Brisas de Cuba T1 (1)

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— 361 — zado, yo os traigo vuestro perro. (Entre paréntesis debió haber dicho lo contrario.) Anegada en lágrimas, la joven apenas puede balbucear un "gracias batallero," mientras que Amadeo serenándose se atrevió á preguntarle con dulzura si había tenido la desgracia de perder á algún ser querido—porque, añadió, he visto á este pobre perro que seguía un ataúd. — Ay! Señor, era el de mi padre! Aquellas últimas palabras acabaron de' enternecer á Amadeo quien se adelanta y entra en la estancia. Pero qué habitación! Paredes desnudas, morada glacial!.... En un rincón, estendida sobre una harapienta cama yacia una muger anciana, cuya fisonomía revelaba él padecimiento físico unido al mas profundo dolor. Después de haber dirigido una mirada inquieta y triste hacia el desconocido, con voz desfallecida preguntó á su hija: Agustina ¿quien es ese caballero? Amadeo se incorpora, se aprocsima á la cama y le contesta respectuosamente:—Señora yo he seguido el cadáver de vuestro esposo hasta el cementerio y aquí os traigo vuestro perro.—Cómo? caballero.... vos le habéis acompañado! .... habeis sido tan bondadoso.... gracias, mil gracias!.... —Ah! padre mió! ¿y vos señor, habéis hecho todo eso sin conocerle? —No señorita, no le conocía, pero al Ver su solitari- férretro, que se encaminaba á la última morada en triste aislamiento, me enternecí y elevé al cielo una plegaria. Yo que raras veces ruego á Dios... —El os ha escuchado, señor, y mi pobre marido rogará por vos en ,el cielo. Ah! y qué corazón tan bueno! Ved me 'aquí postrada con mis padecimientos. Mi enfermedad ha causado la muerte de mi marido. Viéndome enferma por mas de dos meses, quisó absolutamente trabajar dia y noche para impedirme que fuera al hospital. Esas fatigas) sin dar lugar al descanso, al mismo tiempo que el mal ali. mentó le han hecho sucumbir en pocos dias, víctima de una pulmonía. Y yo le sobrevivo para ser de gravamen á mi pobre hija! Pero no quiero asesinarla como lo he hecho con su padre, desde mañana misino me trasladaré al hospital. Al oír estas palabras, que pintaban la amargura y la desolación, Agustina abraza á su madre y le dice en medio de sus sollozos: ¿Madre mia, porqué me habíais de esa manera? No, jamás iréis al hospital; yo trabajaré dia y noche y si es necesario moriremos las des juntas. Si aun tuviera trabajo?.. Amadeo, enternecido hasta el fondo de su alma, sentía correr un raudal de lágrimas de sus ojos'y juzgando haber sorprendido una revelación espontánea en las últimas palabras de la joven, la interrogó concerniente á su ocupación y estado. —Soy costurera, satisfizo esta.—Ah! que feliz casualidad! uno de mis amigos necesita hacerse varias camisas, yo os las traeré.—Señor no tendréis motivo de queja en mi trabajó. En otro tiempo tuvimos un al macen de lencería y lienzo, confeccionado en el pueblo de Blamont, en la Lorena, pero los créditos nos han arruinado, venimos á Paris creyendo TOMO II. 46


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