Abzurdah

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89 Sabía que lo que seguía iba a ser duro pero él me facilitó mucho las cosas. Me dijo que si me hacía mal verlo, a lo mejor no vernos más era la solución. Yo accedí, aliviada porque no me tocó a mí proponerlo. -Es que sigo muy enganchada con vos -Bueno, no quería tocar ese tema Su café cortado ya no existía y mis cigarrillos tampoco. Mi coca cola Light quedó a medio tomar al rayo del sol, que ahora me iluminaba solo a mí. Le dije entonces que me hiciese caso y él prometió no volver a escribirme, ni llamarme, ni nada que se le pareciese. Aceptó, no le costó nada hacerlo. “Esto me duele en el alma- dijeyo sigo enamorada de vos”. Nos quedamos en silencio y él llamó al mozo con señas. Pagó y me dijo: “¿vamos?” dando por terminada la charla. Caminamos y sentí su mirada en mi cuerpo: “cambiá esa cara por favor” me dijo. “¿Querés que ponga cara de feliz cumpleaños?”- le dije sarcástica. Le pregunté si podía dejarme en la UCA. Respondió que sí, dio marcha al auto e hicimos todo el camino en silencio. Yo me apoyé en mi mano derecha junto al vidrio y el me pellizcó el cachete izquierdo y dijo: “cambia la cara, dale”. Yo no me inmuté: ni un gesto, ni una sonrisa, ni una respuesta. Solo una mirada perdida hacia la nada, hacia cualquier cosa excepto lo que contenía ese auto. Cuando llegamos a la esquina de la universidad le dije: “dejame acá, me voy a quedar haciendo un par de cosas”. Eran mentiras, pero quería quedarme en el puerto y pensar, o solo quería sentirme “en casa”. “chau”- le dije, sin demasiadas vueltas. Le di un beso que en todo caso fue un roce de mejillas y abrí la puerta. Volvió a pedirme que cambiase la cara y a continuación dijo algo que no entendí, algo como: “voy a saber cómo estás” o “voy a preguntar cómo estás” o algo así. Ya no tenía importancia. El ruido de la puerta al cerrarse sonó a respuesta. Es un monstruo: jamás me entendió ni entendió lo de Ursula. 8 de junio de 2002 ¡Estoy tan desesperanzada, tan deprimida, tan sin identidad! Me propongo estudiar pero mi cabeza no procesa lo que estoy leyendo. No estoy cansada ya que dormí toda la tarde, pero algo me mantiene triste y enferma. No sé qué puede ser: con Alejandro jamás volví a hablar y ni siquiera pienso en él. Respecto de Ursula sigo pensando en ella, pero no estoy mal: supongo que ya lo superé (dos meses sin vos, hija).


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