Reporte Sexto Piso No. 48

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Reporte Sexto Piso Publicación mensual gratuita • Octubre de 2018

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Índice Recomendación de los editores Una lección de música  |  4 Ernesto Kavi

Angustiarse por la angustia   |  7 Eduardo Rabasa

Columnas Glissandos en el laboratorio global  |  29

Dossier: Capitalismo o el fin de la historia |  10 Por un New Deal Internacional  |  12 Yanis Varoufakis

El capitalismo es el único responsable de la explotación devastadora de la naturaleza  | 20 Alain Badiou

Al capitalismo no le gusta el silencio  |  23 Entrevista con Byung-Chul Han

Carmen Pardo

Lecturas

Cato y su cola | 27

Martes | 9

Powerpaola

Creencias obsoletas | 35 donDani

Where you been?  |  37 Wenceslao Bruciaga

Psycho Killer  |  39 Carlos Velázquez

Lucía Treviño

La tercera reinvención  |

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Ben Fountain

76 hipótesis con una sola objeción  |

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Gabriela Jauregui Portada de este número: Ilustración de Arnal Ballester, del libro Invitación al tiempo explosivo, de Julián Lacalle y Julio Monteverde (Sexto Piso, 2018).

Reporte Sexto Piso, Año 6, Número 48, octubre de 2018, es una publicación mensual editada por Editorial Sexto Piso, S. A. de C. V., París #35-A, Colonia Del Carmen, Coyoacán, C. P. 04100, Ciudad de México, Tel. 5689 6381, www.reportesp.mx, informes@sextopiso.com. Editor responsable: Eduardo Rabasa. Equipo editorial: Rebeca Martínez, Diego Rabasa, Felipe Rosete, Ernesto Kavi. Diseño y formación: donDani. Reservas de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2017-071710465800-102. Licitud de Título y Contenido No. 16768, otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Impresa en Impresos Vacha, José María Bustillos 59, col. Algarín, cp 06990, Ciudad de México. Este número se terminó de imprimir en octubre de 2018 con un tiraje de 3,000 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización del Instituto Nacional del Derecho de Autor.


Recomendación de los editores

Una lección de música

Ernesto Kavi

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o es frecuente que un poeta escriba una novela. Y, cuando lo hace, es lícito preguntarnos por las razones que lo empujaron a acometer tal empresa. La poesía es un ejercicio cotidiano, porque se alimenta de todo lo que nos rodea, a cada instante, conversaciones, imágenes, rostros, ruidos, viajes, recuerdos. Para abrirse La única culpa del ser diatas, más sencillas, más fuertes. A Roberto al poema es necesario abrir nuestro cuerpo humano es no aceptar Bolaño, quien siempre se consideró poeta, fue al mundo, poner atención en cada una de la responsabilidad de alimentar a sus hijos lo sus frases, en cada acento, cada tono, escu- la vida. Pero, dice Morá- que le empujó a escribir novelas, a los cuarenchar cuidadosamente lo que trata de decir- bito, esa culpa se puede ta años, imaginando que así podría ganar un nos. La poesía es un ejercicio cotidiano, muy poco más de dinero. Quizá la respuesta sea: la difícil; pero no es necesario escribir todos redimir. Y se puede necesidad. La necesidad de entrenarse, la necelos días un poema. Por el contrario, hay que redimir de la forma más sidad de ganar dinero, o prestigio, la necesidad ser pacientes, dejar que la materia con la que de conocer todos los aspectos de la lengua, aun construiremos el poema se vaya acumulando sencilla: leyendo libros, de maltratarla, subyugarla, uniformizarla, darle poco a poco, como el ámbar, como una savia aprendiendo historias, un propósito, exigirle que descienda a la tierra o una resina que tarda años en crearse; sólo y sea una herramienta más en nuestras manos, entonces, cuando hayamos acumulado la su- escuchando la música y no pájaro solitario surcando el cielo. ficiente materia, podremos escribir. La prosa de las palabras. La exFabio Morábito es un caso especial. Y no es diferente, necesita una práctica habitual, porque su lengua materna no sea el español, casi urgente. No necesita la espera, es inme- piación de nuestra única sino porque sus dominios, su origen, su tierra diata, se abre camino como un fuerte caudal, culpa está en la poesía. natal, su lengua materna, es la poesía. Quiedesborda, va anegando todo a su paso, y ése ro decir, es evidente, si recorremos un poco su es su problema, su fuerza, su rapidez, su incontinencia, que pueden literatura, que se trata de un poeta, que es alguien que espera, que destruir todo lo que atraviesan. También la lengua. Pero, cuando un escucha, que pone atención, que cuida la lengua, y que nunca inpoeta escribe una novela, no puede ocurrir eso. Su mayor tesoro es la tentaría transformarla en su esclava, porque sabe que, en cualquier lengua, y no puede permitirse lastimarla. Tiene que lograr el difícil momento, podría liberarse y atacar. Sólo los novelistas creen que la equilibrio entre la premura y la paciencia, entre el ruido y la músilengua se puede controlar y ser utilizada, sin ninguna consecuencia, ca, entre la rapidez y la inmovilidad. Quizá el mayor ejemplo de ese para nuestros fines. Morábito no. Por eso en El lector a domicilio, su equilibrio sea Pedro Páramo. Pero no todos los poetas lo han logrado. segunda novela, lo sentimos dudar, caminar lentamente sobre un Sabemos que Octavio Paz intentó escribir una novela y, después de lago congelado, poniendo el máximo cuidado en no tropezar, en no unos cientos de páginas, se dio cuenta de que lo mejor era destruirla. permitir que la fina capa de hielo por la que atraviesa se rompa. El Pero, ¿por qué un poeta escribe una novela? Es una pregunta para lector a domicilio es una novela de poeta, es decir, no quiere contar la que me parece difícil encontrar una respuesta. La más obvia es que algo, lo importante no es la historia, sino permitir que el libro acoja se trata de un ejercicio, una especie de entrenamiento, o de prueba, los sonidos con los que se tejen las historias, y que resuenen hasta para la gran batalla que es el poema. Como respuesta no me satisfanosotros, de forma clara, como si fuese la primera vez que abrimos ce, porque hay otros ejercicios mucho mejores, como los cuentos, nuestros oídos en el inicio del mundo. La historia que narra es sólo los ensayos, las cartas, los diarios. Hay otras respuestas, más inmeuna metáfora de todo esto. Eduardo, el protagonista, un hombre de treinta y cinco años, empleado en la mueblería que fundó su padre, incapaz de dar un propósito claro a su propia vida, ha cometido una pequeña infracción a la ley y, para redimirse, debe cumplir con algunas horas de trabajo comunitario. Lo insólito es el tipo de trabajo que debe acometer: lector a domicilio. Tiene asignadas siete casas. Lee para personas que, como él, no parecen haber encontrado su lugar en el mundo, o que han decidido renunciar a sus vidas, abandonándose a una existencia casi mineral, abocada a la petrificación del cuerpo. Sus anfitriones son seres difíciles de comprender, no por una oscura profundidad, sino por su extrema superficialidad, como si fuesen


una clarísima planicie. Los hermanos Jiménez: dos hombres enclaustrados en su casa, uno de los cuales, mudo y acaso retrasado mental, es el títere del otro, pero en realidad nunca sabemos con certeza quién controla a quién. Sólo escuchan las lecturas de Eduardo para burlarse de él, a veces hasta la crueldad. Son los primeros en darse cuenta de que Eduardo es como un títere que no entiende ni escucha lo que lee. La familia Vigil, un hogar en el que todos son sordos, excepto los niños, pero ellos simulan serlo, se sienten obligados a serlo. Como si en esa familia escuchar fuese la peor vergüenza, la peor de las faltas morales. Los Reséndiz, un matrimonio acaudalado cuyo único interés es organizar reuniones y escalar en la estima de la pequeña burguesía de provincias en la que viven. El coronel Atarriaga, ya retirado, solitario, cansado, cuyo único placer es dormir mientras Eduardo lee en voz alta. Margó Benítez, cantante de ópera, una mujer madura y bella postrada en una silla de ruedas pero, sobre todo, en los anhelos de lo que pudo ser su vida. Es ella quien, con su dulzura, le hará comprender a Eduardo que, de alguna forma, no sabe leer, porque no escucha. Para cada uno hay un libro en particular : El desierto de los tártaros de Buzzati; La isla misteriosa de Julio Verne; Otra vuelta de tuerca de Henry James; los poemas de Gianni Rodari… Pero ninguno de esos libros importa. Nunca escuchamos sus líneas, su música, sus historias. Son libros mudos. Morábito tiene una obsesión por la escucha, por la música de la lengua, por los sonidos del mundo. Quizá ésa es una obsesión que todo poeta tiene. Porque la poesía y la música son lo mismo. Perder el oído, para un poeta, es perder el rumbo, extraviarse, volverse roca o tierra yerma. Sin el ritmo, la poesía no es nada. En la novela de Morábito todos han perdido el oído, todos han perdido la facultad de escuchar. Todo es ruido o silencio. No música. Todos viven en una tormenta de estridencia y furia, de desesperanza y dolor, incapaces de hallar un ritmo. Nadie entiende nada de lo que lee Eduardo, ni siquiera él mismo. Las lecturas a domicilio son reuniones para paliar la soledad, para colmar alguna falta, para conciliar el sueño, para organizar fiestas. Pero a nadie le importa la lectura en sí, ni los libros, ni las historias. Quizá la única que no ha perdido el oído es la cantante, Margó Benítez. Ella enseña a Eduardo a poner atención a cada palabra que lee. Es la primera en reprocharle que no lee con atención, que se ausenta cuando comienza la lectura. Pero él no parece entenderla del todo. Porque, perder el oído, es encerrarse en sí mismo, enclaustrarse en la soledad. En la novela, Margó Benítez quedará muda por siempre, porque nadie nunca habrá sabido escucharla. El lector a domicilio es un Bildungsroman, una novela de aprendizaje. Pero el paso hacia la madurez no está cifrado en el transcurrir del tiempo, en los años de estudio, en las aventuras y los fracasos del amor, sino en la iniciación hacia la escucha. Eduardo pasa del silencio a la música, del ruido a la armonía, de la sordera a la apertura del oído. La novela narra la historia de un hombre sordo que recupera la capacidad de escuchar, gracias a la literatura y, fundamentalmente,

El lector a domicilio Fabio Morábito Narrativa Sexto Piso 2018 • 162 páginas

gracias a la poesía. «Desensordecer, dice Eduardo, es el mejor fruto de mi breve carrera de lector a domicilio (…) También aprendí a quitarme mi sordera innata, a salir un poco, entre tantos sordos, de mi burbuja, y a saber lo que digo cuando me oigo decirlo. Así he llegado a mis treinta y cinco». Y Eduardo festeja su nuevo año, su nueva vida, rodeado de la familia Vigil, los únicos que son sordos de nacimiento, pero también los únicos que supieron reconocer, y aceptar, que saber escuchar no tiene nada de vergonzoso, y que abrirse a los otros, abrirse al encuentro del mundo y, quizá, a la felicidad, no es ninguna falta. Y, finalmente, podríamos decir que El lector a domicilio es una novela sobre la culpa. «¿Cómo un hombre puede ser culpable?», se pregunta Kafka en El proceso. Y Morábito parece querer responder a esa pregunta a lo largo de su novela. Y nos dice que la única culpa del ser humano es su sordera, que es como decir su soledad, su encierro, su incapacidad para acoger a los seres y a las cosas del mundo. La única culpa del ser humano es no aceptar la vida. Pero, dice Morábito, esa culpa se puede redimir. Y se puede redimir de la forma más sencilla: leyendo libros, aprendiendo historias, escuchando la música de las palabras. La expiación de nuestra única culpa está en la poesía. Porque la poesía es un don, el don de todo lo que somos y tenemos en la vida, pero que ignoramos poseer. La poesía es aquello que nos permite verlo, escucharlo, darle presencia, hasta convertirlo en música, en aire que entra por las puertas abiertas de nuestra existencia. En El lector a domicilio Fabio Morábito nos ha dado una lección de música, nos ha enseñado a deletrear nuestro nombre, a escuchar a los seres del mundo, y a salir, por fin, de nuestro propio silencio, y plantar así, como quería Rilke, un alto árbol en nuestro oído. •

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Angustiarse por la angustia

Recomendación de los editores

Eduardo Rabasa

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no de los conceptos centrales de la obra de Jacques comprendido este fenómeno, y existen estrategias específicas que lo Lacan es el conjunto de relaciones, ideas y demás estímulos a fomentan y sacan provecho del estado de angustia generalizado que los que como sujetos estamos expuestos a lo largo de la vida, por él se ha producido en esta vertiginosa fase de turbocapitalismo neolidenominado Gran Otro. Por supuesto que incluye a los padres como beral. Sin embargo, quizá lo más inquietante de un libro como éste influencias decisivas, pero el Gran Otro lacaniano los excede para no sean los mecanismos desplegados por villanos tan evidentes coincluir la compleja red de expectativas, dictados, modelos a seguir, mo las autoridades y las corporaciones que nos rigen, sino el grado así como las correspondientes fantasías y ansiedades que suscitan en de complicidad gustosa con el que en muchos casos los ciudadanos/ nosotros, que resultan instrumentales para consumidores nos entregamos a participar orientar nuestra conducta. En ese sentido, el El objetivo ya no es (sola- en acuerdos que después serán precisamente sistema bajo el cual vivimos no es en absolulos que conviertan a la vida en un angustiante to una abstracción paranoide, sino una pre- mente) vender tal o cual carnaval. sencia decisiva, incluidos por supuesto sus producto, sino ofrecer *** rasgos intangibles, hasta aquellos de los que no podemos tener certeza plena acerca de una supuesta experiencia Nuevamente siguiendo a Lacan, Salecl explisu existencia. Como muestra con gran claque cuando el sujeto aprende el lenguaje y de vida asociada a dicho case inserta ridad una época de desvaríos políticos como en el orden simbólico, con todas las la actual, las mentiras y los delirios forman consumo (el producto normas, prohibiciones y demás que ello conparte sustancial del Gran Otro, en tanto milleva, abandona el estado de jouissance de una puede perfectamente llones de personas los incorporen a su vida especie de conciencia indiferenciada, y asucotidiana y tomen decisiones a partir de ello. ser una red social), con me la falta que tratará (sin éxito) de llenar, o No en vano, los distintos tiranuelos histórial menos de sobrellevar, durante el resto de lo cual, se sigue lógicacos y contemporáneos suelen comprender su vida. En ese sentido, las fantasías funciomuy bien la enorme importancia política de mente, es la vida misma nan para otorgarnos cierta seguridad frente lo simbólico como movilizador de afectos los inevitables límites a los impulsos, y por la que se convierte en el aejemplo, extremos como el miedo o el odio pues, de la melancolía, al sustituir la falta nuevo, lo importante no es si ciertos gestos producto que debemos con el objeto perdido que produce el estado o proclamas resistirían un examen básico de melancólico, de alguna manera «soluciona» adquirir: «Es como si la veracidad, sino el hecho de que una parte la falta a través de una pesadumbre sin saliimportante de la sociedad los haga suyos. vida humana se hubiera da que, no obstante, cumple la función de La filósofa eslovena Renata Salecl ha esal sujeto lidiar con su incompletud transformado en el últi- permitir crito un magnífico ensayo sobre la angustia, esencial, pues el sufrimiento se convierte en donde muestra de manera contundente que mo producto comercial». la misión que dará sentido a su vida. se trata de uno de los estados esenciales bajo En cambio, «la angustia no está alentada los cuales transcurre la vida contemporánea, pues precisamente conpor la falta del objeto sino más bien por la falta de la falta, es decir, sidera que tanto gobiernos como corporaciones han potenciado y la emergencia de un objeto en el lugar de la falta» (p. 84). Sólo que, a diferencia del melancólico y el objeto perdido que lo obsesiona, el objeto que genera la angustia es por naturaleza más ubicuo e inasible y, por lo tanto, es infinitamente más susceptible de producir efectos a nivel colectivo. En la actual «era de la angustia», algunos de los «objetos» que producen el estado de angustia son la guerra, el terrorismo, la precariedad laboral, el anhelo de fama y riqueza, de adquirir el juguete tecnológico que sí habrá de volvernos personas plenas, y una larga lista de etcéteras.


Angustia Renata Salecl Traducción de Márgara Averbach Ediciones Godot 2018 • 216 páginas

En el caso del terrorismo o, para utilizar un ejemplo más local, de la guerra contra el narcotráfico, lo que angustia no es ser víctimas concretas de ninguno de los dos fenómenos, pues en ese caso ya no habría nada de lo cual angustiarse (estaríamos muertos), sino que en buena medida gracias a las políticas y narrativas gubernamentales, se han convertido en presencias fantasmáticas que producen un estado de angustia generalizado, frente al cual la población no puede hacer gran cosa más que tomar medidas que, en sentido estricto, siempre serían insuficientes para afrontar el peligro real, si llegara a presentarse. Lo que resulta muy agudo de la perspectiva de Salecl es que permite darnos cuenta de que el hecho de que en ambos casos se insista en políticas que no sólo no alivian el problema sino que contribuyen a magnificarlo, no obedece a mera ineptitud gubernamental (y ni siquiera es necesario recurrir a la siempre sospechosa teoría de la conspiración), sino que a nivel sistémico son fenómenos que sirven a propósitos específicos. Tanto en Estados Unidos como en México, las respectivas militarizaciones derivadas de la guerra contra el terrorismo y contra el narcotráfico se traducen en concreto en pérdida de libertades civiles, en un estado de excepción prácticamente perpetuo donde cualquier medida está justificada ante el peligro que tenemos enfrente, y en un adormecimiento político generalizado que impide que se cuestione verdaderamente el actual sistema de raíz, pues: «Por desgracia, el aumento de la angustia contribuye al statu quo, porque quienes están constantemente preocupados por su propio bienestar no suelen desafiar los mecanismos del poder» (p. 14).

*** En el caso de las corporaciones —y aquí es importante recordar que empresas como Apple, Amazon, Google o Facebook son literalmente más ricas que la inmensa mayoría de los países a nivel mundial, y que la riqueza de los ocho hombres (hombres, todos) más acaudalados del mundo equivale a la del 50% de la población mundial, es decir, 3000 millones de personas—, a lo que asistimos es a un cambio de modelo para relacionarse con el consumidor, creando «relaciones de confianza» e intentando anticiparse a sus futuros deseos, pues «las experiencias culturales son más importantes que los bienes y los servicios» (p. 94). El objetivo ya no es (solamente) vender tal o cual producto, sino ofrecer una supuesta experiencia de vida asociada a dicho consumo (el producto puede perfectamente ser una red social), con lo cual, se sigue lógicamente, es la vida misma la que se convierte en el producto que debemos adquirir: «Es como si la vida humana se hubiera transformado en el último producto comercial» (p. 96). Entonces, aquí el viraje de la angustia se produce porque no es simplemente la envidia o la impotencia que nos genera no poder comprar la casa, el coche, el iPhone del vecino, sino la sensación per-

petua de que la vida misma se está viviendo de manera errónea, que son siempre los otros (que además aparecen tan guapos y divertidos todo el tiempo en sus cuentas de Instagram) los que participan de la jouissance que a nosotros nos está negada. La tan evidente idea contemporánea de que existen formas más correctas de vivir la vida, de aprovecharla, de sacarle hasta la última gota de experiencia para… para quién sabe qué (pues la paradoja es que ni siquiera creemos en el más allá como recompensa), además de convertir al sector de la población que puede permitírselo en cazadores furtivos de experiencias de calidad de todo tipo, promueve justamente la introyección de la narrativa corporativa de la «economía de la experiencia». Si nos detuviéramos a pensarlo —o si nos sinceráramos—, es altamente probable que casi todos admitiríamos que interactuar cada cinco minutos en nuestras redes sociales, o estar pendientes de la última App que sí nos dice dónde se maximiza la experiencia de pasar un rato de calidad en el más reciente establecimiento trendy, en realidad nos genera más ansiedad que cualquier tipo de bienestar que pudiera producir. Pero, y aquí es donde me parece que reside el aspecto crucial del libro de Salecl, es cierto que al mismo tiempo, al colocar al objeto inasible (un número ilimitado de seguidores o de likes, o la certeza de que sí disfrutamos de ese café en el lugar más indicado) en el lugar de la falta, la angustia cumple la función de contribuir a no tener que hacernos cargo de nosotros mismos y de nuestros deseos en un sentido más profundo, pues el desplazamiento angustiante ocupa los pensamientos y, en buena medida, una creciente parte de nuestras vidas.

*** Así que el sadismo del sistema neoliberal parecería apuntar hacia generar un estado de precariedad-angustia perpetuo en el 99% de la población, con la consiguiente (y necesaria) docilidad política, laboral y demás. En terminos estrictos, el propio orden de cosas produce que convivamos con la muerte de manera sumamente ubicua (guerras, terrorismo, narcotráfico, criminalidad), a la par que la creciente precarización laboral produce igualmente un estado de incertidumbre constante, donde perderlo todo en algún momento se vuelve una opción cada vez más probable. E incluso los líderes no están exentos de la angustia, pues en su caso existe la preocupación por cómo acumular más, derrotar a la competencia, o extraer otro poco del excedente de los consumidores. Ante este panorama, se vuelve absolutamente lógico el abuso de pastillas antidepresivas, así como los niveles crecientes, estadísticamente hablando, de consumo de alcohol y de drogas, pues se convierten en prótesis que permiten, a través de la excitación o del sopor, escapar de manera momentánea a la ansiedad estructurada como orden sociopolítico, ese Gran Otro un tanto demencial bajo el cual nos ha tocado vivir en la actualidad. Y es que, como bien argumenta Renata Salecl, la angustia es una consecuencia lógica e incluso, de manera inesperada, una respuesta «sana» como defensa psíquica ante la realidad circundante y sus continuas demandas sobre una existencia que hace tiempo dejó de pertenecernos plenamente. •

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Martes

Lucía Treviño

Es martes, pienso.

Aunque sólo me atrevo a decírselo cuando tiene su pena hasta el fondo de mi alma. (Escribí pena, en lugar de pene).

He pensando tantas veces en que es martes.

(A veces también siento su pena). (O la imagino).

Seguro hasta he intentado que un martes sea martes, que suceda martes. Lo que sea que eso signifique. Que cuando me pregunten qué día es hoy, yo conteste: martes. Le he preguntado: ¿por qué eres martes, martes? ¿Qué quieres, martes? Por qué no lunes o domingo. ¿Qué te vuelve hoy y no ser después o antes? Eres martes por Marte. No eres viernes cambiante ni un jueves tan Júpiter. Y esas ganas de definir todo lo indefinible me recuerdan que me ha tocado este cuerpo. Que estoy sobre esta mesa escribiendo con estas manos. Que las nubes han acaparado el cielo.

Como una amenaza. (El pene o la pena). Como el pedazo de ser que me falta, esa que abraza mi vacío. No me decido por ninguna versión. No me culpen, son sólo pensamientos fantasmas. Odio las palabras y también las amo. Odio porque con ellas traiciono lo que siento en mi ignorancia y, rara vez, descubro la verdad. Pero lo intento. Es como apostar. Con una vez que ganes vuelves a arriesgarlo todo con tal de ganar de nuevo. Pero es martes, y un poema no lo cambia en nada. O tal vez un poco. ¿Qué define al martes?

Que la soledad llega antes de dormir y no al despertar.

La energía de un paso más allá. La segunda casilla.

Que yo le llamo soledad a una cama a medias en donde me recuesto del lado izquierdo.

El cuadrito número dos en el calendario (si es mexicano), tres (si es gringo). La palabra mar contenida dentro.

Estoy enamorada de un hombre que duerme del lado derecho, pero sólo compartimos la cama para que seamos un mismo cuerpo.

La posibilidad de los encuentros ingenuos en cafeterías y lugares de té. La seguridad de no salirse de la raya. Las aguas calmas.

Cuando somos dos desbordamos el cuarto y la noche de palabras,

El silencio a las diez de la mañana.

y hasta sucede que yo no logro zarpar a la tierra de los sueños. Lo observo mientras duerme.

Los ojos alumbrando. Sin ganas de llorar. Es casi el comienzo. Pero ya hemos avanzado.

Lo escucho respirar.

El bagaje ligero.

Esperando a que por lo menos hable dormido y me cuente algo.

Sucede el viaje del hombre fuera de esta ciudad. Mientras lleno aún con más palabras la espera. El trabajo con estoicismo.

Tengo miedo de que rechine los dientes, sintiendo que se enoja porque la realidad no es como quiere y sus sueños se lo recuerdan.

Correr con las piernas imaginándolas alas de mariposa. Pagar las deudas.

No podemos estar dos así en la misma cama. Uno tiene que aceptar las cosas como son,

Como si fuéramos la planta que brota

Sentirse parte de todo lo demás. Pertenecer.

a la realidad como una constante oportunidad de cambiarnos. creciendo en silencio Aunque podamos turnarnos: hoy me convences tú, mañana yo. Pero no se lo diré.

bien tomada de la tierra con sus raíces tiernas recibiendo lluvia o sol o viento.

Tiene los ojos grandes y las pestañas largas. Se me olvidaba la belleza de sus ojos.

Es martes y,

Es frágil, ahora lo recuerdo porque también esto se me olvida. Está demasiado vivo y por eso lo amo.

por un segundo, en esta eternidad, reverdece.

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Ilustraciones de esta secciรณn: Naandeyeah


Capitalismo

o el fin de la historia E

n 1989 la Unión Soviética estaba por colapsar y el muro de Berlín había caído. La Guerra Fría pronto llegaría a su fin y de la batalla que, hasta entonces, había dividido al mundo en dos, surgiría un vencedor inapelable: el capitalismo. En esa batalla estuvieron en juego dos formas de comprender la vida, dos formas de construir una sociedad, su economía, su política, su justicia y, aun, su idea de belleza. En ese contexto, Francis Fukuyama, entonces funcionario en el Departamento de Estado en Washington, escribió un artículo ya célebre, «¿El fin de la Historia?». En él afirmaba «la universalización de la democracia liberal occidental como forma final de todo gobierno humano». Para Fukuyama, la democracia liberal —que es la unión del liberalismo económico y el liberalismo político, es decir, la unión de la democracia y el capitalismo— es «el punto final de la evolución ideológica de la humanidad». Hoy, a pesar de todos sus detractores, desde Samuel Huntington hasta los movimientos antiglobalización, nada parece desmentirlo. Tampoco el islamismo radical, tampoco los llamados gobiernos «populistas». El mundo de hoy, carente de imaginación, de lucidez y de espíritu de rebeldía, y falto de toda esperanza, es incapaz de crear una alternativa ideológica al capitalismo. A tal punto que Fredric Jameson ha podido afirmar: «Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo». ¿Estamos en verdad frente al final ideológico de la humanidad? Los defensores de esta idea sostienen que la libertad, los derechos humanos y la democracia son un límite insuperable, y que dar un paso más allá significa, en realidad, un retroceso hacia épocas oscuras. Los detractores apelan a la gran desigualdad social y económica que ha creado este sistema, exigen una separación del liberalismo económico y del liberalismo político, y reclaman un capitalismo responsable y con un rostro social. Pero nadie apunta a un nuevo camino. En Reporte Sexto Piso hemos querido abordar esta problemática, interrogarnos por las consecuencias del capitalismo y las posibles salidas. Yanis Varoufakis, ex Ministro de Finanzas de Grecia durante el primer gobierno de Alexis Tsipras, nos entrega un importante artículo donde propone un nuevo pacto

social y económico para impulsar el gasto social, reducir la pobreza, una moneda común mundial y las estrategias para evitar una nueva crisis. Estas ideas constituyen la base de un programa económico que impulsa junto con Bernie Sanders en Estados Unidos, y en Europa con el partido paneuropeo DiEM25. Byung-Chul Han, en una entrevista con el director de teatro alemán Thomas Ostermeier, aborda los efectos del capitalismo en la vida cotidiana, en las artes escénicas, en los sentimientos y refuta las ideas de Walter Benjamin, quien consideraba el capitalismo como una nueva religión. Y, finalmente, el filósofo francés Alain Badiou, analiza la destrucción que ha causado el capitalismo y las catástrofes ecológicas, políticas, económicas y éticas a las que nos ha llevado, y nos propone no un regreso, sino una refundación del comunismo. Todos los pensadores de hoy parecen decirnos que estamos de verdad frente a un callejón sin salida, que lo único que podemos hacer es mitigar un poco los efectos del capital, y tratar de aprovechar sus beneficios. Pero quizá habría que mirar un poco al pasado. Tal vez, se me ocurre, en los cursos sobre el neoliberalismo que Michel Foucault dictó en el Colegio de Francia podrían existir algunas respuestas. Foucault detecta en el neoliberalismo algunas estrategias subversivas que podrían ayudarnos a escapar de las redes del poder. Es una apuesta de todo o nada. Es una hipótesis que, si la llevamos a cabo, podría costarnos la vida, la nuestra y la del planeta; pero también podría refundarla. Tal vez, y sólo tal vez, debamos permitir que el capitalismo cumpla con su trabajo y con sus promesas, es decir, con la destrucción del Estado y con la sustitución de la sociedad por el individuo como base de toda política, para lograr pensar una alternativa ideológica. Quizá debamos centrarnos en las estrategias subversivas del propio capitalismo, apropiárnoslas, y utilizarlas contra él. Porque la dirección que toma el capitalismo es la anarquía. Y tal vez sólo desde la anarquía, liberados del poder del Estado, del capital y de la sociedad, la imaginación pueda crecer y entregarnos en sus frutos una nueva idea de la vida, y forjar así otra política, otra sociedad y otro arte. • Ernesto Kavi

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Por un New Deal Internacional

Lecciones de 2008 para más allá de 2018 Yanis Varoufakis

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l año 2008 estuvo marcado por la experiencia cercana a la muerte del capitalismo globalizado. Una década después, no tenemos derecho a ver esos eventos como parte de nuestra historia económica. ¿La razón? Todavía seguimos enredados en la crisis desencadenada por los acontecimientos de 2008, los cuales siguen formando hoy parte central de nuestro presente. La misma crisis toma diferentes formas en diferentes lugares, migrando de un continente a otro, de un país a otro. La crisis muta de generador de desempleo a una máquina deflacionista, de ahí a otra crisis bancaria y a un amplificador de los desequilibrios globales del comercio y el capital. Agota los ahorros de la clase media en Alemania y Holanda, comprime los salarios en Occidente, provoca burbujas de crédito en China, mantiene a Grecia y a la periferia de Europa en un estado de permanente Gran Depresión, alimenta el Brexit y el descontento en áreas suburbanas de los Estados Unidos y Europa. Por último, pero no por ello menos importante, pone en peligro las perspectivas de vida de millones de personas en los denominados países emergentes. Además, quisiera argumentar que las causas de la crisis de 2008 están intactas, los desequilibrios que la desencadenaron están empeorando y la política democrática —el único antídoto para esta crisis y la siguiente— se encuentra, trágicamente, en un estado de deterioro como resultado de la interminable crisis que nos reportó el 2008.

Pero, para que no se asusten ante la perspectiva de una charla empapada de tristeza y fatalidad, permítanme prometer que concluiré —al pasar de hablar de 2008 a las lecciones para más allá de 2018— con un mensaje optimista: ¡Sí, podemos! Podemos dejar atrás el 2008 de una manera que fortalezca la democracia y brinde una prosperidad verde compartida por la mayoría de las personas en la mayoría de los países.

Sobre la naturaleza y las causas de 2008 2008 fue el año 1929 de nuestra generación. El sistema financiero globalizado colapsó y sólo fue apuntalado por dos intervenciones masivas: primero, las instituciones de los Estados Unidos respaldaron a los bancos mundiales y sus negocios dolarizados en el extranjero con centros en Londres, Frankfurt y también aquí, en París: la Fed (sistema de la Reserva Federal de los eeuu), con sus gigantescas líneas swap de intercambio principalmente, pero también el Tesoro de los Estados Unidos. Un banquero del bce se refirió con precisión a los bancos centrales europeos en 2008 (el bce, el Banco Central de Suiza y el Banco de Inglaterra en particular), al afirmar que se habían convertido en la 13ª rama del sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos. En segundo lugar, China, cuyas autoridades aumentaron magníficamente el crédito y la inversión en un intento juicioso, por un lado, de reemplazar la demanda agregada doméstica (perdida por la caída libre de las exportaciones de China) y, por otro, para ganar tiempo y poder actuar en conjunto con Europa y los Estados Unidos. Mientras que el mundo de las finanzas se salvó de sí mismo gracias a los estados de los Estados Unidos y China, la experiencia cercana a la muerte de la financiarización tuvo repercusiones que se sintieron en todas partes. El efecto agregado sobre la producción y el comercio fue mayor en los dos primeros años de la crisis que en el de la Depresión del 1929. Las certezas creadas durante décadas por el pensamiento del establishment —por ejemplo, que los mercados se autorregulan y la política es en gran medida irrelevante— habían desaparecido, junto con alrededor de 40 billones de capital a nivel mundial, 14 billones de riqueza familiar y 700,000 empleos cada mes, tan sólo en eeuu, e innumerables viviendas embargadas en todas partes. ¡Incluso McDonald’s, por el amor de Dios, no pudo asegurar sus números rojos con el Bank of America! Mientras tanto, la respuesta de los gobiernos que hasta ahora se habían aferrado tenazmente al conservadurismo fiscal, tal vez como la última ideología superviviente del siglo xx, causó un gran asombro y perplejidad. Una vez que se dieron cuenta de que no era suficiente con inyectar billones de dólares, euros, yenes, etc. en un sistema financiero que había estado unos meses antes nadando en ganan-


cias y liquidez, nuestros presidentes y primeros ministros, hombres y mujeres con impecables credenciales sobre el mercado libre y el antiestatismo, se embarcaron en una juerga de nacionalización de bancos, compañías de seguros y fabricantes de automóviles que pone en vergüenza incluso las hazañas de Lenin. Aquí, en la Europa continental, donde habíamos creado una extraña unión monetaria con un banco central sin un Estado que la respaldara y con diecinueve gobiernos responsables de rescatar a los bancos nacionales, pero sin un banco central para respaldarlos, el resultado fue una política de contracción notablemente contraproducente, que duró de 2008 a 2015. Es esta misma política la que causó una derrota histórica al capitalismo europeo, una derrota que, a pesar de las diversas proclamas de que la crisis ha terminado, todavía está con nosotros, deprimiendo la inversión real y la productividad y envenenando nuestras democracias, haciéndolas vulnerables a la xenofobia orquestada y a un pánico moral en torno al tema de la migración. Entonces, ¿qué causó los eventos de 2008? Después de 2008, incluso aquellos que habían argumentado que era imposible que los acontecimientos de 2008 ocurrieran, ahora se han convertido en expertos de sus causas. Así es la vida. Pero veamos las diversas explicaciones: · Crecientes desequilibrios comerciales · La financiarización crea una dinámica tóxica: la narrativa del riesgo sin riesgo que produce un riesgo sistémico masivo que se alimenta de sí mismo. · Teoría económica tóxica que ayuda e incita las finanzas tóxicas; por ejemplo, la Hipótesis del mercado eficiente, la Hipótesis de las expectativas racionales, el llamado Modelo de ciclo real de negocios, la Captura del regulador. · La entrada de 2 mil millones de trabajadores (de los antiguos Estados comunistas, de China y de la India) en el proletariado global. · El exceso de ahorro global que estos desarrollos engendraron. · Los bancos centrales luchando en una guerra equivocada contra el precio, no activo, de la inflación.

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Todas estas explicaciones son verdaderas y aptas. Pero, quiero argumentar que todas estas explicaciones son en sí mismas síntomas de una causa más profunda: una subyacente macro-dinámica global que se ha estado desarrollando desde la década de 1940. En resumen, mi argumento es que estos desarrollos que precipitaron los acontecimientos de 2008 fueron causados ​​por la naturaleza de la transformación de eeuu, que pasó en este periodo de ser una economía hegemónica cuyo excedente era utilizado (por medios políticos) para estabilizar Europa y Japón, a una economía deficitaria cuya hegemonía creció como resultado de estabilizar la demanda global agregada a través de sus crecientes déficits gemelos.* Para ver esto, debemos comenzar por el principio: en 1944 y en la Conferencia de Bretton Woods. Cuando la guerra estaba llegando a su fin, la administración de los New Dealers en Washington entendió que la única forma de evitar el regreso de la Gran Depresión, una vez que las armas habían sido silenciadas, era reciclar los excedentes de Estados Unidos en Europa y Japón, y así generar en el exterior la demanda que mantendría a las fábricas estadounidenses produciendo todos los relucientes nuevos productos de consumo que la industria estadounidense cambiaría al final de la guerra. El resultado fue el proyecto de dolarizar Europa, de fundar la Unión Europea como un cártel de la industria pesada y de construir Japón, todo dentro del contexto de una unión monetaria global que era el sistema de Bretton Woods y su nueva filosofía subyacente según la cual el dinero era copropiedad de quienes lo tenían y de la comunidad global que lo respaldaba. Un sistema que presenta un régimen de tipos de cambio fijos anclados en el dólar estadounidense, tasas de interés casi constantes, bancos aburridos (que operan bajo severos controles de capital) y una gestión encabezada por los Estados Unidos de la demanda agregada de bienes y servicios del capitalismo global. Este deslumbrante diseño nos trajo una Edad de Oro de bajo desempleo, baja inflación, alto crecimiento y una desigualdad reducida masivamente. Por desgracia, a fines de la década de 1960, los cimientos de Bretton Woods se estaban desintegrando. El superávit estadounidense, que era la base del sistema monetario mundial, desapareció. Esto, combinado con el intento perenne de los banqueros de desvincularse de las restricciones impuestas sobre ellos crearía más tarde, con la bancarrota de Bretton Woods en 1971, el mercado offshore de eurodólares que se convertiría en la base de la financiarización. De hecho, en 1968, Estados Unidos había perdido sus superávits, había caído en crecientes déficits gemelos y, por lo tanto, ya no era capaz de estabilizar el sistema global que había creado reciclando un superávit que ya no tenía. Nunca demasiado lento para aceptar la realidad, Washington mató su mejor creación: el 15 de agosto de 1971, el presidente Nixon anunció la expulsión de Europa y Japón de la zona del dólar. La decisión del presidente Nixon se basó en la refrescante falta de fobia por el déficit de los estadounidenses. No dispuesto a controlar los déficits imponiendo austeridad (que reduciría la capacidad de los Estados Unidos para proyectar poder hegemónico en todo el mundo), Washington pisó el acelerador para aumentar sus déficits. De


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esta manera, los mercados estadounidenses funcionaron como una aspiradora gigante que absorbía las exportaciones netas masivas de Alemania, Japón y, más tarde, China, dando paso a la segunda fase del crecimiento de la posguerra (1980-2008). ¿Cómo se pagaban los déficits estadounidenses en expansión? Por un tsunami de dinero de otras personas (alrededor del 70% de las ganancias de los exportadores netos europeos, japoneses y chinos) que se apresuraron entusiastamente a buscar refugio y un mayor rendimiento, un cambio radical que fue ayudado por tres acontecimientos: (i) El crecimiento salarial en los eeuu fue menor que en Europa y Japón (por lo tanto, impulsó el retorno a las inundaciones de capital extranjero en los Estados Unidos); (ii) las tasas de interés del 20% + de Paul Volcker; y (iii) la financiarización dolarizada de Wall Street y la City de Londres que ocasionó ganancias auto-reforzadas de papel financiero. A mediados de la década de 1980, los Estados Unidos estaban absorbiendo una gran parte del superávit de productos industriales originados en el resto del mundo, mientras Wall Street administraría las inundaciones de capital extranjero en los Estados Unidos de tres maneras. Primero, otorgó crédito a los consumidores estadounidenses (cuyos salarios se estancaron). En segundo lugar, canalizó la inversión directa en las empresas estadounidenses y, por supuesto, en tercer lugar, financió la compra de letras del Tesoro de los eeuu (es decir, financió los déficits del gobierno estadounidense). Pero para que Wall Street pudiera actuar como ese «imán» del capital de otras personas y realizar el papel de reciclar el superávit de otras personas con el fin de pagar los déficits de Estados Unidos, tuvo que ser liberado de las estrictas regulaciones del periodo del New Deal y de Bretton Woods. Dicho de otro modo, el eurodólar, un mercado financiero no regulado que se había creado en la ciudad de Londres, tuvo que hacerse cargo del resto del mundo, convirtiéndose en el modelo financiero dominante en Nueva York, aquí en París, en Frankfurt y en el Extremo Oriente.

La avaricia institucionalizada, la desregulación al por mayor, las infames «puertas giratorias», los derivados exóticos, etc., fueron meros síntomas de este nuevo y bravo mecanismo de reciclaje global. Después de 1991, cuando otros dos mil millones de trabajadores ingresaron en la fuerza de trabajo mundial, produciendo un nuevo output que impulsó unos flujos comerciales ya desequilibrados, el capitalismo había entrado en una nueva fase. Es lo que conocemos hoy como Globalización.

En la estela de la globalización, la ue creó su moneda común. La razón por la que la ue necesitaba una moneda común era que, como todos los cárteles, tenía que mantener los precios de sus principales industrias oligopólicas estables en el mercado único europeo. Para hacerlo, era necesario fijar tipos de cambio dentro de su jurisdicción, como se habían fijado durante la era de Bretton Woods. Sin embargo, desde 1972 y hasta principios de la década de 1990, todos los intentos de la ue por fijar las tasas de cambio europeas habían fallado espectacularmente. Finalmente, la ue decidió poner toda la carne en el asador y establecer una moneda única. Esto lo hizo dentro del ambiente de apoyo de estabilidad global (extremadamente desequilibrada, pero temporalmente extraordinaria), mantenido por el Mecanismo Glo-

bal de Reciclaje de Excedentes anclado en los eeuu. Para sortear los obstáculos políticos presentados por la comprensible reticencia del Bundesbank a sacrificar el marco alemán, terminamos con la paradoja de un bce suministrando una moneda única a los bancos de diecinueve países. De esta manera, los gobiernos de estos países tendrían que salvar sus propios bancos en un momento de crisis, ¡sin un banco central que pudiera apoyarlos! Mientras tanto, Wall Street, la City de Londres y los bancos franceses y alemanes aprovechaban su posición central en el sistema de reciclaje global anclado en los Estados Unidos para construir pirámides colosales de dinero privado sobre la base de las ganancias netas que fluyen a los Estados Unidos desde el resto del mundo. Esto agregó mucha energía al esquema de reciclaje, ya que alimentó un nivel de demanda cada vez más acelerado dentro de los Estados Unidos, en Europa y Asia. También provocó el extraordinario desacoplamiento de los flujos de capital financiero de los flujos comerciales subyacentes. Para explicar lo que quiero decir con el «extraordinario desacoplamiento de los flujos de capital financiero de los flujos comerciales subyacentes», recuerden los embriagadores días de agosto de 2007, cuando comenzó la podredumbre. Mis amigos alemanes, hasta la fecha, me dicen que ellos no lo entienden: ¿Cómo es que el Deutsche Bank, y el resto de los bancos alemanes, fueron, efectivamente, a la quiebra? ¿Cómo puede un sector económico pasar en 24 horas de hacer dinero a tropecientos a la insolvencia, exigiendo enormes rescates a los contribuyentes? La respuesta es tan simple como devastadora. Consideremos los bancos y exportadores de Alemania en el verano de 2007. Las cuentas nacionales de Alemania confirman el gran superávit comercial de Alemania con los Estados Unidos. En el mes de agosto de 2007, por poner un ejemplo, los ingresos alemanes de exportación netos a los Estados Unidos fueron de unos 5 mil millones. Las cuentas nacionales de Alemania registraron este superávit así como una salida de capital compensatorio desde Alemania a los Estados Unidos. Sin embargo, las cuentas nacionales de Alemania no muestran el verdadero drama detrás de la escena, la acción real. Desde principios de la década de 1990 y hasta 2007, los banqueros de Frankfurt se morían de ganas por comprar los lucrativos derivados en dólares que Wall Street y la City londinense fabricaban y lo hicieron con dólares que estaban pidiendo prestados a Wall Street. En agosto de 2007, el precio de estos derivados comenzó a caer, las


deudas subyacentes retrocedían y, por lo tanto, las instituciones de Wall Street se enfrentaron a grandes ajustes. Los banqueros alemanes se pusieron apopléjicos cuando sus aterrorizados amigos de Nueva York comenzaron a reclamar sus deudas en dólares. Necesitaban dólares a toda prisa, pero nadie compraría la montaña de derivados tóxicos estadounidenses que ellos habían comprado. Así es como, de la noche a la mañana, los bancos alemanes que estaban nadando en océanos de ganancias en papel se encontraron con la necesidad desesperada de unos dólares que no tenían. ¿No podrían los banqueros de Alemania tomar prestados dólares de los exportadores de Alemania para cumplir con sus obligaciones en dólares? Podrían, pero ¿cómo podrían los 5 mil millones que estos últimos había ganado durante ese último agosto de bonanza ayudar cuando la extraordinaria deuda de los banqueros alemanes con Wall Street, que los estadounidenses reclamaban ahora, excedía los 100 mil millones? Esto es lo que quiero decir con el asombroso desacoplamiento de la economía de las finanzas de los flujos comerciales de los flujos de capital.

El después En resumen, lo que sucedió a escala global fue que los desequilibrios de flujos financieros denominados en dólares, que inicialmente habían crecido debido al déficit comercial de los Estados Unidos, «consiguieron» desvincularse de los valores económicos subyacentes y los volúmenes de comercio. No sería descabellado decir que casi alcanzaron la velocidad de escape y casi dejan el planeta Tierra detrás —antes de estrellarse violentamente en 2008—.

A partir de ese momento, los políticos se volcaron en transferir las pérdidas de los que las crearon (los banqueros) a los deudores de la clase media, los asalariados, los desempleados, los que tenían pagos por discapacidad y los contribuyentes que no podían permitirse establecer unidades de contabilidad offshore. En Europa, en particular, nuestro liderazgo no sólo no moderó la crisis de la eurozona, sino que al implementar hasta hoy el ocultamiento fraudulento de la insolvencia, produjo una derrota histórica para el capitalismo europeo.

La narrativa dominante sobre lo que salió mal no tenía ninguna base en la macroeconomía y, por lo tanto, eso permitió oscurecer la realidad de que el Eurosistema había sido diseñado para no tener ningún amortiguador que absorbiera la onda expansiva de Wall Street. En consecuencia, una tras otra, las naciones orgullosas se enfrentaron entre sí, con una clase dominante decidida a disfrazar los motivos de una crisis causada por una alianza de banqueros del Norte y del Sur y otros oligarcas rentistas, en un choque causado por los despilfarradores sureños y las laboriosas hormiguitas del norte, o como la crisis de los excesivamente generosos sistemas de bienestar social alemán, griego, italiano, etc. Las repercusiones políticas de este vano manejo de una crisis inevitable son evidentes para todos, por lo que voy a desistir de decir algo más al respecto, a pesar de que mi vida, en estos

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días, está dedicada a luchar contra la Internacional Nacionalista que surgió de este lío. Pero dejemos de lado estos desarrollos ya conocidos. La pregunta es: ¿dónde estamos ahora? Si bien el déficit comercial de los Estados Unidos volvió a los niveles anteriores a la crisis en un par de años, ya no era suficiente para estabilizar la demanda global. El mecanismo previo a la crisis por la cual Wall Street y la City londinense convirtieron (y sobrecargaron) el déficit comercial de los Estados Unidos en inversiones de capital fijo en todo el mundo se ha derrumbado. Claro, la Fed y otros Bancos Centrales trataron de enmendar la situación con tsunamis de liquidez inducida por expansión cuantitativa (ec). Pero eso sólo elevó los precios de activos en el oeste, dando por ejemplo a las corporaciones estadounidenses la oportunidad de recomprar sus acciones mientras ahorran sus propios beneficios en cuentas en el exterior. Donde fluía el dinero, en los Mercados Emergentes, la inversión creció, pero era vulnerable tanto a las fuerzas deflacionarias que Europa exporta continuamente (cortesía de su impulso de austeridad nacional) como a la expectativa de reducción y mayores tasas de interés a largo plazo en los Estados Unidos. Quizás el único pilar de la demanda mundial fue China, aunque su capacidad para mantener ese impulso se vio limitada por la constante amenaza de explosión de su burbuja crediticia. En resumen, la capacidad de Wall Street para continuar «cerrando» el ciclo de reciclado global en 2008 desapareció y aún no ha sido reemplazada. Los bancos de los Estados Unidos ya no pueden aprovechar los déficits gemelos de los Estados Unidos con el propósito de financiar suficiente demanda dentro de los Estados Unidos para mantener en marcha las exportaciones netas del resto del Mundo. Esta es la razón por la cual el mundo de hoy permanece en los cierres de la misma crisis que comenzó en 2008.

¿Hemos aprendido alguna lección? Realmente, no. El capitalismo global se comportó como un conductor imprudente que, habiendo sido atrapado por exceso de velocidad, se mantiene en el límite de velocidad por un tiempo, pero luego pisa de nuevo el acelerador como si nada hubiera sucedido. Veamos: Deuda: 40% más desde 2007, hasta alcanzar el 217% del pib mundial.


Regulación bancaria: Reglas nacionales más estrictas establecidas para restringir los balances de los bancos, causando un cambio de la intermediación financiera de los bancos a los mercados de capital, principalmente con instrumentos denominados en dólares de renta fija. Pero al hacer que los bancos sean más seguros, la creación de mercado se ha deteriorado o cambiado a un sistema bancario en la sombra, que ha pasado de 28 billones en 2010 a 45 billones en 2018. El riesgo no se ha eliminado, simplemente se ha perdido y se ha dispersado geográficamente; por ejemplo, los bancos estadounidenses dominan más que nunca (los cinco bancos estadounidenses más grandes que se consideraron Too Big To Fail ahora son aun más grandes: representan el 47% de todos los activos bancarios de eeuu, un 44% en 2007), los nuevos gigantes bancarios de Asia se expandieron rápidamente y son los bancos británicos y europeos los que contrataron, ya que las autoridades estadounidenses lo exigieron a los competidores europeos, como Barclays y Deutsche Bank, que proporcionaran más capital a sus operaciones en eeuu o que se marcharan. Los mercados emergentes pierden su capacidad de ajustar a través de la depreciación: Es bien sabido que los dineros ec (expansión cuantitativa) fluyeron hacia Mercados Emergentes. De hecho, en la última década, los préstamos denominados en dólares a prestatarios de ec crecieron un 17% cada año, y fluyeron a China, Brasil, Chile, Turquía, Argentina, Indonesia, etc., 3.7 billones en total. Esto ahora está causando los problemas que todos sabemos. Peor aún, la devaluación parece no hacer diferencia (ya que los argentinos no mantendrán su dinero en pesos, incluso si se les ofrecen tasas de interés del 100%). Incluso cuando el gobierno tiene suficientes reservas de divisas para cubrir sus obligaciones en dólares, la apreciación del dólar hace que las empresas domésticas que trabajan bajo grandes deudas en dólares se reduzcan en sus hogares, reduciendo así la capacidad de depreciación para impulsar la actividad económica interna. Un sentido de injusticia: se impusieron multas de 321 mil millones a los banqueros. Era un pequeño porcentaje de la liquidez y los activos públicos que los contribuyentes les habían proporcionado.

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Sorprendentemente, a diferencia de la década de 1980, cuando estalló una crisis bancaria mucho más pequeña en los eeuu (el escándalo de Ahorros y Préstamos), que llevó a más de mil banqueros a la cárcel, no se realizaron arrestos por delitos financieros relacionados directamente con las actividades tóxicas de los financieros que ocasionaron el 2008.

No hay planes para el próximo episodio: No existe un plan para cuando el nuevo riesgo de cola golpee de nuevo; un efecto dominó que puede comenzar de varias maneras (por ejemplo, la deuda pública italiana, un colapso de la burbuja crediticia china) y ser más ominoso por la estrategia de Trump de incitar a una falla de coordinación a nivel mundial, por el Brexit en Europa, o por el generalizado envenenamiento de los procesos democráticos. ¿Qué es lo siguiente? La necesidad de una Internacional Progresista y un borrador del New Deal internacional por el que debemos hacer campaña. La crisis de 2008 engendró la Gran Recesión, que engendró la Gran Deflación, que dio lugar a la Disolución Integral de cualquier apariencia de Gobernabilidad Global. Lamentablemente, la Unión Europea se encuentra en una etapa avanzada de desintegración, con la debacle migratoria frente a los desequilibrios macroeconómicos subyacentes que son incompatibles con el marco institucional del euro. Los Estados Unidos han adoptado la estrategia de pasar a las negociaciones bilaterales; un marco dentro del cual ni la Unión Europea ni la economía china pueden seguir. Las tendencias actuales conducirán, casi con certeza, a lo siguiente: a) Europa exportará una mayor deflación e inestabilidad al resto del mundo; y (b) China reduce sus niveles insostenibles de inversión en más del 10% del pib, lo que junto con una tasa de crecimiento máximo del 6% y una tasa de ahorro del 40%, conduce a la predicción segura de una salida de capital de China que superará el 10% del pib. Si bien algunas economías particulares podrán funcionar razonablemente bien en ese entorno, la economía mundial sufrirá y las tensiones se multiplicarán. Si a esta imagen agregamos las presiones de la próxima crisis (es decir, los efectos deflacionarios de la inteligencia artificial y la automatización), el futuro parece sombrío. ¿Puede el futuro ser más luminoso? Sí, por supuesto que sí. Recientemente, junto con Bernie Sanders, hemos hecho un llamamiento por una Internacional progresista que hará campaña en favor de un New Deal internacional, un nuevo Bretton Woods. ¿Qué significa esto en la práctica? Aquí hay tres ejemplos de lo que eso significaría:


todo el potencial del sistema para mantener los desequilibrios bajo control, se introducirían dos transferencias estabilizadoras. El suministro de K se ejecutaría sobre la base de reglas simples y automatizadas que impulsen el suministro global de K en momentos de desaceleración global, minimice el poder discrecional de los políticos y burócratas, regule en gran medida el comercio del sector financiero en Ks y mantenga los desequilibrios del comercio y el capital mundial bajo control usando dos instrumentos:

Un Programa de Inversión Verde a gran escala mediante el cual se puede utilizar con fines útiles el exceso mundial de ahorro Esto sería equivalente a un New Deal internacional, tomando prestado del plan de Franklin D. Roosevelt la idea básica de movilizar dinero privado ocioso para fines públicos. Pero en lugar de a través de programas de impuestos y gastos a nivel de las economías nacionales, esto debería ser administrado por una asociación multilateral de bancos centrales (como la Fed, el Banco Central Europeo y otros) y bancos de inversión pública (como el Banco Mundial, El Kf W Development Bank de Alemania, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, etc.). Bajo los auspicios y la dirección de, digamos, el fmi, la ocde incluso (¡!). Los bancos de inversión podrían emitir bonos de forma coordinada, que estos bancos centrales estarían listos para comprar, si es necesario. De esta forma, el conjunto disponible de ahorros globales proporcionaría los fondos para grandes inversiones en los empleos, las regiones, los proyectos de salud y educación y las tecnologías ecológicas que la humanidad necesita. Tratos de comercio justo, basados ​​en salarios mínimos de vida para los países pobres y un esquema de garantía de trabajo para las regiones desfavorecidas de los países más ricos Para ilustrar que los aranceles no son la mejor manera de proteger a nuestros trabajadores, ya que en su mayoría enriquecen oligarquías locales, debemos hacer una campaña por acuerdos comerciales que comprometan a los gobiernos de los países más pobres a legislar salarios mínimos para sus trabajadores y que los gobiernos de los países más ricos legislen por un plan de garantía de trabajo para las regiones desfavorecidas, para que las comunidades puedan recuperarse en los países más ricos y más pobres a la vez. Un nuevo sistema monetario internacional: una unión global de comercio y capital de compensación La tarea aquí es reequilibrar el comercio y crear un Fondo Internacional de Riqueza para financiar programas que alivien la pobreza, que desarrollen el capital humano, que apoyen comunidades marginadas e inviertan en la Transición Verde en todo el mundo, y no sólo en el mundo en desarrollo, sino también en los cinturones de los Estados Unidos y Europa. Manteniendo sus propias monedas y bancos centrales, los miembros del New Bretton Woods acordarían denominar todos los pagos en una unidad contable común, llamémosle Kosmos (K), una moneda digital común emitida y regulada por el fmi en la base de un libro digital distribuido transparente y un algoritmo que ajustaría el suministro total de Ks de una manera pre-acordada al volumen del comercio mundial, todos los cuales estarán denominados en K unidades. Los mercados de divisas funcionarían como lo hacen ahora y la tasa de cambio entre K y varias monedas podría variar de la misma manera que lo hacen los Derechos Especiales de Giro del fmi, el dólar, el euro, el yen, etc. La diferencia, por supuesto, sería que, bajo este sistema, los Estados miembros permitirían que todos los pagos pasen a través de la cuenta K de su banco central. Además, para explotar

1. L a Tasa o gravamen: un gravamen de desequilibrio comercial que se cobra anualmente a la cuenta K de cada banco central en proporción al déficit o superávit de su cuenta corriente y se ingresa en un fondo común de riqueza. 2. El Incremento: las instituciones financieras privadas pagan una tarifa de «aumento» en el mismo Fondo en proporción a cualquier aumento de flujos de capital fuera del país, lo que recuerda el aumento en el precio de la congestión que empresas como Uber cobran a sus clientes en momentos de máximo tráfico. La lógica de la tasa o gravamen es motivar a los gobiernos de los países con superávit a que aumenten el gasto y la inversión nacionales, al tiempo que reducen sistemáticamente el poder de gasto internacional de los países deficitarios. Los mercados de divisas tendrán esto en cuenta, ajustando los tipos de cambio más rápidamente en respuesta a los desequilibrios de la cuenta corriente y cancelando gran parte de los flujos de capital que hoy soportan un comercio crónicamente desequilibrado. En cuanto a la Tarifa, automáticamente penalizará las entradas o salidas en masa de capital especulativas sin, sin embargo, otorgar poder discrecional a los burócratas o introducir controles de capital inflexibles. De repente, a través del Fondo Común, el mundo habrá adquirido, sin necesidad de ningún capital suscrito, un Fondo de Soberanía Global con el cual financiar programas para aliviar la pobreza, desarrollar capital humano, apoyar a las comunidades marginadas e invertir en la transición verde en todo el mundo, y no sólo en el mundo en desarrollo, sino también en las áreas desfavorecidas de Estados Unidos y Europa.

Conclusión 2008 fue una llamada de atención que cayó en saco roto. El mundo en 2018 es más precario de lo que era en 2007. Las finanzas siguen absorbiendo el oxígeno de los trabajadores creativos, las corporaciones invierten poco en las cosas que la humanidad necesita, la mayoría de las personas enfrentan perspectivas de vida decrecientes en un mercado laboral en proceso de uberización y la política democrática está siendo envenenada tanto por la obsesión de los negocios de un inservible establishment como por la cada vez más triunfante Internacional Nacionalista xenófoba. Solo una campaña de Progresista Internacional por un New Deal internacional como aquí he trazado puede inspirar esperanza en el futuro. • Discurso presentado en la ocde el 14 de septiembre de 2018 Traduccción de Miguel Ibáñez Aristondo

* Popularizado en los 80s y 90s, el concepto de Twin deficits se refiere a la suma del déficit comercial más el déficit presupuestario.

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p SP DISTRIBUCIONES


El capitalismo es el único responsable

de la explotación devastadora de la naturaleza Alain Badiou

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oy resultan frecuentes los anuncios sobre el fin de la especie humana tal como la conocemos. En el sentido típicamente mesiánico, que una cierta idea de la ecología propaga, se ha popularizado la idea de que no queda mucho para que los excesos depredadores de ese maligno animal que es el ser humano nos conduzcan al final del mundo vivo. En el sentido de los avances tecnológicos se anuncia la robotización de todo el trabajo, el suntuoso mundo digital, el arte automático, el asesino plastificado y el peligro de una inteligencia sobrehumana. Esta situación ha hecho emerger, por un lado, categorías amenazantes como el transhumanismo y lo posthumano; y, por otro, un retorno al animalismo. Unas y otra dependen de si uno profetiza la creación técnica o si se lamenta de los ataques a la madre naturaleza.

Entiendo que esas predicciones son cantinelas ideológicas destinadas a oscurecer el peligro real al que la humanidad está expuesta hoy en día, a saber, el callejón sin salida al que nos lleva el capitalismo globalizado. En realidad, es esta forma social la que, vinculada con la noción de beneficio privado, justifica la explotación destructiva de los recursos naturales.

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El hecho de que tantas especies se vean amenazadas, que el clima esté fuera de control, que el agua se vuelva un recurso escaso, no es sino un subproducto de la competencia despiadada entre depredadores multimillonarios. Como también lo es la subordinación anárquica del boom científico a las técnicas comercializables. La predicación ecológica, a pesar de sus exageraciones proféticas, a menudo alimenta descripciones convincentes que terminan por convertirse la mayoría de las veces en propaganda para los Estados que quieren ser amables, así como para las empresas transnacionales que quieren hacer creer, en busca de un mayor beneficio de su volumen de negocios, en la pureza noble y fraternal de sus bienes comerciales.

Fetichismo de la tecnología De la misma manera, el fetichismo de la tecnología y la sucesión ininterrumpida de «revoluciones» en este campo —la «revolución digital» es la que está más de moda— nos intentan hacer creer al mismo tiempo que, por un lado, se iba a crear un paraíso gracias a los robots en el que no habría que trabajar sino simplemente dedicarse a un ocio idílico universal; y, por otro, que el intelecto humano iba a ser aplastado por el «pensamiento» eléctrico. Hoy no hay ninguna revista que no presente a sus estupefactos lectores la inminencia de una «victoria» de la inteligencia artificial sobre la inteligencia natural. Aunque en la mayoría de los casos, ni la «naturaleza» ni el «artificio» se definen de manera correcta y clara. Desde los orígenes de la filosofía se ha cuestionado el significado de la palabra «naturaleza», que podría significar el ensueño romántico de los atardeceres, el materialismo atómico de Lucrecio (De natura rerum, «de la naturaleza de las cosas»), el ser íntimo de las cosas, la Totalidad de Spinoza (Deus sive Natura, «Dios o la Naturaleza»), el lado opuesto de toda cultura, el espacio rural y campesino frente a los artificios sospechosos de la ciudad («La tierra, no miente», decía Pétain), la biología en sus diferencias con la física, la cosmología comparada con el pequeño lugar que es nuestro planeta, la invariancia secular con respecto al frenesí inventivo, la sexualidad natural en su oposición con la perversión… Me temo que hoy «naturaleza» significa especialmente la paz de jardines y villas, el encanto turístico de los animales salvajes, la playa y la montaña donde pasar un verano agradable. ¿Y quién puede imaginar que los humanos son responsables de la Naturaleza, ellos que sólo son una pulga pensante en un planeta secundario en un sistema solar medio en los bordes de una galaxia sin importancia?


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cuperado el tema inagotable de las películas de terror y de ciencia ficción: el del creador abrumado por su criatura, ya sea por la llegada del superhombre que, desde Nietzsche, va con retraso; o para tenerle miedo y refugiarse en las faldas de Gaya, la Madre Naturaleza. Tomemos un poco de distancia. La humanidad, durante cuatro o cinco milenios, ha estado organizada por la tríada de la propiedad privada, que concentra enormes riquezas en manos de oligarquías muy reducidas; de la familia, donde las fortunas transitan por herencia; del Estado, que protege, con las fuerzas armadas, la propiedad y la familia. Esta tríada es la que define la edad neolítica de nuestra especie, y todavía estamos allí y, en cierta medida, más que nunca. El capitalismo es la forma contemporánea del neolítico, y la esclavitud de las técnicas a la competencia, al beneficio y a la concentración del capital sólo eleva a su altura las monstruosas desigualdades, los absurdos sociales, las masacres guerreras y las ideologías perniciosas, que lo acompañan desde siempre, bajo el reinado histórico de la jerarquía de clases y del despliegue de nuevas técnicas.

Regresiones y absurdos

Desigualdades monstruosas Desde sus orígenes, la filosofía también ha pensado en la técnica y en las artes. Los griegos meditaron sobre la dialéctica de Techné («producción») y Physis («naturaleza»), allí ubicaron al animal humano y lo prepararon para ser visto como «una astilla, la más débil de la naturaleza, pero una astilla pensante», lo que significa, piensa Pascal, más fuerte que la Naturaleza y más cerca de Dios. Vieron durante mucho tiempo que el animal capaz de las matemáticas haría grandes cosas en el orden material. Esos «robots», con los que nos machacan los oídos, ¿qué son sino cálculos ordenados en una máquina? ¿Sino números cristalizados en movimientos? Sabemos que cuentan más rápido que nosotros, pero somos nosotros quienes los diseñamos precisamente para esa tarea. Sería simplemente estúpido argumentar que el hombre es incapaz de dar nacimiento a un gigante transhumano musculoso, en cuanto en la actualidad las grúas levantan enormes postes de hormigón a alturas prodigiosas. Contar a la velocidad el rayo no es signo de una «inteligencia» insuperable. El transhumanismo tecnológico ha re-

Debe entenderse que los inventos técnicos fueron las condiciones iniciales, y no el resultado final, del establecimiento de la era neolítica. Si consideramos el destino de nuestra especie animal, la agricultura sedentaria, la domesticación del ganado y los caballos, la cerámica, el bronce, las armas de metal, la escritura, las nacionalidades, la arquitectura monumental, las religiones monoteístas, son inventos al menos tan importantes como el teléfono inteligente o el avión. Lo que es humano en la historia siempre ha sido artificial por definición, de lo contrario no sería la humanidad neolítica la que conocemos, sino la permanencia de una fuerte proximidad con la animalidad, que ha perdurado durante mucho tiempo, en la forma de pequeños grupos nómadas, probablemente durante doscientos mil años. El primitivismo temeroso y oscurantista existe desde la aparición del falaz sintagma de «comunismo primitivo». Ahora conocemos el culto a sociedades arcaicas amigables donde bebés, mujeres, hombres y ancianos vivían fraternalmente, sin nada artificial, incluso con ratones, ranas y osos. A fin de cuentas, esto no es sino propaganda ridícula y reaccionaria. Todo indica que en esas sociedades la violencia era omnipresente, que el ser humano estaba constantemente bajo el yugo de agotadoras necesidades para simplemente poder sobrevivir. Además, evocar con miedo la victoria de lo artificial sobre lo natural, del robot sobre el hombre, hoy es una simple regresión in-


sostenible, un verdadero absurdo. Opongámonos a esos miedos y profecías: una simple hacha, o un caballo entrenado, por no citar un papiro lleno de signos, o incluso un ábaco que permite calcular mucho más rápido que con los dedos de la mano son ejemplos de lo trans o posthumano.

Salir del neolítico

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Ciertamente, la cuestión de nuestro tiempo no es la de un regreso al primitivismo, de un terror mesiánico a los «estragos» de la tecnología, ni de la fascinación mórbida por la ciencia ficción de los robots triunfantes. La verdadera pregunta es la posibilidad de una salida metódica y urgente del neolítico. De hecho, esta orden milenaria que sólo valoriza la competencia y las jerarquías, y tolera la miseria de miles de millones de seres humanos, debe superarse a toda costa, salvo si eso desencadena las guerras de las que el neolítico ha tenido desde su aparición el secreto, así como de su descendencia tecnológica en las guerras de 1914-1918 o 1939-1945, con sus decenas de millones de víctimas. Si se volvieran a producir, esta vez habría muchísimas más víctimas.

Para nosotros, no se trata de técnicas ni de la naturaleza. Se trata de la organización de las sociedades del mundo entero. Se trata de plantear que una organización social no neolítica es posible, lo que significa: nada de propiedad privada sobre lo

que debe ser común, es decir, la producción de todo lo que es necesario para la vida humana, como de todas las cosas que la convierten en un premio. Sin familias de herederos, sin patrimonios concentrados. Sin Estado separado, protector de las oligarquías. Sin jerarquía entre los trabajos. Sin naciones, sin identidades cerradas y hostiles. Una organización colectiva de todo lo que tiene un destino colectivo. Tiene un nombre, un hermoso nombre: comunismo. El capitalismo es sólo la última fase de las restricciones que impone la forma neolítica de las sociedades a la vida humana. Es la última etapa del neolítico. Otro esfuerzo, hermoso animal humano, para salir de los cinco mil años de invención al servicio de un puñado de personas. Durante casi dos siglos, al menos desde Marx, sabemos que debemos comenzar la nueva era, la de sorprendentes técnicas para todos, en la que los trabajos se distribuyan por igual, en la que se comparta todo y en la que se afirme la educación del genio de todos. Que el nuevo comunismo se oponga, en todas partes, en todas las cuestiones, a la supervivencia mórbida del capitalismo, a esta aparente «modernidad» de un mundo que en realidad tiene cinco mil años de antigüedad, lo que significa: viejo, demasiado viejo. • Traducción de Hero Suárez


Al capitalismo no le gusta el silencio Entrevista con Byung-Chul Han

B

yung-Chul Han, filósofo y profesor de Kulturwissenschaft en la UDK de Berlín, esboza con sus obras La sociedad del cansancio (2010), La sociedad de la transparencia (2012) y La agonía de Eros (2012) un análisis en tres partes de la sociedad contemporánea. En ellos describe de qué manera se está gestando en la actualidad un cambio de paradigma que pasa desapercibido: de una sociedad de la negatividad a una de la positividad, en la que todos tenemos demasiado, en la que todo se ajusta a todo. Han identifica a través de esto las causas del paisaje patológico de nuestro tiempo: depresión, déficit de falta de atención, desgaste profesional (burnout) y trastorno límite de personalidad (borderline). Una sociedad que es un «infierno de lo igual», puesto que todos se asemejan, es una sociedad sin Eros, y es que el Eros sólo puede valer frente al otro en una relación empática. Thomas Ostermeier y Florian Borchmeyer conversan aquí con Byung-Chul Han acerca de la crisis en los sentimientos en el teatro y en la sociedad. Thomas Ostermeier: ¿Podemos explicar el desencadenado mercado financiero con la codicia? Byung-Chul Han: El capitalismo no se puede explicar sólo con codicia. Actualmente pienso que la pulsión de muerte también está en acto. Tal vez somos nosotros quienes nos empujamos hacia nuestro fin. Nos destruimos para generar ganancias. Ya no hay renovación. La renovación consiste en dejar que las cosas envejezcan lo más rápido posible. Una maquinaria de destrucción. Hoy todo nace muerto. La guerra surge cuando las fuerzas de producción, debido a la falta de mercados, estallan y se desahogan en formas no-naturales. La guerra destruye de formas no-naturales. El consumo, en cambio, destruye de formas naturales. Consumimos para la paz (risa). Y no únicamente la naturaleza, también nuestra salud mental. to: …Y la destrucción personal. Lo que usted describe en la Sociedad del cansancio es también la destrucción de la psique del hombre… b-ch: Sí, y por eso mismo lo digo, es la pulsión de muerte… Florian Borchmeyer: Tal vez no sea únicamente codicia, sino también deseo. El capitalismo es un sistema que genera deseos que hasta ese momento no existían. Nuevas necesidades y anhelos hacia nuevos productos que antes nadie necesitaba.

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b-ch: Eva Illouz vincula el capitalismo con el romanticismo, con un romanticismo consumista. Pero no sé, realmente, en qué medida el capitalismo puede ser romántico. El deseo se relaciona con lo imposible, lo inalcanzable. No es consumible. Al contrario, lo que tiene lugar es la supresión del deseo. ¿Quién anhela hoy amar? Incluso el amor surge de sentimientos consumibles. El capitalismo crea continuamente necesidades de consumo. No existe «un anhelo» por un smartphone. El internet no es tampoco un espacio de deseo. to: Usted escribe en su libro que el capitalismo no es una religión, porque no garantiza ni perdón ni expiación. b-ch: Sí, justamente planteo eso, sobre todo respecto a la teoría de Walter Benjamin. Él señala que el capitalismo es un culto, no de la expiación, sino, más bien, de la culpabilización.* Sin embargo, una religión implica esencialmente también el perdón y la expiación. Una religión sin salvación no es una religión. El capitalismo únicamente endeuda. Quizás el hombre se culpabiliza a sí mismo para no ser libre, se crea deudas. Porque quien es libre debe actuar. Generalmente nos referimos a nuestras deudas para no tener que actuar. Cierto, también es Max Weber quien vincula el capitalismo con la posibilidad de la salvación. to: ¿En qué consistiría la salvación en el capitalismo? b-ch: No todos se encuentran entre los llamados. E, incluso, no se puede saber si uno pertenece a los llamados; pero, si tengo éxito y acumulo capital, entonces pertenezco a los elegidos. to: Un calvinismo… Pero el capitalismo no promete una salvación en el más allá, la promete precisamente en esta vida.


b-ch: Ganar cien millones de euros al año es una dimensión de lo sublime. to: Pero no de la salvación.

b-ch:

Del brillo de la salvación. Si poseo riquezas inconmensurables, surge la ilusión de la omnipotencia y de la inmortalidad. Riquezas: es una bella palabra. Una riqueza inagotable maximizaría el poder y eclipsaría mi propia finitud. ¿En qué consiste la salvación? Esta ilusión debe ser suficientemente fuerte. Y ahí hay una dimensión teológica que no tiene nada que ver con la codicia. En el capitalismo hay varias dimensiones de la pulsión de muerte en juego. ¿Cuánto somos capaces de destruir? Todos lo saben: todo nace muerto. to: Entonces permitámonos hablar una vez más del amor. En el teatro nos encontramos en una gran crisis, porque ya no somos capaces de narrar sentimientos en el escenario. b-ch: ¿Por qué son imprescindibles los sentimientos en el teatro? to: Porque describen situaciones emocionales. b-ch: Se describen situaciones, luego vienen las emociones, y finalmente surgen los sentimientos. Yo actúo una figura, sin emociones, entonces hago un gesto. Y eso puede conmover al público. Si creo una figura, un gesto, surge a través de ello una narración. Y la narración crea sentimientos. Si lo que le interesa es expresar sentimientos de manera inmediata, directa, entonces tenemos pornografía, como lo señalaría Botho Strauß. El teatro de hoy es pornográfico, le hace falta lo erótico. Los actores son todos psicópatas. Y esto habla de una degradación fundamental del teatro.

to: ¿Y entonces qué debería narrar el teatro? b-ch: ¡Situaciones, actos! to: Claro. Pero es una ocasión en la cual (retomemos aquí un viejo concepto, aquel de catarsis) se lleva al público a un momento en el que pueden purificarse emocionalmente, porque han tenido una experiencia emocional; todo a través del seguimiento de una historia. b-ch: Los sentimientos están siempre codificados. Y el teatro era tal que —incluso en el siglo diecinueve— la sociedad confirmaba siempre los códigos. Y es que, por medio de estos códigos surgen también sentimientos. Los sentimientos son la confirmación de dichos códigos. fb: Tal vez deberíamos no apegarnos tanto a la narración de sentimientos. Porque los sentimientos no son la temática de la trama, son los motores… b-ch: ¡Pero es eso lo más interesante! fb: Un sentimiento no representa en sí mismo una historia, si no estaríamos llegando directamente a la pornografía, por ejemplo, si alguien quisiera hacer una obra de teatro acerca de un sentimiento, una obra sobre el amor, que explicara o representara el amor. Lo que sí son, desde la época de las tragedias griegas, es la fuerza motora de toda historia. Incluso en Antígona los sentimientos no son el tema: son la fuerza motora. to: El impulso hacia una acción es siempre distinto entre una figura que se desplaza, y, por ejemplo, aquel otro que gustosamente también se desplaza. Así es como una figura comienza a moverse. fb: Y lo que es provocado, según Aristóteles, es miedo y compasión. Las cuales, nuevamente, son categorías emocionales. b-ch: Señor Ostermeier, usted dijo: La crisis del teatro contemporáneo consiste en la dificultad que tiene para narrar. ¿Por qué es una crisis actual, antes solía ser distinto? to: Antes no se excluían los sentimientos, porque existían palabras que les correspondían. Mientras que, para nosotros, como usted lo describe en su libro, el Eros se ha perdido a través de la pérdida del otro.

b-ch: ¿Hoy, entonces, se quedan fuera los sentimientos? ¿Cómo?

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to: Al menos en el teatro, sentimientos como la compasión, la tristeza, la empatía, el apego, el compromiso, todos son excluidos, renegados. fb: … al menos su representación ininterrumpida…


to: La emoción más común que normalmente experimento en una visita al teatro es la agresión. Una agresión frontal ante la cual siempre me pregunto: ¿Por qué me grita alguien de esa forma, así, constantemente? No le he hecho absolutamente nada. b-ch: Ya, entiendo. Recientemente fui a ver una obra de teatro. Fue demasiado ruidoso. Me incomodó, me sentí acosado. Me fui en la pausa. Yo quisiera, me gustaría más bien un teatro del silencio, donde se susurre. ¿Por qué tanto ruido?

un acto. Podemos, entonces, decir: nos encontramos dentro de una crisis de los sentimientos debido a una coyuntura de los afectos. ¿Me pregunta usted por qué grita la gente así en los escenarios? Porque actúan con afectos, y ya no con sentimientos. Los sentimientos son inter-subjetivos. Los sentimientos fundan una colectividad, la constituyen. Lo que significa que son algo social. Los afectos pueden, por su parte, ser algo asocial, algo alienador, excluyente. to: ¿Es la ira un afecto o un sentimiento?

to: Lo mismo pregunto yo mismo constantemente. ¿No sería acaso una prueba, que ya no dispongamos más del entreacto? No porque el teatro esté en crisis, sino, más bien, porque el teatro puede ser tan bueno como la sociedad que refleja. Y una sociedad que es sólo ruido o silencio, obtiene un teatro que sólo es ruido, o bien, deja de existir simplemente. ¿Cómo sería una posible respuesta a esta interrogación en torno a la crisis de los sentimientos?

b-ch: Depende del contexto. Un afecto no se canta. Narrar sentimientos significa cantar. En el teatro se canta. Para el canto se requiere una estructura narrativa, un espacio narrativo. A esto quiero llegar cuando pregunto qué entendemos por ira. Tomemos menin, la primera palabra de la Iliada.

b-ch: Deberíamos comenzar con una aclaración conceptual. Un sentimiento es distinto a una emoción. Un sentimiento es también distinto a un afecto. En su interrogación, en este respecto, nos encontramos frente a una falta de claridad conceptual. Y necesitamos claridad conceptual para poder discutir. Podemos hablar así del sentimiento de la belleza. En cambio, no podemos hablar de «la emoción o del afecto de la belleza». Se vuelve muy clara la diferencia entre emoción y afecto, por ejemplo, a través de ciertas expresiones. Tener el toque de la pelota (Ballgefühl) en el futbol, por ejemplo. ¿Afecto hacia la pelota (Ballaffekt), emoción de la pelota (Ballemotion)? (Risas). O la sensibilidad lingüística. Un sentimiento es una condición o una capacidad, es algo estático. Y la emoción, en cambio, es siempre un conmover. También una emoción puede provocar una historia,

b-ch: La primera historia de la cultura europea inicia con la cólera. Menin. Cantar la cólera. Esta cólera cantable no es un mero afecto, sino más bien lo que suscita esta narración es algo que contiene también la dimensión de lo colectivo.

fb: La narración de la cólera. Canta, oh diosa, la cólera…

fb: Se cuenta de una cólera, pero de una que emana de la ira individual de Aquiles… b-ch: ¡Claro! fb: …la cual, a su vez, cuestiona el sistema social, y, a través de eso, también el mundo de los dioses. Porque la Iliada cuenta la historia de la guerra de Troya desde el inicio hasta el final. La historia co-

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mienza cuando la cólera de Aquiles surge. Y, cuando se sosiega la cólera, también termina la historia. De esta manera es la cólera un sentimiento narrativo. b-ch: Esta cólera se canta, lo que significa: es narrable. En esta historia el problema no es: ¿cómo podemos narrar sentimientos? La historia consiste en la narración de un sentimiento de cólera. Sólo podremos entender la crisis de los sentimientos cuando distingamos los sentimientos de los afectos. Para crear sentimientos, en necesario primero abrir un espacio de resonancia. Los afectos no lo necesitan, son como disparos, se buscan una vía. No despliegan ninguna espacialidad, no construyen. to: ¿Hay, basándose en su conocimiento de la historia del pensamiento, sentimientos determinados que están desapareciendo? ¿Y otros que se están propagando? O, tal vez, ¿podríamos decir que los sentimientos disminuyen y los afectos aumentan? b-ch: Creo que los sentimientos son espacialidades que no se pueden consumir. Mientras que las emociones y los afectos pueden hacerse consumibles. to: (Susurra) ¡Los sentimientos también! b-ch: Los sentimientos no se pueden consumir. La tristeza no se puede consumir. No hacemos dinero de la tristeza. Hoy hay ciudadanos irritados y olas de indignación. ¿Es esta indignación cólera? La cólera se puede cantar. La indignación no se puede cantar: es ruido en las redes sociales. La indignación es algo subjetivo, alienante. to: ¿Y qué pasa con los indignados en España? b-ch: No sólo ellos, también el Occupy Movement terminó en nada. to: ¿Por qué? b-ch: Porque el sistema aliena. ¿Cómo puede surgir un «nosotros» en un sistema donde cada uno está para sí mismo? Todo es pasajero. to: Pero, al mismo tiempo, siempre se dice cómo las empresas hoy intentan, asemejándose a familias, crear lazos. Se trata siempre de vincular emocionalmente a los empleados con la empresa, para que ellos mismos se vuelvan más explotables. Antes un obrero era consciente de que su patrón lo explotaba, pero no tenía otra opción porque tenía cinco hijos. Hoy ocurre un fenómeno completamente diferente, como usted describe en su libro La sociedad del cansancio: la auto-explotación. Y todo comienza cuando uno mismo dice: «Mi empresa, para la que trabajo, es mi familia, mi hogar, y es el lugar donde también he crecido emocionalmente».

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b-ch: El capitalismo se ahorra los sentimientos. Si tomara la decisión de comprar algo de manera racional, no compraría mucho. Se necesita movilizar emociones para crear más necesidades. fb: ¿Emociones, o sentimientos? b-ch: ¡Emociones! La emoción es un movimiento que me propulsa a ocuparme de él. Las emociones son inestables, la razón es estable.

Puedo mantener mis convicciones, pero las emociones me agitan, y para generar ventas y necesidades el capitalismo necesita más que lo racional. Por eso el capitalismo busca suscitar emociones al nivel del consumo. La publicidad debe alentar emociones, porque sólo lo emocional puede llegar más lejos, más adentro; y así, entonces, uno se deja ser más explotado todavía. El sentimiento de libertad de «tú no trabajas para nadie, optimízate, proyéctate a ti mismo…» sigue la misma lógica de «formo parte de una familia, me desarrollo y me realizo a mí mismo»… to: …«y me vuelvo responsable de un proyecto»… b-ch: …O una iniciativa… desde mi parte más personal, interna. Esto, claro está, es mucho más eficiente que una suerte de explotación exterior. Con emociones se pueden colocar cadenas internas, las cuales son peores que las externas. to: La coyuntura de los afectos a costa de los sentimientos. Me atrevería a lanzar la tesis, a la cual ya ha venido aludiendo: Si perdemos la colectividad, perdemos también los sentimientos. b-ch: Botho Strauß escribe: «Como cuando escuchamos un sonido plateado, de gracia femenina, casi entonándose a sí mismo, así, tal cual, y, al instante siguiente, de repente, tras un breve intervalo, degenera en un ruido gutural, casi un berrido, algo verdaderamente ordinario. Esta brusca variación en el espectro musical no es un gesto de coloración, es, más bien, un diálogo forzado, violento: obligar a alguien a dejarse conocer». Para Botho Strauß el teatro es un espacio de diálogo, y sólo ahí puede existir el Eros —por medio de este esfuerzo, que no es sino aproximarse al otro—.


to: Ese ha sido mi tema principal en los ensayos los últimos dos años. Porque me topé con él a partir de una gran frustración experimentada frente a la actuación, cuando me dije a mí mismo: «Detente, deja de querer generar sentimientos únicamente desde ti mismo». Antes mirábamos alrededor de nosotros. No sé si antes realmente actuaban entre ellos, al menos se volteaban a ver y compartían una codificación estética. Porque se intentaban conocer entre los actores, entenderse para convencerse. La dirección contemporánea de teatro establece el acuerdo estético fundamental: «Salta-al-frente-y-grítale-al-público». Lo que alguna vez fue un acto revolucionario, hoy se ha convertido en un gesto vacuo, de estética banal, puesto que ya no tiene nada de revolucionario, sino más bien repite un patrón ordinario.

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b-ch: Si queremos hablar de sentimientos, deberíamos primero aprender a actuar con los demás. Porque, cuando se actúa con alguien, hay una narración. to: Precisamente eso busco en mis ensayos. Les digo a los actores: «Dejen de comportarse como trabajadores, ocupados con sus cosas, pensando: es esta la figura que tengo que pintar». b-ch: El teatro se ha vuelto ruidoso. En un teatro japonés me siento muy bien: el teatro-Nô, el teatro-Kabuki, no me hacen sentir acosado. Me gusta ir al cine. En un teatro me siento acosado por los actores. to: …Porque la gente que está actuando sólo tiene una intención: hostigarlo. Es una tontería. Un teatro ruidoso es la expresión de una sociedad que ha perdido, como fenómeno colectivo, los sentimientos, y como nosotros queremos suscitar sentimientos en el teatro, para poder provocarlos, recurrimos a los afectos.

to: ¿Y cómo podría ser eso, en un ambiente teatral, en el cual el discurso dominante es posdramático? b-ch: ¿Qué significa posdramático? fb: Estados de ánimo en lugar de acciones…

to: Sí, nuestros afectos provocan emociones en la sala.

to: Lo posdramático quiere decir: en un mundo en el cual lo narrativo ya no forma parte de él porque no se identifican más agentes, no me es posible construir eventos dramáticos. Mi experiencia del mundo no es más que una desorientación, y yo no sé quién es responsable de lo que ahí pasa. Y este es el mundo que intento reflejar, y sólo puedo hacerlo de forma posdramática.

b-ch: De hecho, los afectos no crean emociones.

b-ch: Pero podría hacerse también un proyecto alternativo.

to: No, más bien contra-afectos. Los afectos provocan justo eso que usted acaba de mencionar: ¡Es puro ruido! Esa fue su reacción. Y, ¿qué es eso sino un afecto?

to: Intento, lleno de dudas, con mi teatro, crear algo que pueda ser un proyecto alternativo.

b-ch: ¿Provocarlos?

b-ch: No: «Fue ruidoso. No hubo nudo narrativo». BO: ¿«Nudo narrativo»? Es desacreditable. b-ch: Sólo los nudos narrativos crean sentimientos.

b-ch: Pero deberíamos no repetir lo que ya hace tiempo se superó, más bien, en lugar de eso, inventar una nueva forma de lo narrativo. to: Es lo dramático. Es el nudo de una narración lo que crea sentimientos. Para eso, empero, necesito un tratamiento teatral. b-ch: No sé si la narración tenga que ser siempre teatral. to: No, no necesariamente. Una novela también puede funcionar así. fb: Correcto, aunque tal vez deberíamos ir aún más lejos de sólo lo teatral. Usted escribe en La agonía de Eros: «Hoy en día el amor es positivado como una forma más del placer: tiene que producir, ante todo, sentimientos positivos, ya no es un evento, una narración, ya no es más drama, sino, más bien, es emoción y excitación sin consecuencias». Hemos estado aproximándonos hasta ahora al teatro y, sin embargo, parece que es un espejo de lo que ya sucede en nuestra sociedad.


b-ch: El amor es también un acto, una historia. Hoy, sin embargo, el amor adquiere la forma de un cómodo arreglo de sentimientos consumibles. La lealtad no es una emoción, es una acción. Una determinación. La lealtad convierte a la casualidad en destino. Crea algo eterno. to: La mayor parte de la gente piensa que el amor es un baño de espuma. b-ch: Un baño cambiante de afectos. Por eso cambiamos todo el tiempo de parejas, porque estamos hambrientos de afectos, de nuevas experiencias afectivas. Así, el amor pierde su estabilidad. to: ¿Cuál sería su respuesta a la pregunta de la satisfacción de afectos a través del constante cambio de pareja? b-ch: Esto último nos indica que el amor no es ya ninguna acción. En una carta de Gorz para D., una carta de un filósofo francés a su esposa, se encuentra esta declaración de lealtad: «Aunque ya tienes ochenta y cinco años y te has encogido cinco centímetros, siempre seguirás siendo atractiva». Esta fidelidad es un acto. La fidelidad no surge nada más así como un sentimiento, se lleva a cabo. to: Pero ahí vienen los afectos, entre todo esto: «¡Oh! ¿De dónde estar segura yo de que este hombre es el hombre a quien yo amo, y con quien consumaré el acto del amor y el acto de la lealtad, y no alguno los otros ocho, alguno de los cuales también podría ser?». b-ch: Hoy vivimos en una sociedad en la cual los actos ya no son posibles. En una sociedad afectiva yo ya no puedo actuar. Tal vez es la poligamia o esta sociedad del «poli-amor» —una expresión penosa— algo que podría hallarse en el modelo de producción capitalista

o neoliberal. La maximización de opciones. Y la maximización de afectos. El modelo de producción económico se refleja también en el ejercicio del amor. fb: En La agonía de Eros usted escribe: «Hoy en día el otro desaparece». ¿A qué se refiere?

b-ch:

En nombre de la libertad hemos suprimido al otro, su negatividad. En nombre de la libertad hemos también eliminado todos los significantes masculinos como Dios o el falo. Narro la historia de un artista japonés que se amputó el falo e hizo que un cocinero lo preparara; y, entonces, invitó por Twitter a todo mundo para que probaran el platillo que habían hecho con su pene. En dicha ocasión realizó un performance y los invitados probaron su falo. Él quería ser libre, independientemente de un género, adquirir otra identidad. Para una tal totalización de la libertad debemos pagar un precio: una ausencia de orientación, una ausencia de vínculos. No tenemos a nadie enfrente, ningún otro. Cada quien está solo frente a sí mismo.

to: Usted hablaba antes del problema de la lealtad. ¿Por qué piensa usted que tanta gente tiene un problema de lealtad en nuestra sociedad? b-ch: La lealtad y la productividad se excluyen. La deslealtad es la que se preocupa del crecimiento y de la productividad. Pero quiero volver al teatro. Para usted el teatro del futuro es un espacio libre de presiones monetarias. Yo también tengo una idea del teatro del futuro. Sería un teatro del silencio. Y tal vez queremos decir lo mismo. Al capitalismo no le gusta el silencio. • Traducción de David Luna

* En alemán, «deuda» y «culpa» son la misma palabra, schuld. (N. del E.)


Glissandos en el laboratorio global Por Carmen Pardo

De la pintura holandesa y Big Brother

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o acabo de recordar cuál fue la primera vez que la había visto pero ayer, cuando me disponía a borrar todas las imágenes que se habían colado en mi WhatsApp, apareció de nuevo. Un amigo que está de viaje por los Estados Unidos me la había enviado, acompañada de un comentario que no acerté a comprender. De hecho, creo que nunca habíamos hablado de ella, pero ahí estaba, otra vez. Esos Músicos callejeros a la puerta de una casa que Jacop Ochtervelt pintó en 1665, formaban parte de mi obsesión personal, casi íntima, sobre la distinción entre lo público y lo privado y su representación. En esta obra, la puerta abierta de una casa, como ocurre a menudo en la pintura holandesa de la época, separa la privacidad de la casa y la vida pública de la calle. La puerta divide dos clases sociales: la señora de la casa con la sirvienta y la niña que se hallan situadas en una zona de luz y, en la oscuridad que se inicia en el quicio de la puerta, se ve a los músicos y las calles de la ciudad que se encuentran a sus espaldas. Pero esa puerta simboliza, asimismo, la distinción entre dos tipos de música: la interpretada en el interior de las casas burguesas siguiendo con la mirada la partitura, y la música de las calles que, sin necesidad de lectura, se propaga por el espacio público que se abre cuando las puertas se cierran. Los músicos de la pintura de Ochtervelt parece que han ido a ofrecer sus servicios.

De pie, en el umbral, sus cuerpos desenvueltos y relajados se oponen al recogimiento de la señora de la casa; la única que desde el interior no mira al exterior. En el umbral se hallan los músicos mirando al interior y la niña que tira de la sirvienta para acercarse a los músicos y salir a la calle. Desde el umbral de la puerta dos mundos se separan, pero entran al mismo tiempo en conexión. Este ejercicio en el que se aúna la preservación de lo privado al mismo tiempo que se desvela, siempre me ha parecido fascinante en la pintura holandesa de la época. Esa exposición en la que se atraviesan lo público y lo privado adquiere el estatus de voyerismo cuando el pintor deja el interior sin personajes humanos. Como en Las pantuflas (1654-1662), de Samuel Van Hoogstrate, donde la puerta se abre sólo para el espectador. En esta pintura se da a ver una escena casi fílmica, con las llaves colgando todavía de la cerradura de una puerta abierta, la escoba a un lado, y las pantuflas en la puerta invitando a ver el interior de la estancia en un juego de ausencia y presencia.

Cato y su cola • Por Powerpaola

Siguiendo esta tradición, me gusta situar al empresario holandés John de Mol quien, en 1999, produce el programa Big Brother basado en la novela 1984, de George Orwell. El éxito de audiencia es tal, que el programa se vende a veinte países más en los años que siguen. Al día de hoy, habría que aumentar el listado. El funcionamiento del programa es conocido. Los concursantes entran en una casa en la que deben permanecer aproximadamente tres meses y son aislados del mundo exterior. Su vida en el interior es retransmitida durante las veinticuatro horas, a través de las cámaras y los micrófonos situados por toda la casa. Periódicamente, los espectadores con sus votos deciden aquellos que son expulsados de la casa hasta que solamente queda uno, el ganador. El objetivo de este programa de telerrealidad —le llaman—, es mostrar el comportamiento humano. En ese mostrar, se teje de nuevo el nexo entre lo público y lo privado para explicitar que concursantes y espectadores comparten la misma visibilidad, que la falsa ventana del televisor es una puerta abierta donde todo acaba por confundirse. Ahora ya puedo borrar la imagen y responder a mi amigo para decirle que ambos somos concursante y voyeur, en este juego también. •

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La tercera reinvención

Ben Fountain

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016 fue el año en el que todos los rasgos enloquecidos de Estados Unidos aplastaron a los demás. Pantallas, memes, fake news, tormentas en Twitter, hackers rusos, tocadores de vaginas, los correos electrónicos de Hillary, la guerra, el muro, el resurgimiento de la derecha alternativa, el tamaño de las «manos» del candidato Trump, mentira tras mentira tras mentira, y dinerodinerodinero —entre más dinero, más mentiras: ¿será esta la regla básica de la política?—; todo lo anterior se combinó para producir una elección pavorosa, que costó más de mil millones de dólares. No se trató tanto de demócratas contra republicanos como del nacimiento de una extraña mutación, una criatura compuesta por una lógica política degenerada, creada por los aspectos tristes, psicóticos y vengativos de la vida nacional. La lógica de esta política —la lógica del Frankenstein— implica necesariamente que en algún punto el monstruo se vuelva en contra de su creador. Esta lógica no nos dice quiénes son los ganadores. Eso se decide en las batallas de las victorias y pérdidas cotidianas, pero sería difícil imaginar un conflicto más espectacular que el de esta criatura esquizofrénica de gran funcionamiento, en contra del propio sistema que lo condujo al poder. Decir que Donald Trump es un hipócrita insulta la escala de las cosas. Si nos movemos lo suficientemente lejos por el espectro de lo hipócrita, en algún punto llegamos a la esquizofrenia, y el logro de Trump no se puede explicar más que en términos de psicopatía. Aquí teníamos a un candidato que profanó los valores familiares en numerosas ocasiones, dos veces divorciado, habitual personaje de los periódicos sensacionalistas, adúltero compulsivo que de continuo se expresaba en términos vulgarmente sexuales. «La persona menos racista que jamás conocerán», se describió a si mismo, al tiempo que animaba su campaña con guiños racistas tan manifiestos que los neo-nazis, el kkk y la derecha alternativa lo apoyaron con un lenguaje que apuntaba a un segundo advenimiento. Tras forjar una carrera como uno de los más célebres libertinos de nuestra época, comenzó a citar la Biblia en su campaña. Este autoproclamado gurú de los negocios con una complicada historia de bancarrotas, rescates, deudas impagadas y tratos con mafiosos. Un evasor del servicio militar, enamorado del ejército; un macho de lenguaje rudo, con una enorme fobia a los gérmenes; un defensor de las manufacturas americanas que vendía ropa de diseñador fabricada en el exterior; y un patriota orgulloso y estridente que profesa una misteriosa afinidad por Vladimir Putin, uno de los más acérrimos enemigos de Estados Unidos. El multimillonario Trump hizo campaña con un incendiario mensaje populista, sin ofrecer nada concreto o siquiera coherente en términos de salarios, sindicatos, seguridad social o un plan fiscal que beneficiara a la clase trabajadora, aunque su rebaja de impuestos ofrecía grandes beneficios a la clase alta. Nada de lo anterior estuvo oculto. Las contradicciones de Trump estaban a la vista de todos, y las enarbolaba con el estilo grosero y

desenfadado del cretino neoyorquino prototípico. De ahí que fuera todavía más extraño que esta estrella y símbolo de la vida de la gran ciudad se convirtiera en el héroe de los Estados Unidos profundos, los millones de hectáreas pobladas por gente honesta, en lo que se conoce como el Cinturón de la Biblia, que son el soporte central y sureño del país. ¡El tipo que venía de Sodoma y Gomorra les caía bien! Sus insultos y lenguaje coloquial fueron vistos como prueba de autenticidad: al fin aparecía un hombre que desafiaba a las élites tras tantos años en que la gente común tuvo que tragar su mierda, soportar las pedantes monsergas sobre la tolerancia y la diversidad, espetadas por supuestos expertos que nos decían cómo debíamos actuar. Resultaba muy molesto. Y nos jodía la autoestima. Nos volvía sensibles y débiles cuando antes éramos fuertes, hasta que llegó este tipo rudo para señalarlo cada vez que abría la boca, diciendo todo aquello que uno quería decir en todos estos años en los que tuvimos que vivir pidiendo perdón constantemente, tan sólo por ser cómo éramos: venidos a menos, reprimidos, enojados, dirigiendo mil insultos al día contra Obama y los suyos, soportando malas noticias provenientes de Washington todos los días del año. Un milagro: ¡el hombre blanco que dice lo que piensa! ¡Libres, libres al fin! Quizá sea esta la medicina más poderosa en la política, el líder que devuelve a las personas a su estado natural. Ser reconocido por lo que se es, confirmado y bendecido desde el cielo: toda una experiencia espiritual. Ser despojado de una pesada carga. Ya no hay dudas, ni profecías oscuras, tan sólo la certeza de ser bueno y estar del lado de Dios. El rapto no está fuera de toda posibilidad. ¿Qué puede ser más emocionante, además del sexo, que ser reconducido hacia uno mismo, quedando liberado de la opinión negativa que tienen los enemigos? Un atisbo de ese rapto podía escucharse en los mítines de Trump: los gritos de «¡Construyamos ese muro!» y «¡Hay que encerrarla!», emitidos como por romanos que contemplan cómo los leones le hunden los dientes a la carne cristiana.


31 «Dice las cosas como son». Cuántas veces no escuchamos esa alabanza. «Dice lo que mucha gente piensa». Al parecer, así era; mucha más de la que lo admitía ante los encuestadores, aunque es imposible no preguntarse qué tan sólida era la identidad blanca para empezar, cuando el acto de cortesía básica que va implícito en la corrección política es considerado como una amenaza monstruosa. Si las penurias económicas se esgrimen como la razón social para la victoria de Trump, no deja de ser cierto que varios millones de sus simpatizantes votaron en Las contradicciones de abolición de la esclavitud eliminó unos cuacontra de lo que parecería ser su propio intro mil millones de dólares de capital de las terés económico. Las mujeres blancas vota- Trump estaban a la vista ron por él a pesar de que Hillary promovía de todos, y las enarbolaba cuentas de los esclavistas del sur. También, de manera literal, redujo la libertad de los la paga igualitaria, junto con un amplio esclavistas en relación con sus antiguos esprograma complementario que prometía con el estilo grosero y clavos; o, para decirlo de manera más sutil, ayudar con el agotador desafío —buena desenfadado del cretino restringio sus prerrogativas, su licencia, el parte del cual recae en las mujeres— de campo sobre el cual podía desplegarse su liconjugar la vida del hogar con la laboral. neoyorquino prototípico. bre albedrío. Trabajo forzado, golpizas, roLos hombres blancos de clase trabajadora De ahí que fuera todavía bo, violación, tortura, mutilación, asesinato, y clase media votaron por él a pesar de sus más extraño que esta essecuestro: todo esto se encontraba dentro políticas convencionales que enriquecen a los más ricos (no obstante sus invectivas trella y símbolo de la vida de las prerrogativas aceptadas para los esclavistas, todos eran mecanismos de control en contra el libre comercio), mismas que han, una estructura social organizada para comeprincipalmente entre la gente pobre y de de la gran ciudad se conter pillaje a una escala industrial. Un poder clase trabajadora, estancado los salarios, virtiera en el héroe de los —la prerrogativa— literal sobre la vida y la reducido la esperanza de vida e incremenEstados Unidos profundos, muerte de los demás. Un monopolio sobre tado la adicción a las drogas y las tasas de la libertad, si se quiere ver así. Los esclavissuicidio, y que han hecho que la movilidad los millones de hectáreas tas americanos gozaban de un rango de lihacia arriba sea la excepción y no la regla. bertad que por estos días asociamos con los La elección de Trump pareció ser el triunfo pobladas por gente hode la política de identidad —la política de nesta, en lo que se conoce capos del narcotráfico y los dictadores lunáticos del tercer mundo. identidad de los blancos— sobre el interés como el Cinturón de la El pillaje continuó de una forma ligeraeconómico. menos brutal después de la abolición Por otra parte, quizá la política de idenBiblia, que son el soporte mente de la esclavitud, pero ahora se jugaba un juetidad es económica. Quizá detrás de la vicgo de mayores alcances, un pillaje más unitoria de Trump no hubo nada más que central y sureño del país. versal en el que la raza todavía desempeñaba realismo económico puro y duro, un insun papel primordial. Jay Gould, el robber baron1 del siglo xix, ofreció tinto popular bien afinado para comprender cómo han funcionado una pista cuando dijo: «Puedo contratar a la mitad de la clase trabael dinero y la raza tradicionalmente en los Estados Unidos. Hay que jadora para que asesine a la otra mitad». Un enfoque sorprendentedecir que millones de estadounidenses, de manera implícita y con una mente cándido sobre la política de la división,2 pero Gould exageró buena dosis de razón, consideran que la libertad es un asunto finito: la situación. No hacía falta que contratara a nadie; gracias a la historia en la medida en que cualquier grupo, tribu o colectivo tenga mayor racista de Estados Unidos, es muy fácil que alguien realice el trabalibertad, necesariamente los otros tienen menos. Y después tenemos jo a cambio de nada. Generación tras generación de politicastros se el corolario, que nos aproxima más al meollo del asunto: entre mehan visto beneficiados —así como sus simpatizantes— por azuzar la nos libertad se tenga, más expuesto se estará al pillaje económico. Si división racial, y el mensaje básico es algo así como: ¡Cuidado, genjuntamos las dos proposiciones obtenemos lo que se podría llamar la Antropología Estadounidense, los dos cuernos de un dilema endiablado sobre el cual se ha balanceado el experimento democrático durante doscientos cuarenta años. Las ganancias equivalen a la libertad; el pillaje es correlativo a la sumisión. En términos prácticos, el principio organizador se ha apoyado a menudo sobre la raza y el género, y la esclavitud de hombres y mujeres negras es el ejemplo más vívido. Está tan claro como las cifras en los libros de contabilidad de una plantación de arroz del Río Cooper, donde la esclavitud basada en la raza fue el motor para una tremenda creación de riqueza. La


te blanca! ¡Ahí vienen los negros para apoderarse de sus casas, sus mujeres, sus trabajos, sus vidas! Es una maniobra tan elemental en el repertorio de los politicastros que nos ha sido legado como si fuera un término del arte político: «la estrategia sureña», y durante los últimos cincuenta años ha funcionado a la perfección para distraer a los blancos de clase trabajadora y clase media del inmenso pillaje de riqueza perpetrado por los estratos superiores de la sociedad. Pero con la Gran Recesión de 2008, la serpiente petrolera comenzó a perder parte La abolición de la esclavide su poder. La mayor caída en la riqueza tud, la primera reinvención, familiar en ochenta años hizo que la gente pusiera atención a lo sucedido: el sen- se produjo por la crisis de la timiento generalizado era que nos habían esclavitud. ¿Debía incluirse estafado, y el propio gobierno así lo confirmaba. Las instituciones financieras que a la gente de raza negra en- traba contenido en esas palabras, y una ocasionaron la crisis recibieron miles de tre los «hombres… creados persona razonable podría colocar ahí el milllones de dólares de préstamos y garancentro de la historia de Estados Unidos, tías gubernamentales, reduciendo el dine- iguales»? ¿Debían tener en la búsqueda por alcanzar ese potencial. ro disponible para asuntos que ayudan a la el dominio de sus propias En ningún momento ha existido plenaclase trabajadora, como seguros de desemmente, o siquiera sido la meta en común. pleos, alivio hipotecario y estímulos fisca- vidas, cuerpos, los frutos La abolición de la esclavitud, la primera les. Los banqueros continuaron recibiendo de su trabajo? Durante reinvención, se produjo por la crisis de la bonos inmensos; las grandes instituciones esclavitud. ¿Debía incluirse a la gente de financieras se volvieron más grandes; y cuatro años el país ardió raza negra entre los «hombres… creados no obstante las maniobras especulativas ¿Debían tener el dominio de literalmente debido a estas iguales»? que condujeron al colapso, y a pesar de que sus propias vidas, cuerpos, los frutos de su hubo numerosas denuncias en el Departa- preguntas. trabajo? Durante cuatro años el país ardió mento de Justicia por presuntos crímenes literalmente debido a estas preguntas; o se cometidos, sólo un banquero de inversión de nivel medio acabó tras reinventaba a la nación como un orden social profundamente distinlas rejas. Los movimientos del Tea Party y Occupy Wall Street comto —con una redistribución de la libertad, un reestablecimiento de partín la rabia del hombre promedio al que jodieron por izquierda los valores en la ecuación de la libertad, las ganancias y el pillaje—, o y por derecha, aunque la forma en la que esto se produjo, y quién lo se vería partido en dos. Unos setenta años después, la crisis existenhizo, estas preguntas básicas eran susceptibles de manipulaciones de cial de la Gran Depresión obligó a una segunda reinvención, y si lo cara a una población enojada, con bajos niveles educativos y expuesde «existencial» se lee como una exageración, se debe a que hemos ta a una gran cantidad de propaganda ideológica. Trump se montó perdido la justa apreciación por la agitación de los primeros años de en la ola aparejando una retórica populista de fácil digestión —¡el la década de 1930. Si la nación hubiera elegido como presidente en sistema está amañado!— con un racismo bastante abierto, la combi1932 a alguna mediocridad trágica del estilo de un Franklin Pierce o nación más confiable en el libro de las maniobras de poder estadouun James Buchanan, es fácil imaginar un estallido como el del abonidenses. Pero tras todo el ruido y la furia de la más extraña elección licionismo, o incluso una deriva hacia una guerra civil y un régimen de la historia del país, la ecuación permanece intacta. Las ganancias totalitario, como el ocurrido en Alemania durante la república de son proporcionales a la libertad; el pillaje es correlativo a la subyuWeimar. Otro ardimiento literal. En vez de ello, apareció Franklin gación. Hasta que cambien los valores en la ecuación, seguirá siendo Roosevelt y el New Deal, su respuesta a la amenaza que el capitalisuna fórmula de engañabobos. mo industrial desatado representaba para la democracia. Roosevelt articuló como ningún presidente antes el vínculo entre libertad y A lo largo de su historia, los Estados Unidos han debido reinventarse ganancias, subyugación y pillaje. La vida moderna, aseveró, amenados veces para sobrevivir como una democracia constitucional plauzaba con atrapar a la gente trabajadora en un nuevo tipo de yugo, una siblemente genuina. En ambos casos, la reinvención fue motivada democracia en apariencia que mantenía las formas de la igualdad popor crisis sumamente pronunciadas, y cada una puede interpretarse como un punto de inflexión en la larga elaboración de ciertas palabras a las que el país ha recurrido una y otra vez para definirse a sí mismo. Las palabras estaban ahí desde el comienzo, presentadas como verdades «evidentes por sí mismas» en la Declaración de Independencia. «Todos los hombres son creados iguales». Todos los hombres «son dotados por su creador con ciertos derechos inalienables». Entre ellos —otorgados por el mismísimo creador, y por lo tanto, sagrados— se encuentran los derechos a «la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad». El filósofo ilustrado, genio político y dueño de esclavos Thomas Jefferson escribió esas palabras; es justo decir que él también padecía la esquizofrenia estadounidense. Pero el potencial moral se encon-


lítica mientras era cómplice de un sistema económico que le negaba cualquier incidencia real sobre sus propias vidas a la enorme mayoría de la población. Los primeros años de la década de 1930 ofrecieron pruebas contundentes para respaldar la aseveración de Roosevelt. Los comedores gratuitos, los campos para migrantes, los indigentes defecando a plena luz del día, por no hablar del National Mall, en Washington, DC, durante los meses en los que estuvo ocupado por los Bonus Marchers,3 rebosaban de ciudadanos maltrechos que, se puede aseverar con toda certeza, habían perdido cualquier tipo de poder real sobre sus vidas. En la Convención Nacional Democrática de 1936, Roosevelt abogó por un segundo mandato y la continuidad del New Deal: La era de las máquinas, de los ferrocarriles; del vapor y la electricidad; del telégrafo y de la radio; de la producción masiva, la distribución masiva: todo lo anterior se ha combinado para producir una nueva civilización, y con ello una nueve serie de problemas para quienes desean seguir siendo libres. Pues de esta nueva civilización han surgido nuevas dinastías, creadas por monarquistas económicos. Se construyeron nuevos reinos a partir de la concentración del control sobre las cosas materiales. A través de nuevos usos de las corporaciones, bancos e instrumentos financieros, de la nueva maquinaria industrial y agrícola, del trabajo

y del capital —nada de lo cual fue previsto por los Padres Fundadores—, la estructura entera de la vida moderna se puso al servicio de estas nuevas monarquías… Los monárquicos del orden económico han concedido que la libertad política es un asunto que le concierne al gobierno, pero sostienen que la esclavitud económica no es asunto de nadie. Conceden que el gobierno puede proteger al ciudadano en su derecho al voto, pero niegan que el gobierno pueda hacer nada para proteger a los ciudadanos en su derecho a trabajar y a vivir. Hoy seguimos comprometidos con la proposición de que la libertad no es un asunto que pueda quedar a medias. Si el ciudadano promedio tiene igualdad de oportunidades en la caseta de votación, debe tener igualdad de oportunidades en el mercado.

El New Deal reinventó Estados Unidos por segunda vez: podemos llamarla la segunda redistribución de la libertad, una reelaboración radical de los valores de la ecuación de la libertad, las ganancias y el pillaje. Una reelaboración que sólo aplicaba a los blancos, hay que de-

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Ilustración de LeJav


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y casi el mismo tiempo que separa al New Deal de la actualidad. El reloj de largo plazo, sea coincidencia o no —historiadores místicos, ¡disfrútenlo!—, coincide con la evidente tensión de nuestro tiempo, una época de Las enormes desigualdauna economía demencial, en la que el uno des, no sólo de riqueza, por ciento superior posee una riqueza comparable a la de los antiguos sultanes y los sino de oportunidades reyes franceses anteriores a la Revolución, —desigualdades que son mientras que las clases medias y bajas se las mucho más pronunciadas ven negras para contar con necesidades tan básicas como seguridad social, o educar a para la gente de raza nesus hijos. Este tipo de desigualdad revela gra— muestran de manera a gritos que la ecuación de la libertad, los beneficios y el pillaje está severamente damuy convincente que, en ñada, y es seriamente incompatible con un de gobierno que asevera ser demoeste momento de nuestra sistema crático. La libertad arrogante de algunos historia, la reacción está —o, llámese como se quiera: autonomía, prerrogativa, privilegio— se traganando. Tal vez es una se- licencia, duce, como siempre ha sucedido, en el vañal de que hemos perdido sallaje económico de la mayoría, un estado todo el recuerdo del trauma de cosas completamente opuesto al prin-

cirlo. Todos los hombres son creados iguales. No estamos ni cerca. La búsqueda de la felicidad. Cuando hay tanta gente obligada a correr la carrera de rodillas. Se necesitaría de la llegada del movimiento de los derechos civiles para retomar ese trabajo no finalizado, pero la reinvención del New Deal estableció una estructura, un marco general para el establecimiento de la igualdad, que no sería desafiado hasta la que condujo a las primeras época de Reagan. En todo esto hay un dejo de lo insólito. dos reinvenciones. La Revolución de independencia y la abolición de la esclavitud están separadas aproximadamente por ochenta años. Más o menos el mismo periodo separa a la abolición del New Deal, que es el periodo de una vida humana razonablemente longeva,


cipio fundacional de Jefferson de la igualdad, así como la garantía de una autonomía significativa —los derechos a la vida, la libertad, la búsqueda de la felicidad— que, mediante la misma lógica moral, emana de la igualdad. «Tiranía económica», la llamó Franklin Roosevelt, la amenaza capitalista moderna a la igualdad de derechos que buscó promover con el New Deal, igual que el movimiento antiesclavista —y Abraham Lincoln, en su momento— buscó acabar con esa anterior forma de tiranía económica legalizada, basada en la raza. Por supuesto, eso produjo una reacción. La más sangrienta guerra en la historia del país se libró por la tiranía racial, un baño de sangre que continúa hasta nuestros días. La reacción a la reinvención de Roosevelt se confinó a los márgenes políticos durante casi cincuenta años; tuvo que llegar Reagan para que volviera a la palestra nacional. Algunos la llaman «la revolución de Reagan»: el desatamiento de las fuerzas del mercado que trajo consigo claros tintes raciales, y la hostilidad conservadora hacia el gobierno demostró un particular desprecio para los esfuerzos del gobierno de volver real la promesa de la abolición. Las enormes desigualdades, no sólo de riqueza, sino de oportunidades —desigualdades que son mucho más pronunciadas para la gente de raza negra— muestran de manera muy convincente que, en este momento de nuestra historia, la reacción está ganando. Tal vez es una señal de que hemos perdido todo el recuerdo del trauma que condujo a las primeras dos reinvenciones. No tenemos recuerdo, no en el sentido visceral, de la experiencia. La memoria viviente de la historia que alguna vez fue reciente se ha difuminado hasta convertirse en una mera abstracción; tal vez ese sea el significado de esos ciclos de crisis y reinvención que se producen cada ochenta años, que tenemos que volver a vivirlo todo de nuevo. Y tal vez nada que

no sea una crisis existencial pueda desatar estos actos profundos de reinvención. Lincoln y Roosevelt tuvieron la visión y fuerza de voluntad para liderar al país hasta sacarlo de dos versiones distintas del infierno. Hay que preguntarnos qué tan cerca del infierno tendremos que llegar en nuestra propia época antes de que intentemos un acto de reinvención igual de drástico. O se produce con éxito, como ha sucedido dos veces en nuestra historia, o Estados Unidos se convierte en una democracia tan sólo en nombre, una farsa sostenida por la escenografía y los gestos de la democracia representativa, tan falsa como el plató de la más cursi película hollywoodense. • Traducción de Eduardo Rabasa

1 El término robber baron se usa para describir de manera despectiva a los industrialistas estadounidenses del siglo xix, que acumularon grandes fortunas mediante métodos poco escrupulosos, cuando no abiertamente ilegales. (N. del T.) 2 Adcionalmente a lo anterior, véase el comentario de un contemporáneo de Gould, Henry Adams: «La política es la organización sistemática del odio». 3 El Bonus Army se compuso por 43,000 manifestantes, 17,000 de los cuales eran veteranos de la Primera Guerra Mundial, que se manifestaron en Washington en 1932, exigiendo pagos en efectivo por sus certificados de haber servido en el ejército. (N. del T.)

Creencias obsoletas • Por donDani ¿Ora qué querían los güeros?

Ya sabes, siguen con sus cosas esas de la mano invisible.

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76 hipótesis

con una sola objeción (es decir, el presente se presenta)

Gabriela Jauregui

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Nos están desapareciendo, silenciando borrando Que si nos han precarizado, Que si nos han reducido, austerizado, minimizado Que si queremos regenerar Que si nos exotizan Que si nos apropian Pero nos están matando Que si nos están minorizando, Que si hay que hacerlo por amor al arte—pero hay amores que matan Que si nos monolingüizan Que si nos monocultivan Que si nos han pestisuicidado Pero nos están matando Que si nos quieren domesticar Que si la cultura vive, la lucha sigue, Que si no nos distribuyen, no nos publican, no nos exponen Que si nos manosean Que si nos esterilizan Pero nos están matando Que si el margen, que si la periferia Que si la capital, que si el capital Que si el Colegio Nacional Que si el capitalismo, ya cayó ya cayó Que si de paso nos aplastó Que si las raíces, no se cuadran Pero nos están matando Que si estamos en devenir Que si duele Que si ves la tempestad y no te hincas Que si prefiero morir de pie que vivir arrodillada Que si hay que leer entre líneas Que si la impunidad Pero nos están matando Que si traía minifalda Que si la pigmentocracia Que si los transgénicos Que si ser transgénero Que si la poesía, el ensayo, la narrativa Que si la violencia de género Pero nos están matando Que si las lenguas desaparecen Que si las semillas Que si nombrar es crear mundos Que si para imaginar el futuro hay que nombrar el presente

Que si cómo harán cultura las muertas Que si somos invisibles Que si somos invencibles Pero nos están matando Que si la cultura de a pie Que si las torres de marfil Que si desde allá arriba nos disparan, y nos están matando Que si somos madres solteras Que si los límites del cuerpo Pero nos están matando Que si donde dice organismo debimos leer orgasmo Que si el gozo Que si compartir Que si en colectivo, que si en común, que si la comunalidad Que si las mujeres Que si quien las desmembró Pero nos están matando Que si el cuerpo del texto Que si el cuerpo del delito Que si el CURP Que si la firma Que si la rima Que si el verso libre Que si se le arrima Pero nos están matando Que si por deslenguada Que si mi lengua siempre es ajena Que si las palabras clave Que si me clavé en la textura Que si el texto, que si su contexto Pero nos están matando Que si cultura e identidad Que si cultura y pertenencia Que si cultura y su (im)pertinencia Que si aprender y desaprender Que si cultura es sustantivo y verbo Que si cultura y autenticidad Que si cultura y autoridad Porque cultivar es cuidar Y por eso, nos están matando.


Where you been?

Por Wenceslao Bruciaga

Viejos homosexuales

E

sta columna la tecleo durante las primeras horas de mi cumpleaños, cuarenta otoños de jotear sabroso, darme en la madre y venirme. Me rayan los pasteles pero los cumpleaños suelen ponerme melancólicamente gay; dicen que de por sí los libra tendemos a la maniaco-depresión romantizada por azotes nimios, pero eso lo veo más como una rutinaria coincidencia. La verdad es que no creo en los diagnósticos de personalidad derivados de una posición zodiacal en el negro universo. Para mí, los horóscopos se reducen a un puñado de estados anímicos básicos y estandarizados en clave cursi cuyo único ingenio es adecuarse al esquema de probabilidades: si te ponen diez rasgos de humanidad emocional, hay diez probabilidades de sentirse identificado al menos con una, y lo mismo pasa con las predicciones. El único sustento certero de los horóscopos es lo predecibles que somos los humanos. Si quieren cortarme la erección, pregúntenme por mi signo zodiacal. Prefiero responder sobre mi último chancro, sin pedos. Muchos homosexuales se entregan ciegamente a la espiritualidad zodiacal, quizás como segunda opción espiritual toda vez que la iglesia católica nos tiene excomulgados por el simple hecho de que nos gusta por atrás; o como chaqueta mental para evadir las consecuencias de nuestros actos: «No eres tú, Wences, es que los libra y los piscis son incompatibles…», me dijeron una vez. Curioso, porque en la cama todo embonó donde se debía: ¿por qué no me mandas a la chingada desde tu convicción, sin tener que echarle la culpa a un pinche astro? Creo que mi ególatra melancolía se debe al hecho de haber nacido en lo más

recóndito de la Comarca Lagunera. El desierto te vuelve huraño y torpe para lidiar con lo más elemental de las relaciones humanas. Pero es lo que soy y con cuarenta años de malos hábitos sentimentales hay poco que cambiar, como la inmadurez. Los gays estamos condenados a ello. A veces pienso que el matrimonio igualitario se inventó más como recurso para sentar cabeza y el beneficio legal es lo de menos y, aun así, ya he visto un par de parejas de hombres con todo e hijos adoptados discutir con la misma rabia pueril con la que en la secundaria arreglábamos los malentendidos. Los gays solemos tomarnos las cosas innecesariamente a pecho y a los setenta eso debe ser insoportable. Tarde o temprano, el onanismo nos cobrará la factura de nuestro erotismo antireproductivo. Por eso me da pavor la vejez. Creo que después de los cuarenta, los homosexuales debemos tener cuidado con los pasos que damos hacia la tercera edad. Las referencias gays no son muy alentadoras: a excepción de la psicópata y amable

frescura de John Waters, la mayoría de los homosexuales terminan siendo como una perversa imitación de Barry Manilow o Ernesto Alonso o Alejandro Tomassi, en plan diva aseñorada, desnudando jovencitos con la mirada, cargando las arrugas con poca dignidad. Se me retuerce el estómago de pensar en eso. A veces pienso que terminan así por haber hecho de la homosexualidad una existencia cobarde y reacia a romper los clichés gays. Si te pasaste la vida en el terso confort de las baladas interpretadas por mujeres, entregaste tu destino a la Barbara Streisand o María Victoria. No todo es un arcoíris en esto de la putería. De momento, mejor no pienso en eso y celebro lo que resta del día sin tantas vueltas existenciales con Dinosaur Jr., cuyos riffs, para mí, son la fuente de la juventud. Creo que los bugas lo hacen mejor, despreocupados y con los valores muy bien definidos entre la sencillez y la sabiduría. Pienso en Bukowski echándose una cerveza pasando los sesenta y me parece una buena recomendación para emprender la inevitable caída. • @distorsiongay

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Psycho Killer

Por Carlos Velázquez

Cumbia lagunera 39

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os de los movimientos musicales más extravagantes de los últimos cincuenta años han surgido del noreste mexicano. El movimiento del regiovallenato y la cumbia lagunera. Acompañando a la noción de cultura norteña, que comenzó a gestarse a partir de la década de los ochentas, la cumbia fue el lado b del dominio del acordeón norteño como símbolo de identidad. La necesidad de englobar la cultura norteña dentro de la posmodernidad se remonta a los tiempos del Piporro, pero es con la cumbia y otros movimientos norestenses, como la música de Nortec, por ejemplo, que el norte se reveló como un laboratorio social, un lugar donde había cabida para la vanguardia. Todavía nadie puede explicar cómo germinó el movimiento de la cumbia en La Laguna, una región al día de hoy contaminada, con problemas de escasez de agua y postindustrial. Se sabe que sin el influjo de Rigo Tovar, La rebelión de Teo Sánchez, los Plebeyos y tantos otros paladines del ritmo, no sería lo que hoy es. Sin embargo, los grupos mencionados no alcanzan para entender el fenómeno. Desde antes de su aparición, la cumbia ya había tomado la región. Como muchas otras del país. Pero que en La Laguna tuvo un impacto del que no se pudo recuperar gracias a la pieza «El lagunero», de la Sonora Dinamita. Una canción que La Laguna adoptó como himno nacional. En 1960 se fundaría en Medellín un conjunto que jamás pensó que impactaría en otro país del continente con semejante fuerza. La Sonora Dinamita desembarcó en un México en que el cosmopolitismo comenzaba a decaer y el romance con el trópico iniciaba, sobre todo con la Revolución Cubana. Pero el bolero cubano no casaba tanto con la manera de ser del mexicano, por lo que la cumbia colombiana se masificó y se convirtió en uno de los ritmos más populares. Cómo se enquistó la cumbia colombiana en La Laguna y Monterrey es un misterio. Es decir, no era el único lugar donde se escuchaba, pero sí donde colonizaría. Tropicalísimo Apache, el grupo más representativo surgido de La Laguna, refleja en su primer álbum esta dicotomía entre el desierto y el trópico. En la portada parecen

unas palmas. Palmas que se encuentran en La Laguna. Como si fuera un paraíso recobrado, un espejeo, el desierto, una zona donde se alcanzan temperaturas de 44 grados a la sombra se sintió seducida por un ritmo que no nació ahí pero que adoptó como propio. El paisaje no correspondía en lo absoluto, pero la idiosincrasia mantenía puntos de contacto. Una fiesta continua, y sería a través de la música, entre otras cosas, con lo que la región le haría frente a todas las catástrofes, la más cruenta de ellas la guerra contra el narco, que le otorgó a La Laguna la distinción de la ciudad más violenta del sexenio durante el mandato de Felipe Calderón. La cumbia lagunera posee sus propios signos de identidad, que la diferencian de Celso Piña y sobre todo de ese bodrio llamado cumbia chilanga. La irrupción de Los Ángeles Azules es uno de los accidentes más feos que le han ocurrido a la cumbia. Con su frivolización chabacaba del vallenato, descendencia directa del vallenato de Carlos Vives. La cumbia lagunera se distingue por hacer hincapié en los teclados y en el güiro. No usa el acordeón como la regia. No en su primera etapa. De la que forma parte Apache. Después vendrían bifurcaciones, como una estirpe colombiana capitaneada por los Primeritos de Colombia. La escuela promovida por Apache engendró a Los Chicos de Barrios, el grupo lagunero con más proyección en Estados Unidos. Caracterizados por una cumbia más rápida, cuenta Yiyo, uno de sus integrantes, fue como consolidaron su estilo. En una gira en la que compartieron escenario con un grupo de merengue decidieron tocar sus piezas más rápido, para no aburrir a la gente que se había quedado acelerada por los merengueros. Este es un ejemplo de lo que ha ocurrido con la cultura norteña desde hace décadas, y no sólo la que obedece a la cumbia, pues su identidad está en constante construcción. Además de Los Chicos de Barrio, hay grupos que han impactado en el inconsciente colectivo, como es el caso de La Sonora Everest. Como su nombre lo indica,

su sonido no es como el de Apache, sino más sonoro. Reverenciando los orígenes. Sin embargo, suenan inconfundiblemente laguneros. Y en una dirección distinta están Los Capi, que siguen la escuela de Chicos de Barrio. Grupos que son lagunerísimos pero que tienen un punto de encuentro con el regiovallenato vía el chuntaro style del gran silencio. Esta proliferación de bandas, con lo que el caldo de cultivo significa, los discos, los bailes, la radio, configuraron una identidad que se inseminó en el lagunero a partir de las décadas de los sesenta y setenta. Apache comenzó como un grupo de música disco, pero ante la falta de un asidero identitario mutó a un ritmo que se adhirió a la piel del lagunero. No existe hora del día en que la cumbia no suene en la ciudad. Sea en un camión de la ruta urbana, en una maquiladora o en un puesto de gorditas. Y qué es la letra de una cumbia sino un relato. Que bien se puede tanto remontar a los corridos, como la historia del forajido como a Las mil y una noches. En esa búsqueda constante, la cumbia lagunera ha mutado. En el presente ha surgido una nueva corriente. Por no encontrar una mejor definición, se ha catalogado como cumbia hípster. Que se caracteriza por una estridencia que se desprende de la cumbia villera argentina. Cuyo mayor exponente es Cadereira. A diferencia de lo que ocurrió décadas antes con la influencia de la cumbia en el noreste, la paternidad de Cadereira se puede rastrear. Marcelo Gamboa, su líder, cuenta que en un viaje de mochilero por Argentina escuchó ese ritmo y al volver a La Laguna decidió fundar un grupo que combinara la cumbia villera con la lagunera. La Laguna creó un asidero emocional y sonoro para hacerle frente al discurso oficial. Se respira en la atmosfera. «En La Laguna», pieza de Tropicalísimo Apache, es el qué lejos que estoy del suelo donde he nacido. La región es una cumbia en sí para cada habitante. De la que todos orgullosos cantamos: pero mi novia sí sabe cómo se baila la cumba. •


TM


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