Gaia, Un hogar para la psicología ambiental

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Gaia Un hogar para la PsicologĂ­a Ambiental

SebastiĂĄn Eslea Burch


Índice ●

Gaia, La tierra esta viva y constituye un único ser vivo (pag 1)

La hipótesis de Gaia (pag 2)

Psicología ambiental (pag 5)

El ambiente (pag 7)

Percepción ambiental, mapas cognitivos. (pag 8)

Gaia nos susurra al oído (pag 11)

La cognición Gaiana (pag 11)

El hombre está cognitivamente ajustado al ambiente en el que se envuelve. (pag 13)

Ontogenia (pag 14)

Conducta ambiental: del antropocentrismo al ecocentrismo (pag 15)

El reduccionismo objetivo de la ciencia. La necesidad de una visión holística de Gaia (pag 16)

Como puede afectar a nuestra conducta ambiental el ser parte del ambiente. (pag 16)

La ecopsicología un camino para otro tipo de ecologismo. (pag 16)

Ecología profunda (pag 17)

La identidad ecológica (pag 18)

APÉNDICE I: Sobre el Antropocentrismo (pag 19)

APÉNDICE II: Plataforma de la Ecología profunda (pag 21)

APENDICE III: Autores de Ecología profunda (pag 22)

APÉNDICE IV: Mensaje del Gran Jefe Seattle al Presidente de los Estados Unidos de América en el año de 1855 (pag 27)

BIBLIOGRAFÍA (pag 31)


Gaia, su lugar en la Psicología Ambiental

Gaia La tierra esta viva y constituye un único ser vivo El concepto de que nuestro planeta, la tierra, forma un superorganismo vivo es algo que ha estado presente desde los orígenes de nuestra existencia, ha sido común en las creencias de muchas culturas a lo largo de la historia. Para los hombres vernaculares, testigos del nacimiento del animismo, el alma estaba íntimamente asociado a las entidades globales. El “mana” para Robert Marett (1914) designaba una forma concentrada de fuerza animatista. En su sentido más amplio, mana simplemente indica creencia en una fuerza poderosa omnipresente. A comienzos del Siglo VI a. de C., apareció en Grecia Tales de Mileto, el primero de los filósofos presocráticos. Como teórico, pensaba que determinados elementos aparentemente inanimados -la magnetita, por ejemplo-, podían estar vivos, doctrina conocida como hilozoísmo, la «creencia de que el mundo y la vida se penetran mutuamente, que muchas partes del mundo que aparecen inanimadas son en realidad animadas». Una generación después, Anaxímenes sostenía que «el aire funcionaba a modo de respiración del mundo», y Anaxágoras llegó a sostener que «una mente omnipotente controlaba toda la materia, animada e inanimada, aún cuando no estaba en toda ella». Hipócrates sostenía una visión holística de la vida: «hay una corriente común, una respiración común, todas las cosas se encuentran en simpatía». Finalmente, Pitágoras y su escuela de Crotona llegaron a sostener: «la Tierra es un ser íntegro, vivo, inteligente», idea que también sostuvo Johannes Kepler. Sin embargo lo que realmente nos trasciende, como dijo el antropólogo Weston La Barre sobre el animismo; es que “está profundamente vinculado con la naturaleza biológica de la especie humana”; y según el historiador de la ciencia Morris Berman que escribió sobre el cambio de percepción de la naturaleza, dijo que “la percepción de la naturaleza antes de la revolución científica era encantada, viva y un lugar al que perteneciamos. El hombre no era un observador alienado del cosmos, pero una participante directo en su drama. Nuestro destino estaba subordinado al destino global, y esto daba significado a la vida”. Parece que las cosas claramente han cambiado, con el desarrollo de la visión global de modernismo, y en particular del paradigma de la ciencia, el mundo se volvió “desencantado”, secularizado y mecanístico. El conocimiento científico más convencional afirma que la Tierra es simplemente materia inanimada (roca, suelo, agua, elementos químicos orgánicos e inorgánicos y gases), que gira a través del espacio de acuerdo a leyes matemáticas, sin ninguna relación con la vida o con nosotros mismos. De acuerdo a esta teoría, la Tierra manifestaba las condiciones favorables para permitir la creación y evolución de la vida, la cual se ha ido adaptando a medida que las condiciones han cambiado en el transcurso del tiempo. Sin embargo este letargo racionalista y reduccionista, que viene del origen de la revolución tecnológica, y que en muchos ámbitos aun perdura, se ha visto directamente enfrentado ante la imaginación y la rigurosidad científica de una palabra de cuatro letras.

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Gaia, su lugar en la Psicología Ambiental

La hipótesis de Gaia La hipótesis de Gaia es la primera expresión científica moderna de esta profunda y antigua creencia de que la Tierra está viva. La teoría fue formulada por un científico británico, James Lovelock, y la microbióloga americana Lynn Margulis. Esta hipótesis Postula que el clima de la Tierra y el ambiente de la superficie están controlados de forma autorregulada por los animales, plantas y microorganismos que la habita. Estos procesos, increíblemente complicados y flexibles, son los que facilitan la presencia de vida en nuestro planeta. Esta teoría pone el énfasis en la interrelación e interdependencia de todo fenómeno, así como en la participación de todas las formas de vida en el proceso cíclico de la Naturaleza. El padre de ésta teoría científica es James E. Lovelock un científico independiente, inventor entre muchas otras cosas del detector de electrones. En la década de 1970, James Lovelock fue contratado por la NASA para diseñar pruebas químicas de detección de vida. Las mismas serían montadas en una futura sonda a enviar al planeta Marte y muchos de sus inventos fueron adoptados en su programa de exploración planetaria. Durante el curso de esta tarea, Lovelock necesitó definir qué es la vida en un sentido más amplio del que puede ser reconocida en nuestro planeta Tierra, para poder así extrapolarse al resto de los planetas. Por ello Lovelock elaboró una posible definición, intencionadamente operativa: en la que se podría considerar "vivo" a cualquier sistema que genere y mantenga subsistemas internos que le ayuden a ordenarse y mantener constantes sus condiciones internas. Este concepto de autorregulación en la fisiología se denomina capacidad de homeóstasis. La hipótesis de Gaia es una recombinación que deriva de la viva imaginación de James E. Lovelock y de la búsqueda de la vida en Marte que lleva acabo la NASA (Lovelock 1988). Gaia científicamente es una teoría de la atmósfera y de los sedimentos de la superficie del planeta tierra, considerados como un todo. En su forma más general, Gaia sostiene que la regulación de la temperatura y la composición de la atmósfera terrestre están controladas activamente por la vida en el planeta, es decir la biota. Esa regulación de la superficie terrestre por parte de la biota y para la biota tiene lugar ininterrumpidamente desde la aparición de la vida. La seguridad de una habitabilidad global continuada, según Gaia, no es una mera cuestión de casualidad. El análisis de la Tierra desde la perspectiva de Marte produce algunas curiosas anomalías. La atmósfera terrestre contiene una mezcla de gases (oxidantes, reductores y neutros) altamente reactivos, que sin embargo se encuentran en un estado de equilibrio dinámico. Específicamente, los gases oxidantes como el oxígeno y el dióxido de carbono deberían reaccionar al contacto con gases reductores tales como el metano, el amoníaco y el hidrógeno, para producir componentes más estables. Las atmósferas de Marte y Venus contienen solamente gases oxidantes y neutros, mientras que las de Júpiter y Saturno se componen sólo de gases reductores. Otro factor peculiar es que la distancia entre los puntos extremos de la escala de temperaturas de la Tierra, comparada con la de otros planetas, es notablemente menor, y que su temperatura promedio no concuerda con aquella supuesta para un planeta entre Venus y Marte. Del estudio de la causa de estas y otras anomalías, y con la ayuda de la microbióloga Lynn Margulis, surgió la hipótesis que explica por la forma en la cual se comporta el medio ambiente de la Tierra puede dar la pauta para considerar al planeta en términos de una entidad viviente. La hipótesis Gaia se basa en que la composición de todos los gases reactivos, así como la temperatura de la parte más baja de la atmósfera han permanecido relativamente constante durante eones. A pesar de numerosas perturbaciones externas, procedentes del sistema solar en los últimos eones, la superficie de la de la Tierra ha seguido siendo habitable para muchas clases de vida.

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Gaia, su lugar en la Psicología Ambiental La idea Gaiana es que la vida hace y deshace en gran parte su propio ambiente. La vida reacciona con la crisis cósmica y planetarias como, por ejemplo, el aumento de la radiación solar y responde de forma dinámica para asegurar su propia conservación de forma que las crisis son toleradas o anuladas. El Dr. Lovelock es un tipo sumamente creativo y poético. En vez de llamar a su teoría "Homeóstasis de las variables físico-químicas terrestres y sus interrelaciones etc. etc. ..." la llamó Teoría de Gaia, en recuerdo de Gaea, la diosa tierra de los griegos, análoga a la Pacha Mama latinoamericana. La hipótesis de Gaia sugiere que el medio ambiente de la Tierra en su totalidad, incluyendo la atmósfera, los océanos y las masas continentales, a través del control activo de las múltiples formas de vida (desde los animales y las plantas hasta la más simple y primitiva bacteria unicelular), presenta un comportamiento de autorregulación característico de "algo" viviente, y que los componentes principales del sistema de apoyo de vida de la Tierra se han mantenido en un equilibrio perfecto por eones, posiblemente hasta el momento de la intervención de la civilización moderna.

James E Lovelock en su jardín con una estatua de la Diosa Griega Gaia.

Podríamos explicar esto con una analogía simple entre el planeta y nuestro propio cuerpo de humanos. Cada especie sería entonces análoga a un "órgano" y la interacción entre éstos mantendría nuestra temperatura (a pesar del frío exterior), nuestro pH y nivel de azúcar en sangre (a pesar de que la ingesta de alimentos varía en su composición), así como la salinidad de los mares, la temperatura y composición de la atmósfera, en la Tierra. No obstante, en muchas circunstancias la suposición de que algo pueda ser considerado como un sistema viviente depende del punto de vista desde el cual se lo observa. Tomemos la perspectiva de una célula del hígado de nuestro cuerpo. Como parte de dicho cuerpo, las células son también parte de un sistema constituido por una compleja variedad de otros tipos de células vivas, las cuales poseen funciones particulares y actúan al mismo tiempo como un todo (en órganos, tejidos, corriente sanguínea, etc.), de una manera autorreguladora que permite mantener las condiciones favorables para la continuación de la existencia de nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo posee complejos mecanismos para mantener una temperatura interna constante, tales como eliminar el exceso de calor por medio del sudor en un ambiente cálido o conservar el calor por medio del tiritar del cuerpo en un ambiente frío. También posee mecanismos que se ajustan al contacto con agentes externos, por ejemplo, la intrusión de una enfermedad o la falta de alimentación. Quizás no sea obvio que la célula del hígado forme parte de un organismo viviente mayor. En realidad, un cierto número de células del hígado (o de otros tipos), pueden morir antes de afectar al organismo entero, aunque existen límites. Estos límites no pueden sobrepasarse sin que ocurra un daño permanente en el área afectada, o incluso se pueda ocasionar la muerte misma del cuerpo, terminando posiblemente con la vida de todas las células.

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Gaia, su lugar en la Psicología Ambiental Desde esta perspectiva, la teoría de que la Tierra pueda considerarse como una entidad viviente no parece, en lo más mínimo, inverosímil, aun para la mente científica, como pudo haberlo sido cuando fue introducida por primera vez. Según esta visión, todos estamos relacionados y la desaparición de una especie es una tragedia para todas las demás, tanto como la pérdida de un órgano es terrible para nuestro propio organismo.

Entre otras cosas, esta teoría justifica no sólo la apreciación, sino la necesidad de la diversidad para mantener el estado estacionario global, ya que cada especie cumple una o más funciones particulares dentro de la sinfonía global. “Admitir que la tierra está viva es deslizarse hacia el territorio, prohibido por la ciencia del animismo (de personificación, antropomorfismo y de creencias mágicas narcisistas que hace mucho tiempo han sido vencidas por el progreso de la ciencia <<objetiva>>). Gaia ha estrechado el espacio o expandido la línea de continuidad entre la vida y la no vida, entre lo orgánico y lo no orgánico, lo animado y lo inanimado. En la teoría de Gaia, por ejemplo, la atmósfera se convierte en parte de la biosfera, una especie de sistema circulatorio planetario; los suelos, en los que los microorganismos son muy abundantes, ya no son substratos inertes, sino más bien tejidos vivos en la superficie del planeta. Y aún es más: en la biosfera viviente están comprendidas de manera provisional no sólo la atmósfera y sus nubes, sino también la tectónica de placas, la regulación de la salinidad del mar y una regulación de la temperatura planetaria que dura desde hace más de 3.000 millones de años y es parecida a la que rige a los animales. Este nuevo tipo de atención a lo que nos rodea lleva acarreado un cambio de valores y da a nuestra civilización técnica una oportunidad para reconocer, alterar e incluso revertir el impacto humano en el ambiente.” Una palabra de cuatro letras buena, Dorion Sagan y Lynn Margulis En conclusión Gaia es un ser vivo autosuficiente y autorregulable, en el que prima la diversidad tanto en su componente biótico como abiótico. La belleza temporal de Gaia, su crecimiento, es la evolución, que conlleva solo a esa gran diversidad biológica y geológica. Tanto desde el punto científico como filosófico, Gaia proporciona un marco teórico claro e importante para lo que Lovelock describió como “ una nueva visión de la vida sobre la tierra”.

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Psicología ambiental La psicología ambiental como disciplina, extiende el campo de la comprensión humana para examinar, bajo rigurosidad científica, las interacciones entre el medioambiente y el comportamiento humano. La psicología ambiental surge como consecuencia de la apreciación del deterioro ambiental como consecuencia del desarrollo de nuestra sociedad, del interés del medio ambiente como producto de mercado y por la meta de un desarrollo sostenible. Como consecuencia de la evolución tecnológica, que nos ha permitido disociarnos de los ciclos más básicos de la tierra, el medio ambiente a corto plazo ya no se presenta como aquel marco funcional, que guiaba nuestras conductas, sino que hoy en día ha pasado a conformar una preocupación política y social. De ahí el surgir de esta disciplina. La psicología ambiental destaca la realidad de que el ambiente afecta al comportamiento de las personas, aunque éstas no sean conscientes de su influencia. Éste se revela como un proceso reciproco, ya que lo que si es más evidente el comportamiento de las personas afecta el medio ambiente. Esta cualidad dual es una propiedad emergente. Desde una perspectiva holística, característica de varios enfoques en esta disciplina, nuestra conducta es una propiedad que emerge de un sistema mientras este en acción, y en este caso el sistema es el conjunto persona-ambiente, es decir su interacción. Por ello se puede concluir que el comportamiento de las personas dentro de su medio ambiente es una cualidad emergente, ya que es resultado de la interacción entre ambos. Este concepto nos permite resaltar la evolución continua del comportamiento. Ya que a medida que transcurre el tiempo el ambiente se va viendo alterado por nuestra conducta, y esta modificación que entonces forma parte del conjunto holístico persona-ambiente, tiene como consecuencia una posterior alteración de la propiedad emergente, es decir, nuestra conducta. Esta escala temporal nos permite observar el progreso de una actitud disociada del entorno, a medida que tenemos métodos más sofisticados para alterarlo, en base a nuestras intenciones antropocéntricas. Así pues, podemos apreciar por que en el estudio de la psicología ambiental la interacción entre las personas y su medio se enmarcan dentro de un ambiente social, pues el contexto social es aquella propiedad emergente. Por ello la psicología ambiental se considera una psicología social ambiental, estableciéndose amplios vínculos entre estas dos disciplinas cuadrantes. La psicología ambiental que vamos a utilizar en el desarrollo de este escrito es aquélla que se enmarca en una disciplina con una perspectiva holística, que estudia las relaciones reciprocas entre el ambiente y la conducta. Debido a las características de una visión holística no puede plantearse como una visión determinista de la psicología humana, y por ello se sujeta en un marco teórico interdisciplinario y un eclecticismo metodológico. Gaia se desarrolla sobre los postulados circulares derivados de la actual comprensión de los sistemas cibernéticos. En ellos, causa y efecto resultan ser «etiquetas» colgadas a instantes definidos subjetivamente, de un único proceso. En un sistema cibernético -no lineal- causa y efectos no son discernibles aisladamente de la totalidad del fenómeno. Lo anterior implica que no se puede comprender el proceso a través del método cartesiano, reduccionista, ya que las partes no explican el todo, y por ello cualquier sistema teórico que se desarrolle sobre esta noción es limitado y parcial. De la comprensión de los sistemas cibernéticos surge la Teoría General de Sistemas que nos plantea con lo siguiente:

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Gaia, su lugar en la Psicología Ambiental “En todo sistema, cada una de las variables se relaciona con las demás de una forma tan completa que no cabe establecer separación entre causa y efecto. Una única variable puede ser a la vez causa y efecto”. Entonces podemos aprovechar La psicología ambiental para plantearnos una base ideológica sobre la que desarrollar una mejora de nuestra calidad de vida y del medio ambiente. La psicología ambiental como disciplina aplicada que es, se nutre de una amplia gama de orientaciones teóricas. Se pueden destacar cuatro tendencias en la actualidad.

1. Enfoque del rasgo ó perspectiva individualista. Analiza los procesos psicológicos, las características cognitivas y cualidades de personalidad, todas basadas en la persona. Dándole al medio ambiente un papel secundario, es decir, se vuelve un entorno materialista y estable.

2. Enfoque interaccionista. Se basa en el concepto de que la persona y el entorno son unidades separadas con interacciones entre ellas. Es común en la Psicología Ambiental. Esto es normal si consideramos el énfasis en lo analítico, la objetividad, replicabilidad, generalización, predicción y, en definitiva, en la búsqueda de principios y leyes universales de comportamiento. Generalmente los objetivos de investigación desde esta perspectiva tratan de analizar el efecto de los factores ambientales sobre la conducta y los procesos psicológicos, reflejando así una visión causal, o al menos unidireccional de los fenómenos.

3. Enfoque organísmico. La característica principal de esta perspectiva es la consideración de que la persona y el ambiente componen un sistema complejo de relaciones e influencias reciprocas. A través de un planteamiento holístico y sistémico se estudia todo como un sistema integral, es decir, la influencia entre individuo y ambiente. Aun así se divide la unidad de estudio en subsistemas que interactúan e influyen entre sí, y abarcan características del ambiente natural o construido, factores organizacionales, variables demográficas y características personales.

4. Enfoque transaccionalista. La perspectiva transaccional define la Psicología como "el estudio de las relaciones cambiantes entre los aspectos psicológicos y ambientales de las unidades holísticas" (Altman y Rogoff, 1987; p. 24). Así pues, la unidad de análisis la constituyen "las entidades holísticas tales como eventos que implican personas, procesos psicológicos y ambientes". La diferencia fundamental con la perspectiva organísmica es que en este caso el todo no se compone de elementos separados, sino que se trata de una "confluencia" de factores inseparables que dependen unos de otros para su definición y significado. Se enfatiza además la importancia del tiempo y el cambio para comprender un fenómeno, por lo que estas variables deben convertirse en elementos indispensables de cualquier análisis psicoambiental. Por otra parte, en cuanto al modelo de filosofía de la ciencia, el transaccionalismo adopta una orientación pragmática, ecléctica y relativista para el estudio de los fenómenos psicológicos. En vez de buscar leyes generales, se acepta la posibilidad de que diferentes configuraciones de principios puedan ser necesarios para comprender diferentes eventos. Se subraya el valor de los estudios de caso único. Los fenómenos no son necesariamente predecibles y repetibles. La idiosincrasia de cada evento permite analizarlo desde diferentes perspectivas y apreciar la variedad de factores que contribuyen a un mismo fenómeno. Por último, otra importante característica de este enfoque es el papel que adopta el investigador. Desde esta perspectiva, el observador forma parte del propio fenómeno que observa, es inseparable de él, y su papel, perspectiva y localización deben entenderse como un aspecto de dicho fenómeno.

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Gaia, su lugar en la Psicología Ambiental El enfoque transaccionalista de la psicología ambiental es aquel que se va a adoptar en este trabajo. Esto es como consecuencia de la naturaleza intrínseca de la perspectiva gaiana, que enfatiza la necesidad una visión holística del conjunto unitario ambiente-persona, en la que la dirección del cambio es emergente y no establecida a priori, y finalmente por la implicación en este enfoque del investigador dentro de la situación a investigar. Por que para Gaia todos juntos somos solo una cosa. El enfoque gaiano implica una profunda transformación en nuestro modo de comprender las cosas. Remite a un mundo en que no hay sucesos independientes, en que cada parte afecta al todo y en que el todo resulta mayor que la suma de sus partes.

El ambiente Esta rama de la psicología crea un amplio abanico para definir el término de ambiente, incluyendo desde aquellas circunstancias que nos parecen naturales a todas las estructuras sociales y todos los ambientes resultado de la construcción humana. Cuando se pretenden resolver problemas que involucren la interacción del ser humano y su ambiente, ya sea con una visión global o local, la psicología ambiental reivindica la necesidad de un modelo comportacional de la naturaleza humana, que ayude a predecir las condiciones ambientales que conlleven a una saludable convivencia. Con dicho modelo se pretende diseñar, mantener, proteger y/o restaurar dichos ambientes que ensalzan un comportamiento adecuado, predecir cuales son las consecuencias de la ausencia de estas condiciones ambientales, y de diagnosticar la situación del problema. Desde una perspectiva Gaiana, el ambiente lo configuramos todos. El concepto de ambiente no sería un lugar o entorno en el que nos emplacemos, sino que sería las interconexiones entre todos los componentes bióticos y abióticos de la tierra. En este término se engloban tanto los entornos clásicamente denominados naturales y los artificiales. Por lo que durante el cambio de uno a otro, tiene lugar una modificación de las relaciones y distribuciones de los constituyentes bióticos y abióticos. Un ambiente artificial es un nuevo patrón de interacciones entre especies y componentes abióticos. Hoy en día la mayoría de estos nuevos ambientes denominados artificiales se caracterizan por estar construidos bajo una visión antropocéntrica, mecanicista y reduccionista, dando lugar a ambientes donde sólo se persigue la ergonomía y la alienación humana, perdiéndose los valores de diversidad, reciclaje y evolución que constituyen la visión Gaina del ambiente.

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En la psicología ambiental existen varios elementos recurrentes que contribuyen a definir este campo de estudio. Para comprender el comportamiento humano se ha de empezar por entender como las personas perciben el ambiente que les rodea. El ambiente Gaiano es el hogar de todas nuestras cualidades. Incluso la distinción más humana esta dentro de este ambiente, configurado por una interconexión global.

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Percepción ambiental, mapas cognitivos. Para el psicólogo ambiental es extremadamente importante estudiar como funcionan los mecanismos psíquicos y neurológicos a través de los cuales percibimos el ambiente. Por que en el percibir del ambiente esta la esencia de nuestro envolver por el. En el momento en que nos situamos ante un determinado entorno se ponen en marcha un conjunto de mecanismos fisiológicos y psicológicos que permiten captar este entorno y hacernos una idea de como es, qué podemos encontrar y qué podemos hacer en él. Nos enmarcamos y situamos mentalmente para poder adaptarnos y actuar acorde a la necesidades básicas del ambiente que nos esta englobando. Las sensaciones recibidas son integradas en unidades de contenido y significado que nos permiten reconocer, comparar o explorar el entorno, experimentar sensaciones o emociones y actuar en consecuencia integrando las motivaciones e intereses personales, les características ambientales y el contenido social que se deriva del propio contexto. En definitiva, tener una experiencia ambiental. Todo este proceso está enmarcado en lo que se tiende denominar percepción ambiental. Uno de los primeros investigadores en ocuparse del tema; Ittelson, destacó como la percepción ambiental incluye componentes cognitivos (pensamientos), afectivos (emociones), interpretativos (significados) y evaluativos (actitudes, apreciaciones), operando conjuntamente y a la vez con diversas modalidades sensoriales (Ittelson, 1978). Sin embargo debido a las tendecias de investigación, se suele distinguir entre percepción ambiental, cognición ambiental, significado ambiental, actitudes ambientales y evaluación/valoración ambiental.

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La percepción ambiental es muy distinta de la idea de percepción objetual. En esta ultima se considera a la persona como un ser que capta pasivamente los estímulos ambientales; se enfatiza el estudio de las reacciones humanas ante estímulos simples.

Como cabe comprender bajo la perspectiva holística de la disciplina ambiental, una verdadera percepción ambiental considera a la persona como un ser que se encuentra "dentro" del entorno, que se mueve en éste como un elemento más; el foco de atención es, pues, el estudio de las múltiples experiencias ambientales que una persona puede tener en su relación con el entorno. En la psicología ambiental se hace una clara distinción entre la percepción individual y la percepción ambiental, alineándose éstos en los polos opuestos de la clasificación de cognición ambiental. En los estudios de la percepción ambiental, donde destacan los estilos cognitivos de representación del ambiente, se puede apreciar esta clara distribución lineal. En las que las dos formas de percepción priman. En orden: Egocéntrico, parcialmente coordinado en grupos, y, finalmente abstracto y jerárquicamente integrado.

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Gaia, su lugar en la Psicología Ambiental Sin descartar todas las demás variables que influyen sobre la cognición ambiental y los mapas cognitivos, tanto variables personales como del medio ambiente. Resulta evidente, que una persona que perciba el ambiente como un único ser vivo del que formamos parte, es decir lo constituimos, tendrá ciertas tendencias de asimilación y desenvoltura más integradoras del medio en el que vive. Ya que es más difícil disociarse de aquello que forma parte o es consecuencia de uno mismo. La percepción del mundo que nos rodea es algo individual, que está en constante evolución. Existen acontecimientos puntuales y letargos culturales que claramente condicionan esta visión. Muchos de los más reconocidos escritores ambientalistas, en algún momento relatan una vivencia manifestadora, profunda y evocadora, que les conectó con la tierra. Como el ambiente en el que se crece, la educación que se obtiene claramente es otro de los condicionamientos para una consciente percepción de nuestro ambiente. En la psicología Gaiana como ya hemos dicho predomina una perspectiva holística en la que las propiedades emergentes provienen de las complejas interacciones entre los individuos y todas las variables del entorno, esto es, una visión sistémica. Desde la perspectiva sistémica, la vida no es una sustancia o fuerza, ni la mente una entidad que interactúa con la materia. Tanto la vida como la mente son manifestaciones del mismo proceso de autoorganización. En la naturaleza, las mentes individuales están enclavadas en mentes mayores: los sistemas sociales y ecológicos, y ellos se integran al sistema mental planetario. Esta perspectiva de la visión de la percepción se ve muy compartida por la psicología de Gerstalt. Uno de los principios básicos de la Gestalt es que la forma percibida es una propiedad emergente que no es intrínseca de los componentes de un objeto (Rock y Palmer, 1990). En la percepción hay más de lo que está al alcance de los sentidos. Gestalt contribuyó de manera decisiva a la consideración global del proceso perceptivo y, por lo tanto, a la consideración holística del entorno percibido. Además, introdujo la idea de que las personas somos agentes activos estructuradores del entorno y, por lo tanto, hay procesos internos que hacen de mediadores entre el mundo de los estímulos y nuestra experiencia sobre éstos. Esto nos permite considerar que la percepción es holística e integrada en un marco ecológico, de manera que las propiedades ambientales se perciben no como puntos diferentes y aislados, sino como entidades significativas dentro de un determinado contexto ecológico de variables relacionadas entre sí. Como habíamos dicho la perspectiva Gaiana comparte mucho con en el enfoque transaccionalista . Adelbert Ames que fue unos de los fundadores del transaccionalismo y contempla la percepción como una transacción o "diálogo" entre las personas y el entorno, o sea, más allá de un simple mecanismo «estímulo-respuesta», lo que sucede es una transacción entre los principios que se asumen, las percepciones y las características ambientales. Para Ames la persona ejerce un rol activo en el proceso perceptivo y esta participación es, a la vez, dinámica y creativa. La persona percibe el entorno e interpreta en función de los principios adquiridos a lo largo de su experiencia ambiental. Cuando aparece algún conflicto perceptivo, que contradice la experiencia perceptiva, la persona "dialoga" con el entorno y reajusta su experiencia ambiental. La consecuencia de todo ello es que el mundo que percibimos es un mundo creado por nosotros mismos a través de nuestras experiencias y transacción ambiental, y es un mundo que refleja nuestras expectativas, necesidades y objetivos particulares, o sea, nuestra manera de ser y de estar en el mundo.

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Gaia, su lugar en la Psicología Ambiental De la percepción ambiental a la cognición ambiental: la primera hace referencia a procesos derivados de nuestra experiencia directa, "in situ", con el entorno mientras que la cognición ambiental se refiere a aquellos procesos que implican información ambiental "no presente" en el momento concreto. La información almacenada en nuestra memoria nos da elementos esenciales para destacar aquellos aspectos del entorno que son necesarios o importantes para desenvolvernos con una finalidad determinada. La elaboración de un plan de acción implica la gestión de información ambiental así como de inputs cognitivos. La unidad de gestión de este plan será el propio mapa . ¿Cómo el hombre crea imágenes de lo natural y lo construido?. The Maze - Drooker La información es almacenada en el cerebro como una red espacial denominada mapas cognitivos. Estas estructuras encajan los recuerdos de experiencias con la percepción en el presente de eventos, ideas y emociones. Es a través de estas redes neuronales que los humanos conocen y piensan sobre el ambiente, planifican y actúan ante él.

Se sabe que para mantener la efectividad de las personas es necesario restaurar y ensalzar la capacidad humana de voluntariamente dirigir la atención. Esto está ampliamente estudiado y aprovechado en el ámbito laboral. A continuación voy a resaltar varias de las definiciones que se le da a la cognición y a mapa cognitivo, por los autores más destacados en este tema. “La cognición ambiental es la actividad de conocer: adquisición, organización y uso del conocimiento ambiental” (Neisser, 1981) “Conocimiento, imágenes, información, impresiones y creencias que los individuos y grupos tienen acerca de los aspectos elementales, estructurales, funcionales y simbólicos de los ambientes físicos, reales o imaginarios, sociales, culturales, económicos y políticos” (Moore y Golledge, 1976) "El mapa cognitivo o esquema sociotemporal es un constructo hipotético del que inferimos su existencia al observar la conducta y los relatos introspectivos. Se conoce poco sobre su neuropsicología, más allá de una idea aproximada de donde se almacena en el córtex. No se entiende la forma o formas en las que se codifica y almacena" (Lee, 1976) "El mapa cognitivo es un constructo que abarca aquellos procesos que posibilitan a la gente adquirir, codificar, almacenar, recordar y manipular la información sobre la naturaleza de su entorno. Esta información se refiere a los atributos y localizaciones relativas de la gente y los objetos del entorno, y es un componente esencial en los procesos adaptativos y de toma de decisiones espaciales." (Downs y Stea, 1973)

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Gaia, su lugar en la Psicología Ambiental Para todas estas definiciones el mapa cognitivo esta fundamentado en un elemento espacial, prescindiendo de una variable temporal, es decir, la capacidad que tenemos para asimilar y envolvernos en nuestros entornos responden a un elemento de procesamiento espacial. Sin embargo como hemos destacado ya, para una visión holística como la de una perspectiva Gaina el tiempo y la evolución juegan un papel muy importante en el contexto ecológico. Es interesante preguntarse ¿Que quiere decir para una psicología Gaiana, que el hombre cree mapas cognitivos que le permitan envolverse en su entorno?

Gaia nos susurra al oído Existe un idioma Gaiano; una comprensión y un guía por el cual podemos valorar nuestras acciones, un reconfortante sentimiento de orientación. Es una comunicación muy sutil y delicada, enfocada a estimular los órganos sensitivos de una forma especial. Cuando uno de nuestros órganos de los sentidos, es estimulado con algún proceso, ya sea un destello de luz, un sonido, un contacto o algún sabor, estos a pesar de su poder, pueden pasar desaparecidos. Cuando caminamos por la calle de una vibrante ciudad, la multitud de estímulos ruidosos a los que estamos sometidos se ven reducidos a través de mecanismo de defensa. Somos capaces de evadirnos hasta cierto punto, como inmunización ante ellos. Con el tiempo nos acostumbramos, como a los malos olores, los ruidos molestos y redundantes, o a la luminosidad a la que estamos sometidos. Nuestros estilos de vida disociados de los ciclos de Gaia nos han atontado de tal manera que ya no somos capaces de recibir la plenitud de los estímulos Gaianos. Cliff Dwellers - Drooker

Ahora Gaia sólo nos puede susurrar al oído, a través de ese idioma sensorial, comunicándonos la realidad de su alma.

La cognición Gaiana A Lovelock nunca le gustaba dejar ver que su hija intelectual poseyera Conciencia. Por el contrario, James Lovelock fue muy cauteloso y se guardó mucho de atribuir a Gaia algún tipo de individualidad, que pudiese ser interpretada por la comunidad científica como la afirmación de que ella, no es sólo una especie de súper organismo que controla los procesos metabólicos globales, sino que además piensa. Sin duda, asumir una posición de esta naturaleza, hubiese relegado la hipótesis al cuarto oscuro de la ciencia, sin apelación posible. Lovelock estaba consciente de ello, e hizo lo posible por resguardar su hipótesis de esta interpretación. No obstante, en varias ocasiones el científico ha reconocido que ha tenido la tentación de considerar a Gaia más allá de sus aspectos de control planetario cibernético.

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Gaia, su lugar en la Psicología Ambiental Como todo, existe la posibilidad de que Gaia piense. Pero en realidad eso no nos importa, por que la representación de la finalidad, es parte de aquella entidad que se debe dejar a la subjetividad de los individuos.

Según el físico Paul Davies de la Universidad de Adelaida, Australia, la aparición del conocimiento, como un fenómeno del universo, en un determinado lugar y en un determinado tiempo concreto, no es ningún suceso casual, sino fundamental. "Yo, personalmente, creo que la coincidencia entre seres racionales -capaces del pensar matemáticamente- y la estructura matemática de su mundo es tan improbable que tiene que ser única. La relación descrita entre matemáticas y mundo natural nos proporciona una cadena de pruebas en favor de que la inteligencia no ha surgido casualmente en el universo, sino que es una propiedad fundamental de éste".

Al respecto, es importante señalar la definición del antroplogo Gregory Bateson sobre el concepto de Mente. Para Bateson la mente es un fenómeno de sistemas, característico de los organismos vivientes, las sociedades y los ecosistemas. «La mente es una consecuencia necesaria e inevitable de una determinada complejidad, que tiene su origen mucho antes de que los organismos desarrollen un sistema nervioso superior o un cerebro».

Desde la perspectiva sistémica, la vida no es una sustancia o fuerza, ni la mente una entidad que interactúa con la materia. Tanto la vida como la mente son manifestaciones del mismo proceso de autoorganización. La mente es la dinámica de autoorganización, y el cerebro o -para el caso- la célula, es la estructura biológica mediante la cual esa dinámica se realiza. En la naturaleza, las mentes individuales están enclavadas en mentes mayores: los sistemas sociales y ecológicos, y ellos se integran al sistema mental planetario.

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El hombre está cognitivamente ajustado al ambiente en el que se envuelve. Existen Indicios de naturaleza biológica, psicológica e incluso de raíz filosófica que nos ayudan a ver que por mucha disociación artificial frente el mundo natural, implantada por el hombre a lo largo del proceso de civilización, tenemos una configuración genética, cognitiva y espiritual resultado de la evolución dependiente del medio en el que vivimos. Que en último término se ajusta a una realidad planetaria. Como fue, es, y será, nuestra supervivencia como organismo esta ligada al ambiente en el que vivimos, dependemos de un sin fin de interrelaciones con los demás componentes de la biosfera. Tanto nuestra configuración genética como nuestra conducta cultural es resultado de una adaptación al entorno en el que vivimos y a las relaciones que con él conllevamos. Filósofos desde los días de Parménides han insistido que el hombre solo puede comprender la realidad por que ambos presentan la misma estructura o logos. En la filosofía natural de Goethe se resalta que hay una perfecta correspondencia entre la naturaleza interior del hombre y la estructura de la realidad exterior, entre el alma y el mundo. Pierre Chardin era un visionario, jesuita frances muy interesado en la biología y la filosofía. Chardin sostenía una visión particular de la evolución, que puso en aprietos a la ciencia ortodoxa de su época. Como seres humanos, podríamos vernos exteriormente como organismos biológicos, pero también sabíamos que dentro de nosotros actuaba la conciencia. Para él, por medio de algún agente desconocido, aparecieron las macromoléculas, y de ellas, las células sencillas, luego la vida vegetal sencilla, después la vegetación más compleja y las células también más complejas que culminaron con los organismos superiores. Teilhard postuló que a organismos más complejos correspondían niveles superiores de conciencia, hasta llegar a los seres humanos, donde el desarrollo de la conciencia alcanzaba un punto crucial: se volvía autor reflexiva, capaz de percibirse a sí misma. La vida se volvía hacia su propio interior por medio del ser humano como agente. Podía observar su propio desarrollo. Su propia historia. Podía preguntar dónde iba. En la superficie cerrada de nuestro globo -ese espacio infinito encerrado en una estructura finita- forzosamente tenía que encontrarse consigo misma una y otra vez, creando vínculos e interacciones cada vez más complejos, los cuales iban acompañados de una conciencia creciente. Para Chardin, la humanidad se encontraba situada en el vórtice de la evolución, y la esfera de conciencia planetaria, la "noosfera" (de noos, conocimiento), se encontraba a punto de cerrarse en sí misma. La noosfera era el dentro de la biosfera, la esfera terrestre de la mente, una capa de conciencia a escala mundial. La noosfera era el "espíritu de la Tierra". Lo que ocurría con la sociedad humana no era un movimiento desordenado -al azar-, sino "algo que se movía con un propósito, como un ser vivo". Para él, la noosfera era real, tan real como la atmósfera, y no un concepto abstracto. Era una "asombrosa máquina de pensar". Para los conceptos sobre la evolución más difundidos en la comunidad científica es incompatible coincidir con su acercamiento al fenómeno de la conciencia como un fin u objetivo del desarrollo de la vida, esto se ve como simple tautología y teología.

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Gaia, su lugar en la Psicología Ambiental Sin embargo, gracias a los conceptos del psicólogo suizo, Jung, podemos por primera vez acercarnos a la posibilidad de que Gaia efectivamente posea un tipo o especie de Conciencia. Jung propuso que la unión del intelecto con la mente intuitiva es capaz de desvelar los patrones de la realidad. Introdujo esta visión en un contexto aún más amplio, el Inconsciente Colectivo: una dimensión simbólica universal, especie de memoria racial o almacén de conocimientos común a toda la especie. «El Inconsciente Colectivo es esa parte de la psique que conserva y transmite la común herencia psicológica de la humanidad». Esta visión de Jung, en relación con la Teoría Gaia, nos permite afirmar que existe, la posibilidad de que un tipo de mente planetaria se desarrolle paralelamente a la evolución de las especies. Partiendo de la afirmación de que el inconsciente colectivo actúa a manera de «memoria racial» (sensu stricto: genética), es posible sostener que cada especie -desde las primeras bacterias anaerobias en el mar primordial, hasta el propio ser humano-, atesora la experiencia de la suma total de sus individuos en una estructura mental (no física), que trasciende a quienes la originan, en el caso humano, proyectándose a través de símbolos arquetípicos.

La mente de Gaia no se encuentra ubicada en ninguna de sus especies particulares, las contiene a todas, y se manifiesta como la esencia de cada una de ellas. Paralelamente, esta mente planetaria se expresa en un determinado tipo o nivel de conciencia: el «conocimiento que los organismos tienen de su propia existencia, estado y actos». Ontogenia La ontogenia es la historia del cambio estructural de una unidad sin que ésta pierda su organización. Este continuó cambio estructural se da en la unidad, en cada momento, o como un cambio desencadenado por interacciones provenientes del medio donde se encuentre, o como resultado de su dinámica interna. Los cambios que hemos sufrido cada uno de los seres de este planeta son los mismos que ha sufrido nuestra tierra como una sola entidad. La ontogenia de la tierra, es en realidad la filogenia de cada una de las especies. Nuestra filogenia. Esta filogenia entonces forma parte de la esencia que constituye este planeta, es decir, constituye nuestra esencia. Forma parte de todos nosotros y esto se expresa de muchas maneras. Nuestra genética ha recapitulado esta filogenia. Y nuestro fenotipo, es decir, nuestra forma, apariencia y funcionamiento, son una expresión de nuestro genotipo. Entonces, somos el resultado de esta evolución interdependiente, que ha constituido el crecer de Gaia. Su complejidad actual es el resultado de todas nuestras evoluciones. Y en su futuro solo cabe sitio para más de lo mismo. Por que solo el global del planeta es importante para la supervivencia.

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Conducta ambiental: del antropocentrismo al ecocentrismo Hemos saboreado como puede llegar a concebirse el mundo en el que vivimos. Con otras gafas, que nos pintan todo bajo una visión global, una visión Gaiana. Ahora podemos plantearnos cuales son entonces la conducta o conductas que reflejan mejor ésta visión del mundo. Dentro del abanico de conductas ambientales, existe la visión de que los humanos tienen un valor intrínseco, sin embargo el mundo no humano sólo tiene valor si este es provechoso para el hombre. Se llama a esta visión del mundo Antropocéntrica y el valor que radica sobre el mundo no humano es un valor instrumentalista. Esta visión antropocéntrica puede verse complementada adicionando algunos miembros, o aspectos del mundo no humano a su escala de valores intrínsecos, como pueden ser ciertos lugares, animales, edificios, etc. Finalmente para poder visualizar un reducido y esquemático espectro dentro de las conductas (percepciones) ambientales, se situaría la postura ecocéntrica, en la que resaltarían los valores del movimiento filosófico de la ecología profunda, que destacan de forma concisa que el bienestar del florecer de todas las formas de vida tanto humana como no humana tienen un valor intrínseco, un valor independiente al uso que podría tener el mundo no humano, para los propósitos humanos. Cabe destacar el gradiente que existe en este espectro de conductas, y resulta interesante mencionar que la mayoría de los grupos ambientalistas se encuentran cerca de la segunda tipología mencionada, es decir, en el intermedio de la escala. Mediante un ejemplo, es fácil observar como se puede aplicar esta diagnosis a cualquier grupo de actitudes consecuencia de la percepción que el individuo tenga del mundo. En el caso de los recursos naturales, podemos reducir a tres grupos que se ajusten, las conductas posibles; existen aquellos que tienen una visión claramente de expansión y explotación irrestringida, seguida de una conducta de expansión y explotación complementada por ciertas zonas de conservación y finalmente una actitud de preservación y complementación. Obsérvese la clara diferencia entre conservar y preservar en este contexto, la primera es una actitud correctora de ámbito secundario y la última protectora primordial, respectivamente.

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El reduccionismo objetivo de la ciencia. La necesidad de una visión holística de Gaia La ciencia moderna ha descartado las emociones. Esto es la inevitable consecuencia de decretar que el conocimiento científico ha de ser objetivo- un vano decreto, considerando que la propia naturaleza del hombre es incapaz de entretener el conocimiento objetivo, y aun menos de eficazmente suprimir sus emociones. Un visual y claro ejemplo en el que se puede evidenciar esta imposibilidad objetiva, es simplemente con la respuesta pasional con la que los científicos actúan ante ataques que cuestionan sus creencias y amenazan su “estructura cognitiva”. La ecología que necesitamos, no es aquella que conlleve percibir la ecosfera de la que dependemos para nuestra supervivencia desde una distancia y con disociación científica. No se puede salvar el planeta a través de decisiones conscientes, racionales y no emocionales; como si estuviéramos ante un tipo de contrato ecológico basado en un análisis de costo-beneficio. Un cometido emocional, moral y espiritual es necesario.

Como puede afectar a nuestra conducta ambiental el ser parte del ambiente. Ante este aspecto de la comprensión humana, uno se plantea la pregunta de cómo se vería afectada nuestra conducta si considerásemos nuestro medio como parte de un todo, del que en realidad formamos parte, es decir, como nos orienta un sentimiento profundamente enraizado de existir como parte de un gran todo, un único ser vivo. De Gaia. Hoy en día dentro del ámbito Científico son predominantes las tendencias Neodarwinistas y sociobiológicas, en las que en sus propios términos, un individuo no necesita la correcta comprensión del medio ambiente para sobrevivir, ya que el comportamiento no se considera parte del proceso de evolución . Sin embargo existen claras llamadas de atención respecto a esta visión antropocéntrica del mundo. Ante esta selección natural dentro de la evolución

La ecopsicología un camino para otro tipo de ecologismo. ECO, PSICO, LOGOS: el conocimiento de que la tierra es el hogar de nuestras almas. Así es como John Seed definío la ecopsicología ante la sociedad de psicología australiana en su anual conferencia en la costa dorada de Queensland en 1994 A pesar de la moderna ilusión de alineación, de separación con el mundo vivo, NO somos alienes, pertenecemos a este hogar que es la tierra. La psiquis human también tiene una génesis terrestre, el resultado de 4000 millones de años de continua evolución y la compleja y exquisita biología de la que surgió tiene que perdurar la matriz, la base de cualquier psiquis sana.

Al final del trabajo en el APÉNDICE IV esta la carta que el jefe Seatle escribió al presidente de los EEUU de América, cuando este les ofreció comprarles sus tierras. Esta carta es la labor de una visión totalmente Gaiana del mundo, una de las piezas más inspiradoras sobre estos temas.

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Ecología profunda Si uno adopta la perspectiva de un psicólogo ambiental crítico puede preguntarse cuál es esa patología humana, que subyace y afecta nuestra sociedad moderna, y nos permite desquebrajar la malla biológica a la que también estamos enlazados. A no ser que podamos resolver este primordial problema, todas nuestras acciones ambientalistas se vuelven meros gestos simbólicos. La ecología profunda, esta basada en valores radicalmente ecocéntricos, es el nombre de una rama filosófica (una ecosofia) que nos puede ayudar mucho a comprender por que nos portamos tan ciegamente, y tal vez nos dé algunas pistas de hacia donde podemos buscar una verdadera solución. El APÉNDICE II recoge los planteamientos intelectuales de la plataforma de ecología profunda y el APÉNDICE III recopila varios escritos de estos autores. El problema fundamental es el antropocentrismo o centralización humana. Estamos obsesionados con nuestra propia importancia. Resulta una visual anécdota de este antropomorfismo, como hace poco, los astrónomos que sugirieran que la tierra no era el centro del universo iban todos a la hoguera, y ahora ciegamente destruimos el futuro de 10 millones de especies para poder llenar el mundo de humanidad por unas pocas generaciones más. En el APÉNDICE I, más allá del antropocentrismo, se puede leer la visón del Ecopsicólogo John Seed sobre el antropocentrismo y como sobrepasarlo. Para la ecología profunda, el mundo no se concibe como una pirámide con los humanos en la cima, sino como una malla. Los humanos solo somos un lazo más, y si destruimos otros lazos, nos destruimos a nosotros mismos. Arnes Naess, Catedrático Emeritus de Filosofía en la universidad de Oslo, es el autor del término ecología profunda. En el Libro Thinking like a Mountain – Towards a Council of All Beings del que es coautor entre otros ambientalistas distinguidos como el ecopsicologo John Seed, concluye que “no es suficiente tener ideas ecológicas, hay que tener una identidad ecológica, o un yo ecológico”. El concepto de identidad ecológica es muy importante. A lo largo de miles de años de condición antropocéntrica, que absorbemos desde el día que nacemos, hemos heredado una personalidad vacía y ficticia, y hemos creado una perversa ilusión de separación de Gaia. No existe ningún “yo” sin el aire, el agua y la tierra. En la realidad la personalidad humana existe en la intersección de antiguos ciclos del aire, el agua y la tierra. Debido a que no hemos aprendido a identificarnos con la tierra viviente, con Gaia. A pesar de que nacemos, vivimos y morimos en ella, nos hemos vuelto inconscientes de esto. Como dijo Woody Allen: “La tierra y yo somos dos”. El hecho de que nuestro sentimiento de alienación de la naturaleza es completamente una ilusión. Puede demostrarse simplemente aguantando el aliento durante unos minutos. Somos capaces de hablar de la “atmósfera” como si de alguna forma estuviera ahí fuera. Pero la realidad es que no es externa. Nada esta ahí fuera. El aire, el agua y la tierra están constantemente migrando y cumpliendo ciclos dentro de nosotros. No existe un “ahí fuera” está todo “dentro”, pero la mayoría de la gente, incluso los que están de acuerdo teóricamente, no experimentan el mundo así.

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Gaia, su lugar en la Psicología Ambiental Mientras que el medio ambiente sigue “allí fuera”, podemos dejarlo a algún grupo de ecologistas para que lo protejan, entretanto cuidamos de “nosotros mismos”. Las cosas cambian cuando nos despertamos para darnos cuenta de que la naturaleza “allí fuera” y “nuestra” naturaleza son una cosa, son lo mismo. Y la sensación de separación por muy reforzada que sea, solo es ilusoria.

La identidad ecológica Cuando Arnés Naess y demás ecólogos hablan de identidad ecológica, uno tiene que comprender identidad por su acepción normal, es decir, la experiencia no solo de similaridad con una entidad sino que también de conjunción. Para comprenderlo mejor, uno puede tener un sentido de similaridad entre uno mismo y otra entidad sin tener que identificarse necesariamente con esa entidad, esto es, sin necesariamente tener que experimentar una conjunción con esa entidad. La identidad no se debe confundir con una ser fijado, es decir, literalmente ser un árbol, por ejemplo. Lo que se intenta dar a comprender es la experiencia común que a través del proceso de identificación puede expandirse a incluir el árbol, aunque yo y el árbol nos mantengamos físicamente separados. y esto encima considerando que aquí el término separados no debe tomarse demasiado literalmente por que como la ecología nos enseña, el árbol y yo estamos interconectados de muchas maneras. Como Naess dice: “La identidad ecológica de la persona es aquella con la que la persona se identifica”. Con esta oración sobre el ser, se enfatiza la importancia del proceso de identificación. Warwick Fox en su libro Towards A Transpersonal Ecology, Developing new foundations for enviriomentalism., propone tres bases sobre las que podremos identificarnos más global y profundamente con nuestro yo ecológico. Se refiere a estas bases de identificación como la personal, la ontológica y la cósmica. Brevemente voy a resaltar las características de cada una de ellas. La identificación personal se refiere a esas experiencias de conjunción con las demás entidades que surgen cuando uno se ve involucrado directamente con ellas. Generalmente nos identificamos más con aquellas cosas con las que estemos en contacto más a menudo. En contraste a la identificación personal, la ontológica y cósmica son métodos de identificación transpersonales. La identificación ontológica se refiere a aquellas experiencias de conjunción que se presenta a través de la apreciación de forma profunda de la naturaleza existencial de las cosas. Fox deja claro que para realmente comprender la cuestión de la identificación ontológica es necesario llevar acabo alguna práctica asidua del tipo que están asociadas con disciplinas experimentales de base espiritual. La identidad cosmológica se obtiene con aquellas experiencias de conjunción con el todo, el global, por la comprensión de que nosotros y todas las demás entidades son aspectos de una sola realidad envolvente. Esta apreciación puede obtenerse a través de la incorporación de cualquier cosmología. Esto es, cualquier visión del mundo como una sola entidad. La cosmología entonces puede provenir de mitología, religión, filosofía especulativa o de ciencias cosmológicas. La visión Gaiana de la tierra nos da un marco en el que situar nuestra evolución y nuestro presente. Gaia es una forma de ver el mundo, que como hemos estudiado para la psicología ambiental tiene muchas implicaciones. Nuestra percepción, cognición y conducta se ven modificadas por esta visión, adquiriendo un verdadero sentimiento de consecuencia para una actitud ecológicamente responsable. Aún más nos reconforta y nos da un lugar para vivir, el saber que pertenecemos a algo real y cambiante.

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APÉNDICE I: Sobre el Antropocentrismo A continuación se recoge la traducción de un ensayo por John Seed titulado Más allá del antropocentrismo (titulo original: Beyond Antropocentrism) recogido en el libro THINKING LIKE A MOUNTAIN, Towards a Council of All Beings. “Antropocentrismo” u “homocentrismo” quiere decir chovinismo humano. Es similar al sexismo, pero sustituye al “hombre” por “raza humana” y a la mujer con “todas las otras especies”. El chovinismo humano, la idea de que los humanos son la corona de la creación, la fuente de todo valor, la medida de todas las cosas, está profundamente arraigado en nuestra cultura y conciencia. El temor y el miedo de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los cielos, en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en todos los peces del mar; en vuestra mano son entregados. Cuando los humanos investigan y logran ver a través de sus capas de auto-apreciación antropocéntrica, empieza a ocurrir un cambio muy profundo de conciencia. El aislamiento disminuye. El humano deja de ser un ser externo, aparte. Reconoces tu humanidad como meramente la etapa más reciente de tu existencia, y conforme dejas de identificarte exclusivamente con este capítulo, empiezas a hacer contacto contigo mismo como mamífero, como vertebrado, como una especie que recién emergió del bosque tropical. A medida que se dispersa la neblina de la amnesia, ocurre una transformación en tu relación con otras especies, y en tu compromiso con ellas. Lo que aquí se describe no debe verse como algo meramente intelectual. El intelecto es uno de los puntos de entrada para dicho proceso, y el más fácil de comunicar. Para algunas personas, sin embargo, este cambio de perspectiva se da luego de llevar a cabo acciones a nombre de la Madre Tierra. El “Estoy protegiendo el bosque tropical” evoluciona en “Soy parte del bosque tropical que me protege. Soy esa parte del bosque tropical que recientemente empezó a tener conciencia” ¡Qué alivio! Ya se acabaron los miles de años de separación imaginada y empezamos a recordar nuestra verdadera naturaleza. Esto es, el cambio es espiritual, empezamos a pensar como una montaña , lo que a veces se denomina ecología profunda. Soy esa parte del bosque tropical que recientemente empezó a tener conciencia. Conforme mejora tu memoria, conforme las implicaciones de la evolución y de la ecología se internalizan y reemplazan las estructuras antropocéntricas obsoletas de tu mente, se va dando una identificación con toda la vida. Lo que sigue es el darse cuenta de que la diferencia entre “vida” y “sin vida” es una fabricación humano. Cada átomo en este cuerpo existía antes de que la vida orgánica emergiera hace 4,000 millones de años. ¿Recuerdas nuestra infancia como minerales, como lava, como piedras? Las piedras contienen el potencial de entretejerse a si mismas en cosas como ésta. Somos las piedras que danzan. ¿Porqué las vemos por encima del hombro con un aire tan condescendiente? Son nuestra parte inmortal. Si nos embarcamos en este viaje interno, podemos encontrar, al regresar a la realidad de hoy día, que nuestras acciones a nombre del medio ambiente se purifican y fortalecen por tal experiencia. Hemos encontrado un nivel de nuestro ser que no puede ser corrompido por la polilla, el óxido, el holocausto nuclear o la destrucción del banco genético del bosque tropical. El compromiso de salvar al mundo no disminuye con esta nueva perspectiva, aunque el miedo y la ansiedad, que

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Gaia, su lugar en la Psicología Ambiental son parte de nuestra motivación, empiezan a disiparse para ser reemplazados con una actitud un tanto desinteresada. Actuamos porque la vida es la única opción, y las acciones que provienen de una conciencia desinteresada y con menos apegos pueden ser más efectivas. Los activistas a menudo no tienen mucho tiempo para practicar la meditación. El espacio desinteresado que encontramos aquí puede ser similar a la meditación. Algunos maestros de meditación están adoptando la ecología profunda y viceversa . Se estima que hoy día existen menos de una de cada cien especies de todas las que han existido. El resto está extinto. Somos las piedras que danzan. Conforme cambia el medio ambiente, cualquier especie que no sea capaz de adaptarse, cambiar, evolucionar, se extingue. Toda la evolución sucede de esta manera. De esta forma, un pez privado de oxigeno, ancestro tuyo y mío, empezó a colonizar la tierra. La especie humana es una en millones amenazadas por la extinción inminente provocada por la guerra nuclear y otras causas ambientales. Y mientras que es verdad que la “naturaleza humana” revelada por 12,000 años de historia escrita no ofrece mucho aliento de que podamos cambiar nuestras costumbres bélicas, ambiciosas, e ignorantes, la historia fósil que es mucho más larga nos asegura que podemos cambiar. Somos los peces, y todos los otros triunfos de la flexibilidad que desafían a la muerte y que nos son revelados a través del estudio de la evolución. Esto nos garantiza una cierta confianza (a pesar de nuestra reciente “humanidad”). Desde este punto de vista, la amenaza de la extinción aparece como una invitación a cambiar, a evolucionar. Después de un breve respiro de la mano del alfarero, henos aquí de nuevo sobre la rueda. El cambio que se requiere de nosotros no es una nueva resistencia a la radiación, sino un cambio de conciencia. La ecología profunda es la búsqueda de una conciencia viable. Ciertamente que la conciencia emergió y evolucionó de acuerdo a las mismas leyes que todo lo demás. Moldeada por las presiones ambientales, la mente de nuestros ancestros posiblemente se vio forzada a trascenderse a sí misma una y otra vez. Para sobrevivir a nuestras presiones ambientales actuales, debemos recordar de manera conciente nuestra herencia evolutiva y ecológica. Debemos aprender a “pensar como una montaña”. La amenaza de la extinción es la mano del alfarero que moldea todas las formas de vida. Si hemos de estar abiertos a evolucionar hacia una nueva conciencia, debemos enfrentar de lleno nuestra inminente extinción (la verdadera presión ambiental). Esto significa reconocer esa parte de nosotros que no quiere ver la verdad, que se oculta de la desesperanza del humano en la intoxicación o en la ocupación, cuya carrera de 4,000 millones de años ya está recorrida, cuya vida orgánica está a apenas un milímetro de terminar. Una perspectiva biocéntrica, el darse cuenta de que las piedras bailarán, y que las raíces son más profundas que 4,000 millones de años, nos puede dar el valor de enfrentar la desesperanza y lograr una conciencia más viable, una que sea sostenible y que vuelva a estar en armonía con la vida. Proteger algo tan ancho como este planeta es todavía una abstracción para muchos. Sin embargo, veo el día en nuestra vida en que la reverencia por los sistemas naturales—los océanos, los bosques tropicales, el suelo, los pastizales y todas las otras cosas vivientes—sea tan fuerte que ninguna ideología estrecha basada en la política o economía sea capaz de superarla. Como Arne Naess, el “padre” de la ecología profunda, hace notar, “La esencia de la ecología profunda es plantearse preguntas más profundas...” Nos preguntamos cuál sociedad, cuál educación y cuál religión es benéfica para toda la vida en el Planeta como un todo.

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Gaia, su lugar en la PsicologĂ­a Ambiental Cuando piensas como una montaĂąa, piensas tambiĂŠn como el oso negro, de tal forma que la miel se resbala por tu pelaje mientras tomas el autobĂşs para ir a trabajar.

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APÉNDICE II: Plataforma de la Ecología profunda

P1.- El bienestar y el florecimiento de la vida humana y no humana en la Tierra tienen un valor en sí mismo. Estos valores son independientes de la utilidad del mundo no humano para los objetivos humanos. P2.- La riqueza y diversidad de las formas de vida contribuyen a la percepción de estos valores y son también valores en sí mismos. P3.- Los humanos no tienen derecho a reducir esta riqueza y diversidad, salvo para satisfacer necesidades vitales. P4.- El florecimiento de la vida y cultura humanas es compatible con un descenso sustancial de la población humana. El florecimiento de la vida no humana requiere ese descenso. P5.- La interferencia humana actual en el mundo no humano es excesiva y la situación continúa empeorándose. P6.- Por lo tanto deben cambiarse las políticas. Estas políticas afectan a las estructuras económicas, tecnológicas e ideológicas básicas. El estado de cosas resultante será profundamente diferente del presente. P7.- El cambio ideológico consiste fundamentalmente en apreciar la calidad de vida (vivir en situaciones de valor inherente, cualitativo) más que adherir a un nivel de vida cada vez más alto. P8.- Quienes suscriben los puntos precedentes tienen la obligación directa o indirecta de tratar de llevar a cabo los cambios necesarios. NAESS Arnes, SESSIONS George, 'Platform Principles of the Deep Ecology'

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APENDICE III: Autores de Ecología profunda En este apéndice se recogen varios recortes en el idioma original de escritos por los mayores representantes del movimiento de la ecología profunda. Ya que la mejor manera de comprender que es lo que une a todos estos autores es apreciando la unidad conceptual de sus palabras. Al leer a Arnes Naess o a los demás ecologistas transpersonales (de la ecología profunda), es importante que cuando éstos enfaticen la importancia de una abierta y más profunda identificación, interpretar a dichos autores no solo dejándose llevar por la viva imaginación; sino que también hay que centrarse en comprender el contenido implícito y aplicable para cada una de nuestras vidas, para nuestro día a día. George Sessions The search for an environmental ethics, in the conventional modern sense (which Routley wants to endorse) seems wrong-headed and fruitless .... {Routley} thinks "an environmental ethic can be as tough, practical, rational and secular as prevailing Western ethics" I find this neither desirable nor necessary, and perhaps not possible. ... The search then, as 1 understand it, is not for environmental ethics but for ecological consciousness. A logically air-tight formulation of a non-anthropocentric ecological metaphysics or an impeccably formulated "environmental ethics" is not going to solve our problems, even if such things are possible, although they would be of some use and value just as the formulation of paradigms has some value. However, our problems seem to channel down ultimately to human psychology, or states of consciousness, or more generally to the state of being of the whole organism ... Those philosophers who see the philosophical environmental problem mainly as one of developing an ethics of the environment fail to understand the major scientific/epistemological/ social paradigm shift which is now underway. Conceptual analysis will be valuable but ... the attempt to solve these ecophilosophical problems on purely logical or conceptual grounds is to fail to realize that this approach is itself pare of the old paradigm which needs to be replaced. Bill Devall: Cultivating ecological consciousness precedes and pre-empts the search for an "environmental ethic. " While some philosophers see appropriate environmental ethics as the primary task, others understand that the important task is ... {that of} the psychological development from narrow, egotistical "self" to identification with the whole .... This issue of environmental ethics versus ecological consciousness has practical implications. It is nor just a disagreement among some philosophers. [The former approach] fails to touch the core of the self.

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Gaia, su lugar en la Psicología Ambiental As we discover our ecological self we will joyfully defend and interact with that with which we identify; and instead of imposing environmental ethics on people, we will naturally respect, love, honour and protect that which is of our self. ... Extending awareness and receptivity with other animals and mountains and rivers encourages identification and engenders respect for and solidarity with the field of identification. This does not mean there will never be conflicts between the vital material needs of different people or between some humans and some other animals in specific situations, but it does mean that a basis for "good actions" or "right livelihood" is not based alone on abstract moralism, selfdenial, or sacrifice .... We need to be reminded of our moral duties occasionally, but we change our behaviour more simply with richer ends through encouragement. Deeper perception of reality and deeper and broader perception of self is what I call ecological realism. That is, in philosophical terms, however important environmental ethics are, ontology is the center of ecosophic concerns. 41 Andrew McLaughlin: The heart of deep ecology, according to Devall and Sessions, is the cultivation of "ecological consciousness" [by which they mea n rhe same as Naess means by "Self-realization"] .... This makes deep ecology a rather more demanding position than contemporary philosophers usually deal with, as it insists on the fundamental importance of the question of what sort of person should I strive to become? This concern of deep ecology with the development of the self harks back to the concerns of Greek philosophy with the development of character. As such, this pushes philosophy beyond the bounds it has usually accepted in the twentieth century. It brings to the fore the normative question of how should I be, rather than addressing the more abstract and impersonal questions about the nature of value, the structure of moral argument, and so on. In this shift of focus, deep ecologists open an old central question in a new context… [Yet] this is exactly the question that environmental philosophy must address. Disputes over whether over not Nature has or has not “intrinsic value” may not be central question. 42 Neil Evernden Even the call for an environmental ethic is an admission of this stance [i.e., "our prior action in saying 'le' to the world and to each other" or, in other words, our prior action in conceiving of our self in a narrow, atomistic, or particle-like way such that other entities are likewise seen as "atomistic individuals"}, for ethics in AngloAmerican philosophy deals with the means of structuring the interactions of atomistic individuals. It is almost another technical fix, a cultural corrective to a congenital deformity .... Understanding ourselves is the first task of ethics, and the ethics we derive will depend on our understanding of Being. 45

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Gaia, su lugar en la PsicologĂ­a Ambiental Alan Drengson What identifies us in terms of certain Cultural patterns does not exhaust the richer possibilities that each of us contains. The conception we have of ourselves as social and human beings comes to constitute an ego self, a self image, which is narrowly boundaried and defined, and which is ultimately based on a rigid array of dualisms that have their basis in a subject/object dichotomy and a human/nature antagonism .... What deep ecology directs us toward, then, is neither an environmental axiology or theory of environmental ethics nor a minor reform of existing practices. It directs us to develop our Own sense of self until it becomes Self, that is, until we realize through deepening ecological sensibilities that each of us forms a union with the natural ourselves. 43 Michael Zimmerman: In the light of the foregoing analysis, we can say that to determine what kinds of behaviour are moral1y appropriate, we muse know what we ourselves and other beings are. In other words, ontology precedes ethics .... Deep ecologists claim that before knowing what we ought to do, we must understand who we real1y are. John Livingston What one is after is not moral guidance but experiential knowing. ... In nature I can find no place for even the most elegantly contrived rationalization of rights between species. The notion of rights as applied to interspecies affairs is probably a blind alley. Such also seems to be the unfortunate conclusion, in deep ecology, for most branches of western ethics .... So far as I can determine, ethics and morals are unknown in nature. There appears to be no need for them .... Ethics and morals were, I believe, invented by one species to meet the particular needs of that species. They have nothing whatever to do with the rest of nature .... Conventional moral philosophy and ethics are, I believe prosthetic devices. [What we need instead is an} extended consciousness which transcends mere self. ... I see this extended sense of belonging as a fundamental biological (and thus human) imperative. I think that the thwarting of such an imperative is in some absolute sense wrong. ... I cannot however explicate its wrongness by way of any branch of western ethics and moral philosophy of which I am aware.

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John Rodman Thanks to this ["the taboo against committing the naturalistic fallacy"} the quest for an ethics is reduced to prattle about "values" taken in abstraction from the "fans'" of experience; the notion of an ethics as an organic ethos, a way of life, remains lost to us ... From the standpoint of an ecology of humanity, it is curious how little appreciation there has been of the limitations of the moral/ legal stage of consciousness. If an existing system of moral and legal coercion does not suffice, our tendency is to assume that the solution lies in more of the same, in "greatly extending the laws and rules which already are beginning to govern our treatment of nature." ... It is worth asking whether the ceaseless struggle to extend morality and legality may by now be more a part of our problem than its solution. 47 Joanna Macy Indeed, I consider that this shift [to an emphasis on our "capacity to identify with the larger collective of all beings"} is essential to our survival at this point in history precisely because it can serve in lieu of morality and because moralizing is ineffective. Sermons seldom hinder us from pursuing our self-interest, so we need to be a little more enlightened about what our self-interest is. It would not Occur to me, for example, to exhort you to refrain from cutting off your leg. That wouldn't occur to me or to you, because your leg is part of you. Well, so are the trees in the Amazon Basin; they are our external lungs. We are just beginning to wake up to that. We are gradually discovering that we are our world." Arness Naess A couple of thousand years of philosophical, psychological and social-psychological thinking has not brought us any stable conception of the I, ego, or the self. In modern psychotherapy these notions play an indispensable role, but, of course, the practical goal of therapy does nor necessitate philosophical clarification of the terms. I shall only offer one single sentence resembling a definition of the ecological self. The ecological self of a person is that with which this person identifies. This key sentence (rather than definition) about the self shifts the burden of clarification from the term "self" to that of "identification," or rather "process of identification" .... Every living being is connected intimately, and from this intimacy follows the capacity of identification and as its natural consequences, practice of non-violence .... Now is the time to share with all life on our maltreated earth through the deepening identification with life forms and the greater units, the ecosystems, and Gaia, the fabulous; old planet of ours.

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How do we develop a wider self? ... The self is as comprehensive as the totality of our identifications. Or, more succinctly: Our Self is that with which we identify. The question then reads: How do we widen identifications? 50 Self-realization cannot develop far without sharing joys and sorrows with others, or more fundamentally, without the development of the narrow ego of the small child into the comprehensive structure of a Self that comprises all human beings. The [deep) ecological movement-aS many earlier philosophical movements-takes a step further and asks for a development such that there is a deep identification of individuals with alllife.51 In my outline of a philosophy (Ecosophy T) "Self-realization" is the logically (derivationally) supreme norm, but it is not an eternal or permanent Self that is postulated. When the formulation is made more precise it is seen that the Self in question is a symbol of identification with an absolute maximum range of beings. The ecosophical outlook is developed through an identification so deep that one's own self is no longer adequately delimited by the personal ego or the organism. One experiences oneself to be a genuine part of all life .... We are not outside the rest of nature and therefore cannot do with it as we please without changing ourselves .... We are a part of the ecosphere just as intimately as we are a part of our own society .... Human beings who wish to attain a maximum perspective in the comprehension of their cosmic condition can scarcely refrain from a proud feeling of genuine participation in something immensely greater than their individual and social career. Palaeontology reveals ... that the development of life on earth is an integrated process, despite the steadily increasing diversity and complexity. The nature and limitation of this unity can be debated. Still, this is something basic. "Life is fundamentally one." ... My concern here is the human capability of identification, the human joy in the identification with [for example) the salmon on its way to its spawning grounds, and the sorrow felt upon the thoughtless reduction of the access to such important places .... When solidarity and loyalty are solidly anchored in identification, they are not experienced as moral demands; they come of themselves.

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APÉNDICE IV: Mensaje del Gran Jefe Seattle al Presidente de los Estados Unidos de América en el año de 1855. El gran Jefe de Washington nos envió un mensaje diciendo que deseaba comprar nuestra Tierra. El Gran Jefe también nos envió palabras de amistad y de buena voluntad. Es una señal amistosa por su parte, pues sabemos que no necesita nuestra amistad. Pero vamos a considerar su oferta, porque sabemos que si no se la vendemos, quizá el hombre blanco venga con sus armas y se apodere de nuestra Tierra. ¿Quién puede comprar o vender el Cielo o el calor de la Tierra? No podemos imaginar esto si nosotros no somos dueños del frescor del aire, ni del brillo del agua. ¿Cómo él podría comprárnosla? Trataremos de tomar una decisión. Según lo que el Gran Jefe Seattle diga, el Gran Jefe en Washington puede dejarlo, del mismo modo que nuestro hermano blanco en el transcurso de las estaciones puede dejarlo. Mis palabras son como las estrellas, nunca se extinguen. Cada parte de esta tierra es sagrada para mi pueblo, cada brillante aguja de un abeto, cada playa de arena, cada niebla en el oscuro bosque, cada claro del bosque, cada insecto que zumba es sagrado, para el pensar y el sentir de mi pueblo. La savia que sube por los árboles, trae el recuerdo del Piel Roja. Los muertos de los blancos olvidan la Tierra en que nacieron, cuando desaparecen para vagar por las estrellas. Nuestros muertos nunca olvidan esta maravillosa Tierra, pues es la madre del Piel Roja. Nosotros somos una parte de la Tierra, y ella es una parte de nosotros. Las olorosas flores son nuestras hermanas, el ciervo, el caballo, la gran águila, son nuestros hermanos. Las rocosas alturas, las suaves praderas, el cuerpo ardoroso del potro y del hombre, todos pertenecen a la misma familia. Por eso cuando el Gran Jefe de Washington, nos envió el recado de que quería comprar nuestra Tierra, exigía demasiado de nosotros. El Gran Jefe nos comunicaba que quería darnos un lugar, donde pudiéramos vivir cómodamente. Él sería nuestro padre, y nosotros seríamos sus hijos. ¿Pero, será posible esto alguna vez? Dios ama a vuestro pueblo y ha abandonado a sus hijos rojos. Él ha enviado máquinas para ayudar al hombre blanco en su trabajo, y construye para él grandes pueblos. Él hace que vuestra gente cada vez sea más poderosa, día tras día. Pronto invadiréis la Tierra, como ríos que se desbordan desde las gargantas montañosas, por una inesperada lluvia. Mi pueblo es como una corriente desbordada, pero sin retorno. No, nosotros somos de razas diferentes. Nuestros hijos no juegan juntos, y nuestros ancianos no cuentan las mismas historias. Dios os es favorable, y nosotros estamos como huérfanos. Meditaremos sobre vuestra oferta de comprarnos la Tierra. No será fácil, porque esta Tierra es sagrada para nosotros. Nos sentimos alegres en este bosque. No sé por qué, pero nuestra forma de vivir es diferente de la vuestra. El agua cristalina, que brilla en arroyos y ríos, no es sólo agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si os vendemos nuestra Tierra, habéis de saber que es sagrada, y que vuestros hijos aprendan que es sagrada, y que todos los pasajeros reflejos en las claras aguas son los acontecimientos y tradiciones que refiere mi pueblo. El murmullo del agua es la voz de mis antepasados. Los ríos son nuestros hermanos, ellos apagan nuestra sed. Los ríos llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos.

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Gaia, su lugar en la Psicología Ambiental Si vendiésemos nuestra tierra tenéis que acordaos, y enseñar a vuestros hijos que los ríos son nuestros hermanos -y los vuestros-, y que tendréis desde ahora que dar vuestros bienes a los ríos, así como a otros de vuestros hermanos. El Piel Roja siempre se ha apartado del exigente hombre blanco, igual que la niebla matinal en los montes cede ante el sol naciente. Pero las cenizas de nuestros antepasados, sus tumbas, son tierra santa, y por eso estas colinas, estos árboles, esta parte de la Tierra, nos es sagrada. Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de pensar. Para él una parte de la Tierra es igual a otra, pues él es un extraño que llega de noche y se apodera en la Tierra de lo que necesita. La Tierra no es su hermana, sino su enemiga, y cuando la ha conquistado, cabalga de nuevo. Abandona la tumba de sus antepasados y no le importa. Él roba la Tierra de sus hijos, y no le importa nada. Él olvida las tumbas de sus padres, y los derechos de nacimiento de sus hijos. Trata a su madre, la Tierra, y a su hermano, el Cielo, como cosas que se pueden comprar y arrebatar, y que se pueden vender, como ovejas o perlas brillantes. Hambriento, se tragará la tierra, y no dejará nada, sólo un desierto. No sé, pero nuestra forma de ser, es diferente de la vuestra. La vista de vuestras ciudades hace daño a los ojos del Piel Roja. Quizá porque el Piel Roja es un salvaje y no lo comprende. No hay silencio alguno en las ciudades de los blancos, no hay ningún lugar donde se pueda oír crecer las hojas en primavera y el zumbido de los insectos. Pero quizá es porque yo sólo soy un salvaje, y no entiendo nada. La charlatanería sólo daña a nuestros oídos. ¿Qué es la vida si no se puede oír el grito solitario del pájaro chotacabras, o el croar de las ranas en el lago al anochecer? Yo soy un Piel Roja y no entiendo esto. El indio puede sentir el suave susurro del viento, que sopla sobre la superficie del lago, y el soplo del viento limpio por la lluvia matinal, o cargado de la fragancia de los pinos. El aire es de gran valor para el Piel Roja, pues todas las cosas participan del mismo aliento: el animal, el árbol, el hombre, todos participan del mismo aliento. El hombre blanco parece no considerar el aire que respira; a semejanza de un hombre que está muerto desde hace varios días y está embotado contra el hedor. Pero si os vendemos nuestra Tierra no olvidéis que tenemos el aire en gran valor; que el aire comparte su espíritu con la vida entera. El viento dio a nuestros padres el primer aliento, y recibe el último hálito. Y el viento también insuflará a nuestros hijos la vida. Y si os vendiéramos nuestra Tierra, tendríais que cuidarla como un tesoro, como un lugar donde también el hombre blanco sepa que el viento sopla suavemente sobre las flores de la pradera. Yo soy un salvaje, y es así como entiendo las cosas. He visto mil bisontes putrefactos, abandonados por el hombre blanco. Los mataron desde un convoy que pasaba. Yo soy un salvaje y no puedo comprender cómo el caballo de hierro que echa humo, es más poderoso que el búfalo, al que sólo matamos para conservar la vida. ¿Qué es el hombre sin animales? Si todos los animales desapareciesen el hombre también moriría, por la gran soledad de su espíritu. Lo que les suceda a los animales, luego, también les sucede a los hombres. Todas las cosas están estrechamente unidas. Lo que le acaece a la Tierra también les acaece a los hijos de la Tierra. Tenéis que enseñar a vuestros hijos que el suelo que está bajo sus pies tiene las cenizas de nuestros antepasados. Para que respeten la Tierra, contadles que la Tierra contiene las almas de nuestros antepasados. Enseñad a vuestros hijos lo que nosotros enseñamos a los nuestros: que la Tierra es nuestra madre. Lo que le acaece a la Tierra, les acaece también a los hijos de la Tierra. Cuando los hombres escupen a la Tierra, se están escupiendo a sí mismos. Pues nosotros

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Gaia, su lugar en la Psicología Ambiental sabemos que la Tierra no pertenece a los hombres, que el hombre pertenece a la Tierra. Eso lo sabemos muy bien, todo está unido entre sí, como la sangre que une a una misma familia. Todo está unido. Lo que le acaece a la Tierra les acaece, también, a los hijos de la Tierra. El hombre no creó el tejido de la vida, sólo es una hilacha. Lo que hagáis a este tejido, os lo hacéis a vosotros mismos. No, el día y la noche no pueden vivir juntos. Nuestros muertos siguen viviendo en los dulces ríos de la Tierra, y regresan de nuevo con el suave paso de la Primavera, y su alma va con el viento, que sopla rizando la superficie del lago. Consideramos la posibilidad de que el hombre blanco nos compre nuestra Tierra. Pero mi pueblo pregunta: ¿qué es lo que quiere el hombre blanco? ¿Cómo se puede comprar el Cielo, o el calor de la Tierra, o la velocidad del antílope? ¿Cómo vamos a venderos esas cosas y cómo vais a poder comprarlas? ¿Es que, acaso, podréis hacer con la Tierra lo que queráis, sólo porque un Piel Roja firme un pedazo de papel y se lo dé al hombre blanco? Si nosotros no poseemos el frescor del aire, ni el brillo del agua, ¿cómo vais a poder comprárnoslo? Es que, acaso, podéis comprar los búfalos cuando ya habéis matado al último? Consideraremos vuestra oferta. Sabemos que si no os la vendemos vendrá el hombre blanco y se apoderará de nuestra Tierra. Pero nosotros somos unos salvajes. El hombre blanco que va en pos de la posesión del poder, ya se cree que es Dios, al que le pertenece la Tierra. ¿Cómo puede un hombre apoderarse de su madre? Consideraremos vuestra oferta de comprar nuestra Tierra. El día y la noche no pueden vivir juntos. Consideraremos vuestra oferta de que vayamos a una reserva. Queremos vivir aparte y en paz. No importa dónde pasemos el resto de nuestro días. Nuestros hijos verán a sus padres sumisos y vencidos. Nuestros guerreros estarán avergonzados. Después de la derrota pasarán sus días en la holganza, y envenenarán sus cuerpos con dulce comidas y dulce bebidas. No importa dónde pasemos el resto de nuestros días. No quedan ya muchos. Sólo algunas horas, un par de inviernos, y no quedará ningún hijo de la gran estirpe que en otros tiempos vivió en esta Tierra, y que ahora en pequeños grupos viven dispersos por el bosque, para gemir sobre las tumbas de su pueblo, que en otros tiempo fue tan poderoso y lleno de esperanza como el vuestro. ¿Pero, por qué consternarse por la desaparición de un pueblo? Los pueblos están constituidos por hombres. Es así. Los hombres aparecen y desaparecen como las olas del mar. Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios camina a su lado, y habla con él, como el amigo con el amigo, puede librarse del común destino. Quizá seamos hermanos. Esperamos verlo. Sólo sabemos una cosa -que quizá un día el hombre blanco también descubra-, y es que nuestro Dios, es el mismo Dios suyo, Vosotros, quizá, penséis que le poseéis -igual que tratáis de poseer nuestra Tierra-, pero no podéis. Es el Dios de todos los hombres, lo mismo de los Pieles Rojas que de los blancos. Aprecia mucho esta Tierra y el que atente contra ella significa que desprecia a su Creador. También los blancos desaparecerán, y quizá antes que otras estirpes. Continuad contaminando vuestro lecho y una noche moriréis en vuestra propia caída. Pero al desaparecer brillaréis por el fuego del poderoso Dios, que os trajo a esta Tierra, y que os destinó a dominar al Piel Roja en esta Tierra. Este destino es para nosotros un enigma. Cuando todos los búfalos hayan muerto, los caballos salvajes hayan sido domados, y el rincón más secreto del bosque haya sido invadido por el ruido

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Gaia, su lugar en la Psicología Ambiental de muchos hombres, y la visión de las colinas esté manchada por los alambres parlantes, cuando desaparezca la espesura, y el águila se haya ido, esto significará decir adiós al veloz potro y a la caza. El final de la vida -y el comienzo de la otra vida. Dios os concedió el dominio sobre estos animales, los bosques y los Pieles Rojas por un determinado motivo. Y ese motivo es un enigma para nosotros. Quizá podríamos comprenderlo si supiésemos qué es lo que sueña el hombre blanco, qué ideales ofrece a los hijos en las largas noches invernales, y qué visiones arden en su imaginación, hacia las que tienden el día de mañana. Pero nosotros somos salvajes, los sueños del hombre blanco nos están ocultos, y porque nos están ocultos nosotros vamos a seguir nuestro propio camino. Pues, ante todo, nosotros estimamos el derecho que tiene cada ser humano a vivir tal como desea, aunque sea de modo muy diverso al de sus hermanos. No es mucho lo que nos une. Consideraremos vuestra oferta. Si aceptamos es sólo por asegurarnos la reserva que habéis prometido. Quizá allí podamos acabar los pocos días que nos quedan viviendo a vuestra manera. Cuando el último Piel Roja de esta Tierra desaparezca y su recuerdo sea solamente la sombra de una nube sobre la pradera, todavía estará vivo el espíritu de mis antepasados en estas orillas y estos bosques. Pues ellos amaban esta Tierra, como ama el recién nacido el latido del corazón de su madre. Si os llegáramos a vender nuestra Tierra, amadla, como nosotros la hemos amado. Cuidad de ella, como nosotros la cuidamos, y conservad el recuerdo de esta Tierra tal como os la entregamos. Y con todas vuestras fuerzas, vuestro espíritu y vuestro corazón, conservadla para vuestros hijos, y amadla, tal como Dios nos ama a todos. Pues hay algo que sabemos, que Dios es el mismo Dios. Esta Tierra es sagrada para Él. Ni siquiera el hombre blanco se puede librar del destino común. Quizá somos hermanos. Esperamos verlo.

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BIBLIOGRAFÍA

 THINKING LIKE A MOUNTAIN - TOWARDS A COUNCIL OF ALL BEINGS By John Seed, Joanna Macy, Pat Fleming, Arne Naess. New Society Publishers, Philadelphia, USA. 1988  GAIA, A New Look At Life On Earth, By James Lovelock. Oxford University Press, UK, 2000  THE AGES OF GAIA, A Biography Of Our Living Earth, By James Lovelock. Oxford University Press, UK, 2000  SMALL IS BEAUTYFULL, A Study Of Economics As If People Mattered, By E. F. Schumacher. Vintage, London, 2003  THE WAY, An Ecological World-View, By Edward Goldsmith. Themis Books, Totnes, Devon, 1996  TOWARDS A TRANSPERSONAL ECOLOGY, Developing New Foundations for Enviriomentalism, By Warwick Fox, A resurgence book, Green books, Totnes, Devon, 1995  UNA REVOLUCION EN LA EVOLUCION, By Lynn Margulis, Collecció Honoris Causa, Universitat de Valencia, 2002

Existen Múltiples artículos sobre estos temas en las extensas colecciones de las siguientes paginas web:

 http://www.social-ecology.org

 http://www.earthlight.org

 http://trumpeter.athabascau.ca

 http://www.accionchilena.cl

 http://www.oikos.org/psicen.htm

 http://www.netwalk.com/~vireo/Snyder. html

 http://www.gaiamind.com  http://pespmc1.vub.ac.be  http://www.ub.edu/dppss/psicsoce.htm  http://www.greenisp.net

 http://www.earthfirst.org  http://www.resurgence.org  http://www.schumachercollege.org.uk

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