18 1 almas oscuras pacto de pangre

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él, a través del aire, oleadas de aquel sabor dulce, a la vez que metálico, que tanto deseaba. Una mezcla de sensaciones que despertaban su deseo, y su odiosa sed empezó a apoderarse de él. —Hola —musitó a su espalda, con la vista atrapada en el latido de su garganta. Kate se giró sobresaltada, y a punto estuvo de tirar su copa de ponche sobre él—. ¡Tranquila, no vengo a disculparme! —dijo con una sonrisa traviesa. Kate no pudo evitar sonreír, su rostro de ángel provocaba en ella un amor tan fuerte y lacerante que la desarmaba; perdía toda su voluntad. Tragó el sorbo de ponche que aún guardaba en la boca y una risita atragantada escapó de sus labios. —¿Dónde está tu futbolista? —susurró él cerca de su oído. —Anda por ahí, hablando de yardas y de touchdown. Y no es mi futbolista —replicó, dejando su copa en la mesa. Una canción de suave melodía comenzó a sonar. —Entonces no creo que le importe. —¿El qué? —preguntó ella en un tono tan inocente que él no puedo evitar sonreír. —Que te invite a bailar —aclaró, ofreciéndole su mano—. ¿Me concedes este baile? Kate se ruborizó hasta las orejas y empezaron a temblarle las rodillas. —No se me da muy bien bailar, y supongo que tú estás acostumbrado a hacerlo en otros ambientes —indicó sin ser muy consciente de lo que en realidad quería decir con aquella frase. —Perdona, no… no entiendo lo que quieres decir —replicó William algo desconcertado. Kate se obligó a no apartar la mirada de sus ojos. Esta vez no iba a callarse sus pensamientos, aunque a él pudieran incomodarle. —Tu forma de hablar, de comportarte; esas personas que la otra noche se inclinaron ante ti. Tú… tú no eres como los demás, como la gente que yo conozco. ¿Quién eres en realidad? —preguntó, observándolo con suma atención. William guardó silencio, ligeramente incómodo. Eso hizo que ella empezara a retorcer sus dedos, nerviosa, otra vez insegura bajo su mirada de lapislázuli. —Solo lo que ves. Todo lo demás, es la corte que sigue a un apellido que… que apenas tiene que ver conmigo — contestó al fin. —Eso no contesta a mi pregunta. William cogió una de sus manos y la llevó hasta su hombro, después le cogió la otra y la apretó con suavidad alzándola ligeramente. La tomó de la cintura y tiró de ella, haciéndola girar mecida entre sus brazos. Ella se dejó llevar y disfrutó de la sensación. —Pertenezco a una familia muy antigua que desciende de la nobleza europea. Mi educación ha sido un tanto especial, quizá por eso te parezco… diferente. —Se sentía incómodo diciendo esas palabras. —¿Eres como un príncipe? ¿Como los de las pelis? —preguntó Kate, impresionada. Empezó a reír, no porque le hiciera gracia, era culpa de los nervios. No esperaba semejante respuesta. —Dicho así suena ridículo —musitó él. Desvió la mirada y cerró los ojos un poco avergonzado. —No es… No es ridículo… Tiene sentido —observó ella fascinada, e intentó ocultar el escalofrío que cruzaba su espalda—. ¡Dios mío! Ahora me siento aún más insignificante —no se dio cuenta de que lo había dicho en voz alta y enrojeció violentamente. —Tú lo eres todo menos insignificante. Brillas con luz propia sobre todo lo que te rodea —dijo con un destello diamantino en los ojos. Entrelazó sus dedos con los de ella y la hizo girar sobre sí misma con una elegante pirueta. Volvió a tomarla por la cintura y la atrajo un poco más cerca, limitándose a observarla con curiosidad. Con aquella mirada fría e insondable que solía usar cuando quería mantenerse distante. —No me acostumbro a tu forma de hablar, ni de mirarme. Consigues que me sienta muy rara —confesó ella sin apartar sus ojos de él. —Lo siento —se disculpó, apartando la vista. —¡No, no me molesta, al contrario, me parece encantador! —Bajó la mano por el brazo musculoso de William y volvió a ascender con la suavidad de una caricia; notó cómo su cuerpo se tensaba—. Perdona, olvidé lo mucho que te cuesta que te toquen. William no dijo nada, la miraba fijamente a los ojos, sin parpadear. Rodeó por completo su cintura y la acercó un poco más a su cuerpo, con un ansia desesperada en el interior. «Un beso, solo un beso, necesito llevarme ese recuerdo», pensó. Acercó lentamente su rostro al de ella, sintiendo cómo su corazón latía cada vez más rápido, expectante. Ella sabía lo que él se proponía y que no lo rechazaría, podía verlo en sus ojos. Jill apareció junto a ellos como una exhalación. —¡Hola chicos! —jadeó. Enmudeció, de repente consciente de que acababa de interrumpir algo importante; y si tenía alguna duda al respecto, ésta se disipó cuando vio lo aturdidos que ambos estaban al girarse hacia ella—. Justin anda por ahí, buscándote como un loco. Kate se encogió de hombros con indiferencia y no contestó, ignorando por completo el comentario. Lo último que deseaba en ese momento era separarse de William. No quería apartar sus ojos de él, que aún la mantenía cogida de la mano con fuerza. De golpe, sus rodillas flojearon, y una sombra negra oscureció sus ojos. —Kate, Kate… —insistía Jill palmeándole las mejillas. —Estoy bien, estoy bien —susurró Kate, abriendo los ojos. William la sujetaba por los brazos, la mantenía dolorosamente apretada contra él. Sabía que unos minutos después vería la marca de sus dedos allí donde la sostenían


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