doctrina cristiana

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que nos atrae hacia sí. Nosotros lo buscamos a él porque él nos buscó primero a nosotros. El evangelio de Cristo es el evangelio de un Dios que busca. El busca adoradores (<430423>Juan 4:23). El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (<421910>Lucas 19:10). La búsqueda del Hijo del hombre es una revelación del corazón de Dios. Llevar los hombres a Cristo es la obra de Dios. Sin este poder de atracción los hombres no podrían venir a Cristo (<430644>Juan 6:44). Pablo habla de Dios como llamando a los hombres (<450828>Romanos 8:28-30; <460102> 1 Corintios 1:24). Por este llamamiento él parece dar a entender algo más que una invitación general del evangelio a que los hombres sean salvos por la gracia de Dios. El uso que Pablo hace del término corresponde más bien a lo que Jesús dice cuando se refiere al poder de atracción de Dios en <430644>Juan 6:44. Es el trato de Dios con los corazones de los hombres lo que da el resultado de que ellos acudan a Cristo para ser salvos. Este llamamiento eficaz no llega a todos, ni siquiera a todos los que oyen el evangelio. Algunos son llamados; para los tales el evangelio es la potencia de Dios. Para otros el evangelio es una piedra de tropiezo o una necedad (<460102>1 Corintios 1:23). Este llamamiento da una mente espiritual que capacita a penetrar en el significado de la cruz. Este poder de atracción de Dios es necesario, en vista de que las inclinaciones naturales del hombre son opuestas a Dios y a la justicia, y sin él el hombre no podría venir a Dios. Pablo nos dice que la mente carnal es enemiga de Dios. No se sujeta a la ley de Dios. Su naturaleza es tal que no puede sujetarse (<450807>Romanos 8:7). El hombre debe nacer de nuevo, porque lo que es nacido de la carne, carne es (<430306>Juan 3:6). De aquí que uno debe morir al pecado (<450602>Romanos 6:2). El hombre viejo debe ser crucificado (<450606>Romanos 6:6). Uno debe negarse a sí mismo y tomar su cruz y ser un discípulo de Jesús (<401624>Mateo 16:24). (2) Dios salva como una continuación de un eterno propósito. Pero debemos retroceder más todavía. Dios no solamente trabajó por venir él mismo a nosotros, sino que su obra es la continuación de un plan que es eterno. No es que repentinamente decidió trabajar por la salvación de algún hombre en particular; él obró para la salvación del hombre porque se propuso eso desde la eternidad (<450829>Romanos 8:29, 30; <490104>Efesios 1:4-11; 3:10, 11).


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