Juanito y el diluvio
(Leyenda totonaca del diluvio) Alberto Blanco
Hace mucho tiempo, en el norte de lo que hoy es el estado de Veracruz, en plena sierra Papanteca, allí donde la vainilla es reina y señora, vivió un niño huérfano, tan solo, tan triste y tan pobre que ni siquiera tenía nombre. Un día en que ya no tenía nada que comer, salió de su casa a buscar trabajo, y comenzó a caminar sin rumbo fijo. Así vagó, solo y su alma, días y noches con el estómago hecho un nudo por el hambre. Hasta que un día en que perdido en el bosque, desconsolado, escuchó a lo lejos un ruido extraño que le llamó poderosamente la atención. Era un ruido como el que hace el hacha cuando corta la madera. Se dirigió al lugar de donde provenía el sonido y vio, para su sorpresa, que no había ningún leñador, sino un hacha que se movía sola en el aire y que hacía leña de un tronco. En cuanto hubo bastantes leños cortados, éstos formaron un atado, solos también; y el hacha se metió como si nada en medio de ellos. El atado, completo, se alejó brincando y luego comenzó a rodar por la vereda.
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