Sol Espiritual (Jakob Lorber)

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«Escucha, guardián ciego del Cielo, ¡estás profundamente equivocado! Puesto que me preguntas quién soy y de dónde vengo, también yo te pregunto a ti quién eres y por qué te arrogas el derecho de maldecir, cuando precisamente el Señor lo desaconsejó explícitamente a sus apóstoles». 5 «Yo soy Pedro, la roca en la que Cristo fundó su Iglesia y a la que mensajeros que vienen de abajo como tú no pueden hacer el menor daño. ¡Puedes esperar en vano que te deje entrar!». 6 «Entonces, ¿por quién me tomarías si pese al poder celestial que te da ser Pedro, yo rompiera esta puerta a la fuerza y me apoderara de todo tu Cielo?». 7 «¡Asqueroso diablo de todos los diablos!, ¡intenta sólo tocar el pomo y verás cómo te quema! Te aseguro que este pomo te producirá de antemano en un sólo instante un martirio mayor que mil años en el infierno más profundo». 8 «Escucha», le dice el guía a “Pedro”, «¡sólo hay que intentarlo! De modo que ahora mismo toco tu pomo fatal y ¿ves?, ¡la puerta está abierta! Te aseguro que no he notado el menor dolor. Como la puerta está abierta, puedo preguntarte ahora cara a cara por quién me tomas, ya que he abierto la puerta de tu roca. ¡Habla!». 9 «¿Qué diré ante semejante sacrílego que pisa sarcásticamente con sus asquerosos pies el santo hogar de Dios y sus santos?». 10 «¿Así me hablas tú, Pedro? ¿Acaso ignoras que Cristo ordenó a sus apóstoles que fueran mansos como palomas? ¡Sin embargo, te comportas tan ferozmente como un perro guardián! Si realmente eres Pedro, tienes que saber muy bien que el Señor recomendó a sus apóstoles y discípulos la verdadera humildad del corazón, la suma afabilidad de su mente y el amor perfecto al prójimo. Si yo -según tú un diablo- te lo recuerdo, ¿acaso no me encuentro más cerca de la Verdad divina que tú que te tomas por Pedro y te imaginas ser funcionario del Cielo? Cumplir la Palabra del Señor es para ti algo más desconocido que el centro de la Tierra. ¡Así que otra vez te exijo, en nombre del Señor, que me digas en verdad quién eres!». 11 El seudo-Pedro responde: «Escucha, diablo asqueroso, ¡no mereces la menor respuesta! Si no te largas inmediatamente de aquí, ¡convocaré a todos los poderes celestiales! Primero a todos los santos; si ante ellos no te vas, llamaré a todos los ángeles. Si es necesario, también llamaré a la santísima Virgen María y a San José. Y si aún insistas, entonces llamaré a la mismísima Trinidad santa: ¡ya veremos quién es más poderoso, ella o tú! Te conviene no ponerte en manos de la suerte y volver de buen grado a tu infierno maldito. Si te arriesgas a que todos los poderes celestiales se lancen sobre ti y tus cómplices, ¡os atarán con cadenas incandescentes y os arrojarán al más profundo de todos los infiernos, donde seréis cocidos y asados eternamente!». 12 «Escucha», dice el guía, «hice mi pregunta en el ámbito del verdadero Amor del Señor. Si respondes así, incluso amenazándonos con los poderes celestiales, tendré que tomarme la libertad de entrar en tu Cielo sin tu permiso, junto con mis cómplices, para convencerme de si todos tus poderes celestiales pueden producir realmente un espectáculo como el que quieres prepararme». 13 Ante esta observación del guía, el tal Pedro arma un gran alboroto, coloca a Miguel en frente de los tres y se va corriendo a convocar a todos los poderes celestiales al completo. El guía aparta a Miguel con la mano y este empieza a correr detrás de Pedro. Dirigiéndose a los visitantes, el guía continúa: «Como la escalera ya está libre, subamos para entrar. Veréis cómo Pedro, Miguel y todos los demás poderes celestiales se retirarán al fondo del Cielo por pura diplomacia celestial. 14 Ya estamos dentro y el Cielo, de una extensión bastante limitada, aparece ante nuestros ojos tal como es según las ideas erróneas de sus habitantes. ¿Qué os parece?». Los visitantes se encogen de hombros y preguntan: «¿Acaso esto puede ser un Cielo? El jardín paradisíaco de antes se parecía a él bastante más que esta especie de rastro con sus decorados teatrales hechos con tan pésimo gusto. En realidad, en manera alguna hubiéramos podido imaginar que estos vecinos celestiales pudieran ser unos payasos así. ¡Si al menos se hubieran servido para la armazón de su Cielo de una reproducción de la Basílica de San Pedro de Roma! Hasta cierto punto aún habría sido perdonable. Pero la

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