Revista Ocho de Octubre 354

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Fuente: www.resumendelsur.com Fragmento de un análisis en el portal “Resumen del Sur”, sobre la detención del expresidente brasileño y candidato a las próximas elecciones. Intentemos alejarnos del impacto de la noticia, del enojo o alegría que esto pueda producir en quien lee y busquemos comprender el contexto en que esto sucede, las actores que lo hacen posible y los posibles errores de Lula, Dilma o del Partido de los Trabajadores (PT). Es así que debemos remontarnos a dos situaciones: la operación Lava Jato y la destitución de Dilma Rousseff. La primera puso en la palestra la corrupción político-empresarial y lanzó a la fama a Sergio Moro que, como muy bien definió el periodista Darío Pignotti, se comporta más como político que como Juez. EL “LAVA JATO” El “Lava Jato” cambió el eje central del debate público. A partir de la olla destapada por la investigación y la detención de una gran cantidad de CEOS y ejecutivos de empresas, los medios masivos de comunicación instalaron un único tema en la agenda. A partir de entonces, Moro concentró las miradas y actuó prácticamente como un superhéroe dispuesto a combatir a los corruptos. La pregunta es, ¿a todos? Permítanme dudarlo. La delación premiada puso la declaración de un acusado como elemento probatorio de un crimen y los delatores, en su gran mayoría empresarios, a la larga salieron favorecidos por la reducción de penas. Sin ir más lejos y a modo de ejemplo, Paulo Roberto Costa y Alberto Youssef, pudieron reducir drásticamente sus penas gracias a incriminar a otros presuntos corruptos. O incluso Marcelo Odebretch podría salir de prisión en cuestión de meses cuando fue condenado a 18 años de cárcel. Pareciera entonces, que los peces gordos no están sufriendo la contundencia jurídica de Moro. Ahora bien, en ese proceso que tuvo su auge entre 2014 y 2015, hay varios elementos para discutir a pesar de lo antipático que pueda resultar. El Lava Jato afectó mucho a la política y un poco a los empresarios. ¿Quién se beneficia en un país cuyos ciudadanos no creen en la política? Marcelo Crivella, pastor evangelista y alcalde de Río de Janeiro o Joao Doria, empresario televisivo e intendente de San Pablo y un tal Jair Bolsonaro pueden ser un principio de respuesta. Con esto no quiero minimizar la sistemática corrupción en el país vecino, pero sí es importante separar los procesos judiciales de las operaciones políticas. El Lava Jato manchó al sistema político de forma transversal, pero no incidió en las elecciones que ganó Dilma Rousseff en 2014. Dilma decidió hacer un ajuste y pactar con cúpulas políticas y empresariales que le terminaron soltando la mano y configurando su final político a través de un irregular impeachment. Este es el segundo punto para señalar y que está relacionado con el bloque social dominante que decidió sacarse de encima a la presidenta. ¿De quién estamos hablando? El poder judicial, la Federación de Industriales de San Pablo, las grandes cadenas de medios de comunicación y la partidocracia expresada en el PMDB y PSDB. Todos ellos cumplieron un rol central en la construcción de una base de sustento que creyó que Rousseff se iba del gobierno por corrupta. Dilma fue destituida, sí, pero por un mero trámite administrativo en el presupuesto. Ni delación premiada, ni audios, nada. PRIMERA FASE La caída petista y la llegada al poder de Michel Temer fue la primera fase del giro autoritario que permitió, con la corrupción en el centro de la escena, avanzar en reformas regresivas. Tal es así que no dudaron en llevar a cabo el congelamiento del gasto público por 20 años, la

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aprobación de la Ley de Participación Público Privada, la reforma laboral y una reforma provisional que aún está en agenda. Todo este derrotero es acompañado por una alianza regional con Macri y un relanzamiento del vínculo con Estados Unidos y la Unión Europea. Antes de la irrupción del Lava Jato, Dilma Rousseff protagonizó dos hechos claves. En septiembre de 2013, los diarios publicaron la noticia que decía que Dilma había plantado a Barack Obama en una reunión que iba a desarrollarse en el marco de la Asamblea de la ONU. El faltazo se produjo cuando el gobierno del PT descubrió, a través de los cables WikiLeaks, que la Casa Blanca espiaba a Dilma y a Petrobras. Esto fue meses antes de antes de la megacausa de corrupción que se robusteció con información abastecida por el Departamento de Estado norteamericano. El otro elemento es la Cumbre de Fortaleza de los BRICS, en donde los países emergentes firmaron un acuerdo para construir un Banco de Desarrollo y organismo de préstamos financieros, es decir, una arquitectura financiera alternativa al FMI y al Banco Mundial. Esto no explica todo lo que pasa, solo es parte del entramado geopolítico, donde se juegan intereses y donde cada decisión tiene su costo. SEGUNDA FASE La segunda fase se caracterizó por la consolidación del bloque dominante en los resortes del poder. La pata política aplica reformas sin medir el costo (Temer tiene 3 por ciento de imagen positiva y la mitad del Congreso de Brasil está involucrado en diferentes causas de corrupción). La justicia se paró por encima de la constitución y, entre otras cosas, hizo de la condena de segunda instancia una regla de la que no pretenden correrse. El poder económico ocupó (y sigue ocupando) el lugar vacío del Estado para construir un modelo a la medida de sus propios intereses. Esta etapa vino acompañada de otro actor que ganó protagonismo: las Fuerzas Armas. Además de conducir el Ministerio de Seguridad y prácticamente gobernar de facto el Estado de Río de Janeiro, se convirtieron en fuerza de choque que en nombre

“OCHO DE OCTUBRE” Nº 354 - Cierre de Edición, 18 / 04 / 2018 - Sindicato de Luz y Fuerza de Mar del Plata

Correo-e: lyfmdp@speedy.com.ar


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