Máximo Gómez

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ACADEMIA DE LA HISTORIA DE CUBA

proclamará treinta años más tarde, cuando se creería que había aprendido a odiarlos a todos. A esa corazonada providencial se debió, indudablemente, el alto espíritu de imparcialidad con que buscaría en sus colaboradores la aptitud o el merecimiento, sin discriminaciones de raza, clase o antecedentes, que siempre juzgó artificiales. A su clara visión de la cooperación negra a la causa de la independencia se debió, en verdad, que el temido fantasma que turbó la buena voluntad de muchos reformistas españoles y paralizó el brazo de dos generaciones de patriotas, se disolviese en la armonía de las soluciones ciertas(26). Luego, recorriendo la comarca en los tratos de maderas que por encargo de su paisano Miguel Lavastida sostiene con la firma Ramírez y Oro, de Manzanillo, aprende que en esta sociedad dividida y heterogénea el desbarajuste económico reina soberano. Setenta y siete impuestos diferentes pesan sobre el contribuyente, sin contar los veintidós ramos más por que recaudan las aduanas. Y se entera, asombrado, que en Cuba, cuyos ingresos ascienden a 280 millones de pesos al año, el número de impuestos es cuatro veces mayor que el de todos los peninsulares, productivos de 4,500 millones(27). Por su parte, los derechos aduanales abruman en tal grado al comercio de la Isla que, refiriéndose a la Aduana de la Habana, declaraba, en su centenario, cierto anónimo folletista: "sería para Cuba una inmensa felicidad, que lo que se estableció en 1765 (26) Empero, desde otro punto de vista y con diferente intención, tal posibilidad no se había ocultado al espíritu sagaz de Concha, "...la población de color libre — dice —, más numerosa de lo que convendría, por la facilidad de manumisión que nuestras leyes y costumbres proporcionan, no ofrece, sin embargo, peligro, y pudiera convertirse en elemento de fuerza para el Gobierno, si se cuidase más que hasta aquí de su educación moral y religiosa, y si no se le hiciera, con pesadas cargas e indebidas exacciones, sentir tanto la inferioridad de su posición social" (Sedaño, Cuba desde 1850 a 1873, p. 139). (27) Ramón Pasaron y Lastra, La Isla de Cuba considerada económicamente, Madrid, 1858, p. 82.


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