descubierto que tenía unos cuantos puntos débiles que había que intentar defender. Intentar, mientras pudiera. O mientras quisiera. Sonrió perversamente, iba a disfrutar con todo aquello, oh sí... Naruto le miraba; no parecía nada preocupado por lo que pudiera pasar después, más bien le miraba de forma pícara y con un gesto sonriente. —Ejem... —más que un carraspeo sonó extrañamente como una carcajada contenida—, ya veo que tenéis... cosas más importantes que hacer. Pero me gustaría saber cuál es vuestra respuesta... Ambos ninjas se giraron, interrumpidos una vez más. —Dile a Tsunade que estaremos allí —respondió Naruto. —De acuerdo, así lo haré —se giró y levantó la mano derecha en señal de despedida, y sin mirar atrás continuó—. Os quedan dos horas de sueño... Os recomiendo que os vayáis a casa e intentéis, ejem, dormir. Después de un par de duchas frías, claro... bueno, o sólo una... quién sabe... Un tronco apareció después de que el supuesto Kakashi desapareciera en una nube de humo, atravesada por un kunai lanzado certeramente por Sasuke, el cual, encolerizado, dejaba caer el brazo que había lanzado el afilado cuchillo. Lástima, le había dado tiempo a hacer la técnica del cambiazo. —Bueeeeeeno, teme —se giró hacia el ninja rubio—, creo que voy a seguir el consejo de Kakashi, me marcho a casa a dormir... Pero qué demonios... —... a menos que tengas alguna otra sugerencia... —le hizo un guiño un tanto malicioso. Se miraron. Y Sasuke sonrió como hacía mucho tiempo que no sonreía. —Ya sabes dónde vivo, usuratonkachi. El último que llegue... Y se encaramó hacia el árbol más cercano de un salto, en dirección al complejo Uchiha, seguido por una indignada saeta negra de dorados cabellos.

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Kyuubi Boy Autora: Haku

¿Era de día o era de noche? No lo sabía, pero a juzgar por su atontamiento masivo y una ligera sensación de resaca, debía haberse pasado más de diez horas durmiendo. Se removió un poco en la cama, gruñendo con fastidio cuando sus insensibilizados músculos le provocaron un repentino calambrazo de dolor. Su almohada, húmeda por el sudor, desprendió un leve efluvio a alcohol y tabaco que casi le hizo volver a vomitar. Malditas fiestas universitarias… La próxima vez que Kiba le llamara con la simple excusa de que la juerga la organizaban las preciosas chicas de la facultad de enfermería, lo iba a mandar a la mierda. A él y a los doce whiskys con coca-cola que se bebió tan alegremente como si fueran vasos de agua. Y encima, mientras veía a su amigo enrollándose a lo bestia con una tía rubia que llevaba el pelo recogido en una coleta, él no se había comido ni un miserable rosco. Aunque bueno, teniendo en cuenta sus gustos sexuales ya sabía de antemano que no le iba a resultar tan fácil; así que, sin nada mejor que llevarse a la boca, pilló una jumera tan grande que no se acordaba ni de cómo había conseguido llegar a la residencia. ¿Por qué había ido a esa maldita fiesta si no tenía ganas? ¿Por qué había acabado vomitándole a Kiba encima de su chaqueta nueva? ¿Por qué continuaba siendo virgen con veintiún años? ¿Por qué… por qué diablos tenía que ser gay? Y, por si la vida no era ya complicada, él se la jodía aún más suspirando como un imbécil por un guaperas insufrible que nunca le miraría a la cara. Sabía que algunas chicas lo encontraban mono, e incluso que varias de ellas estaban deseando pedirle una cita para salir. Por ejemplo, tenía a Hinata, una chica de su clase muy guapa aunque bastante tímida, coladita por sus huesos. Pero ni con ésas. A él le gustaba ese arrogante gilipollas engreído, y por más que intentaba comprenderlo no lograba adivinar qué diantres veía en él para sentirse obsesionado de esa manera. ¿Su brillante pelo negro? ¿Sus ojos gélidos y misteriosos? ¿Su increíble cuerpazo esculpido a base de horas y horas de gimnasio? ¿Su mala leche, sus respuestas cortantes, su asquerosa manía de ir pavoneándose por ahí con su novia pelirrosa? Aquella noche se había pasado más de dos horas peleándose con el espejo, probándose toda la ropa que tenía en busca de algo nuevo que pudiese resultar la perfecta mezcla entre lo sencillo y lo sexy. Sus vaqueros oscuros y ligeramente desteñidos, sus botas a lo militar y una ajustada camiseta naranja habían acabado siendo el conjunto estrella, acompañados de una cazadora de cuero negro y su pelo rubio estudiadamente desordenado y tieso gracias a la mitad del tubo de gel fijador. Aún así, no sabía para qué se había molestado en arreglarse tanto, si el objetivo de sus tórridas fantasías estaría allí presente rodeado de fanáticos lameculos y sin enterarse aún de que él existía. Lo suyo era un caso perdido y él, una maldita quinceañera despechada. Bostezó ruidosamente y se dio la vuelta, quedándose boca arriba mientras se rascaba a conciencia la espesa maraña rubia que tenía enredada encima de la cabeza. Menos mal que era sábado y no tenía que ir a la universidad, porque su profesor de filosofía le había amenazado con suspenderle la asignatura si volvía a faltar a clase. Encima, le habían retirado la beca por sus malas notas y ahora tenía que costearse los estudios de su propio bolsillo, porque su abuela ya le había dejado bien claro que no se iba a gastar su jubilación en pagarle las juergas. “¡Búscate un trabajo y empieza de una puñetera vez a ser responsable!”, le había chillado la vieja por teléfono cuando la llamó para darle la mala noticia. Sí, vale, eso le parecía de puta madre, lo de conseguirse un currillo y tal… pero que era su abuela, coño, no el cobrador del frac. A ver dónde encontraba él un trabajo decente con su escaso tiempo libre, donde no lo explotaran por dos yenes y le alcanzase para pagarse la matrícula, la residencia y todos sus gastos personales. Al principio había probado en una hamburguesería y luego en una gasolinera, pero no llevaba ni cinco días y ya estaba harto de limpiar parabrisas y freír hamburguesas de pollo, así que se había despedido con la triste idea de que tendría que dejar de estudiar. La tarde anterior había estado ojeando el periódico en busca de un nuevo empleo, pero había sido un curioso anuncio el que había logrado captarle toda su atención. Kakashi´s Love, stripper. Despedidas de soltero, fiestas privadas. Espectáculos personalizados. También acompañante y go-gó. Sólo para chicos. Y todavía no sabía por qué de pronto se le había ocurrido la maldita idea de llamarle.

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˜*˜

* Flashback * ˜ * ˜

Aún un tanto inseguro, terminó de marcar el número y se puso el móvil en la oreja, mordisqueándose el interior de las mejillas en un inconsciente gesto por conseguir controlar su creciente nerviosismo. No sabía muy bien lo que iba a decirle, pero ese anuncio le había dado una idea y él, dada su desesperante situación económica de extrema urgencia, se habría agarrado a un clavo ardiendo. A los cinco tonos, justo cuando iba a colgarle por si le saltaba el contestador, una voz madura, seductora y muy varonil le dio la bienvenida con un encantador saludo. —Kakashi´s Love… tu fantasía inolvidable. ¿Te apetece pasar conmigo uno de los mejores momentos de tu vida? —Eh… no —el chico casi se arrepintió de haber sido tan brusco, pero sabía por experiencia propia que la verdad, aunque dura, era muy efectiva y te ahorraba sufrir algunos ratos de bochornosas confusiones—. La verdad es que… yo… bueno, llamaba para… —Ah, eres de los tímidos —lo interrumpió la voz sugerente adoptando de pronto un divertido aire juguetón—. Vamos a ver… ¿es para algún amigo? ¿Para una fiesta loca de altos ejecutivos? ¿Una sesión privada… para ti? —No, no… Yo lo que quiero es saber lo que… —el rubio se interrumpió, con las mejillas ardiendo y sintiendo de pronto que le faltaba el aire—. Lo… lo que cobras. —Pues eso depende del servicio… Por cierto, ¿puedes decirme tu nombre, encanto? —Me llamo Naruto… —Tienes pinta de ser muy jovencito, Naruto. —Acabo de cumplir veintiuno —protestó el muchacho de inmediato. —Ya veo… ¿Y qué es exactamente lo que necesitas? Naruto dudó, reflexionando antes de contestar. “Un puto milagro es lo que necesito”, pensó cabreado mientras llegaba a la asquerosa conclusión de que, fuera como fuese, su vida se estaba yendo irremediablemente al carajo. —Voy a serte sincero, ¿vale? —dijo al fin, pensando que, en los psiquiatras, mucha gente le contaba sus problemas a un completo desconocido—. Estoy… estoy bien jodido. Y mucho. Me han quitado la beca, y no tengo ni un miserable yen para poder seguir pagándome los estudios. Aparte de eso, mi abuela no quiere saber nada del tema, y ningún trabajo de los que encuentro me alcanza lo suficiente para cubrir todos los gastos de la universidad. No me llega ni para comprarme un maldito bol de ramen en el puesto de la esquina, ni para coger el autobús por las mañanas. Ah, y ya puestos, y con todos los tíos decentes y comprometidos que hay por el mundo, yo estoy colgado del mayor gilipollas de la Tierra. —Pues sí estás jodido, sí —concedió Kakashi dejando escapar un paciente suspiro—. Pero si querías llamar a un puñetero consultorio, creo que te has equivocado de número. Yo me desnudo por dinero, chaval, pero no voy solucionándole la vida a pobres jovencitos gays reprimidos. —¡Oye! Que yo no… —empezó a protestar Naruto con enfado. Vale, él era joven y gay pero… ¿reprimido? Bueno, teniendo en cuenta su escasa actividad sexual en los últimos meses, puede que tuviese razón—. Yo… yo sólo quería saber si se ganaba mucho dinero haciendo lo que tú haces. Al otro lado de la línea, el hombre volvió a suspirar y farfulló algo parecido a un “sabía que acabaría pasando esto”. —Mira, Naruto… prácticamente todavía eres un crío. Búscate un trabajo de camarero en algún garito de moda, consigue una novia guapa y sigue emborrachándote todos los fines de semana. Hazme caso, porque tengo mucha más experiencia que tú. En lugar de mandarle al cuerno, Naruto decidió que ya había llegado la penosa hora de dejar aparte su orgullo y ponerse a lloriquear. —Pero necesito el dinero… ¡Y no se me ocurre otra manera de reunir una gran cantidad en poco tiempo! Si esto sigue así tendré que dejar la universidad, me quedaré sin amigos y me veré obligado a volver a casa de mi abuela y sobrevivir a su diabólica ira… ¡Tendré que ayudarla en las tareas de la casa! ¡Y recogerla a ella y a sus amigas cuando van al bingo! ¡¿Sabes que esas malditas viejas pervertidas me pellizcan el culo cuando creen que no las veo?! ¡Mi vida entera va a irse a la mierda! —En serio, chaval, sigo pensando que te vendría mejor ir a un psiquiatra… Frunciendo el ceño y a punto de ahogarse en la desesperación, Naruto olvidó su desastroso intento de dar pena para pasar al último y definitivo recurso: la suplicación. —Por favor, por favor… No quiero que esas viejas endemoniadas me usen de porno-chacha… ¡Maldita sea! ¡No tienes ni puta idea del miedo que se pasa cuando las ves a todas juntas tomándose unos carajillos! ¡Están poseídas, joder! ¡¿Es que no tienes corazón?! ¡Un día de éstos me acabarán violando!

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—¿Ves? Por eso yo sólo trabajo con hombres —sentenció Kakashi con determinación—. Las viejas alcohólicas son uno de los grupos con factor de riesgo más elevado. —¿Ni siquiera vas a darme un consejo? No sé… algunas nociones básicas para poder empezar. No te habría llamado si no estuviese completamente desesperado. —A decir verdad, te haría una demostración en vivo y en directo, pero por lo que me cuentas he deducido que no tienes ni para comprarte una caja de preservativos y yo desde luego no me despeloto de gratis. En fin, si tan decidido estás a hacerlo, te diré algunas cosas que podrán ayudarte...

˜*˜

* Fin del flashback * ˜ * ˜

Después de escucharle atentamente durante otros diez minutos e, irremediablemente, agotar todo el saldo de su teléfono móvil, Naruto se quedó pensativo mientras aguardaba que Kiba viniese a buscarle. Al fin y al cabo, él practicaba bastante deporte en la facultad y sus músculos estaban bien definidos, tenía la piel morenita de nacimiento y, cuando no ponía cara de idiota, hasta podía decirse que quedaba bastante resultón. Y necesitaba el dinero. Lo necesitaba si quería terminar la carrera y seguir con su irresponsable vida de estudiante universitario. Lo necesitaba si no quería pasarse el resto de su vida atemorizado y explotado por una temible horda de viejas borrachas. Lo necesitaba porque, por encima de todo, quería seguir viendo a ese chulo playa Uchiha y suspirar por sus perfectos huesos y su morbosa cara de mala hostia. Maldita sea, era absolutamente patético… Lo haría. Desnudarse provocativamente delante de un desconocido no tenía por qué suponerle un trauma. Sólo era trabajo. Además, incluso también ofrecería sus servicios a las mujeres. El mundo gay aún estaba algo limitado, y su precaria situación no admitía el menor escrúpulo por su parte. Al fin y al cabo, si podía ganarse un buen montón de pasta por menear el paquete un par de noches a la semana, al menos no tendría que hacer de gigoló con las amigas de su abuela. “Ya está. Decidido”. Esperando que Kiba fuese tan impuntual como siempre, encendió su portátil dispuesto a poner un rápido anuncio en Internet. No podía utilizar su verdadero nombre, no fuera a ser que alguien conocido se las apañase para descubrir que, en lugar de tomarse una cerveza con los colegas, se pasase despelotándose la mayor parte de su tiempo libre. Tras meditarlo un poco acabó metiéndose en una página de contactos, dejando un reclamo bastante parecido al que le había inspirado la repentina idea de convertirse en stripper. Kyuubi Boy, stripper, jovencito. Rubio de ojos azules, cuerpo de deportista. Sexy y cariñoso. Sólo privados. Discreción y seriedad. Económico. No te arrepentirás. Después, había dejado su número de teléfono y su dirección de e-mail, por si alguien prefería contactar con él mediante el correo electrónico. Lo releyó para comprobar que todo era correcto y cerró el portátil apagándolo al instante. Perfecto. Quedaba sugerente, clásico y escueto… y no faltaba mucho a la verdad. Su descripción física era la adecuada, que no era lo mismo que decir que el manubrio le medía tres palmos, porque tampoco era cuestión de exagerar. En cuanto a lo demás… lo que se dice sexy, sexy… quizá sí lo fuera comparado con un gato muerto. Y atropellado. Entre las muchas cosas sexys que se le ocurrían (principalmente Sasuke Uchiha echándose agua por el torso tras una agotadora clase de gimnasia), desde luego, él no entraba para nada en la definición. Tras veintiún años de sufrir diversos y ridículos percances, había llegado a la triste conclusión de que había nacido torpe y que no podía hacer nada para remediarlo. Siempre tropezaba en los pasillos, tiraba todos los libros que había en su taquilla, se las apañaba para echarse encima la mitad del almuerzo y perder los deberes cuando se suponía que debía entregar un trabajo. ¿Y cariñoso? Quizá… eso si tuviese a alguien a quien poder demostrárselo. Muchas veces, sobre todo cuando intentaba dormirse ignorando aquel molesto ardor en la entrepierna debido al desuso, se sentía feliz imaginando lo cariñoso que se mostraría con el Uchiha mientras el moreno gemía de gusto y él le dejaba el culo como un colador. En fin, ya había dado el gran paso y tendría que hacerlo. Eso, o volver con su abuela Tsunade con el rabo entre las piernas y dejar que un puñado de ancianas depravadas le metiesen mano hasta en el carné de identidad. En aquel preciso instante, Kiba había hecho sonar el claxon de su coche y Naruto se había apresurado a ir a su encuentro, tratando de no pensar en el anuncio y en lo que haría si alguien se animaba a llamarle.

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El estómago le rugió amenazadoramente de hambre, y se removió en su cama intentando calmar el molesto dolor de cabeza. Tendría que ir pensando en darse una ducha y comer algo, si es que al encargado de la cafetería conseguía darle la suficiente lástima como para que le regalase un batido y dos magdalenas. Después, iría paseando hasta la casa de Kiba a ver si su amigo había conseguido sobrevivir a la ferocidad de la apasionada rubia. En alguna parte del montón de ropa arrugada que había esparcida por el suelo, su teléfono móvil empezó a sonar con una conocida canción de los Offspring, anunciándole la instantánea entrada de una llamada. —Joder… —masculló cuando probó a incorporarse y todo a su alrededor pareció ponerse patas arriba—. Yo criticando a la vieja borracha, y resulta que tiene un digno heredero… Consiguió arrastrarse hasta los pies de la cama y, allí, estirar un brazo para rebuscar en sus pantalones y sacar su teléfono de uno de los bolsillos. Era un número completamente desconocido. Pulsó el botón para aceptarla y se colocó el aparato en la oreja, tratando de reprimir un enorme bostezo. —¿Diga? —Eh… ¿Eres Kyuubi Boy? Al oírle, Naruto se espabiló de golpe sin necesidad recurrir a los infalibles remedios caseros de toda la vida: un litro de café y la caja entera de aspirinas. Al responder al llamante intentó sonar interesante y adulto, tal y como Kakashi le había aconsejado. —El mismo… ¿Con quién tengo el gusto de hablar? —¿Podrías venir a mi casa esta noche a las once? —Sí, claro… ¿Y qué tipo de servicio prefie…? —¿Tienes pene? —le interrogó el otro, de forma tan tajante que al principio Naruto no supo si le estaban tomando el pelo. —Eh… sí, sí que tengo —respondió finalmente, con cautela y dispuesto a mandar a la mierda al llamante si sólo se trataba de un molesto graciosillo. —¿Grande? Irreflexivamente Naruto se miró la entrepierna, allí donde su miembro destacaba sus evidentes formas contra la elástica tela del calzoncillo. —No quiero parecer un arrogante, pero seguro que no te decepcionará —le dijo con una media sonrisa que destilaba orgullo viril y masculino—. Bueno, pero no me has dicho qué es lo que quieres que ha… Pero le fue imposible seguir hablando, porque su primer posible cliente le interrumpió para soltarle toda su dirección de golpe y asegurarle que lo estaría esperando con muchas ganas de verle en acción. Cuando acabó la llamada, Naruto lanzó el teléfono a su cama mientras sentía en el estómago los inevitables nervios de su primera actuación. —Mierda… creo que no he escuchado bien la última parte…

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Lo haría. Podía hacerlo. Después de todo, había confianza. Respiró hondo una vez más, preparándose mentalmente para lo que se le venía encima. Se miró pensativo las puntas de sus pies, enfundados en unas Converse negras bastante deterioradas, reflexionando si, al fin y al cabo, aquello había sido una buena idea. Pero tenía que hacerlo. Lo necesitaba si quería causar una buena impresión. “Profesionalidad ante todo”, le había remarcado Kakashi. Ya se había dado una ducha y hasta depilado… con cuchilla, eso sí, porque no quería ni imaginarse aquella cera caliente y torturante pegándose sin compasión a sus ingles, y quizá más allá. Antes de quitársela, seguramente habrían tenido que anestesiarle.

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Ya lo tenía todo listo: la música, el baile, los accesorios, la ropa que llevaría (unos vaqueros rotos ajustados, una camiseta blanca y su cazadora de cuero). “Y, por lo que más quieras, no se te ocurra ponerte el típico disfraz de bombero”. Respecto a ese tema, Kakashi había sido explícitamente exigente. Ahora tan sólo le quedaba… eso. “Venga, Naruto, no puede ser tan difícil”, se animó interiormente sacudiendo la cabeza con resolución. Totalmente decidido, alzó una mano y llamó a la puerta. —¡Ya voy! —contestó una alegre voz desde dentro. Al instante, un chico moreno de espesas cejas, largas pestañas y brillante cabello cortado al tazón, le dio una calurosa bienvenida asfixiándolo de un agotador abrazo—. ¡Naruto-kun, por fin has venido a visitarme, y eso que vives en la habitación de al lado! ¡¿Has cultivado tu gloriosa flor de la juventud, tal y como te aconsejé el primer día de clase?! ¿Que si la había cultivado? Si su compañero de residencia se refería a lo que tenía entre las piernas, esa flor se le había secado hacía ya tiempo. —A ver, Lee… —empezó, rascándose nerviosamente la nuca—. Necesito que me hagas un favor. —¿Es que no quieres pasar? —La verdad es que hoy llevo bastante prisa, pero te prometo que otro día vuelvo y me quedo un rato. —¡Yoooosh! ¡Eso es fantástico! —los expresivos ojos de Lee relucieron con enfermizo entusiasmo—. ¡Así podré enseñarte todos los vídeos de mi entrenamiento espiritual junto a Gai-sensei, mi querido maestro de artes marciales! A Naruto, que prefería que lo atropellase una manada de elefantes despavoridos a tener que soportar la visión de aquellas terroríficas cintas, no le quedó otro remedio que aceptar el ofrecimiento. Todo si quería que Lee le solucionase aquel pequeño problemilla de última hora. —Sí… será estupendo. Esto… ¿Puedes prestarme un… una cosa? —el rubio dudó un momento, pues no le parecía muy normal tener que pedirle algo tan íntimamente personal como lo que él necesitaba en ese momento—. Sé que es algo raro que me presente aquí para esto, pero es que lo necesito urgentemente y ya es tarde para poder salir a alguna tienda y comprarlo. Yo sé que tú tienes porque… bueno, los he visto algunas veces cuando haces la colada y los pones a secar en la ventana. —¿Quieres que te deje mis leotardos verdes? —le preguntó su compañero, a punto de echarse a llorar de la emoción. Naruto se dio cuenta de que hasta tenía los ojos empañados, y se apresuró a negar con la cabeza antes de que Lee se abalanzara sobre su armario. —Yo… en realidad… lo que necesito es… un… un… tanga —dijo esto último en voz tan baja, con las mejillas ardiendo y mirando hacia el suelo, que no supo si el pobre Lee habría captado aquel tímido susurro. —¡¡¿Un tanga?!! —gritó el moreno haciendo aspavientos. Desde luego, se había enterado él y ahora con ese aullido de lobo muy probablemente la mitad de la residencia—. ¡Claro que sí Naruto-kun! ¡Tengo de hilo, de seda, de cuero, con dibujitos, en terciopelo… pasa y escoge el que quieras! —¡El de cuero! —se apresuró a contestar Naruto a toda prisa, deseando lo antes posible largarse de allí—. El de cuero es perfecto. —Es algo agresivo, pero muy morboso —comentó despreocupadamente Lee mientras revolvía en el cajón de su mesita de noche—. Lo único malo, que al ser la tela tan dura puedes irritarte un poco los… —Eh… sí, bueno, lo tendré en cuenta —lo tranquilizó Naruto mientras el otro le tendía la comprometida prenda—. Muchas gracias, Lee. Te lo devolveré como nuevo. —De nada, Naruto-kun ¡Y recuerda que tienes que venir un día a ver los videos! Tras despedirse diciéndole adiós con la mano, Lee cerró la puerta y Naruto volvió a quedarse solo en el pasillo del segundo piso de la residencia. Tras mirar el provocativo tanga con renovado temor, lo apretó fuertemente en el interior de su puño cerrado y se apresuró a encerrarse en su cuarto, ridículamente acojonado al pensar que tendría que meterse eso en la raja del culo. “Bueno, vamos allá”. Se quitó los pantalones de chándal y su camiseta de andar por casa, quedándose como Kami-sama le trajo al mundo. Se miró al espejo, examinándose atentamente por si se había olvidado de algo que aún debía corregir. Kakashi le había aconsejado que se frotase con un poco de aceite, así que tras buscar un poco en la pequeña bolsa que se iba a llevar consigo encontró el bote y empezó a restregarse aquel resbaloso líquido con el único fin de dejar su piel extremadamente suave y brillante. Después, llegó el crucial momento de ponerse el tanga. Tal y como le había dicho Lee, la tela era algo rígida pero lo peor no era eso, sino la incómoda sensación de algo extraño invadiendo su trasero y a la que, sin más remedio, tendría que acostumbrarse. Intentando no pensar demasiado en lo que le esperaba, terminó de vestirse en silencio y, a falta de dinero para coger un taxi, salió de la residencia dispuesto a caminar hasta la casa de su cliente.

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“Es aquí… en el número 64”. Se trataba de un enorme bloque de pisos de aspecto antiguo, construido a las afueras del centro de la ciudad. Naruto sintió un pequeño escalofrío de forma inconsciente. Aún estaba a tiempo… ¿Y si se iba de allí? Borraría el anuncio, aceptaría su derrota y volvería cabizbajo a la casa de su abuela, resignándose a llevar una existencia mediocre durante el resto de sus días. Desde que sus padres habían muerto siendo él un bebé, había tenido que abrirse paso en la vida con uñas y dientes, luchando y esforzándose por conseguir cuanto quería. Cierto que su abuela Tsunade lo había criado lo mejor que sabía, pero últimamente se pasaba más tiempo enganchada a la botella de ginebra que al teléfono intentando buscarle una buena solución a sus problemas. Estaba acostumbrado a apañárselas solo y aquella vez, por lo visto, tampoco sería una excepción. Si no lo probaba, seguro que más tarde se arrepentiría por no intentarlo. Entró en el edificio y tomó el ascensor, sintiendo ya el incómodo cosquilleo nervioso en su estómago y una ligera sensación de mareo causada por la ansiedad. Para intentar calmarse empezó a repasar mentalmente todas las instrucciones que le había dado Kakashi y, aunque el hombre le había dicho que, probablemente, la primera vez acabaría siendo un desastre, Naruto se prometió a sí mismo que aquella noche dejaría a su cliente con la boca abierta. El ascensor se detuvo demasiado pronto, abrió sus puertas en el sexto piso y lo dejó salir. El pasillo era largo, iluminado tenuemente por las diminutas luces de emergencia situadas cada varios metros en las paredes. Por fortuna, aquella pobre iluminación fue suficiente para poder distinguir los oxidados números de metal que identificaban la puerta principal de las viviendas. Al llegar y detenerse justo enfrente del número 64, cerró momentáneamente los ojos y elevó una sencilla y desesperada plegaria. “Por favor, Dios o quien quiera que estés allí arriba, si todo esto me sale bien y puedo conseguir el dinero, prometo no volver a ver películas porno en…” ¿Toda su vida? No, eso era pedir demasiado. Con lo bien que se lo pasaba él en calzoncillos, bolsa de palomitas en mano y la otra preparada para entrar en acción cuando aquello se le pusiera en efervescencia. Vale que no fuera un obseso, pero dada su precaria y difícil vida sexual aquellas películas porno gay que se bajaba a escondidas de Internet eran lo único que le hacían sentirse aún un jovencito sexualmente activo. Así que, en el último momento, cambió su pacto divino por algo mucho más fácil de poder sobrellevar. “…prometo no volver a ver películas porno en Semana Santa”. Sí. Eso era perfecto. Una semana sí podría soportarlo. A falta de imágenes, siempre le quedaría su imaginación. Miró su reloj de pulsera para comprobar que era la hora acordada, pues la puntualidad era algo sumamente importante en aquella curiosa profesión. Suspirando para intentar controlar sus aceleradas pulsaciones, apoyó la mano en el picaporte dispuesto a llamar. Y cuál fue su enorme sorpresa cuando la puerta se abrió suavemente hacia el interior. ¿Acaso la habían dejado así para que él entrara? El piso era pequeño y confortable, ordenado, aunque tenía muy poca decoración. Naruto avanzó inseguro por el pasillo en penumbra, guiándose hasta la tenue luz de una lamparilla de mesa que había en el salón. En ese preciso instante le acometió un ridículo ataque de pánico y le dio por pensar que, a lo mejor, su cliente era un perturbado mental que disfrutaba destripando a inocentes y macizorros jovencitos. Menos mal que había seguido el consejo de Kakashi en lo referente a la seguridad personal, y había dejado una nota en su cuarto con la dirección en la que se encontraba. —Eh… ¿Hola? —pronunció con timidez, dejando su mochila encima de la mesa. —Voy —le contestó una voz inconfundiblemente ronca y masculina desde algún lugar del interior—. ¿Cuánto te debo? Joder, eso sí que era ir directo al grano. Kakashi le había dicho que no fuera estúpido y cobrase siempre por adelantado, no fuera a ser que, después de desnudarse y provocarle un soberano calentón al otro, se quedase a dos velas por no haber exigido el dinero a tiempo. “El mundo está lleno de listillos, Naruto”, le había instruido en tono serio y paternal. “Recuerda siempre que nuestro maravilloso arte tiene un precio”. Sin embargo, él era un completo estúpido. Y, por ser su primera vez, le pareció algo frío cobrarle nada más empezar. “Voy a hacerlo, y lo haré bien”, se animó mentalmente mientras apretaba decidido los puños.

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No perdió el tiempo y colocó una silla en el centro del cuarto, al mismo tiempo que miraba a su alrededor en busca de algún reproductor de música que estuviese a mano para poner su Cd, aquel que se había grabado a última hora con algunas de las canciones que Kakashi le había asegurado que lo ayudarían a triunfar. Localizó una mini cadena en la estantería del rincón y, tras sacar de su mochila algunas de las cosas que le harían falta durante su actuación, colocó el Cd en el reproductor y esperó impaciente a que su cliente apareciera por la puerta. ¿Cómo sería? La verdad era que lo estaba devorando la curiosidad. No era lo mismo desnudarse para un madurito apuesto que para un viejo verde al que no se le levantaría a no ser que le drogara elegantemente con la mitad de una caja de viagra. Aquello era uno de los baches de la profesión, y Naruto había intentado mentalizarse de que tendría que hacerlo aunque el cliente no le gustase. —Espero que hayas traído el cambio, porque sólo tengo un billete de… Al mismo tiempo que el dueño del piso hacía su aparición en el salón, un taquicárdico Naruto conectó la música y se giró hacia su presa, dibujando una estática y nerviosa sonrisilla en los labios. Y se quedó de piedra. Aquel hombre, más bien todavía un muchacho, tendría aproximadamente su edad. Una abundante y graciosa maraña de suaves ondas pelirrojas orlaba su cabeza y le confería un aspecto travieso, aún cuando su gesto huraño, a pesar de la sorpresa de verle allí plantado, fuese duro e impenetrable. Llevaba puestos unos pantalones cortos de chándal y una camiseta de tirantes en color marrón, a juego con sus zapatillas de andar por casa. Sus hermosos ojos verdes, sin duda lo que más llamaba la atención en su pálido rostro como de porcelana, se redujeron a un par de crispadas rendijas en cuanto Naruto se le acercó sin miramientos dispuesto a cogerle de la mano. —Ven conmigo, encanto. Voy a hacer que te lo pases muy pero que muy bien. El chico no hizo ademán de querer agarrarle, pero tampoco se apartó cuando Naruto se las apañó para empujarle hacia la silla y hacer que se pusiera cómodo para disfrutar del espectáculo. —¿Qué significa todo est…? —empezó a preguntar con un ligero aire de cabreo. Naruto, pensando que a su cliente tal vez le gustase fingir que se sorprendía ante aquella esperada visita, se armó de confianza y se dispuso a representar su papel. —Ahora tan sólo relájate… —le susurró sensualmente al oído. De pronto, y antes de que el ceñudo pelirrojo pudiera seguir protestando, sacó unas esposas del bolsillo trasero de sus pantalones vaqueros y se las apañó para inmovilizarle los brazos contra el respaldo de la silla. —¡¿Pero que demonios crees que estás hacien…?! Al atrayente ritmo de la música, y eso que él no es que bailase especialmente bien, Naruto se desprendió de un pañuelo negro que llevaba atado a la muñeca. Ni corto ni perezoso, amordazó al muchacho con enérgica delicadeza y se alejó un par de pasos para poder contemplar su obra. Allí estaba su pobre víctima, atado a la silla y sin poder pronunciar ni una sola palabra. De vez en cuando, el pelirrojo se sacudía con furia y le lanzaba miradas asesinas, con las mejillas tan coloradas que daban la impresión de ser un par de jugosas fresas contrastando con la blanca tez de su piel. Estaba claro que su cliente estaba actuando, y aquello le facilitaría mucho las cosas para su propia representación. “La mayoría de los hombres, sobre todo aquellos que poseen un férreo orgullo de acero, siempre coinciden en una misma obsesión. A sus parejas nunca le confesarían sus verdaderos deseos, pero yo te aseguro que todos sueñan con ser dominados y entregarse sin límites al increíble morbo de la sumisión. Uno de mis mejores recursos es esposarlos y amordazarlos para que se sientan en inferioridad de condiciones, lo que, invariablemente, aumenta muchísimo su excitación”. En aquella parte, Naruto había escuchado a Kakashi con admirable atención. Desde luego, el hombre tenía una basta experiencia en espectáculos y aquello era el mejor recurso para poder empezar. Por lo menos, con las manos atadas no iban a poder meterle mano hasta arrancarle la piel, por muy concienciado que estuviese de que tarde o temprano iba a tener que dejarse sobar a lo bestia. —Ahora, chico travieso, voy a darte tu merecido. Naruto volvió a susurrarle al oído, aunque aquella vez también se dio cuenta de que el pelirrojo daba un leve respingo como si se le hubiese erizado de pronto la piel. Todo era mucho más fácil de lo que se había imaginado. “Si no se te da bien el baile, puedes probar a balancearte al compás de la canción mientras te acaricias lenta y provocativamente”. Naruto así lo hizo, situándose frente al chico mientras se desprendía sin prisas de la cazadora, que repentinamente había empezado a darle bastante calor. El rubio lo miró a los ojos, maravillándose de nuevo por su hermosa tonalidad aguamarina y la profundidad insondable de sus rasgadas pupilas negras, que ahora lo contemplaban con visible estupor. A menos de un metro del pelirrojo, con su mano izquierda acariciándose el pelo y la otra bajando sensualmente por su cuello, Naruto sintió que un levísimo y repentino sonrojo cubría sus mejillas de color carmín.

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Estaba insinuándose como un auténtico pervertido, y lo peor era que él mismo estaba empezándolo a disfrutar. Sintió una conocida dureza presionar impaciente contra su ajustado pantalón, reprochándose contrariado la mala suerte de haberse empalmado como una fiera en celo nada más empezar el numerito. “Es importante que controles tus propios impulsos”, le había remarcado Kakashi casi al final de la conversación. “Siempre es bueno que te sientas bien en tu trabajo, pero recuerda que son los clientes quienes se tienen que excitar”. ¿Los clientes? ¡Y un cuerno! No llevaba ni cinco minutos despelotándose y ya estaba más caliente que la parrilla que había utilizado aquellos interminables días para freír las puñeteras hamburguesas. Aquello no era normal… o sí. Teniendo en cuenta que llevaba sin echar un buen periquito desde que nació, y que tenía a un precioso pelirrojo amarrado a una silla y completamente a su merced, lo único que le extrañaba era por qué no se le había tirado encima ya para violarle. Desechando a toda prisa aquellos pensamientos impuros, Naruto se dio la vuelta para que su cliente no pudiera darse cuenta de que estaba a punto de sufrir un severo ataque de inflamación testicular. —Prométeme que vas a portarte bien a partir de ahora —murmuró con la voz entrecortada, casi refiriéndose más a su bulliciosa entrepierna que al pobre jovencito que tenía inmovilizado en la silla. Intentó distraerse, concentrarse únicamente en la canción. La conocida letra daba vueltas en su mente, lo abstraía a ratos para después devolverle, en cuanto abría los ojos, a la cruda realidad de la situación. Algo mareado empezó a juguetear con el borde de la camiseta, retorciéndolo entre sus dedos al mismo tiempo que sus caderas se balanceaban justo enfrente del desencajado rostro de su único espectador. Unas vibrantes notas, agudas e intensas como lo eran sus propias y contradictorias sensaciones en aquellos peligrosos momentos, le hicieron olvidarse de todos sus temores y lanzarse a por todas en aquella trepidante vorágine de confusión. —Take me, take me… I´m yours… harm me, force me … I´m your slave… and I´ve lost the control —cantó al compás de la música mientras tiraba de la prenda hacia arriba y la lanzaba al extremo opuesto de la habitación. Sí. Definitivamente, la situación se le estaba yendo de las manos. Jamás habría creído que desnudarse para un desconocido pudiese resultarle tan jodidamente excitante y, si seguía así, él mismo sería el que no podría evitar el empezar a tocarle. A esas alturas el pelirrojo ni siquiera forcejeaba, únicamente se limitaba a contemplarle con los ojos muy abiertos y las mejillas furiosamente sonrojadas por la enorme vergüenza que le causaba su condición. Naruto se desabrochó los pantalones mientras sus traviesos dedos se perdían bajo la goma del tanga, acariciándose el pubis con descaro mientras interminables gotas de sudor le resbalaban por la frente y hacían brillar su torso a la tenue luz de la lámpara. Quiso ir más allá, y tras bajarse los vaqueros se sentó a horcajadas sobre las rodillas del muchacho mientras le acariciaba delicadamente los pálidos hombros, inclinándose hacia su cuello para soplarle con premeditada ambigüedad. Al contacto con el cálido aliento su indefensa víctima se envaró, dejando escapar un apenas perceptible y culpable gemidito. ¡Lo había conseguido! En su primera vez ya había logrado excitar a su cliente sin ni siquiera haberse desnudado del todo, solamente utilizando su propia improvisación. Si en aquellos momentos Kakashi hubiese podido verle, seguro que habría sentido una rotunda punzadita de orgullo. El único inconveniente que veía era que, una vez que terminase el trabajo, o se la meneaba escondido en la primera esquina o aquello le explotaría sin más remedio por obligarle a acumular tantísima tensión. Inclinó la cabeza para volver a mirar al pelirrojo, que clavó en sus ojos azules una intensa mirada incierta que Naruto no supo interpretar. Sus rostros apenas estaban separados unos pocos centímetros, y gracias a esa íntima cercanía el rubio pudo darse cuenta de que el muchacho también había comenzado a sudar. Naruto sentía en sus nalgas desnudas el suave roce del minúsculo pantalón de chándal que llevaba puesto el pelirrojo, así como el chico debía de sentir, y de ver, la notable erección que se apretaba contra sus muslos mientras pedía a gritos que alguien le sofocara de una puñetera vez aquel hormonal incendio. Vale, había perdido completamente la cabeza. El alarmante ritmo de sus pulsaciones habría asustado a un médico, su respiración era un jadeo entrecortado que se atropellaba al salir de su boca y su cuerpo, sus músculos, habían comenzado a temblar levemente. ¿Sería siempre así, o es que aquel chico de rostro nacarado y mirada escalofriante le ponía tan tremendamente cachondo hasta el punto de no saber ni lo que hacía? Coño, que había ido a trabajar, no a ponerse como una moto sin tubo de escape. Atrapado en aquel influjo maldito de sus ojos verdes, Naruto alzó con timidez una mano y la acercó a la estática cara del pelirrojo, acariciándole los labios por encima de la tela negra que los cubría. Estirando un dedo, lo metió bajo el borde de la mordaza y tiró suavemente hacia abajo, quitándole al fin el pañuelo que se deslizó suavemente hasta caer en sus hombros y rodear su cuello. Y sí, allí estaban. Unos labios pequeños pero perfectos, delineados en un delicioso color rosado que contrastaba vivamente con su pálida piel. Sintió un agradable cosquilleo en la nuca, seguido por la imperiosa y acuciante necesidad de besarle hasta quedarse sin respiración. En aquellos momentos no le importaba si estaba bien o mal, y el ver que el silencioso pelirrojo tampoco hacía ademán de querer apartarse fue el último estímulo que necesitaba para hacerlo. Desde luego, aquello no terminaría con un “gracias por la visita”. Tras coger aire, Naruto cerró los ojos y se preparó para el glorioso contacto.

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—¡Joder! Esto… qué problemático. He llamado a la puerta pero como estaba abierta y se escuchaba música, creía que había una fiestecita y me he decidido a entrar. ¿Fiestecita? ¡¿Fiestecita?! ¡Claro que había una jodida fiestecita, pero en sus bajos corporales! Antes de que tuviese tiempo de reaccionar, se dio cuenta de que estaba en tanga sentado sin pudor ni vergüenza sobre un hombre maniatado y que, para más inri, había estado a punto de besarle. El recién llegado, que llevaba una ridícula gorra blanca de Tele Konoha por cuya abertura trasera salía una coleta de puntiagudos y desordenados mechones, dejó una pizza sobre la mesa y se encogió de hombros como si el encontrarse a dos tíos hechos y derechos montándoselo a lo Full Monty fuese lo más normal del mundo. —Siento el retraso pero es que, la verdad, me daba flojera venir hasta aquí. Ah, y no paréis por mi culpa, porque ponerme nervioso me cansa mucho y aún tengo que coger la moto para volver. En cuanto a la pizza… en fin, entiendo que os he cortado el rollo de mala manera, así que como no tengo ganas de esperar, hoy invita la casa… ¡Hasta luego! Sin haberse alterado lo más mínimo, el chico se dio la vuelta y levantó una mano en un vago gesto de despedida, cerrando la puerta a sus espaldas cuando salió del piso aguantándose la risa. Y de repente Naruto lo comprendió absolutamente todo. Desde el principio el pelirrojo había estado esperando una pizza, y no a él. Su cara de asombro y su enfado preliminar habían sido perfectamente normales, teniendo en cuenta que un tío se le había colado en la casa, le había esposado a una silla y se había puesto a restregarle el paquete sin venir a cuento. “Por mi madre… pero qué cagada más descomunal”. Para colmo, la música se trabó en aquel preciso momento y el Cd saltó de la pletina, rallándose y dejándolos sumidos en el más absoluto silencio. Naruto, aquella vez con la cara ardiendo de puro bochorno, ni siquiera se atrevió a mirar al pelirrojo. Por primera vez fue completamente consciente de su completa desnudez, apenas disimulada por la escasa tela del tanga que únicamente le cubría su ya no tan notable erección. Su supuesto cliente, que no se había movido ni un ápice, tampoco pareció querer decirle nada. Vale, en cuanto saliera de allí, con su decencia en coma y su autoestima por los suelos, metería la cabeza en la primera alcantarilla que encontrase. —Esto… —tras luchar consigo mismo para que de su garganta saliesen unas pocas y enronquecidas palabras, Naruto se atrevió por fin a levantar la cabeza y mirarle con un lastimoso gesto de aflicción—. Tú… ¿No me has llamado, verdad? El otro muchacho tan sólo pestañeó, convirtiendo su semblante en una inexpresiva máscara impasible. —No. ¿Qué se hacía en estos casos? ¿Chasquear los dedos y desaparecer? ¿Quitarse el tapón y desinflarse tan rápido como una muñeca hinchable? ¿Ponerse de rodillas y suplicar el perdón? Kakashi le había advertido que podrían sucederle cientos de contratiempos, pero nunca nada semejante a equivocarse de cliente. Él había nacido siendo gilipollas, y encima la clase de gilipollas condenado a sufrir la más nefasta mala suerte. —Lo… lo siento —se disculpó, aún con las mejillas furiosamente encarnadas—. Yo… me… me iré enseguida. Suele ocurrir que, cuando estamos deseando que se nos trague la tierra, nos olvidemos de todo lo demás. Eso fue precisamente lo que le sucedió a Naruto, que no se acordó de que al bajarse los pantalones, éstos se le habían quedado enredados en los tobillos. Y fue a levantarse de las rodillas del pelirrojo con tanta prisa que inevitablemente dio un traspié y fue a parar con sus morenitas posaderas desnudas incrustadas en el suelo. —¡Tsk! Joder… cómo duele… —murmuró frotándose la zona afectada mientras sentía que sus ojos se le llenaban de lágrimas. Sí, quería llorar, aunque fuese una reacción humillante y poco masculina. Había hecho el peor ridículo de su vida, todos sus planes se habían ido al traste y, definitivamente, tendría que tragarse el orgullo y volver con su abuela. A esas alturas, ya le daba lo mismo que una salvaje pandilla de violadoras octogenarias le pellizcasen el culo hasta dejárselo en carne viva. —Yo… mierda… tan sólo quiero seguir en la universidad… —farfulló a media voz, compadeciéndose de sí mismo—. Sólo… sólo necesitaba el dinero… —Oye… ¿Estás bien? —una blanca mano de dedos largos y finos apareció de pronto ante su vista, tendida hacia él en un inequívoco gesto de ayuda. No, no lo estaba. Quería morirse de la vergüenza y volver a la residencia, para intentar ahorcarse con una sábana. “Estaría mejor encerrado en la maldita jaula de un zoológico”, pensó el rubio aceptando el auxilio mientras se dejaba izar por el desconocido hasta quedarse de pie. Rápidamente, volvió a subirse los pantalones y a recoger su camiseta del suelo, murmurando de nuevo una torpe disculpa que se perdió entre sus labios. Ponerse la prenda no lo hizo sentirse

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mucho mejor, aunque sí un poco menos vulnerable. Con manos temblorosas y sin saber lo que hacía metió sus cosas en la mochila cuando, siempre en silencio, el pelirrojo se le acercó despacio para entregarle las esposas. —Ah… esto… —quizá demasiado tarde, Naruto cayó en la cuenta de que su víctima se las había ingeniado para liberarse—. ¿Has podido quitártelas tú solo? —La verdad es que no las cerraste bien desde el principio —le confesó el chico sin variar ni un ápice aquella eterna mueca de enfurruñamiento. Su cerebro, que ya normalmente funcionaba con exasperante lentitud, aún tardó unos pocos segundos en comprender el significado oculto bajo esas inocentes palabras. O sea, que el tío había podido sacárselo de encima con un par de hostias y, sin embargo, había fingido estar esposado a la silla mientras él le restregaba el culo por varias partes de su estupenda anatomía. La pregunta desde luego sobraba, pero Naruto era tan simple que no se quedaría tranquilo si no le daban una convincente respuesta. —¿Y por qué… por qué no me has parado? Al oírle, la pálida cara del pelirrojo adquirió la misma tonalidad que su llamativo cabello. Tras meditarlo un poco, se dispuso a mentir como un bellaco. —Pues… porque… porque… “Porque estabas igual de cachondo que yo, así que ahora no me vengas con aires de monja mártir”, se dijo Naruto acordándose repentinamente del misterioso bulto que había atisbado bajo esos cortitos pantalones de chándal. Fuera por lo que fuese, el muchacho no quiso seguir hablando y se dedicó a contemplarle en silencio, clavándole aquellos perturbadores ojos verdes que, sin saber exactamente el por qué, lo ponían bastante nervioso. Parecía como si tratase de decirle algo tan sólo a través de su mirada, algo que Naruto, sintiendo unas leves mariposillas en el estómago, no atinó a comprender. —Bueno pues… creo que mejor me voy —el rubio agarró su cazadora, se colocó la mochila sobre un hombro y se giró cansinamente en dirección a la puerta. Era casi medianoche y, por aquel día, era evidente que ya había hecho bastante el ridículo. — Esto… ¿Has dicho que necesitas el dinero, no? —lo detuvo repentinamente el pelirrojo. —Sí, pero… ya da igual. El chico suspiró, cerrando momentáneamente sus brillantes ojos verdes. ¿Desde cuándo se preocupaba él por la vida de otros? La verdad era que, salvo su propia persona, le importaba un bledo todo lo demás. Todo… salvo ese crío torpe de pelo desordenado que parecía a punto de echarse a llorar. Al fin y al cabo, por una maldita vez que hiciese algo altruista en su vida, no se iba a morir. —¿Cuánto cobras? —le preguntó impaciente, alcanzando su cartera de encima de la mesa que había en el salón. —Qu… ¿Qué? —balbuceó el rubio, sin comprender absolutamente nada. —Que cuanto dinero tengo que darte —le aclaró el pelirrojo sacando un más que generoso fajo de billetes. —Pero yo… —titubeó Naruto al adivinar su intención—. No puedo cobrarte nada si no he hecho mi trabajo. —Acabas de lloriquear que querías seguir estudiando, ¿no? Así que no le des más vueltas, coge el puñetero dinero y lárgate. —No —negó tercamente el rubio retrocediendo un par de pasos—. Si de verdad quieres pagarme, al menos déjame terminar. El chico dejó escapar una especie de gruñido fastidioso y se dio la vuelta, dispuesto a encararse con aquel pequeño exhibicionista aquejado de un repentino ataque de honradez. O eso, o es que era gilipollas. —Pues venga, termina con lo que estabas haciendo y vete —le indicó secamente a Naruto mientras se sentaba otra vez en la silla, con el rostro vuelto hacia un lado y un encantador sonrojo tiñéndole las pálidas mejillas. El rubio, cuando el bochorno hubo dado paso a la perplejidad, aún tardó cerca de un minuto en reaccionar. Su nuevo cliente, bien que refunfuñando y gruñendo, se lo había dejado claro. Quería que siguiese bailando como si nada. Que volviese a despelotarse con alegría. Que le menease el paquete enfundado en aquel minúsculo tanga justo delante de la cara. Pero había dicho que le pagaría.

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A ver si ahora iba a resultar tan irresistible que, incluso colándose en una casa por error, le salían clientes inesperados. “Con lo que saque esta noche, tendré para pagar la residencia una semana”, se obligó a recordar mientras dejaba otra vez la mochila sobre la mesa y se dirigía hacia el equipo de música para desatascar el Cd. Cuando las primeras notas de una erótica melodía envolvían el ambiente, transformándolo en algo íntimo y secreto, Naruto, aún de espaldas al muchacho, empezó a contonearse suavemente. Puso todo su empeño en intentar hacerlo al igual que había empezado, quitándose la camiseta casi con lenta agonía después de haber estado jugueteando provocativamente con ella. Los vaqueros, que ya tenía desabrochados, no tardaron mucho en hacerle compañía tirados en un rincón. Llevando tan sólo el escaso tanga, se situó justo enfrente del pelirrojo y se dio la vuelta, mostrándole su terso trasero tostadito y respingón del que, francamente, se sentía muy orgulloso. Y entonces ocurrió. Fue tan sólo un segundo, un leve roce, una traviesa caricia que lo sorprendió con la guardia baja y la absurda creencia de que, medio en pelotas delante de un desconocido, nadie iba a meterle mano. “Es normal”, pensó intentando poner en orden sus pensamientos. “Kakashi ya me lo advirtió”. Terminó la atrevida exhibición de su anatomía trasera y se giró, decidido a enfrentarse a la abismal profundidad de aquellos turbulentos ojos verdes. Aún sentía el débil eco del contacto hormigueándole en una de sus nalgas, como si aquellos dedos le hubiesen provocado una pequeña descarga eléctrica al rozarle la piel. Tal y como había hecho antes se le sentó encima pero, en aquella ocasión, dispuesto a probar algo nuevo. Buscó con sus propias manos las del pelirrojo, que le miraba con una indescifrable expresión sofocada, y las llevó hacia su pecho colocándolas justo encima de sus pezones. Guiadas por sus propias sensaciones, acariciando lascivamente su torso como si ya lo conocieran de toda la vida, Naruto tuvo que apretar fuertemente los dientes en un desastroso intento por contener un débil gemido. “Coño, fijo que está pensando que soy alguna especie de perturbado sexual”, se regañó el rubio nada más dejar salir aquel sonidito tan sugerente. El ambiente se había caldeado tanto que incluso le costaba respirar, y entre aquellas caricias prohibidas y los provocativos contoneos de su baile muy pronto empezó a jadear. Pero él no era el único que se estaba excitando ya que, entre las piernas del otro, rozándose intencionadamente contra la suya, descubrió de nuevo una culpable erección que le confirmó definitivamente todas sus sospechas. Estaba claro que a aquel tímido muchachito, aún con su apetecible carita de mala leche y su carácter tan brusco, le gustaban los címbreles matutinos tanto como a él. Bajando la vista hacia abajo vio claramente el notable bulto en los pantalones y, además, el suyo propio, que amenazaba con reventar de un momento a otro la tela del tanga y salir disparado. Olvidando cualquier precaución al respecto, se inclinó hacia delante y acercó su cara a la del sufrido pelirrojo, rozándole el lóbulo de la oreja con sus rosados labios. —¿Cómo te llamas? —le susurró curioso, mientras sentía las cautas manos del chico bajando lentamente por su espalda. —Ga… Gaara —le contestó el susodicho, con un ronco suspiro de voz. —Gaara… —repitió Naruto en su oído, provocándole un repentino estremecimiento de placer. Era un nombre hermoso, extraño y atemorizante, muy apropiado para alguien como él. —Yo… —comenzó a decirle el rubio mientras el otro giraba la cara y se lo quedaba mirando de frente, aprisionándolo en su dominante mirada—. Yo me llamo Naruto... Tuvo que interrumpirse en seco, cuando advirtió que los labios del chico apenas se separaban unos pocos centímetros de los suyos. Se quedó hipnotizado por ellos, por ese pedacito de carne suave y rosada que se entreabría insinuante. Y entonces, sin pararse a pensar en lo que hacía, le besó. El pelirrojo abrió los ojos con sorpresa y ahogó un repentino gruñido, mezcla imprecisa entre el rechazo y el placer. Los voraces labios de Naruto, que sabían ligeramente a ramen y chicle de menta se impusieron a los suyos con una sorprendente avidez. Para el rubio, aquel hambriento beso, voraz, traicionero y atrevido, pero al mismo tiempo tan deseado, le puso el mundo patas arriba y tuvo que aferrarse con todas sus fuerzas a Gaara para no caerse de sus rodillas. No hubo necesidad de palabras, porque sus cuerpos sudorosos y sus miradas de puro vicio ya hablaban por sí solos, convirtiéndose en el detonante para que aquella situación tan delicada se les escapase de las manos y de cualquier estúpido intento de autocontrol. Pasándole los brazos bajo los muslos, Gaara agarró a Naruto y cargó con él mientras abandonaba la silla, dirigiéndose presuroso hacia su propia habitación. Haciendo gala de una increíble ferocidad lujuriosa, tiró a Naruto sobre la cama y se quitó la ropa como si ésta le quemara, revelando un ajustado bóxer negro que dejaba entrever por la parte de arriba el rojizo y áspero vello de su pubis y, algo más abajo, aquella palpitante tentación. —Lo… lo estabas buscando desde el principio… —se excusó, como si esa pobre explicación bastase para contentar al rubio —. Y yo ya he llegado al límite…

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—Asumo toda la culpa —declaró un revoltoso Naruto, indicándole por señas que se tumbase presuroso encima del colchón. Y gimió, arrebatado por sentir otra vez esos labios presionando violentos contra los suyos, la húmeda lengua devorando hasta el último rincón de su boca mientras bebía y se saciaba de su propia saliva como si no tuviese otra salvación. Sus manos, enloquecidas, se colaron bajo el bóxer de Gaara y rodearon su dolorosa erección, acariciándola mientras el pelirrojo hacía lo propio apartando el minúsculo tanga y provocándole un sonoro jadeo extasiado que resonó en la habitación. Aquello era ir directos al grano, sexo puro y duro sin ningún tipo de afecto ni amor. Y, aunque fuese su primera vez, Naruto no necesitaba ninguna de esas dos cosas para hacer lo que estaba haciendo. Lo suyo, y seguramente lo de su compañero pelirrojo, solamente sería desfogarse con un buen polvo y decirse adiós. Eran dos extraños que acababan de conocerse, a los que el destino había cruzado y la libido, mucho más maliciosa, enredado en una cama sin ningún tipo de consideración. —Mmm… —gimió quedamente Gaara mientras sus dedos se ensortijaban en el rizoso vello de su entrepierna y le hacían suspirar. Con la otra mano, el pelirrojo buscó su cabeza y la guió directa hacia su entrepierna, presionando suavemente en un inequívoco gesto de lo que quería que le hiciera. ¡¿Qué?! ¿Chupársela? ¿Él? ¿Allí? ¿Ahora? Hasta entonces Naruto había sabido disimular bastante bien su evidente falta de experiencia, al igual que intuía que el pelirrojo sí que sabía lo que estaba haciendo y que, en caso de averiguar que él aún era tan puro y casto como una princesita de cuento, sin duda alguna se mofaría de él. Sólo de pensarlo, y teniendo en cuenta que ya había hecho un ridículo mortal con lo del striptease, se moría de la vergüenza. Pero bueno… aquello era lo normal, ¿no? De hecho, lo había visto miles de veces en las películas. A lo mejor, el sexo oral daba un poco de reparo al principio, pero entonces recordó que Kiba le había dicho en una ocasión que, bien hecho, era lo más parecido a la gloria. Con las ideas claras y un gracioso gesto decidido, Naruto comenzó a besarle las caderas, dibujándole a su paso un brillante sendero de saliva que iba desde su vientre hasta rodear su ombligo, descendiendo después a los abismos hasta aprisionar en su boca el cálido glande y succionar sin pudor. —Ah… ¡Joder! Desbordado, Gaara cerró los ojos, se aferró a las sábanas y arqueó su pálido cuerpo al sentir el atrevido contacto, sacudido por una intensa conmoción. Sus respectivos calzoncillos hacía ya rato que se encontraban en paradero desconocido, pues ambos chicos habían comprendido que sobraban cuando sus manos no fueron suficientes ni el masturbarse mutuamente, la única opción. —Más… más rápido… —le pidió el pelirrojo enredando una mano en los suaves cabellos dorados, por si él mismo tenía que atender a su lujuriosa demanda. Pero Naruto, que aunque torpe aprendía bastante rápido, no necesitaba que le dijeran las cosas dos veces y menos cuando le estaba practicando sexo oral a un tío bueno que, muy probablemente, acabaría a cuatro patas mientras él le daba lo suyo, lo de agradecimiento y lo del resto de su vida. Porque si algo tenía claro, era que él había nacido activo y había venido a este mundo a demostrarlo. Después de su triunfal estreno, ya podían echarse a temblar todos los culitos prietos de Konoha y alrededores. —Joder, hazlo hasta el fondo —gruñó inesperadamente el chico, haciéndole un poco de presión con la mano que tenía puesta en su cabeza. En su ignorancia, Naruto no se había percatado de que únicamente se había limitado a lamer aquello como si fuese un cándido chupa-chups, a base de tímidos roces de lengua y leves caricias de sus labios. Aunque por lo visto, tenía que tragárselo entero para terminar de hacerlo perfectamente bien. Un tanto sorprendido por aquel inesperado acontecimiento, abrió la boca para coger aire justo antes de engullir su miembro mientras cerraba los ojos con fuerza y respiraba con visible agitación. Fue una sensación un tanto extraña, sentir aquel miembro caliente y duro colmando su boca mientras el pelirrojo gemía entrecortadamente de placer. No es que le gustase especialmente, pero tenía que reconocer que sí era algo oscuramente morboso. Cuando pasaron algunos segundos y se hubo acostumbrado al nuevo inquilino, apretó los labios en torno al tronco y se retiró despacio, con mucho cuidado de no rozarle aquella sensible parte con los dientes. —Tú no has probado muchas de éstas, ¿verdad? —le preguntó inesperadamente Gaara cuando, tras varios minutos de entrenamiento, Naruto ya comenzaba a mejorar un poco su habilidad. —Eh… yo… —el rubio se sonrojó violentamente, tratando de inventar una buena excusa que le librase de tener que admitir la verdad—. Bueno, es que casi siempre me lo hacen a mí. Por fortuna, la sugerente visión del chico inclinado mansamente entre sus piernas, con las mejillas ruborizadas y los labios brillantes de húmeda saliva, era algo que no se podía desperdiciar.

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—En el cajón de la mesilla tengo preservativos —le indicó simplemente Gaara señalándole con un pálido dedo el pequeño mueble que había a su lado. Naruto, imaginando que había llegado el momento definitivo, buscó los condones a tientas y empezó a colocarse uno, agradeciendo mentalmente todas las veces que había tenido que hacerle lo mismo a un plátano en las clases de educación sexual que les daban en el instituto. Su amante enarcó una rojiza y casi inexistente ceja al ver que Naruto había asumido resueltamente el codiciado papel dominante de aquel esporádico revolcón. —¿Eres activo? —preguntó inseguro, como si necesitase que el mismo Naruto se lo confirmara. —Sí —se apresuró a responder el rubio, asintiendo con fervor. Luego precisó, por si a su compañero aún le quedaban algunas dudas—. Salvajemente activo. Por toda respuesta, Gaara se encogió de hombros y se dio la vuelta, apoyándose sobre los codos mientras abría ligeramente las piernas. Si tenía que ser sincero consigo mismo, lo cierto era que, desde el primer momento, había querido y deseado que aquel jovencito despistado le sacudiese el polvo acumulado desde su última y desastrosa relación. Aquello no tenía nada que ver con su orgullo, ni cuestionaba su masculinidad ni ninguna otra de aquellas cosas propias de machos por las que los hombres solían preocuparse tanto. Él tan sólo pretendía pasar una aburrida noche de sábado viendo una película mediocre, atiborrándose a pizza y helado y fingiendo que le daban igual las miles de personas que saldrían a divertirse. Desde que había descubierto que el sinvergüenza de su ex-novio le engañaba hasta con las piedras, no había hecho otra cosa que desarrollar el síndrome de la “maruja despechada” y encerrarse en casa negándose a mantener un mínimo contacto con el resto de la humanidad. Por eso, cuando aquel chico tan majete se le había colado en el piso y empezado a despelotarse con poca práctica pero con muchas ganas, había recordado que era humano y que, desgraciadamente, sus necesidades también. Vamos, que de no disfrutar un fogoso encuentro como dios manda, estaba que se subía por las paredes. Por su parte Naruto dirigía la vista hacia su preciado objetivo, para después fijarla en su miembro erecto enfundado en el preservativo. En el fondo, parecía sencillo. Tenía el agujero, tenía el palitroque y solamente debía ensartarlo como a una brocheta. Casi lo mismo que jugar a los dardos y acertar a la diana en la primera oportunidad. —Relájate —escuchó que le anunciaba el rubio como si, en lugar de estar a punto de follárselo, fuese a darle un masaje. Pese a todo, mientras le decía aquello sus manos le habían acariciado los muslos en un cariñoso gesto que no le pasó desapercibido —Agh… —gimió de pronto Gaara apretando los dientes cuando sintió una incómoda sensación punzante que pugnaba por abrirse paso en su trasero. —¿Te duele? —se alarmó inmediatamente Naruto, deteniendo su avance para observar al pelirrojo y cómo éste giraba la cabeza para mirar hacia atrás. —¡Hostias, cómo no me va a doler, si me la estás metiendo a palo seco! Naruto observó confundido su rostro enfadado, preguntándose que qué era lo que estaba haciendo mal. ¿A palo seco? ¿Pero qué quería? ¿Qué le cantase al mismo tiempo unas sevillanas? —Sé que tienes unas increíbles ganas de follar, pero al menos prepárame un poco primero —le espetó Gaara con reproche. “Coño, si será verdad que me gusta lo del sexo salvaje. Menos mal que no he seguido con lo mío, si no seguro que le hago un taladro mejor que el de Bricomanía”. ¿Cómo había podido olvidarlo? Todo era culpa de los malditos nervios, que le habían jugado una mala pasada. Se esforzó en recordar el contenido de las películas eróticas que habitualmente veía, cayendo en la cuenta de que, antes de la penetración, los chicos siempre solían jugar un poco. —Jeje, perdona… —masculló de nuevo un tanto azorado, rascándose nerviosamente la nuca—. Las prisas… —Hazlo con los dedos, porque no tengo lubricante. Naruto asintió de forma inconsciente y observó cómo el pelirrojo volvía a apoyar la barbilla entre sus brazos cruzados, dispuesto a dejarse manosear. Algo inseguro, estiró el dedo índice y se lo quedó mirando, como si aquella fuese la primera vez que lo veía. “Sólo tengo que metérselo en el culo”, se instruyó mentalmente mientras tomaba nota de lo que hacían los chicos de las pelis porno y se chupaba un poco el dedo. Como preámbulo, acarició levemente su entrada y Gaara no pudo evitar estremecerse al sentir el contacto. Lo introdujo ligeramente, casi con miedo, obteniendo un ronco suspiro de parte del pelirrojo. Al instante, sintió que las tibias paredes de aquel pequeño agujerito comprimían su dígito envolviéndolo en una nueva y estimulante sensación. Algo confuso, bajó la vista para fijarla en su propio miembro y calculó enseguida las dimensiones. Eso no cabía ahí ni de coña.

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“Por Kami-sama, si lo voy a destrozar”, pensó preocupado al tiempo que exploraba tímidamente con su dedo. “¿Acaso este tío es masoca o qué?” Sólo por intuición, probó a meter un segundo dedo y sintió que todos los músculos de su compañero se tensaban de golpe, acompañados de un súbito gemidito que Naruto no tuvo ninguna duda de que había sido de satisfacción. Acumulando confianza, empezó a profundizar en su cuerpo hasta que aquello cedió, abriéndose lo suficiente como para que Gaara le dijese que ya estaba listo para entrar en acción. Cogiendo aire, Naruto se situó a sus espaldas y comenzó a penetrarlo despacio, notando que, aquella vez, el pelirrojo estaba mucho más preparado para recibirle. Aún así, Gaara se aferró a las sábanas con fuerza y dejó escapar un pequeño quejido, que más que refrenarle lo que hizo fue aumentar su tremenda excitación. Él también jadeó entrecortadamente, sintiéndose asfixiado por el cálido interior del pelirrojo y la sola idea de que, al fin, se había estrenado con un precioso culo que de seguro hubiese sido la envidia de muchos. Probó a moverse un poco, saliendo despacio y volviendo a entrar, mientras todo su cuerpo temblaba violentamente con cada roce. No se atrevió a hacerlo más fuerte ni más rápido, porque vio que Gaara estaba sudando y tuvo miedo de hacerle daño. Y fue, precisamente, esa notoria falta de confianza lo que acabó por delatar su pequeño secreto. —Oye, tú… —escuchó que lo llamaba el pelirrojo, en tono serio e impaciente. —Naruto… me llamo Naruto —le recordó el rubio, un tanto nervioso. Gaara no se anduvo con rodeos. —¿Eres virgen, verdad Naruto? Vale, lo habían pillado, y estaba seguro de que ahora tendría que pagar las terribles consecuencias de su error. Con la cara más roja que una amapola y el corazón latiéndole a mil por hora, se retiró del cuerpo del muchacho para sentarse en la cama, mirarlo azorado y juguetear nerviosamente retorciendo las sábanas. —Sí, lo era… —le confesó aturullado—. Al menos hasta que te la he metido hace un momento. Gaara tan sólo dejó escapar un impreciso suspiro, y se rascó pensativamente la nuca mientras se daba la vuelta para poder mirarlo. —¿Por qué no me lo dijiste desde el principio? —le preguntó, aunque sin emplear ningún tipo de tono recriminatorio. —Es que me… —Naruto tragó saliva con visible esfuerzo, porque de pronto sintió que se le había secado la boca—. Me daba vergüenza. —¿Pero cuántos años tienes? —¿Yo? Eh, pues… veintiuno. —¿Y todavía no lo habías hecho con nadie? —le soltó inesperadamente el pelirrojo aguantándose la risa. Naruto frunció las cejas y se enfurruñó, inflando de forma infantil sus sonrojados mofletes. —Pues no, ¿qué pasa? ¡¿Que tendría que haberme tirado ya a la mitad de Konoha?! —se paró de golpe para aspirar una densa bocanada de aire, porque un bochorno asesino se había apoderado de todo su ser—. ¡¿Es que acaso no puede uno ser un chico sensible, que tengo que ir por ahí refregándome hasta con los postes de teléfono?! ¡Y si he sido virgen hasta ahora era porque… porque…! “Porque quería encontrar al chico adecuado”. Mentira cochina. Era porque su innata torpeza muy a menudo rebasaba los límites de lo humano, justo como le estaba ocurriendo en aquellos momentos. Por lo menos, y eso ya era un consuelo, había conseguido ponerse un maldito condón sin saltarle un ojo a alguien. Se quedó callado y encogió sus rodillas, abrazándoselas mientras desviaba la vista hacia las sábanas revueltas y se miraba los pies. Se sorprendió cuando, tras unos pocos segundos, sintió una presencia tras su espalda y alguien le rodeó por detrás, apretándolo contra otro cuerpo igual de sudoroso. —La primera vez siempre suele ser un desastre —le murmuró Gaara al oído, de una forma que casi hubiese podido catalogarse como “tierna”—. Pero aún así, tienes la enorme suerte de que yo estoy aquí para enseñarte lo contrario. Antes de que tuviese tiempo de hacer algo, de reaccionar, el pelirrojo ya se las había apañado para intercambiar posiciones y tumbarlo sobre la cama, sentándose a horcajadas sobre su bajo vientre mientras le inmovilizaba los brazos a ambos lados de la cabeza. Y todas las alarmas de Naruto se dispararon en aquel preciso momento. “Ah, joder… no irá a… a… ¡¿a metérmela él a mí?!”

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Pero el chico lo único que hizo fue comenzar a frotar sus caderas contra las del rubio, de forma que el erecto miembro de Naruto se veía comprimido una y otra vez entre sus nalgas, proporcionándole una serie de nuevas caricias que poco a poco lo estaban poniendo cardiaco. Justo cuando ronroneó de placer, Gaara se inclinó sobre su cuerpo para besarle en la boca, haciéndole cosquillas en la lengua mientras resbalaban el uno sobre el otro en aquel sugerente vaivén. Una de las veces vio que Gaara volvía a erguirse hasta quedarse arrodillado aprisionando sus piernas, como si estuviese buscando una posición en concreto y le costara encontrarla. Abrió la boca para decirle algo pero, de pronto, el pelirrojo se dejó caer de golpe sobre su miembro cortándole la respiración. —Jo… joder… —masculló entre jadeos, con todos los sentidos ebrios de placer. Era tan caliente, tan estrecho… una sensación nueva y completamente desconocida, que lo sacudió de arriba abajo y hasta le hizo sentirse un poco mareado. Volvió a gemir sin control alguno cuando Gaara comenzó a moverse, deslizándose de arriba abajo mientras al mismo tiempo describía pequeños círculos con sus caderas. Al principio todo fue sentir, experimentar, acariciar su interior de todas las maneras posibles. Poco a poco, Gaara comenzó a aumentar el ritmo mientras, debajo de él, Naruto se tensaba debido a la obscena y repetitiva fricción. El ruido que hacía el trasero del muchacho al chocar contra su pelvis lo excitaba sobremanera, y ni él mismo sabía el porqué. En ningún momento quiso cerrar sus brillantes ojos azules, perdidos en la hipnótica contemplación del pálido y fuerte pecho de su amante y de su rostro de nácar, tan hermoso y encendido como lo estaba el suyo propio. —Ven… —le susurró el pelirrojo mirándolo con inconfundible lascivia. Naruto no entendió muy bien lo que debía hacer, pero Gaara tiró de sus manos hacia arriba indicándole que se sentara. Con el cálido miembro de Naruto aún en su interior, Gaara abrió un poco más las piernas y se acomodó en la nueva postura, quedando sentado sobre los muslos del rubio mientras le rodeaba el cuello con sus brazos. —Vaya… —Naruto sonrió con timidez, sintiendo el sudoroso torso del chico junto al suyo en aquella íntima cercanía—. Así… puedo sentirte aún más... Gaara volvió a besarle con premeditación, primero acariciando sus labios con la punta de la lengua, haciéndole cosquillas en la parte de dentro y, tras unos deliciosos segundos, colándose al fin en su boca sin necesidad de pedir permiso. En mitad de aquel apetecible beso, Naruto se sorprendió alzando una mano para enredarla juguetona entre sus llameantes cabellos rojizos. “Me gusta este chico”, pensó mientras le acariciaba la nuca y bajaba lentamente por su espalda, sintiendo bajo los dedos las pequeñas vértebras que conformaban su columna vertebral. Al llegar a su trasero, el rubio lo agarró con ambas manos para acompañarlo y ayudarlo en su acompasado vaivén, impulsándolo hacia arriba sólo para volver a estrellarlo con fuerza contra su cuerpo. Junto a su oído, los febriles jadeos de Gaara se sumaban a los suyos propios, entrecortándoles la respiración y, por lo menos a él, excitándolo de tal manera que creyó que acabaría volviéndose loco. Una repentina punzada en su ingle le avisó de que estaba llegando a su límite, y tensó involuntariamente las piernas cuando aquella increíble sensación amenazó con desbordarle hasta minar completamente sus fuerzas, abrazándose fuertemente al pelirrojo con las pocas que le quedaban. Experimentando aún los últimos resquicios de aquel increíble orgasmo, sin duda alguna el mejor de su vida, vio cómo Gaara botaba un par de veces más sobre su miembro y apretaba los dientes, eyaculando entre ambos mientras le salpicaba el abdomen con su tibio semen. Jadeando con violencia, Naruto entrecerró los ojos y sostuvo el agotado cuerpo de Gaara contra el suyo, que dejó caer la cabeza hacia delante apoyándose tranquilamente sobre su hombro. Pasados unos minutos, cuando fueron capaces de hablar sin que les faltase el aliento, Gaara le dio un leve beso en la base del cuello justo antes de moverse para salir de él. —Toma, límpiate —le ofreció a Naruto tendiéndole un paquete de kleenex. Luego, viendo que el rubio se quedaba mirando el condón usado que tenía en la mano como si fuese una reliquia, se permitió sonreír brevemente mientras le tendía otro pañuelo de papel—. Hazle un nudo y ponlo aquí dentro, anda. El rubio le agradeció el consejo, asintiendo con las mejillas ligeramente sonrojadas mientras seguía sus instrucciones para tirar el preservativo. Al fin y al cabo, para masturbarse uno mismo no se necesitaba ningún tipo de protección, y eso era precisamente lo único que había hecho Naruto desde que había entrado en la adolescencia. Cuando Gaara lo hubo dejado todo en la papelera, volvió para tumbarse en la cama y echarse el famoso “cigarrito de después”, pasándole el paquete de tabaco a un silencioso Naruto. —No, gracias —rechazó el rubio encogiéndose de hombros—. No fumo. —En fin, no podías ser tan perfecto —comentó en broma Gaara tras soltar la primera bocanada de humo—. ¿Qué tal la experiencia? —Ha sido… —una enorme sonrisa irrumpió en su boca, iluminando su rostro moreno de azules ojos brillantes—. Ha sido increíble.

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El otro asintió, cerrando los ojos mientras se relajaba tumbado a su lado. Normalmente, aquel era el momento de los abrazos, los susurros y los “te quiero”, pero no cuando eran dos extraños que se habían desfogado aquella noche por un imprevisible capricho del destino. Aún así, aquel chico rubio y exageradamente torpe tenía un cierto punto de insólito encanto que le llevó a alzar una mano para acariciarle suavemente la cara, como, si no recordaba mal, ni siquiera había hecho nunca con su ex pareja. —¿Por qué lo haces? —le preguntó, rompiendo el silencio. —¿Eh? —Naruto le miró alarmado, completamente confuso. —Que por qué te desnudas o haces lo que quiera que hagas con desconocidos. Eres demasiado joven para meterte en esto, y la verdad es que no tienes pinta de ser un gigoló. —Ah, bueno, eso… —Naruto volvió a sonrojarse, y a Gaara le hizo gracia la tremenda facilidad que tenía el rubio para ponerse como un tomate—. Es que… me hace mucha falta el dinero. —Hum. Ya veo. —Pero no es para nada malo —se apresuró a aclarar cuando vio que el pelirrojo le observaba con cierta suspicacia—. Estoy estudiando en la universidad, pero me han quitado la beca por imbécil y mi abuela se niega a pagarme los estudios, así que si no consigo dinero suficiente para renovar la matrícula, me echarán de la residencia y tendré que volver a casa, a hacer de porno-chacha para las amigas de la vieja. —¿Y hoy… era tu primer día como stripper? —Gaara le dio otra calada al cigarro, conteniendo una molesta risita sardónica. —¿Tanto se me notaba? —repuso Naruto, compungido. —Si quieres un consejo, mejor que sigas estudiando. —Bah, si es que estas cosas me pasan por ser gilipollas —suspiró el rubio, abrazándose al desánimo—. Me cuelgo de un chulo insoportable al que le gusta presumir de novia y que ni siquiera me mira cuando me tropiezo intencionadamente con él por los pasillos… bueno, sí, me presta un valioso segundo de su tiempo pero para dejarme bien claro que sólo soy un capullo, un inútil y que mire por dónde voy. Así que de tanto hacer el idiota he acabado suspendiéndolo todo y me han quitado la beca. Gaara se quedó mirando su semblante abatido, recordando al mismo tiempo las ridículas estupideces que él mismo había cometido por su ex novio cuando, sin ningún tipo de remordimiento, Sai le había engañado con muchos otros. La última vez, con un tal Kakashi que había contratado una noche pensando que Gaara volvería bastante tarde del trabajo. Por eso, al ver a aquel chico en el mismo plan y darse la casualidad de que se había equivocado de casa, vio la pequeña oportunidad de vengarse de Sai aún cuando ya hacía un par de meses que habían dejado de ser novios. Pero los planes no siempre salen como uno quiere, así que lo que en un principio había sido un salvaje revolcón para desquitarse estúpidamente de su orgullo herido, había terminado siendo la excitante iniciación en el sexo de un completo desconocido. Y lo mejor, o lo peor de todo, es que le había gustado. —Es bastante tarde —escuchó que comentaba Naruto cuando el despertador digital de su mesilla hubo marcado las tres—. Tengo que volver. Gaara asintió, aplastando la colilla del cigarro en el cenicero que había justo al lado del reloj. Las despedidas tras un polvete rutinario siempre eran inevitables. —Cuando salgas, coge todo el dinero que hay en mi cartera y llévatelo —le dijo al rubio mientras lo observaba salir de nuevo al salón para ir recogiendo su ropa desperdigada—. No sé si será lo que pretendías ganar, pero es mejor que nada. Al cabo de cinco minutos, cuando ya había cerrado los ojos y se había acomodado sobre la almohada, Naruto se asomó a la puerta del dormitorio con la cazadora puesta y la mochila colgando de un solo hombro. —Oye… bueno, que gracias —le murmuró con una pequeña y traviesilla sonrisa tímida. —Suerte con lo tuyo —le contestó el somnoliento pelirrojo a modo de despedida, alzando débilmente una mano. Dándose media vuelta, Naruto se aproximó a la mesa del salón para ir a buscar su recompensa, celosamente guardada en una billetera negra de cuero que tenía grabado un bonito reloj de arena. Al primer vistazo contó un generoso fajo de billetes que, como poco, le permitirían sobrevivir lo que quedaba de mes con absoluta tranquilidad. De forma inconsciente alzó la cabeza para volver a mirar a Gaara, acostado de lado en la cama con la sábana verde cubriéndole hasta la cintura y sus rojos cabellos esparcidos por la almohada. Y entonces, esbozando una estoica sonrisa mientras sacudía la cabeza, volvió a dejar el dinero sobre la mesa y salió del piso con mucho sigilo para no molestarle.

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—¿Eres Naruto Uzumaki? Al escuchar su nombre, el aludido levantó la cabeza de un enorme libro repleto de fórmulas de cálculo y problemas de álgebra avanzada con el que había estado peleándose la última media hora. Total, ni él mismo sabía por qué aún se empeñaba en seguir esforzándose, si aquella misma semana iba a tener que dejar definitivamente la universidad. Después de meditarlo mucho y de su particular primera experiencia como stripper había decidido que, como resultaba bastante jodido luchar contra el destino, había veces en las que no quedaba otro remedio que rendirse ante él. Y ésa era una de aquellas veces. La joven que le había preguntado aquello era rubia y vestía con un estilo un tanto alternativo, destacando su extravagante peinado de cuatro pequeñas coletas disparadas en cualquier dirección. Naruto la reconoció enseguida como la chica que trabajaba en la recepción de la universidad, informando a los estudiantes y llevando un poco el tedioso papeleo. Cuando Naruto asintió, confirmando que aquel era su nombre, ella le tendió un pequeño sobre blanco mientras sonreía levemente guiñándole un ojo. —Nos veremos por aquí —se despidió diciéndole adiós con la mano. Naruto, totalmente descolocado por su extraña reacción, cerró el libro con un suspiro y lo depositó sobre la mesa de la biblioteca. La carta procedía del rectorado, y seguramente era un aviso de que estaban a punto de cancelar su matrícula por impago y ponerlo de patitas en la calle. Sintiendo un incómodo nudo en la garganta, rasgó el sobre y comenzó a leer.

“Estimado señor Uzumaki: Tenemos el placer de comunicarle que su beca de estudios le ha sido nuevamente restituida, rogándole disculpe el pequeño error que cometimos al cancelarla. Así mismo, le recordamos que dicha beca cubre el importe total de la matrícula y su estancia en la residencia de estudiantes. Sin más, un cordial saludo. Sabaku no Kankurô Asistente administrativo del rectorado de la Universidad de Konoha”.

Abriendo los ojos, y la boca, con enorme incredulidad, Naruto dejó escapar de golpe todo el aire contenido en sus pulmones. ¡¿Le habían devuelto la beca?! ¡Pero si ese trimestre lo había suspendido absolutamente todo! “¿Acaso la vieja ha…?” Pero no. Naruto no se imaginaba a su abuela Tsunade yendo a ver al rector para tratar de seducirle con sus muchos, y alcohólicos, encantos de mujer madura. Apretó la carta entre sus manos, eufórico, con el corazón martilleándole dentro del pecho y los ojos llenos de lágrimas. ¡Después de todo, iba a poder seguir estudiando! Tenía que llamar inmediatamente a Kiba y darle la buena noticia porque, desde que el chico se enteró de que Naruto próximamente lo abandonaría, estaba sumido en una depresión tan lúgubre que ni las fiestas universitarias de todos los viernes conseguían animarle. Al levantarse con prisas para ir a devolver el libro a su correspondiente estante, el sobre se le resbaló del regazo y fue a parar al suelo, justo debajo de la mesa. Cuando Naruto se agachó para recogerlo, vio asomar en su interior un pequeño papelito amarillo que no había visto antes. Era una especie de post-it de los que solían usarse en las oficinas, en el que alguien había escrito unas cuantas frases con caligrafía pequeña y desigualada.

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Notas: ¡Hola a tod@s! La verdad es que es la primera vez que escribo algo sobre esta pareja, y para variar me salió una ida de olla muy grande. Yo me divertí bastante escribiéndola y espero que vosotros hayáis pasado un buen rato leyendo. Y ya sabéis, ahora que por desgracia hay tanto paro, habrá que pensarse el imitar a Naruto… Ah, y premio para quien adivine quién llamó a Naruto en realidad, y se quedó esperando, jeje. ¡Gracias por leer! Haku

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“Nunca se sabe cuándo la suerte puede llamar a tu puerta. La mía era rubia con ojos azules y un desagradable mal gusto para el baile. La tuya, que mi hermano Kankurô fuese el asistente administrativo del rector de la universidad. Si te parece bien, podrías agradecérmelo haciéndome otra visita inesperada, pero no como Kyuubi Boy o como sea ese estúpido nombre que te inventaste, sino como Naruto Uzumaki. Y ya puedes dejar de ir babeando tras heterosexuales estreñidos y matarte a estudiar, porque la próxima vez no seré yo quien te salve tu apretadito culo”. Una cálida sonrisa entreabrió sus labios y arañó levemente su pecho, haciéndole cosquillas en el estómago y un creciente atisbo de tímida ilusión. Guardándose la carta en el bolsillo, sacó su teléfono móvil convenciéndose de que, como seguramente Kiba se empeñaría en celebrarlo con unas cuantas cervezas aquella misma tarde, no pasaría nada si esperaba para decírselo a su amigo al día siguiente. Buscó en su agenda el número, que había guardado como recuerdo bajo el ocurrente nombre de “pelirrojo gruñón”. Cuando al fin lo encontró, sin dejar de sonreír, pulsó la tecla de llamada y esperó impaciente.


Lazos Autora: RukiaU

Desde que sus miradas se cruzaron supo que se trataba de la batalla final, esa que sólo terminaría con él muerto o llorando por el dueño de la sangre que mancharía sus manos, y que por el bien de Konoha y su propia cordura el único resultado que podía aceptar su corazón era que Sasuke y él abandonaran este mundo juntos. Su percepción de la situación comenzó a cambiar cuando, en medio del frenesí de la pelea y a punto de liberar la tercera cola del Kyuubi, una maniobra distractora ejecutada con ayuda de varios clones le dio la oportunidad de saltar sobre la espalda de Sasuke y derribarlo. Sin embargo, dominado por los instintos del zorro demoníaco, en lugar de inmovilizarlo o aprovechar la distracción para asestarle un golpe mortal, uñas convertidas en garras desgarraron la parte superior de la vestimenta de su enemigo, y dientes cada vez más afilados mordieron posesivamente un hombro desnudo, arrancando a Sasuke un gemido grave y profundo y tan sexy que casi hizo gemir a Naruto en respuesta. Entonces Sasuke volvió la cabeza para mirarlo como retándolo a hacerlo otra vez, y Naruto se sobresaltó al darse cuenta por primera vez de que toda su relación de amistad-odio, el estilismo de Sasuke y su deseo de morir el uno junto al otro eran, en realidad, muy gays. Si se paraba a pensarlo, lo cual podía hacer perfectamente en ese momento porque Sasuke estaba demasiado quieto y respirando demasiado rápido para alguien a quien no le gustara la manera en que Naruto estaba usando su propio cuerpo para obligarlo a permanecer contra el suelo, los tres últimos años habían resultado bastante gays en general, con todo eso de salvar a Sasuke de Orochimaru, salvar a Sasuke de Itachi, salvar a Sasuke de Sasuke, soñar con Sasuke desnudo por las noches, y Sai. —¿Por qué no podemos ver ningún pene? La mera existencia de Sai tendría que haber bastado para alertado mucho antes. En retrospectiva, sin embargo, él mismo había sido la pista más clara; había un número limitado de estupideces que se pueden hacer en nombre de la amistad antes de que la excusa deje de parecer creíble. Hasta empezaba a preguntarse si algún ente todopoderoso no habría decidido colocar a Sakura-chan en el Equipo Siete sólo para que el subtexto homosexual no resultara tan obvio. ¿Y este momento? El peor de todos, a juzgar por el camino que había decidido trazar su lengua a lo largo de la columna de Sasuke, que estaba haciendo sonidos otra vez, pidiendo sutilmente a la boca de Naruto que continuara bajando. Se dio cuenta de que el chakra del Kyuubi no había desaparecido cuando clavó las uñas sobre la nalga izquierda de Sasuke y su mano se deslizó como sobre mantequilla hasta la mitad del muslo, dejando a su paso ropas rasgadas y un arañazo demasiado profundo. Sasuke gritó, pero arqueó la espalda cuando Naruto empezó a lamer las heridas, haciéndole pensar hasta dónde querría Sasuke que llegara, cómo sería meter su lengua dentro de él, si estaría mal follárselo, si accedería a volver a Konoha a su lado. Estaba a punto de preguntar lo último en voz alta, pero Kakashi lo distrajo momentáneamente cuando cerró enérgicamente el libro que acababa de terminar de leer y lo cambió por otro que guardaba en el bolsillo. Antes de darse cuenta Naruto estaba obligando a Sasuke a separar las piernas y arrodillándose entre ellas, y bajando la cabeza y preguntándose si se sentiría igual de estrecho y caliente alrededor de otras partes de su cuerpo. Alguien temblaba, y tardó en comprender que era él mismo; Sasuke estaba jadeando pero inmóvil, como si su orgullo dependiera enteramente de no reaccionar, aunque su cuerpo lo traicionó cuando Naruto acompañó de repente la lengua con un dedo. Naruto se detuvo entonces, ignorando un quejido, y esperó a que Sasuke diera el siguiente paso. —¿Así que éste es tu magnífico plan para salvar Konoha de mí? Estaba mirándolo por encima del hombro, ojos carmesí, mejillas del mismo color y esa sonrisa de suficiencia que le enfurecía y excitaba al mismo tiempo, más insegura que de costumbre pero burlona, como si aún tuvieran doce años y una simple provocación sirviera para hacer olvidar a Naruto lo que acababa de hacer. —Puede que sí —contestó incorporándose para que Sasuke pudiera verle bien la cara, y tomándose su tiempo para recorrer ostensiblemente su cuerpo desnudo con los ojos, deteniéndose en las zonas aún humedecidas de saliva—. Y mírate, parece que está funcionando. Sasuke apartó la mirada bruscamente e hizo ademán de darse la vuelta, pero Naruto estaba preparado y le sujetó con fuerza las muñecas contra el suelo antes de que lograra moverse. —Ahora dime tú, Sasuke —susurró, apretando su entrepierna contra él, dejándole claro a qué se estaba refiriendo—, ¿así que éste es tu plan para matarme? Sasuke apoyó la mejilla izquierda sobre el suelo y cerró los ojos con fuerza. —Cállate y sigue de una vez. —No.

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Pero lo hizo, y soltó uno de los brazos de Sasuke para comenzar a desabrochar sus propias ropas. Iba a preguntarle por qué no abría los ojos, pero entonces recordó la relación entre los Uchiha y el Kyuubi. Puede que fuera la forma que tenía Sasuke de engañarse a sí mismo y convencerse de que no había tenido ningún poder para evitar lo que Naruto estaba a punto de hacer; puede que tuviera miedo de perder el control del sharingan, detener al Kyuubi y que Naruto parara. Quizá, simplemente, creía que si no veía después le sería más fácil fingir que no había ocurrido y olvidar. Como si Naruto fuera a permitírselo. —Sasuke, tú... —empezó, y tenía preparado todo un discurso sobre lo equivocado que estaba huir como un cobarde de la gente a la que le importas, pero entonces oyó a Sasuke casi suspirar su nombre con necesidad, y al momento siguiente estaba entrando en él y unas uñas se clavaban en su mano (¿desde cuándo era Sasuke el que lo sujetaba a él y no al revés?), y oh, joder, y su único pensamiento coherente era lo imposible que resultaría moverse lo más mínimo sin explotar. Lo hizo de todas maneras; primero tentativamente, tomando como indicación la fuerza con que los dedos de Sasuke se cerraban sobre su mano izquierda, después cada vez más fuerte, más rápido, más profundo. Su mano libre se abrió camino entre el cuerpo de Sasuke y el suelo, y sólo pasaron unos minutos hasta que sintió los músculos de Sasuke estremecerse y contraerse en torno a él, y eso y el sonido de su voz intentando articular el nombre de Naruto fue suficiente. —No voy a volver a Konoha —le dijo Sasuke cuando Naruto, todavía jadeante, se derrumbó a su lado, observándole fijamente como si estuviera intentando utilizar el sharingan para leer sus pensamientos. Ya se ocuparía de ello más tarde, decidió Naruto, acercándose a él y encontrando apenas resistencia para besarlo en los labios. Por el momento, lo único que importaba era repetir lo que acababan de hacer, pero esta vez obligando a Sasuke a mirar. — En sus muchos años de existencia, Uchiha Madara había participado en cientos de batallas, y provocado para contemplar desde la distancia muchas más. Conocía el chasquido que hacía un cuello al romperse, la mirada de terror del hombre que se da cuenta de que tiene que usar los brazos para mantener los intestinos en su lugar, el sabor del momento en que el enemigo dobla las rodillas implorando una muerte rápida que no siempre se sentía lo suficientemente clemente para conceder. Había visto el brillo en los ojos de Sasuke cuando el jinchuuriki de nueve colas y él se prometieron un combate a muerte, y había estado seguro de comprender lo que eso significaba. Esto... esto era otra cosa. —Disculpad —dijo, dirigiéndose a los tres ninjas de Konoha—. ¿Qué están haciendo? Hatake Kakashi, el famoso ninja copia, aquél al que debía haberle correspondido luchar contra él, siguió leyendo. El chico tampoco se molestó en contestar, concentrado como estaba en observar a Sasuke y al jinchuuriki. Sólo la chica de pelo rosa le prestó atención. —¿Qué parece que estén haciendo? —le preguntó a su vez, en tono defensivo. Madara iba a responder, pero el chico se le adelantó. —Naruto-kun me explicó una vez que es por los lazos que hay entre ellos. Esa es la forma en que se manifiestan esos lazos. La chica asintió con expresión triste y suspiró por tercera o cuarta vez desde que estaban allí. —Sí, es algo así. Madara miró en dirección a Sasuke durante unos segundos. Tenía que preguntar otra vez. —¿Y siempre hacen eso? La chica volvió a asentir. —Está celosa —dijo el chico. La chica se ruborizó y lo miró de reojo. —Y tú también. —A mí me gustaría compartir lazos con Naruto-kun, pero no estoy celoso. Sasuke-kun también puede tener lazos con nosotros cuando quiera. Permanecieron en silencio unos segundos. —Así podría ver penes. —¡Sai, aquí no hay ningún pene! —¿Por eso no te dejan tener lazos con ellos, porque tú no tienes?

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—¡Maldito...! —Niños, ya vale —interrumpió Kakashi—. Eso es lo que hacen siempre —señaló en dirección a Sasuke y el chico rubio sin levantar la vista de su libro—; se quedan así, y mientras tanto van a algún tipo de habitación vacía en la que sólo existen ellos dos y donde Naruto lloriquea sobre la importancia de la amistad y tienen flashbacks. —Muchos flashbacks —añadió la chica en tono lúgubre. —También tienen flashbacks de momentos en que estaban teniendo un flashback, así que suele llevar un rato. Madara volvió a mirar a los dos chicos. Seguían en la misma postura desde que se habían encontrado, hacía más de media hora; de pie el uno frente al otro, a un par de metros de distancia, mirándose a los ojos como si no existiera nada más. Antes había intentando fijarse en si pestañeaban, pero había acabado desistiendo, mareado. —¿”Tener flashbacks” también es un eufemismo para el sexo? Porque entonces sí, tienen muchos. —Sai, como vuelvas a decir algo así voy a... —¿Es más adecuado hacer como Naruto y seguir llamándolo “lazos”, entonces? —Mirad la cara de Sasuke, Naruto está haciendo algo —dijo Kakashi, ignorando cómo la chica golpeaba al chico en la cabeza con el puño. Madara le hizo caso y miró, pero casi no notó nada; apenas un cambio en la posición de las cejas. Más mérito para Kakashi por haber reparado en la diferencia, teniendo en cuenta que seguía leyendo—. Probablemente es la undécima repetición del discurso “Eres como un hermano para mí”. Acompañado por un flashback de su pelea en el Valle del Fin con el momento del discurso “Eres como un hermano para mí”. —Naruto a veces puede ser un dolor en el culo —masculló la chica. —No creo, no la tiene tan grande. Mientras la chica de pelo rosa mataba a ese tal Sai, Madara echó un vistazo a los otros chicos, que seguían tan inmóviles como al principio, y finalmente decidió seguir el ejemplo de Kakashi y se sentó en el suelo a esperar. En silencio, el ninja de Konoha se llevó la mano al bolsillo y le entregó otra novela, que había terminado y cambiado por la actual hacía unos minutos. Madara se lo agradeció con un movimiento de cabeza. ¿Icha Icha Paradise? Sonaba interesante.

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Paternidad Autora:

A_nonima

—La prueba es positiva, es hijo suyo Sr. Kaiba. No era la primera vez que oía esas palabras, pero aún sentía el mismo escalofrío que las anteriores. Estrujó el informe con la comparativa de ADN que le extendía el médico y se marchó de la consulta privada sin decir nada más. Montó en el Bugatti Veyron que le esperaba en el parking y condujo hacia la salida de la ciudad, hundiendo el pie en el acelerador al tomar la autovía. La aguja vibró al llegar a los doscientos noventa kilómetros por hora, ni siquiera pensaba en los límites de velocidad, dispuesto a alcanzar la velocidad máxima de los más de mil caballos del deportivo. Maldita sea, maldita sea, maldita sea… Siempre había sido cuidadoso en sus escarceos sexuales. Gozaburo siempre le inculcó la necesidad de serlo, eran cientos los nombres de empresarios y personajes de las altas esferas que se habían visto envueltos en problemas, por un descuido en un momento de locura. Y él, él precisamente, tenía que haber caído con el maldito perro. El recuerdo le distrajo un solo segundo, lo bastante para perder la concentración y derrapar en la carretera. Por fortuna estaba en un tramo poco concurrido y pudo recuperar el control rápidamente, quedándose en un susto. Demasiado nervioso para continuar, llevó el coche hasta el arcén y se detuvo hasta que se calmara el temblor de sus manos. Encendió un cigarro y se recostó en el asiento. Bien, en cierto sentido era lógico que la tensión que siempre mantuviera con el rubio acabara saltando en el momento menos pensado. Que un día alguno no aguantara un exabrupto del otro y llegaran a las manos. Lo irónico era dónde habían acabado llegando esas manos… actos.

No servía echarle la culpa al alcohol o buscar cualquier otra excusa. No temía enfrentar la consecuencia de sus Lo que verdaderamente temía era enfrentar al propio Wheeler. xXx

No veía a Wheeler desde que terminaron el instituto y se mudó a America. Sabía que su hermano aún mantenía algún tipo de contacto con el grupito de Yugi, pero eso era lo único que le interesaba. Japón estaba muy lejos y tenía la esperanza que la escasa influencia que pudieran ejercer sobre su hermano adolescente iría desapareciendo con el tiempo. Realmente necesitaba aprender más sobre los seres humanos y las relaciones. Mokuba no solo se negó a olvidar a sus amigos, sino que encontró el modo de no perder contacto con ninguno de ellos y realizar esporádicas visitas sobre las que nada pudo objetar. Finalmente acabó presentando examen para entrar a una universidad Japonesa y fue él el que acabo viendo peligrar la relación con su hermano. Años de sacrificio para procurarle un bienestar y su hermano echaba sus desvelos a la basura, ¡teniendo el descaro de decidir por sí mismo su futuro! No le quedó más remedio que ceder y permitirle regresar a su país natal a continuar sus estudios. Ocasionalmente, cuando tenía un respiro en su apretada agenda, él mismo emprendía viaje para visitarlo. Fue en una de sus visitas que se reencontró con el perro. Figura estilizada y apariencia impecable, muy alejada de la imagen descuidada y salvaje que presentaba en el instituto. Con el cabello rubio mucho más corto y el engañoso rostro de un hombre de apenas veinte años; no lo reconoció hasta que abrió la boca. ¿Quién imaginaría que la visión que repentinamente entró en la sala de fiestas, logrando que la mitad de las cabezas presentes siguieran su estela, era la misma persona que ladraba en su presencia cuando perdía un duelo? Riendo se entretuvo un instante en Mokuba, para felicitarlo por su cumpleaños, antes de desplegar todo su descaro (eso no había cambiado con el tiempo) sobre su persona. Como si no hubieran pasado años sin verse se encontró inmerso en una pelea, estúpida y sin sentido, a los cinco minutos de coincidir. Recibió numerosos reproches toda la velada… Que si dedicaba escasa atención y tiempo a su hermano. Que era un cobarde que usaba la patética excusa de su empresa para

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no presentarse a más torneos. No dejó pasar los malos modos que aún usaba al referirse a Yugi y el resto de la pandilla, y su falta de educación y tozuda negativa a conocer a los nuevos amigos (petimetres todos ellos) de su hermano. ¿Qué era? ¿Su madre? Se descubrió disfrutando de cada minuto, por ilógico que sonase. Contestaba cada réplica con afilados argumentos, a veces incluso antes de que terminara la frase. Comió, bebió y se relajó en la fiesta como hacía tiempo no lo hacía. Incluso le resultó agradable intercambiar algunas breves palabras con Yami (acción que no tuvo nada que ver con la reprimenda del rubio). La fiesta se alargó y Mokuba insistió en ir a una de las discotecas de moda, excitado ante la idea de poder beber legalmente al haber cumplido los veintiuno. En qué mal momento aceptó ir. El lugar estaba cargado de humo y sudor humano, las luces mareaban y la bebida era una pobre excusa aguada de verdadero licor. Lo pasó como nunca. Bebió y bebió sin importar quién llenaba su copa. Brindó con su hermano, que se había convertido en un hombre estupendo. Brindó con Yugi, con Yami, con Tea, que no resultaron ser tan mediocres. Incluso con un par de chicas que no conocía y se acercaron a saludarle cuando sacó la cartera e invitó a todo el local. Pero, sobre todo, bebió con Wheeler. Aún seguía sin estar seguro de lo que hablaron el tiempo que estuvieron apretujados contra la barra. De un momento a otro se quedó a solas con él, inclinado sobre su oído, muy cerca, para hacerse oír por encima de la estridente música. Enfrentando ambos una botella de Whisky 18 años que acabaron entre insultos, reniegos, risas y bravuconadas más propias de adolescentes que de hombres hechos y derechos. Recordaba perfectamente el momento en que se levantó, cansado ya del local, y decidió marcharse a casa. Haberse despedido, o articular algo parecido, de su hermano e ir en busca del coche. Lo que ya no recuerda es qué motivó que se ofreciera a llevar a Wheeler a su casa… Estaba sentado frente al volante, con el rubio en el asiento del copiloto y las llaves en la mano. Fugazmente, pensó que no era buena idea conducir en su estado, Wheeler no pudo estar más de acuerdo cuando se le cayeron las llaves y ambos se agacharon a la vez a recogerlas, logrando como resultado chocar una cabeza con la otra… Ebrio, solo atinó a maldecir entre dientes mientras veía como Wheeler reía con alegre abandono, libre y sin ninguna preocupación. Quiso increparle por reírse de él, aunque en el fondo reconocía que debían parecer bastante cómicos, pero el efecto de los cabellos rubios reflejando las luces de distintos colores del anuncio de la discoteca y los relucientes ojos marrones le secaron la boca. “¿Qué tanto miras?”, preguntó el rubio sin que la sonrisa abandonara su rostro. No sabía qué contestar, no podía apartar la vista de él. Le pareció que había vuelto al instituto viéndolo así; relajado, semi-girado en su dirección, con la cabeza descansando en el reposacabezas y la sonrisa fanfarrona. ¿Cuánto tiempo lo observó en silencio? Volvió a ser consciente al sentir la mano de Wheeler en su pierna y ver su rostro cercano, pareció acariciar las palabras al pronunciar su nombre. Su nombre, no su apellido… Y de repente estaban forcejeando al tiempo que intentaban pasar al asiento trasero. No supo cómo Wheeler logró quitarle los pantalones y arrodillarse entre sus piernas para hacerle una mamada, pero por él podía adoptar ese peculiar uso de la boca (mucho mejor que sus habituales ladridos) por el resto de su vida. Se sintió febril al apartarlo y tumbarlo en el asiento, la sangre rugiendo en sus oídos al rasgarle la camisa y llenar su pecho de marcas. Sintió algo animal, primitivo en la necesidad con que buscaba sus labios, en que buscaba todo su ser. Una descarga le recorrió cuando sus bocas se unieron. Pura química corriendo por sus venas. Se restregó contra él con feroz entrega, forcejeando en el reducido espacio hasta lograr arrancarle el resto de ropa y desnudarlo. Lo obligó a retorcerse, hasta ponerle las rodillas junto a las orejas y dejar su trasero alzado. Ese espléndido trasero con el que jugueteó, mordiéndolo, separando las nalgas y usando la lengua en la entrada, hasta dejarlo ansioso y tembloroso. Y oír a Wheeler jadear y pedir por más fue fascinante… glorioso… tan estimulante… Nunca hubiera pensado que los gruñidos del perro le excitarían tanto. Saboreó la sensación de penetrarlo, la visión de ojos vidriosos y labios húmedos con que lo recibió. Húmedo, caliente y apretado, el rubio le oprimía como si no quisiera dejarlo ir. El alcohol provocaba que no lograse coordinar sus pensamientos con sus acciones, hubiera querido disfrutar más de ese momento, pero con los sentidos embotados sólo se dejó llevar para sentir… sentir… sentir… Arremetió contra el tibio cuerpo, que profirió una exclamación en respuesta. Disfrutando la estrechez, ignorando la incomodidad del reducido cubículo. Estaba tan cercano… El auto se mecía impulsado por el balanceo de sus cuerpos. Cada vez que se hundía en su interior prorrumpía en gemidos y ahogadas exclamaciones de deseo, Wheeler se aferraba a él clamando por más, contrayendo sus músculos internos en una tortuosa cadencia que lo enloquecía.

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No aguantó mucho. Se corrió, antes de lo que hubiera deseado, estirándose con tal ímpetu que golpeó el techo, totalmente inmerso en el placer del orgasmo que le recorrió. Pero el placer no acabó ahí. La sensación de dominio que experimentó al ver a Wheeler bajo él, estremecido por su propio placer, su abdomen manchado de semen… Pagado de sí mismo le acarició el rostro como haría con una mascota, rozándole los labios con el pulgar. Verlo besar la mano con que le tocaba, sumiso ante la caricia, antes de rodearlo con los brazos una última vez y besarle, casi logra excitarle de nuevo. Sonrió al verlo completamente sometido. Durante esos momentos fue plenamente suyo, rendido ante él. Estuvo, literalmente, por encima de él. Dominio y victoria. Se vistieron y regresaron a los asientos delanteros. Arrancó y condujo lentamente hasta la casa del rubio, que se marchó renqueando, y luego a su hotel. Subió a su habitación y durmió todo el día siguiente, hasta que Mokuba lo llamó para recordarle que debían viajar de regreso a América y se levantó para prepararse. Se duchó, vistió, comió, tragó varias aspirinas y dejó todo preparado; notando en el momento de abandonar la habitación que le faltaba la cartera, con su carnet de identidad dentro. Molesto por el retraso que supondría el papeleo necesario para un nuevo carnet y la espera hasta tener los documentos, regresó mentalmente sobre sus pasos con la esperanza de que la suerte estuviera de su lado y la encontrara. Y la tuvo, al subir al coche la vio, asomando bajo el asiento del copiloto, donde debió quedar al caerse de sus pantalones. Allí estaba el carnet extraviado, junto con los condones, y demás documentos y dinero intactos. Gracias al cielo, el descuido acabó no teniendo importancia. xXx Todo siguió su curso normal, regresó a America, a sus deberes como CEO. El “suceso” con el rubio no tuvo mayor relevancia en su vida (exceptuando recuerdos casuales en noches solitarias), hasta que casi creyó que lo sucedido esa noche fue producto de su ebria imaginación. No sería la primera vez. Mokuba terminó sus vacaciones y regresó a Japón, a la universidad. En sus llamadas lo notaba distraído en ocasiones, pero sólo comentó que estaba preocupado por un amigo. Nada interrumpía la aburrida rutina habitual, e imaginaba que transcurriría siguiendo el mismo patrón por el resto de sus días. Pero la vida siempre hace planes por su propia cuenta… Justo un año más tarde regresó al país para una nueva celebración. En esta ocasión, el cumpleaños de Mokuba fue más sobrio y adulto, nada de abuso de alcohol, nada de discotecas… nada de Wheeler. Estuvo tentado de preguntar a su hermano, sin embargo… Tampoco fue como si hubiera estado esperando verlo y repetir la aventurilla del año anterior. No achacó la decepción que le acosó días más tarde a esa falta de información. Se centró en proyectos nuevos. El tiempo pasó, todo seguía igual. Hasta que recibió una llamada furiosa de su hermano exigiéndole regresar. xXx La primera impresión fue… digamos que no fue buena. Estaba más preocupado por la extraña actitud de Mokuba que por otra cosa, así que cuando llegó al hotel donde habían acordado reunirse y encontró a Wheeler y a un crío de pocos meses se sintió extrañamente fuera de lugar. —¿Qué sucede? ¿Por qué está él aquí? —Mi queridísimo hermano mayor —gruñó Mokuba, lo que terminó de descolocarle. Mokuba nunca gruñía (mucho menos a él) a menos que estuviese muy enfadado. Y no veía la relación entre la visita, su enfado, Wheeler y el crío. Él adoraba a Wheeler, con la misma ciega fascinación de un adolescente por el cantante de turno—. Quiero presentarte al último y orgulloso miembro de la familia Kaiba.

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—Te dije que quería decírselo yo —protestó el rubio. —¿Cuándo? ¿Cuándo Jono cumpliera los veinte años? Has tenido tiempo de sobra para hacerlo, te advertí que si no lo hacías tú lo haría yo. No consentiré que Jono se críe pensando que no tiene padre. —¿Que no lo consentirás? ¿Quién te crees que eres para hablarme así? Oh. Con que de eso se trataba. Esa era la relación. Miró de nuevo al niño dejando a un lado su discusión, fijándose bien en él. No era muy distinto de los niños que había visto hasta ahora; una pelusilla le cubría la cabeza, regordete y… babeante, pero tenía unos bonitos ojos azules. Unos ojos que reconocería en cualquier parte. Mierda. Mokuba se había tirado a Wheeler, y no contento con eso lo había preñado… Saliendo de su meditación volvió a centrarse en el par que seguían discutiendo. —¿¡… importa!? ¡Hasta ahora estábamos muy bien! —¿¡Que si me importa!? ¡Nos has tenido engañados a todos! —¡No os he engañado! —¿¡Y entonces por qué nunca nos quisiste decir quién era el padre!? Y por lo visto la luna de miel había terminado. Bien, la satisfacción que eso le producía no tenía nada que ver con los celos. Bueno, tal vez estuviera algo receloso del perro. No era lo bastante bueno para su hermano. Era bueno en la cama, sí… y la actual furiosa animadversión que sentía tampoco tenía nada que ver con el hecho de habérselo tirado para que luego se fuera a la cama de su hermano menor. Era únicamente… desprecio por haber caído como un estúpido en las redes del perro. Exactamente. —¡Jono no necesita el apellido Kaiba para nada! ¡No quiero nada de él! —acusó señalando al CEO. Tampoco es como si pensara darle nada. —Entonces no veo el problema —escupió entre los dientes apretados, atrayendo su atención—. No veo la necesidad de mi presencia aquí, Mokuba. “Si no está roto, no lo arregles”, solía decir Gozaburo. No tienes que reconocer al hijo de Wheeler si él mismo no quiere que lo hagas. —¿Cómo? —¿Qué? ¿Por qué le miraban con esas caras? El crío empezó a balbucear y tuvo la sensación de que le divertía el alboroto. —¿Dices que yo no…? —Me marcho. Cuando solucionéis vuestros problemas de pareja y os pongáis de acuerdo avisadme. Pero que sepas, Wheeler, que no verás un solo céntimo del dinero de Mokuba. —¿¡Es que eres idiota, hermano!? … ¿Eh? —¡¡MÉTETE TU PODRIDO DINERO POR EL CULO, KAIBA!! —gritó Wheeler, claramente enfadado, con las venas marcándose en su cuello a cada palabra—. ¡¡BASTARDO ASQUEROSO!! ¡¡CABRÓN!! ¡Ya sabía que esto era una jodida mala idea, Mokuba! ¡Nos vamos! Estuvo a punto de gritarle que él no tenía ninguna potestad sobre su hermano para decidir cuándo se marchaba, pero se refería al niño y a eso no pondría la menor objeción. Que se fueran cuanto antes. Lo vio desplegar un cochecito con la soltura que da la práctica y meter al crío dentro. —Joey, espera… —intentaba convencerlo Mokuba. —Y una puta mierda, ya has oído a tu hermanito. No tengo nada que hacer. Mi astuto plan para apoderarme de la fortuna Kaiba ha salido a la luz —añadió en tono venenoso. —Joey… —Deja que se marche Mokuba —alentó la partida del rubio tratando de reprimir su rabia, sintiendo que si no se largaba le saltaría encima—. Ya volverá a buscarte cuando necesite dinero. No puedo creer que fueras tan estúpido para dejarlo embarazado, ¿acaso no te he enseñado nada? —¿Quieres callarte, joder? —gritó Mokuba, dejándole asombrado—. ¡Ese niño no es mío! ¡Yo no soy el padre! ¡Tú lo eres! —¡Ja! —exclamó el rubio con perversa satisfacción—. ¿Ya has olvidado nuestro pequeño encuentro en el coche, Setito?

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—¿Qué…? —murmuró el castaño congelado. —Dile adiós a papi, Jono —canturreó Wheeler moviendo la mano de su hijo como si se despidiera. Su… ¿Nuestro?... ¿Hijo?... ¿¡De qué hablaba!? Aturdido para decir nada los vio partir, notando que Mokuba le miraba como si de golpe hubiera perdido todo el respeto que le tenía. Y no sería nada raro. —Seto… —dijo intentando hacerle reaccionar. —¡¡IMPOSIBLE!! ¡¡¡EXIJO UNA PRUEBA DE PATERNIDAD!!! xXx Y la tuvo, vaya que sí. Días más tarde Wheeler se la plantó en las manos, vanidoso, e irritantemente orgulloso de sí mismo. —Lee y llora —dijo rencoroso. Y leyó. Buscó toda la información disponible en la red, en las enciclopedias, en cualquier puto lugar, se volvió obsesivo con el tema. No podía creerlo, no podía ser verdad. El hijo de Wheeler no podía ser suyo. ¿Era esto lo que llamaban ‘’una broma del destino’’? Y actuó como cualquier persona en estas circunstancias. Exigió otra, no conforme con la primera. —Puede ser un error del laboratorio —alegó. —Tú eres el error, bastardo. ¡Así te pudras! La segunda también coincidía, era el padre. Y la tercera, con un noventa y nueve por ciento de probabilidades. —¿¡Otra más!? —sin creer lo que oía, Wheeler apretó los puños a sus costados cuando el castaño insistió en un nuevo test—. ¿¡Es que crees que mágicamente mi hijo va a mutar su ADN y ya no lo compartirá contigo!? —Otra. En las anteriores no pude controlar el proceso, esta vez se hará en la clínica Kaiba y la harán mis propios empleados. —¡Ya está bien! ¡Acabarás convirtiendo al niño en un alfiletero! —No dramatices, únicamente se trata de una muestra de saliva. —¡He dicho que no y es que no! ¡No te pido que lo reconozcas! ¡No quiero ni un miserable centavo que venga de ti! ¡Sólo déjanos en paz! —No pienso dejarlo abandonado si es hijo mío —argumentó escandalizado. —¡¡Pero si te niegas a aceptar las pruebas!! ¡Ni siquiera te gustan los niños! ¡¡Maldita sea, ¿pero qué demonios esperas conseguir con todo esto?!! —¡¡No lo sé!! —exclamó, dándose cuenta que realmente no sabía qué esperar. Desde que supo la noticia había tratado de pasar la mayor parte del tiempo posible con el niño, buscando el menor parecido entre ellos, conociéndolo. Recogiendo cualquier cabello, en un descuido de Wheeler, para sus pruebas. No podía aceptar sin más que Jono era hijo suyo, únicamente se parecían en el color de los ojos. Dijera lo que dijera Mokuba, él no hallaba ningún parecido familiar en el crío. Ni siquiera se parecía a Wheeler. Pero tampoco quería darle el gusto de negarlo, eso confirmaría sus peores suposiciones sobre él. Si es que todo lo que había hecho hasta ahora no lo había logrado ya. —¡Entonces déjanos en paz y vivamos todos tranquilos! —¡¡NO!! No era capaz tampoco de pensar en eso. Darlo todo por perdido representaría no volver a verle, y contrariamente a su actitud, sus palabras y sus peleas, había despertado una extraña necesidad de tenerlo cerca de él. El perro le idiotizaba. —Estás demasiado acostumbrado a que la gente que te rodea te obedezca —le reprochó. —¡¡¡Demonios, Wheeler!!! —gritó frustrado. Y esa misma frustración le llevó a besarlo. Sujetó su rostro con fuerza y succionó su boca con avidez, dejándole los dedos marcados. Wheeler hundió los suyos entre los mechones castaños, despeinándolo en todas direcciones. Más que un beso parecía una pelea. Cuando lo dejó ir, ambos mostraban el mismo rostro confuso y aturdido. —Vale, una más… —aceptó el rubio demasiado rápido.

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—Una más. Tal vez se refería solamente a una prueba más, pero lo tomó como una invitación. Y el rubio tampoco pareció muy apurado por aclarar la confusión. Sin miramientos lo empujó contra el escritorio, desnudándolo de cintura para abajo antes que el primer juramento abandonara su boca. Esa lasciva y tentadora boca a la que podría volverse adicto. Lo embistió sin poder esperar, arrancándole un grito de dolor. —Joder… eso ha dolido… —sollozó con los dientes apretados y los ojos cerrados aguantando las lágrimas. Pero a pesar de sus lamentos inició un tentativo meneo de caderas, guiando una de las manos del castaño a su entrepierna para aliviar el dolor. Fue jodidamente rápido. El rubio acabó desplomado sobre el escritorio, permitiéndole ver gracias a su lasa postura la cicatriz de cesárea que cruzaba su bajo vientre; justo donde iniciaba el vello púbico. Esa cicatriz removió algo en su interior. Marcaba la satinada piel, proclamando que había existido vida dentro de su cuerpo, que había dado vida. Esa cicatriz no estaba ahí cuando lo había tomado en el coche. En esa ocasión había sentido la imperiosa necesidad de hacerlo suyo, marcarlo profundamente y dejarlo a sus pies. Dominación y victoria. ¿Creyó que con un polvo rápido y furioso lo había logrado? Instantes antes aún lo creía y quiso repetirlo. Lo había marcado, sí, pero no de la forma que imaginaba. Esa marca, esa cicatriz, era la prueba más auténtica y duradera de lo que jamás fantaseara… durante toda su vida la llevaría tatuada en la piel, ya durante nueve meses antes de tenerla, había portado otro tipo de marca bajo la ropa. Una que creció día tras día… La tocó, para sentirla real bajo sus dedos. Se inclinó rozándola con los labios en un gesto sexy e íntimo. Su más profundo ser se estremeció por el tacto. Era áspera… hermosa… El rostro sonrojado y conmovido que descubrió observándolo al levantar la cabeza hizo que regresara a la realidad. Se separaron, apresurándose en ponerse la ropa justo a tiempo. Mokuba casi los descubre con los pantalones bajados, en una postura comprometida. Así consiguió la última prueba. Lo que le había traído hasta este preciso instante. xXx El cigarro sin fumar se consumió despacio, obligándome a soltarlo al sentir el calor en los dedos. Lo tiré por la ventanilla y encendí el coche, emprendiendo el regreso a la ciudad. No entendía qué me había llevado a negar lo evidente todo este tiempo, que tenía un hijo. A pesar de las proclamas de Wheeler, el único motivo que tenía para negarlo no era terca estupidez. Era temor. El problema que tenía para aceptarlo era el propio Wheeler. Esta vez me lo tomé con calma, conduje hasta el edificio donde Wheeler vivía para aclarar las cosas de una vez por todas. No era aceptable seguir permitiendo que mi hijo siguiera siendo un bastardo… Jono Kaiba… no sonaba tan mal después de todo. Supongo que podía hacer un hombre decente de él si el rubio no lo había corrompido demasiado. Al llegar al apartamento, un agotado Wheeler me abrió la puerta. No pareció ilusionado con la visita, gruñó un sonido ininteligible que traduje como una invitación a entrar. El apartamento era espacioso y acogedor, se veía que al rubio le iba bastante bien. En el salón me encontré a Mokuba jugando con su sobrino. Le había subido la camiseta y se entretenía soltando pedorretas sobre la tripa descubierta del bebe, arrancándole auténticas carcajadas. Sin muchos ánimos Wheeler se dejó caer en el sofá, cerrando los ojos inmediatamente. Mokuba me lanzó una mirada agria, pero lo ablandé al acercarme a él y al niño e inclinarme a saludarlo. Me quité la chaqueta, dejándola en el respaldo de una silla; prefería mantenerla a distancia, las únicas veces que había estado lo suficiente cerca el crío me había vomitado encima. Eso sin contar que cuando lo trataba de sostener rompía a llorar desesperado. No parecía caerle bien, y no podía culparlo. Imaginaba lo que su padre le habría contado sobre mí desde que lo llevaba en su vientre. —¿No debería crecerle ya el pelo? ¿Crees que sea un problema capilar? —pregunté observando la escasa pelusilla de la cabeza casi calva. —¡Deja de sacarle defectos a mi hijo! —gruñó Wheeler desde su lugar sin abrir los ojos. —Es diferente según el niño —explicó Mokuba encantado de que mostrara interés por... Dios, mi hijo… —Sin embargo, mira —prosiguió alegre forzando al pequeño Jono a abrir la boca con los dedos—, ya le están saliendo los dientes.

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Sí, un diminuto colmillo relucía solitario desde el interior de la boca. En la encía, unas manchas blancas anunciaban la próxima aparición de los paletones inferiores. Entretenido con su nueva diversión, Jono succionó concentrado el dedo de su tío, mirándome malhumorado. Bueno… puede que sí tuviéramos cierto parecido. De cuando en cuando Mokuba disimulaba un gesto de dolor, sin duda cuando el niño usaba el colmillo, pero aceptaba paciente los caprichos del pequeño. Estaban más que encantados uno con el otro. Me hacían sentir excluido. Y celoso. —¿Ya tienes los resultados de la maldita prueba, Kaiba? Los tres miramos al rubio, que seguía semiacostado en el sofá con los ojos cerrados. Mokuba torció el gesto y se apresuró a levantarse y preparar al niño para sacarlo de la primera línea de fuego. —Sí. —¿Y bien? ¿Se ha convertido mi hijo en un mutante? ¿O has venido para exigirme otra prueba más? ¿Cuál sería ésta ya? —Está de mal humor —susurró Mokuba colocándose una de esas mochilas para llevar a los bebés, una extraña sonrisa curvaba su boca—. Ha recibido noticias… inquietantes… —¡Mokuba! —le advirtió Wheeler fulminándolo con la mirada. Un segundo después volvía a cerrar los ojos, colocar el brazo sobre ellos y gemir quedamente. Fueran cuales fueran esas noticias no parecía muy satisfecho con ellas. Mi curiosidad estaba más que despierta. —Llevaré a Jono al parque —cortó Mokuba señalándome disimuladamente con la cabeza la mesa del comedor, sobre la que descansaban varios periódicos y papeles—. Le vendrá muy bien un poco de sol, volveré en un rato… Habla con él —me empujó con un nuevo susurro. —No dejes que le dé demasiado, se quema con facilidad —instruyó Wheeler—. Lleva una chaqueta por si refresca… y el biberón con manzanilla y agua… ¡Y ten cuidado con los perros y ese horrible niño que se come la arena y la escupe sobre los demás! —Sí, mamá —rió Mokuba dejándonos solos. Wheeler no parecía tener interés en hablar de lo que fuese que le preocupara, así que decidí echar una mirada hacia donde señalara antes mi hermano. El titular del primer periódico rezaba: “El hijo secreto de Seto Kaiba”. El artículo mostraba una foto horrible de Wheeler; de la orla de nuestro instituto, ampliada, y otra más reciente de éste sacando a Jono de un coche, bastante borrosa. Las palabras saltaron a mi mente conforme leía. “Diferencias irreconciliables… numerosas pruebas de paternidad… antecedentes por vandalismo… posible pelea por la custodia…” —Deja eso quieto. Tragué saliva pensando en lo que acababa de leer. —Supongo que deberíamos hablar —le tanteé. Alentado por el silencio de su parte tomé asiento en el sofá a su lado. —Parece que he sido algo… —¿Gilipollas? ¿Cabrón? ¿Hijo de puta…? —Insensible —le detuve—. Es que es algo difícil de aceptar. —Sobre todo después de cuatro pruebas de paternidad. Pero adelante, sigue intentándolo, tal vez tengas suerte y alguna diga que no eres el padre… —No me estás ayudando nada. —¿Debería? —¿¡Y qué esperabas que hiciera!? Un día, de repente, me llama Mokuba para decirme… Fue Mokuba el que llamó cuando se enteró —me interrumpí dándome cuenta del detalle en ese instante, no me había parado a pensarlo. Y sucedió cuando Jono tenía más de nueve meses—. ¿Tú no querías que lo supiera? —No —reconoce, sin avergonzarse, del mismo modo que hacía todo lo demás. —¿Por qué? —¿Por qué? —hace una mueca mirando al techo—. Para evitarme toda esta situación, por supuesto. ¿Por qué crees? No tengo interés en que reconozcas al niño, Kaiba, no quería que aparecieras en su vida y la volvieras patas arriba por nuestras infantiles disputas. Por eso me alejé de Mokuba, no le dije ni siquiera que estaba en estado. Se enfadó mucho conmigo cuando confesé —reclama como si fuera culpa mía.

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—¿Entonces? ¿Qué cambió? Encogió los hombros echando la cabeza hacia atrás, apoyándola en el sofá. —Tuve un accidente en el trabajo y acabé en el hospital —dice tranquilo. Un sudor frío me cubre, él junta las manos sobre su regazo cruzando los dedos—. Me asusté al pensar que Jono quedaría desamparado si me pasaba algo, y que sería bueno que hubiera alguien que se hiciera cargo de él si… ya sabes, en caso de ser necesario. —¿Antes no querías que yo lo supiera? —No pensé que te interesara. Lo que ignoramos no nos hace daño. Mokuba sólo tenía que decírtelo en caso de que yo ya no estuviera, pero nada sale como lo planeo… Si lo hubieras visto cuando se enteró, parecía que Jono fuera hijo suyo —y por la sonrisa en su rostro al recordarlo me hace conjeturar que lo hubiera preferido—. Él no dudó de mí en ningún instante… —añade. —¿No crees que yo sea buen padre? —le pregunté con un nudo en la garganta. —Tú no quieres ser padre, Kaiba —debió haberse dado cuenta de que sus palabras me molestaron, porque se molestó en aclararlo—. Criaste a tu hermano, y lo hiciste muy bien, pero esto es distinto, no quieres tener que cargar con esta responsabilidad. —Siempre me hago cargo de mis errores. —¿¡Ves!? —estalla molesto—. Es tu hijo, no un error. —¿Te quedaste embarazo a propósito? —¡Por supuesto que no! —bufa—. Fue solo… solo… —Error no ha sido la manera más delicada de referirme al él —me disculpo—. Debí decir que siempre asumo la responsabilidad de mis actos. —¡Eso es exactamente lo que no quiero! Yo quiero… no quiero… ¡AAGH!... Es imposible, siempre nos estamos peleando. —Me gusta pelear contigo —reconozco—. ¿Es eso tan malo? —Y a mí también —se muestra de acuerdo con un leve atisbo de diversión— pero… ahora es distinto. —Lo es, ¿verdad? Vuelve a acomodarse en el sofá, tomándose unos segundos para preparar lo que decir. —Kaiba, será mejor que… —anticipándome a lo que pueda decir me inclino, besándole. Sorprendido intenta apartarme, empujando mi pecho para distanciarme, pero no lo permito. En su lugar lo abrazo estrechamente—. ¡Kaiba! Escúchame, es importante… —Después —lo acallo escondiendo el rostro en su cuello—. Lo que vas a decir no me va a gustar nada. —¿Cómo sabes…? —protesta estremecido cuando entreabro los labios y exhalo sobre la sensible piel—. ¿Cómo sabes lo que voy a decir? —La mayoría de las cosas que dices hacen que me enfade —busco el lugar donde late su pulso, lamiendo una, dos, tres veces… hasta sentir como éste se descontrola. Percibo su aroma, huele a leche en polvo, colonia de bebé y algo más. Me gusta. Aspiro depositando besos hasta llegar a su mandíbula—. He descubierto que éste es un buen método de evitar que tú hables y yo me disguste. —Es importante… —insiste lanzando un gemido. Bajo la mano hasta su pantalón, acariciándole, sugerente, sobre la ropa—… te enfadarás más si… ahhh, si… si… Espera por favor… —suplica—. No me siento bien, estoy muy cansado… —Shhh… Le quito la camiseta exponiendo la piel a mi posesiva mirada; inclinando mi cuerpo, más fuerte, obligándolo lentamente a tenderse en el sofá debajo de mí. —Me duele la cabeza… —protesta, pero se deja hacer bajo mis caricias exploradoras. Separa las piernas al primer toque, dejando que me acomode entre ellas. Mezclando falsos reparos con suaves gemidos, cuando emprendo un camino de besos por su pecho. Recorro el contorno de una areola con la lengua, describiendo círculos concéntricos a su alrededor; lamiendo el pezón hasta que, erguido, puedo atraparlo con los dientes. —¡Ah! —se retuerce cuando lo muerdo y estiro, atrayéndolo al calor de mi boca— … Kaiba, no, escucha… —Relájate… déjame hacerte sentir bien… Me echa los brazos al cuello, subiéndome para iniciar él un beso en esta ocasión, provocando que un calor ardiente se extienda por todo mi cuerpo. Me desabrocha la camisa y le ayudo a quitarme el resto de la ropa, para luego terminar de desnudarlo a él. Sube y baja las manos por mi espalda, dejando escapar pequeños gemidos al tiempo que mueve sus

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caderas contra las mías. Sin estorbos ni impedimentos entre ambos, su aroma, el tacto de su piel desnuda es intoxicante, y la necesidad de su boca se hace mayor. Su lengua busca la mía, indagando, hundiéndose y retirándose, provocando estragos en mi cabeza, tornando el beso más demandante. Siento sus uñas en mi espalda y tengo que apartarme para tomar aliento, gimiendo, cuando atrapa mi oreja entre sus dientes. Exhala suavemente sobre ella, arañándola con suavidad, recorriendo su contorno con la lengua. —No hagas eso… —le pido. —Si te encanta —susurra, jugando con el lóbulo—, en el coche me pedías que no parara… El cálido aliento provoca cosquillas, deslizo la mano por su pecho, hasta la cadera y más abajo. Su vientre aún conserva una ligera hinchazón donde albergaba a nuestro hijo. Sigo la línea de la cicatriz. —Esa noche… me volviste loco —reconozco llegando al bello púbico. —Te… seduje… —jadea ufano—. Me lo pusiste muy fácil… —Porque sólo tú me pones tan duro y caliente… Sostengo juntas ambas erecciones, acariciando con el pulgar su glande. Despacio resbalo por su longitud, probando, creando fricción... aumento la velocidad de mi mano, el movimiento de mis caderas. Y entonces dejo de ser Kaiba y soy Seto. Todo es; “Seto… Seto… Seto…” “más rápido Seto…” “no pares Seto…”. Y yo lo recuerdo de pie, a mi lado en aquella oscura discoteca. Riendo en mi oído, fingiendo moverse al ritmo de la música y frotarse contra mí. Embrujándome. Luego en el coche vuelvo a ver como alarga su mano hacia mi pierna… —Fóllame, Seto… Fóllame, joder… Resoplando, sin aire, me aparto mirando alrededor desesperado, buscando algo con que lubricarle. —¿¡Qué haces!? —protesta con el rostro sonrojado. —¿Tienes algo para…? —¡¡Vaselina!! —grita señalando un bolso con un bordado infantil. varias.

Desparramo el contenido por el suelo, buscando el dichoso bote entre pañales, mudas de ropa, pomadas y lociones

—¡El blanco, inútil! —me increpa, lanzándome uno de los cojines del sofá. Ni siquiera intento descubrir qué uso hará mi hijo de ello, este no es el momento de pararse a pensarlo. No cuando al regresar al sofá los posesivos brazos de Wheeler me reclaman junto a él. —¿Ahora te preocupa lubricarme? Solo él es capaz de buscar pelea en esta situación. Acallo sus protestas con un beso, logrando que el disgusto se funda y vuelva a moverse suave y complaciente. Susurra algo dulce contra mi garganta al sentir como lo invado con un dedo, su interior se aprieta alrededor de él. Empujo más profundamente haciéndole gemir, añadiendo otro dígito que se desliza con facilidad. Mi propio miembro, hinchado y dolorido, salta necesitado ante la apetecible visión, ante la sensación de sus músculos aferrando mis dedos… —Hazlo ya… —Invítame —le provoco deseando alargar el juego, tomarlo sin apresurarme. Su rostro se tuerce en una mueca endiabladamente sexy cuando presiono tres dedos contra su próstata. Y entonces su mano está en mi pene… —No tienes idea de cómo deseo esto, Seto… Todas las noches me imaginaba así… abierto para ti… —susurra mientras su mano sube y baja, masajeando los testículos. Llamas recorren mi piel y noto mi cuerpo tensándose más y más—. Necesito sentirte dentro de mí, te deseo, ahora mismo… —Si sigues así explotaré en un segundo —protesto apartándolo, dándole la vuelta fácilmente y colocándolo en cuatro. —Sueles terminar demasiado rápido. —¿Es que todo lo tienes que convertir en un reto? —extiendo el resbaloso gel por mi erección, y cogiéndole por las caderas, lo levanto, para empujarlo contra ella. Encuentro la cálida entrada, presiono abriéndome camino, perdiéndome en la aterciopelada suavidad que me envuelve. Me inclino cubriendo su cuerpo, la boca en el hueco entre sus hombros, esperando a que se acostumbre a la invasión. Lo abrazo, reteniéndolo, mientras espasmos involuntarios surcan nuestros cuerpos unidos. Es tan familiar y rotunda la forma en que su cuerpo se amolda al mío y me alberga. —Seto… por favor… —me pide con dolorosa necesidad. Inmovilizándole, retrocedo, introduciéndome nuevamente en un firme y brusco movimiento, llenándole por completo tan profundamente como necesito. Como ambos necesitamos. Largas y lentas estocadas de puro éxtasis en las que siento que entrego algo de mí mismo.

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—… Joey… Joey… Él se mueve contra mí, rogando por más contacto, más presión, más rapidez. Su cuerpo se cierra sobre mi miembro aprisionándolo firmemente. Tenso por el placer al rozar su próstata, sus músculos se contraen, oprimiéndome deliciosamente. —¡Sí! ¡Sí!... Tócame, Seto… El corazón me late desbocado al hacerlo, lamo las gotas de sudor que recorren su espalda y con los dedos busco su erección. Deslizo la palma de la mano con suavidad, atormentándolo unos instantes… —… Seto… —lloriquea. Rodeo el turgente miembro dándole lo que me pide, su interior se tensa, ondula, transmitiéndome su placer. Enloqueciéndome. Embisto agresivamente, sin el más mínimo rastro de control, una y otra vez, masturbándole hasta hacerle gritar. Luces blancas estallan tras mis ojos cerrados, un pequeño paso me separa del cielo. Intuyéndolo, Joey se empala con más ímpetu, y su interior me aprieta; forzando un estallido de puro alivio que se extiende por todo mi ser cuando, en erráticas estocadas, me libero, inundándole con mi semilla. La suya gotea por mis dedos. —Joey… Lo sostengo contra mi pecho, sin desear moverme lo más mínimo. Cazando con la lengua las gotas de sudor que bajan por su nuca, hundiendo la nariz entre sus cabellos. Paso una pierna sobre su cadera y su mano se cierra sobre la mía, que lo rodea por la cintura, dejándome llevar por el cansancio. Relajado; como hace tiempo no me sentía, cierro los ojos, próximo a dormirme cuando lo noto removerse inquieto entre mis brazos. —Mierda… el sofá —forcejea hasta liberarse con el rostro pálido—. ¿Cómo voy a explicar…? Tendré que lavarlo… —Olvida el sofá —digo sujetándolo por el muslo para tenderlo de nuevo a mí lado—. Te compraré todos los que quieras. Aparta el rostro evitando mirarme. Se aleja y, de espaldas a mí, empieza a recoger las cosas que tiré del bolso y su ropa. —Joey… —lo llamo deseando que regrese junto a mí. —Voy a ducharme —se apresura a excusarse marchándose. ¿Qué sucede? Lo sigo por el pasillo, pero me da con la puerta en las narices antes que pueda alcanzarlo y echa el pestillo. —¿Qué pasa? —pregunto en un tono más duro de lo que es mi intención—. ¿Ésta es tu forma de echarme? Al menos podrías hacerlo como las personas normales… “Lo he pasado bien, ya te llamaré”… —Dame unos minutos… —me llega su voz desde el interior. —Sal. —¡Joder, solo un momento! —Generalmente peleamos y luego follamos, y aunque siempre es interesante un cambio en la rutina, encuentro tu actitud estúpida. —Escucha, capullo —gruñe—, te dije que tenía que decirte algo y no pienso hacerlo estando desnudo mientras tu semen se escurre entre mis piernas. Por no hablar de la posibilidad que tu hermano y tu hijo regresen antes de tiempo y se encuentren con esa bonita estampa. ¿Me darás esos putos minutos? ¡Gracias! —da por terminada la conversación, y el sonido del agua cayendo apaga el resto de su voz. De mal humor vuelvo al salón y me pongo los pantalones, para evitar que tenga ventaja cuando regrese limpio y vestido. La camisa es lo próximo cuando reparo en el marco, con la foto de un diminuto Jono, que descansa sobre la repisa. Sale en una cuna de hospital, con el rostro enrojecido e hinchado, seguramente cuando nació. Reparo en varias fotos más, y mi mirada viaja al sofá. Maldito Wheeler, odio que tenga razón. Abro la ventana para despejar el ambiente y le doy la vuelta al cojín con las manchas delatoras, escondiéndolas. Al menos hasta que le compre otro. Uno más cómodo en el que quepan dos personas tumbadas. Recorro la habitación con la mirada hasta otra fotografía; en ésta Jono ya tiene varios meses y está en brazos de Yugi. Regreso a la mesa del comedor donde descansan los periódicos y varios retratos y me siento. Busco en el bolsillo de mi chaqueta un cigarro cuando bajo los periódicos de los últimos días reparo en varios informes del pediatra. Citas para revisiones, la tarjeta con las vacunas de Jono, su patrón de crecimiento y sus fichas médicas. He perdido tanto.

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Reviso cada papel deseando absorber toda la información que pueda, agradeciendo el descuido de Joey al dejarlo todo tirado, cuando tropiezo con su prueba de embarazo. ¿Qué sentiría Joey cuando se enteró? ¿Por qué decidió tenerlo? ¿Por qué no me dijo nada? Y si… … Esta fecha tiene que estar mal. Es de hace unos… días… … —No sé por qué me molesto en planear cómo decirte las cosas. No me vuelvo a mirarle. Si giro hacia él en estos momentos no sé qué sería capaz de hacerle. —Me paso la noche en vela decidiendo la mejor forma de abordar el tema y tú encuentras los putos papeles… ¿Qué haces cotilleando entre mis cosas? Precisamente hoy vienes a mostrar interés, creo que estoy gafado. Oigo el sofá crujir cuando se sienta, pero mantengo mi postura. —No es que lo haya planeado, ¿sabes? Pero claro, fue todo muy rápido… hacía meses que no follaba… por todos los demonios. ¿Quién tiene tiempo para pensar en condones con un niño de pocos meses? Casi ni recordaba cómo era el sexo… ¡No es como si toda la culpa fuera mía! Me esfuerzo en respirar y que la mancha roja que empaña mi visión desaparezca. Wheeler alarga sus justificaciones, su voz más aguda de lo normal, y yo trato con todas mis fuerzas de no romper el papel que continúo sosteniendo entre mis manos. Me hierve la sangre de rabia. —¡Las únicas veces en mi vida que no he usado un condenado preservativo! El niño se quedará conmigo, por supuesto. Si es necesario sacaré todos los trapos sucios de Wheeler, contrataré a algún detective y a ese bufete americano especialista en peleas por la custodia. —… seré un jodido hombre súper fértil, qué sé yo. Hacía más de un año que no estaba con nadie antes de quedarme embarazado de Jono y luego tampoco… Me quedaré en Japón para criarlo. La enseñanza aquí es bastante buena y Mokuba querrá estar cerca de su sobrino. Ambos lo necesitaremos. —¿¡Por qué no me dices nada!? —¿Y qué debería decir? —¿Es que me vas a hacer pasar por lo mismo otra vez? —reprocha, sonando tan herido que me siento forzado a girarme y mirarlo. —¿Yo? —¿Qué pasa, no has escuchado nada de lo que he dicho? La comprensión nos llega a ambos al mismo tiempo. Wheeler me mira con sus ojos abiertos de par en par, el saludable rubor de sus mejillas palideciendo mientras la confusión pasa a entendimiento y finalmente se convierte en rabia. Muchas cosas pasan por mi mente; el día que lo volví a ver en el hotel, al enterarme de la existencia de Jono. Nuestras constantes peleas por las pruebas de paternidad, la vez que estuvimos juntos en mi despacho… Y por segunda vez en mi vida me encuentro sin saber qué decir. —Eres un maldito cabrón. —Wheeler, espera… —Fuera de mi casa. —Espera, déjame hablar… —¡¡He dicho que salgas de mi puta casa!! Acorta la distancia que nos separa en dos zancadas, levantándome y empujándome hacia la puerta. —¿¡Qué quieres que piense!? —protesto sin resistirme. —¡Nada bueno, por lo visto! ¡Automáticamente conjeturas que no es tuyo! —grita apartando las manos con que trato de sujetarlo—. ¡Lárgate! La rabia no merma sus fuerzas, casi en la puerta me lanza un directo al estomago dejándome sin aire. Trata de sujetarme por la camisa para seguir empujándome y me veo atado de manos al no atreverme a usar la fuerza con él.

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—¡Cálmate, Joey! —¡Déjame en paz de una vez! ¡¡Sólo vienes a buscar pelea o a buscar joderme, pues ya estoy más que harto!! —¡Eso no es verdad! —me defiendo. —Siempre piensas lo peor de mí sin siquiera tomar un segundo para escucharme —sisea—. Y he sido lo suficiente estúpido para permitirlo una vez; para pensar que, cuando te hicieras a la idea de que Jono era tu hijo, dejarías de actuar como un energúmeno y podríamos tener una relación civilizada por su bien. ¡Pero por supuesto, es mucho pedir que algo en mi vida funcione como espero! ¿Qué podemos hacer para joder a Joey? ¡Démosle un hijo de Seto Kaiba! ¡Su vida no es lo bastante complicada! ¿Qué tal si lo humillamos una y otra vez con las pruebas de paternidad? ¡Y lo peor es que no aprendo! —alza la vista al techo y rompe a reír. Se lleva las manos a la cabeza despeinándose, con el rostro descompuesto. —Joey —lo llamo estirando las manos hacia él. —No aprendo —continúa ignorando mi gesto, recuperando la mueca seria—. Porque después de ver lo mezquino y bajo que eres me vuelvo a dejar enredar y te sigo el juego. Y otra vez… otra vez… dejo que jodas mi vida… Literalmente… — puntualiza con una carcajada que muestra el destello blanco de sus dientes—. Vuelves a joderme… y yo vuelvo a cargar con las consecuencias… Mi vida es un chiste de mal gusto… Intento acercarme a él de nuevo, y esta vez permite que le rodee con los brazos, escondiendo el rostro en mi pecho. En algún momento deja los brazos caer, sin fuerza, a ambos lados de su cuerpo. Creo que llora… —Shhh… —murmullo pasando la mano por su espalda en una caricia relajante—. No es bueno para ti que te pongas así. —¿Qué coño sabrás tú lo que es bueno o no para mí? No seas condescendiente. —Alguien debe pensar en tu bien. En cuanto su cuerpo se tensa se que he cometido un error. Con un movimiento de hombros se libera, retrocede un par de pasos y me lanza la mirada más irritada y resentida que he visto nunca. —¿Y quién mejor que la persona que cree que soy un promiscuo que falsea pruebas de paternidad, verdad? La persona que se cierra en banda cuando se entera que vuelvo a estar embarazado. Es una buena opción, lo consideraré. Hago una mueca escocido por la puya. —Esperaba que ante mi torpeza y falta de sentimientos hubieras decidido ayudarme a hacer más fácil esta situación. —No recuerdo haber accedido a eso. —Sigues sin perdonar el que insistiera en hacer esas pruebas —afirmo con un suspiro. —Nunca —responde de inmediato—. Fueron cuatro, Kaiba, cuatro denigrantes pruebas. —Al menos ahora estamos hablando. —No te equivoques, te estoy echando de mi casa. —Lo lamento —me disculpo sinceramente. Y es sorprendente lo fácil y correcto que resulta. —Ya me siento mejor —ironiza—. Largo. —Soy un estúpido. —Estás siendo condescendiente de nuevo —gruñe. Doy un paso hacia él, lo que vuelve a ponerle en tensión. Como si fuera un animal presintiendo el peligro. —Márchate —insiste. —Esto es muy difícil para mí. —Eso ya lo has dicho, vete. —Vuelves a decir cosas que no me gustan —murmuro enfrentándolo. Tarde, nota la cercanía, pero terco como es se niega a dar muestras de nerviosismo o a retroceder. —Bienvenido a mi mundo. Ahora aléjate —coloca su mano en mi pecho tratando de empujarme. Sujeto esa mano y la giro, besando la palma abierta y la muñeca—… Deja de hacer eso… —Muchas gracias —me mira sin entender. Enmarco su rostro con mis manos, pasando el pulgar por la huella reseca de sus lágrimas—. Gracias por Jono, por tenerme paciencia… por darme otra oportunidad… —Yo no…

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Empujo desde su nuca, juntando nuestras frentes, ante lo que detiene su protesta, mirándome expectante. Con la mano libre subo su camiseta y la dejo descansar en su estomago acariciándolo ligeramente. —¿Fue muy difícil, verdad? —¿El qué? —su murmullo roto amenaza que va a volver a llorar. —Todo —cierro los ojos atrayendo su cabeza al hueco entre mi cuello y hombro. Se aferra a mi camisa ahogando un gemido contra mi piel—. Shhh… Lo lamento… —Vuelves a repetirte —protesta. Le acaricio, meciéndole suavemente. Hace muchos años consolaba a Mokuba de la misma forma, y el hacerlo con él ahora… pensar que tendré la fortuna de hacerlo con mi hijo me llena de alegría y de miedo. Ignoraba esta parte de mí mismo, tantos años cerrándome a las emociones… todo el esfuerzo de Gozaburo tirado por la borda a causa de las hormonas de un embarazo. Debe estar retorciéndose en su tumba. —Lo repetiré hasta que me creas y me perdones. —No sé si pueda… Lo aferro con más fuerza, temeroso… No. Esa posibilidad ni siquiera existe. —No tienes otra opción. —Bastardo engreído… —Únicamente quiero pedirte una cosa… Como si hubiera activado un resorte se endereza, alejándose. Me mira con el rostro anegado en lágrimas, apartándome cuando trato de atraerlo de nuevo a mis brazos. —¡Si me pides otra prueba de paternidad…! —Una niña… No sé si es la sorpresa o la impresión lo que le deja sin habla y dócil, pero aprovecho la oportunidad y lo regreso a su anterior posición. —Quiero una niña —repito y esta vez oigo perfectamente el llanto que ahoga contra mi cuello. —Eres un bastardo insensible… —Lo sé —murmuro besando su coronilla. —No puedes… simplemente empezar a exigir… estupideces como si tuvieras todo el derecho del mundo… —me recrimina entre sollozos. —¿No? —Te odio… —Lo entiendo. —No quiero… que vuelvas a aparecer por mi casa… jamás… —Eso no puedo hacerlo. —¡No me lleves la contraria! —De acuerdo. —¡Y deja de ser condescendiente! —Sí, Joey… Tarda varios minutos, pero poco a poco el llanto se detiene. Durante todo ese tiempo no dejo de abrazarle, ni acariciarle, cuando finalmente los temblores se detienen, se mueve buscando mi mirada. —Seto… —me llama tras un momento eterno. —¿Sí? —¿Cuándo tienes pensado callarme?

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No espero que me lo repita una segunda vez. Le cubro el rostro de besos riendo, a carcajadas, como no recuerdo haberlo hecho nunca. Borro las lágrimas secas, los pómulos, las cejas… la pequeña arruga del entrecejo. El sonido de la llave en la cerradura hace que nos volvamos hacia la puerta. Desde el umbral Mokuba nos mira, primero a uno y luego a otro, alzado los ojos al techo a continuación. —Ya era la maldita hora.

Epílogo Nueve meses después. Las horas de visitan habían empezado hacía poco. En la mejor suite del hospital privado la recién nacida hacía una mueca asustada ante el sonido de pasos, desconocidos y extraordinariamente sonoros, de las enfermeras en el pasillo. —Shhh… no pasa nada. La familiar voz la calmó. Sentado en la cómoda butaca, Seto Kaiba la sostenía, como venía haciendo desde que la pusieran en sus brazos al momento de nacer, cerca del pecho. Él lo ignoraba, pero el sonido de su corazón agradaba y tranquilizaba a la niña. La acomodó de forma que la luz de la ventana no la molestara e inclinó el rostro sobre la diminuta cabeza aspirando una vez más la dulce fragancia que desprendía. Huelen a nuevo, había bromeado Joey horas antes cuando el médico se la había entregado. Y había tenido razón, olía a nueva vida… En un acto reflejo el bebé cerró la diminuta mano sobre uno de los dedos de su padre, sin saber que con ese gesto también la cerraba sobre su corazón. Se movió; incomoda ante el asalto de nuevas sensaciones, sonidos y olores, prorrumpiendo en un gemido que más parecía el débil maullido de un gato indefenso. El padre primerizo la miró angustiando, jurándose en ese momento matar a quien quiera que se atreviera a provocar la menor infelicidad a su hija. El suspiro de la cama llamó su atención. Joey dormía cansado, expulsando las últimas toxinas de la anestesia. El parto les había dejado a ambos exhaustos física y psíquicamente, obviamente el peor parado había sido el rubio, pero Seto sentía como si ese día hubiera llevado el peso del mundo en sus hombros. Verlo gritar por el dolor, impotente hasta que el cirujano decidió intervenir había sido el peor momento de su vida. En el rubio rostro aún se percibían huellas de todo el dolor y el cansancio padecidos. Jamás había estado más hermoso. Como si supiera que estaba siendo observado abrió lentamente los ojos. Encontrando a su pareja sosteniendo a su nueva hija, prácticamente en la misma posición que viera antes de caer rendido por la debilidad. —Idiota… —murmuró, sonriendo conmovido, al ver los amados ojos azules enrojecidos por el llanto que venía reteniendo. Seto le devolvió la sonrisa, tragándose el nudo que se había instalado en su garganta y se negaba a marcharse. Tantas emociones juntas le sobrepasaban. Dirigió la mirada de regreso al pequeño ser que dormitaba en sus brazos y repasó una vez más que tuviera el número de dedos correcto en pies y manos. No se cansaría nunca de mirarla. Era perfecta, desde la diminuta uña del dedo meñique hasta el antojo en forma de fresa que tenía en la nuca… El mismo que él tenía. La genética era un maravilloso milagro. Unos leves toques en la puerta llamaron su atención, propiciando otra sonrisa al ver a su hermano entrar cargando con su otro hijo y un peluche rosa. Dejó a Jono al lado de Joey cuando empezó a protestar y revolverse en sus brazos exigiendo ir con su rubio padre y se acercó al nuevo miembro de su familia con ojos brillantes. La había visto apenas unos instantes esa madrugada, quedando prendado en el acto del diminuto bulto arrugado y gimoteante. —¿Ha abierto los ojos? ¿De qué color son? —Aún no, es muy pequeña. Además, los bebés tienen los ojos color glauco al nacer.

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—Siempre tienes algo que decir… ¿Sabes que eres un maldito aguafiestas? No tienes la menor pizca de ilusión —refunfuñó el más joven. Sin poder esperar, alargó ansioso los brazos—. ¿Puedo cogerla? Instintivamente Seto se alejó cerrando los suyos de forma protectora sobre la pequeña. Joey rompió a reír al ver el gesto. —No en los próximos años, Mokuba —rió. —Seto, déjamela. Quiero conocer a mi sobrina. —Es que sólo está acostumbrada a mí —protestó generando una nueva tanda de risas del rubio. Se relajó al ver a su hermano regresar junto a la cama y bajar a Jono de ella. Los intensos ojos celestes de su hijo se fijaron automáticamente en él y el pequeño bulto que sostenía en brazos. Señaló al bebe y a sí mismo con gesto dominante, sacando una sonrisa embobada de su tío y se encaminó hacia ellos aferrándose a cada mueble que se cruzaba en su camino. Protestó las veces que Mokuba intentó sujetarlo para ayudarlo en su andar bamboleante, hasta que logró llegar a su meta. Inestable, se sujetó al pantalón de su padre, alzando la carita hacia él. —Es tu hermanita —dijo feliz Seto, inclinándola un poco para que la viera. Jono la miró con un gesto demasiado severo para sus pocos años, estudiando a la niña con expresión concentrada. Con un escalofrío, tuvo que reconocer que en esas ocasiones era su vivo retrato. Inquieta, la pequeña abrió los ojos y pareció devolver la mirada a su hermano. —¡Azules! —exclamó Mokuba Entonces sucedieron dos cosas a la vez. La pequeña hizo un leve mohín ante el sonido, girando la cabeza hacia el calor que emanaba su padre, que quedó atrapado por el color desvaído de esos ojos, y Jono pronunció su primera palabra. —Papá. Mokuba nunca había visto a su hermano llorar.

Notas: Esta historia es para PETRA, que también espera un bebé para ya. La idea surgió de las constantes pruebas de paternidad que cierta baronesa ha exigido a su hijo realizar a su nieto, mi boca floja y de la reciente invasión de bebés (futuros y ya presentes) que vienen para este año. Y porque desde el principio me prometí a mí misma no poner MPREG en “Seducir a Kaiba” y tenía que quitarme la espinita XD. Como no puede ser de otra forma mi eterna gratitud a SYRY superbeta. La vida es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar. Tus hijos no son tus hijos son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma. No vienen de ti, sino a través de ti y aunque estén contigo no te pertenecen. Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos, pues, ellos tienen sus propios pensamientos. Puedes abrigar sus cuerpos, pero no sus almas, porque ellas, viven en la casa del mañana, que no pueden visitar ni siquiera en sueños. Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no procures hacerlos semejantes a ti porque la vida no retrocede, ni se detiene en el ayer. Tú eres el arco del cual, tus hijos como flechas vivas son lanzados. Deja que la inclinación en tu mano de arquero sea para la felicidad.

Khalil Gibran A_nonima

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Pennis, pennis, pennis Autora: Naruko

—Pero, ¿cómo es posible esto? —No lo sé…—murmuro desviando mi mirada hacia un lateral completamente avergonzado de la Hokage arrodillada a mis pies. En este momento en mi cabeza sólo rondaba una pregunta… ¿Cómo demonios había llegado hasta aquella situación? Lo desconocía, pero si en ese instante el suelo se llega a abrir bajo mis pies y me traga, me hubiera hecho un gran favor. —Haz que se baje… —insisto comenzando a alterarme—. ¡Haz que se baje por dios! No puedo ir en este estado por la aldea, es doloroso, ¡es vergonzoso! —Pe… pero… no lo entiendo, está tan dura que parece un hueso… —Tsunade examina con especial atención mi entrepierna, colocándose una mano sobre el mentón pensativa—. Tal vez podría ser una sobrecarga muscular, o quizás se deba a algún coagulo de sangre obstruido, o también podría ser… —sus ojos castaños se levantaron decididos clavándolos en los míos con una expresión demasiado seria en su rostro—. ¿Cuánto hace que no te tocas? —¡Qué insinúas vieja pervertida! —estallo encrespado—. ¡No pienso contestar a eso! —En este mundo sólo hay dos tipos de personas Naruto: los que dicen que se masturban y los mentirosos. ¿Pero qué se ha creído la alcohólica sin fronteras? ¿Que soy un pajillero compulsivo? Hago ademán de subirme los pantalones para tapar mis vergüenzas ahí expuestas, pero las manos y la fuerza de la vieja tirando hacia bajo de mi ropa interior me impiden alcanzar mi cometido. —Es que jamás he visto algo como esto, por lo menos nunca que permaneciera alzada tanto tiempo. ¿Cuánto dices que llevas? ¿Tres horas? —Más o menos… —asiento sofocado. —Es demasiado tiempo. —No me digas… —sueno demasiado irónico, pero joder, ¿acaso cree que no lo sé?—. Por qué no baja… —exijo comenzando a perder la paciencia. —No lo sé… Mmmm… —entrecierra sus ojos, pensativa. Cada vez que pone esa mirada luminosa me da un poco de miedo—. ¿Intentaste bajarla con duchas de agua fría? —Sí —afirmo cruzando los brazos. Fue lo primero que hice. Dos veces. —¿Y has probado a eyacular? —… Que calor hace aquí, ¿no? Parece que mi cara haya mutado a un farolillo de feria. Ya bastante vergonzoso es estar en el despacho de la vieja, con los pantalones por los tobillos y mostrando una más que clara erección entre mis piernas, como para tener que contestar a todas las preguntas vergonzosas que me hace. ¡Pero no hay otro remedio! Lo he intentado todo para bajarla sin solución. Mi último recurso ha sido visitar a un médico. —Sí, lo intenté… —contesto a la pregunta en un susurro tras intentar calmarme. —¿Eyaculaste y no se baja? —No, en realidad no lo conseguí. Esto es vergonzoso. Autocontrol Naruto. Respira, inspira, respira, inspira, tranquilízate… ¡Tranquilízate baka que te comienza a temblar la pierna! Explícaselo y terminemos de una vez con esto. —El problema es que no me siento excitado, es sólo que esta así —señalo ofuscado con ambas manos mi zona problemática—. Pero yo no me noto estimulado, y cuando intenté bajarla no… no… no termino de… —me va a pegar una taquicardia. ¿Qué le digo? ¿Qué no me excita nada con lo que consiga correrme? Tapo mis ojos con una mano sumamente avergonzado—. Esto es bochornoso… ¡Me vas a ayudar o no! Tsunade resopla sonoramente y comienzo a frustrarme. Demonios, ella es médica. Tiene que tener casos como este todos los días… ¿no?... bueno quizás no, por lo menos no tanto tiempo arriba. Vale, esto se sale de lo normal.

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—Bueno, no pierdas la calma. Algún remedio encontraremos. Y si no, míralo por el lado positivo… entrarás en el libro guiness de los records como el mayor empalme de la historia. Se levanta del suelo y con paso tranquilo llega hasta su silla de despacho en la que se sienta. ¡Vieja bruja! No bromees con esto. ¡Es un problema grave, joder! —A ver, comencemos desde el principio —prosigue sacando un par de hojas en blanco y mojando el pincel en tinta negra—. Relátame todo lo que hiciste en el día de hoy. —Bueno pues… yo estaba entrenando en el bosque como todas las mañanas… —comencé el relato una vez subidos mis pantalones. —¿Visitaste los baños de mujeres? ¿Te encontraste con Sakura hoy en la mañana? —¡Maldita sea, claro que no! ¿Por quién me has tomado? Yo no soy Ero-sennin… —Mucho peor, eres su aprendiz —musitó mordaz sin dejar de anotar datos—. Continúa… —Al cabo de un rato llegó Sasuke y lo de siempre; discutimos por tonterías, me sacó de mis casillas, le pegué un puñetazo, él me pegó otro, comenzamos una de nuestras tantas peleas, nos insultamos y se fue… —¿Te excitaste cuando viste a Sasuke? —¡Claro que NO! Pero la vieja emite una leve sonrisa tras mi negativa. ¿Y ahora por qué demonios se ríe? ¿Por el furioso sonrojo de mis mejillas? ¿Porque estoy temblando de rabia? ¿Porque no he sonado convincente? ¡Esa es la verdad! —No te pongas nervioso, comienzas a hiperventilar. Tengo que analizar cada posible situación que pudiera desencadenar tu problema viril. Sasuke es un chico muy apuesto, no sería algo extraño que tu firme problema se debiera a él. De hecho, más de la mitad de problemas hormonales de la aldea se deben a él. La miro con el entrecejo arrugado durante unos minutos. No sé qué me ha molestado más, que me diga que la mitad de la aldea se excita pensando en el bastardo, o que me haya insinuado que yo también entro en ese porcentaje palillero. Autocontrol Naruto. Respira, inspira, cálmate, intenta no rechinar los dientes, intenta que el tic de tu ojo izquierdo no parpadee frenéticamente, intenta que la vena de tu frente no se expanda por toda tu cabeza. Respira, inspira, respira… ¡A la mierda! —Vieja pervertida, aún no me había empalmado cuando el bastardo se cruzó en mi camino —grito con un deje de nerviosismo—. Además, un tipo como él no me despierta esos instintos. —Vale, vale, sólo tenía que descartar hipótesis… —y antes de seguir anotando cosas en su cuaderno, me parece escuchar por lo bajo… gay frustrado—. Sigue, por favor. Hago ademán de reunir toda mi fuerza de voluntad. Kami-sama, ¿qué he hecho yo para merecerme esto? Si no fuera porque la vieja menopáusica tiene una fuerza sobrehumana ya me habría enzarzado con ella. Suspiro derrotado. —Bueno, Sasuke-teme se fue y me recosté un rato sobre la hierba para hacer un descanso. Cuando desperté de la siesta mi entrepierna ya estaba así. —¿Tuviste algún sueño húmedo? —No, claro que no lo tuve —entrecierro mis ojos amenazadoramente. ¿Qué se cree que estoy en celo? —¿Estás seguro? —cuestiona—. Hay veces en las que soñamos y luego no somos capaces de recordarlo. Pero involuntariamente nuestra mente sí que sueña. Se tiende a soñar con esas cosas si hace tiempo que no mantenemos relaciones sexuales. —¡Te estoy diciendo que no! —me esta tocando la moral ya—. Yo no estoy falto de sexo, ni tengo pensamientos impuros con nadie, y mucho menos sueños húmedos. —De acuerdo —no muy conforme la Hokage continúa anotando todos los datos en el informe hasta que la pregunta clave llega—. ¿Cuándo fue la última vez que mantuviste relaciones sexuales? Lo noto, y ella también por la cara que me muestra. En este momento mi rostro es una mueca extraña enmudecida. La pregunta que siempre evito contestar. Sudor en las palmas de las manos, me tiembla la pierna derecha alarmantemente y vuelvo a notar el calor en mis mejillas. ¿Realmente es necesario que conteste a esas preguntas para solucionar esto? —¿Y bien?

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No hay remedio. Contesta de una vez. —Mi… mi… ¿Mi mano cuenta? labios.

Maldita desgraciada. Aunque te tapes la boca con una mano puedo percibir la viciosa sonrisa que arquean tus

Me conoce tan bien como para saber que no soy de la clase de chicos que pagaría favores a mujeres de la calle o se acostaría con cualquiera por un calentón. ¿Tan raro resulta ser un chico conservador? ¿Que a mis diecisiete años no haya tenido ninguna novia? Joder, dudo que la vieja haya tenido novio en sus cincuenta años. —Sí, Naruto, tu mano también cuenta —contesta finalmente con esa maldita sonrisa. —Bu… bueno, hará cosa de… varios días… —¿Cuántos días exactamente? —Bueno más bien semanas… —rectifico sofocado. Si la vieja nota que miento es capaz de hacerme el tercer grado de interrogación hasta confesar que sigo durmiendo con el gorro de castor. —¿Cuántas semanas? —Bueno vale, fueron meses… —Naruto… —sisea entre dientes. Su voz suena amenazadora y la vena que palpita sobre su frente me avisa que comienza a perder la paciencia. —Desde el año pasado… —confieso finalmente. Total, me lo iba a sonsacar quiera o no. —¿Ves? No era tan difícil decirlo —moja de nuevo el pincel en tinta mientras murmura y esta vez con claridad—. Pajillero reprimido. En ese caso no descartaremos la opción de que la erección se deba a falta de descarga sobre tu… plátano — sonríe, parece que este asunto realmente le divierte. —Este no es un tema de risa Obaa-chan… —no quiero llorar, pero es que esta situación es surrealista—. Comienza a dolerme tener la sangre acumulada tanto tiempo ahí. —Lo sé, lo sé… —suspira mientras se levanta de nuevo hacia mí—. Vamos a probar con unas pastillas para relajarte los músculos, en principio tiene que funcionar, pero en el caso de que no sea el remedio, tendrás que intentar excitarte mentalmente para eyacular, eso también debe bajar la tensión de tu entrepierna. Y de no ser así pues… te la amputaremos. —¡¿QUÉ?! —horror total y encogimiento brusco de partes pronunciadas—. ¿Cortármela…? ¿Cortarme la polla? —niego estrepitosamente con la cabeza—. No, no, no, eso sí que no, a mí no me dejáis travesti de por vida, yo tengo que… soy muy joven para… todavía no la he estrenado. Eso no es posible. —No dramatices —expresa la bruja mientras me acaricia los cabellos dorados para darme confianza—. Mira, si quieres puedo intentar drenar la sangre coagulada insertándote dos agujas en el pene. ¿Sangre? ¿Agujas? No, no, creo que mejor me quedaré con la opción de los calmantes que apresuro a retirarle de la mano con cara de espanto. Esto no puede ser eterno. Algún día tiene que bajar… ¿verdad? Y antes de que mis pensamientos me absorban por completo despega la mano que acariciaba mis cabellos y comienza a frotarse los dedos. —¿Qué demonios es esto? ¿Una tela de araña? Examino la mano de la bruja. ¡Ahh claro! Ahora recuerdo… —Hum, es posible. Cuando me quede dormido en el entrenamiento me picó una araña en el brazo. Me levanto una manga de la camiseta para enseñarle la picadura que ya esta amoratada. —¿Qué clase de araña? —No lo sé, una de esas con ocho patas, peludas, marrones… una araña. —Pero una araña cualquiera no te deja un picotazo así —examina mi brazo con especial atención—. ¿Tal vez podría ser…? Y me deja con la intriga, porque se gira repentina hacia una estantería en la que almacena centenares de libros antiguos, y tras extraer uno y buscar por algunas páginas, me muestra una imagen. —¿Era esta araña? Examiné el arácnido con dedicación. —Sí, esa era —afirmé convencido—. Tenía aspecto de tarántula pero su color era una mezcla de tierra y rosado, ttebayo.

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Me da la impresión de que la cosa comienza a solucionarse por el suspiro de alivio que sale de sus labios. Ojalá que haya un antídoto para esto… —Phoneutria nigriventer, es el arácnido que te ha picado y el que te ha provocado que tengas esta erección por más de dos horas. Y te aviso que aún tardará en bajarse. Pero no te preocupes, su veneno no es mortal, aunque sí está catalogado como uno de los mayores y más potentes elixires sexuales. —¿Un elixir sexual? ¿Me estás tomando el pelo? —Te aseguro que no. Los efectos de la picadura suelen ser dolor e incomodidad. Una vez que el veneno penetra en la sangre y se mezcla con esta, crea un aumento considerable de óxido nítrico que aumenta la presión sanguínea con una secuela: erecciones que se prolongan por espacio de horas y horas. —Pe… pero esto tiene cura, ¿no?, algún antídoto contra el veneno para que baje. —En realidad no —cierra el libro y mis esperanzas de encontrar una solución se van con él a la estantería—. Tan sólo la paciencia hará que se te baje la erección, Naruto. Ese veneno se suele utilizar en los casos de impotencia sexual. Deberías estar contento, al final no ha sido para tanto y no te la tengo que cortar. ¿Contento? A ti te quería ver yo con este sofocón en el cuerpo. Rectifico, mejor no. —No seas tonto y aprovéchate de tener esa dura elevación. Ve a pelar tu plátano en alguna rodajita de manzana apetecible. —¿Pero cuándo bajará? ¿En unas horas… días… años? —No llegará a tanto. Te aseguro que en un par de horas volverá a su estado normal. Sólo ten paciencia. Un poco más aliviado respiro con tranquilidad al conocer que los efectos no serán para toda la vida y tarde o temprano se vendrá abajo. Comenzaba a imaginarme como iba a sobrevivir con una erección de por vida instalada en la entrepierna. Tan abultada, tan visible, tan vergonzosa, tan… un momento, todavía sigue elevada y tengo que llegar a mi casa… ¿Cómo demonios hago para que nadie me vea en este estado? —En ese caso, me quedo aquí hasta que se me pase —dictamino firme cruzando los brazos. —¿Qué? Ni loca, tengo mucho papeleo retrasado por tu culpa y no puedo perder más el tiempo. Largo. —¿Pretendes que salga de aquí con la polla en estado de alerta permanente? —Utiliza tus dotes ninjas para pasar desapercibido ¿Acaso se te ha olvidado lo que aprendiste en la academia? —¡Claro que no se me han olvidado!, pero… si alguien me ve… todos se van a burlar de mí. —No es mi problema. —Pe… pero… —no hay remedio. Me ha cogido de la solapa de la camiseta y me arrastra hacia la salida del despacho. Ni siquiera mi cara de cordero degollado la detiene—. Obaa-chaaaaaaaaaan… Lo último que escuché fue el portazo que dio la puerta al cerrarse en mis narices. —Vieja bruja, ojalá que se te caigan las tetas. —¡Has dicho algo, mocoso! Y por mi integridad física comienzo a correr como loco. Prefiero huir antes que ser noqueado con la mesa del escritorio que alzaba entre sus manos. oO oO oO Oo Oo Oo —Araña del demonio —maldigo una y otra vez. De todas las anécdotas malas que he pasado en la vida, sin duda esta es la peor. Una erección permanente. Y pensar que hay gente que hace lo que sea por mantenerla arriba y yo daría lo que fuera porque estuviera en reposo. Qué contradictoria es la vida. Recostado sobre mi cama cierro los ojos intentando encontrar paz interior, ya que la exterior sigue palpitando y tan dura como una roca. De repente las imágenes de lo que he sufrido para llegar a mi casa sano y salvo comienzan a brotar en mi mente a cámara lenta. Tras hacer uso de mis dotes ninjas de ocultación, descubrí que era nulo al ejecutarlas, y mucho menos temblando nervioso como una gelatina. Por poco me descubre media aldea cuando, a la velocidad de la luz y saltando de tejado en tejado, resbalé en una teja y casi caigo en mitad de la plaza donde los aldeanos se concentraban comprando en el

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mercado. Si eso hubiera sido suficiente habría alabado a los dioses, pero mi importuno sensei, Kakashi, tuvo que cruzarse en mi camino. Por más que intenté tapar mi problema con la chaqueta naranja, evadir las preguntas y tranquilizarme para no mostrar demasiado nerviosismo, sólo resulté ser más sospechoso que Chouji haciendo régimen. Y eso mi sensei lo sabía, su único ojo visible destellaba con ese brillo particular que muestra cuando algo realmente le interesa y te va a sonsacar hasta las veces que vas al baño. Ni que decir que descubrió mi erección y tras explicarle con pelos y señales lo que había pasado hasta el momento, se fue susurrando algo como… ¿Una araña, ehh? Prepárate Iruka-sensei, tu bestia parda no va a dejar que duermas esta noche… Deseché inmediatamente esas palabras de mi mente ilusa. Ya bastante tenía con lo mío como para imaginarme lo que pretendía hacer mi sensei cuando encontrara a la pobre araña. ¿Dije pobre araña? Pensamiento revocado y eliminado de mi subconsciente. Ese arácnido es mi enemigo número uno en mi libro personal del bingo. La anécdota no hubiera sido tan trágica de no ser porque antes de colarme por la ventana de mi domicilio, me percaté de cómo mi enemigo número dos me observaba desde el tejado paralelo a mi estancia. ¿Qué coño hacía allí? ¿Ahora le había dado por espiarme o qué? Uchiha Sasuke y su enfermiza sonrisa toda poderosa. ¡Arggg! Y encima se estaba riendo. Yo tenía la entrepierna oculta con la chaqueta hecha un ovillo, estoy seguro de que no pudo verla. Quizás fuera por mi cara… sí, probablemente fuera eso, no pude evitar mostrar una expresión asediada o quizás… quizás se lo haya contado Kakashi-sensei ¡Grandísimo Hokage! ¡Que alguien me diga que el bastardo no sabe lo que me ocurre! Porque de ser así voy a tener cachondeo hasta el fin de mis días… Y por fin tras llegar a mi casa, donde el silencio hasta ese momento nunca había sido mi mejor compañía, decidí darme una ducha fría… por tercera vez. Como nota decir que me dejó bien fría la cabeza, pero no la de abajo. Y ahora me encuentro aquí, recostado sobre mi cama, vistiendo tan sólo un elástico boxer y rogando al primer dios que me ayude a solucionar mi problema hormonal. —Hubiera sido mejor no haberme levantado de la cama hoy… —susurré en voz alta para mí mismo, como siempre, ni que las dos plantas que tengo me pudieran contestar. Para el colmo de los colmos, el dolor de mi entrepierna se volvió a hacer latente. Haciéndome abrir los ojos molesto para desviarlos hacia la parte baja. —Y tú tampoco deberías haberte levantado hoy… —reproché frunciendo ligeramente las cejas—. Qué voy a hacer contigo. Las palabras insinuantes de la Hokage rondaron mi mente. “Aprovecha tu elevación y busca alguna rodajita de manzana apetecible…” Pero antes de contestar, mi cabeza ya se balanceaba negativamente. Soy incapaz de hacer algo así, de buscar sexo en un burdel. No es como siempre he soñado. No será así mi primera vez. —Maldita araña… —maldije nuevamente llevándome una mano a la entrepierna. Estaba dura, demasiado. Hasta un elástico boxer me molestaba, prenda que termine por sacar. »Sólo son un par de horas… —me auto animé—. Un poco más y esto se calmará. Pero no fue así. Intenté dormir para no centrar los sentidos en el dolor que producía la rigidez del pene, pero en ese momento mi organismo se pudo en modo centrifugadora. Del lado izquierdo, del derecho, boca abajo y por supuesto boca arriba, pero no había forma humana de dormir. La perseverancia es una de mis virtudes, por lo que seguí revolviéndome por toda la cama intentando encontrar una postura satisfactoria, hasta que derrotado llegué a la conclusión de que era imposible. ¿Cómo podía dormir con la alarma disparada entre las piernas? Exasperado porque los minutos pasaban y el problema no se solucionaba comencé a meditar la opción de estimularme con pensamientos impuros. Tal vez no fuera capaz de acostarme con cualquiera y acabar con esta tortura, pero sí podía intentar eyacular por mi cuenta. El problema era… que no me excitaba con nadie. La primera en cruzar mi mente fue Sakura-chan. Era muy atractiva, eso no podía negarlo. Además, contaba con la ventaja de que había sido mi primer amor. Aunque ahora, años más tarde, esos sentimientos se habían definido en una buena amistad. Eso lo tenía claro y al parecer mi entrepierna también. No podía excitarme con ella, es más, me sentía culpable por utilizar la imagen de mi compañera para calmar mis instintos. ¿Pero no se supone que cuando algo no te excita la cosa baja?... misterios de la vida, la mía seguía dando por saco. Medité durante unos minutos, recordando algunas de mis compañeras. Pero ninguna me llamaba especialmente la atención. ¿Sería acaso que no me gustaban las chicas? Hasta ahora no me había dado cuenta, pero siempre me había

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fijado más en los chicos que en las chicas. No me refiero en sentido carnal, aunque algún que otro trasero sí que…. pero no sé… ¡Arggg! ¡Maldición! Ni siquiera yo lo entiendo… —¡Kage bunshin no jutsu! —grité enfadado con mi cabeza liada. Ni siquiera sé por qué he realizado un clon. Tampoco lo que pretendo con él. ¿Tal vez que me alivie? ¿Que me solucione las dudas sobre mi sexualidad? Esa sería una buena opción, de no ser porque el bunshin que he creado sin pensarlo dos veces es la réplica de Sasuke. —Me estoy volviendo loco… —gimoteo a punto de perder la cabeza. Agotado mentalmente, vuelvo a recostarme y cierro los ojos. Intentaré por todos los medios dormir por lo menos para dejar de pensar. Por suerte no tardo en caer rendido en los brazos de Morfeo que me acogen dulcemente cuando más lo necesito. oO oO oO Oo Oo Oo No soy consciente en qué momento del sueño mi temperatura corporal ha comenzado a elevarse. Noto una sensación extraña en mi piel, fuego en mi vientre, me estremece, sacándome un ligero gemido de satisfacción. El roce de una piel con la mía, en movimientos ascendentes y descendentes. Humedad. Estoy excitándome, lo noto, pero… ¿Por qué? Agarro las sabanas con fuerza en una sacudida que arquea mi espalda y eleva mis jadeos. Esta sensación orgásmica se siente cada vez más bien. Me gusta. Aunque no logro comprender qué lo ocasiona. Sigo sintiendo la humedad que comienza a volverme loco. De nuevo otro fogonazo de placer inunda mi entrepierna y me hace abrir los ojos desmesuradamente. La visión del techo se abre ante mí, un tanto amarillento y con su mancha de humedad. Mi sentido del oído se centra. Sonidos de succión. Mi vista nublada desciende lentamente hasta divisar una extraña silueta a los pies de la cama, justo encima de mi zona pélvica. Tan sólo cabellos negros… ¿cabellos negros? ¿Qué demonios está pasando? Adormecido y antes de que pueda asimilar la escena, mi mano ya está viajando en el espacio tiempo hasta rozar esa sedosa cabellera. Retiro con suavidad el pelo de la frente que me oculta ver su identidad y mi cuerpo entero se paraliza. Conozco a la perfección esa piel pálida, la nariz definida, los labios suculentos y sobre todo esos ojos negros, rasgados, atrayentes, demandantes, que reflejan la noche oscura en la que quisiera perderme. —¿Sa… su… ke? No me contesta. Clava su penetrante mirada en mis orbes atónitas mientras sigue ascendiendo y descendiendo lentamente por toda la longitud de mi miembro con su boca. ¿Qué ocurre aquí? ¿Estoy soñando? Esto no es real. ¡No puede ser real! Son consecuencias derivadas de una mente calenturienta y el estrés que he sufrido durante todo el día. Sasuke no puede estar aquí, en mi piso, en mi cama, practicándome… sexo oral. —Es un sueño… —murmuro sin apartar mi mirada inquieta de la suculenta boca que sube y baja provocadoramente sobre mi erección—. Un húmedo sueño. Finalmente deja de lamerme y se incorpora hasta quedar sentado a horcajadas sobre mis muslos. En ese momento una ocurrencia aflora en mi mente, si es una alucinación, la persona es demasiado pesada en densidad. Pero no me detengo a analizarlo ya que no puedo apartar la mirada de la camiseta que en esos momentos está siendo retirada, mostrándome un pecho pálido, firme y marcado, seguramente tan suave como el pétalo de una flor. El rubor acude de nuevo a mis mejillas. Y es que en ese momento no pude evitar recordar lo que me había dicho Tsunade-obaa-chan. Sasuke era el tormento hormonal y el insomnio de media aldea. Al paso que iba, probablemente también el mío. El movimiento brusco de la cama me hizo centrar la atención en mi amigo, que en ese momento había clavado ambas manos en el colchón y subía gateando lenta y sensualmente hacia mí. Me horroricé. Estaba completamente aterrado. Incapaz de articular una palabra para detener aquel espejismo, encogí las piernas en un acto reflejo llevándome las dos manos al bulto pélvico, tapando la agitada erección que ahora más que nunca palpitaba con estimulación visual. Un escalofrió intenso recorrió mi cuerpo haciendo que se me erizara el vello de la nuca cuando su cara inexpresiva formó su típica sonrisa prepotente. ¿En qué macabro sueño estaba pensando que hasta esa sonrisa parecía la verdadera? ¿Tanto me había fijado para recordarla a la perfección?

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Noté las frías manos de la ilusión rozarme las pantorrillas encogidas, provocando que mi cuerpo agarrotado se tensara aún más por la violenta sacudida que despertó en mí el contacto de su piel. Sasuke dejó reposar los finos dedos tranquilamente sobre mis rodillas, y esperó. Eso parecía ser todo lo que pretendía hacer hasta que de un tirón hacia los laterales, consiguió abrirme las piernas de par en par, incapaz de reaccionar a tiempo. —Realmente tienes un problema aquí… dobe. Recibí un doloroso pinchado de mi erección al escuchar su voz profunda. ¡Por Dios! ¿Desde cuándo esa voz tan masculina me provocaba contracciones de placer? ¿Desde cuándo me excitaba con mi compañero? ¿Cómo demonios conseguía hablar una ilusión óptica? Eran demasiadas preguntas que contestar cuando tu mente y tu cuerpo sólo reaccionaban satisfactoriamente a los pequeños mordiscos que en esos momentos sufría el interior de mi ingle. Mi respiración se vio desbocada, los gemidos acudían de nuevo a mi garganta, y mis manos autómatas se habían empeñado en acariciar esos cabellos sedosos. ¡Demonios! ¡Ese espejismo era realmente excitante! —Eres el bunshin… —susurré tras haber caído en la cuenta. ¿No lo había deshecho antes? No. El clon de Sasuke vuelve a sonreírme de medio lado. ¡Dios, como me pone esa sonrisa! Y tras varios segundos de contacto visual vuelve a realizar la tarea que tan sensualmente me estaba volviendo loco. Estimula mi erecto pene con su lengua. Lo lame, mordisquea y besa, hasta que finalmente acaba tragándosela en una succión que me lleva casi al orgasmo. —¡Dios…! —grito sin control ante las miles de sensaciones que despierta en mí ese acto impúdico. La escena es de lo más excitante que haya vivido en mi vida. Él es la persona más excitante que he conocido jamás. ¡Es el puto Picasso del sexo! Por un momento comienzo a pensar en lo bajo que he caído utilizando al clon de mi compañero para calmar este problema, pero se siente tan bien que no quiero detenerlo. Me excita, me crea una sensación extraña en el estómago y cuanto más lo miro más se me acelera el corazón. El haberlo hecho me ha abierto los ojos. Realmente me gusta Sasuke. Aumenta la presión en mi miembro. Ya no puedo más. Las succiones se hacen cada vez más rápidas. Contraigo mi ingle de goce. Me estimula los testículos con una mano. Estoy a punto de venirme. Un dedo comienza a acariciar mi entrada y… dentro. —¡Joder! Grito retorciéndome de placer, viniéndome en la boca del bunshin que traga mi semilla con voracidad. Fatigado, respirando agitadamente y con el corazón a mil por hora, intento recomponerme tras el colosal orgasmo que he sufrido. Entorno los ojos para ver la imagen que me ha llevado al final y termino por encajar todas las piezas sueltas que hasta ahora tan sólo desconcertaban más mi mente. Alzo una mano hasta tocar la cara inexpresiva de Sasuke. Es tan suave, sus facciones son tan hermosas, su mirada es tan sensual que acabo por darme cuenta de lo tonto que he sido hasta este momento. ¡Maldita sea! Estoy enamorado de él. Mis manos apresuran a cubrir mi rostro horrorizado. ¿Cómo no me he dado cuenta antes? ¿Cómo he podido enamorarme de ti? ¡Eso es un suicidio! Inspiré profundamente varias veces para tranquilizarme hasta pronunciar con voz quebrada… —Deshazte, bunshin. Pero por una extraña razón no hubo un puff. El clon continuaba sentado entre mis piernas, sonriendo de medio lado mientras se relamía los labios saboreando el fruto de mi orgasmo en su boca. Extrañado me incorporo hasta quedar en sus mismas condiciones y agarro uno de sus brazos. —He dicho que te deshagas, bunshin… —le aprieto intentando convertirlo en una bola de humo, pero sigue sin ocurrir nada—. ¿Qué coño pasa aquí? No me da tiempo ni a reaccionar cuando sus labios hambrientos apresan los míos en un rudo contacto. Me come, me devora, me tumba de nuevo sobre la cama agarrando mis muñecas por encima de mi cabeza y se tumba sobre mí. El beso comienza a perder fuerza y se vuelve más tranquilo, más sensual, degustando mis labios suavemente. Y tras unos minutos en los que sigo shockeado, termina separándose para mirarme divertido antes de acercarse a mi oído y pronunciar tranquilamente… —¿Todavía no te has dado cuenta… de que no soy un Kage Bunshin, dobe? Horror. Pánico total y parcial de todos los músculos de mi cuerpo. Esto no puede estar pasando, tiene que ser un sueño… ¡una pesadilla! ¿Sasuke? ¿Uchiha Sasuke en persona?

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Con una mueca desvalida y los ojos como platos, sigo absorto en mis pensamientos hasta que percibo la humedad de su lengua acariciando mi cuello, besándome y lamiéndome. Giro la cara hacia él, completamente asustado, intentando sacar alguna palabra de mi boca temblorosa. —Sa… Sasu… ke… Levanta la mirada clavándola en mí y sonríe. Si no fuera por el colapso mental que tengo en este momento me hubiera quedado más tiempo absorto en esos finos labios. —Por fin reaccionas, usuratonkachi. Con un grito que podría haber puesto a media aldea en alarma masiva lo cojo con fuerza de los hombros y rompo todo contacto con su piel, levantándonos a los dos en el proceso hasta quedar sentados a una distancia no demasiado prudencial a mi parecer en la cama. —Qué… qué… qué… Genial, ahora descubro que soy tartaja. Respira, Naruto… —¡¿Qué demonios haces aquí?! Cojonudo. Mi grito, tres cuartas más agudo de lo normal, parece el de una colegiala histérica. —¿Acaso no es obvio?, ayudarte con tu problema —contesta. ¿Ayudarme? ¿Sasuke Uchiha se ha convertido en samaritano? ¿Tan pronto ha llegado el holocausto? —¡No te acerques! —grito al borde del colapso cuando intenta acortar de nuevo la distancia entre los dos. ¿Pero qué demonios está pasando aquí? —Tranquilízate, dobe, pareces una colegiala a la que acaban de violar. Abro mis dos brazos estupefacto ante la respuesta. —¿Y qué demonios te crees que es esto, bastardo? ¡Allanamiento de morada y acoso sexual! —No te oí quejarte minutos atrás. No. Es que no me lo puedo creer. Algo en mi mente me sigue diciendo que ahora voy a despertar y todo habrá sido un mal sueño. Pero joder, ese momento nunca llega. Y aún no tengo claro como demonios se ha enterado Sasuke que tengo la entrepierna en modo radar. Pero lo que más me colapsa es saber por qué demonios ha hecho eso. —Deja de darle tantas vueltas a las cosas… —predice mirando la cara atónita que tengo en este momento. Y es que seguro que soy un mapa con encefalograma plano—. Estoy aquí y soy real. Las demás explicaciones vendrán cada una a su tiempo. —¿Eh? No consigo articular más palabras. Ha aprovechado el tiempo de mi bloqueo mental para sacar hilos transparentes y atarme las manos al cabezal de la cama. —Qué… qué… qué… Maldición. Vuelto al estado tartamudo. Pero es que ver como se ha levantado y comienza a quitarse los pantalones no me da para decir más. ¡Joder qué cuerpo! Y mucho menos cuando se saca la ropa interior. ¡Virgen santa! Dicen que no importa el tamaño de la pieza sino el tiempo que esté tiesa, y en mi caso eso es más que evidente… pero en el suyo… ¿Acaso también le ha picado la araña o qué? Está empalmado… y mi estado mental actual no lo tolera. —Cierra la boca, dobe, casi te llega al suelo… —pronuncia fanfarronamente—. ¿O acaso nunca has visto un tamaño como este? Le contestaría, juro que contestaría a su ofensa si no me temblara la boca. Se ha subido a la cama de nuevo y gatea hacia mí. Reacciona. ¡Reacciona Naruto por dios! —¿Qué… qué crees que estás haciendo, Uchiha? —Sabía que eras un poco lento, pero no esperaba que tanto… —acaba de apresar mis pies y comienza a alzarlos. Pataleo, pero el desgraciado tiene más fuerza que yo—. No te resistas o será peor. —¡Para! ¡Esto no tiene gracia, teme! Pero no lo hace hasta conseguir colocar mis rodillas a la altura de mis orejas. Grito y me revuelvo completamente asustado sin conseguir absolutamente nada. Bueno sí, para acallar mis alaridos comienza a besarme fogosamente. —Mmm… Eso… eso no habrá sido un gemido de placer… ¿verdad?

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—Mmmmmm… ¡Joder lo he vuelto a hacer! Pero es que estos besos saben a gloria y este tío me pone enfermo. Un pinchazo recorre de nuevo mi entrepierna aún alzada. ¡Mierda! ¡Me estoy poniendo cachondo con su lengua juguetona! ¡Basta! —Detente… —logro pronunciar temeroso cuando separamos nuestras bocas para respirar. —¿Acaso no te das cuenta? —ronronea con una voz que me eriza hasta las pestañas. Desciende con húmedos besos por todo mi pecho, cazando entre sus dientes uno de mis pezones para morderlo con suavidad—. Ahora ya no puedo parar. Y sin encontrar razón alguna dejo de forcejear y centro todos mis sentidos a la gran satisfacción que comienza a expandirse por mi cuerpo. ¿Por qué? ¿Por qué no lo detengo? ¿Por qué pienso que esto es algo que siempre he querido hacer en los más oscuros de mis pensamientos indecentes? Y de repente escucho una segunda voz en mi mente, dándome la contestación. Yo… le quiero. —¡Ahhh! ¡Sasuke….! No puedo evitar jadear sin control. El bastardo se ha desplazado a mi zona problemática y comienza a lamerme en un punto más abajo de mis testículos que jamás pensé que causaría tanto placer. Me estremezco. Hace presión con su viciosa lengua en mi ano hasta colarla levemente. Otra fuerte sacudida recorriendo mi espina dorsal. ¡Mierda, estoy a punto de correrme otra vez! —Pa… para… voy a… a… ¡AAHHHHHHH! Mi mente se nubla y estallo de nuevo en mi vientre el espeso liquido del orgasmo. Habría aguantado más si no hubiera colado un dedo en mi entrada. Ese que ahora mueve en círculos y penetra con pausa. —Parece que esto sigue sin solucionarse… —argumenta de pronto en un tono que no consigo catalogar. ¿Divertido? Entonces comprendo a qué se está refiriendo. Abro los ojos dirigiéndolos a mi pene. Después de dos orgasmos sigue alzada. ¡Kami-sama! ¿La bruja no dijo que eyaculando la cosa se calmaría? ¡A que la erección va a ser eterna! —En ese caso prepárate para el tercer asalto —insinúa con una sonrisa que me da miedo. ¿Miedo? ¡Si por poco no me lo hago encima del susto!—. Va a costar un poco más… —continúa parloteando—… no tengo lubricante. ¿Lubricante? ¿Ha dicho lubricante? ¿Para qué? ¡Ohh dios! ¡Ohh Kami-sama! Que no sea para lo que estoy pensando… que no sea para… —¡Arggg! —gruño sintiendo otro dedo colarse en mi entrada. ¡Joder este tío va en serio! ¡Voy a perder la virginidad con él! Bueno, no es algo que me desagrade, para nada, aunque nunca imaginé que fuera con Sasuke. —Relájate, Naruto… ¿Que me relaje? ¿Esta de broma? ¡Cómo demonios me voy a relajar con una erección de cuatro horas que sigue tiesa, un tío que está como un tren subido en mi cama y dos dedos metidos por el culo! ¡A ti te quería ver yo en mi situación! ¡Sí, literalmente! —¡Kuso! —vuelvo a gruñir apretando las manos a los barrotes de la cama. Mierda, ya va por el tercero. ¿Cuántos dedos piensa meter? ¿El puño entero? Comienzo a desesperarme. ¡A tomar por culo el dolor de cabeza! Si esto va a ocurrir sí o sí, que lo haga de una vez… —Sa… Sasuke, hazlo ya —muevo la cadera para que comprenda a que me refiero. —Todavía no estás preparado —pronuncia con voz ronca sin dejar de mover los dedos en mi interior. —Da… da igual, solo hazlo. —Te digo que… —¡Hazlo de una puñetera vez! Y con cara de enfado por el grito que le he dado, por fin me hace caso. Retira la mano de mi entrada para masajearse su propio sexo que posteriormente coloca rozado la entrada de mi esfínter. Levanta la cabeza y me mira. Me da la impresión de que sus ojos reflejan un deje de nerviosismo, el mismo que deben mostrar los míos. No se mueve, está pidiendo en silencio mi confirmación, saber si realmente puede acceder con mi permiso. Y eso… me enternece. Porque esto no es una violación ni un polvo cualquiera, por lo menos no por mi parte. En un casi imperceptible movimiento asiento con la cabeza y le sonrío. Sé que no me voy a arrepentir de esto. Yo también lo deseo aunque no lo demuestre con facilidad.

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Y antes de que los dos nos unamos se acerca a mi cara, me besa dulcemente en los labios, desciende por mi cuello, y a la vez que me muerde posesivamente, comienza a introducirse lentamente. —¡Aaagghhhh! ¡Kusoo! Sufro. Maldita sea, esto realmente duele, y mucho. ¿Cómo sobreviven los gays a estas cosas? ¿Por qué dice Erosennin que son promiscuos? ¡Si esto es un infierno! —¿Estás bien? —murmura Sasuke con preocupación. Se ha detenido a la mitad al comprobar mi agonía. —Sí… —asiento con la voz entrecortada ¿Qué le voy a decir, que no?—. Pero desátame las manos. Alza un poco la cabeza hasta romper el hilo con los dientes. Mucho mejor, ya no me aprietan las muñecas, y lo primero que hago es realizar mi sueño que hasta hoy creía inalcanzable. Bajo las manos para agarrar su prieto trasero. ¡Ohh qué gustazo! ¡Tiene el mejor culo de Konoha, dattebayo! Y sin que se lo espere lo arremeto contra mí, haciendo que la penetración completa de su miembro llegue hasta el fondo de mis entrañas y me deje sin habla. —¡Dios! Eres condenadamente estrecho… —clama en mi oído. Ha sido el jadeo más erótico que he escuchado en mi vida. De pronto noto como lame mi mejilla. Humedad. Mis ojos han soltado un par de lágrimas ante la brusquedad que he causado y se dedica a borrármelas del rostro. ¡Maldita sea! ¿Por qué tienes que ser tan perfecto? Tus dulces besos me confunden por un momento. Tal vez… tal vez haya una posibilidad en el mundo de que sientas lo mismo que yo… tal vez tú… —Voy a moverme —me avisas al notar que me he relajado un poco. Tan sólo asiento con la cabeza pasando ambos brazos por debajo de tus axilas, agarrándome con desesperación a tus fuertes hombros. Despacio, con un cuidado que jamás imaginé, comienzas a chocar tus caderas contra las mías. Notando como mis paredes interiores intentan acostumbrarse a la dura intromisión, respirando agitadamente en cada lenta envestida. Duele, pero también me gusta, ¿eso no es algo contradictorio? Tus roncos jadeos en mi oído me llevan a la locura, tus movimientos, tu olor corporal, los besos que me regalas en mi hombro y cuello, es un momento mágico. Tan sólo puedo dejarme hacer mientras te araño la espalda conforme aumentas el ritmo de las penetraciones y entrelazo las piernas a la altura de tu trasero. Más fuerte, más rápido, las estocadas llegan hasta el fondo de mi ser. Desencadenando una serie de espasmos y estremecimientos que me hacen perder la razón si alguna vez existió. Aprisionas mi erecto miembro y lo masajeas a la velocidad que van nuestras caderas. Calor. Mi cuerpo es una olla a presión a punto de explotar. —¡Sasuke! Más… más… Ese último embate ha tocado en un punto interior que me ha llevado al cielo, un placer demasiado intenso. Y tú lo has notado, ya que te concentras en acertar de nuevo ese punto interno embestida tras embestida. Nuestras miradas se cruzan cuando levanta la cara, su pupila negra está tan dilatada por la excitación que casi no se diferencia de su iris. Ese brillo especial me cautiva, me inunda y me absorbe. Te beso hambriento queriendo retener por toda la vida en mi mente tu imagen de deseo. Hasta que desatas, en una dura penetración, la sensación orgásmica por mi cuerpo. Arqueo la espalda, todo mi cuerpo tiembla, un gran fogonazo de placer recorre mi ingle, grito de puro éxtasis tu nombre una y otra vez mientras explosiono en nuestros vientres. Los últimos espasmos del orgasmo me recorren cuando noto como te tensas, embistes un par de veces hasta que todo tu cuerpo comienza a temblar, derramándote en mi interior, gritas mi nombre envuelto en lujuria, noto el cálido líquido inundarme interiormente. Caes rendido sobre mi pecho, ambos respirando con agitación y en ese momento sólo puedo pensar que daría todo por permanecer así, junto a ti, entre tus brazos, por el resto de mi vida. Sintiéndome vivo, sintiendo que he alcanzado la razón de vivir en este mundo cruel… por ti. Tras recobrar el aliento te mueves y ese calorcito tan agradable que me proporcionaba tu cuerpo se esfuma. Me miras con ternura, lo sé, lo veo en tus ojos negros. Me acaricias la mejilla y yo como un tonto enamorado te sonrío. —Se te ha bajado —murmuras desviando la mirada hacia mi entrepierna. ¿Se me ha bajado? Dirijo la mirada hacia donde tú observas. ¡Se me ha bajado! Mi entrepierna esta flácida. ¡Se ha ido la erección! ¡Gracias al cielo! —Misión completada —te oigo pronunciar mientras te levantas de la cama—. Y la vieja dudaba de mí… yo nunca he fallado en ninguna misión. —¿Misión? ¿Qué misión?

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Y mi mundo se viene abajo atando todos los cabos sueltos. Porque tú no sientes lo mismo que yo. Porque no has hecho esto porque quisieras. Porque lo has hecho debido a que te lo han encomendado… ayudar al desgraciado de Naruto. Qué tonto he sido al pensar que tú… tal vez... Y tiemblo. Tiemblo al pensar que todo ha terminado. Tiemblo al saber que no se volverá a repetir. Tiemblo al comprender que sólo has jugado conmigo. Ilusionándome para después dejarme caer por un precipicio. Y lloro. Lloro viendo como recoges indiferente tus ropas esparcidas por el suelo… ¿te gusta hacerme daño, neh? Soy tu marioneta preferida… —¿Te has divertido, Sasuke? —pronuncio dolido intentando controlar el corazón que amenaza con salirse de mi pecho en cualquier momento—. ¿Te sientes mejor persona? Ya puedes contarle a la Hokage que has solucionado los problemas del idiota de Naruto. Giras la cabeza por encima de tu hombro y escondo la cara entre mis piernas flexionadas antes de coincidir con tus ojos. No puedo soportarlo. No haces más que provocarme ansiedad. Maldecirme constantemente por haberme enamorado de algo prohibido. Deja de hacerme sufrir de esta manera… —Vete —pronuncio en un susurro. No quiero volver a verte en mi vida—. Vete —pero sigues ahí, de pie, indiferente—. ¡Vete maldito desgraciado! Y al levantar mi cara bañada en lágrimas observo algo que me deja paralizado. —Tsunade me mandó visitarte, la misión consistía en abastecerte de videos pornográficos y revistas de contenido sexual —palmeteó una caja encima del escritorio que no había visto antes—. La erección debías bajarla tú con tus propios medios —pronunciaba tranquilo trasladando de un lado para otro lo que sostenía entre sus manos—. Nunca me dijo que hiciera lo que te he hecho, eso ha venido por mi cuenta. Estaba sin habla. Asimilando cada palabra que iba comunicándome. Entonces, eso significaba que Sasuke… —No hago las cosas sin ánimo de lucro… esto… tarde o temprano hubiera ocurrido. Ya lo tenía pensado desde hace mucho… contigo —hizo una pausa, estaba nervioso—. Somos hombres pero… eso no importa. Yo… tú… quiero decir… me… me gustas. El tiempo se ha detenido para los dos en esta extraña declaración de amor. Nos miramos y lo comprendo todo. Él me quiere, Sasuke siente lo mismo que yo. ¡Él me quiere! —Y quiero volver a repetirlo… —insinúa con un sonrojo en las mejillas que me hace sonreír—… muchas veces… si tú quieres, claro —qué puedo decir, mi cabeza está dando tumbos efusivamente en señal afirmativa. Claro que quiero—. Por eso, he traído también esto. Entonces mis ojos se centran en el animalillo que sostiene entre sus manos. La conozco… ¡Araña del demonio! —Noooo… —siseo horrorizado mirando como se acerca de nuevo a mí con una sonrisa maliciosa—. Otra vez la araña no… —Calla, dobe, si al final te va a gustar. —¡Kyyaaa! ¡Para! ¡No la acerques a mí! ¡Que me va a picar, baka! ¡Sasukeeeeeeeee! —Otro empalme de cuatro horas, ¿cuántos asaltos lograrás resistir?... mi kitsune…

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Notas: Como nota tengo que decir que esa araña realmente existe, se llama así y es de Brasil. Ni que decir que sus efectos son los ya mencionados, erecciones prolongadas durante horas. Actualmente está en peligro de extinción, ya os imaginaréis el porqué… Naruko



Tentación Autora: RukiaU

No era sobre sexo, lo suyo. Era algo diferente. Era sobre rasgar la piel, morder, arañar, dejar marcas en el cuello que enseñar al resto del mundo al día siguiente. Era sobre cómo hacer que fuera Sasuke el que lo marcara a él, el que lo buscara, lograr ser besado en lugar de besar. Era sobre intentar demostrarse a sí mismo que Sasuke lo deseaba, y que no sólo le dejaba usar su cuerpo como quisiera porque Naruto era el único lo suficientemente estúpido o valiente para intentar colarse en su cama. Era sobre amor, también, incluso si a Naruto no le convencía del todo la palabra y Sasuke pareciera creer que la muerte era preferible a volver a querer. Era, sobre todo, una nueva forma de pelear. Era la eterna lucha entre rivales, aunque ahora el perdedor fuera el que daba el primer golpe. Sasuke le abría la puerta desnudo. A veces Naruto perdía en ese momento; saltaba sobre él y lo tomaba sobre el frío suelo del recibidor, para después, durante los escasos minutos en que Sasuke descansaba entre sus brazos, llamarlo bastardo tramposo y hacer promesas vacías de que no iba a volver. Otras veces se dejaba guiar hasta el dormitorio, con Sasuke caminando siempre unos pasos por delante de él, lo suficiente para que Naruto fijara inevitablemente la vista en las cicatrices de la pálida espalda, algunas de las cuales había dejado él mismo allí. En ocasiones su mirada viajaba más abajo, y al instante sus pantalones habían caído hasta sus rodillas y el cuerpo de Sasuke estaba aprisionado entre el suyo y la pared. La mayoría de las veces, sin embargo, llegaban a la habitación, Sasuke se tendía sobre la cama y Naruto ocupaba la silla que había frente a los pies de ésta, cerca de la pared. Los dos tomaban posiciones, y entonces empezaba oficialmente la batalla. Durante el primer cuarto de hora sólo se miraban. Sasuke solía ser el primero que se cansaba, lo que siempre hacía sonreír a Naruto. Sin embargo, la sonrisa duraba sólo el tiempo que la mano que había empezado a acariciar el cuerpo de Sasuke tardaba en captar plenamente su atención, algo que ésta había aprendido a hacer cada vez más rápido. Mirar hacia la cama se convertía entonces en una sofisticada forma de tortura, porque Sasuke sabía por experiencia dónde y cómo tocarse a sí mismo para lograr, a metros de distancia, hacer a Naruto gemir. Si para entonces no había perdido, Naruto elegía ese momento para contraatacar; se levantaba, fijaba sus ojos en los de Sasuke e, ignorando con todas sus fuerzas la mano que justo escogía ese instante para moverse entre las piernas semiabiertas, empezaba a desnudarse. Aún no había conseguido arrancar sonidos de la garganta de Sasuke con sólo quitarse la ropa, y únicamente lo había hecho perder de esa manera en dos memorables ocasiones, pero aun así merecía la pena verlo intentando ocultar el hambre de sus ojos oscuros, intentando aparentar que no le importaba, intentando no temblar. Entonces, desnudo, se sentaba al lado de Sasuke, sobre la cama, aproximaba la boca a donde la mano seguía moviéndose arriba y abajo, cada vez menos por el espectáculo que ofrecía y más por necesidad, y ponía los labios todo lo cerca que podía sin llegar a rozarlo. Y soplaba. Era un truco sucio y lo sabía, pero a veces eso bastaba para hacer que Sasuke se moviera involuntariamente hacia él y lo tocara, y entonces él tomaba su miembro en la boca, lo empapaba de saliva y, antes de que Sasuke hubiera tenido tiempo de protestar, se sentaba a horcajadas sobre él y prácticamente le obligaba a penetrarlo. Otras veces, la mayoría, sólo se ganaba una mirada de odio y un par de insultos. Aun así, Naruto lo seguía intentando, y pasaba los siguientes minutos respirando sobre cada parte del cuerpo de Sasuke, esperando a que cualquier movimiento de éste redujera los escasos centímetros que separaban a sus labios de la piel. Cuando finalmente se encontraban cara a cara, la estrategia de Sasuke consistía simplemente en mirar en dirección a su boca. Eso solía ser suficiente para que Naruto se rindiera y lo besara, y en cuestión de minutos Sasuke estaba boca abajo e intentando ahogar sus gemidos contra la almohada mientras Naruto se movía dentro y fuera de él. Sin embargo, otras veces, las pocas veces en que ninguno de los dos se movía, nada funcionaba y lograban llegar hasta ese punto con un empate, Naruto utilizaba su último recurso; miraba a Sasuke a los ojos y le decía que lo quería. En ocasiones sólo conseguía un puñetazo y tener que consolarse con una ducha fría, pero otras veces, cada vez más a menudo, Sasuke se lo creía un poco más, o quizás algo menos, y entonces era él el primero en besar a Naruto, el primero en obligarle a apoyar la espalda sobre el colchón, el primero en separar las piernas de Naruto o colocarlas sobre sus hombros y entrar en él.

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Esas veces no eran más dulces o amables; a ninguno de los dos se le daba demasiado bien serlo. Sin embargo, después era menos probable que Sasuke empezara a sentirse incómodo y echara a Naruto de su casa, o se rodeara la cintura con una sábana y se fuera a dormir a otra habitación; sólo se quedaba ahí, respirando cada vez más lentamente, con la cabeza todavía apoyada sobre el pecho de Naruto y dejando que éste le pasara los dedos distraídamente por el pelo. Esos momentos eran la razón por la que, para Naruto, esas veces eran las mejores. A veces, cuando Sasuke empezaba a quedarse dormido, Naruto repetía las dos palabras en voz baja, sólo para ver qué sucedía. A veces, cuando estaba seguro de que Naruto no podía verlo, Sasuke sonreía.

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Acerca del fuego, de RukiaU ............................................................................................ pag. 175

+18 No fue hasta varios meses después de la rebelión de los Uchiha, exactamente una semana antes que el día en que su hijo hubiera cumplido los ocho años, cuando Minato soñó con Itachi por primera vez. drama

Itachi / Minato

lemon / muerte de un personaje / parafilias / ¿shota?

Ante todo, de Envidia ............................................................................................................ pag. 60

+13 Porque Naruto consentía todo lo que Sasuke deseaba y Sasuke simplemente no podía vivir sin él.

Naruto / Sasuke

Como no debería haber sido, de RukiaU .....................................................................................pag. 66

+13 Cuando Uchiha Shisui fue convocado a una reunión secreta del clan y recibió órdenes de espiar a Uchiha Itachi, tuvo que aceptar la misión a pesar de que fuera en contra de sus propios deseos. drama / romántico

Itachi / Shisui

lime / muerte de un personaje / ¿incesto?

Control, de Envidia ...................................................................................................................................... pag. 126

+16 —… No me importa. Si es contigo no me importa. Y seguramente aquello fuera lo más vergonzoso dicho nunca por el Uchiha, pero a Naruto le sonó asquerosamente sexy y provocativo. Naruto / Sasuke

lemon

Crash, de Envidia . ........................................................................................................................................... pag. 132

+16 Sasuke deja que las inseguridades de Naruto crezcan. Es la mejor forma de descontrolarle y controlarse a sí mismo. Para él es más seguro que Naruto pierda el control.

Naruto / Sasuke

lemon

Cuando el semáforo se poner verde, de Keiiah — Traducción: Envidia .............pag. 70

+13 Sasuke y Naruto se criaron juntos en la zona rural de Japón, pero Sasuke se mudó a Tokio por la universidad mientras Naruto eligió quedarse atrás. Una historia de almas gemelas que se enfrentan a la vida y sus desafíos. amistad / romántico

Naruto / Sasuke


Culpable, de Muscari .......................................................................................................................................pag. 6

TP Porque Naruto es el tonto perfecto al que echarle la culpa. Después de todo, es más lógico esperar que fuera suya realmente y no de Sasuke.

au / humor

Naruto / Sasuke

De vidas y momentos, de Envidia ..................................................................................................... pag. 90

+13 A veces piensa que el pasado le atormenta de tal forma que es imposible que pueda seguir conteniendo sus sentimientos y que algún día acabará por no soportarlo más. Así, piensa, Sasuke nunca podrá seguir adelante. Naruto / Sasuke

Ecuánime, de chibiichigo . ........................................................................................................................ pag. 8

TP Habría querido decir algo, demostrar su turbio sentir de alguna forma, pero no lo hizo.

angustia / drama

El osito de Itachi, de RukiaU ............................................................................................................. pag. 93

+13 Itachi tiene un osito. Antes era de Sasuke, pero Itachi mató a todo su clan para conseguirlo. Lo que Itachi y el osito hagan en la intimidad de su cuarto es algo que sólo concierne a Itachi. Y al osito. crack / humor

Itachi / osito

¿parafilia?

El segundo botón, de Naruko . ............................................................................................................ pag. 187

+18 Dicen que el segundo botón de tu uniforme escolar, expresa amor y se regala a la persona más querida. Y por supuesto, Naruto tenía muy claro a quién se lo iba a entregar.

humor / romántico

Naruto / Sasuke

lemon

En la oscuridad, de Gossa ........................................................................................................................pag. 197

+18 Sasuke vuelve a Konoha tras matar a Itachi e intenta retomar su vida, mientras ciertos sueños y cierto Ninja perturban sus pensamientos.

humor / romántico

Naruto / Sasuke

lime


Entre buses, caídas y desgracias, de K-RO . .............................................................................pag. 9

TP En menos tiempo del que hubiese imaginado —demasiado temprano para pensar cualquier cosa, en realidad— Naruto pasó de ser acosado a ‘héroe’ y acosador.

Au / humor

Naruto / Sasuke

Heart to heart, de K-RO ................................................................................................................................ pag. 11

TP Sasuke era listo, por eso él lo sabía. Siempre encontraba una solución para todo, pero aquí no había ninguna salida. Sasuke siempre cumplía su palabra, pero no podía prometer la eternidad. angustia / au

Naruto / Sasuke

Inevitable, de RukiaU . ............................................................................................................................. pag. 137

+16 Lo único que Sasuke necesitaba era el sonido de la voz de Naruto pronunciando su nombre.

humor / romántico

Naruto / Sasuke

lime / ¿parafilias?

Infiel, de Naruko .......................................................................................................................................... pag. 1138

+16 Naruto lo tenía todo, o por lo menos creyó tenerlo. Ingenuo ante la idea de que hasta tus seres más queridos pueden llegar a traicionarte... ¿Qué ocurrirá cuando se entere de que su pareja le ha estado siendo infiel? au

Gaara / Sasuke

Kyuubi Boy, de Haku ....................................................................................................................................pag. 207

+18 Sin una beca de estudios, sin un trabajo decente y con su abuela a punto de ser internada en Alcohólicos Anónimos, Naruto se ve obligado a recurrir a su última y más desesperada alternativa. Lo que nunca imaginó, es que desnudarse provocativamente para un completo desconocido sería la solución definitiva a todos sus problemas. au / humor

Gaara / Naruto

lemon

La resurrección del clan Uchiha, de Naruko . .................................................................. pag. 95

+13 —¿Embarazado, eh? —Eso he dicho. —Pero Sasuke es un hombre. —Oh, créeme... lo sabe. humor / romántico

Naruto / Sasuke


Lazos, de RukiaU . ............................................................................................................................................. pag. 225

+18 Se suponía que debían morir uno en los brazos del otro... hasta que Naruto se dio cuenta de lo gay que sonaba eso.

crack / humor / romántico

Naruto / Sasuke

lemon

Mi vecino, de Muscari ................................................................................................................................... pag. 19

TP Viste una camisita naranja y una falda, que está enganchada por detrás, dejando a la vista unas braguitas estampadas con zorritos. Te sonrojas. Extraños gustos, pero gracioso trasero. au / humor

Sasuke

Mundo de juguete, de K-RO ...................................................................................................................... pag. 20

TP Porque todos necesitamos un compañero en la vida...

amistad / au / fantasía / romántico

Naruto / Sasuke

Necesidad, de RukiaU ................................................................................................................................... pag. 100

+13 Sasuke no puede dormir... pero Naruto tiene la solución para su problema. Literalmente.

crack / humor / romántico

Naruto / Sasuke

Ninjas, de Dark Phinx ................................................................................................................................ pag. 103

+13 No había manos suaves. No había perfecta piel de durazno. No había cabellos de seda. Eran ninjas, no muñecas de porcelana. romántico

Naruto / Sasuke

lemon

Ónix negro o escarlata, de XxJanniDeathxX ................................................................... pag. 154

+16 Naruto diferencia cada alteración emocional en los ojos de Sasuke, sabe que esta será la última vez antes de regresar a la villa donde el Uchiha deberá cumplir su último objetivo. “Esta es mi despedida”. angustia / drama / romántico

Naruto / Sasuke

lemon / sadomasoquismo


Pennis, pennis, pennis, de Naruko ............................................................................................. pag. 244

+18 Tener una erección en según qué momento de tu vida puede ser beneficioso, pero que después de tres horas no se baje, más bien llega a ser algo... problemático. Naruto hará lo imposible para conseguir aplacar sus instintos hormonales. humor / romántico

Naruto / Sasuke

lemon

Platos sucios, de Muscari ...................................................................................................................... pag. 160

+16 Porque Sasuke sólo quería hacerle entender a Naruto que era un puerco, aunque no escogiera la mejor manera de hacerlo.

angustia / romántico

Naruto / Sasuke

Pokerface, de chibiichigo .....................................................................................................................pag. 105

+13 Colocaba estandartes en contra de la preferencia sexual, echando más leña al ego de los conservadores; peleando constantemente contra sí mismo para seguir con su esquizoide personalidad. au

Gaara / Sasuke

Preguntas, de Eruka . ................................................................................................................................... pag. 165

+16 Una relación que no necesita ni busca futuro, basada en millones de preguntas y pocas respuestas. Una relación que sólo ellos dos pueden comprender. Y es que la pregunta no es el problema, el problema es quien responde. au

Gaara / Sasuke

Seme o uke, de Naruko .................................................................................................................................. pag. 169

+16 Así que, era lógico que se diera por hecho que si alguna vez Sasuke y Naruto se acostaban juntos, sería algo impresionante. Y de hecho fue... impresionantemente malo.

humor / romántico

Naruto / Sasuke

lime

Tentación, de RukiaU . ................................................................................................................................ pag. 256

+18 Lo suyo no era sexo, era otra forma de pelear.

romántico

Naruto / Sasuke

lemon


The sweetest fox (el zorro más dulce), de Muscari ...............................................................pag. 56

TP Todos los que pasaban por delante le dedicaban una mirada, algunos incluso se detenían a observarle con mayor detalle, con total descaro. Le elogiaban, y eso no le agradaba. Le querían, de eso tampoco cabía duda, tan obvio... au / crack / humor

Sasuke

The worst possible person, de chibiichigo . ....................................................................... pag. 57

TP La primera vez que Sakura le preguntó por qué quería a Sasuke Uchiha, él le contestó: porque sí. La segunda vez que lo hizo, él sólo se mantuvo estático en su puesto, pensativo. La tercera vez que aquella interrogante se posó sobre la mesa, fue momento de dar una respuesta. au Naruto

Un kilo de tomates, por favor, de Naruko .............................................................................pag. 111

+13 ¿Por qué le gustan tantos los tomates a Sasuke? ¿Por su sabor? ¿Su textura? ¿Sus efectos afrodisíacos? Naruto acabará descubriéndolo.

crack / humor / romántico

Naruto / Sasuke

Vuelta, vida, Naruto, de Envidia .................................................................................................. pag. 114

+13 Porque Naruto está dispuesto a todo para conseguir lo que quiere, y le quiere justamente a él, pero Sasuke no es tan egoísta como para dejar que eso suceda.

Naruto / Sasuke

Rotten, de chibiichigo ............................................................................................................................. pag. 107

+13 Fue entonces cuando se dio cuenta que estaba podrido por dentro.

angustia / sobrenarural

Ciel / Sebastian

lemon

Ponte en mi lugar, de Khira ................................................................................................................ pag. 29

TP Sakuragi se burla de la soledad de Rukawa, y Rukawa de la lesión del pelirrojo. Pero una tarde de lluvia ocurrirá algo extraño y sobrenatural que les ayudará a comprenderse mejor mutuamente. fantasía / romántico

Rukawa / Sakuragi


Contundente, de A_nonima ....................................................................................................................pag. 179

+18 —Tu oferta —llega finalmente, con suavidad, la voz—. ¿Sigue en pie? ¿O era una oferta de tiempo limitado?

romántico

Joey Wheeler / Seto Kaiba

lemon

Invincible, de GmT ......................................................................................................................................... pag. 146

+16 Justo cuando él creía que era invencible... alguien se encargó de demostrarle lo contrario.

romántico / songfic

Joey Wheeler / Seto Kaiba

lemon

Paternidad, de A_nonima ....................................................................................................................... pag. 229

+18 No podía creerlo, no podía ser verdad. El hijo de Wheeler no podía ser suyo. ¿Era esto lo que llamaban una broma del destino?

romántico

Joey Wheeler / Seto Kaiba

lemon / mpreg

Quizás, de A_nonima .......................................................................................................................................pag. 46

TP Hola, viejo, dime cómo estás, los años pasan y no hemos vuelto a hablar y no quiero que te pienses que me he olvidado de ti. [segunda parte de Winner] romántico / songfic

Joey Wheeler / Seto Kaiba

Winner, de A_nonima . ................................................................................................................................... pag. 40

TP El ganador se lo lleva todo.

drama / songfic

Joey Wheeler / Seto Kaiba


Todos los fanfics aquí publicados están basados en series de manga y anime que son propiedad de sus respectivos autores originales. La publicación no pretende de ningún modo infringir estos derechos de autor: Kuroshitsuji es propiedad de Yana Toboso. Naruto es propiedad de Masashi Kishimoto. Slam Dunk es propiedad de Takehiko Inoue. Yu-Gi-Oh es propiedad de Kazuki Takahashi.

Asimismo, varios de los fanfics aquí publicados están inspirados en canciones que también son propiedad de sus respectivos autores originales. La publicación de los distintos fragmentos de la letra no pretende de ningún modo infringir estos derechos de autor: “Invincible”, de Crossfade. “Quizás”, de Enrique Iglesias. “The winner takes it all”, de ABBA.


SoloHumo ::revista de fanfics yaoi en espa単ol:: julio 2010


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