Cuba. Tomos II y III : crónicas de la guerra : la campaña de occidente (2)

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LA CAMPAÑA DE OCCIDENTE

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destacamentos permanecieron en ocio ó dedicados á pequeñas excursiones por el campo enemigo. Hubo reyertas con las guarniciones de los Palacios, torreón del Toro, San Cristóbal, Candelaria y la Palma, pero de escaso interés en comparación con los debates anteriores. La gente de armas, en vez de descansar, merodeaba. Con el pretexto de ir en busca de una botella de miel ó de un par de gallinas para dar caldo á los heridos y enfermos, se lanzaba á mayores aventuras por las comarcas españolizadas con el propósito de apoderarse de las bodegas de los asiáticos: los chinos, como es consiguiente, no se dejaban liquidar sin la protesta más ruidosa. El día 19 el cuartel general, desde la Revuelta, finca del barrio de San Cristóbal, envió correos á los jefes de los cantones más inmediatos, para que acudieran al mencionado lugar, con el mayor número de hombres armados, dentro de veinte y cuatro horas. Reforzó los destacamentos de R'o Hondo y Cansa Vaca, á fin de que pudieran disputar el paso á los españoles mientras durase la op"ración desconocida que él iba á emprender con las restantes fuerzas. Maceo tenía el propósito de atacar el cuartel más renombrado de la Trocha: Artemisa. El 21 emprendió la primera jornada hacia la Trocha celebérrima, con el único objeto de darle una serenata estrepitosa de bombas y descargas de fusilería, al general más amigo del bombo y de los platillos alabarderos. Este personaje era el mariscal Arólas, el hombre de la bulla: republicano zorrillista, allende los mares, conservador acérrimo al embocar el canal del Morro, hombre sin juicio, aquí y allá, gritón, farfullero, y siempre en borrasca. No sabemos si adolecía de otros pecados capitales. Tampoco conocemos su historia militar en la campaña de Filipinas contra los moros y los frailes, ni hecho alguno que acredite el valor bizarro que le atribuían los cantores del género chico de la hampa reporteril, á quienes el mariscal convidaba á una ginebra aromática en la gran Peña de Albisu; escritores gárrulos y flamencos que por una caña de manzanilla daban la información de veinte suplicios, y á la muerte de Maceo dijeron en letras de molde que el cabecilla mulato se había presentado á las autoridades españolas, mediante al gunas talegas, y qne había servido de práctico á las columnas


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