18 1 almas oscuras pacto de pangre

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—¡No, por supuesto que no! ¿Cómo puedes pensar eso? ¡Que seas un licántropo no es un problema para mí! —respondió ofendido. Él sería el último en tener esos prejuicios. —Entonces, ¿dónde está el problema? ¿No te gusto? —insistió exasperada. —No es eso, Keyla. Eres una mujer increíblemente hermosa y deseable, pero mis sentimientos por ti no van más allá de los que tendría por una hermana. —¿Es por ella, por esa humana? He visto cómo la miras —gruñó dándole la espalda. William no contestó—. ¿La quieres? —Se giró de nuevo hacia él con expresión ansiosa, interpretando su silencio como un sí. —Eso no importa —respondió él. —A mí sí —insistió. —Keyla —su voz sonó suplicante—, aunque así fuera, ¿qué más da? Hay un avión esperándome en Boston, me marcho en unas horas. —¿Por qué? ¿Por qué te marchas? —Debo continuar con mi vida. —¡Aquí tienes una vida! —replicó Keyla. William resopló exasperado y la miró con dureza. —¿De verdad esperas que me quede aquí, fingiendo vivir como un humano? ¿Que busque un trabajo? ¿Que compre una casa? —preguntó de modo desafiante. —Yo lo hago y no me va tan mal —respondió ella con dulzura. Acortó los pasos que los separaban y colocó las manos sobre el pecho de él—. Podrías ser muy feliz aquí si lo intentaras —ronroneó las últimas palabras como si fueran una promesa. —Puede que tengas razón, pero no quiero intentarlo. —Destrozarás a mi hermano, eres su único amigo y si lo dejas solo… —repuso consciente de que era un sucio chantaje lo que estaba intentando. —No te preocupes por Shane, viene conmigo, y tu padre está de acuerdo. —Su rostro tenía una expresión tensa, pero trató de sonreír. —Pero… El teléfono de William sonó en el coche. —Discúlpame —dijo, agradecido por la pausa en aquella incómoda conversación. Se alejó unos pasos en busca de un poco de intimidad. Cuando regresó, su rostro estaba tenso. —¿Ocurre algo malo? —preguntó ella. —Han suspendido mi vuelo. Parece que hay algún problema con el avión. No volverá a estar preparado hasta dentro de dos días —explicó con malestar. Keyla no hizo ningún comentario, pero una sonrisa de suficiencia se dibujó en su cara. Tenía cuarenta y ocho horas por delante para conseguir que William cambiara de opinión.


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