158
Las huellas de Guatemala
La Revolución de Octubre comenzó con una marea de entusiasmo ciudadano que, incluso, permitió que en menos de tres meses se redactara y aprobara una nueva Constitución. En los hechos de ese octubre estuvieron involucrados todos los sectores de la sociedad guatemalteca; desde los copetones hasta los obreros y campesinos, pasando por el papel tan significativo e importante jugado por oficiales militares. Con relación a esto último se confirmó la desconfianza que los dictadores le tenían a los oficiales de academia y la preferencia que sentían por los oficiales de línea, lo cual se debía –según el general Gramajo– a que “los oficiales de línea basaban su mística en que habían ingresado al Ejército para servir al supremo gobierno, y al hacerlo profesaban lealtad al Señor Presidente... Los politécnicos... por su formación académica servían a la Patria y al hacerlo su lealtad estaba con la institución militar, una institución del Estado, donde mejor se expresaba el servicio a la nación”. 17 El capitán Jacobo Árbenz era un oficial de academia y el mayor Francisco Javier Arana era un oficial de línea. Durante los diez años de revolución, los oficiales egresados de la Escuela Politécnica sustituyeron casi por completo a los oficiales de línea. El derrocamiento de la dictadura concitó una amplia unidad y seguramente un anhelo genérico de democracia; la unidad duró muy poco y rápidamente dio paso a un permanente conspirar y disputar, cuya expresión más ruda fueron los treinta y tantos intentos de golpe de Estado que Arévalo tuvo que conjurar. En ese contexto hubo un hecho trágico que marcó la historia posterior: la muerte –nunca totalmente esclarecida– del coronel Francisco Javier Arana, uno de los triunviros, héroe de la revolución, ministro de la Defensa y seguro candidato presidencial.
17. Gramajo Morales, Héctor Alejandro, Alrededor de la bandera, Tipografía Nacional, Guatemala, 2003, p. 95.