VOLVER A EMPEZAR

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—Les habla Max Webb, el segundo oficial —dijo la voz metálica que salió por los altavoces—. Dentro de aproximadamente diez minutos efectuaremos un aterrizaje forzoso en el aeropuerto de Travis, de modo que... Sharla empezó a gimotear y Jeff volvió a apretarle la mano con fuerza. —...Si utilizamos los toboganes, les rogamos que mantengan la calma. Recuerden que para bajar por el tobogán deberán sentarse. No se asusten. Si aterrizamos sobre terreno accidentado, cosa que es probable, por favor, inclínense hacia adelante en los asientos. Sujétense de las pantorrillas y no levanten la cabeza, o bien pongan los brazos debajo de las rodillas. Estírense hacia adelante todo lo que puedan. No se muevan hasta que les indique lo que vamos a... El avión perdía rápidamente altura. Cuando se acercaron a la amplia extensión de la base militar, Jeff vio una serie de coches de los bomberos y ambulancias aparcados junto a la pista muy larga y vacía. Comenzaron a describir un largo rizo a pocos cientos de metros por encima de los cuarteles y hangares de la Fuerza Aérea. Jeff oyó que las ruedas salían a trompicones del tren de aterrizaje del avión. «La tripulación debe de estar dándole a una manivela para bajarlas a mano», pensó Jeff. Lo más probable era que la explosión hubiera inutilizado el sistema hidráulico. A su lado, Sharla farfullaba algo; sonaba como si estuviera rezando. Jeff echó un último vistazo por la ventanilla y vio que un remolino de viento levantaba una nube de polvo en el extremo más próximo de la pista a la que se dirigían. Eso podría causar problemas; con los daños aue había sufrido ya el avión, una turbulencia de último momento podría... En fin, no tenía sentido pensar en ello. Soltó la mano de Sharla, la avudó a adoptar una posición fetal, luego metió la cabeza entre las rodillas y se aferró de las pantorrillas. Las turbinas que quedaban hicieron una repentina exhibición de su potencia y el avión viró hacia la izquierda para volver luego a su curso. El piloto estaría intentado esquivar el remolino de viento, estaría... Las ruedas tocaron la pista con un fuerte chirrido y al parecer, lograron aguantarse firmes. Recorrieron la pista durante unos segundos agónicos. Las turbinas volvieron a rugir y el avión aminoró la marcha hasta detenerse... Habían aterrizado. Los pasajeros prorrumpieron en aplausos. Las azafatas abrieron las salidas de emergencia y todo el mundo se apresuró a deslizarse por los toboganes. El avión averiado apestaba a combustible; una vez fuera, Jeff alcanzó a ver que el líquido inflamable y transparente salía a borbotones por las hendiduras abiertas en el ala derecha. Tiró de Sharla y los dos se alejaron corriendo del avión. A trescientos metros de distancia, cayeron exhaustos sobre la franja de hierba que había entre dos pistas. Unos coches de bomberos militares cubrían el 707 con una espuma blanca; la gente no tardó en rodearlos, presa del asombro. —Ay, Jeff —lloriqueó Sharla, echándole los brazos al cuello y hundiendo la cara en su hombro—. Dios mío, qué miedo pasé ahí arriba. Creí que..., que... Se liberó de su abrazo, la apartó y se puso en pie. El duro maquillaje blanco y negro que llevaba aparecía surcado de lágrimas, y al deslizarse por el tobogán, el vestido popart se le había manchado con el humo y la hierba. Jeff miró a su alrededor, a su izquierda vio un edificio que parecía un hervidero de actividad, a él llegaba un enjambre de ambulancias que volvían a la pista y de él salía el personal de emergencia con trajes de amianto. Echó a andar en esa dirección dejando allí a Sharla, llorando en el suelo. —¡Jeff! —le gritó—. ¡No puedes dejarme ahora! ¡Después de lo que pasamos! «¿Por qué no?», pensó; iba a repetirlo en voz alta pero se limitó a seguir andando. 10


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