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Tertulia Literaria

TERTULIALITERARIA

Comité de Biblioteca Coordinadora Cecilia de Salvador

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“Los Abismos”

de Pilar Quintana

Reseña por: María Elena M. de Rivera

Esta novela, la quinta publicada por Pilar Quintana, resultó ganadora del Premio Alfaguara de 2021 otorgado en abril pasado. La historia se desarrolla en el Cali de los 80 desde donde una narradora-testigo, nos cuenta los singularmente nítidos recuerdos que guardó de su infancia, cuando era una perceptiva niña de ocho años que se percataba de cuanto sucedía en su entorno familiar.

Con una prosa cargada de autenticidad, ingeniosas metáforas y simbolismos entre la naturaleza y la vida interior de sus personajes, Pilar Quintana nos sumerge en la cotidianidad, los silencios, los desencantos y las tensiones de una familia de clase media- alta por medio de dos protagonistas: Claudia madre y Claudia hija. El ritmo de la narración es ágil logrando sostener la tensión hasta el final. La historia tiene un paralelo en Madame Bovary.

Claudia madre, no vivió una experiencia de apego con su propia madre. La suya fue una madre distante y desvinculada que poco se relacionaba con ella y quien, en algún momento, sin saber que la escuchaba su hija, expresó que hubiera preferido no tener hijos. Profundamente dolida al saberse no deseada, se propuso no ser como su madre, quien se dedicaba a jugar cartas y a una vida social que disfrutaba plenamente y nunca estaba en casa. Ella sí estaría en casa cuando su hija regresara del colegio.

“Esta novela, la quinta publicada por Pilar Quintana, resultó ganadora del Premio Alfaguara de 2021 otorgado en abril pasado”

Su deseo de estudiar derecho recibió de su padre una rotunda oposición porque “lo que hace una señorita decente es casarse”. Sin apoyo de su madre, abandonó esa ilusión. Poco tiempo después, al morir él inesperadamente, ella y su madre encaran ajustes en su estilo de vida para acoplarse a su desmejorada situación económica. Nuestra Claudia, no se nos dice porqué, se dedica al voluntariado en un hospital, algo que intuimos su padre y las normas sociales de la época aprobarían. Allí conoce a Jorge, 18 años mayor que ella, con quien se casa no por amor ni por conveniencia sino porque la convencieron las amigas de su madre. La pareja tiene una sola hija: la otra Claudia, a quien su mamá se refiere como “tocaya”.

Claudia y Jorge viven en un apartamento de dos plantas, poblado por plantas de todo tipo que a su paso acarician; una inmensa selva que desde la planta superior se ve como un abismo interno.

La Claudia que se propuso estar en casa cuando su hija llegara del colegio, lo está, pero sólo físicamente. Al igual que su mamá, se mantiene inmersa en su propio mundo: las interminables páginas de Vanidades, Cosmopolitan y ¡Hola! que pasa y repasa desde su cama mientras su pequeña almuerza, hace tareas y ve televisión, una tarde tras otra, luego de regresar del colegio de la mano de su nana. La fuerza del ejemplo vence la intención de cambio.

No es difícil imaginar el grado de infelicidad que experimenta Claudia madre: no pudo estudiar la carrera que deseó; se casó con un hombre mayor - a quien no ama (en lugar del guapo aventurero que sus padres desaprobaron); vive una mortecina rutina de ama de casa y tiene una hija que parece no haber deseado. Claudia madre sueña con una vida radicalmente diferente, llena de glamour, viajes, yates y fiestas, al estilo de las que asoman en las revistas. Anhela escapar del tedio de su vida.

Con un cuñado joven, convertido en amante, recobra temporalmente el entusiasmo hasta que los descubren. Detrás del dolor de perderlo y el enojo iniciales – que no resultaron en el fin de su matrimonio, pero sí en distanciamiento - resurge el aburrimiento, ahora intensificado hasta convertirse en un profundo hastío. El vacío y la desdicha la acercan a los precipicios del alcoholismo y la depresión, precipicios tan profundos como los que rodean la misteriosa casa de campo de su amiga rica donde pasan unos días de vacaciones a pocos pasos de profundidades selváticas donde ya otra mujer terminó sus días, abismalmente.

A pesar del letargo de su depresión, Claudia madre sigue pendiente – por medio de revistas - de la vida de sus heroínas Natalie Wood, Karen Carpenter y Grace de Mónaco, todas ya fallecidas en circunstancias cuestionables. Claudia hija está

consciente del cada vez mayor deseo de su mamá de evadir su realidad: toma más whiskey, habla de quienes no quieren vivir más y se acerca a abismos peligrosos estando borracha. El deseo de no vivir de su mamá lleva a Claudia hija a tirar a Paulina, hasta entonces su constante confidente y compañera, por uno de los amenazantes barrancos. Así parece despedirse de su infancia.

Nuestra pequeña Claudia todo lo observa, lo escucha y lo vive: el mandato patriarcal imponiéndose a los deseos de estudiar de las mujeres, el mito – ya menos prevalente - sobre su naturaleza maternal, la sempiterna distancia de sus padres hacia ella, la guerra fría entre ellos, el miedo a una explosión que los lleve al divorcio o, peor aún, que arrastre a su mamá a saltar a uno de esos abismos como Gloria Inés, su mejor amiga, o a su papá a desbarrancarse en los precipicios de la carretera.

Claudia no expresa odio hacia su madre hasta que le hizo mal una tarea asignada por el colegio a las mamás, tarea que le generó vergüenza ante sus compañeras y su profesora. Tanto la apenó el desinterés de su madre que ella decide asumir la culpa ante su clase.

A partir de ese incidente se rebela y dice querer dañar a esa mamá - al percibir que nada le importa con ella- cortándole su envidiada cabellera y tirándola por la escalera. Aunque no

llega a ejecutar ninguna de esas amenazas, queda claro que ha dejado de verla como un modelo a imitar. Sin embargo, la imita en su gusto por escapar a través de las revistas. Hay una inferencia implícita: la imitación de conductas indeseadas por las tres mujeres de diferentes generaciones.

Pilar Quintana nos invita a pensar no sólo en las limitaciones impuestas a las mujeres de la época, en las ataduras obligadas de un matrimonio y una maternidad no deseadas y en las consecuencias de su resultante desdicha sino también en cuánta carga emocional generamos los adultos cuando subestimamos la capacidad de percepción de los pequeños e interrumpimos su tránsito por una infancia despreocupada de problemas entre adultos, feliz. A través de la voz espontánea y genuina de Claudia niña vemos cómo va dejando atrás su ingenuidad en la medida en que va descubriendo ese mundo, a veces bastante sombrío, de los adultos que, en su caso, aparece poblado de abismos internos y externos. Un mundo donde ella es testigo silencioso de la necesidad de amor, de realización, de los sueños imposibles de ambas Claudias enfrentados a las costumbres patriarcales de la época que poco a poco van apagando el espíritu.

La Escritora Pilar Quintana

Nació en Cali, Colombia en 1972. Es autora de cinco novelas y un libro de cuentos. En 2007 fue seleccionada por el Hay Festival entre los 39 escritores menores de 39 años más destacados de Latinoamérica. Recibió en España el Premio de Novela La Mar de Letras por Coleccionistas de polvos raros. Participó en el International Writting Program de la Universidad de Iowa como escritora residente en el Internacional Writing Program de la Universidad Bautista de Hong Kong como escritora visitante. Con la novela La Perra, traducida a quince idiomas, fue finalista del Premio Nacional de Novela del National Book Award y ganó el Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana y un PEN Translates Award. Fue merecedora del Premio Alfaguara de novela 2021, por Los Abismos.

Frases célebres del libro “Los Abismos”

Sandra de Cabarcos: “Ella sí lo supo hacer bien. Entonces lo ví en sus ojos. El abismo dentro de ella, igual al de las mujeres muertas, al de Gloria Inés, una grieta sin fondo que nada podía llenar. Este es el lugar perfecto para desaparecer" Pág. 242/321

Angela de D. de Arias: “Los muertos de mi papá, empecé a pensar, vivían en sus silencios, como ahogados en un mar de calma” Pág. 54 Kindle

Cecilia de Salvador: “Ahora no se escuchaba nada. Solo el silencio. Solo el abismo de ese silencio” Pág. 68

Martita de Bermúdez: “En algún punto, no supe como, sin que advirtiera la transición, la llovizna se convirtió en tempestad y la tempestad se me metió en el sueño. Un relámpago estalló, todo se llenó con la luz y el estruendo y me desperté” Pág. 33

Aidelena Pereira: “Un hombre con cara de bobo que parecía incapaz de hacer daño. Pero adentro de él, junto al huérfano, en el mar del silencio, ya lo sabía, vivía un monstruo” Pág. 86

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