doctrina cristiana

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sentido, la ley desempeñó el papel de un pedagogo, conduciendo al pecador a Cristo. (Véanse Romanos Cap. 7 y Gálatas Cap. 3). La cumbre de la revelación en relación con el pecado llegó en la gracia de Dios en Cristo, la cual salva del pecado. No es sino hasta llegar a ver la gracia de Dios que salva del pecado, que podemos obtener la doctrina completa del pecado. La negrura del pecado no nos impresiona de lleno sino hasta que logramos verla en contraste con la gracia radiante de Dios. Esto puede verse ilustrado en el caso del mismo Pablo, quien no parece haber tenido una conciencia profunda de pecado sino hasta su edad avanzada, que fue cuando él se llamó el primero de los pecadores (<540115>1 Timoteo 1:15). Hasta que él hubo recibido la revelación de la gracia de Dios, creyó que hacía bien al perseguir a la iglesia de Cristo. Hasta entonces, él no llegó a reconocerse como un pecador culpable. Este pensamiento está también ilustrado en la enseñanza de Jesús. Jesús dice que las ciudades de su tiempo recibirían mayor condenación que las de Sodoma y Gomorra, por la razón de que él había estado en medio de ellas y de que ellas habían oído su enseñanza (<401120>Mateo 11:20). El siervo que entendió la voluntad de su señor y no la hizo, será azotado mucho, mientras que el que no entendió la voluntad de su señor será azotado poco (<421247>Lucas 12:47, 48). Otra vez Jesús dice que si él no hubiera venido, los que le rechazaban no tendrían pecado. Mas ahora los tales no tienen excusa por su pecado (<431522>Juan 15:22). Los hombres son condenados porque ellos aman más las tinieblas que la luz. Y esta es la condenación, porque la luz vino al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz porque sus obras eran malas (<430319>Juan 3:19). La luz de la gracia de Dios hace dos cosas en favor del corazón pecaminoso: revela su obscuridad, y aumenta esa obscuridad en el caso de aquellos que rechazan la luz de la gracia. 3. Lo que acaba de decirse favorece la noción de que la incredulidad es la esencia del pecado. Esto no quiere decir, sin embargo, incredulidad en el sentido de no querer aceptar una doctrina o un dogma. Esta incredulidad tiene que ver con el rechazamiento de la luz moral y espiritual, particularmente cuando esa luz está contenida en Cristo Jesús. Es el rechazamiento de la revelación final de Dios en Cristo. Cuando este rechazamiento se hace definitivo y voluntario, se convierte entonces en el pecado de muerte (<620513>1 Juan 5:13-17). Se llega entonces a hollar voluntariamente al Hijo de Dios y se tiene por inmunda la sangre del testamento, en la cual se fue santificado, y se le hace afrenta al Espíritu de


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