Recuerdos de Arazana 2.0

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Capítulo I Sara se despertó sudando, se encontraba rara. Miró a su izquierda, Miguel dormía y sin hacer ruido, despacio salió de la cama. Se incorporó y notó que algo no iba bien, llevaba días así y pensaba que había caído enferma. (Estuvo ayudando aquella familia de campesinos cuya hija pequeña había caído enferma de tifus) Por eso Sara no se lo había dicho a Miguel, después de todo lo que habían pasado, tras todos los sufrimientos, la aparición de Lola y el descubrir que ella era en realidad bandolera ahora no le podía decir que estaba enferma… Cada vez se mareaba más, tenía que salir de la habitación...descalza y sólo con un camisón salió tambaleándose por el pasillo. Necesitaba que el aire le diera en la cara. Consiguió salir de la casona (Chelo no estaba, menos mal que la había mandado a casa pensó) cuando el fresco le dio en la cara no pudo más…vomitó. En la habitación, Miguel se había despertado y llamaba a Sara. Al ver que no le respondía se levantó justo en el momento q vio pasar algo extraño a través de la ventana…la abrió y allí estaba. Lo q había visto era a Sara pasar corriendo hacia el primer árbol de la entrada de la casa y estaba vomitando. A miguel le faltó tiempo para salir corriendo en su busca. -¡Sara!, ¿estás bien?-gritaba Miguel mientras corría descalzo y en calzones hacia ella. Sara no se tenía casi en pie, se limpió como pudo y se giró hacia él. Estaba pálida y no conseguía centrar la mirada. Se intentó incorporar pero no pudo. Miguel la vio caer, no reaccionó a tiempo. La cogió en brazos mientras gritaba su nombre una y otra vez. Al ver que Sara no respondía la envolvió en una manta y salió corriendo hacia la consulta de Marcial con el alma en vilo.


Capítulo II Marcial estaba recogiendo el dispensario. Había sido un día duro, la epidemia de tifus afectaba a varias familias de campesinos y él no daba abasto. Flor le ayudaba cuando salía de la escuela pero acababan rendidos. -Al menos parece que tenemos controlada la enfermedad- dijo Marcial a Flor mientras ella cambiaba las sabanas a la camilla. -Sí, espero que con las medicinas y los consejos para evitar el contagio sea suficiente, Marcial. -Vámonos a casa, cariño. Son más de las doce… (TOC-TOC-TOC) La puerta tembló. Quien fuera que estuviera tocando la puerta de la imprenta lo hacía de manera desesperada casi como si la fuera a tirar abajo. -¡Marcial!, ¡Marcial!, ¡Flor! Ayudadme por favor-gritó Miguel desesperado mientras sujetaba el cuerpo inerte de Sara. Flor no tardó ni un segundo en abrir la puerta. Miguel pasó hacia la consulta y tras él Flor y Marcial que miraban a Sara con incredulidad. Estaba pálida, muy pálida. -Marcial lleva así más de media hora y no responde. Me desperté y la vi en el jardín andaba como mareada, vomitó y se desmayó y no se ha despertado. ¡¿Qué le pasa?! Miguel explicaba todo sin parar de tartamudear y moviéndose de un lado a otro. Estaba histérico. Marcial le pidió a Flor que lo sacara del dispensario y que lo tranquilizara mientras chequeaba a Sara. Al cabo de unos minutos el Galeno acercó a la nariz de Sara un tarro de la estantería. Y Sara inmediatamente despertó. Estaba aturdida y seguía sintiéndose muy mal.


-¿Qué ha pasado? ¿Qué hago aquí? ¿y Miguel?-Sara intentó incorporarse pero el Galeno la frenó y le explicó lo que había pasado. Como era habitual en ella, Sara no dio rodeos. -Galeno, ¿tengo tifus, verdad? Marcial se sorprendió – Sara, no he visto ningún síntoma de tifus. ¿Por qué me preguntas eso?¿Has tenido contacto con algún enfermo? Sara le explicó lo de la niña de sus jornaleros y Marcial decidió hacerle una revisión más completa. Pidió a Sara que se incorporara ara poder auscultarle la espalda pero cuando Sara se levantó volvió a marearse. Marcial la agarró precisamente en el momento en el que iba a volver al suelo, aunque esta vez Sara no perdió el conocimiento. Marcial empezó a sospechar lo que podía pasarle a Sara y no paró de hacerle preguntas sin que Sara se diera cuenta. Se encontraba tan mal que era incapaz de pensar. -Veamos Sara, quítate las medias y los pololos-Marcial, ¿Qué pasa? No entiendo… -Sara llevas dos meses sin el periodo, es más que probable que… pero hay algo que no veo claro y quiero comprobarloSara obedeció de inmediato. Estaba aturdida pero era cierto que no había estado muy pendiente de su salud últimamente. Tras ser descubierta por Miguel, lo había pasado tan mal que solo pensaba en morirse y era desde entonces que le dolía mucho la tripa y sangraba con relativa frecuencia. Pero, ella pensó que se debía a que su disgusto la había alterado anímicamente. -Sara, el día que “El Navajas” casi te mata, te llegó a golpear ¿verdad? -Sí, me pegó con la culata del Winchester en la tripa- tal como lo estaba diciendo empezó a pensar…-Marcial, por favor,¡ otra vez no!- sollozó


Miguel escuchó a Sara llorar y entró sin pensarlo. No esperaba ver esa escena. -Marcial ¿Qué pasa? Se acercó a Sara y esta le agarró fuerte del brazo mientras Marcial hacia su trabajo sin levantar la vista. -Sara, tranquila. Miguel….-los miró a los dos-Sara estás embarazada, no has perdido al niño pero lo que has tenido hoy es una pérdida y por lo que me cuentas, no es la primera vez…aunque no sabías lo que te pasaba era esto. El golpe que te dio “El Navajas” te ha provocado que la placenta se te haya desprendido un poco y si quieres que el bebé sobreviva tienes que guardar reposo absoluto. -Miguel…-Sara sonrió a Miguel - Miguel, Sara está de dos meses, enhorabuena!-dijo Marcial sonriendo y estrechando su mano La cara de Miguel se iluminó-Sara ¿Por qué no me lo habías dicho?-Con algo así no habría aguantado ni una hora enfadado contigo-la besó -No lo sabía, lo pasé tan mal que sólo pensé que había enfermado de tifus. Dijo Sara todavía muy pálida -Miguel, el embarazo de Sara es de riesgo. Con el golpe que recibió sino se está quieta puede perderlo. No debe andar más que lo necesario. Sara, debes de e guardar cama sin preocuparte por nada más.- les dijo Marcial mientras llamaba a Flor y le contaban entre todos la noticia. Pero pese a la alegría Marcial, había visto algo raro en el chequeo. Era demasiado pronto para decirlo así que decidió ocultar esa información hasta que pudiera confirmarlo.


Capítulo III Miguel ya no era Guardia Civil. Tras descubrir que Sara era Bandolera no encontró otra opción para ser fiel a sus principios y no desvelar la verdadera identidad de su prometida. Habían pensado huir a Inglaterra, casarse y empezar de cero pero ahora ese plan se venía abajo. Miguel sabía que Sara no podría aguantar un viaje tan largo en barco. La miraba dormir, estaba tranquila aunque seguía muy pálida. ¿Cuánto tiempo llevaba encontrándose así de mal? ¿Por qué no se había dado cuenta? Se sentía culpable por no haberse dado cuenta, ayudarla y protegerla. Ella se lo había ocultado para no hacerle daño y él sentía que le había fallado. Miguel recordó aquel día en el monte cuando vio al Navajas golpear al bandolero del rifle con la culata del Winchester, haciendo que este cayera al suelo. En aquel momento, ni se le pasó por la cabeza el hecho de que aquel bandolero herido era su Sara y, mucho menos que en aquel momento ya estaba embarazada. Disparó al Navajas antes de que éste disparara al herido, pero su único objetivo era descubrir al bandolero misterioso y encerrarlo. Sara no se podía ni levantar y él solo le gritó al descubrirla, le dijo cosas que la hirieron y no la ayudó ni siquiera a levantarse pese a ser consciente que apenas se tenía en pie. La dejó huir pero su rabia no le hizo sentir pena por las lágrimas que Sara derramaba mientras se iba agarrándose a cada árbol... La miraba dormir y sus lágrimas empezaron a escapar de sus ojos… ¿Cómo había podido ser tan cruel con ella? El que Sara ahora estuviera así era responsabilidad de él-pensabaSi hubiera estado a su lado, si la hubiera escuchado… En aquel momento Sara se movió haciendo una mueca de dolor…


Capítulo IV Sara no se despertó pero puso su mano sobre su vientre y se enroscó. Miguel enseguida comprobó que Sara no sangraba e inmediatamente tocó su frente. Tenía fiebre pero no tanta como durante la noche. La abrazó. (toc-toc) Miguel se levantó con sumo cuidado y abrió la puerta. Era Chelo. -Señor, Tobías necesita hablar con Sara sobre los viñedos -Chelo, dile que espere un momento ya salgo Tobías esperaba en la sala y se sorprendió al ver a Miguel en lugar de a la señorita Reeves -Buenos días, Teniente -¿Qué ocurre? -Verá tengo que hablar con la patrona porque hay unos empresarios interesados en comprar gran parte de la producción de esta temporada. -Tobías, Sara está enferma y no podrá atender a esos señores-Miguel pese a no tener ni idea asumió que era lo que debía hacer, sabía que a Sara le gustaría- Desde hoy y hasta que Sara esté mejor, yo me haré cargo de las Bodegas Romero Reeves. En la habitación Sara se había despertado y se había levantado con suavidad, al abrir la puerta escuchó lo que Miguel le decía a Tobías. Se sintió orgullosa, Miguel por fin había aceptado ser parte de las bodegas como ella le había propuesto. Definitivamente su bebé iba a traer mucha alegría y muchas cosas buenas. Cerró la puerta sin hacer ruido agarró un libro y se sentó en el diván junto a la ventana. La luz del día iluminaba su silueta y así la encontró Miguel al entrar al cuarto… -Sara ¿Qué haces levantada? Deberías de estar en la cama. Reposo absoluto ¿te acuerdas? ¿Te encuentras bien? ¿Tienes fiebre?


-Miguel calma, estoy bien, me encuentro mejor y creo q me ha bajado la fiebre, solo he andado dos pasos, de la cama aquí-Le agarró del brazo y tiro hacia ella. Cuando lo tuvo cerca besó su nariz y luego su boca. Miguel la miró a los ojos y le dijo con la voz rota-Sara, todo esto es culpa mía. Si yo te hubiera demostrado lo que te amaba fueras o no Bandolera, no estarías así. Te dejé irte aquel día cuando el Navajas te golpeó, estabas sangrando y apenas te tenías en pie y yo no te ayudé. Si lo hubiera hecho y luego no te hubiera hecho padecer, hoy nuestro hijo no estaría en peligro y tú con él. Lo siento, mi amor. Miguel agachó la cabeza y lloró. Sara inmediatamente agarró su cara con las manos -Miguel ninguno de los dos sabíamos que nuestro hijo ya existía y tu reacción fue la normal. Estabas enfadado y aunque lo pasé muy muy mal, lo entendí. Te sentiste traicionado. -Pero cuando te vi herida no te ayudé, te deje ir así. Eso es algo que no me lo podré perdonar nunca y menos ahora, cuando se que no sólo te estaba dando la espalda a ti sino que también se lo estaba haciendo a mi hijo. -¡Miguel ya basta! Eso ya ha quedado atrás. Ahora sólo importa nuestra felicidad y este pequeño que es de los dos-agarró la mano de Miguel, la besó y la puso sobre su tripa, sonriéndole como nunca lo había hecho. Miguel, con las lágrimas aún en los ojos, devolvió la sonrisa. Sentía miles de cosas al notar que allí donde estaba su mano había un bebé, un bebé de su Sara y de él. Pero…un momento, Miguel acarició la tripa de Sara, sin que ella notara que no sólo era una simple caricia, Miguel estaba comprobando algo que no le olía nada bien…


Capítulo V Habían pasado varias semanas y en la taberna, donde si no, el cura había oído que la señorita Reeves estaba enferma en cama. Casi nadie en el pueblo sabía que Sara estaba guardando reposo por el embarazo. Miguel y el Galeno habían preferido ser prudentes dado el delicado estado de Sara. En el salón de la casona de Sara, Marcial y Miguel charlaban animadamente en el salón mientras Flor hablaba con Sara. Sara estaba muy animada, pese a que no se encontraba bien su alegría por el bebé superaba todo lo demás y estaba muy guapa aunque muy pálida. Flor la ayudó a darse un baño mientras Galeno y Miguel se tomaban una copa. -Marcial quería hablar contigo a solas…-Miguel arqueó la ceja -Dime, sabes que puedes confiar en mí ¿qué pasa? -Marcial ¿hay algo que has visto en el embarazo de Sara que no me has dicho, verdad? No te voy a mentir Miguel. Noté algo extraño pero para poder confirmarlo necesitaría hacerle a Sara más pruebas y para ese tipo de pruebas ella tiene que estar más fuerte y el bebé también. Por eso he preferido no deciros nada. Pero, Miguel ¿Por qué me lo preguntas? , ¿Has notado algo? -Dejémoslo pasar, prefiero no hablar del tema hasta que no lo puedas confirmar pero si me gustaría que chequearas a Sara. -Claro, a partir de ahora revisaré a Sara a diario. Tiene que estar muy controlada. Mientras Marcial y Miguel hablaban del estado de salud de Sara, alguien había llamado al timbre de la casona. Chelo interrumpió en el salón anunciando que el Padre Damián estaba allí. -Hazle pasar chelo, gracias-dijo Miguel


El cura entró y se sentó en el sofá mientras oteaba la botella de licor que había sobre la mesa. -Lo siento padre, que mal educado soy… ¿quiere una copa? -Claro hijo, es que con la caminata hasta aquí estoy sediento. Marcial y Miguel se miraron con recochineo y sonrieron -Dígame Padre, ¿A qué se debe el placer de su visita?-le dijo Miguel - Pues verá, Teniente, me han dicho que Sara estaba enferma y quería saber qué es lo que le ocurre y cómo está. Miguel miró a Marcial y este con la cabeza le instó a que le contara la verdad al cura. -Verá, Padre…es que Sara está embarazada y su embarazo es de alto riesgo. Está muy débil y necesita guardar reposo.-Dijo Miguel agachando la mirada -ohhhh ya entiendo Teniente. Bueno…creo que lo primero es felicitarle. ¡Enhorabuena! Estoy convencido de que todo saldrá bien. Se lo merecen y este niño no es sino un regalo del cielo para bendecirles. -El padre tiene razón-dijo el Galeno mirando a Miguel que seguía triste de ver a Sara tan frágil-vamos a vigilar a Sara y ella es una mujer fuerte podrá con esto, Miguel. -Espero que Dios os oiga-dijo Miguel El Padre Damián termino su copa y les sonrió- Bueno y cambiando de tema, Miguel si vais a tener un bebé habrá que ir pensando en pasar por el altar ¿no?


Capítulo VI En el cuarto de baño, Sara se metía en la bañera con la ayuda de Flor. Al despojarse de la bata que llevaba y entrar en la tina. Flor no pudo evitar mirarle la tripa, era demasiado abultada para estar de tres meses. La maestra enseguida se quitó su extraño pensamiento de la cabeza, Sara estaba muy delgada y era normal q se le notara la barriguita enseguida. -Flor, gracias. El baño me está sentando muy bien y creo q al pequeño también. Aquí dentro del agua no me duele la tripa. -El agua calma y relaja y mi sobrino o sobrina debe de haberlo percibido- dijo Flor sonriendo a Sara- Sara, en serio ¿te encuentras bien? Sabes, que me lo puedes contar. -Flor, estoy bien. Me duele aquí dijo poniéndose la mano sobre la parte baja del vientre y a veces mucho pero por lo que me dijo Marcial, es normal es porque tengo la placenta desprendida. Pero no me importa el dolor ni lo que tenga que hacer, este pequeño vendrá al mundo como que me llamo Sara Reeves. -Sara, pero este embarazo es peligroso y no solo para el niño, tu salud también está en juego. Sé que Marcial te lo ha dicho. Puede que las cosas no salgan… Sara interrumpe a Flor- Las cosas van a salir bien, Miguel y yo nos lo merecemos. Perdí a nuestro primer hijo por culpa de Antonio Villa y no volveré a pasar por lo mismo. Miguel ansia un bebé y yo se lo voy a dar. -Sara, cielo pero si tu vida peligra…. -Si mi vida peligra nada, mi hijo va a nacer me cueste lo que me cueste-Al alzar la voz, Sara hizo una mueca de dolor. Flor se levantó y se acercó a ella de inmediato. - No te preocupes, no ha sido nada, Flor-dijo Sara casi en un susurro- Solo que a este pequeñín no le gusta nada que grite.


Capítulo VII Miguel estaba preocupado. Sara no demostraba lo mal que se encontraba y cuando él estaba siempre sonreía pero él la conocía demasiado. Estaba ensimismado con estos pensamientos en el salón justo cuando Chelo apareció con Marcial por el pasillo. -Buenas días Marcial-dijo Miguel estrechándole la mano -Buenas, Miguel, ¿Cómo se encuentra hoy Sara?-Sinceramente, no puedo responderte a esa pregunta creo que me oculta el dolor que siente. No lo sé, Marcial.-Miguel agachó la cabeza -Bueno, no te preocupes vamos a ver qué tal la revisión y te cuento. Estamos en las fechas límite para tomar decisiones… Miguel acompañó al Galeno hasta el cuarto de Sara, entró con él y besó a Sara para volver a salir. El Galeno preparaba el instrumental mientras le pedía a Sara que se quitará la ropa para hacerle la revisión. -Sara, ¿Cómo vas? ¿Te duele? ¿Que no notas? -Galeno me duele aquí (señalándose la parte izquierda del vientre), es un dolor constante pero no insoportable. Cuando me altero, ahí sí, me dan punzadas incluso a veces durmiendo. -Todo eso no se lo cuentas a Miguel ¿verdad? -No, no quiero que se preocupe -Sara, Miguel no es tonto, lo sabe-Y mientras decía auscultó la tripa de Sara y le tomó el pulso-Sara, es el momento de hacerte una prueba para comprobar que todo está bien y que tu cuerpo va a poder aguantar los próximos meses pese a tener el desprendimiento de la placenta. -Sé que todo va a estar bien. Dime Galeno, ¿qué tengo que hacer?


-Sara, está prueba es algo desagradable para ti, y puede que te haga algo de daño pero es la única forma que tengo para comprobar que el bebé está bien. -Galeno, no te andes con rodeos-dijo Sara arqueando una ceja y mirándole directamente a los ojos. - Sara, tienes que tumbarte, relajarte y mantener las piernas separadas. ¿De acuerdo? -Sí, estoy preparada. En el salón, Miguel se estaba desesperando, Marcial tardaba más que de costumbre y eso no podía ser nada bueno. Decidió coger el libro que Sara había dejado por la mañana sobre la mesa. Era su libro, Recuerdos de Arazana y empezó a leer. -Ya está, Sara. Vístete y hasta mañana por la noche no quiero que te levantes de la cama.La cara de preocupación de Marcial era digna de enmarcar y Sara lo sabía. Estaba dolorida pero su orgullo y fortaleza le impedían quejarse. -Galeno, mírame. ¿Qué ocurre? ¿Hay algo mal? ¿Mi bebé está?... -Sara será mejor que descanses, mañana vuelvo. -Marcial quiero que me digas la verdad. No quiero que me ocultes nada.-Sara se estaba enfadando y Marcial lo notaba. -Sara…..verás…. -¡Marcial, al grano! -Sara, lo sospeché desde el principio pero hasta hoy no lo he podido confirmar. No hay un bebé sino dos.-Sara se puso las manos sobre la cara, su sonrisa iluminaba la habitación aunque de pronto volvió a ponerse seria -Galeno, pero ¿están bien? -Los dos bebés están bien pero hay un problema, Sara…


Capítulo VIII -Galeno deja de dar rodeos y explícame ya cual es la situación. Galeno se sentó en el borde de la cama junto a Sara y comenzó a explicarle. -El desprendimiento que te provocó El Navajas al golpearte, con un bebé era arriesgado pero pensé que teniéndote controlada se podría llevar pero… -Pero, ¿qué? ¡Galeno! -Pero, dos bebés es demasiado peso, no sé si tu placenta va a aguantar hasta el final. Esta situación puede ahogar a los bebés aunque teniéndote controlada creo que podríamos sacarlos a tiempo. El problema es que el mayor riesgo lo corres tú, Sara. No quiero engañarte, si sigues con este embarazo te puede costar la vida. En el salón, Miguel había conseguido relejarse leyendo el libro de Sara. Sonreía como un tonto mientras leía, los sentimientos de Sara cuando se conocieron. No lo soportaba. Miguel sonreía. En la habitación, Sara y Galeno seguían hablando de la situación. -Sara, tienes que pensarlo bien. Es tu vida la que está en peligro. -Galeno, no hay ninguna decisión que tomar. Son mis hijos, los hijos de Miguel. Tú no sabes lo que él ansía tener un bebé. Y no puedo hacerle sufrir por tercera vez. Perdimos a nuestro bebé y luego Miguel perdió a Mateo. Estos niños vendrán al mundo y estarán bien. -Sara no te lo discuto pero puede que tú no estés para verlo. ¿Has pensado que quizás a Miguel eso le dolería mucho más? Sara se quedó pensativa, se acarició la tripa y le dijo-Si yo no estoy al menos les tendrá a ellos y ellos a él. Galeno mi decisión está tomada.


Marcial le dio un abrazo y le aseguró que haría todo lo que pudiera para mantenerlos a los tres con vida. Recogió su instrumental y cuando ya se iba a marchar, Sara le llamó. -¡Galeno! No quiero que Miguel sepa nada de todo esto. Dile que estoy bien y que sólo tengo que guardar reposo. Nada más. Prométemelo. -Sara no me parece bien, él es el padre tiene derecho a opinar… -¡Prométemelo! -Está bien Sara, se hará como tú digas. Estate tranquila y duerme.


Capítulo IX Mendoza se la tenía jurada a Sara desde que desveló que había sido él, el autor del asalto al banco de Arazana y el asesino de varias personas inocentes como el Pirri. Sara no sólo entregó las pruebas sino que utilizó sus influencias para publicarlo a nivel nacional las fechorías de él. La intrépida periodista había resurgido con más fuerza y por si faltaba algo, Sara había demostrado ante Comandancia que Olmedo había contratado a Mendoza bajo manga y que por tanto, era igual de responsable. Olmedo estaba a la espera de que sus superiores le llamaran para dar explicaciones y Mendoza y sus secuaces habían conseguido escapar, obviamente gracias a la ayuda del Capitán. Miguel y Morales lo sabían y a ambos se los llevaban los demonios pero no podían hacer nada y menos ahora que el Teniente había dimitido y estaba centrado en las Bodegas Romero Reeves y especialmente en su prometida. Aunque, para Sara y Miguel, Olmedo y Mendoza habían pasado a un tercer plano dadas sus circunstancias. Los malhechores no se habían olvidado de la pareja y reclamaban venganza. No era la primera vez que Olmedo se citaba con Mendoza en el Monte y tampoco era la primera vez que eran espiados por El chato. Los bandoleros estaban al corriente de cada paso de estos dos. No querían ver a su jefa volver a sufrir. -Mendoza dime de una vez que quieres. Estos encuentros me pueden costar un disgusto. -Tengo un plan para deshacernos de la molesta “inglesita” sin que nadie sospeche de nosotros. -Cuente rápido que al final alguien nos va a ver El chato agudizó el oído-Serán cabrones-pensó al oír que querían matar a Sara


-No sé si ha oído que la rubita está enferma, por lo que no será difícil hacerla enfermar más sin que nadie sospeche que la molesta inglesita no la ha palmado solita jajajajajaja. -¡Es usted un estúpido!-gritó Olmedo enfadado-¿Cómo piensa entrar a la casona de la Reeves? ¿Que se piensa que la rubita está todo el día sola o qué? -Olmedo, lo tengo todo muy bien pensado. Verá usted sólo tiene que conseguir sacar al Teniente del cuarto de la Inglesa por la noche y yo y mis hombres nos encargaremos de entrar en la habitación y administrarle “la medicina” El Chato escuchaba todo con detalle…tenía que avisar al resto de la Banda y también a Sara


Capítulo X Los pasos firmes de Miguel hacían eco en la iglesia, pasillo arriba, pasillo abajo. La maruja que estaba confesando sus pecados al Padre Damián se estaba desesperando mientras el cura intentaba disimular. Sabía que el causante del alboroto era Miguel, o quizás sus nervios, no lo tenía muy claro. Al final, la beata no pudo más y sacó la cabeza por la cortina del confesionario -¡Teniente! ¿Puede usted dejar de hacer tanto ruido? Siéntese y esté en silencio. No me concentro para explicarle mis pecados al padre - Lo Siento Doña Maritrini-dijo Miguel mientras le subían los colores hasta la coronilla. No se había dado cuenta que estaba molestando. Estaba tan nervioso que le sudaban las manos y es que el motivo de su visita a la Iglesia no era para menos. La señora Maritrini por fin había terminado. Miguel la observó marcharse, no había ni cerrado la puerta de la Iglesia y Miguel ya estaba de pie buscando al Padre Damián. -A ver Teniente, venga conmigo porque supongo que no viene para confesarse ¿no? -La verdad es que no-dijo Miguel mientras seguía al cura a la Sacristía. -Me voy a poner una copito… ¿quiere un poco de vinito, Teniente? -No, no, gracias. Solo quiero hablar con usted…verá como Sara se encuentra en este estado pues-el cura interrumpió. -¿Sara está bien? ¿Ha empeorado? -No, no Padre. Está bien, bueno sigue igual, descansando. Yo venía por lo que usted dijo el otro día. El cura ya iba por el tercer vaso de vino y sin ánimo de parar


-Claro, Teniente se refiere a….que usted y la señorita Reeves están viviendo en pecado.-dijo sonriendo el Padre -Si, por eso venía a hablar con usted. He pensado en una boda sorpresa para Sara. Me gustaría que nuestro bebé naciera estando ya casados. -Miguel, yo se lo dije porque no me quiero perder la oportunidad de ser yo quien bendiga vuestra unión. A la primera me interrumpieron pero esta vez quiero que todo salga bien. -Si yo también quiero que todo sea perfecto pero dado el estado de Sara lo mejor será algo sencillo. Yo había pensado en el jardín de la casona… -Teniente, no le digo yo que no sea buena idea pero tengo que decirle que, en mi humilde opinión, creo que ambos se merecen una boda completa y sin prisas y Sara la disfrutaría más si estuviera recuperada. Mi consejo sería que esperara a que naciera su hijo. Dios les ha bendecido más que de sobra con este bebé. Piénselo y cuando tome una decisión, comuníquemelo. Miguel se quedó pensativo, en cierto modo sabía que el padre tenía razón.


Capítulo XI El cielo amenazaba tormenta sobre Arazana. Eran casi las dos de la madrugada y Sara y Miguel dormían abrazados y con sus manos entrelazadas en la abultada tripita de ella. Un relámpago iluminó la habitación como si fuera de día y a continuación un trueno rugió feroz. El estruendo hizo que Sara despertara. Con cuidado salió de la cama y lentamente se acercó al ventanal. La tormenta era muy fuerte, veía las ramas de los árboles moverse con violencia. Ella miraba pero realmente estaba en otra parte. Acariciaba su tripa y sonreíaSon dos niños, dos…cuando Miguel se entere será el hombre más feliz-pensaba mientras le miraba dormir. De pronto otro sonoro trueno la sacó de su ensimismamiento y le hizo mirar de nuevo por la ventana.-Quiero conoceros pequeños, quiero ver vuestras caritas. Me conformaría con sólo eso, poder ver vuestras caras y daros un beso- sin darse cuenta sus lágrimas resbalaban por sus mejillas mientras sus dos manos se habían posado sobre su vientre. Decidió ir a por un vaso de agua pero al intentar dar el primer paso un profundo dolor la hizo retroceder, buscar el diván que estaba junto a la ventana para no caerse al suelo. Ahogó su grito para no despertar a Miguel pero ya era tarde. El golpe contra el diván había despertado a Miguel que al notar que Sara no estaba a su lado ya había levantado la cabeza buscándola… Un relámpago volvió a iluminar la habitación y fue entonces cuando Miguel vio a Sara junto a la ventana, apoyada en el diván-Sara!!Sara !!¿Qué te pasa?- Sara no podía contestar, oía a Miguel pero tenía miedo de que al contestar Miguel se asustara más de lo que estaba.-Sara!!-Sara iba a responder, sabía que Miguel necesitaba oírla pero en ese momento otro relámpago iluminó la habitación… Miguel se dio cuenta de que bajo los pies de Sara había un charco de sangre, su camisón también estaba manchado…sin demora agarró a Sara en volandas y salió con ella hacia la casa de Flor y Marcial.


-Sara, háblame ¿Dónde te duele?- le preguntaba Miguel mientras corría con ella en brazos Sara no le respondía pero esta vez tampoco le escuchaba, se había desmayado.


Capítulo XII En la cueva, El Chato ya había puesto al corriente a los demás. De nuevo formaban una gran partida. Todos los bandoleros que quedaban por España, que no eran muchos, habían decidido unirse a la partida de la Inglesa tras oír sus andanzas. El Chato era el jefe ahora que ella no podía hacerse cargo. -Ya sabéis lo que Mendoza, Olmedo y sus secuaces pretender hacer… ¿y ahora qué?preguntó el Chato -Yo creo que mañana mismo habría que avisar a la Jefa-dijo Juan -Pues yo creo que como está mu goooorditaa y que, que no se pue casi no mover, no tendríamos que preocuparla. Vamos, digo yo, y mi Mantecao también lo piensa-afirmó el cuelvo negro de Sierra Morena. -El cuervo tiene razón Marqués. Quizá lo mejor sería alertar al Galeno y a Miguel y organizarnos por grupos para vigilar la casona de noche-sentenció el Chato- el problema es que no sabemos cuándo van a llevar a cabo el golpe. Juan, lo mejor sería que el Marqués bajara al pueblo a ver de qué se puede enterar. - Me parece muy bien- respondió Juan Caballero -Y el cuelvo y el Mantecao también pueden camulfarse, digo camlufiarse para averiguar tooooooo

-¡Rafaelin!-gritaron todos los bandoleros a la vez- Tu mejor estate quietecito por el momento, anda.


Capítulo XIII Posada de la Maña. Altas horas de la noche. -Ven aquí guapa que te voy a hacer mujer esta noche-dijo el asqueroso de Mendoza mientras toqueteaba a Lupe. Intentaba arrastrarla hacia lo alto de las escaleras que conducían a las habitaciones de La Posada. -¡Mendoza! ¿Dónde se cree que va?-Gritó el Capitán Olmedo que, recién había entrado en el local-¿No habíamos quedado en jugar una timba?-el capitán clavó sus ojos en el carlista. Con la cara que le había puesto, Mendoza tenía muy claro que no podía darle la espalda al civil. Comenzó la timba y también la breve conversación… -De momento tendrá que estar quietecito y dejar a la Inglesa tranquilita. Comandancia vigila todos mis pasos y están informados de que te contraté para que me ayudaras a capturar a los malditos bandoleros. Ahora mismo cualquier paso en falso supondría mi ruina.- Dejó claro Olmedo. -Bien, entonces habrá que esperar unos meses para ir a por esa putita británica-le susurró Mendoza y añadió-cuando las aguas de los civiles estén más tranquilas-

El marqués de Benamazahara sonrió se puso su sombrero de copa, agarró su capa y se fue. Lo había oído todo.


Capítulo XIV Las calles de Arazana no estaban preparadas para tanta lluvia. Miguel corría como alma que lleva el diablo con Sara entre sus brazos, envuelta en tres mantas. Detrás de él y también empapada estaba Chelo. Estaba asustada por su patrona y si podía ser de ayuda a los señores quería estar ahí. Además llevaba ropa para los señores limpia y seca y a buen recaudo bajo sus ropajes. Flor y Marcial tomaban una manzanilla pegados a la chimenea de su salón mientras comentaban la fuerza con que la tormenta estaba azotando el pueblo. -Espero que todo el mundo esté a cubierto y no tenga que atender ninguna urgenciaaseguró Marcial a Flor -¿Qué te parece si…?- POM POM POM POM la puerta tembló -¡Marcial! ¡Flor!-gritaba Miguel desesperado Marcial no tardó ni dos segundos en abrir la puerta. -Sabía que esto iba a pasar- dijo Marcial en voz alta-¿Está sangrando verdad? -Si…la encontré apoyada contra el sofá, con un charco a sus pies y se desmayó. Marcial dime que va a estar bien, por favor. - Flor, pon agua a calentar y trae mi maletín; Miguel deja a Sara aquí frente al fuego. Necesito que traigáis del dispensario varias plantas que están en el estante. - Yo voy señor- dijo Chelo-Dígame donde están-Gracias Chelo, de verdad. Galeno explicó lo que necesitaba a Chelo y esta salió rauda hacia el dispensario. No tardó ni cinco minutos.


Galeno subió el camisón de Sara dejando sus piernas al aire mientras le pedía a Miguel que sujetara su cabeza. Con la ayuda de Flor pararon la hemorragia. Miguel miraba sin poder creerse la cantidad de sangre que estaba perdiendo su Sara. - Marcial… ¿ha perdido al bebé? Sara parpadeo lánguidamente. - No, Miguel. No lo ha perdido. La placenta se ha desprendido más y eso le ha provocado la hemorragia. A partir de ahora no podrá ni tan siquiera levantarse de la cama sin ayuda. - Marcial, noto que hay algo que no me dices… ¿me ocultas algo, verdad? -Miguel verás…el problema de Sara es que este embarazo es muy peligroso porque, porque vienen… - Miguel…-susurró Sara interrumpiendo al Galeno antes de que le contara todo a Miguel -Sara!! ¿Cómo te sientes?- le dijo Miguel mientras la besaba. Sara notó que se había asustado mucho. - Miguel, túmbala sobre el sofá. Sara tienes que dormir y procurar moverte lo menos posible. Se te ha desprendido más la placenta…por el peso de los…del bebé Miguel no se dio ni cuenta de la metida de pata de Marcial. Se sentó en el sofá, sujetando a Sara y luego colocó la cabeza de su chica sobre su regazo.


Capítulo XV Las primeras luces del amanecer hacían su entrada en el salón de la humilde casa de Flor y Marcial. Un tímido rayo de sol iluminó la cara de Miguel que se despertó. Lo primero que vieron sus preciosos ojos azules fue a su querida Sara tumbada sobre él. Parecía estar cansada, realmente agotada. Miguel acaricio con suavidad el pelo de su amada y apartó con cuidado un mechón de pelo que le caía sobre la mejilla.-Escúchame Sara-le dijo casi como en un susurro y continuó- sé que te insistí muchas veces en que quería ser padre pero lo que no te dije fue que este no era mi deseo sobre todas las cosas. No quiero ser padre a costa de perderte a ti. Te conozco demasiado y sé que me ocultas algo, lo sé. Respeto tu decisión pero espero que no me estés ocultando lo que más temo en este mundo. Sara le estaba escuchando pero creyó que lo mejor era hacerse la dormida. Lo difícil era aguantar sus lágrimas. Lo último que quería era hacerle daño a Miguel pero ahora había otra prioridad…sus hijos, sus bebés. Se oía ruido en la cocina y una mezcla de aromas llegaba hasta el sofá donde dormían Sara y Miguel. (Estaban allí porque Marcial aseguró que lo mejor era no mover a Sara y mantenerla lo más caliente posible así aquel sofá junto a la chimenea parecía haber sido la mejor opción.) Flor salió de la cocina con una taza en la mano, había visto que Miguel se había despertado. -Miguel-dijo muy bajito-te he preparado café supongo que lo necesitarás -Gracias Flor, ¿y Marcial? ¿Va a revisar a Sara? -Si está preparando el instrumental. Quiere comprobar con la luz del día si puede hacer algo para ayudar a Sara y a….al bebé.


Sara abrió lentamente los ojos. Estaba muy pálida y tenía muchas ojeras bajo sus preciosos ojos. Pese a todo llevo sus manos hasta su vientre y se encontró allí con la mano derecha de Miguel. Sólo le bastó ese gesto para poner una preciosa sonrisa que iluminaron los ojos del Teniente. -Hola, mi amor. Buenos Días- le dijo con una voz muy débil -Hola preciosa-respondió Miguel -Bueno, eso de preciosa….ahora mismo es discutible-dijo Sara en tono burlón Miguel la miró fijamente y le dijo firmemente- Tú siempre eres preciosa, eres la mujer más bella que ha pisado este mundo y la besó suavemente en los labios. Flor que había vuelto a la cocina salió nuevamente con otra taza en la mano -Sara, esto es para ti. Es una infusión a base de manzanilla. Me ha dicho Marcial que te la tomes antes de comer lo que te hemos preparado. -Está bien Flor, me la tomaré. Marcial se asomó desde las escaleras- Buenos días chicos!, Sara, ¿alguna molestia? -Ahora mismo no, Marcial-Me siento bien pero la verdad es que no me he movido. Marcial se dirigió a Miguel-Miguel por favor sube a Sara aquí arriba tengo que revisarla. Sara hizo el amago de levantarse- Marcial pero voy yo sola, me encuentro bien, puedo ir despacio… -Noooooo! El grito al unísono de Marcial y Miguel hizo que Sara se quedara inmóvil. -Sara a partir de ahora lo que te diga tómatelo la pie de la letra. Por tu bien y por el de él…-dijo señalando la tripa de Sara


Marcial le explicó a Sara lo que le había pasado y que por muy cabezota que fuera si quería que sus hijos vinieran al mundo no debía de andar sola nunca. No podría levantarse hasta que diera a luz y le recordó el riesgo q corría su propia vida. Sara lo tenía claro. Como también tenía claro que Miguel no podía saber toda la verdad porque sufriría más y eso era lo último que quería.


Capítulo XVI Mendoza estaba con sus secuaces en un lugar apartado de la sierra. Rafalin había avisado al Chato y allí estaban los bandoleros vigilando a esa pandilla de sinvergüenzas cuando de pronto apareció Olmedo. -Toma ya…ya estamos todos-dijo burlonamente el Chato -chssssss- le recriminó el Marqués Olmedo se acercó a Mendoza-Le he citado aquí porque el agente que me mandaron para vigilarme desde Comandancia se ha ido y parece que todo está muy tranquilo, quizás sea el momento de emprender aquel asunto que dejamos a medias. -El asunto de la rubita dice ¿no? -¿Qué asunto va a ser?, tonto de las narices-dijo Olmedo subiéndose al Caballo- cuando me entere de la noche oportuna, le haré llamar. -Ahora sí que no nos podemos despegar de estos desalmados. Le dijo Juan al Chato- van a por Sara y te aseguro que la Jefa ahora mismo no podría defenderse. Tendríamos que tener un infiltrado entre ellos, aunque ahora es demasiado tarde… - o no!- el chato miró a uno de los chavales más jóvenes que habían llegado a la banda. El chato le explicó a Juan su plan. A Mendoza y a Olmedo les hace falta un “corre ve y dile” para que no les pillen juntos y les relacionen con el plan. Así que. ..¿Por qué no ponérselo en bandeja? Así lo hicieron y resultó. José entró en la banda de Mendoza casi sin esfuerzo.


Capítulo XVII No se veía los pies. La tripa de Sara había crecido tanto que era incapaz tan siquiera de abrocharse los zapatos. Pero, a ella le daba igual. Estaba feliz pese a los graves dolores que tenía que soportar y lo más difícil…ocultar para que Miguel no lo supiera. Se había portado muy bien y durante todos estos meses se había estado quietecita…todo un sacrificio para ella. Se había leído toda su biblioteca y había escrito la segunda parte de su novela y se la había enviado a su editor sin que Miguel lo supiera. Quería darle una sorpresa. Estaba mirando desde la cama hacia la ventana, pensando en lo mucho que le apetecía volver a montar a caballo, libre por el campo, paseando por sus viñedos. Su mirada se entristeció pero enseguida recordó porque estaba haciendo ese sacrificio y no le importó. Su mirada se llenó de esperanza al ver aquella tripa tan enorme… En ese momento entró Miguel con una gran sonrisa -Sara hoy te voy a dar una sorpresa!!! ¿Qué vestido quieres? -¿En serio voy a poder salir? -Sí, cielo-le dijo mientras le daba un beso enorme - Pues en ese caso Teniente Romero, no hay mucho de donde escoger. Solo tengo dos vestidos en los que me entre este enorme barrigón. El teniente y Sara se rieron y Miguel volvió a besarla. Se levantó y sacó un vestido azul del armario. Tenía corte imperio de forma que la tripa de Sara no era problema. Nada que ver con sus antiguos vestidos ceñidos a la cintura. Sara se miró en el espejo-Dios, estoy horrible-Tras ella apareció en el reflejo Miguel que la abrazó con las dos manos rodeando su enorme barriga.


-A mí me parece que estás guapísima y que esta cosita que hay aquí dentro va a ser igual de preciosa que tú. -¿Y si es un niño?-preguntó ella - Pues entonces será guapísimo. Sonrió picaron Miguel. Vamos mi vida, tu sorpresa te espera. La agarró en brazos y salieron del cuarto.


Capítulo XVIII Olía al río, a los olivos y a los caballos que les transportaban. Esa era la percepción de Sara que llevaba los ojos cerrados. Sabía que iba en un coche de caballos por el sonido pero jamás los hubiera dicho por lo cómoda que iba. Casi no notaba el traqueteo en su cuerpo y no tenía frio. ¿Hacía donde se dirigirían? y ¿por qué Miguel le había vendado los ojos? El traqueteo paró y escuchó a los caballos relinchar. De pronto notó las manos de Miguel bajo su cuerpo y sintió como la alzaba en el aire. -eiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii-gritó- No sé cómo puedes conmigo, soy como un elefante. -Venga ya Sara, eres una escuálida y solo añado ¿qué?¿ los dos kilos que pesan nuestro bebé? No pesas nada. Sara pensó- Dos….más dos porque aquí dentro mi amor hay dos niños, un regalo de Dios por todo lo que hemos sufridoMiguel caminaba con ella en brazos pero Sara no veía nada. Al rato paró la dejó de pie y le dijo que esperara un momento. Luego volvió a agarrarla pero esta vez solo para posarla sobre una manta. Sara reconoció la tela al contacto con su mano. Miguel le quitó la venda de los ojos. -¡¡¡Dios mío!!! Miguel me has traído al mismo lugar donde te dije por primera vez que te quería-Sara miraba todo, los árboles, la hierba…levaba tanto tiempo sin salir de casa¿Y eso que es?-dijo mientras señalaba algo que el Teniente intentaba esconder tras él. -Esto es … mmmm… ¿Cómo era?, Ah sí…esto es un Picnic y ahora futura señora Romero puede usted proceder-Sara no paraba de reírse. -¿A qué debo proceder?-dijo con curiosidad


-Kiss me- le dijo Miguel con una sonrisa que hacía que brillaran más todavía esos ojos azules. Ambos se besaron como si fuera la primera vez. Miguel tumbó a Sara, con mucho cuidado mientras la acariciaba y besaba. De pronto- Ay!!!!!- Sara dio un grito seco aunque luego sonrió, lo que tranquilizó a Miguel. -¿te he hecho daño?-dijo Miguel preocupado -No, es que al parecer tus, digo tu niño está juguetón. -¿Tus?, Sara, ¿Por qué has dicho “tus”?


Capítulo XIX Sara sabía que había metido la pata y esta vez hasta el fondo. Miguel ya sospechaba y con esto… -No he dicho nada Miguel, simplemente me he equivocado. -Sara, no estoy sordo ni soy tonto. Has dicho tus, ¿tus bebes? Dime la verdad-le recriminó Sara no sabía qué hacer si se lo decía toda la verdad Miguel se iba a enfadar y mucho pero ya no tenía sentido ocultarle por más tiempo la situación. En poco más de un mes lo iba a comprobar él mismo así que… -Sí, Miguel-Dijo Sara mirando al suelo -Si ¿Qué?- le espetó Miguel histérico. - Vamos a tener dos bebés-mientras se lo decía levantó la cara y con una dulce mirada le acarició la cara. - Ahora no!-le apartó la mano de la cara- ¡¿Sabes lo que esto supone?! Eres una inconsciente. Con un bebé ya te arriesgabas pero dos…no soy médico pero hasta un tonto se daría cuenta que con el peso de dos bebés tu placenta no va a resistir!! -Miguel, Marcial me lo explicó todo y sí, no te lo voy a negar, hay riesgo pero… ¿Qué podía hacer? No podía quitarlos de en medio y ya está. Son un regalo, Miguel. -Miguel estaba rojo de rabia- Pero me puedes explicar porque no me lo has contado antes. Yo también tenía derecho a opinar. Son mis hijos y tú, tu, tu eres mi mujer Sara y lo que más quiero en este mundo… -Yo no quería ponerte en ese brete. Vi la ilusión que te hacia ser padre y cómo sufriste cuando perdí al bebé y luego lo de Mateo…Entiéndeme Miguel, no te quería hacer pasar de nuevo por una así.


-Sara, estoy seguro de que esto te puede costar la vida. 驴Es por eso que no me lo dijiste, verdad? Sara guard贸 silencio unos segundos-Miguel, no va a pasar. -隆No quiero verte morir!-sentenci贸 Miguel


Capítulo XX Los dos habían pasado la tarde sin hablarse y no habían pegado ojo en toda la noche. Sara había estado pensando y haciendo gala de su carácter impulsivo y cabezón había tomado una decisión. Si moría en el intento, no quería que Miguel lo viera, pensaba que así le dolería menos. .. -Chelo, haz una maleta pequeña con lo mínimo para mí y para ti. Esta tarde partimos de viaje-Pero señorita Reeves… ¿A dónde vamos? -A Oxford. Daré a luz allí con el médico de la familia. Además, allí hay más adelantos médicos que podrán ayudar a mis niños. - No se preocupe. En una hora lo tengo todo listo. -Chelo, Miguel no puede saber nada de todo esto. ¿Me has entendido? -sí, señora -Chelo necesito que llames a Tobías y a Jairo. Diles que vengan con premura. Lo que hizo Sara después es pedir a Jairo que la acompañara en su viaje. Era joven pero era fuerte e inteligente la podría ayudar si tuviera algún contratiempo y además sabía que al chico le encantaría viajar y aprender un nuevo idioma. Todo estaba preparado Jairo y Chelo acompañarían a Sara en su locura. Mientras, Miguel estaba en la consulta de Marcial. -Explícame bien todos los riesgos que corre Sara y los niños- Le instó Miguel - Antes que nada siento no habértelo dicho antes pero ya sabes cómo es Sara… - Eso no importa ya-dime claramente cuál es la situación.


Marcial le explicó con toda clase de detalles el estado de Sara y de los niños y además le explicó con todo lujo de detalles lo que podría pasar en el peor de los casos. Peor de los casos sí pero con más alta probabilidad de ocurrir. Miguel creía estar preparado para escucharlo pero no lo estaba-¿Me estás diciendo que es muy probable que mis hijos se ahoguen en el parto y que Sara no lo logre sobrevivir? -Sí. Contestó Marcial.


Capítulo XXI Jadeaba y casi ni veía por donde iba. Las ramas le golpeaban la cara y se sentía desfallecer pero no podía parar de correr monte arriba. José, el bandolero más jovenzuelo de la partida corría como alma que lleva el diablo hacia la cueva. Llegó casi sin aliento y sin silbar, lo que casi le cuesta un navajazo del Chato. -José ¿Qué pasa?, ¿qué haces aquí? - Van…a atacar…a la jefa… El marqués se levantó de golpe-¡¡¡¿Cómo?!!!- Juan hizo un gesto con la mano a otro bandolero y este le entrego un botijo al muchacho. -José, toma aire, bebe agua y cuéntanos todo. El chico les explico que el plan era envenenar a Sara. Sabían que apenas salía del cuarto así que habían estado vigilando sus movimientos. Pensaban echarle el veneno en el agua en su hora de baño. Momento en el que la criada la ayudaba y en el que Miguel revisaba los viñedos. -¿A qué hora es eso?, ¿Mañana?-preguntó el Chato - No, no por eso he corrido tanto. Lo van a hacer esta misma tarde-dijo el chico añadiendo- lo han decidido ahora porque Olmedo ha visto a Miguel en la consulta de Marcial y así se quita que esté rondando la casa. - ¡¡Me cago en mi estampa!!-grito el Chato- ¡Vamos todos para la casa de la jefa cagando leches!! -Chato, ¿no hay plan?- preguntó el Marqués -No hay tiempo, improvisaremos sobre la marcha…


Capítulo XXII En un tiempo record, Chelo lo había preparado todo. Estaban a punto de salir de la casona de Sara pero tenía sed y le pidió a Chelo un poco de agua. Afortunadamente Chelo fue a por agua a la cocina y no le sirvió la del cuarto. Allí detrás de una cortina se había escondido Navarro tras verter el veneno. Pero, había llegado tarde. Cuando el carlista se dio cuenta de que su víctima se escapaba saltó por la ventana, rodando por los viñedos. Se había hecho mucho daño pero tenía que llegar a contárselo a Mendoza o este le colgaría del palo mayor. -Señorita he cogido más agua para el camino por si la necesita. ¿Va cómoda? -si Chelo, muchas gracias. Jairo, dile al cochero que arranque ya o no llegaremos al vapor de Cádiz. -Enseguida Señorita Reeves. -Jairo, mandaste el cable al médico de Cádiz que contraté para la travesía ¿verdad? -sí, señorita está todo dispuesto-le dijo el muchacho, encantado con su nuevo puesto de asistente. El coche de caballos se alejaba levantando el polvo del camino. Un par de horas después, Miguel llegaba a la casona para hablar con Sara. Quería disculparse por haberle elevado el tono pero, también quería que entendiera que este asunto incumbía a los dos y que no lo podía hacer a un lado. -¡Sara!, ¡Chelo!-su llamada no tenía respuesta así que empezó a inspeccionar cada rincón de la casa mientras seguía llamando a Sara- ¿Y si le ha pasado algo?¿y si mi enfado le ha provocado que se vuelva a poner mal?- Pensaba mientras desesperado seguía mirando habitación por habitación.- No, no le puede haber pasado nada porque Chelo me habría avisado a mi o a Marcial.


De pronto se paró en el salón y vio una carta encima de la mesa… “Miguel, te quiero más que a nada en este mundo y por eso no puedo consentir que me veas morir. La decisión fue mía y no quiero que te sientas culpable ni te lamentes por ello. Sólo piensa que, si me pasa algo, viviré siempre en estos dos bebés que vienen y que estoy segura nacerán bien. Cuando leas mis palabras ya estaré muy lejos, me voy por un tiempo. Si pasa lo que es muy probable que pase, personas de nuestra confianza te entregaran a nuestros hijos. Te quiero, te amo, eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Siempre tuya. Sara”

Miguel se desesperó al leer la carta y salió corriendo a donde Marcial para contarle y que le ayudara a buscar a Sara. No podía dejar que se fuera así, sin más y en su estado.


Capítulo XXIII Olmedo y la banda de Mendoza habían saltado a los caballos en busca del coche donde viajaba Sara. Habían puesto en marcha el plan b: Olmedo se escondería a no ser que hiciera verdadera falta su aparición para frenar a Sara. El plan es que Mendoza y los suyos disfrazados de Bandoleros asaltarían a Sara y sus acompañantes secuestrándola y matándola después. Su cuerpo lo pondrían en el árbol de la plaza de Arazana como solía hacer Carranza con sus víctimas, así nadie sospecharía ni de ellos ni del Capitán. Mientras, los auténticos bandoleros escoltaban a su jefa sin que ella lo supiera. No la habían podido avisar de lo que pretendía Mendoza así que habían preferido seguirla para que nada le pasara. Sabían que se iba a Inglaterra y sus motivos, gracias a una nota que Sara le había hecho llegar al Marques. -La jefa es una cabezona, como le pase algo…-dijo el chato mientras miraba el camino -No seas pájaro de mal agüero, Chato. La jefa es una cabezota y estoy seguro que esto no lo ha meditado mucho pero haga lo que haga y decida lo que decida tenemos que protegerla, como tantas veces lo ha hecho ella con nosotros.- le respondió el Marqués. - Chato! Juan! He ido unos kilómetros hacia atrás y no la sigue nadie.- Les dijo José que se incorporaba a ellos al galope. En el pueblo, Flor y Morales intentaba tranquilizar a Miguel pero no había forma…Miguel esperaba a Marcial que le iba a acompañar a buscar a Sara a Cádiz… -Si quiere ir a Inglaterra, muy bien pero yo voy en el lote- pensaba Miguel que tenía una mezcla de preocupación y enfado casi a partes iguales

Marcial llegó con dos caballos, los ensillaron y salieron a una velocidad de vértigo de Arazana. Objetivo: Conseguir alcanzar a Sara.


Capítulo XXIV Sara iba medio dormida en los asientos del coche de caballos. Frente a ella, Chelo miraba por la ventana y Jairo leía un libro. Todo iba según los planes de Sara y estaban en tiempo para llegar a coger el vapor de Cádiz. En el margen derecho del camino, los bandoleros seguían el recorrido de Sara. El Chato había vuelto a mandar a José para atrás por si alguien les perseguía. El Chato tenía un mal presentimiento y no quería sorpresa teniendo a la jefa en esas condiciones. (El Galeno les había contado con pelos y señales el estado de salud de la jefa y el Marqués por si las moscas estaba bien preparado) La tranquilidad se rompió de pronto… -¡Que vienen! ¡Que vienen!- Gritaba José mientras azuzaba al caballo para llegar a la altura de sus compañeros cuanto antes. - ¿Cuántos son?- preguntó el Chato -Van 5 y entre ellos Mendoza y Olmedo aunque el Capitán va de paisano. (Se ve el polvo en suspensión por el camino y pronto los bandoleros divisan a la panda de Mendoza y a Olmedo) Los tiros empezaron a sonar y el Chato corrió hacia al camino para sacar a Sara de la diligencia y esconderla. Al ver salir a los Bandoleros, Olmedo sonrió- Genial,- pensó- me voy a dar el gusto de cargármela y diré que han sido los bandoleros y que no pude hacer nada por salvar a esta pobre inglesita preñada jajaja” -Sara!- gritó el Chato mientras abría la puerta del carruaje- te tengo que sacar de aquí ya, vamos! -¿Qué pasa?¡¡Dime que pasa!!-le gritaba también Sara


-Vienen a por ti. No hay tiempo de explicaciones!! Dijo el Chato y luego dirigiéndose a Chelo y a Jairo les dijo- esconderos detrás de aquel matorral, un hombre irá a por vosotros, no os asustéis…somos los buenos- y sonrió como sólo el Chato sabe hacer cuando está en medio del peligro.


Capítulo XXV Jairo y Chelo llegaron al matorral y el longaniza los guió de vuelta a Arazana por la sierra. Ellos querían ayudar a Sara pero el bandolero les explicó que lo único que podían hacer por su patrona era quitarse de en medio. Los dos decidieron que si la señorita confiaba en ellos era mejor que le hicieran caso… Cuando estaban a mitad del camino que les llevaba de vuelta al pueblo… -Chelo! Jairo! ¿Dónde está Sara? ¿Y tú quién eres?- Miguel dijo estoy agobiado mientras señalaba al Longaniza. - Miguel tranquilo, este hombre es de los nuestros.- Cuéntanos Longaniza ¿Qué ha pasado? - Galeno, íbamos escoltando el coche de la jefa cuando han aparecido los hombres de Mendoza y Olmedo. José se había infiltrado estos días con ellos y han venido a matarla, no nos ha dado tiempo a ponerla a salvo asi que se han quedado luchando contra los nuestrosle explicó rápidamente el bandolero- Mi misión era ponerles a salvo-dijo mientras señalaba a Chelo y a Jairo. - Pero, ¿Sara está bien?. ¡¡¡Decidme!!!- gritó Miguel - No lo sabemos, señor. Cuando el Chato la sacó empezó el fuego cruzado-le respondió Chelo llorando-Vamos!!!! No hay tiempo que perder!!! Jairo, ve donde Flor y pon un telegrama a Comandancia de la Guardia Civil explica la conspiración contra Sara y di que Olmedo está con unos mercenarios carlistas- dijo Miguel mientras Marcial y él corrían como si realmente la tierra se acabara.


Capítulo XXVI En medio del camino los Bandoleros y los carlistas comenzaron a dispararse y, bajo el fuego cruzado también comenzaron las peleas con navajas. Aquello se había convertido en un polvorín. Juan y José se estaban encargando de Mendoza y Olmedo respectivamente cuando el Capitán observó como el Chato sacaba a Sara del carruaje. Olmedo no se lo pensó apartó de un empujón a José y apuntó hacia donde estaba Sara. Disparó. Galeno y Miguel seguían corriendo por el camino. Miguel solo rezaba para que Sara estuviera bien…sabia de lo que eran capaces Olmedo y Mendoza y temblaba sólo de pensarlo. Ahora no sólo le preocupaba ella sino también sus hijos. El Chato estaba ayudando a Sara a bajar del coche cuando notó como la jefa se escurría entre sus brazos…no entendía que pasaba hasta que vio su mano salpicada de sangre.¡¡mierda!!¡¡Juan, Juan está herido!!- Juan sin mediar palabra y justo cuando Olmedo estaba bobo mirando a Sara en el suelo le disparó dos veces, una bala por pierna para q no pudiera escapar, le ató las manos y dejo que el resto de bandoleros se encargaran de Mendoza y sus hombres. Llegó donde estaba el Chato- Creo que le ha dado en el hombro…tenemos que llevárnosla ya de aquí.- dijo el Marqués. -Es hora de poner en marcha el plan que tenías preparado por si…le dijo el Chato, el Marques le interrumpió confirmándole lo que tenían que hacer antes de que el chato terminara la frase- Si, tenemos que llevarla a casa de Amelia.


Capítulo XXVII Ya no había polvorín. Los bandoleros habían conseguido reducir a los de Mendoza. Olmedo estaba en el suelo con dos torniquetes en las piernas y medio inconsciente. Este era el escenario cuando llegaron Miguel y Marcial. Marcial se fue derecho a José para que le explicara la situación y donde estaban el Chato, Juan y Sara mientras Miguel sólo la buscaba a ella. Lo hacía desesperado. No habían llegado y él ya se había bajado del caballo incluso antes de que el animal se detuviera. Corrió hacia el coche de caballos, sin mirar a los detenidos ni percatarse de que olmedo estaba herido y capturado. Miguel solo tenía en su mente a Sara, sus ojos estaban grises y su estómago se dio la vuelta cuando comprobó que en el suelo del carruaje había sangre. Marcial llegó a su lado en ese momento. -Miguel, Olmedo ha disparado a Sara cuando Juan y el Chato la intentaban poner a salvo. Está grave pero se la han llevado a un lugar seguro donde la pueden atender bien. Juan lo había previsto todo. Vamos!!-

Miguel no le respondió solo se subió al caballo de un salto y siguió a Marcial. Miguel cabalgaba con la mirada perdida y los ojos llenos de lágrimas…habían herido a su Sara…


Capítulo XXVIII Las luces de la mansión de la condesa Amelia Ugarte eran lo único que se divisaba en kilómetros a la redonda. Estaban a unos cuantos kilómetros de Berrocalejo pero la zona estaba casi despoblada. El Chato y Juan se miraron y tomaron el camino que atravesaba los magníficos jardines de la villa. Juan, miro a Sara, la llevaba en su regazo como si fuera una muñeca rota, sus rizos rubios colgaban sobre el brazo del Marques que la miraba con preocupación. Habían mandado al Candela delante para que avisara con tiempo a la condesa y que esta lo tuviera todo listo para atender a Sara. Lo primero que hizo Amelia fue llamar a su médico particular para que acudiera a su casa de inmediato. Cuando llegaron a la puerta de la Casa, el Chato bajo del Caballo y agarró a Sara entre sus brazos, mientras el Marqués bajaba del caballo. No les hizo falta tocar a la puerta. -Buenas noches, Juan- La condesa les recibió con una amable sonrisa y con una mirada especial al Marqués. –Pasad, el médico está esperándola. -Buenas noches, Amelia-respondió el Marques-no tengo palabras para agradecerte todo esto- ahora hablamos -Sí, tranquilo. Lo primero es que esta niña y sus bebés estén a salvo y por lo que veo la cosa se ha complicado…está herida. -Sí, dígame donde la llevamos, no hay tiempo que perder-dijo el Chato con Sara en brazos. -Suba al primer piso y la primera puerta que encuentre abierta. Está a la derecha es una habitación muy grande.

La condesa no había terminado de hablar y el Chato ya estaba subiendo de dos en dos los escalones con Sara entre sus brazos mientras Juan y Amelia le seguían de cerca.


Capítulo XXIX El doctor había pedido que salieran todos de la habitación para poder extraer la bala del hombro de Sara, curar su herida y revisar su embarazo. El Chato estaba fumando un pitillo nervioso, pensaba en Sara, nunca la había visto así de vulnerable y frágil y eso le asustaba. En el salón, junto a una chimenea la Condesa y el Marqués charlaban. El marqués ya le había explicado un poco la historia de Sara, quien era y porque estaba allí. La condesa sabía el secreto del marqués y el marqués también sabía el secreto de la Condesa. Amelia Ugarte era una mujer despampanante. Morena con unos ojos enormes que según la luz se veían verdes o azules. Tenía un cuerpo perfecto y se movía con mucha gracia y elegancia. No era ninguna jovencita pero tampoco una señora mayor. A sus 42 años, Amelia había sufrido y mucho a lo largo de su vida y Juan lo sabía. -Pobre chica, Juan!-Dijo la Condesa-No tenía buena pinta…es muy jovencita, ¿y su padre, marido o novio?¿Dónde están? -Amelia-dijo su nombre cucandole el ojo- te llamaré así porque no estamos solos y no me gustaría que en algún momento se me escapara tu verdadero nombre, no quiero ponerte en riesgo. -Claro, Juan. Mientras haya más gente en la casa soy la Condesa Amelia Ugarte. -Como te iba diciendo, Sara es muy joven pero es una fiera. Ya sabes que es nuestra jefa pero además tiene una educación exquisita, ha estudiado en la universidad y su forma de pensar dista mucho de la de estos lares. Su novio es el Teniente Romero, un gran hombre al que ha preferido dejar atrás para evitar que la vea morir en el parto. Algo que sabe desde hace meses pero que no la ha hecho desistir de proseguir con su embarazo. Es tan tan, tan cabezota que a veces me recuerda a ti.


Capítulo XXX Mientras el resto de la partida transportaba a Mendoza y a sus hombres. Otros dos bandoleros habían llevado a Olmedo al pueblo para que le curasen las heridas que finalmente no parecían tan graves. Las balas le habían dado pero sólo le habían rozado las piernas. Por eso, los bandoleros que iban con él se burlaban y le hacían la gallina. Cuando llegaron a las afueras de Arazana le apoyaron en un árbol justo a unos metros de la Posada de la Maña. Y ahí le dejaron. En medio de la sierra, Mendoza consiguió desatarse las manos y ayudar a uno de sus hombres. Pese a haberse deshecho de las mordazas caminaban como si todavía fuesen atados. Dando tiempo a que entre unos y otros se soltaran. Cuando todos estuvieron libres, la emprendieron a golpes contra los bandoleros, a los que habían pillado de sorpresa. En esta ocasión sólo los dejaron KAO pero no hubo que lamentar ni muertos ni heridos graves. Mendoza gritó a sus hombres una vez fuera del punto de mira de los bandoleros- Hay que encontrar a la inglesa sea como sea y hay que matarla. Sin miramientos, ¿lo habéis entendido? Si no la encontramos será Olmedo quien nos asesine a nosotros.


Capítulo XXXI El doctor García se lavaba las manos en la palangana. Acababa de terminar de curar la herida de Sara y de revisarla. Sara estaba mal. Su rostro estaba ausente de color y mojado por la fiebre. Seguía inconsciente. El doctor García había podido sacar la bala y coserle la herida sin problemas gracias a la ayuda de su hija y gran enfermera, Patricia. Era joven, tan solo una adolescente pero era muy inteligente. La especialidad del Doctor García era la ginecología, era el mejor ginecólogo de toda Andalucía y por eso mismo la Condesa le había hecho llamar. El doctor había revisado a Sara meticulosamente no era habitual tener entre manos embarazos múltiples. Se había dado cuenta enseguida que este embarazo tenía muchas complicaciones y sabiendo los antecedentes de Sara…menos mal que la Condesa le dio todos los detalles, algo que había facilitado mucho las cosas y muy probablemente había salvado la vida de los bebes y de Sara…-al menos de momento- pensó el médico. - Papá, es muy joven y muy guapa. Anda, dime, ¿se salvará?-pregunto Patricia -Es joven y fuerte, por eso ha llegado hasta aquí pero tiene muchos problemas…si llega al parto…-dijo el doctor -Si llega al parto ¿qué Papá?¿morirá?-dijo Patricia con el rostro muy muy triste - No lo sé pero las probabilidades de que sobreviva son mínimas y los bebés también lo tienen difícil.-y añadió- Patricia vamos a estar aquí hasta el final así que ve y deshaz tu maleta- No vamos a dejar que Sara ni sus niños muera ¿eh?

Patricia miró a su padre, sus ojos estaban llorosos pero al escuchar las últimas palabras de su padre sonrió- y le dijo- Por supuesto!! Vamos a ayudarla.


Capítulo XXXII El médico tocó a la puerta del salón. Allí estaban reunidos Juan, el Chato y la Condesa esperando noticias sobre el estado de Sara. Conforme entró por la puerta Juan y el Chato se levantaron rápidamente… -¿Cómo esta Sara?-dijo Juan casi a la vez que el Chato preguntaba-¿Está bien? Amelia intercedió y les hizo un gesto para que se tranquilizaran -Siéntese Doctor García y cuéntenos-miró al Chato y a Juan- y vosotros sentaros, tranquilos… El médico comenzó a contarles… -Por la herida de bala no deben preocuparse, la he extraído y he cosido la herida. El problema es que esto ha sido la puntilla, la ha debilitado mucho más. Los bebés están vivos pero la placenta no aguantará mucho más y su cuerpo tampoco. Está tan débil que de producirse el parto en esta semana dudo que sobreviviera alguno de ellos. Aun así, Sara es joven y fuerte, la fiebre indica que su cuerpo mantiene una lucha interna por sobrevivir y mi hija y yo haremos todo lo que podamos. Está delirando y no para de llamar a “Miguel”… ¿Quién es? -Es el padre de los niños, prometido de Sara- dijo Juan- a la vez que pensaba que no les había dado tiempo a avisarle y estaría muy preocupado sin saber dónde estaba Sara. - Necesitaría hablar con él-dijo el médico El marqués y el Chato se miraron y de inmediato… -Salgo ya a buscarle. Le traeré lo antes que pueda, lo juro por Carranza que lo traeré mañana mismo- dijo el Chato.


Capítulo XXXIII El Chato salía de la casona de la Condesa seguido por Juan. Iban hacia donde habían dejado a los caballos… -Juan, traeré a Miguel lo más rápido que puede, lo juro- Lo sé. Lo que me preocupa es lo que necesita hablar con él, el doctor García- dijo el Marqués -Yo creo que es porque la jefa se está muriendo…-dijo el Chato con la voz rota y mirando hacia el suelo -No digas eso… Juan no logró terminar la frase. Miguel apareció jadeante detrás de ellos seguido del Galeno. -¡¡¡¡¡¿¿¿Qué estáis diciendo??!!!! ¿Dónde está Sara?!!! Vamos, respondedme!!!- gritaba Miguel histérico. Estaba fuera de sí. - Tranquilo Teniente-le respondió Juan mientras el Chato se bajaba del Caballo, obviamente ya no hacía falta que fuera a buscar al Teniente- Sara está bien atendida en esta casa que pertenece a una amiga de confianza. Con ella está el mejor ginecólogo de Andalucía, el Doctor García. - Aun así me gustaría revisarla- dijo Marcial -Miguel, aun así creemos que debes saber que esta grave. Pese a que intentamos ponerla a salvo, los de Mendoza y Olmedo habían planeado matarla. Llegamos a tiempo para llevárnosla pero Olmedo le disparó- le contó el Marqués - ¿Y cómo está?- Por favor llevadme con ella, necesito verla ya!!- insistió Miguel


- Ven Miguel aunque antes de verla el doctor García quiere hablar contigo. Creemos que quiere explicarte la situación de Sara. Nada más entrar en la casona de Ugarte, Juan llamó a la Condesa y al doctor. Presentaron a Miguel y a Marcial. -Necesito ver a Sara, la necesito ver ya!, ¿Dónde está?-repitió Miguel - Señor Romero, yo mismo le acompañaré pero antes necesito ponerle al día sobre el estado de salud de su prometida. En un despacho junto a la habitación de Sara. El médico explicó a Miguel toda la situación -Su prometida está muy grave, la herida de bala que sufrió no ha hecho más que debilitarla…Señor Romero, no quiero engañarle no sé si la señorita Reeves podrá sobrevivir al parto…y necesito saber si…. si en el caso de que ella muera, me daría usted su permiso para abrir e intentar salvar a los bebés.-el doctor fue muy sincero y directo. Miguel se tapaba la cara con las manos. No quería oír lo que el doctor le contaba pero tenía que ser fuerte por Sara y por los niños. -Sé que lo que le estoy diciendo es muy duro pero necesito saber si me da permiso porque esto puedo pasar en cualquier momento-añadió el doctor. - Lo entiendo Doctor García pero no me puedo hacer a la idea de tomar esta decisión…la verdad es que esa decisión ya la ha tomado ella por mí. Y si, para ella lo más importante son los bebés así que…tiene mi permiso pero quiero que me prometa una cosa…-dijo Miguel -Dígame, Señor Romero - Quiero que me prometa que si existe una posibilidad aunque sea mínima de salvar a Sara hará todo lo que pueda- Miguel no había terminado de decir esto cuando una voz dulce de niña interrumpió a su padre


-Señor Miguel no se preocupe mi padre va a salvar a Sara y a sus bebés, ya verá. Miguel levantó la vista y vio a Patricia, le sonrió tristemente. -Es mi hija Patricia. Me está ayudando mucho a atender a su prometida. Patricia se acercó al Teniente y le tendió la mano, Miguel pensó que era para saludarle pero no. Ella tiro de él y en la segunda intento le levantó de la silla dirigiéndole a la puerta. -Venga, le llevaré con Sara.


Capítulo XXXIV Mendoza y sus hombres seguían en el monte en busca de los bandoleros pero sobre todo buscando pistas que le llevaran hasta la inglesa. Llevaban ya varios días y no habían encontrado nada así que deciden pasar la noche en una posada de Berrocalejo. Era una posada del mismo tipo que la de la maña. Querían descansar, disfrutar de las chicas y de paso tantear para ver si alguien sabía algo de la inglesa. Fuera de la posada, alguien les vigilaba. Llevaba siguiéndoles desde la batalla con los bandoleros. Dentro de la taberna… -Póngame un whisky y a su mejor chica.-dijo Mendoza mientras se sentaba con sus hombres en una mesa. La dueña de la taberna se acercó hasta ellos.-¿y los demás que van a querer?- Whisky y chicas para todos-dijo Navarro Cuando Doña Charo sirvió a los hombres, Mendoza le preguntó sonriéndole- ¿Qué señora, poco movimiento por el pueblo, no? -Lo normal, hijo, lo normal….bueno…movimiento hay pero claro está concentrado en la mansión de la Condesa. -¿mansión? -preguntó Mendoza -Sí, la Condesa Amelia Ugarte tiene una mansión de difícil acceso donde suele dar fiestas ya que por allí pasa lo más granado de Andalucía Olmedo iba al encuentro de los carlistas que le habían dado aviso de que se encontraban en Berrocalejo buscando a la inglesa. Sus heridas, más bien rozaduras de balas habían sido curadas y vendadas así que no se lo pensó. –De esta no sale esta hija de la Gran Bretañaiba pensando.


En la posada de Berrocalejo, Mendoza no quiso hacer más pregunta a Doña Charo. Pensó que sería mejor así, mañana continuaría con el cuestionario a la posadera. Fuera los ojos vigilantes se agazapaban esperando el nuevo movimiento de los delincuentes


Capítulo XXXV Patricia abrió la puerta con sumo cuidado y tiró de la mano de Miguel. Se giró antes de seguir y se llevó el dedo índice a la boca indicándole que no hiciera ruido. La habitación estaba en penumbra para no molestar el descanso de Sara, era una habitación enorme con varios sofás una mesa de centro e incluso un escritorio. Patricia llevó a Miguel hasta situarle en frente de la cama, una cama con dosel de madera tallada preciosa. Allí le dejó y se fue diciéndole antes al oído. -Ella va a estar bien, ya lo verás-le susurró Patricia Todo estaba en silencio, se podían escuchar hasta el canto de los pajaritos en el jardín pero en la habitación todo era oscuridad y silencio. Miguel no podía escuchar ni la respiración de Sara… Se acercó al borde del cabecero y se sentó con sumo cuidado a su lado. La observó como tantas otras veces. Su rostro estaba tranquilo pero estaba blanquecino, más que días atrás. Retiró con cuidado las mantas que la cubrían y descubrió que estaba medio desnuda, al ver la venda de su hombro comprendió que ese era el motivo…ahí es donde la había herido el desgraciado de Olmedo. Retiró las mantas un poco más y vio la abultada tripa, la veía enorme, enorme…la acarició y en ese momento sintió algo que le sorprendió. Uno de los bebés había dado una patada tan fuerte que él había podido sentirla…miró a Sara y ella parpadeo y se movió lentamente, haciendo gestos de auténtico dolor. -Sara-susurró Miguel-tranquila, no te muevas, estoy aquí contigo. -Miguel…- dijo Sara entreabriendo los ojos para comprobar que no estaba soñando. Estaba totalmente confundida no sabía dónde estaba ni porqué pero, al ver a Miguel disimuló sus dolores y le dedicó una leve sonrisa- tranquilo, estoy bien… ¿Dónde estoy?, lo último que recuerdo es que el Chato me ayudaba a salir del coche en el que….


-Si, en el que huías de mi- sentenció Miguel -No era mi intención hacerte daño sino todo lo contrario. Quería que no me vieras… -Eso ahora no importa, solo importas tú y estos dos pequeños pateadores y te aseguro que no pienso perderte de vista. -Eso te será fácil…no puedo moverme mucho…-dijo Sara con tono burlón A Miguel nunca dejaba de sorprenderle la fortaleza de Sara, su energía…su amor por él era tan grande que pese al dolor que sentía sólo intentaba no hacerle sufrir, hacerle ver que todo estaba bien. Y todo eso pese a que el Doctor García le había explicado el padecimiento de su prometida.

Mientras, en el salón el Doctor García y Galeno intercambiaban opiniones e intentaban pensar que hacer en el caso de que el parto se complicara.


Capítulo XXXVI Habían pasado varios días y Miguel no se separaba de la cama de Sara. Ella apenas comía, estaba muy mal pero pese a ello nunca mostraba sus debilidades delante de Miguel. Algo que le costaba auténticos esfuerzos, esfuerzos de los que Miguel era totalmente consciente…así era Sara. -Señor Romero, el baño está preparado. Espero que esté todo a su gusto-le informó Paz. (Paz era una mujer muy guapa que desde hace años se había convertido en la confidente de la Condesa y en la jefa del servicio. Era amable cariñosa y muy fiel) -Gracias Paz, siempre está todo perfecto cuando lo haces tú-le dijo amablemente Miguel Paz salió de la habitación y Miguel se acercó a Sara… -¿Preparada para dejar un rato la cama?-le preguntó -Si! Claro, será un placer….aunque no sé cómo vas a transportar a este elefante-respondió Sara señalándose la tripa Miguel la agarro con fuerza y no parecía que le costara mucho elevarla. Era curioso su barriga era enorme pero ella…ella…al sujetarla se dio cuenta de que había perdido peso. La ayudó a quitarse el camisón y la metió en la bañera con una delicadeza infinita. -Estoy horrible-le dijo ella -Estás preciosa, como siempre. Y por lo que ven mis ojos lo único que ha engordado de ti es esta barriguita porque por lo demás…estás en los huesos. Tienes que comer más por ti y por ellos-Miguel, sumergió la mano en la bañera y acaricio la tripa de Sara. -Uyyy!!! Dijo Sara sorprendida -¿Pasa algo?, ¿Estás bien?-Miguel se levantó de golpe


-Tranquilo Miguel, solo pasa que cada vez que me tocas la barriga tenemos a un joven pateador que le gusta hacerse notar-Sara sacó su mano de la bañera y cogió la de Miguel, la introdujo en el agua y al llegar a su barriga posó la mano de Miguel sobre el lado derecho…-aquí tienes a tu pequeño pateador…estos son sus pies…¿los notas? Miguel estaba bobo, impresionado y sus ojos azules brillaban-Si, es …es… es maravilloso, Sara…¿te da patadas muy a menudo?

Sara sonrió y le dijo dulcemente-No, este pequeño pateador solo las da cuando tú me tocas la barriga, el otro pequeño pateador también lo hace pero cuando estoy leyendo y me emociono con lo que ocurre. ¿Curioso, verdad?


Capítulo XXXVII Miguel bajaba con cara de preocupación las escaleras hacia el salón -¿Qué pasa señor Romero?- le dijo la Condesa al verle así -Creo que a estas alturas me puede usted llamar Miguel.-sonrió Miguel a esa bella mujer Llevaban allí algunos días y no se había fijado en ella. Era una mujer guapísima, morena pero con la piel blanca como la nieve y unos ojos claros muy grandes. Lo cierto es que le resultaba familiar quizás por el trato tan cercano que les estaba dispensando. -Condesa, quería… -Llámame Amelia-De acuerdo, Amelia estoy preocupado porque Sara no quiere comer, no tiene apetito. Se esfuerza pero come lo mismo que un pajarito y es lo que faltaba ya… -Bueno Miguel, venga conmigo vamos a avisar al Doctor García a ver si él puede hacer algo, pero esté tranquilo. Todo irá bien, ya lo verá. Patricia estaba leyendo a Shakespeare debajo de las escaleras cuando escuchó la conversación entre Miguel y Amelia y salió de su escondite. -No se preocupen, verán como yo consigo que coma. Haré lo mismo que hacía mi madre conmigo. Voy a la cocina y en un rato les cuento-y se fue sonriendo-Esta niña es un prodigio-le dijo Amelia a Miguel mientras se dirigían al despacho. Una vez allí Amelia le ofreció al Teniente una copa. Ambos se sentaron en los sofás. -Quería agradecerle todo lo que está haciendo por nosotros, Amelia.-dijo Miguel -No hay nada que agradecer, el marqués es un gran amigo desde hace años y Sara, su Sara es…es una mujer especial. Juan me ha contado su historia. Me parece increíble que una inglesa hable así de bien español y que se enamore de árida tierra.


-Bueno, Sara habla así porque se crió en Rio Tinto y esta tierra le tira porque…-Miguel se calló, pensó que no estaba bien contarle a una extraña lo de los verdaderos padres de Sara… -No hace falta que me lo cuente si usted no quiere, lo entiendo-dijo Amelia En ese momento Miguel lo pensó mejor. Esa señora que tenía delante estaba arriesgándose al acoger en su casa a una partida de bandoleros y atender a Sara como si fuera de su propia familia… -Sí, se lo voy a contar…después de todo lo que ha hecho usted por nosotros y tratarnos como familia que menos que sepa de nuestra vida…Verá, a Sara la abandonó su verdadera madre y fue adoptada por los Reeves cuando tan sólo tenía días. Su familia eran ingenieros y Sara vivió en España durante su niñez por eso habla tan bien. -Ahora entiendo… -Su tío le contó a través de una carta que le entregaron a Sara tras su muerte. Fue un auténtico golpe para ella pero no paró hasta encontrarles… (toc toc toc) Patricia entró sonriendo. -Lo he conseguido, Sara ha comido un plato entero de verdurasdijo orgullosa con una sonrisa de oreja a oreja. -Pero… ¿Cómo lo has conseguido, pequeña?- le preguntó Miguel -Pues hice lo que me enseñó mi madre…cuando una no tiene apetito lo mejor es un buen puré de verduras porque entra muy fácilmente.

Amelia se levantó y le agarró la cara- Niña, vas a ser una gran mujer y un gran médico. Lo sé-


Capítulo XXXVIII Miguel había ido a caminar un poco. Lo necesitaba, llevaba días encerrado y Sara había insistido en que saliera un poco. Sólo se decidió a irse de lado de ella cuando la Condesa le prometió que no se separaría del lado de Sara. Sara dormía y la Condesa sentada en una silla junto a ella la miraba. Amelia posó su mirada en la tripa y su mirada se perdió en el infinito. Amelia recordó cuando ella también estaba embarazada, habían pasado muchos años pero la imagen de Sara le había traído tantos recuerdos a la cabeza. Se recordó a sí misma en aquel cuchitril, mirando por la ventana mientras acariciaba su tripa. Estaba sólo, muy sola y tenía tantos problemas… Amelia acarició el pelo de Sara. Se daba cuenta que ella no tuvo ningún problema de salud pero tuvo todos los demás. A la condesa le resbaló una lágrima por la mejilla. En la posada de Berrocalejo… Olmedo acababa de llegar y se encontraba con Mendoza. Le apuntó con la pistola por la espalda con discreción. Mendoza dio orden a sus hombres de que no dispararan. -Me dejasteis tirado como a un perro, te tendría que levantar la tapa de los sesos aquí-le dijo Olmedo a Mendoza -Capitán estoy averiguando de la inglesa, por eso salimos con prisa. Nos libramos de ellos y salimos en buscar de la inglesa-le respondió Mendoza -¿Y dónde está?, Mendoza…yo no veo a la rubita por ningún sitio - Tenemos una pista pero necesito que me lo confirmen…mañana es muy probable que tengamos resultados… En la mansión de la Condesa….


La condesa seguía ensimismada con sus recuerdos… Recordó como el parto le pilló en aquella pensión de mala muerte, sin nadie a quien poder pedir ayuda. Dio a luz ella sola, la dueña del lugar no llamo a la partera hasta cuando ya era demasiado tarde. Su niña, nació sana, muy sana y era una autentica muñeca. Guapa, guapísima…era perfecta, sonrosada…

En ese momento un movimiento de Sara la hizo salir de sus pensamientos, Sara se había destapado mientras dormía y dio un pequeño gemido. Amelia se levantó para volver a taparla (Sara llevaba puesto el camisón del escotazo) y al acercar de nuevo las sábanas algo la hizo quedar se helada…


Capítulo XXXIX Recuerdo de Amelia (La partera, que era un poco bruja revisaba a su niña. Estaba perfecta y le dice- Esta niña llegará muy muy lejos, está marcada por las estrellas…señalando sus lunares del cuello…tiene marcada en su cuello una de las constelaciones más simbólicas, será muy muy importante y marcará el camino de todo aquel que la conozca) Amelia volvió a la realidad y miraba el cuello de Sara sin creérselo una y otra vez…hasta que Sara se despertó… -Hola, Amelia-le susurró -Hola Sara… ¿Cómo estás?-dijo disimulando la sorpresa -Bien, Miguel se ha ido a pasear ¿verdad? -sí, conseguí convencerle pero a cambio de quedarme contigo-sonrió Amelia Sara le devolvió su sonrisa mientras se incorporaba un poco en la cama. -Sara-dijo la Condesa- ¿te puedo hacer una pregunta personal? -Claro! Usted se ha portado como si fuera familia, no sé cómo agradecerle sus atenciones…dígame que quiere saber… - Está aquí Miguel pero… ¿y tus padres? Sara suspiró-Es una larga historia, si no tiene mejores planes se lo contaré-He prometido cuidarte así que hasta que no llegue Miguel aquí estaré.


Capítulo XL Olmedo entraba en el comedor de la posada de Berrocalejo .Mendoza y sus hombres hablaban con una mujer, no parecía que fuera una de las chicas de la posada…ella parecía contrariada con la conversación. -Buenas-dijo Olmedo con cara de pocos amigos- ya me puede usted decir que ha encontrado a nuestra…. Mendoza le corto antes de que Olmedo metiera la pata. -Bueno, bueno Capitán como me alegro de verle. Ahora mismo estamos hablando con la señora Miriam de Alcorta sobre la condesa Ugarte y sus invitados y parece que nuestros amigos están ahí. Va a ser un reencuentro muy especial…tantos años sin verlos…-decía Mendoza mientras hacía gestos a Olmedo para que le siguiera el rollo-Ahhh, que bien!-dijo Olmedo tras entender las señas de Olmedo-y esta señora tan hermosa ¿Quién es? Miriam de Alcorta le sonrió aunque estaba recelosa y se le notaba- Soy la mujer del guardés de la finca de la Condesa Amelia de Ugarte. Vine a por vino y estos señores me han comentado que son amigos de los invitados de la Condesa, Capitán. Miriam había confirmado sin saberlo que Sara y Miguel estaban en la casa de la Condesa…

Miriam se levantó y le dio las gracias a Mendoza por la invitación a un chato de vino y se fue bastante contrariada por las preguntas que le habían hecho y sabía que algo pasaba así que sería mejor que se lo dijera a su marido.


Capítulo XLI Tal como Miriam desapareció por la puerta de la posada Mendoza y Olmedo comenzaron a debatir el plan. -Esta vez quiero a la inglesa muerta-dijo Olmedo-pero a Miguel lo quiero vivo para que sufra más-Tranquilo Capitán la rubita de esta no sale-respondió Mendoza-Lo mejor será que entremos de madrugada y nos llevemos a la putita esa de la casa. Una vez lejos, en el monte la matamos como a una cerda a ella y a sus cachorros. Una mujer así no debería reproducirse- Las carcajadas de los de Mendoza y de Olmedo resonaban en la taberna. En la mansión… Sara había relatado toda su historia a Amelia que la escuchaba atentamente y con expresión de Sorpresa. Sin saberlo, Sara había confirmado las sospechas de Amelia. Era ella, por fin la había encontrado y por fin tenía la respuesta al porqué no logró encontrarla cuando su situación mejoró y fue a por ella al hospicio. Se la habían llevado a Inglaterra. -Amelia, no llore. He tenido una infancia feliz, mis padres y mi tío me han querido mucho y nunca sospeché que no era su hija hasta que mi tio Richard me lo confesó en su testamento-Tu historia es muy triste, Sara y siento mucho que tuvieras que vivir todo eso… -No es su culpa, Amelia. Es más no es culpa de nadie. Tras hablar con la Parrala me di cuenta que mi madre actuó pensando en lo mejor para mí y para su amado. Mi padre, mi verdadero padre, el gobernador Hermida me lo explicó. Lo único que siento es que no la conocí, no pude darle un beso, no pude saber cómo es y si realmente me parezco tanto a ella…-A Sara se le entristecieron los ojos-


Amelia se levantó y se acercó a Sara. La abrazó como nunca nadie la había abrazado. Sara pensó que Amelia era una gran persona, sensible, buena, humilde, servicial y hermosa, muy hermosa…-Seguro que mi madre sería como ella aunque pobre muy pobre-pensó Sara. La condesa abrazaba a Sara, le tocaba el pelo, la cara y le volvía a abrazar…aspiraba su olor como si fuese la primera vez. No se lo podía creer tenía a su niña con ella, por fin. (Toc-toc) Unos suaves golpecitos interrumpieron el momento. Miguel entró en el cuarto con una sonrisa…-¿Qué tal estás princesa?-


Capítulo XLII Amelia salió del cuarto para dejar solos a Miguel y a Sara. -¿A qué te ha venido muy bien respirar aire puro y caminar?-le preguntó Sara -Sí, preciosa me ha venido muy bien pero, no podía dejar de pensar en ti y en estos pequeños pateadores….-Sara interrumpió a Miguel -Perdone, Señor Romero pero aquí dentro-dijo señalándose la tripa-sólo hay un pateador. Pon tu mano aquí y observa- Miguel poso la mano donde Sara le dijo y casi al instante notó como un bulto sobresalía por la tripa de Sara… -Pero bueno!! A este niño habrá que llevarlo con Albert lo mismo es un gran jugador de…como se llamaba el juego ese??? -Football, Miguel. Así se llama el juego que Albert intentó enseñar en Arazana. (Ambos se rieron) -Sara, creo que ya es hora de pensar en cómo les vamos a llamar no? -Sí, ya lo había pensado…si son chicos había pensado en Abel y Miguel como sus abuelos ¿Qué te parece? -Me parece estupendo!!- dijo Miguel lleno de orgullo y con las lágrimas en los ojos…habían pensado lo mismo… -Miguel, ¿y si hay una niña? Tengo el presentimiento de que tu pateador es una nenaSara le miró con una gran sonrisa mientras ponía su mano donde las patadas ya eran una costumbre… -mmmmm veamos, si como tú dices ese pateador es una nena…¿Qué te parece María?.Sara se sorprendió-No conociste a tu madre pero sería una manera de recuperarla en nuestra hija…


Sara, se quedó pensativa y de pronto…-¡¡NO!!, Si no me equivoco y la pateadora es una niña, debe tener otro nombre. El nombre de una mujer luchadora, que ha sido capaz de sacar a su familia adelante pese a perder lo que más quería de la manera más cruel, una mujer inteligente y humilde. Nuestra hija se llamará Elena, como su abuela Miguel no pudo contenerse y se puso a llorar abrazando a Sara


Capítulo XLIII Sofocada y temerosa Miriam llego a su casa. Su marido, Oscar Alcorta, el guardés de la finca no estaba. Tenía que encontrarlo, sabía que no debía haber confiado en esos hombres de la taberna…tenía que avisar. Olmedo y Mendoza ya tenían fijada la fecha del golpe. La vida de la inglesa acabaría en tres días. La suerte estaba echada. Entrarían de madrugada sin que nadie les viera y la raptarían. Para cuando Miguel y el resto se quisieran dar cuenta por la mañana, la rubita estaría muerte y tirada en medio del monte…

Lo que no sabían Olmedo, Mendoza y el resto de malvados es que unos ojos les vigilaban muy de cerca e informaba puntualmente


Capítulo XLIV En el despacho de la mansión. Amelia lloraba en un sofá cuando el Marqués entró. -¿Qué ocurre Amelia? Ella no podía hablar asi que él se acercó y la abrazó -Juan, justo ahora, justo ahora…. -justo ahora ¿qué? -La he encontrado. No está muerta…ya sé quién es!! Juan abrió los ojos como platos… -¿ya sabes dónde está tu hija? Pero, ¿Cómo?, ¿Dónde? Si no hemos salido de aquí estos días… -Lo sé pero la he encontrado y también a él-dijo rompiendo a llorar de nuevo…Juan, Abel ha muerto sin que le haya pedido perdón y le haya podido contar la verdad… Juan volvió a abrazar a Amelia, le agarró la cara, comprobó que la puerta estaba cerrada y le preguntó directamente -María ¿Quién es? -Juan, me la has devuelto tú. La chica rubia inteligente buena y con un genio de mil demonios ¿te suena de algo? -¿Sara? Sara es…. -Sí. Estoy segura, tiene los mismos lunares que mi bebé y su historia encaja con la mía. Además ella ha estado buscándome y averiguando de mi con La Parrala. Tiene su partida de nacimiento, la misma que dejé con las monjas. El marqués estaba paralizado pero, de pronto ….


-María, es cierto Sara me preguntó en una ocasión si te conocía. Entonces no entendí porque quería saber acerca de una bailaora pero ante su insistencia le conté como eras y llegué hasta a decirle que me recordaba a ti….¡¡Dios mio!! -Juan, Sara es mi niña -Tienes que decírselo -Está delicada y no quiero que esto suponga un problema -María, Sara es fuerte, y no sabe guardar rencor, para ella será algo muy positivo saber que no estás muerta... -No puedo…. -María, si puedes pero creo que antes debemos hablar con Miguel.


Capítulo XLV Miriam de Alcorta encontró por fin a su marido en los jardines traseros de la mansión. -Oscar!!! –gritó Miriam - Espera un segundo Miri, ya voy no entres hasta aquí Terminó lo que estaba haciendo y salió de la fuente que presidía el jardín. -¿Qué pasa? - Creo que he hecho algo muy muy malo- dijo ella llorando -Miri, tranquila…tu eres incapaz de hacer daño a una mosca…Cuéntame que ha pasado Miriam le explicó con todo lujo de detalles -Miri, sinceramente quizás te has imaginado algo que no es…serán amigos de los invitados de la condesa y por eso te han preguntado, porque la condesa es muy discreta. Yo no veo el peligro… -Pero Oscar!!! -Pero nada Miriam. No vamos a decirle nada a la condesa porque si lo hacemos se va a pensar que somos unos cotillas, metomentodo. No hay más que hablar. Sus amigos vendrán a verlos y ya verás cómo no pasa nada raro.


Capítulo XLVI Miguel entraba en el cuarto con la comida de Sara. Por una vez, parecía que le veía color en las mejillas…ella apartó las sábanas y Miguel vio como lentamente ella salía de la cama despacio, llevando mucho cuidado. No quiso regañarla…pensó que si hoy se encontraba mejor, prefería que se sentara en el sofá del cuarto. Comieron juntos hablando como si nada hubiera pasado, como si estuvieran en la casa de los Viñedos… -Sara, creo que es hora de que vuelvas a la cama-dijo Miguel haciendo el amago de ayudarla -No, déjame estar un poco aquí estoy bien y además, me encuentro mejor. Así, no me duele tanto el cuerpo. Estoy mucho tiempo tumbada…-le respondió Sara casi rogándole-Cariño pero es que en ese sofá estás encajada, no creo que sea bueno para ti ni para los niños, hazme caso… -Miguel! Te he dicho que estoy bien!! – A Sara le salió su genio, estaba harta de estar quieta, tumbada, aunque sabía que lo tenía que hacer por sus niños. Pero, su fiera interna amenazaba a revelarse…eso y que sus hormonas estaban totalmente descontroladas… Miguel se puso muy serio-tranquilízate, ahora mismo te voy a meter en la cama, sabes que no es bueno ni para ti ni para ellos, tu cambio de humor….Miguel se acercó para agarrarla pero Sara se zafó de él. –Te he dicho que no. Necesito estar un poco más fuera de la cama, Miguel. ¡Déjame tranquila!Miguel haciendo caso omiso a los gritos de Sara fue directo a agarrarla mientras ella gritaba -¡Suéltame, Miguel! ¡Suéltame!-


-Cabezota, siempre has sido una cabezota pero ahora eres tres veces más cabezotas ahora si estoy convencido de que hay una niña ahí dentro-dijo Miguel cuando estaba a punto de levantar en el aire a Sara…Pero, el sonido que emitió ella no fue un grito, ni tan siquiera eran palabras, fue un sonido profundo de queja, de dolor … -Sara!! -Miguel le agarró mientras le miraba la cara-¿Qué pasa? Sara respiraba con dificultad y se agarraba muy fuerte la barriga -(cogiendo aire y casi susurrando) No lo sé pero me duele mucho, llama al doctor y a Patricia Miguel la agarró rápidamente la dejó sobre la cama y salió del cuarto llamando a gritos al médico. Sara había tenido las primeras contracciones…El doctor García y su hija habían conseguido hacerlas remitir y que Sara descansara. -Señor Romero, Sara ha tenido contracciones, hemos conseguido frenarlas pero todo indica que el parto se aproxima y antes de tiempo…para los bebés cuanto más tiempo estén dentro mejor, más fuertes estarán pero, no le prometo nada.


Capítulo XLVII Sara se había quedado dormida y Miguel salía del cuarto con cuidado para no despertarla. Estaba en su mundo, sumido en sus pensamientos mientras bajaba la escalera cuando la voz del Marqués le sacó de su trance. -Teniente! ¿Está usted bien? -Sí, sólo estaba…pensando… -Venga al despacho, la Condesa quiere contarle algo. Es importante Miguel terminó de bajar las escaleras mientras el Marqués abría la puerta de la estancia. Dentro, la condesa intentaba recomponerse…era difícil ocultar que le pasaba algo. Sus preciosos ojos grandes la delataban, estaban hinchados y muy rojos. -Amelia, aquí está el Teniente…dijo Juan -Buenas- dijo Miguel en tono tranquilo aunque muy triste -¿Cómo sigue Sara?-preguntó Amelia -Sigue durmiendo, parece que está mejor-respondió Miguel añadiendo- Pero, eso ya lo sabe usted. El marqués me ha dicho que quería contarme algo importante. ¿Qué ocurre? Amelia le indicó a Miguel con un gesto que se sentara a su lado y Juan agarró una silla y se sentó frente a ellos. -Miguel-dijo Juan- por favor escucha bien lo que te va a contar Amelia y piensa en Sara antes de decir nadaAmelia clavó sus ojos en los de Miguel y Miguel sintió un escalofrío…Nunca se había dado cuenta lo que se parecía la mirada de esa mujer a la de su Sara…y cuando estaba inmerso de nuevo en este pensamiento, la voz del Marques le dio un nuevo sobresalto.


-Creo que empezaré yo-dijo Juan- Miguel quiero presentarte a una vieja amiga…Miguel Romero le presento a María Montoya.


Capítulo XLVIII Patricia miraba a Sara dormir y acariciaba su tripa. Había sido ella la que cuidadosamente había administrado la medicina a Sara. Le había dicho a su padre que ella se encargaba de velar para que pasara bien la tarde. Patricia tenía una gran inteligencia, tanta que su padre sabedor de sus dotes la llevaba consigo a todas partes para que aprendiera. No era la primera vez que su pequeña le daba una gran lección cuando el médico daba a un paciente por perdido. En el piso de abajo, Miguel abría los ojos como platos. La Condesa que les estaba ayudando era María Montoya, la madre de Sara. La mujer que la había abandonado….Miguel escuchó toda la historia de María hasta el final. Efectivamente lo que Abel y la Parrala le contaron a Sara sobre ella era cierto. No la abandonó porque sí, ella también había sufrido mucho. No quería que su niña se muriera de hambre por los caminos de Andalucía y fuera de aquí para allá sin un norte, sin educación. Quería para su hija lo mejor y esa fue la solución que encontró. -Pero, ¿Por qué no le dijo a Abel que estaba embarazada? Y, ¿Por qué todos piensan que está muerta si no lo está?- preguntó Miguel -En aquella época, un noble de Córdoba se encaprichó de mí, pero yo no pude responderle ya estaba enamorada de Abel , que en ese momento estaba solucionando un asunto en Málaga… quería tanto a Abel, tanto. Se había despedido de mí y no fui capaz de decirle que me acababa de dar cuenta de que estaba embarazada. Sabía que si se lo decía lo dejaría todo por mi y por el bebé y yo no podía consentirlo. Su carrera era prometedora- dijo con los ojos vidriosos- el nombre cordobés siguió insistiendo y no frenó hasta que harta le confesé que estaba embarazada. Era un mal hombre y no paró hasta averiguar quién era el hombre al que amaba y una vez lo supo me amenazó. No olvidaré nunca sus palabras “Ahora ya eres mía. Ese bebé nacerá y se irá lejos bien lejos y tú vas a ser mía. Si no haces todo lo que te digo Abel y tu bebé morirán. Yo mismo los mataré. ¿Te ha quedado claro?”.


Tras la amenaza huí, desaparecí… comía cuando podía, pedí por las calles hasta desfallecer. No sé cómo Sara nació sana, la tuve sola en un cuartucho de una posada de mala muerte. Pese a todo, sonreía, era una bebé precioso y me sonreía. No lloró nada, ¿sabe Miguel?...debía estar muerta de hambre pero no lloró… Los ojos de Amelia se inundaron de lágrimas y los de Miguel la acompañaron. María siguió- no tenía como mantenerla y nadie me daba trabajo. No supe hasta mucho después que el noble cordobés estaba detrás de mi desdicha y de que no encontrara labor. Finalmente decidí que lo mejor para mi niña es que tuviera una oportunidad que yo no le podía dar. Yo estaba muy enferma y al final caí en las redes de aquel malvado y obsesivo hombre…Gonzalo de Ugarte. Y él se encargó de darme una nueva y falsa identidad. Él mató a María Montoya en todos los sentidos. Me casé con él y así viví unos años hasta que murió en una batalla. Y ahí fue cuando comencé la búsqueda de mi hija…a la que parecía la había adoptado un fantasma porque no encontré ni rastro. -¿y Abel? ¿No le buscó? Sara y él se reencontraron en Arazana y su amor por usted le aseguro estaba intacto-le dijo Miguel -Lo sé, Sara me lo contó todo…bueno, más bien se lo contó todo a Amelia. Yo…yo…si busqué a Abel pero lo encontré casado con una señorita culta y refinada. Pensé que después de tantos años había rehecho su vida y no quise estropearla….-María se echó a llorar- no imaginé que él no me había olvidado tampoco y que también sabía lo de nuestra niña.


Capítulo IL Sara se había despertado y hablaba con Patricia. Esa niña tenía algo que le atraía de una manera especial. Era como si supiera que tenía que estar allí con ella por algo. Sara preguntó a Patricia por su madre y ella le explicó que murió cuando era pequeña y que sólo tenía a su padre. Sara sentía por ella algo muy bonito, era la hermana pequeña inteligente y vivaracha que siempre había querido tener…a Patricia le pasaba exactamente lo mismo. En el despacho, Miguel, Juan y María seguían reunidos. -Amelia…dijo Miguel -María-respondió ella-llámame María -Está bien, María…todo esto Sara no lo sabe ¿verdad? Ella no se dio cuenta cuando hablaste con ella de lo que realmente pasaba ¿no? -No, no. Ella pensó que yo me emocioné por algo del pasado pero ni se imagina que yo soy su madre. El marqués interrumpió-Miguel, lo importante es saber tu opinión. ¿Crees que debemos decírselo a Sara? Su estado es muy delicado y todos somos conscientes de lo que puede pasar en ese parto…. Miguel agachó la cabeza consciente de que en unos días podía perder a Sara…María agarró la cara de Miguel con las manos y le dijo-Eso no va a pasar. No puede pasar. Ambos se abrazaron.

Miguel miró al Marques y luego a María.- Creo que debemos contárselo a Sara, esto no le va a perjudicar sino todo lo contrario. Sara sufrió mucho cuando pensó que habías muerto y esto le va a venir muy bien. Y conociéndola…debemos de contarle ya.


Capítulo L Miguel entró en el cuarto y Patricia se despide de Sara -Luego vengo Señorita Sara-dijo Patricia cucando un ojo a Sara Miguel se acerca hasta la cama de Sara y ella le sonríe pero se sorprende al ver entrar detrás de él a la Condesa. -¿qué ocurre, Miguel? -No te pongas nerviosa, Sara. La Condesa tiene que contarte algo muy importante para ti. Sara miró a la condesa contrariada mientras se sentaba a su lado. Miguel le dio un beso y antes de salir le susurró-Escúchala, Sara. Déjala que te cuente todo. María contó toda la historia a Sara que la escuchaba atentamente mientras le caían las lágrimas por las mejillas. Sara agarró la mano de su madre al escuchar cómo había descubierto que ella era su hija, sus lunares en el cuello… -…fue cuando me contaste todo cuando me enteré de la verdad sobre la vida de Abel y que ya nunca más lo vería…-María escondió la cara entre sus manos. Sara apartó las sabanas y arrastrándose por la cama llegó hasta ella…Ambas se fundieron en un gran abrazo que pareció durar horas. La condesa le agarró la carita con las manos y la besó una y otra vez. Sara lloraba mientras sus labios dibujaban una sonrisa preciosa. -Quiero que guardes algo-Dijo María a Sara mientras metía la mano en un bolsillo de su falda. -¿Qué?-dijo Sara María le tomó la mano, la abrió y puso sobre ella un anillo con una aguamarina preciosa.


-Este anillo me lo regaló tu padre el mismo día que yo supe que tú estabas ya en este mundo (se miró la barriga). Sé que cometí muchos errores y uno fue no decirle que estaba embarazada y aunque le engañé lo quería con toda mi alma. Si acepté su anillo es porque pensé que te pertenecía y he soñado 20 años con poder dártelo. Sara la miraba atónita… -Lo curioso es que este anillo que tu padre compró aquel día tiene la piedra del color de tus ojos…sé que Abel estaría feliz si supiera que lo tienes tú.


Capítulo LI Amanecía un nuevo día. Sara se despertó sonriendo y miró a Miguel estaba cuidadosamente colocado para no molestarla pero la tenía totalmente abrazada. Sara pensó en todo lo que había pasado el día anterior. Le parecía un sueño, un bonito sueño en el que había encontrado a su madre y lo mejor es que no estaba muerta. Sara todavía estaba digiriendo la gran noticia pero estaba feliz. Miguel abrió los ojos y la vio sonriendo… -¿Cómo estás? -Me siento extraña, Miguel…no me esperaba que Amelia…fuera mi madre. Pero, es una gran noticia y me ha hecho sentirme muy bien ahora que ya lo sé todo…lo único que siento es que mi padre y ella… -Sara, hay cosas que no se pueden evitar… -Ya, Miguel pero es tan triste que queriéndose nunca hayan podido estar juntos… En la puerta de entrada de la casa un coche de caballos hacia su entrada y de él bajaba una mujer que corría como si la persiguiera el mismo demonio. Sara y Miguel escucharon la campana de la mansión desde la habitación… -Es muy temprano para que vengan visitas ¿no?-dijo Miguel -La verdad es que sí-le respondió Sara EL servicio ya había abierto la puerta y la que entraba preguntando por Sara histérica perdida era Flor. Detrás de ella y con más calma llegaba Marcial.


Hacia un par de días que había ido a por Flor para llevarla al lado de Sara, Marcial sabía que a Sara le vendría muy bien tener a Flor a su lado y más en un momento así. Para que nadie les siguiera habían dado mil rodeos y por eso llegaban tan temprano…para que nadie les viera entrar en los terrenos de la condesa.


Capítulo LII En la posada de Berrocalejo -El golpe será mañana, lo haremos a primera hora y con cabeza.-dijo Olmedo. Navarro, tú serás quien trepe hasta la ventana donde supuestamente está la inglesa detrás de ti estará Mendoza. Tenéis que ponerle a Romero y la rubita este un pañuelo q estará impregnado de una sustancia para adormecerles. Es el momento en el que Navarro agarrará a la Inglesa y saldréis de la casa sin hacer ruido, ¿Queda claro? En la mansión de Amelia de Ugarte Miguel ya estaba vestido y bajaba a desayunar y de paso enterarse de quien había llegado tan temprano a la mansión. Entró en el salón y encontró a su suegra junto con el marqués, el Chato y la novedad…Galeno había vuelto con Flor. Los saludó a todos y se incorporó a la mesa. Todo el mundo siguió con la conversación. Juan y Amelia le estaban contando a Galeno y a Flor todo lo que había pasado. Flor tenía la boca abierta y ahora miraba a Miguel anonadada. Miguel asintió con la cabeza dándole a entender que todo lo que estaba oyendo era verdad. -Pero…pero…hay algo que no entiendo condesa-dijo Flor todavía en estado de shock -Dime Flor, sé que eres como una hermana para mi hija, en realidad sé que todos queréis a Sara y la protegéis y sois su familia así que, estaré encantada de aclararos cualquier cosa. -Verá, lo que no termino de entender es porqué se cambió de nombre-dijo Flor -Cuando me quedé sola y estaba embarazada pasé muchas penurias por pueblos cercanos a Rio Tinto y en el mismo Rio Tinto. Tuve que hacer cosas de las que no me enorgullezco para poder comer. No quería que mi situación llegara a la gente que me conocía…yo era María Montoya la primera bailarina de la Parrala y para mi aquella situación era vergonzosa. – María agachó la cabeza y Juan la abrazó.


- Yo- dijo Juan- conocí a María antes de que ocurriera todo esto. Me dijeron que había muerto pero nada de que había tenido un bebé…tras años nos reencontramos en una fiesta en Sevilla y desde entonces le he guardado el secreto y no la he vuelto a perder de vista… -Además me ha ayudado a buscar a mi hija todos estos años- añadió María -Sí, pero la tenía a mi lado y no fui capaz de verlo…dijo Juan triste -Juan, no te equivoques, tú me has devuelto a Sara. Tú la has traído hasta mí. Flor miró a Miguel… -¿Y Sara? ¿Cómo se lo ha tomado? ¿Está bien?-preguntó Flor - Flor, será mejor que subas y lo compruebes por ti misma. Sé que lo estás deseandoMiguel sonrió- ve y dale una sorpresa, seguro que le viene muy bien.

Miguel no había terminado de decir esto y Flor ya estaba en pie dispuesta a que alguien la llevara al cuarto de Sara.


Capítulo LIII Sara se encontraba algo extraña, notaba a los bebés bastante revueltos y necesitaba cambiar de postura. Cuando estaba intentando incorporarse (una odisea con ese barrigón) escuchó cómo se abría la puerta y pensó que era Miguel… -Cariño-dijo Sara sin girarse para ver quien había entrado-ayúdame, esta foca no puede levantarse solaNotó como alguien se aproximaba a ella y la agarraba por detrás para ayudarla pero no era Miguel. Sara se giró… -¡¡¡¡¡¡Flor!!!!!! -¡¡Sara!!, no sabes lo que te he echado de menos y lo preocupada que estaba por ti. Marcial me ha contado todo y … -¡¡Abrázame!!No te puedes ni imaginar el bien que me hace saber que estarás aquí.Te tengo que pedir algo importante y necesitaba hablar contigo. Pensé que no podrías llegar hasta mi ni yo hasta a ti antes de que…. -¿Antes de que, Sara?-le interrumpió Flor -…Flor te escribí una carta y quiero que la leas-sacó una carta de la mesita y se acercó a ella lentamente ya que casi no se podía mover-toma Flor, léelaFlor tomó la carta y comenzó a leerla…sus lágrimas empezaron a rodar casi de inmediato por sus mejillas. Dobló de nuevo la carta y miró a Sara que se había asentado frente a ella en la cama. -Sara, yo…yo no puedo…eso no va a pasar-dijo Flor mientras se acerca a su amiga-Flor, soy consciente de mi situación y sólo quiero saber que en el caso de que yo no esté, mis hijos tendrán una madre y esa madre quiero que seas tú. Si yo me voy y ambas sabemos que


es muy probable de que eso pase, Miguel tendrá tu ayuda y mis hijos tendrán en ti el calor, el cariño y la comprensión que yo no les podré dar… Flor se arrodilló a los pies de Sara y agarró sus manos-Eso no va a pasar, Sara pero si así fuera no es algo que tengas que pedirme. Lo haría igualmente me lo pidieras o no… Ambas se abrazaron. Un abrazo intenso que sólo dos almas gemelas pueden darse, la amistad en estado puro… (toc toc) Patricia abrió la puerta con la bandeja de desayuno de Sara y con un aparato médico ideado por su padre colgando del brazo-Hola Sara-dijo mientras ponía una de esas sonrisas tan especiales y que a Sara tanto le gustaban-Hola Patricia, pasa -Ups no sabía que tenía compañía, lo lamento…vuelvo más tarde-dijo Patricia colorada -No, no pasa quiero presentarte a alguien…-Sara se apresuró en decir esto viendo el mal rato que estaba pasando la chiquilla Patricia dejó el desayuno encima de la mesa y dio un paso para atrás con la mirada en el suelo. -Patricia, no pasa nada…mira, ella es Flor, mi mejor amiga…es como mi hermana y también es la mujer del Doctor Marcial-Hola Patricia, encantada de conocerte. Marcial me ha hablado mucho de ti…dice que serás un buen médico en el futuro-dijo Flor extendiéndole la mano a Patricia. (Flor y Patricia se miraron y saltó una chispa…algo que a veces une a las personas o mejor dicho, el corazón de las personas…un fino hilo que aparece de manera totalmente irracional.)


-¿Qué es eso que traes ahí? –preguntó Sara señalándole el aparato que llevaba colgado del brazo -Ehhh si, Sara es un invento de mi padre para poder auscultar como andan los bebés. Lo traje porque…porque nunca me ha dejado utilizarlo y quería saber si…..-Patricia se moría de la vergüenza pero a Sara no se le escapaba que niñas como ella cambiaran el futuro de las mujeres en el mundo. - ¡¡Claroooooo!!. Dime que tengo que hacer y veamos cómo están estos dos-respondió Sara sonriendo. -Madre mía, esta niña es un portento-dijo Flor. Unas palabras que volvieron a poner colorada a Patricia.

Las tres pasaron casi todo el día charlando y Sara fue consciente de que Flor y Patricia habían conectado de una manera especial. Flor no tenía hijos pero de haberlos tenido hubiera querido que hubieran sido como esa pequeña y Patricia no tenía a su madre pero le hubiera encantado tener una madre como Flor.


Capítulo LIV El despacho de la condesa estaba lleno de gente, Miguel, el Doctor García, el Galeno, Juan, el Chato que acaba de volver de desfogarse con la Melones…estaban tomando una copa, fumando y charlando cuando interrumpieron en la estancia Patricia y Flor. -Papá-dijo PatriciaPero nadie la escuchó demasiado jaleo en la habitación -¡¡Papá!!- Patricia gritó esta vez y obtuvo respuesta…todo callaron y miraron a la pequeña -Disculpad que entremos así pero creo que…Doctor García, Marcial….deberían escuchar a la pequeña- afirmó Flor -¿Qué pasa Patri? Dime-Le dijo su Padre acercándose a ella. Marcial también se había acercado-Verás, he cogido tu aparato de auscultar bebés y he hecho la prueba a Sara…siento haberlo cogido sin permiso, Papá… El doctor García pronto la disculpó- No pasa nada, mi amor. Estás de sobra preparada para utilizarlo pero…cuéntanos que pasa… -Los bebés están muy revueltos y se escucha lo que tú me dijiste que pasa cuando el parto es inminente…y si es así…-informó al pequeña -Si es así…es lo que temíamos y lo más peligroso para Sara. Los bebés se van a adelantar…dijo Marcial -Miguel, ahora sí hay que conseguir que Sara no se mueva de la cama, ni siquiera se incorpore. Tendrás que llevarle en brazos a donde tenga que ir ¿entendido?-dijo el Doctor García


-Por supuesto, doctor-respondió Miguel con un gesto constreñido de preocupación. Una cara no muy diferente a la que tenía María que estaba a punto de romper a llorar. El Doctor García se giró y se dirigió a Marcial- Creo que deberíamos de examinar juntos a Sara para tener una visión más amplia de la situación-Por supuesto, respondió Marcial añadiendo-Flor, Patricia…subid antes con ella entretenerla y decirle que subiremos los dos en un rato para ver que todo está bien y para que el Doctor García me ponga al día de cómo ha transcurrido todo los días que yo no he estado…la idea es que no se preocupe.


Capítulo LV Sara estaba sola en la habitación. Pocas veces se encontraba sola, todos en aquella casa querían que estuviera bien y ella sabía que todos la querían pero estaba cansada. Estaba cansada de fingir que estaba bien porque no se encontraba bien. Tenía grandes dolores y desde que los bebes estaban más inquietos apenas podía dormir. Pero claro, todo esto no lo decía…no quería hacer sufrir a Miguel ni a sus chicos de la partida, ni a Flor…y tampoco quería que su madre fuera consciente de lo que ella ya pensaba…que el día que sus hijos vieran la luz, ella se tendría que ir. Sara notaba que su cuerpo no estaba fuerte, estaba cansado, era demasiado todo lo que había tenido que pasar… cerró los ojos y se acarició la tripa. En la taberna… Mendoza y Olmedo ya lo tenían todo planeado, atacarían esa misma madrugada. Alguien seguía observándoles desde la distancia pero no era consciente del plan. En la mansión de Amelia… La puerta se abrió y Sara se sobresaltó. -Tranquila Sara, somos nosotras- dijeron Flor y Patricia casi a la vez. Se miraron entre ellas y Patri decidió llevar la voz cantante -Sara, mi padre no se fie de la prueba que te he hecho y dice que prefiere hacerte una revisión él. Además quiere poner a Marcial al día ya que él es tu médico… Patri y Flor se miraron preocupadas por si Sara sospechaba pero no lo parecía -De acuerdo, dile a tu padre y a Marcial que suban cuando quieran.-dijo Sara sonriendo En la planta de abajo… -Miguel, lo de Sara no es normal.-le dijo Marcial


-Os digo que ella está bien. Le cuesta moverse pero no ha hecho nada que me indique que esté muy enferma y muy débil-les decía Miguel a los doctores. Estaba sentado junto a María hablando con Marcial y el Doctor García. Ambos médicos eran conscientes y sabían lo que estaba pasando allí… -Miguel, todos conocemos a Sara y sabemos cómo te quiere…lleva días ocultándote que está mal, muy mal. Sus ojeras indican que apenas duerme, el peso que debe de estar aguantando ahora mismo, con el problema que tiene desde que la golpeó el Navajas, debe ser inaguantable. Cualquiera en su lugar pediría medicina para aliviarle el dolor…-le decía con franqueza Marcial Y siguió el Doctor García-Todo eso sin contar que cada vez que uno de los bebés se mueva debe de convertiste en una auténtica tortura para ellaMiguel les escuchaba y comenzó a sollozar como un niño. María no tardó en abrazarlo. -Miguel, tranquilízate vamos a subir la revisamos y luego hablamos, ¿de acuerdo?-dijo Marcial añadiendo-Límpiate la cara que ella no sepa que sabes la realidad y sube con nosotros. Sara te necesita.


Capítulo LVI Miguel entró primero y Flor se levantó de la cama dándole un beso a Sara. -Luego vuelvo ¿vale?-Vale-dijo Sara con una sonrisa apagada…o al menos eso le pareció ver a Miguel.. Miguel veía a Sara ahora con otros ojos…como podía haber sido tan tonto?!.Sara le había engañado para que no sufriera ocultando lo enferma que estaba. Miguel quería abrazarla y llorar pero sabía que no debía hacerlo. Se limitó a acercarse a ella a la cama dale un beso y ayudarla a desnudarse mientras los doctores se preparaban para ver como andaba todo. Miguel se puso detrás de ella ejerciendo a modo de almohada para que se incorporara lo máximo posible y los doctores procedieron a la revisión. Sara estaba incomoda y no por estar desnuda frente a Marcial y el doctor García sino porque le dolía muchísimo cuando le palpaban la parte baja del vientre y no quería gritar para que Miguel no se asustara…Marcial se había dado cuenta, era su amigo y veía la expresión de su cara así que fue suficiente para que no la tuviera que tocar más en aquel lugar. Tras más de una hora revisando a Sara, los doctores terminaron… -Sara ya está, lo has hecho muy bien. Miguel, ayúdala a vestirse y te esperamos en el despacho que María quería que probáramos un brandy que tenía reservado-dijo Marcial para que Sara no sospechara. Pero Sara no era tonta y era consciente de su estado -Si cariño baja con ellos que a mí me vendrá bien dormirme pronto hoy.-dijo Sara a Miguel dándole un suave beso en los labios.


Capítulo LVII Despacho de la mansión altas horas de la noche Marcial y el Doctor García le habían explicado a Miguel a solas lo que ocurría. María ya lo sabía y había subido a velar el sueño de su hija mientras Miguel recibía la dolorosa noticia. -Miguel, no te vamos a mentir. Nuestros peores temores se han confirmado-dijo Marcial A Miguel le tembló el labio y miró al suelo como si su mente prefiriera alejarse de aquellas palabras q aun retumbaban en su cabeza. -Miguel, tienes que saber a lo que nos enfrentamos.-dijo el Doctor García. Miguel levanto la mirada y se centró en lo que le decían -Sara está muy débil, más de lo que ella nos hace pensar a todos. Si el parto transcurre de una forma natural y sin contratiempo pensamos que tendría la fuerza necesaria para dar a luz al primer bebé pero, teniendo en cuenta el desprendimiento y las complicaciones de su embarazo si surge cualquier problema la vida del segundo bebé estaría en peligro. En ese caso Miguel tenemos que saber quién tiene prioridad si el bebé o la madre…-dijo Marcial poniendo la mano sobre su hombro. Miguel intentaba mostrar entereza pero ambos médicos estaban convencidos de que aquel hombre se estaba rompiendo en mil pedazos. -Yo…yo …no puedo yo…-decía Miguel casi en trance -Miguel no tienes que tomar la decisión. Sara la ha tomado ya pero yo necesitaba saber cuál era tu opinión-Marcial intentaba consolar a Miguel -Así que Sara ya ha decidido por mí. Ella sabía que yo no podría.-decía Miguel para sí


-Miguel, según ha dejado Sara por escrito lo primero es salvar a los bebés. Si se diera el caso que hemos dicho, poniéndonos en lo peor tendríamos que abrir.-sentenció el Doctor García. -Tienes que ser fuerte y estar a su lado.-le dijo Marcial y añadió- queremos que seas consciente de lo que puede ocurrir pero tenemos esperanzas de que todo vaya bien. Los tres hombres siguieron hablando hasta que el Chato y el Marqués entraron en el despacho incorporándose a la conversación y a la preocupación. Sin tantos detalles se les puso al tanto de la situación. Tras la desagradable noticia, Juan le dio una copa al Teniente… -Bebe, te sentará bienY así pasaron las siguientes horas…María estaba muy cansada y había besado a Sara saliendo del cuarto y mandando aviso a Miguel para que subiera con su hija y así hacerle el relevo. Flor y Patricia también dormían conscientes de que al día siguiente los bebés podrían decidirse a llegar. El reloj del salón dio las 3 de la madrugada y los hombres seguían reunidos en el salón. Salvo Miguel que, tras saber que María se iba a costar subió al cuarto con Sara. No la quería dejar ni un momento. En el despacho El Chato y el Marqués hablaban, bebían y fumaban. -Chato, vete ya fuera a vigilar no sea que tengamos un disgusto. -Pero Juan!! No es necesario mira qué hora es no creo que venga nadie por estos parajes. -Chato no me hagas hablar y piensa en la jefa -Vale Juan, tu ganas pero el Rafaelin ni ha asomao y eso no me huele bien…no sabemos na de él.


Capítulo LVIII En la Posada de madrugada Mendoza, Olmedo y los demás ya estaban preparados. Para no levantar sospechas decidieron salir por un patio trasero. De esa forma, todos pensarían que seguían en sus habitaciones y nadie les culparía al día siguiente cuando se enteraran del asesinato de la inglesa. El movimiento de estos no fue pasado por alto, los ojos vigilantes se fueron acercando al ver que las luces de las habitaciones de los malhechores se iban apagando… Rafaelín los vio salir y emprender a pie el camino. No tardó ni dos minutos en salir corriendo hacia la mansión. Tenía que llegar a tiempo para avisar. En la mansión a la misma hora… El Chato andaba tonteando con una chica del servicio en uno de los jardines más apartados de la mansión…

En el interior de la casa, todos se habían acostado ya. Todos, salvo el Doctor García que había acordado con Marcial hacer turnos para que si Sara se ponía de parto alguno de los dos estuviera preparado. El Doctor leía en el despacho, un libro sobre embarazos múltiples intentando anticiparse a cualquier eventualidad. Ni sospechaba que su hija hacia lo mismo que él agazapada en un pasillo y vela en mano. Sabía que Sara podía ponerse de parto en cualquier momento y la quería ayudar.


Capítulo LIX Habitación de Sara y Miguel La ventana de la habitación se abrió sin hacer ruido…Miguel y Sara dormían profundamente. Ambos estaban agotados, Miguel porque tenía los nervios destrozados de la preocupación y Sara porque no podía ya ni con su alma. Navarro ya asomaba la cabeza por la ventana. Veía a Sara dormir, pero desde la posición en la que se encontraba, colgando en el alfeizar de la ventana no veía a Miguel. Así que pensó que Sara estaba sola. Se agarró con fuerza y giró la cabeza para decirle a Mendoza y a los demás que el camino estaba despejado y el plan continuaba. En los jardines de la Mansión El Chato ya estaba haciendo de las suyas y había conseguido seducir a la empleada de la Condesa. Justo cuando empezaba a quitarle el corsé a la muchacha, el Chato vio pasar algo extraño por el rabillo del ojo…Algo había pasado como una exhalación hacia la casa. El bandolero se plantó y plantó a la pobre chica que no entendía nada y salió corriendo en la misma dirección. Habitación de Sara y Miguel Navarro se había colado ya en la habitación y Mendoza estaba trepando por la pared para meterse dentro. Navarro vio a Miguel y pensó que era preferible poner el pañuelo con cloroformo primero a él y así, dejarle KAO para que no molestase. Justo cuando estaba a punto de lograrlo Mendoza se resbaló haciendo un sonido corto pero fuerte. Navarro se distrajo mirando hacia la ventana el tiempo suficiente para que Miguel se despertara y le redujera de un buen puñetazo.


Miguel ni se lo pensó, al ver que Sara no se había enterado de nada, agarró a Navarro del pie y lo sacó a rastras al pasillo. Una vez allí y pensando que Navarro iba sólo pidió ayuda. El Doctor García y Patricia fueron los primeros en acudir al pasillo del cuarto de Miguel y Sara.


Capítulo LX -Doctor!!Entré a vigilar a Sara que temo que se despierte tras el altercado-Miguel se lo dijo como una orden y viendo la situación el Doctor no se lo pensó y entró en el cuarto. Por el pasillo llegaban Marcial y Juan corriendo -Miguel!! ¿Qué ha pasado?-preguntaron los dos bandoleros casi al unísono mientras miraban a Navarro que seguía inconsciente. -No hay tiempo para explicaciones y estoy seguro de que este no ha venido sólo. Vamos!!-les espetó Miguel Justo en ese momento la puerta de la mansión era golpeada con fuerza e insistencia. La sirvienta abrió y entraron como una exhalación Rafaelín y el Chato. -Señor Teniente!!-Rafaelín apenas tenía aliento pero sabía que era vital contar todo lo que había oído y visto. Lo contó todo en tres décimas de segundo y sin atascarse ni una sola vez. El Chato agachaba la cabeza ante la mirada de castigo de Juan. Le habían pasado por delante de las narices y ni se había enterado por estar a…otras cosas. - Pero, ¿entonces los demás están aquí también?-preguntó nerviosísimo Miguel -Sí, señor Teniente. Están todos y también su capitán. Y lo han repetido hasta la saciedad, el objetivo es matar a la Sita.-afirmó Rafaelín Miguel pensó en décimas de segundo mientras Flor y Amelia se aproximaban por el pasillo sin saber aún bien lo que ocurría. No tardaron en descubrirlo. -Chato, Juan, Marcial y Rafaelín salid a buscarles. Tienen que estar muy cerca. –Les ordenó Miguel poniéndose, sin darse cuenta a la cabeza de la partida de Bandoleros y sustituyendo a Sara-


Los bandoleros obedecieron y salieron a buscar a la pandilla de Olmedo y Mendoza., distribuyéndose las zonas de la mansión. -Flor, Amelia estar alerta de lo que ocurre aquí dentro y que el servicio os ayude si veis cualquier movimiento extraño gritad lo más fuerte que podáis .¿De acuerdo? Y a esté-dijo señalando a Navarro, atadlo y dejarle encerrado en la bodega- Les ordenó Miguel. Ambas asintieron con la cabeza.

Antes de que Miguel emprendiera camino hacia la puerta de la casa, se oyó un disparo. Todos miraron hacia la habitación de dónde provenía el disparo. Era el cuarto de Sara.


Capítulo LXI En el interior del cuarto de Sara y Miguel mientras en el pasillo se sucedía todo lo anterior Mendoza no se había caído de la pared, se quedó agazapado esperando que Miguel saliera de allí con Navarro. Olmedo y los demás seguían agazapado entre los frondosos jardines de la mansión esperando la señal para entrar. Justo cuando Mendoza iba a entrar, se abrió la puerta de la habitación y apareció e Doctor García. Sara escuchó por fin las voces de fuera y la puerta abrirse y se despertó asustada. -Sara, tranquila soy el Doctor García. Miguel me ha llamado porque te ha notado algo de calentura-le dijo para que ella no se enterara de lo que estaba pasando. Mendoza al ver q solo era un hombre decidió jugársela y entrar. Salta la ventana y entra pistola en mano apuntando al doctor. -Quietecito imbécil o no lo cuentas-dijo Mendoza que fue derecho hacia Sara. Patricia estaba viéndolo todo agazapada tras un sillón de la habitación. Había estado en el pasillo y se había enterado de todo y aprovechando la confusión había entrado tras su padre sin que nadie ni siquiera él se percatara. Quería ayudar. Al ver que Mendoza levantaba a Sara e intentaba sacarla por la ventana. El doctor fue hacia él. Mendoza ni se lo pensó y le disparó. Patricia no gritó sólo se tapó la boca con su mano. Era una chica lista y sabía que sólo así podría ayudar. Sara intentaba zafarse de Mendoza pero no podía y él la zarandeaba hasta que en el tira y afloja Patricia agarró uno de los palos con punta afilada que había para azuzar el fuego de la chimenea y apareció por detrás dándole un buen golpe en la cabeza a Mendoza. Sara agarró instintivamente el colt de la mesita y fue hacia la venta y disparó al otro hombre de Mendoza que intentaba entrar.


-¡¡¡Patri, avisa de lo que está pasando ahora!!!-le gritó a Patricia mientras se arrodillaba como podía ante el Doctor. - Estoy bien, no te preocupes. La bala le había dado en el estómago, el médico sabía que ya no tenía remedio pero también sabía que su muerte sería lenta. Patricia se topó de frente al gritar en el pasillo con Miguel, Flor y María que habían oído los dos disparos. -Han disparado a mi padre. Había más hombres fuera del cuarto- les dijo Miguel entró en la habitación justo para vislumbrar la silueta de Sara agazapada con el colt en la mano junto al Doctor. Sara se estaba incorporando al escuchar la puerta pero…-¡¡¡¡Ahhhhhhhh!!!- el grito de Sara le hizo acercarse hasta ella velozmente. En el suelo, a los pies de Sara se estaba formando un charco de agua y sangre


Capítulo LXII -Pronto, súbela a la cama. Sara acaba de romper aguas-dijo el Doctor a Miguel incorporándose como buenamente podía. Miguel agarró a Sara en sus brazos y la posó sobre la cama. María, Flor y Patricia estaban inmóviles en la puerta hasta ese momento presenciando la escena. -María, busca a Marcial. ¡¡corre!!-dijo Miguel y la mujer salió corriendo. Miguel sabía que para Sara tener el apoyo de Flor era fundamental -Patricia-el médico llamó a su hija que le abrazó y le dijo en voz baja-Cariño, eres una chica valiente y sé que podrás con esto. Me quedan unas horas e iré poniéndome peor así que…todo depende de ti. Sara y sus niños están en tus manos. Lo vas a hacer muy bien. ¿Me lo prometes? -Patricia se limpió las lágrimas y le dijo-Si, Papá te lo prometo Flor estaba cerca y lo escuchó todo. Se agachó junto a ellos mientras Miguel desnudaba a Sara preparándola para el parto.-Doctor, no se preocupe Patricia no está sola. He escuchado todo y si usted quiere mi marido y yo nos haremos cargo de ella. Tendrá todo nuestro cariño y la educación para convertirse en un gran médico.-le dijo Flor -El médico la miró con rostro de agradecimiento y respondió a la maestra- Tráeme rápido papel y pluma-

La maestra agarró del escritorio lo que le había pedido el Doctor mientras Patricia le besaba- El médico firmó una hoja como testamento legando todo a su niña y la custodia a Marcial y a Flor.-Ahora ya es legal, cuídenla. Les estaré eternamente agradecido-dijo el médico.


Capítulo LXIII -Ya está, doctor-dijo Miguel que sólo tenía ojos para Sara. Sara estaba desnuda. Flor se acercó a la cama y miró al doctor y a Patricia.- díganos, ¿Qué hacemos? -Flor trae agua caliente lo más rápido que puedas. Patricia sabes lo que tienes que hacerdijo el médico desde el suelo, su voz se estaba apagando, él sabía que en unos minutos estaría inconsciente. Patricia se incorporó, se secó las lágrimas y le dio instrucciones a Miguel para que colocara a Sara. El dolor de Sara era muy grande pero pese se hacía la fuerte e intentaba colaborar. -Sara cuando yo te diga tienes que empujar muy fuerte. ¿De acuerdo? Miguel agárrala por la espalda y sujétale la mano le ayudará.-dijo la pequeña Sara empezó a respirar mal y a gemir… -Sara eso es una contracción tienes que empujar muy fuerte. No tenemos tiempo y hay q sacar a los dos-le dijo Patricia. Sara empujó y empujó, mientras Miguel se atacaba de ver que no podía hacer más de lo q estaba haciendo por evitarle todo aquello. Flor entró con la sirvienta con dos ollas de agua caliente y el maletín del doctor. La sirvienta salió y Patricia se dirigió a Flor. -Necesito que me ayudes Flor-dijo Patricia y la maestra asintió e hizo cada cosa que la chica pedía.

Los gritos de Sara se elevaban cada vez más…


Capítulo LXIV Mendoza ya estaba encerrado en la bodega de la mansión junto a Navarro pero ambos estaban inconscientes. Olmedo y el resto de hombres no sabían que estaba pasando dentro de la casa pero entendieron que algo no iba bien, y que lo mejor que podían hacer era largarse de allí. Misión un tanto imposible ya que habían observado como los bandoleros los estaban buscando. Juan, el Chato, Rafaelín y Marcial se habían divido en dos grupos y rastreaban la zona mientras los malhechores seguían escondidos. En la habitación de Sara Sara se retorcía de dolor pero seguía empujando tal y como le indicaba Patricia. -Vamos Sara, veo la cabeza, vamos!-le dijo Patricia Sara volvió a empujar lo más fuerte que pudo -Sara está saliendo. ¡vamos!-le gritó Flor Sara seguía empujando mientras el sudor empapaba su preciosa melena que Flor le había recogido en una trenza. -Miguel, sigue mojándole la cara y el cuello con agua fría-le indicó Patricia La cabeza del bebé ya estaba saliendo -Sara, es el último empujón! Tienes que poner todas tus fuerzas, se que estás cansada pero tienes que ser fuerte-dijo Patricia Sara miró a Miguel y este agarró su mano con fuerza. El grito de Sara se escuchó desde fuera de la casa y en pocos segundos el llanto del bebé también.


-¡Es una niña, Sara!-gritó Flor emocionada agarrándola. Patricia se la estaba dejando en brazos de la maestra mientras cortaba el cordón umbilical. -Es una niña preciosa y está muy sana-dijo la chica mientras le indicaba a Flor que la limpiara antes de dársela a sus padres. Flor la baño en un nuevo recipiente que había traído la sirvienta y la envolvió en una mantita acercándose hasta Miguel y Sara. -Miguel, creo que esta niña es igual que tú. Tiene tu misma cara, fíjate!!-dijo Flor poniendo a la pequeña en los brazos de Miguel mientras Patricia observaba como andaba Sara ante la llegada del segundo bebé. Miguel tomó a la pequeña casi temblando. No podía creerse que aquella pequeña fuese suya. Era el mejor regalo que le podía dar Sara. La miró y vio cómo pese a su estado intentaba mirar a la pequeña y Miguel se la acercó. Sara la besó y la miró. -Flor tiene razón, se parece a ti, tiene tus labios y tu nariz…-dijo casi susurrandoBienvenida al mundo Elena-tal como dijo esto miró a Miguel que estaba emocionado. Miguel miró a Sara y la besóEn ese momento María que no había encontrado a Marcial entraba con cuidado por la puerta del cuarto… -María, te presento a tu nieta Elena. Necesitamos que la cuides porque la situación se nos ha complicado-le dijo Miguel

María besó a su hija y le dijo al oído-Sara eres fuerte siempre lo has sido. ¡Lucha!-Y salió el cuarto con la pequeña Elena en sus brazos.


Capítulo LXV Estaba amaneciendo y los bandoleros buscaban a Olmedo y al resto de los hombres de Mendoza para poner fin a su venganza contra Sara. Rafaelín iba con el Chato pero de pronto desapareció ante la sorpresa del mismo, que miraba por todos lados sin entender donde se había metido el cuervo negro. (Sin alzar la voz)-Rafelín! Rafaelín Al Chato le cayeron unas hojas y algunas ramitas encima, obligándole a mirar hacia arriba… Allí estaba Rafaelín, encaramado en la copa de un árbol. -¿Qué haces ahí?-le dijo el Chato -Cállese señor Chato que estoy investigando a los malos-le respondió Rafaelín -¿Qué dices cuervo negro? -Pos eso…que los malosos están escondidos ahí y los estoy espiaaaando.-le contestó Rafaelín Cuando el Chato comprendió que Rafaelín los había pillado… -Rafaelín, vigílales que no se muevan. Voy a buscar al Galeno y al Marqués. Vamos a darle a la acción. Si ves que se mueven silba bien fuerte ¿entendida?-le dijo el Chato -Entendido señor Chato, el cuelvo negro de sierra morena va a salvar a la Sita pa q no le hagan na estos malosos. En el cuarto de Sara y Miguel


Sara volvía a tener contracciones muy fuertes. Esta débil muy débil pese a retorcerse ya casi ni se la oía. Miguel se había puesto tras ella sujetándola por la espalda mientras Flor y Patricia asistían el parto. -Empuja Sara, vamos! Tienes que empujar-le dijo Patricia -Miguel, ponle ese paño con agua fría en la cara de nuevo. Está empapada en sudor-le dijo Flor Miguel miró a Sara. Sus ojos se cerraban sin poder evitarlo. Miguel se dio cuenta que Sara luchaba por mantenerse consciente. -Patricia!! Sara se está quedando inconsciente!!-gritó Miguel -No! No, no, no!!-gritó Patricia-¡No dejes que se desmaye!-le respondió a gritos Patricia -Sara!! Sara!! Cariño tienes que ayudarnos!!-le dijo Miguel mientras le daba golpecitos en la caraSara volvía a abrir y cerrar los ojos luchando por mantenerse despierta. Apenas les oía gritarle, estaba tan cansada, tan destrozada…Miguel fue consciente de la situación de Sara pero sabía que era una luchadora nata y le dijo lo que Sara necesitaba oír… -Sara, mi amor. Tienes que ser fuerte falta nuestro pequeño pateador ¿lo recuerdas? Tiene que nacer nuestro pequeño pateador y tienes que estar aquí-le dijo Miguel acariciándole la cara empapada en sudor Sara luchaba por volver a ver a Miguel, una neblina cubría su visión pero intuía la cara de su teniente. -Sara, nuestro pateador. Vamos! Sara centró la mirada y sacó fuerzas de donde pudo para volver a empujar. Llevaba mucho tiempo pero este bebé se resistía a nacer y casi no le quedaban fuerzas.


Sara empujaba y empujaba pero el bebe no llegaba. Patricia desesperada miró a Miguel. -No podemos perder más tiempo si no corona en unos minutos tendré que abrir y eso no es bueno para Sara-dijo Patricia -Pero… ¿no hay nada que podamos hacer?-Flor miró a Patricia con los ojos inundados en lágrimas Patricia se giró hacia donde estaba su padre. Hizo de tripas corazón y le tomó el pulso. Era débil pero estaba vivo todavía. -Papá! Papá! Necesito que me ayudes. El segundo bebé no nace y no sé qué más hacer. Cada vez queda menos tiempo y el niño se va a asfixiar y Sara ya no tiene fuerzas… El Doctor García apretó la mano de su hija sin abrir los ojos… su voz sonaba como un susurro tan tan débil que Patricia tuvo que acercar su oído a la boca de su padre. -Hija, el cordón…recuerda…el caso de la chica de Ronda…es el cordón y sabes lo que tienes que hacer…puedes hacerlo Patricia..........-el doctor García murió en ese momento. Patricia notó como su mano dejaba de apretar la suya. La chica quería llorar, gritar y patalear pero trago saliva y se centró. Tenía que salvar al bebé de Sara y a Sara.


Capítulo LXVI (NOTA : Esto es ficción, no soy médico ni tengo conocimientos médicos y tampoco he tenido tiempo de mirar si esto es posible así que tomarlo como pura ficción ) Patricia dio un beso en la mejilla de su padre, respiro hondo y se giró hacia donde estaba Sara muy decidida. -Flor sujeta a Sara por la espalda para que esté lo más cómoda posible y Miguel, necesito que le sujetes las piernas a Sara. Tú eres más fuerte y lo que voy a hacer le va a doler.ordenó Patricia Flor y Miguel obedecieron sin rechistar. -Patri, dime ¿Qué vas a hacer?, ¿Por qué no nace?-preguntó Miguel -Miguel tu hijo tiene enredado el cordón por eso, el esfuerzo de Sara es inútil. Voy a intentar moverlo para iberar al bebé pero si no funciona tendré que abrir.-le dijo con franqueza Patricia al Teniente. Miguel estaba blanco. Aquello era una pesadilla. La cama estaba encharcada en sangres y el suelo también. Sara estaba empapada blanca como la pared y sin fuerzas. Patricia miró a Miguel y supo lo que estaba pensando… -Miguel, no te voy a mentir…es difícil que Sara supere esto pero, a tu hijo tenemos que salvarle por ella, así que vamos!-le dijo Patricia -De acuerdo-respondió Miguel con cara compungida Flor había conseguido que Sara se despejara un poco, bañándola en agua fría -¡Sara!-le dijo Patri-Tienes que ayudarme para salvar a tu bebé. Esto te va a doler pero necesito que aguantes y que empujes con todas tus fuerzas cuando yo te diga. Sara asintió con la cabeza con la mirada puesta en Miguel.


-¡Vamos allá!-dijo Patricia La chica hizo lo que vio hacer a su padre en una ocasión y lo que había leído en algunos libros de doctores americanos. Introdujo su mano y con el instrumental que su padre le había enseñado intentaba separar el enredo que retenía al pequeño pateador de Sara y Miguel. Patricia sabía que lo q estaba haciendo era muy muy doloroso, todavía recordaba los gritos de aquella mujer de Ronda. Esa señora tuvo que ser sujetada por 4 mujeres para evitar que se moviera y Sara apenas lo hacía. Miguel sujetaba sus piernas pero apenas tenía que ejercer presión, miraba lo que Patricia estaba haciendo con cara de impotencia y volvia a mirar a Sara. Sólo en la casa de su bandolera se apreciaba el horrible momento que pasaba. Flor sujetaba un paño húmedo que pasaba por su cara mientras le daba palabras de ánimo. Aquello no se podía hacer rápido había que asegurarse pero Patricia sabía que estaba siendo un suplicio para Sara que cada vez estaba más débil. -Está ardiendo en fiebre-dijo Flor -¡ya está!-dijo Patricia- Sara, necesito que empujes muy fuerte. Te prometo que es el final. Vamos Sara! Miguel cambió de postura para acudir más cerca de Sara pero Patricia le paró- Miguel necesito que vengas a mi lado. Miguel besó a Sara y se arrodilló con Patricia. -Miguel, el bebé podría nacer asfixiado y necesitaría un masaje cardiaco y primero auxilios. Sé que tú como guardia civil tienes esa formación así que debes quedarte junto a mí. Cuando el bebé salga tendré que ocuparme de Sara. Tengo que intentar que no muera y para ello tengo que ser muy rápida. –le dijo Patricia al Teniente -De acuerdo aunque nunca he hecho eso con un bebé pero lo salvaré y tu salvarás a Saradijo Miguel convenciéndose de que todo iba a salir bien. -Vas a ser uno de los pocos hombres a los que se les otorga el derecho de ver nacer a sus hijos así de cerca. –le dijo Flor


Miguel miró a Sara buscando que ella le diera su aprobación. Sara se giró hacia él y le dijo-Sálvalo Miguel, sálvalo, lo demás no importa-Vamos entonces-dijo Patricia-Sara empuja ahora!!


Capítulo LXVII Rafaelín seguía vigilando a Olmedo y los hombres de Mendoza desde lo alto del árbol. Giró y vio llegar al Chato con el Marques y el Galeno. Le hicieron señas para que bajara del árbol y así lo hizo. Eran cuatro contra tres así que decidieron rodearlos silenciosamente. Rafaelín salió entre la maleza… -Capitán, capitán! Me persiguen! Los tres hombres se sorprendieron del ver al tonto del pueblo allí pero no les dio ni tiempo de reaccionar los bandoleros les salieron por detrás y les cayeron encima sin dejarles decir ni “ay”. El chato se encargó de Olmedo que no se libró de un buen puñetazo -Esto por la jefa, cacho perro-le dijo el Chato a Olmedo

Una vez atados emprendieron camino para la mansión de nuevo


Capítulo LXVIII Sara empujó con todas sus fuerzas, hizo un esfuerzo sobre humano. Quería que su bebé naciera. Necesitaba que todo aquello, que su sacrificio valiera la pena… -Oh Dios mío!! Le estoy viendo Sara!! Veo la cabeza de nuestro pequeño pateador-le gritó Miguel Sara no podía más. Cada vez tenía más fiebre pero no se consentía a sí misma desfallecer -Sara, eres fuerte un empujón más y le sacamos-le dijo Patricia La sangre que Sara estaba perdiendo era abundante, todos eran conscientes. Flor no paraba de empaparle el cuello y la frente con agua fría pero veía que cada vez estaba peor. Sara notaba que se estaba yendo pero empujó. -La cabeza, Sara la cabeza está saliendo-le dijo Miguel levantando la vista para verla pero cuando miró vio como Sara caía hacia atrás. Flor la sujetó. -Sara!!-gritó Miguel Flor, agobiada, no paraba de darle golpecitos en la cara. -Miguel se ha desmayado. La verdad es que no sé cómo ha aguantado tanto. Pero ahora necesito que me ayudes.¡¡rápido!!- le dijo Patricia-sujétale las piernas, tengo que sacar al bebé como sea. Patricia se las ingenió para sacar al bebé con la ayuda de un instrumento inventado por su padre. -Ya está!!-gritó-No tardó ni un segundo en comprobar que estaba bien y que respiraba aunque con dificultad, le limpió como pudo y le pasó el bebé a Miguel.-Está perfectamente, tenéis otra niña.


La pequeña hacia esfuerzos por abrir los ojos y pese a lo que había sufrido no lloraba. Era como si fuese consciente de que su llanto no ayudaba en ese momento. Miguel la besó y miró como Patricia se acercaba a Sara para tomar su pulso. Miguel se acercó con la pequeña en brazos y habló a Sara mientras Flor salía de la habitación a toda prisa para traer algo que Patricia le había pedido. -Sara, mira-le dijo casi en el oído mientras sus lágrimas resbalaban por su mejilla-Mira, no era un pateador, es una pateadora y no nos puedes abandonar. Recuerda que no hablábamos de que fueran dos niñas y esta preciosidad no tiene nombre. Patricia se acercó al fuego con algo que había cogido del maletín de su padre. Miguel acariciaba el pelo de Sara mientras le ponía a la niña justo al lado. -Sara, Sara por favor …despierta-le decía Miguel La pequeña hizo un amago de llanto que hizo abrir los cansados ojos de Sara. La vio. -Sara, cariño no tiene nombre. Te necesitamos los tres muchísimo, por favor no te vayas-le suplicó Miguel Sara sonrió y la nena hizo una mueca muy similar a la de ella que sorprendió a Miguel. Estaba tan agobiado que no se había dado cuenta que la pequeña era igual a ella. La nariz, la forma de los ojos que seguía intentando abrir, los mismos labios. Sara movió su mano temblorosa hasta la pequeña intentando acariciarla peo cayó sobre la cama sin fuerza y cerró de nuevo los ojos. -Saraaaaaaaaaaaaaa!!! –gritó Miguel Flor entró con algo en las manos y vio a Miguel allí dejo aquello sobre la mesa y corrió hacia la cama junto a Sara. Patricia volvió hacia ellos corriendo volvió a dar órdenes. -Flor, llévate a….a la peque….antes de que pudiera completar la palabra Miguel la interrumpió acercándole a la niña


-Llévate a Sara junto a su hermana y su abuela y cuídala bien. Es igual de especial que ella.-Miguel había elegido el nombre de su niña, creía que más bien el destino lo había elegido por él. Flor obedeció sacando a Sara de la habitación y Miguel se dispuso a ayudar a Patricia en lo que necesitara. -Tengo que cortar la hemorragia ya. Se está desangrando-dijo Patricia- Miguel, voy a hacer todo lo que pueda pero esto me queda grande-


Capítulo LXIX Los bandoleros metieron al resto de la banda de Mendoza y a Olmedo en la bodega junto a Navarro y Mendoza que ya estaban ahí y seguían inconscientes. Cerraron la puerta y salieron de allí entre risas y pitorreo. La partida estaba contenta porque habían apresado a todos. Al subir a la zona del salón se quedaron paralizados. Vieron a María con un bebé en brazos y a Flor bajando en esos momentos con otro. -Os presento a Elena Romero Reeves-dijo la orgullosa abuela -Y yo os presento a Sara Romero Reeves-dijo Flor como si fuese la tía de las pequeñas pero añadió-Marcial, será mejor que subas Sara….Sara no está bien y Patricia hace lo que puede. Marcial no perdió tiempo y subió de dos en dos las escaleras hasta llegar al cuarto de Sara. El Chato, el Marques y Rafaelín corrieron a conocer a las niñas. -¡¡Esta es igualica a la Sita!!-dijo Rafaelin -tsssssss- le regañó Flor- No grites o las asustarás -Mira, Chato. Elena es el teniente pero en niña. Ay madre ¡! Las niñas de la bandolera y el guardia civil y ninguna de las dos puede negar de quienes son.-dijo el marques felicitando a María. -Sólo espero que la jefa se salve de esta…-dijo el Chato preocupado -Está muy mal, es mejor que no nos engañemos-dijo María abrazando a la pequeña Elena.


Capítulo LXX Marcial entró sin llamar al cuarto. La escena que se encontró era desoladora. Patricia llena de sangre sentada a los pies de la cama con la mirada perdida y Miguel al lado de Sara , poniéndole paños fríos en la cabeza. -Patricia!-Marcial llamó a la chica.-Dime rápido cual es la situación de Sara!-la chica no reaccionaba, estaba extenuada-¡Patricia!-le gritó Marcial provocando una reacción en ella. -Perdón, perdón. No he sabido hacerlo mejor-Patricia rompió a llorar Lo que había vivido a su corta edad, toda la responsabilidad había sido demasiado y sobre todo teniendo en cuenta que había tenido que ejercer de médico cuando su padre se estaba muriendo a su lado. Marcial era consciente de todo. -Patri, cuéntame en qué situación está Sara.-le dijo acariciando su pelo Patricia le explicó al doctor la complicación con la segunda niña. Se había producido un desgarro muy grande y que Sara perdiera muchísima sangre lo que se unía a la debilidad de su cuerpo tras el complicado embarazo. -En cuanto has sacado a la pequeña, has cosido a Sara ¿es así?-le preguntó Marcial -Sí. Lo he hecho lo más rápido que he podido y lo mejor que he sabido pero es que…mírela…lo debo haber hecho mal. Esta hirviendo en fiebre y no conseguimos bajársela. Ha perdido tata sangre que no creo que pueda recuperarse.-le dijo Patricia entre sollozos. -Patricia lo has hecho muy bien. Mejor que médicos de gran experiencia. Has alvado a las pequeñas y puede que a Sara. Al menos ahora tiene una oportunidad si llegas a abrir para sacar al bebé no lo hubiera soportado. Así que tranquila sal de aquí y lávate. Cuando lo hayas hecho, ve con Flor.


Marcial besó a la pequeña que salía casi arrastrándose. -Patricia-la llamó Miguel antes de que saliera de la habitación- Mis hijas y yo te debemos la vida y creo que Sara también ya verás. Gracias Marcial revisó a Sara en profundidad. -Miguel, esta chica es un portento. Lo ha hecho mejor que cualquier médico de renombre. Es increíble pero si Sara sigue viva, se lo debemos a ella. Nuestro objetivo ahora es bajarle la fiebre pero tiene que ser ella la que luche por quedarse. Su cuerpo está muy débil y su reacción a partir de ahora es una incógnita.

Marcial inyectó algún tipo de sustancia en el brazo de Sara y pidió a Miguel que fuera a buscar a la criada para llenar la bañera de agua fría. Había que frenar esa fiebre como fuera.


Capítulo LXXI Miguel llevaba a Sara desnuda en sus brazos. Parecía una muñeca rota, tan frágil…Miguel se paró al llegar a la bañera y la sumergió en ella. Sara, ni aun así hizo muestra alguna de dolor e incomodidad pese a que el agua estaba helada. Miguel miraba su cara, que permanecía inalterable, lo que le hacía pensar que su Sara se le estaba escapando de las manos. -Miguel!-le llamó Marcial- has sumergido a Sara? -Sí, pasa-respondió Miguel -Bien, tenemos que dejarla ahí durante media hora para intentar q le baje esa fiebre. Sólo así tendremos una oportunidad para ayudarla. Flor había entrado sigilosa y se asomaba a la puerta del baño. Lo había oído todo. Detrás de ella salió otra cabeza, la de Patricia que también quería saber cómo estaba Sara. -Miguel, baja y conoce a tus niñas y nosotros cuidamos de Sara durante esa media hora.-le dijo Flor Miguel hizo un gesto de negativa con la cabeza y agarró la mano de Sara… -Señor, sus hijas le necesitan. Son bebés de tan solo unas horas pero lo perciben todo.-le dijo Patricia Miguel, por primera vez pensó en sus niñas. Era una sensación extraña hasta ese momento para él que sólo había tenido ojos y corazón para Sara. Pero, ahora sentía que su corazón se había hecho más grande y ahora entraban sus tres amores. Miguel se levantó y les dijo-está bien pero me llamáis si sucede algo, en 20 minutos vuelvoEn el despacho


Las niñas estaban en una cunita junto al fuego. María tenía la mano puesta sobre la cunita como si las hubiera estado meciendo pero la que se había quedado dormida era ella. Miguel entró sin hacer ruido y vio la escena. Le hizo sonreír por un momento pero al segundo siguiente le hizo pensar que quería vivir estas escenas con Sara y que podía que… Miguel se puso a llorar en silencio mientras miraba a sus niñas. Elena no paraba quieta y le daba algún q otro manotazo a su hermana. Sara miraba fijamente a su padre. Estaba seria y tenía los ojos muy abiertos. Lo veía borroso pero la pequeña se esforzaba por mirarle y a Miguel le impacto. Era como cuando Sara quería contarle algo importante. En ese momento Elena le arreó un manotazo en todo el ojo a Sara soltando una carcajada y Sara no tuvo más remedio q mirar a su hermana. Miguel temió que la pequeña se pusiera a llorar pero no lo hizo. Sara se reía y Ele también. María se despertó y vio la estampa. -Miguel, y Sara?-preguntó -Marcial intenta bajarle la fiebre. Tiene que estar media hora sumergida en frio. -Voy a subir…-pero antes de irse, María se giró y le dijo a Miguel-¿quieres cogerlas? -Miguel no disimuló-Si, pero no sé cómo hacerlo...son tan pequeñitas y…son dosMaría hizo que Miguel se sentara junto al sofá. -toma-le dijo poniendo a Elena sobre su regazo. -Esta pequeña es igual q usted-dijo María girándose de nuevo a la cuna mientras Miguel besaba a Ele que reía encantada. -Y aquí tiene a la pequeña Sara, q no puede negar quien es su madre, es impresionante.Tras decir esto María colocó a Sara sobre el otro brazo de Miguel y allí les dejó a solas.


Capítulo LXXII Miguel estaba totalmente anonadado mirando a sus hijas cuando Patricia vino a buscarle. -Miguel, te llama Marcial, yo me quedo con las niñas-dicho esto agarró a Elena que ya le echaba los brazos. Miguel dio un beso a Sara y la dejó en la cunita. Dio otro beso a la pequeña Ele que estaba en brazos de Patri y salió de la habitación. En la habitación de Sara y Miguel. -Miguel, saca a Sara de la bañera empieza a tener los labios azules y eso no es bueno-le dijo Marcial Miguel salió corriendo hacia el baño y agarró a Sara sacándola de la bañera. Flor puso sobre ella una gran toalla. Ambos la secaron y la envolvieron con una manta sacándola a la cama de nuevo. Miguel se fijó en su cara, tenía muchas ojeras y los labios amoratados. Estaba muy malita. La dejó con cuidado en la cama y se quedó junto a ella mientras Marcial la revisaba. -Le ha bajado la fiebre, Miguel-le informó Marcial-pero está muy débil. Sólo nos queda esperar y ver cómo reacciona su cuerpo. Si sobrevive a esta noche tendremos esperanzas, las próximas horas son críticas. Miguel la besó en los labios y le acariciaba el pelo con la mirada perdida en sus rizos rubios. Flor se acercó a la cama y besó en la mejilla a Sara y le susurró al oído-Tienes que luchar, tus niñas te están esperando y te necesitan mucho. Piensa en ellas y piensa en Miguel, Sara. Cuando Flor y Marcial se disponían a salir del cuarto entró María. -Tengo que hablar con vosotros-dijo la madre de Sara.


Capítulo LXXIII María entró como una bala en la habitación. Se paró y miró a su hija. Miguel se dio cuenta de su preocupación… -Le ha bajado la fiebre pero aún está en peligro-le informó Miguel -Todo depende de que pase la noche, las próximas horas son cruciales-añadió Marcial María intentó asimilar aquella información pero tenía que decirles lo otro, el otro problemas. Era una mujer fuerte como su hija y tenía que velar x lo que haría su hija de estar en condiciones. -Miguel, acércate-dijo María mientras se aproximaba a donde estaban el Galeno y Flor -Lo que le está pasando a Sara no nos ha dejado pensar más allá. Nos hemos obcecado y nadie ha visto un gran problema-dijo María Miguel abrió los ojos como platos. No entendía a qué se refería -Tus hijas, Miguel son dos bebés preciosos y sanos y parecen tener un sexto sentido para no molestar. Es como si supieran que está pasando algo gordo y se comportaran para que podamos salvar a su madre-María rompió a llorar pero prosiguió- pero Miguel esas pequeñas llevan todo el día sin comer, son bebés de horas y están hambrientas y si Sara sigue así las niñas pueden morir de hambre… -Dios mío, mis hijas!!! –Dijo Miguel en voz alta-He estado tan ciego ni cuenta me he dado -Eso si es un problema-dijo Marcial- Si buscamos a un ama de cría y Sara se recupera no podremos cambiarlas luego para que las amamante, tampoco sabemos si tendrá leche para las dos y tampoco sabemos si podemos encontrar en menos de 24 horas una ama de cría que tenga suficiente leche para su criatura y tus mellizas Miguel-


Miguel se puso las manos en la cara y sollozó. Estaba roto, descompuesto si al menos Sara le ayudara a ver las cosas con claridad‌.


Capítulo LXXIX María, el Galeno, Miguel y Flor seguían paralizados en la puerta de la habitación intentando pensar en la mejor opción para las pequeñas y no se dieron cuenta que mientras hablaban Patricia había entrado y se había sentado junto a Sara. Le tocaba la frente y sonreía ya que notaba que la fiebre le había bajado un poco. De pronto se sobresaltó… -tssss tss tsssss…callaros!!-gritó Patricia- Momento en el que todos fueron conscientes de que Patri se había colado sin que ninguno se percatara. Patricia se inclinó sobre el rostro de Sara, le acarició el pelo y miró a Miguel… -Te está llamando, Miguel-dijo Patri contundentemente -¿Qué dices?-Dijo Marcial -¿En serio?-preguntó Flor casi a la vez María sólo miraba a su hija con la boca abierta y Miguel no tardó ni un segundo en correr a su lado. Patricia se apartó -Miguel –la voz de Sara era casi un susurro-Miguel-sus ojos no se abrían -Dime cariño, estoy aquí -Trae a las niñas. Tráelas-le ordenó Sara. Estaba Sara pero Miguel la conocía y su tono era firme. Estaba seguro de que lo había escuchado todo. -Me pide que subamos aquí a las niñas, bueno no lo pide lo ordena-les informó Miguel Antes de que terminara la frase y Patri había sacado casi arrastrando de la mano a Flor escaleras hacia abajo. Ni dos minutos tardaron en volver a aparecer. Flor llevaba a Elena y Patri a Sara. Miguel se levantó…


-Dejadme que sea yo quien las entregue-les dijo a las chicas Primero agarró a Elena, le dio un tierno beso en la frente y la situó en el regazo de Sara… -Aquí tienes a Elena-le dijo -Ayúdame -(susurró Sara)-¿Qué quieres que haga?-respondió Miguel -Miguel quiere que le abras la bata-interrumpió Flor vislumbrando las intenciones de Sara, ella también estaba segura de que les había oídoMiguel desabrochó la bata de Sara dejando su pecho desnudo mientras el Galeno y Maria salían de la habitación… -Si resulta, María es muy probable que Sara se recupere porque eso indicaría que la leche está bien y que su cuerpo ha reaccionado bien y se irá recuperando. -Voy a rezar por ellas, por mis tres chicas-le respondió María ya en el pasillo Dentro Flor le entregó una almohada grande a Miguel… -Pónsela en la espalda Miguel-dijo Flor mientras miraba como Patricia le entregaba a Sara. Cuando la pequeña Elena estaba sobre la cama y Sara con su padre, las dos dejaron a la familia Romero Reeves a solas. -Miguel, ayúdala-con voz frágil Sara pidió y Miguel acercó a Elena hasta su pecho. A la pequeña le faltó tiempo para mamar aunque lo hacía con tanta desesperación que Miguel tuvo que acariciar su espalda intentando tranquilizarla. -Miguel… ¿Dónde está….preguntó Sara dándose cuenta que no sabía cómo se llamaba la pequeña, solo oyó que era otra chica. Miguel consciente de que Sara no conocía el nombre, no se hizo de esperar.


-Sara, mi amor el nombre de nuestra otra niña es Sara-Que original-ironizó Sara lanzando una media sonrisa-Coloca a Sara al otro lado debe estar hambrienta también. Miguel obedeció y ahí se quedaron los cuatro durante buen rato. Las niñas mamaban y parecía gustarles lo que tomaban así que la leche estaba en perfectas condiciones pese a todo lo que había pasado Sara.

Miguel miraba a Sara y tenía ganas de llorar. Estaba orgulloso y muy emocionado era la mujer más fuerte y valiente del mundo. Y además le había dado a las dos muñequitas más preciosas que había sobre la faz de la tierra.


Capítulo LXXV El sol despuntaba ya por el horizonte cuando Miguel abrió los ojos. Se había quedado dormido y se puso nervioso no había vigilado a Sara ni a las niñas. Se movió con cuidado se había quedado dormido abrazando a Sara y en medio de ambos las pequeñas. Miguel las miró y sonrió pero inmediatamente se levantó y fue al lado de la cama de Sara a tocarle la frente. Parece q le había bajado aunque estaba muy pálida y demacrada. Decidió ir a por Marcial pero cuando abrió la puerta se encontró en las butacas q había en el pasillo a Flor, Marcial y María dormidos. Patri estaba sentadita en el suelo con la cabeza sobre el regazo de Flor. Ninguno de ellos había querido alejarse de Sara y de las niñas. La primera en darse cuenta de que Miguel había salido del cuarto fue Patri que se levantó como si tuviera un muelle en las posaderas. -Miguel!!!! –gritó Patricia lo que hizo despertar a los demás que se desperezaban doloridos por pasar la noche en la silla. -Cómo están?-añadió Patricia aunque sin dejarle contestas ya se había metido dentro de la habitación. Patricia tocó la frente de Sara y le comprobó el pulso…sonrió y entonces se fijó en las niñas que la miraban. Estaban perfectamente despiertas pero no lloraban solo observaban. -Marcial! Entra, corre!! Sara no tiene fiebre y las niñas están perfectas y despiertas muy despiertas. Miguel entró corriendo para ver q todo estuviera bien. Detrás de él entró Marcial y Flor que fue a agarrar a Sara. Miguel llevaba a Elena en brazos y se la entregó a María. -Vamos a esperar a que despierte y vemos si podemos seguir con la rutina. Si todo va bien Sara podrá dar de mamar a las niñas-dijo Marcial-Es increíble la fuerza q tiene.


Capítulo LXXVI Seis meses después…. Casona de las bodegas Romero Reeves La gente del servicio y algunos jornaleros se encontraban en los jardines de la casona colocando las guirnaldas y las flores. Sara ya estaba recuperada totalmente pero había pasado meses en cama. Esa mañana estaba radiante mirando por la ventana mientras les hablaba a las niñas que estaban tumbadas en la cama de sus padres. -¿Sabéis una cosa? Hoy, vuestro Papá y vuestra Mamá van a cumplir un sueño que parecía que no se iba a cumplir nunca. ¡¡¡¡Hoy nos casamos mis niñas!!!!!-Sara dijo esto volviéndose hacia donde estaban Elena y Sara mirándola atentamente. Sara se acercó para hacerles cosquillas y besarlas a la vez. Ellas respondieron con risas contagiosas. En ese momento entró Flor a la habitación sin llamar -Pero….¿Aun estas así señorita Reeves?....que sepas que estaba vez no pienso dejarte ir a tu boda sin pasar por la bañera…¡vamos jovencita! -Pero, pero , pero---A Sara no le dio tiempo ni a rechistar porque Flor la arrastró al baño mientras Sara escuchaba la risilla floja de Patricia que obviamente había acompañado a Flor y que estaba claro…tenía como misión encargarse de las nenas.

En el cuartel de la Guardia Civil Todo estaba en calma desde hacía meses Olmedo y los hombres de Mendoza estaban encerrados en un penal de la capital a la espera de juicio y a Miguel le habían nombrado Capitán. Esa no era la única sorpresa…Morales ahora era Teniente y en Arazana se respiraba honradez y tranquilidad.


-Capitán, adecéntese el uniforme que se casa usted hoy-como hizo la otra vez comenzó a cepillarle y colocarle el uniforme mientras Miguel se reía con ganas pero de forma brusca se apartó de él mirándole a los ojos. -Morales júreme por Dios y por su Paca que esta vez no olvidará los anillos o le mato-le dijo Miguel Morales avergonzado agachó la cabeza- Se lo juro Capitán, se lo juro En la Casona Romero Reeves Sara escuchó desde el baño una voz familiar dando órdenes. Estaba claro que de tal palo…. Sara se asomó a la ventana con el pelo mojado y envuelta en toallas. -Mamá ¡! No les grites que te oyen igual y deja de ser tan marimandona-se lo dijo con una sonrisa y lanzándole un beso. -Ahora subo hija-le respondió Amelia -Ya sabes jefa, ahora entiendo muchas cosas de tu carácter-Dijo el Marqués sonriendo pícaramente. Desde que se volvieron a encontrar el Marques y Amelia no se habían separado y pasado un mes del nacimiento de las niñas contrajeron matrimonio en una ceremonia privada. Estaban felices y aún eran muy jóvenes. El marqués nunca pensó que ejercería de abuelo tan pronto y menos de las hijas de Sara…pero estaba feliz. En el cuarto de Sara seguía dejándose hacer por Flor. Cuando le colocó el corsé, el cancán y las sallas de novia Sara no pudo dejar de hacer lo que haría toda niña con un vestido nuevo dar vueltas sobre si misma. Pero se mareó y si no la llega a agarrar Flor hubiera ido al suelo. -Sara, tienes que estar más tranquila. Marcial te dijo que ya estabas recuperada pero tu cuerpo aún se está recuperando y no está fuerte del todo.


Sara sentada sobre el borde de la cama asintió pero cuando Flor se dio la vuelta para volver a entrar al baño, se quedó pensativa. Cuando Flor quiso coger todo lo que le hacía falta del baño para peinarla…la habitación estaba vacía. -¿Sara?, donde se habrá metido esta ahora…no cambiará nunca-dijo Flor viendo la nota que había sobre la cama

Nota: Flor, no te enfades que yo también te quiero. He ido un momento porque se me olvidó hacer algo importante. Tardo media hora, lo prometo. Fdo : Sara Reeves (Pronto Señora Romero )


Capítulo LXXVII Sara andaba muy rápido, demasiado rápido para llegar a la consulta de Marcial. Su respiración se agitó más fuerte tras atravesar el rio y justo antes de llegar al centro de Arazana. Cuando estaba doblando la calle que terminaba en la plaza tuvo que apoyarse contra la pared. Las fuerzas le fallaron y la pared fue la que detuvo que se fuera al suelo. Se sentó como pudo e intento recuperar la respiración sin abrir los ojos. Roberto que en ese momento iba hacia la taberna la vio y corrió hacia ella. -¿Estás bien, Sara?-le dijo-¿qué haces aquí? Deberías estar….-dijo Roberto -Lo sé. Debería estar preparándome para la boda. Pero es que tengo que hacer algo muy importante antes-le respondió Sara. Roberto la agarro por la cintura y la intentó poner en pie pero el cuerpo de Sara se vencía. -Tu cuerpo todavía está débil por la enfermedad no deberías haber corrido tanto. Eres una….-Roberto fue interrumpido por Sara -Una cabezota, sí. Lo sé-le respondió Sara- Roberto necesito ir a la consulta de Marcial te importaría…- Sara le pedía ayuda pero no hacía falta. Roberto la hubiera llevado donde hubiera hecho falta. Roberto la agarró entre sus brazos y se dispuso a llevar al consultorio. -No vayas por la calle del cuartel. No quiero que Miguel se preocupe-le dijo Sara -De acuerdo-Respondió Roberto cambiando de rumbo. Pero justo en la plaza y antes de que Roberto entrara con ella en la Imprenta, uno de los guardias civiles que hacían la ronda les vio entrar y corrió a avisar a su Capitán.


Capítulo LXXVIII Consulta del Galeno -¡¡Sara!! ¿Pero qué diablos ha pasado?-gritó Marcial indicándole a Roberto que la dejara sobre la camilla - Me la encontré sentada en el suelo cerca de aquí. Esta mareada y dice que es porque llegó corriendo-le explicó Roberto -En realidad… comenzó Sara a hablar ya tumbada en la camilla y con una compresa de agua en la cabeza- …en realidad veía corriendo aquí, Galeno. -dijo Sara con las mejillas encendidas - Pero, ¿se puede saber a qué venías aquí el día de tu boda?-le preguntó Roberto intrigado Marcial se había dado cuenta que ella tenía que contarle algo que no era cosa de que les asistiera público. -Roberto, creo que es mejor que esperes fuera-le dijo el médico -No, Galeno no hace falta Roberto es un gran amigo y entiendo su preocupación. Además, sé que lo que escuche aquí no saldrá de aquí ¿verdad?-dijo Sara -Por supuesto. Lo sabes-le dijo Roberto acercándose y dándole un beso en la frente. -Marcial, sabes que llevo meses encontrándome perfectamente….comenzó Sara -Sí, tu recuperación era total hasta hoy, por lo visto. Todavía hay cosas que tu cuerpo no aguanta. Está claro-dijo el médico. -Marcial… tú me dijiste que a causa del embarazo de las niñas me han quedarían secuelas pero nunca me quisiste decir que secuelas. Sé que Miguel la sabes y no me lo quiere decir. Es importante que me las digas ahora.-le pidió Sara


-Verás, Sara…solo hay una secuela. Tu cuerpo aguantó demasiado y debido al grave sufrimiento que padeciste lo más probable es que no puedas tener más hijos. Lo siento-dijo el Galeno acercándose a ella y acariciándole la mano. La cara de Sara era un poema y su mueca indicaba sorpresa y confusión. Roberto también se acercó a ella y murmuró un “lo siento” muy bajito. -Galeno, has dicho probable o es seguro.-Sara quería saber la verdad -En el 90 por ciento de los casos estudiados de mujeres que han padecido lo que tú, se han quedado estériles. Lo he estado estudiando Sara, créeme-dijo el Galeno con los ojos tristes. Sara tenía la mirada en otra parte….pero de pronto posó sus ojos sobre el médico - Marcial, eso quiere decir que hay un 10% que no ¿verdad? -Sí, hay un 10% que…pero…Sara no estarás pensando….-dijo Marcial siendo interrumpido por Sara. -Marcial no estoy pensando nada. Estaba perfectamente, en estos últimos meses he montado a caballo, jugado con las niñas, andado por la sierra y estaba en perfectas condiciones pero llevo una semana con mareos, vómitos y muy débil así que será mejor que me revises porque o estoy embarazada o estoy muy enferma.-dijo Sara muy seria y mirando a los dos hombre fijamente -Pero eso no puede ser. Ese 10% solo ha ocurrido en Estados Unidos y tras varios tratamientos para que las mujeres pudieran concebir-dijo Marcial más para sí que para que lo escucharan Roberto y Sara-Bueno, creo que mejor espero fuera, Sara…-dijo Roberto volviéndole a besar en la frente. -Roberto, puedes irte tranquilo pero no digas nada a nadie y menos a Miguel, no quiero que se preocupe.-le respondió Sara Roberto salió del consultorio…


-Sara desnúdate anda, vamos a ver qué sorpresa me depara tu pequeño cuerpo.-le dijo Marcial Sara se desnudó y Marcial procedió a examinarla.


Capítulo LXXIX En el cuartel El agente que había visto a la futura señora Romero desmayada en brazos de Roberto entrando al consultorio estaba desquiciado. No encontraba al capitán. De pronto Miguel entró por la puerta con una ramo de preciosas rosas blancas con un lazo a juego y una sonrisa enorme. -Capitán Capitán!!!! -Dígame agente Rivero ¿Qué ocurre?-respondió Miguel dejando las flores sobre la mesa -Señor, hace una hora que le estoy buscando porque he visto que Roberto lleva a su señora desmayada en brazos a la consulta del médico-¿A Sara? -Sí, señor Miguel no dijo nada más salió por la puerta del cuartel como un rayo En la consulta Marcial había terminado el chequeo y estaba sentado mirando entre sus libros de medicina. Sara se estaba terminando de vestirse y miraba el comportamiento contrariado de su amigo. Sara pensó lo peor. Pensó que tenía una enfermedad mortal y que Marcial no se lo quería decir. No aguantaba más. -Marcial, dime la verdad. ¿Estoy enferma verdad? ¿Me voy a morir? Dímelo porque si es así suspendo la boda. No quiero que Miguel se convierta en un viudo a los dos días de nuestra boda.-dijo Sara a una velocidad de vértigo


Marcial levantó la cabeza. Había escuchado la preocupación de su amiga. No había sido consciente de lo que la había preocupado con su comportamiento pero tenía entre manos un caso único hasta el momento o al menos único de ser estudiado por médicos. -Sara, siéntate-dijo Marcial- él se levantó y se sentó en la silla que estaba al lado de Sara y le agarró las manos- No estabas equivocada por eso estoy tan alucinado. Sara, estás embarazada, ¡enhorabuena!-¿Mis sospechas eran ciertas?-Sara puso una enorme sonrisa en su rostro pero en seguida la quitó-Marcial ¿esto es peligroso? -No, Sara. Eso es lo curioso…tu cuerpo se ha recuperado con tanta normalidad que está perfectamente y ha engendrado un bebé como si no hubiera pasado nada antes. Tu embarazo es totalmente normal y tu cuerpo está perfectamente. Pero te equivocas en una cosa no estás de cuatro semanas sino de ocho. Debiste manchar el primer mes y pensaste que era una regla. -¡¡Dios mío!! No nos esperábamos algo así y menos ya-dijo Sara pensando en voz alta -No me extraña. Todos pensábamos que no podrías volver a quedarte embarazada. Yo mismo se lo dije a MiguelMiguel en ese momento entró dándose contra el marco de la puerta de la imprenta, en dos milésimas de segundo la cortina del consultorio voló y Miguel entró casi sin respiración buscando a Sara. -¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?- le preguntó a Sara arrodillándose junto a ella mientras miraba a Marcial. -Tranquilo, Miguel que Sara está bien yo diría que mejor que bien-dijo el Galeno saliendo y dejándolos solos -¿Qué pasa?- preguntó Miguel- un agente vio como Roberto te traía desmayada


-Tenía que comprobar una cosa. Pero ya está y voy a volver a casa para prepararme-dijo Sara besando a Miguel tiernamente en los labios -Pero, ¿no me vas a decir que te ha pasado? Te lo diré esta tarde en el momento más especial. Solo tienes que esperar, ese será mi regalo-le dio Sara -Yo tengo el tuyo en el cuartel pero te lo haré llegar a través de las niñas-le dijo Miguel -¿De las niñas?-preguntó Sara contrariada, pues como me lo tengan que contar o acercar estoy más que lista-dijo riéndose


Capítulo LXXX En la casona de los Romero Reeves…. Todo estaba listo, el jardín estaba precioso todo decorado con guirnaldas de flores blancas y lazos de raso por todas partes. Maceteros con flores lo adornaban todo. Los invitados, todo el pueblo, estaban ya sentados. Al otro lado de la casa, Chelo junto a otros sirvientes corrían terminando de preparar la mesa donde posteriormente se serviría el banquete. En la habitación de Sara… Flor y Sara salieron del cuarto de baño. Por fin Flor había terminado de peinar a Sara. Habían optado por hacerle el mismo recogido que en la boda frustrada. Sara decía que así rompía con la mala suerte de aquel día. Hoy, no era 4 de julio sino 7 de agosto, hoy si era el día. Al salir del baño se encontraron con Patri y María sentadas en los pies de la cama. Ambas guapísimas con unas faldas de raso que brillaban con el sol que entraba por la ventana. Las dos al ver a Sara abrieron la boca. -Estas….estás…-dijo Patri -Estas preciosa, hija mía-terminó María la frase pero sin levantarse a darle un beso. Algo que extraño a Sara y de lo que Flor, Patri y María se dieron cuenta y sonrieron cómplices. -Estás espectacular pero te falta un detalle ¿no?-dijo María -No, lo llevo todo, lo azul, lo viejo y lo prestado-respondió Sara-Veamos-interrumpió Patri- soy muy joven para saber estas cosas pero yo juraría que todas las novias suele llevar un ramo de flores -¡¡Ay Dios!! Es verdad Sara, no nos hemos acordado-dijo Flor con una sonrisilla Picara


- Es verdad, bueno no pasa nada que no cunda el pánico. Voy sin flores y ya está. Con lo que nos ha costado llegar hasta aquí solo faltaba que no baje por no tener el ramo de noviadijo Sara. -Bueno, entonces nos bajamos y recuerda que Juan te espera en la puerta para cuando estés lista llevarte al altar. No tardes que Miguel ya está esperándote junto al padre Damiándijo María -Que por cierto ya se ha bebido tres copas de vino-anotó Patri Las tres salieron por la puerta pero antes de cerrarla Flor la llamó: -Sara, estas guapísima, suerte. Te espero junto a tu teniente, digo junto a tu capitán. Esta vez quiero ejercer de madrina así que no tardesSara asintió dulcemente con la cabeza. La puerta se cerró y ella se dio la vuelta para mirarse en el espejo. De pronto escuchó las voces de Elena y Sara. No podía ser, las habían dejado en su cama solas…pero…habían olvidado a sus niñas con todo el trasiego. Dejó de mirarse y corrió de inmediato hacia la cama. Las niñas estaban sentaditas apoyadas en los cojines con dos vestidos elegantes de seda color champagne. Encima de Elena había una nota y encima de Sara un bouquet de rosas blancas preciosas atadas con una lazo de raso del mismo color.

Nota: Como te dije, nuestras niñas serían las que te entregarían mi regalo. Espero que hayan cumplido y hayan obedecido a su padre. Te amo, mi vida ayer, hoy y siempre. Te espero en el altar (soy el que va de guardia civil) Miguel


A Sara se le escaparon unas lágrimas de felicidad pero se recompuso y se dirigió a la puerta. La abrió y le pidió ayuda al marqués. En el jardín Todo estaba listo, Miguel se estaba poniendo nervioso porque Sara estaba tardando un poquito. Flor, le tocó en el hombro -Tranquilo ya viene. Estará leyendo tu nota y dejando a las niñas con Chelo para que se las dé a María. Patri dio la señal al músico del piano y este comenzó a tocar. Sara ya estaba allí. A Miguel le recorrió un escalofrío por el cuerpo pero estaba feliz. Miraba hacia todas partes pero no veía a sus niñas para que le dieran ánimo. María no las tenía. Juan y Sara doblaron la esquina y todo el mundo se levantó. Sara estaba preciosa, su vestido esta vez era de seda salvaje sin encajes ni bordados con un corpiño de cuello de barca que la favorecía más si cabía y su pelo estaba exactamente igual que en su boda frustrada pero la sorpresa no estaba ahí. Tras el impacto Miguel observó cómo Sara llevaba en la mano con la que iba agarrada al marques el ramo pero en la otra llevaba a la pequeña Sara y el Marqués a Elena. Las niñas miraban divertidas a todo el mundo y sonreían. Al ver a su papá, las dos comenzaron a saludarle con la mano provocando la risa de los allí presentes. Sin duda ese 7 de agosto iba a ser un gran día para todos. Al llegar al altar Miguel besó a Sara y también a sus pequeñas y miró a María pensando que sería ella quien las cuidará durante la ceremonia pero veía que sus amigos lo tenían todo muy bien medido. Las pequeñas no se iban a perder nada…Flor se acercó a la novia y tomó en brazos a Sara mientras el Marques se quedaba con la pequeña Elena que no hacía más que intentar coger el tricornio de su padre. -Hermanos, todos en Cristo-dijo el Padre Damián iniciando la ceremonia La misa se pasó volando. Hacía una tarde esplendida, el sol brillaba y corría una suave brisa que arrancaba el calor que pudieran tener. Miguel y Sara ya habían dicho sus votos


y se habían intercambiado los anillos. Sus miradas se cruzaban una y otra vez hasta que el Padre Damián por fin dijo esas palabras que llevaban tanto tiempo esperando escuchar. -Os declaro Marido y Mujer. Puedes besar a la novia Miguel agarró a Sara por la cintura atrayéndola hacia él mientras todo Arazana se ponía en pie aplaudiendo. Las niñas que además de saludar también sabían dar palmas al ver aquella algarabía decidieron aplaudir también riéndose inocentemente. Sin darse cuenta la noche había caído sobre Arazana, era una noche maravillosa de luna llena y llena de estrellas. Los invitados habían terminado de cenar y bailaban, bebían y reían con la orquesta que María había contratado. Sara y Miguel habían subido para acostar a las niñas que habían caído rendidas y aprovechando la coyuntura para disfrutar un poco de su soledad y alejarse del alboroto. Paseando llegaron al borde de los viñedos. La música se escuchaba pero lejana. -Y yo a ti Capitán Romero aunque… (Sara puso su mirada pícara) no me gusta que me ocultes cosas… -¿Yo? Sabes que no tengo secretos para ti-le respondió Miguel -Creo que deberías haber dicho lo que hablaste con Marcial sobre que podría quedar estéril Miguel cambió la cara… -Sara, no quería que sufrieras más. Además tenemos dos niñas preciosas así que no me atrevería a pedir más…Además, no crees que no es el mejor momento para sacar este tema… Sara le miró e intentó tranquilizarle… -Miguel te quiero, te amo y haría cualquier cosa por ti. Mi alma te pertenece y mi cuerpo por lo que se ve también -¿Cómo por lo que se ve? ¿Qué quieres decir?-preguntó Miguel contrariado


-Por lo que se ve, es capaz de recuperarse de algo que la mayoría de mujeres no pueden y todo por amor. -Es verdad, no sabes cómo recé para que te quedaras junto a mí y a las niñas -Y junto a los que vengan-añadió Sara mirando a la luna sin poder evitar sonreír -Sara, eso es muy difícil-dijo Miguel intentado ser realista -No, Miguel no es muy difícil. Dios nos ha premiado por todo lo que hemos pasado, por eso esta mañana estaba en la consulta de Marcial. Sara agarró la mano de Miguel y la puso sobre su vientre. -Felicidades mi amor, vas a volver a ser Papá-le dijo Sara con una sonrisa enorme mientras Miguel se quedaba paralizado- Cariño, estoy perfectamente y ni el bebé ni yo corremos ningún peligro-anotó Sara viendo como ante sus palabras la expresión de Miguel cambiaba. Miguel agarró a Sara por los aires y la comenzó a besar. Allí, en los viñedos y bajo la luz de la luna mientras la música sonaba de fondo.


ANEXO Un año después en la casona Romero Reeves La casona volvía a estar engalanada pero esta vez sin tanta gente. Una mesa larga y flores presagiaban una bonita celebración en familia y amigos. Los invitados estaban de pie charlando y bebiendo vino. Solo escuchaba el murmullo de las charlas si no fuera porque Patricia había sacado a Sara y a Elena al jardín e intentaba controlarlas. Las niñas no andaban, corrían y les gustaba jugar al escondite. Lo que traía a la pobre Patri de cabeza. En el cuarto Miguel miraba por la ventana que todo estaba listo. -Sara, es hora de que bajemos. Están todos y es nuestro aniversario así que sin nosotros no empiezan. Le decía esto mientras se acercaba a ella por la espalda y la abrazaba. Ella le respondió con un suave beso en los labios -Abel, no se ha querido dormir así que…-dijo Sara siendo interrumpida por Miguel que se dirigió a la cuna de su hijo levantándolo en brazos y sonriéndole -Así que tú has decidido venirte de fiesta con Mamá y Papá ¿no?, pues venga- dijo agarrándolo con su fuerte brazo y ofreciéndole el otro a Sara para bajar a la cena.


FIN


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