Doña Barbara- Romulo Gallegos

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I. Un acontecimiento insólito A rtera fue la táctica empleada por doña Bárbara cuando recibió aquella carta donde Luzardo le participaba su determinación de cercar Altamira. Nada podía agradarle menos que esta noticia de un límite, a quien, cuando se le ponderaba su ambición de dominio, solía replicar socarronamente: —Pero si yo no soy tan ambiciosa como me pintan... Yo me conformo con un pedacito de tierra nada más: el necesario para estar siempre en el centro de mis posesiones dondequiera que me encuentre. Sin embargo, en concluyendo de leer la carta, exclamó con una entonación de voz de mujer bonachona y sencillota: —¡Bueno, pues! Por fin se van a acabar los pleitos por causa de ese bendito lindero con Altamira, porque el doctor Luzardo va a cercar su hato, y de ahora en adelante no habrá más equivocaciones. Eso es lo mejor: la cerca. ¡Sí, señor! Así cada cual sabe hasta dónde llega lo suyo y puede estar como dice el dicho: cada cual en su casa y Dios en la de todos. ¡Eso es! Hace tiempo que vengo pensando en la cerca; pero todavía no he podido darme ese gusto porque es mucha la plata que cuesta. El doctor sí puede darse ese gusto porque él tiene, y hace bien en gastarse una poca de plata en eso. Balbino Paiba, que a la voz de carta de Luzardo se le había acercado, por si de él se tratara, se quedó mirándola de hito en hito, sin comprender que todo aquello eran puras marrajerías encaminadas a que Antonio Sandoval, que estaba esperando la respuesta, llevase a Altamira el cuento de la buena disposición de ánimo con que había acogido la noticia. Pero como ya Antonio había oído decir que aquella entonación de voz no la empleaba ella sino cuando se proponía un plan artero, se hizo esta reflexión:


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