Revista Geotecnia - SMIG - 241

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SEMBLANZA

Enrique Santoyo Villa. In memoriam

permite ajustarse a los valores de incrementos de carga por aplicar de acuerdo con el programa de pruebas. Cada aparato está dotado de un anillo de carga calibrado y válvulas de control. Una batería de nueve de ellos desde entonces opera, junto con otros 10 tradicionales, en el laboratorio de Geotec. Los equipos descritos en los que tuve la oportunidad de colaborar, sumados a muchos otros que Santoyo desarrolló por sí mismo y con otros ingenieros, se deben a su ingenio creativo y facilidad para comprender y manejar intuitiva y numéricamente conceptos de mecanismos aplicados al diseño de equipos, soluciones y métodos constructivos geotécnicos. Enrique Santoyo fue un entusiasta colaborador de la SMMS, hoy SMIG, a quien siempre se le recordará. EL MAESTRO Rodrigo Murillo F.

A principios de la década de 1970 tuve a Enrique Santoyo como maestro de Mecánica de suelos I en la Facultad de Ingeniería de la UNAM, en los tiempos en que no existían los celulares ni internet, y las herramientas de que disponíamos iban de la regla de cálculo a las primeras calculadoras electrónicas; aún no había computadoras personales. Recuerdo sobre todo su intención de motivarnos para buscar nuevos métodos de resolver los problemas. Nos extrañaba su actitud de ser simultáneamente serio y optimista. Estaba preocupado por la influencia de la televisión en el desarrollo de los jóvenes, y en particular de sus hijos. No era el maestro típico de aquella época, en la que muchos dictaban sus clases y el que entendió, bien, y el que no, también. Se desempeñaba como investigador del Instituto de Ingeniería y nos hacía partícipes de algunas de sus experiencias profesionales. Recuerdo que me era difícil seguir su curso, por ser una materia que inicia prácticamente de cero y se desarrolla en un campo muy amplio con metodologías diferentes de las de otras materias, como estructuras e hidráulica. La extensión del curso y su forma de hacernos participar fue en realidad una nueva experiencia de aprendizaje. En particular recuerdo el tema que nos tocó exponer como equipo sobre las redes de flujo. Evidentemente nos orientó sobre cómo podría obtenerse un medio que representara un campo energético, y logramos una perfecta comprensión de lo que representa el flujo de energía y la caída de potencial. El modelo al que nos orientó consistió en obtener un medio conductor de electricidad (papel teledeltos) con el cual establecer la zona por la cual circularía un flujo de corriente eléctrica, en este caso similar a la del flujo de agua, y transmitir una corriente eléctrica en la línea de entrada de la red. El modelo sería una presa de sección homogénea, ya que era el caso más evidente al cual se podría aplicar esta modelación. El mayor problema fue obtener ese material, puesto que sólo lo tenía el Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares, adonde acudimos para solicitar

que se nos regalara una hoja. Una vez con este preciado material, dibujamos y recortamos la sección transversal del modelo, colocamos una zona donde aplicar la corriente directa con una pila de 9 volts en lo que equivaldría a la línea de entrada de agua a la red de flujo original. Mediante los electrodos de un galvanómetro (voltímetro), medíamos las caídas de carga en el modelo y pudimos obtener las equipotenciales de la red eléctrica, equiparable a la del agua, las cuales dibujamos sobre el papel, para continuar con el trazo de las líneas de corriente y concluir con la obtención de la red de flujo. Otros equipos realizaron modelos a escala o aplicaron otras técnicas, pero todos quedamos gratamente motivados por los buenos o no tan buenos resultados de nuestros modelos, y sobre todo por la comprensión de los fenómenos estudiados. El maestro Santoyo trató de que viéramos los asuntos desde otra perspectiva y lo logró, ya que de ese grupo, muchos se dedicaron a la investigación o al desarrollo de nuevas formas de atender los problemas. En esos tiempos, desarrollaba en conjunto con Daniel Reséndiz Núñez la cámara triaxial de precisión, diseñada para los suelos blandos de la Ciudad de México y el Lago de Texcoco, la cual usábamos en el pequeño laboratorio que teníamos en la Comisión del Lago de Texcoco durante los inicios de mi vida profesional. Tuvimos varias ocasiones de convivir durante mi vida profesional por las asistencias que proporcionaba el Instituto de Ingeniería a las obras del Lago de Texcoco, con notables investigadores como Enrique Santoyo, Jesús Alberro y Gabriel Auvinet, encabezados por Raúl Marsal, en una simbiosis que fue fructífera para las dos instituciones. Especialmente recuerdo que él tenía la encomienda de desarrollar un penetrómetro estático (cono) y comparar los resultados con la veleta y otras técnicas para determinar la resistencia del suelo. ¡Qué mejor sitio que los suelos arcillosos blandos de esa zona!, adonde varias veces acudió para probar el equipo, en ocasiones con resultados no deseados. Aunque los resultados de investigaciones de este tipo se conocen tiempo después de las pruebas, es seguro que estas experiencias lo convirtieron en el experto nacional en el uso de cono eléctrico y la interpretación de exploraciones con él. Durante los años siguientes participamos en la aportación y discusión de información obtenida en la Zona del Lago, en especial respecto a los cambios que producía en las arcillas la sobrecarga de los rellenos sanitarios que allí se colocaron. El año pasado tuvimos la oportunidad de comentar sobre los últimos resultados obtenidos en la formación de los lagos Nabor Carrillo y Churubusco por bombeo. Siempre afable y respetuoso, lo traté como mi maestro; nunca puso barreras para un trato directo y cordial. También lo traté como apreciable colega y en lo personal con amigos comunes de Contreras. De él aprendí, sobre todo, que hay que escuchar a los demás.

Núm. 241 Septiembre - Noviembre 2016

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