Libro Las Huellas de Guatemala

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Cuba, el otro socialismo

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acusándolos falsamente, obligándolos a “confesiones” bochornosas, y de todas formas ejecutándolos sin piedad. Al mismo tiempo, la Unión Soviética, bajo la conducción de Stalin, había derrotado a los nazis en la guerra y había emergido de ella como una potencia militar y tecnológica de primer orden, algo que muchos nunca consideraron posible. El maestro Cardoza había conocido a Stalin en uno de sus tantos viajes a la URSS . Luego de pasar varios días en Moscú en el ambiente de culto a la personalidad que se respiraba por todos los rincones, que lo inundaba todo a través de los miles de fotografías y centenares de estatuas, más los halagos rituales y cotidianos de Pravda y demás periódicos, todos ellos oficiales, el momento de conocer al líder mítico, al padre de todos los pueblos, se produjo con una calculada sencillez. La pequeña delegación ingresó al Kremlin por una serie de vericuetos que la condujeron a un jardín donde estaba Stalin ataviado como campesino, cultivando la tierra. A cada uno de ellos los saludó preguntándole por sus países y todo el tiempo se condujo con deferencia y humildad. Después de esta experiencia, al Maestro le tocó conocer a Mao Tse Tung, “Sol Rojo” que alumbraba los corazones de los chinos, gran timonel de la revolución, genio del marxismo junto a Marx, Engels, Lenin y Stalin, y centenares de los más extravagantes halagos que se le hayan dirigido a persona alguna sobre la faz de la Tierra. Desde que la delegación en la cual iba llegó a Beijing, los anfitriones se preocuparon por hacerles conciencia constantemente acerca del privilegio y el honor inconmensurables que significaba saludar al presidente Mao. Al día siguiente de su arribo al hotel los visitó un equipo de sastres para tomarles medidas y hacerles trajes nuevos para la ocasión, y de nada valieron los argumentos de que ellos tenían los propios: había que estrenar. También fueron atendidos por peluqueros y manicuristas, siendo esto último completamente nuevo


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