TROPECIENTAS TROMPAS. Microrrelatos

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Sergi Cambrils

TROPECIENTAS TROMPAS

microrrelatos

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DiseĂąo y textos: Sergi Cambrils Ilustraciones: Internet (manipuladas)

microsergirelatos.blogspot.com www.sergicambrils.com info@sergicambrils.com

RecopilaciĂłn de microrrelatos realizados del 01-2016 al 08-2017

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LA LLORONA

Nuestra hermana Josefina llora las tres cuartas partes del día. El rato que no lo hace, se muestra receptiva y sosegada para que veamos que no todo en ella es amargura. Durante ese estado de gracia, que suele ser después de la merienda y alrededor de unas cuatro

horas,

charlamos

con

ella.

La

animamos y le hacemos ver que no puede seguir

así;

consumiéndola.

tanta Mientras

llorera escucha

acabará nuestras

reflexiones y consejos se la ve reconfortada, risueña, incluso ilusionada; pero a la hora prevista, a eso de las nueve, borra todo rastro de alegría y vuelve a lo suyo.

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MUNDOS

El ruido originado por una bombilla al explotar

provocó

la

estampida

en

un

distinguido restaurante del centro de París. El crítico

gastronómico

se

quedó

sentado,

observando la frenética escena a través del humillo vaporoso que desprendía su plato. Un momento

antes,

aspavientos

la

el

camarero

tapa

que

retiró lo

con

cubría

asegurándole que el aroma lo transportaría a otra dimensión. Junto a su mesa gateaba un niño extraviado de apenas dos años. No lloraba; le hablaba. Lo cogió y lo sentó en su regazo, pues oírlo crear su propio lenguaje para contar el mundo era lo que realmente le fascinaba.

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UN SEÑOR BAJITO

En mi pueblo hay un señor bajito que habla solo por la calle. Fuma puros retorcidos que

se

apagan

enseguida,

y

deambula

parsimonioso buscando los lugares bañados por la luz del sol. Suele repantigarse en ellos relamiéndose y maullando como un gato. ¿Hace el ridículo? No sé. Prefiero entender esa conducta como un acto de libertad, como una pugna contra los obstáculos que limitan. Esta soledad tan extraña a la que nos lleva la vida nos despega de la consciencia, hace que dialoguemos nostálgicos con las nubes y un sinfín de extravagancias más. De no hacerlo, acabaríamos aún más locos.

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CUIDADOS INTENSIVOS

Mantenía el cadáver de su marido en casa porque estaba convencida de que volvería con ella. Cada mañana lo aseaba y lo vestía; lo acomodaba en el sillón de la ventana y le ponía la radio bajita, como solía escucharla. A la hora de comer, lo sentaba en la mesa del comedor y le hablaba como si aún viviera. «Come Antonio, llevas mucho tiempo sin hacerlo». Le sujetaba su huesuda cabeza con una mano y con la otra le daba la sopa; pero le chorreaba por sus oquedades. «Antonio, por el amor de Dios, no me hagas enfadar otra vez».

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MACROMOMENTO

El capitán Gehringer dio la orden de inmersión, pero el submarino siguió flotando en la superficie. Algo no funcionaba bien; tuvieron que repararlo. Algunos aprovecharon la

incidencia

acostándose

en

el

suelo

antideslizante de la cubierta para contemplar el catálogo de nubes que el día les brindaba, desatendiendo varias horas el ataque previsto contra el buque enemigo. –¡Qué

momento

éste!

–dijo

uno

suspirando. –Más

bien

es

un

macromomento

respondió otro embelesado con el cielo. –¿Qué ves en esas formas algodonadas? –Cosas absurdas. 17


–¿Como cuáles? –En esa pequeña a un señor zampándose un fuet a bocados, y en las de alrededor lugares de alterne.

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UN TRABAJO DE MIERDA

Establecer realidades imposibles era un pasatiempo muy divertido cuando te reunías con los amigos. Como ninguno de nosotros tenía

trabajo,

disparatadas

nos

gustaba

fantasías

en

centrar el

las

terreno

económico. Imaginar era gratis. La última divagación germinó era una propuesta muy estrafalaria y bastante escatológica. Consistía en quién de nosotros aceptaría un sueldo fijo de cien euros diarios durante toda la vida con la única condición de que, al levantarnos por la mañana, recibiéramos un buen tartazo de excrementos semiblandos en la cara; con la posibilidad de ducharse después. Yo lo tenía claro, pero la mayoría aún se lo pensaba.

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FAMILIA MODULADA

Doña Claudia Miraflores había puesto cara y cuerpo a las voces que solía escuchar en la radio. Se despertaba con el vozarrón de Jorge Tebastez; un presentador cordial y bonachón al

que

imaginaba

rechoncho,

con

entrado

en

crencha

central

una

carnes, que

dividía su despoblado cabello y una papada tan exagerada como su barriga. Su programa –«Onda viva»– era adictivo y conseguía que doña Claudia dejara atrás el tiempo de duelo. Mientras los contertulios habituales daban inicio al coloquio matinal, ella desayunaba y seguía fantaseando con ellos. En su mente, veía a Fulgencio Pescla –el doctor en historia y antropólogo– como a un señor desangelado, repleto de surcos faciales por el acné de juventud y anegado en un mar de patas de 23


gallo.

A

Mamen

Salliz

–la

experta

en

economía–como a una lechuguina con aires de grandeza, vestida con un pulóver de cuello alto y una faldilla que dejaba ver sus rodillas. Y al director del periódico «Ojo de papel» – Ernesto Reicer– lo representaba más guapo, de tez morena, corpulento y con un hoyuelo en la barbilla. Eran toda su familia, nos decía; le llenaban la casa, y también a ella

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JUEGO DE SILLAS

La

espesura

asfixiarnos

de

la

selva

lentamente,

como

comenzó un

a

oso

amaestrado que no controla su fuerza al abrazar a su cuidador. También lo hizo la bruma, que a jirones fue estrangulándonos y elevando nuestros cuerpos a dos palmos del suelo. Un ritmo tribal empezó a sonar. ¡¡Pum-pum, pum-pum!! Nos vimos sometidos al capricho de algún oscuro

encantamiento,

girando

como

un

tiovivo humano al son de aquellos golpes primitivos. ¡¡Pum-pum, pum-pum, pum-pum!!

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Algunos

se

quedaron

flácidos

como

muñecos de felpa; adormilados, y con un semblante ahogaba

relajado. mí

La

garganta

gasa como

de

niebla

una

soga,

conduciendo mi conciencia a la escena de un sueño apacible donde también todo giraba y giraba; pero era en un jardín lleno de niños, en la antigua casa de campo de mis padres, alrededor de unas sillas con respaldo verde y al compás de una música animada que a intervalos paraba.

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EL NÁUFRAGO

En una recóndita isla del Pacífico, si tirabas un puñado de termitas blancas al agua, éstas se

agrupaban

formaban

una

como especie

piezas de

de

balsa

Lego

y

flotante.

Podías subirte a la embarcación dejando que tu destino estuviera a merced de esa masa compacta de insectos isópteros o quedarte en la playa contemplando como las olas bordaban puntillas blancas sobre la arena. El náufrago eligió salir de allí con la única alternativa considerable, y llegó a una isla de idénticas características donde desgraciadamente tuvo que

plantearse

la

misma

peripecia

para

sobrevivir; aunque esta vez estaba casi en los huesos.

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CLASES

–¿Por dónde demonios has respirado hoy? –interpeló una madre a su hijo al llegar a casa–.

Sabes

que

no

debes

hacerlo

en

cualquier sitio, que si no eliges bien los lugares puede afectarte como una alergia y después te salen ronchas muy feas en la piel. Espero que no hayas vuelto a inhalar el ambiente de esas zonas residenciales donde viven tus nuevos amigos, y no hayas entrado en sus lujosas mansiones. Eso no lo has hecho, ¿verdad?... Si luego te entran náuseas y te duele la cabeza no me vengas con chácharas y que no te lo advertí.

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VOLUNTADES

Cuando

la

señora

Eulalia

empezó

a

descansar de los años trabajados y a disfrutar del tiempo de ocio con su marido, sintió que le llegaba su hora. La aceptó con fortaleza, resignándose

a

la

enfermedad

que

le

sobrevino. Pero dejó claras varias cuestiones que debían cumplirse a rajatabla. Una de ellas era la fotografía que debía colocarse en el nicho donde sería sepultada; otra, las flores que

debían

engalanar

su

tumba

en

el

camposanto; y, la más importante, los tres elegantes trajes, ya escogidos, con los que su esposo y sus dos hijos debían enlutarse el día de su entierro.

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NUESTRO HEMICICLO

Visionar los plenos del pueblo por la televisión local se había convertido en una actividad

estupenda

para

reunirnos.

Comprábamos pizzas y mucha cerveza, y como si de un derbi futbolístico se tratara nos arrellanábamos en el sofá para debatir entre nosotros los temas que se trataban. La última vez, al cabo de tres horas de encarnizado debate,

nos

mostramos

indignados

al

interpretar en las palabras de un concejal que algunos trabajos se daban a dedo; por lo que “Carachivo” y “El pecas”, enganchados del cuello y bastante mamados, se bajaron los pantalones apuntando al monitor para dar luz al asunto.

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TAL PARA CUAL

Para que las parejas perduren deben darse una serie de «no sé qués» determinantes que conviertan «lo normal» del inicio en algo «excepcional» con el paso del tiempo. Así lo creemos mi esposa y yo; aunque nuestra primera cita es preferible olvidarla. A Marta la conocí hace dieciocho años en el Mercadona de mi barrio; nuestro «Templo». El destino

quiso

colisionaran;

que

ambos

nuestros repletos

de

carros bollería

industrial, mira qué coincidencia. La escaneé de arriba abajo. Era corpulenta (como ahora), con el cabello recogido en un pirri, de ojazos verdes que quitaban el hipo y embutida en un llamativo chándal naranja que me llevó a compararla con una bombona de butano. Yo 39


era igual; gordísimo (tampoco he cambiado), un mamut de dos patas; sin cuello, de culo hundido y capaz de girar como una peonza al paladear tocinito de cielo. Hicimos ademán por disculparnos, y en ese tímido gesto surgió ese «no sé qué» del que os hablo. Coincidimos más veces; incluso intercambiamos impresiones. «Yo soy más de Nesquik que de Colacao», me declaró un día de repente. Conectamos. Y descubrí que bebía del gollete, como yo, que roía hasta la última piltrafa de los huesos y que le encantaban las palomitas. La invité al cine. Fue nuestra primera cita formal. Elegimos una bélica; «Salvad al soldado Ryan». Era muy ruidosa; sobre todo la parte del desembarco de las tropas.

Sonó

una

sirena

incesante

que

confundimos con los estallidos y las ráfagas del combate; y resultó ser una alarma real, un aviso de bomba en la sala. La gente saltó de sus asientos y corrió asustada hacía la salida. 40


Nosotros

quisimos,

pero

no

pudimos.

Quedamos retenidos entre los reposabrazos, sin

poder

liberarnos

aquellas butacas rojas.

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de

la

estrechez

de


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SUCESIÓN AUDITIVA

Cada año, de mi oído podía sacarse un mazacote

de

cerumen

digno

de

ver.

Lo

conseguía introduciendo agua tibia a presión por medio de una pera de irrigación. Lo sorprendente fue la última vez, pues el tapón que extraje de mi oído izquierdo tenía un aspecto poco común. Lo palpé y lo limpié con un trapo. Comprobé que era un pequeño pabellón auricular, una orejita cartilaginosa que vibraba sobre la palma de mi mano como un juguete de cuerda. Lo incliné sobre la pila del

baño

y

le

inyecté

una

lavativa.

Su

agitación fue cediendo, y al final asomó algo encanijado.

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EFECTOS SECUNDARIOS

En un momento, viendo el telediario de la noche, me zampé todo el bote de banderillas; una después de otra, como quien come pipas. Su sabor avinagrado torció mi boca y se enganchó en mi gaznate como un punzante narcótico; me elevó a las nubes. Un júbilo loco me chispeó la médula, los costados, y no pude parar de reír, de llorar…Pasaba de la carcajada más impetuosa a la pena más triste. Sentía como feroces hormigas me mordían la lengua sobre los temblores de una estrella lejana, junto a moscas gigantes que surfeaban en un mar de cristales. Un sol incandescente me calentaba la espalda y me fundía como una loncha de queso dispuesta sobre un bocata de lomo hecho a la plancha. ¡Uff, qué apetito! Oí una voz; un murmullo lascivo que me comía la 45


oreja: «Abre los ojos atontado», me gritaba, «¿cómo no te fijas en los pechos de la guapa presentadora?». Los abrí; espabilándome poco a poco ante la exuberancia voluptuosa de aquella diosa que me hablaba. Me decía: ¡cómeme!, ¡cómeme! Y sí, estaba hambriento, con ganas de algo dulce; de fruta; de jugosas peras, de naranjas, de melones…de lo que fuera, de algo que me saciara.

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RAJA DE LA SUERTE

Genaro «el boinas», un jubilado corpulento y

desaliñado,

estaba

sentado

sobre

un

taburete frente a la máquina tragaperras, sorbía su cazalla y despilfarraba su dinero. Lo insertaba con recelo; y, cada vez que estiraba su brazo hacia la ranura, su ceñido jersey de franela descubría el inicio blanquecino de su trasero: una «hucha» dejada que me llevaba a

pensar

en

lo

funesto

de

la

vida.

Mi

imaginación juguetona también se interponía, y me proyectaba tras él introduciéndole una moneda

invisible

en

esa

basta

abertura,

accionándole el brazo hacia abajo, por si daba «avances», por si cambiaba mi fortuna.

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LA PRINCESA

Cuando Rebeca se incorporó al grupo de amigos, se adivinaba que nuestro círculo tendría las horas contadas. La aceptamos porque era la novia del Juanqui, nuestro amigo;

pero

vaya

tipa

engreída.

«Sois

nauseabundos», nos soltó el día que vino al bar de almuerzos donde siempre íbamos. Al fin y al cabo, entendimos que quisiera conocer a toda la pandilla. Pero no se adaptó, ni entendió nuestros códigos. Y solo porque eructamos tras la comilona y provocamos que sonara largo, se levantó molesta de la mesa y miró al pobre Juanqui, severa, como diciendo: «O yo o esta piara de cerdos».

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LA SORPRESA

Susi

Gómez

se

dispuso

a

limpiar

la

habitación número 22 del Hotel Olimpia en el que trabajaba de asistenta hacía un par de años. Empezó por las camas. Había dos; y eso ya le pareció extraño. Se percató de que todo se repetía por duplicado. Había dos lámparas colgadas del techo, dos mesas, dos retretes, dos

duchas,

televisores…incluso fechados

igual.

dos un

tostadoras, par

Llamaron

de a

dos

periódicos la

puerta.

«Servicio de habitaciones», exclamaron a dúo. La abrió. Frente a ella, una pareja de mozos bien

plantados,

clavados,

totalmente

desnudos, sujetando sendas rosas y, por cierto, muy bien dotados.

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DE CUENTO

En principio, lamer un sapo no es nada agradable. No es como lamer un helado. Pero si en el laboratorio donde trabajas estás rodeada de estos anfibios porque investigas con ellos, alguna vez te ves tentada (como ha sido mi caso) en ir más allá y barajar otras opciones

que

no

sean

sacar

las

típicas

muestras de ADN y otras mandangas de índole

científica.

Desde

hace

unos

días,

además de lametones, también acaricio sus cuerpos rechonchos y doy besos a sus gruesas pieles verrugosas; sin esperar resultados ni transformaciones ni nada. Solo por probar. Hace demasiado tiempo que vivo sola.

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PROCESO DE EVAPORACIÓN

–¿Esto?... No es obesidad. Soy todo agua ¿No os dais cuenta? –exclamaba don Manuel a

sus

nietos

palmoteándose

su

colosal

barriga–. Soy puro y etéreo como la luz del sol… Los chiquillos observaban sus aspavientos y seguían escuchándolo atentos. –Ahora

me

veis,

¿verdad?...

pues

aprovechad, aprovechad que me tenéis –les decía en tono condescendiente–. Debéis saber que los días calurosos como este, con la evaporación, el vapor de agua que desprendo al condensarme me transforma en nube, y por ese mágico proceso, cuando reaparezco, lo hago en forma de lluvia, nieve, niebla o rocío. Así que… aprovechad, aprovechad. 57


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UN DÍA DE SUERTE

Una de las mayores alegrías es cuando, sin esperarlo, te encuentras dinero en el bolsillo de alguna prenda olvidada. «Eso sí que da la felicidad», diría

mi padre; o

que

broten

billetes de las ramas de los árboles... En casa no he dicho nada, pero el otro día experimenté una sensación similar, pues me encontré ochenta euros al bajar del coche. Fue en la calle donde suelo aparcar, junto al estanque, en la parte baja del bordillo. Me agaché disimulando y, como quien se ata los cordones de los zapatos, recogí unos papelillos azules bien plegaditos. Eran cuatro billetes de veinte euros; más de lo que podía ganar trabajando en un día.

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Un remordimiento hizo que me sintiera ladrón, sucio; pues alguien había perdido la pasta

y

yo

iba

a

aprovecharme

de

su

desdicha. En eso era como mi madre: un tontaina idealista que se sentía mal con todo aquello que no fuera merecido. Mi padre, en cambio, no se lo habría pensado dos veces. En fin, que la suerte me había sonreído; tan solo debía aceptarla. Al fin y al cabo, era lo suyo. Pero a mí no me resultó tan fácil. Al final hice lo que me dictó la conciencia: recogí únicamente dos de los billetes; dejé los otros dos en el suelo y, sin perder de vista los cuarenta euros dispuestos en medio de la acera, fui a tomarme una caña en un bar próximo; pendiente de la persona que cayera en ese estupendo señuelo. Pues, en tiempos de crisis, contemplar la felicidad del prójimo no tenía precio.

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MORIR PERDIDO

Desde que la muerte empezó a correrle por los huesos como un caballo desbocado, Julián dormía en un ataúd dispuesto en su salón. Cada noche, se metía en su interior acolchado

y se

decía: «No

quiero

morir

perdido, no quiero morir perdido…». Ese era su gran temor. Su soledad le hizo sentirse extraviado, y deseaba aceptar la muerte cuanto antes, convivir con ella; y no al final, porque ya sería tarde. Purgaba sus culpas, y entendió que debía ser más humilde, quitarse importancia;

ser

insignificante;

y

uno asumir

más, que,

sencillo,

aunque

corazón latiera, ya nadie vendría a salvarle.

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su


SEÑOR RUI

«¡Dios mío! Qué horror de espécimen», gritaron. «Sus brazos son alas y su boca un horrible pico». Apedreado por todos, el señor, se internó en el bosque. Allí fluían las energías que lo conectarían con el firmamento. Por primera vez sintió la necesidad de abrazarse a un árbol, de picotear su corteza y de trepar por su tronco hasta alcanzar las ramas más altas. Alicaído, se posó en una. Divisó la ciudad que lo rechazaba, y entrada la noche se quitó el sombrero, emitió tristes gorjeos y, cuando estuvo listo, batió con fuerza sus alas para ensayar su primer vuelo.

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LA ESPERA

Morir en la espera es la muerte mĂĄs elegante. Me refiero al hecho de permanecer en un sitio donde se cree que ha de acudir alguna persona u ocurrir algo. Por ejemplo cuando quedas con alguien que se retrasa en una cita, o cuando se demora la llegada del tren en la estaciĂłn, o cuando haces una cola interminable

esperando

a

que

llegue

tu

turno‌Durante ese dilatado tiempo, el aire huele

a

bayeta

mojada,

a

humedad

nauseabunda. Provoca un mareo tranquilo; que no desgarra, pero desploma; y tiene el mismo efecto que descerrajarse a tiros o ahorcarse con una soga.

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LOS ESPÍAS

Alguien

me

sigue

convencido. Igual

lo

cada

día;

estoy

hacen hombres que

mujeres; se van turnando. Ayer, un señor alto, vestido con gabardina gris y un periódico bajo

el

brazo.

Esta

mañana,

una

mujer

enlutada, de mediana edad, arrastrando un carrito de la compra. Me gustaría girarme hacia ellos, de repente, y sorprenderles. «¡Ya está bien. Dejad de seguirme!», les diría señalándolos amenazante con el dedo. Pero no puedo, no me atrevo. ¿Y si me equivoco? ¿Y si es una chaladura mía? Sé que solo cumplen órdenes; soy su presa, y deben acecharme desde que me levanto; todo el día.

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LA AMISTAD ES PARA SIEMPRE

Me daba cierto reparo encontrarme a un viejo amigo que antes tenía una posición social acomodada y ahora era el mendigo que se sentaba en la entrada del supermercado. En una placa de cartón podía leerse el resumen de su vida; de cómo había llegado a esa situación actual. Ayer mismo hablé con él; le di unas monedas y le aconsejé que cuidara la ortografía, que su historia podía mejorar mucho si eliminaba las frases artificiosas, que fuera más conciso; y que utilizara como máximo cien palabras. Serían suficientes para crear literatura, y su lectura, además de no aburrir, agradaría.

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EL CAFÉ

El

café

me

pierde. Cada mañana, al

removerlo con la cucharilla, nace un viento cimbreante, una manga de aromas que barré el cielo y origina nerviosos estallidos en mis pupilas. El confortable maremoto derrumba mis paredes, abre los abismos de mi piel y hace

rodar

las

hirientes

malezas

de

mi

pensamiento al fondo de ese tifón infinito. Luego, cuando cesa la marea y la negrura baña plácida los límites de la porcelana, me mantengo en el limbo, esperando que la mandíbula del sabor muerda suave mi nuca, y dibuje con gracia un elegante bigote de espuma bajo mi nariz aguileña.

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BAÑO MARÍA

La

astuta

curandera

retenía

energías

verdes, rojas, amarillas y azules en tarros herméticos de cristal que después vendía. La gente más ingenua se las compraba y las consumía como una conserva. Les explicaba que para prepararlas bien y no se perdieran sus extraordinarias propiedades, lo mejor era sumergir el envase que contenía el efluvio tintado en un cazo con agua hirviendo, para que recibiera un calor suave y constante. De ese modo, se iba cuajando el contenido del tarro, y cuando la espiritosa energía tomaba la apariencia de una gelatina, estaba lista para tomar y, según el color, para sanar.

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LA VIDA MODERNA

Un señor inocente pero cabal, recibió una llamada telefónica de la mujer que, al parecer, lo amaba. –¿Por qué te subiste a mi coche? –le dijo–. ¿No entiendes los códigos? –No sé –respondió el señor sorprendido–. Llovía, era tarde. Pensé que no te importaría llevarme a casa. –Me mirabas con ojitos…–apuntó. –¿Yo? Tenía sueño; era casi de día. –Pero tus gestos… Ella entró en un bucle de apreciaciones seductivas que mantuvieron al señor cabal pegado al teléfono durante más de una hora. Al final, entendió que su manera de ser no estaba hecha para la vida moderna.

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LA PLANTA HIENA

La planta hiena no es, exactamente, una planta; aunque por su apariencia pensemos en regarla. Hay que saber que, a pesar de vivir arraigadas a la tierra o plantadas en macetas,

es

caracteriza

un

por

ser

su

orgánico

gran

que

velocidad

se

y

la

necesidad de comer carne animal. Durante su fotosíntesis, emite sonidos parecidos a la risa humana,

y

desagradable

desprende debido

al

un

olor

desarrollo

muy de

glándulas anales. Sus células se agrupan en tejidos y órganos propios de la morfología vegetal, pero en realidad es una alimaña cruel y despiadada. Un consejo: ni se os ocurra desplantarlas.

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ALGUIEN QUE CONOCEMOS

En el barrio había un papanatas que disfrutaba ofendiendo porque sí. Todos sabían que no era amante del agua y echaba por la boca los gases del estómago. Sin destacar en nada, tenía la autoestima muy subida, y se convertía en un gallito sin modales que rajaba de las mujeres talentosas. Incluso siendo un retaco, cuando se las encontraba, se encaraba a

ellas,

desafiante,

sacando

pecho

y

desplegando una ridícula fiereza que buscaba el enfrentamiento. Ellas, al verse intimidadas por el peculiar espécimen, lo abordaban con perspicaces comentarios que él hacía ademán de entender, pero no se enteraba de nada.

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LA BARBERÍA DEL TIEMPO

Para el señor de pelo pobre, la barbería del barrio era un lugar de introspección. Antes de ser

atendido,

se

examinaba

las

manos,

restallaba sus dedos y descubría algunas manchitas marrones que no tenía; balanceaba las piernas, se palpaba la redondez de sus rodillas y notaba cómo todo le crujía; también se escuchaba por dentro. Cuando llegaba su turno, se sentaba en el sillón del barbero y miraba con atención su pálido rostro reflejado en el gran espejo. Se veía arrugado, gastado, como

de

yeso,

haciéndose

carantoñas

y

ridículas burlas de niño, para alentarse, para aceptar el paso del tiempo.

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COMO UNAS CASTAÑUELAS

El señor risueño que siempre llevaba unas castañuelas en el bolsillo y amenizaba los bares con el chasquido

vivaracho

de

su

repiqueteo, sufrió una paliza inesperada en su última intervención. Fue tal el disgusto, que le dio por beber sin medida. Y, desde entonces, aun sin comprender el porqué de aquella agresión

tan

tambaleándose

desmesurada, por

las

calles,

vaga perdido,

hablando a las farolas y a los gatos callejeros. No localiza su casa; únicamente se limita a ponerse fino en los bares que encuentra a su paso, sin atreverse a desplegar su gran habilidad con aquel pequeño instrumento de madera.

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EN ÓRBITA

Una pequeña araña se posa en mi mano mientras me fumo un cigarro de esos en la terraza. Al verla no me asusto, al contrario; ojalá

su

mordedura

sobrehumanos.

El

me

diera

sentido

poderes

arácnido

y

la

habilidad para trepar por las paredes están bien, pero yo soy más ambicioso, y, puestos a pedir,

preferiría

Contemplo

volar

el cielo; me

como relajo

un

pájaro.

viendo

la

blancura de las nubes en torno al sol, y pienso que si ese gran poder me fuera dado, podría despegar como un cohete en dirección al espacio. Lo haría bien: me ceñiría un traje ajustado, con capa, efectuaría una cuenta atrás

en

la

plazoleta

del

barrio

y

me

despediría como toca de la gente que quiero. Les diría que me voy un tiempo, que necesito 87


estar en otra órbita y salir de esta gravedad que me ahoga; que el cuerpo me pide explorar otras galaxias y caminar por los anillos de Saturno o los cráteres de la Luna. No miraría atrás, aunque me costaría dejar a mi perro Lolo y a una novia que tengo.

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ECOSISTEMA

La radiografía que efectuaron a la barba hipster de un señor despistado, sirvió a la ciencia para descubrir un gran hallazgo: un solemne desfile de hombrecillos del tamaño de una mota de polvo, apretujados uno contra otro y cogidos del bracete. Se trataba de innumerables escuadras, Moras y Cristianas, recargadas

con

exuberantes

blandiendo,

algunos,

atavíos

fastuosas

y

espadas.

Además, al acercar el oído a ese bosque de pelo, podía escucharse el ritmo marcado de unos timbales, y una musiquilla pomposa producida

por

unos

inapreciables

músicos

vestidos con chilaba. Todo un ecosistema de vida en el interior de esa espesura rizada.

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VIDA EN PAREJA

El discípulo en artes marciales ve a su mujer

todos

los

días

y,

aunque

podría

aborrecerla por eso, siente que en el fondo la quiere. Algunas veces ha tenido la tentación de

practicarle

los

tres

golpes

letales

aprendidos en las clases de lucha, pero se frena y no desarrolla esa implacable técnica capaz de ocasionar la muerte. Cuando vuelve a verse tentado por ese siniestro arrebato, respira y cuenta hasta diez mentalmente, como le ha enseñado su maestro. De esa manera,

logra

apaciguarse,

acepta

la

convivencia y entiende los vericuetos entre dos personas que han compartido la vida desde siempre.

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BIBLIOENFADOS

La

habitación

de

lloriquear

del

señor

sollozante estaba llena de tontas amarguras; de lamentos y suspiros propios de quejicas. Se sentaba en el suelo, en un rincón, con la cabeza

entre

las

rodillas,

descargando

enfurruñado sus rabietas. Su mujer, harta de animarlo sin éxito, se burlaba de sus gimoteos de gallina, y, con una risilla sardónica, le aconsejaba que, al menos, ordenara esa atmósfera

enquistada

y

molesta;

que

comprara un estante y clasificara ahí sus enfados,

alfabéticamente,

bibliotecas;

los

arrebatos

como en

la

en

las

A,

los

berrinches en la B, las congojas en la C…y así hasta la Z.

95


LA CITA

Ese

señor

apuesto

se

nota

que

está

nervioso; está incómodo. Se mueve mucho y no para de mirar el reloj. Se ha levantado siete veces del banco; camina un poco y vuelve a sentarse. Se ha encendido otro cigarro, el quinto. Mientras se lo fuma alguien se acomoda a su lado. No es la dama que espera. Es un señor barrigudo, vestido con un chándal ceñido. Se le aproxima tímidamente y le tararea una cancioncilla divertida que ayer mismo le estuvo cantando por teléfono la dama a la que aún espera, arrastrando las erres y con el mismo acento afrancesado.

96


97


98


EL TANGO

Por el rabillo del ojo detecté como me seguía un tornado de apariencia femenina. Llevaba una falda de viento que le giraba cimbreante; se plantó frente a mí, inmenso, ondulante, haciendo de sus remolinos una danza impetuosa. Me puse bien derecho, sacando

pecho

y

arqueando

los

brazos,

dispuesto a escuchar la brisa de su cuerpo y a iniciar la cadencia sensual de un tango. Nos costó

abrazarnos,

pero

con

las

vueltas

acabamos acoplados, elevados en lo níveo de las nubes y trenzados por una coreografía de figuras, pausas y movimientos improvisados. Luego, en ese húmedo silencio algodonado conectamos con todo.

99


PREDICCIONES

Los adivinadores no conseguían leer la mente del caballero desmemoriado. Por eso, recurrieron a los excrementos evacuados del señor, pues tenían claro que uno era lo que comía, y las heces, aunque fueran desechos orgánicos,

ocultaban

pistas

y

metáforas

prensadas del pasado, del presente y de lo que estaba por venir. Apartadas del agua residual

del

inodoro

y

observadas

minuciosamente en una palangana, los más experimentados conseguían disociar finísimas cutículas

de

su

historial,

imágenes

simbólicas.

De

embebido

ese

modo,

de tras

ordenar ese serial continuo de instantáneas, afloraba

la

habilidad

predictiva

de

estos

visionarios capaces de interpretar historias de película. 100


101


102


GESTOS UNIVERSALES

Una pareja joven y bien avenida se toma una sangría fresquita en una terraza. Yo estoy en la mesa de al lado, pendiente de lo que hablan, pues lo hacen en un idioma que no consigo identificar de todos los que hablo. Me ladeo hacia ellos para escucharles mejor, pero mi

empeño

resulta

baldío;

cesa

la

conversación de golpe, se han molestado. Les digo

hola

en

más

de

quince

idiomas,

educadamente, pero ellos, sin terciar palabra, me hacen varios cortes de manga extendiendo su dedo corazón. Se crea tirantez y mala leche.

Entonces,

es

cuando

perfectamente llamarme capullo.

103

les

oigo


NADERÍAS

El señor de espalda ancha suele caminar moviendo los brazos, pero no como imagináis, más bien como si estuviera nadando. Cada mañana,

mientras

se

dirige

al

trabajo,

practica algunos métodos natatorios, y lo hace en seco, en el aire. Su desarrollo favorito es el que inicia apuntando los brazos al frente, abriéndolos hacia atrás y quedando en línea con los hombros; al estilo braza. Se mueve ondulante

y

parece

que

flote;

patalea

violentamente contra el adoquinado de la acera

y,

a

trote

ligero,

adelanta

a

la

muchedumbre, cogiendo el aire por la boca y estirando el cuello en cada brazada.

104


105


106


UN SEÑOR INTERESANTE

El paso del tiempo me ha hecho más elegante. Creo que es por la circunstancia de haberme quedado calvo; pues, quieras o no, esa

peladera

temprana

confiere

un

rol

interesante. Ahora, cuando miro de soslayo a las

mujeres,

ellas,

deducen

sentimientos

sinceros y un saber estar que les agrada. Me he vuelto callado, y eso es positivo porque, al parecer, suma a favor, y creen que eres de los que

escucha.

Mi

única

preocupación

es

engalanarme con clase; incluso en mi casa, pues lo hago con un batín granate de punto, alpargatas de piel y unos calcetines gordos a juego.

107


SEÑALAR MAL TIEMPO

Pensábamos que a doña Rosa le llegaría la muerte por desgaste, como cuando una sierra pierde los dientes o un apero envejece por el uso. Gozaba de muy buena salud, aunque debía poner los cinco sentidos en todo lo que hacía, pues sus manos eran algo torpes y alguna vez le señalaban viento. Una noche, mientras trasladaba un cuenco de escalibada a la mesa, le cayó el contenido encima de la blusa de su hija. Ésta, exaltada, menospreció tanto a su madre, que doña Rosa sucumbió durante la cena, cortando pan con un cuchillo que señalaba ciclones y agitadas tormentas.

108


109


110


ALTERNATIVAS CURATIVAS

Un conocido mío que realiza prácticas curativas sin título oficial, me recomendó que cuando se tiene una mujer ultrasensible a los electromagnetismos

de

la

casa,

ya

sean

aparatos eléctricos, transformadores, radios, móviles u otras fuentes de radiación, lo mejor es poner una piel de conejo bajo la cama para que absorba las malas energías. O currárselo, como yo hago: llevarla a comer a los mejores restaurantes, felicitarla por su cumpleaños con regalos carísimos, viajar al menos una vez al mes… y decirle lo que desea escuchar cuando pregunta sobre cuestiones que, si se fuera sincero, podrían desatar la III Guerra Mundial.

111


ECO

El camarero dio un traspié y le cayeron al suelo las botellas y las copas que llevaba en la bandeja. El ruido fue tan exagerado que además de sobresaltar a la gente del local, también azaró a las personas que vivían en los edificios más altos de la periferia. El repentino dominó de vibraciones traspasó los lindes de la ciudad y, con la velocidad de una centella, atravesó valles, montañas, mares y cientos de ciudades, provocando conmociones similares por allí donde pasaba; hasta dar una vuelta completa al globo y aplacar su molesta resonancia

en

los

cristales

procedencia.

112

rotos

de


113


114


TRANCE PREMONITORIO

El

señor

que

acostumbra

a

pensar

demasiado está esperando a una mujer en una cafetería. Le sudan las manos y el trémulo de su pierna derecha es tan frenético como las palpitaciones de su corazón. Está nervioso. Una película le pasa por su mente: si ella le dice que sí, intuye un largo noviazgo; luego el casamiento; los hijos; períodos de felicidad; la convivencia; el ahogo, broncas y reconciliaciones;

los

vericuetos

que

se

instauran permanentes… Le entran las dudas y baraja la posibilidad de dejarla plantada. Pero no lo hace. La espera; y acepta aquello que le depara la vida.

115


DOMAR LA MENTE

La mente es plástica, maleable; y también incontrolable. A veces, con tantos estados del alma,

se

insalubres

originan que

pensamiento

no

devaneos dejan

adecuado; por

nocivos

proyectar eso

e el

debemos

engañarla y domarla. Un buen ejercicio es hacernos afirmaciones positivas de lo que anhelamos,

e

repetidamente

en

incluso una

escribirlas

libreta.

Yo,

por

ejemplo, tengo escrito más de mil veces: «Me merezco una mujer que me haga feliz». No me

canso

de

copiarlo,

y

no

pierdo

la

esperanza. Pero mientras se va instaurando esa idea en mi mente, recurro a que la susodicha sea de plástico y se hinche.

116


117


118


DOS BUENAS RAZONES

Para gustos, colores; y Fulgencio los tenía todos. Era variopinto, divertido, con el don de armar un guirigay y de tener siempre metida la risa en las pupilas; de carota blanca y ancha como una luna llena, y, según se viera, su larga melena estaba salpicada de hilillos de plata que resplandecían. Era peludo como un oso,

tripudo,

y

estaba

orgulloso

de

sus

pechos, pues eran la única parte de su cuerpo que no tenía vello. Eran turgentes, definidos, bien hechos, más que los de algunas mujeres, del tamaño de una naranja, e ideales para que las manos los cubrieran.

119


DELIRIOS

Sé que es una tontería pensarlo, pero a veces deseo mudar mi dolor a otras criaturas de

la

naturaleza;

una

cucaracha,

un

saltamontes, una hormiga…Solo por ver cómo reaccionan ante la depresión y el desasosiego humano. ¿Por qué hay tantas cosas que nos afectan?

Somos

frágiles,

aunque

remontemos. Otras veces, cuando

al

final

ya no

puedo más, mis delirios me llevan a divagar sobre

la

naturaleza

fórmula de

esos

inversa; insectos,

que

sea

la

capaces

de

aguantar una guerra, la que se proyecte en mí; que me infundan su dureza, para ser capaz de sobrellevar mejor esta vida tan compleja.

120


121


122


LA INTERVENCIÓN

La sinceridad gratuita de Valentina me duele.

Me

dice

sin

tapujos

que

soy

extremadamente feo, y que, por favor, no le pida más citas; no quiere salir con un tipo con una cara tan desprovista de belleza. Además, la tía, asegura que me aprecia, que soy buena gente, amable, educado, y que disfruta de mí compañía. Valora el humor con que me lo tomo todo y mi tenacidad para conseguir lo que quiero. Según ella, poseo, prácticamente, todas

las

cualidades

que

la

llevarían

a

ennoviarse conmigo; pero con esta cara que tengo, solo un milagro podría hacerla cambiar de pensamiento.

123


LA VOZ

El señor reconoce como suya la voz que le habla a través del teléfono. La escucha con cierta excitación; arrastra las erres levemente, igual

que

él.

Después

de

una

breve

presentación, le informa de una promoción que Movistar ha sacado para sus clientes; le suelta un rollo que ni escucha. Luego, de la mejor manera, le dice que no le interesa, y, al disponerse a colgar, el teleoperador, para captar su interés, le habla de cuestiones que pertenecen a la privacidad del señor; de sus incipientes visitas a locales de alterne y de un quiste sebáceo que deben extirparle mañana.

124


125


126


LA NATURALEZA ES ASOMBROSA

Tras la ocupación marciana me hice amigo de

un

alienígena

bonachón

que

siempre

señalaba las nubes. Pensaba que teníamos una

tecnología

avanzadísima

para

desarrollarlas. Yo me reía y le decía que no hacíamos nada, que era un proceso físico. No me creía. Le expliqué que al evaporarse el agua de los mares, el vapor que ascendía se condensaba y se transformaba en esas masas blanquecinas que veía; luego, llovía y se repetía el proceso. Aún fue peor. Se encolerizó y cambió de apariencia. Le brotaron unos alargados apéndices con los que me apresó y me elevó hasta su nave nodriza.

127


LA ESTATUA

En el pueblo señalamos con orgullo una estatua que no existe. Nadie profundiza en detalles

porque

sabemos

que

en

su

no

apariencia radica su excepcionalidad. Está situada en el centro de la plaza Mayor, rodeada de numerosas casas. Los perros callejeros dan vueltas a su alrededor, levantan la patita y la mean; las palomas también dejan su marca; y la gente más chismosa cuenta historias sobre ella. Los que viven en el municipio desde siempre argumentan que es la estatua ecuestre de un militar fantasma; y

los

más

jóvenes

que

representa

la

melancólica figura de un escritor que nunca existió.

128


129


130


EL LAGARTO MOGUILA

La nueva adquisición del señor Peebles para la tienda de mascotas es un lagarto gigante al que ha llamado Moguila. El reptil, luce un bombín azul marino y un bonito lazo fucsia que envuelve su membranoso cuerpo, como si se tratara de un regalo; así motiva su venta. Pasa el día expuesto tras el escaparate, y se ha convertido en la atracción del pueblo. Cada tarde, la gente se detiene ante el acristalado y observa cómo el señor Peebles le da

una

suculenta

merienda

a

base

de

pequeñas mascotas; las que no consigue vender: conejillos, hámsteres, gatos, jerbos y ardillas.

131


PUBERTAD

Empezó el día mirándose al espejo y diciendo en voz alta: –¡Dios

mío!

¿Cuánto

tiempo

he

de

aguantar esto? Llevaba meses afeitándose con sumo cuidado. Su

rostro

estaba

plagado

de

pequeños

forúnculos maduros. Se repugnaba; se veía horrible, deforme. Su semblante era lo más parecido a un accidente rocoso plagado de minas explosivas, y sentía tanta lástima de sí mismo que le costaba respirar; no encajaba en la estética de este mundo. Sus pupilas apagadas se lo dejaron claro: hoy era el día. Cogió la maquinilla y, sin temblarle el pulso, pasó rasante la afilada hoja por sus granos infectados. 132


133


134


LA MESA CAMILLA

El señor que quería escapar de sí mismo solo podía hacerlo adoptando la apariencia de una mesa camilla. Se ajustaba una chapa circular de contrachapado en la espalda y se cubría totalmente con una funda gruesa de tela.

Con

preciosa

unos mantilla

velcros, de

se

blonda

adhería y

una

algunos

complementos decorativos en el centro, que dieran un toque distinguido. Luego, cuando formaba un todo estable, se situaba en la salita de estar de su casa, bajo la cálida luz de la lámpara de araña, y, a cuatro patas, esperaba inmóvil a que la familia se sentara a su alrededor.

135


136


ESPERANDO EL BUS

La señora llevaba una bolsa de plástico llena de fruta cortada en porciones. Parecían trozos

de

manzana,

pera,

melocotón…

Estaban tan oxidados que habían tomado un color feísimo. Se acercó a mí masticando con la boca abierta y moviendo la bolsa con ademan de ofrecerme. –¿Quieres? –No, gracias –le dije –¡Coge, hombre, se te van los ojos! –insistió –Qué no, gracias –le reiteré. Supongo que advirtió mi cara de asco. Su mirada

se

volvió

siniestra. 137

El

cielo,

que


brillaba, se cubriĂł de oscuros nubarrones, y, en los nuevos detalles, observĂŠ como la sombra

de

aquella

seĂąora

apariencia sobrecogedora.

138

adoptaba

una


139


140


BOVINOS DE COMPAÑÍA

Los

toros

rechonchos

son

bestias

afectuosas a las que cuesta matar en los ruedos; desvirtúan la fiesta y la encauzan a una realidad incruenta. Ante esa mimosa redondez, más propia de los peluches, el torero, agresivo por naturaleza, se ve incapaz de expresar su interioridad. El astado no le ayuda, se muestra pasivo, bondadoso, y de nada le sirve presentarle la muleta para que la siga, o provocarle con la espada. El animal no atiende a los lances de la lidia, y el pobre matador, que sufre en demasía, no es capaz de expresar todo el arte que lleva dentro.

141


LA TRAMUNTANA

Los días que arrecia la tramontana salgo de casa con el diablo metido en el cuerpo, con ganas de buscar pelea. Miro a la gente con rabia; predispuesto a levantar la mano a cualquiera. En el metro, cogidos de la barra, están los peores; los que marcan músculo y se creen superiores. Esos me ponen enfermo. Les daría una somanta de palos, a diestro y siniestro, con la mano bien abierta, ¡¡placaplaca!!, hasta dejarlos girados. Los remataría con mi puño, desplomándolo sobre su cabeza de chorlito, de arriba abajo, a lo Bud Spencer. Y todo por culpa del dichoso viento.

142


143


144


SETENTA AÑOS DE MALDAD

Una presencia fantasmal sorprendió a un señor que estaba destinado a morir en poco tiempo. El espectro apareció en el zaguán de su

mansión,

repitiéndole

antes una

de

frase

salir

a

la

calle,

inquietante

que

describía los antecedentes más oscuros de su vida. Le aconsejó que se quitara importancia desde ya, que fuera más humilde, pues morir perdido

tenía

remedio

si

obraba

adecuadamente y empequeñecía alguna vez su ego. El señor sintió como el frio se calaba en

sus

huesos,

a

la

vez

que

un

mal

presentimiento: percibir aquella visión el día de su cumpleaños no podía significar nada bueno.

145


RECREACIÓN GASTRONÓMICA

El reputado cocinero procedente de Hong Kong nos elaboró una paella con evidentes toques orientales. Le puso gambas peladas, trocitos de tortilla a la francesa, jamón dulce, huevo cocido, zanahoria rallada y brotes de soja, e incluso se atrevió con olivas rellenas. Nos la sirvió en el típico recipiente de hierro de dos asas, colocado en el centro de la mesa, para que la comiéramos directamente de ahí. Había que hacerlo con ansia, como con la comida

rápida

de

las

franquicias

hamburgueseras. Algunos críticos tenían razón al considerar que su restaurante era un espacio gastronómico donde todo alcanzaba otra dimensión.

146


147


148


BAJADA DE BANDERA

El

señor

trayecto

desengañado

para

enumerarle

aprovechó al

taxista

el los

defectos de su mujer: ‒Es fría. Calculadora. Tiene los ojos hundidos, muy pequeños. Su nariz es grande, ganchuda. De

tez

pálida.

Poco

risueña.

Labios

de

frankfurt, operados. Tiene el don de poner en berlina a cualquiera. No le gusta el vino, ni la cerveza;

solo

los

chupitos

imbebibles

de

colores. Es puñetera. Gritona. No le digas de dar un paseo, ni la cojas de la mano; enseguida te escupe al suelo. Y su mandíbula: desencajada,

como

una

cromañona... ‒Sí, sí… Son quince euros. ‒Gracias por el servicio, Paco. 149

auténtica


ALMAS GEMELAS

Para no rumiar el pasto repugnante de mis pensamientos, entro en el bar más concurrido que encuentro con la intención de pasar la tarde. Me siento en una mesa y pido el primer gin-tonic. El ambiente resulta ensordecedor. Es ideal. No pienso. Me centro solo en las personas; las que entran, las que están en las mesas, las de la barra… Al observarlas, imagino sus vidas y siento un apego muy especial, como si las conociera. En la mesa del fondo hay una chica solitaria que me acecha con la mirada, aunque hace como que lee el periódico. También toma cubatas.

150


151


152


CAMIONEROS

Seguramente existan señores delgaduchos interesados

en

la

poesía

y

la

reflexión

filosófica que conduzcan grandes camiones articulados,

pero

cuesta

imaginarlos

repantigados en esos asientos ergonómicos formando un todo con el camión. Quizás, los hombres cargados de hombros, barrigudos, de patillas pobladas, con gorra, camisa abierta mostrando pelambrera y un mondadientes encajado entre sus labios, dibujen mejor el estereotipo entender,

de está

una

profesión

cruelmente

que,

a

castigada

mi por

comentarios de mal gusto, que siempre hacen referencia a historias morbosas y de alterne; sin

atender,

siquiera,

a

lo

que

verdaderamente tiene valor: el viaje como medio de introspección del individuo. 153


INFINITO

No sabía que le había golpeado en la nuca, aunque poco importaba; ya conocía el infinito. Sin embargo, dudaba tanto de su propia existencia que prefería ser prudente y no hablar a nadie de tan excelsa sensación. Solo sonreía y bostezaba; y suspiraba por cada cosa

que

hacía.

Se

paseaba

como

un

autómata. De aquí para allá; sin descanso. Hasta que su estómago le pedía alimento. Entonces, entraba en un bar y pedía unos macarrones

con

tomate,

que

se

desparramaban por el suelo a medida que los engullía. Se encogía avergonzado y miraba a los lados, de reojo. Apenas existía.

154


155


156


SEQUÍA CREATIVA

El escritor que descubría el mundo cada cinco minutos padecía sequía creativa. Las veces que se le secaba la cabeza y no encontraba alternativas, un dolor lacerante y opaco

se

le

incubaba en el

cuerpo. Se

despertaba nervioso, con miedo a no imaginar cómo es debido. Y, para recuperarse, no le valían las pastillas ni los remedios caseros, solo las palabras dichas con gracia. Tenía entendido

que

provocando

el

bostezo

se

abrían los oídos, y el aire cimbreante que entraba lo aliviaba todo, pues se metía directo en las pupilas y éstas, al dilatarse, otorgaban visiones nuevas de la vida.

157


OJOS

Los

ojos

color

de

gacela

que

huye

despavorida no tienen nada que ver con los ojos color de hipopótamo que se revuelca en el barro. La mirada que suscitan los primeros es asustadiza, algo nostálgica, poseedora de un tic nervioso que se intercala con el titilar de las estrellas. Los otros, en cambio, son más canallas. Sus pupilas dilatadas dicen que sí

cuando

su

parpadeo

hace

pensar

lo

contrario; miran con descaro, de hito en hito, y

además

provocan

escalofríos.

Son

las

apreciaciones que hago al observar a estos dos rapaces que intentan ligar conmigo; nada concluyentes, lo sé, pero suficientes.

158


159


160


ATRACCIÓN

Observo a una chica morena que sube al autobús

y

se

sienta

delante

de

mí.

La

contemplo hasta sentir atracción. Se baja enseguida. En su sitio se sienta una señora mayor que va cargada con una bolsa llena de peras. Las descansa sobre el asiento de al lado, está vacío. Un frenazo hace que dos de las peras salgan de la bolsa y se liberen de las otras. Su olor intenso abre las ventanillas de mi nariz. Son de piel fina, verdosas, de esa forma globosa tan característica, con la pinta de ser muy jugosas… Las contemplo hasta sentir atracción.

161


MILAGROS

El señor solitario ve demasiado la tele. Las películas,

las

series

y

los

programas

le

provocan enfermedades inexistentes. Luego, a mí, me toca tratarlo. Soy especialista en este tipo de dolencias que parecen ficticias. Poca broma. El señor no finge cuando tiembla o se desmaya, o cuando se le paraliza el cuerpo, o incluso cuando pierde la visión o se queda sordo. Los medicamentos no le hacen efecto, solo mis metáforas sobre la vida y los viajes organizados a Lourdes. En ese lugar sagrado, mediante el rezo y el trasiego, el inconsciente le hace clic y le desaparece el problema.

162


163


164


EL CAMALEÓN

Lo primero que meto en la maleta cuando he de viajar por trabajo son las caretas que cambian mi aspecto. Está vez una semanita, qué bien. Tendré tiempo de conocer gente nueva y la posibilidad de no ser yo mismo. Aquí ya me conocen (o eso creen), y dicen que soy aburrido. Me llevaré una máscara para cada día (igual que de calzoncillos), e interpretaré la vida de otros con la ayuda de estos semblantes postizos. Seré sucio de noche y moderado de día, y, si tengo ocasión, miraré a las mujeres con ojos felinos, para engatusarlas, para que se entusiasmen con cosas que no son mías.

165


EL FUNAMBULISTA

Retreparse en la silla tras haber comido un suculento estofado de ternera puede ser una acción

bastante

arriesgada.

Nuestro

protagonista es un tragaldabas que no ha dejado ni las migas. Ha comido bien y no piensa en los peligros, ni en el cuchillo de cortar carne que se ha metido en el bolsillo de su pantalón. Ya me dirán. Va finito de vino tinto. Siente que controla su orondo cuerpo al echarlo

hacia

atrás

y

le

resulta

tremendamente fácil mantener el equilibrio sobre las dos patas de la silla. Es medio funambulista; como todos…, pero él se juega la vida.

166


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LA EXTRAÑA PAREJA

El día que el viento sopla fuerte y arrebata sombreros, el señor cargado de labia conduce su Ferrari a paso de hombre y sigue a las mujeres de larga melena. Baja la ventanilla y les dice: ‒¡Guapa, mereces un amor que te quiera despeinada! Su truco radica en no detenerse, en crear interés y en seguir adelante, lentamente, con su flamante descapotable. Las que de verdad quieren algo aceleran el paso y se lo hacen saber: ‒¿Me das una vuelta?

169


La mujer, que siempre es inesperada, sube al coche y desenmaraĂąa su alborotado cabello, descubriendo su cara sucia de barba.

170


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172


BUCLE

Por la noche lo veo todo claro. Me abro una botella de cava y me la bebo entera. Son los únicos homenajes que me hago. Qué puedo hacer si no... Ceno normal; patatas hervidas con judías y pechuga de pollo a la plancha. Ah, y banderillas picantes, que me dan vidilla. Un bote entero. Combinan genial con la efervescencia del espumoso; igual que los huevos fritos que me hago si he de rematar la faena. Me acuesto alegre, sin pensar en nada, aunque me levanto con un miedo conocido que me dura todo el día, hasta que llega la noche.

173


BUENA ESPEREANZA

En tu caso, la ternura aflora con los errores, no te preocupes. Te has equivocado y ya está. No le des más vueltas. Sabemos que eres buen tipo y no lo has hecho con intención de ofenderla. Pero, al decirle convencido: «enhorabuena Esperanza, ¿de cuántos meses estás?», pues, claro, ella se ha disgustado. La barriga de nuestra querida compañera lo único que engendra son los suculentos almuerzos mañaneros que nos damos en la tasca del Facundo. Las chungas de verdad son esas arpías que le hacen la rosca por delante y van contando ese bulo de mal gusto por detrás.

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UNA NOCHE ESTRELLADA

Casi me fundo con la triste figura de bronce que engalana la plaza. Me quedo a su lado, mirรกndola con ternura y, por primera vez, callรกndome los pensamientos, pues esta noche le he prometido silencio. Me conoce bien. Siempre sumida a lo que venga. Sabe de mis

dilemas,

incapacidad

de que

mis

penas,

tengo

y

para

de

esa

mostrar

sentimientos a las muchachas. Las estrellas son testigo; ahora solo quiero acariciar sus resquebrajaduras, abrazarla, besar su frente oxidada, y pedir al cielo, desde este pedestal sagrado, que me alee con ella o que una bandada de palomas torcaces nos bombardee.

177


LA COMUNIDAD

Cada día noto como se para mi corazón y luego vuelve a arrancar, igual que un vehículo destartalado con un motor defectuoso. No soy viejo. Solo tengo una predisposición genética a la muerte súbita. Puede llegar a controlarse, pero mi entorno no ayuda. Aquellos de los que nunca hablamos permanecen tras las paredes de nuestra casa y cada noche se les oye arañar los tabiques con sus garras mientras emiten espeluznantes alaridos que helarían la sangre a cualquiera. Mi mujer se incomoda cada vez que entro en shock, y me abofetea para que vuelva a este mundo inhóspito e inhumano.

178


179


180


LA COMUNIDAD

El plural de la palabra «test» suena con una ese final muy sonora: testsssssssss. Los incisivos de arriba se tocan con los de abajo y la lengua se sitúa tras ellos siseando como una serpiente que manda callar. Sonríes silencios. Un sonido de válvula a presión pulveriza las paredes del cerebro y proyectas arte con sprays: algo aéreo con soles. La coreografía tóxica de unos insecticidas te hace bailar al son de los zumbidos veraniegos que, como se sabe, provocan severos apretones. Entonces, solo deseas llegar a tiempo al receptáculo para orinar el sifón carbónico de tu vejiga, y que se deshinche gradualmente, como un globo pinchado.

181


EL AMAGO

Hace rato que el mozo del bar ha rebasado los niveles de confianza. Me habla de la añoranza

que

siente

por

su

madre

aun

teniéndola trabajando en la cocina. Y yo, por no parecer un tipo desalmado, le pregunto: –¿Cómo puedes echarla de menos si está aquí, contigo? –Es

un

sentimiento

espiritual

muy

profundo –exclama palmeándose el pecho. Y sigue explicándome, con afección maternal, ese estado inconmensurable que le domina, sin captar la indiferencia que yo siento por su charla,

cargada

abstractas.

de

Hasta

frases

que

almibaradas

hago

ademán

y de

tirarme un cuesco. Entonces, comprende que no soy el cliente adecuado. 182


183


184


VERANOS

Un muchacho bebe con los ojos cerrados del caño de la fuente, como quien da un beso henchido de sueños. Al fondo, un paisaje idílico: un castillo templario, la playa y un sol inmenso que brilla en el cielo barrido. La frescura del agua ilumina su rostro y calma su sed. Se marcha satisfecho, de una correndilla, pues sus amigos le esperan para seguir jugando a vóley. Ahora es mi turno. Me huelen las manos a sardina. Y, aunque me las lave, es difícil que desaparezca el olor a pescado que tanto confunde a las turistas que todos los años acaricio.

185


KRAVEN EL CAZADOR

Fuma mucho y retiene el humo para expulsarlo

por

la

boca

lentamente,

sin

cambiar su expresión salvaje. Arquea las cejas y frunce el ceño para dar a entender que esta noche lo va a dar todo. Lo sugiere a su manera, desde la barra exterior de un local de copas, de pie, ligeramente acodado. Es un grotesco chico Martini; el único que lleva un chaleco de cazador, con el cuello levantado. Tensa sus bíceps y pone morritos mientras remueve su gin-tonic con el dedo índice; luego lo chupa libidinosamente. Al final, sonríe a una de las presas que no puede dejar de mirarlo.

186


187


188


EL ESTÓMAGO

El estómago es la parte del cuerpo que más problemas me da. Lo consideraba mi segundo cerebro, y, sin saber cómo, se ha vuelto geométrico; con aristas que se clavan en

mi

abdomen

cada

vez

que

como

demasiado o estornudo o me ovillo... Más me vale no abusar de los cocidos ni coger un resfriado ni acurrucarme en la cama cuando hace frio. Debería ser como una bolsa flexible, que ronronee suave, y que los jugos gástricos transformen su contenido. Y, más bien, parece un

buche

apelmazado

de

hojalata

que

almacena truenos de hierro. Será la edad, pero este aparato digestivo no lo siento como mío.

189


COMERSE LA CABEZA

Con este plato que voy a prepararte vas a perder la cabeza, te lo aseguro. Te cocinaré el cerebro, bien frito, rebozado con pan rallado, ajo y perejil, para que sientas como cruje al morderlo.

Te

lo

acompañaré

con

moras,

arándanos y grosellas; también de algunos frutos secos, y una rica gelatina que prepararé con tu pie desfigurado; ya no te sirve de nada. Todo ello sobre una cama de lechuga y flores silvestres. Luego, si te quedas con hambre, puedo partirte los fémures; extraerte el tuétano con una cucharilla y servirte esa jugosa médula con frambuesas, caracoles y setas.

190


191


192


DOS PATATAS

Sus

pies

no

completamente tobillos.

Dos

tienen

planos. patatas

arco.

Hinchados gigantes

Son y

con

sin

uñas.

Tendríais que ver las pisadas que imprimen en la playa al andar por la arena mojada. Dejan surcos de medio palmo y la gente observa cómo se llenan de agua. Luego, alzan la vista y

escanean

su

cuerpo

con

la

mirada,

esperando encontrar un rostro acorde: dos ojillos de cerdo, una nariz como una aldaba y la boca deforme, de rape, desquiciada. Sin embargo,

se

encuentran

con

una

grata

sorpresa, pues resulta ser una muchacha agraciada,

extravagante,

vivaracha,

emergente, esplendorosa…pura belleza.

193

única,


«OVAL FORM»

La estudiante de primer curso de Bellas Artes está a punto de llorar. Su cabeza se ha quedado encajada en uno de los orificios de la escultura y no puede sacarla. Es su primera visita a una galería de arte. Previamente se ha movido alrededor de la pieza, la ha tocado y se ha alejado para apreciarla mejor. Luego ha tomado

algunas

notas

y

ha

seguido

interactuado con los espacios que ofrece. El trabajo tridimensional pertenece a Barbara Hepworth, una artista británica que lideró la abstracción

y

que

junto

a

Henry

Moore

introdujeron los agujeros en las esculturas. Esta obra en cuestión, “Oval Form”, es una maravilla; ahora la están fotografiando.

194


195


196


EL ENCUENTRO

Estábamos completamente a oscuras en la habitación de un hotel. Mi tacto me transmitió la interpretación de su figura. Así vi la forma de sus pechos, la curva de sus caderas, la redondez imprecisa de sus nalgas y un sexo demasiado velludo. Oí su respiración agitaba. Sus manos también me vieron de ese modo, a ciegas,

palpando

Nuestra

cara

mi

era

cuerpo horrenda,

imperfecto. fea;

un

espectáculo para cualquiera que nos viera juntos. Pero eso ya lo sabíamos. Ella siguió acariciándome y se encontró con un abultado llavero repleto de llaves que colgaba de uno de los pasadores de mis vaqueros. Lo hizo sonar como un sonajero. Nos reímos un buen rato,

como

niños.

Luego

pantalones. 197

me

bajó

los


EN UN RINCÓN DEL MUNDO

¿Te importa si me apunto contigo e intento llorar en este rincón del mundo? No quisiera incomodarte. Las lágrimas las tengo ahí, metidas en el interior de los ojos, aunque no consigo

sacarlas.

He

soportado

malos

momentos, y diría que desde siempre he reprimido cualquier tipo de llanto, de grito o de histeria. Y de miedos, ya no tengo; he podido con ellos. Pero al verte ahí, tan sola y pensativa, me he sentido lejos de mí mismo, flojo, abatido, y he asimilado por qué estamos hechos, en gran parte, de agua. Dime, querida… ¿te importa si me apunto contigo?

198


199


200


APROVECHA LA OCASIÓN

Ahora puedes higienizar tu cuerpo con la toalla

ultra-compacta

de

hormigas

(80%

hormigas - 20% poliéster). Este revolucionario género orgánico, compuesto por miles de estos minúsculos insectos, es suave, absorbe la suciedad y ofrece un agradable masaje exfoliante gracias al incesante movimiento de sus robustas patitas. La aparente trama textil, al entrar en contacto con la piel, se divide, se esparce, se disgrega; adquiere vida propia y recorre todas las zonas para dejarlas bien limpias y aseadas. Si alguna vez te sientes sucio/a

por

consciencia

dentro, y

puede

este

tejido

introducirse

toma en

el

organismo a través de cualquier orificio del cuerpo.

201


TINTA CHINA

Nuestra china favorita mea hilos violeta, caga cuerda magenta y vomita tropezones arcoíris.

Bienvenidos

sean

sus

arrojos

coloristas. Los días de frío masca chicle y exhala niebla esmeralda que huele a frescura, a prado de menta, y muge como una vaca satisfecha. Los que el sol brilla enceguecedor escupe las aceras y las salpica con matices azul

cielo.

Todo

devendría

a

colores

cenicientos sin nuestra locuela amarilla. Sin embargo, cuando llora los días nublados, sus lágrimas se tornan oscuras, negras, y no hay nada que más le plazca que usarlas como tinta. Entonces escribe un día, dos, tres…hasta ponerse morada. 202


203


204


MARRÓN

Esa mujer con taconazos y excesivamente maquillada ganaría más tapada que con ese vestido

corto

de

seda.

Su

corpulenta

apariencia estorba a la vista; cruza las piernas sin gracia y se rasca la entrepierna. Se ha sentado en uno de los taburetes de la barra, sofocada,

impostando

una

ridícula

voz

femenina que alerta al barman de un asunto peliagudo. Con estupor le comenta que el baño

ha

quedado

sobrehumano.

atascado

Sugiere

que

lo

por

algo

solucionen

cuanto antes y que, aunque haya salido del excusado hace apenas un momento, no piense que de tal fechoría tenga algo que ver ella.

205


PINO PUENTE

El señor que se cree poeta se adhiere a un adjetivo empalagoso y rimbombante con el que

inicia

la

preparación

de

una

buena

confitura de letras. Tiene mucha práctica. Esparce

una

retahíla

de

sustantivos

abstractos; amor, miedo, anhelo,

belleza,

desasosiego, y los acompaña de atributos floridos

y

ñoños

como

ese

al

que

está

alegremente pegado. Surge un delirio que suena pomposo, altisonante, y piensa: este es bueno. Lo celebra haciendo el pino puente, quedándose boca abajo. Pero, sin esperarlo, regurgita algo que le gruñe de las entrañas: un

vómito

sin

adornos,

agrio

y

Razonable. También se va pata abajo.

206

bilioso.


207


208


LAS PALABRAS

Las palabras se volvían huecas y sin significado

cuando

el

señor

obsesivo

las

repetía compulsivamente. Elegía un sustantivo sencillo; por ejemplo «silla», e incidía en él verbalizándolo al menos cuarenta veces: silla, silla, silla, silla… Hacia lo mismo con una palabra más relevante; «amor»: amor, amor, amor, amor… Las pronunciaba tantas veces seguidas que acababan perdiendo el sentido y su alcance. Pasaba lo mismo con los verbos, los adjetivos, los adverbios e incluso las frases sencillas como «mi mamá me mima». De las oraciones subordinadas ni hablemos, pues eran más complejas y, dependiendo del día, se las llevaba el viento. 209


SUSURRAR A LOS BUITRES

Qué bueno es comer cuando se tiene hambre. Masticar, saborear, engullir… Es una señal básica de que se goza de la vida. La mujer que lo dejó todo por los buitres había perdido el apetito, y más cosas. Dedicaba su tiempo a las atenciones de estos rapaces carroñeros y apenas nada a la cocina. Os puedo asegurar que solía disfrutar con unos simples boquerones o unas olivas. Ahora tendríais que verla. Está delgada, pálida, desnutrida, inmersa en lo caótico de la vida, y acudiendo cada mañana a esa horrible granja de aves que esperan con recelo a que caiga desmayada.

210


211


212


EL ESTILO

He tenido el talento dirigido hacia los paisajes más tristes de la naturaleza: una gran roca arenosa, un cadáver humano o esta solitaria

carretera

de

asfalto

en

la

que

plácidamente estoy tumbado. Seguro que conduce al infierno; me siento parte del diablo. Aunque es mejor no decir nada, luego todo se sabe. Solo respiro. Me inspiro. Trato de imaginar un estilo; una manera de vida que

sea

sencilla,

sin

barroquismos

ni

florituras. Unas flores que puedan olerse cada día,

un

despertarse

alegre,

un

asearse,

vestirse y verse delante del espejo con ganas de todo. Un saber quererse, para que lo quieran. 213


MARTES Y 13

Oculto en las entrañas de un camión pienso que este país debería ser juzgado por cómo trata a los locos y no a los cuerdos. No sé bien qué hago aquí. Intuyo que escapo de mí mismo. Nunca he tenido enemigos, y si los tuviera serían peligros superficiales, mínimos. Deberíamos

temer

aquello

que

amenaza

nuestras almas; lo tóxico que nos consume por dentro. En mi caso es una voz que nunca calla y se inventa miedos con una facilidad pasmosa. Espero ver la luz al final del túnel, o que este vehículo me lleve al manicomio o a la morgue.

214


215


216


UN MAL DÍA

Estuve muerto un ratito en un lugar que no era humano. No era ni sitio. Solo se apreciaba un tenue brillo que acentuaba la nada. «Ahora me recibirán los seres de luz», pensé; aunque yo ni me notaba. Solo oía exánimes

pulsaciones.

durmiendo

plácidamente,

Tal

vez

estaba

desgastando

mis

sueños en una siesta de ronquidos y babas. Anhelaba encontrar un cielo inventado, unos brazos de bruma que me acogieran y un largo trampolín por el que tomar carrerilla para saltar

al

infinito.

Pero

me

desperté

estremecido, arrojando viscosidades azuladas por la boca, con un envase de raticida en la mano. 217


UN SUSTO DE MUERTE

Un matrimonio mal avenido tenía la casa dividida en dos partes. Una zona tenebrosa dominada por la oscuridad y los avatares y otra bien iluminada y diáfana donde reinaba la paz. Lucia, perversa por naturaleza, prefería la zona lóbrega para sentir la tensión. En cambio Teodoro, un bonachón con horchata en las venas, se sentía emocionalmente más equilibrado en el espacio donde no había alteraciones. La noche que decidieron arreglar lo suyo acostándose en una zona intermedia de la casa, un señor alto, con barba y de semblante venerable, salió de debajo de su cama provocándoles un susto de muerte.

218


219


220


NO SÉ NADA

Desde mi casa escucho el canto exaltado de una gallina. Es Nico, mi sobrino, un niño de diez años que imita a la perfección el cacareo de estas aves repelentes. Sus padres, mis tíos, me lo dejan una hora al día para que le ayude con las matemáticas. No hacemos nada. Él no se concentra, solo piensa en cacarear y salir a jugar, y yo estoy tan lejos de mí mismo que el atontamiento se instala en mi cabeza, y siento que no sé nada. Nada. Incluso ahora que estoy tranquilo; viendo llover y considerando los ladridos de un perro.

221


CÍRCULO VICIOSO

Un señor, que bien podría ser cualquiera de nosotros, buscaba el tráfico de la ciudad para avivar sus pensamientos más tóxicos. Todo por la compulsión de herirse y no dejarse fluir. Conducía violentamente, dando volantazos, envuelto en la confusión y el desorden, pues estaba convencido de que lo mejor que podía pasarle era sufrir un grave accidente. Sin embargo, sin darse cuenta, entró por una estrecha calle circular de la que todavía hoy no ha conseguido salir. Siente mareos y náuseas, pero ya no se alimenta de las obsesiones destructivas. Sale del coche cuando

le

parece

y

cervecerías. 222

visita

concurridas


223


224


EL DESTINO

Un hombre se levanta por la mañana y dice: –Hoy he dormido bien. Me siento genial. Hace sus necesidades, se asea, desayuna fuerte, habla consigo mismo para infundirse confianza y piensa que está preparado para lo que venga. Pero es mentira. No está preparado para nada, porque lo que el día va a traerle está marcado desde siempre en el código inalterable del firmamento. A grandes rasgos podríamos decir que es un hombre risueño, bien plantado, que viste impecable. Vive solo, en un quinto piso, y en estos momentos baja por las escaleras, pleno de energía. Abre la puerta del rellano y sale a la calle. Hace un día espléndido. Le brillan los ojos. Saluda a los vecinos del barrio que se va encontrando y les regala una sonrisa, compra 225


el periรณdico en el quiosco de la esquina y sigue su camino, silbando alegremente, convencido de que va a llegar al trabajo.

226


227


INTIMIDAD

Ricardo es un hombre de costumbres fijas. Al llegar la noche realiza la descompresión del día con su mano derecha; alguna vez con la izquierda,

depende.

Vive

en

una

ciudad

preciosa que se llena de turistas, por su clima y

su

magnífica

transforma,

se

playa.

En

vuelve

invierno plomiza

se y

extremadamente fría. Pero no le importa. A decir verdad, prefiere los abrigos gruesos y tupidos, las bufandas, los gorros y los guantes de lana. Esas prendas encierran más erotismo y estimulan mejor su imaginación. Anoche se sintió algo sucio y depravado, pero lo prefiere a repasar papeleos de trabajo.

228


229


230


CUENTA, CUENTA…

‒¿Has pensado alguna vez de qué vas a morir? ‒Pues claro. Cómo organizas la vida sin una muerte que la defina. Tengo un sueño que me obsesiona. ‒Cuenta, cuenta… ‒Me veo en un bosque tenebroso vestida con una caperuza roja, huyendo despavorida de un enorme lobo. El animal me da caza. Entonces me despierto. Interpreto una muerte dulce; hay belleza en la ferocidad de la bestia. Mi

pánico

tiene

luz

propia,

no

hay

desesperanza, por eso presiento que moriré sin atisbos de dolor, a la primera dentellada o

231


por un ataque fulminante al corazón. Si por mí fuera, moriría imaginativamente.

232


233


234


UNA CLASE DE SPINNIG

Cuando el monitor de spinning acaba la dura sesión, levanta las manos de la bicicleta, extiende los brazos hacia nosotros y dice: –¡Seguid pedaleando, que todo vuelva a su sitio! Esa frase, dicha desde la altura que le otorga la tarima, parece propia de un mesías. Además, contiene un lirismo que activa mi sonrisa. El poco riego que llega a mi cerebro es

suficiente

para

imaginar

el

desorden

interno. Entonces, visualizo a mi fatigado corazón a la altura de las rodillas, con la sístole y la diástole perturbando mis piernas temblorosas; mis pulmones en la barriga, 235


haciendo

de

estómago;

y

mis

riñones

taponando la entrada del aire. Ante eso, solo puedo

inspirarme

en

este

agradable

desbarajuste fruto del esfuerzo. Mis pies de plomo se derriten, siguen anclados en el fuego del infierno; y mi cabeza… ¡ay mi cabeza! Siento como se separa de mis hombros y orbita como un satélite, ligera, evadida de toda preocupación y capaz de alcanzar el cielo.

236


237


238


CREYENTES

Hay

demasiada

gente

católica

sin

fe.

Hombres y mujeres seguros de sí mismos, independientes,

capaces

de

modelar

una

doctrina a medida. Satisfechos de su actitud ante la vida, porque sacan pecho y expresan rotundos sus convicciones: –yo solo creo lo que veo. Eso dicen. Poseen una inalterable.

Sin

embargo,

verdad

cuando

se

tambalean y se ven envueltos en tinieblas, esos hombres y esas mujeres, se aferran a lo desconocido, a lo que nunca han visto, y exclaman fervorosos: –¡Dios mío, sálvame! Y se salvan. Pero no aprenden. No dan gracias, ni rezan, y vuelven a hablar vehementes, como si nada. 239


PEDIGRÍ

Un perro y una gata bien avenidos tenían una servicial y cariñosa camarera en su casa. Cada día la sacaban a pasear para que se acostumbrara a hacer sus necesidades fuera, y la soltaban en un parque cercano para que corriera y jugara. Allí se reunían más razas: abogados, electricistas, profesores, músicos, arquitectos, respectivos

informáticos…siempre amos.

Un

día,

sin

con

sus

esperarlo,

apareció una cuadrilla de políticos callejeros, rabiosos, deseosos de abordar a su dulce camarera. La pareja trató de ahuyentarlos, pero uno de los políticos se colocó tras ella y la montó, sin reparar en las consecuencias del cruce. 240


241


242


MOMENTO DE CONCIENCIA

Ahora recuerdo quién eres. Sufrí un fuerte golpe en la cabeza y no he vuelto a ser el mismo. Ya lo sabéis, claro. En realidad, es algo

traumático

para

vosotros,

los

que

siempre estáis cerca. Y tú lo estás, lo has estado; se nota en tu mirada. No sientas pena. Es cierto que no logro recordar mi esencia. Pero no me preocupa ni siento tristeza por ello. Vivo feliz como un niño: nunca tengo miedo. Hago lo que me apetece en cada momento. Ahora hablo contigo; luego ya veremos. Seguramente emprenda un viaje nuevo a la vuelta de la esquina.

243


244


MALA SINTONIZACIÓN

La

ciudad

donde

habitaban

algunos

superhéroes, era la única del estado donde los canales de televisión no ocupaban el orden numérico natural. Nadie perdía el tiempo en ubicarlos cómo era debido –ni los ciudadanos normales ni los que poseían algún poder sobrehumano–; desorden

que

se

conformaban

establecía

la

con

el

sintonización

automática. ¡¡Craso error!! Las

consecuencias

fueron

terribles.

Primero porque la urbe se vio sometida a continuos

desastres:

terremotos,

tifones,

tornados, maremotos, incendios… Y segundo 245


porque los superhĂŠroes, a los que se les suponĂ­a capaces

de salvar al mundo de

incidentes destructivos y devastadores, sin esperarlo, perdieron sus superpoderes.

246


247


248


PÁJAROS MUERTOS

Mis pupilas se irritan al contemplar los lívidos azules del cielo. Me pasa con todo lo bello. Prefiero mis manos ajadas y podridas; pueden transformarse en un revolver de tres dedos para disparar hacia la blancura de las nubes, ¡bang-bang! Aquello que cae abatido es indefinido, pero yo lo arrastro hasta la cámara oscura de mi cerebro, y modelo unos pájaros muertos, ingeniosos, nacidos de las goteras lúgubres del firmamento. Me alimento de mí mismo; así que abro sus vientres hinchados con el bisturí afilado de mi mente, para examinar sus entrañas y comprobar si ahí se encuentra alojado el demonio.

249


PURA BELLEZA

Un rostro horrible y aislado en una mesa de

un

bar

suscita

el

interés;

pero

dos

fealdades juntas, la de un hombre y una mujer, son un espectáculo mucho mayor. Desde

mi

sitio

observo

ese

antiestético

encuentro. No escucho la conversación, solo sus

voces:

son

dos

paisajes

agrestes,

peculiares. La interpretación que Dios ha hecho de ellos ha sido cruel, despiadada. Pero ellos apuran su experiencia, su soledad, sus inseguridades, esa naturaleza deforme que les hace compartir el mismo centro, y una historia que, lejos de ser grotesca, se intuye tierna, comprensiva,

apasionada,

y

complicidad envidiable. Pura belleza. 250

de

una


251


252


UNA FAMILIA

Tengo el carácter conformista de mi hijo, un pastor alemán perezoso que se funde con la cama, el sofá… Entiendo a los animales, son paradójicos como nosotros. En realidad yo soy una esbelta jirafa, despierta, apta para el ramoneo. Qué gracia de palabra, ¿verdad? Procuro ramonear en el jardín de casa, pues no me fio de los que comen carne. Mi marido tampoco es humano. Es un oso. Ha vuelto a atascar el váter. Dice que come verdurita, pero deberíais ver cómo descarga. Qué gracia de analogías, también. Un oso cagón, una jirafa risueña y

un perro

familia.

253

holgazán. Una


CUIDADOS PALIATIVOS

La mujer taciturna está sentada, cerca de la ventana, con la espalda recta, hierática como una esfinge, pegada a la silla, casi incrustada, con los brazos apoyados en el reposabrazos. La han duchado y vestido. Está perfecta, impoluta; casi bella. Pero no se mueve. No habla. Solo respira pausadamente. Está llena de recuerdos; de personas, lugares, hechos, ideas… También de miserias, de voces oscuras que la amargan. No está sola, la cuidan cada día, pero ella se ve incapaz de imaginar más allá de la ventana. El paisaje se transforma

en

abismo,

en

precipicio; y no puede hacer nada.

254

atrayente


255


256


LA MONTAÑA MÁGICA

Una nube con llamativos colores dentro. ¿Un Ovni? Qué va, nada de eso. El más sensato siempre se encarga de dar una explicación lógica a todo lo extraordinario. Son globos de

colores que

ascendieron

y se

quedaron atrapados en su masa vaporosa. Lo mismo ocurre con una jirafa de hojalata forrada con papel de aluminio; no es un ser fantástico o una quimera. Así actúan los sobradamente cuerdos; muestran su sensatez y revientan sueños. Nunca pierden el oremus por nada. Yo les dejo convivir a mi lado, pero lo llevan claro… Voy a fregar los platos que tengo una montaña.

257


EL HUECO IZQUIERDO

Si tu corazón se mueve hacia la derecha, debes saber que el prodigio irá avanzando en ti. Serás siniestro, más truculento, y en cada bostezo

liberarás

una

plaga

infecta

de

minúsculos insectos que tamizarán la luz del cielo. La negrura continua será el inicio de la decadencia, de los malos augurios. Pero no te preocupes. Tú serás épico, poderoso. Todo lo humano arderá como una tea con el simple roce de tus dedos. Al principio, seguro que sentirás la pena, y en nada el júbilo, el deleite, porque ya tendrás metido al diablo en ese hueco izquierdo que te queda.

258


259


260


¿VES LA CABEZA DEL CABALLO?

Puedo ilusionarme; también llorar. Puedo camuflarme con el sofá y volverme invisible en la habitación que está ella. Nos llegó el tiempo del siseo, de la atenuación del deseo, del

completo

silencio…

Mi

alternativa

es

encerrarme en mi estudio y manifestar mi estado violentamente; manchando lienzos, sin reglas, solo arrojando ese vómito necesario. Explosiono colores, creo texturas, organizo un caos… Luego, voy a ella y le enseño el cuadro. ¿Te gusta?, le digo. ¿Ves la cabeza del caballo?

De

cerca

apenas

la

verás.

Es

preferible que te alejes un poco para ver sus ojos aterrorizados, y algo de su pena.

261


ESTÁ DE MODA

Lamer un paraguas mojado como si fuera un

helado

podría

ser

una

chaladura

sin

importancia si en ese momento no pasara un cazador

de

tendencias,

anotando

la

singularidad en su libretita y haciendo una foto con el móvil. Tengo entendido que los «coolhunters» se dedican a eso; a rastrear y a predecir sobre los cambios o surgimientos socioculturales.

Observan

y

recolectan

información valiosísima que luego usan para desarrollar proyectos millonarios en el terreno del marketing y la publicidad. Eso sí, sin considerar

el

agradecimiento

compensación

económica

a

ni los

que la

verdaderamente

han

aportado

extravagancia

podría

convertirse

que

moda. 262

la

en


263


264


¡¡JAJAJA!!

Me río de ti (y de mí). Me río de ellos (y de nosotros). Me río de todo, con todo. Me río de los

paisajes

bucólicos;

de

los

objetos

gastados, ajados; de la lluvia que cae de canto y del viento que arrebata sombreros. Me río con el vuelo de una mosca; del silencio de una tele apagada, de las noticias del mundo – ya sean buenas o malas–, de la cultura, de la basura, de todo lo que acabe en ura. Me río del cuerpo, del alma, de la belleza que a todos nos gusta, y de las inseguridades humanas – esas son muy mías–. Me río cuando aplasto moscas

a

palmadas,

de

sus

muertes

flamencas –¡tirititrán, tran, tran, tran!–, de esta

conducta

tan

entretenida.

Estoy

contento, alegre; tanto que sigo con esta risa 265


tonta, burlona, incluso en lo alto de esta azotea abierta que me presenta un cielo barrido y me invita a dibujar acrobacias, tirabuzones, a inventar una caĂ­da con garbo, ocurrente, divertida, para acabar con todo y me muera de risa.

266


267


268


MUJERES Y HOMBRES Y VICEVERSA

Esas mujeres que salen en la tele no son las mujeres que yo quiero. Se maquillan demasiado y hablan de lo superfluo como si fuera lo máximo. Son guapas, morbosas, no lo niego, pero las veo de plástico. Prefiero las mujeres de metabolismos lentos, las que van abrigadas e insinúan lo justo; las que aceptan sus colgajos, sus patas de gallo. Si por mí fuera me quedaría en la cama, tapado hasta el cuello, incubando los traumas que tengo; aunque, conociéndome, es posible que se me desarrollaran de nuevos. Da igual. Voy a relajarme con ellas viendo ese programa populachero.

269


EN MALA HORA

El atardecer desde mi ventana a las seis y treinta era de una blancura que hipnotizaba. Tres minutos después, ese festín de nubes fue invadido por una apariencia humana: un señor completamente desnudo que batía los brazos como

un

pájaro,

planeando

y

realizando

piruetas increíbles en el aire. A las seis y cuarenta, se dejó caer en picado a fin de zambullirse en el agua para atrapar un pez. Estuvo un rato sumergido; y a eso de las seis y

cuarenta

y

cinco,

su

cuerpo

apareció

flotando en la superficie, con los brazos extendidos

y

panza

muerto.

270

arriba,

haciendo

el


271


272


REENCARNACIÓN

No

recuerdo

prácticamente

nada

de

cuando morí. Solo vagas imágenes en una estepa protegiendo a mis cachorros hiena de un ataque salvaje. He vuelto otra vez a la vida, como un ser humano. Pero no logro adaptarme a este cuerpo de mujer, que anda nervioso

por

esta

Rambla

concurrida

de

turistas. Me he visto. No soy guapa. Tengo ojos de loca, y me resulta imposible esconder esta risilla macabra que tengo. Doy miedo. Y tengo hambre. Mucha hambre. Ansia por devorar salvajemente cualquier cosa. Desde unos espaguetis con tomate a los estómagos voluminosos de los paseantes que me voy encontrando.

273


QUIÉN PUEDE MATAR A UN NIÑO

¿Quién

puede matar a un niño, aunque

sea un niño zombi? El pequeño cadáver viviente, que entró en mi casa mientras me preparaba la comida, era un

chavalín

harapiento,

de

todo

él

cabellos putrefacto,

rubicundos, de

rostro

carcomido y pestilente. Un eructo suyo le llevó a otros más sonoros, y la cadena de gases de su estómago podrido me llevó a la náusea, a descuidar la cocción del arroz con verduras que me cocinaba. No le dejé que se acercara. Abrí la ventana y me ayudé de la escoba para ahuyentarlo, para lanzarlo por ella. Así le perdoné la vida.

274


275


276


OTOÑO

Un señor tamborilea con los dedos en la mesa de una cafetería mientras enhebra un pensamiento. Está sentado junto a la ventana, embebido en la murria de la tarde. Piensa en un terremoto, en un castigo divino. La ciudad le ahoga, le frustra, y, señalándose la cabeza, se dice: «todo está aquí, en mi maldita perola».

Un

desastre

de

esa

magnitud

acabaría con todo; lo más justo sería una tormenta, piensa, un rayo que le cayera fulminante. En el cristal observa su triste reflejo, los pliegues de sus párpados, capaces de sostener las hojas caídas del sauce llorón de afuera.

277


UNA TARDE

El paisaje rural de un pequeño pueblo de interior libera a un hombre que deambula sin rumbo aparente. Va con las manos cogidas tras la espalda, consumiendo su dulce locura. Se sienta en un banco. Descansa. Escucha el canto de los pájaros, el silbido del viento y una voz que lo alerta, la tuya. Se fija en ti, en cómo lo miras. «Qué bien vivimos», le sueltas. Él no dice nada, te aguanta la mirada y deja que hables. Cuando te marchas, sigue con lo suyo: observa los papeles y las bolsas de plástico que se persiguen por la acera.

278


279


280


LA VERDAD

Un señor, tapado hasta el cuello, empezó a rezar el «Padre Nuestro» para sí mismo, acostado en la cama, boca arriba, y con las manos trenzadas sobre el pecho. Es una oración potente, adictiva, capaz de curar almas heridas. La recitó quince veces, con sentimiento y una fe que antaño no tenía. «¡Dios mío, haz que tu voluntad se haga en mí!». Al acabar, se sentía vivo, ahí en la cama, más que durante el día. Sus ojos, arrasados de lágrimas, se quedaban mirando una

mancha

del

techo,

perplejo

por

la

felicidad que le embargaba; la única verdad que desconocía.

281


EL VERDUGO

Una pareja de turistas me pidió si podía hacerles una foto. Les dije que sí, claro. «Saque el castillo de fondo», exigió la joven pizpireta situándose junto a su delgaducho novio a escasos metros delante de mí. Me quedé un momento examinando el móvil que me

dejaron

para

realizar

la

instantánea.

«¿Encuentra el botoncito donde debe darle?», se aseguró el muchacho con una risilla. «Sí, sí, lo veo, gracias», dije. «Es el círculo gordito lo que debe presionar», aclaró ella adoptando una pose forzada y ridícula. Entonces, enfoqué a la simpática pareja de guiris e hice lo que debía hacer.

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DISTOPÍA

Dos perros mordían con rabia una misma pelota de tenis en medio de una asolada carretera. No temían ser atropellados, pues ya nunca circulaban vehículos. El mundo quedó despoblado de toda presencia humana por razones que ahora no vienen al caso. Un tercer perro se aproximó a ese tira y afloja con la intención de entrar en la contienda; pero no había suficiente pelota para que sus colmillos se clavaran en ella. La situación cambió de repente en una escena cruenta y repulsiva, muy desagradable; y os puedo asegurar que nada tuvo que ver la condición salvaje de los cánidos.

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CAFETEROS

Los objetos son muy importantes. Eso piensa

un

hombre

enquistado

por

los

sinsabores de la vida. Que no le hagan elegir entre

su

vieja

cafetera

o

la

vecina

cascarrabias del quinto. Ante ese dilema, lo tiene claro: objetos, animales y personas; en ese orden. Desde

hace

unas

semanas

tiene

un

periquito; un regalo de su madre. Lo alimenta bien, le habla y lo trata con cariño, pero no le tiene el mismo apego que a su cafetera; la que le gorgotea deliciosos cafés y le infunde un bienestar que solo él valora. En realidad, a su madre también la salvaría.

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SINIESTRO TOTAL

Vivir una vida cantada tendría mucho de insólito, lo sé, pero estoy convencido de que este

mundo

sería

mucho

mejor.

Solo

deberíamos esforzarnos en adquirir la actitud actoral y las ganas de llevar a cabo la hazaña. Las situaciones, seguramente, conllevarían a la incredulidad, pues pedir un café o mantener una

conversación

entonando

rítmicamente

una melodía restaría verismo y trascendencia a

las

cosas.

Imaginad

una

circunstancia

traumática o dolorosa; sería todo un reto. Bueno, yo voy a experimentar con mi padre. (Letra: Papá, anoche te cogí el coche y lo empotré sin querer contra un muro. Música: típico villancico navideño).

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CLAUDIA CLAUDICA

A veces imagina que hay una versión suya por ahí; la de una muchacha valiente, risueña y fantasiosa que viaja por el mundo, que emprende proyectos y no tiene miedo de nada. Quiere creerlo. Necesita creerlo. Incluso se sumerge en ese pensamiento la mayor parte del tiempo. Pero los días segregan cansancio y desesperación, y al final no resiste más. Toma conciencia de que ella es la versión

triste

y

derrotada,

la

que

llora

desconsolada porque está confinada en un pequeño reducto sin luz, y los chicos que le iban contando los días retenida ya no dan señales de vida.

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EL MAR DEL FIN

Mi realidad ya no es sólida, es más bien líquida, acuosa. Claro, eso lo digo ahora que soy un ser branquial que habita en las profundidades del Océano Atlántico. Todo me fluye; soy puro, cristalino, y mi vida ya no es aplastante ni viscosa, solo se limita a tener sentido. Retengo una letanía de recuerdos: el tráfico de una ciudad hirviente, mis mocasines brillantes de abogado, un andar frenético lleno de obstáculos y el amigo tarotista que me indicó este camino. Los brazos del mar me acogieron en su seno, y no hay nada que me haga más dichoso que formar parte de este medio; en completa armonía con la fauna marina y bien avenido con las enormes ballenas que, aunque

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parezcan defectuosas por tener agujereada la parte de arriba, más vale tener de cara. Gracias a ese amigo que no olvido y a su interés por la cartomancia, comprendí que debía ir a la playa y adentrarme confiado hacia lo más profundo; pues, un aciago día que me sentía perdido, él me echó las cartas y, en escasos minutos, dejó bien claro dónde estaba mi destino.

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EL ALIENÍGENA

Si él fuera otro estoy seguro de que le gustarían los días lluviosos tras la ventana, los aromas a comida casera de su vecina y el canto alegre de los jilgueros. Incluso sonreiría al verse con ese pijama agujereado que lleva todo el día y su barba descuidada cubierta de tamo.

Está

asediado

por

una

fantasmal

cohorte de pensamientos. Piensa en una escabechina sangrienta cuando corta pan y en la ingestión de lejía cuando bebe agua. Se cree extraterrestre, y se abraza a su locura marciana porque ya no se adapta a las ciudades ni se acepta como ser humano.

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UN MATRIMONIO

En el dormitorio huele a ronquido rancio, a respiración fermentada, a aires estomacales del cocido que nos hemos zampado en la cena; butifarra, panceta, pies de cerdo y falda de

ternera.

Comida

calórica;

ideal

para

combatir el frío. Mi marido se ha dormido enseguida y sus resuellos han creado un ambiente bastante repulsivo. No sé si podré descansar junto a él en esa cama infecta, apoyando mi cabeza sobre ese cojín bañado de babas. Me meto sigilosa en mi banda derecha

y

no

tarda

nada

en

notar

presencia. Se coge a mí. No se suelta. ¡Socorro! Algo fétido retruena.

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ELIPSIS

Los fabricantes de elipsis, tras un largo periodo investigando en sus laboratorios, al fin han encontrado la ansiada fórmula que les permite eliminar las partes superfluas o de tránsito de la vida real. Su alquimia ha replanteado

un

mundo

donde

ya

no

es

necesario vivir con continuidad cada segundo ni considerar el «Carpe diem» tan valorado por la sociedad. Ahora podemos saltar en el tiempo y vivir como en las novelas o el cine. Sin embargo, los más aprensivos no son partidarios de borrar algunas de sus vivencias. Yo, en cambio, lo tengo muy claro. Esta semana me toca hospital.

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EL CHARCO

Mete el dedo ahí, o si quieres el brazo, en ese charco profundo y helado, casi congelado. El frío te entrará y matará todos tus males, hasta

esos

insignificantes

que

tanto

te

afectan. Sé que para ti son los peores porque no sabes cómo combatirlos. No te atrevas a compararlos con los males del mundo. Los tuyos

no

son

nada,

y

lo

sabes.

Tienes

demasiado tiempo libre. Trabaja. Haz algo. Por eso te digo que metas el dedo, el brazo o lo que quieras. Aunque lo mejor sería que te introdujeras entero y estuvieras un buen rato. ¿Qué, te atreves?

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EL TEMPLO

Si

por

fulminante,

fuera,

grotesco,

firmaría un

un

final

pim-pam-fuego

indoloro. Que ocurriera almorzando en el bar de siempre, en mi Templo, con amigos, gozando de un plato atiborrado de galeras fritas. Me pincharía con gusto la parte interna de

los

carrillos,

pues

estos

crustáceos

punzantes son puñeteros cuando los succionas con demasiada ansia para apurar su carne. Dios está en ese plato redondo de comida casera, en la copa de vino con gaseosa, por supuesto en el pan, el carajillo quemado y en ese licor de endrinas capaz de otorgar sentido a esta vida, y a la otra.

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PERRO Y PICO

Se levanta de madrugada para hacer pis: «¡qué frío!», exclama. Cuando vuelve a la cama

se

tapa

con

el

edredón:

«¡qué

calentito!». Piensa en lo que desea: «quiero una mascota que me haga compañía». Sueña con un perro que sitúa echado en la banda izquierda de su cama, aullándole palabras como

esternocleidomastoideo,

electroencefalograma o contrarrevolucionario. Se despierta exaltado, confuso. Se musita una plegaria y enseguida vuelve a coger el sueño. Sueña. Y en cada paso que da, su cuerpo empequeñece un centímetro a la par que su locuaz perro va estirándose tanto como una de esas palabras de veintipico letras.

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SU PRIMER WHATSAPP

Me gusta observar como mi madre escribe un mensajito por el móvil. Se lo he dejado porque quiere enviarle un whatsApp a mi hermana. Se acomoda en su viejo butacón de realizar labores y lo redacta poco a poco, con un

dedo,

poniendo

Seguramente

acabará

los

cinco

lleno

de

sentidos. faltas

de

ortografía, de esas tan escandalosas que dañan la vista. Pero no importa. Viéndola, ahí, toda puesta, se me inundan las pupilas y el alma. Me derrito. Porque todo en ella me provoca ternura; la añoro en vida y no puedo evitar que me palpite la nostalgia del ahora.

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UN ARTISTA

Entre estas cuatro paredes –rectifico, seis, hay techo y suelo, gracias a Dios–, doy rienda suelta a mi imaginación. Quizás demasiado. La barba me ha crecido y no me he dado ni cuenta. Seguramente huelo mal, solo me lamo un poco por las mañanas. ¿Por qué debemos lavarlo todo con agua? Prefiero humedecerme con el rencor y el desprecio de mi saliva, y crear una versión de mí mismo nunca vista. Expresar alegría se ha vuelto imposible, igual que mezclar estos colores de mierda. Odio la música de fondo que me pongo, pero me alimenta; me hace superior, cruel, lívido de furia. Y remueve en mí el vicio; ese mismo que tuve con las máquinas tragaperras. 310


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INSEGURIDAD

Yo

soy

yo

porque

me

recuerdo,

me

reconozco, tengo una historia que me avala, un

pasado.

Mi

entorno

me

asegura

repetidamente que existo y que mi presencia es evidente.

Sin

embargo,

no

acabo

de

creerlo. Ahora estoy en medio de una plaza llena de gente, encima de un pedestal, el de una estatua de bronce, y, para salir de dudas, grito escandalosamente. Diría que mi voz se proyecta como el rugido de un león salvaje. Y, sí, la gente se alerta, me mira, me señala, e incluso algunos me dicen de todo. Pero aun así, no las tengo todas conmigo.

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NO ESTAR EN PAZ

El señor que busca su sosiego lleva un jersey de colores imposibles. Sus ojos son de buena

persona,

algo

tristones,

de

cejas

angulosas que proyectan ternura. Está con amigos, escuchando una conversación de la cual no sabe mucho. Más bien nada. Pero disimula. Asiente con la cabeza como si tuviera alguna opinión al respecto, y, en algún momento,

dice

algo.

«Mejor

haberme

callado», piensa. Se siente mal de ser como es, de su fragilidad, de su ignorancia, de ese desasosiego que no entiende. Pero sabe algo: el miedo que lo acecha no es malo, solo un aviso para el alma.

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EL PASEANTE

Ahora ya no me calzo lingotazos de cazalla para salir a la calle. Salgo antes de que venga la tentación y camino rápido. Miro la acera, las baldosas, su dibujo geométrico, y me pierdo en ese laberinto de líneas y surcos que componen el suelo que piso. En una ciudad estaría bien plantearse un asfaltado de las calles en diferentes colores para diferenciar las

clases

sociales;

todo

está

demasiado

grisáceo. También levanto la vista del pavimento y miro los escaparates, los letreros de los establecimientos, los paneles informativos, las señales… Leo todo lo que puede leerse, observo los colores, las formas; lo escaneo todo. Al final ya no necesito ver, me lo sé todo de memoria y me atrevo a cerrar los ojos 317


durante un rato para guiarme a través del oído. Percibo la voz de los perros. Algunos la tienen suave y atiplada; la de los gatos es distinta, la cambian dependiendo de la calle o el barrio; y de esas que cuchichean no me fio nada. Aunque la peor de todas es esta voz que me habla. «Mira las baldosas», vuelve a insistirme. Las miro. «Observa sus manchitas negras. ¿No ves nada?». Las observo, y llego a organizarlas como si fueran regiones, algo parecido a un atlas humano. Entonces, por un momento, suscitándome

la el

veo, amor

ahí por

estampada, medio

de

su

sonrisa. Pero la voz irrumpe otra vez y me dice que vuelva a leer los letreros de la calle.

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EL MONSTRUO

Tanta felicidad lo volvió grotesco. Y esa verdad, tan plena y pura, hizo que su rostro evolucionara hacia una fealdad elaborada, complicada.

Sus

ojos

podridos

eran

dos

negruras que parpadeaban una y otra vez, y veía fotogramas, secuencias intermitentes de paisajes

que

tambaleaba

por

cambiaban la

calle.

mientras Su

se

respiración

arenosa, los cuajarones que goteaban de su esperpéntico cuerpo y el roznido sibilante de sus afilados colmillos eran los signos de un ser felizmente involucionado, utópico. Su violencia era

solo

de

pensamiento,

incruenta,

metafórica, y, como muchos de los mortales, tenía dudas entre hacer el bien o el mal.

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EL SORDO MUDO

Ahora, en serio: ¿tú no puedes quitarte ese acento que tienes? Yo he podido y ahora hablo normal, como todos, ya me entiendes. Cuando vine me sentía un bicho raro entre tantos con la misma musicalidad. Las vocales las pronuncian sonoras, abiertas, desbocadas, abriendo la boca y casi con la lengua fuera. Para nosotros es un gran esfuerzo, requiere de mucha práctica, pero si lo consigues te aseguro que te verán con otros ojos y no te considerarán un intruso. ¡Ponle empeño! Otra opción si ves que no puedes, es expresarte con las manos a través del lenguaje de signos.

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EL CUCHITRIL

Cada cual puede fabricar su espacio de detritus. Yo

tengo

una

llenando

de

posters,

postales,

habitación

recortes

de

que

he

revistas,

anotaciones,

ido

fotos, recibos,

documentos… Todo aquello acumulable que puede engancharse en las paredes y el techo con

una

chincheta.

También

he

ido

embutiéndola de trastos y objetos inservibles, restos de comida, botellas vacías y marcas biliosas

producidas

durante

las

noches

virulentas. Es un santuario de desperdicios orgánicos, un espacio donde fusionarse con esa

esencia,

coherente,

y

ya

está

impenetrable

a y

un

nivel

compacto

tan que

cuando se consigue uno se da cuenta de que no tiene límites. 325


DUALIDAD

Dos hombres que se cruzan por la calle se intuyen almas gemelas. Se han visto solo un momento

y

cada

uno

piensa

del

otro

exactamente lo mismo: «Este señor está deprimido, tiene la mirada triste, y, aunque parezca que vaya a algún sitio, únicamente da vueltas». Se han intercambiado una sonrisa de cortesía y coinciden de nuevo en su pensar: «El pobre seguirá andando sin rumbo, se sentará un rato en algún banco para dar pan a las palomas y a casa». Las nubes se enrojecen conectan

y

dos

vehículos

respectivamente

pensamientos

idénticos

paralelos.

326

en

desenfrenados con

ambos

sendos

cruces


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328


SOLEDAD

Disponer

de

un

interlocutor

es

relativamente fácil. Yo lo consigo en los bares. Sonrío,

saludo

y

vierto

sobre

él

la

conversación. Empiezo con: “¡qué día más bueno!”

o

“parece

que

va

a

llover”,

dependiendo del tiempo que apunte. Luego suspiro fuerte y exclamo: “¡No somos nadie!”, y suelto algo sobre las dolencias humanas. Mis exhalaciones suscitan sentimientos profundos. Capto el interés. Recurro también a: “¡ay, estos políticos!” o “¡este Barça no es el que era”… Y así; sin profundizar demasiado en el diálogo

y

en

la

atmósfera;

porque

independientemente de lo que se diga, lo que busco es compañía.

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LO CONCRETO

Uno ignora las cosas concretas, incluso cuando le llega la madurez. Yo moriré maduro maduro y sin saber nada de nada; pero me despediré de todos. Lo haré a los cien años, un día que llueva, en fin de semana y a eso de las cinco y media de la tarde, merendando con los míos en una chocolatería. Tengo esa palpitación. «Quiero deciros algo», les diré. Entonces les anunciaré que cuando amanezca seguiré con los ojos cerrados, conectado a mi sueño de manera permanente, que no traten de despertarme y que esta merendola la tienen pagada. Esa será mi hora.

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NADA BUENO

En la ciudad donde siempre se bosteza da la impresión de que sus habitantes sean cantantes

de

mandíbula

ópera

hasta

mudos.

los

Abren

topes

la

mientras

deambulan por las calles como autómatas. Debido a ese acto involuntario expulsan

el

aire

lenta

y

toman y

profundamente.

Incluso, los más embelesados, cierran los ojos unos

segundos

y,

como

en

los

últimos

suspiros, liberan la niebla tóxica y atenazada de sus adentros. Los que dedican su tiempo a quehaceres más dignos, o los que apenas bostezan, interpretan en cada una de esas contagiosas boqueadas una señal de hambre, sueño o aburrimiento. Nada bueno. 333


GOOGLE

Cuando

el

señor

barbudo

añora

intensamente se desanima, se acurruca y se dispara aire caliente con el secador de pelo. Sale de casa, pasea y siente una profunda frustración

al

verse

reflejado

en

los

escaparates. No soporta su apariencia, pero sobre todo el continuo ruido de tuberías dentro de su cabeza. Respira profundamente y contempla

el

cielo.

Se

recompone.

«La

frustración no es tan mala», se dice. «Es lo habitual». Luego sonríe, y, como otras veces, al llegar a su casa busca la felicidad en Google: una imagen bonita: una puesta de sol o un amanecer, lo mismo le da.

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MALA PRENSA

Del periódico no leo nada, ni los titulares. Entorno los ojos y, con esa visión difuminada comparable a una severa hipermetropía, voy pasando

las hojas. Primero

observo

–sin

apenas apreciar– la página derecha y después la izquierda; unos minutos cada una. Percibo los grises que llenan prácticamente el espacio del papel, las zonas puntuales de color y el desvanecimiento de las imágenes que ilustran las noticias. El texto pierde su nitidez, son líneas desdibujadas, como mal borradas, y cada

página

se

convierte

en

un

cuadro

abstracto de contenido sensorial, motivador y lleno

de

interpretaciones.

exposición para los sentidos.

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Una

placentera


FOROFOS

En el bar de la esquina ven el fútbol atentamente; aunque no es del todo cierto. La mayoría tiene la mente ocupada en cuestiones ajenas al partido. Engañan. Hay un señor retraído que me inquieta. A través de mi capacidad extrasensorial puedo percibir un pensamiento que le obstina: su anhelo por morir para llegar al estado de placidez más puro. El ruido del ambiente y las cervezas le sirven de bálsamo; mantiene la mirada en la pantalla y cuando uno de los equipos marca, ese mohín de timidez desaparece y se deja llevar por la euforia del momento gritando ¡¡goooooooool!!

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SANDIAS

Puedo filosofar en grandes jardines, pero si la muerte ha de hallarme que sea en mi pequeño huerto sembrando sandias. Me veo dentro de ellas, encogido, en posición fetal, esperando el milagro de la vida. Existe una conexión especial. Es así. Cuando llega el tiempo las recojo, doy unos golpecitos en su costra y, por el sonido, sé si estoy óptimo. Últimamente no lo estoy. Malas cosechas. Pero sigo sembrando. Mi voluntad de jardinero hace que siga enfangado en el estiércol y la hez, pues de lo más bajo y degradado quizás vuelva a brotar lo bueno, útil y bello.

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EL HOMBRE DISTRAÍDO

El paisaje urbano consume al hombre distraído; a ese que deambula sin rumbo con las

manos

sosteniendo

cogidas entre

tras sus

la

espalda,

labios

habanos

apagados. Ya lo tiene todo hecho; se ha descubierto a sí mismo con plenitud. Escucha las calles, observa la vida, y nunca habla. En su cabeza suena constantemente una canción triste que lo aísla del tráfago de la ciudad. Añora el ahora y los bancos con sombra donde dormita largas horas. Solo el horror se hace mueca en su rostro cuando descubre que el placer del tabaco que impregna su alma desaparece de su boca.

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COLORES

Oigo los colores. El magenta es criticón y escupe primicias infundadas. Para nada es mi color favorito. Ni el rojo, que es intenso y excesivo, y habla siempre de lo cruento. Apoyo suavemente la oreja sobre el verde y no

me

infunde

esperanza.

Más

bien

lo

contrario; anuncia el poco tiempo que me queda: 23 días, 22 horas, 28 minutos y 44 segundos… El amarillo me relaja, es más imaginativo. Inventa historias. La última sobre un pueblo donde todos se llaman igual y practican acupuntura con cactus. El azul es un cielo, no habla, solo emite el sonido de chupar caracoles. Asquea un poco, pero enseguida me provoca un reír tonto que disipa lo inminente.

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EL CAMBIO

Corres peligro de convertirte en un buen hombre si la conciencia te dicta hacer buenas acciones.

No

caigas

en

eso.

La

bondad

debilita. Es mejor que malpienses de todo aquello aparentemente afable. Hazme caso. Desconfía siempre. No seas tan cándido. ¿Qué te hace tener tanta fe en el ser humano? Atrévete a quemar algo; un contenedor, una casa, un bosque…Que el diablo entre en ti como lo ha hecho con las moscas y los mosquitos. Sé maligno. Siente el odio y el instinto suicida; y cuando estés dispuesto, morir será un simple vacío que podrás revivir las veces que quieras.

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UN MENÚ ASEQUIBLE

Las semillas del tomate le ruedan por la boca, rebozándose con la saliva y el vino con gaseosa.

Aspira

a

ser

un

gran

crítico

gastronómico, y, para practicar, se dedica a probar menús baratos de menos de diez euros. A través de la escritura, cuando acaba de degustar los platos, anota sus sensaciones. En esta ocasión ha visitado el Bar Manolo: “La bebida sabe a verano; la ensalada me conecta con un paisaje; los macarrones con la euforia; el postre, un vasito de helado de vainilla y chocolate, con la sonrisa de un niño; y el café, desgraciadamente, no entra”.

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ENTREVISTA PERSONAL

Si los extraterrestres me citaran para una entrevista personal iría medio desnudo para que, de entrada, verificaran mi apariencia humana.

Les

diría

pequeño

pueblo

que

provengo

costero

del

de

un

norte

de

Castellón; que soy de género masculino, un hombre; que tengo facilidad para los idiomas y me considero una persona emprendedora, amable y respetuosa. Les aseguraría que he aceptado su invasión desde siempre; que deseo

progresar

en

cualquier

ámbito

profesional, y lo más importante; cumplo con el requisito que piden: soy piloto de avionetas y tengo las mañanas disponibles para dar el servicio de desayunos en su nave nodriza.

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PARAISO

Hay una pequeña isla con dos palmeras que se mueve lentamente hacia la costa. Curiosamente, mientras avanza, va haciendo ochos, y el único individuo que la habita –un ejecutivo cansado de las aglomeraciones– siente mareos y náuseas por ese vaivén. Está pálido, casi enfermo. No tardará en vomitar la bilis, pues lleva varias semanas sin nada en el cuerpo. Huyó de la civilización en busca de paz, y la encontró en este recóndito lugar donde no había personas. La felicidad lo sedujo,

pero

ahora

se

arrepiente

porque

reconoce que su naturaleza necesita de la guerra y el conflicto para sentirse vivo.

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SERES PLÚMBEOS

Los seres plúmbeos son parecidos a los humanos, pero sin ojos. Están hechos de oscuridad y les repugna cualquier tipo de sentimiento.

Su

cuerpo

emite

un

sonido

suave, como el silbido torpe de los que intentan silbar. Carecen de orejas, aunque el sentido del oído se les va destapando a medida que bostezan. Son autómatas que dedican el tiempo a pedir limosna en las terrazas de los bares, van de tres en tres y recrean ilusiones geométricas que parecen reales. Suelen cantar a cappella canciones de moda que invierten con su voz robótica; y lo más sorprendente y, a la vez, peligroso: su reiterado

hipo;

capaz

de

hacer

germinar

pequeñas pupilas el tiempo suficiente para

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fijarse y escarmentar a los que no tienen intenciรณn de colaborar con alguna moneda.

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IDILIO

Que tonteen, que se conozcan, que sean novios el tiempo que quieran, que vivan juntos si lo desean, que se casen... Significará que todo fluye, que se quieren, que ha triunfado el amor. Pero si algún día, en su apartamento, se oyen gritos, insultos o ruido de

platos

rotos,

es

que

mantienen

una

disputa, un enfrentamiento violento fruto de la convivencia. Puñetazos, arañazos, empujones, golpes;

lesiones,

moratones,

brechas…

Conocerse es un largo proceso que proyecta diálogo,

deseo,

también

un

peligrosos

e

confianza,

hábito

que

incompletos

perdón; evoca que

pero

matices

despliegan

catástrofes y un espectáculo que entusiasma a los vecinos.

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REALIDADES

Cuando los lagos espejean nada es lo que parece. Ni las nubes son nubes ni los pájaros son pájaros. Como dudo de lo que veo, recurro a los cubatas bien cargados, para emborracharme y vomitar confeti en una palangana de plástico. El sol, si luce, me aburre.

Ahí

está;

redondo,

cuadrado,

triangular…,¡qué sé yo!, adoptando formas locamente. Tal vez, si me vaciara como los que inhalan aire puro, podría estar más seguro de todo. Aunque prefiero que la cabeza me dé vueltas y entrar en un sueño profundo. Así,

a

lo

mejor,

cuando

despierte,

primavera, verano, otoño o invierno.

360

sea


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EL HOMBRE QUE NO SUDABA

El hombre que no sudaba poseía luz propia, tenía algo especial. Nunca perdía el oremus por nada, y su mirada no conocía la inquina, pues la mansedumbre se adueñaba en él como una bendición. Le encantaba cortar jamón para los clientes. Tenía una tasca que sólo abría por las tardes; las mañanas las dedicaba a trabajar en su huerto. Era moreno, de ojos rasgados, y chupado como un palo. Su único defecto era que hablaba raro, tanto que un día dejó de hablar y alcanzó la perfección. Se

volvió

prácticamente

invisible.

Sin

embargo, en el pueblo, las ideas que tenían que ver con la felicidad siempre acababan en su tasca.

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OJOS DE LOCO

¿Crees que tengo los ojos de loco? Nunca he sabido comportarme como una persona. Mis cicatrices segregan paranoia y cansancio, y hago de vientre con la puerta abierta para no morirme en mi propia pestilencia. Me alimento de gominolas de colores porque mi vida se enquista de demencia, y en el trono inmaculado de mi baño, cuando lo evacuo todo de una sentada, recobro algo de cordura. Parpadeo una y otra vez para ver fotogramas de futuro, pero mis ojos, perplejos, se arrasan de lágrimas. Veo el estupor caótico de mi vida. Dime, ¿crees que tengo los ojos de loco? 364


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LA EXPOSICIÓN

Solo es una vaca gigante disecada, pero inspira ternura. La imagino rumiando en campos verdes, muy quieta, como si muriese. Doy vueltas a su alrededor, tiene un largo rabo, tieso, con el típico mechón de pelos, aunque ya no lo mueve para ahuyentar insectos. Y esa gran ubre rosada bajo el vientre, ya no amamanta a sus terneros. ¡Qué pena! Preferiría verla pintada sobre un lienzo, más salvaje, abstracta, en tonos alegres. Aferrarse a esta realidad, tan técnica y perfecta, asombra, pero es solo por la crueldad que poseemos, que nos acerca, sin saberlo, al dolor lacerante de lo bello 367


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