BUSCANDO LA LUZ

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La característica más destacada del cuásar como objeto cósmico aparece reflejada con claridad en la obra artística de Pájaro y Recabarren: los chorros lumínicos de plasma en un proceso de expansión continua e incesante se materializan, en lo escultórico, en la ascensionalidad y retorcimiento de los hierros y, en lo musical, en el constante flujo melódico de la sonata. Pájaro no necesitó usar colores en su escultura para denotar la luz del cuásar; su obra tiene una fuerza luminosa en sí misma. Más difícil si cabe resulta expresar la luz con el sonido, una realidad de naturaleza inmaterial. Música y luz tienen en común el ser elementos finitos que requieren de ciertos factores para su existencia y que provienen de un objeto, siendo elementos medibles y cuantificables. Recabarren utilizó para ello melodías suspendidas, que fluían transparentemente, y que se asemejaban al estado de la luz del cuásar. Esta dimensión lumínica es, quizá, el principal nexo de unión de este proyecto artístico. La pulcritud del sonido del piano “romántico contemporáneo” –como se autodefine el propio Recabarren– permite descubrir una nueva forma posible: la de la escultura sonora, la del sonido iluminado. Para el pensamiento pitagórico todas las cosas estaban conectadas entre sí, y así lo están en el cosmos de escultor y músico.

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