Relatos de Poder

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de que su espíritu está fuera de balance; pero a medida que va adquiriendo, sin pena ni apuro, control y conocimiento, también va haciendo lo mejor que puede por ga​nar ese balance. —En tu caso, como en el de todos los hombres, tu falta de balance se debía a la suma total de todas tus acciones. Pero ahora tu espíritu parece estar en una claridad propicia para hablar de las polillas. —¿Cómo supo usted que ésta era la hora correcta para hablar de las polillas? —Cuando llegaste, miré a una rondando alrededor de la casa. Esa era la primera vez que se mostraba amistosa y abierta. Ya la había visto antes en las montañas, junto a la casa de Genaro, pero solamente como una figura espeluznante que reflejaba tu falta de orden. En ese momento oí un extraño sonido. Era como el crujido apagado de una rama que raspase contra otra, o como el petardeo de un motor pequeño oído a distancia. Cambiaba de escalas, como un tono musical, creando un ritmo sobrecogedor. Luego cesó. —Esa fue la polilla —dijo don Juan—. A lo mejor ya notaste que, aunque la luz de la linterna es lo bastante viva para atraer polillas, no hay ni siquiera una sola volando en torno de ella. Yo no había prestado atención al hecho, pero una vez que don Juan me lo hizo notar, advertí también un silencio increíble en el desierto que circundaba la casa. —No te sobresaltes —dijo calmadamente—. No hay nada en este mundo de lo cual un guerrero no pueda dar razón.


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