Segunda Guerra Mundial

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Se podía considerar a la MG34 como la solución capaz de superar todas las pruebas exigibles a un arma de estas características. El único defecto era su laboriosa y cuidada manufactura, que si bien podía hacerse tolerable para una fabricación en tiempos de paz, se hacía insostenible cuando la producción tenía que abaratarse en costes y en algo tan primordial para un ejército en combate como era el tiempo.

La solución llegó hacia la mitad de la II G.M., como un claro alivio para las fábricas de armamento alemanas que con el nuevo diseño, y gracias a sus procesos de producción pudieron satisfacer la demanda de sus ejércitos. El nuevo modelo fue designado como todos los modelos alemanes, anteponiendo al año del diseño las iniciales de su denominación como arma, resultando el nombre de MG-42, correspondiendo a Maschinengewerh (ametralladora 1942).

Antecedentes históricos

De las experiencias obtenidas durante la Gran Guerra 1914-18, se vio la necesidad de poder dotar al soldado de un arma de tiro automático, que le pudiese acompañar en el momento más decisivo del combate: el asalto. Para ello ese arma debía reunir una serie de características, pero sin duda las más importantes eran peso y volumen. Si se trataba de que el combatiente la pudiese llevar durante un avance, era primordial su portabilidad por una sola persona.

Es cierto que el problema estaba parcialmente solucionado con los llamados fusiles ametralladores o ametralladoras ligeras, pero estos tenían un inconveniente. Su escasa potencia de fuego, debida a dos factores muy importantes y de dificil solución. Eran el sistema de alimentación, normalmente mediante petacas con capacidad para veinte cartuchos, y el excesivo calentamiento debido a los sistemas de refrigeración. En su favor diremos que estas armas gozaban de un sistema rápido de cambio de cañón, pero ello obligaba a ser manejadas por una dotación de al menos tres personas. Tampoco su potencia de fuego podía resultar notable, condicionada por los factores anteriormente expuestos.

Además existía la premisa indispensable respecto a la normalización del cartucho. Quedaba demostrado lo necesario de la utilización de uno para armas largas y automáticas y otro para armas cortas, pues con ello se facilitaría enormemente la logística el poder tener un arma automática (ametralladora) que pudiera emplearse indistintamente como ligera. Pesada y montada sobre vehículos. El estudio del diseño debía tender hacia lo que podríamos llamar un arma polivalente, que pudiese ser utilizada como ametralladora ligera, pesada, antiaérea, y al mismo tiempo permitir su montaje en vehículos. Pero nos situamos ya a comienzos de los años treinta.

Con el fin de la Gran Guerra, el tratado de Versalles había prohibido a la vencida Alemania la fabricación de armamento militar. Pero ello no iba a impedir el estudio de nuevos desarrollos, valiéndose de lo que podíamos llamar una trampa legal. Técnicos y capital alemán se trasladaron a otros países, como Checoslobaquía y Suiza, para continuar la búsqueda de nuevos proyectos armamentísticos.

Por entonces la Waffenfabrik Solothurn suiza fabricaba los modelos MG-29 y MG-30 diseñados por Lois Stange, técnicos de la misma y compañero de trabajo del famoso Hugo Schmeiser.

Con la llegada al poder del partido Nacional Socialista, y en vías de superar la crisis económica de posguerra, las cláusulas del restrictivo tratado de Versalles fueron poco a poco obviadas, y fruto de ello, en 1932, apareció la ametralladora ligera MG-13, fabricada según diseño de Stange por la empresa Simson, de Shul, basada en la Dreyse MG-18, así como la producida por la fábrica suiza con el nombre de Solothurn, a la que se llamo MG-13.

Apenas dos años después una de las mas importantes industrias de guerra, la Waffenfabrik Mauser, de


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