5 minute read

José Sagarruy

POEMAS DE UNA VIDA… CON MARÍA

JOSÉ SAGARRUY FORRADELLAS

Advertisement

María y José, en el día de su boda

Yo, que nadie soy, y que nada pretendo, me diréis, " a donde voy por la vida escribiendo"

Escribir es siempre un ejercicio que aligera la vida interior y ornamenta sus conjuntos más visibles. Hacerlo con noventa y cuatro años, a punto de cumplir, es un mérito que desoye complejos y atiende voluntades propias. Pero hay más, mucho más en una vida, la de José Sagarruy Forradellas, cincelada a golpe de empeño, cavilaciones e inmenso amor a María Benac Llevot; ahora, negro sobre blanco en "Poemas de un labrador". Todo en una tierra desconocida que le abrió la puerta y cerró posibles desalientos. Porque atrás dejaba su Peralta de la Sal, su Virgen de la Mora y su eterno San José de Calasanz. Demasiadas emociones para un labrador petraltense venido a poeta de la mano de María.

Con mil pesetas en los bolsillos, una maleta encordada y la mujer de su vida. Así se presentaba José Sagarruy en una mañana de un jueves 29 de enero de 1956 en Barcelona. Llegaba desde Peralta de la Sal, sin más voluntad que el hartazgo impuesto por unas circunstancias personales-familiares que primaban el patrimonio y la libreta del banco, por encima del natural amor entre dos personas. Contaba con 29 años, y una memoria golpeada por la guerra civil, la postguerra cruel y miserable y un adiós involuntario al pueblo que le vio nacer: “Al día siguiente ya estaba

trabajando de peón de albañil. Me arrimaba a todo lo que fuera trabajo que nos diera la posibilidad de

ganarnos la vida”, nos cuenta, vía telefónica, José Sagarruy. El cambio no fue baladí, pues pasó del campo y las mulas a la obra y las prisas. Pero la voluntad reconstruida y perseverante le llevó a convertirse en oficial de primera en Hispano-Olivetti, durante los 26 años anteriores a la creación de su propia empresa de mantenimientos industriales . Todo ello hasta su jubilación; y cada uno de esos años con una formación que debía acelerar en paralelo a sus logros profesionales: “No fui a la escuela. Al acabar la guerra tenía

trece años y solo cabía trabajar en lo que se podía; en

nuestro caso, en el campo”. Contrasentido en la cuna

de San José de Calasanz por mor de esa indigencia intelectual que asola cualquier conflicto armado y sus consecuencias.

De méritos, que no deméritos, de un petraltense en Cataluña. Hombre cabal y hecho a si mismo al lado de María, su mujer, su esposa, su vida. Me cuenta José que ella es su máxima inspiración cada día; también a la hora de escribir: “Las poesías de

amor son todas dedicadas a ella, al amor de mi vida. En los últimos meses, y con 90 años, ha perdido la memoria. Pero la mía sirve para

los dos”. María padece alzhéimer y ya no reconoce a José. Las lágrimas atropellan las palabras de nuestro interlocutor: “Si de jóvenes disfru-

tamos juntos, ahora y mientras yo pueda no le va a faltar de nada al amor de mi vida. Yo soy su cuidador: compro, guiso, limpio, cuido de ella y hago lo que sea necesario. Ella debe estar aquí conmigo para que nunca le falte el amor que siempre

hemos disfrutado”. José asume y escribe. Ahora anda con sus memorias aprovechando una memoria privilegiada que le cuenta y evoca su vida junto a María: “Llevamos setenta y

seis años juntos; diez de novios y sesenta y seis de casados. Imagínate todo lo que hemos pasado y todo lo que nos hemos querido y nos queremos. Porque nuestro amor sigue tan vivo como el día que nos conoci-

mos”, sentencia José Sagarruy.

Pues tengo tanta ilusión de " expresar lo que siento, que me crea confusión revelar mis sentimientos"

Porque fue en la playa, bajo la sombrilla redentora de agosto, cuando una libreta y un bolígrafo ayudaron a José en sus inicios y

Más aun, que mayor sea, " intentaré, hasta que pueda, y escribiré esta odisea porque el que escribe se va, y lo escrito, siempre queda"

Portada del poemario

primeros poemas. Antes se interesó por el qué y el cómo; acudió a un taller de poesía, crearon un grupo de lectores-escritores y su querencia literaria fue en aumento. Era la respuesta a un invisible interior que le empujaba a poner negro sobre blanco todas esas emociones que vivían, sentían y querían atreverse a ser públicas y notorias. Y a fe que lo son a través de la autopublicación de este libro de poemas, que bajo el título “Poemas de un labrador”, nos conduce a lo más íntimo en el pensamiento de José Sagarruy: María, Peralta de la Sal, San José de Calasanz, España, la vejez, los políticos, la corrupción… Precisamente, en el poema “Los males de España”, José escribe así: “España sufre y se muere

José, junto a su sobrino Eusebio, en una imagen reciente

por un tumor contagioso, y no tiene quien lo opere de ese mal tan horroroso… yo busqué por todas partes a doctores, cirujanos, pero los operadores están todos contagiados…ladrones de guante blanco, corruptos enmascarados, protestas delante de un banco los que fueron estafados… nadie es culpable de nada y todos son inocentes, maldita gran algarada, pringados hasta los dientes… que recaudan sudor pobre para ricos delincuentes…”

Atrás quedan sus visitas a Peralta de la Sal –ahora imposibles-. Las últimas encuadraras en el 8 de septiembre y en su peregrinaje a la ermita de la Virgen de la Mora. Allí le dedicaba un poema a la santa, y hasta el próximo año y poema. Ahora, la visita no se produce, pero sí el poema de José para encargo y voz de Pepa Tomás: “Entre aromas de pinares, protegida en la montaña, la Virgen de mis amores cada día me acompaña”. Y así lo ha hecho durante estos casi noventa y cuatro años de vida a punta de empeño; venciendo obstáculos, que no han sido pocos, mientras seguía elevando virtudes en el amor a María. Inesperadamente, la poesía ha venido a desnudar su alma petraltense de señor mayor y dispuesto. Por eso, y por muchas cosas más… “No me llames viejo. Ámame, compréndeme y respétame. Y si es posible, acéptame, pero por favor, no me llames viejo”.