Leyendas puertorriquenas por Cayetano Coll y Toste (volumen IV) T2

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194 CAYETANO COLL Y TOSTE bienes de fortuna y Pepita está acostumbrada a vestir bien y tener buena mesa. —D. Felipe, yo soy procurador!...... —Ah¡ me alegro! Esa carrera da mucha plata¡ Ustedes 'harán buena pareja! Tu eres arrogante mozo y mi Pepita, es su misma madre, cuando me casé con ella. No has tenido mal ojo, picarón! Yo les regalaré amueblada la casa vivienda. Escojan de las que tengo en el pueblo la que más les guste para mandarla a componer y pintar en seguida. Yaya, adiós y felicidad! Acompañó el viejo criollo a Mario hasta la acera de la casa y ya al marcharse lo retuvo y le dijo: —-Oye, se me olvidaba una cosa. Pepita es hija mía y de mi mujer Micaela Fuentes. Tú eres hijo de Carmen Colón y tu padre yo no lo conocí. Hazme el favor cuando llegues a tu casa de preguntarle a Carmen, quién es tu padre!....... Adiós, adiós; Y me lo vienes a decir! Mario se puso el sombrero desconcertado. En las últimas palabras de su futuro suegro, que las pronunció riéndose, encontraba él algún misterio. Su madre y D. Felipe eran contemporáneos viejos. Lo mismo que su tio D. Luis Salicrup, en cuya casa vivía. Tal vez algún bromazo que quisiera darle a. su madre,. Bromas pesadas de viejo verde. Con esas cavilaciones lle'gó a su casa. La madre salió a recibirle y le dijo cariñosa: —Temprano vienes a almorzar; no han dado las onee. —No vengo a almorzar, madre querida; vengo de pedirle a D. Felipe Correa la mano de Pepita. —¿Cómo te recibió? —Me la ha concedido; pero le manda a usted un recado, que considero descortés o pesada broma. —Qué te ha dicho para mí?


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