Mario conde el sistema mi experiencia del poder pag 367

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impulsado para que caminara hacia adelante. No quiero caer en la anécdota ni en el culto al dato. Lo importante es la percepción que siempre tuve de que el Sistema no tuvo más remedio que aceptar inicialmente el proyecto, puesto que cumplía los postulados formales de su «razonamiento» y porque resulta muy complejo justificar y alabar la fusión Bilbao-Vizcaya y rechazar la de Banesto-Central. Sin embargo, me parece evidente que, desde el punto de vista del Sistema, el proyecto no podía agradar en absoluto: si ya era un problema Banesto situado fuera de sus confines, un Banesto-Central constituía un problema mucho mayor y aquí una vez más no era un problema doblemente superior sino exponencialmente más grande, puesto que en términos de poder uno más uno son siempre cuatro o cinco. Tengo que reconocer que en este asunto el funcionamiento del Sistema fue correcto en términos de consecución de sus objetivos. Se respetaron las reglas estéticas, alabando inicialmente el proyecto, pero, al mismo tiempo, se diseñaba una estrategia para socavarlo desde dentro de forma que resultara imposible llevarlo adelante. Para ello se contó con la colaboración de personas -cuyos nombres poco importan- que estuvieron dispuestas a participar en la destrucción del proceso. Por cierto, que nunca entendí la actuación de Alberto Cortina y Alberto Alcocer en este asunto. Se trataba de dos empresarios independientes que, al margen de otras consideraciones, habían desarrollado una empresa con indudable éxito. Por talante y edad, su objetivo lógico era desmarcarse del Sistema. No tenían ninguna necesidad de él. Antes al contrario, el Sistema los destruiría si alcanzaban excesivo poder. Frente al poder solo cabe el poder. Pero el Sistema los deglutió, al menos en el proceso de Banesto-Central. El nombramiento de Miguel Boyer como presidente de Cartera Central y candidato a la presidencia del futuro Banco Español Central de Crédito no tiene otra significación que una entrega al Sistema. Conozco suficientemente bien a Cortina y a Alcocer como para suponer el tipo de valoración que en el terreno empresarial les merece una persona como Boyer. Fue un error estratégico de primera magnitud. Es malo equivocarse de amigos, pero peor equivocarse de enemigos. La estrategia estaba bien concebida: la decisión de fusión correspondía a los propios responsables de las instituciones afectadas y la decisión de no seguir adelante también se atribuía a esos mismos


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