COLOMBIA EL Proceso de Paz en femenino plural

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COLOMBIA

EL PROCESO DE PAZ EN FEMENINO PLURAL


Pepe López es educador de menores de la Generalitat de Catalunya desde 1986. Ha estado destinado a tareas sindicales durante más de venticinco años en la UGT de Catalunya, donde ha ejercido responsabilidades en las áreas social, institucional y de cooperación sindical. Su labor de cooperante como técnico de proyectos de cooperación se inició en el año 1998 en América Latina, concretamente en El Salvador, Guatemala y Perú, y también en Marruecos, país en el que ha residido varios años haciendo seguimiento de proyectos de la Fundación Comaposada - Sindicalistes Solidaris en la ribera sur del Mediterráneo y el área subsahariana. Ha sido responsable de la formulación y el seguimiento de más de cien proyectos de cooperación en los ámbitos de la formación sindical, la formación de adultos, la sensibilización por la cooperación sindical, y la ayuda humanitaria tras catástrofes naturales. En estos casi veinte años de cooperación sobre el terreno ha podido desarrollar una trayectoria formativa y de sensibilización, ejerciendo de formador para organismos sindicales y ONGs que trabajan por los derechos humanos laborales en Marruecos, Argelia, Túnez, Líbano, Siria, Palestina, Mali, Mauritania, Senegal, Perú, El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Cuba. El privilegio de vivir el proceso de paz en Bogotá junto a su compromiso con el desarrollo transformador y el papel trascendental de la mujer en él, han sido, sin duda, los factores desencadenantes de esta publicación. lopezalcaraz@gmail.com www.facebook.com/pepe.lopez.148


COLOMBIA

EL PROCESO DE PAZ EN FEMENINO PLURAL


Edita:

Sindicalistes Solidaris Rambla de Santa Mònica, 10 · 08002 Barcelona tel. 93 412 13 27 · www.sindicalistessolidaris.org sindicalistes@sindicalistessolidaris.org Amb el suport de:

Coordinació: Javier Martínez i Toni Vall Autor: José F. López Alcaraz

lopezalcaraz@gmail.com www.facebook.com/pepe.lopez.148

Fotografia: Roberto Villaescusa Saiz Disseny i maquetació: Quim Milla Impressió: Vanguard Gràfic Dipòsit legal: B-43.482-2.017 Barcelona, desembre del 2017


INDICE Introducción 8

Yolanda Ruíz 10

Eidis MaríaHernández Guerra 22

Katiana Patricia Pardo Manjarrez 28

Nohemi Porras Torres 32

Sonia Rodríguez Marín 38

Teresa Colón Pérez 44

Yoany Fragozo Pinto 50

Cristina Cruz 54

Amparo Ramírez Zambrano 58

Alexandra Calvo Treviño 64

Carolina Hurtado Barrera 72

Claudia Mejía Duque 78

Isabel Albadalejo 92

Silvia de Castro 102

Yolanda Zapata 112

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ESTE LIBRO QUIERE SER UN HOMENAJE A TODAS LAS MUJERES QUE TRABAJAN DÍA TRAS DÍA POR LA PAZ EN COLOMBIA Y EN TODO EL MUNDO


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INTRODUCCION

El Proceso de paz en femenino plural, pretende aportar un humilde grano de arena en favor de la reconciliación y de una consistente construcción de la paz. Para ello es necesario el protagonismo de las víctimas difundiendo su voz, su dolor y su memoria, haciéndolas protagonistas de la reconciliación. Y entre ellas, las mujeres, no nos ha de extrañar, son las que más han sufrido y sufren, las que siguen luchando para que la visión de género se tenga en cuenta permanentemente en la resolución del conflicto, desde el propio texto de los acuerdos, hasta la aplicación efectiva de los mismos con los recursos que sean necesarios, y con la prioridad merecida. Pero esto no será posible si no aflora la verdad, si no se explica bien qué ocurrió y quiénes

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lo hicieron, si no se afronta con justicia y respeto el daño moral, psicológico y material, si no se restituyen las tierras a los que fueron expulsados de ella por el conflicto, si no se produce un sincero perdón y reparación a todas y cada una de las víctimas durante los más de cincuenta años de sangrante y destructivo conflicto que el país ha sufrido. Los que hemos elaborado este libro hemos podido comprobar sobre el terreno de viva voz el sentir de las víctimas, sus reivindicaciones, sus esperanzas y frustraciones, su admirable dignidad, sus sonrisas y llantos, sus sueños para Colombia, para sus familias y para sí mismas. Esta experiencia, que se inició en Cundinamarca para continuar por los departamentos de Tolima, Bolívar,


Atlántico y la Guajira, nos ha permitido conocer a veinte mujeres, algunas que han sufrido el conflicto de manera directa, perdiendo familiares y amigos, y que fueron desplazadas de su hogar, otras que están participando en su resolución bien liderando asociaciones de víctimas, bien trabajando en organismos internacionales, bien representando a las mujeres en la implementación de los acuerdos, y otras simples sufridoras esperando justicia. Esta vivencia, como dice Roberto Villaescusa autor del reportaje fotográfico, es una manera inigualable de conocer el país, que ninguna ruta turística jamás podrá superar. Quiero también remarcar el orgullo y la satisfacción que nos ha provocado la elaboración de este libro a todos los que hemos trabajado en él,

tanto en Colombia, Pepe López y Roberto Villaescusa, como en Barcelona, Javier Martínez y Toni Vall. Esperamos que la difusión de estas entrevistas sirva para concienciaros de la necesidad de acompañamiento y defensa del proceso de paz en Colombia, doblemente frágil, por su complejidad y por la división que manifestó el país en el resultado del referéndum para su ratificación. Y por último, aprovecho esta presentación para agradecer a todas las mujeres que se han prestado de manera voluntaria a las entrevistas regalándonos su tiempo y abriéndonos la puerta de su hogar, mayormente humildes. Por ellas va este libro, por la paz soñada. Gracias. Pepe López

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Yolanda Ruíz Nosotros lo que hemos planteado es un proyecto informativo independiente que trabaja sobre todas las opiniones

Me llamo Yolanda Ruíz y soy la directora de noticias de RCN Radio, y a lo largo de todo el proceso de conversaciones, negociaciones y firma del acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC he estado en este cargo, dirigiendo la información. Curiosamente asumí la dirección de noticias en la mañana aquí en RCN Radio el mismo día que se iniciaba la ronda de conversaciones en La Habana, el 19 de noviembre. Voy a cumplir cinco años aquí, en este cargo, aunque llevo ocho años en la empresa.

Hablemos un poquito de RCN. ¿Qué alcance tiene? ¿Qué audiencia tiene? ¿Cuáles son sus características? Para esos que te están viendo o que te van a leer sepan un poquito de qué hablamos. Que no es cualquier radio. No, no es cualquier radio, en este momento, de hecho, en términos de audiencia, es la primera cadena, contadas todas las emisoras. Tenemos emisoras de radio hablada: informativa; La FM; La Cariñosa; Antena 12, especializada en deportes, y un amplio portafolio de emisoras musicales. En eso y según los últimos informes de audiencia, en términos empresariales, con la suma de todas las emisoras es la cadena más escuchada en Co-

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lombia y es una de las dos tradicionales. Cumplimos, el año entrante, 70 años de existencia como cadena; empezamos ya, de hecho, a celebrar. En términos de la emisora en la cual trabajo, que es la emisora RCN Radio, Cadena Básica, que es de carácter informativo, hemos estado siempre en esos primeros lugares de audiencia. Se batalla, hoy en día –hay otros colegas que están adelante…, nosotros venimos dando una batalla y se han dado en los últimos años unos cambios en materia informativa, pero formamos parte de una de las cadenas radiales más tradicionales de Colombia, con 70 años de existencia. Con una particularidad: RCN tiene una presencia regional muy amplia, profundamente grande. Estamos operando… ¿En todos los departamentos del país? No en todos, pero en casi todos. La emisora como tal tiene operación en 25 ciudades de Colombia –en 25 regiones importantes– e incluso hemos mantenido en aquellas zonas en que no hay medición de audiencia porque hay una vocación de RCN Radio de tener presencia regional; incluso en territorios como Barrancabermeja que no es de las grandes capitales pero que por política de compañía y empresa se mantiene esa presencia porque sentimos que la radio es una presencia absolutamente clave en el territorio nacional, más allá de las grandes capitales. Es una posición de empresa. Somos parte de uno de los grupos empresariales más importantes del país, que además tiene negocios en el sector de las bebidas refrescantes,

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en el azucarero, en el de los vehículos…, es un conglomerado empresarial muy grande, uno de los más grandes del país; lo cual tiene, como pasa siempre, sus más y sus menos en términos informativos. Esto es RCN, una de las marcas más consolidadas de medios de Colombia. Háblame de la radio y el conflicto, y de la radio y el postconflicto, si es que hay alguna diferencia. Nosotros lo que hemos planteado es un proyecto informativo independiente que trabaja sobre todas las opiniones, y el análisis que hemos hecho tanto del conflicto como del proceso del postconflicto es hacer esa misma mirada. El país tiene una división, hay un proceso de división en torno a cómo se negoció la salida del conflicto. Hay una división en el país, es evidente y está claro, los partidarios y los no partidarios… ¿Se podría decir que es un 50%? Eso demostró el plebiscito que quedó más o menos en un 50-50; con una pequeña ventaja para el no y todo lo que eso significó en términos de tratar de reconstruir el respaldo político de los acuerdos, etcétera, etcétera. A mí, los dueños de esta empresa me dieron libertad en términos de movimiento editorial, porque fue la condición que yo puse cuando llegué a RCN. Dije que la única manera que yo puedo hacer periodismo es haciendo un periodismo que se llama riguroso, por una parte, equilibrado por otra parte e independiente por otra parte. Eso no es fácil en Colombia. Incluso la gente se pregunta por qué hay distintas líneas editori-


ales dentro de la misma empresa, en las radios y podríamos decir también en televisión. Aquí tenemos varias propuestas informativas y hay líneas editoriales diversas. Yo digo que la libertad editorial es un valor y eso es un activo profundo en una democracia. Y que los periodistas puedan tener una línea editorial determinada es un activo profundo. La gente a menudo pregunta por qué las líneas editoriales de los distintos medios de la organización. Dicen «¿por qué tú dices esto y el otro lo dice diferente?» o cosas por el estilo. Básicamente eso significa respetar la independencia de los periodistas y eso me parece profundamente valioso. Y así es el proyecto que tenemos planteado, un proyecto que yo llamo periodismo tradicional, si se quiere. Confrontamos fuentes, contrastamos fuentes para tratar de acercarnos a la verdad e intentamos ver qué hay de fondo, tratamos de dar contexto a las noticias y, en el caso del proceso, tratamos de cubrirlo con todos los frentes lo cual fue profundamente difícil porque es un proceso profundamente difícil de seguir. ¿Cómo ves el proceso de paz Yolanda? Enredado, en una palabra. Complicamos más de la cuenta un asunto que a mi juicio personal –y es muy fácil hablar des de la barrera- cuando hablamos con los negociadores nos dicen «pero es que la cosa era complicada». Cuando uno habla desde la barrera, un proceso profundamente político que terminó en términos muy jurídicos, si se quiere decir –cuando mezclas términos jurídicos y políticos (obviamente que los dos son necesarios)

pero cuando se dan demasiados elementos jurídicos se empieza a crear una cosa tan complicada como estas 200 y tantas páginas que hay que leer, con incisos, con puntos y sub-puntos y demás… Obviamente queda claro que el proceso se complicó. Tuve la oportunidad de cubrir también el proceso de paz con el M19 y otros, y fueron unos procesos con las complejidades del momento, evidentemente, pero mucho más sencillos; mucho más simples, si se quiere. «Pero menos completos» –dicen quienes negociaron el proceso. El proceso es el más completo que se ha hecho históricamente. Es cierto, es el proceso más completo, pero también el proceso más complejo, lo cual se traduce en que, por ejemplo, en este momento en el que estamos conversando estemos enfrentando tal nivel de dificultades que no sabemos si, por ejemplo, los candidatos del partido resultante van a poder inscribirse en el proceso electoral. Hay un montón de detalles jurídicos que no están claros. En la medida en que el proceso se hizo tan complejo se hizo evidentemente largo también y se complicó. Hay elementos distintos a los procesos anteriores que se produjeron: la comunidad internacional, el contexto político es diferente, la realidad de Colombia es distinta… Aquí pasamos de un gobierno con Álvaro Miguel que durante ocho años logró posicionar en la mente colectiva de los colombianos que no había un proceso de actividad guerrillera insurgente sino un proceso de terrorismo, de amenaza terrorista; no de conflicto armado.

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Eso hace que la manera como los colombianos miran a la guerrilla o miran el proceso sea muy distinta a cuando se produjo el proceso de paz con el M19 los cuales eran reconocidos como unos grupos con posiciones políticas, con origen político y no necesariamente con origen terrorista. A mi juicio hay un problema en la manera como se está generando la mirada frente a las FARC: uno no puede borrar la historia; los grupos guerrilleros en Colombia nacieron en un contexto histórico, en unas realidades históricas muy puntuales; el hecho de que después su actividad haya derivado a procesos de narcotráfico, que es real; a procesos terroristas, que son reales. Es decir, las FARC han estado cerca del narcotráfico; han utilizado el narcotráfico como parte de sus herramientas de guerra, si se quiere; ha secuestrado, ha violado, ha reclutado a menores, ha utilizado la violencia sexual como parte del conflicto… Pero que haya hecho todo esto no significa que no tengan en su inicio unos elementos muy particulares, distintos a la amenaza terrorista. Quiere decir que no nacieron para ser terroristas. A propósito de lo que dices, una de las preguntas recurrentes de lo que estás diciendo es precisamente que había un origen de las FARC que seguramente tenía unas raíces y unos motivos que eran perfectamente justificables de su existencia, en el sentido de justicia. Por eso surgía la pregunta de, antes de conseguir la paz, había que deconstruir la guerra. Deconstruir la guerra es no solamente firmar un papel sino ir a los orígenes que provocaron la guerra para ver qué hay de

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aquello que sea vigente todavía y qué no; y lo que sea vigente seguramente habrá que afrontarlo. Era un poquito esto… Es parte de lo que se discutió en La Habana y parte de lo que las FARC quisieron poner encima de la mesa en La Habana, por eso el capítulo de tierras. Yo alguna vez dije aquí en la radio que, si se cumpliera solamente el capítulo de tierras, sólo este, el país sería distinto. ¿Qué quiere decir el capítulo de tierras? El capítulo de tierras significa actualizar el catastro para que se paguen los impuestos que corresponden por las extensiones de tierra en propiedad. Que haya planes para los campesinos que tienen tierras y que no tienen sus títulos de propiedad. Las tierras han sido un problema históricamente en Colombia en la medida de que son profundamente irregulares. La gente tiene tierras de las que la sacaron violentamente, por ejemplo; otros compraron tierras vacías como resultado de la violencia; unos lucrándose porque ayudaron a los violentos a sacar a la gente de sus tierras; otras personas inocentemente compraron durante este proceso, de buena fe. Entorno a la tierra hay un montón de problemas… Y esto está en los acuerdos, como algo a cumplir. Está en los acuerdos. Por eso digo que si se cumpliera sería una maravilla. El temor es que no se cumpla. El temor es que no se cumpla lo que está escrito. Nos hemos centrado mucho, me parece a mí, en el debate en torno a qué va a pasar con los


guerrilleros; que es obvio. Es obvio que esto genera un impacto, después de haber firmado los acuerdos. Eso no es extraordinario; lo que me parece extraordinario es que el momento político es completamente distinto que cuando se firmaron los acuerdos de paz con el M19. Había mucho más consenso –no es que no hubiera voces disonantes, también existían esas voces disonantes–, pero había mucho más consenso en torno a la necesidad de vincular a estas personas. Se entendía bien que tenía un origen político y la idea era vincularlo a la política. Hoy hay división en el país. El país también está más herido... Profundamente pero además decepcionado con las FARC. No se nos puede olvidar el Caguán. La negociación del Caguán dejó el país absolutamente decepcionado con la guerrilla que pasó más de tres años ocupando medio país y utilizando ese medio país para cometer todo tipo de delitos. La gente se decepcionó. Durante el proceso que duró la negociación en La Habana ni los unos ni los otros, ninguna de las dos partes en contienda tuvo la capacidad de persuadir a los colombianos sobre la necesidad de esta nueva oportunidad. Esta es una de mis grandes discusiones con los miembros de la mesa del lado del gobierno ya desde antes de que se fueran al Caguán. Les dije: «hay que alimentar este proceso todos los días porque los medios de comunicación salimos al aire todos los días. Necesitamos fuentes. Si no son estas serán otras.»

«Hay medios que militan en contra del proceso de paz» ¿se puede decir? No lo diría en esos términos. Diría que hay mucha crítica y que los medios evidentemente reflejan lo que pasa en el país. Y en el país hay división. Hay división en torno a lo que pase en términos de paz. Mi opinión es que hay libertad de línea editorial y sobre esa línea editorial tú puedes hacer periodismo, evidentemente. Pero también hay periodismo militante; creo que la paz ha llevado a muchos a cruzar la raya y a hacer periodismo militante. Para mí son dos cosas distintas. Siempre, todo medio de comunicación en el planeta tiene línea editorial. Todos tienen una línea editorial y responden a una línea editorial. Puedes ser un periódico un poco amarillista y publicar algunas cosas de crónica de sucesos o puedes ser un medio que saca los trapos sucios de las autoridades, puedes hacerlo o no hacerlo. Puedes ser un medio con unas u otras características por eso el periódico The Sun no es lo mismo que The New York Times; The Economist no es lo mismo que por ejemplo El País, en España. Y que El País no es lo mismo que El Mundo. Hay líneas editoriales, pero dentro de las líneas editoriales puedes hacer periodismo o cruzar la raya y hacer periodismo militante. Lo que en mi opinión ya empieza a convertirse en propaganda y ya empieza a significar un problema. Pienso que si hemos tenido alguna dificultad en Colombia es que se ha cruzado la raya. Los periodistas formamos parte de esta sociedad, no estamos al margen de ella y la polarización que aquí se ha producido se trasladó a la prensa también.

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Hemos recorrido unos cinco departamentos entrevistando a mujeres de diferentes situaciones, diferentes estratos y hemos llegado a tener la sensación de que, por lo que nos comentan ellas, el binomio víctimas-victimarios no está resuelto. Qué las víctimas siguen siendo olvidadas y que los victimarios son los que están siendo atendidos en sus reivindicaciones y en sus necesidades. ¿Qué hay de cierto en eso? Yo te diría que puede ser cierto. Ahora quizás diré algo políticamente incorrecto: en Colombia hay distintos tipos de víctimas. Están las víctimas reales en el territorio, muchas de las cuales no han sido ni siquiera visibilizadas, muchas de las cuales no son ni siquiera conscientes de que son víctimas, cosa que es preocupante, colombianos para los que el conflicto pasó por allí y eran parte de él. Hay mucha gente que no tiene claro que es víctima. Esto nos demuestra que hay algo pendiente ya que ni siquiera hemos identificado a la totalidad de víctimas del conflicto porque muchas de ellas ni siquiera se han reconocido a sí mismas como víctimas, mucho menos el país los ha reconocido y mucho menos los victimarios. Hay unas víctimas que se han hecho protagonistas en el sentido de que han logrado visibilidad, lo cual también es uno de los aspectos que diferencian este proceso de paz con los anteriores; ese énfasis que ha tenido por lo menos en la figura de las víctimas, porque en los procesos de paz anteriores ni siquiera figuraba, absolutamente nada, sobre las víctimas. No se hablaba de Verdad o de reparación; no fueron protagonistas las víctimas.

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El hecho de que las víctimas hayan aparecido en este proceso de paz como protagonistas fundamentales habla bien del proceso. Pero también hay un capítulo, y esto es lo políticamente incorrecto, en el que yo creo que hay unas personas que han convertido la bandera de las víctimas como elemento de presión política. Que han sacado a las víctimas de su escenario y de su condición de víctimas y han terminado politizando muchas cosas. Por lo cual existen muchas personas que nunca fueron víctimas, en términos directos porque los colombianos somos todos víctimas de este conflicto. A algunos yo les llamo víctimas profesionales, muchos de ellos siéndolo, otros sin serlo; y que han terminado tomando esta bandera como un elemento de reivindicación política. Un poco lo que pasa a veces con ciertos sindicalistas que dejan de representar los intereses de los trabajadores para convertir ese elemento en como una especie de bandera. Me parece que eso ha pasado. Muchas realidades del conflicto se están empezando a ver ahora; por ejemplo, los delitos sexuales en el conflicto que me parece que es fundamental que estén en el escenario del proceso. Pero al mismo tiempo me parece que ese punto, en el cual hay algunos que han cogido la reivindicación de las víctimas como un elemento de bandera política, termina por otra parte impidiendo que se pase página, lo cual en algunos momentos es necesario. En estos momentos Colombia tiene que pasar página, es decir, reparar a sus víctimas, tener una dosis de Verdad, pero tenemos que avanzar porque si no avanzamos no lo logramos.


Hablabas de víctimas que ni siquiera saben que lo son, pero también sabemos que en temas de agresiones sexuales tienen miedo todavía a reconocerse como tal, están tan afectadas que ni siquiera emergen. Evidentemente, y el caso del delito sexual es uno de ellos. Cuando hablamos de mujeres que han sido víctimas de agresiones sexuales de cualquier tipo, estas mujeres tienen temor a contarlo. Porque la mujer siente –y es triste pero es así– vergüenza de haber sido víctima de una agresión sexual y tener que contarlo les da vergüenza y muchas de ellas lo han guardado durante muchos años y apenas ahora están emergiendo y están contando sus historias. Y muchas de ellas lo mantendrán en silencio guardado porque no lo quieren recordar, no quieren recordar eso que vivieron. Poder por lo menos entrar ahí, es algo que todavía nos hace falta en Colombia, en ese proceso de recuperación emocional de todos como víctimas. Es decir, ¿cuántos de los conflictos que tenemos no vienen dados por quienes fueron víctimas y luego se convirtieron en victimarios? Esa reproducción permanente de la agresividad y de la violencia. Si logramos hacer esa catarsis colectiva, de alguna manera, si se quiere sacar un poco de ese dolor que nos ha quedado de un proceso de violencia que hace décadas que se produce. Muchos de nosotros, yo diría que casi la totalidad de nosotros, no hemos vivido en un país con un escenario de paz; y muchos de los periodistas que llevamos 30 o más años cubriendo este conflicto no conocemos otro escenario. Y no teníamos esperanza de que se llegara a firmar el acuer-

do con las FARC. Yo por lo menos dije que no me iba a tocar. El conflicto es algo que forma parte de este país. Yo lo aprendí de los libros de historia: El Bogotazo el 1948, la época de la violencia, a partir de ahí nacieron los grupos armados en la década de los sesenta…, la violencia forma parte del ADN de este país… Estamos a punto de dar un gran paso, y por eso quienes están a favor de algún tipo de salida negociada al conflicto nos están recordando que nos estábamos matando, que había masacres de 40 o 50 personas, se despedazaba a la gente con motosierra, llegaban a los pueblos los paras o la guerrilla y los muertos se contaban por decenas. Hay que entender el contexto en el que estábamos. Cuando uno se retrotrae 20 años y reportaba una o dos personas muertas ni siquiera se publicaba; no era noticia. Hoy en día, matan a un dirigente social y se vuelve noticia, o matan a uno o dos soldados y se vuelve noticia, porque el contexto es distinto. Hay que mirar cuánto ha disminuido en número de víctimas en Colombia, y eso es bueno. Por otro lado, la crítica que se hace es que no se tendría que estar matando al líder social por una parte y, por otra parte, a los asesinos de estas personas no se les pueden habilitar los derechos políticos sin que paguen alguna dosis de cárcel. Alguna dosis de reclusión o de castigo que contribuya con la Verdad antes de ir a hacer política en el congreso. ¿Sigues manteniendo tu esperanza y tu optimismo en el proceso de paz a sabiendas de que la paz no es negocio y la guerra sí?

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No, no soy optimista, la verdad; no soy optimista. Por una razón fundamental que es que nosotros logramos firmar un acuerdo con la guerrilla, pero no firmamos o no logramos avanzar en la reconciliación. No sé si lo lograremos; ojalá lo logremos; pero parece que aquí hay un proceso que nos debilitó como país; el país sufre enormemente con esa división y, pase lo que pase, de aquí para adelante, salvo que algún líder logre levantar una bandera que nos unifique como país; hasta ese momento no lo veo. Si no se logra va a ser la batalla permanente: un proceso de paz donde hubo unos protagonistas sentados en la mesa, que cerraron mucho la mesa y no lograron hacer ver al país las ventajas del proceso de paz. Una oposición profundamente fuerte a la cual no le servía ningún acuerdo: ni este que hicieron ni ningún otro, aunque fuera perfecto; ninguno de ellos iba a servir. Esto es así

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y evidente porque hay posiciones fundamentalistas y cuando se parte de posiciones fundamentalistas no se atiende a la razón. Cuando se pasa por la razón siempre vas a encontrar el elemento que ratifique tu posición. Y en ese sentido se ha venido polarizando, obviamente; con una particularidad: en el grupo de los que son partidarios del proceso de paz negociado con la guerrilla de las FARC se han entendido algunas de las críticas –se entiende que es un proceso que tiene fallos, pero la gente sigue apoyándolo–, pero desde aquí no se apoya; y el país en medio, tratando de encontrar un norte para conseguir la paz. Colombia esperando, esperando al líder de la reconciliación... No lo veo. Pero no sé… Pero no es imposible. Tú no sabes lo que es hacer periodismo en paz No, no lo sé, pero dicen que ahí estamos todavía. Ahora, es muy distinto lo que te digo respecto a lo que a mí me tocó cubrir hace 20 o 25 años, cuando empecé a hacer periodismo. Yo trabajaba en una revista en la campaña del 89/90 en la que mataron a tres candidatos presidenciales; mataron a tres candidatos presidenciales. Y cuando digo «mataron a tres candidatos presidenciales» es mataron a tres candidatos presidenciales y a un montón de gente más; a dirigentes políticos, a generales…; pasaba de todo en esa época. Pero matan a tres candidatos presidenciales en una sola elección. Entonces comparas y ves que los


candidatos están haciendo campaña, y está representado todo el espectro político, y que puedan hacer campaña me parece valiosísimo. Tristemente las elecciones han estado marcadas durante todos estos años por el péndulo de violencia/proceso de paz, frente a los grupos armados, sobre negociaciones con ellos…, ha sido un tema absolutamente crucial en cada una de las elecciones. Ahora lo que parece es que se están replanteando nuevamente quienes son partidarios de continuar el proceso e implementarlo y quienes son partidarios de acabar con el proceso o por lo menos reducirlo a su mínima expresión. Las FARC ya entregaron las armas, ese punto es irreversible, pero no es irreversible que haya unas licencias mucho más grandes, que se pueda deteriorar un poco el clima que se está viendo en el país, de modo que…, yo soy pesimista en el sentido de que no se trata solamente de firmar la paz, sino que el país en términos de vida política pueda tener distintas tendencias políticas sin satanizarlas. Aquí, durante mucho tiempo, cualquier posición política de izquierdas resultó estigmatizada, toda posición política de izquierdas resultó damnificada en la medida de que había la guerrilla reivindicando esa posición desde la lucha armada. Eso hace que en Colombia nunca sea entendido ese planteamiento con claridad. Hoy, que sería el escenario en que uno diría que como se desarmó la guerrilla de las FARC ahora es posible, vemos cómo sale desde la derecha el desprestigio de la izquierda. Y empieza a jugarse con la política del miedo, que es muy peligrosa; puede dar votos, pero puede ser peligrosa a largo plazo para el país.

Yo, que te percibo como una pesimista constructiva y proactiva, ¿crees que una efectiva incorporación de la mujer a la política, por ejemplo en la Presidencia de la Répública, puede acelerar el proceso de paz? Yo esperaría. Nunca en Colombia había habido tantas mujeres en la contienda política por la presidencia; siempre había una o dos mujeres candidatas en el mejor de los casos. Ahora hay varias, de la derecha, de la izquierda, pasando por cristiana. Y las mujeres están ascendiendo, lo que es absolutamente positivo. ¿Será presidenta una mujer? No lo sé, es difícil decir si nosotros aquí en Colombia hemos superado la barrera; en la última encuesta que aquí publicamos hicimos una pregunta a los colombianos en general que era si estarían dispuestos a votar por un hombre o por una mujer; salió prácticamente la misma cantidad; por lo cual decimos que por lo menos en la intención hay una barrera que se supera. 89% por las mujeres, 90% por los hombres, es decir, lo mismo. No creo que haya rechazo social en términos de mujer, pero tampoco creo que el hecho de ser mujer garantice nada. Creo que la gente tendría que buscar el liderazgo en quien sea capaz de empujar este país hacia adelante y no hacia atrás. Pero como veo las elecciones que se están presentando son unas elecciones basadas en lo que ha pasado hasta el momento. Sobre ese mismo proceso y dando en el clavo sobre el mismo elemento, acerca de quién quiere mantener el proceso y de quien quiere descarrilar el proceso; y no sé si encontraremos una mujer así. Hay muchas que tienen muy buenas capacidades y muy buen potencial.

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¿Qué es lo que no tiene que pasar para que el proceso descarrile? Creo que el proceso es muy difícil que se vaya para atrás, el proceso como tal. Las FARC ya entregaron las armas y eso es irreversible. Es posible que se incrementen el número de incidencias si el proceso sigue en crisis y, en la medida en que se incrementen el número de incidencias es una delincuencia que va a quedar como residuo y que se va a perpetuar en el tiempo entre otras porque Colombia tiene el narcotráfico que alimenta a todos los grupos ilegales. Pero las FARC como tal, en su conjunto, no creo que vuelvan… Es irreversible… Yo pienso que es irreversible. Pienso que el proceso es irreversible como proceso global y en su conjunto; es decir, no veo el escenario de «muchachos, nos vamos para el monte» otra vez; no lo veo, ni desde el punto de vista político ni desde el punto de vista real, en términos de que ya están muchos de ellos ubicados, muchos de ellos han arrancado procesos productivos de todo tipo…Pero sí, puede que se incrementen las disidencias y eso podría ser grave. ¿Qué hay que hacer para evitar que pase? Es muy difícil, sinceramente. La mayor dificultad es que hemos llegado al nivel de los fundamentalismos. Cuando llegas al nivel del fundamentalismo no hay argumentos que prevalgan. Por lo que dices parece que estés afirmando: «es tan difícil la plena guerra como la plena paz.» Que el país se va a mover en ambos términos, pero

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nunca habrá una guerra completa pero tampoco una paz completa. No creo que volvamos a ver la guerra de nuevo con las mismas características, no creo que haya una amenaza de tal tipo, que volvamos a llegar a ese escenario, en el sentido además político de lo que pase en Colombia, que volvamos a un escenario donde se justifique la violencia, pero, si llega a crecer la disidencia, el nivel de violencia puede ser mayor. Porque va a haber, evidentemente, algunas disidencias. Pero si se producen muchas sí que volveríamos a un escenario de terrorismo, seguramente. No va a haber un proceso de regreso de todos los militantes de las FARC, no; pero sí que va a haber una dificultad para que haya disidencias. Pero mientras el estado no tome una posición un poco más clara en los territorios que fueron escenario de confrontación, mientras el estado no lo haga, es muy difícil que Colombia supere la etapa de escenarios violentos en estas zonas más apartadas. Tenemos Tumaco, tenemos el Chocó, tenemos lugares profundamente abandonados que es como si fueran dos Colombias completamente divididas. Sin estado. Exactamente. Entonces, ¿cuál fue el estado durante muchos años? Pues fueron esos grupos armados ilegales. Fueron las FARC. En las zonas donde estaban las FARC, exclusivamente. Pero las FARC se fueron, pero si eran territorios donde había también bandas criminales, o donde había una mafia por el oro, o la mafia del narcotráfico…


¿qué hacen estos? Pues a ocupar el territorio que ocupaba las FARC. Todos esos que acabas de decir estaban simultáneamente en el lugar. Claro, hay zonas del país donde estaban simultáneamente. En Tumaco, por ejemplo, en Tumaco y alrededores había FARC, pero también había los paras. Y ahí también hay presencia de toda la mafia del narcotráfico. Cuando se retiran las FARC el resto empiezan a luchar por el control del territorio. Y hay zonas donde solamente había presencia de la guerrilla donde ahora hay presencia de grupos armados ilegales que entran a ocupar esos territorios. El estado ha hecho unos trabajos muy interesantes, de cara al postconflicto, los ha hecho, pero no ha acabado de asentarse en el territorio. Ya hace muchos años, décadas incluso, que el estado no ejerce el control sobre esos territorios, donde la única autoridad era la guerrilla. Hasta el punto de que mucha gente tenía miedo de que la guerrilla se fuera. La guerrilla era la que ponía el orden, la que hacía la justicia, la que nos guarda de los delincuentes, la guerrilla arrestaba delincuentes y decían «¿Ladrón? Pues tal», sin preguntar. ¿Eso es correcto? Por supuesto que no, pero es lo que se dio de facto. Y al darse de facto para muchos colombianos era un sustituto del estado. Entonces, si el estado no logra ocupar eso, hay otro grupo armado ilegal que irá a ocupar eso. Así de sencillo. Un mensaje para los ciudadanos y ciudadanas de España que van a leer esta entrevista.

Les diría que hemos dado un paso muy importante, que hemos dado un paso fundamental en la búsqueda de esa paz. Yo misma decía, cuando estábamos en el proceso, que lograr, aunque sea desmontar la franquicia FARC era importante para Colombia, aunque quedaran restos de violencia. Me parece importante. Lamentablemente las FARC decidieron quedarse con el mismo nombre para su partido político cosa que no le hace bien ni al país ni a ellos. Pero por lo menos lograron firmar un acuerdo, desarmar a unos hombres, reducir los indicadores de violencia lo cual, para nosotros, es profundamente positivo. El debate que hay en torno a la participación política, en torno a qué va a pasar de aquí en adelante es un debate que tenemos que crear; pienso que es otra etapa. Que estemos ahora inmersos en el narcotráfico como el principal problema de Colombia. El narcotráfico es la financiación permanente de la violencia. Y mientras se mantenga la guerra contra el narcotráfico va a haber violencia. Y yo personalmente creo que la única salida al problema del narcotráfico es su regularización. Así de sencillo. Mientras haya mercado habrá quien ofrezca, el famoso círculo vicioso, etcétera. Ahí tenemos un dinero listo para alimentar a grupos violentos. Ahora hemos avanzado, hemos logrado ir hacia adelante; pero nos falta un camino por recorrer, veremos si nuestros dirigentes están a la altura del desafío. Porque por lo que yo veo, la mayoría de dirigentes están pensando a corto plazo, en sus votos, en su situación personal, y no están pensando en el país. Estamos en una crisis de liderazgo bastante dolorosa.

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Eidis María Hernández Guerra Mi mayor sueño para Colombia es que todas las víctimas tengamos esa verdad, esa reparación, teniendo en cuenta los enfoques diferenciados. Me llamo Eidis María Hernández Guerra, vengo de la comunidad de Cascarri, soy natural del distrito de Riohacha. Representante legal de una organización de víctimas de ese corregimiento. Formo parte de la mesa de víctimas del distrito de Riohacha y de la mesa de víctimas del departamento de la Guajira. Delegada para la mesa nacional. Tengo cinco hijos y un esposo. Estamos aquí desde el dos mil cinco. Primero, fuimos desplazados en un desplazamiento masivo en el dos mil. Luego por la situación difícil…

Para la gente en España explica un poco cómo fue ese desplazamiento, necesitan saber. Sí, bueno sí, en el dos mil tenemos tres desplazamientos de este corregimiento: el primero fue en el dos mil, en que tuvimos que venir todos debido a la presencia de autodefensas, asesinaron a algunas personas allá, algunos con amenazas y tuvimos que venirnos aquí, a la capital. Luego, en el dos mil dos, regresamos voluntariamente a otro corregimiento por la situación que teníamos aquí; con nuestros hijos. ¿Y entonces regresaste? Sí. Luego nos tuvimos que volver a desplazar en el dos mil tres porque volvieron los grupos y

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volvieron a intentar atentar contras nuestras vidas, perdimos otras víctimas, y tuvimos que regresar de nuevo aquí. Luego nos fuimos, nuevamente retornados. Cosa que fue una irresponsabilidad por parte del estado porque retornamos sin tener ninguna garantía de seguridad. Y luego en el 2005 nos tocó regresar nuevamente aquí, a la capital, por un atentado terrorista que fue perpetrado por las FARC, donde perdimos nueve víctimas de ese corregimiento, que era muy pequeño, el pueblo solo contaba con 28 viviendas, y perdimos nueve de esas 28 familias en ese atentado terrorista. Quedó solo, totalmente abandonado, nuestro corregimiento. Para nosotros no fue fácil, tuvimos que dejarlo todo, los cultivos, nuestras casas, los animales que teníamos… Todo. Lo dejamos todo abandonado y vinimos prácticamente con las manos vacías y nuestros hijos, para poder asegurar nuestras vidas. Eidis, ¿qué piensas de los acuerdos de paz? La verdad es que, en mi concepto personal, como representante legal de víctimas de esa comunidad, que ha sido tan masacrada, no vemos ninguna garantía en el acuerdo de paz, lo primero. A nosotros no nos han reparado ni tenido en cuenta –dicen que somos el centro de la negociación, pero nosotros vemos que en realidad estamos a un lado, en la orilla–. ¿Por qué a nosotros no nos han tenido en cuenta para estos diálogos, para estas negociaciones, para que ellos nos puedan manifestar –a nosotros–, la verdad? ¿Por qué

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después de que nos han asesinado esa cantidad de victimas? ¿Por qué nos dejaron en una situación crítica como nos encontramos ahora?. El gobierno con su política de reparación, para nosotros eso no es una reparación, eso es un engaño. Porque unas víctimas que las reparen, con uno o dos millones de pesos, esto no es una reparación, esto es un engaño para nosotros. Como comunidad muy afectada por diferentes grupos, esto no es fácil. Y nosotros esto lo vemos como un engaño. Porque a las víctimas les están dando un millón o dos millones de pesos, la plata de los niños menores de edad queda en una fiduciaria que hasta el momento no han notificado, ¿cuál es la fiduciaria que tiene a cargo esos recursos de los niños. Tenemos muchas familias que los padres han fallecido y que los hijos hoy no tienen como reclamar esa reparación. Pero sin embargo el gobierno está dando a las FARC un privilegio que a nosotros como víctimas y afectados de ellos –y de ambos porque hemos sido víctimas de “falsos positivos”– no nos están dando ese reconocimiento que hoy en día les están dando a ellos. Explica un poco lo de los falsos positivos, para la gente de España que no sabe lo que es esto, explícalo. Una vereda, como la que nosotros vinimos, las fuerzas públicas, hablamos de ejército y policía, agarran a campesinos y los disfrazan de un grupo o de otro grupo –o los han hecho pasar por guerrilleros o los han hecho pasar por paramilitares–, y


los asesinan y capturan y cobran por cada detenido o ejecutado, para ellos poder decir que están haciendo las cosas bien y que están capturando bandidos, pero realmente ha sido población víctima la que ellos han asesinado. ¿Y decían que eran guerrilleros? Sí, o para decir que han agarrado y que han capturado por ejemplo a dos miembros de las FARC o a dos miembros de los paramilitares cuando realmente eran campesinos. Esto nos ha sucedido a nosotros por parte del ejército, de las fuerzas públicas en nuestra región. ¿Estábais rodeados por ejército, por las las FARC y... ...y por paramilitares. Estábamos prácticamente atrapados, estábamos atrapados por el ejército, por las FARC y por los paramilitares, y ahora mismo por bandas. Nosotros estamos en el medio. Y por eso fue por lo que decidimos dejar nuestra población sola. Algunas familias, habiendo tantas dificultades aquí, hemos tenido que regresar voluntariamente a nuestro corregimiento, porque aquí la gente lo que está viviendo es pobreza, hambre. Y yo digo que no hay paz con hambre. Hablemos un poco del proceso de paz, ¿tú cómo crees que debería ser este proceso de paz? Primero, yo pienso que las víctimas debemos de partir por el tema de reparación. Debe de ser una reparación del 100% para cada núcleo familiar, de cada víctima del departamento de la Guajira y a nivel nacional. Que si a una víctima le van a dar veinte millones de pesos como reparación

para su núcleo familiar, debe de dárselo completo, no que le den un millón y dos millones y que el resto de la plata la depositen en un fondo. Pienso que cada víctima debe tener acceso a una vivienda digna –mire donde están, esto es una familia víctima, mire la casa de la familia donde viven–, se debe de comenzar por la reparación, vivienda, educación y verdad. La verdad. Porque es que nosotros nos quedamos sin saber, cuando todavía a nosotros no nos dicen el porque nos matan a nuestros familiares, porque hoy todavía no nos dicen dónde están esos familiares que desaparecieron y que a día de hoy no tenemos respuesta. Y uno así no perdona, mientras que no haya eso no puede haber una verdadera paz. Tiene que haber empleo, puestos de trabajo, tanto para las personas adultas como para los jóvenes. Programas de proyecto productivo que realmente beneficien a la juventud. Que son los que están cogiendo un camino equivocado. Porque estos jóvenes, al no tener aquí una fuente de empleo, al no tener como estudiar, al no tener sus padres cómo brindarles los recursos y las garantías que ellos necesitan, han cogido un camino equivocado. Se han metido en las bandas, se han metido en la drogadicción, se han puesto a extorsionar, hasta incluso llegan a formar parte de las bandas de asesinatos. Nosotros pensamos que, si no se corrige todo esto, si no se implementan realmente unas políticas que vayan totalmente orientadas a subsanar estos problemas, esta temática, pues no va a haber paz.

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Ante todo este panorama tan complicado, Eidis, hablemos de sueños. Explícame un sueño para Colombia, un sueño para tu familia y un sueño para ti. Mi mayor sueño para Colombia es que todas las víctimas tengamos esa verdad, esa reparación, teniendo en cuenta los enfoques diferenciados. Que el presidente tenga en cuenta a las víctimas que verdaderamente hemos llorado y hemos vivido palpablemente lo que es el conflicto. Que a las víctimas de Colombia se les pueda dar el privilegio que hoy en día se les está dando a los hermanos de las FARC. Porque podemos llamarlo así porque están articulando de una u otra forma ya con nosotros, en nuestro territorio y a nivel nacional. Que ojalá que, a las víctimas, que pueda retroceder el presidente un poco, y que mire y que se analice, simplemente, una política para las víctimas de Colombia como se está implementando con las FARC. Que tengamos derecho a representación en el senado, y en la cámara de la presidencia, en lo local, en las gobernaciones, en las alcaldías, diputados, conce-

jales, teniendo el aval desde allá, como se lo han dado a ellos. Para ti y tu familia. Que la reparación sea efectiva al 100%, para mi familia. Que mis hijos puedan terminar sus estudios, el 100%, que mis hijos puedan tener un puesto de trabajo, porque si hay empleo, hay comida, hay vida y hay salud y hay todo. Porque si no tenemos una buena alimentación no hay salud. De ahí partimos con la desnutrición y de ahí partimos con los trastornos mentales y psicológicos Que ellos se puedan realizar como personas, que puedan terminar sus estudios, que sean profesionales y que sean personas de bien. Que mi esposo pueda tener un empleo fijo, que yo pueda tener un empleo mediante el cual pueda brindar a mis hijos las garantías que no les va a faltar nada. Que el gobierno nos dé la oportunidad de poder trabajar para poder ayudar a otras víctimas que requieran de mis conocimientos. Gracias. A ti.

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Katiana Patricia Pardo Manjarrez El sueño para mi familia es la verdad, la justicia, la reparación. Y lo primordial es imaginar a mis hijos en un futuro como unos posibles mandatarios locales o nacionales Muy buen día, mi nombre es Katiana Pardo Manjarrez, representante de una fundación defensora de los derechos humanos y he venido trabajando a lo largo y ancho del departamento de la Guajira en el tema de derechos humanos, por el motivo que nos han venido violando, día a día, cada uno de los derechos que tenemos como ciudadanos, como víctimas y como habitantes de nuestro país, Colombia, al cual quiero mucho. Soy madre de tres niños: dos varones y una niña. Soy hija de Elvira Manjarrez y de Álvaro Pardo, dos personas a las cuales quiero muchísimo.

¿Viven todavía? No, mi padre falleció, fue víctima del conflicto armado hace 27 años. Mi madre, desafortunadamente, hace un mes y seis días falleció, a raíz de un problema, de un aneurisma. Pero feliz porque me dieron lo mejor de ellos. Con mi madre inicié mis conocimientos en liderazgo, es la que me educó en esta labor tan bonita que tenemos cada uno de nosotros, los líderes del departamento de La Guajira, y feliz de hacer mi trabajo. Feliz de ayudar a mucha gente, feliz de compartir con mis hermanos wayus, con mis hermanos afros y con toda la población que hoy tenemos en el departamento de La Guajira. Hago mi trabajo con el mayor orgullo y me esfuerzo cada día en dar lo mejor de mi a cada víc-

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tima, a cada persona que se acerca a mi, ayúdame en esto, colabórame en esto, de hecho, en el 2011, fui amenazada por un grupo al margen de la ley por ayudar a una mujer víctima, a la que habían secuestrado a su hijo – llevaba ya doce años desaparecido–, haciendo el proceso que nosotros hacemos como víctimas y como organización, invité a un grupo de organizaciones, a buscar a éste joven. Hicimos el proceso, pero a diario vemos que la justicia en Colombia es para los más poderosos y no para el que la necesita. Durante el proceso con ese muchacho desaparecido me di cuenta de que el estado colombiano le entrega a su madre una caja con sus restos óseos. La joven pasó un día con su caja hecha un mar de lágrimas. Desde ese momento me puse en la tarea de decir y de hacer cumplir la ley que en ese momento nos regía, la 1448. Iniciamos la batalla, día a día, caminando, a pie, con el sol caliente y con hambre –igual que mis compañeros–, a decirle al estado colombiano, a los alcaldes, a decirles a los gobernadores que son los responsables de que cada víctima tenga por lo menos un sepelio digno. Hablando de responsabilidad, ¿crees que los acuerdos de paz han afrontado las causas que provocaron la guerra y que conduzcan a una verdadera paz? En los acuerdos de paz, yo pienso que para eso falta mucho. Falta mucho por construir, faltan muchos aportes que hoy podrían beneficiarnos como víctimas, quedan muchos vacíos en esos acuerdos: queda el vacío del tema de la mujer,

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el tema étnico también queda demasiado vacío de contenido, el tema agrónomo o agropecuario, también hay muchos vacíos en ese tema. La guerra se inició por el desacuerdo, por la no-inclusión de las minorías en los procesos de desarrollo en nuestro país. Entonces como había muchas personas que no estaban de acuerdo con lo que sucedía en nuestro país, tomaron esa opción. Creo que de ahí es donde parte la base de la guerra, del desacuerdo de ¿El desacuerdo sigue estando ahí pendiente, la base sigue estando ahí...? Sí. ¿Sin resolver? Sí, sigue estando ahí sin resolver, el desacuerdo en la no-inclusión de las minorías, de pronto una minoría quiere aportar a un proceso y nunca es escuchada en estos procesos. ¿Qué propondrías tú concretamente para que este proceso de paz fuera más justo, para que realmente se consolide? Un punto es la equidad, mientras no haya equidad no vamos a tener una paz estable. Mientras no haya equidad nunca vamos a llegar a un acuerdo y nunca vamos a llegar a la paz que hoy queremos, como víctimas, y que hoy nos merecemos, como víctimas y como país afectado en el conflicto armado. La equidad yo creo que es el punto fundamental, porque si no hay equidad no estamos haciendo nada.


Equidad es tener salud, equidad es tener vivienda, equidad es tener educación, equidad es que los pensamientos míos que sean aportados al desarrollo de nuestro país. Eso es equidad. Mientras no haya equidad estamos en cero. Y ese fue el punto de partida de la guerra, la falta de equidad que hay en este país. ¿Qué más, además de la equidad, se te ocurren como cosas que son necesarias para lograr la paz? Es muy necesario, para la paz y para nosotros, que haya una verdad, una buena compensación a las víctimas –recuerde que nosotros salimos del centro donde vivíamos, lo dejamos todo atrás–, y hasta el día de hoy todavía no hemos sido escuchados, no hemos sido reparados por lo que uno dejó, en ese tiempo en que ocurrió su hecho victimizante. Entonces, que haya proyectos productivos, que haya mucha educación, sobretodo educación para los jóvenes, que son nuestro futuro. Los jóvenes no tienen participación de ninguna índole, no son escuchados; los jóvenes cada día son revictimizados, en sus derechos, en sus ganas de seguir adelante, en sus ganas de cumplir con el país, no tienen participación. No tenemos participación política, no tenemos participación de ninguna índole. Ese creo que es un tema fundamental, los jóvenes. Hablemos un poco de sueños, un sueño para tu país Mi sueño para Colombia es que haya paz. Una paz en la que haya equidad y que cada uno de los… Que haya desarrollo. Desarrollo económico, desarrollo local, desarrollo en todo lo relacionado

con todo lo que es lo que hoy está afectando a nuestro desarrollo. El desarrollo cultural, el desarrollo étnico… Que haya desarrollo. Desarrollo social, en la medida en que haya desarrollo o no va a haber la paz. Si no hay desarrollo no hay paz. Para tu familia, un sueño para tu familia… Para mi familia el sueño para mi familia es la verdad, la justicia, la reparación. Y lo primordial es imaginar a mis hijos en un futuro como unos posibles mandatarios locales o nacionales. Que es donde tenemos que afianzarnos nosotros, los ya mayorcitos, tenemos que afianzarnos en hacer el desarrollo de las comunidades. Para ti personalmente, ¿cuál es tu sueño? Mi sueño es que Dios me dé larga vida para seguir ayudando a toda la población y a todas las personas que hoy todavía necesitan mi ayuda. Ese es mi sueño. Creo que no sueñas con hacerte rica No, no sueño con hacerme rica, por una sencilla razón: cuando uno quiere un poquito de dinero, le cambian los pensamientos. Deja uno la humildad, deja uno lo que está haciendo por estar pendiente en sumar, sumar,... ¿Se puede ser feliz, sin dinero? Sí, se puede ser feliz y de hecho lo soy, en mi casa de barro, humilde, aunque me caigan encima terribles aguaceros, soy feliz. Soy feliz porque doy lo mejor de mi a mi comunidad. De esta forma es como soy feliz.

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Nohemi Porras Torres Hay muchas víctimas que todavía no han dicho lo que les pasó, ni creo que lo digan. Soy Nohemi Porras Torres, pertenezco a una organización de mujeres que se llama Fundación Santiago Hernández. Mi trabajo, vengo desempeñándome en la Mesa de Víctimas del distrito de Cartagena, que es un espacio de organizaciones de víctimas y trabajan por el cabal desarrollo y las políticas públicas del distrito de Cartagena y del departamento. Y, por parte de la organización Santiago Hernández, trabajo todo el tema de mujeres, por la restitución de los derechos de las mujeres víctimas del conflicto armado y también del departamento.

Bueno, con la organización de mujeres me corresponde trabajar en pro de que se cumplan los derechos contemplados en la sentencia T025 que es una sentencia que da unos derechos a las mujeres en el distrito de Cartagena y a nivel nacional. A mí me corresponde también hacer trabajos, tanto a nivel del departamento como en el ámbito de Colombia, con todas las instituciones que forman el ENARI . El ENARI en Colombia son todas las instituciones que conforman el estado y que tienen que ver con el tema de víctimas.

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Soy víctima del conflicto por el desplazamiento de un municipio de Bojayá, Chocó. Hace más o menos trece o catorce años que vivo acá; vine con mi familia: mis padres, mis hermanos… Yo vine hace trece o catorce años, mi familia un poco más — yo me vine la última—. En esa época yo vivía en Bojayá, estaba estudiando abogacía, teníamos un nivel de vida muy bueno, pero debido a todos los factores internos del conflicto, destruyeron el nivel de vida que nosotros teníamos. No pude seguir estudiando… Mi familia tuvo bajones porque también tuvimos familiares que murieron en el desplazamiento: un cuñado y, entonces, debido a eso, me vine para acá donde ya empecé a trabajar con las organizaciones de mujeres y unas organizaciones también de caballeros que nos ayudaron.

¿Tienes hijos? No, no tengo hijos. Vivo con mi mamá —vivía con mi padre, pero murió hace dos años—, ahora vivo con mi mamá y mis hermanos, acá, en Cartagena. También en la Mesa del Distrito —porque nosotros trabajamos en diferentes lugares—, trabajamos para la total restitución de los derechos de las víctimas del distrito, nos toca incidir ante las instituciones para que las cosas mejoren.

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¿Cuántas horas dedicas al día o a la semana en tu trabajo social en la Mesa del Distrito? Bueno, trabajamos todo el día, unas ocho o nueve horas y cuatro días a la semana. No recibimos remuneración. Muchas veces alguna ONG u organizaciones internacionales colaboran con nosotros, con los transportes, con la alimentación… Nos dan subsidio, pero en realidad el distrito no puede, y en ciertas ocasiones el distrito deposita ciertos recursos para ese apoyo. ¿Estás satisfecha, crees que las víctimas están siendo escuchadas? Digamos que un 50%. Hay instituciones que lo hacen, otras instituciones no lo hacen y, también dependen de la voluntad de los funcionarios y de la voluntad política de cada distrito. Por ejemplo, aquí en Cartagena, en ocasiones encuentro un funcionario que quiere hacer las cosas, pero en ocasiones encuentro un funcionario que no las quiere hacer. Hemos tenido muchas dificultades porque este distrito, en los últimos años ha tenido muchos cambios de alcalde, cosa que nos ha limitado en la realización de unos buenos trabajos. ¿A veces te enfadas, te sientes un poco frustrada? Sí, un poco quizás porque… Si un alcalde tiene la voluntad, y tienes un problema, entonces lo sacan, lo quitan, entonces, el trabajo que nosotros veníamos haciendo, se interrumpe. Con el gobernador ha sido diferente —el gobernador queda un poquito más alto—Ha estado estable, ha sido uno de los mejores gobernado-


res que existen en el departamento, pero no ha hecho, no hemos podido hacer. ¿Cómo crees tú —que conoces bien a las víctimas del distrito y también fuera de él porque estáis en una red en la que os relacionáis las diversas lideresas, qué crees tú que piensan las víctimas —de lo que tú sabes—, de los acuerdos? Para serte sincera, el 70% de las víctimas de Colombia no conocen los acuerdos, no saben los alcances que tienen los acuerdos. Son muy pocos los que tienen conocimiento sobre los significados del alcance que tienen los acuerdos de paz. Para mí, los acuerdos de paz tienen un alcance significativo, como es el acuerdo final que fue uno de los más interesantes y que para nosotros, como víctimas, tiene un significado importante, porque ya una persona, de pronto puede salir sin ser intimidado y el cese del fuego, tanto en asesinatos como en secuestros, es muy significativo. Pero también, hay muchos cuellos de botella en ciertos acuerdos como en el acuerdo de la participación política, el acuerdo de «¿cómo vamos a participar las víctimas en el tema?», porque hay una brecha. Nosotros estamos en contra de un estado que es democrático pero que también hay una clase alta y una clase baja, y eso no lo facilita porque las víctimas no tenemos unos recursos económicos como para participar en la política mientras acá los políticos de tradición ya los tienen. Otro tema es el de la droga ilícita. El país, aunque eso quedó en los acuerdos, nosotros observamos que el país todavía sigue inmerso en eso —el tema de la droga— y, para que se pueda superar

esto, la gente pobre de nuestro país tiene que estar educada, tiene que trabajar y tiene que tener un buen servicio de salud. Actualmente, el sistema de salud en Colombia está muy mal, el trabajo también y la educación, no se le brinda una educación de calidad a la gente joven de este país. Oye sobre la Comisión de la Verdad, ¿hay esperanza, funciona? Tenemos esperanza que funcione, tenemos esperanza de que funcione, aunque todavía no se ha empezado a ver los enlaces para que avance, pero nosotros tenemos la esperanza de que sí que va a funcionar, porque hay candidatos para participar en la Comisión de la Verdad que pueden ser muy buenos candidatos. Entre ellos tenemos a Marcos que es el que nos está representando ¿Neutral, con garantías? Sí, con la garantía de ser una persona que ha luchado, desde hace muchos años, por el tema de la verdad en Colombia. Actualmente es el director de la Comisión a nivel distrital, pero él está, a nivel nacional, participando y creo que va a ser uno de los candidatos, ojalá que salga. ¿Tú dirías que hay muchas víctimas, muchas todavía que callan? Hay muchas víctimas que todavía no han dicho lo que les pasó, ni creo que lo digan. ¿Por qué, tú qué crees…? Bueno, hay dos cosas: uno es porque uno de los grupos que amenaza son las bandas al margen

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de la ley, ellos todavía no han negociado, se encuentran en la clandestinidad, todavía están haciendo lo que estaban haciendo y, lo de la guerrilla, también hay unos grupos de la guerrilla que no se han entregado, están todavía haciendo sus cosas. Muchos por miedo, porque el estado colombiano tampoco es claro en el momento de cuándo se va a decir la verdad. Como te explicaba, hay todavía una desconfianza hacia el estado colombiano para las personas victimas del conflicto. Dime un sueño para Colombia Que todos podamos vivir en paz, que podamos transitar por las carreteras sin miedo, que Colombia tenga una buena educación, una buena salud, que todos podamos trabajar… Porque yo siempre he pensado que un pueblo educado asciende a la sabiduría, un pueblo sin educación desciende a la servidumbre. La paz, si los acuerdos nos la van a dar, bienvenidos sean. Un sueño para tu familia. Que todos estemos juntos y que los hechos que nos ocurrieron atrás no se repitan. El sueño para mi familia es que los hechos no se repitan, ¿Guardas rencor? Todavía sí. Yo no creo en una víctima que me diga que no guarda rencor, se trata de olvidar un poco pero no creo que… Si a ti te matan un hermano, si te matan un papá, si tu papá sufrió, a ti eso se te vaya a olvidar. Y no vayas a tener respuesta.

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¿Qué debería pasar para que ese rencor desaparezca? Que se den medidas verdaderas de rehabilitación a las víctimas, unas verdaderas medidas para que uno pueda… Que el estado te diga: «perdón, no queremos que esto te vuelva a ocurrir», y que ese perdón venga con otras medidas, que venga con medidas de rehabilitación, con medidas de satisfacción de tú sentirte bien… Todo. Y lo principal es que no se repita. El hecho que a ti te pasó. Porque aquí en Colombia…Mira, te voy a contar algo, nosotros nos vinimos desplazados, de nuestro departamento y aquí hemos sido nuevamente revictimizados. Como mujer, a mí me ha tocado, hemos sido víctimas de hechos, de amenazas por grupos al margen de la ley; hemos sido discriminadas, por ser mujer, por ser víctima, por no ser educada, todo eso. ¿Y un sueño para ti…? Terminar mi carrera. Estaba estudiando abogacia. ¿En qué quedaste, en qué semestre? Octavo semestre Ah, te quedan dos Sí, pero hace muchos años que no estudio. Habría que tomar una decisión, o acabar mi carrera y hoy ser una buena profesional Es un problema económico […] Sí, es un problema económico, sí. Porque hay una cosa, aquí las universidades del estado no


apoyan a la gente… La Universidad de Cartagena que es la universidad que nos debe admitir y no lo hace. Admite a los hijos de los ricos… Esos tienen un manejo que, no sé qué hacen, pero nosotros no hemos podido acceder. Hemos hecho de todo, pero no se ha podido. Para finalizar esta excelente conversación, que ha sido muy abierta, me gustaría que te dirigieras a los españoles y a las españolas y que les dijeras… ¿Qué mensaje tienes para ellos acerca del proceso, qué les dirías? A los españoles les diría, como colombiana y como mujer, que hay organismos internacionales que nos han apoyado mucho, yo te lo acababa

de decir al principio de la entrevista, que lo sigan haciendo y, sobre todo, a las organizaciones de mujeres, a las mujeres cabeza de familia, a las mesas de víctimas, que estén muy pendientes de cómo nos están ayudando… Nosotros hemos tenido ONG que nos han ayudado bastante y eso nos ha servido, y también que intervengan ante el gobierno colombiano para que el gobierno de verdad dé las medidas para que las víctimas en Colombia puedan ser… Que no se repitan los hechos que nos pasaron y que de verdad que esto es un país muy bonito, que no es como lo muestran, que aquí hay gente buena, que queremos trabajar, que queremos estudiar y que queremos salir adelante. Y bienvenidos.

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Sonia Rodríguez Marín Yo soy líder y todavía no he podido educarme superiormente. Creo que la educación superior es una parte fundamental para una Colombia equitativa. Me llamo Sonia Rodríguez Marín. Vengo de Barrancabermeja, Santander, que ha sido una de las zonas más golpeadas por el conflicto armado. Salí de allá de niña y tuve dos desplazamientos: uno fue en la vereda en la que vivía con mi madre y el otro fue con mi abuela paterna. Pues mi madre tuvo que regresar al sitio donde habíamos vivido y dejarme

en Barrancabermeja con mi abuela paterna. A raíz de eso, por cuestiones de paramilitarismo, el grupo familiar tuvimos que salir de ahí y llegamos a esta ciudad. Fue una experiencia muy dura, vivir muy… en hacinamiento, con mucha gente en una sola casa. Fue muy difícil afrontar esa realidad y salir adelante, pero aquí estamos.

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¿Cuánta gente os desplazásteis? ¿Cuántos érais? Éramos como doce. ¿Todas juntas convivendo en un pequeño espacio? Sí ¿Y conocíais a alguien aquí? ¿Teníais algún sitio donde estar? ¿Teníais plata? No, cuando llegamos solo teníamos a una persona aquí que fue la que nos ayudó en ese proceso. ¿Alguien de Barrancabermeja? Sí, que había llegado antes, con las mismas condiciones. ¿Qué edad tenías? Tenía unos seis o siete años. Recuerdos que te han quedado grabados. Claro, muchas cosas de mi niñez, el barrio se llama Primero de Mayo. Es un barrio terrible, el conflicto lo ha dejado rasgado por el tema de las masacres. Recuerdo una noche, yo era una niña, ahí está mi casa, convivía con los vecinos y mis dos amigas que hoy en día son mujeres como yo, ya grandes, con hijos. Esa noche llegando a casa de jugar en la casa de al lado, cada uno se fue a su casa cuando oímos unos disparos… Éramos niños pero ya comprendíamos las circunstancias y el peligro que nos tocaba vivir. Entraron en esa casa y mataron a dos hermanos y a una hermana de mi amiga.

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Terrible. Es uno de los sucesos más tristes que recuerdo. Y yo creo que, de otra manera, eso es lo que me llena de discurso para poder actuar por la defensa de los derechos humanos de una manera


transversal, desde la diversidad, de las diferentes comunidades y eso es algo que me ha golpeado personalmente, golpeó a mi entorno familiar cuando llegué aquí. Tuve un hermano que entró en el tema de las drogas y a raíz de eso también sufrió un accidente. Y uno se pregunta si no me hubieran sacado de mi entorno, si no me hubieran sacado de mi territorio, quien sería yo hoy en día. ¡Con lo fuerte que eres y con lo luchadora que eres...! Quien sería yo allá hoy en día. Sí quizás desempeñaría el mismo rol que estoy desempeñando hoy en día en una ciudad ajena. Pero esto también me llena de argumentos. Hay miles de personas en esta situación. Por lo que cuentas, sales de un entorno en el que eras pobre, y vienes a para a la pobreza extrema y de ahí a la lucha. Y el entorno cultural era muy diferente. Llegas a esta ciudad procedente de otra cultura. Todo eso también lo comporta el desplazamiento. Yo allá vivía en una casa bastante cómoda, una casa suficiente, y llegamos aquí y fue duro, muy duro conseguir una vivienda mínimamente digna. La política pública de vivienda del gobierno para las personas que hemos sido víctimas del conflicto armado realmente es… Por un lado, rebaja el dolor porque uno tiene una vivienda, pero por otro lado siento que es algo indigno porque te dan una casa pequeña de dos o tres habitaciones, con núcleos familiares que a veces son de diez personas. Diez personas viviendo en una casa de

unos ocho por diez de fondo, quizás. Son cosas que te golpean bastante fuerte. En tu rol de liderazgo. ¿cómo ves el trato que se les da a las víctimas en los acuerdos de paz? Las víctimas que están en este distrito por un lado lo miran de manera positiva como “bueno, ya no estoy en esa tierra, ya duermo tranquila porque sé que no van a seguir esos desplazamientos”. Esto por lo menos por parte de las FARC, quienes tomaron la decisión de dejar las armas, de llegar a acuerdos. Pero no hay que olvidar que en Colombia no eran solamente las FARC, estaba también el Ejército de Liberación Nacional que todavía sigue en los territorios, todavía sigue haciendo daño. Y hay que mirar desde el gobierno si lo que está reflejado en los acuerdos de paz, si van a devolver las tierras a sus dueños, a las personas que tuvieron que salir desplazadas. Una cosa es la que venden los medios, otra cosa es la realidad que vive las víctimas que reclaman las tierras, que son muchas. ¿La gente tiene miedo de regresar a sus casas? Sí, pues las garantías no son seguras, solo tiene cubierta la seguridad durante tres meses, pero ¿después de esos tres meses qué pasa? Podría ser que una mayoría de las personas víctimas de desplazamiento sintieran el temor de volver al entorno donde les mataron familiares. Aunque sea su tierra. Ese miedo, esa cosa, cómo vuelvo allá dentro, como dice «no allá no vuelvo, allí vi esas cosas, allí vi cómo mataron a mi vecino, yo vi eso». Y desde la

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parte emocional como le afecta a uno. Como uno dice «yo me vine a esta ciudad, yo me vine para acá, porque perdí un familiar en un accidente”.

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Me muestras el proceso de paz duro, difícil, paz con mucho miedo todavía. ¿Qué habría que hacer para girar esta situación?


Una de los requisitos principales a cumplir por parte del gobierno para llevar a feliz término los acuerdos de paz es que realmente se escuche a las víctimas, no se está haciendo así en el proceso de paz. Las víctimas han de ser resarcidas conforme a sus emociones y sueños. Pues no es solamente resarcir con una vivienda o un presupuesto económico, que son parte fundamental, también hay que hablar de la consecución de los sueños y de la carga que cada una de las víctimas tenemos con lo que nos ha pasado en nuestras tierras con nuestras familias. Hablando de sueños, ¿cuál sería tu sueño para Colombia? Sueño una Colombia equitativa, una Colombia donde todos podamos prosperar… Podamos por lo menos estudiar hasta el Bachillerato. En mi país todavía es difícil acceder a una educación superior. Aquí el que va a la universidad tiene que pagar muchos millones de pesos trabajando toda la vida para pagar la deuda, o bien tienes que tener una facilidad económica que te genere para pagar. Yo soy líder y todavía no he podido educarme superiormente. Creo que la educación superior es una parte fundamental para una Colombia equitativa. Un sueño para tu familia. La unión de todos y todas porque el conflicto ha traído roturas y algunos estamos aquí y otros están en otras ciudades. El trabajo y todas esas

cosas a las que tenemos derecho. La unión y el amor debe reinar sobre todo lo demás. Y un sueño para ti, muy personal. Aspiro a poder, dentro de cinco o seis años, acceder a la educación superior. Quiero ser una de las mejores psicólogas o trabajadora social que tenga el país para tener unos conocimientos que aportar al proceso de paz, a la comunidad, a la gente y seguir caminando para adelante. Unas palabras para los españoles, ¿qué mensaje les das sobre el proceso de paz en Colombia? Aquí en Colombia se vive otra realidad y es bueno que, a través de estos medios y del trabajo que está haciendo la gente, a través del trabajo que están haciendo las personas comprometidas con la paz sean escuchadas las voces de estos barrios populares en los que vivimos cada uno de nosotros. El conflicto armado nos ha golpeado y nos ha tocado fuerte, pero aquí estamos diciendo que tenemos que ir hacia adelante y no… Deja que te pregunte una cosa: ¿te ha quedado rencor, Sonia? A veces uno se siente y todo, pero hay que perdonar porque si no también le hace daño a uno mismo. De una u otra manera todos hemos terminado siendo víctimas. Me emociona tu respuesta. Es un proceso emocionante, pero poco a poco se van dando las cosas, se va mejorando y subsanando ese dolor interno para poder seguir adelante.

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Teresa Colón Pérez Nosotros seguimos vivos porque hemos querido sobrevivir, porque hemos querido salir adelante, sin ayudas. Me llamo Teresa Colón Pérez y soy superviviente del conflicto armado. A causa de una mina, perdí media pierna. Vengo de Corozal, Sucre. Soy madre y cabeza de familia y tengo una hija que saqué adelante sola. Estoy en estas tierras del Atlántico, a raíz de mi desplazamiento en busca de un futuro mejor para mi hija y para mí. Lo he conseguido con mi propio esfuerzo, tra-

bajando en casas de familias, porque no he recibido ninguna ayuda del gobierno. Yo misma me he bautizado como guerrera de la vida porque he sabido enfrentarme a la pérdida de mi tierra, yo misma lo he superado y he salido adelante, no ha sido impedimento para mí, y con esa valentía saqué a mi hija adelante, la eduqué y, hoy en día, es una profesional.

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¿Qué es tu hija? Ella estudió criminología y seguridad ocupacional. Con mis esfuerzos. Después de explicar un poco quién eres tú y tu familia, y cómo has llegado hasta aquí… Yo soy de una familia muy humilde. Mi familia se destruyó totalmente a raíz del problema que tuve cuando pisé la mina. Mi madre cayó en una depresión que no pudo superar y murió, mi padre se convirtió en alcohólico, y perdió la cabeza y sigue en el pueblo, pide limosna y todo. La poca familia que éramos se destruyó. Cuando pisé la mina y perdí la pierna me trasladaron a Medellín y allí me la amputaron. Todo fue relativamente normal. El problema fue cuando salí del hospital, no sabía a donde ir. Mi hermano y yo éramos dos personas forasteras que no conocíamos a nadie… Pero, como siempre, por muy mal que vayan las cosas, surge una oportunidad en la vida, encontramos una persona que nos ayudó. Se nos presentó y mi hermano le explicó la situación, todo lo que había ocurrido, que había estado grave, que por poco no me quedé en coma, pero lo superé. Cuando salimos del hospital, esa señora nos cedió una habitación pequeña y nos acogió. Era muy pequeña y simplemente tenía una colchoneta en el suelo. No sabíamos cómo lo haríamos para comer, yo tan solo era una niña de unos 15 o 16 años, y mi hermano tenía 28 o 30. Como no podíamos contar con la ayuda de mi familia porque mi familia era muy humilde, mi hermano ¿qué opción po-

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día tener para salir adelante en ese lugar desconocido, para conseguir comida? Se vio abocado a robar, a pedir. Y yo, ahí en esa colchoneta tirada y con media pierna, no me podía desplazar. Vivimos un calvario terrible. ¿No tenías ninguna ayuda de nadie? De nadie. ¿Ninguna pensión, alguna ayuda? No, nada. No conocíamos a nadie, estábamos ahí a la deriva, en esa habitación. Mi hermano hacía de todo para sobrevivir: robaba, atracaba… Lo que se le presentara. Y así iban pasando los días. Había días que no conseguía nada. Lo que más agobia como ser humano es la necesidad, el hambre. A veces pasábamos dos o tres días sin comer. Y yo ahí, en esa colchoneta en el suelo, pasando hambre y frío, sin agua para bañarnos… En esa época me empezó a venir la menstruación. Malvivíamos; con ese olor tan desagradable, el cabello seco, horrible; y con esa hambre. Cogía mi cabello y me lo metía en la boca, por el pasillo corría el orín... Como para enfermar. Yo solo quería poder poner algo en el estómago. ¿Cuándo vino el cambio? La primera oportunidad fue cuando logramos comunicarnos con mi hermana y entonces mi hermano consiguió dinero para los pasajes y nos fuimos para el pueblo. En el pueblo la situación era patética: mi madre ya no reaccionaba, ya no lo superó. Mi padre, en la calle...


Hasta que no conseguisteis los pasajes para iros, pasaste un año en el infierno. De ahí sacaste fuerzas porque yo te veo fuerte, te veo entera, veo que eres una madre maravillosa, que has rehecho tu vida, has sido capaz de tirar con tu hija hacia adelante, te veo fuerte. Sí.

del departamento del Atlántico, la única mujer. Y el gobierno todavía no me ha indemnizado. Jamás. Han favorecido a muchas personas con proyectos de vivienda, pero a mi no. ¿Por qué no me han dado una vivienda si yo la necesito? Soy madre cabeza de familia...

De ahí salió, digamos… Entonces, mi otro hermano vendió una motocicleta que tenía, y conseguimos venir a Cartagena. Aquí encontré una fundación que se llama Chater y me ayudaron a conseguir mi primera prótesis. Entonces las cosas empezaron a mejorar, ya podía caminar, empecé a ir a casa de una vecina a trabajar haciendo las tareas de la casa y ahí me empecé a ganar la vida. Después de esa señora salieron otras y ya pude empezar a sonreír un poco. Ya ganaba dinero. Cuando me puse mi primera prótesis, me dije que tenía que trabajar, que tenía que hacer algo, tenía que valerme por mí misma; no quería quedarme sentada en casa toda la vida.

En los acuerdos de paz están escritas algunas de las cosas que… Sí, están escritas pero...

Sobre lo que comentábamos antes: ¿cómo ves el acuerdo de paz que se firmó en Colombia? Pero ¿para qué lo firmaron? A mí me parece que seguimos como antes, porque, ¿a quién han beneficiado, a nosotros? A mí, particularmente, ¿en qué, si no tengo una vivienda donde vivir? El gobierno no me ha regalado todavía nada. Soy la única víctima de mina antipersona

¿Crees que con muchas víctimas no están cumpliendo? No se está cumpliendo. Las víctimas seguimos viviendo en la miseria, seguimos en ese mismo lodo… ¿Por qué? ¿Ves una paz injusta? Nosotros seguimos vivos porque hemos querido sobrevivir, porque hemos querido salir adelante, sin ayudas. ¿Qué habría que hacer para que esta paz fuera justa de verdad? Para entenderme bien tiene que ser una persona que haya sido víctima, como nosotros, y que lo haya vivido en carne propia. Lo que tienen que hacer es sentarse a hablar con nosotros, para que pueda haber un acuerdo. Porque los que están allá negociando siempre han sido “personas de bien” o victimarios. Mi dolor lo siento yo, me importa a mí, a mi familia, a mi hija; pero a ellos ¿qué?

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Debería importarles. Eso es lo primordial. Nuestro dolor. Usted no sabe lo que yo siento. Y lo que he sentido, y lo que voy a seguir sintiendo. Para reparar el dolor que sufrimos no es suficiente con un acuerdo de paz. Yo sé lo que es ese dolor. Yo quiero y, llevo tres años luchando ya, para que por ejemplo el enfoque de discapacidad salga a la luz. Y que el gobierno haga algo, aquí en el departamento de Atlántico. ¿Qué le dirías al presidente Santos? Que se ponga la mano en el corazón y que saque un minuto de todo su hermoso tiempo para mirar a las víctimas que estamos con discapacidad. Que mire a las víctimas que somos muchísimas las víctimas de minas antipersona. Que nos mire un minuto. Es uno mismo el que se hace fuerte, que sale adelante, pero no por las ayudas ni por la comprension que no hemos recibido. Teresa, ¿qué sueño que tienes para Colombia, para tu país? Que Colombia llegue –no sé si hoy, mañana o pasado– a conseguir la paz. Pero para conseguir la paz tienen que tener en cuenta a las víctimas. ¿Y para tu familia y para ti? Que puedan tener trabajo para cambiarles la calidad de vida. Y un sueño para mí en particular, yo quisiera convencer presidente, que se ponga la mano en el corazón y me diga «Teresa, aquí está tu vivien-

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da, aquí está tu negocio, para que no tengas que seguir trabajando. Y hacerme una mujer emprendedora, una mujer de negocios, poder valerme por mí misma. Lo que estás pidiendo es un trabajo, el derecho al trabajo, un empleo. Y una vivienda. ¿Tú sabes lo que es pagar un alquiler aquí? La situación cada día es más difícil, no se consigue. Sería mi mayor alegría, conseguir una vivienda. Ojalá se cumpla. Sí, siempre lo he pedido, y por eso persisto en la lucha de las víctimas del departamento organizadas, sigo encasillada en eso. Para ayudar, no solo para el propio bienestar. Porque, yo veo esa condición, esa necesidad, porque la veo y, así como la veo la siento. Siento la necesidad de esas personas, y digo que ellos también tienen derecho a una vivienda digna, a cambiar su calidad de vida. Lo principal es que nos ayuden con la vivienda. Hay madres cabeza de familia con tres hijos a su cargo. ¿Cómo lo van a hacer para sobrevivir? Teresa, para finalizar envía un mensaje sobre el proceso de paz en Colombia a los ciudadanos de España que van a leer tus palabras. Que se pongan la mano en el corazón y ayuden en todo lo que puedan. Apóyennos. Para que el gobierno colombiano se ponga la mano en el corazón, de verdad, y que ayude a mejorar el pro-


ceso de paz. Porque el proceso de paz en si no es un proceso de paz. Porque no incluye el dolor de las víctimas, no lo incluye para nada, no sienten el dolor de las víctimas. Y para que haya una paz total, lo primero que tienen que hacer es ver a las víctimas del conflicto armado.

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Yoany Fragozo Pinto Yo sueño para Colombia, un país libre de violencia, un país en que a todos se les dé lo que se merecen Muy buenos días para todas y todos, mi nombre es Yoany Fragozo Pinto, soy la representante legal de una fundación de mujeres víctimas del conflicto armado, al igual que de mujeres víctimas de violencia intrafamiliar. Soy madre de dos niños. Fui desplazada del corregimiento de Juan y Medio, de la vereda Los Moreneros y de la finca El Palmar, en 2010. Allí me encontraba viviendo con mis padres, quienes tenían tierra allá. Fuimos sacados de nuestras tierras por grupos al margen de la ley y por las FARC. Fue en una madrugada, el dos de febrero de 2010, cuando ellos llegaron a nuestra casa y nos despojaron de todo lo que teníamos. En ese momento, mi familia y yo tuvimos que salir del campo y

llegamos aquí, a la ciudad en donde me encuentro en la actualidad, aquí en el distrito de Riohacha. En el momento que fui desplazada, cuando llegó la violencia y cuando lo dejamos todo, al llegar acá tocó comenzar de nuevo. Y debido a eso es que ahora soy defensora de derechos humanos. Debido a la violencia y a la humillación que esos hombres tuvieron conmigo, he enfocado mi trabajo solamente en trabajar con mujeres, con mujeres víctimas y, de hecho, tengo una organización de sesenta mujeres víctimas. En la actualidad hemos propuesto unos proyectos a los cuales no nos han dado respuesta, están ahí y no ha salido nada hasta el momento. La Defensoría

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del Pueblo nos ha apoyado en capacitaciones y en algunos momentos la Unidad para las Víctimas nos ha implementado unas charlas que ellos han traído y las han compartido con nosotros. La situación de estas chicas no es tan fácil, es difícil ya que son madres cabeza de familia , sus maridos las han dejado con sus hijos, no les pasan ningún recurso, antes de irse en su núcleo familiar fueron maltratadas. Sobre mis estudios, estoy cursando noveno semestre de psicología. También, a raíz de…

¿Un semestre y serás psicóloga? Sí. No había pensado anteriormente estudiar esto, pero la problemática de estas mujeres me llevó a escoger esta carrera, porque pienso que, desde ahí, yo podría aportar más a la causa de… Oye, tu quehacer cotidiano, por el hecho de reclamar los derechos de las víctimas, te sientes amenazada o sientes en algún momento que vives un poco en riesgo, ¿a veces tienes miedo? Sí, incluso he sido amenazada dos veces y, sí, he sentido miedo, porque una vez un hombre, el marido de una de las chicas de la organización, fue a mi casa y me llegó a golpear y me amenazó.

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Luego después me llamaron por teléfono y me amenazaron, no sé quién lo hizo y, por un escrito también, me amenazaron, puse una denuncia en la fiscalía porque sentí temor en ese momento, pero aun así no dejaba mi trabajo atrás porque soy la voz de ellas. Y pienso que, si yo desfallezco entonces ellas también, ellas van a dejar eso ahí y no van a hablar de lo que les está pasando. Incluso tengo mujeres víctimas de violencia sexual que no, o sea tienen ese trauma, y a través de mí han logrado subsanar todo ese trauma que les dejó en su momento ese hecho. En conjunto con una psicóloga, que me está ayudando para que ellas vayan superando el dolor, que no es fácil… De la violencia intrafamiliar De la violencia intrafamiliar y de la violencia sexual que tuvieron en su momento, porque también algunas fueron desplazadas. En ocasiones he sentido temor, pero no… O sea, han sufrido todas las violencias: la violencia de la guerra, la intrafamiliar, la del entorno, la de las amenazas… Toda la violencia sobre ellas Entonces son mujeres muy afectadas. Somos, mujeres muy afectadas. En este trabajo he aprendido que no es nada defender a una persona sino haber sentido uno lo mismo que sintieron ellas. Entonces no veo que ellas vayan a quedarse ahí sumidas porque yo sé por lo que ellas están pasando. ¿Quién mejor que yo para defenderlas a ellas, para aportarles a su proceso?


Oye Yoany ¿Cómo ves los acuerdos de paz? Bueno los acuerdos de paz no veo que se manejaron con equidad. Porque, como defensora de los derechos de las mujeres, a la mujer no la veo representada en esos acuerdos de paz. A la mujer, a nosotras, que fuimos las que parimos los hijos para la guerra, no nos dieron algo específico, que diga «sí, yo me veo representada en los acuerdos de paz». Pienso que sí, que esta paz se puede dar, aunque ya los acuerdos están, pero en su momento, cuando se construyeron, no se contó con tanta presencia de nosotras las mujeres en esos acuerdos; porque hombres eran muchos, pero mujeres que estuvieran ahí, haciendo la incidencia y luchando por los derechos de las mujeres que fuimos las afectadas y las que colocamos a nuestros hijos, no estuvieron presentes para aportar en la construcción de esos acuerdos. Y, ahora bien, ya los acuerdos están ahí, pero no estoy muy de acuerdo con ellos porque nosotras no obtuvimos en esos acuerdos lo que realmente nos merecíamos. ¿Qué crees tú que habría que hacer para que esta paz que se está intentando construir, fuera realmente justa? Que se le diera la participación a la mujer, que la mujer tenga participación y que se le repare lo que ella perdió. Esa participación, ¿a qué nivel, cómo articularías tú, qué propondrías? Participación política, económica y social. Que a la mujer se le… —no se le va a devolver lo que ya perdimos—, pero sí que ella se vea conforme,

que se sienta «que sí, perdí, pero hoy me están reparando». Eso no nos va a devolver lo que perdimos, pero vamos a sentir una satisfacción, una satisfacción que va a opacar un poco todo lo que hemos vivido. Ahora que ellos están, que se pueda como que meter algo ahí, donde la mujer tenga una representación en base a las opiniones y a las necesidades que tenemos en estos momentos. Y hablando de deseos, ¿qu sueño tienes para Colombia, para tu familia y para ti misma? Yo sueño para Colombia, un país libre de violencia, un país en que a todos se les dé lo que se merecen. Que sea equitativo, que no haya más guerra, que no existan las armas y que los niños tengan un mejor futuro. ¿Y para tu familia? Para mi familia, sueño que los hijos sean profesionales: sueño que mi hijo sea médico y el otro sea abogado; sueño con terminar mi carrera, tener un empleo digno, poder comprar una casa; tener una vida digna para mi familia. ¿Y para ti misma, tienes algún sueño, te has olvidado de ti, a lo mejor, has dejado un trocito para ti? A veces yo me olvido de mí, sí, alguna vez, pero sueño para mí, en el futuro, haber podido ayudar a todas esas mujeres y que esas mujeres hayan perdido el miedo, y que se levanten y digan: «ya superé lo que me pasó». Sueño para mi esa satisfacción, la de que hice un trabajo y a través de él conseguí que estas mujeres salieran adelante.

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Cristina Cruz Probablemente y gracias al proceso de paz aquí en Lérida van a llegar nuevas empresas que den empleo a las madres de los niños, que el padre pueda ir a trabajar. Me llamo Cristina Cruz, nací el 28 de febrero de 1972. Soy exalumna de la Escuela Central de Niñas. El bachillerato lo hice en el Arturo Mejía porque no existía aún el Colegio Alemán. La universidad la hice en la Universidad Javeriana a distancia porque a los 19 años ya estaba trabajando como docente.

En el año 94 nos dijeron que si no presentábamos el título de licenciado perdíamos la plaza de maestro. Teníamos que tener el título de magisterio para poder hacer de maestro, por lo cual no pude reincorporarme hasta 1996 que fue cuando terminé la carrera. En aquel momento, en el año 1994 que tú empezabas como maestra, ¿cómo veías el conflicto? ¿qué pensabas del conflicto? Resulta que aquí había un entorno que estaba en una situación muy especial. Yo llegaba un viernes a trabajar y resulta que había un muerto en el patio, del barrio.

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¿Eso era frecuente? Era frecuente. Entonces, la familia tal se fue porque iban a matar al hermano. Yo vivía cerca. La gente me preguntaba qué hacía trabajando en el barrio. Porque decían que había habido un muerto y cosas parecidas. Pero a mí no me habían dicho nunca nada ni se me había cruzado nunca nadie por la calle para hacerme nada. ¿No tenías miedo, entonces? No. He tenido la costumbre siempre de ir a la escuela y no salir hasta incluso las nueve de la noche y nunca tuve ningún problema, nunca.

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¿En tu familia nunca ha habido nadie que haya estado movilizado? No. ¿Ninguna víctima tampoco? Ninguna víctima, no hemos tenido que desplazarnos tampoco, nadie de nuestra familia. Pero sí que conoces gente que sí lo era por aquí cerca. ¡Claro! Incluso de entre los alumnos, sus padres... Sí.


¿Son desplazados algunos? Sí. Y.. ¿Muchos de ellos? Incluso los hubo que se tuvieron que movilizar, padres de los alumnos. No sé qué pasó, pero a partir de entonces la gente que llegaba aquí en el barrio no era gente de aquí, había incluso afrocolombianos, era gente que se había hecho pasar por damnificada para que les dieran una casa. En esa época yo llegué a trabajar aquí. Recuerdo que nunca había visto a fulanito, pasó y compró un moño. Un moño es un envoltorio que compran de marihuana. ¿Siempre has estado trabajando por esta zona? Antes estuve dos meses en un municipio vecino y luego ya me vine para aquí. Y siempre he estado en esta escuela. ¿Cómo ves este proceso de paz que acaba de empezar? El proceso se ha enfocado desde la guerrilla no en general con todos los grupos armados que existen. ¿Qué crees que puede pasar? ¿Qué debería pasar? Probablemente y gracias al proceso de paz aquí en Lérida van a llegar nuevas empresas que, de empleo a las madres de los niños, que el padre pueda ir a trabajar.

Como pasó tras la tragedia de Armero de los 80, donde ahora hay estas casas era una zona en la que venían las vacas a pastar. Si el señor dueño de la hacienda no vendía lo expropiaban para construir. ¿Cuál es tu sueño Cristina? Mi sueño personal es quedarme en la Escuela Francia, seguir aquí con el trabajo, con los niños con un proyecto educativo innovador con animales, que hará de esta escuela una escuela especial. Si tuvieras delante al presidente Santos, Cristina ¿qué le dirías referente a la paz? Le daría la bienvenida a Lérida, especialmente desde la escuela la Francia. Que aquí siempre se ha anhelado que venga un presidente y que le ha correspondido a él. Y que espero que Lérida sea el sitio de paz que siempre hemos tenido y que seguimos queriendo tener. Y sobre todo que necesitamos mucho del gobierno hacia la comunidad. Especialmente en nuestra comunidad del barrio Armero, que es una comunidad muy bonita pero muy pobre, por el empleo, no pobre de espíritu porque son muy bellas personas. Pero si él como primer mandatario nos colocara una empresa donde las madres y los padres puedan trabajar, si a los niños les diera un subsidio, Lérida sería una maravilla. Muchas gracias.

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Amparo Ramírez Zambrano Han matado a muchas líderes de las mujeres por estar defendiendo los derechos de las mujeres. Me llamo Amparo Ramírez Zambrano, soy víctima del conflicto armado de Colombia; resido en Lérida, que es un municipio receptor, y soy desplazada. Vengo del departamento del Cesar. Estoy lejos de mi casa, lejos de mi familia, pero llegué a un municipio que me ha acogido y he aprendido a quererlo. Mi familia ha ido creciendo en este municipio y aquí estoy trabajando por las víctimas y aprendiendo todos los días para poder ayudar y estar más al día con la ley de víctimas y todo lo que tiene que ver con su recuperación.

¿Cuántos hijos tienes? Tengo cuatro, de los cuáles tres ya son mayores de edad y yo vivo con la niña que tiene trece años. En Cesar, ¿todavía tenéis casa? No, esto ha sido una promesa, que está en la ley de víctimas, que nos tienen que dar todas las comodidades, por decir, que tenemos derecho a vivienda, pero todavía, en este país ha sido muy difícil porque todo es por concursos… Aunque estoy calificada desde el 2007, todavía no me han dado el regalo de la vivienda. ¿Diez años? Sí, señor. Vivo en esta casa que para mí es un palacio, pero es arrendada, lo cual me preocupa

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mucho porque la vida es cada día más cara y los alquileres no paran de subir. Solo le pido a Dios que me dé para pagar el alquiler y los servicios que es lo que más cuesta. ¿Cómo ves el conflicto? ¿Cómo lo has vivido? El conflicto en si, cuando a una no le toca, se dice «no está pasando nada en Colombia». Pero cuando ya me tocó, a mis 38 años, salí con mi familia. En ese momento una dice que se pone al frente, pero sin embargo sale muy tímida, o sea, que una no se muestra mucho, porque no quiere que se sepa que es víctima. Porque, aunque ahora las mujeres nos hemos visibilizado más y ya conocemos los decretos y empezamos a conocer la ley, pero cuando una sale está ciega a todo lo demás. Porque, como le digo, cuando a una le toca es cuando empieza a aprender. ¿Cuándo dices me tocó te refieres a que te amenazaron directamente, a ti o a tu familia? Las acciones de combate o bélicas ¿estaban cerca de tu casa? ¿Cómo fue eso? Fue más que nada a mi esposo, a quien torturaron. La gente llegaba, se radicaba y empezaba quemando una vaca o una cabra, otra cabra, otra vaca… ¿Eso quien lo hacía? Nosotros fuimos víctimas de los paramilitares que son los que estaban en la costa. Empezaron así hasta que llegaron a torturar a mi esposo y nos obligaron a marcharnos del territorio. Ha sido duro, dejar todo un sueño es difícil, esas personas no entienden que eso es la vida de

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una familia. Ellos entran y destruyen y se satisfacen, pero si pensaran en las familias y en el daño que están haciendo creo que no lo harían. ¿Compartisteis todo eso con otras familias de la zona? Sí, de la zona… En ese momento nos desplazamos con otro grupo de familias que trabajaban en la finca, también. ¿Has vuelto alguna vez? No, no. Me da tristeza. Que donde una estaba realizando su vida… Tener que dejarlo todo –porque no es que una quisiera dejar todos sus sueños, su esfuerzo. Todo en lo que una depositó su esperanza de vida. Porque tú naciste allí. No, yo nací en Puerto Asís, Putumayo. Soy del sur del país. A mi padre lo mataron cuando yo tenía quince años. ¿También por el conflicto? Sí, fue por la misma causa de los narcos y todo eso. En esa época no era tan visible, pero por debajo ya existía todo esto. Mi madre, sola, con seis hijas… Mi tía, la única hermana de mi padre vino y le dijo «Mari, ¿usted qué va a hacer, acá, en Puerto Asís? Si usted se queda acá todas sus hijas se vuelven esposas de los cocaleros y todos esos». Entonces se fue para Yumbo, en el Valle. Mi tía les dijo que había posibilidades de que las niñas pudieran trabajar y estudiar y que pudieran ir creciendo aprendiendo a


trabajar y a sobrevivir. Pues todavía estamos vivas las seis con mi mamá, gracias a Dios. Todo ha sido difícil… Pero estoy un poco frustrada porque mis hijos no han podido ir a la universidad… Uno dice «bueno, la universidad no lo es todo en la vida» pero es difícil cuándo… El conflicto acaba con los sueños de las personas porque uno, aunque quisiera no tiene el cómo y esa ayuda del estado es muy difícil. Ponen tantas trabas que es muy difícil: de cien candidatos salen dos o tres plazas, máximo diez… Justo ahora hemos logrado que a los hijos de las víctimas les den la excedencia militar, para que no tengan que prestar el servicio militar a no ser que quieran como voluntarios. Pero hemos tenido que luchar mucho para que esto llegara a término y que los muchachos no tengan que prestar servicio. Poniéndonos un poco más en el presente, ¿cómo ves el ahora, los recientes acuerdos que están justo en su primer año, intentando implementarse, con muchas dificultades, con muchas desconfianzas, con muchos líderes sociales que están siendo asesinados cada semana en los lugares donde están desmilitarizando, donde la guerrilla se está desubicando… cómo ves la situación actual? La situación está muy difícil… Le diré sinceramente que yo voté NO porque no creo… A mí me decían las amigas «pero Amparo…» Pero yo no creo en eso y los hechos me lo están confirmando. Se está viendo que –y lo digo a nivel personal– usted tiene una ley, que le protege, pero ahora se está dando más prioridad a los reinsertados, a los victimarios. ¿Y las víctimas? –nos pre-

guntamos– ¿y las víctimas dónde quedamos? Si ellos fueron los que nos victimizaron a nosotros. No fuimos nosotros los que fueron a buscarlos, fueron ellos los que llegaron donde estábamos para sacarnos de nuestras casas. Hace quince días me invitaron a un acto ¿y sabe de qué se trataba? De proyectar como van a estar los reinsertados. A mí me dio tristeza, ver que estaban proyectando todo lo que va a haber para los reinsertados. Cada reinsertado que llega va a tener sus oportunidades. ¿Ni una sola imagen para las víctimas? No. Y ese día dijeron, «no, solamente vamos a hablar sobre este tema.» ¿Para qué me invitaron a mí? Por lo que dices deduzco que tu ‘no’ no es un ‘no’ a la paz, es un ‘no’ a este proceso de paz. A este proceso, que ha sido mal llevado. Todos aspiramos a la paz, pero a una paz que sea para todos, no para un grupo, porque los señores nos sacaron, pero muchos querían estar allá. Muchos querían estar allá, pero nosotros no queríamos ser víctimas. Tú piensas que en el conjunto de víctimas mucha gente piensa como tú, que se sienten agraviadas, que sienten que en este proceso han quedado un poco atrás, o muy atrás. Sí, hemos quedado atrás sobre todo las madres, porque la mayoría somos madres monoparentales, que somos las que luchamos cada día, y es muy difícil.

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Cuando le van a ofrecer trabajo a una persona porque es víctima no se merece lo que tiene que pagar, porque se aprovechan de la situación. En el país en general están pasando este tipo de cosas. Nosotras hará unos tres meses nos reunimos en Bogotá, todas las mujeres del territorio, y todas estábamos de acuerdo en esto. Han matado a muchas líderes de las mujeres por estar defendiendo los derechos de las mujeres. ¿Te sientes amenazada? ¿Tienes miedo por defender la posición que defiendes? Sí, da miedo. Lo he pensado muchas veces y la mayoría de las veces no lo digo para no alarmar, pero a veces quedarse callado no es bueno. Yo fui parte de la mesa departamental para la implementacion de los acuerdos de paz. ¿Cree que mientras en el sur de Tolima no había violencia? Sí que hay violencia: se siguen llevando a los niños, todavía hay guerrilleros movilizados, sí, y allá sus jefes que quieren vivir mejor, pero nosotros seguimos aquí... Todo esto que cuentas no lo veo en los medios de comunicación. ¡Nunca, no lo van a decir! Es en las reuniones que tenemos de mujeres, en las que nos sentamos a hablar, donde nos enteramos de lo que está pasando en el territorio. Porque hay una cosa muy grave: sacan la ley y la socializan en Bogotá. Pero ¿y el territorio dónde queda? Es en el territorio donde más sufrimos las mujeres.

Deja que haga un pequeño paréntesis: yo vivo en Bogotá y me doy cuenta de que Bogotá es como una especie de burbuja. En Bogotá la gente nunca ha sido consciente de la guerra. Cuando uno ya está por ejemplo en una mesa departamental aprende mucho, se le abre a uno mucho el horizonte desde la perspectiva de todo el departamento… ¿De qué nos hemos dado cuenta? La Unidad de Víctimas tiene una regional en la capital departamental. Y hay varias regionales. Pero si la regional no tiene ni voz ni voto en el comité ejecutivo de la Unidad de Bogotá estamos en nada. Porque, además, lo establecieron como regional junto a los departamentos de Cundinamarca y de Bogotá, pero ¿quién se lleva los recursos? Bogotá. Porque allí es donde llega toda la gente. Todos los recursos se van a Bogotá y la Unidad de Tolima no tiene ni un peso. Es más, no están viniendo ni a acompañarnos ni a los comités de justicia transicional que es donde ellos deben estar, apoyando a las víctimas. La política pública ha sido para nosotras las mujeres un paso que hemos dado de fortaleza, la fortaleza que nosotras tenemos para sacar las familias adelante es la que nos ha ayudado a formar parte de las políticas públicas. Porque si no no hubiéramos podido hacer nada. Sí, escasas, y que siempre el otro lado es un muro. Yo, para aprender un poco las leyes, estoy con Sisma Mujer. Ellas fueron las que empezaron con nosotras las mujeres a enseñarnos las leyes y a guiarnos, junto a otras asociaciones como la Casa de la Mujer en Bogotá, etcétera.

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Lo que le estaba contando: uno va a un comité de justicia transicional y están todos los funcionarios de la alcaldía y el resto de la mesa hombres, y nosotras somos solo tres. Es difícil.

Nosotros vemos que nuestros hijos no tienen las mismas posibilidades que ahora los… A otros sí que les están ayudando en sus vidas. Nosotras sufrimos esto.

Para ti entonces, Amparo, ¿qué sería una paz justa? Que hubiera equidad en las políticas. Equidad tanto para victimarios como para las víctimas. Porque no puede ser que como ahora los victimarios estén arriba y nosotros las víctimas sigamos abajo. Lo digo como madre. ¿Qué queremos las madres? Que nuestros hijos tengan estudios y que lleguen a tener una profesión para que mejoren su calidad de vida. La paz empieza en la igualdad: igualdad en educación, igualdad en salud… Si hubiera igualdad, si no hubiera diferencias de clase social, ni por etnia, etcétera, creo que habría una paz total. Que nuestros hijos puedan notar la diferencia.

Hablemos de sueños. Me gustaría que me hablaras de tus sueños, pero a tres niveles: un sueño para Colombia, un sueño para tu familia y un sueño para ti. ¿Cuál sería tu sueño para Colombia? La equidad; los derechos, para todos; que las personas tengan un empleo, que tengan vivienda. Si el presidente supiera vivir con un salario mínimo, porque con el salario mínimo hay que pagar los transportes y el alquiler; los servicios están carísimos… Creo que Dios ha sido misericordioso con nosotras las víctimas que no nos hemos muerto de hambre, o de desespero. Mucha gente sigue sufriendo a pesar de ello, por eso, equidad.


Equidad en todo el sentido de la palabra, y protección. ¿Y para tu familia? Para mis hijos, que no se han podido establecer, van de trabajo en trabajo, porque así están las cosas… Todos los días le pido a Dios que me los llene de fortaleza y que me los guíe porque su destino se lo he dejado a Dios. Lo he dejado a Dios porque lo veo tan incierto. Así lo veo, en estos momentos el sueño de mi familia está en las manos de Dios. Que tengan su empleo para que puedan mantener a sus familias bien… Pero mientras haya todas estas diferencias es difícil. Tu sueño personal, aquello que te gustaría conseguir, Amparo Como dice mi mamá: «tener casa no es riqueza, pero no tenerla sí es pobreza». Mi sueño es una casa. Cada día la vida se vuelve más costosa, cada día nos estamos haciendo más viejos y no hay futuro para los viejos. Si quieres decir algo para finalizar… Como víctima y como mujer he sido muy defensora de los derechos de la mujer. Sé que queda mucho camino por recorrer… Cuando un gobierno no da importancia a la estabilidad emocional de una familia, en todo el sentido de la palabra

–educación, salud, todo–, que siempre las víctimas estamos como mendigando y, de hecho, nos dicen que siempre vamos con la mano por delante, como para pedir. Hay muchas víctimas que han sido expulsadas de su territorio, de sus casas, de donde tenían para comer tres veces al día… Han tenido que llegar a la inmensidad de unas ciudades que no se compadecen del que llega, de esas familias enteras que salen desplazadas, que no pidieron ser desplazadas, que no pidieron ser víctimas. No hay casas de acogida para las víctimas. Uno aprende todos los días y lo que uno aprende algún día lo utiliza. Durante el desplazamiento, pues mi marido no podía trabajar, cosía para pagar el colegio de los niños; cosiendo y bordando. Con eso he podido sobrevivir. Pero si no hubiera aprendido a hacer nada no sé qué estaría haciendo ahora. Dios me ha bendecido con eso y siempre se lo digo a las mujeres, que hay que aprender porque uno nunca sabe cuándo lo va a necesitar. Tengo un pequeño taller y allí lo voy complementando. Deseo que miren de verda por las víctimas… Porque ahora somos víctimas de Colombia. Somos víctimas que sufrimos. A muchos les han matado a su esposa o a su esposo, quedan unos niños que a veces da tristeza verlos descalzos, sin ropa… Las víctimas no todas viven en Bogotá, las víctimas estamos en todo el territorio de Colombia, desde la Guajira hasta el Amazonas. Las víctimas no somos las tres o cuatro que aparecen en televisión, las víctimas estamos en el territorio.

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Alexandra Calvo Treviño La paz es la ausencia de guerra. La paz es cuando se cumplen unas condiciones de justicia social Mi nombre es Alexandra Calvo Treviño, soy trabajadora social, especialista en educación, máster en educación también. Me desempeño actualmente como docente orientadora en una institución educativa que se llama Instituto Colombo-alemán, y ejerzo funciones de colaboración con un hermanamiento que tiene el municipio de Lérida con la ciudad con Lleida, Catalunya, España. Soy soltera, vivo aquí hace unos 28 años. Ejerzo mi profesión desde hace 19 años en el municipio, creo que conozco un

poco acerca de las realidades de la gente en el contexto en el que vivo. Esto me ha permitido poder ser más, ya no efectiva al 100%, sino poder corresponder a las necesidades de los cargos diferentes que he desempeñado. He sido secretaria de educación municipal, he sido directora de la casa de la cultura financiada por la ciudad de Lleida. He sido directora local de salud, docente universitaria, actualmente docente orientador y colaborando con el hermanamiento Lleida-Lérida.

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Nos interesa mucho el curriculum que acabas de exponer y tu visión y la dimensión de tus actividades, y creo que van a ser muy útiles y oportunas para profundizar un poco en nuestra percepción del proceso de paz en Colombia. Tienes conocimiento de una realidad social que va más allá de lo que gusta mostrar. Hablamos ya de las personas y sus sufrimientos, de las personas y sus dificultades, que observas y vives cada día, con lo cual tu dimensión humana en ese sentido y de percepción es realmente mucho más amplia seguramente que otras personas a las que hemos tenido acceso. Esto por un lado, por otro lado, tú eres víctima de la tragedia de Armero, o sea que llevas también unos 28 o 30 años también sufriendo en tu situación personal de desplazada por catástrofe natural. Pero, al fin y al cabo, también es un poco consonante con el país: desplazados por una causa o por otra, un país sufriente, un país incluso huérfano de responsabilidades políticas que seguramente nadie quiso asumir, que todavía están presentes y que todavía está la historia para aclararlo, ¿verdad? Toda esta percepción, como persona que sufre y que vive la realidad de Colombia, dime cómo ve el proceso de paz, actualmente. El proceso de paz en Colombia, visto de manera superficial, sería un gran logro del gobierno actual para la sociedad en general. Lo que pasa es que yo soy un poco reticente a como se ha desarrollado. Un proceso de paz no es solamente que un grupo se desmovilice y que se reincorpore a la vida social. Un proceso de paz es un proceso que

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debe tener condiciones de igualdad, de justicia, que haya oportunidades de empleo, de una educación de calidad, no solamente sobre el papel. Yo soy actora pero en la parte educativa, en la realidad y, si bien es cierto que Colombia se caracteriza por tener unas políticas en educación, en salud, y en vivienda muy buenas, pero cuando se contrastan en la realidad la cosa cambia. A las zonas rurales no llegan esas realidades; aquí, nosotros, los ciudadanos, el mismo gobierno local, los profesionales tenemos que trabajar con lo poco que tenemos para poder desarrollar cualquier proyecto que beneficie a la comunidad. Pienso que este proceso de paz como lo estamos pensando, como se plantea no es un proceso de paz real. Nosotros estamos viviendo realidades muy difíciles: el empleo, las carencias… En mi trabajo como orientadora escolar cada día me encuentro a personas que sufren, que se pelean o que no forman bien a sus hijos porque están inmersos en una situación de desempleo, de preocupación por la supervivencia, que sus hijos salen del colegio y carecen de oportunidades de poder estudiar porque es que a veces hemos colocado la educación en Colombia como los que son buenos y los que no son tan buenos. Los que sacan buenas notas tienen unas oportunidades, incluso en universidades privadas, que jamás soñarían conseguir la media de los estudiantes colombianos. Pero los que no llegarán a la universidad para ser médicos o ingenieros no tendrán oportunidades de empleo. Este es uno de los motivos por los cuáles Colombia tiene un alto desempleo juvenil y no hay políticas claras para cambiarlo.


Yo soy un poco escéptica sobre este proceso de paz, y soy escéptica porque mucha gente habla de perdón, de la reparación, en cuanto a las víctimas, pero cuando uno habla con las víctimas ve que cada día tienen que luchar por su sustento; y que no hay oportunidades. Y las víctimas oyen que los reinsertados tienen muchas más oportunidades que ellos. Tienen más opciones para estudiar, les apoyan para un taller. Los reinsertados o reincorporados son las personas que estaban al margen de la ley y que ahora vuelven a incorporarse a la vida social. Pero cuando empezamos a ver que el estado les da muchas ventajas a ellos porque quieren evitar que vuelvan a delinquir; pero, los que no pidieron estar donde están sometidos a esta situación también merecen ser atendidos. Creo que el perdón es muy difícil cuando el corazón duele, y parece que a nadie le importa. Hemos visto que en la mayoría de casos de personas desplazadas, si han conseguido salir adelante ha sido gracias al apoyo de familiares y amigos. Porque no es tan solo un asunto de dinero, sino que a alguien le importe, que alguien le apoye a uno. Alexandra ¿Qué es la paz para ti? La paz es la ausencia de guerra. La paz es cuando se cumplen unas condiciones de justicia social, es decir que, si bien es cierto que la igualdad es la situación en la que todos somos idénticos, pero que si yo elijo una opción de vida por lo menos el estado y la sociedad me garanticen unas condiciones dignas para vivir.

Por ejemplo: si yo decido no ir a la universidad, pero quiero ser emprendedora, montar mi negocio, que se cumplieran las condiciones para que yo pueda desarrollar esas habilidades o ser técnico. La paz es eso, es igualdad, equidad, justicia social. Cuando hablamos de reivindicación y logro de derechos sociales eso es paz. Mientras no se cumplan ni se satisfagan esas necesidades créeme que no van a ser las FARC, va a salir un grupo guerrillero o criminal, con un nombre diferente, y siempre va a ser así. Hay gente que lo compara con procesos de paz de otros países, pero claro, si nos fijáramos en esos países veríamos que atendieron a su población también, no solo a la guerrilla. Colombia tiene una larga historia de violencia interna, de guerra civil. Se ha manifestado de diferentes maneras y eso nos ha dejado secuelas, y de recuerdos porque todos o la mayoría en algún momento, sean abuelos o bisabuelos, fueron víctimas de la violencia. Así, aunque no hayamos sido directamente nosotros. Pero si no termina la corrupción, si los recursos no se distribuyen de manera justa, si no se cumplen los objetivos asumidos a nivel social o económico, no habrá paz. Pues cuando hablamos de paz también hay que hablar de una paz familiar, de una paz interna. Sin embargo los estudiantes no saben qué van a hacer cuando terminen el colegio, los niveles de desempleo son altísimos y el que trabaja lo hace en condiciones laborales y salariales que son indignas. Gente que trabaja por 200 o 300 pesos al mes...

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¿Cómo se supone que tiene que vivir una familia con estos niveles de ingresos? ¿Cómo se puede vivir cuando sientes que la sociedad es indiferente a ti, a lo que te importa? Mientras no haya profesionales comprometidos, gobernantes comprometidos, créeme que la paz en Colombia y la de los países en vías de desarrollo no va a existir. ¿Qué les dirías a las víctimas de las que has venido hablando? Es complicado porque las víctimas esperan que el estado les defienda, les garantice protección, pero también pienso que ya es hora de que se unan, que ellas pueden crear redes de apoyo. Y no solamente en dinero. A las víctimas decirles primero que lo siento mucho, aunque no me corresponde a mí, pero siento mucho y me duele que hayan tenido que vivir cosas que nadie tendría que vivir. Perder a un ser querido es horroroso…

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Un mensaje de futuro para darles esperanza, para darles… El emprendimiento. Pienso que por muy difíciles que sean las condiciones que todos hemos sufrido –porque yo soy de clase media – una madre que trabaja - que no dejemos de perseguir sueños. Porque solo con esfuerzo he visto tantos negocios de cosas tan pequeñas que terminan progresando, y me admiro de eso. Que no dejen de perseguir sueños. Hay que ser emprendedores. Y sobre todo la mujer, porque la mujer en Colombia está sometida a una tradición cultural machista, a veces están marginadas y muchas de ellas parecen asumirlo. Tu mensaje para los reinsertados, para los “victimarios”. Que ellos mismos reconocieran a nivel personal lo que han hecho. No pueden fingir que no pasó nada. Porque cuando uno habla con una víctima y un victimario, la víctima tiene una pasión y un senti-


miento frente a ese dolor. El victimario, en algunos casos, el paramilitar, el guerrillero mantiene una actitud de que “aquí no ha pasado nada”, ya sea uno o mil los muertos que tengan en su haber. Quisiera que me hablaras sobre el sentimiento de los victimarios... Los victimarios crean mecanismos de defensa para poder justificar sus acciones. Pero toda víctima necesita sentir que se la repara, no solamente en el conflicto armado sino a veces en el conflicto de convivencia. Si la víctima siente que el victimario honestamente quiere reparar y que directamente se muestra que repara de alguna manera, la víctima experimenta un proceso de perdón… Pero cuando el victimario no es sincero o se jacta de lo que hizo este imprescindible avance para la paz no se llevará a cabo nunca. Si el presidente del país y su equipo de gobierno te pidieran consejo sobre el proceso de paz ¿qué les dirías? Que a partir de ahora tienen que fijarse primero en el tipo de funcionarios que colocan en la dirección de distintas áreas que son estruturales en los ministerios para el desarrollo del país: educación, salud, vivienda, empleo… Los aspectos económicos están en caos. A veces me pregunto si ellos viven en otra Colombia. Yo considero que no soy una persona que esté en condiciones económicas difíciles, que estaría dentro de lo normal, pero cuánta es la gente que

sufre y tiene carencias. Entonces yo le diría, acérquese y que sus ministros se acerquen y conozcan la realidad a través de testimonios. Existen también las noticias y las estadísticas nada buenas. Algo está pasando. Y el trabajo como lo están haciendo no está funcionando. Han de mejorar y hacer todo lo que puedan hacer. Busquen acciones que de verdad generen un impacto positivo, enamórense. Yo lo digo refiriéndome a que pongan pasión. Si yo lo pudiera hacer, por ahí lo enfocaría. Alexandra, envía un mensaje a los ciudadanos de Cataluña que van a leer tu entrevista. Primero agradecerles que nos tengan en cuenta, que nos vean, que quieran conocernos y entender lo que pensamos y lo que sentimos. Cataluña en este caso especialmente a través del hermanamiento con Lleida, ha aportado mucho. Ha transformado vidas desde muchos ámbitos. Pero también al mismo tiempo decirles que vengan a Colombia, que es encantadora, que Colombia tiene también gente muy amable… Y seguimos creyendo y seguimos soñando. Invitarles. Y que persistan en la medida en que nos puedan apoyar, porque a veces el simple hecho de estas entrevistas ayuda. Mucha gente de la que han entrevistado y que van a entrevistar van a poder descargar sus pesares, y sentir que alguien los escucha y que alguien los mira, como haces tú, o como lo hace el camarógrafo. A los dos, muchas gracias. Gracias por estar aquí y bienvenidos.

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Carolina Hurtado Barrera Lérida, entre los años 1998 y 2002, fue un municipio que tuvo muchas víctimas del conflicto armado Mi nombre es Carolina Hurtado Barrera, alcaldesa del municipio de Lérida, es la primera vez en la historia que una mujer logra llegar a un cargo tan importante y nuestro reto no era tan solo conseguir ese hecho histórico como mujer alcaldesa, sino hacer un buen gobierno para la gente. Este era el eslogan de nuestro gobierno. Soy nacida en este hermoso municipio, en esta tierra al norte del departamento de Tolima, tengo 36 años y, no sabemos si fue coincidencia o bien fue una premonición celestial, pero nací el dos de febrero

de 1981, el mismo día que se conmemoró la aparición de la Virgen de Colombia, que es patrimonio histórico de nuestro municipio. Soy abogada de profesión, especialista en derecho administrativo y constitucional, especialista en derecho de familia, infancia y adolescencia, especialista en administración pública, y con una gran experiencia en el sector público. Hago mi trabajo, me apasiona el servicio a la comunidad, y amo trabajar en el sector público porque es aquí donde tenemos las herramientas de participación directa con la comunidad. Estoy felizmen-

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te casada, desde hace 18 años, con Leonardo Fajardo. Soy madre de dos hijos, Daniel de trece años y Martín de siete. Mi padre, como ex alcalde del municipio, fue el gestor de un importante proyecto para nuestro municipio que fue lograr el hermanamiento con Lleida, España, y por eso exhibimos las banderas. Mis padres son Luís Hurtado y Clara Barrera, soy la tercera de cuatro hermanos: Luís Alfredo, Andrés y Carlos Felipe y, bueno, Dios nos puso con un propósito muy grande en este cargo en ese momento que es, aprovechando todas las políticas y los avances para que podamos desarrollar para la comunidad una participación directa, y siendo este mi sentir y mi vocación, pues hoy orgullosamente quiero decirles que soy muy feliz de ser la alcaldesa de los Leridenses. Mi idea sería que tú nos expreses un poco –como tú sabes, estamos muy interesados en el proceso de paz en Colombia desde el punto de vista de la mujer, desde el punto de vista de una alcaldesa o mujer con responsabilidades políticas–, cómo ves el proceso de paz. Me gustaría que nos explicaras, en Colombia en general, y aquí, en el entorno de Lérida, en Tolima, cómo está este proceso, ¿avanza, no avanza, la gente lo tiene asimilado? Yo pienso que el proceso de paz es bienintencionado, porque está claro que un país enfrentado

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es un país condenado al fracaso, a la destrucción. Con buena intención, en su momento, el gobierno nacional, encabezado por el presidente, el Dr. Juan Manuel Santos, se planteó la cuestión de cómo eliminar en los colombianos esas brechas de diferencia y esas brechas de pobreza –porque efectivamente la guerra nos llevó a destruirnos–. Con buena intención se firmó un documento que seguramente estaba pensado en «cómo logramos estrechar los lazos entre la víctima y el victimizante», pero los colombianos no están preparados para eso, la sociedad colombiana no está lista para eso. Tal vez haya un sector de la población que haya tenido la oportunidad de interactuar con otros países dónde ya hayan avanzado en otros procesos de paz, y hayan querido copiar y entender y aplicar esos modelos de reconciliación en nuestro país. Pero la sociedad colombiana no está, como tal, preparada para ello, pero yo quiero organizar el proceso de paz en el municipio de Lérida. Lérida, entre los años 1998 y 2002, fue un municipio que tuvo muchas víctimas del conflicto armado, no solamente las procedentes de desplazamientos que tuvimos, sino las mismas víctimas que dejó este proceso de enfrentamientos entre guerrilla y autodefensas, y que le llevó a sufrir un retraso en cuanto a desarrollo de una ciudad que tenía proyección para llegar a ser ciudad regional. Ese retraso significa, obviamente, un deterioro en el tejido social, en las familias, con hogares disfuncionales, violencia intrafamiliar, desempleo, deserción escolar, y esto nos lleva al fracaso y al retroceso del desarrollo como sociedad.


Y lo tomaré, y me tomaré como ejemplo porque, siendo una profesional del municipio, intentaré convencer a la comunidad de que las mujeres hoy en día desarrollamos un rol muy importante, no solamente en el ámbito familiar, sino dentro de la sociedad pues, como ya dijimos a la sociedad en pleno, a los 19 mil quinientos habitantes del municipio: una mujer está preparada para llegar a ocupar un cargo tan importante como es ser la primera autoridad, administrar los recursos de un municipio, pretendiendo con ello, avanzar en el desarrollo del municipio. En un primer intento no lo logramos, pero no soy mujer que se deje vencer fácilmente y, si tengo un propósito y un proyecto pues, obviamente, hay que trabajar para ello. Esto es lo que me gusta y lo que me apasiona, pero fue muy difícil llegar a ocupar este cargo. Muy difícil. Las cúpulas de los partidos no creían que una mujer pudiera ser alcaldesa, nos quitaron un aval que es un respaldo legal para poder inscribir una candidatura, pero en Colombia existe un mecanismo que son las firmas, y las usamos para consultar a la comunidad si confiaban en que una mujer tuviera las capacidades para llegar hasta aquí. Y, efectivamente, lo logramos, convencimos, y en estos momentos la cuestión es cómo trabajamos para poder llegar a consolidar el proceso de paz, a la reconciliación. Y cómo curamos esas heridas en aquellos hombres que no creían en una mujer y cómo podemos avanzar y demostrarles que estamos listas, estamos preparadas para poder avanzar en ese propósito de paz.

Fíjate que hasta ahora, en las entrevistas que hemos hecho, todas las mujeres consideran la paz como una paz injusta, se sienten como víctimas poco observadas y compensadas, que la negociación que se ha llevado a cabo entre cúpulas no las han tenido suficientemente en cuenta, ni las heridas ni todo lo que queda por reparar todavía, todos los agravios que ha habido, desplazados… En fin, una paz injusta por un lado, y por otro lado ellas ven también, de cara al futuro, que la paz no va a ser posible si no hay elementos de cohesión social, empleo, elementos digamos de políticas redistributivas gubernamentales. Es decir, parece como si las causas de la guerra estuvieran todavía ahí sin resolver. Entonces, para ti, ¿qué sería, concretamente, una paz justa, cómo podemos hacer que la paz sea justa en este momento? Una paz justa es o, yo consideraría que es, la participación, en igualdad de condiciones, de todos los actores de la sociedad. Es muy cierto eso que otras mujeres te han contado de que fue una paz que se consiguió de manera bienintencionada, pero, sin embargo, no se ha aplicado muy bien. Hemos visto que la misma distribución de recursos para poder fortalecer a aquellos municipios donde se vivieron más los hechos del conflicto es injusta, no es equitativa y, aquí, se tendría que hablar de una paz justa y verdadera donde todos los actores estuviéramos en igualdad de condiciones, donde a todos se nos escuchara en igualdad de condiciones y en igualdad de oportunidades. Y partamos solo de eso: distribución de recursos para el fortalecimiento del cierre de las brechas de desigualdades en los territorios.

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Por lo menos el año pasado en el departamento de Tolima en Lérida, como parte del proceso de paz cuando se priorizaron unos municipios para todo lo que fuera a ser el proceso del cierre de brechas producto del conflicto, firmado en el acuerdo de paz. Lérida no fue incluido el año pasado, siendo un municipio al cual los hechos históricos atribuyen un número importante de víctimas, cuando no se nos escucha y cuando aquí también hay pobreza, cuando aquí también hay violencia, cuando aquí hay también desnutrición, y entonces este año se nos incluye en el mapa de las ZOMAC, pero esas ZOMAC, simplemente son una expectativa. Lérida se menciona como una referencia solamente, un municipio en el que hubo víctimas del conflicto armado. Se han de hacer más inversiones en Lérida, no solamente porque tenemos un gran número de víctimas del conflicto armado y de los procesos de enfrentamiento de grupos al margen de la ley, sino porque ello se sumó a las muchas familias que provenían de la tragedia natural de la vecina ciudad de Armero con miles de victimas. Tolima, donde nace la guerrilla y se generan todos los grupos al margen de la ley, es un departamento que está siendo relegado frente a

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todos los hechos que aquí se han vivido. En las noticias que se ven a diario, diferentes situaciones y necesidades se presentan en todos los departamentos del país. Entonces, ¿cómo hacemos para que, consigamos tener una comunicación un poco más directa con el gobierno nacional, que es finalmente donde diseñan y donde implementan estas políticas, para que a todos se nos escuche en igualdad de condiciones y en igualdad de oportunidades? Porque la paz, de la única manera que se puede lograr, es ganándola por la vía del corazón y ahí es donde hay que hacer una intervención directa, con la comunidad, con esas personas, con esas víctimas. Decirles que, si bien es cierto que es muy difícil decir que nos vamos a encontrar con quien ocasionó mi desplazamiento, con quien ocasionó la pérdida de mi familia, de mi esposo, pero ¿cómo nos sentamos a generar algunos acuerdos para poder avanzar?, porque si nos quedamos en el odio y en el dolor, Colombia no va a avanzar y el proceso de paz simplemente será un fracaso que recordaremos en un papel, el de la historia del país. ¿Qué les dirías a las mujeres víctimas, que se sienten agraviadas y que no creen en este proceso de paz? ¿Qué mensaje les darías? Como mujer, les digo, de manera muy especial y casi en primera persona, por testimonios reales, por situaciones que me han presentado, que no hay que desfallecer, que hay que insistir. Tal vez las condiciones con las que el gobierno presentó el proceso de paz no se pueden considerar las más justas para reponer el perjuicio que, efec-


tivamente, nadie les llegará a compensar, pero, cuando se tiene un propósito real y un proyecto, eso nos tiene que llevar a nuestra realización como mujeres, a avanzar en nuestros proyectos de vida, con nuestros hijos, con nuestras familias… Hay que luchar y hay que insistir. Y lo digo por lo que me pasó a mí, en un momento en que tenía todo un proyecto consolidado para ser candidata oficial a la alcaldía de Lérida, en mi equipo o, más bien, en mi partido político, desde la cúpula, dijeron «no, no es usted, no es Carolina, no va a ser Carolina», pero yo tenía un propósito, tenía un proyecto y se lo pedí a Dios. Entonces era un propósito de Dios y, obviamente, lo logramos. En este momento nuestro reto no es ya el hecho histórico, el de ser la primera mujer que ha logrado llegar hasta aquí, nuestro reto y lo realmente importante es el desarrollo social, el poder aportar al desarrollo de mi municipio, el hecho de dejar posicionado Lérida con una buena cantidad de garantías que tenemos para competir. Así que todas las mujeres víctimas, desafortunadamente, bien del conflicto armado o por diferentes situaciones por las cuales la sociedad les haya impedido, o les haya limitado, pueden avanzar. Pero hay que luchar, hay que creer, hay que creer en nuestras capacidades, hay que creer en nuestras potencialidades para avanzar en el desarrollo de nuestras vidas. Carolina, un mensaje para las mujeres y hombres de Cataluña que te van a leer cuando publiquemos este libro, ¿qué mensaje les das sobre el proceso de paz, sobre la paz, sobre el país?

Sobre el país me gustaría invitarles a que lo conozcan. Que Colombia es un país espectacular, pero que Lérida, y los reportajes fotográficos así lo certifican, es el paraíso natural del norte de Tolima, que hemos declarado Lérida la ciudad hermana del norte de Tolima, no solo por el hermanamiento que tenemos con Lleida, España, sino porque es un municipio que ha acogido a muchas familias después de la tragedia de Armero y de todos esos hechos del conflicto. La Colombia de hoy no es la Colombia que, tal vez, desde fuera nos quieren ver: como una Colombia indigna, como una Colombia en guerra, como una Colombia de odio. No, Colombia tiene cosas muy lindas, tiene calidad humana, tiene un don de gentes espectacular y, estamos en este proceso. Estamos en un proceso de resarcir nuestros malos recuerdos, eso hechos que, desafortunadamente, en un momento empañaron –también por culpa del narcotráfico–, a nuestro país, pero Colombia es una Colombia de oportunidades, de desarrollo. Es una Colombia que tiene mucho para competir, para mostrar y, con este mensaje, y siendo ustedes nuestro testimonio de primera mano de lo bien que han avanzado y de lo modernizados que están sus países, podamos aplicar muchas de esas políticas en nuestro país, y la sociedad va a entender. Entonces, ¿para qué me voy a quedar en el odio y por qué no avanzo en el perdón, si eso finalmente me va a hacer vivir feliz, y eso es lo que nos va a llevar realmente a vivir en una Colombia en paz y justa?

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Claudia Mejía Duque Estoy profundamente convencida de que ese acuerdo de paz es un acuerdo de paz que claramente incorpora de manera consistente, de manera estructural y de manera técnica este enfoque de género, Me llamo Claudia Mejía Duque y trabajo con la organización Sisma Mujer desde su nacimiento en 1998.

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¿Qué quiere decir Sisma? Sisma quiere decir sismo (movimiento telúrico) en femenino. La idea cuando dimos este nombre a la organización es que tuviese la capacidad de poder mover la sociedad frente a la agenda de la igualdad que era lo que nos interesaba, desde la perspectiva de los derechos humanos. Esta aclaración que acabo de hacer: «agenda de igualdad desde la perspectiva feminista y la de los derechos humanos» es importante porque no toda la agenda feminista se integra con la agenda de los derechos humanos y no toda la agenda de los derechos humanos incorpora una mirada feminista. Desde el nacimiento de la organización se


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decidió que esta iba a ser así y en la historia que iremos contando acerca de lo que es el proceso de paz y el lugar que tuvimos van a darse cuenta por qué estoy haciendo esta clarificación de que trabajamos desde esta doble perspectiva. ¿Cómo te incorporas a Sisma, Claudia? La tradición del movimiento feminista en Colombia es históricamente un movimiento que tuvo mucho debate y mucha disputa con el derecho y con el estado; por ser el derecho profundamente patriarcal y por ser el estado profundamente patriarcal. Eso, en concreto en Colombia, lo que significó es que el movimiento de mujeres no tuvo históricamente una tradición de trabajar el enfoque de los derechos humanos con la alta juridicidad que implica trabajar el enfoque de los derechos humanos. No se puede trabajar desde el enfoque de los derechos humanos si no se trabajas con la constitución, si no trabajas con las normas y si no trabajas con los estándares internacionales; todos profundamente masculinos y patriarcales. Yo soy abogada y nos juntamos en 1998 con otras abogadas y pensamos que justamente el hecho de que no hubiera tradición en el movimiento de mujeres y feminista en Colombia significaba, desde nuestra perspectiva, que valdría la pena alimentar el movimiento de mujeres con la perspectiva de los derechos humanos; con la perspectiva del derecho,] con la perspectiva institucional. Pero hay otro elemento que explica que en Colombia no hayamos tenido esa tradición histórica de trabajar con el derecho, con el enfoque de

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los derechos humanos, que, si no tuvieran otros movimientos feministas en América, también en el marco del conflicto armado –lo tuvo el movimiento feminista en Perú, lo tuvo el movimiento feminista boliviano y el movimiento feminista venezolano y el movimiento feminista colombiano. Y es el siguiente: la larga guerra por la que atravesó nuestro país, durante los años alrededor de 1955, derivó en un movimiento de derechos humanos, mayoritariamente masculino, muy fuerte. Unas organizaciones de derechos humanos, un movimiento de defensores jurídicos, abogados clásicos de derechos humanos, porque estábamos en la situación de guerra en la que estábamos, las comunidades y las organizaciones en las poblaciones necesitaban quien las defendiera, también jurídicamente, así que el movimiento de derechos humanos en Colombia siempre fue muy fuerte, y ese movimiento de derechos humanos que fue mayoritariamente masculino se ocupó también de la defensa jurídica de las reivindicaciones de las diferentes poblaciones, incluida la población de las mujeres. De manera que se juntan diferentes elementos: un movimiento feminista que se resiste a trabajar con el derecho por la profundamente patriarcal masculinizado y un movimiento de derechos humanos muy fuerte en Colombia, muy vigoroso, que, de alguna manera, sustituye esa necesidad de la defensa de los derechos desde la perspectiva jurídica de las mujeres. De todo esto que comentas, de esas deficiencias y esas carencias, de ese reto que representa para las mujeres intentar llegar hacia un derecho no


patriarcal, el acceso a una legislación, a unas leyes en las que se sientan más protegidas e integradas… ¿Crees que todo eso ha sido recogido en los acuerdos de paz? Iría un poco antes para explicarte luego porque lo afirmo tan categóricamente: Durante los años de la guerra, en Colombia, el movimiento de derechos humanos, cuando Sisma y progresivamente otras organizaciones que empezamos a partir de la perspectiva del derecho, hacer un ejercicio muy fuerte de exigibilidad al estado de garantizar los derechos humanos de la gente que estaba en medio de la guerra. Lo que significa es que nunca le admitimos al estado el argumento que intentaba utilizar para no garantizar los derechos a la gente: es que estamos en guerra. Si estamos en guerra, la plena vigencia de los derechos no la puedo garantizar como estado porque lo que estoy es tratando de enfrentar a quienes intentan acabar con la sociedad. Así pues, el movimiento de derechos humanos y nosotras de manera muy fuerte, al incorporarse en ese movimiento lo que hicimos fue un ejercicio de exigibilidad al estado que desde una experiencia de Sisma (lo llamábamos), aún en tiempos de conflicto armado, las mujeres siguen teniendo derechos. Los derechos no se suspenden porque estamos en una guerra, no hay ningún permiso para un estado para dejar de garantizar los derechos de la gente porque en ese estado hay unos enemigos que intentan destruirlo o que intentan cambiarlo o sustituirlo. El hecho de que, durante los años de nuestra existencia –como institución, pero también

los años individualmente, considerando a quienes estamos en la organización con anterioridad a Sisma– todos estos años de exigirle al estado esto que les acabo de decir nos aseguró una experiencia y una fortaleza que la pudimos poner plenamente al servicio del proceso de paz. Es decir, si habíamos exigido políticas públicas para las mujeres víctimas de la guerra nadie mejor que Sisma y las organizaciones que la acompañaban para tener clara una propuesta de paz que incluyera a las mujeres víctimas del conflicto armado. Lo teníais claro. Yo creo que lo teníamos claro o que teníamos claras muchas propuestas que construimos durante estos años en el marco de todo este trabajo de exigirle al estado el cumplimiento de su garantía, y eso frente a los derechos de la gente así estuviéramos en guerra. Todo eso fue el acumulado que la sociedad civil de las mujeres, pero también la sociedad civil en general. Llego a la mesa de conversaciones y eso en concreto ¿qué es lo que significa?, y, en concreto ¿qué significa respecto a los derechos de las mujeres y de la igualdad de género? Lo que significa es que una vez conocida para la sociedad la agenda que habían acordado las FARC y el gobierno nos empezamos a preparar desde el momento en que conocimos la agenda. Desde el primer momento, aún mucho antes de que se habilitaran mecanismos de participación para la sociedad civil, empezamos a preparar –Sisma y muchas otras organizaciones de la sociedad civil, que habíamos hecho este ejercicio durante los

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años de la guerra– las propuestas y cada uno de los puntos que constituían la agenda que habían acordado las dos partes y que sería el material de la negociación. En concreto, empezamos a pensar cuáles eran las propuestas que íbamos a llevar que beneficiaran a las mujeres acerca de todo lo que tiene que ver con el desarrollo rural... ¿Era una propuesta presentada a las partes simultáneamente? Simultáneamente. Eso en general lo hizo la sociedad civil, pero te voy a hablar en particular de como lo hicimos las organizaciones de mujeres y la sociedad civil de las mujeres; sin que olvides, por favor, que no hicimos un ejercicio solamente como movimiento de mujeres porque hicimos una permanente interacción con todo el movimiento social en general, porque se gestó un esfuerzo de articulación muy interesante durante los cinco años de negociación entre toda la sociedad civil. Eso no significa que estuviéramos de acuerdo en todo, teníamos muchas diferencias, pero actuamos muy juntos como sociedad civil. Como mujeres actuábamos en esa articulación, pero también impulsamos procesos autónomos. ¿En qué consistía ese proceso autónomo de las mujeres y cuál era el papel de Sisma en esa negociación? En este ejercicio de incidencia en iniciar las conversaciones era claro que las dos partes solamente dieron un lugar a los hombres como negociadores. Los plenipotenciarios eran todos hombres.

En eso estaban de acuerdo. En eso y ahora te cuento en qué más estaban de acuerdo más adelante con respecto de la violencia sexual en el marco del conflicto armado. Muy bueno el tono de tu ironía «En eso estaban de acuerdo». El otro elemento que era claro para nosotras es que no había una intencionalidad por parte de quienes estaban representando a las dos delegaciones, o por lo menos no había una manifestación expresa de que la negociación iba a tener un enfoque de género. Y lo esperábamos; porque el movimiento de mujeres en Colombia es un movimiento fuerte que había hecho muchos años de exigencia al estado de que sus políticas públicas y de que sus decisiones judiciales y sus normas tuvieran un enfoque de género. Teníamos por qué esperar y nos sorprendimos –ahora tenemos la explicación de por qué eso fue así– porque esperábamos que hubiera un compromiso para un acuerdo de paz o unas conversaciones que incorporaran un enfoque de género. Y no fue así. ¿Qué hicimos entonces como movimiento de mujeres? Empezamos a hacer una fuerte presión ante la mesa de conversaciones… 1) Para que se incorporaran mujeres dentro del anillo primero que era el que tomaba decisiones, ya se imaginaran ustedes que el segundo anillo era totalmente femenino. Es decir, las asesorías que tenían los… Hablas de que teníais alguna presencia en La Habana, ¿también?

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No. Siempre aquí. Ahora te cuento las veces que fuimos y como fue esa comunicación que tuvimos con ellos y con ellas durante el proceso. Y tú la viviste ininterrumpidamente durante los cinco años. Sí. De una manera u otra, has estado ahí. Sí. Interesante. Lo primero fue exigirles que incluyeran mujeres dentro del equipo de plenipotenciarios. Teníamos muchos más argumentos para exigir esa inclusión con el estado porque el estado tiene unos compromisos íntegros a propósito de los estándares internacionales que se cumplen y que se cumplen porque los subscribió. El estado, con la Resolución 1325, sí que teníamos más argumentos para que aceptaran la inclusión de mujeres. Con las FARC les argumentábamos la importancia que incluyeran mujeres en su equipo plenipotenciario, pero no existían los argumentos de exigibilidad que sí que podíamos presentar en el caso del estado. Es así como entonces, hablando más o menos de presencia en las conversaciones que entonces el gobierno anuncia que incluye dos mujeres plenipotenciarias, una de las cuáles va a tener como función fortalecer el enfoque de género en el proceso de negociación. La segunda negociación o el segundo punto fuerte que puso el movimiento de mujeres en la

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mesa de conversaciones fue la necesidad de la constitución de una comisión de trabajo que fue la subcomisión de género, que era una comisión integrada por mujeres de las FARC y mujeres del gobierno nacional que se encargarían de la incorporación del enfoque de género en el desarrollo de los cinco puntos de la agenda. Ese mecanismo fue tremendamente poderoso porque esas mujeres, trenzadas en una relación de profunda…, una relación que no lograron los hombres de las dos delegaciones. Una relación de solidaridad, de amistad inclusive…, lograron una fraternidad –eran tan enemigas como lo eran los varones que representaban las subdelegaciones– pero fueron construyendo una fraternidad que fue tremendamente poderosa como mecanismo de incidencia, garantizó un poder impresionante porque esa subcomisión de género era la que nos oía –como movimiento de mujeres– y esa subcomisión de género era la que negociaba con los hombres de la mesa de negociaciones. El efecto positivo y poderosamente política de esa subcomisión fue evidente en lo que se ha traducido el acuerdo final. El texto del acuerdo… ¿Me permites una pregunta un poco incómoda tal vez? Fueron más receptivos a vuestras propuestas los varones de las FARC o los varones del gobierno? Una cosa antes y te responderé a esa pregunta. Las mujeres del movimiento de mujeres y las mujeres de la subcomisión de género no hubiéramos logrado quizás lo que logramos con la mesa de conversaciones si no hubiéramos tenido el de-


cidido respaldo de la comunidad internacional. El hecho de que, como mujeres, los países garantes, los países acompañantes y las Naciones Unidas junto a todos los gobiernos, aunque no fueran ni garantes…ayudó a lograr lo que logramos. Fue un momento que además…, claro, también la agenda internacional es una agenda que ha puesto cada vez más en el centro los asuntos referentes a la igualdad incluyendo la igualdad de género. Este respaldo de la comunidad internacional significó que en el momento en que perdimos el plebiscito, por muchas razones, pero una fundamental: lo que llamaron los detractores la ideología de género que era lo que nosotras llamábamos enfoque de género, es decir, la inclusión de una perspectiva que permitiera evidenciar cómo había que garantizar medidas positivas y medidas en favor de las mujeres que construyeran igualdad en cada uno de los puntos. Eso es para nosotras enfoque de género. No sé si ustedes conocen ese debate, fue llamado por los opositores y lo utilizaron el dos de octubre y lo van a volver a utilizar en las elecciones… Lo llamaron ideología de género para decir que quienes habíamos hecho ese trabajo lo que buscábamos era destruir la familia y poner en juego la moralidad de la sociedad. En ese momento se dijo que la responsabilidad del desastre que era la inclusión del enfoque de género en el acuerdo de paz lo tenía la comunidad internacional. Lo dijeron los opositores. Y no solamente se ha hecho en Colombia, en los países en los que está este debate se dice que

Naciones Unidas está incluyendo el concepto de igualdad que incluye la igualdad con la población LGTBI y la igualdad con las mujeres en los campos en los que no debería extenderse esa igualdad. Léase territorios. Mira, eso fue además de haberlo vivido una cosa sumamente interesante porque…, en primer lugar, decir que las mujeres de las dos delegaciones que estaban en la subcomisión de género defendían a capa y espada con sus respectivos varones, con sus respectivos representantes, defendían los asuntos de género que habíamos concertado previamente. Pero desde el lugar en el cuál nosotras veíamos la negociación hubo ocasiones en las que el gobierno fue más generoso con las propuestas que hacíamos, pero indiscutiblemente en muchas otras las FARC fue mucho más generosa y abierta con las propuestas que nosotras hacíamos. En todo caso, no es posible que se hubiera incluido nada en el acuerdo si no hubiera habido un consenso entre las dos partes. Ahora, los momentos verbales, es decir, los momentos discursivos de los dos jefes de la delegación cuando hubo reuniones en La Habana que tuvieron que ver con asuntos de las mujeres…, y esto es un asunto muy interesante, hacer como una relectura de los dos discursos porque el jefe de la delegación del gobierno colombiano, Humberto de la Calle, que es un hombre profundamente liberal pero profundamente liberal aún entre los liberales. Por su lado, el jefe de la delegación de las FARC, que obviamente tiene una perspectiva más de izquierdas, también lograba hablar de la igualdad con

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las mujeres, pero desde una perspectiva diferente a como la hablaba el jefe de la delegación del gobierno; siempre reivindicaban la igualdad reconociendo primero el lugar de las mujeres en las luchas para la liberación de los pueblos. Es decir, primero estaba la libertad y la igualdad. Digamos que él no hablaba tanto de la igualdad entre hombres y mujeres como un elemento esencial en la construcción de esa sociedad que proponía, en cambio el jefe de la delegación del gobierno, sí. Ahora, progresivamente fue claro que… Ah, cuando se constituyó la subcomisión de género, en ese mismo momento se constituyó la subcomisión de fin del conflicto. Esto fue sumamente interesante y simbólico... Si ustedes lograran trabajar los elementos simbólicos sería un gran acierto en esa idea que entendí que quieren hacer con esta publicación. Se constituyeron al mismo tiempo las subcomisiones de género y de fin del conflicto. La subcomisión de fin del conflicto era la que iba a preparar una propuesta para que fuese discutida en la mesa de conversaciones acerca de las condiciones de alto el fuego, de cese de las hostilidades, de fin de las armas… Eran los aspectos propiamente militares. Y la subcomisión de género miraba como garantizar la transversalización del enfoque de género en todo el acuerdo de paz. Fueron las dos únicas subcomisiones técnicas especializadas que hubo en todo el tiempo de conversaciones de La Habana, las cuáles se ocupaban de dos asuntos profundamente estratégicos para esa guerra: la construcción de la igualdad de género y la finalización de la confrontación militar.

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De todo lo que estás diciendo, tienes la sensación de que todo está basado en una base sólida que puede hacer que eso funcione y avance. A mí me da la sensación de que hay elementos de deconstrucción de la guerra que son previos, o paralelos, a la construcción de la paz. Es decir, aquellas causas que provocaron la guerra parece que aún están ahí, algunas. Entonces, todo proceso que se haga sobre una base donde los elementos, las raíces, las causas no están bien resueltas va a ser frágil. En términos de género, en términos de mujer y desigualdad, yo no sé si tienes la certeza de que hay suficiente solidez como para avanzar. ¿Tienes la sensación de que, tal vez, la precariedad del proceso o de los acuerdos, si es que la hay, en base a lo que yo digo, afecta prioritariamente a la parte digamos de los acuerdos que puede considerarse más débil o más precaria, que es lo que estaba exponiendo? Déjame decirte una cosa antes de contestar directamente a eso tuyo: tanto fue un enfoque que la mesa de conversación que no bastaba solamente en concentrarse como tradicionalmente los procesos de paz se ocupan de concentrarse en las condiciones para entregar las armas y para cesar las hostilidades y el fuego. Pero para terminar una guerra no bastaba solamente con tratar este punto sino con tratar otras raíces estructurales que estaban en las raíces de este conflicto armado. Por esta razón nuestro acuerdo es un acuerdo que; además de este punto que obviamente lo trabaja también, de eso se trata; también trabaja otros puntos relacionados con la pobreza en el campo, con las drogas ilegales, con la participación de la


gente en la política y trabaja los derechos de las víctimas siempre con la promesa, desde cuando empezaron las conversaciones, que los derechos de las víctimas tenían que estar en el centro de las decisiones de la paz porque de otro modo la paz no podría ser sostenible. La mesa de conversaciones trató otros aspectos estructurales porque siempre pensó que si no los tocábamos no lograríamos una paz sostenible, si solamente se pactaban los términos del alto el fuego. Ahora, hay que tener en cuenta que en todo el proceso de implementación lo que más se ha desarrollado es lo que tiene que ver con las condiciones de cese de las armas y con las condiciones de reincorporación de esas personas. Porque hoy, dependiendo de lo que hoy suceda en el congreso se sabrá sobre lo absolutamente imprescindible que es tratar la reincorporación de la guerrilla, si es aprobado o no por el estado de Colombia; pues los otros aspectos están mucho más lentamente tramitados en el congreso y están con una precariedad mucho mayor. Los aspectos mucho más estructurales no… Cuando hablábamos de las mujeres, ¿qué crees que deberían hacer para que esa paz se consolide? Están ellas hablando de la pobreza, de la precariedad, de la falta de vivienda y de empleo, como diciendo que el conflicto sin atender esos derechos no se resuelve, por eso te preguntaba esto. La frase “en Colombia el conflicto no se crea ni se destruye, solamente se transforma” parece adecuada. Da la sensación de que Colombia está adscrita a un conflicto permanente, armado, y que

se transforma, y que ahora el hueco que dejan los actores del conflicto va a ser ocupado por otros donde también van a generar otros conflictos, porque no puede ser que una paz digamos…, un mundo calmo y un panorama calmo total en Colombia porque eso no es posible. ...negociamos no todo lo relacionado con la entrega de las armas sino con otros aspectos estructurales que se dan en los países en conflicto. Nosotras, como movimiento de mujeres, logramos que la mesa de conversaciones comprendiera algo que no estaba claro en el inicio del proceso de conversaciones: en esta estructuralidad que se imprimía a las conversaciones tenía que incorporarse necesariamente el enfoque de género o incorporar un enfoque que permitiera clarificar las raíces de la desigualdad de las mujeres y los hombres en el país, porque de lo contrario no era posible que lograran abordar la estructuralidad que querían darle a los acuerdos si no abordaban el impacto que tiene la desigualdad de género frente a cada uno de los puntos de la mesa de conversaciones. Y lo logramos. Estoy profundamente convencida de que ese acuerdo de paz es un acuerdo de paz que claramente incorpora de manera consistente, de manera estructural y de manera técnica este enfoque de género, esa mirada que explica desde la discriminación; porque cuando trabajas el desarrollo rural tienes que tomar decisiones en favor de las mujeres que son las que han tenido peores condiciones en el campo; porque cuando trabajas todas las acciones pendientes a substituir los cultivos ilegales para poder enfrentar el alto con-

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sumo que hay en nuestro país de drogas ilegales tienes que garantizar medidas particulares para las mujeres. Esa situación ha tenido un efecto desproporcionado en las mujeres. Tienes que, frente a los derechos de las víctimas, garantizar medidas particulares a las mujeres víctimas porque el conflicto armado se ensañó en las mujeres por el profundo nivel de machismo que tiene nuestra sociedad. De la misma manera que se ensañó con los pue-

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blos indígenas y como se ensañó con los pueblos afrodescendientes porque somos una sociedad altamente discriminatoria y logramos convencer y argumentar en la mesa de conversaciones, a través siempre de la subcomisión de género, y esa, así como la de víctimas, un enfoque diferencial y medidas particulares para las mujeres. Este acuerdo tiene una particularidad que tenemos en Colombia que es que nosotros perma-


nentemente decidimos que somos originales en todo: la peor guerra es la nuestra, la mejor paz es la nuestra y…, pero efectivamente este es el acuerdo de paz que tiene un nivel más fuerte en cuanto a la incorporación del enfoque de género y de garantía de derechos de las mujeres. Es el acuerdo de paz más desarrollado en género… Podemos decir que es modélico en ese sentido… Pero además lo dicen los analistas internacionales, con relación a los procesos de paz… Hay un estudio muy interesante sobre 35 procesos de paz y que reconoce que el acuerdo de paz colombiano es el más avanzado, moderno y, por ende, modélico para otros procesos que vendrán en el futuro. ¿Qué les dirías a las mujeres víctimas que se sienten discriminadas respecto a los victimarios? Que sienten que no han sido compensadas; que sienten que son las olvidadas, como nos han manifestado estos días muchas de ellas; ¿qué mensaje les darías ante ese sentimiento que tienen; ante esa queja; ante esa reivindicación tan sentida? Ese punto, cuando hacemos pedagogía de paz de los acuerdos con las mujeres, siempre lo tratamos. Y lo tratamos de la siguiente manera: si alguien conoce la magnitud del dolor de una guerra son las víctimas. Si alguien puede decir qué significa el horror de la guerra son las víctimas. Y por eso las víctimas, de manera generosa y permanente, siempre dicen que nadie más vivió lo que ellas vivieron. Esa palabra de que nadie más puede vivir «este horror que yo viví» es una expresión de las víctimas.

La manera como lo trabajamos es: no hay otra manera, porque se ensayó la guerra para acabar la guerra en Colombia, de acabar una confrontación armada y de evitar que nadie más viva el horror que ellas han vivido es el diálogo. No hay otra manera. Y se llega al diálogo solamente si hay garantías de que quien está dialogando lo haga en unas condiciones que le favorezcan en esa decisión de sentarse a hablar. Nadie se va a parar después de haberse sentado a negociar. No voluntariamente. Fue una decisión voluntaria; sí, les debilitaron en las FARC; pero no les vencieron, por lo tanto, voluntariamente llegaron. Ellos no se iban a parar, no iban a sentarse a la mesa si no estaban convencidos que se sentaban con condiciones que les favorecieran desde el punto de vista jurídico, de la justicia, y desde el punto de vista de las condiciones de reincorporación. Esas condiciones son las que no entienden y a las que las víctimas llaman privilegios sobre ellas; las condiciones que favorecen a las personas que se reinsertan. Perdón, las personas que se reincorporan; la palabra reinserción no la aceptan... Cuando tenemos esa conversación con las mujeres, en ese aspecto lo que les decimos es que, finalmente, si se trataba de que estas personas que estaban en este grupo armado cambiaran la guerra por la política y las armas por la palabra la única manera era haciendo concesiones, toda la sociedad –porque no solamente hace concesiones el estado–, incluidas las víctimas. Ahora bien, finalmente este proceso lo que tiene que garantizar fundamentalmente es que no se vuelva a vivir el horror que vivieron estas víctimas.

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El paso siguiente, que es el paso además en el que estamos en este momento y que nos está costando mucho trabajo es el proceso de reconciliación. ¿Cómo vamos a reconciliarnos con estos odios tan profundos que tenemos, con esas cuentas por saldar que tenemos entre todos los que participaron en la guerra, entre los que de mayor manera fueron afectados por la guerra? Ese es el reto que tendrá esta sociedad. Claudia, ¿qué es lo que no puede fallar en el conflicto para que sea exitoso? ¿Qué no puede fallar? Cuando este libro salga ya habrá pasado este momento, pero voy a hablar de este momento porque este es un momento… En este momento, desde mi perspectiva, está sucediendo algo que no puede terminar de suceder porque podría significar la debilidad del proceso: no estamos cumpliendo la palabra, en general. Con esta gente, la gente que entrega las armas, la gente de las FARC, las personas de las FARC el estado empeñó una palabra, que también era la palabra de la sociedad. Y no estamos cumpliendo esa palabra. Y si esa palabra no la cumplimos –esa palabra que se llama acuerdo de paz, que incorporaba toda la normativa colombiana, el acuerdo de paz per se no obliga, el acuerdo de paz es un pacto político–, si no pasa por el derecho, si no pasa por la constitución política, si no pasa por la ley no es obligatorio. Ese es el asunto. Estamos… Y eso te preocupa. Pues supremamente hartos de no cumplirles e indiscutiblemente eso me preocupa muchísi-

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mo. Porque no aseguramos a estas personas, que hicieron este proceso, que esta jurisdicción especial para la paz va a existir. No garantizárselo es dejarlos en el limbo, hacer la política sin haber cumplido el trámite de la jurisdicción especial para la paz. Pero, más allá, el proceso de reincorporación está siendo terriblemente débil en nuestro país. Esta gente, si no encuentra unas condiciones garantistas de una vida digna, ¿qué van a hacer? En un país que tiene una oferta de delincuencia muy importante es un país que si ellos y ellas no están satisfechos con el proceso de reincorporación hay unos grupos que en nuestro país se llaman las bandas criminales, relacionadas con el asunto de la droga y de la extracción minera, que les ofrecen trabajo. Finalmente, frente al proceso de incorporación, eso que he dicho depende de que la institucionalidad quiera llegar a un punto cultural que tenemos que ser capaces de girarlo porque de lo contrario va a ser mucho más débil el proceso de alimentación de la paz. El otro punto que quería señalar de las debilidades institucionales es: a ellos y a ellas los empezaron a matar. A los hombres y mujeres líderes que también defienden el acuerdo de paz y los territorios también los han empezado a matar. Sin olvidar que Colombia es un país que tiene el recuerdo de hace muy poco de un genocidio. Un país que exterminó un partido de la oposición solamente porque era la oposición. Muchas de estas personas, si no se acaba la jurisdicción especial para la paz, o si se aprueba


en condiciones perversas o en condiciones que vayan en contradicción con lo que se pactó en La Habana; si no se asegura la reincorporación, si además los riesgos de seguridad nacional no se logran controlar por parte del estado… El conflicto podrá regresar... El resultado será que no podamos tener una paz como la soñábamos y como la queríamos. Somos capaces de fortalecernos y crecernos en la crisis y no tengo ninguna duda que, de esta crisis, que está resultando terriblemente afectada, vamos a ser capaces de salir. Pero un aspecto más especial que quisiera tocar es que tenemos que ser capaces como sociedad de encontrar caminos en medio de esta polarización, en medio de esta profunda división que irradia hasta el ADN de nuestra sociedad. No hemos de impedir la participación politica de los que dejaron las armas, si no damos este paso como colombianos y colombianas va a ser mucho más difícil. Si no aseguramos que en la implementación del acuerdo de paz se respeten esas medidas que el acuerdo estableció para las mujeres, si no aseguramos que ese acuerdo tal cual fue finalmente pactado y escrito sea respetuoso del enfoque de género, de los derechos de las mujeres y de la igualdad, es decir, si la implementación del acuerdo de paz no la aprovechamos como una posibilidad para construir más igualdad, y más igualdad de género, y más igualdad con las mujeres, y más igualdad en general, difícilmente vamos a poder decir que pasamos la página de la guerra.

Estamos convencidas que solo las sociedades que son capaces de ser iguales con las mujeres e iguales con las niñas son sociedades más capaces de vivir en ellas. Y ya como cierre, Caludia, me gustaría que dieras un mensaje sobre la paz en Colombia para las mujeres y hombres de las alcaldías y de los municipios y de las ciudades que están financiando este proyecto. El único lugar en el mundo que hoy está asumiendo este reto de transformar la guerra por la política es el nuestro. El apoyo internacional en términos de financiación, pero en términos también de apoyos políticos o en términos también de solidaridades es la posibilidad de que logremos dar ese paso. Solos y solas, como sociedad o como países, no somos capaces, creo yo, de transitar plenamente…, de hacer este tránsito de la guerra a la paz. Les necesitamos y, en esta medida, cada euro, o cada palabra, o cada reunión, o cada jornada que en su país o en cualquier lugar del mundo manifieste este apoyo por este esfuerzo que estamos haciendo en el país significa indiscutiblemente que nos están ayudando a consolidar. Y si Colombia consolida este proceso de paz gana la humanidad entera, porque la humanidad entera gana con cada proceso de paz, con cada solución pacífica de conflictos que logremos. Muchísimas gracias.

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Isabel Albadalejo La reconciliación pasa porque las víctimas sean capaces de salir de su condición de víctimas y porque los responsables de graves crímenes sean capaces, también, de pasar el proceso que tienen que pasar para rendir cuentas Soy Isabel Albadalejo, directora de Justicia Transicional por parte del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), de Naciones Unidas en Colombia. Llevo ya diez años aquí en Colombia, llegué para dos, pero llegué además con una pasión –este país, cuando se conoce, apasiona, pero cuando uno se mete en los temas apasiona más, por la fuerza que tiene la historia y la trayectoria, la gente, el proceso en sí mismo, todo. Y claro, esos dos años se han convertido en diez años aquí en el país. Tengo dos hijas y un hijo colombianos, también con pareja colombiana, y estoy muy contenta de estar aquí sintiendo que es un honor poder acompañar este proceso.

De lo que has dicho me interesa mucho eso de que estás con una cierta responsabilidad en el ámbito de lo que es la justicia transicional. Explícanos un poco eso, puede ser muy interesante porque eso, digamos, desde la percepción de alguien que no entiende como yo, una buena justicia en un proceso de transición seguramente puede ayudar a que el proceso se consolide. Para responder al tema de justicia transicional: el acuerdo de paz, tal y como lo conocemos, el acuerdo que se firma hace un año y, del que hubo dos versiones, la versión pre-plebiscito y la versión post-plebiscito –sobre lo que podríamos hablar también mucho–, contempla cinco puntos, cinco puntos referidos a reforma rural, participación política, el tema de drogas y narcotráfico, el tema del fin del conflicto y el punto cinco, que es clave y que es el punto que englobaría todo

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lo que es el sistema integral de verdad, justicia y reparación y garantías de no repetición para las víctimas del conflicto armado. Ahí está tu ámbito de trabajo, es ese. Ese es el punto cinco: acompañar toda la implementación del punto cinco y otros temas del acuerdo de paz. Mi responsabilidad va de justicia reparación y paz, en su conjunto, apoyar toda la interpretación del acuerdo de paz y antes del acuerdo de paz ya teníamos todo un trabajo de justicia transicional, cuando ni siquiera en este país se hablaba de transición. El primer proceso de justicia transicional en país o el primero realmente sólido fue el proceso de desmovilización paramilitar, a raíz de la famosa ley de justicia y paz en el año 2005. Se inicia todo un proceso en el cual se trata de generar la investigación de los hechos ocurridos y la sanción de los hechos ocurridos en el marco del conflicto armado, pero garantizando la reparación a las víctimas. Es un proceso que dejó muchas lecciones aprendidas, a mi juicio por supuesto no hubo una verdadera reparación a las víctimas, un acceso a la verdad, a la reparación, ni a la justicia de las víctimas como se pretendía, pero que nos dejó un proceso con muchas lecciones aprendidas, antes de entrar realmente en lo que es hoy el acuerdo de paz, tal como lo conocemos en este momento. Centrándonos en el punto cinco, este sistema integral de justicia transicional que prevé el acuerdo de paz, en su forma literal, no tiene parangón en ningún otro país del mundo. Es la primera vez que se diseña un sistema integral en el que, y

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además creo que es clave un elemento que es el tema de la condicionalidad, es decir que, como cualquier modelo de justicia transicional, de lo que se trata es de buscar un equilibrio entre la paz y la justicia, entre un juego de paz, de negociación política y la necesidad de garantizar los derechos de las víctimas. Naciones Unidas, en este sentido, en Colombia está avanzando en un tren un poco experimental, por decirlo de alguna manera, que podría ser referente para futuras transiciones a la paz. Sin duda, se ha considerado así. Hay muchos países que tienen experiencias de justicia transicional, por supuesto, Sudáfrica en lo que refiere a comisión de la verdad, procesos tenemos los de los tribunales internacionales como los de la Corte Penal Internacional, el nuevo tribunal de República Centroafricana, los tribunales híbridos de Sierra Leona, el Líbano, etc. Hay muchas experiencias de justicia transicional porque justicia transicional es toda aquella suerte de medidas judiciales y no judiciales –que me parece que incluso las no judiciales son las más importantes para las víctimas–, para lograr que haya un proceso de garantía de los derechos de las víctimas para aprender a asentar las bases para la reconciliación y la paz en el país. Es decir, sin un proceso de justicia transicional es imposible tener un proceso de paz sostenible y duradera, en la medida que no haya verdadero acceso a la justicia por parte de las víctimas y que no haya una construcción de la narrativa, de la memoria y la verdad sobre lo ocurrido y en la


medida que no haya un proceso de reparación a las víctimas, y a medida que no haya un paquete de medidas de no repetición. ¿Qué son las garantías de no repetición? Hacer todos los ajustes institucionales. ¿Podemos decir que la justicia transicional, jugando un poquito con las palabras, hablaríamos también de una justicia transaccional? Es cierto el tema de la transacción, efectivamente, como parte de un proceso de negociación política, hay ciertas concesiones que se le hacen a la otra parte, en un proceso que fuera meramente jurídico y no político no se haría, entonces, efectivamente, se cede en ciertos temas, en este caso, en el acuerdo de paz con las FARC, el gobierno tuvo que ceder en algunos puntos, en el acuerdo de paz y también en el sistema de justicia transicional, por ejemplo las penas. Es un sistema en el que las penas privativas de libertad se contemplan, pero no son por ejemplo en cárceles al uso –esa fue una de las condiciones exigidas en términos de transacción por lo que preguntas, pero a la inversa también, las FARC tuvieron también que ceder. Inicialmente, por ejemplo, las FARC no aceptaban en este proceso de negociación, cumplir ningún tipo de pena privativa de libertad porque en su concepción de lo que había sido la guerra primero, ellos no se habían rendido. No hay un proceso de «nos sometemos, nos rendimos» a un estado, sino que, en su concepción, lo que habían hecho era una suerte de trabajo por el pueblo, por la liberación del pueblo colombiano. Para ellos, someterse a un sistema de justicia transicional que contempla medi-

das judiciales y no judiciales, aceptar por ejemplo el tener que pedir perdón, el tener que reconocer responsabilidad por los hechos cometidos, aceptar tener que cumplir penas privativas de libertad sobre todo para los responsables de los temas más graves. ¿Han hecho todo eso? Pedir perdón, aceptar las penas… Eso está en curso, en este momento. Tenemos que saber en qué momento estamos. El sistema de justicia transicional en este momento se está poniendo en marcha. Se está poniendo en marcha que todo lo que hay en el sistema de justicia transicional se está paulatinamente poniendo en marcha. Hay un tribunal de paz, es decir lo que se llama jurisdicción especial para la paz, por el que deben pasar todas las personas que pretendan desmovilizarse. Hay diversas etapas, para los que no hayan tenido graves crímenes… Es todo un largo proceso en el que no creo que merezca la pena detenerse. Por supuesto, con mucho gusto podemos profundizar en otro momento, pero… Quienes no hayan cometido graves crímenes, van a ser objeto de una amnistía o de un indulto y todas las personas que sean responsables de los graves crímenes tienen que pasar por todo un proceso judicial, que parte de los principios, que a mi juicio son claves para todo el proceso de construcción de paz en el país. El primero es el reconocimiento de la responsabilidad. Se entiende que en un sistema de justicia transicional hay ciertos beneficios jurídicos, es decir, en la justicia ordinaria, cualquier responsable de crímenes graves tendría que

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pagar cuarenta años de cárcel, mínimamente. En justicia transicional, las penas son infinitamente inferiores y hay muchos beneficios. Se exige que, para acceder a esos beneficios, que contempla el sistema de la justicia transicional, se tienen que cumplir unas condiciones. Las condiciones son, en primer lugar, el reconocimiento de la responsabilidad, es decir, tiene que haber un reconocimiento público de qué hechos se cometieron y quienes fueron las víctimas y dónde se hizo. Pero, además, hay otro principio clave que es el de las condiciones. Toda aquella persona que pretenda acogerse a esta jurisdicción especial de paz tiene que… ...someterse Confesar toda la verdad, es decir, confesar toda la verdad, pero no solamente en el marco de la jurisdicción especial para la paz sino también en el marco también de la comisión de la verdad, etcétera, porque se establece el deber de aportar verdad plena sobre lo sucedido, en el marco de todo el sistema integral. Además de garantizar la reparación a las víctimas. Y por supuesto, cumplir la pena a la que quedan sometidos. ¿Eres consciente de que, por parte del gobierno, no se está haciendo la suficiente pedagogía, en la población, sobre todo este proceso? Es decir, cómo el gobierno debería explicar tal vez mejor todo lo que ha tenido que ceder porque en toda negociación hay que ceder, una parte y la otra, y tal vez, no sé si la población civil ha asimilado todo lo que el gobierno ha tenido que ceder y que el gobierno haya argumentado y explicado

por qué ha llegado digamos en la negociación a hacer esas distinciones, a hacer un ámbito especial de tratamiento, incluso en la justicia, y en otros ámbitos, para con los reinsertados, para con los que firmen la paz en la otra parte. Uno de los grandes problemas, efectivamente, es la falta de comunicación, la falta de pedagogía de lo que es el acuerdo de paz. Pero después voy a ir a un tema más profundo que, obviamente yo entiendo que la paz no se construye con un acuerdo de paz. Estamos hablando ahora y nos hemos referido hasta el momento al acuerdo, pero creo que para construir realmente una paz sostenible y duradera en este país hace falta mucho más que un acuerdo y a eso me gustaría ir si me lo permites. Lo vimos con ocasión del plebiscito que tuvo lugar para establecer si el acuerdo de paz se aprobaba o no en este país se vio que la ciudadanía no tenía conocimiento de lo que implicaba el acuerdo de paz. Muchísima gente, además hubo una campaña a favor del no condicionando ese voto negativo. Incluso sabemos de comunidades que recibieron la información de que si firmaban por él sí iban a perder ciertos subsidios, iban a perder ciertas ayudas, etcétera. Es decir, hubo una suerte de campaña perversa en favor del no pero que, además, se pudo realizar porque efectivamente el estado, que era el que tenía que posibilitar el voto por el sí y llevar toda una pedagogía, no lo hizo. Y no lo hizo porque no supo comunicar. Durante tres años se llevó a cabo un proceso de negociación en La Habana, ni siquiera era en territorio colombiano, con lo que eso implica. La

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gente de este país hablaba de los acuerdos de La Habana, se sigue hablando de los acuerdos de La Habana como si fuera una cosa que realmente tuvo lugar en la estratosfera, y que tiene algunas consecuencias, algunas solamente, aquí en Colombia. Entonces durante mucho tiempo la gente veía por los medios de comunicación que había unas delegaciones de las FARC que además tenían órdenes de captura pero que, en este caso, esas órdenes de captura habían sido suspendidas para poder participar en el proceso de negociación, y había unas personas del gobierno que, con carácter permanente o a veces digamos que, con frecuencia, como en el caso del presidente, participaban. Pero la gente no tenía conocimiento en este país, ni las víctimas ni la ciudadanía en general, ni la sociedad en su conjunto sabía lo que se estaba discutiendo ahí. Pero hay más elementos, creo que hay más elementos. Es un conjunto de elementos. En primer lugar, no ha habido, a mi juicio, una suerte de pedagogía por parte del estado de qué consecuencias tendría para el país que realmente haya una finalización del conflicto armado. Pero eso además se tiene que transmitir de manera diferente en términos de los interlocutores. Hay, un sector empresarial gigante en este país que no aprueba y que no respalda el acuerdo de paz porque no ha tenido el conocimiento acerca de qué beneficios podría tener incluso para el ámbito, por ejemplo, empresarial o el desarrollo económico del país, un acuerdo de paz. Pero además, si ya no vamos solamente a ese ámbito, en términos de la sociedad en su conjunto, si además se tiene

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en cuenta que este país en los últimos treinta años se ha dedicado al sector defensa, un porcentaje enorme de su presupuesto, ese porcentaje destinado a mantener un pie de fuerza entre hombres y mujeres, de más de 500 mil personas, todo ese esfuerzo se podría traducir en garantizar educación, garantizar salud, etcétera, si todos estos son los mensajes que hay que transmitir, a la gente no se le puede llevar explicándole, a la mayoría de las personas entiendo, no se les puede llegar a las comunidades explicándoles que si el sistema de justicia transicional es maravilloso pero, en términos prácticos, ¿cómo se traduce? Se traduce en que, si hay una mayor inversión en el presupuesto de defensa, va a haber o debería haber una mayor inversión en educación y salud y otros temas que son clave para la sociedad. Si eso se transmite así entonces falta comunicación, pero además hay un tema que yo no puedo dejar de mencionar, si me lo permites, Pepe, tengo que decirlo con muchísimo dolor y es que creo que, lamentablemente, y lo digo con todo el respeto hacia un país que quiero y hacia una sociedad a la que quiero mucho y admiro: hay una indolencia muy fuerte en este país. Creo que por las propias consecuencias de digamos, y si no se podría remontar hasta la época de la colonización y después toda una historia de guerras y de convulsiones como tú lo mencionas; este país ha tenido más momentos de situación de excepcionalidad y de conflicto armado y de emergencia, que no momentos en situaciones de normalidad. Puede ser que por la propia historia del país y por otras muchas razones por las que


uno no entiende como, por ejemplo, pasó lo que pasó en el plebiscito. En las comunidades más afectadas por el conflicto armado, en todas esas comunidades, la mayoría de las personas votaron a favor del sí, es decir, quienes han sufrido el horror de la guerra en la puerta de su casa. Esta mañana, la mujer que hemos entrevistado que es una trabajadora doméstica, dice exactamente esto. Mojayá fue la mayor masacre de las FARC, cometida en este país. Nosotros estamos en este momento trabajando precisamente por todo el proceso de inhumación de los cadáveres de la masacre de Mojayá para poder hacer el proceso de identificación de las víctimas y devolver los cuerpos a sus familias para que pueda haber un proceso de duelo y de enterramiento de acuerdo con sus costumbres y de sus creencias. Este país no ha hecho el duelo, las víctimas individualmente no han podido hacer el duelo porque ni siquiera han tenido el cuerpo de sus familiares muertos. Por poner un ejemplo: Mojayá, donde fue la masacre, con ciento y pico víctimas, más grande por parte de la guerrilla de las FARC, votó en un 96% a favor del acuerdo de paz. Quienes han sufrido mayor horror en la guerra dicen «no queremos esto para nuestros hijos», los pocos supervivientes que tienen, «no queremos esto para nuestros nietos, no queremos esto para nuestro país y votamos a favor». Y así, esa misma historia se repite en otros muchísimos municipios… Los más afectados por la violencia en este país. Pero, lamentablemente, si

uno se va a las grandes ciudades como Bogotá, Medellín, Cartagena, etcétera, la mayoría de la gente rural, ha sido campesina. Las grandes ciudades, sobre todo la gente de más posibilidades económicas claramente votó en favor de no. Primero porque hay un desconocimiento de lo que es la guerra, porque no han sufrido en sus carnes y porque es muy fácil hacer comentarios sobre lo que quieren o no de un acuerdo de paz cuando no tienen ni idea de las consecuencias. Hay una suerte de falta de solidaridad enorme, y de indolencia, cuando a veces nos atribuimos… Lo he percibido en Bogotá, en el entorno que me rodea, casi el noventa y tantos por cien han votado en contra en el plebiscito. Déjame hacerte una pregunta de dos mensajes que me gustaría saber tú qué harías a dos personas diferentes. Un mensaje para aquellos guerrilleros y guerrilleras que no quieren desmovilizarse, que persisten en seguir digamos de alguna manera empecinados en su lucha armada y, por otro lado, otro mensaje, a aquellas víctimas que realmente se sienten desconsoladas y absolutamente dejadas de la mano de Dios y que piensan que las han olvidado. Existen tanto unos como otros, afortunadamente no son la mayoría, pero todavía son focos, de alguna manera son focos de resistencia para una paz futura que vaya construyéndose entre todos. Dime esos dos mensajes que tú les dirías. Hay dos tipos de mensajes. A unos se les podría decir que se está haciendo todo un tipo de trabajo para asegurar que haya un proceso en el

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que las víctimas puedan dignificarse –porque se trata de eso: todos los derechos de las víctimas pasan en primer lugar por la dignificación de su papel y su empoderamiento como ciudadanos, sujetos de derechos sociales, políticos y culturales–. A ellas se les puede decir que se está haciendo todo un trabajo y que hay voluntad de

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efectuar un trabajo para su reparación, pero el mensaje de fondo ni siquiera puede estar basado en lo que se está haciendo para superar, el mensaje de fondo está en ellos mismos: ¿qué tipo de país quieren para sus hijos, qué tipo de país quieren dentro de cincuenta años –o dentro de veinte años–, qué tipo de país quieren dejar?


Finalmente, la reconciliación pasa por ellos, la reconciliación pasa porque las víctimas sean capaces de salir de su condición de víctimas y porque los responsables de graves crímenes sean capaces, también, de pasar el proceso que tienen que pasar para rendir cuentas porque, quienes hayan sido responsables por los crímenes más graves tienen que rendir cuentas. Tienen que rendir cuentas en el ámbito judicial y en el de la verdad hacia las víctimas, por los hechos que cometieron. Pero que, sorteado este proceso, ¿qué tipo de país quieren dejar, qué condiciones quieren dejar? La reconciliación pasa por eso, por despojarse de esa condición de víctimas y victimarios, de guerrilleros y víctimas y, de esa carcasa, para decir efectivamente «queremos construir un país diferente, queremos reconstruir las bases sociales de este país y apostar porque en unos años pueda haber unas mejores condiciones», para que en este país todos los niños puedan estudiar, sin ser objeto de temor a represalias, de ser objeto de violencia, que puedan acceder a educación pública gratuita, para que toda la gente pueda acceder a un buen sistema de salud, para que haya una sociedad más igualitaria que es la única, y creo que ahí es clave el tema que comentábamos antes, de paz y desarrollo. Que a menudo la gente dice «¿de qué nos sirve a nosotros un acuerdo de paz si lo que necesitamos es comer y trabajar?»

Ya para terminar Isabel, envía un mensaje, ahora sí, a los ciudadanos de los municipios que van a financiar este libro, que son unos cuantos cientos de miles. Lo primero un mensaje de profundo agradecimiento, agradecimiento por todo lo que se está haciendo. Decirles que esto no cae en balde, no cae en saco roto ni mucho menos. Siempre he dicho que hay una suerte de responsabilidad histórica de todo lo que ocurre a nivel mundial. Es muy fácil pensar que lo que ocurre allende los mares no nos afecta y ejemplos como el de este proyecto demuestran que todo lo que ocurre en cualquier parte del mundo tiene consecuencias en el otro. Lo que ocurra en África o en América latina tiene consecuencias en lo que padecemos en España, en Cataluña, en cualquier municipio de España… Sentir esa responsabilidad que tenemos como comunidad internacional es clave para poder entender que todo lo que se haga aquí y en este momento en Colombia va a tener consecuencias beneficiosas también para lo que ocurra en España diariamente, así que, de profundo agradecimiento es el mensaje. Muchas gracias, Isabel.

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Silvia de Castro De la guerra no hemos salido probablemente sin que haya el silenciamiento de las armas, pero eso no significa ni la paz, ni la concordia, ni mucho menos, dar respuesta a este pueblo.

Soy Silvia de Castro, tengo más de 60 años ya, soy psicóloga de profesión, pero psicoanalista de oficio. Trabajo en la Universidad Nacional, en un escenario muy propicio para lo que yo hago, para lo que me gusta hacer, que es la Escuela de Psicoanálisis y Cultura. Los psicoanalistas no se forman en la universidad, en ninguna parte del mundo, pero nosotros logramos abrir este espacio universitario con la idea de difundir el pensamiento psicoanalítico, lo que nos parece indispensable en el concurso de las ciencias humanas,

para aproximarnos de mejor manera a los conflictos humanos en particular, pero también a los hechos sociales. Hace 18 años que vengo trabajando en esto y tengo que decir que mi lugar en la Universidad Nacional de Colombia me devolvió la fe en mi país. Yo viajé muy joven, fuera de Colombia, mi ambición era no vivir acá –supongo que yo recibí por parte de mis padres, muy críticos los dos en relación con la situación colombiana, una opinión bastante negativa–, de tal manera que cuando tuve

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la opción de irme a estudiar a fuera, pensé en no volver. Tuve que volver, yo no lo hubiera querido, pero tuve que volver, tuve que hacer la vida aquí y, efectivamente la hice, creo hasta ahora, de la mejor manera posible. A mí me sorprende cuando ustedes me hablan bien de Colombia, me sorprende, aunque no me parece tan decisivo cuando me hablan de que la gente se expresa bien, me gusta que la gente se exprese bien, si eso es así. Colombia me parece un país muy difícil, en el que campea una desigualdad social espeluznante. Creo que las causas del conflicto armado están ahí y, que muchos de nosotros –yo además fui joven en la década de los setenta y que, por lo tanto, fui de izquierdas. Porque Silvia, tú naciste con el conflicto –o el conflicto nació contigo– porque tienes una edad muy similar a la del conflicto, por lo tanto, no sabes casi lo que es vivir en un país en paz. No, no sé lo que es vivir en un país en paz y, sin embargo, es una situación muy extraña porque a mí la guerra no me tocó nunca de cerca. Sí que hubo un acontecimiento doloroso, en el curso del conflicto, que tuvo que ver con la bomba que las FARC pusieron en el Club El Nogal, que es un club de la alta burguesía bogotana y en donde estaba la familia de uno de mis cuñados

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y, estaban él, la mujer y los tres hijos y murieron los dos padres y la niña pequeña. La chica que se salvó tiene una pierna amputada y el muchacho no recibió tantas heridas. Esta fue mi aproximación personal, dolorosa, al conflicto, pero doblemente dolorosa. Primero, porque se trataba de mis familiares y, en segundo lugar, porque se trataba de las FARC. Diría que esa fue mi desilusión de las FARC, fue el momento en que yo me interrogué por los métodos utilizados por las FARC para lograr hacer un cambio estructural en este país. Hasta el último momento me negué a aceptar que ellos habían sido los criminales que cometieron ese acto y bueno, ellos mismos finalmente terminaron confesando, o sea que, eso fue… Eso te dolió en los más hondo, ¿también en lo ideológico? Por lo ideológico, así que yo siempre había defendido las FARC, –no vengo de una familia de derechas, por suerte, pero, aún y así, de una familia que veía con ojos muy críticos la situación de guerra en la que las FARC han sido, obviamente las protagonistas–, yo anhelaba, efectivamente, que las FARC desarrollaran un papel en la lucha por los derechos sociales, y no creí jamás que pudieran tomar el poder, jamás lo pensé. Siempre estuve cerca de la posibilidad de apoyar las luchas sociales y me parecía que ellos estaban comprometidos con un cambio en las condiciones de vida, de explotación, de este país y seguramente que los favorecidos, en última instancia serían las clases sociales más necesitadas.


Colombia es un país de ultraderecha, creo yo. Es un país en el que dominan las clases que tienen a su disposición todos los medios y, que han hecho de la industria y de la agroindustria su vocación, al coste que sea. Al coste que sea quiere decir tomándose poblaciones, matando a los líderes sociales que defienden sus poblaciones, situando en el peor de los lugares a los asalariados en su conjunto, en particular a los asalariados del campo, de la agroindustria, y creo que el conflicto armado, en Colombia, forma parte de ese escenario. Pienso que el escenario tendría que ver con la última, enorme, modificación de las condiciones de un país que inicialmente fue agrario. Respecto a los acuerdos de paz, que ya han empezado su andadura, ¿deberíamos decir que son un punto de inflexión en el conflicto o podríamos decir que son una definitiva superación del conflicto? No, no son una superación del conflicto, es muy lamentable, y muy doloroso. Creo que había que hacer la paz, creo que, efectivamente, las FARC, si no lograron en cincuenta años nada distinto que seguir luchando en sus diferentes latifundios…, creo que había que hacer la paz. La situación ya era insoportable, no se sostenía ni por un lado ni por el otro; pero yo creo que no vamos a lograr la paz, creo que se acallaron los fusiles, pero eso es otra cosa. Cuando pienso en lo que está pasando en las poblaciones de los indígenas y de los campesinos donde, supuestamente, podrían llegar las FARC a introducir sus propios aportes, digámoslo así,

y lo que veo es que está pasando exactamente lo mismo que antes del conflicto, es decir, que la fuerza pública mata y ataca a los campesinos, en este caso acusándolos, además, de ser parte del engranaje del narcotráfico. Supongo que van a ir matando uno por uno a los militantes reconocidos de las FARC, es decir, que estamos a las puertas de un genocidio como ya ocurrió en este país con los militantes de la Unión Patriótica, y yo supongo que las condiciones sociales del país no cambiarán. Yo creo que las FARC tenían que dejar las armas, ellos no podían más, pero creo y espero, que no hayan sido tan ilusos de pensar que realmente lo que lograron en la mesa se vaya a convertir en realidad, porque no creo que esto vaya a ser así. Creo que hay una avanzada de la ultraderecha mucho más fuerte ahora que hace un año, mucho más fuerte, y ahora tienen razón, ahora tienen la manera de apropiarse de aquello que las FARC les impedía. Ahora se apropiarán de otros terrenos, evitarán la reforma agraria, evitarán la reforma política, están tratando de hundir en la justicia social para la paz, no creo que las víctimas vayan a recibir el apoyo, con la posibilidad de pasar página, que se les ofreció, tal y como ellos mismos creyeron para llegar a comprometerse de la manera como se comprometieron con el proceso. Yo creo que estamos en puertas a una cosa horrible. No sabría de qué otra manera interpretarlo excepto, diciendo que, de verdad, la derecha de este país, con todos sus intereses, en el sector industrial, en la agroindustria, fundamentalmente, y de la explotación minera y petrolera,

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realmente creo que están haciendo trizas el acuerdo. Y no creo que tengamos –primero los políticos de centro, que podrían tomar la iniciativa y tratar de frenar esa avanzada que sería Humberto de la Calle–, no creo que ya tenga juego político en la actualidad y, los líderes de izquierdas, ellos sí, elevan su voz, hacen sus críticas; pero se trata de una izquierda desunida, una izquierda que no parece que pueda hacer más que utilizar ciertas tribunas para la denuncia, pero como si no se

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pudiera avanzar hacia otra cosa, de otra manera –entiendo que hay cantidad de denuncias, incluso llevadas hasta el sistema judicial, pero no creo que eso avance en ningún sentido. Déjame que haga un poquito una lectura, mi interpretación de lo que tú dices, que a mí me sirve, y tú luego me vas a rectificar o no: de tus palabras yo, voy como interpretando que, eso de construir la paz, no es posible sin una base sólida, y que la


base sólida es deconstruir la guerra. Todo aquello que provocó la guerra, si sigue sin resolverse, esta paz es ficticia. Sí, no lo hubiera podido expresar en mejores términos, exactamente. Construir la paz significa cambiar las condiciones que promovieron la guerra y eso no va a pasar. No están interesados, la agroindustria no está interesada, los industriales no están interesados, los militares no están interesados –porque toman partido en la defensa de los intereses de estos otros–, las clases medias no tenemos los recursos y las clases bajas simplemente vivirán en la pobreza de siempre y en las enormes dificultades de la vida en este país, en los pueblos y en las barriadas de las ciudades. Yo creo que las FARC lo sabrían, pero que, habrán calculado que ya tampoco podían ganar la guerra. Así que sí, el silenciamiento de los fusiles no parece… Claro, esto es importante, hay que celebrarlo, hay que alegrarse, pero hasta hace dos semanas porque ya mataron catorce campesinos en Tumaco, o sea, ¿aquí qué estamos celebrando? Además, otra cosa Silvia, abundando en lo que dices, parece ser que todos aquellos territorios o espacios que han abandonado las FARC, donde hay narcotráfico o donde lo había, están siendo ocupados por grupúsculos armados, obviamente, nada coordinados y en constante competencia, con lo cual está provocando muertes. Es decir, ¿qué podemos decir, que cambiamos el conflicto y los actores pero que el problema sigue? Cambiamos el conflicto que ya no es quizás un conflicto

militar sino un conflicto entre criminales. Ya no es un conflicto político, ahora es un conflicto, digamos, entre criminales y el estado, por un lado, y los actores ya no son las FARC sino este tipo de grupos. Pero el conflicto sigue, es decir, dicho en palabras un poco […] Yo no diría que el conflicto sigue porque me parece reducir el conflicto a eso. El conflicto con las FARC pudo haberse finalizado lo cual no elimina que –¿cómo lo podríamos llamar en vez de conflicto? La problemática Yo hablaba desde el punto de vista de los sufridores, a los sufridores les han cambiado el escenario, antes había dos actores, ahora hay otros dos, pero siguen siendo sufridores. A esto me refiero. Y el estado sigue tan ausente como antes en la supuesta posibilidad de mejorar las condiciones de vida de los pobladores. Ahora los pobladores no estarán entre el fuego cruzado entre el ejército y las FARC sino entre el ejército y estas bandas criminales. En algunas de estas bandas se unirán algunos antiguos miembros de las FARC seguramente –porque uno no puede pensar que la base guerrillera es toda sana–, pero digamos que ellos siempre han defendido banderas revolucionarias, seguramente que no. Entonces, por un lado, nutrirán los ejércitos irregulares y por el otro, pues los enterraremos. ¿Qué crees tú que se debería hacer para conseguir una paz justa, pero sobre todo que sea una paz real y eficaz? ¿Qué habría que hacer? Apelo, a todo el pesimismo que veo que tienes y al pro-

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fundo conocimiento. Realmente está basado, no es un pesimismo adquirido así, a la brava, sino que lo tienes muy consolidado y muy documentado. Pero, así y todo, déjame que te lo pregunte, ¿cómo puede ser una paz justa y duradera en este país, qué habría que hacer? Si es que eres capaz de imaginarlo. Apostar por un estado de cosas, en el ámbito de la producción, en el ámbito de la industria en el ámbito de la educación, en el ámbito de la extracción de los recursos naturales, a nivel del empleo, que favoreciera a la población, pero ¿quién está interesado en eso? La lucha política para las próximas elecciones es lo mismo, es lo mismo que hace cuatro años… En un contexto de una democracia débil, también. Sí, es una democracia débil, hay una absoluta ausencia del estado en la mayoría de las regiones alejadas de los centros urbanos y, ¿a quién le interesa que el estado esté presente allí, con la sanidad, la educación; a quién le interesa? A nadie. ¿Qué le dirías al próximo presidente del gobierno, dentro de un año y medio, qué le dirías si te dijera «dame un consejo de lo que tengo que hacer»? Yo tengo un titular, digamos, para contestar, nada más, es «¿verdaderamente cree en el estado, en la nación colombiana?». Y que responda, que responda por las poblaciones, que responda por las instituciones, que responda por la ley, que responda por la educación, que responda por la salud, que responda por el empleo, eso, eso, es lo que hace país, la institucionalidad, es eso.

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Pero aquí esto no pasa, es que no ha pasado nunca… Es una derecha depredadora… Sí, exactamente, siempre nos quedamos a las puertas. El proceso de paz ha sido un hito en este país, por supuesto que sí, pero había habido previamente ciertos avances que se pensaban logrados y no es cierto, no es cierto. ¿Y en el lado político no ves ningún grupo, ningún partido, ninguna iniciativa que pueda darnos una esperanza? Pues ojalá, esperanza, sí, ojalá. La agrupación de la izquierda democrática sería una buena noticia, me parece, me parece el colmo que dejen por fuera a Pía Córdoba y me parece el colmo que dejen por fuera a Petro; pero bueno, eso no importaría, eso es secundario, ojalá que esta gente logre movilizar las cosas por lo menos para que a nivel del congreso, las leyes que supuestamente crearían institucionalidad en el país logren pasar. Mínimamente. Mínimamente eso. Y, desde tu ámbito, Silvia, como profesora de la Universidad Nacional, ¿qué puedes hacer por la paz? Incluso desde tu ámbito profesional, cómo, desde tu ámbito de psicoanálisis, cómo sería ayudar un poquito en esas heridas del alma que tienen las víctimas, porque seguramente este país está con gente, uno de los efectos es aquellas heridas que no se ven, ¿no? Un dolor que seguramente ha quedado para siempre, y que es difícil...


Yo no puedo decir que hago mucho, pero hago. Pertenezco a un grupo de profesores que estamos muy comprometidos con los asuntos de la paz en el terreno de las víctimas. El compromiso, seguramente no va a dar lugar a ningún tipo de modificación, seguramente que no, pero es un asunto que pensamos. Pensamos, por ejemplo, lo que representa en este país la cantidad de víctimas que jamás van a ser reconocidas no como víctimas –como víctimas pueden ser reconocidas–, pero a las cuales no habrá manera alguna de curarles las heridas. Dicen que las víctimas están en el centro del conflicto y, seguramente es así, pero yo volvería a lo mismo, aquí, la posibilidad de aportar un alivio para las víctimas va de la mano de la verdad y de la justicia. Y yo me pregunto si, lo último que ha pasado en los últimos días, a nivel del proceso de paz, son los ataques violentos a la jurisdicción especial para la paz. Entonces eso, ¿también vamos a tener que llorarlo? ¿Tampoco eso vamos a lograr? Y que las condiciones del país cambien en función de la institucionalidad al servicio de todos, y que realmente los crímenes de lesa humanidad sean condenados y, en ese sentido, las víctimas puedan efectivamente decir que sí, que fueron reconocidas. Una cierta reparación. Sí, no es otra cosa. Estamos a las puertas de tumbar la justicia especial para la paz, de ver como la tumban, de ver como la cercenan, entonces ni por un lado ni por el otro. ¿Cómo podrán

las víctimas algún día pasar la página del dolor, cómo? Si es que la verdad no está asegurada, no está asegurada, quizás la de las FARC sí, pero ¿y la otra? La del paramilitarismo, la de la ultraderecha, apoyada... Esa está oculta, ¿no, todavía? Esta todavía como bastante, impune. Totalmente impune, es que aquí la guerra no la libraron solo las FARC, aquí el actor armado único no fueron las FARC, fue la avanzada del paramilitarismo. El paramilitarismo es el brazo armado de la ultraderecha para la posesión de la izquierda. Pero nos han dicho esta mañana que tenían un cierto apoyo social también. ¿Las FARC? No, los paras. Pues claro que lo tienen. En su entorno hacían barbaridades y tenían un apoyo de ese entorno. Seguramente que sí, seguramente que sí. En unas regiones más que en otras, supongo. Pero sabemos de muchas poblaciones que fueron asediadas por el paramilitarismo y, probablemente tampoco se podía confiar en las FARC, probablemente tampoco. En una guerra todos los combatientes comenten barbaridades. Pero había una posibilidad de que la justicia especial para la paz empezara a andar y que, yo no insisto sobre todo en el pago de

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las deudas, yo insisto sobre todo a escala de la verdad y la… Conocer la verdad, conocerla …a escala de la verdad eso es importante para miles de víctimas que no han podido enterrar a sus familiares y simplemente porque están desaparecidos. Poder encontrar a sus familiares para quitar ese dolor, ¿no? Por supuesto, ningún duelo es posible en esa ausencia, no solamente de verdad, sino en ausencia de cadáveres y… Y esos cadáveres no se los debemos a las FARC. Esa tragedia no se la debemos a las FARC sino mínimamente. Yo no entiendo porque este país es un país de ignorantes, porque yo no entiendo cuál es el odio a las FARC, cuando efectivamente si comparamos los efectos de esta guerra, el paramilitarismo ha cometido barbaridades... Muchísimo más …pero de un calado impresionante. Hoy nos explicaba, precisamente, la amiga que hemos ido a entrevistar, que ella era del programa del PNUD para la Justicia Transaccional, y nos decía que hacían auténticas barbaridades, descuartizando niños, y que fuera además de manera ejemplarizante para la población, para causar pánico. Eso es terrible. Jugar con las cabezas de los descamisados, en las plazas…

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Ni en el régimen de Pol Pot se veían cosas así. Seguramente que no. Es una barbarie. La barbarie paramilitar, eso es lo que yo trabajo, realmente. Lo que yo utilizo como motivo para tratar de transmitir de algún modo como esa barbarie nos ha conducido a los humanos a puro desecho. ¿Sí? A puro desecho. Una fuerza armada que sea capaz de hacer lo que hace el paramilitarismo… Nosotros sabemos que eso se sitúa en una estela espantosa, así fue el nazismo… El hecho de convertir a los humanos en pura cosa viviente que se desecha, que se maltrata y se desecha, eso fue el nazismo. Y eso lo implantaron aquí los paramilitares. Es una barbarie que no tiene nombre. A las FARC sí, hay que cobrarles muchas cosas, pero esa no es la barbarie de las FARC. Silvia, por cuestiones incluso de tiempo, para hacer una especie de clôture, danos un mensaje, a la gente que te va a estar leyendo, un mensaje para todos esos ciudadanos de esas municipalidades que están interesados en este tema y son las que financian este libro. ¿Qué les dirías? Con toda tu absoluta sinceridad como hasta ahora has hecho y, sobre todo, para ellos, que perciben la paz a través de los medios de comunicación, donde la paz es un proceso que va muy bien en Colombia, que ha avanzado mucho, y que parece que eso está ya en fase de consecució Yo les diría que utilicen sus tribunas para hacer un llamado de atención a la comunidad internacional, en relación con el fracaso que es este país.


¿Cuándo se jodió el Perú? ¿Cuándo se jodió Colombia, Silvia, cuándo se jodió Colombia? No estoy muy segura, pero las cosas que vemos ahora nos recuerdan lo que se vivió durante la época de instalación del Frente Nacional, en la lucha que se dio entre el Partido Liberal y el Partido Conservador por el logro del poder. ¿Años veinte? …los años cincuenta, aproximadamente. Es probable que la imposibilidad que se tuvo en el país y que… Me gustaría hablar de la izquierda simplemente como de una fuerza política decente, que reconociera la existencia de grandes masas desfavorecidas de la población y que introdujera un estado que respondiera institucionalmente a esas necesidades. Creo que hay que llamar la atención sobre eso, hay que decir que las… ¿Sigue pendiente eso? Sí, eso sigue pendiente, sigue pendiente que la guerra se inició allá, que de la guerra no hemos salido probablemente sin que haya el silenciamiento de las armas, pero eso no significa ni la paz, ni la concordia, ni mucho menos, dar respuesta a este pueblo. Entonces, ojalá que, desde sus distintas tribunas, eso pueda decirse en voz alta y, quizás, llamar la atención sobre eso.

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Yolanda Zapata Me gustaría que las mujeres pudieran estudiar, que haya más ayudas para los campesinos y que podamos olvidarnos del tema del narcotráfico y de la coca Mi nombre es Yolanda Zapata, soy colombiana, tengo 52 años, trabajo en tareas domésticas por días y tengo una hermosa familia compuesta por tres hijos. Vivo en el barrio Bachué. Hace seis años perdí un hijo que lo mataron, por problemas, pero esto me ha fortalecido más. Estoy muy feliz, muy contenta. Los nombres de mis hijos son Bibiana Hernández Zapata, Ana María Hernández Zapata, Jorge Hernando Hernández Zapata. Soy viuda desde hace diez años, forma parte de mi vida, pero

estoy muy contenta, muy feliz de estar trabajando como estoy, en mi vida. Llevo una vida muy bonita. Yolanda, la sonrisa no la pierdes; se te ve una persona –a pesar de todo lo que has tenido– feliz y mantienes el ánimo. Ahora quisiera preguntarte: tú has nacido, prácticamente, cuando se inició el conflicto, en los años sesenta; eres una hija de los años sesenta. Entonces, tú has vivido toda tu vida con el conflicto. ¿Qué piensas del conflicto de Colombia –que vive Colombia, que ha vivido–, qué piensas de ese conflicto?

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Pienso que ha sido una época muy dura para todos nosotros… Yo soy una de las personas que ha querido que haya siempre la paz, que haya mucho diálogo, mucho entendimiento y comprensión en todos los gobiernos, pero nos damos cuenta de que hay momentos en los que, cuanto más ve uno que viene la paz, hay más conflicto, hay más guerra, hay más violencia, se desata un conflicto por cosas que uno hasta desconoce, que uno no entiende, muchas veces. Mi persona, por ejemplo, muchas veces no entiende por qué se desata tanto conflicto. Yo fui testigo del enfrentamiento que hubo en 1985, el M-19, que fue cuando se presenció el ataque del Palacio de Justicia. Fue un año terrible, fue cuando muchos de nosotros creíamos que se iba a desatar una guerra, en que todos temíamos hasta salir donde pensábamos, yo era muy joven en esa época, no entendía mucho, pero estaba ahí y sabía que había muchos de nuestros hermanos que estaban sufriendo. Mucha gente inocente perdió su vida, incluso hoy hay gente que no se sabe si está desaparecida, que no se sabe qué pasó con ellos. Fue mucho dolor para todos porque cuando sufre un hermano, de Colombia o de cualquier parte del mundo, cuando alguien pierde un ser querido, es muy duro para nosotros; aquí nos duele mucho ver el sufrimiento de una persona y, muchas veces uno no entiende por qué pasan estas cosas. En un país tan bonito, del cual deberíamos disfrutar, pero se presenta esta problemática. Desde ese momento hasta ahora ha habido muchos momentos en los que dicen que va a ha-

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ber el proceso de paz, que va a haber diálogo, que va a haber unión, que la policía va a dialogar con la guerrilla… Verá, yo soy una de las personas que quedó aterrada porque mientras uno iba a votar en el plebiscito, muchas de aquellas personas, que no han sufrido la violencia, que no saben lo que es perder un ser querido, que no saben lo que es vivir la desaparición de muchas personas, y perder su familia, perder los cultivos, perderlo todo en una guerra tan sangrienta, de bombas, de tantas cosas; esta gente que ha vivido todo esto, sí que dio un paso hacia la paz y los que hemos sufrido esas cosas no entendemos cómo es posible que una persona que no ha sufrido todo eso, que no lo ha visto y que no sabe… Se mostraron contrarios a la paz, precisamente aquellos que no han sufrido la guerra. Aquellos que no han sufrido. Y el voto contrario a la paz acabó siendo el mayoritario. Yo, que he vivido situaciones muy duras, pero ni mucho menos tan duras como las que he oído o visto en la televisión; yo y esta gente dijimos sí a la paz. Yo dije sí a la paz porque yo siempre he querido la paz, pienso que nosotros tenemos que vivir en paz, sin más guerra o violencia, y sin más conflicto porque esto es muy triste. ¿Qué piensas de lo que dicen de que las cosas van mejor ahora, después de la firma del acuerdo de paz, que antes? ¿Han mejorado las cosas? En muchos aspectos se ha mejorado mucho, he visto que se ha mejorado mucho a pesar de


que siempre existirá gente que piense lo contrario, pero yo pienso que sí, que tiene que haber un proceso de paz. He oído que ha habido diálogo, que ha habido más unión entre el gobierno y los campesinos, que el ejército ha aplacado un poco la mortandad, a pesar de que la sigue habiendo porque, o sea, yo pienso que se ha aplacado, pero también pienso que esto nunca se va a acabar del todo. No sé si hago mal pensándolo, pero pienso que va a haber gente que sí, que quiere la paz, pero también otra que no. Esto será siempre un altibajo, porque nos quieren de diferentes maneras: unos son conservadores, otros liberales, etcétera. Pero sí que han cambiado muchas cosas: ha habido mucha ayuda humanitaria, pienso que sí. ¿Qué les dirías a otras mujeres que están en contra de este proceso de paz y que no quieren paz porque se han quedado desplazadas, mataron a sus maridos, mataron a sus hijos, a sus padres; mujeres que han quedado totalmente desatendidas, en este proceso de paz, y que nos están diciendo que están atendiendo mejor a los guerrilleros, que se reincorporan; que les dan más medios y recursos a ellos que a ellas mismas, qué les dirías a estas mujeres que están tan resentidas con este proceso, qué les dirías? Les diría que no hay que tener resentimientos, que hay que seguir adelante, que, aunque ha sido duro y aunque han sido unos momentos muy difíciles, hay que seguir adelante, hay que dialogar, hay que conseguir la paz, hay que buscar la unión

de las mujeres y hacer campaña por la unión de las mujeres, hacer proyectos de integración social, para dialogar sobre la paz, mediante el trabajo en la comunidad y seguir adelante. Ser fuertes, ser valientes y no arrastrar ese rencor porque nuestros hijos están ahí, nuestra descendencia… No hay que tener resentimiento, hay que ser fuertes y valientes; hay que ser luchadores porque este mundo no es para muchos: este mundo es para luchadores, para gente valiente. Y es que hay que seguir adelante, ser fuertes y valientes. Mujeres valientes y guerreras, también. Sí porque a nosotras las mujeres nos toca hacer… Tenemos que ser fuertes, no podemos dar un paso atrás para nada. Tenemos que llevar para adelante nuestra fortaleza a pesar de que a veces pensamos que no hay nada que hacer; en ese momento tenemos que sacar más fuerza y seguir adelante porque de nuestro sufrimiento y de lo que nos haya pasado nosotras podemos dar enseñanza a muchas mujeres. No se tiene que dejar decaer, no se puede decir «yo como que sufrí la guerra, a mí, como que me hicieron daño, voy a aceptar la violencia o voy a buscar venganza». Así no funcionan las cosas. Ahora vamos a hablar de sueños: el sueño que tienes para Colombia, el sueño que tienes para tu familia y el sueño que tienes para ti. Colombia, tu familia y tú. ¿Cuál es el sueño para Colombia? Mi sueño para Colombia es que no se volvieran a producir desapariciones, violencia, que pudiéramos salir en paz, que pudiéramos andar

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por la calle con tranquilidad: que no hubiera más guerra. Que todos fuéramos como hermanos, que los colombianos pensemos en seguir adelante. Para nuestras familias, que los niños no crezcan con una violencia como la que nosotros vivimos desde 1960, que vayan creciendo en otro entorno, que la violencia no forme parte de sus pensamientos sobre Colombia y también sobre nosotros mismos, y que crezcan en el amor y en la comprensión; que piensen en ayudar a su país, en ayudarse los unos a los otros y en hacer integración social. Quiero lo mejor para mi familia y para todos nuestros hermanos y no solamente para Colombia sino para todos. Que haya trabajo, que haya educación, que haya acceso a la vivienda, que hay mucha gente que no lo tiene, y que hay gente que sufre mucha necesidad. A mí me gustaría que fuera todo más nivelado, más equitativo. Y un sueño personal, Yolanda, tu sueño para ti. Mi sueño sería que pueda ayudar a la gente, que pueda dar un consejo a tiempo, poder servir, ayudar a las personas, no sé, a mí me gusta ayudar mucho: en diálogo, en muchas cosas. Me gustaría tener como un albergue para alojar personas, y ver a mis hijos formados, como personas de bien, y ver a este país en paz; tener una vejez limpia y digna y, no sé… ¿Quieres decir alguna cosa más, que te quede por decir? Este tema del que estamos hablando es un tema bonito porque uno siempre va a tener la ex-

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pectativa de ver las cosas como le he dicho, también en las otras personas. Me gustaría muchísimo conocer a mucha gente y hasta tratar a esa gente que ha estado en el conflicto; poder hablar con ellos, poder escucharlos y poder darles un poco de aliento, de consuelo; tratar de ayudarles en lo que pueda. Y que haya mucha paz entre nosotros, que haya paz, que haya mucha comprensión, que haya mucho entendimiento, muchas ayudas… Me gustaría que las mujeres pudieran estudiar, que haya más ayudas para los campesinos y que podamos olvidarnos del tema del narcotráfico y de la coca. Porque muchos viven de eso porque no tienen otra forma de sustentarse, para comer; ayudarles a que no pierdan sus cultivos y se vuelva a formar la guerra; que ya les están quitando sus cultivos y no les ayudan. No están cumpliendo con lo que les prometieron. Hay que cumplir con las promesas porque las promesas incumplidas también desatan la guerra. El narcotráfico es un problema que a nosotros también nos ha afectado muchísimo, los colombianos tenemos mala fama por culpa del narcotráfico por el cual todos pagamos por unos pocos. Hay gente que no lo hace por maldad porque sí, muchas de esas matas son medicinales, pero algunos las tratan como para hacer el mal, sobre todo a la juventud, es algo que nos preocupa también mucho, lo del narcotráfico. Yolanda. Muchas gracias.


SINDICALISTES SOLIDARIS La Fundació Josep Comaposada-Sindicalistes Solidaris es una entidad sin ánimo de lucro creada por la UGT de Cataluya en 1988, el objetivo es acompañar a los procesos de desarrollo de los sindicatos del Sur, mediante la participación activa y solidaria de los trabajadores y trabajadoras de Cataluña en la extensión plena los derechos humanos, laborales y sindicales del Sur. Por ello la entidad lleva a cabo proyectos de cooperación con sindicatos del Sur, para que: • Defensa y den a conocer los derechos laborales y sindicales • Impulsen el sindicalismo en el sector informal de la economía • Se fortalece como organizaciones de los trabajadores y trabajadoras • Ofrezcan formación sindical y ocupacional • Trabajen para la erradicación del trabajo infantil • Fomenten la economía social Esta tarea la hacemos conjuntamente con sindicatos del Magreb y los países centroamericanos. En cuanto a las acciones de sensibilización, Sindicalistes Solidaris edita libros, publica la revista Sud y organiza exposiciones itinerantes en torno a la cooperación sindical y los derechos laborales por los diversos municipios de Cataluña que financian los proyectos, así como la participación en las ferias de solidaridad.



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