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Si la mar te trae madera, haz un tablado: El Coral y su inventiva
Por Mariana González González, MA
Editora, Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico
Al restaurante El Coral llegué porque me contaron que de su cocina salían exquisiteces de la mar. Y no mentían. En el negocio joyudense, que lleva Indre Morales, con su esposo Cholo e hija Iliana, desde hace 24 años, no solo comí los camarones más jugosos y robustos que he comido jamás, sino que contemplé el cayo Ratones sentada en un banco hecho con la madera que dejó el huracán María. Y el banco no fue la única inventiva que surgió a partir de los tres pies de madera que les regaló a El Coral las marejadas y el viento, sino también un tablado con todas las de la ley.
Indre y su familia se quedaron en su casa, aquel 20 de septiembre, a pasar el huracán María. Es una construcción dividida en dos plantas y levantada sobre la zona marítimo terrestre; en la planta de abajo está el negocio familiar, y en la de arriba la vivienda. Cuenta Indre que, “Por la ventanita del baño, que está de costado, por ahí podíamos mirar, y dentro de lo que uno podía observar cuando la ola rompía en las piedras brincaba y corría por todo el zinc [de la casa]”. Fue mirando por esta ventana, de hecho, que se dieron cuenta de toda la madera que se estaba acumulando en la parte trasera del edificio que conformaba su casa y su negocio: “Entonces mi esposo en una me dice ‘Ay, Indre, mira qué mucha madera hay [en el agua]’”.
La madera que, según Indre, provino de los muelles y de las casas de la costa que el huracán azotó, permitió construir el tablado; dio y sobró, como puntualiza la dueña de El Coral. Asimismo, Indre cuenta que antes del evento atmosférico ya habían pensado en construir un tablado que acompañara la vista de la costa, esa que regala la parte trasera de su restaurante, y que antes del huracán tenía una playa en la que las personas se bañaban y desembarcaban kayaks y paddle boards. Sin embargo, no habían considerado hacerlo tan elaborado: “Yo no tenía la visión de que fuera así, se hizo así por la madera que trajo, porque él [su esposo Cholo] lo que iba a hacer era algo pequeño, y esa madera es bien cara. Aquí me han dicho que hay más de cinco mil dólares [en la construcción del tablado]”, comenta Indre al
respecto. Añade, además, que la única inversión que salió de sus bolsillos fue para pagar “los clavitos y la mano de obra”.
Por otro lado, Indre tiene pensado sumarle al tablado unos cuantos detalles: “Quiero poner barriles con sombrillitas”, me contaba. Sin embargo, al parecer estas decoraciones tendrán que esperar, porque, aunque el huracán regaló mucha madera, dejó a los dueños de este pequeño negocio familiar viviendo el día a día para poder echar hacia adelante la empresa que les da sustento. De este mismo renglón, Indre asegura que las pérdidas que tuvieron no fueron muy grandes en comparación a otros negocios costeros. Aun así, los efectos poshuracán resultaron en pérdidas económicas inesperadas, como la pérdida de mercancía, la inversión en reconstrucción (el huracán les llevó la verja trasera y el pedestal de la escalera) y la falta de productos marinos ante la inestabilidad de los comercios pesqueros esos días posteriores. La dueña de El Coral, sin embargo, no consideró cerrar su negocio ante el paso del huracán María y, de hecho, pudo abrirlo dos semanas después del huracán. “Mi hija siempre me decía: ‘Mami, tenemos que abrir, hay que tratar de vender algo’”. Y dicho y hecho: si bien no podían vender los jugosos y robustos camarones, hicieron malabares con el menú y remplazaron las empanadillas de pulpo por las de pizza y carne molida.
Y así, a un año del huracán María, el corazón del lugar ya no está solo en las exquisiteces que salen de la cocina y de las manos de Indre y su hija Iliana, sino también en esa parte trasera que exhibe el tablado de El Coral. Es imposible no otorgarle un ente propio a ese rincón del restaurante que nació a partir de los restos que dejó el huracán. El ciclón bien pudo dejar a muchos sin techo, pero esas maderas encontraron un puerto seguro. En El Coral se perpetuó, en forma de tablado, el recuerdo de aquel día de septiembre; también la resiliencia, la maña y la inventiva de la que es capaz el puertorriqueño. No me parece que exista mejor lugar que El Coral para materializar el famoso dicho “Si la vida te da limones, pues ponte a hacer limonada”.
Quiero agradecer a Jannette Ramos García, colaboradora del Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico (PSGUPR), no solo por ser una experta en la costa de Joyuda y su gusto gastronómico inminente, sino por llevarme a El Coral y presentarme a Indre. Si me enteré de esta obra de arte que nació a partir de la devastación que dejó el huracán María fue gracias a ella.

Tablado que se construyó con la madera que dejó el huracán María en la costa del restaurante El Coral.