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Mientras tanto, Allende fue derrotado en Guanajuato, por lo que se retiró a Guadalajara. Al enterarse de que el ejército realista se dirigía a esa ciudad, junto con Hidalgo reorganizó a las tropas para la batalla. Los ejércitos se enfrentaron en Puente de Calderón, donde los insurgentes fueron derrotados. Después de esto, los jefes insurgentes huyeron hacia el norte para refugiarse en Estados Unidos, pero fueron apresados en Coahuila, y juzgados y condenados a muerte en Chihuahua. El 26 de junio, Allende, Aldama y otros jefes insurgentes murieron fusilados. Tras un juicio de un mes, Hidalgo corrió la misma suerte. Como advertencia a otros insurgentes, las cabezas de estos líderes fueron colocadas en jaulas y exhibidas en las esquinas de la alhóndiga de Guanajuato. Sin embargo, la guerra no terminó aquí, pues a Hidalgo lo sucedieron otros jefes insurgentes que retomaron su pensamiento en favor de la libertad.
Los realistas contra el movimiento insurgente
Reconocerás al ejército realista como defensor de los intereses de la Corona española.
Se llamó “realistas” a los partidarios de la monarquía y a su ejército, pues eran los encargados de proteger los intereses del rey, es decir, de la Corona española. Este grupo era financiado y dirigido por peninsula-
Félix María Calleja, militar español que derrotó a Hidalgo, Allende y Morelos; después se convirtió en virrey de Nueva España y gobernó de 1813 a 1816. Dibujo de la batalla entre realistas e insurgentes, datado en 1814.