doctrina cristiana

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II. EL ACTO SALVADOR DE DIOS Ha sido la costumbre considerar la obra salvadora de Dios desde dos puntos de vista: el jurídico o forense y el experimental o biológico. En uno de éstos, se dice, nos colocamos en una nueva posición para con Dios; en el otro, se nos da novedad de vida. Por el uno somos cambiados en nuestra relación con Dios; por el otro, somos cambiados en nuestra naturaleza moral. En uno de los dos, somos justificados; en el otro, somos regenerados. Uno es objetivo; el otro es subjetivo. Uno se verifica fuera de nosotros; el otro, dentro de nosotros. Esta puede ser una distinción válida, pero debemos recordar que no puede presionarse mucho. Ha habido mucha discusión respecto a cuál de estos dos aspectos precedió al otro; cuál de los dos es fundamental y cuál es secundario. Pero conviene recordar que ellos no son dos actos separados, en lo que a Dios concierne. Dios no justifica en un acto y regenera en otro. Estos son dos modos de considerar el acto salvador de Dios. Ninguno de los dos aspectos precede al otro. Ninguno está completo sin el otro. Y parece dudoso el que se pierda más que se gane al querer clasificar con estos dos titulares, lo términos que el Nuevo Testamento emplea para referirse a la actividad salvadora de Dios. Probablemente, sería mejor entender que el acto salvador de Dios puede verse desde varios puntos de vista y que esto es lo que tenemos en los diferentes términos que se usan en el Nuevo Testamento con referencia a la actividad salvadora de Dios. Consideraremos algunos de los términos usados en la Biblia para exponer lo que Dios hace a favor de nosotros en Cristo en el acto de salvarnos. 1. En Cristo tenemos perdón de pecados. (1) Las Escrituras exponen esta idea. Esta es una de las bendiciones fundamentales de la salvación. Salvación es liberación de pecado. En los tiempos del Antiguo Testamento el énfasis se hacía sobre otras formas de liberación, tales como liberación de los enemigos (<192701>Salmo 27:1; <242305>Jeremías 23:5), liberación de la enfermedad (<19A303>Salmo 103:3), y liberación de la muerte (<194914>Salmo 49:14-15). Pero aun en el Antiguo Testamento, la salvación del pecado era la principal bendición. Podemos tomar algunos pasajes en los cuales se expone el perdón de los pecados. En el Salmo 32 David habla de la bienaventuranza del hombre “cuyos pecados son perdonados, a quien no se le imputa pecado”. Dios no le imputa a él iniquidad, y en su espíritu no hay superchería. Mientras David guardó silencio y rehusó


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