el sermon eficaz

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b. Además de establecer la necesidad del texto, la función que éste desempeña determina también cuál ha de ser su extensión mínima. El texto debe constituir una unidad completa de pensamiento. El predicador tiene que conocer el significado exacto de su texto antes de poder derivar su tema de él. Un pensamiento incompleto no puede ser interpretado satisfactoria y correctamente sin ser ampliado a su forma completa. Así es que un pensamiento incompleto nunca puede constituir un texto satisfactorio. El texto puede ser una cláusula u oración gramatical completa, una serie de oraciones gramaticales conexas (como, por ejemplo, un párrafo), o algún conjunto de párrafos conexos. Pero las expresiones fragmentarias, es decir: expresiones que dejan de presentar un pensamiento completo, nunca deben ser utilizados como textos. Esta demanda de que el texto sea un pensamiento completo puede ser ilustrada con el siguiente ejemplo. Poco después de la entrada de los EE. UU. de N. A., en la Segunda Guerra Mundial, cierto pastor norteamericano, sintiendo la necesidad de dar aliento a los miembros de su congregación, tomó como texto para su sermón estas palabras: “...en las manos del Dios vivo” (<581031>Hebreos 10:31b). Su propósito fue el de fortalecer la fe de sus hermanos frente a los temores que la guerra les inspiraba. “Nuestra vida”, decía en su sermón, “está en las manos del Dios vivo. Confiemos, pues, en su amor y en su poder”. Nadie podría criticar ni su propósito ni la verdad bíblica con que se esforzaba en lograrlo. Pero esa verdad no tenía ninguna relación legítima con su texto. Había tomado como texto una expresión fragmentaria. La única manera de saber lo que esta expresión quiere decir es colocarla dentro del pensamiento completo del que forma parte, a saber: “Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo”. Cuando examinamos la totalidad de este pensamiento, descubrimos que no tiene absolutamente nada que ver con la idea central del sermón aludido. Lejos de presentar un aliciente a la fe cristiana en sus horas de prueba, constituye más bien una seria advertencia de las terribles consecuencias de la rebelión y de la desobediencia. Lo peor del caso es que existe un texto completamente apropiado, tanto para el propósito que animaba al predicador, como para el tema que él mismo quería discutir. Helo aquí: “En tu mano están mis tiempos” (<193115>Salmo 31:15a). Aquí tenemos un pensamiento completo. Y cuando examinamos este pensamiento a la luz de todo el salmo del que forma parte, descubrimos que su


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