ledlxaggnbf

Page 85

través del enorme hueco que se abría en aquel cuerpo añoso y blando, al tiempo que con la otra mano agarraba la escasa picha de su beneficiario, un individuo ciertamente poco atractivo, y la agitaba mecánicamente, con desgana. El alicantino, que no podía contemplar las divertidas muecas de asco que Lester me dedicaba mientras se lo follaba al ritmo más cansino de los posibles, no acusaba en absoluto esa falta de ardor, concentrado en la escena que se desenvolvía ante sus ojos, su pequeño chillando y revolviéndose ante las bestiales embestidas de un arma terrible, cuyas dolorosas consecuencias eran fácilmente calculables a la vista del miserable calibre del sexo que aquel pobre niño estaba acostumbrado a engullir, pero sin embargo, en un momento determinado, la víctima dejó de chillar, y comenzó a generar sonidos muy distintos, como si el dolor se diluyera de repente en sensaciones de otra naturaleza, era evidente que le daba gusto, se lo estaba pasando muy bien, ahora, apoyó las dos manos sobre la mesa, irguiéndose ligeramente, comenzó a moverse, y todos pudimos ver su polla, tiesa, contra el cristal. Entonces su propietario se asustó, basta ya. Me sonreí para mis adentros, no te va a servir de nada mandarle parar, pensé, te has pasado de listo y ya no volverá a disfrutar contigo, ha descubierto que existen cosas mejores que tú, imbécil. Los acontecimientos me dieron la razón. El grado de conformidad que mostraba Lester hacia su destino cambió radicalmente cuando su novio, sin haber desnudado su sexo aún, se dirigió hacia él, contoneándose levemente, con una sonrisa en los labios, se las arregló para encontrar un sitio donde apoyar las rodillas, y le penetró; acariciándole el pecho con una mano. El alicantino tuvo que notar el cambio de situación, porque a juzgar por la expresión de felicidad que se dibujó en su cara, la polla de mi favorito tenía que haberse puesto como una piedra, y debía de ser capaz de llenar adecuadamente por fin su holgado conducto, pero eso no debía importarle mucho ahora, porque el muñeco que se había traído desde Alcoy se negaba a obedecer sus órdenes, y lejos de presentarse ante él, cruzó de rodillas, con la boca abierta, toda la habitación, para satisfacer después humildemente con la boca al eventual amante del amante de su amante, al magnánimo ser que le había abierto los ojos de una vez para siempre, y se dedicó a lamer generosamente sus testículos antes de abrir su grupa con las manos para hundir la lengua en el orificio central. Juan Ramón sin volverse, le dio su conformidad con un gruñido. Me lo estaba pasando bien, muy bien, pero entonces, de repente, me di cuenta de que éramos nueve, y de que ocho, todos excepto yo, habían entrado ya en juego. Entonces me asusté, adquirí conciencia por primera vez de mi inmovilidad, e intuí que posiblemente estaba destinada a ser el plato fuerte de la velada. Ella vino hacia mí, me cogió por las muñecas, y apretó mis manos alrededor de sus perforados pechos haciendo lo mismo conmigo, me acariciaba suavemente al principio, sus uñas me producían una sensación muy agradable, pero sus dedos se desplazaron rápidamente hacia mi sexo, estiraron mis labios hacia abajo, y los pellizcaron repetidamente con sus afiladas puntas, me hacía mucho daño, de modo que aunque intuía que el efecto de mi acción resultaría tal vez peor que su causa, lancé una de mis rodillas contra su cuerpo, y conseguí tirarla al suelo mientras chillaba con todas mis fuerzas, llamando a Encarna a gritos, confiando todavía en poder escapar indemne de allí, nunca más, me juraba a mí misma, nunca más, pero no vino nadie, nadie, los demás participantes en aquella fiesta me miraron un instante con curiosidad, sin mostrar intención alguna de intervenir en mi favor, excepto la yonqui que me miraba con lágrimas en los ojos, y lo intentó, pero la detuvieron a tiempo, a las dos nos iba a costar muy cara la dosis aquella noche, pensé, y ella se levantó por fin, lentamente, me miró, sonriendo, y arrodillada ante mí, desgajó los tacones de mis botas y tuve que agarrarme con las dos manos a la cadena para impedir que la súbita presión provocada por la brusca disminución de mi estatura me rompiera el cuello, conseguí un cierto equilibrio de puntillas sobre las elevadas plataformas a cambio de la inmovilidad más absoluta, ella soltó una carcajada antes de alojar su puño en mi estómago, yo no podía moverme, sus uñas se clavaron en mi escote, desplazándose luego bruscamente hacia abajo, abriendo heridas largas y toscas, más tarde recurrió a procedimientos más sutiles, como las dos pequeñas pinzas plateadas que aprisionaron mis pezones, unidos por una cadenita de la cual ella estiró hacia sí violentamente, para que todo mi cuerpo fuera detrás de mis pechos, que yo sentía cada vez más lejos, como si fueran a rasgarse de un momento a otro, así jugó, conmigo un buen rato, impulsándome hacia delante y hacia atrás con simples movimientos de su muñeca, columpiándome sobre mis precarios apoyos, las manos desolladas ya por el roce con los eslabones de la cadena, los brazos cada vez más débiles, los músculos progresivamente dormidos, pero también de eso se aburrió, y me concedió un par de minutos de descanso antes de volver con algo que no pude distinguir muy bien al principio, aunque luego, mientras lo golpeaba contra la palma de su mano, advertí que se trataba de un objeto bastante corriente un calzador de metal montado sobre una caña de bambú, y no vi nada más, ella me dio la vuelta con las manos, volviéndome contra la pared, dando comienzo a una nueva fase, y entonces fue cuando recordé aquel viejo chiste malo, porque solamente me dolieron las treinta primeras

www.LeerLibrosOnline.net


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.