Revista 52

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27 guiño al tema que nos ocupa, no quiero provocar su ira hablando mal de su obra. El caso es que desistí en mi empeño de escribir una historia erótica y de provocación sexual y me centré en las otras dos definiciones de la palabra en cuestión que es tema de nuestra revista este trimestre. Y me di cuenta de que las dos tienen bastante relación. Provocar es incitar a alguien para producir una reacción en él. Mediante la provocación se busca normalmente una reacción negativa en la otra persona. Que haga algo que nosotros no queremos o no podemos hacer, por ejemplo. O buscamos que se enoje y para ello lo provocamos. ¿Para qué podemos querer que se enoje? Seguramente para que reaccione haciendo algo. Por eso digo que al analizar las dos primeras definiciones me parecieron bastante parecidas o relacionadas entre sí. Una vez que decidí de qué clase de provocación iba a tratar mi historia, empecé a imaginar situaciones. No me estaba resultando fácil crear una trama en la cual un personaje provocase a otro, que resultase atractiva para el lector y que a la vez tuviese un final un tanto original. Entonces, no sé por qué me vino a la cabeza un tema de actualidad. Seguramente escuché algo en las noticias o vi alguna página en Internet que hablaba de ello. El caso es que me acordé de cierto exdeportista, muy vinculado a una de las familias más influyentes de este país, que se ha visto involucrado en un escándalo financiero. Las últimas informaciones al respecto señalaban que, a pesar de los testimonios en su contra y a pesar de que son varias las pruebas presentadas en contra de ella, la fiscalía había manifestado que no veía motivos para imputar también a su esposa en el caso. Entonces empecé a recordar detalles de ese asunto que han ido saliendo en los últimos meses. Y se me encendió una lucecita en la cabeza. Una luz intermitente en la que se leía la palabra “PROVOCACIÓN” en colores brillantes. Entonces me di cuenta de que por mil historias que invente, jamás podré superar la provocación a la que nos somete la realidad. No se me ocu-

rre provocación mayor que verles a ELLOS paseando por Barcelona en un vehículo que tiene más de veinte años, tratando a todos los españoles como si fuésemos gilipollas. ¿Qué provocación puede ser mayor que leer noticias según las cuales ELLOS llevan tres meses sin pagar su hipoteca (¡Dios, pobrecitos, qué pena me dan!) en un país en el que el drama de los desahucios está a la orden del día, en un país que se está yendo a la ruina por la incompetencia de los gobernantes y porque hay cientos de estafadores como el susodicho? Eso es provocación en estado puro. Reírse del ciudadano de a pie, el que paga sus impuestos religiosamente y aun así se queda en el paro. Y le recortan el subsidio de desempleo. Provocación es que una viceconsejera de Sanidad formule la cuestión de “si tiene sentido que un enfermo crónico viva GRATIS del sistema”. Gratis, dice... Hace falta ser caradura. No, señora, no vive gratis. Vive de una sanidad pública que financiamos entre todos y que ustedes quieren privatizar para que con el tiempo solo tengan acceso a ella el exdeportista y todos los demás ladrones de su calaña. Y de paso, para que se sigan enriqueciendo los mismos y sigan sacando sacos y sacos de dinero de nuestro país para colocarlo estratégicamente en paraísos fiscales. Provocación es dejar la sanidad madrileña en manos del grupo CAPIO, cuyos principales gestores son (¡oh, casualidad!) un exministro del partido que está en el gobierno y el esposo de una portavoz del mismo. También es provocación colocar la estación del AVE Madrid-Lleida a su paso por Guadalajara en la pequeña localidad de Yebes, donde casualmente tiene miles de hectáreas la familia del esposo de otra conocida expresidenta de la comunidad de Madrid. Señora que, por cierto, a muchos nos “provoca” hasta repugnancia cada vez que abre la boca. Provocación es recortar todas las ayudas sociales a enfermos, a personas dependientes, a estudiantes que no pueden pagarse las tasas universitarias, a mujeres maltratadas, a parados de larga duración y un largo

etcétera excusándose en que no hay fondos cuando luego salen a la luz desfalcos y escándalos bancarios de magnitudes descomunales. Nos provocan cuando nos suben los impuestos, después de haber asegurado que jamás los subirían en época de recesión. Cuando aprueban una reforma laboral que acaba en unos meses con todos los logros laborales que se habían obtenido para los trabajadores tras muchos años de luchas y negociaciones. Una reforma que abarata el despido y que en vez de crear empleo, aumenta en un millón de personas la tasa de desempleo. Cuando permiten que nos bajen el sueldo alegando que tenemos que ser más productivos, pero mantienen las altas indemnizaciones a directivos de bancos que han tenido la falta de escrúpulos suficiente como para engañar a miles de personas vendiéndoles unas participaciones “preferentes” y dejándoles sin sus ahorros de toda la vida, las dietas y sueldos desmesurados a congresistas que muchos días ni aparecen por el Congreso, así como las rentas vitalicias a ciertos expresidentes o exdiputados, de un tinte y de otro, que para eso sí se ponen de acuerdo. No hay duda de que el pueblo español es paciente. Sometido diariamente a tanta provocación no sé cómo podemos seguir soportando tanto. Seguramente un día estallará todo. Ojalá sea más pronto que tarde. Espero que las generaciones venideras, a pesar de sufrir los recortes en Educación, sean capaces de rebelarse o, como mínimo, de dar la vuelta a la tortilla y que sean ellos quienes provoquen a quienes ahora anteponen con tanta desfachatez sus propios intereses a los de un país que inexorablemente se va a la mierda.


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